Poemas de amor y desamor. Antología

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Poemas de amor y desamor. Antología
Departamento de Lengua castellana y Literatura. IES Carlos Bousoño
1
ALTOLAGUIRRE, Manuel (1905-1959)
BÉCQUER, Gustavo Adolfo (1836-1870)
¡Qué sola estabas por dentro!
Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala en sus cristales,
jugando llamarán;
pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha al contemplar;
aquellas que aprendieron nuestros nombres,
esas... ¡no volverán!
Cuando me asomé a tus labios
un rojo túnel de sangre,
oscuro y triste, se hundía
hasta el final de tu alma.
Cuando penetró mi beso,
su calor y su luz daban
temblores y sobresaltos
a tu carne sorprendida.
Desde entonces los caminos
que conducen a tu alma
no quieres que estén desiertos.
¡Cuántas flechas, peces, pájaros,
cuántas caricias y besos!
ANÓNIMO
La bella mal maridada
de las más lindas que vi,
acuérdate cuán amada,
señora fuiste de mí.
Lucero resplandeciente,
tiniebla de mis placeres,
corona de las mujeres,
gloria del siglo presente;
extremada y excelente
sobre todas cuantas vi,
acuérdate cuán amada,
señora, fuiste de mí.
BAUTISTA, Amalia (1962)
Cuéntamelo otra vez, es tan hermoso
que no me canso nunca de escucharlo.
Repíteme otra vez que la pareja
del cuento fue feliz hasta la muerte,
que ella no le fue infiel, que a él ni siquiera
se le ocurrió engañarla. Y no te olvides
de que, a pesar de los problemas,
se seguían besando cada noche.
Cuéntamelo mil veces, por favor,
es la historia más bella que conozco.
Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde, aun mas hermosas,
sus flores abrirán;
pero aquellas cuajadas de rocío,
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer, como lágrimas del día...
esas... ¡no volverán!
Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón, de su profundo sueño
tal vez despertará;
pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido... desengáñate,
¡así no te querrán!
BÉCQUER, Gustavo Adolfo (1836-1870)
Me ha herido recatándose en las sombras,
sellando con un beso su traición.
Los brazos me echó al cuello y por la espalda
partióme a sangre fría el corazón.
Y ella prosigue alegre su camino,
feliz, risueña, impávida. ¿Y por qué?
Porque no brota sangre de la herida,
porque el muerto está en pie.
BENEDETTI, Mario (1920)
Tus manos son mi caricia,
mis acordes cotidianos;
te quiero porque tus manos
trabajan por la justicia.
Poemas de amor y desamor. Antología
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Si te quiero es porque sos
mi amor, mi cómplice, y todo.
Y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos.
Tus ojos son mi conjuro
contra la mala jornada;
te quiero por tu mirada
que mira y siembra futuro.
Tu boca que es tuya y mía,
Tu boca no se equivoca;
te quiero porque tu boca
sabe gritar rebeldía.
Si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo.
Y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos.
Y por tu rostro sincero.
Y tu paso vagabundo.
Y tu llanto por el mundo.
Porque sos pueblo te quiero.
Y porque amor no es aurora,
ni cándida moraleja,
y porque somos pareja
que sabe que no está sola.
Te quiero en mi paraíso;
es decir, que en mi país
la gente viva feliz
aunque no tenga permiso.
Si te quiero es por que sos
mi amor, mi cómplice y todo.
Y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos.
BOSÉ, Miguel y J. A. CALDERÓN
Con la paz de las montañas te amaré,
con locura y equilibrio te amaré.
Con la rabia de mis años,
como me enseñaste a hacer,
con un grito en carne viva te amaré.
En secreto y en silencio te amaré,
arriesgando en lo prohibido te amaré.
En lo falso y en lo cierto,
2
con el corazón abierto,
por ser algo no perfecto te amaré
Te amaré, te amaré
como no está permitido.
Te amaré, te amaré
como nunca se ha sabido.
Porque así lo he decidido
te amaré.
Por ponerte algún ejemplo te diré,
que aunque tengas manos frías te amaré.
Con tu mala ortografía
y tu no saber perder,
con defectos y manías te amaré.
Te amaré, te amaré
porque fuiste algo importante.
Te amaré, te amaré
cuando ya no estés presente,
seguirás siendo costumbre y te amaré.
Al caer de cada noche esperaré
a que seas luna llena y te amaré
y aunque queden pocos restos
en señal de lo que fue
seguirás cerca y muy dentro, te amaré.
Te amaré, te amaré
a golpe de recuerdo.
Hasta el último momento,
a pesar de todo siempre te amaré.
CERNUDA, Luis (1902-1963)
Si el hombre pudiera decir lo que ama,
si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
como una nube en la luz;
si como muros que se derrumban,
para saludar la verdad erguida en medio,
pudiera derrumbar su cuerpo,
dejando solo la verdad de su amor,
la verdad de sí mismo,
que no se llama gloria, fortuna o ambición,
sino amor o deseo,
yo sería aquel que imaginaba;
aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
proclama ante los hombres la verdad ignorada,
la verdad de su amor verdadero.
Poemas de amor y desamor. Antología
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3
Libertad no conozco sino la libertad de estar preso
en alguien
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
alguien por quien me olvido de esta existencia
mezquina,
por quien el día y la noche son para mí lo que
quiera,
y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y
espíritu
como leños perdidos que el mar anega o levanta
libremente, con la libertad del amor,
la única libertad que me exalta,
la única libertad por que muero.
Pero sé engañarme
tan bien con mentiras
y jugar al juego
de la falsa dicha,
que a veces me olvido
-ya ves si soy niñaque estaba jugando
a que me querías.
Tú justificas mi existencia:
si no te conozco, no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero, porque no he
vivido.
Me gustas cuando dices tonterías,
cuando metes la pata, cuando mientes,
cuando te vas de compras con tu madre
y llego tarde al cine por tu culpa.
Me gustas más cuando es mi cumpleaños
y me cubres de besos y de tartas,
o cuando eres feliz y se te nota,
o cuando eres genial con una frase
que lo resume todo, o cuando ríes
(tu risa es una ducha en el infierno),
o cuando me perdonas un olvido.
Pero aún me gustas más, tanto que casi
no puedo resistir lo que me gustas,
cuando, llena de vida, te despiertas
y lo primero que haces es decirme:
«Tengo un hambre feroz esta mañana.
Voy a empezar contigo el desayuno».
CERNUDA, Luis (1902-1963)
Qué ruido tan triste el que hacen dos cuerpos
cuando se aman,
parece como el viento que se mece en otoño
sobre adolescentes mutilados,
mientras las manos llueven,
manos ligeras, manos egoístas, manos obscenas,
cataratas de manos que fueron un día
flores en el jardín de un diminuto bolsillo.
Las flores son arena y los niños son hojas,
y su leve ruido es amable al oído
cuando ríen, cuando aman, cuando besan,
cuando besan el fondo
de un hombre joven y cansado
porque antaño soñó mucho día y noche.
Mas los niños no saben,
ni tampoco las manos llueven como dicen;
así el hombre, cansado de estar solo con sus
sueños,
invoca los bolsillos que abandonan arena,
arena de las flores,
para que un día decoren su semblante de muerto.
CUENCA, Luis Alberto de (1950)
DIEGO, Gerardo (1896-1987)
Era una vez un hombre que amaba a una mujer.
El hombre era poeta y ella no lo sabía;
apasionadamente la amaba. Le atraía
su profunda mirada, su terco enmudecer.
Y en una noche íntima, sin poder contener
su ardor, habló por fin: «─Tu amor, amada mía,
prendió en mí la celeste llama de la poesía.
Oh, qué maravilloso poema voy a hacer».
Cuando después sus versos le recitó el poeta,
ella, que le escuchaba pensativa e inquieta,
sonrió amargamente y, lenta, se alejó.
Él la miraba atónito: ─«¿Por qué me dejas, di?»
Y sin volverse, lejos, le contestó ella así:
─«Eres poeta... Sueña. ¿Qué falta te hago yo?»
CHAMPOURCÍN, Ernestina de (1905-1999)
No fue para mí...
Ya lo suponía.
FUERTES, Gloria (1918-1998)
Poemas de amor y desamor. Antología
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Cuando te nombran,
me roban un poquito de tu nombre;
parece mentira,
que media docena de letras digan tanto.
Mi locura sería deshacer las murallas con tu
nombre,
iría pintando todas las paredes,
no quedaría un pozo
sin que yo me asomara
para decir tu nombre,
ni montaña de piedra
donde yo no gritara
enseñándole al eco
tus seis letras distintas.
Mi locura sería
enseñar a las aves a cantarlo,
enseñar a los peces a beberlo,
enseñar a los hombres que no hay nada
como volverse loco y repetir tu nombre.
Mi locura sería olvidarme de todo,
de las 22 letras restantes, de los números,
de los libros leídos, de los versos creados.
Saludar con tu nombre.
Pedir pan con tu nombre.
─Siempre dice lo mismo ─dirían a mi paso,
y yo, tan orgullosa, tan feliz, tan campante.
Y me iré al otro mundo con tu nombre en la boca,
a todas las preguntas responderé tu nombre
─los jueces y los santos no van a entender nada─
Dios me condenaría a decirlo sin parar para
siempre.
GAMONEDA, Antonio (1931)
Mi manera de amarte es sencilla:
te aprieto a mí
como si hubiera un poco de justicia en mi corazón
y yo te la pudiese dar con el cuerpo.
Cuando revuelvo tus cabellos
algo hermoso se forma entre mis manos.
Y casi no sé más. Yo sólo aspiro
a estar contigo en paz y a estar en paz
con un deber desconocido
que a veces pesa también en mi corazón.
4
ahuyentando las negras violetas de la sombra.
Yo iba perdido, náufrago por mares de deseo,
cegado por la bruma suave de tu pelo.
De tu pelo que ahogaba la voz en mi garganta
cuando perdía mi boca en sus horas de niebla.
Sólo tu amor y el agua.....El río, dulcemente,
callaba sus rumores al pasar por nosotros,
y el aire estremecido apenas se atrevía
a mover en la orilla las hojas de los álamos.
Sólo se oía, dulce como el vuelo de un ángel
al rozar con sus alas una estrella dormida,
el choque fugitivo que quiere hacerse eterno,
de mis labios bebiendo en los tuyos la vida.
Lo puro de tus senos me mordía en el pecho
con la fragancia tímida de dos lirios silvestres,
de dos lirios mecidos por la inocente brisa
cuando el verano extiende su ardor por las
colinas.
La noche se llenaba de olores de membrillo,
y mientras en mis manos tu corazón dormía,
perdido, acariciante, como un beso lejano,
el río suspiraba.....
Sólo tu amor y el agua...
GARCÍA CALVO, Agustín (1926)
Libre te quiero
como arroyo que brinca
de peña en peña,
pero no mía.
Grande te quiero
como monte preñado
de primavera,
pero no mía.
Buena te quiero
como pan que no sabe
su masa buena,
pero no mía.
Alta te quiero
como chopo que al cielo
se despereza,
pero no mía.
GARCÍA BAENA, Pablo (1923)
Blanca te quiero
como flor de azahares
sobre la tierra,
pero no mía.
Sólo tu amor y el agua....Octubre junto al río
bañaba los racimos dorados de la tarde,
y aquella luna odiosa iba subiendo, clara,
Pero no mía
ni de Dios ni de nadie
ni tuya siquiera.
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GARCÍA LORCA, Federico (1898-1936)
Amor de mis entrañas, viva muerte,
en vano espero tu palabra escrita
y pienso, con la flor que se marchita,
que si vivo sin mí quiero perderte.
El aire es inmortal. La piedra inerte
ni conoce la sombra ni la evita.
Corazón interior no necesita
la miel helada que la luna vierte.
Pero yo te sufrí. Rasgué mis venas,
tigre y paloma, sobre tu cintura
en duelo de mordiscos y azucenas.
Llena pues de palabras mi locura
o déjame vivir en mi serena
noche del alma para siempre oscura.
GARCILASO DE LA VEGA (1501?-1536)
Escrito está en mi alma vuestro gesto,
y cuanto yo escribir de vos deseo;
vos sola lo escribisteis, yo lo leo
tan solo, que aun de vos me guardo en esto.
En esto estoy y estaré siempre puesto;
que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,
de tanto bien lo que no entiendo creo,
tomando ya la fe por presupuesto.
Yo no nací sino para quereros;
mi alma os ha cortado a su medida;
por hábito del alma mismo os quiero.
Cuando tengo confieso yo deberos;
por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir, y por vos muero.
GONZÁLEZ, Ángel (1925-2008)
Cuando tengas dinero regálame un anillo,
cuando no tengas nada dame una esquina de tu
boca,
5
cuando no sepas qué hacer vente conmigo,
pero luego no digas que no sabes lo que haces.
Haces haces de leña en las mañanas
y se te vuelven flores en los brazos.
Yo te sostengo asida por los pétalos,
como te muevas te arrancaré el aroma.
Pero ya te lo dije:
cuando quieras marcharte ésta es la puerta:
se llama Ángel y conduce al llanto.
GOYTISOLO, Jose Agustín (1928-1999)
El aire de los chopos
y vuelvo a recordar
En un día de marzo
te fuiste. Nada más.
Una sonrisa tuya
o un gesto. Claridad
como la de tus ojos
no he visto. Nada más.
Luego días de ira
dolor y adversidad.
Y en medio de la noche
tu estrella. Nada más.
Por su fulgor perenne
contra la eternidad
te ofrezco unas palabras
de amor. Y nada más.
GUTIERRE DE CETINA (1510?-1554)
Ojos claros, serenos,
si de un dulce mirar sois alabados,
¿por qué si me miráis, miráis airados?
Si cuanto más piadosos,
más bellos parecéis a quien os mira,
no me miréis con ira,
porque no parezcáis menos hermosos.
¡Ay, tormentos rabiosos!
Ojos claros, serenos,
ya que así me miráis, miradme al menos.
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6
Por la cima del árbol iré
y te perderé.
HERNÁNDEZ, Miguel (1910-1942)
Tengo estos huesos hechos a las penas
y a las cavilaciones estas sienes:
pena que vas, cavilación que vienes
como el mar de la playa a las arenas.
Como el mar de la playa a las arenas,
voy en este naufragio de vaivenes,
por una noche oscura de sartenes
redondas, pobres, tristes y morenas.
Nadie me salvará de este naufragio
si no es tu amor, la tabla que procuro,
si no es tu voz, el norte que pretendo.
Eludiendo por eso el mal presagio
de que ni en ti siquiera habré seguro,
voy entre pena y pena sonriendo.
JIMÉNEZ, Juan Ramón (1881-1958)
Por la cima del árbol iré
y te buscaré.
Por la cima del árbol he de ir,
por la cima del árbol has de venir,
por la cima del árbol verde
donde nada y todo se pierde.
Por la cima del árbol iré
y te encontraré.
En la cima del árbol se va
a la ventura que aún no está,
en la cima del árbol se viene
de la dicha que ya se tiene.
Por la cima del árbol iré
y te cojeré.
El viento la cambia de color
como el afán cambia el amor,
y a la luz de viento y afán
hojas y amor vienen y van.
JUAN DE LA CRUZ (1542-1591)
En una noche oscura,
con ansias, en amores inflamada,
¡oh, dichosa ventura!,
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.
A oscuras y segura
por la secreta escala, disfrazada,
¡oh, dichosa ventura!,
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.
En la noche dichosa
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía. [...]
¡Oh, noche que guiaste!
¡Oh, noche amable más que la alborada!
¡Oh, noche que juntaste
amado con amada,
amada en el amado transformada!
En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.
El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería,
y todos los sentidos suspendía.
Quedeme y olvideme,
el rostro recliné sobre el amado;
cesó todo, y dejeme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.
LABORDETA, J. Antonio (1935)
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7
olvidar el provecho, amar el daño;
La oigo trajinar en la cocina.
Canta - cuando su mano tomo
cantamos todos - una vieja canción
casi olvidada.
Hace ya tiempo
que su voz me suena a cotidiano,
como el agua, la guerra,
y las calizas grises de mi tierra.
Suena a viento y a espuma
y me repite las gracias primitivas
de mi hija - hace poco nació
y ya camina -. Hablamos de la paz,
del diario quehacer - día a día
cumplimos la jornada - y vemos,
en silencio, derrumbarse la tarde
en la ventana.
En la mesa camilla
- humeante la sopa - escuchamos
el parte de noticias:
Siempre hay alguien que ha muerto
- un ser es importante entre balas y golpes y lágrimas
que nada podrán contra la ausencia.
Se apagan las ventanas. Los vientos
se detienen. Alguien pasa al fondo de la calle
camino de su casa. Duerme mi hija
- la eternidad se hizo para ella con las manos abiertas, en franca confianza.
Hablamos en susurro - mientras hace labor de cosas conocidas, como el tiempo,
la paz y estas tierras, carmín, que nos cobijan
- Teruel tiene la sangre a flor de arena -.
Al descender la luz se hace el silencio
y fuera queda el mundo al descubierto.
LOPE DE VEGA, Félix (1562-1635)
Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;
no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;
huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor süave,
creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor, quien lo probó lo sabe.
MACHADO, Antonio (1875-1939)
Soñé que tú me llevabas
por una blanca vereda,
en medio del campo verde,
hacia el azul de las sierras,
hacia los montes azules,
una mañana serena.
Sentí tu mano en la mía,
tu mano de compañera,
tu voz de niña en mi oído
como una campana nueva,
como una campana virgen
de un alba de primavera.
¡Eran tu voz y tu mano,
en sueños, tan verdaderas!...
Vive, esperanza, ¡quién sabe
lo que se traga la tierra!
MACHADO,Manuel (1874-1947)
Mi pena es mu mala,
porque es una pena que yo no quisiera
que se me quitara.
Pensamiento mío,
¿adónde te vas?
No vayas a casa de quien tú solías,
que no pués entrar.
A pasar fatigas
estoy ya tan hecho
que las alegrías se me vuelven penas
dentro de mi pecho.
A la vera tuya
no puedo volver...
¡Cómo por unas palabritas locas
se pierde un querer!
Yo voy como un ciego
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por esos caminos.
Siempre pensando en la penita negra
que llevo conmigo.
La persona tuya
es lo que yo quiero.
Tenerte en mis brazos, mirarme en tus ojos
y comerte a besos.
Cuéntame tus penas,
te diré las mías...
Verás cómo al rato de que estemos juntos
todas se te olvidan.
La quiero, la quiero,
¿qué le voy a hacer?...
Para apartarla de mi pensamiento
no tengo poder.
Sin verte de día,
serrana, no vivo...
Y luego, a la noche, me quitas el sueño,
o sueño contigo.
Compañera mía,
tan grande es mi pena
que el sol, cuando sale, con tanta alegría
no me la consuela.
MÉNDEZ, Concha (1898-1986)
Ni había sol, ni luna, ni noche, ni día.
Un silencio frío
nadaba en el tiempo.
8
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo : 'La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos'.
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos
árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los
mismos.
Ya no la quiero, es cierto pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto al amor, y es tan largo el olvido.
Y tus ojos no eran tus ojos
y los míos no sé de quién eran.
Para no mirarnos miramos a un cielo,
faltaban estrellas.
Porque en noches como ésta la tuve entre mis
brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque ésta sea el último dolor que ella me
causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.
Y tus brazos no eran tus brazos
y los míos no sé de quién eran.
Para no abrazarnos
quedamos inertes,
faltaban las fuerzas.
NERVO, Amado (1870-1919) A Leonor
Porque era la última cita
no se vieron las lágrimas nuestras.
NERUDA, Pablo (1904-1973)
Tu cabellera es negra como el ala
del misterio; tan negra como un lóbrego
jamás, como un adiós, como un «¡quién sabe!»
Pero hay algo más negro aún: ¡tus ojos!
Tus ojos son dos magos pensativos,
dos esfinges que duermen en la sombra,
dos enigmas muy bellos... Pero hay algo,
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pero hay algo más bello aún: tu boca.
Tu boca, ¡oh sí!; tu boca, hecha divinamente
para el amor, para la cálida
comunión del amor, tu boca joven;
pero hay algo mejor aún: ¡tu alma!
Tu alma recogida, silenciosa,
de piedades tan hondas como el piélago,
de ternuras tan hondas...
Pero hay algo,
pero hay algo más hondo aún: ¡tu ensueño!
OTERO, Blas de (1916-1979)
Cuerpo de la mujer, río de oro
donde, hundidos los brazos, recibimos
un relámpago azul, unos racimos
de luz rasgada en un frondor de oro.
Cuerpo de la mujer o mar de oro
donde, amando las manos, no sabemos
si los senos son olas, si son remos
los brazos, si son alas solas de oro...
Cuerpo de la mujer, fuente de llanto
donde, después de tanta luz, de tanto
tacto sutil, de Tántalo es la pena.
Suena la soledad de Dios. Sentimos
la soledad de dos. Y una cadena
que no suena, ancla en Dios almas y limos.
QUEVEDO, Francisco de (1580-1645)
Si hija de mi amor mi muerte fuese,
¡qué parto tan dichoso que sería
el de mi amor contra la vida mía!
¡Qué gloria, que el morir de amar naciese!
Llevara yo en el alma adonde fuese
el fuego en que me abraso, y guardaría
su llama fiel con la ceniza fría
en el mismo sepulcro en que durmiese.
De esotra parte de la muerte dura,
vivirán en mi sobra mis cuidados,
y más allá del Lethe mi memoria.
Triunfará del olvido tu hermosura
mi pura fe y ardiente, de los hados;
9
y el no ser, por amar, será mi gloria.
SABINA, Joaquín
Extraño como un pato en el Manzanares,
torpe como un suicida sin vocación,
absurdo como un belga por soleares,
vacío como una isla sin Robinson,
oscuro como un túnel sin tren expreso,
negro como los ángeles de Machín,
febril como la carta de amor de un preso...
así estoy yo, así estoy yo, sin ti.
Perdido como un quinto en día de permiso,
como un santo sin paraíso,
como el ojo del maniquí,
huraño como un dandy con lamparones,
como un barco sin polizones...,
así estoy yo, así estoy yo, sin ti.
Más triste que un torero
al otro lado del telón de acero.
Así estoy yo, así estoy yo, sin ti.
Vencido como un viejo que pierde al tute,
lascivo como el beso del coronel,
furtivo como el Lute cuando era el Lute,
inquieto como un párroco en un burdel,
errante como un taxi por el desierto,
quemado como el cielo de Chernobil,
solo como un poeta en el aeropuerto...
así estoy yo, así estoy yo, sin ti.
Inútil como un sello por triplicado,
como el semen de los ahorcados,
como el libro del porvenir,
violento como un niño sin cumpleaños,
como el perfume del desengaño...,
así estoy yo, así estoy yo, sin ti.
Más triste que un torero
al otro lado del telón de acero.
Así estoy yo, así estoy yo, sin ti.
Amargo como el vino del exiliado,
como el domingo del jubilado,
como una boda por lo civil,
macabro como el vientre de los misiles,
como un pájaro en un desfile...,
así estoy yo, así estoy yo, sin ti.
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Más triste que un torero
al otro lado del telón de acero.
Así estoy yo, así estoy yo, sin ti.
SALINAS, Pedro (1891-1951)
Ahí, detrás de la risa,
ya no se te conoce.
Vas y vienes, resbalas
por un mundo de valses
helados, cuesta abajo;
y al pasar, los caprichos,
los prontos te arrebatan
besos sin vocación,
a ti, la momentánea
cautiva de lo fácil.
"¡Qué alegre!", dicen todos.
Y es que entonces estás
queriendo ser tú otra,
pareciéndote tanto
a ti misma, que tengo
miedo a perderte, así.
Te sigo. Espero. Sé
que cuando no te miren
túneles ni luceros,
cuando se crea el mundo
que ya sabe quien eres
y diga: "Sí, ya sé",
tú te desatarás,
con los brazos en alto,
por detrás de tu pelo,
la lazada, mirándome.
Sin ruido de cristal
se caerá por el suelo,
ingrávida careta
inútil ya, la risa.
Y al verte en el amor
que yo te tiendo siempre
como un espejo ardiendo,
tú reconocerás
un rostro serio, grave,
una desconocida
alta, pálida y triste,
que es mi amada. Y me quiere
por detrás de la risa.
STORNI, Alfonsina (1892-1938)
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Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera;
una constelación; la que te guste;
todas son buenas; bájala un poquito.
Déjame sola: oyes romper los brotes...
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
para que olvides... Gracias. Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido...
ZORRILLA, José (1817-1893)
Carta de D. Juan a Dª Inés
«Doña Inés del alma mía.
Luz de donde el sol la toma,
hermosísima paloma
privada de libertad,
si os dignáis por estas letras
pasar vuestros lindos ojos,
no los tornéis con enojos
sin concluir, acabad.
Nuestros padres de consuno
nuestras bodas acordaron,
porque los cielos juntaron
los destinos de los dos.
Y halagado desde entonces
con tan risueña esperanza,
mi alma, doña Inés, no alcanza
otro porvenir que vos.
De amor con ella en mi pecho
brotó una chispa ligera,
que han convertido en hoguera
tiempo y afición tenaz:
y esta llama que en mí mismo
se alimenta inextinguible,
cada día más terrible
va creciendo y más voraz.
[...]
Si es que a través de esos muros
el mundo apenada miras,
y por el mundo suspiras
de libertad con afán,
acuérdate que al pie mismo
de esos muros que te guardan,
para salvarte te aguardan
los brazos de tu don Juan.»
Acuérdate de quien llora
al pie de tu celosía
Poemas de amor y desamor. Antología
Departamento de Lengua castellana y Literatura. IES Carlos Bousoño
y allí le sorprende el día
y le halla la noche allí;
acuérdate de quien vive
sólo por ti, ¡vida mía!
y que a tus pies volaría
si le llamaras a ti.
Adiós, ¡oh luz de mis ojos!
Adiós, Inés de mi alma:
medita, por Dios, en calma
las palabras que aquí van:
y si odias esa clausura,
que ser tu sepulcro debe,
manda, que a todo se atreve
por tu hermosura don Juan.»
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