VII Certamen.pmd - Beat Ramon Llull

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VII CERTAMEN
BEAT RAMON LLULL
juny 2011
Concurs de Narració Curta,
Expressió Plàstica i Visual
i Fotografia
Premis del VII Certamen Beat Ramon Llull,
NARRACIÓ CURTA
5è i 6è de Primària, en castellà
1r premi
Maria del Carme Ramis Ventayol, 6èB
2n premi Toni Rigo Arjona, 5è C
Accèssits Gabriel Benchea Joca, 6è B
Àlex Pastor Querol, 5è A
Pep Reyes Riutort, 5è A
1r i 2n d’ ESO, en castellà
1r premi
Miquel Joan Gelabert Coll, 1r A
3r i 4t d’ ESO, en castellà
1r premi
Maria Duran Sastre, 4t C
2n premi Catalina Amengual Ripoll, 3r B
Accèssits Antonina Aina Grau Ferrer, 4t C
Alonso Zurera Massanet, 4t B
5è i 6è de Primària, en català
1r premi
Miquel Forteza Genestra, 6è B
2n premi Maria M. Campins Mas, 5è B
Accèssits Jorge Cunill de Manuel, 5è B
Rosa Mulet Amengual, 6è B
Miquel Vanrell Herráez, 6è B
3r i 4t d’ ESO, en català
1r premi
Maria Duran Sastre, 4t C
2n premi Laura Garrido Bonnín, 4t C
EXPRESSIÓ PLÀSTICA I VISUAL
5è i 6è de Primària
1r Premi Neus Massip Suau, 6è B
2n premi Santi Prieto Olmo, 5è B
1r i 2n d’ ESO
1r premi
Marcio Lira Godoy, 2n C
2n premi Aina Rodríguez Neira, 1r B
FOTOGRAFIA
3r d’ESO Bartomeu Etxàniz Ramis
1r Batx. Marc Etxàniz Ramis
HISTORIA
Hay algo impresionante en el mundo, algo salvaje y algo difícil
de domar, el animal más fiel del mundo pero también el más
salvaje. Ha ido evolucionando con el paso del tiempo y ha
vivido desde la aparición del primer hombre hasta ahora, tiene
sus orígenes en el Oeste. No hay nada que me guste más que
sentir su cuerpo, su pelaje y su corazón. Desde que empecé a
montarlos he sentido muchísima más confianza en mí misma
que antes. He aprendido a confiar en los animales y a no
temerles. Esos equinos verdaderamente ayudan y no digo
ninguna mentira porque sé que en el fondo de todas las
personas hay un punto que dice: «Amo a los caballos». No
hay nada más interesante que mirarlos, domarlos y por
supuesto montarlos. Me siento libre cuando estoy con ellos y
siento mucho más amor que por nadie en el mundo, siento
que estoy a solas con esos mamíferos y que no hay nada ni
nadie que me pueda impedir acariciarlos y sentirlos. Sentir su
pulso, ese pulso que me hace respirar aire puro, que me hace
ser valiente.
Antes de empezar el pasado verano temía a esas criaturas, sí,
eran muy bonitos pero nada más, les tenía verdadero miedo.
Era muy insegura, temía a algunos animales y me arrepiento
de decir eso porque me he dado cuenta de que era algo inútil,
era como perder el tiempo, no darme cuenta de que me
equivocaba, pero a mediados de verano me di cuenta de que
los caballos eran lo que verdaderamente quería, lo que quería hacer.
Y ahora me inspiro en ellos para escribir esto porque me he
dado cuenta de que son lo que más me importa en la vida.
Cada semana espero impaciente ese sábado, el día en que me
paso toda la mañana con esos animales. Empecé montando a
una pony preciosa blanca y con manchas marrones, Pía era
un cielo, pero también era muy mayor y tuvo un cólico y le
tuvimos que decir adiós. No paré de llorar hasta que asumí
que estaba allí arriba observando cómo cuidábamos a todos
sus compañeros y compañeras. Ahora, en quien más me
inspirado para escribir esto es en Flicka; una preciosa yegua
blanca con algunos puntos marrones que casi no se notan y a
los que llamo «pecas». Ella es mi verdadera libertad. A esa
yegua a la que llamo «Nena» la considero mi mejor amiga
porque no hay nadie que la supere, ella es la mejor para mí.
Puede que no sea pura raza y puede que no sea la más rápida
ni la más valiente pero para mí es la mejor. La primera vez que
galopé con ella me caí y con esa caída sentí ansia, ansia por
aprender más. También lloré porque creía que me había hecho
daño pero lo único que había hecho es darme cuenta de que
Flicka era esa yegua en la que podía confiar. No importaba si
caía diez, veinte o incluso treinta veces más, sea con ella
como con otro caballo, como dicen: «de los errores se
aprende». Así que ese fue mi primer paso hasta ese mundo.
Ahora presiento que ellos son los creadores del universo, la
razón por la cual vivimos. Lo tienen todo desde belleza hasta
fuerza pasando por elegancia, pureza, sacrificio, valentía,
docilidad y fidelidad.
Mis preferidos son los Mustang, esos salvajes que no te
entienden pero que pueden llegar a saber incluso más sobre ti
que tú misma y que con mucho amor y paciencia pueden
llegar a ser tus mejores amigos como lo es conmigo Flicka
(ella no es Mustang). Los ganaderos los cazaban porque como
eran salvajes, competían con sus rebaños por el pasto, pero
finalmente los Mustang son una especie protegida. Otra raza
que me encanta es la Pura Raza Española, ¡eso sí es elegancia!,
son unos de los caballos más famosos del mundo ya que se
han creado muchísimas razas a partir de ellos ¡Qué belleza!
En el mundo no hay dos ejemplares iguales, cada uno es
especial a su manera. Pero todos tienen algo en común, todos
quieren que los quieran y son muy fáciles de querer si uno los
entiende, darles tu amor y tu confianza. Su espíritu expresa la
verdadera fuerza que tienen desde las entrañas de la tierra.
Donde son más felices los caballos que se usan para doma es
en el prado, allí es su pequeña selva, amazona, campo... Para
correr felices en libertad, sin nadie que les diga qué hacer
pero tampoco sin olvidar a los seres más queridos porque
los caballos nunca se olvidan de quienes los quieren realmente.
Cada día que me despierto veo ese dibujo que hice y que me
da fuerzas suficientes para seguir porque ese dibujo es un
caballo y entonces me recuerda a esos seres que tanto quiero
y que no pienso olvidar.
Eso va por vosotros Flicka, Pia, Zape (zorro), Esra, Prince,
Rivas, Niebla, Reli (Relámpago), Corzo , Mario y Leyla ¡Os
quiero!
Maria del Carme Ramis Ventayol, 6èB
EL JUICIO
Había una vez un niño llamado Carlos. Un día jugaba en la
calle con una pelota con sus amigos, pero sin querer Carlos
le dio al coche de Paquita, la mujer más amargada del planeta.
Mientras los amigos de Carlos se fueron corriendo al parque
sin esperarlo. Serán miedicas… Carlos pidió perdón a
Paquita, pero ella quiso denunciarlo y el día 7 de marzo a las
cinco de la tarde fueron a juicio.
Los amigos de Carlos estaban allí. El juez le preguntó a Juan,
un amigo de Carlos, lo que había pasado, Juan dijo que Carlos
le dio aposta al coche de Paquita. Carlos pensaba, «será
malvado». El juez dictó sentencia. Y enviaron a Carlos a un
centro de menores.
Un día Toni fue a visitarle, le dijo que tampoco estaba a
favor de él. Carlos le dijo que se fuera, y Toni se fue.
Pasaron los años y Carlos todavía estaba dentro del centro.
Pero un día Paquita fue a visitarlo. Paquita le pidió perdón
por todo lo que había pasado, le dijo que lo había denunciado
porque estaba muy enfadada en ese momento, pero que nunca
imaginó que lo encerrarían en ese centro tanto tiempo.
Ella le dijo que iría a hablar con el juez y hacer todo posible
por sacarlo de allí. Paquita fue a hablar con el juez para retirar
la denuncia al pobre niño. El juez le dijo que se lo pensaría. El
juez un día fue a hablar con el niño y le hizo un interrogatorio.
El niño le preguntó de qué iba el interrogatorio. El juez le dijo
que él le tendría que responder unas preguntas. La primera
pregunta. ¿Pegaste a propósito al coche de Paquita? Carlos
le respondió que no pegó aposta al coche.
Segunda pregunta. ¿Estás arrepentido de haberle hecho los
daños que le hiciste al coche? El niño le respondió que sí,
que estaba arrepentido. El juez le dijo que ya había acabado
el interrogatorio, y el niño se fue a su habitación.
El juez llamó a Paquita, y le dijo que el niño podía salir del
centro el próximo jueves.
Paquita fue a verlo el martes , y le dijo que el jueves saldría
del centro. Carlos se ilusionó. Y le dio las gracias a Paquita.
El jueves salió del centro y su familia le estaba esperando
fuera. Carlos estaba super contento. Un día Carlos fue a la
casa de Paquita, y también a las casas de sus amigos. Se
reunieron todos en la plaza del pueblo. Y se fueron todos a
tomar una coca-cola. Mientras que estaban tomando la cocacola, Carlos sacó el tema de los amigos, que no lo habían
defendido. Carlos les preguntó que por qué no lo habían
defendido, y ellos respondieron que tenían miedo. Y Carlos
les perdonó. FIN
Toni Rigo Arjona, 5è C
UNA HISTORIA
Había una vez un chico llamado Pedro. Cuando era pequeño
nadie quería ser amigo suyo porque no le gustaba el fútbol y,
en cambio sus compañeros cuando empezaba el recreo solo
pensaban en jugar al fútbol excepto Pedro que se pasaba el
recreo estudiando: matemáticas, catalán, religión… Sus
compañeros como nunca estudiaban suspendían y nunca se
esforzaban en intentar mejorar en los estudios solo se
esforzaban en el fútbol.
Un día vino un nuevo alumno muy educado llamado Raúl,
que era como Pedro porque le gustaba estudiar, y se hicieron
amigos.
Raúl y Pedro estudiaban: se hacían preguntas, jugaban al
«trivial»…
Un día Raúl le preguntó a Pedro:
-¿Has visto algún partido del Madrid contra el Barcelona?
-No.
-¿Has visto algún partido de fútbol?
-No.
Raúl no se lo podría creer, y como tenía dos entradas para el
partido de futbol que enfrentaba al Real Madrid contra el
Fútbol Club Barcelona por la Copa del Rey, le invitó. Pedro
aceptó su invitación.
Después del partido vio lo divertido que era y se puso a jugar
con Raúl.
En el colegio Pedro trajo una pelota, los demás compañeros
se olvidaron de traer una para ellos. Pedro les dijo:
-Os dejo mi pelota si me dejáis jugar con vosotros.
Ellos dijeron:
-Te dejamos jugar si nos das clases particulares.
Los dos bandos aceptaron.
Desde aquel día Pedro y los demás jugaban o estudiaban.
Dijeron que los lunes, miércoles y viernes jugarían a futbol y
los martes y jueves estudiarían.
Cuando no tenían balón de fútbol y tenían el libro en la clase
jugaban al pilla pilla, al escondite…
Y así la clase no suspendía y se divertía.
Gabriel Benchea Joca, 6è B
EL HOMBRE Y EL PERRO
Érase una vez un hombre y un perro que fueron a pasear por
el parque.
Entonces se encontraron con una mujer que también llevaba
un perro. Dejaron a los perros sueltos, cuando se enteraron
ya no estaban. Entonces fueron a buscar a sus perros.
Recorrieron toda la ciudad, no los encontraron y pusieron
carteles por toda la ciudad.
¡Recorrieron toda Mallorca! Palma, Inca, Lluc…
La recompensa subía y subía y el teléfono no sonaba. Estaban
muy pero que muy preocupados por sus perros, llamaron a
todos sus conocidos y amigos pero nada. Un amigo les dijo
que sus dos perros subieron a un avión hacia Méjico y ellos
también se fueron a Méjico. Vieron algunos perros pero no
eran los suyos. Unos hombres muy simpáticos les dieron de
comer y alojamiento.
Los mejicanos no resultaban ser tan desagradables, sino que
al revés eran muy agradables. Los mejicanos nos respetaron
a pesar de que fuéramos de fuera.
Les contamos por qué estábamos en Méjico y los hombres
amables se ofrecieron a ayudarnos:
-¿Queréis que vengamos y os ayudemos?
-¡Vale nos seríais de gran ayuda!
-Nos gusta ayudar.
-Fantástico empecemos.
Entonces empezaron a colgar carteles en Méjico. Fueron a
dar la vuelta por ciudad de Méjico para buscar pistas.
Encontraron la localización de los perros en una casa de un
multimillonario, en aquella misma ciudad. Fueron a buscarlos
y el multimillonario les dio a los perros encantado, les dieron
las gracias a los que les ayudaron y se fueron hacia Mallorca.
Entonces cada uno volvió a su vida y cada día se reunían
para divertirse, tomar un helado… Vivieron muy felices y
comieron perdices.
Àlex Pastor Querol, 5è A
AMOR ROMÁNTICO
Era un caballero que iba con un caballo blanco, pasaba por
un enorme castillo que era de una princesa que vivía sola y la
princesa vio que había un caballero que se mojaba en el agua
y la princesa le dijo que se podía quedar en su casa y que
dejara el caballo fuera, que no pasaba nada si se mojaba un
poco. Al final entró y estuvieron mucho tiempo juntos.
Al caballero le gustaba mucho el castillo porque era enorme,
tenía muchos cuadros que le quedaban bien al castillo, tenía
la torre alta y al lado tenía cuatro torres pequeñitas. La princesa
también tenía un caballo de color marrón. Los caballos estaban
juntos porque la princesa tenía un establo.
El caballero le pidió que si se podía quedar a dormir y la
princesa no sabía si dejar al caballero quedarse a dormir en
su casa o no, pero al final le dijo que sí, que se podía quedar
a dormir. El caballero se puso contento porque su casa estaba
a tres kilómetros de allí y además como llovía y ya era de
noche.
La princesa le dijo a su chef que le hiciera una cena especial
para conquistar al caballero, el primer plato era muy sabroso
y luego le siguieron ricas carnes y cuando llegaron los postres
el caballero le regaló una rosa roja. A partir de ese momento la
princesa se enamoró del caballero. El caballero ya lo estaba
desde que la vio por primera vez porque era muy bella y
hermosa.
A partir de ese momento se hicieron novios. Daban largos
paseos por los jardines del castillo. Daban paseos a caballo
por el bosque que rodeaba el palacio con caballo y el amor se
hizo tan grande que acabaron casándose. La ceremonia fue
en la mansión de su padre que era el rey de todo el país.
Asistió mucha gente, amigos de ella, amigos de él, incluso
invitados famosos.
Finalmente fueron felices para siempre y tuvieron muchos hijos.
Pep Reyes Riutort, 5è A
Diario de MW
¿Qué harás hoy?
Hola, soy Melinda White y hasta hace dos meses mi
vida era normal. Tenía amigos normales, una familia que me
quería, etc. Sé que esta especie de (¿cómo lo diría Stephanie
Meyer?) introducción os parecerá un párrafo sin sentido, pero
los (malditos) editores se empeñaron tanto…
¡Ring! ¡Ring! ¿Y ahora qué quieren?¡Qué no
queremos más seguros! «¿Cómo?» Nada mamá, cosas mías.
«Melinda, no sé si te habrás enterado pero la editorial no te
permite escribir más de siete páginas». Ups. Bueno,
empecemos de una vez. Ladies and Gentlemen, mi historia.
Lunes 18 de abril
Querido diario, no tengo mucho que contar. El día se
resume en tres etapas ABURRIMIENTO, SORPRESA y
DESESPERACIÓN.
El período Aburrimiento, llamado así por una
servidora, va desde el siglo «8:00 a.m» hasta el siglo «11:55
a.m». En él se incluyen diferentes sucesos de poca importancia,
como: el pesado discurso del profesor de naturales sobre
nuestro futuro y los terroríficos (al menos yo misma los veo
así) exámenes de Selectividad; y la entrega de los exámenes
finales de Cálculo.
El período Sorpresa, el cual comienza en el siglo
«11:55 a.m» y finaliza en el siglo «12:30 a.m» (la clase de
lengua terminó a las doce menos diez, pero seguía atónita
incluso cuarenta minutos después). Resulta que nuestra
generosa profesora de lengua nos ha puesto un examen final,
decisivo para la asignatura justo mañana por la mañana.
Y finalmente, el período de Desesperación, va desde
este momento hasta la actualidad. Lo he llamado así porque
no tengo ni la más remota idea de cómo voy a empollarme
toda la asignatura en una noche.
Como me encanta hacer comentarios sobre lo que
escribo he añadido algunas acotaciones escritas
naturalmente en cursiva y que no contenía el texto original.
Martes 19 de abril
¡¡¡¡¡¡¡¡¡Maldita sea!!!!! Me… en la profesora de lengua
y en todos sus parientes (consideré que lo mejor sería suprimir
las palabrotas e insultos al igual que los nombres de mucha
gente). Estuve estudiando hasta las cuatro de la madrugada,
creí que sabía la lección a la perfección, pero cuando me
encontraba cara a cara con el examen, esta confianza se
desvaneció. ¡Melinda White, nunca ha suspendido un examen!
Y para colmo, me he visto obligada a soportar las constantes
burlas de Becca y sus secuaces.
¡Se acordará de mí! ¿Cómo le diríais a un maestro
que una de sus alumnas ha hecho todos sus exámenes con el
libro bajo la falda?
Miércoles 20 de abril
Y como suponía, toda una noche de estudio y tres
meses de duro trabajo tirados por la borda. Y vosotros me
diréis: «Pero Melinda si sólo era un examen». ¡Sí, un examen,
pero este examen era decisivo, si suspendes un final,
suspendes la asignatura! Un triste final para un día tan alegre
como lo es, el comienzo de las vacaciones de Pascua.
Doy gracias a quién sea que está en el cielo observando
a la humanidad, que no salgo demasiado sobre estas fechas,
porque me han castigado sin salir, y va para largo (fue un
golpe de suerte que no aprobara. Si hubiera sido de otro
modo, lo hubiera lamentado mucho).
Jueves 21 de abril
Diario mío, ¿es posible que dos épocas distintas
eclosionen? Porque tengo la certeza de que mi futura suegra
ha bajado de los cielos ¡para hacerme la vida imposible!
Primero, suspendo el final de lengua y en segundo
lugar, estoy castigada. Vale, lo acepto. Debería haberlo
previsto. Además, todos mis amigos se van de la ciudad
para visitar a sus parientes de la Península. Pero no, este año
debía ser diferente. ¡Justo en estas fechas van a inaugurar
una discoteca de alto estanding a dos manzanas del
apartamento de mis padres!
Todos mis amigos se quedan en la ciudad, pero yo
como soy tonta debo quedarme en casa estudiando. (Y menos
mal que ni se me pasó por la cabeza fugarme).
Viernes 22 de abril
Me pregunto qué les habrá podido pasar. ¡El Facebook
era la réplica virtual de una ciudad fantasma, esta mañana!
(Cualquiera que conociera lo suficiente a mis amigos, os
podría decir con toda seguridad, que ni la resaca más
dolorosa hubiera impedido que se conectaran).
¡Qué fuerte! ¡Os traigo noticias frescas, que os dejarán
la carne de gallina! Os explico. No soporto quedarme de brazos
cruzados. Cuando lo hago los miembros me tiemblan e inicio
un concierto espectacular, en el que entono (desentono,
hubiera sido más exacto) varias melodías sin sentido. Bueno,
sus casas y, a que no adivináis que encontré… ¡NADA!
¡NADA! ¡Absolutamente NADA!
El caso es que he salido a dar un paseo, con la esperanza de
encontrar señales de vida. ¡Nada!
Sábado 23 de abril
Cada segundo que pasa, me siento más inquieta. Siento
como si algo estuviera pegado a mí y por mucho que lo intento
no consigo deshacerme de ese algo. Lo más preocupante, es
que tengo el presentimiento de que ese algo intenta comunicarse
conmigo. Al principio no le hice caso. Debéis entenderlo,
estaba histérica perdida y pensé que esa sensación sería
fruto de alguna de mis paranoias (no sería la primera vez).
He pensado hacerle una visita a Woopi, una compañera
de clase. Woopi tiene un «don». Sé que pensaréis que estoy
loca, pero Woopi es médium. Sus compañeros de clase se
mofan de ella, por ser lo que es.
(No penséis mal de mí. Qué tengo un cuerpo que
incita a la tentación, sí, pero jamás me he paseado por ahí
creyéndome mejor que los demás por tener a este par bien
puestas).
Domingo 24 de abril
Si antes me sentía incómoda, ahora estoy que me subo
por las paredes. Todo comenzó cuando cansada de sentirme
vigilada, acudí a Woopi.
Desde los 9 años, Woopi ha vivido sola con su abuela,
en una planta baja con pocos lujos (¿os podéis creer que no
tiene televisión? Pero si es lo mejor que se ha inventado.
¡Antiprogresistas!). Al igual que la mayoría de jóvenes de
nuestra edad, Woopi había asistido a la inauguración del
extravagante local, pero a diferencia del resto, ella ha regresado.
Se ha alegrado mucho de verme.
No ha necesitado especular mucho para darme su
diagnóstico, le ha bastado con que le expusiera la situación
en la que me encontraba. Bueno, creo que os podréis imaginar
cuál ha sido «Melinda, el fantasma de tu novio Sam, está
ligado a ti y quiere que sepas que mientras sigas en esta ciudad
correrás un grave peligro». Buff, cuando mi cerebro ha
procesado esa información, ¡madre mía, casi me caigo de la
silla! Woopi dice que no es la primera vez que ve sufrir ese
tipo de reacciones, dice que son comunes en gente de mente
cerrada y escéptica (¿lo habéis oído, me dijo tonta. No me
había dado cuenta :P). Y lo peor viene cuando Sam ha
tomado posesión del cuerpo de la médium. La voz de mi
amiga, ha… adoptado el timbre de la voz de Sam y… no
tengo palabras para describirlo, dijo algo como: «Mel amor
mío, (qué mono es, ¿no creéis?) todo ese rollo del pub para
pijos, sólo es una fachada, un cebo para atraer hacia su tumba
a adolescentes que ansían nuevas experiencias. Allí los drogan
con flor de loto, para que pierdan la noción del tiempo y
cuando estás como una cuba o te alejas de la muchedumbre,
sanguinarios vampiros se abalanzan sobre ti. Así es como
morí.» El color ha abandonado mi rostro. Sam, no ha
respondido a mis interrogantes. ¿Qué hace un aquelarre en
Mallorca? ¿Cuántos mitos acerca los chupasangres son
ciertos? ¿Cómo se libran de la ley? etc.
A pesar de estar aterrorizada, me alegro de haber vuelto
a hablar con Sam.
Lunes 25 de abril
Alguien me puede decir, ¿cómo lo hacen? Y yo que
pensaba que esas sanguijuelas la habían pifiado. Esto es muy,
pero que muy fuerte. Desaparece media ciudad y aquí nadie
dice ni mu. Ni en las noticias, ni en el periódico, ni siquiera las
viejas de la vuelta de la esquina hablan sobre ello. ¿Es que
solamente hay una persona entre 30.000 que tiene un poco de
cerebro (esto último habla de la menda)? A ver, nenes salir
de fiesta en nueva discoteca, ellos no volver ¡todo encaja,
hasta en Barrio Sésamo!
Han pasado unas cuantas horas desde mi último
comentario. Para que os hagáis una idea, son las 22:30. Estoy
con Woopi y Sam a dos manzanas del «DJ de Oro» (el pub
de los infiernos). Desde que sé lo que sé, no me separo de mi
diario, temo que pueda ir a parar a manos no deseables. Nos
dirigimos allí, para llevar a cabo nuestro plan. La idea es liberar
a todo los presos y espantar a los pintorescos verdugos.
DESEADME SUERTE.
(Dejo esta historia con final abierto, ahora os toca
continuar a vosotros. Puedo haber muerto y que otra persona
haya publicado mi diario utilizando mi nombre, puedo haber
liberado a los juerguistas de las garras de los vampiros…
Os doy las gracias a todos.)
Melinda White
Miquel Joan Gelabert Coll, 1r A
MALDITO 8 DE AGOSTO
Como ya sabéis, me llamo Jack y tengo 66 años, esta es la
historia de cuando conocí de verdad a vuestra abuela.
Año 1963, instituto Crest High, yo tenía 18 años, típico mal
estudiante, repitiendo curso y capitán del equipo de fútbol
americano del instituto. Fumaba y bebía. Vivía a toda costa
con el dinero de mis padres. Yo provenía de la conocida
estirpe de los Monroe de California. Mi padre, era director
general de una cadena de hoteles de lujo, y mi madre, la
abogada más reclamada de aquellos tiempos. El dinero les
salía por las orejas y todo lo que un adolescente de mi edad
hubiera querido o deseado, yo, lo tenía. Para entonces siempre
pensé que fui… un ignorante de la vida. No sabía qué era
ganarme algo a pulso.
Thomas y Billy eran mis dos mejores amigos desde la infancia.
Al igual que mis padres los suyos también eran ricos. Thomas
era el mejor quarterback del equipo, era de tez blanquecina y
de carácter fuerte. Siempre escuchaba música, le encantaban
los Beatles. Antes de los partidos nunca se quedaba sin oír
alguna de sus canciones, era como un ritual para él. En los
momentos en los que uno necesitaba a alguien con quien hablar,
él siempre tenía una frase para levantarte el ánimo, siempre
decía que tenía el genio filosófico en sus venas. Billy, también
era uno de los mejores defensas del equipo, siempre parecía
bronceado, pues su piel era muy morena. Era más bajito que
Thomas pero más robusto. Siempre estaba riendo, le encantaba
siempre hacer payasadas y al contrario que Thomas, a él le
gustaban más las artes marciales que la música. A Billy le
encantaban las puestas de sol, aunque fuera un tipo muy
nervioso, le fascinaban. Otra de las diferencias entre Thomas
y Billy era que, cuando necesitabas a alguien para hablar Billy
siempre tenía una excusa para quitarse las necesidades de
encima, él no era para nada filosófico como lo era Thomas y
a él no le interesaba el tema sensiblero, él era más… de vivir a
tope y sin preocupaciones.
En nuestro grupo estaba Rosalie Johnson, mi «novia», a la
cual en aquellos tiempos ni siquiera amaba. Solo de pensar
que prácticamente la tenía a mi lado solo para presumir o
para poder hacerme el interesante delante de otras chicas…
ahora lo pienso y lo que siento es peor que la vergüenza.
Incluso a veces hacía ver que la amaba de verdad cuando ella
me besaba, ella creía en las relaciones serias y yo solo quería
a una chica por sus condiciones físicas y para divertirme. Ella
era la animadora de mi equipo, rubia, una buena figura, una
sonrisa preciosa, ojos verde intenso… cumplía todos los
requisitos de una animadora. Era una de las mejores
estudiantes de su clase, por no decir de todo el instituto. Y
pensar que yo no la amaba, no me daba cuenta de que era
mía, solo mía porque ella siempre me había amado.
Todo ocurrió el 8 de agosto de 1963. Recibí una invitación
de uno de los hijos de los clientes del buffet de abogados de
mi madre. Era un chaval joven, el nombre del cual no me
sonaba de nada, aunque lo que de verdad me interesaba a mí
era la fiesta, en la invitación decía que nos invitaba a su fiesta
privada en la mansión que tenía en la costa y que además
podía llevar acompañantes. Decidí invitar a Thomas y Billy
para decirles que les parecía ir allí, a los dos les gustaba la
idea, se pusieron frenéticos. Creí que a Rosalie le gustaría la
idea así que se la propuse:
- Oye Jack, mis padres no me dejarán ir, y lo sabes…
- No hace falta que se den cuenta de que no estás. Diles que
estás en casa de una amiga, de Alison, por ejemplo.
- Pero Jack…
- Venga no seas así, ven con nosotros, nos lo pasaremos
bien…
Al final la convencí y vino con nosotros, les dijo a sus padres
que quedaría a dormir en casa de Alison, otra de las
animadoras del equipo con quien yo compartí algún que otro
momento.
Íbamos en mi coche, uno regalado por supuesto, un precioso
Mustang rojo, por aquel entonces, de lo mejor. Viajábamos
como si fuéramos a la velocidad de la luz. La mansión estaba
en lo alto de un acantilado, bordeamos el camino, estaba lleno
de curvas y un pequeño despiste podía ser fatal. Era una casa
enorme, con vistas al mar y con un garaje que podría ser un
concesionario de coches. Nada más llegar nos dieron dos
copas de Martini a modo de bienvenida y empezamos a comer
un poco. Luego pedimos unos vodkas para todos. Más tarde
nos condujeron hasta la discoteca privada de la mansión,
donde seguimos bebiendo todo tipo de bebidas alcohólicas.
Pocas horas más tarde Bill, Thomas y yo íbamos
completamente ebrios, la única que se controlaba era Rosalie
que solo se bebió la primera copa de Martini. El ambiente
estaba ya muy cargado, la gente ya empezaba a ir borracha,
había empujones, miradas, humo, agarrones, pastillas…, sí,
pastillas; alguien me ofreció una pastilla de un color verde,
pero llevaba tal embriaguez que ni siquiera fui a pensar que
sería droga. Sentía el olor a alcohol por todas partes y el
hedor del tabaco me mareaba. Thomas y Billy, también
estaban totalmente borrachos. Rosalie quería irse, rondaban
ya las cuatro de la madrugada, así que «salimos» - ella a pie y
nosotros con su ayuda- y nos dirigimos hacia el coche.
Rosalie me pidió que no condujera, pero ignoré su sugerencia
y me puse al volante del automóvil. Ella me suplicaba una y
otra vez que no lo hiciera pero estaba tan ebrio que apenas
oía su voz, tan solo oía una cacofonía de su voz y la música.
Finalmente subieron todos al coche y empecé a conducir.
Para empezar, no encontraba el contacto de las llaves y Rosalie
tuvo que ayudarme. Di unos cuantos frenazos y no veía más
que manchas de colores en medio de la carretera, sentía un
fuerte mareo. Thomas y Billy estaban haciendo payasadas
dentro del coche, uno decía que veía caballos dentro del
coche y otro decía que había arañas por dentro de sus
pantalones, es, desgraciadamente, unos de los pocos
recuerdos que me quedan de ese día. De pronto, vi dos luces
amarillas y me cegaron por completo, di un último volantazo
y lo único que oí fue su voz, la de Rosalie, desesperada:
- Jack gira, ¡¿me oyes?! ¡Gira!
Luego todo se convirtió en un conjunto de fuertes golpes y
varias vueltas de campana. El coche se estrelló contra el otro
automóvil y con la fuerza del impacto empezó a dar vueltas
sobre sí mismo. Cuando por fin el coche se paró, la adrenalina
hizo que se me despejara un poco la mente. El Mustang
estaba boca abajo, no quedaba ni un cristal entero. Yo estaba
boca abajo, tenía un dolor insoportable en el costado izquierdo
como si me hubieran machacado las costillas con un martillo,
debía tener alguna que otra rota y la cabeza me daba vueltas.
Billy estaba ensangrentado, Thomas había salido despedido
del coche unos metros más arriba. Rápidamente salí del coche
dando tumbos y me dirigí hacia Thomas, el cuerpo no se
movía, yo solo hacía rezar y rezar para que no le hubiera
pasado nada, pero para mi desgracia ya casi no notaba el
pulso en su cuello ni en su corazón. No me lo podía creer
uno de mis mejores amigos había muerto, giré la cabeza para
comprobar el cuerpo de Billy que para mi desgracia tampoco
se movía ente gritos y sollozos me di cuenta de que los dos
habían muerto.
Creí que Rosalie también había muerto cuando oí que gruñía
de dolor, se había golpeado la cabeza, pero aún estaba
consciente, debía hacer algo para salvarla, era lo único que
podía hacer, la necesitaba, en ese momento me di cuenta, la
amaba, y justo cuando estaba a punto de perderla. Estaba
rabioso de odio propio y me quería morir. Intenté abrir la
puerta para poder ayudarla, luego me di cuenta de que se
había roto una pierna y llevaba magulladuras por toda la cara.
- Tranquila Rosalie, te sacaré de aquí. Aguanta, por favor.
Aguanta.
Ella giró la cabeza levemente y su mirada se clavó en la mía,
me transmitió dolor, parte de odio y a la vez de tristeza. En
ese mismo instante me di cuenta de toda la carga de
remordimiento y culpabilidad que me esperaba.
Por mi culpa, ahora Thomas nunca volvería escuchar a los
Beatles ni tatarear la canción de «Let it be», ni volver a tocar
la guitarra, que tanto le gustaba. Y ahora es cuando necesitaba
una de sus célebres frases, pero no estaba, y todo por mi
estupidez y por mi imprudencia. Ahora Billy ya no nos haría
su demostración de karate ni hacer esos placajes que tanto le
gustaba hacerles a nuestros contrincantes, ni tampoco volvería
a apostar por cualquier cosa.
Pocos minutos después el conductor del coche con el que
habíamos colisionado, que salió ileso, se acercó y con mucha
delicadeza me ayudó a entrar a Rosalie en el coche. Fuimos
rápidamente al hospital donde me la quitaron de los brazos y
se la llevaron a un quirófano. A mí me llevaron a observación
y avisé dónde estaba el coche accidentado.
De pronto, con el alcohol corriendo por mis venas mezclado
con parte de adrenalina y un shock emocional, la vista se me
nubló y me desmayé. En esa especie de sueño, solo recuerdo
que mi cerebro guardaba de Billy y de Thomas, ahora se
reflejaba en mi mente, como si yo estuviera solo en un cine,
con la mirada clavada en la pantalla. Después, como si yo
fuera el único que podía ver aquello, vi como Rosalie me
cogía de la mano y paseábamos juntos por una playa infinita.
Cuando me desperté el fluorescente de la habitación me cegó
la vista. La enfermera me explicó que el desmayo fue debido
a una sobredosis de alcohol y anfetaminas. No tenía ninguna
costilla rota, pero tenía el hombro dislocado y me hicieron
falta algunos puntos de sutura en la mejilla izquierda. Cuando
acabaron de curarme quería ir a ver a Rosalie, necesitaba
verla, decirle lo mucho que la quería y que sentía muchísimo
lo que había pasado, además entendería que no quisiera verme
más en la vida pero al menos decirle que la amaba. Parecía
cómico, que tuviera que haber pasado todo aquello para
darme de lo que tenía en la vida, era como si Dios me hubiera
dado un escarmiento para abrirme los ojos, y lo pagué con la
vida de mis dos mejores amigos.
Cuando iba a levantarme la enfermera me dijo que no me
moviera, dijo que necesitaba reposo absoluto pero yo no
estaba dispuesto a hacer ningún tipo de reposo, sentía que
cada segundo que pasaba sin verla perdía una parte de
Rosalie. Así que me levanté (así como pude…) y me dirigí
hacia un mostrador que había en el pasillo en la planta en la
que yo estaba. La enfermera que había detrás del mostrador
estaba archivando unos papeles.
- Disculpe, ¿sabe en qué habitación está Rosalie Johnson?pregunté.
-¿No debería estar usted descansando?- gruñó al ver los puntos
en mi mejilla.- Además no puedo darle información de ningún
tipo a menos que sea usted familiar suyo.
- Por favor dígame dónde está, no le pido nada más. Necesito
verla, me hará el hombre más feliz de este mundo si me dice
dónde está.
La enfermera me miró con aires de lástima.
- Está bien, ahora se lo digo espere un momentito, por favor. Susurró por encima de su hombro.
Se dirigió hasta la caja donde había estado archivando sus
papeles y rebuscó en ellos. Al fin encontró lo que buscaba.
-Rosalie Johnson, habitación 311.
No le di tiempo a que dijera nada más, ni siquiera le di las
gracias. Fui directamente a su habitación, hubiera ido corriendo
pero el dolor del hombro y con un pie vendado no me permitió
correr más. Entré en la habitación con el ritmo acelerado, y la
vi, estaba con la cara llena de esparadrapos y con la pierna
escayolada sujetada en alto. Había dos o tres enfermeras. La
enfermera más mayor, me dijo que había entrado en un ligero
coma, pero dijo que el noventa por ciento de la gente que
sufría ese tipo de coma despertaba en menos de cuarenta y
ocho horas. Aunque me pidió que me fuera a mi habitación la
ignoré, cogí una silla y me senté al lado de la cama de Rosalie.
Salió la última enfermera que había en la habitación, miré a
Rosalie con la cara llena de moratones y me dieron ganas de
estar en su sitio, le cogí la mano. Como si estuviera
confesándome, le dije en voz alta todo lo que sentía.
- Sé que no puedes oírme pero, no puedo dejar escapar la
oportunidad de decirte lo que siento en estos momentos.
Quiero que sepas que conocerte ha sido lo mejor que ha
pasado en mi vida, y sí, me doy cuenta ahora... justamente
cuando estoy a punto de perderte. También, has de saber que
Thomas y Billy seguirían con vida si yo… – Las lágrimas
empezaban a caer por mi cara – Me siento la persona más
ruin, ignorante e irresponsable del mundo, me quiero morir,
Rosalie. Era yo quien debería haber muerto, tu deberías haber
salido ilesa y poder hacer de tu vida algo mejor que siendo la
novia de un asesino como yo. Durante este tiempo no me
daba cuenta de nada de lo que tenía. – en ese momento
empecé a llorar como un niño pequeño, sin consuelo – Rosalie
quiero que sepas… que nunca te he amado tanto… como
ahora y que… siento haber sido un ciego, – Me enjugué las
lagrimas – por no darte algo mejor que protestas a lo que
decías e ignorarte. No volveré a ser el mismo, deberían
encerrarme por hacer lo que he hecho. Yo… – Me costaba
respirar, sentía una fuerte presión en el pecho – no tengo
perdón. Me merezco lo peor de este mundo. He sido un
canalla, un imbécil. Merezco morir.
>>Aunque sea tarde y quizás no quieras volverme a ver nunca
más en la vida, quiero pedirte perdón por ser así como soy.
Por no haberte hecho feliz cuando debía, por no ser quien
debo ser. Por no devolverte un beso, con la sinceridad que tu
lo hacías.
De pronto, ella me cogió la mano, la estrechó. Mi corazón
empezó a latir desbocadamente.
- Rosalie, ¡¿estás despierta?!
Luego abrió lentamente los ojos.
- Sí, y he oído todo lo que me has dicho y no creía que una
persona como tú llegara a sentir todo eso. Creo que debe de
ser lo más bonito que has dicho en toda tu vida. – dijo con
una mueca entre la risa y el dolor.
- Sí, creo que sí. – conseguí decir entre sollozos.
- Escucha Jack, lo que ha pasado ha pasado es terrible. Es
verdad que Thomas y Billy ya no están con nosotros pero…
-¡Ha sido culpa mía! Si yo no hubiera bebido, si me hubiera
controlado o te hubiera dejado conducir a ti nada de esto
habría pasado. Soy un asesino.
Ella me acarició la cara y me dijo que me quería. Acababa de
quitar la vida a dos personas y ella decía que me quería...
-¿Por qué?
- Porque te quiero y vas a necesitarme.
No la entendía, pero la amaba, en ese momento ya no sabía
qué sentir, si rabia, tristeza, odio a mí mismo… pero la besé y
estuvimos compartiendo lágrimas. Allí fue cuando la conocí
realmente, conocí cómo era Rosalie Johnson.
Ahora, a mis 66 años recuerdo lo ocurrido mientras estoy
mirando unas fotos con Thomas y Billy en un partido, vaya
tiempos los que vivimos juntos. Las páginas del álbum me
recordaban tantos momentos felices, tantas risas, tantas
vivencias, casi toda una vida y así son las experiencias de la
vida, aprendemos muchas cosas, pero lo más importante es
perdonar como hizo Rosalie conmigo. Es algo que no cualquier
persona podría haber hecho. Y ahora día 8 de agosto, estoy
en la terraza de mi casa recordando todo lo ocurrido hace 48
años y doy gracias a Dios de que existan personas como mi
mujer, Rosalie.
A pesar de todo, lamento cada 8 de agosto y vuelvo al mismo
sitio donde todo ocurrió, escucho la canción de «let it be»,
para Thomas, veo la puesta de sol para Billy y rezo por mi
pecado.
Para mis nietos, Sam y Grace.
Jack.
Maria Duran Sastre, 4t C
DEMASIADA IMAGINACIÓN
Aquella noche estaba sentada en el sillón de su habitación.
No podía dormirse después de la discusión que mantuvo
con su padre. Esas frecuentes discusiones le hacían sentirse
inútil, como diferente a todos sus amigos. Se intentaba
convencer a ella misma de que no iba a llorar, pero sus palabras
no bastaron y sus ojos se convirtieron en ríos. No quería
hacer ruido, prefería llorar sola. Se acercó a la ventana y
contempló el pueblo dormido bajo la luz fúnebre de un par de
farolas. No había nadie. Todo estaba muy tranquilo. Se volvió
y, por segunda vez, intentó meterse en la cama y dormirse...
imposible. Eran más de las dos de la madrugada pero su
mirada seguía fijada en el suelo. Casi no parpadeaba. Era una
de aquellas noches de verano en que el calor se hacía
insoportable, bochornoso, por eso se levantó con mucha
altivez y entreabrió la ventana. Acto seguido, volvió a la cama.
A Lucía le encantaba leer. Siempre se inventaba miles de
historias. Tenía la certeza de que había un libro del saber que
iba más allá de todo lo que se había investigado hasta entonces.
Creía que si lo encontraba sabría todo, absolutamente todo
lo que quería saber sobre miles de temas diferentes y así
podría escribir millones de libros. Sin embargo, nadie le
apoyaba en eso, ignoraban lo que realmente le gustaba. Este
era el motivo de sus habituales disputas. Se había pasado
meses yendo a la biblioteca para buscar información sobre el
libro que unos cuantos sabios antiguos decían que habían
escrito. Había pocos detalles sobre este, aunque en sus hojas
había más de los que uno se puede imaginar. Se pasaba las
noches en vela leyendo los libros que cogía prestados de la
biblioteca. Una noche a las tres de la madrugada empezó a
gritar. Despertó a sus padres y estos subieron para ver qué pasaba.
− ¡Lo he encontrado!- gritaba Lucía.
Tras un par de minutos de explicación sus padres
comprendieron que había descubierto de qué color era aquel
libro que tanto ansiaba. Tenía las tapas verdes y justo en el
centro tenía inscrito un símbolo celta llamado Triskel. Este
símbolo tiene dos significados triples; por una parte significa
cuerpo, mente y alma, y por otra, cielo, mar y tierra.
Acto seguido su padre se enfureció y se marchó de su
habitación. Su madre no supo qué hacer ni qué decirle, por
eso abandonó también la habitación. Lucía quedó
decepcionada, tanto que pensó que el trabajo de toda la noche
no había valido para nada. Pero esta idea no habitó demasiado
en su mente. Intentó hacerse una idea del libro, de lo grande y
antiguo que sería... ¡Sí, el trabajo valió la pena! Ahora solo
tenía que encontrar el lugar donde estaba y sería suyo. En
primer lugar, sabía que podría pasarse toda la vida buscando
ese libro y aún así no encontrarlo. Y en segundo lugar, sabía
que tendría que hacerlo sola.
No consiguió dormirse porque no podía dejar de pensar en el
libro. De repente, un soplo de aire frío le recorrió la espalda.
No se inmutó. Aquel aire frío volvió a acariciarle el rostro.
Creía que venía de la ventana, pero estaba cerrada igual que
la puerta, por eso, no conseguía explicarse de dónde venía.
Decidió no hacer caso de aquello, estaba muy cansada y no
le extrañaría que fuesen imaginaciones suyas. Pero aquella
brisa entró otra vez. Parecía como si ascendiera desde abajo.
Sus padres hacía ya rato que se habían ido, seguramente ya
estarían dormidos, aunque podría ser que se hubieran
levantado para beber agua o ir al lavabo. Esperó y al cabo de
un par de minutos el aire que corría encallejonado por alguna
estrechura volvió. No le gustaba tanto misterio así que decidió
averiguarlo. Saltó de su cama dirigiéndose hacia las escaleras.
Todo estaba oscuro. Encendió una luz pequeñita y se dirigió
a la cocina. Nadie. Acto seguido, al baño. Nadie. Sin embargo,
aquel aire, que ya le estaba resultando molesto, continuaba,
por eso se dio cuenta de que ascendía de más abajo. Quizás,
desde la cochera. Miró a través de una ventana y fuera no
hacía ni una gota de viento. ¿Qué estaba pasando? Descendió
todas las escaleras hasta que llegó a la cochera. Acabó de
abrir la puerta, medio abierta, y una bocanada de aire frío le
arañó la cara. Estaba lleno de... ¡ no sabía cómo llamarlos!
¿Animales, tal vez? Nunca había visto algo parecido. Había
de todos los tamaños. Su cuerpo era redondo y su cuello
muy delgado. En su extremo superior había un solo ojo. ¿Eran
cíclopes? No, aquellas criaturas no eran tan grandes. Del susto,
no se percató de que todos esos individuos se disponían a
entrar en su casa. Con rapidez, intentó cerrar la puerta pero
uno de ellos puso su pie en medio impidiendo que esta se
cerrase. Subió las escaleras como una flecha y corrió a avisar
a sus padres. No se levantaron, ni le hicieron caso. Les contó
lo que había visto, pero, Lucía, a menudo soñaba cosas y
sus padres habían aprendido a no escucharla. Ella insistió
desesperadamente en que esta vez no se lo estaba inventando,
que esta vez no lo había soñado. Otra vez volvió a llorar,
pero lo hizo a lágrima viva. ¡No podía más! No sabía lo que
querían aquellas cosas, ni el porqué de su visita. Estaba
asustada, muy asustada. Con la vista borrosa subió hacia su
habitación y se encerró. Después de unos cuantos minutos
oyó el ruido de un jarrón al chocar contra el suelo. Su madre
la regañaría, pensando que había sido ella. Tenía que bajar
para parar lo que estuvieran haciendo aquellas criaturas, pero
una fuerza incontrolable la obligó a quedarse quieta. Todavía
podía oír el encuentro violento que sufrían diferentes artilugios
al llegar al suelo. Bajó, pero sabía que había mucho en juego,
y aunque tal vez exagerase su vida. Aquellos individuos estaban
cogiendo montones de libros de sus estanterías y, acto seguido,
se sentaban en su sofá, en el suelo, en las lámparas, encima
de la televisión, incluso en el mismo lugar donde habían
encontrado el libro, y se ponían a leerlo. Su ojo era enorme y
al verlos leer tan rápido, entendió su utilidad. Lucía no daba
crédito a lo que estaba viendo. ¿Cómo era posible? Intentó
echarlos de su casa quitándoles sus libros, pero aquellas cosas
se levantaban y volvían a coger otro. Cuando iba a cogérselo
a uno se cayó al suelo, porque todo estaba a oscuras. Se
levantó rápidamente por miedo a que le hicieran algo y encendió
la luz. Al volverse para observarlos, un par de ellos se
abalanzaron sobre ella y acto seguido perdió el conocimiento.
Cuando despertó le embistió un fuerte olor a podredumbre
que hizo que se tapara la nariz. Se incorporó y se dio un
golpe en la cabeza con el techo. Era demasiado pequeño para
ir de pie y tuvo que ir a cuatro patas. Por su forma redonda
pensó que debía ser un túnel, pero el problema era que no
sabía dónde estaba. De repente el túnel se acabó y cayó al
suelo de una gran sala iluminada con una sola bombilla. Se
llenó de polvo y cuando abrió los ojos supo por primera vez
en su vida que realmente existía el paraíso. ¡Aquello era
magnífico! Estaba lleno de estanterías con libros, montones
de libros y lo mejor era que tenían muchos años. Sin pensarlo
se acercó y, a pesar de que estaban llenos de polvo, empezó
a buscar el libro que tanto ansiaba. Ya era la segunda estantería
que miraba, cuando quitó un libro y detrás le apareció uno de
los invasores de su casa. Chilló porque no se lo esperaba y
luego de detrás de la estantería empezaron a salir más y más
de ellos. Llenaron toda la sala mientras Lucía iba retrocediendo
hasta que llegó a la pared. Se quedó acorralada, pero no pudo
evitar pensar que quizás aquellas criaturas podrían decirle dónde
estaba el libro.
− ¡Esperad!- gritó con la voz temblorosa.
Todos dejaron de avanzar y, de entre ellos, emergió una criatura
enorme. Desde lejos no podía distinguir su piel, pero a medida
que se iba acercando descubrió que estaba llena de trozos de
papel. Había muchísimas letras y se podía apreciar que no le
faltaba ni una sola letra en ningún rincón.
− Lucía, ¿verdad?- su voz era apagada, seca, como si hiciera
años que no hablase.
− ¿Cómo sabe mi nombre?- contestó atónita.
Se hizo el silencio durante unos instantes y luego aquel ser
continuó.
− Mis sirvientes te han traído hasta aquí porque creemos
que eres la única persona que puede ayudarnos.
− ¿Ayudaros? ¿Yo? Pero...
− Hace cien años que estamos buscando un libro- la
interrumpió.- Tú eres la única de estos seres que habitáis
ahí arriba que tiene interés por este tema. Se trata de un
libro que contiene explicaciones, cosas que uno nunca
podría imaginarse. Sus tapas son verdes y en el centro...
− Tiene grabado un símbolo celta- se adelantó Lucía.
− ¡Exacto!- respondió con asombro.- Pero tal vez con tu
ayuda lo encontraríamos antes.
− ¿Pero dónde pensáis buscar? Hay miles de sitios donde
podría estar enterrado.
Aquel siniestro ser negó con la cabeza.
− Hay un libro que tú no has podido encontrar. Lo tengo
aquí- levantó su mano y le enseñó un libro rojo muy
anticuado.- El caso es que según este escrito, el libro que
buscamos ha de estar por aquí, pero hay demasiados.
Además debido a nuestra estatura no podemos llegar a la
parte superior de las estanterías y nos tenemos que poner
unos encima de los otros. Más de una vez caemos y
estamos más tiempo en volvernos a colocar que en buscar
el libro. Por eso, ya que tú eres más alta que nosotros...
Debes ayudarnos.
− ¿Pero qué sois? ¿Cómo sabéis que voy a la biblioteca?
¿Cómo sabéis mi nombre?- Lucía se estaba poniendo
nerviosa, no lograba entender nada.
− Somos gnomos. Cuando nacemos sabemos leer, nadie
tiene que enseñarnos. Crecemos gracias a la lectura.
Cuantos más libros leamos, más grandes nos volvemos.hizo una pausa y continuó- Respecto a tu información...
Mis sirvientes salen al exterior muy a menudo para encontrar
a alguien como tú. Hace poco que te encontraron y te
estaban vigilando, para asegurarse de que realmente eras
tú quien debías venir aquí.
− Pero no acabo de entender para qué queréis el libro...
− Si no encontramos este libro nunca nos podremos morir.
Es un castigo que nos dio nuestra antigua hechicera... Yo
ya soy viejo y quiero descansar.
− Y si lo encontramos... ¿quién se lo quedará?
Aquel gnomo no contestó. Se giró y se marchó por donde
había venido.
− ¡Oiga, no pienso trabajar en esto si no me responde!- gritó
ella enfadada.
− Tú, limítate a encontrarlo. Luego ya veremos...
− ¡No! ¡Me voy de aquí!
− Nadie viene aquí y se marcha sin más. Ahora ya nos has
visto, sabes que existimos y no puedes largarte con esto.
− ¿Y qué más os da? ¡Nadie me creerá!
− No son ellos quiénes nos preocupan...
Lucía no entendía a qué se refería pero poco le importaba.
Solo quería marcharse de aquel lugar. Se giró para llegar hasta
el túnel de donde había caído, pero todas aquellas pequeñas
criaturas la siguieron. Cuando apenas le faltaba un metro para
alcanzarlo se abalanzaron otra vez sobre ella, igual que como
lo hicieron en su casa, pero esta vez eran más, muchos más.
Lucía gritaba y gritaba. No tardó en comprender lo que querían
hacer; puesto que ella no los quería ayudar, en esas
condiciones, ellos querían asfixiarla ya que no podía marcharse
después de haber visto todo aquello. Entre gritos y sollozos
dijo que no lo diría a nadie, que se callaría... Era inútil. Nadie
la escuchaba. Cada vez tenía más y más sueño. Los ojos se
le cerraban. De pronto el aire le empezó a faltar. Intentaba
respirar lo más hondo que podía y aguantar todo el tiempo
que pudiera. Se estaba ahogando...
De pronto, despertó con un sudor frío recorriéndole la espalda.
Se estremeció.
− Parecía tan real...- pensó.
Fuera como fuere, a la mañana siguiente iría a comprobar el
salón y los jarrones. En aquel momento estaba demasiado
aturdida como para levantarse de su propia cama. Pero... ¿y
si el todo lo del libro y toda su investigación también fueron
solo un sueño?
Catalina Amengual Ripoll, 3r B
MI OTRA VIDA
Me llamo Violeta, tenía 17 años, y una gran familia. Amaba mi
vida. Me llevaba genial con todo el mundo, o casi con todo el
mundo, tenía grandes amigos y estaba enamorada. ¿Qué más
podía pedir?.
Estaba a punto de llegar el gran día, aunque para mí todos los
días eran grandes, pero me refiero a la excursión y a la
acampada. Sólo íbamos los alumnos con excelente
comportamiento, y con la suerte que tenía, dentro de esos
alumnos se incluían mis amigos y mi hermano Ángel. Sí, iba
a clase con mi hermano. Él tenía 15 años, yo era repetidora,
aunque no me arrepentía de haber repetido, de no haber sido
así no habría tenido tantísimos buenos amigos, ni mi capacidad
de relacionarme tan desarrollada. En resumen, nunca me
quejaba de nada.
El día anterior a la acampada me lo pasé hablando por Skype
con mi mejor amigo Víctor, del que estaba enamorada, y no
sabía si él sentía lo mismo, aunque el no saberlo era lo que
me gustaba, no tenía ninguna prisa por enterarme, porque
así vivía con más ilusión. Hablamos de qué llevaríamos y yo,
como solía ser normal, me estresaba mucho, en cambio él,
para nada. Si es que estábamos hechos el uno para el otro.
Finalmente, a las doce de la madrugada nos despedimos
pero no pude pegar ojo.
Al fin llegó el gran día. Los alumnos que no podían venir nos
miraron de reojo al llegar al colegio y ponían unas caras...
Pobrecillos, me sabía poner en su lugar, y los entendía, pero
también pensaba que no era mi culpa que se hubieran portado
mal a lo largo del curso, así que eso no me quitó para nada
las ganas de ir y disfrutar.
Cuando llegó el bus menos mal que Víctor me llamó, porque
yo estaba fantaseando con que él se colaba en mi tienda de
noche y dormíamos juntitos y abrazados. Él se rió de mi
empanamiento mental y a continuación me pidió que nos
sentáramos juntos, no lo pensé dos veces, le dije que sí de
inmediato, pero no me acordé de que le dije a Luna que me
sentaría con ella. Cuando entró en el bus y me vio sentada
con Víctor me dirigió una mirada asesina encantadora. Eso
me arruinó un poquito el viaje pero estaba demasiado contenta
como para darle más importancia.
Y empezó el viaje, me encontraba muy a gusto a su lado, nos
daba el sol de pleno, y eso hacía que cuando me miraba éste
le diera en los ojos y se los hiciera de un color miel que me
encantaba. Era perfecto todo. Volvía a fantasear... Me sacó
de mi aturdimiento un ruido que provenía del walkie-talkie del
conductor. Parecía haber problemas por la carretera en la
cual estábamos adentrándonos. De repente tuve un mal
presentimiento.
Entonces vi una gran limusina negra en medio de la carretera,
pero no estaba viniendo ni yendo, estaba de lado ocupando
así toda la vía. Al conductor no le dio tiempo a frenar y...
Chocamos contra la limusina. De inmediato cogí de la mano
a Víctor, él se giró rápidamente hacia mí intentando decir
algo, ojalá fuera un ‘’te quiero’’, pero yo le miré a los ojos,
dónde no quedaba ya ningún rastro de luz. Y entonces todo
se volvió muy oscuro pero de repente todo muy brillante,
demasiado.
Me sentía muy extraña, vacía de alguna manera, parecía no
estar en mi cuerpo. Y no lo estaba. Por un momento
desapareció el brillo que no me permitía ver hacía un momento
y me vi a mí, cogida de la mano de Víctor y a Víctor con los
ojos cerrados y su cabeza estaba girada hacia a mí y su boca
abierta, pero respiraba. Ángel estaba despierto pero algo
ensangrentado, menos mal. La profesora se estaba quitando
el cinturón para comprobar qué daños habíamos sufrido
todos. El conductor tenía la cabeza apoyada sobre el volante.
Menudo accidente, y menudo día para tenerlo.
De repente vi algo a mi lado, una sombra, que se iba volviendo
más clara por segundos. Era Álex, una de mis mejores amigas,
en ese momento empecé a llorar sin lágrimas. ¿Por qué
nosotras? Suponía que no sabría la respuesta en lo que me
quedaba de eternidad imaginaba. Nos había tocado suponía,
pero ¿por qué no veíamos la luz como en las películas? Era
todo muy extraño. Yo veía muchas series de fantasmas, así
que imaginaba que nos quedaba algo pendiente en la tierra. A
mí me quedaba Víctor.
Alex y yo queríamos asegurarnos de que todo estaba bien
así que decidimos ir cada una con quién le importaba y ya
nos veríamos más tarde.
No me separé de Ángel y Víctor. Mis pensamientos iban muy
pero que muy rápido. En el momento que estaba pensando
en ellos pensaba también que quería aprender a comunicarme
con ellos, quería informarme de alguna manera de qué podía
hacer y qué no. De momento sabía que yo podía verlo todo
y nadie podía verme a mí, excepto Álex.
En poco tiempo descubrí que bastaba con querer ir a algún
sitio y me tele-transportaba al instante. Esa habilidad me gustó
mucho, me ahorraba tiempo, aunque era algo estúpido, ya
que tenía todo el tiempo del mundo y no me cansaba haciendo
nada.
Me tele-transporté al hospital, donde se encontraba Víctor.
No me separé de su lado ya que sabía que Ángel se encontraba
a salvo en casa e imaginé que estaría llorando y comunicando
al resto de mi familia mi fallecimiento, así que preferí no ver
eso y quedarme al lado de Víctor, sentía como si pudiera
protegerlo.
Llegó su madre, con su hermano, no estaban llorando ya que
él estaba a salvo, pero querían estar allí para cuando él se
despertara, lo mismo que yo vamos. Y despertó, enseguida
preguntó por mí y eso me llenó de felicidad y tristeza a la vez.
Yo decía ‘’estoy aquí’’, pero no podía oírme, y eso me llenó
de rabia. La rabia permaneció en mí de una manera controlable,
como si pudiera guardarla y utilizarla para algo. Pensé y la
dirigí hacia un ramo de flores que había sobre la mesilla,
todas se marchitaron. Él se las quedó mirando, y no necesitó
respuesta a su pregunta. Entonces empezó a golpear la cama
y su madre intentó detenerlo. Víctor se levantó y se dirigió
hacia la ventana, sacó la cabeza y gritó mi nombre, eso me
llenó de pena, también podía guardarla.
Víctor ya se encontraba en casa, cuando llegó se tumbó sobre
su cama, pensativo, me entraron ganas de tumbarme a su
lado, sé que he dicho que no me solía quejar, en mi vida
fantasmal sí lo hacía, y mucho.
Él iba a ducharse, así que decidí ir a mi casa para ver cómo
iba la cosa.
Al entrar, mis perros se pusieron muy contentos de repente y
empezaron a ladrar felices. Mi hermano los observó y supo
qué quería decir eso. Entonces dijo mi nombre y miró a los
lados. Me di cuenta de que aunque lo que me guarde para
utilizar sea pena, no importa que para lo que la use sea algo
alegre. Así que utilicé la pena que había guardado antes para
coger de la mano a mi hermano. Él alegró su rostro aunque le
cayeron lágrimas. Yo hubiese hecho lo mismo, nos parecíamos
mucho, y sabía que él creía tanto como yo en los fantasmas,
y sabía que yo estaba allí a su lado, cogiéndolo de la mano.
Qué pena que Víctor no creyera tanto como él. Despedirme
de él para ir a otra vida no iba a ser fácil. Decidí pedir ayuda a
mi hermano para que le transmitiera el mensaje.
Al decidir eso pensé que tenía que encontrar a Álex, ya que
dos cabezas piensan más que una, aunque esta una piense tan
rápida y abiertamente como la mía. Me di cuenta de que no
tenía ni idea de dónde se encontraba Álex, y eso me estresó
muchísimo. Salí fuera de mi casa y me dirigí andando a casa
de Álex para ver si la encontraba. No estaba allí y me senté
fuera, en la acera. Miré al frente, y vi apoyada en un árbol a
una mujer con una capa con capucha negra, parecía ser de
los míos, ya que me estaba mirando fijamente. Decidí
acercarme, a lo mejor podía ayudarme. Y lo hizo. Me explicó
muchas cosas que podía hacer, y muchas otras que no. Podía
utilizar mi energía para hacer muchas cosas, todo era mental,
no hacia falta acumular pena o rabia. Me enseñó a hacerlo. Le
di mil gracias y le deseé suerte.
Como todavía no sabía dónde estaba Álex decidí ir a casa
de Luna, con quien estaba peleada cuando fallecí. Al
encontrarme delante de su casa miré por el gran ventanal que
había en la entrada. Ella estaba sentada en el sofá llorando y
explicando a su madre lo mucho que sentía no haberse podido
despedir de mí antes del accidente. Me supo mal. Así que
añadí eso a la lista de cosas que iba a encargar a mi hermano
que dijera en mi nombre.
Fui al lugar del accidente, donde me había separado de Álex.
Allí estaba ella sentada, triste y pensativa. Le pedí que qué le
ocurría, y me contó que su familia estaba muy triste, yo le
contesté que lo raro hubiese sido que no lo hubiera estado,
que se les pasaría con el tiempo.
A Álex le llegó la hora de pasar a otra vida, ya que lo único
que tenía pendiente en la tierra era despedirse de su familia, y
ya lo había hecho. Me dijo que alguien del otro lado le estaba
diciendo que podía elegir quedarse más tiempo en la tierra,
que podía cruzar cuando quisiera, pero le dije que pasara,
que aquí todo era muy duro así que le dije ‘’hasta luego’’.
Me fui a casa, donde mi hermano estaba en el ordenador
mirando fotos de cuando éramos pequeños. Decidí
comunicarme con él. Lo hice poniendo la pantalla en negro y
escribiendo ‘’Soy Violeta, ¿puedo aparecer sin que te
asustes?’’. Se lo pedí ya que sabía que él era algo miedica
con estos temas. Contestó que por supuesto. Y aparecí, eso
sí que agotaba algo. Se alegró mucho de verme. Intentó
abrazarme pero sus brazos me traspasaron, yo todavía no
tenía la experiencia como para hacerlo, pero seguro que era
todavía más agotador.
Estuvimos charlando un rato. Oí como mi madre le
preguntaba que con quién estaba hablando, pero le pedí que
no le dijera nada de momento. Le conté mi plan para
comunicarme con Víctor y con Luna. Dijo que pensarían que
estaba loco pero le dije que yo podía aparecer para
demostrarles que era cierto. Me preguntó que por qué no les
aparecía y punto, y la respuesta era para no darles un susto
de muerte.
Ánge y yo nos dirigimos a casa de Luna. Mi hermano le contó
de mi parte que no pasaba nada por su enfado antes del
accidente, que había sido mi culpa y que lo olvidara. A Luna
le dio algo de respeto burlarse de mi hermano sobre un
tema así, pero le dijo a Ángel que le costaba creerlo. Mi
hermano le dio la opción de que yo apareciera, pero Luna
dijo que no hacía falta. Que le creía.
Me quité un peso de encima.
A continuación nos dirigimos a casa de Víctor, pero a él no le
dio el mismo respeto. Le dijo a mi hermano que estaba loco,
que no era posible, entonces aparecí. Víctor se desmayó.
Ángel le mojó la cara y se despertó. Se quedó boquiabierto,
mirándome. La sensación que me dio me permitió volverme
sólida para abrazarle con fuerza. Me dijo que me quería, y
eso me dio fuerzas para permanecer sólida durante un rato
más. Le dije que a partir de ahora creyera a mi hermano, que
siempre solía tener razón y nunca mentía.
Entonces vi la luz, pero algo no me permitió marcharme. Un
presentimiento, un mal presentimiento. Decidí quedarme a la
espera de qué ocurriría.
Esa noche permanecí sentada junto a Víctor mientras él
dormía. Cuando despertó no podía verme, pero me hice visible
para decirle que tuviera cuidado, que algo malo estaba a punto
de pasar.
Se fue andando al cole. No me separé de su lado. Cuando
terminaron las clases lo estaba esperando. Fuimos juntos a su
casa, y cuando estaba en la esquina de ésta un coche se
abalanzó sobre él. Intenté empujarle para salvarlo, pero no
pude, lo traspasé. Entonces me acordé de lo que me dijo la
mujer de la capa con capucha negra. Esa mujer me dijo que
no podemos cambiar lo que tiene que pasar. No podía creerlo,
me dio muchísima pena, pero no pude evitar pensar que tal
vez así podríamos estar juntos eternamente. Y en ese momento
vi salir su alma de su cuerpo, y vino a mi lado. Me dijo que
todavía no veía la luz, y le contesté que no se preocupara,
por un tema así, pero le dijo a Ángel que le costaba creerlo.
Mi hermano le dio la opción de que yo apareciera, pero Luna
dijo que no hacía falta. Que le creía. Me quité un peso de
encima. Solo que solo debía despedirse de su familia. Yo
también quería despedirme de mi hermano, y así lo hicimos.
Después de despedirnos los dos vimos la luz, y cruzamos.
Nos encontrábamos en una playa, nuestra playa, esa tan
preciosa donde habíamos vivido tantos maravillosos
momentos de nuestra amistad, estaba lloviendo, y había una
luna como jamás la había visto, enorme y blanca, preciosa.
Entonces se acercó hacia nosotros un grupo de gente, donde
se encontraban Álex, mis abuelos, sus abuelos y un hombre
de pelo y barba largos y blancos. También había animales,
entre los cuales estaba mi antiguo hámster y su antiguo perro.
¡Qué felicidad me entró!
El hombre nos dijo que podíamos elegir entre volver a nacer
en ese mismo momento, o permanecer en esa isla llevando
una vida ‘’normal’’ con nuestra familia y renacer cuando
quisiéramos.
Está claro lo que elegimos. Decidimos estar juntos eternamente.
Antonina Aina Grau Ferrer, 4t C
CASTIGO DEL DESTINO
Maldito sea nuestro destino y malditos sean esos demonios
blancos que han venido a descuartizar nuestra vida.
Mi sufrimiento y el de nuestro pueblo empezó en 1890 cuando
vimos a los primeros demonios blancos en nuestra pacífica y
tranquila aldea llamada Ndola, ellos nos prometía bienestar,
defensa y civilización, algo que nosotros no entendíamos ya
que vivíamos muy bien de nuestra agricultura y caza, pero
nos agasajaron con objetos que nunca habíamos visto y que
tiempo después descubrimos que sólo eran simples utensilios
de cocina. Teníamos que firmar un documento, que nosotros
no sabíamos qué significaba ni qué quería decir.
Meses más tarde empezaron a llegar más y más demonios
blancos a nuestra aldea, llevaban consigo animales extraños a
instalarse cerca de nuestra tribu construyendo exóticas
viviendas nunca vistas hasta la fecha.
Nuestra gente estaba aterrada, ya que esos demonios deseosos
de riquezas, alcohol y sexo violaban a nuestras hijas,
perdidamente borrachos que después de hacer esa barbarie
iban a dormir la mona.
Un día, mientras recogíamos nuestra cosecha anual de mijo
fuimos perseguidos por un grupo de demonios con pistolas,
rifles y metralletas en mano quemando todos nuestros campos,
arrasando todo lo que estaba en su camino.
Yo esta muy confundido y aterrado, no podía comprender
por qué hacían todo eso, nosotros no habíamos hecho nada
malo, «¿era eso lo que entendían por civilización?», porque
para mí eso lo que era, era una masacre de nuestro sustento,
nuestra forma de vida, nuestro todo.
Un demonio blanco se dirigió hacia mí, rifle en mano, con
cara de muy pocos amigos.
- Fuera de aquí, ¡escoria!- me dijo, seguidamente me escupió
a la cara.
- Porque, ¡es mi tierra, y es mi cultivo, tengo derecho a estar
aquí!- le recriminé
- Maldito bastardo, aquí no hay nada tuyo, a partir de
ahora, por decreto real, estos campos son de propiedad
del imperio inglés y a partir de ahora aquí se producirá
café-. Seguidamente me golpeó con el rifle en toda la cara
cayendo inconsciente al suelo.
Cuando me desperté estaba en mi pequeña choza con mi
madre llena de lágrimas al lado, sujetándome la cabeza y
poniéndome un ungüento que olía espantosamente mal en la
cara.
- ¿Qué está pasando madre?, ¿porqué me duele tanto la
cabeza?-le pregunté aturdido.
- Hijo mío, te encontré en medio del campo en llamas
lleno de sangre por la cara,
desmayado, gracias al chamán
que te pudo curar las heridas.
Cuando empecé a recordar todo lo que había pasado esa
mañana, me acordé de la charla que tuve con eso demonio
blanco y salí disparado de la cabaña , efectivamente no lo
había soñado, todos nuestros campos estaban arrasados, de
qué íbamos a comer, ya que tampoco podíamos cazar, porque
extensas praderas habían sido devoradas por las llamas y los
animales habían sido víctimas de los cañonazos del rifle.
Nos íbamos a morir de hambre, sin mijo ni carne de qué
íbamos a comer, y eso preocupación me torturó todo el día
sin descanso alguno.
A la mañana siguiente un grupo de demonios blancos vestidos
extrañamente se dirigió al centro de la aldea y allí uno de ellos
abrió un cuaderno y leyó:
- Desde el día de hoy esta tierra formará parte de la colonia de
Rhodesia del Norte, y junto con sus habitantes formarán parte
del gran imperio del Reino Unido e Irlanda.
A partir de ahora estará prohibida la lengua bantú, el inglés
sera la única lengua permitida y el cristianismo vuestra religión.
En los campos de cultivo sólo se podrá cultivar café,
además las mujeres serán las únicas que podrán cultivarlos,
ya que todos los hombres y niños mayores de nueve años
tendrán la obligación de trabajar en las minas de cobre de
Ndola-. Dicho esto finalizó su discurso y cerró el cuaderno.
Y rápidamente se fue del pueblo. Todos nos quedamos
consternados, lo poco que habíamos entendido nos dejó algo
claro, sabíamos que a partir de ahora nuestra vida no sería la
misma.
A partir del día siguiente empezamos a ver como más y más
demonios blancos llegaban a nuestra humilde aldea
construyendo todo tipo de casas, ya no se limitaban a beber,
violar y robar sino que empezaron a abrir minas por doquier,
a prohibirnos hablar nuestra propia lengua y todas las semanas
a ir rezar delante de un demonio blanco colgado de una cruz.
Un día me dispuse a volver a sembrar los campos de mijo,
pero un demonio blanco me paró de forma brusca y me tiró
todas las semillas al suelo.
- ¿Es que eres imbécil? No escuchaste al gobernador el otro
día, tienes que ir a trabajar en la mina, aquí sólo pueden
trabajar la mujeres, lárgate ya antes de que me arrepiente
de dejarte ir y te pegue un balazo-. Seguidamente me empujó
con fuerza tirándome al suelo.
Como no podía cultivar la tierra me dirigí hacia las minas, el
ambiente estaba muy cargado, diminutas partículas de tierra
y arena estaban suspendidas en el aire, dificultando la
respiración.
Cuando me vieron acercarme esos hombres escribieron algo
en una lista y cuando ya estuve allí me pusieron un casco y:
- Coge un pico y un cubo, y baja las escaleras, alerta
que son muy resbaladizas , tu trabajo es recoger el cobre
depositándolo en las carretillas que encontrarás dentro de los
túneles,¿ lo has entendido?- me preguntó, pero no creí que
quisiese una respuesta.
Le dije que sí y me adentré a la mina, todo estaba muy oscuro
a excepción de unas luces colgadas de la pared. El trabajo era
muy duro y agotador, trabajábamos trece horas seguidas a
excepción de veinte minutos para comer y refrescarnos, al
acabar el descanso otra vez trabajar.
Cuando acabábamos el turno un demonio blanco nos daba
un sobre con el salario que creía que habíamos ganado.
Siempre volvía a casa cansado y famélico, algún día pensaba
que me comería el mundo, pero algún día venía tan deprimido
que creía que el mundo me comería a mí. Como no podíamos
cultivar, teníamos que comprar todo lo que necesitábamos
en el almacén que estaba al lado de un tosco edificio al que
ellos llamaban «iglesia».
Aún me acuerdo el primer día que fui al almacén, me quedé
media hora absorto observando todo lo que había allí dentro.
- Qué quieres- me dijo el vendedor con un tono que no me
acababa de gustar.
- Comida-le respondí
- Eres tonto o qué, ya sé que quieres comida, pero qué
quieres carne, leche pescado , trigo, alfalfa...
- No lo sé, ¿qué es trigo?- le pregunté, ya que no había
oído eso en mi vida.
- Tú definitivamente eres imbécil, el trigo es una planta, con
espigas, que seusa para hacer pan- cuando me lo explicó me
di cuenta de que ese hombre tampoco no lo sabía.
- Bueno, al final quiero carne, leche y alfalfa.
- Aquí tienes, son tres libras esterlinas.
- ¡Qué, tres libras!, es el sueldo de cuatro días, cómo
tienes tanta cara de cobrarme tanto, por esta miseria-le
vociferé.
- Tranquilo, aquí no soy yo quien fija el precio, así que
calla y paga.
Me fui a mi casa muy enfadado y refunfuñando, pero al llegar
vi a mi madre agotada y con un dolor tremendo en la espalda.
- ¿Qué te pasa madre?-pregunté muy preocupado.
- No es nada, sólo estoy muy cansada, ya sabes que el
trabajo es muy agotador y más a mi edad.
Y tenía razón, ahora los campos eran el triple de grandes, se
perdían en el horizonte, y cada mañana antes de irme a trabajar
en las minas, ya se podía ver a muchas mujeres labrando,
regando o cosechando los granos de café.
Llegó la época de lluvias, pero ese año marcó nuestra vida
para siempre, ya que poco a poco a nuestra gente le empezaban
a salir bultos y ampollas por todo el cuerpo al que provocaban
un terrible picor. Uno por uno todos iban muriendo sin que
nuestro chamán pudiera hacer nada, decía que nunca había
visto semejante enfermedad en su vida, era como si las plagas
que azotaron Egipto en la Biblia, ahora azotara nuestra inocente
aldea. Todos, niños, ancianos, todos, sin distinguir sexo ni
edad iban muriendo a causa de esa maldita enfermedad.
En cambio a los demonios blancos parecía no afectarles,
seguían como siempre mandando e insultándonos. Un
domingo,después de nuestra obligada visita a la iglesia hablé
con el padre Charls, era el pastor de nuestra comunidad, como
era más moreno que los demás y siempre hablaba de la paz,
el amor y la tolerancia nos inspiraba más confianza. Le hablé
de la extraña enfermedad que estaba azotando nuestra
comunidad, él se estaba poniendo cada vez más nervioso.
- Hijo mío, sé cuál es esa enfermedad- me dijo.
- ¿Cuál es, padre?¿Tiene cura? Se lo suplico dígamelo,
le supliqué revelando mi enorme ansiedad.
- Se llama viruela, nosotros no la padecemos porque ya
estábamos inmunizados, pero vosotros al no haber visto nunca
a un europeo es normal que la padezcáis y...
- ¿Tiene cura, padre?-le interrumpí agitadamente.
- Sí, pero es muy cara y el gobierno británico no quiere
gastar dinero con los indígenas de las colonias de explotación
ya que no sois los únicos que la tenéis- parecía avergonzado
de sí mismo.
- ¡Cómo!, arrasan nuestros cultivos sin decir nada, violan
a nuestras mujeres, y y ahora ¿esto? Esto es la gota que colma
el vaso- le dije e inmediatamente salí el edificio sin esperar
respuesta alguna.
Me dirigí corriendo hacia el centro de la aldea, me subí a la
tarima que habían mandado construir los demonios blancos
y:
- ¡Hermanos! Hemos aguantado muchas humillaciones,
las desgracias de nuestra
gente,
que
muera
irremediablemente por culpa de esos malditos d e m o n i o s
blancos, hemos aguantado violaciones, liquidación de nuestro
sustento de vida, nos obligan a trabajar duramente allí abajo
ganando unos míseros peniques.¡Pero esto es lo último que
tenemos que aguantar!- grité.
Cada vez se agrupaba más y más gente en la plaza, todos
estaban escuchando bien atentos.
- No hemos hecho nada para aguantar semejante
humillación, ¡no lo tenemos que tolerar más!, ¡por eso os
pido que nos unamos todos para echar esos m a l d i t o s
demonios blancos de una vez por todas!- manifesté.
Cada vez se aglomeraba mucha más gente y la que ya estaba
empezaba a darme razones para rebelarnos, apoyándome y
aclamándome .
- Ya sé que tienen mejores armas y que ahora nosotros
estamos muy débiles, pero con nuestro coraje, nuestra
valentía y sobre todo con nuestro honor podemos ganar
su arrogancia, su violencia y sus ansias de poder. Por
eso ,hermanos, coged vuestras armas y flechas y venid
conmigo para realizar nuestra...¡liberación!.
Después de cogerlas nos dirigimos a la parte alta de la
aldea,donde vivían los colonizadores, o como nosotros lo
llamábamos «el infierno blanco». Una vez allí empezamos a
disparar a todo demonio blanco, sin distinguir sexo ni edad.
Los pobres demonios no reaccionaban al vernos dirigirnos
hacia ellos y lanzarles flechas y lanzas , estaban tan
sorprendidos que cuando caían abatidos ,aún se les reflejaba
en la caras.
Poco después de haber entrado en la parte alta, me separé del
grupo y empecé a prender las puntas de mis flechas y
seguidamente empecé a disparar contra casas, tiendas y
edificios gubernamentales y comunitarios, símbolos de poder
de esos asquerosos demonios blancos, que prendían
rápidamente creando una enorme hoguera en la que si no ibas
con cuidado te achicharrabas vivo, también los campos de
café fueron víctimas del fuego, eso por venganza por la quema
de nuestro sustento.
Al final del día no quedaba ni rastro de ningún demonio blanco,
exceptuando al padre Charls que por ser tan benevolente con
nosotros se había salvado de la masacre, pero su iglesia no
había corrido la misma suerte. Todos estábamos eufóricos,
por fin nos habíamos librado del yugo y la opresión de esos
malditos demonios blancos. Para celebrarlo, hicimos una gran
fiesta que duró toda la noche, esa misma noche dormimos
muy bien, la primera donde ya eramos libres, la primera desde
hacía mucho tiempo.
Pero parece que la suerte no estaba de nuestro lado, ya que
parece ser, o bien que algún demonio blanco se hubiera
escapado de la masacre y huido hacia pueblos vecinos, o
bien el humo de la gran fogata hubiera alertado a las otras
poblaciones, ya que a la mañana siguiente cientos de demonios
blancos nos rodearon con toda su artillería : escopetas, rifles,
pistolas, trabucos, bombas...
Cuando los vimos cogimos las armas y nos pusimos en
posición de ataque, pero no hubo nada que hacer. En cuestión
de horas liquidaron a toda mi tribu, el padre Charls también
pereció con ellos, a míen cambio no me dispararon ya que al
parecer sabían que había provocado esta revuelta y por eso
me deparaban un castigo mucho peor.
Cuando cesaron los disparos me cogieron, me pusieron un
saco en la cabeza y me cerraron en una casa que parecía que
no había sufrido mucho el ataque de las llamas. Allí empecé a
llorar y a llorar, porqué el destino nos castigaba de esa
manera,qué habíamos hecho .Pasé toda la noche
lamentándome y con el remordimiento de haber conducido
toda mi tribu hacia la muerte.
A la mañana siguiente, poco antes de amanecer dos soldados
entraron en la casa y me sacaron, lo que vi en ese momento
me desgarró tanto el corazón que nunca más se me podrá
curar; todas las personas que habían participado en la rebelión,
todas y cada una de ellas, estaban allí. Sus cabezas estaban
clavadas con estacas y repartidas por toda Ndola, las habían
colgado allí recientemente porque aun había el hilillo de sangre
que recorría todo el palo.
Qué criatura podía hacer semejante cosa, solté un alarido de
dolor y quise desprenderme de ellos y acabar con todo este
mundo, matarlos a todos. Pero rápidamente me agarraron y
empezaron a darme puñetazos y por medida preventiva uno
de ellos me disparó en la pierna sin ningún atisbo de
compasión. Me llevaron hacia el centro de la aldea, delante de
la tarima, donde estaba el gobernador, que me miraba con
una cara de desprecio que asustaba con sólo verlo.
- Nujoma Outjo, por orden de la reina Victoria I, es
condenado a la horca por el delito de alta traición al imperio
británico, mañana a la salida del sol será ajusticiado-dijo, en
su expresión se le notaba que estaba contento.
Dicho esto me volvieron a llevar a esa casa y aún estoy aquí,
parece que pronto va a salir el sol y me van a llevar a la
muerte. Durante toda mi vida pensé que nunca un hombre
podía ser peor que el diablo, pero ahora sé que ellos son
incluso peores. Aquí acaba mi sufrimiento y el de mi pueblo,
simplemente porque a partir de hoy con mi muerte ya no
quedará nadie, espero que no sea en vano y que alguna vez
esos demonios blancos tengan su merecido y desaparezcan
de las vidas de todas las personas que pueblan estas tierras.
Esa misma mañana Nujoma Outjo fue víctima de la horca.
Fue el último rebelde que tuvo que afrontar el imperio británico
hasta los años 60 cuando Rhodesia del norte se independizó,
liberándose del yugo y la opresión del colonizaje.
Alonso Zurera Massanet, 4t B
EL FANTASMA QUE VOLIA COLORS
Hi havia una vegada un fantasma que nomia Marc. Aquest
fantasma era bastant normal, menys per una cosa: volia tenir
colors.
Sempre es preguntava perquè no podia tenir colors, perquè
havia de ser blanc.
Després de pensar-s’ho molt va prendre una decisió:
emprendria un viatge per tenir colors.
El primer lloc on va anar va ser a una tenda de pintura. En
Marc li va explicar el seu problema al dependent, llavors el
dependent li va tirar un pot de pintura al damunt, per un moment
va semblar que en Marc tenia color però un segon després la
pintura li va caure del llençol i va tornar a quedar blanc.
El següent lloc on va anar en Marc va ser una tenda de
disfresses. Aleshores va explicar el seu problema a la
dependenta. La dependenta va anar al magatzem i va treure
una disfressa de colors. En Marc se la va posar però al cap
d’una estona va començar a tenir calor i quasi es va acubar,
sort que va tenir temps de llevar-se-la.
Decidit a tornar a casa va donar mitja volta i es va resignar, va
pensar que mai tendria colors, però per casualitat de camí
cap a casa va trobar una tenda de roba i va entrar-hi. Es va
emprovar molta roba, però com era un fantasma no en tenien
de la seva talla.
Va tornar a casa seva, va contar el seu viatge als seus pares,
va ficar el seu llençol de fantasma dins la rentadora i se’n va
anar a dormir.
Al matí següent es va aixecar, va berenar i va anar a treure el
llençol de la rentadora. Quan ho va fer en Marc es va
sorprendre, havia passat una cosa al·lucinant: el seu llençol
havia tornat de color rosa!
Ho va anar a contar als seus pares i la mare li va dir que sense
voler havia mesclat la roba blanca amb la vermella i li havia
sortit la rosa de color rosa!
Ara en Marc estava més content que mai, amb la roba d’un
altre color que la que duia sempre, ara era del tot feliç.
Miquel Forteza Genestra, 6è B
LA NINA QUE NO SABIA PENSAR
Això era i no era una nina que no sabia pensar, per molt que
ho intentava allò d’enraonar les coses no li anava gens bé.
Un dia va decidir anar a buscar ajuda i va demanar a la seva
mare si se’n podia anar. La seva mare li va dir que sí. Tota
decidida se’n va anar. Per començar no sabia a on dirigir-se,
però a uns deu metres va veure uns homes que parlaven d’una
dona sàvia que ho podia arreglar tot i un d’ells sabia com
anar-hi.
Na Laura, que així era com es deia la nina va decidir seguir
escoltant, perquè allò li podria servir. Al final va sentir que
l’únic inconvenient per anar-hi era que havien de passar una
prova bastant difícil .
Na Laura va decidir anar a demanar als homes com arribar
fins a la dona sàvia.
Quan va ser devora ells els demanà:
- Perdonau he sentit que parlàveu d’una dona sàvia. Que em
podríeu dir com es fa per arribar-hi?
- Clar dona ...... sí...van dir després de pensar un poc; i li van
començar a dibuixar un mapa. Quan van haver acabat, la nina
els va donar les gràcies de tot cor i se’n va anar.
La primera cosa que deia el mapa era que se n’havia d’anar al
bosc encantat que estava situat al nord. Sort que abans de
partir de casa va agafar una brúixola, la va mirar, es va orientar
i va partir cap al nord.
Després de caminar hores i hores es va trobar amb un cartell
que deia: bosc encantat, 10 km. I cap allà va partir.
Després de caminar més o menys una hora va començar a
caminar per una zona obscura i boscosa. I va sentir un àguila
que li deia als seus aguilons que estaven malalts:
- Fills meus vós he de dir una cosa molt important per la
vostra salut.
- Quina cosa, quina cosa?- Varen dir els aguilons.
- Doncs que a les afores d’aquest bosc... i l’àguila es va
aturar d’explicar, perquè justament va sentir a na Laura que es
movia i va sortir a atacar-la.
Na Laura va córrer fins que l’àguila es va cansar de volar,
després de caminar una estona per aquell bosc es va començar
a enfonsar per un lloc fangós i pastós. Eren arenes fangoses!!
Na Laura es va espantar molt i va començar a cercar un bon
pal per estirar-se i poder sortir d’allà. Tota enfangada va seguir
caminant cap a la casa d’aquella misteriosa dona. Va mirar al
mapa i li va tocar anar al desert fosc.
Va caminar un dia, dos dies,... fins que va trobar un senyor
que caminava i li va demanar:
- Perdoni, vostè sap com anar al desert fosc?
- Si, és molt fàcil, només ha d’anar tot recte i trobarà un
cartell que ho indica.
- Moltes gràcies. Va contestar na Laura.
I na Laura va seguir les indicacions i es va trobar un cartell
com li havia dit aquell home i allà va veure una única casa i se
n’hi va anar. Era la dona encantada!! Na Laura va explicar-li
tot el que li havia passat abans d’arribar a trobar-la i el motiu
que li havia fet arribar fins a ella. Li va explicar el seu gran
problema i totes aquelles coses que provocava el fet de no
poder pensar. Aquella dona sàvia la va curar. Na Laura a la fi
ja va poder pensar per sempre.
Maria M. Campins Mas, 5è B
LA MOTO FANTASMA
Fa molt de temps en una petita ciutat, cada nit una moto
fantasma els aterroritzava . Ningú havia aconseguit muntar-la;
dos at-lots havien mort quan intentaven aturar-la.
- Ningú la aturarà mai!- va dir un veí .
Deien que no tenia pany, ni els tècnics ni els mecànics més
experts sabien com funcionava la moto, però tampoc tenia
matrícula .
Hi havia un motorista molt bo que deia que podia muntar-la,
nomia Juan i l’anomenaven: «el diable de les rodes», havia
guanyat la copa del món.
Per les nits, el veien cercant la moto fantasma. L’esperava
amagat rere les mates, disposat a saltar sobre d’ella quan
arribés, però l’únic que aconseguia era uns quants cops i
ratllades.
Una tarda, Juan i el seu amic Lluís parlaven sobre el misteri de
la moto, Juan semblava haver decidit no intentar muntar-la,
però Lluís tot i les advertències, aquesta nit va sortir a buscarla.
L’endemà, Lluís estava a l’hospital amb diversos cops i un
os trencat.
Allò va fer entrar en còlera a Juan. No podia consentir que
aquesta moto li hagués fet això al seu millor amic. Aquesta nit
seria la definitiva.
Hi havia tempesta, plovia, el vent bufava amb força, els raigs
il.luminaven la carretera i els trons trencaven el silenci de la
nit. Juan estava estirat darrere d’unes roques, amb el seu casc
i el seu vestit de motorista, preparat per al pitjor.
De sobte va sentir un soroll, suau al principi, però cada vegada
es feia més fort; ¿era un tro? No, era ella, i s’acostava cada
vegada més ràpid.
Joan es va preparar, allà estava, veia la llum del far acostar-se
cada vegada més. Joan es va aixecar i d’un salt es va col.locar
al mig de la carretera, de peu, amb els braços estesos. El vent
l’empenyia, però va aguantar sense moure’s.
La moto va començar a frenar i es va quedar parada a un
metre de Joan. Allà hi havia els dos, cara a cara.
De sobte, un llamp va esquinçar el cel i va caure just al costat
de la moto, un tro ensordidor va trencar el silenci.
Ara o mai, era el moment. La moto s’havia quedat paralitzada.
D’un salt, Joan va pujar a la moto. Es va agafar al manillar, la
moto es va encabritar. Joan es va abraçar amb força a la
moto, i va aguantar i va aguantar ...
En Lluís estava a la seva habitació mig adormit. De sobte va
sentir un soroll que venia del carrer. Es va aixecar i va treure el
cap per la finestra. Allà hi era. El seu amic Joan estava pujat a
la moto fantasma, fent girs i cabrioles.
EL DIABLE DE LES RODES HAVÍA ACONSEGUIT
En Lluís va sortir al carrer i va entrar al seu garatge i va collir
una clau anglesa i se la va llançar a Joan, la va agafar i va dir Gràcies!Amb la clau va destrossar la moto. Quan la moto va caure,
estava acabada , però aquesta vegada...HO HAVIA
ACONSEGUIT! I així la moto fantasma no aterroritzaria més
els ciutadans.
Jorge Cunill de Manuel, 5è B
EL SENYOR I EL PAGÉS
Una vegada a la fira de Sineu, es trobaren un Senyor molt
reconegut pel poble i un pagès del poble de veïnat.
El senyor era molt prepotent i no hi havia ningú que l’aguantàs
ja que era molt cregut i tot el que era seu era millor que allò
dels altres.
Aquell any a la fira es toparen els dos homes i el Senyor com
sempre fent de cregut, el pagès l’escoltà i li digué:- li faig una
proposta, durant vint- i – cinc anys m’ heu de doblar les
terres, jo començaré amb una espiga de blat i aniré augmentant
cada any el doble,- El senyor riguent li anà bé, i per darrera
s’enreia dient que no podia esser que no guanyaria mai aquella
aposta.
A la setmana el pagès anà a ca el senyor i començà amb la
seva proposta: preparà la terra i sembrà una llavor de blat ,
l’espiga va créixer i la va secar. D’aquella va treure vuit llavors
de blat, el senyor el mirava i ja dubtava si havia fet bé d’acceptar
la proposta del pagès.
Anaren passant els anys i arribà un moment que no bastaren
les terres del senyor per sembrar més blat, arribà els vint-icinc anys i passà el que es preveia el pagès. Es va fer molt
ric i el senyor es quedà sense res, amb una mà el cap i una al
cul.
El que era el senyor el cap d’un parell d’anys escrigué una
carta al pagès demanant-li feina a les seves terres , i que si li
pareixia bé es podrien veure una altra vegada a la fira de Sineu
ja que s’acostava i era l’única manera de reconèixer-lo.
Quan li arribà la carta al pagès, començà a llegir-la i el que va
fer va ésser anar el pròxim diumenge a la fira de Sineu.
Quan arribà a Sineu, va anar cap a la plaça dels animals, allà hi
havia el que era el senyor d’abans, amb la roba tota bruta, ell
anava com sempre com si la riquesa que tenia no importès, i
quan el va veure li digué:- Com anat tot aquest temps?. Veig
que la cosa no t’ha anat com pensaves desprès de jo guanyarte totes les terres amb aquella proposta beneita- El senyor
contestà:- Tens raó la vida no m’ha acaparat com em pensava,
i vaig arribar al poble i quan vaig demanar per tu em digueren
que la vida t’havia donat més riqueses, i jo em veig fora casa
per dormir ni quartos per menjar, vaig pensar si em podries
donar feina a les teves terres i hostatge amb els teus jornalers.
El pagès sense pensar-ho li digué que sí. El que era el senyor
li contesta:-M’ho tenc ben merescut tants d’anys de ser golafre,
i només pensar en el meu benestar i no veure el mal que he fet
a les altres persones fins ara, no oblidaré mai la lliçó que la
riquesa no fa feliç a la gent, el que ho fa és ajudar a l’altra
gent.
Rosa Mulet Amengual, 6è B
LA LLEGENDA DELS QUATRE DRACS
Fa molt molt de temps a la Xina no hi havia ni rius ni llacs,
només hi havia aigua a la mar Oriental. Aquí vivien els quatre
dracs: el Drac Negre, el Drac Blau, el Drac Blanc i el Drac
Groc.
Aquests dracs vivien a la cort del Gran Emperador de Jade en
un gran palau celestial, als núvols on es veia tot allò que passava
a la Terra.
Un dia, quan els dracs havien sortit a volar pel cel, el Drac
Blanc es va adonar que a la Terra la gent tenia problemes.
Tots estaven molt prims perquè feia molt de temps que no
plovia i les persones no tenien per menjar.
Els pagesos feien ofrenes i pregàries al Gran Emperador de
Jade perquè enviàs la pluja.
Quan el Drac Blanc va contar allò que havia vist als altres
dracs, tots varen quedar molt preocupats i varen travessar
ràpidament els núvols i van anar tot d’una a visitar al Gran
Emperador per demanar-li la pluja.
El Gran Emperador estava escoltant música i va fingir que
accediria a la petició del drac. - D’acord, -va dir-, tornau a la
Terra i jo demà enviaré la pluja. Però van passar quasi dues
setmanes i no va caure ni una gota d’aigua.
Els dragons estaven molt trists en veure que la gent moria de
fam. Varen pensar com podien ajudar a la gent i el Drac Blau
va tenir una idea:
− Per què no agafam aigua de la mar i la tiram al cel? -va
dir-. Així després cauria en forma de pluja!
El altres dracs varen estar d’acord, però estaven preocupats,
perquè sabien que l’Emperador s’enfadaria molt si descobria
que havien ajudat a la gent sense el seu permís.
Així i tot estaven decidits a continuar i varen aconseguir la
pluja.
Efectivament l’Emperador es va enfadar molt i va decidir
castigar als dracs. Com a càstig , va convertir cada drac en
una muntanya però de cada muntanya va néixer un riu i així es
varen formar els quatre grans rius de la Xina.
Els habitants d’aquella zona mai més varen patir fam per falta
d’aigua i varen batejar a cada un dels rius amb els noms dels
dracs.
Miquel Vanrell Herráez, 6è B
AL LÍMIT DE LA VIDA
Anava caminant pel carrer en direcció cap a la l’edifici on
treballava. El dia a dia se’m presentava com una rutina cíclica,
contínua i sense canvis, un dia a dia avorrit. Cada matí
m’aixecava a les cinc i mitja, tot seguit em dutxava, a les sis
en punt em prenia les meves vitamines, seguit d’un batut de
fruites i concentrats que m’havia receptat la meva dietista. A
les set i vuit minuts exactament baixava del meu àtic de luxe i
era a la porta de l’edifici on vivia, saludava al Jordi (el porter
de l’edifici) amb una simple mirada amb la intenció de dir bon
dia i tot seguit el meu xofer m’obria la porta del meu Mercedes,
a les set i vint-i-dos minuts era a l’avinguda principal de
Barcelona, el xofer em deixava a uns dos-cents metres de
l’edifici on treballava. El carrer a aquelles hores era una massa
de gent caminant amb pressa, colzades, empentes, més de
dues trepitjades... I finalment a les set i mitja em trobava dins
l’ascensor de l’edifici on treballava preparada per fer bé el
meu paper de directora executiva d’una empresa dedicada a
la redacció i a l’impremta d’una gran revista de moda de la
ciutat. I com una part més de la meva rutina diària, quan sortia
de l’ascensor em disposava a esquivar a tota la gent que anava
estressada demanant factures, impresos, arxius, articles, etc.
Els telèfons bofegaven de tant sonar, les respectives secretàries
de cada membre del cos executiu preparaven les intenses
jornades de reunions, plans de treball, cites amb persones
importants i demés quefers rutinaris. I després arriba la Inés,
la meva secretaria, la dona més desordenada d’aquest món
però almenys feia bé la seva feina. Era una dona molt tímida i
nerviosa , era bastant baixeta, amb una pell molt blanca i amb
uns cabells on s’hi distingien el pas dels anys. Cada matí em
deia la mateixa frase, com una part més de la meva rutina.
- Bon dia, senyoreta Stanley. Com es troba avui? – deia amb
vou nerviosa.
- Bé.- li responia jo amb un to sec i despreocupat, sense
aturar-me a pensar que ho feia amb la millor intenció del món.
Tot seguit em deia totes les cites importants del dia i em pujava
el meu té vermell amb una cullerada de mel ecològica, una
altra demanda de la meva dietista.
En quant a la meva vida personal, els meus pares moriren
quan jo tenia sis anys en un accident de trànsit. L’únic record
que tenc de la meva mare és que cada dissabte preparàvem
juntes unes galetes de xocolata i del meu pare recordava que
estava totalment convençut que m’ensenyaria a pescar abans
dels 8 anys, ell era l’home a qui més li agradava pescar. No
vaig tenir cap germà i quan els meus pares moriren em vaig
seguir criant amb el meu avi patern fins als catorze anys ja que
la meva mare també es va quedar orfe quan era petita, però
l’avi era molt major, li costava molt caminar i patia del cor.
Maldament li hagués agradat molt tenir-me amb ell em va
explicar que necessitava algú que em pogués cuidar millor,
així que em varen portar a casa d’una germana de ma mare
que vivia amb els seus dos fills i estava separada del seu
marit. La tia Marta, que era així com en nomia, sempre anava
beguda i els seus dos fills que tenien setze i devuit anys mai
eren a casa. Vaig haver d’aprendre a viure tota sola ja que
amb la meva tia Marta era com si t’haguessis independitzat
als tretze anys. Dies després d’haver fet els devuit anys vaig
rebre l’herència dels meus pares i avis , que no era poca.
Vaig descobrir que els meus pares eren els propietaris d’una
cadena de hotels, el fet que no sabés que els meus pares i avis
fossin rics em va parèixer bastant normal ja que a una
nina de sis anys que se li moren els pares i l’avi no la pot
cuidar i per tant se’n va a viure amb una tia on a la casa no hi
ha ni per berenar, no se li pot explicar això. Amb els doblers
em vaig comprar un àtic al centre de Barcelona i vaig estudiar
la carrera d’empresarials.
Maldament tingués milions a un compte corrent, ja avançava
cap als trenta anys i em sentia sola com ningú es pot haver
sentit en aquest món, els que creia que eren els meus amic
m’abandonaren quan vaig haver de superar un càncer a
l’estomac jo sola. No tenia ningú amb qui comptar, ningú a
qui contar-li les meves penes, ja feia més de deu anys que
celebrava el meu aniversari sola, celebrant-ho amb una copa
de vi i un cigarret. Cada dia estava més sola, més trista, no
tenia cap sentiment ni esperança per seguir vivint. Cada dia
era el mateix: m’aixecava, em dutxava, cafè, un batut - que ni
tan sols m’agradava -, saludava al Jordi, cotxe cap a la feina,
feina, Inés, més feina, casa i torna a començar. Res més. Tot
era un seguit d’accions iguals. Res m’omplia, ningú, excepte
el Lluís. Era el redactor cap de l’oficina, el coneixia des de
feia anys, bé, millor dit, l’observava des de feia anys ja que
mai havíem xerrat junts i jo no havia estat capaç de dir-li un
simple «bon dia». Era un jove de la meva edat, de pel castany
curt, amb els ulls de color mel, alt i per al meu gust era l’home
més atractiu que havia vist mai. Però tots els meus castells
eren d’arena, les meves il·lusions desapareixien com quan
una ona se’n du un castell d’arena a la vora del mar. Malgrat
jo fos na Samanta Stanley, la més estricte i més antipàtica de
l’oficina, al fons tenia un cor i ell feia que amb una simple
mirada em bastés per sobreviure un dia més en un món que
em semblava negre. Em recordava a la nina petita que un dia
vaig ser, la propietària d’aquell cor alegre que bategava al meu interior.
Un dia com un altre, mentre treballava al meu despatx, qualcú
va tocar a la porta i amb un to més greu del que hagués volgut
que sonés vaig donar ordre de que passés. I, qui havia de
ser? El Lluís.
- Hola. Samanta Stanley, no és així? – em va dir amb aquell to
de veu tan masculí que ell tenia mentre m’allargava la mà.
- Sí. – li vaig respondre, nerviosa.
- Encantat, jo soc el Lluís.
Li vaig estrènyer la mà i el cor se’m va descontrolar.
- Venia a demanar el pressupost del mes per a la secció de
redacció.
Em vaig quedar mirant-lo, sense respondre’l, observant les
seves faccions.
- Què m’has sentit? - em va demanar, amb una cara divertida.
- Sí, sí. Perdona és que no m’en recordava on ho tenia. – em
vaig posar vermella.
Mentre li preparava el pressupost, ell observava l’instància i
va aturar la mirada damunt una figureta.
- Veig que t’agrada pescar – va dir assenyalant la figureta de
fusta.
- Bé, en realitat no he pescat mai. Me la va regalar el meu pare,
la seva il·lusió era que aconseguís pescar jo sola abans dels 8
anys. – li vaig aclarir, aguantant-me les llàgrimes.
- I ho ha aconseguit? – va dir, innocentment.
- No, ell va morir quan jo tenia només tenia sis anys. - li vaig
dir, aquest pic sense poder aguantar una llàgrima que em queia
per la galta.
- Oh! Vaja em sap greu –va dir quan em va veure–. De veritat,
si ho hagués sabut no hagués dit res. Disculpa’m.
- No et preocupis, no hauria d’esser tan sensible, va ocórrer
fa molt de temps.
.
- De veritat, deixa que et compensi. Què tal si demà anem a
esmorzar junts?
- No, deixa-ho fer. Té, el pressupost. – li vaig dir, donant-li
els fulls.
- No penso acceptar una negativa per resposta. T’espero demà
a les nou al bar d’aquí abaix. – em va dir amb un somriure
preciós.
- D’acord, allà hi seré.
Llavors es va girar en direcció cap a la porta i abans de sortir
es va girar una vegada més i amb la mirada em va transmetre
felicitat i tranquil·litat. I em vaig quedar allà, asseguda,
congelada a la meva cadira. Aquell va ser un dels millors
moments de la meva vida, no corregesc, el millor. Aquell vespre
no vaig dormir, només de pensar en que em posaria el dematí,
de què li xerraria, com aniria tot... estava feta un manat de
nervis. Ningú m’havia fet sentir tan bé en molts anys. Ara
volia ser feliç, abandonar tota la vida que havia arrossegat
tots aquells anys.
Al dia següent, quan vàrem esmorzar junts, tot va anar perfecte.
Vam riure molt, vaig descobrir en ell una persona capaç de fer
sentir bé a qualsevol. Els dies passaven i entre ell i jo tot anava
perfecte, notava com si hi hagués una connexió. Dia rere dia
la confiança era major, compartíem moltes estones després
de la feina i em feia sentir com si fos una persona nova. Un
dia, em va demanar que quedéssim junts per què volia xerrar
amb mi. Quan varem quedar, em va dir que sentia per jo el
que mai havia sentit per ningú i jo, sense resposta ninguna el
vaig besar i ell va fer el mateix. Hem sentia com una nina petita
amb una pepa nova, ja no em sentia com abans, trista i sense
ganes de viure. Les coses anaven perfectament, em va regalar
un collar amb un cor penjant i a darrere tenia gravat els nostres
noms i un «per sempre». Ens vam sincerar l’un amb l’altre, jo
li vaig contar com havia estat la meva vida fins que el vaig
conèixer a ell i ell em va contar com havia estat la seva. Cada
besada, cada aferrada, cada mirada, dia a dia, era definitiu,
era l’home de la meva vida.
Però tot va tornar a ser negre quan un dia a l’oficina, vaig anar
a visitar-lo al seu despatx. Ell no hi era, a damunt la taula hi
havia una rosa i el nom d’una dona amb un nombre de telèfon
apuntat a un paperet. No li vaig fer cap comentari per por de
perdre’l. El pitjor va ocórrer quan un dia de camí a casa quan
el vaig veure sortir d’un restaurant amb una al·lota a la qual li
va donar una aferrada molt carinyosa. I tot va ser un seguit
d’accions. Els meus indicis d’infidelitat se’m varen acabar
d’aclarir quan em va dir que no volia seguir amb la nostra
relació.
Un altre cop, tot va tornar a esbaldregar-se. Cada dia era un
infern, ja ho tenia decidit, no servia de res seguir vivint. Però
com havia pogut pensar que jo podria ser feliç qualque dia?
La meva vida estava escrita en un conte on jo era la
desgraciada, res podia anar-me bé, no es pot canviar el curs
d’un riu i la meva vida estava predestinada a ser així.
Estava dins el meu despatx, ja no podia aguantar més. Em
vaig encaminar cap a la seva taula per deixar-li el collar que
em va regalar i una nota on li donava les gràcies per fer-me
sentir tan bé durant aquells dos mesos. Era al terrat, damunt la
barana, el que havia passat amb el Lluís era un fracàs més de
la meva vida. Desde la barana veia com els cotxes pareixien
formiguetes i les persones miques de pa que es movien. Una
passa més i tot hagués acabat, tota la vida em va passar per la
ment en un segon.
-
ATURA’T!!! – va dir aquella veu que dies abans tant m’havia
agradat.
- No! Ja res val la pena... – Tot el cos em tremolava, estava
marejada.
- Samanta per favor baixa. – ara la seva veu era greu i sincera
– M’he equivocat i ho sé, però tu i jo ja hem xerrat de com era
la teva vida abans. Sé que res es fàcil per tu, que la teva vida
ha estat molt dura, i saps què...? Què t’admiro Sam, – sabia
que m’encantava que em digués Sam i això em feia més mal –
mai havia conegut a ningú amb aquesta personalitat tan forta
– Les llàgrimes li queien per les galtes – i que hagués pogut
superar tots aquests obstacles. Si et vaig dir que no volia
seguir amb la nostra relació era per què, tenia por de no poder
fer-te feliç, estava asustat, Sam. Però ara me n’adon i se que
et necessito. I vull fer-te feliç, com ningú ho ha fet, t’estim.
- I el clavell, i aquell nombre de telèfon, i aquella al·lota amb la
que et vaig veure fa uns dies en el restaurant d’abaix, què?
- Ah, ho has vist. Era per la meva germana, per favor baixa.
Llavors vaig notar com m’aferrava la ma i no em va quedar
ninguna baixar de la barana, per després aferrar-me a ell com
una nina petita que acababa de veure alguna cosa que li havia
asustat, plorant. Ell se’m va aferrar amb tanta intensitat que
pareixia que ens havíem de fondre en aquella abraçada. Tot
seguit em va explicar que el clavell era per la seva germana i el
nombre de telèfon també era de la seva germana, amb la qual
no es xerraven des de feia anys i varen quedar junts per arreglarho tot.
Quan em vaig aturar a pensar en què havia estat a punt de fer
em vaig acubar, com havia estat a punt de fer allò? Vaig estar
a passa i mitja de perdre’m tot el que ara seria la meva vida.
Quan em vaig despertar era a la casa d’en Lluís, i al coll duia
el seu collar. Em sentia com a casa, l’única. Llavors el Lluís
es va asseure devora meva, em va tapar amb una manta i em
va abraçar, i així, ens vàrem quedar tot el dia, asseguts,
abraçats, mirant-nos, xerrant, rient-nos, estimant-nos.
Maria Duran Sastre, 4t C
TORNA AMB MI
Estimada amiga,
Tal vegada no em vulguis escoltar, però t’escric aquesta carta
després de molt de temps intentant reunir el valor que
necessitava per a fer-ho. Ja sé que potser les circumstàncies
t’impediran que puguis llegir-la, però t’asseguro que si ho
aconsegueixes comprendràs moltes coses, o aquest és el meu
principal propòsit. No sé si ja serà massa tard, però en el lloc
més profund de la meva ànima existeix un petit indici
d’esperança que em fa creure que potser encara som a temps
d’actuar, de fer que tornis amb mi, que tornis a ser la mateixa.
Tu eres la meva millor amiga, la que ho sabia tot de jo, la que
més em comprenia, eres més que una germana per a mi, i crec
que jo era el mateix per a tu. Sempre em deies que mai no em
deixaries, que sempre estaríem juntes i que ens ajudaríem en
tot. Fins i tot ho vàrem prometre, ho recordes? Jo ho recordo
com si fos ahir. Va ser aquella nit d’agost, tan xafogosa i
estrellada. Estàvem assegudes en el banc de sempre del passeig
marítim, veient com l’estiu passava de pressa, sense poder
fer-hi res, però intentant gaudir de cada moment. Vàrem passar
hores contemplant les estrelles i parlant. Sí, recordo
especialment aquella nit per tot el que ens vàrem dir. En unes
hores vaig conèixer moltes coses de tu que encara no sabia,
tot i que feia més de quinze anys que érem amigues. Llavors,
quan ja havíem de marxar, vàrem prometre que la nostra amistat
mai no acabaria i, lentament,ens vàrem donar una abraçada i
vàrem marxar cap a casa mirant la lluna plena que es reflectia
sobre el mar i intentant retenir aquella preciosa imatge en les
nostres ments, sabent que mai la podríem oblidar.
Tot era perfecte, no necessitàvem res més que l’una a l’altra.
Però si tot això era així, per què tot va canviar tan sobtadament
i en tan poc temps? Per què vares rompre la promesa? Aquell
va ser el darrer estiu que passàrem juntes, però vull fer tot el
possible per no recordar aquells dies com els últims en què
vaig sentir la teva amistat amb jo. Ràpidament va acabar l’estiu
i, amb ell, varen acabar molts bon moments d’alegria, de sol i
de rialles. Estàvem tristes, però vàrem prometre que el pròxim
seria encara molt millor. Varen començar les classes, era l’últim
curs de secundària i va tornar la rutina, però el pitjor de tot va
ser quan vàrem descobrir que aquell era el primer any de les
nostres vides en què no aniríem juntes a classe. A cada una
ens tocava a una aula diferent i, en saber això, ens vàrem
posar tristíssimes, però vàrem acordar veure’ns als
passadissos a cada canvi de classe encara que només fossin
uns minuts. Al principi, tot anava bastant bé. Cada dia
passàvem juntes els patis i en acabar les classes anàvem a
casa d’alguna de les dues a estudiar. Altres anys, potser
estàvem amb algun grup de gent de classe durant el pati, parlant
i rient mentre berenàvem, però enguany teníem ganes d’estar
l’una amb l’altra i ni tan sols vàrem pensar en això. Al pati
sempre estàvem al mateix lloc, un banc vell i mig romput al
costat dels banys des d’on es podia veure a tothom.
Un dia, mentre tornàvem de la cantina de comprar dos
entrepans ens vàrem fixar que en una zona una mica allunyada
hi havia un grup de nois que semblava que s’esforçaven per
no cridar l’atenció, i la veritat és que ho aconseguien. Eren
silenciosos, no se’ls sentia riure ni alçar la veu, i pareixien
tristos. Quan et vaig preguntar si sabies qui eren em vares dir
que un d’ells anava a la teva classe, però que mai no havies
parlat amb ell ni en sabies res, d’aquell grup tan estrany.
Després, vares dir que tal vegada hi parlaries, que senties
curiositat per saber què feien, però ja no li vàrem donar més
importància, vàrem seguir caminant fins arribar al banc on
ens asseiem nosaltres. El dia següent, quan anàvem caminant
pel carrer, em vares dir que havies parlat amb aquell noi, o
almenys ho havies intentat. Em vares dir que ell havia compartit
amb tu unes poques paraules i que pareixia bon noi però que
havia refusat la teva proposta d’estar junts algun dia el temps
del pati i es va justificar dient que havia d’estar amb els seus
amics. Tu el vares qualificar com a un antisocial i les dues
vàrem riure, alienes a tot el que estava a punt de passar.
A partir d’aquell moment, tot va canviar. Tu vares començar
a comportar-te d’una manera una mica distant, com si de
sobte alguna cosa ocupés els teus pensaments i et mantingués
una mica alterada. Jo et vaig preguntar si passava alguna cosa
però tu no vares fer res més que canviar de tema. Poc a poc,
però, la situació es va fer més i més estranya. El temps del
pati vares decidir que havíem de canviar de lloc, i em vares
suggerir que podríem anar a una altra zona. El que no sabia,
és que vares voler anar a un lloc molt apartat, al costat de
l’escala d’incendis, on ningú ens podia veure. En aquell
moment em va semblar que no volies que la gent et veiés amb
mi, que te n’avergonyies. Més tard, va ocórrer una cosa encara
més estranya. Un dia, quan sortíem de classe, em vares dir
que no podies tornar a casa amb jo, que havies de marxar
ràpidament perquè la teva mare t’havia dit que si no tornaves
abans de les tres i quart et castigaria.
En aquell moment vaig saber que em menties. Com vares
poder creure que podies enganyar-me a mi, la teva millor
amiga, que et coneixia més que ningú? Jo sabia que no havies
de tornar a casa tan prest, que mai no havies tingut hora de
tornada, i encara més, que la teva mare no et castigaria si no
arribaves d’hora. Sabia tot el necessari per adonar-me’n que
em menties, sabia que mai no havies tingut una bona relació
amb la teva família, que els teus pares no es preocupaven per
tu com se suposa que ho han de fer uns pares, i que si no
feien això ni ho havien fet mai, aquell dia tampoc no es
preocuparien tant per fer que arribessis a casa prest. Vaig
pensar que m’havies posat aquella excusa perquè havies d’anar
a algun lloc i no em volies donar cap explicació, i jo, molt
preocupada, pensant amb el que podries fer, vaig decidir seguirte. Aquells moments varen ser per a mi els més angoixants de
la meva vida. Tenia por que em descobrissis i deixessis de
confiar en mi, però vaig anar amb compte i vaig procurar
mantenir una certa distància entre les dues. Després de gairebé
vint minuts, vares arribar a un petit portal d’un carreró estret
del poble, vares fer tres tocs a la porta, segurament per fer
veure que eres tu, algú de dintre va obrir molt ràpidament i
vares entrar. Jo em vaig quedar allà amagada a uns 100 metres,
des d’on podia veure aquell portal i controlar què hi passava.
Varen entrar unes vuit persones en un espai de temps molt
reduït, i després de gairebé una hora, varen sortir els mateixos
que havien entrat. Éreu deu persones, vaig suposar que serien
les vuit que havia vist entrar, a més de tu i de la persona que
t’havia obert la porta. Jo estava molt desconcertada. Estava
clar que allò era algun tipus de reunió però, de què? En el
moment que vareu sortir d’allà, us vareu acomiadar, i quina
va ser la meva sorpresa en veure que una de les persones que
et saludava era el noi del pati, el del grup estrany, aquell de la
teva classe amb qui feia tan sols unes setmanes havies
intercanviat unes paraules que, a jutjar per les circumstàncies,
ho havien canviat tot. Després de veure el que havia vist, no
sabia què pensar, estava bloquejada, però vaig fugir tan de
pressa com vaig poder amb por de què em veiessis. Vaig
tornar a casa i em vaig posar a plorar. No sabia què passava,
però ja presentia que aquell era el final de la nostra amistat,
aquella llarga i forta amistat que feia tants anys que havia
començat, quan no érem més que dues nenes.
Durant els dies següents, tu ja ni tan sols venies amb mi. Et
vares limitar a saludar-me alguna vegada si em veies pels
passadissos, però tot d’una baixaves el cap i avançaves,com
si et fes por que algú et veiés saludant-me.
Jo ja no sabia què fer, tot pareixia irreal, com un malson que
s’estava fent realitat. Tu semblaves una altra i jo no podia fer
res més que observar com passaven els dies i cada cop ens
distanciàvem més i més. Durant les primeres setmanes vaig
estar tota sola al nostre banc. La gent em mirava sorpresa i
llavors, com en un acte reflex, et buscava, et veia amb aquell
grup tan estrany i comprenia que alguna cosa havia passat
entre nosaltres. Després d’un temps, però, vaig decidir que
no volia estar tan sola, perquè l’únic que aconseguia era no
deixar de pensar en què et podia haver conduït a canviar tant,
i vaig començar a anar amb la gent de la meva classe, que, no
sé si va ser per compassió, però em varen acollir molt bé en el
grup. Vaig començar a passar els patis amb ells, que es posaven
en una zona d’aquest des d’on et podia veure perfectament.
Moltes vegades jo estava més pendent de tu que dels meus
nous amics. No sé si ho recordaràs, però alguna vegada vàrem
creuar més d’una mirada. Vaig sentir aquella geladora mirada
com si entrés al lloc més profund de la meva ànima, però tu
de seguida la vares desviar i vares baixar el cap. Algun dia, a
més, et vaig tornar a seguir fins aquella casa, però prest vaig
deixar de fer-ho perquè sempre era el mateix. Fèieu algun
tipus de reunió dos cops a la setmana i això era tot. Les coses
seguien igual i prest ja havia passat mig curs, però segurament
jo semblava invisible per a tu, o potser ja m’havies oblidat.
Un dia dels molts que passava mirant-te al pati, però, va ocórrer
una cosa diferent. Un dels nois que feia poc temps que venia
amb nosaltres, se’m va acostar i es va asseure al meu costat.
Tenia una expressió trista, ja que per la manera en què li brillaven
els ulls vaig poder percebre que havia patit molt, però en els
fons ara se’l veia feliç. Es va posar molt seriós i em va dir,
assenyalant-te amb el cap: «Ella també hi ha caigut, es veia
venir». Jo no sabia de què em parlava, però li vaig demanar si
sabia res de qui eren les persones que formaven l’estrany
grup en què tu havies entrat o què és el que feien. Ell, amb una
expressió de tristesa i de por alhora, em va dir que donaria el
que fos per no saber-ho, però que desgraciadament el coneixia
massa, aquell grup. El va anomenar amb la paraula
«secta»,encara que va dir que ells baix cap concepte utilitzaven
aquella paraula, paraula que em va fer el mateix mal que si un
ganivet m’haguessin clavat per tot el cos. Jo li vaig preguntar
per què ell els coneixia, i em va dir el que jo ja em temia, que
ell hi havia estat durant un temps, però que per sort havia
aconseguit fugir. En sentir allò, vaig sentir que tal vegada encara
hi podia haver una petita esperança per a tu, i li vaig demanar
que em contés tot el que sabia, ja que necessitava saber què
t’havien fet. Ell em va dir que el noi de la teva classe era el cap
del grup, l’encarregat de convèncer gent nova. Normalment,
es centraven en gent amb problemes familiars, fet que
empraven com a excusa per prometre’ls que si s’unien al
grup ja no necessitarien a la seva família, perquè aquell grup
es convertiria a partir d’aquell moment en la seva nova família.
Després els posaven la condició de que havien de deixar de
mantenir el contacte amb la gent que els estimava, que no
podien parlar amb ningú del grup i que, a canvi tindrien una
vida millor, però que a més havien de fer uns treballs per
recaptar diners per al grup, i havien d’aconseguir-ne de la
manera que fos. Em va explicar que la majoria, pel fet de ser
menors, havien hagut de començar a robar, perquè no tenien
d’on aconseguir tants diners. Em va dir que tots tenien por,
que estaven greument amenaçats , i que creia que no era que
tu no em volguessis parlar, sinó que no podies. Llavors, jo,
totalment horroritzada, li vaig preguntar com havia aconseguit
sortir-ne, però ell em va dir que preferia no parlar-ne, que
havia patit moltíssim i que molt poques persones aconseguien
fer-ho, simplement perquè primer havien de voler sortir-ne i
havien de tenir el suficient valor per enfrontar-se a tot el que
els podien arribar a fer.
En aquell moment, vaig decidir que havia de fer tot el possible
per treure’t d’aquell lloc, però com podia fer-ho? Vaig
començar a intentar parlar-te, tot i que sabia el que et podien
fer, però sentia que m’havia d’arriscar.
Un dia et vaig veure al passadís. Anaves sola, i vaig pensar
que seria un bon moment per dir-te alguna cosa. Tu no em
vares voler mirar als ulls i vares intentar passar de llarg, però
jo, en un intent desesperat, et vaig agafar del braç i et vaig dir
la frase que feia tant temps que volia dir-te: «Ells mai no
seran la teva família; si ho fossin, no et farien allunyar-te de la
que ho és de debò». En aquell moment va ocórrer una cosa
impensable: vaig veure com lentament les llàgrimes van
començar a caure per les teves galtes amb força, i em vares
llançar una mirada d’auxili. Llavors, vares xiuxiuejar un «ho
sento» i vares marxar precipitadament. Aquelles llàgrimes teves
em varen trencar per dedins, i va ser quan realment vaig notar
que tu no volies ser allà dedins, que necessitaves ajuda.
I això, estimada amiga, és el que avui m’ha empès a escriure’t
aquestes línies. El saber que tal vegada, si llegeixes això, te
n’adonis de com el meu nou amic,si surts del món on t’han
fet entrar pots tornar a ser feliç, a viure, perquè encara que no
tinguem una vida perfecta, sempre ens tindrem l’una a l’altra,
i això és l’únic que compte.
Laura Garrido Bonnín, 4t C
EXPRESSIÓ PLÀSTICA I VISUAL
Neus Massip Suau, 6è B
Santi Prieto Olmo, 5è B
Marcio Lira Godoy, 2n C
Aina Rodríguez Neira, 1r B
FOTOGRAFIA
Bartomeu Etxàniz Ramis
Marc Etxàniz Ramis
ASSOCIACIÓ DE MARES I PARES
ASSOCIACIÓ D’ANTICS ALUMNES
Col·legi Beat Ramon Llull, Inca
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