Diabetes mellitus DEFINICIÓN La diabetes mellitus es una enfermedad determinada genéticamente, en la que el sujeto que la padece tiene alteraciones del metabolismo de carbohidratos, grasas y proteínas, junto con una relativa o absoluta deficiencia en la secreción de insulina y con grados variables de resistencia a ésta. Se considera a la diabetes como un conjunto de enfermedades metabólicas que se manifiestan por hiperglucemia, secundaria a resistencia a la insulina, falla en la producción de insulina o ambas. La diabetes mellitus (DM) comprende un grupo de trastornos metabólicos frecuentes que comparten el fenotipo de la hiperglucemia. Los factores que contribuyen a la hiperglucemia pueden ser: a. deficiencia de la secreción de insulina, b. disminución de la utilización de glucosa c. aumento de la producción de ésta. El trastorno de la regulación metabólica que acompaña a la DM provoca alteraciones fisiopatológicas secundarias en muchos sistemas orgánicos, y supone una pesada carga para el individuo que padece la enfermedad y para el sistema sanitario. Hasta ahora indica que la diabetes es no sólo la simple elevación de glucosa en sangre, sino un trastorno muy heterogéneo que implica varias anormalidades. Esta heterogeneidad significa que hay diferencias: congénitas, ambientales inmunitarias entre grupos de pacientes en cuanto a etiología y patogenia, así como en la historia natural y en la respuesta al tratamiento. De tal forma, la diabetes no es una simple enfermedad sino un síndrome que debe enfocarse desde el punto de vista integral. EPIDEMIOLOGÍA DE LA DIABETES En el estudio de una enfermedad la epidemiología puede dar pautas para el: establecimiento de su diagnóstico, ocurrencia, factores relacionados con su presentación o factores de riesgo, así como las variables relacionadas con su prevención, tratamiento y pronóstico. En la actualidad, el diagnóstico de diabetes mellitus tipo 2 se establece básicamente bajo criterios epidemiológicos. La Organización Mundial de la Salud y la Asociación Americana de Diabetes (ADA por sus siglas en inglés) han llegado al acuerdo de diagnosticar diabetes en función de los valores de glucosa en sangre en ayuno o posterior a una carga de glucosa, administrada por vía oral. OCURRENCIA DE LA DIABETES MELLITUS: INCIDENCIA, PREVALENCIA La ocurrencia de la diabetes mellitus se puede medir de dos formas fundamentales: la incidencia y la prevalencia. La incidencia se refiere a la transición del estado de no enfermedad al estado de enfermedad. Se mide a través de la tasa de incidencia que se expresa en función al recíproco del tiempo (habitualmente año–1) y que representa la velocidad de transición. También se puede medir la incidencia como el riesgo o incidencia acumulada, que es una proporción que oscila de cero a uno. Mide la probabilidad de que una persona enferme de diabetes en un tiempo determinado, por lo que siempre es necesario explicitar el tiempo (p. ej., incidencia a cinco años). La tasa de incidencia varía en poblaciones y se relaciona a la exposición a factores de riesgo. En los indios pima (donde la frecuencia es muy alta) se ha notificado una incidencia de 63 por 1 000 años persona–1, que contrasta con la de los mexicanoamericanos en San Antonio, Texas, en EUA (27 por 1 000 años persona–1) o la de los mexicanos en la ciudad de México (13 por 1 000 años persona–1). La realidad es que la ocurrencia de diabetes a nivel mundial se ha incrementado, y de 150 millones de diabéticos en el año 2000 se estimaron 366 millones de individuos con diabetes en 2011 y para el año 2030 de 552 millones. Este incremento sin embargo, será diferencial en los países desarrollados (42%) en comparación con aquellos en vía de desarrollo (170%). En México se espera un incremento todavía mayor (208%). Uno de los principales problemas es que el incremento será significativo en todos los grupos de edad, pero considerablemente mayor en la etapa productiva, de forma tal que en el grupo de 20 a 44 años de edad se espera un incremento de 91%, de 215% en aquellos entre 45 y 64 años de edad, y de 234% en los mayores de esa edad. La otra medición de la ocurrencia de la enfermedad es la prevalencia. La prevalencia es una proporción que oscila también entre cero y uno, y se refiere a la probabilidad de estar enfermo en un momento dado. La prevalencia se ve influenciada por la incidencia, la velocidad de enfermarse, y por la duración de la enfermedad, es decir la curación o la letalidad. En enfermedades como la diabetes la incidencia se refiere a la transición del estado de no enfermedad al estado de enfermedad. México ocupaba en 1995 el 9º lugar entre los países con el mayor número de pacientes con diabetes (3.8 millones); se estima que para el año 2010 ocupará el décimo lugar con 6.8 millones de enfermos, y que para el año 2030 ocupará un nada honroso séptimo lugar, con 11.9 millones de individuos con diabetes. La prevalencia de diabetes es diferencial por raza o grupo étnico, lo cual resalta el carácter genético y hereditario de la enfermedad. Mientras en los blancos no hispanos de EUA la prevalencia de diabetes es de 8.4%, en los negros es de 13.7% y en los mexicanoamericanos es de 10.9%. En la ciudad de México se observó que además de la edad, la presencia de obesidad abdominal, hipertensión, hipertrigliceridemia y de bajos niveles de colesterol de alta densidad (HDL), se asociaron con una mayor ocurrencia de diabetes. En México la primera encuesta nacional sobre diabetes (ENEC–1993) notificó una prevalencia de diabetes de 7.2%. En el año 2000 se realizó la Encuesta Nacional de Salud (ENSA 2000), que informó una prevalencia de 7.5%, un poco mayor en mujeres (7.8%) que en hombres (7.2%). En 2006 (ENSA 2006) se realizó una nueva encuesta nacional que señaló una prevalencia de 14.42%, mayor en hombres (15.82%) que en mujeres (13.20%). En 2012 se realizó una nueva encuesta nacional, se observó que la proporción de sujetos con diagnóstico previo de diabetes fue de 9.2%, mayor que la observada en 2000 (5.8%) y que la identificada en 2012 (7.0%). La prevalencia de diabetes mellitus en México está claramente influenciada por la edad, de forma tal que de una prevalencia de 1.63% en mujeres y 1.59% en hombres de 20 a 29 años de edad se incrementa a 11.3 y 11.9%, respectivamente. En el grupo de 40 a 49 años de edad sube a 24.3 y 22.3%, respectivamente; en el grupo de 50 a 59, alcanza su máximo en el grupo de 70 a 79 años de edad (33.4 y 32.0%), para declinar un poco en los de 80 años y más de edad, donde la prevalencia es de 29.0% en mujeres y 28.1% en hombres, lo que seguramente refleja un efecto de cohorte y de sobrevida en la ocurrencia de este padecimiento, superpuestos al ya señalado efecto de edad. MORBILIDAD Y MORTALIDAD Otra forma de evaluar la ocurrencia de la diabetes es a través de la morbilidad, la cual es una mezcla de la incidencia (casos nuevos) y de la prevalencia (casos existentes). El IMSS, que protege a la mitad de la población mexicana, incrementó en los últimos 20 años el número de consultas que se otorgan por diabetes en medicina familiar (primer nivel de atención), en más de 800%. En 1984 se otorgaron 897 440 consultas por diabetes, mientras que en 2010 esta cifra fue de 10 771 876 Los egresos hospitalarios por diabetes también se incrementaron, de 19 768 en 1980 a 68 221 en 2010, un incremento de 345%. La mortalidad es dos veces mayor en las personas adultas con diabetes, por lo que refleja de manera indirecta tanto la incidencia como la letalidad de la enfermedad. El riesgo de morir se incrementa dos veces en los pacientes diabéticos que tienen una enfermedad vascular. Se incrementa de dos a cuatro veces en aquellos con nefropatía, sobre todo cuando ya hay elevación de creatinina en sangre. En aquellos con neuropatía el riesgo es 31% mayor, pero si ya ameritó amputación el riesgo es dos veces mayor. Los pacientes con retinopatía diabética también tienen un mayor riesgo de morir, que va de 37% de exceso de riesgo en aquellos con retinopatía no proliferativa moderada, hasta dos veces mayor riesgo en aquellos con retinopatía proliferativa moderada o alta. La disminución en la agudeza visual también incrementa el riesgo de morir en el diabético La mortalidad por diabetes en México ha mostrado un comportamiento ascendente en las últimas décadas, lo que traduce el incremento en la ocurrencia de la enfermedad. Una medida que conjunta la carga dada por la morbilidad y la mortalidad son los años de vida perdidos ajustados por discapacidad (AVISA o DALY’s, por sus siglas en inglés). A nivel mundial la diabetes pasó del 21º lugar en 1990 en cuanto a número de AVISA (o DALY’s) perdidos, al 14º en 2010, con un incremento de 69% en el número total. Sin embargo, en América Latina la diabetes ocupa el tercer lugar en cuanto a número de AVISA perdidos, y en México, en población amparada por el IMSS, ocupó en 2005 el primer lugar. CLASIFICACIÓN La DM se clasifica con base en el proceso patógeno que culmina en hiperglucemia, a diferencia de criterios previos como edad de inicio o tipo de tratamiento Las dos categorías amplias de la DM se designan tipo 1 y tipo 2 . Los dos tipos de diabetes son antecedidos por una fase de metabolismo anormal de glucosa, conforme evolucionan los procesos patógenos. La diabetes tipo 1 es resultado de la deficiencia completa o casi total de insulina. La Diabetes tipo 2 es un grupo heterogéneo de trastornos que se caracterizan por grados variables de resistencia a la insulina, menor secreción de dicha hormona y una mayor producción de glucosa. Diversos defectos genéticos y metabólicos en la acción, secreción o ambas funciones de la insulina causan el fenotipo común de hiperglucemia en la DM tipo 2. La DM tipo 2 es precedida por un periodo de homeostasis anormal de la glucosa clasificado como intolerancia a la glucosa en ayuno o intolerancia a la glucosa. Diversos defectos genéticos y metabólicos en la acción, secreción o ambas funciones de la insulina causan el fenotipo común de hiperglucemia en la DM tipo 2 y tienen grandes posibilidades terapéuticas en la época actual, en que se dispone de fármacos para corregir o modificar trastornos metabólicos específicos. La DM tipo 2 es precedida por un periodo de homeostasis anormal de la glucosa clasificado como intolerancia a la glucosa en ayuno (IFG, impaired fasting glucose) o intolerancia a la glucosa (IGT, impaired glucose tolerance). Dos características de la clasificación actual de la DM difieren de las clasificaciones previas. En primer lugar se han vuelto obsoletos los términos diabetes mellitus insulinodependiente (IDDM, insulin dependent diabetes mellitus) y diabetes mellitus no insulinodependiente (NIDDM, noninsulin-dependent diabetes mellitus). Como muchos individuos con DM tipo 2 acaban requiriendo tratamiento con insulina para el control de la glucemia, el empleo del término NIDDM generaba confusión considerable. Una segunda diferencia es que ha dejado de emplearse la edad como criterio en el nuevo sistema de clasificación. Aunque la DM tipo 1 se desarrolla con mayor frecuencia antes de los 30 años, puede producirse un proceso de destrucción autoinmunitaria de las células beta a cualquier edad. De hecho, se estima que entre 5 y 10% de las personas que padecen DM después de los 30 años tiene DM tipo 1. De modo similar, aunque es más típico el desarrollo de DM tipo 2 con el paso de los años, también se da en niños y adultos jóvenes, en especial en adolescentes obesos OTROS TIPOS DE DM Otras causas de DM son defectos genéticos específicos de la secreción o acción de la insulina, alteraciones metabólicas que trastornan la secreción de insulina, trastornos mitocondriales y un sinnúmero de situaciones que alteran la tolerancia a la glucosa. En la tabla siguiente se muestran los otros tipos de diabetes Otros tipos específicos de diabetes A. Defectos genéticos de la función de las células beta caracterizados por mutaciones en: 1. Factor de transcripción nuclear del hepatocito (HNF) 4α (MODY 1) 2. Glucocinasa (MODY 2) 3. HNF-1α (MODY 3) 4. Factor promotor de insulina (IPF-1; MODY 4) 5. HNF-1β (MODY 5) 6. Neuro D1 (MODY 6) 7. DNA mitocondrial 8. Subunidades del conducto de potasio sensible a ATP 9. Proinsulina o insulina B. Defectos genéticos en la acción de la insulina 1. Resistencia a la insulina de tipo A 2. Leprechaunismo 3. Síndrome de Rabson-Mendenhall 4. Síndromes de lipodistrofia C. Enfermedades del páncreas exocrino: 1. pancreatitis 2. pancreatectomía 3. neoplasia 4. fibrosis quística 5. hemocromatosis 6. Pancreatopatía fibrocalculosa 7. mutaciones en el gen de lipasa de carboxil-éster D. Endocrinopatías: 1. acromegalia 2. síndrome de Cushing 3. glucagonoma 4. feocromocitoma 5. hipertiroidismo 6. somatostatinoma 7. aldosteronoma E. Inducida por fármacos o agentes químicos: 1. Glucocorticoides 2. vacor (a- rodenticida) 3. pentamidina 4. ácido nicotínico 5. diazóxido 6. agonistas adrenérgicos β 7. tiazidas 8. hidantoína 9. asparaginasa 10. Glucocorticoides 11. inhibidores de proteasa 12. antipsicóticos (atípicos y otros) 13. adrenalina. F. Infecciones: 1. Rubéola congénita, 2. Citomegalovirus, 3.Virus coxsackie G. Formas infrecuentes de diabetes inmunitaria: 1. Síndrome del “hombre rígido”, 2. Anticuerpos contra el receptor de insulina H. Otros síndromes genéticos que a veces se asocian a diabetes: 1. Síndrome de Wolfram, 2. Síndrome de Down, 3. Síndrome de Klinefelter, 4. Síndrome de Turner, 5. Ataxia de Friedrich, 6. Corea de Huntington, 7. Síndrome de Laurence- Moon- Biedl, 8. Distrofia miotónica, 9. Porfiaría, 10. Síndrome de Prader - Willi Diabetes gestacional (GDM) La intolerancia a la glucosa que se desarrolla durante el embarazo se clasifica como diabetes gestacional. La resistencia a la insulina relacionada con las alteraciones metabólicas del final del embarazo aumenta las necesidades de insulina y puede provocar IGT o diabetes. La mayoría de las mujeres recupera una tolerancia a la glucosa normal después del parto, pero tienen un riesgo sustancial (35 a 60%) de padecer DM en los siguientes 10 a 20 años. Los International Diabetes and Pregnancy Study Groups ahora recomiendan que la diabetes diagnosticada en la visita prenatal inicial, debe clasificarse como diabetes “manifiesta” más que diabetes gestacional. Clasificación de la diabetes mellitus. Propuesta ADA 1997 1. Diabetes tipo 1 Autoinmunitaria Idiopática 2. Diabetes tipo 2 3. Otros tipos específicos de diabetes a. Defectos genéticos de la función beta (anteriormente MODY) b. Defectos genéticos en la acción de la insulina c. Enfermedades del páncreas exocrino d. Endocrinopatías e. Inducidas por fármacos f. Infecciones g. Formas infrecuentes de origen inmunitario h. Otros síndromes genéticos 4. Diabetes gestacional EPIDEMIOLOGÍA La prevalencia mundial de la diabetes mellitus ha aumentado de manera impresionante en los últimos 20 años; en 1985 se calculaba que había 30 millones de casos, en tanto que en el año 2010 se calculó en 285 millones. Con ajuste a las tendencias actuales, la International Diabetes Federation estima que para el año 2030 438 millones de personas presentarán diabetes. La prevalencia de diabetes tipos 1 y 2 aumenta a nivel mundial, pero la del tipo 2 lo hace con mayor rapidez, al parecer por el incremento en la frecuencia de obesidad y la disminución de actividad física conforme se industrializa un número cada vez mayor de países, y por el envejecimiento de la población. En 2010, la frecuencia de diabetes osciló de 11.6 a 30.9% en los 10 países con las mayores prevalencias (Naurua, Emiratos Árabes Unidos, Mauricio, Bharéin, Reunión, Kuwait, Omán, Tonga y Malasia, en prevalencia descendente. En un cálculo reciente de Estados Unidos, los Centers for Disease Control and Prevention (CDC) calcularon que 25.8 millones de personas u 8.3% de la población tiene diabetes (en promedio, 27% de los sujetos con el trastorno no fueron diagnosticados). Casi 1.6 millones de personas (>20 años) se diagnosticaron por primera vez con diabetes en 2010. La frecuencia del trastorno aumenta con el envejecimiento. En 2010 se calculó que la prevalencia de la enfermedad en Estados Unidos era de 0.2% en personas <20 años y 11.3% en quienes rebasaban dicha edad. En sujetos >60 años, la prevalencia de diabetes fue de 26.9%; y es semejante en varones y mujeres prácticamente en todos los límites de edad (11.8 y 10.8% en personas >20 años), pero es un poco mayor en varones >60 años. Las estimaciones a nivel mundial indican que en el año 2030 el número mayor de diabéticos tendrá 45 a 64 años de edad. La diabetes es la causa principal de muerte, pero algunos estudios indican que es probable que esta enfermedad no sea notificada con la frecuencia debida como causa de fallecimiento. En Estados Unidos en 2007 la diabetes ocupó el séptimo lugar como causa de muerte; una estimación reciente sugirió que ocupaba el quinto lugar como causa de muerte a nivel mundial y en 2010 fue responsable de casi 4 millones de fallecimientos (6.8% de las muertes a nivel mundial fueron atribuidas a diabetes). DIAGNÓSTICO La tolerancia a la glucosa se clasifica en tres categorías amplias: 1. Homeostasis normal de la glucosa, 2. Diabetes mellitus 3. Homeostasis alterada de la glucosa. La tolerancia a la glucosa se puede valorar utilizando: la glucosa plasmática en ayunas (FPG, fasting plasma glucose), la respuesta a una carga oral de glucosa o la hemoglobina A1C (A1C). Una FPG <5.6 mmol /L (100 mg /100 ml), una glucosa en plasma <140 mg/100 ml (11.1 mmol /L) después de una reacción a una carga oral de glucosa y una AIC <5.6% se considera que definen la tolerancia normal a la glucosa. El International Expert Committee con miembros designados por la American Diabetes Association, la European Association for the Study of Diabetes y la International Diabetes Federation han formulado criterios diagnósticos para DM. Con base en las siguientes premisas: 1) la FPG, la reacción a una carga oral de glucosa (prueba de tolerancia a la glucosa oral [OGTT, oral glucosa tolerante test]) y la A1C varían entre los individuos, y 2) la DM se define como nivel de glucemia al que ocurren las complicaciones específicas de la diabetes más que como desviaciones a partir de una media basada en la población. Por ejemplo, la prevalencia de la retinopatía en los nativos estadounidenses (específicamente los pima) empieza a incrementarse a una FPG >6.4 mmol/L (116 mg/100 ml ) La FPG ≥7.0 mmol /L (126 mg/100 ml), una glucosa >11.1 mmol/L (200 mg/100 ml) 2 h después de la reacción a la glucosa oral, o una A1C ≥6.5%, justifican el diagnóstico de diabetes mellitus . La concentración de glucosa plasmática ≥11.1 mmol /L (200 mg/100 ml) tomada en forma aleatoria y acompañada de los síntomas clásicos de DM (poliuria, polidipsia y pérdida de peso) también basta para el diagnóstico de DM La homeostasis anormal de la glucosa se define como: FPG = 5.6 a 6.9 mmol/L (100 a 125 mg/100 ml) la cual se define como IFG (observe que la World Health Organization usa una FPG de 6.1 a 6.9 mmol/L [110 a 125 mg/100 ml]); 1) las concentraciones de glucosa en plasma entre 7.8 y 11 mmol/L (140 y 199 mg/100 ml) posteriores a la prueba de tolerancia a la glucosa oral que se denomina intolerancia a la glucosa (IGT), o 2) A1C de 5.7 a 6.4%. Una A1C de 5.7 a 6.4%, IFG e IGT, no identifican a los mismos individuos, pero los individuos en los tres grupos se encuentran en mayor riesgo de progresar a diabetes tipo 2 y tienen mayor posibilidad de presentar enfermedad cardiovascular. 3) Algunos utilizan los términos “prediabetes”, “riesgo aumentado de diabetes” (ADA) o “hiperglucemia intermedia” (OMS) para esta categoría. Los criterios actuales para el diagnóstico de DM resaltan que la A1C o la FPG son los métodos más fiables y cómodos de diagnóstico de DM en sujetos asintomáticos. La prueba de sobrecarga oral de glucosa, aunque sigue siendo un método válido de diagnóstico de DM, no se utiliza con frecuencia en la atención sistemática. El diagnóstico de DM tiene implicaciones profundas para el individuo desde los puntos de vista médico y financiero. Por tanto, deben persistir las anomalías indicadoras de diabetes en estudios repetidos antes de establecer el diagnóstico definitivo de la enfermedad, a menos que se encuentren trastornos metabólicos agudos o concentración plasmática de glucosa notablemente elevada. Los criterios revisados permiten, además, eliminar el diagnóstico de DM en las situaciones en las que la intolerancia a la glucosa se normaliza. DETECCIÓN Se recomienda el empleo generalizado de la FPG y de la A1C como pruebas de detección de DM tipo 2 porque: Un gran número de los individuos que satisfacen los criterios actuales de DM son asintomáticos y no se percatan de que la padecen. 1) Los estudios epidemiológicos sugieren que puede existir DM tipo 2 hasta por un decenio antes de establecerse el diagnóstico. 2) 3) Algunos individuos con DM tipo 2 tienen una o más complicaciones específicas de la diabetes al momento de su diagnóstico. El tratamiento de la DM tipo 2 puede alterar favorablemente la historia natural de la enfermedad. 4) La ADA recomienda practicar estudios de detección inicial a toda persona >45 años, cada tres años, y hacer lo mismo en sujetos en fase más temprana de la vida si tienen sobrepeso [índice de masa corporal (BMI, body mass index) >25 kg /m2] y además, un factor de riesgo para mostrar diabetes. A diferencia de lo que sucede en la DM tipo 2, es poco común que un individuo con diabetes tipo 1 tenga un periodo prolongado de hiperglucemia antes del diagnóstico. Se encuentran disponibles algunos inmunomarcadores de la diabetes tipo 1, pero en la actualidad se desaconseja su empleo a la espera de identificar intervenciones que supongan beneficios clínicos en individuos con riesgo elevado de desarrollar DM tipo 1. BIOSÍNTESIS, SECRECIÓN Y ACCIÓN DE LA INSULINA La insulina es la principal hormona reguladora del metabolismo de la glucosa, es decir, su mecanismo de acción se da principalmente sobre dicho monosacárido. Para conseguir una homeostasia adecuada se requiere que: 1. El páncreas secrete insulina de una manera regulada (secreción de insulina). La insulina evite la salida de glucógeno hepático y promueva la disponibilidad de la glucosa (sensibilidad a la insulina). 2. 3. La glucosa sea internalizada en las células en presencia de insulina. La insulina desempeña un papel importante en el almacenaje de combustibles, como el glucógeno y los triglicéridos, e inhibe la degradación de los mismos, estimula la síntesis e inhibe la degradación de proteínas. Asimismo, ejerce una acción directa, positiva o negativa, sobre la expresión de ciertos genes, estimulando las señales de transducción al unirse con su receptor. BIOSÍNTESIS La insulina es producida por las células beta de los islotes pancreáticos. Al inicio se sintetiza como un polipéptido precursor con una única cadena de 86 aminoácidos, la preproinsulina. El procesamiento proteolítico posterior elimina el péptido señalizador amino terminal, generando la proinsulina, la cual está emparentada de modo estructural con los factores de crecimiento similares a las insulinas I y II, que se unen débilmente al receptor de la hormona. La escisión de un fragmento interno de la proinsulina de 31 residuos genera el péptido C y las cadenas A (de21 aminoácidos) y B (30 aminoácidos) de la insulina, unidas entre sí por puentes disulfuro. La molécula de insulina madura y el péptido C se almacenan juntos y se segregan de forma simultánea desde los gránulos secretores de las células beta. Como el péptido C es menos sensible a la degradación hepática que la insulina, constituye un marcador útil de la secreción de insulina y permite diferenciar a las insulinas de origen endógeno y exógeno en el estudio de la hipoglucemia. Las células beta del páncreas secretan conjuntamente polipéptido de amiloide insular (islet amyloid polypeptide, IAPP) o amilina, un péptido de 37 aminoácidos, junto con la insulina. No se ha definido la función fisiológica del IAPP en el sujeto normal, pero constituye el componente principal de las fibrillas de amiloide que aparecen en los islotes de sujetos con diabetes tipo 2, y a veces se utiliza un análogo para tratar las dos formas de diabetes. En la actualidad, la insulina humana se produce por tecnología de DNA recombinante; las modificaciones estructurales de uno o más residuos son útiles para variar sus características físicas y farmacológicas Secreción de insulina La secreción de insulina por parte de las células beta de los islotes de Langerhans del páncreas es favorecida por: la concentración de glucosa y aminoácidos, por la acción de hormonas como el glucagón y la adrenalina y por los neurotransmisores, como la acetilcolina, mientras que la noradrenalina y la somatostatina la inhiben. La glucosa es el regulador esencial de la secreción de insulina por las células beta pancreáticas, aunque también ejercen su influencia aminoácidos, cetonas, diversos nutrientes, péptidos gastrointestinales y neurotransmisores. Las concentraciones de glucosa que pasan de 3.9 mmol/L (70 mg /100 ml) estimulan la síntesis de insulina primordialmente al intensificar la traducción y el procesamiento de la proteína. La glucosa comienza a estimular la secreción de insulina cuando aquélla es introducida en la célula beta por un transportador facilitador de glucosa. Mecanismos de secreción de insulina estimulada por glucosa y anomalías en diabetes. La glucosa y otros nutrientes regulan la secreción de insulina por la célula beta pancreática. La glucosa es transportada por un transportador de glucosa (GLUT1 en los humanos ); el metabolismo subsecuente de la glucosa por la célula beta modifica la actividad del conducto de iones, lo que tiene como consecuencia secreción de insulina. El receptor SUR es el sitio de fijación para fármacos que actúan como secretagogos de la insulina. Las mutaciones en los sucesos o las hormonas cuyos nombres se han subrayado en la figura son causas de diabetes hereditaria juvenil de tipo 2 (MODY) o de otras formas de diabetes. SUR, receptor de sulfonilurea; ATP, trifosfato de la secreción de adenosina; ADP, difosfato de adenosina; cAMP, monofosfato de adenosina cíclico; IAPP, polipéptido de amiloide insular o amilina. La fosforilación de la glucosa por glucocinasa es el paso limitante de la velocidad que controla la secreción de insulina regulada por glucosa. El metabolismo ulterior de la glucosa-6-fosfato por la vía de la glucólisis genera trifosfato de adenosina (ATP, adenosine triphosphate), que inhibe la actividad de un conducto de K+ sensible a ATP. Este canal consiste en dos proteínas separadas: una es el receptor de ciertos hipoglucemiantes orales (p. ej., sulfonilureas, meglitinidas), y el otro es una proteína de conducto de K+ rectifi cadora hacia el interior (Kir6.2). La inhibición de este conducto de K+ induce la despolarización de la membrana de la célula beta, lo que abre conductos de calcio dependientes de voltaje (con entrada consecuente de calcio en la célula) y estimula la secreción de insulina. Las características de la secreción de insulina revelan un modelo pulsátil de descarga de la hormona, con ráfagas secretoras pequeñas aproximadamente cada 10 min superpuestas a oscilaciones de mayor amplitud de 80 a 150 min Las células neuroendocrinas de las vías gastrointestinales después de la ingestión de alimentos liberan incretinas, y amplifican la secreción de insulina estimulada por glucosa y suprimen la de glucagón. El péptido glucagonoide 1 (GLP-1, glucagon -like peptide 1), que es la incretina más potente, es liberado de las células L en el intestino delgado y estimula la secreción de insulina sólo cuando la glucemia rebasa el nivel del ayuno. Los análogos de incretina se han utilizado para intensificar la secreción de insulina endógena ACCIÓN Una vez que se secreta la insulina hacia la sangre venosa portal, casi 50% de ella es removida y degradada en el hígado. La insulina que no extrae el hígado llega a la circulación general, donde se fija en receptores de sus sitios blanco. La insulina que se fija a su receptor estimula la actividad intrínseca de tirosina cinasa, lo que da por resultado autofosforilación del receptor y reclutamiento de moléculas de señalización intracelulares, como los sustratos del receptor de insulina. Estas proteínas adaptadoras y otras inician una cascada compleja de reacciones de fosforilación y desfosforilación, que en último término provocan los amplios efectos metabólicos y mitógenos de la insulina. Por ejemplo, la activación de la vía de la cinasa de fosfatidilinositol 3′ (phosphatidylinositol- 3′, PI-3- kinase) estimula la transposición de los transportadores facilitadores de glucosa (p. ej., GLUT4) a la superficie celular, un suceso crucial para la captación de glucosa por el músculo y el tejido adiposo. La activación de otras vías de señalización del receptor de insulina induce la síntesis de glucógeno, la síntesis de proteínas, la lipogénesis y la regulación de diversos genes en células que reaccionan a la insulina. La homeostasis de la glucosa refleja un equilibrio preciso entre la producción hepática de glucosa y la captación y utilización periféricas de la misma. La insulina es el regulador más importante de este equilibrio metabólico, pero los efectos de otras vías, como aferencias nerviosas, señales metabólicas y hormonas (p. ej., el glucagón) generan un control integrado del aporte y la utilización de glucosa En el ayuno, las concentraciones bajas de insulina intensifican la producción de glucosa al estimular la gluconeogénesis y la glucogenólisis en el hígado y disminuir la captación de glucosa por tejidos sensibles a la insulina (músculo esquelético y grasa), con lo cual se estimula la movilización de precursores almacenados, como aminoácidos y ácidos grasos libres (lipólisis). Cuando disminuyen las concentraciones de glucosa o insulina en sangre, el glucagón secretado por las células alfa del páncreas, estimula la glucogenólisis y la gluconeogénesis en el hígado y la médula del riñón. En la fase posprandial, la carga de glucosa hace que aumente la concentración de insulina y disminuya la de glucagon, con lo cual se invierten dichos procesos. La insulina, hormona anabólica, estimula el almacenamiento de carbohidratos y grasas y la síntesis de proteínas. La mayor parte de la glucosa posprandial se utiliza por el músculo esquelético, efecto que se debe a la captación de glucosa estimulada por insulina. Otros tejidos, principalmente el cerebral, utilizan la glucosa de una manera independiente de la insulina. PATOGÉNESIS DIABETES MELLITUS TIPO 1 Es consecuencia de interacciones de factores genéticos, ambientales e inmunológicos, que culminan en la destrucción de las células beta del páncreas y la deficiencia de insulina. Dicha enfermedad es consecuencia de destrucción autoinmunitaria de las células mencionadas, y muchas personas que la tienen (no todas) expresan manifestaciones de autoinmunidad dirigida contra islotes. Algunos sujetos que presentan el fenotipo clínico de DM tipo 1 no tienen marcadores inmunológicos que denoten la presencia de un fenómeno autoinmunitario que afecte a las células beta y carecen de marcadores genéticos de DM tipo 1. Según los expertos, tales pacientes terminan por mostrar deficiencia de insulina por mecanismos no inmunitarios desconocidos y fácilmente presentan cetosis; muchos de ellos son descendientes de estadounidenses de raza negra o asiáticos. En la figura se muestra de forma esquemática el desarrollo temporal de la DM tipo 1 en función de la masa de células beta. Los individuos con predisposición genética tienen una masa normal de células beta al momento del nacimiento, pero comienzan a perderla por destrucción inmunitaria a lo largo de meses o años. Se piensa que este proceso autoinmunitario es desencadenado por un estímulo infeccioso o ambiental, y que es mantenido por una molécula específica de las células beta. En la mayoría de los individuos aparecen inmunomarcadores después del suceso desencadenante pero antes de que la enfermedad se manifieste en clínica. Después empieza a declinar la masa de las células beta y se trastorna en forma progresiva la secreción de insulina, a pesar de mantenerse una tolerancia normal a la glucosa. La velocidad de declive de la masa de células beta es muy variable de un individuo a otro, y algunos pacientes avanzan rápidamente al cuadro clínico de diabetes, mientras en otros la evolución es más lenta. Las características de la diabetes no se hacen evidentes sino hasta que se ha destruido la mayor parte de las células beta (alrededor de 70 a 80%). En este punto, todavía existen células beta residuales, pero son insuficientes en número para mantener la tolerancia a la glucosa. Los sucesos que desencadenan la transición entre la intolerancia a la glucosa y la diabetes franca se asocian a menudo a un aumento de las necesidades de insulina, como puede ocurrir durante las infecciones o la pubertad. Luego de la presentación inicial de una DM tipo 1, puede haber una fase de “luna de miel” durante la cual es posible controlar la glucemia con dosis bajas de insulina o incluso, en raras ocasiones, prescindiendo de ésta. Sin embargo, esta fase fugaz de producción de insulina endógena por las células beta residuales desaparece cuando el proceso autoinmunitario termina por destruir las pocas que quedan, y el sujeto sufre un déficit completo de insulina. Algunos individuos con diabetes tipo 1 de larga duración producen una pequeña cantidad de insulina (reflejado por la producción de péptido C) y algunos sujetos tienen células positivas a insulina en el páncreas al momento de la necropsia. CONSIDERACIONES GENÉTICAS En la susceptibilidad a la DM tipo 1 intervienen múltiples genes. La concordancia de la DM tipo 1 en gemelos idénticos oscila entre 40 y 60%, lo que indica que debe haber otros factores modificadores que contribuyen a determinar si se produce o no la diabetes. El principal gen de predisposición a la DM tipo 1 se localiza en la región HLA del cromosoma 6. Los polimorfismos en el complejo HLA parecen representar 40 a 50% del riesgo genético de padecer DM tipo 1. Esta región contiene genes que codifican las moléculas del complejo mayor de histocompatibilidad (MHC, major histocompatibility complex) clase II, que presentan el antígeno a los linfocitos T colaboradores y por tanto participan en el inicio de la reacción inmunitaria Fisiopatología A pesar de que otros tipos de células insulares [células alfa (productora de glucagón), células delta (productoras de somatostatina), o células PP (productoras de polipéptido pancreático)] son similares desde el punto de vista funcional y embriológico a las células beta y expresan la mayor parte de las mismas proteínas que éstas, de manera inexplicable, resultan indemnes del proceso autoinmunitario. Desde el punto de vista anatomopatológico, las células de los islotes pancreáticos son infiltradas por linfocitos (un proceso denominado insulitis). Luego de la destrucción de las células beta, el proceso inflamatorio remite, los islotes quedan atróficos y desaparecen los inmunomarcadores. Los estudios sobre la insulitis en seres humanos y en modelos animales de DM tipo 1 han identificado las siguientes anomalías tanto en la rama humoral como en la celular del sistema inmunitario: 1) Autoanticuerpos contra células de los islotes 2) Linfocitos activados en los islotes, los ganglios linfáticos peripancreáticos y la circulación generalizada 3) Linfocitos T que proliferan cuando son estimulados con proteínas de los islotes, 4) Liberación de citocinas en el seno de la insulitis. Las células β parecen ser en especial vulnerables al efecto tóxico de algunas citocinas (factor de necrosis tumoral alfa [TNF-α, tumor necrosis factor alpha]. Se ignoran los mecanismos precisos de la muerte de las células beta, pero tal vez participen formación de metabolitos del óxido nítrico, apoptosis y efectos citotóxicos directos de los linfocitos T CD8+. La destrucción de islotes es mediada por linfocitos T y no por autoanticuerpos contra tal tejido insular, dado que los anticuerpos no reaccionan, en términos generales, con la superficie de las células insulares y no son capaces de transferir la diabetes a animales. La supresión del proceso autoinmunitario en la fecha en que se diagnostica la diabetes, disminuye la destrucción de células beta, pero se desconoce la inocuidad de tales intervenciones. Entre las moléculas del islote pancreático que constituyen objetivos del proceso autoinmunitario se cuentan insulina, ácido glutámico descarboxilasa ([GAD, glutamic acid decarboxylase], la enzima biosintética del neurotransmisor del ácido aminobutírico gamma [GABA, gammaaminobutyric acid]), ICA-512/IA-2 (con homología con las tirosina fosfatasas) y un transportador de cinc específico de las células beta (ZnT-8). La mayor parte de los autoantígenos no son específicos de las células beta, lo que suscita la interrogante de cómo son destruidas éstas de manera selectiva. Las teorías actuales favorecen el inicio por un proceso autoinmunitario dirigido contra una molécula de la célula beta, que después se propaga a otras moléculas del islote a medida que el proceso autoinmunitario destruye las células beta y crea una serie de autoantígenos secundarios. Las células beta de quienes padecen DM tipo 1 no son diferentes de las células beta de las personas normales, porque los islotes trasplantados de un gemelo genéticamente idéntico son destruidos por la recidiva del proceso autoinmunitario de la DM tipo 1. Inmunomarcadores Los autoanticuerpos contra las células de los islotes (ICA, islet cell autoantibodies) son una combinación de varios anticuerpos diferentes dirigidos contra moléculas del islote como acido glutámico descarboxilasa (GAD), insulina, IA-2/ICA-512, y Znt8, y sirven como marcadores del proceso autoinmunitario de la DM tipo 1. La determinación de los ICA puede ser útil para clasificar el tipo de diabetes como 1 e identificar individuos no diabéticos con riesgo de padecerla. Los ICA están presentes en la mayoría (>85%) de los individuos con diagnóstico reciente de DM tipo 1, en una minoría significativa de diabéticos tipo 2 recién diagnosticados (5 a 10%) y, en ocasiones, en GDM (<5%) En 3 a 4% de los familiares de primer grado de los sujetos con DM tipo 1 existen ICA. Junto con la presencia de un trastorno de la secreción de insulina en la prueba de tolerancia a la glucosa intravenosa, predicen un riesgo >50% de padecer DM tipo 1 en los cinco años siguientes. En la actualidad la medición de los ICA en individuos no diabéticos es un instrumento limitado al campo de la investigación, porque no se ha aprobado tratamiento alguno para evitar la ocurrencia o el avance de la DM tipo 1. En los estudios clínicos se están valorando intervenciones para disminuir la destrucción autoinmune de las células beta. Factores ambientales Se ha señalado que numerosos sucesos ambientales desencadenan el proceso autoinmunitario en sujetos genéticamente vulnerables; sin embargo, no se ha relacionado de manera concluyente ninguno de ellos con la diabetes. Ha resultado difícil identificar un desencadenante ambiental porque el suceso puede preceder en varios años al desarrollo de la diabetes. Entre los desencadenantes ambientales hipotéticos se cuentan virus (en especial coxsackie y de la rubéola), proteínas de la leche de vaca y nitrosoureas. Prevención de la DM tipo 1 En modelos animales, algunas intervenciones han tenido éxito para retrasar o evitar la diabetes. Algunas de ellas han tenido como objetivo directo el sistema inmunitario (inmunodepresión, eliminación selectiva de subgrupos de linfocitos T, inducción de inmunotolerancia a las proteínas insulares), mientras que otras evitan la muerte de las células de los islotes bloqueando las citocinas citotóxicas o aumentando la resistencia de los islotes al proceso de destrucción. Aunque los resultados en modelos animales resultan prometedores, ninguno de estos intentos ha tenido éxito para prevenir la DM tipo 1 en seres humanos. El Diabetes Prevention Trial– type 1 concluyó recientemente que la administración de insulina por vía IV u oral a individuos que experimentaban un alto riesgo de desarrollar DM tipo 1, no impidió que la sufrieran después. En sujetos con DM tipo 1 de inicio reciente, se ha demostrado que la administración de anticuerpos monoclonales contra CD3, una vacuna GAD y anticuerpos monoclonales contra linfocitos B, lentifica la disminución en las concentraciones de péptido C. Ésta es un área de investigación clínica activa. DIABETES MELLITUS TIPO 2 La resistencia a la insulina y la secreción anormal de ésta son aspectos centrales del desarrollo de DM tipo 2. Aunque persisten las controversias en cuanto al defecto primario, en su mayor parte los estudios se inclinan a favor de que la resistencia a dicha hormona precede a los defectos de su secreción, y que la diabetes se desarrolla sólo si la secreción de insulina se torna inadecuada. La DM tipo 2 probablemente abarca un espectro de enfermedades con el fenotipo común de hiperglucemia. La mayor parte del conocimiento actual de la fisiopatología y genética, se basa en estudios de individuos de descendencia europea. Cada vez es más aparente que la DM en otros grupos étnicos (asiáticos, africanos y latinoamericanos) tiene una fisiopatología diferente pero aún no definida. En estos grupos, la DM que es propensa a cetosis (con frecuencia en obesos) o que es resistente a ésta (con frecuencia en delgados) se identifica comúnmente. CONSIDERACIONES GENÉTICAS La DM tipo 2 posee un fuerte componente genético. La concordancia de este trastorno en gemelos idénticos se sitúa entre 70 y 90%o Los individuos con un progenitor con DM tipo 2 tienen mayor riesgo de padecer diabetes; si ambos progenitores tienen DM tipo 2, el riesgo en la descendencia puede alcanzar 40%. En muchos familiares en primer grado no diabéticos de sujetos con DM tipo 2 existe resistencia a la insulina, demostrada por un menor uso de glucosa por el músculo esquelético. La enfermedad es poligénica y multifactorial, porque además de la susceptibilidad genética, factores ambientales (como obesidad, nutrición y actividad física) modulan el fenotipo No se han identificado por completo los genes que predisponen a la aparición de diabetes tipo 2, pero estudios recientes de asociación de genoma completo han detectado un gran número de genes que conllevan un riesgo relativamente pequeño de que surja ese tipo de la enfermedad (>20 genes, cada uno con un riesgo relativo de 1.06 a 1.5). De gran importancia es una variante del gen 2 similar al factor 7 de transcripción, que se ha asociado en algunas poblaciones con DM tipo 2 y con la menor tolerancia a la glucosa en una población expuesta al elevado riesgo de mostrar diabetes Mientras la investigación de la susceptibilidad genética a la DM tipo 2 se encuentra bajo investigación activa (se estima que <10% del riesgo genético está determinado por loci identificados hasta ahora), en la actualidad no es posible utilizar una combinación de loci genéticos conocidos para predecir DM tipo 2. También se han observado polimorfismos vinculados con la DM tipo 2 en los genes que codifican el receptor gamma activado por proliferadores de peroxisoma, el conducto de potasio de rectificación interna expresado en células beta, el transportador de cinc expresado en las mismas células, IRS y calpaína 10. No se han identificado los mecanismos por los cuales tales loci genéticos incrementan la susceptibilidad a presentar DM tipo 2, pero la mayor parte se predice que altera la función o el desarrollo insular, o la secreción de insulina Mientras la investigación de la susceptibilidad genética a la DM tipo 2 se encuentra bajo investigación activa (se estima que <10% del riesgo genético está determinado por loci identificados hasta ahora), en la actualidad no es posible utilizar una combinación de loci genéticos conocidos para predecir DM tipo 2. Fisiopatología La diabetes mellitus tipo 2 se caracteriza por menor secreción de insulina, resistencia a dicha hormona, producción excesiva de glucosa por el hígado y metabolismo anormal de grasa. En etapas iniciales del problema, la tolerancia a la glucosa sigue siendo casi normal, a pesar de la resistencia a la insulina, porque las células beta del páncreas logran la compensación al incrementar la producción de la hormona. Al evolucionar la resistencia a la insulina y surgir hiperinsulinemia compensatoria, los islotes pancreáticos en algunas personas no pueden ya conservar el estado hiperinsulinémico y en ese momento surge IGT, que se caracteriza por incrementos en la concentración de glucemia posprandial La disminución ulterior en la secreción de insulina y el incremento de la producción de glucosa por el hígado culminan en la diabetes franca con hiperglucemia en el ayuno. Por último surge insuficiencia de las células beta. Anomalías metabólicas Metabolismo anormal de músculo y grasa Un signo notable de la DM tipo 2 es la resistencia a la insulina, que es la menor capacidad de la hormona para actuar eficazmente en los tejidos blanco (en particular músculo, hígado y grasa) y es consecuencia de una combinación de susceptibilidad genética y obesidad. La resistencia es relativa, porque las concentraciones supranormales de insulina circulante normalizan la glucemia plasmática. Las curvas dosisrespuesta de la insulina muestran un desplazamiento hacia la derecha, que indica menor sensibilidad, y una respuesta máxima reducida, que refleja disminución global del empleo de glucosa (30 a 60% inferior al de los sujetos normales). La resistencia a la acción de la insulina altera la utilización de glucosa por los tejidos sensibles a insulina y aumenta la producción hepática de glucosa; ambos efectos contribuyen a la hiperglucemia de la diabetes. El aumento de la producción hepática de glucosa, de manera predominante se debe a los elevados niveles de FPG, mientras que el decremento de la utilización periférica de glucosa produce hiperglucemia posprandial. En el músculo esquelético existe un trastorno mayor del uso no oxidativo de la glucosa (formación de glucógeno) que del metabolismo oxidativo de la glucosa por la glucólisis. La utilización de la glucosa por los tejidos independientes de la insulina no está alterada en la DM tipo 2. Aún no se conoce el mecanismo molecular preciso de la resistencia a la insulina en la DM tipo 2. Los niveles de receptor de insulina y de actividad de tirosina cinasa en el músculo esquelético están disminuidos, pero lo más probable es que tales alteraciones sean secundarias a la hiperinsulinemia y no un defecto primario. Por tanto, se cree que en la resistencia a la insulina el factor predominante lo constituyen los defectos posteriores al receptor en la fosforilación/desfosforilación regulada por insulina. Por ejemplo, el defecto en las señales de cinasa de PI-3 puede disminuir la translocación de GLUT4 a la membrana plasmática. Otras anomalías comprenden la acumulación de líquido dentro de miocitos de músculo estriado que puede disminuir la fosforilación oxidativa mitocondrial y aminorar la producción de ATP mitocondrial estimulada por insulina. La menor oxidación de ácidos grasos y la acumulación de lípidos dentro de los miocitos de músculo estriado pueden generar especies de oxígeno reactivas como los peróxidos de lípido. Cabe insistir en que no todas las vías de transducción de las señales de la insulina son resistentes a los efectos de esta hormona (p. ej., las que controlan el crecimiento y la diferenciación celulares y emplean la vía de la proteína cinasa activada por mitógenos). Como consecuencia, la hiperinsulinemia puede incrementar la acción de la insulina a través de estas vías, lo que aceleraría en potencia los trastornos relacionados con la diabetes, como la ateroesclerosis. La obesidad que acompaña a la DM tipo 2, en particular la obesidad central o visceral, según se piensa, es una parte del proceso patógeno. La mayor masa de adipocitos hace que aumenten las concentraciones de ácidos grasos libres circulantes, y de otros productos de los adipocitos. Por ejemplo, dichas células secretan diversos productos biológicos (ácidos grasos libres no esterificados, proteína 4 que se une a retinol; leptina, TNF-α, resistina, y adiponectina). Las adipocinas, además de regular el peso corporal, el apetito, y el gasto de energía, también modulan la sensibilidad a la insulina. La mayor producción de ácidos grasos libres y de algunas adipocinas puede causar resistencia a la insulina en músculo esquelético y en el hígado. Los ácidos grasos mencionados disminuyen la utilización de glucosa por parte del músculo esquelético estimulan la producción de glucosa por el hígado y alteran la función de las células beta. En la obesidad disminuye la producción de adiponectina por parte de los adipocitos, que es un péptido insulinosensibilizante, y ello podría contribuir a la resistencia a la insulina, por parte del hígado. Los productos de los adipocitos y las adipocinas también generan un estado inflamatorio, lo que podría explicar por qué aumentan las concentraciones de marcadores de inflamación como IL-6 y la proteína C reactiva en la DM tipo 2. Además, se han identificado células inflamatorias que infiltran el tejido adiposo. La inhibición de las vías de señalización inflamatorias como las del factor nuclear κB (NFκB, nuclear factor κB), al parecer mejoran la sensibilidad a la insulina y mejoran la hiperglucemia en modelos animales. Trastorno de la secreción de insulina En la DM tipo 2, la secreción de insulina aumenta inicialmente en respuesta a la insulinorresistencia, con el fin de mantener una tolerancia normal a la glucosa. Al principio el defecto de la secreción de insulina es leve y afecta selectivamente la secreción de insulina estimulada por glucosa La respuesta a otros secretagogos diferentes de la glucosa, como la arginina, está intacta. Las alteraciones en el procesamiento de la proinsulina se reflejan en un incremento de la secreción de proinsulina en la diabetes tipo 2. Finalmente, el defecto de la secreción de insulina avanza a un estado de secreción de insulina inadecuado. La razón del declive de la capacidad secretora de insulina en la DM tipo 2 no está clara a pesar de que se supone que un segundo defecto genético (superpuesto a la resistencia a insulina) lleva al fracaso de las células beta. El polipéptido amiloide de los islotes, o amilina, es cosecretado por la célula beta y forma el depósito de fibrillas amiloides que se encuentra en los islotes de diabéticos tipo 2 de larga evolución Se ignora si estos depósitos insulares de amiloide son un fenómeno primario o secundario Asimismo, el ambiente metabólico puede ejercer un efecto negativo sobre la función de los islotes. Por ejemplo La hiperglucemia crónica altera de manera paradójica la función de los islotes (“toxicosis por glucosa”) y lleva a empeoramiento de la hiperglucemia la elevación de las concentraciones de ácidos grasos libres (“lipotoxicosis”) también empeora el funcionamiento de los islotes. Aumento de la producción hepática de glucosa y lípidos En la DM tipo 2, la resistencia hepática a la insulina refleja la incapacidad de la hiperinsulinemia de suprimir la gluconeogénesis, lo que produce hiperglucemia en ayunas y disminución del almacenamiento de glucógeno en el hígado en el periodo postprandial El aumento de la producción hepática de glucosa ocurre en una fase temprana de la evolución de la diabetes, aunque probablemente es posterior al inicio de las alteraciones de la secreción insulínica y a la resistencia a la insulina en el músculo esquelético. Como resultado de la resistencia a la insulina en tejido adiposo, la lipólisis y el flujo de ácidos grasos libres desde los adipocitos aumenta y como consecuencia se incrementa la síntesis de lípidos [lipoproteínas de muy baja densidad y de triglicéridos] en los hepatocitos. Este almacenamiento de lípidos o esteatosis del hígado puede ocasionar hepatopatía grasa no alcohólica y anomalías en las pruebas de función hepática La situación anterior también ocasiona la dislipidemia que aparece en la DM tipo 2 [incremento de la concentración de triglicéridos, disminución de la lipoproteína de alta densidad e incremento del número de partículas densas pequeñas de lipoproteína de baja densidad.] Síndromes de resistencia a la insulina La resistencia a la insulina caracteriza a un espectro de trastornos; entre ellos la hiperglucemia representa una de las características que se diagnostican con más facilidad. Síndrome metabólico Síndrome de resistencia la insulina Síndrome X son términos empleados para describir una constelación de trastornos del metabolismo que incluye resistencia a la insulina, hipertensión, dislipidemia (concentración baja de HDL y elevación de los triglicéridos), obesidad central o visceral, DM tipo 2 y enfermedad cardiovascular acelerada Las mutaciones en el receptor de insulina que interfieren con la unión o con la transducción de señales son causas poco frecuente de resistencia a la insulina. Son también manifestaciones físicas frecuentes acantosis nigricans y signos de hiperandrogenismo (hirsutismo, acné y oligomenorrea en mujeres). Se han descrito en adultos dos síndromes definidos de resistencia grave a la insulina: 1) El tipo A, que afecta a mujeres jóvenes y se caracteriza por hiperinsulinemia grave, obesidad y datos de hiperandrogenismo, 2) El tipo B, que afecta a mujeres de mediana edad y se caracteriza por hiperinsulinemia grave, rasgos de hiperandrogenismo y trastornos autoinmunitarios. Los individuos con el síndrome de resistencia a la insulina de tipo A tienen un defecto no precisado en la vía de señalización de la insulina; los pacientes con el tipo B poseen autoanticuerpos contra el receptor de insulina. Éstos pueden bloquear la unión de la insulina o estimular al receptor, provocando hipoglucemia intermitente. El síndrome de ovarios poliquísticos (PCOS, polycystic ovary syndrome) es un trastorno frecuente que afecta a mujeres premenopáusicas y se caracteriza por anovulación crónica e hiperandrogenismo. En un grupo significativo de mujeres con PCOS se observa resistencia a la insulina, y el trastorno aumenta notablemente el riesgo de DM tipo 2, con independencia de los efectos de la obesidad Prevención A la DM tipo 2 le precede un periodo de IGT o IGF y diversas modificaciones del estilo de vida; varios fármacos impiden o retrasan su inicio. El Diabetes Prevention Program (DPP) demostró que los cambios intensivos en el estilo de vida (dieta y ejercicio por 30 min/día cinco veces a la semana) de los individuos con IGT evitaron o retrasaron el desarrollo de la DM tipo 2 en 58% de los casos en comparación con lo ocurrido en el grupo de placebo. Este efecto se observó en todos los casos señalados independientemente de edad, género o grupo étnico. En el mismo estudio, la metformina evitó o retrasó la diabetes en 31% de los casos en comparación con lo observado en el grupo de placebo. Los sujetos del grupo de intervención en el estilo de vida perdieron 5 a 7% del peso corporal durante los tres años que duró el estudio. Los estudios realizados en poblaciones fi nlandesas y chinas indicaron una eficacia semejante de la dieta y el ejercicio para evitar o retrasar la DM tipo 2; los inhibidores de glucosidasa α, metformina y tiazolidinedionas y orlistat tienen este mismo efecto, pero son fármacos aún no aprobados para esta fi nalidad. Cuando se administró a individuos no diabéticos por otros motivos (cardiacos, reducción del colesterol, etc.), la pravastatina redujo el número de nuevos casos de diabetes. Los individuos con antecedentes familiares importantes de DM tipo 2 y las personas con IFG o IGT, deben ser alentados con firmeza para que conserven un índice de masa corporal (BMI) normal y realicen actividad física con regularidad. En la actualidad es un aspecto controvertido la farmacoterapia en sujetos con prediabetes, porque se desconoce su rentabilidad y su perfil de inocuidad. El grupo por consenso de ADA ha sugerido que podría utilizarse metformina en sujetos con IFG e IGT que tienen un riesgo elevado de evolucionar hasta presentar diabetes (<60 años, BMI ≥35 kg/m2, antecedente familiar de diabetes en un pariente de primer grado, incremento de la concentración de triglicéridos y disminución de HDL, hipertensión o A1C >6.0%). Los individuos con IFG, IGT o una A1C de 5.7 a 6.4% deben vigilarse anualmente para determinar si están presentes los criterios diagnósticos de diabetes. COMPLICACIONES AGUDAS DE LA DIABETES MELLITUS La cetoacidosis diabética (DKA, diabetic ketoacidosis) y el estado hiperosmolar hiperglucémico (HHS, hyperglycemic hyperosmolar state) son complicaciones agudas de la diabetes. Se consideraba que la DKA era una piedra angular de la DM tipo 1, pero también ocurre en personas que carecen de las manifestaciones inmunitarias de DM tipo 1 y que pueden tratarse de manera subsecuente con fármacos orales para reducir la glucemia (estos individuos obesos con DM tipo 2 a menudo son de origen hispano o estadounidenses de raza negra). El tratamiento inicial de la DKA es similar. El HHS se observa de manera primordial en individuos con DM tipo 2. Ambos trastornos se acompañan de deficiencia de insulina absoluta o relativa, depleción de volumen intravascular y anomalías del equilibrio acidobásico. Tanto la DKA como el HHS existen a lo largo de un continuo de hiperglucemia con cetosis o sin ella Ambos trastornos se acompañan de complicaciones potencialmente graves si no se diagnostican y tratan con oportunidad. CETOACIDOSIS DIABÉTICA Manifestaciones clínicas En el cuadro siguiente se indican los signos y síntomas físicos de la DKA, que suelen desarrollarse en plazo de 24 h. La DKA puede ser el complejo sintomático inicial que culmina en el diagnóstico de DM tipo 1, pero ocurre con mayor frecuencia en personas que experimentan diabetes establecida. A menudo la náusea y vómito son prominentes, y su presencia en un individuo diabético justifica la valoración de laboratorio en busca de DKA. El dolor abdominal puede ser intenso y simular pancreatitis aguda o estallamiento de víscera. La hiperglucemia produce glucosuria, disminución de volumen y taquicardia. Puede ocurrir hipotensión a causa de la deficiencia de volumen combinada con vasodilatación periférica Dos signos clásicos de este trastorno son respiración de Kussmaul y aliento afrutado (por acidosis metabólica y aumento de los cuerpos cetónicos). El letargo y depresión del sistema nervioso central pueden evolucionar hasta el coma en caso de DKA grave pero deben inducir de inmediato la valoración en busca de otros motivos del trastorno del estado mental (infección, hipoxia, etc.). En niños se observa con mayor frecuencia edema cerebral, que es una complicación extremadamente grave de la DKA. En la exploración física deben buscarse signos de infección, que pueden desencadenar DKA, incluso en ausencia de fiebre. Otro factor precipitante es la isquemia hística (cardiaca, cerebral). La omisión de insulina debido a un desorden alimenticio puede desencadenar en ocasiones DKA Fisiopatología La DKA es el resultado de déficit relativo o absoluto de insulina combinado con exceso de hormonas antagonistas (glucagón, catecolaminas, cortisol y hormona del crecimiento). Para que se desarrolle una DKA es especialmente necesaria la combinación de déficit de insulina y exceso de glucagón. El descenso de la proporción entre insulina y glucagón incrementa la gluconeogénesis, glucogenólisis y formación de cuerpos cetónicos en el hígado, además de incrementar el suministro al hígado de sustratos procedentes de la grasa y el músculo (ácidos grasos libres, aminoácidos). Los marcadores de inflamación (citocinas, proteína C reactiva) están elevados tanto en DKA como en HHS. La cetosis es el resultado de un incremento notable de los ácidos grasos libres procedentes de los adipocitos, con el resultado de un desplazamiento hacia la síntesis hepática de los cuerpos cetónicos. El descenso de los valores de insulina, combinado con elevaciones de catecolaminas y hormona del crecimiento, aumenta la lipólisis y la liberación de ácidos grasos libres. En el pH fisiológico, los cuerpos cetónicos existen en forma de cetoácidos, que son neutralizados por bicarbonato. Al agotarse los depósitos de bicarbonato sobreviene la acidosis metabólica. A ella contribuye también el aumento de la producción de ácido láctico. El incremento de los ácidos grasos libres aumenta la producción hepática de VLDL. La eliminación de estas últimas también se encuentra disminuida por la menor actividad de la lipasa de lipoproteína sensible a insulina. La intensidad de la hipertrigliceridemia puede ser suficiente para provocar pancreatitis. El desencadenante de la DKA es el aumento de las necesidades de insulina, como sucede en caso de enfermedades concomitantes Esto puede deberse a omisión del paciente ambulatorio o del personal sanitario cuan do un paciente esta hospitalizado. Los pacientes que emplean dispositivos de infusión de insulina con insulina de acción corta tienen más potencial de DKA, porque incluso una breve interrupción del suministro de insulina (p. ej., a causa de una avería mecánica) provoca rápidamente un déficit de insulina. Anomalías de laboratorio y diagnóstico Es fundamental diagnosticar a tiempo la DKA, lo que permite iniciar el tratamiento con rapidez. La DKA se caracteriza por hiperglucemia, cetosis y acidosis metabólica (con aumento del desequilibrio aniónico) además de algunas otras alteraciones metabólicas secundarias. En ocasiones está elevada sólo en grado mínimo la glucosa sérica. Es frecuente que el bicarbonato sérico sea <10 mmol /L. El pH arterial oscile entre 6.8 y 7.3, dependiendo de la gravedad de la acidosis. El potasio sérico esté ligeramente elevado, como consecuencia de la acidosis También están disminuidas las reservas totales de sodio, cloruro, fósforo y magnesio, pero su valor sérico no lo refleja con precisión debido a la deshidratación y la hiperglucemia. La disminución del volumen intravascular se refleja en un ascenso del nitrógeno ureico sanguíneo (BUN, blood urea nitrogen) y de la creatinina sérica. Las determinaciones de creatinina sérica pueden estar falsamente elevadas por una interferencia provocada por el acetoacetato También se encuentran a menudo leucocitosis, hipertrigliceridemia e hiperlipoproteinemia. La hiperamilasemia puede sugerir diagnóstico de pancreatitis, sobre todo si se acompaña de dolor abdominal. No obstante, en la DKA la amilasa suele ser de origen salival y no es diagnóstica de Pancreatitis. Si se sospecha pancreatitis debe realizarse determinación de la lipasa sérica. Las concentraciones de sodio sérico están disminuidas como consecuencia de la hiperglucemia [el sodio sérico reduce 1.6 mmol/L (1.6 meq) por cada 5.6 mmol/L (100 mg/100 ml) de ascenso de la glucosa sérica]. Las concentraciones normales de sodio en caso de DKA indican déficit de agua más profundo. En unidades “convencionales”, la osmolalidad sérica calculada [2 × (sodio sérico + potasio sérico) + glucosa plasmática (mg/100 ml)/18 + BUN/2.8] está ligera a moderadamente elevada, aunque en un grado menor que en caso de HHS En la DKA, el cuerpo cetónico hidroxibutirato β se sintetiza tres veces más rápido que el acetoacetato; sin embargo, es éste el que se detecta de manera preferencial con un reactivo de uso frecuente en la detección de cetosis (nitroprusiato). Existen concentraciones importantes de cetonas séricas (por lo común positivas a una dilución de 1:8 o más). A menudo se utiliza una pastilla o barra de nitroprusiato para detectar cetonas en orina; ciertos fármacos, como captoprilo o penicilamina, pueden provocar reacciones falsamente positivas. Los valores séricos o plasmáticos de hidroxibutirato β son los preferidos porque reflejan con más precisión el verdadero valor corporal de cetonas. El espectro de alteraciones metabólicas de la DKA comienza con acidosis ligera, en la cual una hiperglucemia moderada evoluciona hacia parámetros de mayor gravedad. No necesariamente existe correlación estrecha entre el grado de acidosis y la hiperglucemia, porque diversos factores influyen en el nivel de hiperglucemia (ingestión oral, glucosuria). La cetonemia es un dato consistente en la DKA, y la diferencia de la hiperglucemia simple. El diagnóstico diferencial de la cetoacidosis diabética incluye cetoacidosis por inanición, cetoacidosis alcohólica (bicarbonato >15 meq/L) y otras acidosis con aumento del desequilibrio aniónico TRATAMIENTO: Cetoacidosis diabética 1. Confirmar el diagnóstico (glucosa plasmática elevada, cetonas séricas positivas, acidosis metabólica). 2. Ingreso en el hospital; puede ser necesario el internamiento en la unidad de cuidados intensivos para la vigilancia frecuente o si el pH es <7.00 o el paciente ha perdido el estado de alerta. 3. Valorar: Electrólitos séricos (K+, Na+, Mg2+, Cl–, bicarbonato, fosfato) Estado acidobásico (pH, HCO3 – , PCO2, hidroxibutirato β) Función renal (creatinina, excreción urinaria) 4. Reemplazar líquidos: 2 a 3 L de solución salina al 0.9% durante las primeras 1 a 3 h (15 a 20 ml/kg/h); de manera subsecuente, solución salina al 0.45% a la dosis de 250 a 500 ml/h; cambiar a solución glucosada al 5% con solución salina al 0.45% a la dosis de 150 a 250 ml/h cuando la glucosa plasmática llegue a 200 mg/100 ml (11.2 mmol/L). 5. Administrar insulina de acción corta: IV (0.1 unidades/kg) y acto seguido 0.1 unidades/kg/h en solución IV continua; aumentar dos a tres veces la dosis si no hay reacción en un plazo de 2 a 4 h. Si la concentración sérica inicial de potasio es <3.3 mmol/L (3.3 meq/L), no administrar insulina hasta que la concentración de potasio se haya corregido. Si el potasio sérico al inicio es >5.2 mmol/L (5.2 meq/L), no suplementar K+ hasta que el potasio se haya corregido. 6. Valorar al paciente: Investigar qué precipitó la crisis (no cumplió con el tratamiento, infección, traumatismo, infarto, consumo de cocaína). Iniciar la investigación apropiada del suceso precipitante (cultivos, CXR, ECG). 7. Cuantificar la glucosa capilar cada 1 a 2 h; Cuantificar los electrólitos (en particular K+, bicarbonato, fosfato) y el desequilibrio aniónico cada 4 h las primeras 24 h. 8. Vigilar la presión arterial, pulso, respiraciones, estado mental e ingreso y egreso de líquidos cada 1 a 4 h. 9. Reemplazar K+: 10 meq/h cuando el K+ plasmático sea <5.0 a 5.2 meq/L (o de 20 a 30 meq/L de líquidos de infusión), se normalicen el ECG, la excreción de orina y la creatinina urinaria; administrar 40 a 80 meq/h cuando el K+ plasmático sea <3.5 meq/L o si se administra bicarbonato. 10. Continuar con todo lo anterior hasta que el paciente se estabilice, se obtenga la glucemia deseada 8.3 a 13.9 mmol/L (150 a 250 mg/100 ml) y se haya resuelto la acidosis. La posología de la insulina puede disminuirse hasta 0.05 a 0.1 U/kg/h 11. Administrar insulina de acción prolongada tan pronto como el paciente vuelva a comer. Permitir la superposición entre la venoclisis de solución de insulina y la inyección subcutánea de ésta. Para el éxito del tratamiento de la DKA es crucial vigilar de cerca al paciente y revalorarlo con frecuencia, a fin de asegurarse de la mejoría del paciente y de las alteraciones metabólicas. Se deben registrar en una gráfica las variaciones cronológicas de las constantes vitales, los ingresos y egresos de líquidos y los parámetros analíticos en función de la insulina administrada. ESTADO HIPEROSMOLAR HIPERGLUCÉMICO Manifestaciones clínicas El paciente prototípico en estado hiperosmolar hiperglucémico (HHS) es un anciano con DM tipo 2 con antecedentes de varias semanas de duración con poliuria, pérdida de peso y disminución del consumo oral que culminan en confusión mental, letargo o coma. Los datos de la exploración física reflejan deshidratación grave e hiperosmolalidad así como hipotensión, taquicardia y trastorno del estado mental. Ausencia de síntomas como náusea, vómito, dolor abdominal y la respiración de Kussmaul característica de la DKA Con frecuencia el HHS es precipitado por una enfermedad concurrente grave, como infarto del miocardio o apoplejía. Otros factores precipitantes frecuentes son septicemia, neumonía y otras infecciones, y se debe investigar su presencia. Asimismo pueden contribuir al desarrollo de este trastorno padecimientos debilitantes (apoplejía previa o demencia) o situaciones sociales que obstaculizan el consumo de agua. Fisiopatología El déficit relativo de insulina y el aporte insuficiente de líquidos son las causas que subyacen al HHS. El déficit de insulina aumenta la producción hepática de glucosa (a través de la glucogenólisis y gluconeogénesis) y altera la utilización de glucosa en el músculo esquelético. La hiperglucemia induce una diuresis osmótica que provoca disminución del volumen intravascular, que se exacerba aún más por el aporte insuficiente de líquidos. No se comprende por completo la ausencia de cetosis en el HHS. Es posible que el déficit insulínico sea sólo relativo y menos grave que en el caso de la DKA. En algunos estudios se han encontrado concentraciones más bajas de hormonas contrarreguladoras y de ácidos grasos libres en el HHS que en la DKA. También es posible que el hígado sea menos capaz de sintetizar cuerpos cetónicos o que el cociente insulina/ glucagon no favorezca la cetogénesis. Anomalías de laboratorio y diagnóstico Las más destacadas son la hiperglucemia marcada [la glucosa plasmática puede ser >55.5 mmol/L (1 000 mg/100 ml)], la hiperosmolalidad (>350 mosm/L) y la hiperazoemia prerrenal. El sodio sérico cuantificado puede ser normal o ligeramente bajo a pesar de la notable hiperglucemia. El sodio sérico corregido suele estar aumentado [se añade 1.6 meq al sodio cuantificado por cada 5.6 mmol/L (100 mg/100 ml) de incremento en la glucosa sérica]. A diferencia de lo que sucede en la DKA, no suele haber acidosis ni cetonemia, o éstas son leves. Puede haber una discreta acidosis con desequilibrio aniónico secundario al aumento del ácido láctico. Si existe cetonuria moderada se debe a la inanición. Valores de laboratorio en los estados hiperosmolares hiperglucémicos (HHS) (valores representativos en el momento de la presentación) Glucosa,a mmol/L (mg/100 ml ) 33.3–66.6 (600–1 200) Potasio Normal Magnesio Normal Cloruro Normal Fosfato Normal Creatinina Moderadamente ↑ Osmolalidad, mosm/ml 330–380 Cetonas plasmáticas +/− Bicarbonato sérico, meq/L Normal o ligeramente↓ pH arterial >7.3 PCO2 arterial, mm Hg Normal Desequilibrio aniónico Normal o ligeramente↑ TRATAMIENTO: Estado hiperosmolar hiperglucémico La disminución de volumen y la hiperglucemia son características destacadas en el HHS. Es crucial la vigilancia cuidadosa del estado de hidratación, valores de laboratorio y velocidad del goteo intravenoso de insulina. Es necesario buscar y tratar en forma enérgica problemas de base o desencadenantes. Al principio, la reposición de volumen debe estabilizar el estado hemodinámico del paciente (1 a 3 L de solución salina normal a 0.9% en el transcurso de las primeras 2 a 3 h). Si el sodio sérico es mayor de 150 mmol/L (150 meq/L) se debe emplear solución salina a 0.45%. Una vez lograda la estabilidad hemodinámica, la administración de líquidos intravenosos se orienta a compensar el déficit de agua libre empleando líquidos hipotónicos (inicialmente solución salina a 0.45% y después dextrosa al 5% en agua. El déficit de agua libre calculado (que en promedio es de 9 a 10 L) debe corregirse por uno a dos días (velocidades de infusión de soluciones hipotónicas de 200 a 300 ml/h). Suele ser necesario reponer potasio, guiándose por determinaciones séricas repetidas. En aquellos pacientes que toman diuréticos el déficit de potasio puede ser bastante grande e ir acompañado de déficit de magnesio. La rehidratación y la expansión de volumen disminuyen inicialmente la glucosa plasmática, pero también se necesita insulina. Un régimen razonable de HHS inicia con la administración endovenosa rápida de insulina (en bolo) de 0.1 unidades/kg seguidas por goteo endovenoso, con un ritmo constante de 0.1 unidades/ kg/h. Si no hay disminución de la hiperglucemia se aumenta al doble la velocidad de goteo de la solución con insulina. Se agrega glucosa a la solución IV si la glucemia disminuye a 13.9 a 16.7 mmol/L (250 a 300 mg/100 ml) y se reduce la velocidad de goteo de la insulina a 0.05 a 0.1 unidades/kg/h. La infusión de insulina se continúa hasta que el paciente reinicia la dieta y puede recibir un régimen de insulina subcutánea. El paciente debe ser dado de alta con tratamiento insulínico, aunque en algunos casos se puede intentar más tarde la administración de antidiabéticos orales. COMPLICACIONES CRÓNICAS DE LA DM Las complicaciones crónicas de la DM pueden afectar muchos sistemas orgánicos y son causa de gran parte de la morbilidad y mortalidad que acompañan a este trastorno. Las complicaciones crónicas pueden dividirse en vasculares y no vasculares ver cuadro siguiente El riesgo de complicaciones crónicas aumenta en función de la duración e intensidad de la hiperglucemia; suelen hacerse evidentes en el transcurso del segundo decenio de la hiperglucemia. Como la DM tipo 2 puede tener un periodo prolongado de hiperglucemia asintomática, muchos individuos con DM tipo 2 presentan complicaciones en el momento del diagnóstico. Las complicaciones microangiopáticas de las DM tipos 1 y 2 son el resultado de la hiperglucemia crónica. Se sospecha que existe una vulnerabilidad genética al desarrollo de determinadas complicaciones Las pruebas de que la hiperglucemia crónica sea un factor causal en el desarrollo de complicaciones macrovasculares, son menos concluyentes. Sin embargo, los casos de arteriopatía coronaria y la mortalidad son dos a cuatro veces mayores en pacientes con DM tipo 2. Otros factores (dislipidemia e hipertensión) desempeñan también funciones importantes en las complicaciones macrovasculares. MECANISMOS DE LAS COMPLICACIONES Para explicar el modo en que la hiperglucemia podría provocar las complicaciones crónicas de la diabetes se han propuesto cuatro teorías principales que no se excluyen mutuamente. Primera teoría Propone que el aumento de la concentración intracelular de glucosa da por resultado productos avanzados terminales de la glucosilación (AGE, advanced glycosylation end products) por la vía de la glucosilación no enzimática de proteínas intracelulares y extracelulares. Se ha demostrado que los AGE forman enlaces cruzados entre proteínas (p. ej., colágeno, proteínas de la matriz extracelular), aceleran la ateroesclerosis, promueven la disfunción glomerular, reducen la síntesis de óxido nítrico, inducen disfunción endotelial y alteran la composición y estructura de la matriz extracelular La concentración sérica de AGE guarda relación con la glucemia, y estos productos se acumulan a medida que disminuye la tasa de filtración glomerular. Una segunda teoría Se basa en la observación de que la hiperglucemia aumenta el metabolismo de la glucosa a través de la vía del sorbitol (cuando la glucosa intracelular está aumentada, parte de ella se biotransforma en sorbitol por acción de la aldosa reductasa). El aumento de las concentraciones de sorbitol altera el potencial oxidorreductor, incrementa la osmolalidad celular, genera especies reactivas de oxígeno y es probable que provoque otros tipos de disfunción celular. Una tercera hipótesis Propone que la hiperglucemia incrementa la formación de diacilglicerol, lo que da por resultado activación de la proteína cinasa C (PKC, protein kinase C). Entre otras acciones, la PKC modifica la transcripción de los genes de fibronectina, el colágeno de tipo IV, las proteínas contráctiles y las proteínas de matriz extracelular de las células endoteliales y las neuronas. Una cuarta teoría Plantea la posibilidad de que la hiperglucemia aumente el flujo por la vía de la hexosamina con generación de glucosa- 6-fosfato, sustrato para la glucosilación ligada a O y la producción de proteoglucano. La vía de la hexosamina puede trastornar la función al glucosilar proteínas como sintasa endotelial del óxido nítrico o al producir cambios en la expresión génica del factor transformador del crecimiento beta (TGF-β, transforming growth factorbeta) o del inhibidor del activador de plasminógeno 1 (PAI-1, plasminogen activator inhibitor-1). Los factores de crecimiento parecen desempeñar una función importante en las complicaciones relacionadas con la DM, y su producción se encuentra incrementada por la mayor parte de estas vías propuestas El factor del crecimiento endotelial vascular A (VEGF-A, vascular endotelial growth factor A) está incrementado localmente en la retinopatía diabética proliferativa, y disminuye después de la fotocoagulación con rayo láser. El factor transformador del crecimiento beta (TGF-β, transforming growth factor-beta) está aumentado en la nefropatía diabética y estimula la producción de colágeno y fi bronectina por las células mesangiales en la membrana basal. Se ha sugerido que también desempeñan una función en las complicaciones relacionadas con la DM otros factores del crecimiento, como factor del crecimiento derivado de las plaquetas, factor del crecimiento epidérmico, factor I del crecimiento similar a la insulina, hormona del crecimiento, factor básico del crecimiento de fibroblastos e incluso la insulina. Un posible mecanismo unificador consiste en que la hiperglucemia propicia la producción de especies reactivas de oxígeno o superóxido en las mitocondrias; estos compuestos pueden activar todas las vías descritas con anterioridad. Aunque la hiperglucemia actúa como factor desencadenante inicial de las complicaciones de la diabetes, aún no se sabe si entran en operación los mismos procesos fisiopatológicos en todas las complicaciones, o si predominan vías determinadas en ciertos órganos. CONTROL DE LA GLUCEMIA Y COMPLICACIONES El Diabetes Control and Complications Trial (DCCT) proporcionó la prueba definitiva de que la reducción de la hiperglucemia crónica puede evitar muchas de las complicaciones tempranas de la DM tipo 1. La mejora del control glucémico redujo la retinopatía no proliferativa y proliferativa (47% de reducción), la microalbuminuria (39% de reducción), la nefropatía clínica (54% de reducción) y la neuropatía (60% de reducción). COMPLICACIONES OFTALMOLÓGICAS DE LA DIABETES MELLITUS En Estados Unidos, la DM es la primera causa de ceguera entre los 20 y 74 años de edad. La importancia de este problema viene refrendada por el hecho de que los diabéticos tienen 25 veces más probabilidad de convertirse en sujetos legalmente ciegos que quienes no padecen DM. La ceguera es en esencia el resultado de la retinopatía diabética progresiva y del edema macular de importancia clínica. La retinopatía se clasifica en dos fases: Proliferativa No proliferativa. La retinopatía diabética no proliferativa Suele ocurrir hacia el final del primer decenio de enfermedad o al principio del segundo y se caracteriza por microaneurismas vasculares retinianos, manchas hemorrágicas y exudados algodonosos avanza a una enfermedad más amplia, que incluye alteraciones del calibre de las venas, alteraciones microvasculares intrarretinianas y microaneurismas y hemorragias más numerosos. La retinopatía diabética tiene como consecuencia hemorragias diseminadas, exudados amarillos y neovascularización. Este paciente tiene vasos neoformados que proliferan desde el disco óptico y que requieren fotocoagulación panretiniana con láser urgente. La retinopatía no proliferativa ligera avanza a una enfermedad más amplia, que incluye alteraciones del calibre de las venas, alteraciones microvasculares intrarretinianas y microaneurismas y hemorragias más numerosos. Los mecanismos fisiopatológicos que se invocan en la retinopatía no proliferativa comprenden pérdida de pericitos retinianos, aumento de la permeabilidad vascular retiniana, alteraciones del flujo sanguíneo retiniano y microvasculatura retiniana anormal, todos los cuales pueden provocar isquemia de la retina. La neovascularización en respuesta a la hipoxia retiniana constituye el sello de la retinopatía proliferativa diabética Estos vasos neoformados pueden aparecer en el nervio óptico, la mácula, o ambos, y se rompen con facilidad, provocando hemorragia vítrea, fibrosis y, en último término, desprendimiento de retina. No todos los individuos con retinopatía no proliferativa avanzan a la forma proliferativa, pero cuanto más grave es la enfermedad no proliferativa mayor es la probabilidad de que evolucione a retinopatía proliferativa en el plazo de cinco años. Esto crea una oportunidad clara de detección precoz y de tratamiento de la retinopatía diabética. Puede ocurrir edema macular clínicamente importante cuando sólo existe retinopatía no proliferativa. La angiografía con fluoresceína resulta a menudo útil para detectar el edema macular que se asocia a una probabilidad de 25% de pérdida visual moderada en el transcurso de los tres años siguientes. Los mejores factores de predicción del desarrollo de retinopatía son la duración de la DM y el control de la glucemia; también la hipertensión es un factor de riesgo. Se encuentra retinopatía no proliferativa en muchos individuos que han sufrido DM por más de 20 años (incidencia de 25% en cinco años y de 80% en 15 años de evolución de la DM tipo 1). Aunque existe susceptibilidad genética a la retinopatía, su influencia sobre el desarrollo de ésta es menor que la duración de la DM o el grado de control glucémico. TRATAMIENTO El tratamiento más eficaz de la retinopatía diabética es la prevención. El control intensivo de la glucosa y de la presión arterial retrasa el desarrollo o disminuye el avance de la retinopatía tanto en sujetos con DM tipo 1 como de tipo 2. De forma paradójica, durante los primeros seis a 12 meses de mejora del control glucémico, la retinopatía diabética establecida puede empeorar de manera transitoria. Por fortuna, esta progresión es temporal, y a largo plazo el buen control de la glucemia se asocia con menor retinopatía. Los individuos con retinopatía conocida deben ser considerados para fotocoagulación profiláctica cuando inician el tratamiento intensivo. Una vez que existe retinopatía avanzada, la mejora del control glucémico tiene menos beneficios, aunque la atención oftalmológica adecuada puede evitar la mayor parte de las cegueras. Son esenciales las exploraciones oculares cuidadosas efectuadas con regularidad en todos los pacientes con DM. La mayor parte de los casos de oftalmopatía diabética se pueden tratar con buenos resultados si se identifican de manera oportuna. Son inadecuadas las exploraciones oftalmológicas sin dilatación pupilar efectuadas por el médico general o especialista en diabetes para identificar estos casos, que requieren la intervención de un oftalmólogo para la asistencia óptima de tales problemas. La fotocoagulación con láser tiene mucho éxito en preservar la visión La retinopatía proliferativa suele tratarse mediante fotocoagulación panretiniana con láser, mientras que el edema macular se trata con fotocoagulación focal con láser. El tratamiento más eficaz de la retinopatía diabética es la prevención. El control intensivo de la glucosa y de la presión arterial retrasa el desarrollo o disminuye el avance de la retinopatía tanto en sujetos con DM tipo 1 como de tipo 2. COMPLICACIONES RENALES DE LA DIABETES MELLITUS En Estados Unidos, la nefropatía diabética es la primera causa de nefropatía en etapa terminal (ESRD), y una de las primeras causas de morbilidad y mortalidad relacionada con la DM. La microalbuminuria y la macroalbuminuria en individuos con DM se acompañan de un mayor peligro de enfermedad cardiovascular. Los individuos con nefropatía diabética casi siempre tienen retinopatía. La patogenia de la nefropatía diabética está relacionada con la hiperglucemia crónica. Los mecanismos a través de los cuales la hiperglucemia crónica conduce a la ESRD, aunque no totalmente definidos, involucran los efectos de factores solubles (factores de crecimiento, angiotensina II, endotelina, AGE), alteraciones hemodinámicas en la microcirculación renal (hiperfiltración o hiperperfusión glomerular, aumento de la presión capilar glomerular) y alteraciones estructurales en el glomérulo (aumento de la matriz extracelular, engrosamiento de la membrana basal, expansión mesangial, firosis). La evolución natural de la nefropatía diabética se caracteriza por una sucesión bastante predecible de acontecimientos hipoperfusión glomerular e hipertrofia renal en los primeros años que siguen al inicio de la DM. En los primeros cinco años de DM ocurren engrosamiento de la membrana basal glomerular, hipertrofia glomerular y expansión del volumen mesangial. Después de cinco a 10 años de DM tipo 1, ∼40% de los individuos empieza a excretar pequeñas cantidades de albúmina en la orina. La microalbuminuria se define como La eliminación de 30 a 299 mg/día de albúmina en la orina colectada durante 24 h, o la concentración de creatinina de 30 a 299 μg/mg en una muestra de orina marcada (método preferido). macroalbuminuria ( albmina >300 mg/día o >300 μg/mg de creatinina) La nefropatía que se desarrolla en la DM tipo 2 difiere de la de tipo 1 en los siguientes aspectos: 1) puede haber microalbuminuria o macroalbuminuria en el momento en que se diagnostica la DM tipo 2 2) es más frecuente que la microalbuminuria o la macroalbuminuria vaya acompañada de hipertensión en la DM tipo 2 3) la microalbuminuria puede ser menos predictiva de la nefropatía diabética y de la progresión a macroalbuminuria en la DM tipo 2. En la DM tipo 2 la albuminuria puede ser secundaria a factores no relacionados con la DM, como hipertensión, Insuficiencia cardiaca congestiva (CHF, congestive heart failure), afección prostática o infección. Ocurre también acidosis tubular renal de tipo IV (hipoaldosteronismo hiporreninémico) en la DM tipo 1 o 2. Estas personas desarrollan tendencia a la hiperpotasemia, que puede exacerbarse por ciertos fármacos [en particular inhibidores de la ACE) y antagonistas de los receptores de angiotensina. TRATAMIENTO Como parte de la atención integral contra la enfermedad se debe buscar microalbuminuria desde fase temprana, en que pueden emprenderse tratamientos eficaces. Entre las intervenciones que son eficaces para lentificar la evolución de microalbuminuria a macroalbuminuria se encuentran: 1) normalización de la glucemia; 2) control estricto de la presión arterial, 3) administración de inhibidores de la ACE, o de los antagonistas de los receptores de angitensina( ARB). Es importante tratar también la dislipidemia. La mejora del control glucémico reduce la velocidad de aparición y avance de la microalbuminuria en ambos tipos de diabetes. Durante la fase de declive de la función renal pueden disminuir las necesidades de insulina, porque esta hormona se degrada en el riñón. Además, muchos fármacos para disminuir la glucosa (sulfonilureas y metformina) están contraindicados en la insuficiencia renal avanzada. Se debe mantener la presión arterial <130/80 mmHg en diabéticos. Disminución del consumo de proteínas en los diabéticos con microalbuminuria (0.8 a 1.0 g/kg al día) o con macroalbuminuria (<0.8 g/kg al día). Debe considerarse el envío con el nefrólogo si la GFR estimada es <60 ml/min por 1.743 m2. Una vez que surge la macroalbuminuria, la posibilidad de ESRD es alta. La hemodiálisis en los diabéticos se acompaña de complicaciones más frecuentes como hipotensión (por neuropatía autonómica o pérdida de la taquicardia refleja), un acceso más difícil a vasos, y la evolución acelerada de retinopatía. La ateroesclerosis es la causa principal de fallecimiento en diabéticos sometidos a diálisis y habrá que tratar intensivamente la hiperlipidemia El trasplante renal de un donante vivo emparentado es el tratamiento preferido, pero obliga a la inmunodepresión por largo tiempo. NEUROPATÍA Y DIABETES MELLITUS Aparece en casi 50% de las personas con cualquiera de las dos variantes de la enfermedad de larga evolución. Se puede manifestar en la forma de polineuropatía y como mononeuropatía, neuropatía autonómica o ambas. Factores adicionales de riesgo son el índice de masa corporal (cuanto mayor es el índice, más grande es el peligro de neuropatía) y el tabaquismo. La presencia de enfermedad cardiovascular, incremento de triglicéridos e hipertensión también están asociados con la neuropatía periférica de origen diabético. Se pierden las fibras nerviosas mielínicas y amielínicas. Los signos clínicos de la neuropatía de origen diabético son similares a los de otras neuropatías y por ello el diagnóstico de tal complicación diabética se hará solamente después de descartar otras causas posibles Ocurren hiperestesias, parestesias y disestesias Los síntomas consisten en sensación de adormecimiento, hormigueo, pinchazos o ardor quemante que se inicia en los pies y se extiende en sentido proximal. En algunos de estos individuos sobreviene dolor neuropático precedido, ocasionalmente, por mejoría de su control de la glucemia. El dolor por lo regular afecta de manera característica las extremidades inferiores, suele percibirse en reposo y empeora por la noche. La exploración física descubre pérdida de la sensibilidad, pérdida del reflejo del tobillo y sentido anormal de la proporción. La polirradiculopatía diabética es un síndrome caracterizado por dolor incapacitante situado en el territorio de distribución de una o más raíces nerviosas. Puede ir acompañado de debilidad motora. La radiculopatía intercostal o de tronco provoca dolor en el tórax o abdomen. La afección del plexo lumbar o el nervio femoral puede causar dolor en el muslo o la cadera y acompañarse de debilidad motora en los flexores o extensores de la cadera (amiotrofia diabética). Neuropatía vegetativa (autónoma) Los pacientes con DM tipo 1 o 2 de larga evolución pueden presentar signos de disfunción vegetativa que afectan los sistemas colinérgico, noradrenérgicos y peptidérgicos (péptidos como polipéptido pancreático, sustancia P, etc.) Las neuropatías vegetativas que afectan al aparato cardiovascular tienen el potencial de provocar taquicardia de reposo e hipotensión ortostática. Es probable que la gastroparesia y las dificultades de vaciamiento de la vejiga estén relacionadas con la neuropatía vegetativa de la DM. La disfunción del sistema nervioso simpático puede producir hiperhidrosis de las extremidades superiores y anhidrosis de las inferiores. En este último caso es posible que ocurran sequedad de piel y grietas, de modo que aumenta el riesgo de úlceras en los pies. La neuropatía autónoma puede reducir la liberación de hormonas de la contrarregulación (en especial catecolaminas), lo que conlleva incapacidad para detectar adecuadamente la hipoglucemia (hipoglucemia inadvertida;), por lo cual el paciente queda expuesto a un riesgo de hipoglucemia grave y se complican los esfuerzos por lograr un mejor control glucémico. TRATAMIENTO Se debe lograr un mejor control de la glucemia, que mejorará la velocidad de conducción nerviosa, pero no necesariamente los síntomas de neuropatía diabética. Los intentos de mejorar el control de la glucemia pueden frustrarse por efecto de la neuropatía vegetativa y la hipoglucemia inadvertida. Es importante combatir los factores de riesgo de que surja neuropatía, como hipertensión e hipertrigliceridemia. La clave del tratamiento es evitar las neurotoxinas (alcohol) y tabaco, administrar suplementos vitamínicos contra posibles deficiencias (B12, folato), y dar apoyo sintomático. La neuropatía crónica y dolorosa de origen diabético es difícil de combatir, pero puede mejorar con antidepresivos (tricíclicos como amitriptilina, desipramina, nortriptilina, imipramina o inhibidores de la recaptación selectiva de noradrenalina y serotonina como la duloxetina) o anticonvulsivos (gabapentina, pregabalina, carbamazepina o lamotrigina). ESTUDIO DEL PACIENTE ANAMNESIS Se debe realizar una historia médica completa con especial énfasis en aspectos de importancia en la diabetes como peso, antecedentes familiares de diabetes y sus complicaciones, factores de riesgo para enfermedad cardiovascular, ejercicio, tabaquismo y consumo de alcohol. Los síntomas de hiperglucemia comprenden poliuria, polidipsia, pérdida de peso, cansancio, debilidad, visión borrosa, infecciones superficiales frecuentes (vaginitis, micosis cutáneas) y cicatrización lenta de las lesiones cutáneas tras pequeños traumatismos. Las alteraciones metabólicas están relacionadas fundamentalmente con la hiperglucemia (diuresis osmótica) y con el estado catabólico del paciente (pérdida de glucosa y de calorías por la orina, destrucción muscular por la degradación de proteínas y disminución de la síntesis proteínica). La visión borrosa es consecuencia de variaciones en el contenido de agua del cristalino y se resuelve una vez controlada la hiperglucemia. Las complicaciones crónicas pueden afectar varios aparatos y sistemas, y un paciente puede presentar todos, algunos o ningún síntoma relacionados con las complicaciones de la DM. Además, se debe buscar la presencia de comorbilidad relacionada con la diabetes (enfermedad cardiovascular, hipertensión, dislipidemia). EXPLORACIÓN FÍSICA Efectuar una exploración física completa prestar especial atención peso corporal o índice de masa corporal, exploración de la retina, presión arterial ortostática, exploración del pie, pulsos periféricos y lugares de inyección de insulina. La presión arterial que pasa de 130/80 mmHg en los individuos diabéticos se considera hipertensión. La exploración cuidadosa de las extremidades inferiores debe buscar indicios de enfermedad arterial periférica (pulsos pedios), neuropatía periférica, callos, micosis superficiales, afección ungueal y deformidades del pie, como dedos en martillo o en garra y pie de Charcot, con el fin de identificar los lugares de posible ulceración. La sensibilidad vibratoria (con un diapasón a 128 MHz en la base del dedo gordo del pie) y la capacidad de detectar el contacto con un monofilamento (de 5.07, 10-g), la sensibilidad al pinchazo con un alfiler, la valoración de reflejos aquilianos y el umbral de percepción de la vibración (utilizando un biotesiómetro) son útiles para detectar una neuropatía diabética moderadamente avanzada. Como en la diabetes son frecuentes los trastornos periodontales, también se deben explorar los dientes y las encías. CLASIFICACIÓN DE LA DM EN UN PACIENTE INDIVIDUAL Los pacientes con DM tipo 1 tienden a presentar las siguientes características: 1) comienzo de la enfermedad antes de los 30 años de edad; 2) hábito corporal delgado; 3) necesidad de insulina como tratamiento inicial; 4) propensión al desarrollo de cetoacidosis, y 5) aumento del riesgo de otros trastornos autoinmunitarios como enfermedad tiroidea autoinmunitaria, insuficiencia suprarrenal, anemia perniciosa y vitíligo. Las personas con DM tipo 2 a menudo presentan los siguientes rasgos: 1) desarrollo de la diabetes después de los 30 años de edad; 2) habitualmente son obesas (80% son obesas, pero los ancianos pueden ser delgados); 3) tal vez no precisen de insulina al comienzo, y 4) pueden tener trastornos asociados como resistencia a la insulina, hipertensión, enfermedad cardiovascular, dislipidemia o síndrome del ovario poliquístico. ESTUDIOS DE LABORATORIO El estudio de laboratorio debe evaluar en primer lugar si el paciente cumple los criterios diagnósticos de DM y después el grado de control glucémico Además de la valoración de laboratorio (analítica) habitual se deben hacer pruebas de detección sistemática de procesos asociados a la DM (p. ej., microalbuminuria, dislipidemia, disfunción tiroidea). En sujetos con alto riesgo de enfermedad cardiovascular se deben realizar pruebas de detección sistemática de cardiopatía isquémica asintomática con las pruebas de esfuerzo (ergometrías) cardiacas apropiadas, si están indicadas. TRATAMIENTO A LARGO PLAZO Los objetivos del tratamiento de la DM tipo 1 o 2 son: 1) eliminar los síntomas relacionados con la hiperglucemia, 2) eliminar o reducir las complicaciones de microangiopatía o macroangiopatía a largo plazo y 3) permitir al paciente un estilo de vida tan normal como sea posible. Para lograr estos objetivos, el médico debe identificar una meta de control glucémico en cada paciente, proporcionarle los recursos de educación y fármacos para lograr este nivel, y vigilar y tratar las complicaciones relacionadas con la DM. Los síntomas de la diabetes suelen resolverse cuando la glucosa plasmática es <11.1 mmol/L (200 mg/100 ml), y por tanto la mayor parte del tratamiento de la enfermedad se centra en lograr el segundo y tercer objetivos. La atención del paciente con DM tipo 1 o 2 requiere un equipo interdisciplinario. Para el éxito de este equipo es fundamental la participación del paciente, de sus aportaciones y de su entusiasmo, todos ellos esenciales para un tratamiento óptimo de la diabetes. Además, cuando surgen las complicaciones de la diabetes son fundamentales subespecialistas con experiencia en las complicaciones de la enfermedad (como neurólogos, nefrólogos, cirujanos vasculares, cardiólogos, oftalmólogos y podólogos). Objetivos terapéuticos en adultos diabéticos Índice Cifra como objetivo Control de la glucemia A1C Glucosa plasmática capilar en fase preprandial Glucosa plasmática capilar en fase posprandial (pico) Presión arterial <7.0c 3.9 a 7.2 mmol/L (70 a 130 mg/100 ml ) <10.0 <1.7 mmol/L (<180 mg/ 100 ml) <130/80 Lípidos Lipoproteína de baja densidad <2.6 mmol/L (<100 mg/100 ml) Lipoproteína de alta densidad >1 mmol/L (>40 mg/100 ml varones >1.3 mmol/L (50 mg/100 ml) en mujeres Triglicéridos <1.7 mmol/L (<150 mg/100 ml ) EDUCACIÓN DEL PACIENTE SOBRE DM, NUTRICIÓN Y EJERCICIO El paciente con DM tipo 1 o 2 debe recibir educación sobre nutrición, ejercicio, atención a la diabetes durante otras enfermedades y fármacos que disminuyen la glucosa plasmática. La educación del paciente permite a los diabéticos asumir mayores cuotas de responsabilidad en su autocuidado. El control de la glucemia mejora gracias al contacto frecuente entre la persona y el grupo encargado del tratamiento de la enfermedad. Nutrición El tratamiento nutricional médico (MNT, medical nutrition therapy) es un término empleado por la ADA para describir la coordinación óptima del consumo calórico con otros aspectos del tratamiento de la diabetes (insulina, ejercicio, adelgazamiento). La prevención primaria en el MNT se orienta a evitar o retrasar el inicio de DM tipo 2 en sujetos de alto riesgo (obesos o con prediabetes), al alentar el adelgazamiento. Las medidas de prevención secundaria del MNT se orientan a evitar o retrasar las complicaciones propias de la diabetes en los enfermos de este mal al mejorar el control de la glucemia. Las medidas de prevención terciaria se dirigen a tratar las complicaciones propias de la diabetes (enfermedad cardiovascular, nefropatía). Por ejemplo, en individuos con diabetes y nefropatía crónica se limita el consumo de proteínas a 0.8 g/kg de peso corporal al día. El MNT en personas con diabetes y enfermedades cardiovasculares debe incorporar principios dietéticos propios de pacientes no diabéticos, con enfermedades cardiovasculares. El objetivo del MNT en el diabético tipo 1 es coordinar y acompañar el aporte calórico, tanto en el tiempo como en la cantidad, con la dosis apropiada de insulina. El MNT y la autovigilancia de la glucosa se deben integrar en la DM tipo 1 para definir el régimen óptimo de insulina. La ADA alienta a los enfermos y a quienes los cuidan a utilizar el recuento de carbohidratos o sistemas de intercambio para calcular el contenido de nutrientes de una comida o un bocadillo. Con base en el estimado del contenido de carbohidratos de una comida, hecho por el propio paciente, por empleo de la proporción de insulina/carbohidratos, se calcula la dosis de la hormona para administrar en forma directa, correspondiente a una comida o un bocadillo. El MNT debe ser lo suficientemente flexible para permitir el ejercicio, y la pauta de insulina debe permitir desviaciones en el aporte calórico. Un componente importante del MNT en la DM tipo 1 es reducir al mínimo el aumento de peso que a menudo acompaña al tratamiento intensivo. Los objetivos del MNT en la DM tipo 2 deben enfocarse en la pérdida de peso y abordar la prevalencia mucho mayor de factores de riesgo (hipertensión, dislipidemia, obesidad) y de enfermedad cardiovascular en esta población. La mayoría de estos individuos son obesos, y se sigue aconsejando la pérdida de peso, que debe continuar siendo un objetivo importante. Las dietas hipocalóricas y la pérdida discreta de peso (5 a 7%) con frecuencia provocan un descenso rápido e impresionante de la glucosa en individuos con DM tipo 2 de inicio reciente. El MNT en la DM tipo 2 debe hacer énfasis en reducción discreta de las calorías (pocos carbohidratos o poca grasa), disminución del consumo de grasas y aumento de la actividad física. El aumento del consumo de fibra soluble dietética puede mejorar el control de la glucemia en diabéticos tipo 2. La pérdida de peso y ejercicio mejoran la insulinorresistencia. Ejercicio El ejercicio tiene múltiples beneficios, entre ellos disminución del riesgo cardiovascular y de la presión arterial, conservación de la masa muscular, reducción de la grasa corporal y pérdida de peso. Tanto en la DM tipo 1 como en la DM tipo 2, el ejercicio también es útil para disminuir la glucosa plasmática (durante el ejercicio y después de él) y aumentar la sensibilidad a la insulina. En los diabéticos, la ADA recomienda cada semana 150 min (distribuidos como mínimo en tres días) de ejercicios aeróbicos. El régimen ergométrico también debe incluir ejercicios contra resistencia. A pesar de los beneficios que produce, el ejercicio plantea desafíos a los individuos que experimentan DM porque carecen de los mecanismos glucorreguladores normales (la insulina disminuye y el glucagón aumenta durante el ejercicio). El músculo esquelético es un lugar importante de consumo de combustible metabólico en reposo, y con el aumento de la actividad muscular durante el ejercicio aerobio enérgico las necesidades de combustible aumentan mucho. Los diabéticos tipo 1 son propensos tanto a la hiperglucemia como a la hipoglucemia durante el ejercicio, dependiendo de las concentraciones de glucosa plasmática previas al ejercicio, las concentraciones de insulina circulante y el nivel de catecolaminas inducido por el ejercicio. Para evitar la hiperglucemia o la hipoglucemia que ocurre después de ejercicio, las personas con DM tipo 1 deben: 1) cuantificar su glucemia antes del ejercicio, durante el mismo y después de realizado; 2) diferir la práctica de ejercicio si la glucemia es >14 mmol/L (250 mg/100 ml) y aparecen cetonas; 3) si la glucemia es <5.6 mmol/L (100 mg/100 ml), se ingieren carbohidratos antes del ejercicio; 4) vigilar la concentración de glucosa en sangre durante el ejercicio e ingerir carbohidratos para evitar la hipoglucemia 5) disminuir las dosis de insulina (con base en la experiencia previa) previo al ejercicio e inyectarse insulina en una zona que no sea ejercitada, y 6) aprender a conocer las respuestas individuales de la glucosa a los diferentes tipos de ejercicio y aumentar la ingestión de alimentos por hasta 24 h después de éste, dependiendo de su intensidad y duración. VIGILANCIA DEL GRADO DE CONTROL DE LA GLUCEMIA La vigilancia óptima del control de la glucemia implica la realización de mediciones de glucosa plasmática por el paciente y la valoración del control a largo plazo por el médico. Tales determinaciones son complementarias: las llevadas a cabo por el paciente proporcionan una panorámica del control glucémico a corto plazo, mientras que la A1C refleja el control medio de la glucemia a lo largo de los dos a tres meses previos. Autovigilancia de la glucemia La autovigilancia de la glucemia (SMBG, self-monitoring of blood glucose) es la norma de la atención de la diabetes y permite al paciente controlar su glucemia en cualquier momento. Se debe individualizar la frecuencia de la SMBG adaptándola a los objetivos del tratamiento. Los pacientes con DM tipo 1 o 2, que utilizan múltiples inyecciones de insulina, deben cuantificar su glucemia entre tres y más veces al día para calcular y seleccionar los bolos de insulina de acción corta de las comidas y modificar las dosis de insulina de acción prolongada. La mayoría de los diabéticos tipo 2 requieren determinaciones menos frecuentes. Las cetonas son indicadores de cetoacidosis diabética incipiente y deben cuantificarse en pacientes con DM tipo 1 cuando su concentración sanguínea de glucosa es sostenidamente >16.7 mmol/L (300 mg/100 ml), durante una enfermedad concurrente, o cuando experimentan síntomas como náusea, vómito o dolor abdominal. Se prefiere la cuantificación en sangre de hidroxibutirato β sobre las pruebas en orina basadas en el nitroprusiato, que determinan sólo acetoacetato y acetona. Valoración del control de la glucemia a largo plazo La determinación de la glucohemoglobina es el método habitual de valoración del control glucémico a largo plazo. Cuando la glucosa plasmática está elevada de manera sistemática, aumenta la glucosilación no enzimática de la hemoglobina; tal alteración refleja la historia de la glucemia en los dos o tres meses previos, porque la supervivencia media de los hematíes es de 120 días (la glucemia del mes previo contribuye con sólo 50% al valor de A1C) TRATAMIENTO Diabetes mellitus tipos 1 y 2 FIJACIÓN DE UN OBJETIVO DE CONTROL GLUCÉMICO La normoglucemia o una glucemia casi normal es el objetivo, de control en la mayoría de los pacientes. Sin importar el grado de hiperglucemia, la mejora del control glucémico disminuirá el riesgo de complicaciones diabéticas El objetivo de control glucémico (reflejado por la A1C) se debe individualizar, y el profesional de la salud debe establecer las metas del tratamiento junto con el paciente después de considerar varios aspectos médicos, sociales y del estilo de vida. La ADA sugiere que el objetivo glucémico es alcanzar A1C lo más cercana a lo normal, como sea posible, minimizando el riesgo de hipoglucemia significativa. En términos generales, la cifra por alcanzar con A1C debe ser <7.0% DIABETES MELLITUS TIPO 1 El objetivo es diseñar y poner en marcha pautas de insulinoterapia que imiten la secreción fisiológica de insulina. Dado que en la DM tipo 1 se carece de producción endógena parcial o total de ésta, la administración de insulina basal exógena es esencial para regular la degradación de glucógeno, la gluconeogénesis, la lipólisis y la cetogénesis. De manera similar, el tratamiento sustitutivo con insulina posprandial debe ser adecuado para la ingestión de carbohidratos y promover un empleo y almacenamiento normales de la glucosa. Tratamiento intensivo El tratamiento intensivo de la diabetes tiene como finalidad lograr la euglucemia o una glucemia casi normal. Los beneficios del tratamiento intensivo de la diabetes y la mejoría del control glucémico comprenden disminución de las complicaciones microangiopáticas de la DM y posible retraso o disminución de las complicaciones macroangiopáticas, que persiste después de un periodo de casi normoglucemia. En pacientes con DM tipo 1 recién diagnosticada se recomienda el tratamiento intensivo porque puede prolongar el periodo de producción de péptido C, lo que suele redundar en un mejor control glucémico y reducción en el riesgo de hipoglucemia grave. Preparaciones de insulina Las insulinas se clasifican en hormonas de acción corta o de acción larga Propiedades de las preparaciones de insulina Preparado Inicio, h Efecto máximo (pico), h Duración efectiva , h De acción corta Aspart <0.25 0.5–1.5 3–4 Glulisina <0.25 0.5–1.5 3–4 Lispro <0.25 0.5–1.5 3–4 Simple (regular) 0.5–1.0 2–3 4–6 Preparado Inicio, h Efecto máximo (pico), h Duración efectiva , h De acción larga Detemir 1–4 —a Hasta 24 Glargina 1–4 —a Hasta 24 NPH 1–4 6–10 10–16 Preparado Inicio, h Efecto máximo (pico), h Duración efectiva , h Combinaciones de insulina El esquema 75/25 incluye 75% de lispro protamina y 25% de Lispro <0.25 1.5 h Hasta 10-16 El esquema 70/30 incluye 70% de aspart protamina y 30% de Aspart <0.25 1.5 h Hasta 10-16 Preparado Inicio, h Efecto máximo (pico), h Duración efectiva , h Combinaciones de insulina El esquema 50/50 incluye 50% de lispro protamina con 50% de lispro <0.25 1.5 h 0.5–1 Doble Hasta 10-16 El esquema 70/30 incluye 70% de NPH y 30% de insulina Simple 10–16 Regímenes de insulina En todos los regímenes, las insulinas de acción prolongada (NPH, glargina o detemir) ofrecen las concentraciones basales necesarias, en tanto que los tipos regular, aspart, glulisina y lispro proporcionan la insulina prandial. Los análogos de insulina de acción corta deben inyectarse poco antes (antes de 20 min) de una comida, o exactamente después de ella; la insulina simple se aplica 30 a 45 min antes de la comida. Un inconveniente de los regímenes actuales de insulina es que ésta penetra inmediatamente en la circulación general, mientras que la insulina endógena se segrega en el sistema venoso porta. Por tanto, la insulina exógena expone al hígado a dosis infrafisiológicas de insulina. En general, los diabéticos tipo 1 requieren 0.5 a 1 U de insulina/kg/día repartida en varias dosis, y alrededor de 50% de la insulina se da como insulina basal. El término regímenes insulínicos con múltiples componentes denota la combinación de insulina basal y la que se administra de manera inmediata en bolos (insulina de acción corta, preprandial). El horario y la dosis de la presentación preprandial de acción corta se modifican para acomodar los resultados de SMBG, el consumo previsto de alimentos y la actividad física Dichos regímenes hacen que la persona con DM tipo 1 tenga mayor flexibilidad en su estilo de vida y mejores posibilidades de alcanzar una situación cercana a la normoglucemia. Un régimen de este tipo que se incluye consiste en insulina basal con glargina o detemir y lispro preprandial, glulisina o insulina aspart. La dosis de insulina aspart, glulisina o lispro se basa en algoritmos individualizados que integran elementos como la glucosa preprandial y el consumo previsto de carbohidratos. Otro régimen con múltiples componentes consiste en utilizar insulina NPH a la hora de acostarse, una dosis pequeña de la misma insulina en el desayuno (20 a 30% de la dosis nocturna) y una insulina preprandial de acción corta. Se utilizan variaciones de este régimen, pero tienen la desventaja de que NPH alcanza un pico significativo de tal forma que se torna más frecuente la aparición de hipoglucemia. Un régimen de uso frecuente comprende inyecciones de NPH dos veces al día, mezclada con una insulina de acción corta, antes del desayuno y la cena. En estos regímenes por lo común se aplican dos tercios de la dosis diaria total en la mañana (aproximadamente dos tercios se administran en la forma de insulina de acción larga, y un tercio de acción corta) y un tercio antes de la cena (en promedio la mitad se aplica en la forma de insulina de acción prolongada y la otra mitad de corta acción). El inconveniente del régimen anterior es que plantea un programa rígido al paciente, en término de actividades de la vida diaria y del contenido y horario de comidas. El régimen es una forma sencilla y eficaz de evitar la hiperglucemia profunda, pero no genera un control cercano a lo normal en muchas personas con DM tipo 1. La infusión subcutánea continua de insulina (CSII, continuous subcutaneous insulin infusion) constituye un régimen muy eficaz para la persona con DM tipo 1 DIABETES MELLITUS TIPO 2 Los objetivos del tratamiento en la DM tipo 2 son similares a los del tipo 1. Aunque el control glucémico suele dominar el tratamiento de la DM tipo 1, la atención del paciente tipo 2 debe prestar atención también al tratamiento de los trastornos asociados con este tipo de diabetes (obesidad, hipertensión, dislipidemia, patología cardiovascular) y a la detección y tratamiento de las complicaciones específicas de la diabetes. Hasta 20 a 50% de los sujetos recién diagnosticados con DM tipo 2 pueden presentar complicaciones específicas de este trastorno. Tiene importancia capital la reducción del riesgo cardiovascular, porque ésta es la primera causa de muerte en tales pacientes. Se iniciarán en forma simultánea los intentos para alcanzar las cifras de referencia de la presión arterial y las concentraciones de lípidos junto con las intervenciones hipoglucemiantes. Entre las estrategias farmacológicas para tratar la DM tipo 2 se encuentran los fármacos hipoglucemiantes orales, insulina y otros medicamentos que mejoren el control de la glucemia. Fármacos hipoglucemiantes Los hipoglucemiantes orales que actúan en diversos procesos fisiopatológicos en ese tipo de DM. Tales fármacos, con base en sus mecanismos de acción, se subdividen en los que incrementan la secreción de insulina, los que disminuyen la producción de glucosa, los que mejoran la sensibilidad a la insulina y los que intensifican la acción de GLP-1 En ocasiones el hipoglucemiante inicial es la insulina en la DM tipo 2. Biguanidas La metformina es representativa de esta clase de fármacos; disminuye la producción hepática de glucosa y mejora ligeramente la utilización periférica de ese azúcar, activa a la cinasa de proteínas dependiente de AMP e ingresa a la célula a través de transportadores de cationes orgánicos Reduce asimismo la glucosa plasmática y la insulina en ayunas, mejora el perfil lipídico y promueve una discreta pérdida de peso. La dosis inicial de 500 mg una o dos veces al día puede incrementarse a 1 000 mg dos veces al día. es eficaz como monoterapia y puede utilizarse en combinación con otros fármacos orales o con insulina. El principal efecto tóxico de la metformina, la acidosis metabólica, es poco común y se puede evitar seleccionando de manera cuidadosa a los pacientes. Las concentraciones de vitamina B12 disminuyen casi 30% durante el tratamiento con metformina. Este fármaco no se debe emplear en pacientes con insuficiencia renal (GFR <60 ml/ min), cualquier forma de acidosis, insuficiencia cardiaca congestiva, hepatopatía o hipoxia grave. Secretagogos de insulina: fármacos que afectan al conducto de K+ sensible a ATP Los secretagogos de insulina estimulan la secreción de ésta a través de la interacción con el conducto de potasio sensible a trifosfato de adenosina (ATP) de la célula beta. Estos fármacos son más eficaces en la DM tipo 2 de inicio relativamente reciente (<5 años), que tienen una producción endógena residual de insulina. Las sulfonilureas de primera generación (cloropropamida, tolazamida, tolbutamida tienen semivida más prolongada, mayor incidencia de hipoglucemia, interacciones farmacológicas más frecuentes y se utilizan poco en la actualidad. Las sulfonilureas de segunda generación tienen inicio de acción más rápido y una mejor cobertura del ascenso posprandial de la glucosa, pero la semivida más corta de algunos de estos fármacos hace necesaria más de una dosis al día. Las sulfonilureas reducen tanto la glucosa en ayunas como la posprandial, y el tratamiento se debe iniciar con dosis bajas, incrementándolas a intervalos de una a dos semanas con base en la autovigilancia; en general, aumentan la insulina de manera inmediata y por tanto deben tomarse poco antes de las comidas; con el tratamiento crónico, la liberación de insulina es más prolongada. La glimepirida y la glipizida se pueden administrar en una sola dosis al día y se les prefiere en vez de la gliburida. Estos fármacos, en especial los de acción prolongada, tienen el potencial de provocar hipoglucemia profunda y persistente, particularmente en ancianos. Gran parte de las sulfonilureas se metabolizan en el hígado (algunas activas) a compuestos que se eliminan por el riñón. Algunas sulfonilureas tienen interacciones importantes con otros fármacos como alcohol, warfarina, ácido acetilsalicílico, cetoconazol, inhibidores de la glucosidasa α y fluconazol. La repaglinida y la nateglinida No son sulfonilureas pero también interactúan con el conducto de potasio sensible a ATP. A causa de su semivida corta, suelen administrarse con cada comida o inmediatamente antes, para reducir las oscilaciones de la glucosa relacionadas con las tomas de alimento. Secretagogos de insulina: Fármacos que intensifican las señales del receptor GLP-1 Las “incretinas” amplifican la secreción de insulina estimulada por la glucosa Los agonistas al receptor de GLP-1 intensifican la secreción de insulina estimulada por glucosa, suprimen el glucagon y lentifican el vaciamiento gástrico. El tratamiento con estos fármacos debe de iniciar con una dosis baja para evitar los efectos adversos iniciales; el factor limitante es la náusea. La exenatida está aprobada como monoterapia y para ser combinada con metformina, sulfonilureas y tiazolidinedionas. No deben utilizarse en pacientes que reciben insulina. Los principales efectos adversos son náusea, vómito y diarrea; durante la vigilancia de datos con exenatida se ha reportado pancreatitis y disminución de la función renal. Inhibidores de la glucosidasa αlfa Reducen la hiperglucemia posprandial retrasando la absorción de glucosa; no afectan a la utilización de glucosa ni a la secreción de insulina Estos fármacos, tomados inmediatamente antes de cada comida, reducen la absorción de glucosa inhibiendo la enzima que desdobla los oligosacáridos en azúcares simples en la luz intestinal. El tratamiento se debe iniciar con una dosis baja (25 mg de acarbosa o de miglitol) con la comida de la tarde aumentándolo a una dosis máxima a lo largo de semanas a meses (50 a 100 mg de acarbosa o 50 mg de miglitol en cada comida). Los principales efectos secundarios (diarrea, flatulencia, distensión abdominal) están relacionados con el aumento de la llegada de oligosacáridos al colon y se pueden disminuir hasta cierto punto con un incremento gradual de la dosis. Tiazolidinedionas (troglitazona, rosiglitazona y la pioglitazona) Estos fármacos reducen la resistencia a la insulina mediante la unión al receptor nuclear. Las concentraciones de insulina circulante disminuyen cuando se administran tiazolidinedionas, lo que indica reducción de la resistencia a esa hormona. El intervalo terapéutico para la pioglitazona es de 15 a 45 mg/día en una sola dosis, y el de la rosiglitazona, de 2 a 8 mg/día en una sola toma o repartidos en dos dosis. Dichos fármacos están contraindicados en sujetos con hepatopatía Se ha demostrado que las tiazolidinedionas inducen la ovulación en mujeres premenopáusicas que padecen síndrome de ovario poliquístico. Insulinoterapia en la DM tipo 2 Se debe considerar la insulina como tratamiento inicial en la DM tipo 2, sobre todo en sujetos delgados o en los que sufrieron una pérdida de peso intensa, en personas con nefropatía o hepatopatía de base, que impiden el empleo de antidiabéticos orales, en sujetos hospitalizados o en pacientes con enfermedad aguda. La insulinoterapia termina siendo necesaria en un porcentaje sustancial de diabéticos tipo 2 por la naturaleza progresiva del trastorno y el déficit relativo de insulina que se desarrolla en la DM de larga evolución. Como la secreción endógena de insulina continúa y ésta puede ofrecer aún cierta cobertura del consumo calórico durante las comidas, la administración de insulina exógena suele iniciarse con una dosis única de preparados insulínicos de acción prolongada (0.3 a 0.4 U/kg/día) administrados antes del desayuno (NPH) y en la cena, o inmediatamente antes de acostarse (NPH, glargina, detemir). Como la hiperglucemia en ayunas y la producción hepática incrementada de glucosa son aspectos prominentes de la DM tipo 2. La insulina administrada a la hora de dormir ha tenido más eficacia que la dosis matutina única. La insulina glargina a la hora de dormir causa menos hipoglucemia nocturna que la NPH. Algunos médicos prefieren una dosis inicial fija relativamente baja de insulina de acción larga (15 a 20 unidades) para disminuir la posibilidad de hipoglucemia en el periodo de tratamiento inicial ajustando la posología de la insulina en incrementos de 10% con base en los resultados de las valoraciones de glucosa realizadas por el propio paciente. Puede emplearse la insulina de acción larga tanto matutina como a la hora de dormir en combinación con fármacos orales reductores de la glucosa. Elección del hipoglucemiante inicial El valor de hiperglucemia identificado debe influir en la decisión del tratamiento inicial. Los pacientes con hiperglucemia leve a moderada [FPG <11.1 a 13.9 mmol/L (200 a 250 mg/100 ml)] suelen responder bien a un solo hipoglucemiante oral Quienes experimentan hiperglucemia más grave [FPG >13.9 mmol/L (250 mg/100 ml)] pueden responder de manera parcial, pero es poco probable que logren la normoglucemia con monoterapia oral. Puede aplicarse un criterio escalonado que consiste en empezar con un solo fármaco y añadir otro para lograr la glucemia deseada Se puede utilizar insulina como fármaco terapéutico inicial en los individuos que experimentan hiperglucemia grave [FPG >13.9 a 16.7 mmol/L (250 a 300 mg/100 ml)] o en los que tienen síntomas por la hiperglucemia. Este criterio se basa en la suposición de que el control más rápido de la glucemia reducirá la “toxicidad de la glucosa” para las células insulares, mejorará la secreción de insulina endógena y posiblemente permitirá que los fármacos hipoglucemiantes orales sean más eficaces. Consideraciones para elección 1) Los secretagogos de insulina, biguanidas, agonistas del receptor GLP-1 y tiazolidinedionas mejoran el control de la glucemia en un grado similar (reducción de la A1C de 1 a 2%) y son más eficaces que los inhibidores de la glucosidasa α y los inhibidores DPP-IV; 2) Suponiendo un grado similar de mejoría de la glucemia, no se ha demostrado que un grupo de fármacos concreto tenga ventajas, y cualquier tratamiento que mejore el control de la glucemia es beneficioso. 3) los segretagogos de insulina, los agonistas del receptor GLP-1, los inhibidores DPPIV y los inhibidores de la glucosidasa α comienzan a disminuir la glucemia de inmediato, mientras que los efectos hipoglucemiantes de biguanidas y tiazolidinedionas se retrasan varias semanas; 4) no todos los fármacos son eficaces en todos los pacientes con DM tipo 2 (fracaso primario) 5) biguanidas, inhibidores de la glucosidasa α, agonistas del receptor GLP-1, inhibidores de DPP-IV y tiazolidinedionas no provocan hipoglucemia directamente. 6) La mayoría de los pacientes terminará por necesitar más de un grupo de antidiabéticos orales o insulina, lo que refleja la naturaleza progresiva de la DM tipo 2; 7) la duración del control glucémico es discretamente menor con gliburida en comparación con metformina o rosiglitazona. La experiencia clínica acumulada con sulfonilureas y metformina es considerable, porque han estado disponibles por varios decenios. Un algoritmo terapéutico razonable para la fase inicial incluye la metformina como fármaco de inicio, por su eficacia, su perfil sabido de reacciones adversas y su costo relativamente bajo. Tratamiento de combinación con fármacos hipoglucemiantes Diversas combinaciones de fármacos terapéuticos logran buenos resultados en la DM tipo 2, y sus dosis en combinación son las mismas que cuando se usan solos. Los mecanismos de acción del primer y del segundo fármaco son diferentes, razón por la cual el efecto en el control de la glucemia suele ser aditivo. Si no se alcanza un control adecuado con la combinación de dos hipoglucemiantes (basado en revaloración de A1C cada tres meses) habrá que agregar un tercer fármaco o insulina basal La insulinoterapia se torna necesaria conforme la DM tipo 2 entra en la fase de deficiencia relativa de dicha hormona (como se observa en la DM de larga duración) y es anunciada por el control glucémico inadecuado, con uno o dos hipoglucemiantes orales. Se utiliza la insulina sola o en combinación en individuos que no alcanzan el objetivo glucémico. Una sola dosis de insulina de acción prolongada aplicada a la hora de acostarse es eficaz en combinación con metformina. La dosis de insulina diaria necesaria puede alcanzar gran magnitud (1 a 2 U/kg al día), conforme disminuya la producción endógena de insulina y persista la resistencia a dicha hormona. Lineamientos para la atención médica continua de los diabéticos • Autovigilancia de la glucemia (frecuencia individualizada) • Determinaciones de A1C (2-4 veces al año) • Educación del paciente sobre tratamiento de la diabetes (anual) • Tratamiento nutricional médico y educación nutricional (anual) • Exploración ocular (anual) • Exploración del pie (1-2 veces al año por el médico; diaria por el paciente) • Prueba de detección de nefropatía diabética • Medición de la presión arterial (trimestral) • Perfil lipídico y creatinina sérica (GFR calculada) (anual) • Inmunizaciones contra la gripe (influenza) y neumococo • Considerar tratamiento antiplaquetario CASO CLINICO ANAMNESIS Paciente de sexo femenino de 76 años que ingresa en el servicio de urgencias por deterioro progresivo de su nivel de conciencia. Su familia refiere que en los últimos dos meses ha presentado de forma progresiva nicturia, incontinencia urinaria, poliuria, polidipsia, astenia y pérdida de peso. En la última semana, su deterioro es más evidente: somnolencia y disminución del nivel de conciencia. En los últimos días prácticamente no ha ingerido líquidos ni sólidos ANTECEDENTES PERSONALES Hipertensión arterial (HTA) en tratamiento con Enalapril. Fibrilación auricular en tratamiento con anticoagulantes orales. No presenta antecedentes de macrosomía fetal ni diabetes gestacional. Menopausia a los 55 años. Presentó glucemia de ayunas alterada en análisis realizados hace unos 10 meses, (confirmada por prueba de tolerancia oral a la glucosa (PTOG)). EXAMEN FISICO Presión Arterial: 100/60 mmHg (al momento de la consulta). Temperatura: 38ºC Frecuencia Cardíaca: 100 l/pm Sequedad intensa de piel y mucosas No se observa desviación de comisura, ni ptosis palpebral (con esto se descarta posible Accidente Cerebrovascular (ACV). Se ordena placa de tórax, electrocardiograma (ecg) y exámenes de laboratorio mostrando los siguientes resultados: PLACA DE TORAX: Índice cardiotoráxico normal. Ausencia de infiltrados pulmonares. ECG: Fibrilación auricular LABORATORIO RESULTADO RANGO DE REFERENCIA Hemograma Eritrocitos 4.2 x 106/ μl 4.1-5.2 Hematocrito 40 % 36-41 Hemoglobina 13,3 g/dl 12-14 Leucocitos 17 000 / μl 4-11 Fórmula Leucocitaria Neutrófilos no segmentados 2% Neutrófilos segmentados 87 % 43 – 65 Eosinófilos 0% 1–3 Basófilos 0% 0–1 Linfocitos 10 % 21 – 46 1% 5 – 12 Monocitos Química Glucemia 1086 mg/dl 70 – 110 Uremia 80 mg/dl 15 – 49 Creatinina sérica 1.5 mg/dl 0,55– 1,02 Cetonemia Negativa Negativa Examen de Orina Completa Examen Fisicoquímico PH 6 5,0 – 7,0 Densidad 1,024 1,038 kg/l 1,016 a Proteinuria 0,15 g/l 0.00-0.15 Glucosuria 70 g/l Negativo Hemoglobina Negativo Negativo Cetonuria Positivo (+) Negativo Bilirrubina Negativo Negativo Urobilinógeno Negativo Negativo Nitritos Positivo (++) Negativo Examen microscópico del sedimento urinario Hematíes 1-3 0-3/ cpo (40X) Leucocitos Abundante 0-3/ cpo (40X) Piocitos Regular No se observan Microorganismos Regular No se observan Células Epiteliales Escasas No se observan Cilindros Hialinos Escasos No se observan Cilindros granulosos No se observan No se observan Cilindros Grasos No se observan No se observan Cilindros Céreos anchos No se observan No se observan Cuerpos grasos ovales No se observan No se observan Cristales No se observan No se observan Estado Acido Base (sangre arterial) pH: 7,39 7,35 – 7,45 pCO2 37 mmHg 35 – 45 HCO3 22 mEq/l 22 – 26 150 mEq/l 135– 145 5,2 mEq/l 3,5– 5,0 Ionograma Sodio Plasmático Potasio Plasmático Cloruro 116 mEq/l 92-106 CUESTIONARIO ¿Qué puede concluir respecto al resultado de la glucemia en el momento de la internación y a sus antecedentes de glucemia de ayuna alterada? ¿Cuál sería la razón del aumento de la creatinina y urea plasmáticas? ¿Qué información brinda el hemograma de la paciente? Analice los datos del sodio plasmático y potasio plasmático medidos en el Ionograma La osmolalidad efectiva de la paciente ¿Qué información brinda la misma? ¿Qué conclusiones puede realizar frente a los resultados del estado Acido Base? ¿Qué conclusiones se pueden realizar frente al examen fisicoquímico de la orina completa? Analice el examen microscópico observado en el sedimento urinario Con los datos presentados por el laboratorio, la placa de tórax y el examen físico de la paciente, ¿qué diagnóstico podría sugerir? ¿Qué diferencias existe entre este cuadro clínico y la cetoacidosis diabética (CAD)?