Subido por Fernando Correa

El proceso orientador en la tutorìa universitaria

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RELACIÓN ENTRE EL PROCESO ORIENTADOR Y EL PROCESO
ENSEÑANZA-APRENDIZAJE
El proceso orientador debe coincidir con el proceso didáctico, de lo contrario
produciría una superposición de actividades sin eficacia en los resultados y con
probabilidades de interferencia. Todo proceso didáctico sigue una secuencia que se
concreta con una programación y su consecuente realización en el aula, para
concluir con el análisis y comprobación de las adquisiciones a través de la
evaluación. En el proceso de orientación escolar, esta evaluación es un indicador
necesario para establecer pautas y propuestas orientadoras, ya que toda
problemática del alumno se canaliza y estudia desde la perspectiva de los procesos
en los que está inserto por su situación escolar. Por ello, una vez realizados todos
los estudios necesarios para disponer de un conocimiento inicial del estudiante, a
través de diversos procedimientos técnicos y un diagnóstico pronóstico de sus
circunstancias, con sus correspondientes análisis ecológicos y anamnésicos, se
debe hacer confluir el proceso orientador con el didáctico, interrelacionando el
conocimiento del alumno y su contexto con lo manifestado en el ámbito de los
procesos escolares (instructivos, socializadores, madurativos).
En ese momento, y desde una doble perspectiva, didáctica y orientadora, es posible
establecer una propuesta de continuidad que, según el alumno, se diferenciará
como reeducación, refuerzo o recuperación, ampliación o mantenimiento; y que,
según el área o campo de actuación y el estilo del centro educativo, será más o
menos exigente. El seguimiento y control de lo propuesto repercutirá tanto en un
mejor conocimiento del alumno {proceso orientador) como en un adecuado sistema
de enseñanza (proceso didáctico), buscando siempre un mejor ajuste de los
aprendizajes (Lázaro y Asensi, 1987).
PRINCIPIOS DE LA ORIENTACIÓN Y LA ACCIÓN TUTORIAL
La relación dinámica entre orientación y acción tutorial se logra si tomamos en
cuenta los siguientes principios:
a. La orientación y la acción tutoría! no son una tarea puntúa!, sino todo un
proceso continuo y sistemático que va a acompañar a la persona en su
proceso formativo. Es decir, se convierte en un componente básico y
fundamental de la educación.
b. La función tutorial y la función educativa tiene como objetivo principal la
formación integral de la persona.
c. Debe atenderá la diversidad, es decir, tendrá que dar respuesta a !a
heterogeneidad cada vez mayor que se encuentra en las aulas, debido a la
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problemática persona! y educativa (problemas emocionales, el alumno
desmotivado, el alumno con déficits, el alumno superdotado, etc.) y a la
problemática derivada 'de las diferencias sociales y culturales, diferencias
lingüísticas, inadaptación y marginación, entre otras. Esto va a exigir una
adaptación curricular, una metodología diferenciada y una educación
personalizada.
d. La orientación y la tutoría ha de ser asumida en equipo con la participación
de diversos agentes. En primer lugar los tutores y los profesores, con el
asesoramiento y el apoyo técnico, si es posible, del especialista en
psicopedagogía.
La dificultad surge cuando se comprueba que normalmente no es el mismo tutor
que acompaña al alumno durante todo su proceso educativo y, en consecuencia,
no puede llevar a cabo una ayuda y seguimiento longitudinal durante el tiempo que
dura su etapa formativa.
Para paliar esta situación se propone una solución que consistiría en llevar a cabo
la estructuración y planificación de la tutoría y de la orientación en sus dimensiones
vertical (para todos los cursos) y horizontal (para todos los tutores y profesores de
un mismo curso) para todo el centro educativo. Con ello, conseguiríamos una
mínima coordinación y coherencia de ia acción tutorial y orientadora de iodo la
institución educativa, sabiendo qué es lo que se ha de hacer en cada momento.
Rodríguez Espinar (1993) señala tres principios de la orientación:
a. Principio de prevención. Supone actuaciones de tipo proactivo, se busca
actuar antes de que sucede o surja el problema. La prevención pretende
reducir los riesgos de inadaptación mejorando las condiciones existentes en
el ambiente educativo.
b. Principio de desarrollo. Este principio implica una orientación que "•"
atienda a todos los aspectos del desarrollo humano. Supone considerar al
individuo en un continuo crecimiento y la orientación como un proceso
continuo dirigido al desarrollo integral de la persona. La orientación se ocupa
de los momentos críticos, los desajustes, conflictos, situaciones especiales,
y está presente siempre que implica acomodaciones del alumno al cambio.
c. Principio de intervención social. Según este principio la orientación no sólo
ha de tener en cuenta e! contexto en que se realiza, sino también la
probabilidad de intervenir sobre el propio contexto. La actividad orientadora
estará dirigida a la modificación de aspectos concretos de! contexto.
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Asimismo, la orientación, desde esta perspectiva tratará de ayudar al alumno
a tomar conciencia sobre los obstáculos que se le presentan en su contexto
y le dificultan el logro de sus objetivos personales, para que pueda afrontar
el cambio necesario de dichos obstáculos.
LA RELACIÒN DE ORIENTACIÒN Y LA FUNCIÒN TUTORIAL (2)
El establecimiento de la relación de orientación debe estar precedido de ciertas
disposiciones básicas que dirijan la actuación del orientador en el ejercicio de su
función y que faciliten el logro de los objetivos del proceso.
Dentro de las diversas opiniones que se registran acerca de esta problemática, tres
son las actitudes que con mayor frecuencia son citadas por los .expertos de las
diversas especialidades de la orientación como básicas en todo orientador eficiente,
estas son: aceptación, comprensión y sinceridad.
Estas disposiciones actitudinales deben estar presentes a manera de condiciones
estructurales de la personalidad del orientador y no ser simples formas .externas .y
superficiales de desempeñar un rol, debiendo expresarse de manera integrada y
permanente en accionar del auténtico orientador profesional.
Con cierta frecuencia, especialmente al empezar a desempeñarse como orientador,
puede resultar difícil y complejo integrar, adecuadamente estas tres actitudes de
aceptación, comprensión y sinceridad.
Los esfuerzos de quien se prepara para aprender a escuchar o "dejar de escuchar,
decir o dejar de decir", al actuar profesionalmente como orientador, entran en
conflicto con sus maneras comunes y habituales de expresión.
Para llegar a ser un genuino orientador se requiere emprender un cambio en sí
mismo dirigido a adquirir una adecuada orientación personal. Entrenarse como
orientador no significa tan sólo adquirir ciertas habilidades nuevas, sino, por el
contrario, exige poner en orden las propias actitudes y formas de comunicación
interpersonal, de tal forma que éstas se manifiesten de manera espontánea y
natural, como expresiones de las estructuras internas de la personalidad.
Aceptación
Cari Rogers desde un enfoque no directivo describe la actitud de aceptación como
un "miramiento positivo incondicional" indicando que ésta es una forma de
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considerar al orientado como una persona de mérito y dignidad con derecho a tomar
sus decisiones.
(2) Tomado de separata del Diplomado Tutoría y Orientación Educativa. Universidad Ricardo Palma en el año 2002. Americo
Bibolini T.
Se postula que cuando el orientado experimenta la actitud de aceptación en la
relación de orientación, es probable que empiece a aceptarse mejor a sí mismo y
los demás, señalándose que una vez que va aceptándose tal como es, estará en
mejores condiciones de fijar sus propios objetivos de vida y encauzarse hacia ellos.
Siguiendo estos lineamientos, Tyler considera que la aceptación incluye
fundamentalmente dos criterios: Primero una adecuada disposición para permitir a
los individuos ser originales; y segunda, la convicción de que la experiencia
creciente de cada persona es un singular complejo de esfuerzos y sentimientos y
pensamientos. Dentro de estos criterios, el orientador en una posición de aceptación
plena, estima y diferencia lo privativo y singular de cada personalidad en lo que
constituye su individualidad, mostrando un interés real y la debida consideración por
la forma propia de reaccionar.
De un modo más específico, mantener una actitud de aceptación en el proceso de
orientación implica asumir algunas suposiciones básicas. Primero, el orientador
debe comprender que cada persona posee un infinito mérito y dignidad y por tanto
debe ser tratada con el máximo respeto y consideración. La segunda suposición se
refiere al derecho de cada persona de tomar sus propias decisiones y dirigir su
propia vida. Esta suposición se basa en una tercera, todavía más básica: que el
orientado dispone de los recursos o potenciales para elegir inteligentemente y vivir
una vida plena, autodirigido y socialmente útil. Por último, una cuarta suposición
relacionada con las anteriores es que cada persona es responsable de su propia
vida, lo cual implica que el orientador debe asumir que no puede resolver los
problemas por el orientado.
Una auténtica actitud de aceptación debe partir del criterio de que existen dentro del
individuo potenciales de crecimiento que cuando son facilitados a través de la
aceptación permitirán al individuo desarrollar hacia un modelo de personalidad bien
entregada y adaptable, capaz de asumir las elecciones y decisiones más prudentes
de las cuales dependerá su futuro.
Acerca del valor de la aceptación en la relación de orientación, un aspecto de
especial importancia es el que considera que el orientado queda implicado en el
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proceso de orientación cuando experimenta que el orientador realmente se interesa
por lo que él piensa, y siente que éste puede y quiere ayudarlo y que no será
juzgado. Entonces la consulta de orientación empieza en serio y tiene sentido para
él.
Igualmente la actitud de aceptación contribuye a crear un clima psicológico
favorable en la entrevista de orientación; el hecho de que el orientador no reaccione
negativamente hacia el orientado, como es posible que otros hayan reaccionado,
crea una situación adecuada para aprender nuevas respuestas y extinguir los
antiguos comportamientos no adaptables, teniendo también un efecto saludable
sobre las actitudes defensivas. Sentirse aceptado es muy distinto que sentirse a la
defensiva, la aceptación debe generar en el orientado la espontaneidad necesaria
para el logro dé una comunicación positiva y genuina.. Conviene remarcar que una
actitud de aceptación es distinta a la actitud de aprobación, aceptar al orientado, no
significa ni aprobar ni desaprobar lo que dice o siente.
Significa fundamentalmente tomarlo como una persona con derecho a expresarse
y conducirse de un modo propio. Lo que el orientador acepta es la personalidad en
su conjunto, no una faceta de ella. Fácilmente se entiende que la desaprobación de
alguna de las actitudes o ideas del orientado puede darle a éste a entender que no
es aceptado o que sus problemas no son susceptibles .de ayuda retardando la
manifestación de actitudes más apropiadas.
SÍ bien la actitud de aceptación implica el no emitir juicios de valor, no se le puede
confundir ni con la neutralidad en la que se evita asumir una reacción hacia el
orientado, ni igualarla con la simple simpatía, o la conformante tolerancia, pues es
la aceptación una actitud positiva, activa y profunda.
Comprensión
Porter, ha señalado que el concepto de comprensión dentro de un proceso de
orientación puede ser entendido en dos direcciones: comprender diagnósticamente
y comprender terapéuticamente. Comprender diagnósticamente se refiere al
entendimiento tradicional del comportamiento del orientado. Ejemplo de ello es la
información obtenida por medio de tests y la observación para establecer juicios
diagnósticos que serán usados en el planeamiento vocacional, como puede
esperarse, este aspecto de la comprensión permite al orientador describir,
interpretar y predecir la conducta del consultante. Comprender terapéuticamente se
refiere a las reacciones afectivas del consultor que permiten al orientado sentirse
apreciado y estimado.
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Se asume el comprender empáticamente como conocer clara y completamente lo
que el alumno quiere dar a entender dentro de ciertos límites en tanto que no es
necesario ni conveniente que el orientador comprenda al orientado más de lo que
éste se comprende a sí mismo.
En una relación de orientación adecuada es de esperar que la comunicación de los
sentimientos y pensamientos llegue a un máximo dentro de un proceso de mutua
participación, en el que el orientado se comprenda mejor a sí mismo y el orientador
comprenda el cuadro de referencia interno del alumno y se identifique con él. Para
una comprensión de esta índole no basta que se descubran los datos de la vida del
individuo, lo que importa son las actitudes que dan origen, a estos datos, y el modo
cómo la persona los considera y reacciona ante ellos. Es conveniente que el
orientador al estar escuchando, se ubique automáticamente en el lugar del alumno,
intentando percibir los hechos y relaciones como éste los ve y no como los vería un
extraño. Cuando por ejempló un estudiante relata la severidad con que es castigado
por sus padres por faltas leves, puede que lo primero que se trate de comprobar
sean los hechos, pero esto no es orientación. La tarea del orientador en este caso,
es considerar a los padres tal como el alumno los percibe, y comprender racional y
afectivamente la actitud" del orientado.
Un concepto útil para comprender al alumno y ayudar al orientador a asimilar las
actitudes básicas de éste es el del cuadro de referencia interno. Este concepto, se
define como el intento del orientador por percibir al orientado y su mundo tal como
éste lo percibe. Significa en el enfoque de C. Rogers el propósito del orientador de
hacer de hacer que su armazón conceptual concuerde con el del orientado
venciendo las Barrerás del lenguaje, biológicas, socioeconómicas y culturales que
puedan presentarse, y en base a esta concordancia conceptual lograda, expresar
la comprensión empática como un "sentir desde dentro^Cabe destacar que la actitud de auténtica comprensión en los términos que han sido
descritos implica un equilibrio de dimensiones intelectuales y afectivas,
descartándose en estos casos tanto las tendencias a la hiperracionalidad de la
comprensión lógica como los sentimientos de compasión o conmiseración que
debilitan o distorsionan la relación.
Para poder fijar sus metas y objetivos de vida, la persona requiere previamente
conocerse y comprenderse a sí misma y la comprensión que le brinde el orientador
debe facilitarle el logro de este propósito.
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Sinceridad
El proceso de orientación exige un encuadre ético basado fundamentalmente en la
honradez y en la sinceridad.
Se considera la sinceridad del orientador corno un actitud auténtica y genuina en la
que se pone de manifiesto un nivel de congruencia adecuada entre lo que se dice,
siente y hace.
El objetivo de la orientación es lograr que la persona adquiera el mayor
conocimiento de sí mismo, de sus recursos y de sus posibilidades, es decir, un
conocimiento verdadero, y el logro de este objetivo sólo puede darse dentro de una
relación sincera en la que le toca al orientador la función "de tratar de que el
orientado vaya comprendiéndose" a sí mismo, aceptando, sus posibilidades y
limitaciones y así superar las falsas imágenes y conceptos que pueda tener como
consecuencia de seudo-percepciones, distorsiones, falta de información, prejuicios
o mecanismos neuróticos que le impiden aceptar su realidad.
La sinceridad del orientador debe provocar en el orientado una actitud espontánea
en la que se produce lo que C. Rogers denomina una "creciente apertura a la
experiencia" en la que el mundo de la experiencia ya no es amenazador para el
orientado y su imagen de sí mismo es más congruente con el modo en que es visto
por los demás: por lo tanto no necesita defenderse o encubrir su forma de ser.
El orientador no tarda en darse cuenta que si trata de parecer algo que no siente
verdadera y auténticamente, el orientado no tarda en descubrirlo. Esta condición de
sinceridad distingue el diálogo de orientación de la simple conversación social en la
que puede ser frecuente el engaño. Cuando el orientado siente una relación en la
que este engaño no existe, comprende que tiene alguien en quien confiar, entiende
que puede abandonar su fachada y que logrará poco engañando.
Otra condición qué favorece la sinceridad de la relación de orientación es su
carácter confidencial. Aparte de ser sincero en sus actitudes, en la información que
proporciona, y aún en el reconocimiento de sus equivocaciones, el orientador debe
brindarle al orientado la absoluta seguridad de que todo lo que éste diga o haga ha'
de mantenerse en absoluta reserva y que por ninguna razón va a ser difundido a
terceros o utilizado para otros propósitos que no sean los del proceso de ayuda que
se está proporcionando.
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