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Arqueo de la agresividad

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REPÚBLICA BOIVARIANA DE VENEZUELA
UNIVERSIDAD BICENTENARIA DE ARAGUA
VICERRECTORADO ACADÉMICO
FACULTAD DE SALUD Y DESARROLLO HUMANO
ESCUELA DE PSICOLOGÍA
SAN JOAQUÍN DE TURMERO – ESTADO ARAGUA
Arqueo de la variable “Agresividad”
San Joaquín de Turmero, Febrero de 2019
Uno de los primeros teóricos en analizar la agresividad humana fue
Freud, el cual en su ensayo El porvenir de una ilusión (1927) presentó el
problema de la agresividad como elemento social sosteniendo que esta
variable psicológica constituía una reacción en forma de rechazo a
condiciones específicas del principio de la realidad dominante. Ya en su obra
de 1930 El malestar en la cultura Freud afirma que “El hombre no es una
criatura tierna y necesitada de amor, que solo osará defenderse si se le
atacara, sino, por el contrario, un ser entre cuyas disposiciones instintivas
también debe incluirse una buena porción de agresividad”.
Para Sigmund,
la agresividad forma parte de ese proceso constante de defensa del individuo
contra los peligros del mundo exterior. Por ello existe cierta identidad entre
las tendencias destructivas y agresivas del individuo y los instintos del yo,
que tiene como objeto principal proteger a este último. Así mismo, afirmó que
la agresividad es una disposición pulsional, una tendencia intrínseca de la
naturaleza humana, a la par de la sexualidad, y como tal exige satisfacción.
En 1939, Dollard y teóricos de Yale adaptaron algunos conceptos
freudianos sobre la agresividad y basándose en sus estudios publicaron el
libro Frustration and Aggression en el cual plantearon una hipótesis la cual
dos años después sería reformulada. La misma hace referencia a que la
agresión es siempre consecuencia de una frustración previa pero que la
existencia de una frustración puede o no provocar un comportamiento
agresivo. De igual forma en el año 1972 el etólogo Lorenz explicó en su libro
Sobre la agresión, el pretendido mal que la motivación que determina el inicio
de la agresión, depende de la acumulación de una cierta cantidad de energía
de acción específica, que combinándose con los estímulos adecuados,
puede desencadenar la conducta agresiva concreta. Konrad, al igual que
Freud postuló que la agresividad es instintiva y que se libera ante un
estímulo apropiado.
En la historia de la agresividad han existido diversos hitos importantes
que han ayudado en la conceptualización de este fenómeno. Entre estos se
encuentran los experimentos llevados a cabo por Albert Bandura, teórico
reconocido por su trabajo en la Teoría del Aprendizaje Social (1973).
Palomero en su artículo La violencia escolar: un punto de vista global (2001)
explica que “Bandura investigó en torno a la agresión en una serie de
experimentos clásicos, demostrando que el hecho de ver a otras personas
comportándose de forma agresiva puede incrementar la agresividad de los
niños, que no se limitan a una mera conducta imitativa, sino que inventan
nuevas formas de agresión, generalizando así el efecto del modelo”.
En cuanto al inicio científico de la medición de dicha variable, se
podría considerar a Buss y Durkee como parte vital de este hecho, debido a
que en el año 1957, se plantean la idea de medir el nivel de agresividad
presente en los individuos (Armas y García, 2012). Es por esto que deciden
diseñar The Hostility Inventory (BDHI), lo que se traduce en español como El
inventario de Hostilidad. Según explica López y colaboradores (2009), en una
publicación en la revista Psicología y Educación, titulada Propiedades
psicométricas del cuestionario AQ, aplicado a población adolescente el BDHI
estaba estructurado por 75 ítems y constaba de 7 factores o escalas, las
cuales
eran:
negativismo,
irritabilidad,
ataque,
agresividad
indirecta,
desconfianza, resentimiento y agresividad verbal. Este se convirtió en uno de
los instrumentos más utilizados para la medición de la agresividad. Sin
embargo, distintos autores manifestaban que dicho instrumento presentaba
limitaciones en sus resultados, por la falta de un análisis factorial.
Además de eso, otro problema en el Inventario de Hostilidad, era que
carecía de parámetros psicométricos, específicamente en la creación de los
7 factores, debido a que estos se formaron por conceptos a priori y no desde
un punto de vista psicométrico. Lo cual fue demostrado en estudios
factoriales, realizados por Bending (1962) y por Edmunds y Kendrick (1980).
De acuerdo a lo que expone López y colaboradores (2009), en su publicación
Propiedades psicométricas del cuestionario AQ, aplicado a población
adolescente otra desventaja de este instrumento de medición, era el tipo de
respuesta, el cual era de tipo binario, por lo tanto, los datos que se obtenían
revelaban respuestas sesgadas, afectando así su confiabilidad.
Posteriormente, Buss y Perry deciden construir una escala basada en el
Inventario de Hostilidad pero esta vez, siguiendo los criterios psicométricos
adecuados y corrigiendo las fallas de dicho instrumento. Por lo tanto,
construyen el AQ (Aggresion Cuestionnaire), en el año 1992. (Andreu, 2001).
Conocido en español como Cuestionario de Agresión, el cual podría
considerarse como la Versión II del BDHI. Su estructura consiste en 52 ítems
diseñados para adultos entre 18 y 20 años, los cuales se dividen en 4
escalas: agresión física, agresión verbal, ira y hostilidad. (Carrasco, 2006).
De esta manera, estos especialistas ofrecen uno de los instrumentos más
válidos para medir la agresividad en los individuos.
Es importante resaltar que Rodríguez, Peña y Graña (2002), señalan que
inicialmente el cuestionario original estaba constituido por 40 ítems en escala
tipo Likert, pero en España se redujo a 29 ítems manteniéndose los 4
factores propuestos en la versión original, simplemente para facilitar la
aplicación de este al reducirse el tiempo de ejecución. Esta versión formada
por 29 ítems están codificados en una escala Likert de cinco puntos (desde 1
completamente falso para mí, a 5 completamente verdadero para mí) y
está estructurado en 4 sub-escalas: agresividad verbal (5 ítems), ira (7
ítems), hostilidad (8 ítems) y agresividad física (9 ítems). García y Armas
(2012).
Por otra parte, Silver & Yudofsky quienes en el año 1987 diseñaron la
Escala de Agresividad Explicita (EAE), instrumento que es utilizado en el
área clínica para la evaluación de los diferentes tipos específicos de
agresividad, así como también la severidad global de esta. La Escala ha
demostrado tener confiabilidad adecuada en población psiquiátrica, ya que
permite una estimación clínica del riesgo de conductas agresivas en
pacientes hospitalizados (Mcneil, Dale E. y Binder, Renee L, 1991). Por otro
lado, la Escala de Agresividad Explicita incorpora a esta los diferentes tipos
de agresividad, su severidad y los tipos de intervención para su control,
permitiendo así medir la agresividad de una manera objetiva y confiable. Vale
resaltar, que no fue hasta el año 2002, cuando un grupo de investigadores
del instituto Jalisciense de Salud Mental y el Hospital Psiquiátrico Fray
Bernardino Álvarez lograron hacer una versión de la escala antes
mencionada en castellano.
En esa investigación se hace énfasis en el estudio de la correlación entre
la agresividad y los trastornos mentales, asegurando que la agresividad en
pacientes con algún trastorno mental es frecuente. Así mismo, el objetivo del
trabajo de Páez F. y colaboradores fue traducir al castellano la EAE,
determinar su confiabilidad y validez predictiva, y establecer la relación entre
la severidad de los síntomas psicóticos y la severidad global de la
agresividad en una población de pacientes psiquiátricos. Cabe acotar que se
crearon tres versiones para el estudio, durante el año 2002, siendo aceptada
en septiembre de ese año luego de las verificaciones y estudios pertinentes.
La mayoría de las escalas diseñadas para la evaluación de la agresividad
y la violencia, son cuestionarios de autoinformación sobre sentimientos de
enojo, pensamientos violentos o reacciones a situaciones que producen
cólera. Varios de estos instrumentos se han aplicado en poblaciones no
psiquiátricas o poblaciones no-violentas (estudiantes de psicología), lo que
dificulta su uso en el caso de pacientes psiquiátricos. Uno de los
instrumentos de autoinformación que se ha utilizado para la evaluación de la
conducta agresiva en pacientes psiquiátricos es el Inventario de Hostili-Salud
Mental de Buss y Durkee, que como se mencionó anteriormente tuvo fallas
psicométricas. En el estudio de validación de este instrumento no se observó
una correlación entre las puntuaciones obtenidas con la escala y el
comportamiento agresivo observable (Edmunds, G. 1980).
Otra
de
las
dificultades
encontradas
en
los
instrumentos
de
autoinformación es que los pacientes cuyas habilidades cognoscitivas se
encuentran deterioradas, por ejemplo en el trastorno psicótico, no pueden
contestar estos cuestionarios de forma confiable ya que, en ocasiones, no
pueden recordar o admitir la comisión de actos agresivos. Por ello, la Escala
de Agresividad Explicita es objetiva y evalúa tanto los tipos específicos de
agresividad como la severidad global de la misma.
Haciendo este recorrido por los diferentes instrumentos para medir la
variable de agresividad, se encuentra la Escala de Agresividad Física y
Verbal de Caprara y Pastorelli (1993). Esta escala evalúa la conducta de
hacer daño a otros física y verbalmente. El AFV ha sido previamente utilizado
en contextos culturales similares, y ha demostrado tener buenas propiedades
psicométricas (Del Barrio, Aluja & Spielberger, 2004; Del Barrio et al., 2001).
Esta es una escala de autoinforme que cuenta con 20 ítems, 5 de los cuales
funcionan como controles que no se computan en los resultados generales.
Los ítems ofrecen una descripción de las conductas del niño, principalmente
de aquellos comportamientos destinados a herir a otros de manera física y
verbal. Los niños pueden responder a estas afirmaciones con las alternativas
a menudo, algunas veces, o nunca.
Mencionando a otros especialistas, se encuentran Little, Henrich,
Jones y Hawley (2003) los cuales explican que la agresión es concebida
como un constructo multidimensional que puede adoptar múltiples formas.
Ramos et al (2010) en su artículo Agresión manifiesta y ajuste psicosocial en
la adolescencia expone que de acuerdo con la forma Little et al (2003)
hablan de agresión manifiesta y agresión relacional. La primera hace
referencia a comportamientos que conllevan a una confrontación directa
contra otros con la intención de causar daño. A diferencia de la agresión
manifiesta, la agresión relacional no implica una confrontación directa entre
el agresor y la víctima. Se puede definir como agresión relacional a todo
aquel acto que tiene como propósito provocar daño en el círculo de
amistades de otra persona o bien en su percepción de pertenencia a un
grupo.
En el artículo Estilos de parentalidad y su relación con la conducta
agresiva desarrollado por Senabre, Ruiz y Murgui (2012) se hace alusión a
que “Según la función de la conducta, Little y cols. (2003) y Prinstein y cols.
(2001) Distinguen entre agresividad pura, producida de modo natural e innato
en la persona que se dirige explícitamente hacia un objetivo; agresividad
reactiva, relacionada con conductas que implican una respuesta defensiva
ante alguna
provocación
de
un tercero;
y finalmente, agresividad
instrumental, conducta deliberada que implica una conducta llevada a cabo
como medio para obtener un fin”.
Cuello y Oros establecen en el artículo Adaptación de una escala de
agresividad física, verbal y relacional para niños argentinos de 9 a 13 años
(2013) que la Escala de Agresión de Little et al (2003) originalmente consta
de 36 items con un rango de respuesta que oscila entre 1 (completamente
falso) y 4
(completamente verdadero). Esta escala permite medir
comportamientos que implican agresiones de tipo indirecto relacionados con
la exclusión y aislamiento del grupo así como comportamientos agresivos
más directos, tanto físicos como verbales. Las dimensiones Agresividad
relacional y Agresividad directa están compuestas de tres subtipos cada una.
La primera consta de Agresividad relacional pura, Agresividad relacional
reactiva y Agresividad relacional instrumental y la segunda se encuentra
dividida en Agresividad directa pura, Agresividad directa y Agresividad
directa instrumental.
De acuerdo a la revisión del conjunto de ideas plasmadas y del trabajo
de estos especialistas, en el diseño de sus escalas. Se ha decidido a Buss y
Perry y a su Cuestionario de Agresión (AQ) como guías para la próxima
escala a diseñar, para medir la agresividad. Debido a la comprensión y el
interés que despertó esta pareja de especialistas, en cuanto a su buen uso
psicométrico para la medición de esta variable.
REFERENCIAS
Andreu J. y Graña J. L. (2002) Adaptación Psicométrica de la Versión
Española del Cuestionario de Agresión. España.
Armas E; García P. (2012). Inventario de Hostilidad BDHI y Escala L:
Estructura Factorial. Avances en Psicología Clínica. España.
Carrasco M; González M. (2006). Evaluación de la conducta agresiva.
España.
Cuello M; Oros L. (2013). Adaptación de una escala de agresividad física,
verbal y relacional para niños argentinos de 9 a 13 años. Revista
Iberoamericana de Diagnóstico y Evaluación.
Lara J. y Rios M. (s.f) Neurobiología básica de la agresividad. México.
López M; Sánchez A; Rodríguez L; Fernández M. (2009). Propiedades
Psicométricas del Cuestionario AQ, aplicado a población adolescente.
EduPsykhé. Revista de Psicología y Educación. Madrid, España.
López O. (2004). La agresividad humana. Costa Rica.
Moreno D; Ramos M; Martínez B; Musitu G. (2010). Agresión manifiesta y
ajuste psicosocial en la adolescencia. España.
Palomero J; Fernández M. (2001). La violencia escolar: un punto de vista
global. Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado.
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