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Joseph Needham - El Sentido Daoista de La Naturaleza

EL SENTIDO DAOÍSTA DE LA NATURALEZA
Joseph Needham
Traducido del Inglés por Marisa Balseiro
Publicado en la Revista El Paseante
ATARAXIA
Son innumerables los pasajes de escritos daoístas donde se describe la ataraxia. Un
ejemplo excelente es la escena imaginada a la muerte de Lao Zi (Lao Tse). Al entrar
Qin Shi en la Cámara y lamentarse de una manera mecánica, uno de los
discípulos le reprendió; pero él repuso:
Todo este dolor (excesivo) es -violar el principio de la Naturaleza (dun tian) y doblar
la emoción del hombre, olvidando lo que hemos recibido de la Naturaleza. A esto lo
llamaban los antiguos el castigo de violar el principio de la Naturaleza. Cuando el maestro
vino, fue porque tuvo ocasión de pacer. Cuando se fue, no hizo sino seguir el curso
normal. Los que están callados (an) Cuando hay que estarlo y siguen el curso de la
Naturaleza, ni el dolor ni la alegría les pueden afectar. Son los que los antiguos
consideraban hombres liberados de la esclavitud por el Señor (de lo Alto).
El paralelismo con los epicúreos y Lucrecio es inequívoco y muy estrecho. El De
rerum natura habla de la ciencia como único remedio a los múltiples temores de los
hombres: Por tanto, si conviene nos es la ciencia de los fenómenos celestes, cómo
recorren el sol y la luna sus órbitas, y en virtud de qué fuerza cada cosa se produce en
la tierra, impórtanos sobre todo indagar con sagaz raciocinio de qué elementos constan
el alma y espíritu, y qué cosa es esa que, saliendo a nuestro encuentro cuando estamos
despiertos pero debilitados por la enfermedad, o sepultados en el sueño, llena de pavor
nuestra mente, hasta hacernos creer que oímos y vemos cara a cara a seres que han
afrontado ya la muerte y cuyos huesos abraza la tierra.
Y Lucrecio repite (por lo menos tres veces) en su largo poema un pasaje que habría
podido servir de canto de batalla a las primerísimas huestes de la ciencia: Hunc igitur
terrorem animi tenebrasque necesset non radii solis neque lucida tela diei discutiant, sed
naturae species ratioque. Este terror, pues y estas tinieblas del espíritu, necesario es que las
disipen, no los rayos del sol no los lúcidos dardos del día, sino la contemplación de la
Naturaleza y la ciencia.
Zhuang Zi (Chuang Tse) se eleva a sus mayores alturas en una serie de pasajes,
semejantes a los que se encuentran en otros autores daoístas, donde habla de
‘cabalgar sobre la normalidad del universo’ o sobre ‘la infinitud de la Naturaleza’, y con
ello describe la sensación de liberación que podían alcanzar los que supieran
abstraerse de las disputas triviales de la sociedad humana y unificarse en el gran
mundo de la naturaleza.
Esa unificación entrañaba, sin duda, un fuerte componente religioso, pues, como ya se
ha dicho, la experiencia religiosa no se había diferenciado aún del convencimiento
científico de la unidad de la Naturaleza. Pero había también un componente mágico,
una cuasi creencia en que el sabio perfeccionado podría realmente cabalgar sobre los
vientos y las nubes, una psicología voluntarista en la que no faltaba un claro tono de
afirmación baconiana de los poderes futuros sobre la naturaleza que podían estar
reservados a sus investigadores. Este componente era, huelga decirlo, grato a los
magos chamanistas que se mezclaban con los daoístas, y su importancia fue en
aumento conforme a los filósofos sucedían los ‘adeptos’. A tales pasajes se les podría
denominar pasajes de Cheng, porque ‘cabalgar’ es en ellos la palabra clave; aunque un
término técnico conexo es you, ‘excursionar’.
La idea se presenta así:
Se puede esconder una barca en una cala, una nasa en un lago. Podría decirse que
están muy seguras. Pero a la medianoche puede llegar un hombre fuerte y llevárselas
cargadas a la espalda. Los ignorantes no ven que, por muy bien que se escondan las
cosas, las pequeñas dentro de las grandes, siempre existe la posibilidad de que se
pierdan. Pero si escondes el universo en el universo, no habrá sitio donde se pueda
perder. Ésta es una gran verdad. Haber alcanzado la forma humana es una fuente de
alegría. Pero en la infinidad de cambios (wan hua) hay miles de otras hormas
igualmente buenas. ¡Qué gozo incomparable es pasar por esas incontables
transiciones! Por eso los sabios excursionan a aquello de lo que las cosas no pueden
escapar, y así perviven siempre.
Lo que aquí sugiere Zhuang Zi es que no es prudente situar los afectos en otra
cosa que no sea la totalidad de la Naturaleza. Solo la contemplación de la
Naturaleza puede liberar al hombre del m i e d o y d e l a d e c e pc ión . E l q u e
s e a capaz de zambullirs e en la Naturaleza resuelto a no retraerse de nada
por demasiado trivial, demasiado doloroso, demasiado repugnante, demasiado
horrible para ser nombrado e inves tigado, vencerá al miedo, será invulnerable
y -cabalgará sobre las nubes-. Así:
Lie Zi cabalgaba sobre el viento. Navegando fríamente y con habilidad, viajaba quince
días sin regresar. Podía alcanzar esa felic idad porque no la es tab a buscan do
s iem p r e. Ah o ra b ie n , au nq ue p ud ie ra prescindir de caminar, aun así
dependía de algo (el viento). Pero ¿y si hubiera alguien que cabalgase sobre la
normalidad del universo, y delante de sí condujera como tronco los cambios de las
seis energías (de las estaciones), vagando de ese modo por el reino de lo
inextinguible.
¿De que necesitaría depender?
Por si se piensa que esta interpretación e s p o n e r e n e l p e n s a m i e n t o d e
l o s antiguos daoístas unas ideas que no tenían, he aquí un pas aje dec is ivo
de Huai Nan Zi , q u e d ec la r a l a s it u a c i ó n c o n t o d a llaneza y sin imaginería
poética: Al que es de natural inteligente no le aterroriza ninguna de las operaciones de
la Naturaleza; al que es sabio por experiencia no le desasosiega ningún fenómeno
extraño. El sabio infiere lo lejano de lo cercano, y concluye que la multitud de cosas se
basa en un único principio.
Y este tema no se apagó nunca en el Daoísmo, por más que su filosofía quedara
sepultada bajo la magia y la superstición. Pensadores del siglo III como He Yan y Zhong
Hu mantuvieron la doctrina de la impasibilidad del sabio. El Guan Yin Zi (probablemente
obra de un maoísta del siglo VIII) dice, muchos años después:
Las mentes ocupadas en el infortunio pueden ser invadidas y controladas por
demonios. Las mentes ocupadas en amores pueden ser atacadas por fantasmas
lujuriosos. Las mentes preocupadas por aguas profundas pueden ser víctimas de los
espectros de los ahogados. Las mentes proclives a la actividad irrefrenada pueden ser
atacadas por fantasmas locos. Las mentes ocupadas en juramentos pueden ser
atacadas por fantasmas mágicos. Las mentes absortas en las drogas y en la comida
tentadora [lit. los cebos] pueden ser atacadas los fantasmas de cosas materiales. Esos
toman forma de sombras, viento, qi, imágenes de arcilla, pinturas, animales viejos o
vasijas viejas [ ... ] Las mentes poseídas por espíritus a veces ven cosas extrañas y
anormales, o incluso afortunadas, y por ellas pronostican con acierto; a menudo se
envanecen, diciendo que no están poseídas por espíritus sino que tienen un Dao
especial, pero después mueren por madera, metal, soga o caída a un pozo. Solo el
sabio puede controlar a los espíritus y no ser controlado por los espíritus. Sólo él sabe
hacer uso de todas las cosas, captar sus mecanismos, enlazar todas las cosas, dispersar
todas las cosas, defender todas las cosas. Pues cada día el sabio afronta los hechos de la
Naturaleza, y su mente no se turba.
L a ana lo gí a en t r e c o nf uc ia nos y estoicos, y de otra parte entre daoístas y
epicúreos, no es nueva. Al hacerla hay que distinguir, sin embargo, entre
epicureismo en el sentido estricto de atomismo lucreciano, y epicureísmo en el sentido
vulgar de búsqueda hedonista del placer o huida del dolor. Esta segunda escuela
parece haber tenido representantes en la antigua China, y se la relaciona con el
nombre de Yang Zhu o Yang Sheng, que vivió poco antes que Mencio y cuyas
doctrinas éste combatió vigorosamente. La exposición tradicional de las ideas de
Yang Zhu se contiene en el capitulo VII del libro Lie Zi que han traducido Legge en
parte, y Forke en su totalidad. Feng Youlan sostiene, sin embargo, que se trata
de una interpolación de finales del siglo III, y, basando su tesis en los fragmentos de
descripciones del ideario de Yang Zhu que s e co nserv an en otros libros, le
considera uno de los primeros daoístas, que se retiró del mundo por razones
puramente egoístas, estimando que lo más importante de la vida es salvaguardar
la tranquilidad del ánimo y la salud del cuerpo.
Esta doctrina se conoció como quan sheng, ‘integridad d e v id a ’ o ‘s a lv ag ua rd a
d e la v id a intacta’. No era un ascetismo, ya que su meta era el funcionamiento
armonioso de todos los sentidos, evitando tanto la privación como el exceso.
Consideraba que todas las inclinaciones, por groseras o indefendibles que fueran,
eran mejores que la inclinación perversa a interferir en los demás, al mando, el
poder y la autoridad. Pero como, no tenía ese interés p o r l a Na t u ra le z a qu e
h ac e q ue lo s daoístas sean tan importantes para el t e m a q u e a h o r a n o s
o c u p a , n o es n ec e s a ri o q u e a q u í n o s e x t e n d a m o s s o b re e ll a . S u
ú n i c o n e x o p o s ib l e c o n e l d e s a r ro l l o d e la c ie n c i a e s t á e n l a
p o s ib i l id a d d e q u e e s t i m u l a ra la s p r á c t ic a s m éd i c a s e h ig ié n i c a s , y
d e e l lo n o t e n e m o s p ru e b a s .
WEI Y WU WEI
H a s t a a q u í h e m os h a b la d o d e la contemplación daoísta, pero ¿y la acción
daoísta? En el pasaje del Zhuang Zi que citábamos antes, se decía que
quienes ‘alimentaban su c onoc imiento con s u tranquilidad’ s e abstenían
durante toda la vida de ‘ampliar su c onocimiento en acción contraria a la
Naturaleza’.
Poní am os las palabras ‘c ontraria a la Naturaleza» entre paréntesis, porque
no en la traducción que da Legge a las palabras sheng er wu yi zhi wei ye, y el
problema está en cómo se traduzca la palabra wei. Prácticamente todos los
traductores y comentaristas han optado palabra ‘acción’, a secas, de suerte que la
expresión wu wei, que vino a ser uno de los mayores lemas del daoísmo, aparece
como ‘no acción’ o ‘inactividad’. Yo creo que en esto se ha equivocado la mayoría de los
sinólogos y que el s en t i do de w u w e i e ra , e n l os p r im e ros filósofos daoístas
protocientíficos, ‘abstenerse de actividad contraria a la Naturaleza’, esto es, no
empeñarse en contrariar la tendencia de las cosas, no pretender que los materiales
desempeñaran funciones para las que eran inadecuados, no emplear la fuerza en
asuntos humanos cuando el hombre perspicaz podía darse cuenta de que estaría
condenada al fracaso y de que con otros métodos de persuasión más sutiles, o
sencillamente con dejar que las cosas siguieran su curso, se alcanzaría el resultado
apetecido.
En apoyo de esta aduciría el siguiente pasaje del Huai Nan Zi:
Algunos acaso sostengan que la persona que actúa con espíritu de wu wei es la que está
serena y no habla, o la que medita y no se mueve; no viene cuando se la llama ni es
impelida por la fuerza. Y se supone que ese comportamiento es el aspecto que presenta
quien ha obtenido el Dao. Yo no puedo admitir semejante interpretación del wu wei.
Jamás oí semejante explicación procedente de ningún sabio...
La configuración de la tierra hace que el agua fluya hacia el este, y sin embargo el
hombre debe abrir cauces para que corra por acequias. Los cereales germinan en
Primavera, y sin embargo es necesario añadir el trabajo humano para que crezcan y
maduren. Si todo se dejara a la Naturaleza, y se esperase el nacimiento y el crecimiento
sin esfuerzo humano, Gun y You no habrían adquirido ningún mérito, y el conocimiento
de Hou Ji (el señor del Mijo, un antiguo héroe folclórico de la agricultura) habría sido
inútil. Así pues, en mi opinión, lo que se quiere decir con wu wei es que ningún prejuicio
personal (o voluntad particular) se interfiera en el Dao universal, y que ni deseos ni
obsesiones descarríen los cursos verdaderos de las técnicas. La razón (h) debe guiar a la
acción (shi), para que el poder se ejerza con arreglo a las propiedades intrínsecas y
tendencias naturales de las cosas [ ... ]
Si hubiera cal cosa como emplear fuego para secar un pozo, o Ilevar cuesta arriba las
aguas del río Huai para regar una montaña, esas cosas serian esfuerzo personal, y
acciones contrarias a la Naturaleza [lit. volver la espalda a la Naturaleza, bei ziran]. A
eso se podría llamar you wei (acción con esfuerzo inútil). Pero emplear barcas sobre el
agua, patines sobre la arena, trineos sobre el barro o literas en los senderos de montaña;
abrir canales para las riadas del estío, alzar defensas contra el frío del invierno, hacer
campos en las tierras altas y reservar las tierras bajas para marjales, tales actividades no
son lo que se podría llamar wei (o you wei). Los sabios, en todos sus métodos de acción,
siguen la Naturaleza de las Cosas.
Si se reexaminan desde este punto de vista todos los pasajes escritos daoístas
referentes a wu wei, se verá que encajan bien con el carácter protocientífico general del
la escuela. Así, el Dao De Jing (Tao Te Ching), con su acostumbrada brevedad lapidaria,
dice: ‘No haya acción (contraria a la naturaleza), y no habrá nada que no esté bien
regulado’. El Zhuang Zi llama al abstenerse de actividad contraria a la Natu raleza , w u
wei, el se ñor de toda fama, el tesoro de todos los planes, capaz de ostentar
todos los cargos, y de hacer a quien lo practice señor de toda sabiduría. Y de los
reyes antiguos dice que por no actuar (en contra de la Naturaleza) pudieron emplear
al mundo entero en su servicio, y aun podrían haber hecho más, per o a c t u a n d o
( e n c o n t r a d e l a Nat u ra lez a) no hab rían c u mp lido el servicio que el mundo
requería de ellos.
El libro de Guan Zi dice: ‘El Cielo ayuda al que trabaja según el (sentido del) Cielo, y
contraría al que trabaja en oposición al (sentido del) Cielo’, lo cual nos recuerda la
definición del demonio que diera uno de los Padres cristianos (Hipólito), diciendo que
es ‘el que se resiste al proceso cósmico’. Y hacia el año 300 Guo Xiang, en su
comentario, al Zhuang Zi, escribió: ‘La no acción no significa no hacer nada y guardar
silencio. Permítase que todo haga lo que naturalmente hace, de modo que se
satisfaga su naturaleza-. Huai Nan Zi añade a esto un enunciado de la doctrina
del macrocosmos-microcosmos, diciendo: ‘Promover planes que no se acoplan a la
voluntad del cielo es luchar contra la naturaleza misma del hombre’.
El punto de vista de Guo Xiang está exagerado en una graciosa historia que se cuenta
en el J in shu de un mago del siglo IV, Xing Ling. Cuando era niño, su padre le
mandó guardar una plantación de arroz contra los estragos de los bueyes, pero él
no lo hizo así, y luego volvió a plantar el arroz dañado. Al ser reprendido, dijo que era
propio de los bueyes comer, pero igualmente propio del arroz era crecer; así que él
había dejado que lo natural siguiera su curso, y reparado el daño como mejor había
podido.
E s t e a b s t e n e r s e d e c o n t r a ri a r l a tendencia de las cosas, que sólo sirve para
que el hombre se canse sin provecho, estaba deliberadamente calcado de
la . a c t u a c i ó n d e l p r o p i o D a o d e l a Naturaleza, que no hace nada y sin
e m ba r g o lo a lc a n z a t o d o . A s í , e l Zhuang Zi dice:
(Las operaciones de) cielo y tierra (proceden como) lo más hermoso, pero no
hablan de ello. Las cuatro estaciones observan las leyes más claras, pero no las
comentan. Todas las cosas tienen sus principios intrínsecos, pero no dicen nada de
ellos. Los Sabios descubren las hermosas (operaciones de) cielo y tierra, y penetran en
los principios intrínsecos de todas las cosas. Por eso el Hombre Perfeccionado no
hace nada (contrario a la Naturaleza) y el Sabio no inventa nada (contrario a la
Naturaleza). Toman por modelo el Cielo y la Tierra.
Más adelante sugeriré que una de las raíces más profundas del concepto de wu wei
puede estar en la naturaleza anárquica de la vida campesina primitiva; como m e j o r
c r e c e n l a s p l a n t a s e s s i n interferencia del hombre; como más prosperan los
hombres es sin interferencia del estado. Como suele ocurrir, otras escuelas adoptaron
la misma fraseología pero dá nd o le u n s en t id o d i fe r e nt e . Los legalistas, por
ejemplo, interpretaron el wu wei como la no actividad del monarca q u e d e l e g a
s u p o d e r e n s u s a l t o s dignatarios, o que dispone el arreglo automático de las
disputas mediante la imposición de un código de leyes escritas. Los confucianos Han
subrayaron la nota de ause nc ia de es fuerz o d el wu wei.
Gra c ias a la v ulgariza c ión pos te rior, y bajo el influjo de téc nic as de
m editac ión budis t as , v ino a s ignific ar la ev itac ió n de t oda ac t iv id ad, y los
ana les his t óricos dan m uchas des c ripc ion es d e es t adis t as c om o Chao
Chan en el añ o193 antes de nuestra era, que sentado en su despacho reducía al
mínimo sus acciones, o Ji Yan en el 134 antes de nuestra era. No cabe duda de
que en muchos casos los métodos de «dejar correr» fueron mucho más acertados de
Zhong Li
Ante la Cascada
lo que habría sido una política activista, pero la interpretación finalmente errónea de las
palabras wu wei seguramente condujo a abusos y contribuyó a desacreditar el Daoísmo.
De todos modos, el comentario de Xiang Xiu y Guo Xiang al Zhuang Zi en el siglo
III, mantenía la tesis correcta diciendo que todo se debía dejar seguir su tendencia
natural, y que la ‘no actividad’ del artesano, por ejemplo, consistía en el cultivo de su
arte […]
CAMBIO, TRANSFORMACIÓN Y RELATIVIDAD
Centrando de este modo su interés en la Naturaleza, era inevitable que los daoístas
estuvieran obsesionados por el problema del cambio. En esto coincidían con otras
escuelas, en particular con los naturalistas y los lógicos [...] Se forjaron una serie
de tecnicismos, como bian, hua, fan y huan, cuyos significados exactos resulta a veces
difícil deslindar. Tanto fan como huan denotan ‘reacción’ o ‘regreso’, como cuando se
produce un cambio inverso de una acción anterior, o cuando un proceso cíclico
vuelve a situar los fenómenos en un estado similar al del comienzo o idéntico a él.
Quizá más incierta sea la diferencia exacta entre bian y hua. En el chino moderno,
bian tiende a significar cambio gradual, transformación o metamorfosis, mientras que
hua tiende a denotar una transmutación o alteración súbita y profunda (como en una
reacción química), pero no hay una frontera muy estricta entre las dos palabras.
Bian se podría aplicar a los cambios de tiempo, a la metamorfosis de los insectos o a
las a las transformaciones lentas de la personalidad; hua puede aludir a los puntos de
transición en la disolución, la licuefacción, la fusión, etcétera, y al deterioro profundo.
Bian tiende a asociarse a la forma (xing) y hua a la materia (zhi). Cuando se derrite
un muñeco de nieve, la forma cambia (bian) a medida que la nieve se derrite (hua) en
agua. En la dinastía Song, Cheng Yi explicó el bian como algo que implicaba un
cambio interior con conservación plena o parcial de la Gestalt o forma externa, y hua
como un cambio fundamental en el que también se altera la apariencia exterior. La
dificultad está, en saber hasta qué punto se pueden aplicar estas distinciones a los
términos empleados por los filósofos daoístas del siglo IV antes de nuestra era.
El problema parece guardar relación con las dos tendencias que Demiéville ha
señalado a lo largo de toda la historia intelectual china, y que él caracteriza como
«subitisme» y «gradualisme»; más tarde pueden aparecer bajo la forma de revolución
social frente a desarrollo lento, o, más a menudo, de conversión súbita (como en el
budismo o el daoísmo) frente a la sobriedad y terrenidad confucianas.
Tomemos una frase típica del libro de Guanzi (capítulo XLIX): ¿deberíamos decir «el
sabio cambia interiormente pero no se transforma exteriormente», o «despacio y con
deliberación, sin sacar conclusiones prec ipit ada s »? El pas aje c ont inú a diciendo:
«Sigue las (ramificaciones de las) cosas, pero no abandona todos sus principios
anteriores». El significado puede s e r , p u e s , q u e e l s a b i o s e a d a p t a
lentamente al mundo de la Naturaleza, s e g ú n d i c t e l a e x p e r i e n c i a , s i n
modificación de su actitud fundamental. Pero fue en los cambios de la Naturaleza,
aún más que en los del sabio., donde los daoístas centraron su atención. Les
impresionaba de forma especial el cambio cíclico, no sólo de las estaciones sino del
nacimiento y la muerte, pero igualmente visible en toda clase de fenómenos cósmicos y
biológicos observables. A esto es a lo que Hou Wailu llama «la doctrina d e l a s
d i f e r e n c i a s c í c l i c a m e n t e recurrentes».
Inmediatamente podemos hallar un paralelismo, una vez más, entre Laozi y
Wang Lu
El Monte Hua
Dinastía Yuan
Lucrecio.
El Dao De Jing dice:
Las cosas unas veces marchan delante y otras, detrás;
a veces soplan suavemente, otras veces con violencia;
a veces son fuertes, a veces débiles;
a veces se reproducen vigorosas, otras veces decaen.
Por eso el sabio renuncioa a los mucho
Rechaza lo grande
Rechaza el exceso
Y el De rerum natura dice:
omnia migrant,
omnia commutat natura et vertere cogit.
Namque aliut putrescit et aevo debile languet,
porro aliut clarescit et e contemptibus exit`.
(todas cambian,
A todas altera la naturaleza y las fuerza a transformarse.
Cuando una se hace polvo, languidece y se debilita con la edad,
Hay otra que crece en su lugar y sale del olvido.)
Esto forma parte de la dialéctica de la Naturaleza, la sempiterna oposición entre los
factores viejos que decaen y los factores nuevos que surgen en cada etapa. Cornford
da otros paralelismos notables con autores griegos.
El Dao De Jing describe los cambios cíclicos en términos nada ambiguos. Por ejemplo,
en el capítulo LVIII:
La felicidad acompaña de cerca a la desgracia,
la desgracia se esconde en la felicidad,
¿quien conoce sus límites?
¿es que no existen normas permanentes (zheng)?
Lo normal (zheng) se convierte en anómalo (qi),
la bondad se vuelve malignidad.
El hombre se encuentra engañado,
desde hace mucho tiempo.
Y en el capítulo XL:
El movimiento del dao, es transformación de contrarios (fan). También Zhuang Zi hace
hincapié en lo mismo:
La vida es seguidora de la muerte,
y la muerte es predecesora de la vida;
pero ¿quién conoce sus ciclos (y los nexos entre ellos, es decir, el Tao)?
La vida del hombre se debe a la conglomeración (ju) de los qi
y cuando se dispersan (san) acaece la muerte.
Siendo así que la muerte y la vida se sirven mutuamente,
¿por qué voy a considerarlas (a ninguna de las dos) un mal? [ ... ]
(La vida) se considera hermosa porque es etérea y maravillosa.
(La muerte) se considera odiosa porque es fétida y pútrida.
Pero lo fétido y pútrido, al volver, se transforma de nuevo en lo etéreo y maravilloso; y
después vuelve a producirse el cambio inverso.
Por eso se dice que en todo el universo hay un solo qi,
y por eso los sabios tuvieron en alta estima a esa unidad.
Se puede ver la tendencia a incorporar una apreciación y aceptación de estos cambios
a esa comprensión de la Naturaleza que estaba en la base de la ataraxia. O
tranquilidad del espíritu. El Dao es aquello que acompaña a todas las demás cosas y
las recibe, que está presente cuando son derrocadas y cuando llegan a su perfección;
es la Tranquilidad que hay en el centro de todas las Perturbaciones. Produce la
plenitud y el vacío (ying xu), pero no es ni plenitud ni vacío; produce le marchitamiento
y la aniquilación (shuai sha), pero no es marchitamiento ni aniquilación; produce raíces
y ramas (ben mo), pero no es raíz ni rama; produce acumulación y dispersión (ji san),
pero no es él mismo acumulado ni disperso. Se pueden hallar numerosos pasajes
paralelos, por ejemplo en Lie Zi, donde todo ‘fin’ se propone como ‘comienzo’ de otra
cosa; Guan Zi, Huai Nan Zi, etcétera.
La gran dificultad del cambio está en saber cuándo se han rebasado los límites de una
categoría y se ha entrado en la categoría siguiente. Esas transiciones imperceptibles
han sido siempre, por lo tanto, la espina que ha tenido clavada la lógica formal, como
podemos ver si comparamos los lechos de Procrustes de la ciencia victoriana con las
concepciones, paradójicas pero al mismo tiempo poderosas y expresables en términos
matemáticos, de la ciencia de hoy, o remontándonos más atrás, la flexibilidad de la
ciencia del siglo XVII, con el rígido formalismo aristotélico de la Edad Media, del cual
había luchado victoriosamente por liberarse. La reconciliación dialéctica de las
contradicciones en una síntesis superior, que tan a menudo se ve en la ciencia,
aparece con mucha claridad en los textos maoístas, especialmente en el capítulo II del
Zhuang Zi. Entre las numerosas afirmaciones y negaciones, el sabio no se da a partido;
antes bien, reconociendo que la verdad puede estar repartida entre muchas opiniones,
forja su juicio a la luz del Cielo. Los que expresan opiniones no se dan cuenta que
todas aciertan en parte y en parte yerran; sólo se pueden juzgar desde el ‘eje’ del Dao,
en torno al cual gira toda la naturaleza.
La armonización de las opiniones contrapuestas sólo se puede hallar en las
operaciones invisibles del Cielo, y rastreando estas en el pasado sin límites. El locus
classicus sobre el tema es la parábola de los monos.
Cansar el propio espíritu e inteligencia para unificar cosas sin saber que están ya
concordes, eso se llama ‘tres por la mañana’. ¿Qué se pretende decir con eso? El
guardián de unos monos dijo, a propósito de su ración de nueces, que cada mono
recibiría tres por la mañana y cuatro por la noche. Pero ante eso los monos se enojaron
mucho. Entonces dijo el guardián que podían tomar cuatro por la mañana y tres por la
noche, y con ese arreglo quedaron todos complacidos. Sus dos propuestas eran
esencialmente la misma, pero una enfureció a los animales y la otra les satisfizo. Asó
los sabios armonizan las afirmaciones ‘es’ y ‘no es’ y descansan en las igualaciones
naturales del Cielo. A esto se llama ‘seguir dos cursos a la vez’.
Esta nota dialéctica de Zhuang Zi, y en los daoístas en general, ha sido objeto de un
interesantes análisis por parte de Tang Yunyi; que trata de hacer una comparación
detallada con Hegel. Tanto Zhuang Zi como Hegel habrían suscrito la tesis del cambio
como algo eterno, y de la realidad como proceso, y ambos habrían denunciado esa
filosofía perenne que ha querido negar la realidad del cambio o interpretarlo
únicamente en función de una entidad eterna inalterable.
Más adelante encoraremos indicios, al menos, de un reconocimiento similar del
proceso y la dialéctica de la lógica de al escuela mohista, y habrá que tener en cuenta
estas tendencias con miras al balance final con que ha de concluir este libro. Allí
tendremos que hablar, por ejemplo, de en qué medida la estructura de la propia lengua
china alentó a esos pensadores antiguos a desarrollar un enfoque, no sólo del tipo de
pensamiento que se suele llamar hegeliano, próximo al de Whitehead, sino, de una
manera todavía más fundamental y exacta, de lo que ahora se investiga bajo el
epígrafe de lógica combinatoria.
En conjunto los daoístas se resistieron a elaborar una cosmogonía, considerando
sabiamente que las operaciones creadoras originales del Dao deben permanecer para
siempre incognoscibles. El Dao De Jing, sin embargo, tiene un pasaje que encierra un
mito cosmogónico (capítulo XLII):
El Dao engendra el uno,
El uno engendra al dos,
El dos engendra al tres,
El tres engendra los diez mil seres.
Los diez mil seres contienen en su seno el yin y el yang.
Los dos soplos vitales (qi) se compensan en un
Soplo vital armónico […]
Las cosas aumentan al disminuirlas,
Disminuyen al aumentarlas.(Lao Zi)
Aparte de la alusión al cambio cíclico, al llegar a ser y dejar de ser, que de nuevo nos
recuerda a Aristóteles, el significado de la afirmación no está del todo claro. Erkes, que
ha dedicado especial atención a este pasaje, ve en él un una alusión a la idea del
Huevo Cósmico, que parece haber existido en el pensamiento chino antiguo lo mismo
que en el pensamiento europeo antiguo. Otro pasaje cosmogónico, más largo pero un
tanto confuso, se encuentra al principio del capítulo II del Huai Nan Zi. Estas ideas
antiguas no han sido sometidas aún, al parecer, aun examen comparativo y un
esclarecimiento detallado.
Una historia difundida entre la población de la China moderna habla de un monje
budista a quien, cuando estaba casi muriéndose de hambre, le ofrecieron sólo un
huevo. Durante largo tiempo se negó a comerlo, pero al final accedió, y escribió en la
pared el siguiente poema:
El Caos (hun dun) y el Alfa y Omega (qian kun) meto en mi boca,
Todavía sin piel, sin carne, sin pulmón;
Permite, pues, que un viejo monje te lleve al Cielo del Oeste,
Y te acorre el filo del cuchillo que encontrarías entre los hombres.
Mucho más interesante desde el punto de vista científico es el que los daoístas
elaborasen algo muy próximo a un enunciado de la teoría de la evolución. Cuando
menos, negaron firmemente la fijeza de las especies biológicas. El pasaje principal está
en el capítulo XVIII del Zhuang Zi. Ha sido la desesperación de los traductores, pero
afortunadamente tenemos una versión de la mano maestra de Hu Shi:
Todas las especies (zhong) contienen (ciertos) gérmenes, que se convierten en jue (un
organismo diminuto, pequeño como la sección de una fibra de seda). En un lugar
limítrofe entre agua y tierra se convierten en (líquenes o algas, como lo que nosotros
llamamos) ‘paños de ranas y ostras’. En la orilla se convierten en ling xi (una planta
ahora imposible de identificar). Llegando a suelo fértil los ling xi se convierten en wu zi
(planta sin identificar). La raíces de esto dan origen al qi chao (nombre aplicado a las
larvas de los escarabajos cerambícidos que excavan galerías en la madera, pero no se
sabe que querría decir en la época de Zhuang Zi); las hojas se convierten en hu tie, o
en xu (ahora quiere decir un preparado de cangrejos salados, aquí quizás la especie
concreta del ese cangrejo). El hu tie (ahora cualquier lepidóptero papiliónido o piérido),
más tarde de transforma en un insecto, nacido en el rincón de la chimenea, que tiene
aspecto de la piel recién formada. Su nombre es qu duo. Al cabo de mil días el qu duo
e convierte en un pájaro llamado gan yu gu (inidentificable, presumiblemente un insecto)
cuya saliva se convierte en el si mi (idem). El si mi se convierte en la mosca del vino
(shi xi), y de ésta a su vez sale el yi lu (idem). Los huang guang (idem) brotan del jiu
you. Los mosquitos (mou nei) brotan del huan en putrefacción. El yang xi, apareado
con el bu xun ru zhu, (un insecto parásito del bambú) genera el qing ning (si se
escriben con el radical de ‘insecto’, como no lo están en el texto, qing significa libélula y
ning cigarra. No sabemos en que insecto estaría pensando Zhuang Zi), que genera el
cheng (más tarde significó leopardo), que (al final) genera el caballo, que (al final)
genera el hombre. El hombre vuelve otra vez a los gérmenes, todas las cosas sales de
los gérmenes y vuelven a los gérmenes.
Los observadores daoístas ciertamente conocían fenómenos como la metamorfosis de
los insectos, y sin duda sacaron las mismas conclusiones erradas de os antiguos
europeos de la parición de insectos en cuerpos de animales y materia vegetal en
descomposición (la ‘generación espontánea’).
Desde ahí hicieron extensivas sus concepciones de las transformaciones asombrosas
que pueden darse en la Naturaleza a otros casos más imaginario y peor fundados […]
Una vez asentado ese convencimiento de la transformación radical, no había que ir
muy lejos para creer en cambios evolutivos lentos, en virtud de los cuales una especie
de animal o planta surgiera de otra. Esta idea se desprende con toda claridad del
notable pasaje que acabamos de citar, y además se aplicó también (como muestra
también el Huai Nan Zi) al lento crecimiento y generación por cambios sucesivos de los
filones y metales en el seno de la tierra. Esa aplicación del concepto de transformación
a lo que ahora llamaríamos el mundo inorgánico se encuentra también en el
pensamiento europeo, pero en China apareció muy pronto, y suministra un enlace
entre las ideas biológicas de Zhuang Zi y el intento de acelerar esos cambios mediante
interferencia activa, esto es, la Alquimia […] Otro punto de interés de este pasaje es el
empleo de la palabra ‘gérmenes’ en el sentido de las menores partículas imaginables
de materia viva; el término utilizado, ji, no es de uso común, pero aparece en el Yi Jing
(I Ching), o Libro de los Cambios, son el sentido de los diminutos comienzos
embrionarios de las cosas, de donde brotan el bien y el mal. Etimológicamente procede
de una representación pictórica de dos embriones. El hecho de que Zhuang Zi lo utilice
es importante en vista de la general ausencia de ideas atomistas en el pensamiento
chino.