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RECORRIDO LITERARIO FILOLOGÍA
POR EL CAMINO DE SANTIAGO
PURIFICACIÓN MOLINA RUEDA / RICARDO SAN MARTÍN VADILLO
PURIFICACIÓN MOLINA RUEDA
RICARDO SAN MARTÍN VADILLO
RESUMEN
ABSTRACT
En este artículo los autores analizan la
relación que existe entre el Camino de Santiago
y la Literatura. A lo largo de los siglos fue
creciendo la comunicación entre gentes de
diferentes países de Europa que acudían, y siguen
acudiendo, a Santiago en peregrinación por
diversos caminos. Ciertamente, la más conocida
de todas las rutas fue el Camino Francés. De igual
modo, muchos han sido los escritores que han
tratado en sus libros esta experiencia religiosa.
Este artículo estudia la producción de esos
escritores y sus conexiones literarias.
In this paper the authors present the
relationship which exists between the Way of
Saint James and Literature. Connected with the
roads of Pilgrimage, over the centuries, grew up
the communication between peoples of different
countries of Europe. They brought with them
their idea of Art, Culture and Literature. Many
were the routes which wayfarers and pilgrims
followed, but the one which stood out from the
others was The French Way. Many were the
writers who wrote on this religious experience.
This paper studies the work of those writers and
their influence in Literature.
La influencia del Camino de Santiago a lo largo de los siglos ha quedado plasmada
en una serie de escritos casi desde el mismo momento del descubrimiento de la tumba
del Apóstol en torno al año 830.
Una conjunción de intereses religiosos y políticos hicieron de la figura y del culto
al Apóstol Santiago un hecho determinante para la cristiandad. Álvarez Tejedor (1997:17)
lo ha expresado con palabras certeras:
«El Camino de Santiago, se constituyó en una idea religiosa y un proyecto político, y
resultó un espacio físico y una empresa en la que se penaba, se comerciaba, se amaba y
se vivía. Fue además una arteria de comunicación de gustos, modas, estéticas, ideas y
afanes entre el centro y sur de Europa y el occidente continental».
Desde los primeros tiempos de la peregrinación, los peregrinos medievales cantaban
y se daban ánimos a lo largo del Camino. Entre los primeros textos literarios cabe señalar
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el «Dum Paterfamilias», recogido en el Codex Calixtinus (circa 1140) de Aymeric Picaud,
y que es el himno de peregrinación más antiguo conocido. Este palimpsesto, del que se
conservan varias versiones, está escrito en latín y consta de seis estrofas. Es sobradamente
popular su estribillo:
«Herru Sanctiagu / Got Sanctiagu / E Ultreia, esuseia / Deus, aia nos».
El Camino se puede vivir de múltiples formas, una de ellas es el sentir poético, por
eso Matesanz del Barrio (1997:12) ha escrito:
«...el poeta, como peregrino de sentimientos, se ha acercado al misterio de esta ruta
milenaria, ya referida en Cantares de Gesta y recitada con música en las cantigas que
resonaron en los palacios de plazas, burgos y villas. Y el poeta, a lo largo de los años y
en las diferentes épocas históricas, se ha sentido, al conocer la realidad del Camino de
Santiago, encadenado a su poder de atracción, dejando como ofrenda un ramillete de
versos que desde el interior del alma han ido dejando la huella de la memoria de un
tiempo sin principio ni fin».
En el Poema de Fernán González, de autor anónimo (sin fecha precisa, en las
postrimerías del siglo X o comienzos del XI), se recoge el privilegio que supuso para
Hispania el ser lugar de enterramiento del Apóstol:
«Fuertemente Dios quiso a España Honrar / Cuand al santo apóstol quiso y enviear / De
Inglatierra e Francia quísola mejorar / Sabet non yaz apóstol en tod aquel logar».
Como foco de esa devoción santiaguista y de sus milagros comienzan a llegar
peregrinos de todo el orbe. Esa multiplicidad de Caminos y de lugares de procedencia
aparece recogida en la Crónica del Arzobispo Turpín, también conocida como PseudoTurpín, (circa 1140):
«...Vio en el cielo un camino de estrellas que empezaba en el mar de Frisia, que se
extendía entre Alemania e Italia, entre la Galia y Aquitania, y continuaba por Gascuña,
Vasconia, Navarra y España hasta llegar a Galicia, donde entonces permanecía oculto,
e ignorado por todos, el cuerpo de Santiago».
Los diversos caminos de Santiago son recorridos por todo tipo de gentes, entre
ellas los trovadores, anónimos unos, conocidos por sus nombres otros (Pedro García de
Burgos, Pero da Ponte, Guiraud Riquier, Joan Vasques, etc.) Incluso el mismo rey Alfonso
X, a mediados del siglo XII, se declara “trovador de la Virgen en sus Cantigas” y escribe:
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«Romeros et pelegrinos se facen los homes para servir á Dios et honrar á los santos».
La excepcional aportación que suponen los romances cantados por juglares y
trovadores a lo largo del Camino de Santiago ha sido estudiada por Valvidielso Ausín
(1999:230):
«Los juglares de las más diversas nacionalidades fueron apareciendo por los caminos de
peregrinación, recitando sus composiciones ante el público formado por jacobitas de
distintas nacionalidades y culturas. Y aunque la tónica de las ‘chansons’ fuera en su
mayoría bélica y aventurera, surge una y otra vez el motivo del peregrino. Aquellos
romances nacieron en la senda de la peregrinación jacobea, utilizando la noticia y la
realidad cotidiana, eso sí, fantaseada y mezclando la narración histórica y la fábula».
Dentro de esta multiplicidad de romances podemos escoger para ilustración del
género el llamado Don Gaiferos de Mormaltán, recogido por Vázquez de Parga, Lacarra
y Uría (1948), y calificado por él como “el único romance auténticamente inspirado en la
peregrinación”:
«¿A dond irá aquel romeiro / Meu romeiro a dond irá? / Camiño de Compostela, / Non
sai si alí chegará. / Os pes leva cheos de sangre / E non pode mais andar».
En efecto, es paradigmático este fragmento que nos habla de la dureza del Camino,
y de un resultado frecuente de ese penoso discurrir por campos, trochas y veredas: las
ampollas, “azote” del peregrino de ayer y de hoy.
Otros romances que contienen alusiones a la peregrinación son: “Flores y
Blancaflor”, que nos habla de uno de los múltiples milagros realizados por intercesión
del Apóstol; “El renegado”, basado en un suceso acaecido en 1500 (un pescador vizcaíno
hecho prisionero por los árabes y tentado a renunciar de su fe). Estos son los últimos
versos de dicho romance:
«Camí an para Santiago / A cumplir un jubileo; / Caminan para Santiago / Padre e filios
verdaderos; / En el medio del camino / Los tres mártires murieron».
Si uno de los temas de los romances son los múltiples milagros que el Apóstol
realiza en favor de los peregrinos y todo tipo de gentes, otro tema del romancero es el
robo a/o entre peregrinos, el ajusticiamiento del culpable (real o ficticio) y posteriormente,
si el peregrino es inocente, el milagro que salva su vida y restituye su honra. El relato más
famoso es el que se sitúa en Santo Domingo de la Calzada donde “cantó la gallina después
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de asada”. La popularidad del relato es tal que del mismo se hacen eco diversos autores:
Manier, Caumont (1417) y Künig (1495). La mala fama de las posadas y otras trapacerías
de pícaros pueden leerse de forma extensa y bien documentada en Arribas Briones (1993).
El tema del ahorcado es constante en la literatura jacobea con variantes diversas. Otras
versiones localizan el hecho en Toulousse y la procedencia de los peregrinos no es francesa,
sino alemana:
«E él foi-ss’a Santiago / Ú avía prometido; / Et depois a tornada / Non lle foi escaeçuelo
/ D’ir ú seu fillo leixara / Morto, que fora tracido / Et foy-o muito catando, / Chorando
con piadade...»
En el primer cantar de gesta escrito en castellano y único conservado de su época,
el Cantar de Mío Cid, de autor anónimo (siglo XII) hace clara referencia a la importancia
de la peregrinación, tanto que el mismo Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, hace promesa de
ir “de romería” a Santiago por “el camino francés” y a su regreso visitar la Cámara Santa
de Oviedo:
«Esas horas dijo Rodrigo: Señor, pláceme de grado. / Tal plazo nos dedes que pueda ser
tomado, / que quiero ir en romería al patrón Santiago. / A los caminos entró Rodrigo, y
pasó de Malgrado, / de cual dicen Benavente, según dice en el romanzo, / y pasó por
Astorga, y llegó al Monte Irago./ Cumplió su romería y por San Salvador de Oviedo fue
tornado».
Nuestro insigne escritor Gonzalo de Berceo (siglo XIII) en el número 8 de sus
Milagros de Nuestra Señora recoge la leyenda del peregrino al que se le aparece el diablo
en forma de Apóstol Santiago. Esta leyenda entronca con la Cantiga nº 26 del rey Alfonso
X en la que el romero que murió desangrado tras el corte de sus genitales es vuelto a la
vida pero sin recobrar sus partes:
«Este joyzo logo foi comprido / e o romeu morto foi resorgido / de que foi Deus servido/
mas nunca cobrar / pod’o o de que foi falido / con que fora pecar / Non é gran cousa
sesabe bon joyzo dar».
Para finales del siglo XIII, en que el Arcipreste de Hita escribe, ya parece estar
fijada la imagen típica del peregrino a Compostela:
«El Viernes de indulgencias vestió una esclavina / grand sombrero redondo, mucha concha
marina, / bordón lleno de imágenes, en él palma fina, / esportilla, e cuentas para rezar
aína, / los çapatos, redondos e bien sobresolados, / echó un grand dobler sobre los sus
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costados, / gallofase bodigos lieva í condesados: / destas cosas romeros andan aparejados;
/ desuyo del sobaco va la mijor alfaja; / calabaça bermeja más que pico de graja ...»
Los signos de la peregrinación y lo que representan aparecen recogidos de forma
reiterada en muy diversos escritos. Allende los mares, en las Islas Británicas, el noble Sir
Walter Raleigh (ss. XVI-XVII) escribió:
«Dadme mi concha venera de sosiego; mi bordón de fe, para apoyarme en el camino; mi
cédula, dieta inmortal de gozo; mi calabaza salvadora, mi sayal de gloria, regla cierta
de esperanza, y así emprenderé mi peregrinación».
Para ese momento, la figura de Santiago, sus milagros y la popularidad de realizar
la peregrinación a través de toda Europa, aparecen plasmados en diversos libros-guía
para peregrinos. Tal es el caso del libro del alemán Hermann Künig, quien a finales del
siglo XV dejó escrito:
«Yo, Hermann Künig de Vach / voy, con el auxilio de Dios, a hacer / un librito que
llevará por título El Camino de Sant Yago / En él enseñaré veredas y sendas / y cómo
debe portarse un genuino cofrade de Sant Yago / en la bebida y también en la comida».
Al igual que antes hiciera el abate Aymeric Picaud, Künig va exponiendo sus comentarios
y dando consejos sobre dónde detenerse a comer o pernoctar.
La literatura sobre el tema muestra, a partir del siglo XVI, una imagen peyorativa
del peregrino. La obra cumbre de la literatura española, El Quijote, de Don Miguel de
Cervantes (1547-1616), nos ilustra respecto a cuáles eran las actuaciones de los peregrinos
en este texto lleno de gracia e ironía:
«...vio que por el camino por donde él iba venían seis peregrinos con sus bordones, de
estos extranjeros que piden limosna cantando; los cuales, en llegando a él, se pusieron
en ala, y levantando las voces todos juntos, comenzaron a cantar en su lengua lo que
Sancho no pudo entender, si no fue una palabra que claramente pronunciaban: “limosna”,
por donde entendió que era limosna lo que en su canto pedían; y como él, según dice
Cide Hamete, era caritativo además, sacó de sus alforjas medio pan y medio queso, de
que venía proveído, y dióselo, diciéndoles por señas que no tenía otra cosa que darles.
Ellos lo recibieron de muy buena gana».
Lleno de ironía se muestra el genial escritor al mostrarnos la simplicidad de Sancho
para entender el significado de Santiago como Patrón de España:
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«... qué es la causa porque dicen los españoles cuando quieren dar alguna batalla,
invocando aquel Santiago Matamoros: ¡Santiago y cierra España! ¿Está por ventura
España abierta, y de modo que es menester cerrarla, o qué ceremonia es esta?»
Esa crítica constante a los falsos peregrinos que ven en la misma un medio para
sacar provecho personal queda reflejada por la certera e ingeniosa pluma de Don Francisco
de Quevedo (1580-1645):
«... Con sus llagas postizas, / Arenas el de Soria / pide para una bula, / que eternamente
compra. / Romero el estudiante, / con sotanilla corta, / y con el Quidam Pauper, / los
bodegones ronda.”»
En similares términos se expresa Mira de Améscua (1574-1644), dentro de nuestro
Siglo de Oro, en su auto sacramental “ Pedro Telonario”:
«Vagabundos inconstantes / sin rey sin patria ni amor / que deste mundo inferior / sois
las estrellas errantes; / callad, callad, que yo os vea / en cuartos por los caminos, / por
quién andais peregrinos, / haciendo que el mundo sea / vuestra patria y desta suerte /
cantando por los umbrales / en cristianos hospitales / os halla ricos la muerte».
En la obra “La Romera de Santiago” de Tirso de Molina (1584-1648) vemos un
tema que se repite en varias obras literarias, sean de teatro o en verso: la violación y las
consecuencias posteriores. En el “romanceiro” portugués se trata el tema, que de nuevo
aparece en la citada obra de Tirso:
«Al conde le llevan preso, / al conde Miguel, al prado, / no le llevan por ladrón, / ni por
cosas que ha robado, / por esforzar a una niña / nel camino de Santiago.»
La peregrinación de don Diego de Torres y Villaroel (siglo XVIII) plasmada en un
solemne título “Peregrinación al glorioso Apóstol Santiago de Galicia”, es un romance
irónico y burlesco que hace mofa de las razones de la peregrinación pero que ilustra sobre
los hospederías y albergues de tiempos pretéritos y de sus condiciones en muchos casos:
«De chinches, como de pulgas / no ay más que llena la manta / la chinche anda a la que
corre / y la pulga a la que salta».
La figura del peregrino solitario caminando bajo el sol candente, la lluvia inclemente
o el frío que cala los huesos es captada y descrita por Don Ramón del Valle Inclán (18661936) en su obra Flor de Santidad:
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«... caminaba rostro a la venta uno de esos peregrinos que van de romería a todos los
santuarios y recorren los caminos salmodiando una historia sombría...»
La tradición de la calabaza como portadora de agua fresca o de buen vino la
volvemos a encontrar en José Zorrilla (1817-1893):
«Caminaba un peregrino / en una noche serena / con la calabaza llena / de muy exquisito
vino. / La sed le salió al camino / y él de apagarla dio traza / hizo al cielo puntería: / y así
a un tiempo veía / estrellas y calabaza».
Si bien el Camino Francés es la más conocida de las rutas jacobeas, existen infinidad
de caminos que, desde todos los tiempos conducían hasta Santiago. Uno de estos caminos
entraba en España por Irún, procedente de Bayona y tras atravesar el impresionante túnel
de San Adrián (descrito por Manier- un exagerado-, y por Juan de Padilla, el Cartujano),
a partir del punto conocido como La Horca, presentaba tres variantes: la primera llevaba
a Vitoria por Salvatierra, la segunda, directamente a Vitoria por Gularreta, y la tercera,
conducía a Vitoria por Zalduondo. Esta ruta aparece cantada en una canción de peregrinos
en francés:
«Nous avons cheminé longtemps / Dans les montagnes de Biscaye / Cheminant toujours
rudemt / Par les pays en groit vie, / Jusqu’au Mont Saint-Adrian».
Las rutas por tierra eran de lo más diversas; pero también existieron rutas marítimas
desde Inglaterra, Irlanda, Holanda, o los Países Bajos. Los lugares de atraque de los barcos
eran también variados: Algunos llegaban a Laredo o Santoña. Este camino por mar aparece
recogido por William Wey (1456):
«Santiago de Compostela ja vos leve á vosa terra / Santiago boo barón, já vos dé boo
perdón / Boo tempo, boa ví, boo vento, boa travessía / Dade a estes que son cá unha
branca a vossa cortesía».
Sumamente interesante es el “Gran Cantar” (siglo XVIII) que en su día el Dr.
Ángel Irigaray dio a conocer en 1965 y del que tenemos un estudio en Buenechea Sáez
(1997). Dicho cantar contiene coplas, relatos de milagros e itinerarios a Santiago. En el
folio 11 podemos leer otro de los milagros del Camino: El Santo Crucifijo de Burgos:
«Hantic sarri heltu ninçan / bourbousera / eta berhala Jouan ninçan / Agustitara / eliça
hartan barnen beiçen / Crucufic Saintia / jkhusi nian jçertcen / hori baiça segura». (Desde
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allí rápidamente llegué a Burgos e inmediatamente fui a los Agustinos ya que dentro de
esta iglesia estaba el Santo Crucifijo. Yo le vi sudar, eso si que es cierto).
La obra poética de Antonio Machado (1875-1939) es pródiga en referencias
literarias al camino y a los peregrinos. Además de los bellísimos versos contenidos en
“Proverbios y Cantares, II, XXIX, XLIV”, están los recogidos en “Esto soñé”:
«Que el caminante es suma del camino / y en el jardín, junto del mar sereno, / le acompaña
el aroma montesino, / ardor de seco henil en campo ameno; / que de luenga jornada
peregrino / ponía al corazón un duro freno...»
Suyos son también estos precisos y preciosos versos, los primeros de “Coplas
elegíacas”:
«... ¡Ay del noble peregrino / que se para a meditar, / después de largo camino / en el
horror de llegar!...»;
«Verás la maravilla del Camino / camino de soñada Compostela. / ¡Oh lirio y oro!
Peregrino / en un llano entre copos de candela».
El escritor bonaerense E.J. Malinowski (1950-) nos transmite sentimientos
profundos de lo que representa la peregrinación:
«Si te hieren / las piedras del camino, / ¡Sonríe! / porque caminas. / Si no encuentras el
camino / no te lamentes, pues / te estás alejando más...»
El poeta de Fuentevaqueros, Federico García Lorca (1898-1936), aunque andaluz
de origen, también incluye en sus poemas la figura del Apóstol peregrino y guerrero:
«Esta noche ha pasado Santiago / su camino de luz en el cielo. / Lo comentan los niños
jugando / con el agua de un cauce sereno./ ¿Dónde va el peregrino celeste / por el claro
infinito sendero? / Va a la aurora que brilla en el fondo / en un caballo blanco como el
hielo».
Y de nuevo en su poema (suite) “Noche”:
«El Camino de Santiago./ Oh noche de mi amor, / cuando estaba la pájara pinta / pinta/
pinta / en la flor del limón».
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León Felipe (1884-1968), poeta zamorano, ha visto el transcurso del hombre sobre
la tierra como un deambular solitario, así lo deja plasmado en “Versos y oración del
caminante”:
«Ser en la vida romero, / romero solo que cruza siempre por caminos nuevos. / Ser en la
vida romero, / sin más oficio, sin otro nombre y sin pueblo. / Ser en la vida romero... sólo
romero».
La escritora gallega Rosalía de Castro (1837-1885), supo captar la expresividad y
belleza de las figuras esculpidas en el Pórtico de la Gloria. La contemplación de esa
maravilla escultórica del románico le lleva a escribir estos versos:
«Santos e apóstoles, ¡vedeos! parece / que os labios moven, que falan quedo / os uns cos
outros... / ¿Estarán vivos? ¿Serán de pedra? / Aquéssembrantes tan verdadeiros, /aquelas
túnicas maravillosas, / aqueles ollos de vida cheos».
Otros poetas: Ricardo Carballo Calero, Dictinio del Castillo han cantado en sus
versos lugares y tipos del Camino o de la misma ciudad de Compostela. Tal es el caso de
Gerardo Diego (1896-1987):
«También la piedra, si hay estrellas, vuela / Sobre la noche biselada y fría / creced,
mellizos lirios de osadía, / creced, pujad, torres de Compostela».
La proximidad de la meta, la visión de las torres de la Catedral y la inminencia del
abrazo al Apóstol ha sido recogida por Jorge Cela Trulock (1994):
«Llegó la hora. Es el monte do Gozo, estamos sobre él. Todo llega. La alegría del peregrino
por lo conseguido. Allá está Compostela, el santo, la catedral, las iglesias... y las
campanas, cantarinas unas, solemnes otras».
Y ya en las calles y plazas de Santiago, finalmente la entrada en la Catedral, la
alegría de la culminación del Camino. Manuel Machado (1874-1947) lo ha reflejado de
forma poética, y nos ha transmitido la esencia de la ciudad compostelana: piedra, figuras
parlantes, plazas y calles donde se mezclan la melodía del agua y el resonar de los pasos
cansados que por fin alcanzan su meta:
«Oh, Pórtico divino de la Gloria! / ¡Oh, peregrinaciones! ¡Oh, estela / de lacras y dolores!
¡Oh, memoria del Apóstol Sant Iago!... ¡Oh, centinela / de la fe yerta y olvidada historia!
/ ¡Oh, saudades! ¡Oh, muerte! ¡Oh, Compostela!».
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Entre la literatura contemporánea hemos de distinguir dos grupos de obras: las
guías, estudios y ensayos sobre el Camino de Santiago y sus diversas influencias, y las
obras de creación propiamente literaria: novela, teatro y poesía.
Resulta difícil hacer una referencia a los estudios más significativos sobre los
diversos aspectos que el Camino de Santiago implica. No obstante, atendiendo al
conocimiento del tema, la extensión y profundidad de su obra, destacaremos los siguientes
nombres: Arribas Briones, Bango Torviso, Bottineau, Bouza Brey, Bravo Lozano, Caucci
von Saucken, Corriente Córdoba, Díaz y Díaz, Filgueira Valverde, Herbers, Huidobro y
Serna, Jacomet, Jiménez Jurío, Lacarra, La Coste-Messelière, Lambert, López Alsina,
Martínez Díez, Moralejo Álvarez, Oursel, Passini, Plötz, Uría Riu, Valdivielso Ausín,
Valiña Sampedro, Vázquez de Parga y Viñayo González. Quizás “no estén todos los que
son”, pero ciertamente “son todos los que están”.
Desde la aparición de la primera “guía” de Aymeric Picaud ha habido multitud de
peregrinos que han plasmado por escrito sus consejos y los comentarios de sus viajes:
Künig von Vach, Arnold von Harff, Domenico Laffi, etc. En la actualidad hay una pléyade
de guías (sobre todo del Camino Francés) y en virtud de la cantidad y calidad de
información que se proporciona al lector, su manejabilidad, los mapas, la precisión de los
signos y las indicaciones de por dónde transcurre el camino, etc., nos atrevemos a
mencionar un trío que destacan por su calidad con respecto a todas las demás. Se trata de
las guías de Bravo Lozano (1993), Nadal (1998) y Viñayo (1999).
Existe una serie de publicaciones que quieren encontrar relaciones profundas entre
el Camino de Santiago y una serie de creencias esotéricas. Esta diversidad de libros van
dirigidos a un tipo concreto de público pero carecen, en muchas ocasiones, de base científica
o documental. Tal es el caso de los libros y artículos de Atienza (1980, 1989, 1992,
1993), Cobreros (1989), García Costoya (1998), Morín y Cobreros (1976) y Sánchez
Dragó (1978 y 1999). Evidentemente cabría hacer una distinción entre ellos: personalmente
encontramos un mayor rigor argumentativo y expositivo en las obras de García Costoya
y Sánchez Dragó.
En el segundo apartado, obras de creación propiamente literaria, podemos citar a
Eduardo Chamorro (1992) y su novela La Cruz de Santiago (Finalista del Premio Planeta).
Jesús Torbado (1993) con El peregrino, obra que ha alcanzado gran difusión. Su
protagonista, Martín de Châtillon, nos hace vivir con sus peripecias la dificultad de transitar
los caminos en la Edad Media, el tráfico de falsas reliquias, y nos sitúa en cuál era el
motivo principal, que no el único evidentemente, de todo aquel trasiego de gentes hacia
poniente:
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«... ya conoces que apenas lleguemos a Compostela serán perdonados todos nuestros
pecados, incluso aquellos que ni siquiera conocemos. Con tal seguridad, podemos pecar
aunque no tengamos ganas de hacerlo. Ésa quizá es la razón de que a lo largo de este
camino interminable hayamos encontrado a tantos pecadores y de tan distintos géneros;
sin contar a los que no hemos conocido. Y ésa es la razón de que esté cada día más
frecuentado y más lleno de esperanza. Pues al final de nuestro viaje nos veremos a nosotros
mismos como niños recién nacidos. Veremos lo invisible».
En este mismo grupo de libros, merece destacar la novela de Pedro Jesús Fernández
(1998): Peón de Rey. El protagonista de la novela es el dominico nacido en Bretaña
Raoul Hinault. La acción arranca en 1257 y pronto el libro nos sabe introducir y presentar
el ambiente en que se desarrolla: una intriga a lo largo del Camino de Santiago: París,
Jaca, San Juan de la Peña, Estella, Santo Domingo de la Calzada, San Juan de Ortega,
Sahagún y Santiago (aunque también aparecen las ciudades de Toledo y Granada). Es un
bello libro donde el autor muestra su dominio del arte narrativo. He aquí un fragmento:
«Muchos otros, sentados junto a sombreros de ala ancha, con la calabaza ennegrecida
por los meses de uso, exhibían orgullosos las conchas sujetas por esclavinas. Las mismas
que servirían para atestiguar la veracidad del viaje. Junto al amplio sayal, en muchos
casos raído y desgastado, el bordón y las botas de piel delataban la dureza del viaje».
Ramón Chao (1999) nos ha dejado en Prisciliano de Compostela un relato de una
forma diferente de “peregrinar”. Es el suyo un viaje extraño en busca de los orígenes y el
culto al Santo Apóstol queda sustituido por la figura del hereje Prisciliano:
«La catedral tiene una orientación de oriente a occidente. Esta puerta mira al ocaso, a
Finisterre, el fin de la tierra, y el altar está enfrente. Es la síntesis de un mensaje
iconográfico de los conceptos maniqueos de principio y fin, de vida y muerte; el resumen
de las ideas de Prisciliano ocho siglos antes de ser construida. Lo cual indica que al
principio hubo aquí un santuario priscilianista».
Enorme resonancia e influencia ha ejercido la obra literaria de Paulo Coelho (1947-):
El peregrino de Compostela. Diario de un mago, aunque personalmente no encontremos
en dicho libro una profundización clara en las múltiples facetas del Camino y se presente
éste como poblado de fenómenos sobrenaturales.
A medio camino entre la guía, el diario personal y la novela está la obra de Izquierdo
(1999): Prosas profanas, que no alcanza a ser ninguna de las tres cosas.
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Sin embargo, las cualidades narrativas y las reflexiones personales de Greogio
Morán (1996), aun siendo las de un agnóstico, son más profundas y sus observaciones
sobre los lugares y las gentes a lo largo del camino tienen mayor calado que las anteriores.
Proliferan en la actualidad libros y artículos en los que diversos autores recogen
leyendas y curiosidades de todos los tiempos, tal es el caso de los libros de Atienza, J.G.
(1993) y (1998), Carandell (1998), Díaz y Díaz (1999), Yzquierdo Perrín (1999), Gil del
Río (1999), Jiménez Jurío (1970), Leralta (1993), Sendín Vázquez (1996), y Villanueva
Lázaro (1993).
Por lo que se refiere al teatro nos consta la existencia de un concurso de obras
teatrales (“Concurso de Obras Teatráis inéditas “Camiño de Santiago”, años 1993 y
1994) patrocinado por la Consellería de Cultura, Dirección Xeral de Promoción do Camiño
de Santiago.
En definitiva, y como escribiera Carrión Gútiez (1997:397), hay una diversidad de
caminos de piedras ollados por los pies de millones de peregrinos a lo largo de los siglos.
Ese hecho religioso, comercial, político y turístico ha quedado recogido en otros caminos,
“los caminos de papel”, que en prosa y en verso han contado y cantado ese fenómeno de
masas que es la peregrinación jacobea. Ahí permanecen esas páginas para dar fiel
testimonio de ese acontecer de centurias.
BIBLIOGRAFÍA
- Álvarez Gómez, A. 1993: Pensamiento, arte y literatura en el Camino de Santiago,
Santiago de Compostela: Dirección Xeral de Política Lingüística.
- Álvarez Tejedor, A. 1997: “Versos y melodías medievales en el Camino de Santiago”,
en Actas del IV Congreso Internacional de Asociaciones Jacobeas, Carrión de los Condes
19-22 de septiembre 1996, pp. 17-30.
- Arribas Briones, P. 1993: Pícaros y picaresca en el Camino de Santiago, Burgos: Librería
Berceo.
- Atienza, J.G.1980: “La ruta jacobea: Un juego arcaico”, Revista Viajar, año III, nº 25, p.
40.
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PURIFICACIÓN MOLINA RUEDA / RICARDO SAN MARTÍN VADILLO
FILOLOGÍA
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