4º ESO - Unidad2

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UNIDAD 2
4º ESO – 1ª Evaluación
Parte 1 – La Constitución
De revoluciones y cambios. Cronología
Básica siglos XIX y XX (Parte Iª)
- El siglo XIX Largo -
Apuntes de la Wiki - Proyecto Cronosgea – 4º ESO
Unidad 2 – De revoluciones y cambios. El siglo XIX Largo.
Unidad 1.-­‐ De Revoluciones y Cambios. El Siglo XIX largo
Descripción y sugerencias: Tratamos en la primera parte de esta unidad de dar sentido a la
cronología del siglo XIX siguiendo la concepción de “Siglo XIX largo” y estableciendo los
acontecimientos esenciales de ese recorrido en la historia de Europa y del España. La
concepción de la unidad es fundamentalmente descriptiva y pretende organizar la secuencia de
acontecimientos sin entrar en profundidad en el desarrollo de los procesos, cuestión que
planteamos en las unidades siguientes, desde el punto de vista de las tres temáticas básicas que
articulan el curso (La política y el constitucionalismo, el progreso y el conflicto)
Objetivos: Alcanzar a hacernos una idea clara de la cronología del siglo XIX y la secuencia de
reformas y pervivencias que articula la evolución del siglo hasta la Primera Guerra Mundial tanto
en Europa como en la Historia de España. Relacionar a los protagonistas principales de estos
procesos históricos y establecer una estructura cronológica en la que se relacionen personajes,
procesos y sucesos históricos de una manera básica y esquemática centrada en la evolución del
liberalismo surgido de las revoluciones atlánticas (Francesa e Independencia Americana).
Contenidos, competencias y destrezas:
Independencia de los EEUU. Revolución Francesa y etapas principales. Directorio, Consulado e
Imperio. Las Coaliciones contra la Francia Revolucionaria. Las Guerras Napoleónicas. La Guerra
de la Independencia. La Constitución de Cádiz. La España de Fernando VII. La Santa Alianza y
el Congreso de Viena. Las Revoluciones Liberales – 1820-20-48. Los gobiernos liberales en
España (Moderados y Progresistas). La Francia de la Restauración. La Francia de Luis Felipe.
La II República Francesa. La España del Bienio Progresista. La Revolución de 1868 en España.
La Comuna de Paris. Las unificaciones Italiana y Alemana. La Restauración en España –
Alfonso XII y el Bipartidismo. Las alianzas europeas. Hacia la I Guerra Mundial.
Evaluación: El cuaderno de trabajo, los resúmenes diarios (revisados todos los días), el
resumen de final de Unidad, la participación en clase así como la riqueza de las aportaciones
que el alumno hace en la clase. Las actividades de la Unidad sirven para asentar el
conocimiento adquirido y para completar la preparación de la prueba escrita que se hará a
finales de la segunda unidad. Esta prueba tendrá un carácter eminentemente práctico y estará
fundamentada en el conocimiento de los conceptos básicos de la unidad y en la realización de
los ejercicios prácticos y las lecturas que completan el estudio de la misma.
Temporalización
La unidad se desarrolla en cinco clases que se completan con dos clases de tipo práctico. Una
en la que se presentan las fuentes que vamos a utilizar para el conocimiento geográfico y otra
clase en la que se presentan los materiales que forman parte de las actividades. Una vez
presentadas, las actividades y sus lecturas habrán de ser revisadas en clase y presentadas ante
todo el grupo, algo que nos llevará dos o tres sesiones de clase más.
Clase 1.- La cronología del siglo XIX y XX. Siglo XIX largo y siglo XX corto.
Clase 2.- El cambio de régimen y los ciclos revolucionarios. La revolución y el orden
Clase 3.- Las revoluciones Atlánticas. La reacción Santa Alianza
Clase 4.- El ciclo revolucionario 1820-30-48. La moderación liberal 1830-1870.
Clase 5.- La Gloriosa Revolución y la Comuna. La irrupción de las clases trabajadoras
Clase 6.- Orden y equilibrio. Las reformas de fin de siglo y las grandes alíanzas.
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Unidad 2 – De revoluciones y cambios. El siglo XIX Largo.
Clase 7.- Bibliografía de consulta y artículos recomendados para el resumen de la unidad
Clase 1.-­‐ La cronología del siglo XIX y XX. Siglo XIX largo y siglo XX corto. Aunque es común hacer una
división histórica partiendo de la
división en siglos y comúnmente
asociamos esta división a periodos
históricos bien definidos, es
evidente que esa división resulta
por lo general imprecisa.
Si nos referimos a la historia del
siglo XIX la limitación de esa
división es manifiesta por dos
hechos esenciales. Primero el que
podemos considerar que el cambio
esencial que da lugar a la Edad
Ilustración 1 - Europa tras el Congreso de Viena 1815
Contemporánea
se
produce
durante el último cuarto del siglo XVIII. En segundo lugar porque el final del siglo podemos
situarlo en el primer cuarto del siglo XX. El mundo que nace de las revoluciones liberales se
completa con las unificaciones de Alemania e Italia a partir de la segunda mitad del siglo XIX, y
con el nacimiento de las pequeñas naciones balcánicas surgidas del desmoronamiento del
Imperio Turco. Ese mundo donde todavía encontramos imperios como el propio Turco, el Ruso,
el Alemán o el Austro-Húngaro, colapsa en la sangría de la Primera Guerra Mundial donde no
sólo desaparecerán buena parte de estos grandes imperios, sino que también será el inicio de
una crisis Europea que
pondrá
fin
a
la
preponderancia mundial
del Viejo Continente, cuya
primacía en el orden
mundial será una de las
características esenciales
de este siglo XIX.
Este siglo XIX
que
comienza en el último
cuarto del XVIII y que
acaba en el primer cuarto
del siglo XX, ha sido
denominado “El siglo XIX Ilustración 1 - Europa antes y después de la I Guerra Mundial
largo” por el historiador
británico Eric Hobsbawn. Ciertamente se trata de un siglo largo durante el cual se van a
desarrollar los cambios esenciales que se alumbran en las revoluciones atlánticas (la
Independencia de los EEUU y la Revolución Francesa), que dan lugar al nacimiento del mundo
moderno, al nacimiento del liberalismo, al desarrollo de los sistemas parlamentarios
contemporáneos y al desarrollo del capitalismo. También es el tiempo en el que se desmontan
las estructuras ideológicas, políticas y sociales del Antiguo Régimen, el tiempo en el que nacen
las naciones y los nuevos estados, en el que los antiguos estamentos se convierten en clases
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Unidad 2 – De revoluciones y cambios. El siglo XIX Largo.
sociales, en el que la economía corporativa y gremial del sistema señorial dan paso al “laiser
faire, laiser passer” (Dejar hacer, dejar pasar) del liberalismo económico, en el que nuestro
sistema legal deja atrás la ley divina y se entrega a las constituciones y los nuevos códigos.
Podemos hablar de algunas elementos que definen todo el siglo.
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Las antiguas estructuras sociales, políticas y económicas del Antiguo Régimen se van
desmontando. Primero el régimen señorial (desaparición de los antiguos estamentos,
igualdad ante la ley, declaraciones de derechos humanos y de ciudadanía). Se
modifican las bases de la legitimidad política, pasamos de una legitimidad de base
religiosa a la soberanía nacional. Las monarquías pierden su carácter divino y se
convierten en monarquías constitucionales o se tornan repúblicas. Las Constituciones se
convierten en el marco jurídico esencial de las nuevas relaciones políticas y sociales de
los estados europeos. Los antiguos reinos se convierten en estados y se reivindica el
sentido de comunidad nacional dentro de los mismos. Desaparecen las limitaciones
sociales y económicas del Antiguo Régimen. Los bienes de la Iglesia y los comunales se
desamortizan y se convierten en bienes privados. Desaparecen los gremios y las
corporaciones. El individuo y la propiedad privada se convierten en la medida de todas
las cosas.
A lo largo del siglo se produce una tensión entre la consecución radical de las
concepciones políticas, económicas y sociales del liberalismo y la pervivencia de
tradiciones del Antiguo Régimen así como una preocupación por el orden y el respeto a
la propiedad que acaba determinando un liberalismo moderado, conservador y doctrinal.
El siglo XIX el también el auge del nacionalismo. Los antiguos reinos se tornan en
naciones que tratan de reforzar su personalidad y unificar sus matices. Las naciones sin
estado buscan alcanzar ese estatuto, lo cual lleva a procesos de unificación (casos de
Italia o Alemania) o de separación (Bélgica, Grecia, los estados Balcánicos y los
nacionalismos periféricos, Irlanda, Cataluña, el País Vasco, Armenia), que evolucionan a
lo largo del siglo. El auge de los nacionalismo está vinculado al desarrollo del
colonialismo y a la política de enfrentamiento y emulación que desemboca en la Primera
Guerra Mundial (1914-18).
El nacimiento y desarrollo de las clases sociales asociadas al mundo moderno tiene en
el siglo XIX una primera etapa que culmina en los movimientos de masas que se
desarrollan tras la Primera Guerra Mundial. La cultura burguesa, la cultura proletaria, el
mundo de los barrios elevados o de los grandes barrios obreros de las afueras de las
ciudades, la industrialización y los cambios que produce en los hábitos de consumo de
los europeos y en sus formas de vida se desarrollan a lo largo de todo el siglo.
La palabra revolución va a nombrar los sucesivos colapsos políticos que se suceden y
se convierte en una palabra talismán para todos aquellos que aspiran a algún cambio
esencial en los modos de organización social o económica. Las revoluciones liberales
dejarán a partir de la séptima década de siglo su lugar a la esperada revolución del
proletariado, que a partir del nacimiento de los movimientos obreros confían en un
cambio de modelo económico y social que se completa de manera completa también al
final de la etapa en la Revolución Rusa (1917)
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Unidad 2 – De revoluciones y cambios. El siglo XIX Largo.
Clase 2.-­‐ El cambio de régimen y los ciclos revolucionarios. La revolución y el orden La partera de todos los cambios será la revolución. La idea de revolución está unida a la idea de
cambio y sin embargo resulta un concepto confuso pues su origen es la idea de las órbitas que
daban los astros alrededor del sol, la idea de vuelta completa. Si pensáis en qué es el
“cuentarevoluciones” de un coche, no es sino esa idea de vuelta completa. Esa idea de dar una
vuelta entera y acabar en el mismo sitio aparece agudamente en el comentado Gatopardo
(Tomaso de Lampedussa), uno de cuyos protagonistas afirma que “Todo tiene que cambiar para
que todo siga igual”. Algo así debieron pensar muchos de los revolucionarios que a lo largo de
este largo siglo vivieron los cambios profundos y las decepcionantes reacciones de su siglo.
Como veremos en esta Unidad los cambios fueron importantes, pero también lo fueron los pasos
hacia atrás que con mayor o menor fortuna se sucedieron a lo largo del siglo.
El ciclo del siglo es una sucesión de revoluciones y reacciones, cuya conclusión acaba siendo
una síntesis moderada de las propuestas de unos y otros. Un equilibrio endeble conseguido tras
enfrentamientos sangrientos y crisis sucesivas.
El ciclo revolucionario que da inicio a los grandes cambios de la modernidad se inicia en 1776
con la Independencia de los EEUU y se completa en 1789 con la Revolución Francesa. Este
proceso conocido por algunos historiadores como el de las Revoluciones Atlánticas (a uno y otro
lado del océano), rompe con el Antiguo Régimen y es considerado el acto de fundación del
mundo contemporáneo. Aunque la Declaración de Independencia (1776) y la Declaración de
Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789) son de alguna manera los documentos
fundacionales de este nuevo mundo, los procesos que inician tardan en concretarse. Hasta 1783
los EEUU no serán reconocidos como nación y la Revolución Francesa es un proceso largo que
culmina en 1804 con el nacimiento del Imperio Francés de Napoleón.
La reacción de las potencias absolutistas y de sus aliados se produce cuando Napoleón es
derrotado y sus vencedores se reúnen en 1815 en el Congreso de Viena a reorganizar el mapa
de Europa. La Santa Alianza de las potencias vencedoras intentará retrasar el reloj de la Historia
y volver a la situación previa a la revolución, dando por finiquitados los principios políticos que
las hicieron posibles. Sin embargo, han pasado más de veinticinco años desde el inicio del ciclo
revolucionario y hay muchas cosas que no pueden volver a ser lo que fueron. Las
contradicciones de la reacción, la oposición de las clases sociales beneficiadas por los cambios
(la naciente burguesía urbana, las clases intelectuales y buena parte de los militares fogueados
en las guerras revolucionarias), no permiten una vuelta a un sistema cuyo fracaso había
conducido precisamente a la revolución.
Un primer envite en 1820 y un segundo y definitivo en 1830 irá haciendo caer a los regímenes
surgidos de los pactos del Congreso de Viena y enterrará definitivamente la esperanza de volver
a la situación anterior a 1789. En Francia fracasa la Restauración de los Borbones en la corona
de Luis XVIII y Carlos X, quien será derrocado en 1830 por una revolución que entronizará a Luis
Felipe de Orleans (El rey de las Barricadas). En España el furor absolutista de Fernando VII
dejará lugar a liberalismo moderado y pacato del Estatuto Real (1834) de la Reina regente María
Cristina, quien preparará el terreno a su hija la reina Isabel II.
Los regímenes moderadamente liberales de la década de los 30-40, colapsarán a mediados del
siglo dando lugar a una nueva oleada revolucionaria (1848) – aunque en España se retrasa
hasta 1854. En Francia se inicia la II República que rápidamente da lugar a un régimen
conservador y profundamente nacionalista, el del II Imperio de Napoléon III.
El liberalismo conservador o el moderado no logran dar satisfacción a buena parte de las
demandas de la sociedad de la época. Por un lado las deficiencias de un modelo democrático
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Unidad 2 – De revoluciones y cambios. El siglo XIX Largo.
que dejaba fuera a la mayor parte de la sociedad a través del sufragio censitario y que mantenía
el poder de los reyes por encima de los parlamentos. Por otro lado la falta de protección y de
representación política de las clases trabajadores que habían crecido exponencialmente con el
desarrollo de la industria, el ferrocarril y el activo capitalismo del siglo. En último lugar las
demandas nacionales que no podían desarrollarse de manera convenientemente en las
heredadas estructuras políticas del Antiguo Régimen (caso de los reinos alemanes e italianos).
Un nuevo ciclo revolucionario entre 1660-71, llevará a la culminación de las unificacines italiana
y alemana, a la monarquía constitucional de Amadeo de Saboya y la Primera República
Española tras la revolución de 1868, o al conato revolucionario de la Comuna de París en 1871,
con el que se cierra el Segundo Imperio tras la derrota francesa ante las tropas Prusianas.
Las revoluciones acabarán siendo sometidas a un régimen moderado que tratará de recuperar el
orden bajo un nuevo pacto constitucional que en Francia abre la Tercera República francesa en
España la Restauración de los Borbones y la Constitución de 1873 y en Alemania e Italia los
regímenes de Guillermo II y su canciller Bismark o el de Victor Manuel II. El orden, el empeño en
el desarrollo económico, el control sobre el naciente movimiento obrero, y un nacionalismo
reforzado en el prestigio colonial llevará a la expansión de Europa por todos los continentes a
través de una tupida red de colonias y al establecimiento de alianzas y contralianzas entre las
potencias para asegurar sus intereses políticos y estratégicos.
El creciente clima de enfrentamiento entre estas potencias, el rearme y la ruptura de los
equilibrios de los años 80 llevará a que la lucha de intereses, termine en una guerra generalizada
entre las naciones europeas, que tendrá como espoleta la crisis de los Balcanes (la lucha entre
Austria y Rusia por influir y dominar ese territorio a través de las jóvenes naciones balcánicas).
Clase 3.-­‐ Las revoluciones Atlánticas. La reacción Santa Alianza El primer ciclo revolucionario y el que da lugar al nacimiento del mundo moderno es el de la
Guerra de la Independencia Americana y la Revolución Francesa.
El primer elemento que hay que tener en cuenta es la influencia del pensamiento de la
Ilustración en estos procesos históricos, aunque hemos hablado de ello en la primera unidad y lo
desarrollaremos en la segunda, hay que tener en cuenta la importancia que tuvieron ideas como
la de “Contrato Social”, la “soberanía” o la “Separación de Poderes” (que planteara
Montesquieu). Estas ideas aparecen reflejadas tanto en la Declaración de Independencia como
en la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, así como en las primeras
Constituciones la de EEUU de 1787 y la francesa de 1791.
En la página siguiente podéis haceros una idea sintética sobre el proceso que llevó a la
independencia de los EEUU: http://www.theusaonline.net/spanish/historia.htm (Se trata de una
página de Historia básica de los EEUU que mantiene el gobierno norteamericano. También
podéis consultar la página de la Wikipedia donde se plantea esta cuestión, que es una referencia
interesante: http://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_de_independencia_de_los_Estados_Unidos
De manera muy sintética plantearos que la presión colonial inglesa y el hecho de que los colonos
norteamericanos no pudieran participar en las decisiones que el Parlamento de Londres tomaba
sobre su propia vida llevaron tras una serie de desencuentros, el más conocido de todos el
llamado Motín del Té de Bostón (de ahí viene el Tea Party actual…., el nombre) en el que se
lanzó al mar el Té gravado con nuevos impuestos que venía de Inglaterra y que provocó un
tumulto que fue sofocado y conllevó nuevas medidas contra las colonias. Estas se reunirían en la
ciudad de Filadelfia en el Primer Congreso Continental (1773) y que daría paso al Segundo
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Congreso Continental (1775) que prepararía la guerra contra la Metrópoli. El 4 de julio de 1776
se firmó la Declaración de Independencia:
“Nosotros los representantes de los Estados Unidos de América, reunidos en Congreso general,
acudimos al juez supremo del mundo para hacerle testigo de la rectitud de nuestras intenciones.
En el nombre y con el poder pleno del buen pueblo de estas colonias damos a conocer
solemnemente y declaramos que estas colonias unidas son y por derecho han de ser Estados
libres e independientes; que están exentas de todo deber de súbditos para con la Corona
británica y que queda completamente rota toda conexión política entre ellas y el Estado de la
Gran Bretaña, y que, como Estados libres e independientes, poseen pleno poder para hacer la
guerra, concertar la paz, anudar relaciones comerciales y todos los demás actos y cosas que los
Estados independientes pueden hacer por derecho. Y para robustecimiento de esta declaración,
confiados a la protección de la Providencia divina, empeñamos unos a otros nuestra vida,
nuestra fortuna y nuestro sagrado honor”.
La declaración fue en gran parte escrita por Thomas Jefferson, uno de los padres de la
Independencia, aunque si uno repasa a sus firmantes encuentra a todos los padres de los
EEUU, gentes vinculadas a las nuevas ideas ilustradas y a la tradición política liberal de autores
ingleses como John Locke.
La Revolución Francesa tiene sus orígenes en las dificultades económicas de la monarquía
francesa tras su apoyo precisamente a la Independencia Norteamericana. La incapacidad para
afrontar la crisis de los ministros de hacienda de la monarquía, aconsejaron al rey la
convocatoria de las cortes del reino que llevaban desde 1614 sin convocarse. La naturaleza
estamental de esta asamblea determinaba su representación – por estados; Nobleza, Clero y
Tercer Estado – y evidentemente su capacidad de decisión y consulta. La convocatoria suponía
la asunción por parte de la asamblea de las demandas del reino y para ello se promovió la
elaboración de unos “Cuadernos de Quejas” (Cahiers de doléances) donde cada comunidad,
ciudad o pueblo enviaba un informe sobre sus demandas y problemas. Estos cuadernos nos han
permitido saber con certeza los problemas que afectaban a la Francia de aquel tiempo.
Reunidos los tres estados en Versalles la falta de representación del Tercer Estado lleva a que
los representantes de éste se reúnan por su parte en un lugar aparte “El juego de Pelota”. En
aquella sala improvisada se inicia la revolución pues los diputados reunidos allí se juramentan a
no salir de allí hasta no aprobar una Constitución para el reino, se constituyen así en Asamblea
Constituyente y en el acto de fundación de la Asamblea Nacional Francesa (que sigue siendo
hoy la Asamblea principal de la República Francesa). La Asamblea declarará el fin del régimen
señorial, la nueva constitución del Clero y la apropiación de los bienes de la Iglesia y dará a luz
la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano.
El pueblo francés y particularmente el pueblo de París tomarán un creciente protagonismo a
través de manifestaciones y asaltos como el que el 14 de Julio de 1789 llevará a la toma de la
Bastilla (fiesta nacional francesa). Durante los meses de julio y agosto, el furor revolucionario se
dirigirá contra las propiedades señoriales y de la Iglesia en lo que se conoce como “Le Grand
Peur” (el gran miedo), que llevará a buena parte de la nobleza francesa a exiliarse en el
extranjero y huir.
El 30 de septiembre de 1791 se entregó la nueva constitución al Rey y la Asamblea se disolvió
dando lugar a una nueva Asamblea Legislativa que entre 1791 se tuvo que enfrentar a la crisis,
la guerra de los enemigos de la revolución, las revueltas internas y un clima político de
enfrentamiento que llevaría a que la Izquierda de la Cámara (los Jacobinos) acabara provocando
la conversión de la Asamblea en la llamada Convención Nacional (septiembre 1792) una vez que
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Unidad 2 – De revoluciones y cambios. El siglo XIX Largo.
el rey fue depuesto y encarcelado tras su intento de huída y su colaboración con las potencias
absolutistas que estaban atacando Francia con ayuda de los nobles exiliados.
El periodo más conocido de la Convención es el control de la misma por los Jacobinos (Danton,
Marat y Robespierre) que a través del Comité de Salud Pública ejercerán un férreo control sobre
la Revolución, iniciando un periodo conocido como “El terror” durante el cual se producirán la
mayor parte de las ejecuciones en la guillotina del periodo. Uno de los guillotinados será el
propio rey Luis XVI, acusado de traición, lo que llevará a la mayor parte de los reinos de Europa
a entablar una Guerra contra Francia.
A pesar de la presión la República francesa logra sobrevivir y vencer a sus enemigos en el
continente. En 1794 el golpe del 9 Termidor (27 de julio de 1794) acaba con los Jacobinos y sus
líderes en la Guillotina. Se inicia entonces un periodo llamado “El Directorio” en el que cinco
magistrados dirigen el estado bajo una nueva constitución la de 1795 (Constitución del Año III).
El Directorio termina en un golpe de Estado, el del 18 Brumario (8 de noviembre de 1799) en el
que Napoleón Bonaparte se convierte en Cónsul. De ese modo se inicia un periodo llamado el
Consulado que termina en 1804 con la conversión de Napoleón Bonaparte en Emperador de los
franceses.
Las guerras revolucionarias habían llevada al ejército francés a dominar parte de Europa.
Napoleón extenderá su influencia creando estados satélites y llevando la revolución a todo el
continente, aunque esta llegara de la mano del dominio francés y de la ocupación de las cortes
nacionales por candidatos reales propuestos o impuestos por el propio Napoleón.
En España la alianza entre la Francia de Napoleón y la España del rey Carlos IV en contra de los
intereses ingleses llevará a que por el tratado de Fontenebleau (1807) españoles y franceses
acuerden repartirse Portugal (aliado de Inglaterra) y que para ello se de paso a las tropas
francesas. Pronto los españoles comprueban que los franceses no sólo quieren ocupar Portugal
sino que proceden a la ocupación de todo el territorio Español. La salida del rey y toda la corte
de Madrid, camino de Cádiz hace una primera parada en Aranjuez, donde se produce un motín
que termina con el gobierno del ministro Godoy y la abdicación de Carlos IV en su hijo Fernando
VII. Napoleón llama a Carlo IV y a Fernando VII a Bayona (Francia), donde logra que abdiquen
en su nombre entregando la corona de España a su hermano José que reinará en Madrid bajo el
nombre de José I. Mientras la población madrileña se subleva el 2 de mayo de 1808, provocando
que las tropas francesas ocupen la capital y sofoquen a sangre y fuego la rebelión.
Los restos del ejército español tratan de reunirse y dar batalla en el sur. La Junta General, el
órgano de gobierno que deja el rey al abandonar la corte, dirige esta resistencia. El 19 de julio de
1808 las tropas españolas derrotan a las francesas y obligan a replegarse hacia el norte al
ejército francés. La llegada de Napoleón a la península en el invierno de 1808-09 con 250.000
soldados (La grande armée), acaban con toda la resistencia estructurada del ejército español y
provocan que la Junta se refugie en Cádiz al abrigo de la armada inglesa que protege la ciudad.
A partir de entonces la resistencia pasa a las “partidas”, las guerrillas que se forman en todo el
país y a las tropas Hispano-Inglesas que desde Portugal hostigan a los franceses.
El ataque de Napoleón al imperio Ruso supone retraer tropas de la Península. Esta situación
beneficiará el progreso de la guerra en España para las tropas anglo-hispanas encabezadas por
el Duque de Wellington. La derrota de los Franceses en Arapiles (Salamanca) en el verano de
1812 supone el inicio de la retirada francesa que se completará en e 1813.
En Cádiz, los representantes de la nación española, se reúnen en Cortes y tratan de dar
cobertura jurídica a la situación. Las cortes de Cádiz terminarán en 1812 por alumbrar la primera
Constitución Española (el 19 de marzo de 1812 – de ahí conocerla como la Pepa), donde se
recogen algunos de los principios del liberalismo político desarrollados en la Revolución
Francesa.
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En 1814 la llegada del rey Fernando VII a España supondrá no sólo la vuelta de la monarquía de
los Borbones al trono, también supondrá la derogación de la Constitución de Cádiz y con la
reacción absolutista de las potencias vencedoras de Napoleón (Definitivamente derrotado en
1715 en Waterloo)
En 1815 las potencias vencedoras celebran el llamado Congreso de Viena. En él se reúnen el
zar de Rusia, el emperador de Austria, el rey de Prusia y representantes del resto de las
naciones vencedoras, Inglaterra e incluso España. El primer objetivo del congreso es organizar
las fronteras de Europa tras los cambios provocados por las Guerras Napoleónicas. En general
el mapa que trazan en Viena será el vigente hasta la Primera Guerra Mundial. En segundo lugar
el Congreso plantea la necesidad de detener el peligro revolucionario, para ello plantean no sólo
terminar con la expansión de las ideas revolucionarias, sino devolver a sus tronos a los reyes
depuestos y tratar de asegurar el apoyo mutuo entre las potencias ante cualquier conato
revolucionario.
Clase 4.-­‐ El ciclo revolucionario 1820-­‐30-­‐48. El liberalismo moderado En España estas medidas suponen la vuelta al Absolutismo. Los absolutistas, reunidos en torno
al manifiesto que entregan al rey a su llegada, conocido como de “los persas” reclamando la
vuelta al Antiguo Régimen y la derogación de la Constitución de Cádiz, terminarán por defender
el Antiguo Régimen a partir de la candidatura al trono del hermano del rey, el infante Carlos,
según avanza el reinado sin un heredero directo varón. El rey en su vuelta al absolutismo se
enfrentó a buena parte de los militares y personalidades que habían luchado contra los
franceses. Quienes vieron en los franceses una vía para el cambio político (los afrancesados) y
que colaboraron con las autoridades francesas terminarán apoyando a estos liberales
perseguidos igual que ellos por el furor absolutista de Fernando VII. El intento de regresar a
formas del pasado provocará también una generalizada rebelión en América, donde los
gobiernos y virreinatos comienzan un largo movimiento que llevará a la independencia de toda
América Latina de su dependencia de España. Las tropas preparadas para sofocar la rebelión
americana se amotinarán contra el propio rey en 1820 al mando del general Rafael de Riego.
Esta rebelión inicia un corto periodo en el que se reinstaura la constitución de 1812, el Trienio
Liberal, y este corto periodo será concluido por la fuerza con el apoyo de las tropas de la Santa
Alianza (El duque de Angulema y los Cien Mil hijos de San Luis. Un nuevo ejército francés que
esta vez vendrá a imponer el absolutismo de Fernando VII).
Se inicia así un periodo llamado la Década Ominosa, donde el absolutismo real se hace
insoportable. Episodios como el de Mariana Pineda, nos hablan de ese momento histórico. El
nacimiento de la princesa Isabel al final del reinado, relajará el absolutismo. La existencia de una
ley que impedía reinar a las mujeres (la ley Sálica) hace que Fernando VII se apoye en los
sectores más moderados del liberalismo para apoyar la idea de nombrar a su hija heredera y
nombrar una regente a su muerte (la madre de la princesa, la reina María Cristina).
En 1833 el rey muere y la regencia de María Cristina supone que los sectores más radicales del
absolutismo cierran filas en torno al infante Carlos y se levantan en armas contra María Cristina,
es el inicio de la I Guerra Carlista. La Iglesia, las regiones forales (El País Vasco – Navarra),
algunas zonas rurales de Castilla, Cataluña y Valencia, serán el espacio donde el carlismo
arraigará. Especialmente intensos serán los focos del País Vasco y de Valencia. En el País
Vasco se desarrollarán las principales batallas, por el intento de los carlistas de dominar alguna
gran ciudad del norte (algo que nunca conseguirán). Para atraerse el apoyo de los liberales
María Cristina aprobará el Estatuto Real. Estos intentos no serán del agrado de los sectores más
radicales del liberalismo que seguirán reclamando la constitución de 1812. Tras varios intentos
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Unidad 2 – De revoluciones y cambios. El siglo XIX Largo.
de golpe de estado (Motín de la Granja) la reina terminará por ceder a la presión de los liberales
y el sector más radical “los progresistas”, terminará por imponer a su candidato el General
Espartero, vencedor de los carlistas que en 1840 sustituirá como Regente a María Cristina.
Frente a Espartero otro grupo liberal, los moderados, apoyados en el prestigio de Agustín de
Arguelles y encabezados por el general Ramón María Narváez. En 1845 ve la luz una
Constitución que articulará todo el periodo y que se estrena con la coronación de la princesa
Isabel, como Isabel II a la edad de 13 años, terminando así con la regencia del general
Espartero.
En Francia, con una situación que no permite una vuelta tan radical al pasado por el propio peso
que ha tenido la revolución, la monarquía francesa es repuesta en la persona de Luis XVIII. Su
heredero Carlos X, menos conciliador con las fuerzas liberales acabará por provocar una nueva
revolución en 1830. La imagen del cuadro de “La Libertad Guiando al Pueblo” de Delacroix, nos
habla de esta revolución. También en 1830 el impulso revolucionario obliga a revisar los
acuerdos de 1815 provocando la independencia de Bélgica de los Países Bajos. También se
producen levantamientos en Polonia (la revolución de los Cadetes), de carácter nacionalista.
En 1820 se habían ya producido levantamientos en otras partes de Europa con la intención de
terminar con el absolutismo (revuelta de los Carbonarios en Nápoles o en Portugal) o hacer
reivindicaciones nacionalistas. Así en 1821 comienza la Guerra de Independencia de Grecia
contra el Imperio Otomano.
Los regímenes surgidos de estas revoluciones terminarán por consolidar el estado liberal pero
acudiendo a un liberalismo moderado y a modelos de gobierno autoritarios que dejaban poco
espacio a los opositores y terminarán por culminar en otra fiebre revolucionaria en 1848. A
pesar de ello estos regímenes consolidan los nuevos estados sobre planteamientos liberales.
Evidentemente se trata de regímenes constitucionales, con una división de poderes en la que el
ejecutivo y la monarquía está reforzada. La participación democrática está limitada a un sufragio
censitario y los parlamentos comparten la soberanía nacional con el rey. Las medidas
económicas de liberalización del comercio y la industria facilitan el desarrollo económico europeo
(también el español, aunque lo haga muy lentamente). También se reforman los sistemas
fiscales (como en el caso de España), se organizan los sistemas educativos y la escolarización
de la población, se promulgan los códigos de derecho fundamentales y la estructura de “orden
público” (En España se funda en este tiempo la Guardia Civil). En estas décadas se desarrolla
el programa liberal de las revoluciones y es entonces cuando también se hacen evidentes
algunas de sus contradicciones, patentes en la nueva ola revolucionaria de mitad de siglo.
La revolución de 1848 terminará con el rey burgués en Francia (Luis Felipe) y dará lugar a la II
República Francesa. En España el gobierno del partido Moderado de Narváez y el control de los
moderados de todos los resortes del poder terminará por provocar una nueva revolución en 1854
que dará inicio a un corto periodo de liberalismo progresista (el Bienio Progresista), bajo el
gobierno de Espartero y del general O’Donell.
La revolución de 1848 será también la primera vez en la que se hacen oír las voces de los
movimientos obreros que comienzan a organizarse en toda Europa. No en vano 1948 es la fecha
de uno de los documentos más importantes de ese despertar de la conciencia social en los
trabajadores, el Manifiesto Comunista, firmado por Federico Engels y Carlos Marx. A partir de
entonces diferentes pensadores y corrientes (el socialismo y el anarquismo fundamentalmente)
comenzarán a articularse hasta que en 1864 se reúna la Primera Internacional de los
Trabajadores (Londres 1864), movimientos que tendrán un peso mucho mayor en el siguiente
ciclo revolucionario (el de finales de la década de los sesenta del siglo XIX)
También la revolución de 1848 supuso un empuje importante para la unificación de Alemania,
llevando a la promulgación en Frankfurt de la constitución de 1849, que trataba de superar las
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limitaciones de la Confederación Germánica (la unión de los diferentes estados alemanes que se
había producido tras el Congreso de Viena y que había logrado una unión aduanera entre ellos
en 1834) y propugnaba la creación de una unión bajo un único monarca (El Imperio Alemán). La
oposición y resistencia de los príncipes alemanes a los parlamentos surgidos de la revolución y a
abandonar sus coronas, condujo al fracaso de esta iniciativa que no se completaría hasta 1871.
En otros lugares de Europa como Italia, Polonia o el Imperio Austro-Húngaros se produjeron
movimientos nacionalistas que fueron parte esencial de este ciclos de revoluciones que
planteaban las contradicciones del sistema de estados creado en Viena (1815) y sobre todo las
contradicciones de una política “liberal” que no acababa de arrancar en todo su sentido y
mantenía a grandes sectores de la población (las clases populares) fuera de toda representación
política y mantenía las prerrogativas de los príncipes por encima de las de cualquier parlamento.
Clase 5.-­‐ Las revoluciones del último cuarto del siglo. 1866-­‐1871. La Gloriosa Revolución y la Comuna. La irrupción de las clases trabajadoras En 1868 los gobiernos moderados que se sucedían desde comienzos del reinado de Isabel II,
con la breve excepción del Bienio Progresista (1554-56), había provocado una situación
insostenible para la oposición política, completamente marginada del poder y sometida a los
enredos de la “camarilla” de políticos y militares que rodeaba a la reina. Una grave crisis
económica afectaba al país desde 1866 y la situación social se deterioró de manera rápida. En
Ostende, los opositores habían llegado aquel año a un pacto para desplazar a los moderados y a
la reina del poder y esta situación tras varios intentos fallidos terminaría por triunfar con el
pronunciamientos de las fuerzas navales en Cádiz al mando del almirante Topete.
Así comenzaba la llamada Gloriosa Revolución y el periodo conocido en la Historia de España
como el Sexenio Democrático, en el que se sucederían dos regímenes políticos distintos, una
monarquía constitucional y una república. Juan Prim, uno de los militares con más prestigio de
la época y protagonista también de la revolución, fue uno de los más ardientes defensores de la
necesidad de elegir un monarca constitucional fuera de la dinastía de los Borbones. La
búsqueda en Europa de un candidato de estas características llevó a manejar varias opciones, el
primer candidato era el Duque de Montpensier, don Antonio de Orleans, (hijo de Luis Felipe de
Orleans – el rey de Francia de 1830), que vivía desde hacía décadas en España, estaba casado
con una hermana de la reina Isabel, la infanta Luisa Fernanda de Borbón), y había colaborado
financieramente en la preparación del golpe de estado. El segundo candidato era el príncipe
alemán Leopoldo de Hohenzollern-Sigmaringen, el rechazo francés a este candidato, acabaría
por forzar su renuncia y también a alimentar el conflicto entre Prusia y Francia que llevaría a la
Guerra Franco-Prusiana (1870-71) que terminaría con el II Imperio de Napoléon III. Dada la
situación el candidato que las cortes españolas elegirían fue Amadeo de Saboya, príncipe de la
casa reinante en Italia y que había llevado a la península itálica un régimen parlamentario y
liberal del estilo de que querían los revolucionarios españoles para nuestro país. Sin embargo el
general Prim (principal apoyo del recién elegido rey) moriría asesinado a instancias parece ser
(aunque sigue habiendo notables sombras en el magnicidio) del duque de Montpensier. Amadeo
de Saboya era proclamado rey en noviembre de 1870, pero mantendría durante todo su reinado
el rechazo de republicanos y carlistas (que se levantarían de nuevo) y de parte del pueblo
español, que le consideraba un monarca extranjero. En 1873 abdicaría y daría lugar a la
Primera República Española, que tendría que enfrentarse al malestar político y social que se
arrastraba desde 1866 y que la revolución de 1868 no había logrado resolver y la constitución de
1869 tampoco terminaba por completar. En buena medida este malestar social se reflejaría en el
movimiento cantonal, muy influido por los movimientos obreros, y que trató de que fueran las
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comunidades locales, los cantones (cada una de las ciudades), las que estructuraran el estado.
El enfrentamiento a los cantones y a los carlistas, agotó los recursos del estado y provocó una
crisis enorme que terminó por condenar a la propia República. La única solución pareció
entonces recuperar la monarquía de los Borbones en la persona del príncipe Alfonso, que estaba
exiliado en Inglaterra. Cánovas del Castillo, que sería fundador del Partido Conservador fue el
principal apoyo del príncipe y logró el apoyo de parte del ejército y de buena parte de la clase
política cansada de los cambios de gobierno y de la caótica situación a la que la guerra contra
carlistas y cantonalistas había llevado al país. El general Martínez Campos se sublevó en
Sagunto en diciembre de 1874 contra el presidente del gobierno el general Serrano que
previamente, en enero de 1874 había puesto punto final a la república con el golpe del general
Pavía y la disolución de las cortes (según la leyenda popular a caballo al mando de un grupo de
guardias civiles…., os suena, seguro). Así comenzaba el período conocido como la Restauración
(por la restauración de la monarquía borbónica), que como primer gran éxito conseguiría vencer
a los carlistas en 1876 y convertir así al rey Alfonso XII en el “pacificador”, como recoge el
monumento que se erigió en el borde el estanque del Retiro. Cánovas del Castillo propiciaría la
promulgación de una nueva constitución la de 1876, una vuelta a un liberalismo conservador que
postulaba la soberanía compartida entre el rey y las cortes, un ejecutivo en manos del rey, que
nombra a los ministros y al jefe del gobierno y reconocía la confesionalidad católica del estado.
Para no caer en los excesos de anteriores teimpos, Cánovas pactó un sistema político con el
lider de la oposición Práxedes Mateo Sagasta, por la que los dos grandes partidos se repartían
el poder, ese sistema se conoce como “Turnismo”, y estaba inspirado en lo que ocurría entonces
en otros países como Inglaterra o EEUU, dos partidos que se turnan y reparten el poder político.
En el caso español este modelo acabaría dando lugar a un sistema conocido como el
“caciquismo”, en el que la intervención de una amplia red de clientes e influencias lograba el
milagro de que cada elección saliera elegido el candidato propuesto desde Madrid siguiendo las
directrices de los grandes partidos.
El régimen político de la Restauración llegaría hasta la declaración de la II República el 14 de
abril de 1931, logrando una notable estabilidad política hasta comienzos del siglo XX. A partir de
entonces entró en una larga crisis que culminó primero con la división interna de los dos grandes
partidos, el Conservador y el Liberal y una crisis prolongada que espoleada por la difícil situación
social condujo a una dictadura amparada por el rey, la de Miguel Primo de Rivera. El final de la
dictadura supuso también el final del régimen que perdió con ella su legitimidad ante muchos
españoles y esto a su vez provocó la elección de candidatos republicanos en las elecciones
municipales que se habían convocado para el 13 de mayo y que pusieron en evidencia la
debilidad del apoyo que entonces contaba la monarquía.
En Francia la derrota ante Prusia en la Guerra de 1871, provocó que las tropas alemanas
entraran en la ciudad de París en desfile triunfal y que el Gobierno Provisional, encabezado por
Adolphe Thiers en Versalles, pactara las condiciones de un armisticio. En esta situación de vacío
de poder la Guardia Nacional Francesa mantuvo el orden y la administración dentro de la ciudad
con el apoyo de la propia población y particularmente de las clases más trabajadoras. Thiers
mandó evacuar a todas las altas jerarquías del estado y abandonar Paris y entonces la Guardia
Nacional convocó unas elecciones que se celebran en marzo de 1871, invitando a todas las
ciudades de Francia a hacer lo mismo y rechazar de ese modo la restauración borbónica que
temen que planea Thiers. La victoria en las elecciones de radicales republicanos y socialistas
supone el inicio de una serie de medidas democratizadoras y de justicia social, desde
autogestión de las fábricas abandonadas por sus dueños a la laicidad del Estado pasando por
medidas sociales como la abolición de los intereses de las deudas o la remisión de los alquileres
impagados por la situación extrema en la que había vivido la ciudad durante el último año. El
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hostigamiento de las autoridades de Versalles llevaron a la radicalización de las posiciones
defensivas de los comuneros y por fin al asalto a la ciudad entre el 21 y el 28 de mayo de 1871.
La capitulación de la ciudad llevó a una feroz represión en la que murieron fusiladas más de
20.000 personas, a las que hay que sumar las que murieron durante el asedio o los cerca de
7.000 desterrados.
En esta situación surge la III República Francesa, que se organizaría en las leyes
constitucionales de 1875 y que duraría hasta la II Guerra Mundial, tras la derrota de la Alemania
Nazi, con la promulgación en 1946 de la IV República Francesa. Los primero gobiernos de
Thiers (1871-73) y de Mac Mahon (1873-79), tuvieron un marcado carácter conservador, hasta la
presidencia de Jules Grevy (del Partido de los Republicanos de Izquierda), quien dará un giro
laicista al estado francés que desde entonces se asocia al republicanismo de Francia, sería su
ministro de Educación Jules Ferry, quien planteara las bases de la educación francesa laica y
republicana que desde entonces mantienen en el país vecino.
En Alemania el ciclo comienza en 1871 con la victoria sobre Francia y la declaración en
Versalles de Guillermo II de Prusia como Emperador Alemán, y bajo el ministerio de Otto Von
Bismark.
En Italia 1870 supone la culminación de la unificación italiana, pues tras la tercera guerra de
independencia que había supuesto la incorporación de todo el Véneto, sólo la ciudad de Roma
permanecía fuera de la monarquía constitucional italiana. La toma de la ciudad aprovechó la
guerra Franco-Prusiana para vencer la débil defensa militar del papado y para después de un
plebiscito, incorporar el Lacio y Roma a Italia y convertida en capital.
Clase 6.-­‐ Orden y equilibrio. La Europa de los imperios y las grandes alianzas La Europa surgida de la década de los setenta se mantendrá hasta las Guerra Mundiales. En el
mapa de Europa tenemos todavía restos de un mundo anterior, los grandes imperios fortalecidos
tras las guerras napoleónicas, el Imperio Ruso, o el Imperio Austro-Húngaro. También
encontramos nuevos actores surgidos de la unificación nacional, Alemania (convertida en el II
Imperio Alemán – II Reich) bajo la corona de los antiguos reyes de Prusia; e Italia, que tras un
largo proceso de unificación resuelto en contra de los intereses de Austria, de los Estados
Pontificios y de la dinastía borbónica de Nápoles-Dos Sicilias, consigue culminar su unificación
en 1870. Francia, logra en 1871 darse de nuevo un régimen republicano, aunque lo haga sobre
la sangre de la Comuna de París. Inglaterra, por su parte, de la que poco hemos hablado, sigue
extendiendo su poder a través de su potente industria, su tecnología y dese luego su expansión
colonial en África y Asia.
En los Balcanes, una sucesión de guerras, que comienza con la independencia de Grecia en
1820, llevará a lo largo del siglo a la aparición de nuevos estados, Bulgaria, Rumanía, Serbia,
cuya influencia (austriaca o rusa) terminará por desencadenar la I Guerra Mundial. España y
Portugal siguen modelos de desarrollo del liberalismo acompasados a los tiempos, aunque
alejados de los grandes conflictos continentales, e igualmente las naciones del norte de Europa,
donde el nacionalismo Noruego y Finlandés, acabarían separándose de Suecia (en el primer
caso y de Rusia) en el segundo ya en el siglo XX.
Los dos grandes enfrentamientos que van a articular las relaciones internacionales durante este
periodo y reforzar los lazos nacionales dentro del propio territorio son los que tienen que ver con
el colonialismo.
En 1884-85 se celebra bajo los auspicios de Bismark la Conferencia de Berlín, que logrará un
reparto colonial de las zonas de influencia y tratará de evitar los conflictos entre las naciones
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Europeas. Francia e Inglaterra se repartirán África y parte de Asia (dominada en buena medida
por la presencia inglesa en la India). El resto de los países lograrán pequeñas compensaciones,
España, parte de Marruecos, Italia, Somalia, Bélgica el Congo, o Portugal, Mozambique. El otro
foco de tensión será la progresiva disolución del Imperio Otomano (Turcos) en Europa, y el
nacimiento de las naciones de los Balcanes.
La defensa de los intereses económicos y las zonas de influencia llevará a un sistema de
alianzas entre las diferentes potencias europeas. Alemania y Austria se aliarán en contra de
Francia y de Rusia, en principio con el auxilio de Italia. Sin embargo, el crecimiento de la
potencia alemana llevará a los Ingleses, hasta entonces neutrales en este juego a buscar la
alianza de Francia contra Alemania. Los franceses querían recuperar Alsacia y Lorena, perdidas
en la Guerra Franco-Prusiana y alimentaban la enemistad con Alemania, por su pujanza y estas
deudas de Guerra. Rusia tropezaba en los Balcanes con los intereses Austriacos, que a su vez
se aliaban en contra de Rusia con los Alemanes. Con enemigos comunes, la alianza entre
Rusos y Franceses era lógica. Italia pretendía Túnez en contra de los franceses, y la influencia
de Francia en el norte de África tropezó con los intereses italianos que buscaron entonces la
alianza con Alemania.
El resumen de las alianzas lo tenéis en este mapa de debajo y los conflictos y problemas que
planteó lo desarrollaremos en la tercera parte del curso. Por ahora quedaros con la idea de que
este juego de alianzas y conflictos soterrados defendidos desde la búsqueda de alianzas,
suponía que cualquier ataque a uno de los miembros de la alianza precipitaba la intervención del
resto de los aliados. Esto se pondría a prueba en la crisis provocada en julio de 1914 en
Sarajevo con el asesinato del príncipe heredero del Imperio Austro-Húngaro, y llevaría al
estallido de la I Guerra Mundial, primer episodio de esa llamada “Gran Guerra Civil Europea” que
fueron la I y la II Guerras Mundiales.
Si el siglo XIX largo es el siglo de Europa, precisamente esa Guerra Civil acabará con la
preponderancia europea que fue indiscutible durante todo el siglo XIX. El siglo XX pasará a ser
el siglo de una nación nueva con la que comenzábamos este recorrido, los EEUU que serán los
grandes protagonistas de la historia del siglo XX desde su oportuna intervención en la I Guerra
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Mundial y su victoria en la II Guerra Mundial sobre Alemania y Japón, sosteniendo la mayor parte
del esfuerzo militar y económico de la misma.
Clase 7.-­‐ Bibliografía de consulta y artículos recomendados para el resumen de la unidad. Sugerencias cinematográficas y literarias. Para el desarrollo de esta unidad y en general de todo el curso, recomendamos la consulta de
diversos atlas históricos, algunos de los cuales vamos a referenciar en esta unidad.
Por su carácter universal y la riqueza de sus contenidos recomendamos la consulta de:
1.- Atlas Histórico Mundial II - Werner Hilgemann, H. Kinder, M. Hergt. Akal. Madrid
2.- Atlas Histórico Mundial – Georges Duby. Larousse. Barcelona
3.- Atlas Histórico del Siglo XX – Richard Overy. Akal. Madrid.
Como obras de carácter general y para un seguimiento más amplio de la asignatura podemos
empezar por el comentario de la siguiente. Durante el curso haremos citas a algunos manuales
generales y a algunas obras más generales que nos sirvan para ampliar o al menos para dejar
referencia de las fuentes que estamos utilizando.
1.- Contemporánea. La historia desde 1776. Miguel Artola, M. Pérez Ledesma. Alianza Editorial.
Madrid
2.- Cualquier libro de texto de 4º de la ESO o de 1º de Bachillerato, os servirá para haceros una
idea esquemática de las principales cuestiones que vamos a tratar durante el curso.
Particularmente el de 4º de la ESO de la Editorial Vicens Vives que ha sido utilizado durante los
últimos años como manual de referencia por el departamento de Geografía e Historia de nuestro
Instituto.
En la Wiki algunos de los hechos están enlazados a las correspondientes páginas de la
Wikipedia o de otras fuentes en la Red. Manejad estas informaciones en función de vuestra
curiosidad y para conocer de manera más amplia los hechos que en esta unidad hemos
retratado.
Para quienes tengáis una curiosidad histórica mucho más ambiciosa os recomiendo el manejo
de dos manuales orientados a un público más maduro (son cuatro pero los de Hobsbawm son
una obra dividida en tres partes), pero que a algunos os pueden resultar útiles y serviros para
ampliar enormemente vuestro conocimiento.
ARTOLA, Miguel, PÉREZ LEDESMA, Manuel. Contemporánea: La historia desde 1776. Madrid.
Alianza Editorial
En un plan mucho más denso:
HOBSBAWM, Eric. La era de la Revolución 1789-1848. Barcelona. Crítica
HOBSBAWM, Eric. La era del Capital 1848-1875. Barcelona. Crítica
HOBSBAWM, Eric. La era de los imperios. 1875-1814. Barcelona. Crítica
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