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Lecturas del Martin Fierro Del folleto a

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PABLO MARTÍNEZ GRAMUGLIA es docente de literatura e historia
intelectual. Enseña en la Universidad de Buenos Aires y en institutos de
formación docente. Ha dado clases, además, en las universidades Nacional
de Quilmes y San Andrés, así como en Middlebury College y Manhattan
College (Estados Unidos). Ha publicado varios artículos en revistas
académicas y en libros especializados. Con este ensayo obtuvo el segundo
Premio Eduardo Mallea de la Ciudad de Buenos Aires.
La colección FONO/GRAMAS reúne papeles de trabajo que han circulado
en un grupo de investigación de la Universidad de Buenos Aires sobre las
interacciones, en la literatura, entre las palabras dichas y escritas.
Las propuestas formuladas en esas reuniones de compañeros de trabajo
y motivación fueron discutidas y respondidas con otras, conversadas y
escritas, hasta llegar a los textos que ahora presentamos, abiertos a otras
enmiendas: las de la publicación y la lectura.
LECTURAS DEL MARTÍN FIERRO
El Martín Fierro resulta casi un significante vacío (“todo para
todos”) que puede ser llenado por aquellas características
que el intérprete esté dispuesto a leer allí, produciendo una
rapsodia que siempre revela el carácter activo y creador de
la lectura. “Casi”, porque si se lo elige como campo de esas
operaciones es porque ya existe un sólido significado que se
adivina en cada calle que lleva su nombre, cada estatua que
se le dedica, cada encuadernación en cuero o en madera
que se vende en un aeropuerto, cada vez que se cita su
letra como depósito de autoridad: el Martín Fierro dice la
nación argentina de un modo históricamente explicable,
pero asimismo misterioso.
Pablo Martínez Gramuglia
3
Pablo Martínez Gramuglia
LECTURAS DEL
MARTÍN FIERRO
Del folleto al clásico nacional
Santiago Arcos editor
FONO/GRAMAS
ISBN: 978-987-3960-30-7
Lecturas del Martín Fierro
Del folleto al clásico nacional
Pablo Martínez Gramuglia
Lecturas del Martín Fierro
Del folleto al clásico nacional
fono/gramas
Martínez Gramuglia, Pablo
Lecturas del Martín Fierro: del folleto al clásico nacional / Pablo
Martínez Gramuglia. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires:
Santiago Arcos editor, 2020.
142 p.; 17×12 cm.
ISBN 978-987-3960-30-7
1. Crítica de la Literatura Argentina. I. Título.
CDD A860
fono/gramas
Colección dirigida por
Julio Schvartzman
Dirección Editorial:
Miguel A. Villafañe
Diseño:
Cubierta: Ana Armendariz
Interiores: Gustavo Bize ([email protected])
Santiago Arcos editor, 2020. Puan 467 (1406) Buenos Aires
e-mail: [email protected]
Queda hecho el depósito que marca la Ley 11.723.
Impreso en la Argentina – Printed in Argentina
ISBN: 978-987-3960-30-7
La reproducción total o parcial de este libro, no autorizada por los
editores, viola derechos reservados. Cualquier utilización debe ser
previamente solicitada.
Este libro se publica merced a un subsidio otorgado por la
Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica al
proyecto de investigación “Voces y letras. Articulaciones entre
oralidad y escritura en la literatura argentina” (2007-2010).
Advertencia
Este libro tiene un origen institucional: nació como producto de una investigación realizada con la categoría de “adscripción” a la cátedra de Literatura Argentina I de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. La adscripción es, allí, un puesto de investigador inicial ad honorem por
un período fijo (dos años renovables por otros dos). Iniciado
cuando todavía era estudiante de la carrera de Letras en 2003
y terminado a comienzos de 2007, me he resistido a revisar sus
hipótesis centrales y a actualizar la bibliografía, cosa que un lector más o menos informado no dejará de percibir1. Así lo hice
porque sigo acordando con lo expresado en estas páginas; una
buena producción bibliográfica reciente ha enriquecido lo tratado aquí, pero mi reflexión sigue yendo un poco a contramano
de una explicación tal vez demasiado simple de la canonización
del Martín Fierro: esta no es, creo, central ni mucho menos exclusivamente resultado de las intervenciones de Lugones, del
mismo modo que ellas solo “a grandes rasgos” pueden considerarse similares a la de Ricardo Rojas2. La necesidad de relacionar a Lugones y Rojas con las que antes habían provisto su base
y con las que luego contribuirían a canonizar no ya el poema
sino las propias lecturas canonizadoras, así como un mínimo de
atención al contexto inmediato en el que se desarrollaron, del
1
Por ejemplo, aunque la edición de El payador de Leopoldo Lugones realizada por la Biblioteca Nacional en 2009 no asuma las características de una edición crítica (cuyo deseo aparece en la nota 71 de este
libro), incluye el manuscrito del capítulo III de la obra y la transcripción
de las crónicas de La Nación sobre las lecturas de Lugones en el teatro
Odeón, en mayo de 1913. Habría ahorrado, además, búsquedas en bibliotecas y hemerotecas.
2
Quizás la dificultad de aceptar estos argumentos tenga que ver
con la seducción que ha planteado el “caso” Lugones para la historia
intelectual de los últimos veinte o treinta años mencionada por Javier
Trímboli en su ensayo incluido en la edición de la Biblioteca Nacional.
5
aula y el teatro al libro, pasando por el diario y la revista, siguen
pareciendo prescindibles en varios estudios críticos. De ahí que
la fecha que figura al final de estas páginas sea menos excusa de
lecturas no hechas que ubicación de las realizadas.
Sería un reclamo legítimo la ausencia de otras referencias
bibliográficas sí existentes en 2007, desconocidas por mí entonces, cuyo descubrimiento acarreó la frustración de encontrar
preguntas, ideas, relaciones y hasta citas que sin ser siempre las
mismas se intersecaban en un grado tal que habría exigido su
mención. Quiero destacar tres trabajos: Nacionalismo, fascismo
y tradicionalismo en la Argentina moderna, de Fernando J. Devoto (2002), Lugones: entre la aventura y la cruzada, de María
Pía López (2004) y Una república de las letras. Lugones, Rojas,
Payró, de Miguel Dalmaroni (2006)3. Dispares en sus alcances y
perspectivas, los tres comparten la virtud de esquivar prejuicios
y lugares comunes a la hora de analizar las lecturas del texto de
José Hernández a comienzos del siglo XX. Si no las incorporo
ahora es por el vano prurito de no ahondar esa frustración.
Si el origen fue institucional, el aliento de un grupo de compañeros de trabajo que se prestó a leerlo permitió que este texto
fuese mejorando: Julio Schvartzman, director de la adscripción
y de los dos proyectos de investigación colectivos que la alojaron; y sus miembros, Pablo Ansolabehere, Sandra Gasparini,
Claudia Roman y Martín Servelli, a quienes luego se sumaron
Adriana Amante, Inés de Mendonça y David Oubiña. A ellos les
agradezco sus interrogantes, sus sugerencias y, sobre todo, su
amistad. Así mismo, aunque no pueda nombrarlos a todos, a
los estudiantes universitarios y secundarios, colegas, amigos y
cómplices en distintas aventuras (el Encuentro de Estudiantes
de Letras, por ejemplo), que durante años me escucharon variar
y desvariar sobre el mismo tema.
Una versión previa más breve del capítulo primero salió en
el número 4:2 (2007) de la revista Decimonónica; algunos párra3
Afortunadamente, pude leer las hipótesis de Dalmaroni en artículos publicados antes que su libro.
6
fos del tercer capítulo están incluidos en el artículo “Voces y letras en la construcción del clásico nacional”, del libro compilado
por Noé Jitrik Aventuras de la crítica. Escrituras latinoamericanas en el siglo XXI (Alción, 2006). Mientras preparaba la versión
para publicar, recibí la noticia de que este ensayo había obtenido el segundo lugar del Premio Eduardo Mallea de la Secretaría
de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, bienio 2005-2007. Las
imágenes fueron provistas por el Departamento Fotográfico del
Archivo General de la Nación de la República Argentina.
Diciembre de 2015.
7
Introducción
...todo suceso del mundo orgánico es un someter y un dominar,
y, a su vez, todo someter y dominar es un volver a interpretar y
un reajustar, en los que, por necesidad, el “sentido” y la “finalidad” anteriores han de quedar oscurecidos o incluso completamente borrados.
Federico Nietzsche, Genealogía de la moral, 1887.
Cuando el río es lento y se cuenta con una buena bicicleta o caballo sí es posible bañarse dos (y hasta tres, de acuerdo con las
necesidades higiénicas de cada quién) veces en el mismo río.
Augusto Monterroso, “Heraclitana”, 1978.
La crítica nietszcheana al saber acumulado y a la moral de
su época daba cuenta de una desconfianza incómoda de los
sentidos establecidos y, en términos más amplios, de la posibilidad misma del lenguaje de remitir a la realidad. Si todo suceso es un someter y dominar, y someter y dominar significa interpretar, recusando un sentido anteriormente dado, entonces
todo suceso no es sino una nueva interpretación, que contraría
en mayor o menor medida las anteriores. No hay, pues, un significado primero que recuperar, porque toda interpretación lo
será de otra, no de un hecho. De ese aserto cierta filosofía posmoderna ha hecho su “programa” (hasta donde se puede hablar
de un programa posmoderno): interpretar interpretaciones no
para develar un sentido primero, sino gozando o padeciendo un
juego hermenéutico cuyo resultado es otra interpretación.
Así, para entender un texto, no basta su letra, sino que hace
falta indagar el contexto del que ese texto es interpretación.
Pero, a la vez, la contextualización necesaria no lo es solamente
del acto de escritura, sino también del acto de la lectura, dado
que cada tiempo y cada lector establecen distintos sentidos para
un mismo texto, y cada nueva interpretación arrasa con el contexto original; la regresión al infinito parece entonces inevitable.
9
La necesidad de hacer un corte, también; cómo se lee, quién lee,
qué lee son las preguntas básicas para entender las lecturas4,
pero antes, tal vez, la decisión central pasa por determinar más
la oportunidad que la pertinencia de una lectura: ¿cuál o cuáles, de una serie potencialmente infinita, se privilegia y por qué?
Se sabe decir que el siglo XIX es el siglo de la historia; el siglo en que la historia como disciplina abundó en temas y campos y encaminó los diversos compartimientos del saber en un
método de búsqueda de documentos y fuentes, acumulando
esfuerzos y esperanzas en el hallazgo (merecido o azaroso) del
dato. Pero, en un sentido más fuerte aún, el siglo XX ha sido
un siglo historicista, o un siglo histórico; la puesta en crisis del
paradigma positivista de la historia que significó la reflexión
sobre el lenguaje de Ferdinand de Saussure anuló la confianza
en la posibilidad del discurso de dar cuenta de “los hechos”,
pero al mismo tiempo abrió la picada de la historización de los
discursos que procuraban referirse a esos hechos: se trataba
ahora de indagar el modo en que cada época había referido “lo
mismo” (que había dejado de ser lo mismo). Ejemplos claros
son los trabajos pioneros de Michel Foucault sobre la locura o
sobre la sexualidad. Estudiar un objeto, entonces, implica, además, estudiar los múltiples modos en que se ha estudiado ese
objeto5.
4
El término “lectura”, justamente, ha sido privilegiado frente al de
“interpretación” porque implica pluralidad. La “interpretación” (al menos en la tradición hermenéutica) es una y, en consecuencia, es clasificable como “correcta” o “incorrecta”; las lecturas se suponen múltiples,
en discusión entre sí y sin que una torne falsa a la otra.
5
En el campo específico de la historia intelectual, la expansión de
la disciplina ha sido tan amplia que ha terminado por desdibujarse.
Como lo plantea Elías Palti, “desde que el lenguaje dejó de ser concebido como un medio más o menos transparente para representar una
realidad ‘objetiva’ externa al mismo, el foco de la producción historiográfica en su conjunto se desplazó decisivamente hacia los modos de
producción, reproducción y transmisión de sentidos en distintos períodos históricos y contextos culturales” (Palti 1998).
10
Sin embargo, el aporte de un “método” tal al campo de los
estudios sobre la literatura produce un efecto paradójico: definitivamente, no habría un hecho real que indagar al cual los textos se refieran (desde ya, nunca lo ha habido: se trata de textos
ficcionales) pero sí un hecho (real): el texto mismo6. El problema aparece en los estudios sobre el canon: de acuerdo, el canon
responde a una serie de tensiones de la historia cultural, a la
estructura de las relaciones materiales, a acomodamientos personales, a tradiciones, a citas recíprocas, a modas, a ideologías,
incluso al cotilleo de escritores que se critican o se celebran entre sí; sin embargo, un elemento irreductible (¿el talento de un
autor?; —mmm— frunce la nariz un crítico de nuestra literatura sin sujetos, dos veces: frente a “talento” y frente a “autor”)
hace que El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha sea una
cosa, Rinconete y Cortadillo otra y Amadís de Gaula una tercera.
En este trabajo, elegí moverme entre el método y la convicción: el método de trazar la historia de la discursividad que un
texto privilegiado por la cultura argentina, el Martín Fierro, generó, relacionando los modos de interpretarlo con la coyuntura
política y cultural, proyectos y posturas propias de sus responsables, su pertenencia a grupos, su posicionamiento en el campo
intelectual, la autorización y saberes con los que contaban y la
circulación y recepción que les cupieron, para configurar así un
mapa posible del pensamiento argentino y de las diversas construcciones de la identidad nacional que tomaron como base o
6
Hasta cierto punto, también en el estudio de los discursos de
las ciencias sociales (y, mutatis mutandis, en las naturales) aparece el
“problema de lo real”: ¿todo es lenguaje?; y si todo es lenguaje, ¿todo
es ficción? La certeza de que la política es una trama de discursos, por
ejemplo, ¿permite decir que no hay clases sociales, que no hay explotadores y explotados, que no hay abundancia y miseria? ¿Son “construcciones”? El mismo Foucault parece detenerse en algún momento
en la crítica de los conceptos, al tomar ciertas formas no meramente
discursivas: un hospital, una escuela, una cárcel.
Otra, seguramente, es la postura de Jacques Derrida, ácrata y políticamente incorrecto: signos, signos nada más.
11
excusa el texto de Hernández; la convicción de que en el texto
literario anida mucho más que lo que las sucesivas lecturas han
propuesto, de que la abundancia de sentidos no depende sólo
del interpretante sino también de lo interpretado, y de que esa
condición de “texto privilegiado”, cuya dimensión histórica se
confirma en la serie de lecturas, tiene su mayor apoyo en la letra
del propio Martín Fierro.
Como menciona Peter Burke, la historia de la cultura varió
su énfasis de la producción a la recepción (Burke 1997-247);
teóricos como Michel de Certeau han cambiado radicalmente la idea de recepción para pensarla como una función activa, para la que prefiere el término “adaptación”. Entre las lecturas activas (todas), selecciono aquí según dos criterios, uno
impuesto y el otro deliberado. El primero tiene que ver con la
posibilidad de rastrear “lecturas” en el pasado: hay fenómenos
que sólo podemos deducir o suponer de menciones al acaso
en diversos documentos, pero para los cuales no hay manera
de verificar su alcance exacto. Por ejemplo, la “lectura” que del
Martín Fierro han realizado los miembros iletrados de la población rural argentina: la famosa figura del lector, que en una pulpería recita el texto para un público analfabeto, aparece en cartas, documentos, iconografía e incluso en uno de los prólogos
de José Hernández7; cuántos hubo, cómo leían y cómo recitaban, qué carácter adquiría esa rara performance literaria, cómo
era, en fin, esa recepción, son preguntas cuyas respuestas por el
momento sólo podemos imaginar. Imaginemos, pues, pero sepamos que trabajamos en el nivel de la conjetura. El corpus está
dado por lecturas llevadas a cabo por intelectuales: si la lectura
es una práctica activa, productiva, tendremos que atenernos a
aquellas que han dejado algún testimonio de esa productividad,
y esos testimonios, en el período considerado, provienen exclusivamente de sectores letrados. Busco, en definitiva, un punto
de encuentro entre la recepción y la producción: lecturas que
7
Un estudio sólidamente documentado de la figura del lector/recitador aparece Rivera 2001, en particular en las páginas 552-553.
12
producen textos, textos que convocan nuestra lectura. Básicamente, tomo “lo que hay”; pero, por otro lado, un segundo criterio, que implica una determinación más fuerte, pues mucho de
lo que hay queda afuera: la selección de los textos aquí analizados refiere también a su capacidad de intervención en el campo
intelectual de la época o en momentos posteriores a su producción; una manera de constatar esa “capacidad de intervención”
es la de verificar las lecturas que esas lecturas han merecido;
una de ellas, claro está, es ésta; entonces hemos llegado al punto de la regresión infinita, a cuando el análisis se muerde la cola.
13
Índice
Advertencia...........................................................................
5
Introducción.........................................................................
9
1. Martín Fierro y después: las primeras lecturas de la
“Biblia gaucha”...............................................................
15
Hernández por Hernández............................................
18
La protección letrada.....................................................
25
Un libro para el pueblo argentino ................................
32
Hacia el clásico...............................................................
37
2. Literatura popular/literatura nacional.........................
39
Del lado de allá: la lectura de la reescritura.................
41
Lecturas populares: usos ideológicos y combates políticos...............................................................................
48
Un antídoto contra el criollismo: el Martín Fierro según Ernesto Quesada.....................................................
53
El libro nacional..............................................................
60
3. La canonización definitiva de una literatura................
65
La gloria del poeta..........................................................
67
Del lado de acá: Nosotros, los intelectuales..................
86
El libro y la letra..............................................................
98
Otra épica criolla............................................................
104
Un lugar en la Historia: el libro clásico.........................
111
Las vueltas del Martín Fierro.........................................
116
139
4. De otros lados.................................................................
123
Uno..................................................................................
123
Dos...................................................................................
124
Tres..................................................................................
125
Cuatro..............................................................................
125
Cinco...............................................................................
126
Seis...................................................................................
126
Siete.................................................................................
126
Ocho................................................................................
127
Nueve, diez, once… treinta y tres..................................
127
Bibliografía............................................................................
131
140
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