Subido por Adolfo Ayala Heitmann

Mena P., Breve Vocabulario de Fenomenología

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Breve Vocabulario de Fenomenología
PATRICIO MENA MALET
UNIVERSIDAD DE LA FRONTERA
Apodicticidad: Proviene del griego apodeixis y significa demostración. La
apodicticidad designa en Husserl el grado supremo de la evidencia, como
indubitabilidad absoluta. En cada evidencia, la determinación de una cosa es captada
por la conciencia con la certidumbre que la cosa en su modo de darse dada –el
fenómeno- existe –en tanto que dado-, excluyendo la posibilidad ulterior de la duda. En
suma, la evidencia apodíctica no es solamente la certidumbre de la existencia de las
cosas, pues le corresponde también la absoluta imposibilidad de concebir su noexistencia, excluyendo de antemano toda duda imaginable como desprovista de sentido.
En otros términos, la evidencia apodíctica es la “vivencia de la verdad” que resulta
directamente de la síntesis entre la significación del objeto y su donación intuitiva. No
es un simple sentimiento de certidumbre relativo a la experiencia interna de cada
individuo, y por tanto susceptible de lo arbitrario de un hecho empírico. Es una vivencia
pura que posee leyes de esencia y se manifiesta por la presencia inmediata del objeto
enfocado. Es decir, esta presencia constituye directamente una evidencia apodíctica
cuando el objeto intuitivamente dado corresponde al objeto previamente enfocado en la
simple significación. Sin embargo, la apodicticidad adquiere otra significación en la
Crisis. Ya no designa el saber absolutamente cierto, sino el saber aclarado por la razón.
Actitud natural / Actitud fenomenológica: La tesis general de la actitud natural
consiste en descubrir y acoger como existente un mundo, es decir una única realidad
espacio-temporal de la que yo mismo formo parte, así como todo el resto de los
hombres que se encuentran y vinculan del mismo modo con ella. La actitud natural es la
posición de la existencia del mundo como realidad omni-englobante. “La actitud natural
designa un estilo de existencia general que, movilizando el entendimiento, la voluntad,
la imaginación y la sensibilidad, prescribe de antemano un modo específico de
aprehensión del mundo. Es una ‘forma normativa’ que fija un estilo de vida firme y
permanente. La actitud natural determina así el modo de ser fundamental del hombre en
el mundo en tanto que aquel se aprehende como miembro de ese mundo, como un ente
intramundano entre otros. En este sentido, el hombre natural toma el mundo y la vida en
el mundo como evidentes, como dados naturalmente en la percepción y la acción
ordinarias, sin interrogarse sobre las condiciones de esta donación natural” (Bégout
2007; 26-27). Pero esta actitud no es solo la actitud del hombre común, sino también de
las ciencias, al menos de aquellas que fundan sus conocimientos en la creencia del
mundo como realidad omni-englobante. En este sentido, la actitud natural es la tesis de
la existencia no de un ente del mundo, ni de la totalidad de los entes mundanos, sino del
mundo como horizonte último e irreductible.
Pero, la “tesis” de la actitud natural no puede ser entendida estrictamente como
una “tesis”, es decir como un postulado o una posición. Al contrario, la actitud natural
es lo presupuesto en toda actitud, es la condición de posibilidad de toda actitud, sea
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teórica o práctica. Es por consiguiente, antes que una posición, un vivir comprometido
en el mundo, por lo que el mundo no es planteado como objeto de una tesis, sino
descubierto y acogido como “ya ahí”, como siempre disponible; se trata, por tanto, de
una adhesión espontánea a una totalidad englobante. Estas consideraciones libran una
consecuencia esencial: para poder hablar de la actitud natural, es preciso haberla
abandonado. Así, una vez abandonada, se puede hablar de ella como de una tesis, como
si la actitud natural no pudiera aparecer a ella misma en su significación propia. Es la
reducción la que va a revela esta posición –espontánea e irreflexiva- como creencia que,
en el plano de la actitud natural, se da como descubrimiento y receptividad pura. De este
modo, solo ejecutada la reducción trascendental el mundo se revelará como constituido
por una subjetividad trascendental (como fenómeno), como correlato de actos. Así, el
sentido de la reducción trascendental sólo aparece cuando la reducción la revela en el
momento mismo que la suspende. De esta manera, la actitud natural puede ser
caracterizada como la falta de lucidez del sujeto respecto de su propia condición
mundana que provoca el olvido de su condición de constituyente del mundo, esto es la
de ser un “sujeto trascendental”. A este olvido de la dimensión trascendental puede
llamársele también “mundanización de la vida trascendental” o el devenir de esta última
en vida natural. Por mundanización hay que entender el olvido del carácter
trascendental del sujeto y, por consiguiente, de su poder de constitución, así como el
mimetismo óntico con las cosas intramundanas; es decir que el sujeto se capte como una
cosa más entre las cosas.
Adoptar la actitud fenomenológica es dar cuenta del hecho de que no se puede
decir nada del mundo tal como es en-sí. Es preciso instalarse en esta actitud
fenomenológica, según la cual lo que es, es la relación entre el sujeto y el mundo
(correlación) o el conjunto de los objetos. De este modo, la actitud fenomenológica
sustituye la posición ingenua de la actitud natural. Así, lo que es primero es la
correlación entre la conciencia y su objeto. Por otra parte, la fenomenología intenta
filosofar sin presupuestos. Aceptarlos, sería aceptar instancias trascendentes (Dios, por
ejemplo), como fundamento de todo conocimiento. Para Husserl se trata de no admitir
ningún tipo de presupuesto, por ejemplo metafísico, y en particular de no admitir la
existencia del mundo como siendo en sí, como anterior o primero con relación a la
correlación sujeto-objeto. A juicio de Husserl, el primero en haber comprendido la
correlación sujeto-objeto (antes que Kant), correlación que constituye el fundamento de
la filosofía trascendental, fue Descartes. Cuando este último se pregunta en qué basarse
para conocer, y para responder a esta cuestión, pone todo en duda, salvo aquello único
de lo que puede dudarse, a saber el hecho de dudar, Descartes toma la vía que reivindica
Husserl para entrar en la fenomenología. ¿Cómo instalarse en la actitud
fenomenológica? A juicio de Husserl, practicando la epojé o reducción fenomenológica.
Conciencia intencional: es el conjunto de actos, en primer lugar perceptivos, que
tienden –enfocan- y tocan los objetos del mundo. La palabra intencionalidad no
significa nada más que esta particularidad fundamental y general que tiene la conciencia
para ser conciencia de algo, de llevar –de portar- en su cualidad de cogito, su cogitatum.
Pero la conciencia intencional no se reduce al cogito y sus cogitationes (yo pienso, yo
percibo, yo imagino, etc.), no se deja encerrar en los actos (las cogitationes) que irradian
de un centro, el cogito, sino que abriéndose al mundo vía la intencionalidad, la
conciencia fenomenológica se extiende: ella integra [en ella misma] su cogitatum, a
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saber el objeto mismo que enfoca, a título de unidad de sentido (noema), y no como
cosa externa real]
La intencionalidad, para Husserl, no es una estructura psíquica, empírica,
tampoco es una solo una propiedad de la conciencia comprendida como algo real en el
espacio y en el tiempo. Aplicando la epojé y la reducción, entramos por tanto en el
espacio de constitución de lo que es. Pero, ¿si ponemos entre paréntesis el hecho de ser
en sí del mundo, si no se puede dotar a la estructura fenomenológica de un sentido
empírico, qué sentido podemos darle a esta estructura? Lo mejor, para dar respuesta a
esto, es hacer una analogía entre la conciencia intencional y la estructura matemática: en
efecto, los objetos matemáticos no son objetos empíricos, y sin embargo los objetos
matemáticos no se reducen a la producción en el espíritu de un individuo (producción
mental). Los objetos matemáticos están caracterizados por una cierta forma de
universalidad que supera su simple generalidad empírica. Y, a su vez, esta generalidad
supera el simple mundo en sí. Para la conciencia trascendental y para la correlación
sujeto-objeto husserliana, tenemos un sentido de ser que se asemeja al sentido de ser de
los objetos matemáticos. Pero solo se trata de una semejanza. Para dotarle, entonces de
un estatuto particular a las estructuras intencionales, Husserl introduce el término de
esencia, o estructura eidética.
Constitución: Constituir un fenómeno no es ni construir ni fabricar. Así por ejemplo no
podríamos decir que constituir la mesa sea describirla en tanto que objeto: decir lo que
hay sobre ella, decir cómo ha sido fabricada. Además, siendo que la investigación
fenomenológica, llevando a cabo la reducción, ha suspendido el ser del objeto, entonces
es claro que constituir no puede ser fabricar o construir la “existencia” de la mesa,
puesto que la posición de existencia efectiva ha sido puesta entre paréntesis. Más bien,
constituir la mesa, fenomenológicamente hablando, es captarla en una conexión de
cualidades sensibles. Todos los modos de presentarse el objeto forman el despliegue de
su aparecer. Así, constituir el objeto es dejarlo desplegarse según los modos de sus
aparecer. En otros términos, la constitución es una “donación de sentido” o, más
claramente, una “elucidación de sentido dado”. La conciencia tiene el poder de
constituir el sentido de los objetos que se le dan, revelando su significación cada vez en
propiedad. Es necesario precisar que la significación es una idealidad sin equivalente
real, por lo que el sujeto trascendental no la puede producir, solo puede esclarecerla,
captarla, reconocerla e interrogarla. Así, solo la conciencia trascendental del yo posee la
facultad de poder dar cuenta del sentido de los diferentes objetos que la afectan. Pero, el
poder constituyente del ego trascendental no es total. Hay tres dominios de objetos
particulares que muestran esta imposibilidad: los objetos temporales, la esfera pasiva
(afecciones pre-concientes, hábitos, asociaciones de ideas, pulsiones, sentimientos, etc.)
y la experiencia del otro. Estos tres tipos de experiencias, muestran que el poder
constituyente del ego no es total, puesto que hay significaciones que valen como
objetividades identificables y reconocibles que se constituyen antes que el sujeto
trascendental pueda incluso realizar su propia donación de sentido. Es decir, tomando en
cuenta el análisis de la constitución temporal, de la constitución pasiva e inter-subjetiva,
Husserl reconoce que el origen de la constitución de sentido no se puede hallar solo en
el ego. Todo lo que se constituye en mí no se constituye forzosamente por mí; así hay
donaciones de sentido que no dependen de la iniciativa exclusiva del ego.
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Descripción fenomenológica / Volver a las cosas mismas: El término cosa [el retorno
a las cosas mismas] remite en alemán a Sachen y no a Dinge. Mientras que Dinge
corresponde a la cosa física, Sache designa el problema, la cuestión, la apuesta de un
pensamiento. Volver a las cosas mismas, es rechazar los argumentos doctrinales y los
sistemas auto-coherentes en provecho de las interrogaciones nativas que suscita el
mundo alrededor de nosotros y del que se nutre nuestra reflexión viva. Lo que busca
Husserl, como ya lo hemos visto, es develar el sentido de los objetos que se donan a la
conciencia.
El retorno a las cosas mismas, tal como ha sido explicitado durante todo este
curso, exige, por otra parte, una marcha descriptiva. Describir es decir lo que se ve, y
tiene la tarea de ser –la descripción- lo más completa posible, y por tanto no descuidar
ninguna de las facetas de la cosa, el acontecimiento, la situación que conforma el objeto
de la descripción. Por lo mismo, se trata de esforzarse de no completar la descripción
con rasgos inventados generalizadores, que no forman parte de la experiencia efectiva
del sujeto. Describir supone que se le refiera a una experiencia singular, individuada en
el tiempo y en el espacio. La calidad de una descripción se mide según la capacidad del
sujeto para librar los diferentes aspectos de la experiencia singular que hizo, y que, de
un cierto modo, nadie más habrá podido hacerla, al menos, tal como la hizo él. De este
modo, el uso de los indicadores temporales y espaciales revela en qué medida el sujeto
está en relación inmediata y profunda con su propia vivencia. Sin embargo, siendo dada
la gran dificultad de mantenerse en lo que verdaderamente se vivió, en virtud, por
ejemplo, de la impresión de pobreza de esa vivencia (no hay gran cosa que decir al
respecto), es irresistible la tendencia a agregar elementos que provienen de una vivencia
anterior, imaginada o bien empática, transmitida por los otros: eso parece más
verdadero… De hecho, es sin duda ilusorio pretender llegar a una descripción pura,
solamente alimentada por la vivencia singular de un individuo inscrito en tal lugar y
situado en tal momento del tiempo. Describir es necesariamente integrar a la
descripción de la experiencia singular rasgos que dependen de mi memoria de otros
acontecimientos, de mi imaginación de otras situaciones, del testimonio de otros de una
experiencia que yo no he hecho, y que tal vez no haré nunca. De una cierta manera,
acordarse, imaginar, experimentar la empatía forman parte de la calidad de mi
experiencia singular. Estos actos de la conciencia contribuyen a desenclavar eso que
podría tener de privado, de solipsista o de subjetivista. Ser lo más completa posible:
Esto es hacer justicia a todos los aspectos de la experiencia vivida, trátese de las
diferentes modalidades sensoriales, de las múltiples tonalidades emocionales, del tipo
de temporalidad en obra, de mis diversos estados mentales o cognitivos, de mi apertura
a los otros y a mi situación histórica. Sin embargo, he aquí la dificultad: ¿cómo ser
completa sin completar?
Epojé: Es un término que Husserl retoma de la tradición escéptica antigua.
Etimológicamente significa poner entre paréntesis, poner fuera de juego, fuera de
circuito. ¿Qué se pone fuera de juego? Lo que se pone entre paréntesis en la epojé es el
ser en sí del mundo, es decir la posición de ser autónoma. Es decir, la epojé es la puesta
en suspenso de la posición de ser del mundo. Esto no quiere decir que se dude del
mundo que existe: solamente que una existencia en sí no tiene sentido, depende, en
última instancia de un prejuicio. Pero, no basta poner el sentido del ser en sí entre
paréntesis, es preciso reconducir el sentido del ser del mundo a la subjetividad
constituyente. Esta reducción del sentido del ser del mundo al sujeto cognoscente, es lo
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que Husserl llama la reducción fenomenológica. De este modo, reducción hay que
entenderlo como reconducción del saber hacia la subjetividad trascendental. La epojé y
la reducción promueven, por tanto, un cambio de actitud. Gracias a estas entramos en
una esfera totalmente nueva según la cual el objeto que aparece no es considerado como
en sí, sino como siendo enfocado por la conciencia. Es decir, en la actitud
fenomenológica tenemos relación, no con objetos en sí, sino con objetos intencionales,
es decir objetos en tanto que son enfocados por la conciencia. La fenomenología no
tiene que ver con objetos sino con sentidos intencionales de los objetos.
Husserl distingue claramente entre epojé y duda en sentido cartesiano, distinción
que puede ser ejemplar para esclarecer el sentido mismo de la epojé. Primeramente, la
duda cartesiana es provisoria e instrumental, pues dudo para salir de la duda y alcanzar
una certidumbre indubitable, el ego cogito. La epojé, por el contrario, es definitiva. Yo
suspendo toda actitud de creencia en el mundo, siendo esta actitud de suspensión mi
única verdad: la epojé es su propio fin, mientras que la duda es un medio para alcanzar
otro fin, la certidumbre. Por otra parte, la epojé no niega el mundo –mientras que
Descartes en la Primera meditación lo niega, para luego recuperarlo en la sexta como
realidad material sensible -, tan solo neutraliza su validez, lo que significa que ya no
creo espontáneamente en la existencia del mundo, para más bien interrogar su sentido.
El mundo continúa existiendo, pero yo me he inhibido de hacer juicios sobre él. El
sujeto fenomenológico, el ego trascendental, no es sin mundo (weltlos), es sin valor-demundo. No pierde el mundo, no lo abandona, se retira del modo habitual de relación con
el mundo, es decir abandona la vida natural o actitud natural. Así, el ego se impide
participar de las evidencias naturales del mundo sustrayéndole su validez ontológica
inmediata. No manteniendo como válida la creencia natural del ser del mundo, vuelve al
mundo un fenómeno que posee ciertamente una pretensión de ser, pero que no es dada
espontáneamente como simplemente siendo. Esta suspensión radical de la validez del
mundo consiste en una inhibición de todas las tomas de posición téticas y dóxicas que
conciernen al mundo. O dicho de otro modo, el sujeto suprime en él la tendencia
espontánea de aceptar este ser del mundo y todo lo que lo compone. Esta abstención es
posible porque el ser del mundo no es una propiedad objetiva de aquel, sino un valor
general que le atribuimos, es decir el correlato de una creencia. De este modo, en la
actitud natural el ser del mundo es planteado por la subjetividad, pero ésta no es
conciente de su propia operación de posición dóxica, y piensa ingenuamente descubrir
el ser del mundo como algo pre-dado, que se encuentra-allí. Lo interesante es que esta
invalidación universal no concierne solo al ser del mundo sino también a las realidades
mundanas, es decir, los entes, las cosas, los seres vivos y el ser humano. Así, La epojé
poniendo en suspenso el valor de ser del mundo y de las realidades mundanas, también
suspende a los otros hombres como realidades mundanas (corporales, sociales y
simbólicas) en tanto que aparecen en la experiencia y participan de su modo de
validación natural.
Pero de aquí, otra diferencia importante con la duda cartesiana: la epojé es
universal en tanto que además de poner en suspenso el ser del mundo y de las
realidades mundanas, pone en suspenso también a aquel que realiza la epojé: así, el yo
que interrumpe toda posición sobre el mundo se pone él mismo en suspenso en tanto
que parte del mundo. Mientras que el cogito que duda no puede dudar él mismo de sí, a
nivel fundamental, si busca reconquistar la certidumbre absoluta e indubitable del ego
cogito.
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Intencionalidad: La palabra intencionalidad es la particularidad fundamental y general
de la conciencia de ser conciencia de algo. Así, la intencionalidad es la operación que
dirige a la conciencia hacia su objeto –el objeto intencional- el que adviene desde
entonces como sentido para ella. El enfoque intencional de la conciencia –la
intencionalidad- anula la idea de una oposición entre el sujeto y el objeto, que tomaría a
cada uno de estos polos como exteriores uno del otro y existiendo de modo
independiente. Por el contrario, la conciencia está abierta a otra cosa distinta de ella,
dejándose penetrar por esta. Simultáneamente, esta cosa que es enfocada (percibida, por
Ej.) por la conciencia no adquiere una existencia sino bajo la mirada de esta última. La
intencionalidad es este intercambio interactivo continuo de la conciencia y del mundo;
este último toma sentido para la conciencia, y la conciencia para el mundo. Así, por
ejemplo, si yo miro las ramas de un árbol por mi ventana, ciertamente si yo dejo de
mirarlas ellas continuarían por ejemplo dando frutos; se puede decir por ello que hay
una objetividad de las ramas del árbol pues son independientes de mí y de mi mirada.
Sin embargo, en tanto yo no las mire, estas ramas no existirán para mí. De este modo,
fenomenológicamente, el ser del objeto “rama” en tanto realidad en-sí, puramente
objetiva, esto es sin intervención alguna de un sujeto, no es sino la dimensión más pobre
y primaria de la “rama”. Cuando esta última es aprehendida por un sujeto, y aparece
bajo mi mirada, adquiere un nivel más complejo. Así, la “rama” se vuelve un objeto
intencional cuando ella “me aparece” tal como ella es, es decir tal como se da y aparece
–para mí-. Este modo de aparecer de la “rama” para mí como lo que es tal como es se
llama fenómeno.
Mundo de la vida: Esta expresión (Lebenswelt) la toma Husserl de la Crítica de la
experiencia pura de Richard Avenarius (1843-1896), pero recibirán en los años veinte
una significación propiamente husserliana. Es a partir del problema de las ciencias
objetivas, vale decir de la relación de fundamento entre el concepto científico y la
intuición pre-conceptual. A juicio de Husserl, es preciso una restitución del “concepto
natural de mundo” contra las falsificaciones de la metafísica dualista. Pero a partir de
los años veinte, el problema que preocupará a Husserl es el de la relación entre el
mundo abstracto de la teoría objetiva, de una parte, y el mundo concreto histórico de la
vida subjetiva de la que forma parte la praxis teórica de otra parte. Así, la experiencia
que sostiene las ciencias objetivas es la experiencia del mudo actual, concreto e
histórico, con sus sedimentaciones culturales, sus conceptos y ciencias. Las tres tesis
iniciales de Husserl respecto del mundo de la vida son:
1. El mundo de la vida, el único y verdadero mundo, es relativo y subjetivo,
aunque su relatividad subjetiva siga siendo necesariamente oculta a la vida
munda bajo la apariencia de la objetividad –del mundo.
2. La ciencia moderna objetiva ha perdido su significación para la vida, pues
nunca tomó como tema el mundo de la vida en la relatividad subjetiva,
precisa y paradójicamente porque se ha mantenido prisionera de la
relatividad subjetiva del mundo de la vida. Es en cuanto no logra
desprenderse del suelo del mundo de la vida que la ciencia objetiva se
muestra incapaz de tomarlo como tema.
3. El único modo de restituir a la ciencia su significación para la vida consiste
en liberarse del suelo del mundo de la vida rompiendo completamente con la
vida mundana natural, y posibilitándole a la ciencia –o a una ciencia- hacer
del mundo de la vida subjetivo-relativo su tema universal y sistemático.
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Estos tres puntos pueden ser expresados del siguiente modo: “El ser del mundo
no tiene el mismo sentido que su fenómeno. Como ser natural, el mundo se da como
experiencia indubitable; pero como fenómeno trascendental, se manifiesta en la
relatividad de su donación abierta y en la contingencia de un tipo de ente que, a
diferencia de la conciencia absoluta, puede no ser. Dicho de otro modo, si la vida
trascendental operatoria constituye originalmente el mundo en el primer sentido, como
certidumbre amodal, el pensamiento occidental, en cuanto tal, no lo concibe sino como
un fenómeno relativo y contingente. Los dos sentidos de mundo corresponden así muy
precisamente a las dos maneras posibles para la subjetividad trascendental de vincularse
al mundo: la naturalidad ingenua o la reflexividad pura” (Bégout 2007; 59).
De aquí se puede identificar el siguiente problema relativo al mundo de la vida.
Pues, por una parte, Husserl afirma que el mundo de la vida, no siendo ni la totalidad de
las cosas, ni la suma de las partes, ni una simple representación de la conciencia, es sin
embargo el suelo y horizonte anterior a todo acto intencional, por tanto a toda
pretensión de fundamento original de la conciencia en cuanto está ahí antes que una
conciencia se vuelva intencionalmente hacia él para darle sentido, entonces, ¿de qué
modo hay que entender el mundo como estructura previa de nuestra experiencia, como
pre-dado? Esto debe recordarnos la idea de constitución: siendo que la subjetividad
trascendental es constituyente, al mismo tiempo es constituida. Que el mundo de la vida
sea pre-dado no significa, sin embargo, que él pre-done algo pues él mismo es preconstituido; es decir es resultado de un proceso de formación de sentido o, lo que es lo
mismo, es constituido como siendo ya-ahí por una subjetividad trascendental. Entonces,
¿qué significa que sea pre-dado? Simplemente que el mundo de la vida engloba los
datos intuitivos pre-teóricos, sensibles y culturales, por lo que es necesario que la epojé
recaiga sobre las producciones teóricas y prácticas de las ciencias, de las idealización
científicas, para actualizar lo auténticamente intuitivo del mundo pre-dado. Pero,
practicada la epojé, el mundo de la vida como pre-dado se vuelve ambiguo; pues, puede
ser tomado como el mundo sensible-perceptible natural o como el mundo cotidiano,
práctico y natural.
Objeto intencional: ¿Qué es el objeto intencional que se dona a la conciencia?
Primeramente, y en pos de dar una respuesta satisfactoria, es necesario según Husserl no
plantear la cuestión del estatuto ontológico del objeto intencional –si existe o no- , dado
que la donación intuitiva nos dispensa de hacerlo. Poco importa que este objeto exista o
no, que sea ficticio o absurdo, pues cuando se afirma que el objeto es intencional, esto
no significa que esta solo cuando es mentado, sino que existe en tanto que es mentado.
Así, si existencia –si acaso cabe aún hablar de ella- no depende ni de la realidad de una
vivencia, ni de la realidad de una cosa, puesto que solo se trata de la realidad de lo que
es enfocado o mentado por la conciencia. Es decir, solo se puede tomar lo que se da en
tanto que se da. Así, que el objeto sea existente o no, real o imaginario, importa poco,
porque el enfoque intencional –la conciencia se dirige intencionalmente hacia el objetolo menta o enfoca como tal, y no como otra cosa distinta. De este modo, lo importante
no es si el objeto existe o no, sino que me son dados como tales, esto es tal como
aparece. Por otra parte, siendo que el objeto intencional no es el objeto real,
reconducible por tanto a la realidad natural, entonces es necesario señalar que el objeto
intencional debe ser determinado como significación ideal. Así, a todo objeto
intencional en cuanto significación ideal se le puede conferir un contenido inteligible,
sin que éste último tenga que ser pensado como existencia o realidad. Además, el objeto
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intencional es, a juicio de Husserl, irreal, lo que significa que no es un contenido interno
de la conciencia, lo que no le impide, sin embargo, ser dado intuitivamente a la
conciencia. En suma, el objeto intencional es el correlato de una conciencia que lo
enfoca o menta.
Reducción trascendental [prolongamiento de la epojé]: La reducción es la
transfiguración de los valores naturales en valores trascendentales, es una operación de
transformación, no del mundo mismo, sino de la relación que mantengo con él. Es decir,
ella aumenta el dominio de experiencia del sujeto y permite esclarecer lo que antes no
aparecía en la actitud natural, a saber los fenómenos mismos y sus modos subjetivos de
constitución. En este sentido, es el hombre de la actitud natural quien vive una
experiencia reducida puesto que ésta está limitada a los datos naturales, siendo que las
operaciones que constituyen el valor de ser de las realidades no aparecen nunca y son
disimuladas, por el contrario, detrás de su evidencia ingenua. Así, la reducción no solo
conserva lo que ya existía (aunque de otro modo), sino que además agrega algo nuevo,
los actos de constitución de esta fenomenalidad. ¿Qué es lo que se devela por primera
vez a partir de este aumento cuantitativo de la experiencia subjetiva? Según Husserl, la
vida del sujeto con sus intenciones, sus implicaciones, sus operaciones temporales, su
génesis asociativa, etc. En este sentido, lo que devela la reducción es el mundo de la
vida subjetiva, de la vida intencional: “Lo que yo, que medito, me apropio por este
medio, es mi vida pura con todas sus vivencia y todas sus vivencias puras, es decir la
totalidad de los fenómenos en sentido de la fenomenología” (Husserl, Meditaciones
cartesianas, 1ª). Es decir, la suspensión-conservación del mundo (la epojé) le permite al
sujeto tomar conciencia de su propia vida constituyente, disimulada en la vida natural.
Porque el sujeto se apropia de su vida intencional, ésta deviene verdaderamente una
vida vivida. Queda claro que Husserl ya no habla casi de conciencia intencional (esto a
partir de los años 20, influido por las filosofías de la vida de Dilthey, Simmel y Misch),
sino que vida intencional como vida original, fluyente y dinámica. Esto con el fin de
señalar que esta conciencia no se reduce sólo al cogito actual y puntual, sino que
engloba una subjetividad continua que desborda sin cesar el simple momento presente y
se enraíza en un campo pasivo y asociativo. Por otra parte, hablar de vida intencional le
permite a Husserl destacar el carácter dinámico de la conciencia intencional, la que no
está simplemente dirigida hacia los objetos, sino que tiende a reunirse con ellos y a vivir
en ellos mismos. La reducción pone entre paréntesis el modo natural que tengo de
relacionarme conmigo mismo como hombre o psiquismo, develándome como instancia
central de la constitución de sentido de todo lo que existe. Entonces, la donación de
sentido exige no pertenecer al mundo para darle una significación. Que el mundo sea
constituido significa que saca su sentido y su ser de la subjetividad trascendental. Según
Husserl el yo psicológico no puede ser constituyente pues él se relaciona con el mundo
como una parte con el todo. El ser del que se trata es de lo trascendental.
Ego Trascendental: No debe ser comprendido al modo kantiano como lo que
determina las condiciones de posibilidad de la experiencia en general y de su
conocimiento, sino como lo que constituye la trascendencia del mundo y que puede
hacer él mismo objeto de una experiencia y de un conocimiento propio. Es decir, el
mundo no toma sentido sino en relación a mi vida constituyente, que le incluye
intencionalmente y le da sentido, pero ésta no existe más que en vista de la
trascendencia del mundo. De otro modo, el sentido de lo trascendental se agota en la
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constitución de la trascendencia y fuera de esta trascendencia del mundo, la vida
subjetiva no es nada. La correlación de la subjetividad y del mundo es indefectible, de
modo que si el mundo no existe sino gracias a la donación de sentido subjetiva, la
subjetividad misma no constituye sino lo que depende del mundo. El yo trascendental
no lleva el mundo en él mismo como contenido real encerrado en su conciencia, sino
como el horizonte insuperable de su propio auto-cumplimiento.
Variación eidética: Esta nos permite ponernos en presencia de la estructura
trascendental. Lo que distingue el análisis fenomenológico es precisamente el uso de la
variación eidética. La fenomenología no se interesa en un caso particular, sino en la
estructura esencial. Para acceder a esta estructura universal, el fenomenólogo toma el
ejemplo de una fórmula concreta, y hace variar todos los ingredientes de este ejemplo.
La variación eidética es el útil metodológico que nos permite trazar el horizonte que
engloba el carácter general o eidético de un ejemplo dado. La abstracción eidética, sin
embargo, no es una simple abstracción lógica: ella pone en obra la imaginación y más
exactamente lo que Husserl llama la phantasia –un modo de la imaginación en obra en
toda variación eidética. Es decir, una vivencia no es propia a un individuo solamente,
sino que debe poder devenir universal y necesaria. Husserl no busca por tanto describir
las vivencias factuales, sino las esencias de las vivencias, que siguen siendo singulares y
concretas sin ser sin embargo particulares. ¿Cómo llegar a liberar la esencia de lo que
veo cuando, por ejemplo, me encuentro con un amigo en una discusión muy animada?
Yo sé que he vivido un número incalculable de veces ese tipo de encuentro intersubjetivo: puedo hacer desfilar un número importante en mi cabeza. Sin embargo, el
encuentro que tiene lugar ahora o que viene de tener lugar es único, el intercambio sigue
siendo totalmente singular. Liberar la esencia de este encuentro, es hacer variar todos
estos encuentros ya vividos, tan particulares unos como otros, que presentan rasgos
similares: el encuentro tiene lugar con tal amigo, el ambiente emocional con esta
cualidad bien precisa de intimidad, el tema de discusión trataba sobre un proyecto
común, etc. No se trata, por tanto, de generalizar de modo abstracto tal encuentro factual
sobre el modo de una inducción, sino de sacar en la multiplicidad concreta de
encuentros contingentes el tenor esencial que les confiere ese gusto singular por el cual
yo les reconozco como similares más allá de los rasgos in-esenciales que los distinguen.
Para que todo esto sea posible, lo que ha estado en juego es la imaginación, una
imaginación libre que Husserl llama phantasia; es esta imaginación libre que interviene
cuando, a partir de un caso particular, hacemos variar el contenido de ese caso en la
imaginación hasta disponer del sentido del eidos –de la generalidad- que concierne al
objeto analizado.
BIBLIOGRAFÍA
Bégout, Bégout, L’enfance du monde, Chatou, Les Éditions de la Transparence, 2007.
Depraz, Natalie, Comprendre la phénoménologie, Paris, Armand Colin, 2006.
Gérard, Vincent, La Krisis. Husserl, Paris, Ellipses, 1999.
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