Hace ya algunos años que se está trabajando la inteligencia espiritual en los niños y adolescentes en el ámbito de la educación. Contrario a lo que pueda parecer en un primer momento, la inteligencia espiritual no está ligada a una creencia ni a una religión concreta, sino que se relaciona más con la espiritualidad, que se puede entender desde una confesión religiosa o como una dimensión esencial humana. Así como el descubrimiento de las inteligencias múltiples ha enriquecido grandemente el mundo educativo, nos atrevemos a decir que el desarrollo de la inteligencia espiritual es fruto de la evolución de la conciencia humana. Si sabemos aprovechar su potencial podremos marcar un nuevo momento en la educación de nuestros hijos. En muchos colegios se está haciendo la experiencia de oratorio. Orar nos dice Santa Teresa de Ávila es: “Tratar muchas veces a solas de amistad con quien sabemos nos ama”. Es cuestión de propiciar ese encuentro para que ellos “hagan amistad” y experimenten ese amor, no a través de palabras sino en primera persona. En las dos últimas semanas he vivido una experiencia en un pueblo de Mallorca con niñas-os y adolescentes, que me gustaría compartir con vosotras. Nos ofrecimos a un profesor de religión de un colegio que antes era de religiosos y ahora es una cooperativa de profesores, a hacer en la hora de clase de religión, la experiencia de “oratorio”. Empezamos con los alumnos de sexto y quinto de Primaria. Aunque el lugar no era muy apropiado, la iglesia que llevan los religiosos, pegada al colegio, la respuesta fue muy positiva. Ya me entendéis cuando digo que no era apropiada: ni la situación de los bancos, ni la iluminación del lugar, ni la acústica (en varias ocasiones nos molestó el ruido de otras clases que por lo visto se comunican con la iglesia de alguna manera). Cuando los alumnos ya tienen una base religiosa y no hay que explicarles dónde estamos o los símbolos y objetos que ven lo mejor es entrar de lleno en la respiración-relajación con música de fondo. Una vez pasado el momento de la risa y las bromas si les ayudamos a seguir respirando bien y relajándoles, la mayoría por no decir todos, entran en ese nuevo espacio donde les podemos ayudar a través de la imaginación a encontrarse consigo mismos y con Dios. Estuvieron más de media hora seguida siguiendo la meditación, sin abrir los ojos y por su expresión se veía que la seguían sin problema. Después pasamos a la lectura pausada de la Palabra de Dios. Los textos hay que elegirlos con mucho cuidado. No se trata de una palabra leída sino de “alguien” que habla personalmente y al corazón. Hacer asequible esa Palabra a los niños es tarea de la persona que dirige la oración. Si no le ha tocado a ella no sabrá cómo triturarla para ellos tampoco. Luego hay que dejar un momento de silencio sin miedo por nuestra parte; ellos saben digerir lo que comen. Como anécdotas os contaré que al principio de la meditación un niño sentado en el primer banco se puso a llorar con tal congoja que hacía que los demás le miraran, así que le pedí al profesor que le llevara fuera y le intentara calmar. Al acabar la sesión supimos que hacía poco se la había muerto su gato. Oír eso nos provoca una sonrisa, a mí por lo menos sí, pero ¿qué nos está diciendo este episodio? Cuando entramos en el silencio de nuestro espacio interior afloran los sentimientos; al conocerlos podemos trabajarlos y seguir adelante. Por otro lado desde una perspectiva antropocéntrica la muerte de un gato es un hecho insignificante, pero si vemos la creación como un “todo”, en el que el ser vivo más pequeño es parte del universo, la muerte de un ser con el que un niño se ha encariñado es más que suficiente para provocarle las lágrimas. Una niña aprovechó que el micrófono estaba haciendo un ruido bastante molesto, por lo que el profesor entró en la sacristía para apagarlo, para decirme: “El padre Ambros, el profesor, dice que los “amigos de Dios no se mueren de verdad”. Este tema de la muerte despierta la curiosidad de los niños y hay que darles respuestas que tengan sentido. Yo esperé a que él saliera de la sacristía para preguntarle qué era lo que le había querido decir a esta niña. Lo que te dije, le explicó con esmerado cariño fue, que aunque a nosotros nos parezca que nuestros seres queridos ya no están, ellos están en Dios, que es amor, y el amor de verdad no muere. No sé si la niña lo entendió o no, pero le miró con la misma dulzura que le había mirado él y dijo que sí lo entendía. Acabamos el tiempo de oración pidiendo y dando gracias, al principio no se atrevían a hablar…al cabo de un rato se dirigían a Jesús de manera personal y confiada. El canto último ratificó todo el tema de la hora y al final salían tatareando la melodía. El padre Ambros, tenía mucho interés en que intentáramos la misma experiencia con los cursos de ESO. Aquí el contexto y el lugar era más difícil: el aula, los pupitres, la hora: la 1 y las 2 de la tarde….sin embargo estoy profundamente sorprendida por la respuesta en general de los cuatro cursos de ESO (de 12 a 15 años). Claro que solo el hecho de no tener que emplear el libro, que fuera algo diferente de lo de cada semana, hizo que se tomaran la experiencia con cierta curiosidad; sin embargo, en cada curso siempre hay uno o dos alumnos que llaman la atención, que se portan mal y esos también estaban, pero la inmensa mayoría siguieron el proceso como si fuera algo que estuviera en su horario de clase cada semana. Reconocieron que no estaban acostumbrados a estar en silencio y sin embargo algunas de las expresiones empleadas por los estudiantes al describir cómo se habían sentido después de la meditación eran: “relajada y alegre”, “en paz”, “tranquila”, “libre”, “me he sentido como un niño pequeño”, “como si no estuviese en mi cuerpo”, “como si no fuera yo”, “volando”…. Como primera experiencia no sé si se quedaron sólo en la relajación o en el lugar al que acudieron a través de la meditación, pero si así fuera, estaría bien como una primera experiencia de saber cómo silenciarse y sobre todo descubrir ese espacio interior de riqueza inigualable. Con los de primero de la ESO hicimos más explícita la experiencia de encontrarnos con Jesús como lo hacemos con un amigo-a; primero le contaron sus cosas y luego dejamos un breve momento para escuchar lo que Jesús nos decía. Al compartir después de la meditación pude comprobar que habían hablado con Jesús y que expresaban lo que Jesús les había dicho, como si fuera lo más normal del mundo. Qué ganas de ofrecer un espacio así semanalmente. Si así fuera veríamos el beneficio a corto plazo en todos los ámbitos de su vida. Ellos como nosotros necesitan recogerse, entrar dentro, en el silencio, escuchar su cuerpo, sus emociones, sus preguntas, sueños y contradicciones. A nosotros no nos enseñaron a orar así en nuestra niñez. Muchos adultos no saben de su mundo interior porque nunca entran en él. Sin embargo, más allá de los tópicos sobre cómo son los jóvenes de hoy queremos darles a ellos esas herramientas para que vivan más plenamente. A quienes ya lo practicáis, ánimo. Ellos nos ayudan y estimulan cada día.