Subido por Gustavo Adolfo Parra Leon

TraduccionYoungMichael-Superando la crisis de la teoría curricular (ENG)

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Superando la crisis en la teoría curricular: una aproximación basada en el conocimiento 
Michael F. D. Young
Universidad de Londres
Resumen
El presente artículo comienza identificando en qué consiste la actual crisis en la teoría
curricular. Después de una breve historia del campo, se argumenta que desarrollos
recientes han conducido a la pérdida de su objeto – qué es lo que se enseña y se aprende
en la escuela – y su rol distintivo en las ciencias de la educación. Derivado de este
breve recuento de los orígenes y naturaleza de esta ‘crisis’, el artículo sostiene que la
teoría curricular debería partir no desde el aprendiz sino desde el derecho de este al
conocimiento. Luego se desarrolla un marco para aproximarse al currículo basado en
este principio, el cual es ilustrado mediante un ejemplo de cómo la directora de una
gran escuela secundaria en Inglaterra usó esas ideas. Finalmente se examinan tres
críticas ampliamente difundidas a la aproximación basada en el conocimiento, aquí
desarrollada, y las cuestiones que implican.
Palabras Clave: currículo; conocimiento; especialización; materias escolares.
Resumo
O presente artigo começa identificando o que vê como a atual crise na teoria do
currículo. Depois de uma breve história do campo, se argumenta que os recentes
desenvolvimentos têm levado à perda de seu objeto – o que é ensinado e aprendido na
escola – e seu rol distintivo nas ciências da educação. Com base neste reconto das
origens e da natureza desta ‘crise’, o artigo argumenta que a teoria do currículo deve
começar não no aluno mas no direito do aluno ao conhecimento. Em seguida se
desenvolve um referente conceptual para se aproximar ao currículo baseado nesse
pressuposto, o qual é ilustrado através de um exemplo de como a diretora de uma
grande escola secundaria na Inglaterra usou aquelas ideias. Finalmente, são
examinadas três críticas amplamente difundidas ao respeito da abordagem baseada no
conhecimento aqui desenvolvida e as questões que implicam.
Palavras Chave: Currículo; conhecimento; especialização; matérias escolares.
Abstract
This paper begins by identifying what it sees as the current crisis in curriculum theory.
Following a brief history of the field, it argues that recent developments have led to it
losing its object – what is taught and learned in school – and its distinctive role in the
educational sciences. Arising from this brief account of the origins and nature of this
‘crisis’, the paper argues that curriculum theory must begin not from the learner but
from the learner’s entitlement to knowledge. It then develops a framework for
approaching the curriculum based on this assumption which is illustrated by an
example of how the head teacher of a large secondary school in England used these
ideas. Finally, it examines three widely held criticisms of the knowledge-based
approach developed here and the issues that they raised.
Keyword: curriculum; knowledge; specialization; subjects.

YOUNG, M. (2013) Overcoming the crisis in curriculum theory: a knowledge-based approach, Journal of Curriculum Studies 45:2, 101-118.
1. Introducción
¿A qué cuestiones debería orientarse la teoría curricular? Mi punto de partida, al menos en
la última década (Young, 2009) ha sido ‘qué tienen los estudiantes derecho a aprender, sea que
ellos estén en la escuela primaria o secundaria, vayan a la universidad, o sigan un programa de
educación vocacional o profesional cuyo objetivo es prepararlos para el trabajo’. Tales cuestiones
no tienen una respuesta definitiva; las sociedades cambian, así que cada generación tiene que
plantearse esas cuestiones constantemente – y estas no son sencillas. De una parte, como
educadores, tenemos la responsabilidad de poner en manos de la siguiente generación el
conocimiento descubierto por las generaciones anteriores. Es este elemento de continuidad entre
generaciones lo que nos distingue de los animales; es la manera de decir que somos siempre parte
de la historia. De otra parte, el propósito del currículo, al menos en las sociedades modernas, no
es sólo transmitir el conocimiento pasado; es hacer posible que la siguiente generación sea capaz
de construir sobre ese conocimiento y crear uno nuevo, pues así las sociedades humanas progresan
y los individuos se desarrollan. Las primeras sociedades, que no tenían escuelas, permanecieron
virtualmente sin cambios durante siglos. No obstante, hemos heredado una importante
característica de esas sociedades y de las primeras sociedades con escuelas; pese a que el
conocimiento transmitido por las escuelas fue en gran parte religioso (y asumido como fijo), este
estaba claramente diferenciado de la experiencia diaria de los alumnos. Este es un punto al que el
presente artículo retornará en el contexto contemporáneo.
La interdependencia de los dos propósitos, ‘transmitir el conocimiento del pasado’ y ‘ser
capaces de usar ese conocimiento para crear uno nuevo’, así como extender esta capacidad a una
proporción mayor en cada generación, suscita difíciles problemas para especialistas y diseñadores
de currículo, y para los profesores. Esto requiere una ruptura o al menos un ‘movimiento más allá’
de los dos abordajes prevalentes en la educación que hemos heredado del pasado.
Uno de estos abordajes ha sido característico de las tradiciones europeas pero tiene
paralelos en aquellos lugares del mundo que siguen la tradición del Confucianismo y, si vamos un
poco más allá en la historia, también en el Islam. Este hereda una mirada del currículo como un
recurso de ‘lo sagrado’1 que, desde el siglo XIX, ha sido progresivamente secularizado hasta
formar las disciplinas conocidas de la universidad y las materias escolares con su creciente alcance
global (Meyer, 1992). Sin embargo, a pesar de la expansión masiva, tanto el nuevo conocimiento
como las oportunidades educativas que esas tradiciones han llevado consigo, no se han vuelto – al
menos hasta ahora – completamente democráticas y conducido a una ‘educación para todos’. En
consecuencia, esas tradiciones han inspirado críticas y alternativas que han rechazado la idea de
‘lo sagrado’ y ponen su confianza no en ‘el conocimiento construido sobre conocimiento’ sino en
las capacidades innatas de todos los aprendices y, para algunos, de todas las culturas. Esta tradición
progresista, centrada en el aprendiz, puede remitirse a Rousseau y toma su forma más sofisticada
en los escritos de aquellos influenciados por Dewey2. Esta sostiene que sólo si los aprendices son
liberados de las restricciones de avalar ‘lo sagrado’ y de lo que se experimenta al ser dichas
Uso el término ‘sagrado’ en el sentido más amplio introducido por Durkheim (1915) que no está limitado a la religión
sino que se refiere a cualesquiera intencionalidades que estén separadas de los problemas de la vida cotidiana tales
como obtener comida y refugio.
2
Esto no implica que Dewey ignorase las limitaciones de un abordaje centrado en el niño o en el aprendiz. Sin
embargo, no puede negarse que así es como muchos de sus seguidores lo han interpretado (Egan, 2004), o que pese a
lo que él escribió, su propia epistemología pragmatista lo deje abierto a tal crítica (Durkheim, 1983).
1
tradiciones implícitamente exclusivas del pasado, estos se darán cuenta de su potencial ‘natural’.
De allí se derivan dos modelos muy diferentes de posibilidades emancipatorias de la educación.
Uno de ellos pone su confianza en el conocimiento y, para algunos, en su inherente apertura –
mientras más conocemos, más nos damos cuenta de lo poco que sabemos. Para esta tradición, los
profesores no son meramente ‘facilitadores de aprendizaje’ sino autoridades pedagógicas en
cualquier campo en que se hayan especializado. El punto de quiebre y la vulnerabilidad de esta
tradición se relaciona, por un lado, con las crecientes formas de especialización que toma el
conocimiento y las limitaciones que ello trae en cuanto a su accesibilidad. Por otro lado, tiende a
olvidar cuánto tenemos que descubrir aún acerca de la pedagogía como campo especializado de
conocimiento, y cuan pocos recursos invertimos en esa tarea.
El segundo modelo pone su confianza en las capacidades emancipadoras de los aprendices,
siempre que sepamos cómo desarrollarlas. Este modelo ha sido ampliamente difundido aunque,
desde mi punto de vista, erróneamente impulsado por el supuesto potencial de las tecnologías
digitales para mejorar el aprendizaje. Sólo si, sostienen algunos, los profesores permitieran a los
aprendices acceso irrestricto a los enormes recursos de información disponibles en Internet, el
aprendizaje exitoso se convertiría en la norma para todos y no se restringiría a unos pocos. Pese a
la superficialidad persuasiva de este argumento, no tenemos todavía evidencia de que un recurso
de información – aunque amplio y accesible – pueda, por sí mismo, promover aprendizaje
auténtico. El error de todas esas teorías es usar la impresionante capacidad que cada persona tiene
para el aprendizaje experiencial o informal como un modelo para la tarea bastante diferente de
moverse más allá de nuestra experiencia – la oportunidad que exclusivamente escuelas y
profesores proveen.
El deber de la teoría curricular, sugiero, es trascender esos dos modelos. De la tradición de
‘lo sagrado’, debe tomarse no sólo la idea de un ‘repositorio de conocimientos’ sino aquellos
valores peculiarmente humanos de espiritualidad y dedicación interior que dan forma y están
asociados con el estudio disciplinado y la indagación. En respuesta a las críticas de la exclusividad
de ‘lo sagrado’, debe anotarse que esta no es fija o dada pero tiene un propósito – el descubrimiento
de la verdad – el cual está, en principio, abierto a todos aquellos que estén preparados para hacer
el esfuerzo y que están adecuadamente apoyados en su compromiso. Esto no implica, por supuesto,
que en las sociedades actuales, sólo es el esfuerzo lo que distingue a aquellos que progresan como
aprendices de los que no; hay considerables factores políticos determinando la distribución de
oportunidades. Mi propuesta es que la mayor tarea de la teoría curricular es identificar las
restricciones3 que limitan las elecciones curriculares y explorar las implicaciones pedagógicas
subsecuentes.
Hasta el momento, he esbozado lo que considero debe ser el rol de la teoría curricular –
específicamente en relación con el asunto del ‘acceso al conocimiento’. Es un rol que, por una
variedad de razones ha sido, en mi opinión, en gran medida descuidado. Ese descuido es ‘la crisis’
a la que se refiere el título de este artículo. Esto no quiere decir que la teoría curricular o que
corrientes de los estudios curriculares hayan desatendido la cuestión del conocimiento contenido
(Deng & Luke, 2008). Mi argumento es que esta ‘crisis’ se expresa en la reticencia de la teoría
curricular, al menos desde Hirst y Peters (1970), a orientar asuntos epistemológicos relativos a
Aqui me enfoco en las limitaciones epistemológicas sobre un currículo si este está para hacer capaces a los estudiante
de acceder a lo que referiré más adelante como ‘conocimiento poderoso’ (Young & Muller (en prensa)). Los currículos
están también determinados por restricciones externas que nos llevan a cuestiones políticas y más allá del objeto de la
teoría curricular.
3
cuestiones de la verdad, y de la fiabilidad de diferentes formas de conocimiento y cómo tales
asuntos tienen dimensiones tanto filosóficas como sociológicas.
¿Cuál es el conocimiento importante que los alumnos deberían ser capaces de adquirir en
la escuela? Si como teóricos del currículo no podemos responder esta pregunta, es poco claro quién
pueda, y eso es mejor aún que dejarlo a las decisiones pragmáticas e ideológicas de administradores
y políticos. Después de una breve discusión de las posibles razones por las que la cuestión del
conocimiento ha sido eludida por expertos en teoría curricular, voy a sugerir lo que podría
abordarse si la teoría curricular comenzara con la pregunta por el conocimiento; luego ilustraré
brevemente cómo tal enfoque podría ser aplicado concretamente en las escuelas. El artículo
concluye con una breve consideración de por qué la cuestión del conocimiento ha sido
sistemáticamente eludida por los educadores en su conjunto y no sólo por aquellos especialistas
en el campo de la teoría curricular. Esto es definitivamente cierto en el Reino Unido, donde los
debates actuales acerca del conocimiento y el currículo han sido dirigidos completamente por
políticos del gobierno (Young, 2011). Sin embargo, esta tendencia no se restringe a un solo país
(Yates & Young, 2010).
2. Origen de los estudios curriculares como campo
Raymond Callaghan sostiene en su brillante y no tan bien conocido libro Education and
the Cult of Efficiency (Callaghan, 1964) que la teoría curricular surgió, inicialmente en los Estados
Unidos, para resolver problemas afrontados por los directores de escuela. Los primeros teóricos
del currículo, tales como Bobbitt (1918), quien había aplicado la ‘administración científica’ de F.
W. Taylor al incremento de la productividad en las fábricas estaba confiado en que las lecciones
de la manufactura podrían ser aplicadas exitosamente a las escuelas. La meta de las escuelas – en
otras palabras ‘lo que debía ser aprendido’ – fue dada por sentado, entonces el currículo fue
interpretado como la instrucción y la organización eficiente de los recursos de enseñanza. La
instrucción fue entendida por estos primeros teóricos del currículo y por aquellos que los
sucedieron como Tyler y Taba en una forma altamente prescriptiva. Los primeros críticos del
modelo fueron Apple (2004 [1975]) y Pinar (1978). Juntos, sus primeros trabajos transformaron y
literalmente ‘emanciparon’ el campo de la rigidez y la aridez de los modelos asociados con Bobbitt,
Tyler y Taba.
En el Reino Unido fuimos afortunados al evitar la obsesión estadounidense con los
objetivos instruccionales. Sin embargo, tan generalizado a su manera fue el concepto de ‘educación
liberal’ asociado con escuelas ‘públicas’ pagas como Eton y Harrow. Como un currículo, al
concepto de ‘educación liberal’ le fue dada una expresión más formal en Inglaterra por los filósofos
Hirst y Peters (1970) y fue su formulación la que resultó desafiada desde una perspectiva
explícitamente sociológica, conocida como la ‘nueva sociología de la educación’ (Young, 1971)4.
La importancia de mencionar esos desarrollos de la década de 1970 es que mientras dieron
apertura al campo de los estudios curriculares en formas bastante novedosas y condujeron a una
variedad de innovadores estudios empíricos (Goodson, 1987), también politizaron el campo
(Young y Whitty, 1977) y allanaron el camino para su absorción en la retórica radical de la
De mayor profundidad conceptual y significación más perdurable para la teoría curricular, así como la sociología de
la educación fueron los primeros trabajos de Bernstein (1971). Sin embargo, sólo recientemente, y parcialmente
inspirada por un artículo sobre las estructuras del conocimiento (Bernstein, 1999) escrito hacia el final de su vida, la
importancia del trabajo inicial de Bernstein ha sido plenamente reconocida (Moore, 2004; Muller, 2000; Wheelahan,
2010; Young, 2008).
4
‘pedagogía crítica’ que aún conserva un significativo número de seguidores en las Facultades de
Educación (Giroux, 1983; McLaren, 1995). La fortaleza de esas líneas de la teoría curricular crítica
era que hacían explícita la forma en que los currículos no están dados sino que siempre encarnan
relaciones de poder predominantes. He descrito esto como el enfoque sobre el currículo como
“conocimiento del poderoso” (Young, 2008). Sin embargo, debido a su enfoque unidimensional
en quién tenía el poder para definir el currículo, esta tradición desatendió el alcance a cuáles formas
de conocimiento dan un poder mayor que otras a aquellos con acceso a ellas, sin importar sus
orígenes. Un enfoque sobre el ‘conocimiento de los poderosos’, a pesar de sus fortalezas, casi
siempre desplaza el análisis de lo que ocurre en las escuelas a la distribución del poder en la
sociedad más amplia y ofrece poco o nada a profesores o a movimientos políticos que buscan una
manera más equitativa de abordar el currículo. Se asumió que el currículo existente, basado en el
“conocimiento de los poderosos” podría ser reemplazado como resultado de cambios políticos –
sin aportar alguna indicación en cuanto a lo que podría ser un nuevo currículo. Como han
encontrado los políticos, en contextos no limitados a la educación, en las pocas ocasiones en la
historia en que la Izquierda ha alcanzado poder, sin tales alternativas, se han reducido a alguna
variante de los viejos modelos a los que previamente se opusieron.
Permítanme resumir mi planteamiento hasta este punto. En el desplazamiento de un modelo
tecnicista de instrucción, asociado con las primeras corrientes de la teoría curricular, hacia una
ideología crítica, la teoría curricular perdió (o está perdiendo rápidamente) su objeto primario – lo
que se enseña y se aprende en la escuela. En consecuencia, podría decirse que ha perdido su rol
distintivo en los estudios educacionales. Esta “pérdida de objeto” – la especificidad de las escuelas
– ha tenido dos consecuencias. Primero, ha abierto la puerta en la teoría curricular a toda una serie
de autores en filosofía, literatura y estudios culturales que plantean serias cuestiones acerca de la
cultura y la identidad en la sociedad moderna, pero tienen poco que decir específicamente sobre el
currículo escolar. La segunda consecuencia es que gobiernos y diseñadores de currículo – al menos
en el Reino Unido – prestan cada vez menos atención tanto a los teóricos del currículo como a
especialistas en el campo. Esto puede ser un simple reflejo del desacuerdo entre quienes elaboran
las políticas y los teóricos, pero sospecho que es una consecuencia de la renuncia de los teóricos
del currículo a su rol distintivo como especialistas. Es fácil lamentar las fuerzas del neoliberalismo,
y los académicos parecen más cómodos criticando a los gobiernos por sus políticas; sin embargo,
dada la renuncia al objeto de la teoría curricular, debemos asumir al menos parte de la culpa por
ello. A pesar del descuido de los investigadores en educación respecto a lo que se enseña y al por
qué los alumnos aprenden tan poco en la escuela, hay asuntos que no desaparecerán y que, en
principio, la teoría curricular está en la mejor posición para hacerles frente. Desarrollar una teoría
más adecuada, se deduce, es la mayor tarea a la que este artículo pretende contribuir.
3. Orígenes de la crisis en la teoría curricular.
¿Por qué entonces ha surgido esta crisis en la teoría curricular? Quiero señalar tres razones.
Primero, y derivado del análisis previo, está la desconfianza en la especialización como recurso
primario para generar nuevo conocimiento en cualquier campo – en este sentido, sostendré que los
estudios educacionales no son la excepción. Ambos, la crítica inglesa del legado elitista de la
‘educación liberal’ (Williams, 1961) y la crítica americana de los estrechos modelos
instruccionales se refirieron a lo que inicialmente empezó por cuestionar sus premisas asumidas
acerca del conocimiento. Sin embargo, ninguna tuvo una teoría del conocimiento (y, por lo tanto,
del currículo) de su propia invención la cual hubiese conducido a un enfoque sobre las diferentes
formas que el conocimiento del currículo podría tomar. En consecuencia, llevaron el campo lejos
de un enfoque teórico sobre las diferentes formas que el currículo podría tomar hacia un enfoque
político en asuntos del poder, la política y como en el trabajo de algunos como Pinar, a asuntos de
identidad. No obstante, el enfoque en el currículo, en términos de Bourdieu, como “la imposición
arbitraria de la arbitrariedad cultural dominante” (Bourdieu & Passeron, 1990, p. 22) no hizo
avanzar nuestro conocimiento de alternativas curriculares. Hay un espacio para teorías de la lucha
por el poder en los campos intelectuales inspiradas en Bourdieu pero en las que no se abordan los
límites de la arbitrariedad que profesores y diseñadores del currículo inevitablemente afrontan, ni
se dirigen hacia el espinoso asunto de las alternativas curriculares en una sociedad moderna. Esto
nos obliga a tomar el currículo seriamente como un objeto de práctica e indagación que opera entre
dos tipos de restricciones; algunas del poder y la política y otras de lo epistemológico que nos
dicen que, pese a la distribución del poder, según el conocimiento ‘sea seleccionado, medido y
secuenciado’ (para usar una bien conocida frase de Bernstein) tiene consecuencias para quienes
aprenden y para lo que ellos aprenden en la escuela.
La segunda razón es que la expansión masiva de la escolarización ha llevado, en una vía
contradictoria, a la pérdida de confianza en su rol potencialmente emancipatorio. Esto es, en parte,
un producto, bajo las presiones del capitalismo global, del creciente énfasis en los ‘medios’ más
que en los fines de la educación. Desde cada vez más temprana edad, a los escolares se les anima
a pensar el éxito de su aprendizaje en términos de su carrera futura o al menos en términos de
avanzar al siguiente estadio de educación (primaria a secundaria, secundaria a preparatoria). Este
énfasis en los medios desplaza la motivación de los aprendices de fines internos – a menudo
expresados como ‘aprender por su propio bien’ y desestimados como elitistas, pero cruciales para
el desarrollo intelectual de los estudiantes – a fines externos tales como la empleabilidad. Sin
embargo, los estudios educacionales por sí mismos han cumplido con su parte – especialmente
aquellas corrientes en la sociología de la educación que nos dicen que el rol de las escuelas en una
sociedad capitalista es la reproducción de las relaciones de clase y los intérpretes de Foucault
(1977) que dibujan paralelos entre escuelas, asilos y prisiones. No es que esas ideas sean falsas o
que no ofrezcan importantes comprensiones. El problema es que también pueden tornarse
fácilmente en descripciones unidimensionales de “lo que hace la escolarización” – una especie de
funcionalismo de izquierda que deja muy poco espacio para considerar las oportunidades de
aprendizaje menos “oposicionales” pero no menos importantes que la escolarización puede ofrecer
a todos los estudiantes. Las materias escolares, tales como física e historia, siempre ofrecen
posibilidades contradictorias. Para que los alumnos puedan arreglárselas, ellos están obligados a
seguir reglas y secuencias prescritas que están establecidas externamente y que pueden ser
experimentadas como impuestas e incluso alienantes; de otra parte, con un profesor bien
cualificado, es en el someterse a esas reglas que los estudiantes consiguen acceso a alternativas y
a un sentido más amplio de sus propias capacidades. Esta tensión entre ‘conformidad con las
reglas’ e ‘ir más allá de ellas’ se pierde en una teoría curricular que desestima tales reglas apenas
como expresiones de poder o ideología o igualmente engañosa, una teoría que mira el aprendizaje
de todo aquello que no tiene beneficios económicos a corto plazo como ‘simplemente académica’.
La tercera razón que quiero evocar sobre la crisis en la teoría curricular es la aceptación
crecientemente extendida entre los investigadores educacionales de la idea que el conocimiento en
sí mismo no tiene significado intrínseco o validez. De esta mirada se desprende que la pregunta
con la cual los profesores son confrontados se torne limitada a ‘¿es este currículo significativo para
mis estudiantes?’ en lugar de ‘¿cuáles son los significados a los que este currículo les da acceso?’
o ‘¿este currículo conduce a mis estudiantes más allá de su experiencia y los habilita para hacerse
una idea de alternativas que tienen algún fundamento en el mundo real?
Colegas universitarios míos, quienes visitan a docentes en formación en las escuelas
reportan algo parecido a un ‘miedo al conocimiento’ en las escuelas a las que van – el conocimiento
no es siquiera mencionado o es visto como algo intimidante y dominante. Como una consecuencia,
si los teóricos del currículum no tienen por ellos mismos una teoría del conocimiento, no es
sorprendente que los profesores interpreten las expresiones de resistencia cultural entre los
estudiantes como celebración de sus significados subjetivos e identidades. Esto ha conducido tanto
a un abordaje sobre-psicológico a la identidad enfocándose en el aprendiz como una persona
individual más que como un ser social (Ecclestoe & Hayes, 2009), o a la politización romántica
de algún tipo de pedagogía crítica. Lo que tales abordajes descuidan es, en primer lugar, que los
profesores no pueden evadir el elemento instruccional de su rol. Los padres envían a sus hijos a la
escuela esperando que ellos adquieran el conocimiento especializado al que ellos no tendrían
acceso en casa. En segundo lugar, se falla al reconocer que aunque el conocimiento puede
experimentarse como opresivo y alienante, esta no es una propiedad del conocimiento en sí mismo.
Una pedagogía apropiada, que conecta el compromiso del aprendiz a una relación con el
conocimiento (Charlot, 2012), puede tener consecuencias opuestas – puede liberar al aprendiz para
tener nuevos pensamientos e incluso pensar lo ‘aún no pensado’.
Concluyo que la teoría curricular y, por ende, el currículo debería partir no desde el
estudiante como aprendiz sino del derecho del estudiante de acceder al conocimiento. La teoría
curricular necesita una teoría del conocimiento (Young, 2012) si es para analizar y criticar los
currículos existentes, y para explorar diferentes formas que ellos pueden tomar. Los teóricos del
currículum no elaboran ellos mismos los currículos; sin embargo, al menos pueden expandir las
posibilidades que los diseñadores del currículum tienen disponibles.
Mi disciplina (la sociología de la educación y más específicamente la sociología del
currículum) y particularmente mi trabajo inicial ha gastado mucho tiempo en la cuestión política ¿Quién define el conocimiento base del currículum? Por importante que sea esa cuestión, ha
llevado a una evasión de la pregunta por el conocimiento en sí misma, ¿qué debería ser un
currículum si el “derecho al conocimiento” fuese su meta?
4. Supuestos de un abordaje al currículum basado en el conocimiento
El marco de referencia para una teoría curricular que delinearé es una tentativa inicial de
orientar la cuestión ‘¿cuál es conocimiento al que los estudiantes de las escuelas tienen derecho a
tener acceso?’ Antes de hacer esto, describiré brevemente los presupuestos que he elaborado y los
cuales dan forma al marco referencial y a cómo oriento la cuestión del conocimiento en el
currículo.

En todos los campos de investigación hay un conocimiento mejor, más confiable, más
cercano a la verdad acerca del mundo en que vivimos y de lo que es ser humano. Al mismo
tiempo, este conocimiento no está fijo o dado; siempre es falible y abierto a
cuestionamientos. La dificultad que esta reivindicación epistemológica plantea es de qué
manera sustentar esas dos ideas juntas – ‘hay un conocimiento mejor’ y ‘este conocimiento
es falible’. Falibilidad no significa que ‘todo vale’ sino que, en cualquier comunidad de
conocimiento especializado, hay reglas y conceptos que siempre dejarán algunas
cuestiones abiertas. Esto significa que en orden a experimentar la falibilidad del
conocimiento, se tiene que ser parte de o estar vinculado con la comunidad en cuestión.
Las ciencias naturales y las ciencias sociales y humanidades plantean dificultades
contrarias. En la escuela e incluso en el nivel de pregrado, los estudiantes de ciencias
naturales tienen que tomar la idea de falibilidad ‘de buena fe’; es poco probable que hayan
progresado suficientemente en matemáticas para construir una idea de que el conocimiento
sea efectivamente ‘falible’ para ellos, excepto en el caso de la estadística. En el caso de las
disciplinas fuera de las ciencias naturales, a menudo hay poco acuerdo entre los
especialistas acerca de qué reglas y conceptos son de una disciplina. No obstante, incluso
en tales campos, hay algo como un grado de acuerdo acerca del rango de significados que
pueden ser reconocidos como abiertos al debate dentro de la disciplina, y de ahí que sean
falibles. Es este conocimiento, sin embargo, aunque sea altamente diferenciado, al que me
refiero como ‘conocimiento poderoso’.
El conocimiento poderoso tiene dos características clave y ambas están expresadas en la
forma de delimitaciones.


Es especializado, en la forma como es producido (en talleres, seminarios y laboratorios) y
en cómo es transmitido (en escuelas, institutos y universidades), y esta especialización se
expresa en las fronteras entre las disciplinas y la materias que definen sus focos de atención
y los objetos de estudio. En otras palabras, no es un conocimiento general. Esto no significa
que las fronteras sean fijas y no modificables. Sin embargo, eso significa que la
investigación y el aprendizaje interdisciplinar dependen del conocimiento fundado en las
disciplinas.
Es diferenciado de las experiencias que los alumnos traen a la escuela o que estudiantes de
más edad llevan al instituto o la universidad. Esta diferenciación es expresada en los límites
conceptuales entre el conocimiento escolar y el cotidiano.
Esas características del conocimiento poderoso no están restringidas a lo que en Inglaterra
llamamos disciplinas y materias CTIM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), aunque
estas expresen los rasgos del conocimiento poderoso menos ambiguamente (Young & Muller,
2013). Si bien el conocimiento poderoso no es sinónimo de conocimiento general, tiene
capacidades generalizadoras. El concepto aplica para:




Ética: por ejemplo, el famoso principio de Kant – ‘trata a todos como un fin en sí mismos
y no como medios para tus fines’ – es ‘poderoso’ no porque explique o prevenga, sino
porque está tan cerca de ser un principio generalizable (o universal) sobre cómo los seres
humanos deberíamos tratar a otros, tanto como podríamos alcanzar. Principios casi
idénticos pueden hallarse en otras grandes obras de filosofía como en aquellas de Confucio.
Literatura y artes: las grandes obras de arte son ‘poderosas’ porque se acoplan con
sentimientos como culpa, remordimiento, arrepentimiento, responsabilidad y alegría que
son emociones experimentadas en contextos particulares pero comunes a todos los seres
humanos.
Historia, geografía y las ciencias sociales.
Nota del traductor: En inglés corresponde a STEM (science, technology, engineering and mathematics).
En cada disciplina hay aquellos (no todos) que tienen un compromiso con la meta de buscar
lo mejor, y dar cuenta más fiable de los fenómenos, con la idea de reglas y conceptos comunes y
con la idea que el conocimiento progresa mediante la construcción sobre el conocimiento pasado,
incluso este ha sido rechazado como en el caso de gran parte del arte y la música modernas. De
otra parte, los fenómenos a los que se refieren son diferentes de aquellos en los que se enfocan las
ciencias naturales, y no sólo son sus métodos y conceptos diferentes, sino que ellos
inevitablemente no demandan la misma fiabilidad.
Asumo que la cuestión curricular ‘¿qué conocimiento?’ es tanto un asunto epistemológico
que define lo que debería constituir el derecho de los estudiantes en diferentes escenarios y campos
especializados, como un asunto de justicia social acerca del derecho al conocimiento
independientemente de si lo rechazan o lo encuentra difícil. Si algún conocimiento es ‘mejor’,
¿cómo podemos negárselo a todos los estudiantes y permitir algo, como hacemos en Inglaterra,
limitado a lo que en efecto es ‘conocimiento debilitado’ desde la edad de 14 o 16?
5. Un abordaje al currículum basado en el conocimiento
Con estos supuestos en mente, en la siguiente sección me dirijo a los principios
fundamentales que necesitan ser tomados en cuenta en el diseño de un currículum basado en el
conocimiento. Estos incluirán:
5.1.Su forma de especialización:
Con base en mi supuesto de que el ‘conocimiento poderoso’ es especializado, se desprende
que la especialización del currículum en la universidad toma la forma de las fronteras entre
disciplinas y que tales fronteras son definidas por conceptos, y reglas de inclusión/exclusión,
inferencia y argumentación y para la secuenciación de conceptos. El currículum escolar, por otro
lado, tiene más objetivos pedagógicos que de investigación, Las materias escolares, que son ‘recontextualizadas’ de las disciplinas son la forma que ellas toman.
Re-contextualización, en este sentido, significa (en términos de Bernstein) la selección,
secuenciación y puesta en marcha de contenidos que toma en cuenta la coherencia de la materia
disciplinar y los límites sobre lo que puede ser aprendido por los estudiantes en las diferentes
etapas de su desarrollo. En otras palabras, mientras que los investigadores y los profesores
universitarios estarán en gran parte limitados a criterios epistémicos, los profesores de escuela
también deben considerar los criterios pedagógicos y su conocimiento de las capacidades,
experiencia y el potencial de los estudiantes. Esta es una diferencia de estructura y secuenciación,
no de contenido; los conceptos de la física escolar son siempre casos específicos de los conceptos
de la física en sí misma. (Por ejemplo, un estudiante aprenderá que ‘masa = fuerza / aceleración’
en la escuela y que ‘masa = energía / velocidad de la luz (al cuadrado)’ en la universidad, pero el
primero es un caso especial del segundo). Cómo es realizada la re-contextualización variará
ampliamente a través de las diferentes disciplinas o materias. Además, una aproximación fundada
en las disciplinas o materias no descarta que los estudiantes adquieran suficiente confianza para
trabajar dentro de los límites de una disciplina o una materia como para ser capaces de
cuestionarlas.
5.2.La relación entre un currículum nacional y los currículos individuales de las escuelas
Un currículum nacional debería limitarse a los conceptos clave de las materias básicas y
ser diseñado en estrecha colaboración con los especialistas de la materia. Este límite sobre el
currículum nacional garantiza autonomía a las escuelas y a los profesores de las materias
especializadas, y toma en cuenta escuelas con diferencias culturales y en otros recursos, diferentes
historias y en distintos contextos (por ejemplo, escuelas urbanas y escuelas rurales). Al mismo
tiempo, eso garantiza un conocimiento común base para todos los estudiantes cuando algunos
deben moverse de una escuela a otra.
5.3.La diferencia entre el conocimiento conceptual (currículum) y el conocimiento de
contenido (cotidiano)
La diferencia entre el conocimiento escolar (en otras palabras, el currículum) y el
conocimiento cotidiano es que están constituidos por conceptos que son diferentes tanto en
estructura como en propósito. Los conceptos cotidianos que los niños adquieren mientras crecen
les permiten producir sentido del mundo en relación con contextos específicos. Estos son
específicos del contexto pero son flexibles e infinitamente adaptables a nuevos contextos y nuevas
experiencias. Experiencia, en este sentido, puede ser entendida como la adquisición de más y más
conceptos específicos del contexto. Sin embargo, la coherencia de los conceptos cotidianos, tal
como es, está ligada a contextos particulares, y sin la oportunidad de conectar con los conceptos
de un currículum basado en las materias, las comprensiones de los niños están inevitablemente
limitadas a aquellos contextos y aquellas experiencias. En contraste, los conceptos asociados con
un currículum basado en materias no están atados a contextos específicos; ellos están vinculados
entre sí y a las teorías subyacentes asociadas con la materia en cuestión, y son apuntalados por la
comunidad de especialistas de la materia. Es esta diferencia en la estructura lo que habilita a los
estudiantes con acceso a conceptos basados en una materia a generalizar más allá de su experiencia
y les provee la base fundamental educacional para el currículum y su vínculo a los propósitos más
amplios de la escolarización. He aquí un ejemplo para ilustra este punto simple pero más bien
abstracto:
Los alumnos viven en una ciudad como Londres – ellos saben acerca de la parte de la ciudad en la
que viven, los policías, etc. Este un ejemplo de conocimiento no escolar que ellos traen a la escuela
– este será diferente para cada alumno y limitado a las experiencias durante su crecimiento. Adquirir
tal conocimiento no depende de ir a la escuela, En algún punto, sin embargo, los alumnos conocen
a un profesor de geografía. Los profesores de geografía tienen un tipo de conocimiento muy
diferente acerca de las ciudades, el cual se relaciona con cómo se diferencian, su historia y cómo
cambian. Este es conocimiento escolar – en este caso, el conocimiento conceptual de la geografía
– la ciudad es un ejemplo de conocimiento geográfico. Este no reemplaza la experiencia cotidiana
del alumno; extiende esa experiencia y le posibilita al alumno hacer generalizaciones acerca de
esta. Otros ejemplos pueden ser tomados de la literatura o la historia. En el caso de las ciencias, es
probable que los alumnos lleguen a la escuela con algún conocimiento acerca del mundo natural y
material. No obstante, la mayor parte de lo que hace la ciencia no se relaciona directamente a su
conocimiento no escolar. En las clases de ciencias, los experimentos de laboratorio cumplen con el
papel del mundo cotidiano para que el estudiante generalice a partir de allí. Los conceptos de física
y química les permiten pensar más allá de las actividades específicas que acometen en el laboratorio
(adaptado de Young, 2011).
5.4.La diferencia entre pedagogía y currículum
Pedagogía5, en el sentido en que la estoy usando en este texto se refiere a lo que los
profesores hacen, y a lo que consiguen que los alumnos hagan; sin embargo, enseñar no es sólo
una actividad práctica (o un arte, como algunos políticos ingleses afirman). Enseñar depende tanto
del conocimiento que los profesores tienen de su materia, como del conocimiento acerca de sus
alumnos como individuos y de cómo ellos aprenden – y el conocimiento que informa lo que ellos
le piden a sus alumnos hacer. En contraste, aunque el currículum se refiera al conocimiento al que
a los alumnos se les da el derecho de saber, este no incluye sus experiencias. Las experiencias de
los alumnos son un recurso de aprendizaje crucial para ambos, estudiante y profesor; no obstante
ellas varían ampliamente, y aún más, los alumnos no vienen a la escuela a saber lo que ellos ya
conocen a través de la experiencia.
5.5.Evaluación como retroalimentación y evaluación como directriz del currículum
Distinguir entre evaluación como retroalimentación sobre el progreso del alumno – para
estudiantes, profesores, padres y gobierno –, y evaluación como una directriz del currículum y la
pedagogía. Los profesores están cada vez bajo mayor presión para desplazar el balance del rol de
retroalimentación de la evaluación hacia su rol de rendición de cuentas como una política o
directriz curricular.
6. Implicaciones prácticas – un ejemplo
He estado teniendo discusiones durante un período de tal vez 18 meses con la directora de
una gran escuela secundaria mixta (más de 80 funcionarios) en Inglaterra; dichas discusiones
surgieron de la lectura que ella realizó de mi libro (Young, 2008) y condujeron a algunas de las
cuestiones planteadas en este artículo. Recientemente, ella escribió un manifiesto para el personal
de su escuela titulado Una escuela basada en el conocimiento (ver Apéndice). No estoy sugiriendo
que sus ideas derivaron directamente de nuestras discusiones. Sin embargo, pienso que lo que su
manifiesto hace es ilustrar cómo las ideas muchas veces desestimadas como abstractas pueden ser
constructivas en el sostenimiento del rol de un director escolar como líder curricular y cómo
dificultades teóricas y cuestiones frecuentemente abstractas en la sociología del currículo pueden
ser expresadas en formas que son accesibles a los no expertos. Su siguiente paso es que ella tiene
la intención de solicitar a sus jefes de departamento una respuesta al manifiesto desde el punto de
vista de sus materias.
7. Objeciones a un abordaje basado en el conocimiento
El abordaje al currículo que he bosquejado es ampliamente rechazado en Inglaterra, no solo
por los profesores sino por muchos expertos en educación en las facultades universitarias y la
mayoría de aquellos que se ven políticamente a sí mismos como “de izquierda”. Quiero concluir,
por tanto, considerando tres de los más comunes tipos de objeción a un currículo basado en el
conocimiento que he enfrentado como teórico del currículo en el Reino Unido.
Estoy usando el término ‘pedagogía’ más analítica que descriptivamente para referirme a las prácticas y las teorías
(a menudo implícitas) de los profesores en las cuales ellos se apoyan. En lenguas latinas como el portugués, esto puede
resultar confuso en tanto el significado de pedagogía es casi equivalente al término más amplio en inglés de ‘education’
(educación).
5
7.1.Objeciones prácticas
Incluso en países desarrollados y dotados con buenos recursos, una proporción significativa
de los alumnos de escuela secundaria no alcanzan un nivel educativo razonable a la edad de 16.
La clase de currículo basado en el conocimiento que estoy proponiendo podría, si no hubiese otros
cambios en el personal de las escuelas o la preparación de los profesores, casi sin duda incrementar
esa proporción de alumnos que fallan y fomentaría mayor descontento y deserción.
Según esto, para algunos expertos en educación y muchos profesores, tal tipo de currículo
no es práctico para todos los estudiantes. Este no reconoce las dificultades fácticas que los
profesores enfrentarían para comprometer a más que una minoría de alumnos sobre la base de tal
currículo. Muchos estudiantes, se afirma, necesitan un currículo más relacionado con sus intereses
y capacidades. Por otra parte, hay considerable evidencia de que mientras programas basados más
en los intereses inmediatos de los alumnos pueden hacerlos más felices en la escuela, al mismo
tiempo, les niega el acceso a mucho del conocimiento que necesitan si desean progresar a estudios
más avanzados o tener una oportunidad razonable de empleo. Este es un dilema práctico ineludible
de la educación secundaria masiva, al menos en las sociedades occidentales capitalistas, que los
programas orientados a la comunidad u orientados al trabajo no afrontan completamente. Lo que
tales programas hacen, sin embargo, es enmascarar el problema del fracaso escolar y limitar la
probabilidad de que se trataran en sus orígenes que están, sustancialmente, no en las escuelas sino
en las desigualdades más amplias de la sociedad. Como trataré luego, esto nos lleva más allá del
currículo a cuestiones políticas. El dilema práctico se plantea más como una crítica del tipo de
sociedad que como una crítica de una teoría del currículo.
7.2.Objeciones epistemológicas
El abordaje al currículo basado en el conocimiento es criticado por algunos expertos en
educación en dos vías bastante diferenciadas. Aquellos que avalan las teorías posmodernistas y
posestructuralistas del conocimiento sostienen que todo conocimiento parte inevitablemente
‘desde un punto de vista’. De allí que una perspectiva que identifica algún conocimiento como
‘poderoso’ no difiere mucho de aceptar las definiciones dominantes de conocimiento que se
encuentran en las escuelas de élite6. Otra vez, desde tal perspectiva, un abordaje orientado al
conocimiento es ideológico. Se afirma que como todo conocimiento es arbitrario, un abordaje
orientado al conocimiento no es más que una imposición de intereses particulares. Los intereses o
las preferencias de los estudiantes son, desde tal perspectiva, tan buen criterio para un currículo
como cualquier otro. Como indiqué antes, negar el universalismo potencial y la generalización del
‘conocimiento poderoso’ significa que todo lo que sería posible para la teoría curricular es la
crítica. La única alternativa que tal perspectiva ofrece a los profesores es que ellos deberían ayudar
a los estudiantes a encontrar algún significado a sus vidas, independientemente de las posibilidades
limitadas que ello pueda abrirles.
Me he referido previamente a esta perspectiva que ve el currículo como una expresión del ‘Conocimiento del
poderoso’; en otras palabras, aquellos en posiciones de poder definen el currículo para las escuelas de élite que se
ajuste a las necesidades de sus hijos y en efecto (si no explícitamente en intención) para discriminar al resto. Este
enfoque en las escuelas de élite es importante, pero es necesario distinguir escuelas de élite de currículos de élite; los
primeros se enfocan en el acceso desigual, mientras que los segundos reivindican que el conocimiento en sí mismo
puede ser reconstruido – que, por ejemplo, una escuela pública que no sea de élite deba enseñar una física diferente a
la enseñada en una escuela privada. Este es un punto al que volveré en la conclusión. Este es un dilema irresuelto en
todos los abordajes sociocontructivistas del currículo.
6
La objeción política al currículo basado en el conocimiento hecha por algunos filósofos
(e.g. White, 2012) es que las ‘materias escolares’ son anticuadas e inapropiadas en un mundo en
que el conocimiento está cambiando tan rápido. Sin embargo, esto confunde el contenido con la
estructura del currículo (Young, 2012). Que históricamente los estudiantes de escuela secundaria
en Inglaterra estudiaran historia y física en 1870 y que todavía lo hagan no significa que sus
contenidos hayan permanecido inalterados. Las materias son recursos educacionales que asuntos
y temas interdisciplinares (como el ambiente) por importante que se piense que son, no pueden
serlo. Las materias son:




Recursos de estabilidad para escuelas, estudiantes y profesores. Esto es importante como
parte de que el rol de la escuela es ‘transmitir’ el conocimiento adquirido por las
generaciones previas.
Son recursos de coherencia nacional (e internacional). Las familias se mudan y los
estudiantes van a una nueva escuela en el mismo país o en otro. Las materias dan una
garantía (unas más que otras) de que el estudiante puede ser capaz de continuar y
adelantarse en sus estudios en una clase de un grupo de edad similar en otra escuela. Los
estudiantes que toman cursos no basados en materias, basados en temas o en asuntos de
interés actual, con frecuencia se encuentran a sí mismos repitiendo las mismas cosas año
tras año sin un sentido de progreso.
Las materias son recursos de identidad tanto para estudiantes como profesores. Para los
profesores, ellas han sido desarrolladas por asociaciones profesionales de especialistas (por
profesores de matemáticas, por ejemplo) donde ellos pueden compartir y discutir nuevos
enfoques. Para los alumnos, el rol de las materias es análogo pero diferente. Ellos entran
en principio en lo que para mucho será un extraño mundo del currículo; su experiencia
previa no ha estado basado en materias. Sin embargo, las materias con sus límites claros y
reglas les ofrecen una oportunidad para desarrollar nuevas identidades como parte de
nuevas comunidades de aprendices y entonces se tornan dispuestos para seguir cuestiones
definidas por los límites de una materia que los conducen a avanzar en esta y, en algunos
casos, les permiten desafiar esos límites.
Las materias escolares, como argumenté antes, son recontextualizadas de disciplinas que
son un recurso primario de nuevo conocimiento de la sociedad. El vínculo entre materias
y disciplinas provee la mejor garantía que tenemos de que el conocimiento adquirido por
los estudiantes en la escuela no descansa únicamente en la autoridad del profesor como
individuo sino en el profesor como miembro de una comunidad de especialistas en la
materia.
7.3.Objeciones políticas
En el Reino Unido, las propuestas de la Coalición de Gobierno (DFE, 2011) pone un énfasis
considerable sobre un específico y estrecho rango de materias, limitando efectivamente la elección
tanto para escuelas como para estudiantes. Estas propuestas, como indiqué antes, han sido
criticadas por virtualmente todos aquellos “en la Izquierda”. Son vistas como elitistas y promotoras
de injusticia social y grandes desigualdades. Como los posestructuralistas de los que traté antes,
esas críticas aceptan, por implicación, el argumento relativista de que no hay tal cosa como un
‘conocimiento poderoso’ que está representado por las materias, que debería ser, por ende, más
bien el derecho al que todos los alumnos deberían acceder. Ellos asumen que el ‘acceso al
conocimiento de la materia’ puede ser descartado como una prioridad para tal vez la tercera parte
de cada cohorte entre 14 y 16 años apoyándose en que esos alumnos no están interesados o lo
encuentran muy difícil o que impone demandas imposibles sobre los profesores. La perturbadora
lección que tomé de esta objeción es que muchas de esos críticos están de algún modo capacitados
para racionalizar su evasión de la cuestión del ‘conocimiento’, o tal vez están reacios a aceptar una
posición realista que reconozca que las restricciones epistemológicas son ineludibles para todas
las propuestas prácticas.
El dilema es más fácil para aquellos en la Derecha porque incluso ellos no creen en la
posibilidad de la progresiva reducción de desigualdades. Ellos pueden aceptar una versión de
‘conocimiento poderoso’ como la base del currículo y sitúan los niveles de fracaso a los que este
podría conducir completamente en las elecciones individuales de los alumnos (ellos no trabajan lo
suficiente o sus padres no apoyan a los profesores). Moral y políticamente, no encuentro sostenible
el argumento que reposa en la elección individual; las posibilidades de elección ni siquiera están
distribuidas equitativamente. Sin embargo, eso no ayuda a resolver el dilema enfrentado por los de
la Izquierda, que están comprometidos con una mayor igualdad.
Mi punto de vista es que el currículo no puede, por sí mismo, reducir significativamente
las desigualdades educacionales. En nuestras sociedades capitalistas, las escuelas reproducirán
tales desigualdades – con mayor intensidad en unos países que en otros. Al fin de cuentas, la
reducción de las desigualdades sociales es ante todo una tarea política en el establecimiento de una
sociedad más igualitaria, no una tarea educativa. En Inglaterra, una fuente fundamental de la
desigualdad educacional es la oportunidad que tienen aquellos padres más adinerados tienen de
comprar una ‘mejor’7 educación para sus hijos en escuelas privadas que pueden llegar a costar más
de £30000 por año. Es un comentario triste sobre el Partido Laborista, como el principal partido
de la Izquierda, que dos veces en 1945 y 1997 cuando tenían la mayoría en el Parlamento, eludieron
el ‘asunto de la escuela privada’. Con todo, este es un asunto político, no educativo; es solamente
una tarea para los educadores en nuestro rol como ciudadanos. Hay una división real del trabajo.
Ya no estoy convencido, como lo estaba en la década de 1970, de que es útil ver todo como algo
político. Puedo tener opiniones acerca de la escuela privada, pero no tengo espacio político para
actuar a partir de tales opiniones; el Partido Laborista está a años luz de tratar la cuestión y no hay
siquiera la posibilidad de que una izquierda socialista o alguna idea de qué tipo de alternativa
podría ofrecer. Para aquellos que somos teóricos del currículo y nuestros colegas en las escuelas,
nuestra tarea, sea cual sea nuestra posición política como ciudadanos, es desarrollar principios
curriculares que maximicen las oportunidades para que todos los alumnos tengan acceso
epistémico (Morrow, 2008) – o acceso al mejor conocimiento posible en cualquier campo de
estudio en el que tomen parte. Negar el acceso a este conocimiento a algunos alumnos, porque
ellos lo encuentran difícil, es como negar el equivalente de nuestro juramento hipocrático – poner
a disposición de ellos el ‘mejor conocimiento’ que podamos. Al menos un currículo basado en el
conocimiento resaltará y no enmascarará las desigualdades en nuestra sociedad como lo hacen
invariablemente los programas denominados pre-profesionales. El mensaje político de un
currículo basado en el conocimiento es que las desigualdades en la distribución de recursos
deberían reducirse si las oportunidades educativas son realmente para mejorar – y eso, en una
expresión contemporánea es ‘una gran tarea’. Entretanto, un mejor currículo, respaldado por
buenos profesores que creen en este sigue siendo de las más altas prioridades. La lucha por la
escolarización ha sido siempre una lucha por el conocimiento; es sobre eso que debería ser el
debate acerca del currículo. Los teóricos del currículo son, he sostenido, expertos educativos sobre
7
O al menos uno que le dé a sus hijos la mejor oportunidad de alcanzar notas altas y alcanzar una buena universidad.
el conocimiento; por eso, recurrimos a la sociología y la filosofía y algunas veces la psicología.
Los partidos políticos y los gobiernos que ellos eligen necesitan de nuestra experticia, incluso si
ellos no la reconocen, si sus políticas curriculares van a sostener reivindicaciones tales como la
educación para todos y la igualdad de oportunidades.
Agradecimientos
Me gustaría agradecer a Lyn Yates por sus comentarios a una versión inicial de este artículo
y las valiosas críticas de uno de mis evaluadores. Además, agradezco a Carolyn Roberts por el
texto: A knowledge-driven school (Una escuela enfocada en el conocimiento).
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Apéndice: Una escuela enfocada en el conocimiento
Pendiente.
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