LA EVALUACIÓN DEL APRENDIZAJE José Luis Loyola Zorrilla 11/07/2020 La evaluación es una actividad práctica que realiza el docente para determinar si el estudiante ha aprendido y merece ser promovido a un grado superior. No obstante, este proceso se podría llevar a cabo con mayor dedicación y precisión utilizando el método científico para tener una apreciación más exacta del proceso de aprendizaje mediante la evaluación como retroalimentación, optimizando el desarrollo de las capacidades claves de la materia de aprendizaje. Mi experiencia docente se desarrolla en la educación superior no universitaria, es compartida con profesores titulados en diferentes profesiones, la mayoría con habilidades didácticas, pero sin formación académica en pedagogía. Nuestros estudiantes tienen entre 16 y 27 años. Las interrogantes planteadas son principalmente: ¿qué tan importantes son las evaluaciones para los docentes?, ¿quiénes, cuándo, cómo y para qué evalúan?, ¿son justas las evaluaciones que realizan los docentes sobre los aprendizajes de sus alumnos?, ¿la evaluación es científica?, ¿cómo podemos mejorar las evaluaciones? En la mayoría de los casos las evaluaciones son más notorias cuando se realiza de manera escrita, siendo en la mayoría de los casos preguntas abiertas, en menor proporción preguntas de opción múltiple y casi de manera excepcional aplicación de diferentes reactivos (verdadero-falso, jerarquización, relación, completación, de analogía, opción múltiple). Generalmente son muy estrictos para evitar la conversación o el plagio durante el examen. Las otras evaluaciones: prácticas, exposiciones, preguntas, opiniones; se efectúan de manera improvisada y no estructurada, sin explicitar los criterios e indicadores de evaluación, calificando cuantitativamente o por escalas, de malo a excelente, por percepción o estimación del docente. En las entrevistas a algunos docentes, indagando sobre qué evalúan, refieren, aparte de conocimientos semánticos o conceptuales, a las diferentes actividades de aprendizaje: participación, exposición, prácticas, coordinación; siendo también excepcional la especificidad y visibilidad de lo que se está evaluando, a excepción de las prácticas. En pocos casos lo categorizan en aspectos cognitivos, procedimentales y actitudinales, o lo explicitan en criterios e indicadores de evaluación. Preguntados sobre la rigurosidad de la aplicación de las evaluaciones, algunos son severos en la aplicación y flexibles en la corrección; otros son tolerantes en la aplicación y estrictos en la corrección. No obstante, los docentes consideran que su evaluación es justa y que evalúan lo más importante; en algunos es la teoría, porque le va a servir de guía, otros lo ponderan con la parte procedimental o práctica. No necesariamente precisan si su evaluación es científica, expresando dudas al respecto. Algunos profesores consideran útil la evaluación para valorar su enseñanza, otros para saber si aprendieron los alumnos o para ayudarlos a mejorar su aprendizaje. La rigurosidad en la aplicación de los exámenes y la revisión de las tareas parece depender del concepto que tiene de evaluación; por un lado, entendiéndose como un certificado de calidad; por otro, como medio de motivación o exigencia para el estudio. En un caso particular, una profesora confiesa que la severidad es importante porque lo va preparando para la vida, en tanto así es el mundo. Estas actitudes parece no depender de la naturaleza de las materias que enseñan, ejemplo: en matemática, un profesor es muy rígido al corregir la respuesta; otro es más flexible, centrándose en el proceso de solución y en la interpretación; algo similar ocurre en lenguaje. En la mayoría de los casos sobreestiman su propio punto de vista, por ello no dan cabida a la autoevaluación y a la coevaluación, además que lo juzgan riesgoso por la trampa que pueden realizar los estudiantes. Esta interpretación inductiva, basada en hechos, y deductiva, basada en teoría, cada docente explica y justifica su procedimiento por su concepción del fenómeno evaluativo: su verdad epistémica, formal y contextual. Si los procedimientos de evaluación fueran más científicos, estos podrían mejorar considerablemente; en primer lugar, se determinaría con mayor claridad lo que se evalúa y se escogería las variables claves que representen ese atributo, la recopilación de la información sería más sistematizada y el acercamiento a la realidad ontológica, la realidad en sí, sería más eficiente, además que la información estructurada facilita la interpretación del fenómeno y el replanteamiento ya sea del proceso de enseñanza-aprendizaje o el mismo proceso evaluativo. Por otro lado, el análisis de los paradigmas educativos con un enfoque científico, ayudaría a establecer un ambiente de diálogo en que pueda negociarse el significado de los términos, en que se pueda analizar y cuestionar el modelo educativo de la escuela; el debate bien enmarcado desarrollaría las ideas y se comprendería las múltiples concepciones, ya sea por mutuo entendimiento, sincretismo, renovación o innovación, se favorecería la investigación; con la ciencia, no dogmática por naturaleza, se fomentaría el acercamiento a la verdad, dándose otra forma de alineamiento. En conclusión, la aplicación del método científico mejoraría en forma significativa y dinámica la evaluación. Los criterios de evaluación y su referente teórico permitirían entender los fenómenos de aprendizaje de manera multifacética, identificando la verdad nominal (epistemológica) y acercándonos a la verdad real (ontológica). La aplicación de la metodología de investigación haría posible responder a las dudas del problema planteado. Finalmente, promover una cultura científica facilita el pluralismo, el diálogo y la concurrencia de prácticas avanzadas que dota de mejores condiciones de aprendizaje.