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La Botica del chorizo
“La Botica del chorizo.” La Botica del chorizo era una parrilla cerca de la Ciudad de La Plata en
Argentina, a la que solía ir con mis padres cuando era pequeño. La Botica, de nombre simpático,
era manejada por el Gallego. Él era más bien muy antipático, algo desarreglado por no decir sucio,
y no era precisamente un buen anfitrión del negocio. El lugar era muy simple y sencillo. Una gran
parrilla con rastros de grasa que parece llevaban años ahí. Tenía hileras de tablones uno tras otro
con banquetas y no existía el mantel. Solo una hoja de periódico, una tabla y una cantidad limitada
de cuchillos y tenedores. El menú era lo que el Gallego decidía que fuera. Jamás vi una carta. A lo
sumo un pizarrón con dos palabras: Vacío, Choripán y el mundialmente conocido Morcipan. No
recuerdo una sola vez en la que fuera a ese lugar y no estuviese atestado de gente. Muchos
camioneros, pero también familias y en muchos casos, gente que venía de otras ciudades, por la
fama que tenía ese negocio. La Botica del chorizo era toda una leyenda en dicha ciudad. Es difícil
describir cuál era su atracción. Ya que todo parecía estar mal para los ojos de cualquier crítico
gastronómico. Pero era precisamente eso lo que lo volvía atractivo: el Gallego con su mal humor,
su aspecto desarreglado, una calidad de carne increíble y el mejor Choripán del mundo. Un día el
Gallego se enfermó y no pudo ir por varios meses a atender su negocio. Fue el momento propicio
en que sus hijos se hicieron cargo del negocio. Ellos, con una visión moderna, decidieron ampliar la
carta, poner manteles y atender bien a la gente. Contrario a lo que ellos suponían sucedería, los
Clientes dejaron de ir porque se perdió la fuente de atracción y lo más importante: su Propuesta
de Valor. Si bien este ejemplo parecería opuesto al ejercicio y la metodología que viene
mostrando, es todo lo contrario. Usted no debe configurar su negocio tal cual se lo piden. Pero
debe partir de conocer profundamente que es lo que ellos buscan, para luego generar sus
diferenciales y buscar algo que los haga más atractivos. Entendiendo que esto no es un Producto,
o un Servicio, la forma en que atienda, los colores que use o un buen cartel. Es mucho más que
eso, es cómo lo hace y cómo eso que hace es atractivo. Como vemos, tanto la Propuesta de Valor y
las Fuentes de Atracción no son cosas que nosotros podamos decidir; son ellos, los Clientes
quienes deciden. Se debe de partir de lo que los Clientes quieren o aspiran de nuestros productos
y con esa valiosa información intentar sorprenderlos y que nos elijan por sobre nuestros
Competidores.
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