Ainhoa, recuerda que la culpa y la preocupación, son dos emociones o sentimientos negativos y son de los más inútiles que existen en nuestra vida personal, afectiva y de relación social. La culpa se refiere al pasado y la preocupación al futuro, es decir, dos momentos que no podemos cambiar. Lo único que nos ocurre con ellos es que desperdiciamos el presente, que es el único momento que tenemos en la realidad. Me culpo por lo que pasó hace antes, hace años y le doy mil vueltas, y cuantas más vueltas le doy más me lleno de ansiedad y más tiempo pierdo de mi vida presente. Lo mismo ocurre con mi preocupación por muchas cosas que pueden sobrevenir en el futuro, cuando el futuro no existe; y perdemos energía y salud —con la preocupación— para vivir un presente en el que estamos y con el que debemos disfrutar. Disfrutar del ahora hace que olvidemos las preocupaciones que muchas veces en la realidad ni siquiera llegan y, si lo hacen, siempre son menores de lo que habíamos pensado. ¡No pierdas el tiempo con esas dos palabras: culpa y preocupación! Vive el presente que es lo único que tenemos entre manos. Lo peor de estos sentimientos es que nos inmovilizan en el presente por actos del pasado —que ya no se pueden cambiar— o por preocupaciones por hechos que todavía no han llegado. Por supuesto, que todo esto no significa que no debamos pensaren nuestro pasado ni en nuestro futuro. El pasado nos ayuda a tener una experiencia y no cometer los mismos errores, y el futuro nos ayuda a luchar por conseguir los objetivos que nos hemos planteado. Pero no podemos perder el tiempo en ello si nos impide disfrutar nuestro presente, que es lo que realmente tenemos. Seamos realistas con nuestro presente y no idealicemos el futuro, pues nuestro futuro depende siempre de nuestro presente. Podemos distinguir dos tipos de culpabilidad, aquella que llaman los técnicos culpabilidad residual, que arrastramos desde niño cuando los adultos, tanto nuestros padres, tutores, profesores, personas mayores, nos manipulan con la culpa por no hacer “lo correcto”. La otra culpabilidad es autoimpuesta ya que no aceptamos nuestros hechos y comportamientos que no son adecuados y no sabemos perdonarnos, como si no nos diéramos permiso para equivocarnos, para ser humanos. Es el perfeccionismo que nos hace una rémora tóxica.