CC 01 Cuadernos de Campoo 5 Isabel Cofiño / Karen Mazarrasa ERMITAS Y SANTUARIOS DE CAMPOO 27 Carmelo Fernández Ibáñez LA ESTATUA EN BRONCE DEL FORO DE LA CIUDAD DE IULIOBRIGA 55 SATURIO DIEZ CAYÓN 85 EL ARTISTA Y SU OBRA CELESTINO CUEVAS, UN PINTOR DE IDA Y VUELTA 99 ESPACIOS INTANGIBLES RIAÑO Cuadernos de Campoo Época II. Año I. Número 1. Agosto 2008 Cuadernos de Campoo es una publicación de la Casa de Cultura “Sánchez Díaz” Equipo asesor: Javier González Ruiz Mª Elena Marchena Ruiz Encarnación-Niceas Martínez Ruiz Joaquín Gutiérrez Osés Jesús Allende Valcuende Daniel Guerra de Viana (Coordinador) Fotografía de cubierta: © Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria Redacción y administración: Casa de Cultura “Sánchez Díaz” 39200 REINOSA (Cantabria) Diseño y Maquetación: Jesús Allende Valcuende e-mail: [email protected] Edita: Excmo. Ayuntamiento de Reinosa Imprime: Gráficas Ebro ISSN: 1136-9639 Isabel Cofiño Karen Mazarrasa ERMITAS Y SANTUARIOS DE CAMPOO Isabel Cofiño / Karen Mazarrasa ERMITAS Y SANTUARIOS DE CAMPOO Isabel Cofiño / Karen Mazarrasa ERMITAS Y SANTUARIOS DE CAMPOO as ermitas y santuarios cántabros son a menudo edificios humildes, impregnados de un valor que va más allá de lo puramente histórico-artístico, pues se convierten en testimonio de las creencias y costumbres de los pueblos. Con frecuencia se trata de edificaciones de escaso o nulo interés artístico, por lo que muchas de ellas van quedando olvidadas, corriendo el peligro de desaparecer. La diferencia entre santuario y ermita se fundamenta en el fervor manifestado a la imagen que guarda el edificio. Los santuarios albergan devociones que agrupan a un territorio extenso, los llamados “territorio de gracia”, mientras que las ermitas tienen un ámbito de devoción local, generalmente restringido al lugar donde se erigen. Además, en los santuarios la imagen es insustituible, mientras que en las ermitas se puede sustituir. El hecho de que esa imagen sea insustituible se debe a que su aparición se vincula a leyendas simples e ingenuas. La más habitual es la que relata el hallazgo de una imagen por unos pastores o la aparición de la Virgen a unos niños a los que ordena que se levante el santuario en un determinado lugar. A partir de aquí la fundación del edificio presenta diversas vicisitudes que, con escasas diferencias, se repiten en las diferentes leyendas. En general, podemos afirmar que tras estas historias se esconde el deseo de justificar la ubicación de estos edificios en un determinado lugar, a menudo de propiedad discutida y de clara significación económica en virtud de los recursos económicos que contenía. Los orígenes de las ermitas y santuarios se remontan a los inicios del cristianismo, con la aparición de los primeros eremitas que vivieron en lugares apartados. Tras su muerte, sus restos y per- tenencias se convirtieron en reliquias que atrajeron a los fieles, conformándose diferentes rutas de peregrinación jalonadas por ermitas. El desarrollo de estos edificios llegó con el Concilio de Trento que, tras sancionar una serie de prácticas populares, impulsó las devociones a los antiguos santos y el culto a la Virgen, lo que supuso la fundación y renovación de muchas ermitas y santuarios. Este proceso se vio frenado en la segunda mitad del siglo XVIII con la llegada del pensamiento ilustrado, acrecentándose en los siglos sucesivos. En Cantabria las ermitas y santuarios repiten las advocaciones del resto del país. Contamos con mártires de época romana, como Acisclo y Victoria, que se dice que fueron hermanos de San Emeterio y San Celedonio; los santos médicos de Cilicia, Cosme y Damián; San Sebastián, martirizado bajo las flechas de sus propios soldados, etc. También tenemos advocaciones de los primeros Papas, monjes y obispos, como San Benito, Santo Toribio, San Clemente o San Lorenzo. La invasión musulmana hizo que surgieran nuevas advocaciones, como San Pelayo, al tiempo que el paso de las rutas costeras del Camino de Santiago propició que se erigieran numerosas ermitas bajo esta advocación. Las innumerables enfermedades, plagas y males que aquejaron a la sociedad medieval influyeron en la expansión del culto a los santos taumatúrgicos protectores de estos males (San Roque, Santa Lucía, San Cristóbal…). Desde finales del XIV y a lo largo del XV se incrementó, de manos de los franciscanos, la devoción a Cristo y a la Pasión, mientras que el culto mariano fue impulsado por el Concilio de Trento, en respuesta a los ataques protestantes que negaban la virginidad de María. La llegada de las órdenes religiosas supuso el desarrollo de nuevas L 6 7 Isabel Cofiño / Karen Mazarrasa ERMITAS Y SANTUARIOS DE CAMPOO Isabel Cofiño / Karen Mazarrasa ERMITAS Y SANTUARIOS DE CAMPOO devociones, como San Antonio de Padua (capuchinos), Virgen del Rosario (dominicos), Nuestra Señora del Carmen (carmelitas)… A la hora de analizar estos edificios hay que tener en cuenta la identidad de sus promotores. Respecto a la alta jerarquía eclesiástica hay que señalar que apenas tomaron parte en la financiación de ermitas y santuarios, dado que lo habitual era que destinaran sus bienes a la construcción de nuevos templos. Con relación a cuáles fueron los fines que guiaron estas fundaciones, podemos afirmar que éstos fueron muy variados aunque en última instancia todas estas obras perseguían evidenciar ante sus convecinos el poder de quien las realizaba. Asociada a esa muestra de poder se encuentra el propio deseo del promotor de que esa obra se convirtiera en recuerdo de su figura y de su propio linaje. Dentro de la jerarquía eclesiástica también debemos tener en cuenta las obras promovidas por los párrocos, cuya situación económica era bastante precaria, lo que condicionó el que a la hora de financiar obras artísticas éstas fueran muy modestas y que fueran ejecutadas por maestros de segunda fila. En Campoo contamos con ejemplos, como la fundación de la ermita de Santa Bárbara de Retortillo por Pedro Gutiérrez de Iglesia, presbítero, cura beneficiado de esa localidad; o la ermita de los Remedios de San Martín de Elines, que tuvo en el párroco de Arroyuelos, don Martín Alonso, a su benefactor. En cuanto a la finalidad última que perseguían estas obras, podemos señalar que tan sólo en los casos en los que los párrocos contribuyeron con sus bienes para la realización de empresas que no pasaron a ser de su propiedad podríamos encontrar motivaciones espirituales y piadosas. En el caso de las parroquias, apenas emprendieron obras en las ermitas y santuarios y generalmente se caracterizaron por su modestia. Frente al interés que mostraron las parroquias por contar con los mejores artistas para dar mayor prestigio a sus iglesias, en el caso de las ermitas y santuarios podría afirmarse que estamos ante una promoción desinteresada que tan sólo buscó mantener con decencia estos edificios. Las cofradías en ocasiones financiaron las obras que se acometieron en las ermitas y santuarios de su patronato, tal y como ocurrió en la ermita de Santa Catalina de Laredo, propiedad de la Cofradía de San Martín, de Hijosdalgo y Mareantes de Laredo, reformada en 1655 por los miembros de esta cofradía. Tras estas obras se ocultaba una intencionalidad básicamente religiosa, encaminada a glorificar la imagen de devoción propia de cada cofradía, a pesar de que esto, a partir de la Contrarreforma, conllevase un cierto espíritu propagandístico en el sentido de que muchas de las advocaciones que daban nombre a estas cofradías habían sido puestas en tela de juicio por los sectores protestantes, de modo que al financiar obras destinadas a ellas se cumplía el doble cometido de darles culto y de impulsar la devoción de esas advocaciones. En cuanto a los promotores civiles, destacamos, en primer lugar, a los indianos. El caso más destacado lo constituye, sin lugar a dudas, el santuario de La Bien Aparecida, patrona de La Montaña, reconstruido, en gran parte, gracias a los bienes enviados desde el Reino de Indias. Estos donativos, unidos a los de don José de Palacio Villegas y a las cuantiosas limosnas llegadas desde diversos puntos de la región y del país, hicieron posible que en él trabajaran maestros de gran valía, lo que redundó en la calidad arquitectónica del edificio, así 8 9 Isabel Cofiño / Karen Mazarrasa ERMITAS Y SANTUARIOS DE CAMPOO Isabel Cofiño / Karen Mazarrasa ERMITAS Y SANTUARIOS DE CAMPOO como de sus esculturas y retablos. En general podemos afirmar que cuando los donativos eran abundantes, en las obras financiadas por los indianos se buscaba a artistas renombrados que, además de asegurar la calidad y prestigio de estas fábricas, introducían en ellas ciertas novedades constructivas. Las intenciones que presidían este tipo de legados eran muy variadas. Por un lado, hay que tener en cuenta que tras ellos solía existir un fin piadoso por parte del donante, interesado en alcanzar la salvación a través de estas mandas testamentarias, si bien esto se constata más en la institución de obras pías y capellanías que en la propia financiación de obras arquitectónicas. Por otra parte, también advierte que el fin último de estas donaciones no era totalmente altruista sino que, muchas veces, imperaba el deseo de perpetuar la memoria de su linaje y de consolidar los símbolos dinásticos, tratando de reflejar ante sus convecinos el alto nivel económico y social que había logrado fuera de su país. Otro importante grupo de promotores civiles es el constituido por los nobles e hidalgos enriquecidos. El comportamiento de unos y otros fue el mismo que el de los indianos adinerados, pues todos ellos mostraron un notable interés por engrandecer sus solares de origen, reformando sus casas y financiando la construcción de edificios religiosos, además de sufragar la realización de cuantiosas obras muebles y fundar un sin fin de capellanías y obras pías. Al igual que en el caso anterior, con ello se buscaba ensalzar su persona y el poder del linaje al que pertenecían, aunque tampoco podemos olvidar que estos legados sirvieron como vía de expiación del pecado que para todos ellos suponía haberse enriquecido a través del trabajo. En cuanto a la promoción civil de carácter colectivo debemos destacar, en primer lugar, a los feligreses que, llevados de su devoción por una determinada imagen, contribuyeron a la realización de las obras que se emprendieron en sus ermitas y santuarios. La precariedad económica que aquejaba a los feligreses explica la modestia de sus empresas arquitectónicas y el que en ninguna de ellas estuvieran presentes arquitectos relevantes, lo que hace que estos edificios perpetúen, generalmente, lenguajes arquitectónicos tradicionales. Frente a lo ocurrido con el resto de los promotores, los feligreses emprendieron sus obras llevados, fundamentalmente, por fines espirituales y piadosos, aunque no por ello podemos dejar de pensar que quizá también existiera tras estas fundaciones el deseo de trascender a la posteridad, dejando muestra ante las generaciones futuras del esfuerzo que habían realizado para acometer esas empresas. 10 A continuación mostramos una selección de diferentes ermitas y santuarios de los arciprestazgos existentes en Campoo entre 1975 y 1985. Arciprestazgo de Cinco Villas-La Rasa Ermita de Ntra. Sra. de la Asunción en Somaconcha Esta ermita presenta una planta rectangular con cabecera cuadrada y contrafuertes prismáticos y dos accesos en arco de medio punto. El del lado Sur es de diseño renacentista como evidencia la presencia de alfiz y de dos pilastras cajeadas. En el muro Oeste, sobre el que se alza la espadaña de una tronera, aparece grabada en un sillar la fecha de 1546, transcrita por I. Portilla como 1652, y que alude al momento en que se hizo esta obra. En el interior la capilla mayor se cubre con bóveda de terceletes de cinco claves. 11 Ermita de Ntra. Sra. de la Asunción en Somaconcha Isabel Cofiño / Karen Mazarrasa ERMITAS Y SANTUARIOS DE CAMPOO Isabel Cofiño / Karen Mazarrasa ERMITAS Y SANTUARIOS DE CAMPOO Ermita de Nuestra Señora de las Nieves de Monegro Esta ermita, situada entre Villasuso y Monegro, está construida en sillarejo con buenos sillares en la espadaña, contrafuertes, vanos y arco de ingreso. Su cabecera originalmente estuvo abovedada, tal y como evidencia los restos de las ménsulas que servían de apoyo a los desaparecidos nervios de la bóveda. El acceso a su única nave se encuentra a los pies del edificio, conformado por un arco de medio punto de grandes dovelas. Sobre él se sitúa la espadaña, de tres cuerpos con bolas, pirámides y cruz en el centro, en medio de un frontón curvo partido. Ermita de Nuestra Señora del Humano La advocación original de esta ermita, ubicada en la localidad de Población, era Nuestra Señora de Lomano, topónimo de Loma, ya que el lugar también se llama Pozo de Lomano. En el siglo XIX P. Madoz la cita como Nuestra Señora del Hermano. Consta de un pequeño ábside románico con canecillos sencillos, que corresponde a una primitiva iglesia desaparecida, posiblemente del siglo XIII. A este ábside se adosa un cuerpo con bóvedas y ventana del siglo XVI, al que posteriormente se añadió una nave en el siglo XVIII, tal y como evidencia el acceso moldurado situado en el lado Sur. La nave, actualmente cubierta con armadura de madera a dos aguas, aún conserva los restos de los arranques de los nervios de una bóveda desapa- I. Portilla ha datado este edificio en la segunda mitad del siglo XVII, basándose en sus características formales. 12 13 Ermita de Nuestra Señora del Humano Isabel Cofiño / Karen Mazarrasa ERMITAS Y SANTUARIOS DE CAMPOO Isabel Cofiño / Karen Mazarrasa ERMITAS Y SANTUARIOS DE CAMPOO recida. Exteriormente se remata con una espadaña de una tronera con bolas herrerianas. Arciprestazgo de Reinosa Santuario de Nuestra Señora del Abra de Villar Este santuario, también llamado de la Virgen de las Nieves, alberga en su interior la imagen la patrona de Campoo de Suso. Su advocación procede del monte del mismo nombre, en el que, según la leyenda, se apareció la imagen de la Virgen en 1615 a un pastor mientras cuidaba de su rebaño. Tras comunicárselo a la gente del pueblo, éstos levantaron una ermita en el lugar del hallazgo, quedando el pastor como ermitaño al cuidado de la misma. Sin embargo, las nieves y fríos invernales dificultaron su acceso, lo que motivó su aislamiento y progresiva ruina. Por esto motivo tuvo que hacerse un segundo santuario en 1703 de manos de los maestros trasmeranos Francisco García de los Corrales y Pedro del Valle, trabajando bajo la dirección y según los planos de maestro reinosano Juan Díaz de Bedoya. Pese a todo, según M.C. González Echegaray, el camino a este nuevo santuario seguía cerrándose por las nieves, por lo que la imagen (actualmente desaparecida) se trasladó definitivamente a un tercer santuario que es el que ha llegado hasta nosotros. Sin embargo, Isabel Portilla destaca la similitud de la planta del edificio actual con la de la iglesia de San Martín en Soto, realizada en 1706 por los mismos canteros trasmeranos citados anteriormente, quienes, según esta historiadora, siguieron las directrices del modelo de iglesia columnaria, pese a lo avanzado de la época. Todo ello nos lleva a concluir que el segundo santuario citado por Gon14 zález Echegaray es el actual y que no existió un tercero. Se trata de un edificio que tiene adosada por el lado Oeste la casa del ermitaño, cuyo arco de acceso presenta las dovelas talladas con motivos florales y la clave en altorrelieve. El acceso al santuario se realiza a través de un arco de medio punto con la clave decorada. En el interior se trata de reproducir la espacialidad de las plantas de salón, si bien carece de un elemento definitorio de este tipo de edificios, como es el cierre de las tres naves a la misma altura. Estas naves se cubren con crucerías de cinco y seis claves decoradas, asentadas sobre pilastras clasicistas. 15 Interior del Santuario de Nuestra Señora del Abra de Villar Isabel Cofiño / Karen Mazarrasa ERMITAS Y SANTUARIOS DE CAMPOO Isabel Cofiño / Karen Mazarrasa ERMITAS Y SANTUARIOS DE CAMPOO Ermita de Santa Bárbara de Villafría Ermita de San Miguel de Soto Esta ermita, que se encuentra en muy mal estado de conservación, presenta una cabecera cuadrada y arcos triunfal y de acceso apuntados. La cabecera se cubre con una bóveda de crucería octopartita. I. Portilla fecha su construcción a finales del siglo XVI, teniendo en cuenta el carácter retardatario de las manifestaciones artísticas en esta zona de Campoo. Posteriormente, entre 1707 y 1709, fue reconstruida de manos de Pedro del Valle y Antonio Gómez, maestros cantero y carpintero, respectivamente. Ermita de San Miguel de Soto Ermita de Santa Bárbara de Villafría En el barrio de Villafría, en Retortillo, se localiza esta ermita que, según consta en la escritura de 1764, fue edificada a expensas de Pedro Gutiérrez de Iglesia, presbítero, cura beneficiado del concejo de Retortillo. El acceso se realiza a través de un arco de medio punto con dovelas molduradas, flanqueado por pilastras cajeadas, todo ello rematado por un amplio frontón, en cuyo vértice se abre una pequeña hornacina que cobija la imagen de la titular. Este tipo de portada fue característico de las obras de los canteros del valle de Buelna, quienes trabajaron Campoo desde finales del siglo XVII hasta mediados de la siguiente centuria. Por tanto, podemos suponer la presencia de algún maestro de este taller al frente de las obras de este edificio. Interiormente la capilla se cubre con bóveda de crucería de cuatro puntas y círculo central, diseño que se imita en la nave. 16 17 Isabel Cofiño / Karen Mazarrasa ERMITAS Y SANTUARIOS DE CAMPOO Isabel Cofiño / Karen Mazarrasa ERMITAS Y SANTUARIOS DE CAMPOO Arciprestazgo de Sta. Cruz de Valderredible Ermitas rupestres Las ermitas rupestres han sido fechadas entre los siglos VIII y X. Algunos historiadores defienden que fueron ocupadas por los repobladores que se dirigieron al Norte en la época de la Repoblación de Alfonso I en busca de paz y refugio. Al llegar allí ocuparon estas cuevas de roca arenisca fácil de tallar y les dieron apariencia de iglesias, consiguiendo en su interior una separación entre ábside y nave, y labrando arcos en forma de herradura. Otros historiadores opinan que las ocuparon los foramontanos, es decir, los descendientes de los repobladores que volvieron a Castilla. De Oeste a Este son a Santa María de Valverde, Campo de Ebro, Cadalso y Arroyuelos. Ermita de Nuestra Señora de los Remedios en San Martín de Elines A la entrada de San Martín de Elines, junto al puente y a orillas del Ebro, se alza esta sencilla ermita, cuya cabecera y nave no se diferencian en planta. Presenta en el lado Oeste dos potentes contrafuertes en talud y otros dos en los laterales de perfil triangular. Una inscripción en el dintel del acceso nos informa de que fue edificada en 1727, gracias a los bienes aportados por el cura beneficiado de Arroyuelos, don Miguel Alonso. Santuario de Nuestra Señora del Monte Carmelo en Villanueva de la Nía Este santuario (también denominado de la Virgen del Brezo) se alza cerca la localidad de Villanueva de la Nía, en la ladera de un monte. Posee cabecera cuadrada y nave rectangular, sacristía y casa del ermitaño a los pies del edificio, espacio que ha sido utilizado como escuela. Actual18 mente se conservan restos de las ménsulas sobre las que descansaban los nervios de las bóvedas que debieron cubrirla originalmente. Aunque ha sido datada a mediados del siglo XVII, no descartamos que pudiera haber sido construida en fechas posteriores, quizá a lo largo de la primera mitad del XVIII, dado que las características formales de los edificios construidos en los ámbitos rurales se repiten a lo largo de toda la Edad Moderna. 19 Santuario de Nuestra Señora del Monte Carmelo en Villanueva de la Nía Isabel Cofiño / Karen Mazarrasa ERMITAS Y SANTUARIOS DE CAMPOO Isabel Cofiño / Karen Mazarrasa ERMITAS Y SANTUARIOS DE CAMPOO Arciprestazgo de Valdeprado Portilla, pudo haber tenido un origen románico, actualmente difícil de constatar por las reformas ejecutadas en este edificio en los siglos XVII y XVIII y la llevada a cabo en los últimos años. A través de los Libros de Fábrica sabemos que Alonso de Pelayo fundió una campana hacia 1670, cobrando por ello 82 reales de vellón y que el maestro de cantería Francisco de Prieto percibió 154 reales por la obra que realizó en el arco de la capilla entre 1710 y 1714. Las noticias de la ermita se silencian a principios del siglo XIX al interrumpirse las visitas del arzobispado a causa de la invasión napoleónica, no retomándose hasta el año 1817. Ermita de San Miguel de Olea Presenta una planta sencilla, de una nave cubierta con madera y ábside semicircular con bóveda de horno, con coro alto a los pies, realizado en 1565 por Pedro de Medianedo, natural de Pámanes, según aparece en una inscripción situada en el propio coro. El arco triunfal es de medio punto y apoya en capiteles sobre semicolumnas. Tanto los capiteles como los cimacios situados sobre ellos están decorados con una talla naturalista, bastante tosca. El de la izquierda se adorna con aves cruzadas, similares a las de Castañeda y Argomilla, y cesta con asnos que también cruzan sus cabezas. El de la derecha presenta animales entre arcos y cesta de jinetes que cabalgan caballos enfrentados. Atendiendo a las características del arco triunfal y capiteles ha sido fechada por M.A. García Guinea en la primera mitad del siglo XII. Sin embargo, los canecillos del ábside y la puerta de acceso de arco apuntado remiten, según este historiador, a una cronología posterior, de los años finales de esa centuria. El edificio fue restaurado el siglo pasado de manos de Javier González Riancho y en el transcurso de estas obras se halló un ara romana dedicada a los dioses y diosas del convento. Ermita de Santiago en Aldea de Ebro Esta ermita, actualmente muy restaurada, se encuentra a las afueras del pueblo. La advocación a Santiago nos recuerda uno de tantos ramales que enlazaban con los caminos costeros que tomaron los peregrinos a Compostela en épocas de peligro en el camino francés. Se trata de un pequeño edificio con cabecera cuadrada de menor altura que la nave que, según I. 20 Santuario de Montesclaros. Valdeprado del Río La aparición de la Virgen de Montesclaros está rodeada de una leyenda, según la cual un pastor observó un día que uno de sus toros iba y volvía continuamente de un matorral casi inaccesible. Cuando le siguió lo vio arrodillado sobre sus patas delanteras frente a una cueva de la que salía luz. Al mirar dentro, el joven vio que la luz procedía de una imagen de la Virgen y, a continuación, corrió a anunciar la noticia a Los Carabeos. Allí se organizó una procesión que subió al monte rezando y cantando a la Virgen. Seguidamente, la imagen se llevó a Barruelo, pero al amanecer descubrieron había regresado a la cueva, de donde la volvieron a trasladar a la iglesia. Nuevamente volvió a desaparecer y entonces comprendieron que no era una persona quien la trasladaba, sino la voluntad divina que les indicaba que no quería quedarse en Barruelo. Por tanto, la llevaron a la iglesia de San Andrés, de donde también desapareció, volviendo a la cueva. De este modo decidieron que debían dejarla allí, por lo que erigieron una pequeña capilla donde estuvo más de un siglo 21 Isabel Cofiño / Karen Mazarrasa ERMITAS Y SANTUARIOS DE CAMPOO Isabel Cofiño / Karen Mazarrasa ERMITAS Y SANTUARIOS DE CAMPOO y medio, atribuyéndosele numerosos milagros. Hasta aquí la leyenda. La explicación histórica que se da al descubrimiento de la imagen de la Virgen de Montesclaros es que fue traída a Cantabria por los cristianos que huyeron al Norte tras la derrota de Alfonso VIII en la batalla de Alarcos (1195), escondiéndola en la cueva de Somaloma junto a otros restos y reliquias de santos que aparecieron con ella y que correspondían a Santa Casilda (cabellos), San Alejandro Mártir (un hueso) y San Lorenzo (una muela). Se supone que estos cristianos llegaron procedentes de Toledo y que las reliquias aún estaban en el convento en 1766. La fecha de llegada a Cantabria viene dada porque Santa Casilda murió a finales del siglo XI o en 1125, por lo que las reliquias tuvieron que ser traídas en un momento posterior y motivado por algún fuerte contratiempo, como la derrota que sufrió Alfonso VIII en la batalla de Alarcos. Sin embargo, en las excavaciones realizadas en 1966 se descubrió una cripta prerrománica, situada sobre la gruta donde apareció la Virgen, en la que apareció un altar de piedra con talla de sogueado ramirense. Si esa cripta hubiese sido realizada en el siglo XII, coincidiendo con la llegada de las reliquias, debería haberse hecho en un estilo románico, que se estaba aplicando a las iglesias de Bustasur y Cervatos, y no en un lenguaje prerrománico. Por tanto, podemos concluir que la cripta es anterior, del siglo X o principios del XI, lo que nos lleva a suponer que la imagen de la Virgen llegó a Montesclaros de manos de los primeros cristianos que huyeron de la invasión árabe en el siglo VIII o, como mucho, en la primera mitad del X. Posteriormente, en el siglo XII, llegarían las reliquias de Santa Casilda y de los demás mártires. Desde 1217 el santuario quedó bajo el Patronato de los Reyes de Castilla. En el siglo XVI decayó la devoción a la Virgen, al tiempo que hubo dos incendios (1508 y 1573) en la ermita. Años después, en 1612, hubo un nuevo incendio que la quemó casi totalmente, desapareciendo las escrituras y documentos de su historia, así como inscripciones que parece que había grabadas en las paredes, alusivas a milagros llevados a cabo por la Virgen. En el siglo XVII el dominico Fray Alonso del Pozo pidió al rey la cesión de la ermita a su Orden para que desde allí pudieran evangelizar a la gente de ese territorio. Carlos II lo concedió por Real Cédula de 18 de julio de 1686 y el 16 de septiembre tomaron posesión del edificio los dominicos procedentes de Las Caldas. En ese momento la iglesia estaba a medio construir. En tiempos del Padre Pozo se le añadió la capilla mayor, las laterales y el camarín. A partir de 1701 el Padre Juan González amplió el tramo del crucero hacia los pies con cuatro capillas entre el crucero y se hizo la sacristía y la hospedería. Las capillas laterales son tan altas como la nave, quizá por ser hechas en tres fases y por el condicionamiento topográfico, ya que parte de los muros están construidos en roca viva. Destaca la decoración de yeserías de sus bóvedas y el camarín que barroquizan un espacio clasicista. El santuario contaba con un retablo realizado en época del Padre Pozo, pero que fue trasladado en 1903 a Quintanillas de Valdeolea. Con la Guerra de la Independencia el convento fue arrasado. Durante la Revolución de 1836 se llevó la imagen a la iglesia de Barruelo, donde permaneció hasta 1842. En 1880 regresaron los dominicos al convento y durante la Guerra Civil se tuvo que ocultar la imagen en un huerto. En 1966 se coronó a la Virgen como Reina de Campoo. 22 23 Isabel Cofiño / Karen Mazarrasa ERMITAS Y SANTUARIOS DE CAMPOO Isabel Cofiño / Karen Mazarrasa ERMITAS Y SANTUARIOS DE CAMPOO Bibliografía PORTILLA ARROYO, I.: “Las ermitas en el Partido Judicial de Reinosa”, Altamira, XLV, 1985, pp. 93-108. BARREDA Y FERRER DE LA VEGA, F.: “El Libro Fábrica de la Ermita de Santiago en Aldea de Ebro 1618-1803”, Altamira, 1974, pp. 49-57. SUÁREZ DÍAZ, J.M.: “El santuario de Montesclaros: los orígenes”. Cuadernos de Campoo, nº 19, 2000, pp. 4-6. COFIÑO FERNÁNDEZ, I.: “Arquitectura religiosa en Campoo durante la Edad Moderna. Sus artífices”. Cuadernos de Campoo, nº 23, marzo 2001-a, pp. 23-26. CHRISTIAN, W. 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Serían varias las fuentes a partir de las cuales emanarían tales supuestas problemáticas, una de las cuales, por ejemplo, es la revisión y reestudio de los materiales procedentes de las más antiguas intervenciones arqueológicas llevas a cabo en este yacimiento arqueológico. Algunas de estas facetas son verdaderamente importantes, y como ejemplo es la que precisamente traemos a estas páginas. Ya que, sin duda, aúna varios aspectos poco conocidos en relación al devenir histórico de la ciudad y sus habitantes, en clara concomitancia a lo ocurrido en otras áreas de Hispania producto de situaciones político-sociales e históricas acaecidas a finales del siglo I d.C. La presencia de una estatua de bronce no resulta un hecho cotidiano, ya que a través de este y otros hallazgos conocemos de la amortización posterior del metal, una vez aquellos monumentos con el tiempo perdieron su significado. Y por lo tanto tal manera de proceder, totalmente comprensible y reiterativa en el pasado, nos ha privado de un conocimiento aún mayor e imprescindible como en buena parte irrecuperable. Por lo que a través de restos de menores dimensiones como es nuestro caso hemos de llevar una investigación quasi de- 28 Carmelo Fernández Ibáñez LA ESTATUA EN BRONCE DEL FORO DE LA CIUDAD DE IULIOBRIGA tectivesca, en la cual a partir de los datos conseguidos mediante la aplicación de una rigurosa metodología, poder conseguir la valiosa información que debidamente analizada y contrastada nos proporcione ese conocimiento del pasado. Sin otro tipo de pretensiones ésta es la labor del arqueólogo, y en consecuencia del historiador. Los metales de iuliobriga y el inicio de la investigación Desde el año 1981 hasta 1985, fechas entre las que nos vinculamos tanto con las investigaciones en la ciudad romana de Iuliobriga como con la conservación del material arqueológico recuperado, nuestra responsabilidad comprendía todo lo concerniente al estudio de los objetos de metal. Con posterioridad hemos seguido teniendo contacto no solamente con los nuevos hallazgos, sino, como es natural, venimos dedicando parte de nuestra investigación a los objetos de metal que fueron exhumados con anterioridad a las campañas de excavación que desde 1980 llevó a efecto la Universidad de Cantabria. El fin último (aún no se encuentra concluido el estudio completo) es tener una visión global de lo que significó la industria metalúrgica en este enclave poblacional tan destacado, y que se ve inexorablemente enriquecido con las aportaciones de los objetos recuperados en los yacimientos tanto civiles como militares del entorno, ya sean poblados indígenas o comunidades romanas posteriores en el tiempo (Fernández Ibáñez, 1999; 2002). Es a raíz de las observaciones que vamos realizando durante el desarrollo de esta etapa lo que ha motivado este trabajo. Desde el punto de vista metálico Iuliobriga era un enclave de carácter civil, entre cuyos restos materiales predomina el hierro sobre el cobre y sus ale29 Carmelo Fernández Ibáñez LA ESTATUA EN BRONCE DEL FORO DE LA CIUDAD DE IULIOBRIGA Carmelo Fernández Ibáñez LA ESTATUA EN BRONCE DEL FORO DE LA CIUDAD DE IULIOBRIGA aciones, y sobre todo frente a los de plomo. En hierro se confeccionaban todo tipo de herramientas con que llevar a cabo las más diversas actividades tradicionales (agricultura, carpintería, cantería, construcción, metal, etc…), así como demás utensilios tales como cencerros para el ganado, llaves (Fernández Ibáñez, 2003b), ganchos, cuchillería varia, calderos, herrajes de puertas y mobiliario, etc… Los de cobre y sus aleaciones como son el bronce o el latón son objetos más delicados, más específicos en sus funciones como son la vestimenta y el ornamento personal: pendientes, hebillas de cinturón y otros correajes, fíbulas (imperdibles ornamentados) de todo tipo y tamaño (en omega, ausissa, cola de pavo, Baguendon…), aparte de una amplia variedad de mangos de llaves, tiradores, agujas para redes, balanzas, apliques ornamentales para muebles, canalizaciones, cerraduras de arquetas y un amplio etcétera. El plomo se empleaba para labores también variadas, muchas de ellas con necesidades relacionadas con el peso (de balanzas, de redes), aunque gran parte de los objetos recuperados son fragmentos informes, recortes de trabajos que no han dejado otro rastro más claro y por lo tanto difícil de especificar. Quizás se trataba de eso, actividades no específicas, reparaciones fundamentalmente. Sin descartar la proveniencia de algunos objetos (sobre todo de base cobre) allende las fronteras de la ciudad e incluso de la región más inmediata, el entorno minero de la zona de Campoo y de la misma Cantabria, así como las evidencias que las excavaciones han dejado al descubierto, podemos asegurar que el metal se fundía y trabajaba en pequeños talleres y forjas de la propia ciudad. Por descontado para el consumo propio, lo que no logramos por el momento dilucidar es si estas manufacturas contribuían de alguna manera a la economía de la población. 30 Los fragmentos escultóricos Durante la revisión de los objetos metálicos de las antiguas excavaciones en Iuliobriga depositados en el Museo Regional de Prehistoria y Arqueología de Cantabria en Santander, dimos con un embalaje donde se almacenan un total de cuarenta y siete fragmentos de metal de unas muy peculiares características en cuando a forma, peso, etc… que claramente los diferencian del resto2. Más en concreto 2 Hemos de hacer una salvedad a la vez de una advertencia, y es que estos fragmentos en un momento indeterminado fueron defectuosamente clasificados, apareciendo hoy con la sigla “I-52” (Iuliobriga – 1952), que hace directa y equívoca referencia a una de las campañas de excavación que entre 1952 a 1956 se llevaron a cabo bajo la dirección de A. García y Bellido (1953; 1956). El tema es tan de vital importancia que pudo dar al traste con buena parte de la investigación, ya que el Prf. Bellido no excavó en la zona de la iglesia románica. Y más aún, con las apreciaciones históricas que de todo esto pudieron extraerse. Fig. 1 Fragmentos de escultura togada en bronce. 31 Carmelo Fernández Ibáñez LA ESTATUA EN BRONCE DEL FORO DE LA CIUDAD DE IULIOBRIGA está compuesto este conjunto por veinticinco grandes fragmentos de diferentes dimensiones y grosores, informes y pesados. Cuatro fragmentos más de finas láminas sin forma, dos barritas, diez fragmentos de láminas de diferentes grosores y seis fragmentos deformados al haber permanecido junto a una intensa fuente de calor. De ellos veintisiete poseen una cara lisa (la que suponemos exterior) y rugosa la opuesta, con restos de cajeados para igualar defectos post-fundición; también restos de cortes a cincel o cizalla, restos de pulido en las caras de los fragmentos de superficies lisas, líneas levemente grabadas, restos de estaño utilizado como soldadura, etc... Los fragmentos más elocuentes muestran pliegues curvilíneos y otras formas similares a pesados tejidos (Figuras 1 a 4). Una parte de los fragmentos hallados muestran huellas de corte buscando formas paralelepipédicas de reducido tamaño, que junto a los otros con claros rastros de deformación por calor, nos evidencian muy a las claras que se trata de los vestigios de una refundición. Vestigios que también hemos podido documentar en otros objetos de uso personal, laminitas, etc… que se almacenan junto a estos restos escultóricos, y que probablemente aparecieron bien juntos o en un área reducida durante las excavaciones de 1940. Indudablemente nos hallamos ante las exiguas pero más que elocuentes muestras de una estatua vestida con toga que en el momento de su fundición fue colada en una composición a base de aleación de cobre. Fragmentos que estaban listos para ser fundidos y transformados directamente en lingotes u otros objetos hasta hacer desaparecer -como de hecho así fue- una inmensa masa reaprovechable de cientos de kilos de bronce. 32 Carmelo Fernández Ibáñez LA ESTATUA EN BRONCE DEL FORO DE LA CIUDAD DE IULIOBRIGA Fig. 1 Fragmentos de escultura togada en bronce. Las excavaciones de J. Carballo y la campaña de 1940 Jesús Carballo, fundador y primer director del Museo de Prehistoria y Arqueología de Santander, llevó a cabo cinco campañas de excavación en el área de Retortillo entre los años 1940-45, si bien por motivos de salud no pudo estar presente en esta última, que fue dirigida por A. Hernández Morales, quien también se encargó de redactar una resumida memoria de todos aquellos trabajos, publicándose un año después (Hernández Morales, 1946). Nada 33 Carmelo Fernández Ibáñez LA ESTATUA EN BRONCE DEL FORO DE LA CIUDAD DE IULIOBRIGA Carmelo Fernández Ibáñez LA ESTATUA EN BRONCE DEL FORO DE LA CIUDAD DE IULIOBRIGA se dice en ella de los fragmentos de bronce motivo de nuestro interés. En los primeros años Carballo procuró publicar un resumen de cada intervención anual. Durante la primera campaña de 1940 (llevada a cabo entre el 3 de Julio y el 3 de Agosto, así como entre el 18 al 25 de Septiembre) (Pérez Sánchez, 1998) excava la zona junto a la ermita románica, y un años después sale publicado en Madrid un breve artículo donde da cuenta de los trabajos de campo y hallazgos efectuados en el año anterior, siendo este el único lugar donde hace -si bien escueta- referencia a los restos escultóricos de bronce allí descubiertos: “Falta, en cambio, en este grandioso cuadro arqueológico alguna estatua; desgraciadamente solo un dedo de bronce y unos pequeños retazos de túnica del mismo metal hemos encontrado…” (Carballo, 1941: 21). El lugar en concreto donde desenterró el dedo (Figuras 2, 3 y 5) parece estar situado en el pequeño espacio comprendido entre la esquina interior de grandes sillares de caliza y el plinto de columna contiguo -hacia el Noroeste-, que también hace de esquina (punto 8-7 de la excavación), diagonal que forma la unión de las crujías Norte y Oeste del antiguo edificio y a 1´30 m de profundidad (Figura 6). Podríamos suponer perfectamente que el resto de los fragmentos pudieron muy posiblemente haberse encontrado no muy lejos de este concreto lugar. (Fernández Ibáñez, Setién Marquínez y Polanco Madrazo, 2005: 138-144). Después de hallada la densidad, microdureza, etc… a partir de Microscopía Electrónica de Barrido (SEM) pudo ser observada y fotografiada la estructura metalográfica de la muestra metálica (Figura 7), y por medio de microsonda analítica (EDAX) pudieron efectuarse cuatro microanálisis de su composición. Estos arrojaron los siguientes resultados: Análisis de su composición A partir de una pequeña muestra informe del metal del cual estuvo compuesta la estatua y habiendo tenido en cuenta el alto número de fragmentos existentes, J. Setién y J. A. Polanco, profesores del C.T.S. de Ingenieros de Caminos (Universidad de Cantabria), llevaron a cabo los correspondientes análisis 34 Análisis Cu Sn Sb Pb As 1 84.907 2.169 0.494 2.218 0.210 2 85.559 13.084 0.040 1.315 - 3 86.800 12.092 0.042 0.520 0.547 4 85.399 12.063 0.248 2.289 - PROMEDIO 85.666 12.352 0.206 1.585 0.189 A la vista de estos resultados es evidente que nos encontramos ante un metal compuesto por tres elementos (Cobre -Cu-, Estaño -Sn- y Plomo -Pb-) (Figura 8), lo que se conoce como una aleación (mezcla) ternaria. Más en concreto se trataría de un bronce plomado, con Arsénico (As) y Antimonio (Sb) como impurezas que se encontraban incluidas en los minerales utilizados para la fusión. Las proporciones de Cu y Sn resultan porcentualmente adecuadas bajo un punto de vista de nuestra moderna metalurgia, lo que dio como resultado en época romana un bronce de buena calidad al conseguir unas propiedades adecuadas en cuanto a sus necesidades mecánicas. La adición de plomo (mineral escasamente miscible) se encontraba motivada por sus características de mejorar la fusión, licuando el caldo hirviente (a una temperatura en torno a los 1000º C) de tal manera que permitía rellenar por completo absolutamente todos los res- 35 Carmelo Fernández Ibáñez LA ESTATUA EN BRONCE DEL FORO DE LA CIUDAD DE IULIOBRIGA Carmelo Fernández Ibáñez LA ESTATUA EN BRONCE DEL FORO DE LA CIUDAD DE IULIOBRIGA quicios del molde. Lo que no se consigue en las aleaciones solo a base de cobre y estaño, y por lo tanto obteniendo los objetos moldeados con gran detalle. Forman un pequeño conjunto de ocho piezas fragmentarias: tres fíbulas (tipos Baguendon, de resorte cubierto y Aucissa), dos hebillas de cinturón de tipo arriñonado, un brazo de statera o balanza de tipo libra (cuya característica es poseer los brazos de igual longitud), un aplique con celdas para decoración esmaltada y un fragmento de posible pinjante o decoración para el arnés del caballo. Su análisis permite concluir que pueden fecharse mayoritariamente a lo largo del siglo I d.C., que junto a otros más sin morfología identificable (fragmentos de placas, chapas, láminas, etc.) se trata de los restos de un lote de viejos objetos para refundir, en parte ya amortizado. Los restos de recipientes de vidrio hablan de los siglos II – IV d.C. y la terra sigillata es posible fecharla entre el último tercio del siglo I d.C., hasta (ya muy escasa) la segunda mitad del siglo III d.C. (Aja Sánchez, 1999; Perez RodríguezAragón, F. y Ramírez Sádaba, 2003). Pero junto con estos datos se adiciona otro de muy singular importancia como es el exacto lugar de hallazgo en el entorno de la iglesia románica de Sta. María, cuyas estructuras excavadas en diferentes campañas desde los años cuarenta del pasado siglo XX y hasta nuestros días, evidencian claramente que en aquel lugar se encontraba erigido el Foro de la ciudad (Fernández Vega, 1993: 153-173). El Foro en cualquier ciudad romana era uno de los lugares de más importancia para sus ciudadanos, e indudablemente el centro neurálgico de cualquier gran núcleo poblacional de entonces y punto de encuentro de la dignidad municipal. En esencia son un grupo de específicos edificios articulados de modo coherente en torno a una plaza pública. En tales edificios se llevaba a cabo diariamente la vida política (La Curia, que albergaba al Senado local), jurídico-comercial (La Basílica, auténtico corazón El contexto del hallazgo Fig.3 Fragmentos principales de la toga de la escultura. Al tratarse de un hallazgo que se produjo durante una excavación realizada hace ya muchos años y de la cual poseemos escasos datos, sobre todo con respecto al entorno más inmediato en el que se encontraban nuestros fragmentos, la información que necesitamos hemos de obtenerla de forma, llamémosla, indirecta. Por una parte, los materiales arqueológicos que fueron recuperados durante la campaña de 1941 en el área de la iglesia románica; primeramente los objetos metálicos más significativos (en cuanto a su identificación formal y cronología) que se encuentran almacenados junto a los fragmentos de estatua en el Museo de Santander. 36 37 Carmelo Fernández Ibáñez LA ESTATUA EN BRONCE DEL FORO DE LA CIUDAD DE IULIOBRIGA Carmelo Fernández Ibáñez LA ESTATUA EN BRONCE DEL FORO DE LA CIUDAD DE IULIOBRIGA de la vida ciudadana era la sede de los tribunales, donde los magistrados atienden a los ciudadanos, la bolsa de contratación y negocios), religiosa (el Templo: donde es adorada la tríada capitolina, otros dioses del panteón o bien a los emperadores), administrativa (el tabularium o archivo local), y buena parte de la vida social de la comunidad, ya que servía de lugar de charla y esparcimiento a través de la plaza central, los soportales con las tabernae o tiendas y las calles anejas. Era también el centro monumental, ya que en el Foro, como hemos dicho, se levantaban los edificios más emblemáticos debido al carácter de los mismos y la importancia de los asuntos que en ellos se desarrollaban, y también las estatuas a los que la ciudad debía su prosperidad. Serían tales los emperadores, miembros destacados de la comunidad debido a sus acciones benefactoras ya fuesen de carácter político o económico. De lo que actualmente conocemos del Foro de Iuliobriga es posible extrapolar que ocupaba un área aproximada de 960 m2, lo que supone una construcción realmente pequeña para lo que suelen ser estos amplios espacios públicos, por ejemplo, en el Sur peninsular, el Norte de la Meseta o el valle del Ebro. En su construcción se han utilizando como materia prima arenisca, travertino, caliza y cemento. Es posible identificar parte de la plaza, dos zonas porticadas y la base de un pequeño templo cuadrado que preside el conjunto. Las más recientes excavaciones han puesto al descubierto un edificio rectangular bajo la iglesia románica (quizás la Curia) y tabernae hacia el Norte. La ubicación del Foro se encuentra en una zona alta de la gran colina sobre la que se asienta buena parte de la ciudad, bien visible desde cualquier entorno inmediato, aunque no lo suficientemente espaciosa como sería menester para lo que solía este conjunto de monumentales edificaciones, debido a lo irregular del terreno. Por lo cual la solución técnica adoptada por lo arquitectos romanos fue la adaptación a la topografía del propio enclave, de tal manera que una parte hubo de edificarse de forma escalonada. El resultado técnico adaptado a los imperativos económicos que seguramente impedían también a la ciudad otras pretensiones, fue una pequeña área cerrada en torno a una plaza central, lo que por otra parte caracteriza a los foros hispanos de finales del siglo I d.C., en clara contraposición con los de época Republicana (Duprè i Reventós, 1997: 157). Las más recientes interven- Fig. 4 Otros fragmentos correspondientes a la estatua, alguno de ellos con rebajes en su espesor. 38 39 Carmelo Fernández Ibáñez LA ESTATUA EN BRONCE DEL FORO DE LA CIUDAD DE IULIOBRIGA Carmelo Fernández Ibáñez LA ESTATUA EN BRONCE DEL FORO DE LA CIUDAD DE IULIOBRIGA ciones arqueológicas en este lugar parecen demostrar que fue erigido en un lugar cuyas características se desconocen, pero que lo devoró un incendio hacia el año 60 d.C. (Iglesias et alii 2002). Es en torno al año 80 d.C. (Cepeda Ocampo, 2007: 150), osea entre los reinados de los emperadores de la dinastía Flavia Vespasiano (69-79 d.C.) y su hijo Tito (79-81 d.C.), cuando dichas investigaciones parecen haber demostrado la construcción del Foro cuyos hoy leves cimientos apenas nos dejan entrever sus principales características. Quizás a mediados del siglo siguiente es cuando parece que comenzaba a no tener las funciones primigenias para las que fue construido, siendo un siglo después cuando ya había sido abandonado. Precisamente, cuando también parece haberse desvanecido la vida en la antigua Iuliobriga, o por lo menos, en ese área del yacimiento. El personaje y el porqué de su presencia Pero no nos debemos contentar con quedarnos solo en este punto. Sin duda las preguntas fundamentales que debemos plantearnos son el porqué y el quién de tan colosal monumento. Sobre todo, cuando nos hallamos en un área geográfica como es el Norte de la Península Ibérica donde son raros los hallazgos de estas características, no solo en metal sino también en piedra. Buscaríamos un hecho histórico reseñable para la ciudad de Iuliobriga entre finales del siglo I d.C. y el siglo II d.C., periodo muy aproximado de amortización del área foral. Y creemos haberlo encontrado, coincidiendo precisamente con el momento de su edificación. Cayo Plinio (23 – 79 d.C.) -Plinio el Viejo- en su magna obra Historia Natural (Naturalis Historia), auténtica enciclopedia en torno al saber de la época y fuente de conocimiento hasta el siglo XVIII, se puede leer una 40 frase que desde hace décadas trae de cabeza a los investigadores: “Universae Hispaniae Vespasianus imperator Augustus iactatum procellis rei publicae latium tribuit” (III, 30, 30). O lo que es lo mismo, que el emperador Vespasiano (seguramente mediante un senadoconsulto) concedió el Derecho Latino (ius Latii) a toda Hispania (Universae Hispaniae). La fecha de esta concesión es otro de los puntos a debate según los autores, y mientras unos la establecen el año 70 d.C., justamente al año siguiente de llegar Vespasiano a conseguir la púrpura imperial, para otros es el 74 d.C. ya que en este año se realizó un censo poblacional; para otros el 75 d.C., etc. Con la muerte del emperador Nerón (54-68 d.C.) no solamente finalizaba la dinastía Julio-Claudia, sino que el Imperio se encontraba una situación económica lamentable y en la más completa deriva política, lo que dio como resultado la primera gue41 Fig. 5 Dedo de la escultura 3 Extranjero. Ciudadano libre de las provincias desposeído de todo tipo de derecho a no ser el de su propia libertad. Carmelo Fernández Ibáñez LA ESTATUA EN BRONCE DEL FORO DE LA CIUDAD DE IULIOBRIGA Carmelo Fernández Ibáñez LA ESTATUA EN BRONCE DEL FORO DE LA CIUDAD DE IULIOBRIGA rra civil de la época imperial durante los años 6869 d.C., sucediéndose en el trono Galba (Gobernador de la Tarraconense), el noble Oton, Vitelio (Gobernador de la Germania Inferior) y Vespasiano (Comandante del ejército de Siria), quien saldría vencedor e iniciaría la dinastía Flavia (69-96 d.C.). A su muerte continuarían la política por él establecida sus hijos Tito (79-81 d.C.) y Domiciano (81-96 d.C.). Ante esta situación Vespasiano adopto una serie de medidas tendentes a estabilizar el Imperio desde el punto de vista político y económico, y de esta manera retomar las riendas del Imperio y reafirmar la figura del emperador muy deteriorada tras los últimos acontecimientos. Lo que a la postre resultó tan eficaz que entre su reinado y el de Marco Aurelio (169-180 d.C.) Roma conoció el periodo más álgido de su historia, al que se ha llegado a denominar como de “apogeo del Imperio”, y que jamás volvió a repetirse. No se sabe por qué Hispania resultaba de vital importancia en su política, pero de hecho así lo fue como para conceder a todos sus ciudadanos peregrinos3 (la mayor parte de la población y por supuesto toda la indígena), el Derecho Romano. Quizás, porque resultaba una tierra cercana a la península latina donde abundaban los recursos naturales, y que le había sido hostil durante la contienda civil pasada. La concesión resultó de suma importancia para esta tierra ya que todos los ciudadanos libres pero no romanos (peregrini) con el único derecho adquirido como era su propia libertad, mediante un procedimiento jurídico se convertían en ciudadanos Latinos (ciues Latini) y de este modo adquirir derechos (adscritos al derecho Latino) siendo uno de los principales el poder presentarse a la carrera política y en caso de ser elegido adquirir para él y toda su descendencia la Ciudada- nía Romana, con todas las ventajas que ello suponía4. Automáticamente cada núcleo poblacional pasaba a contar con el estatuto jurídico de Municipio (Municipium) lo que les garantizaba independencia (mayor incluso de las colonias), y su autogobierno mediante elecciones libres de sus dirigentes. Hasta entonces la mayor parte de las ciudades hispanas tenían un carácter estipendiario o de simples tributadoras de impuestos a Roma; este era el caso de Iuliobriga. A la ley por la cual se establecen estas libertades se la conoce comúnmente como “Ley Flavia Municipal”. Pero a quien verdaderamente beneficiaba esta situación en un principio era a las élites indígenas económicamente más pudientes, pues de esta manera se les abría la posibilidad de acceder a la política a través del gobierno civil. Al poseer una determinada edad y fortuna podían presentarse a las elecciones a cargos públicos, tanto a Decurión 42 43 4 Derechos Públicos: Ius suffragii, derecho a votar las leyes y en la elección de magistrados en los comicios. Ius honorum, derecho a ser elegidos para desempeñar funciones públicas y religiosas. Ius provocationis, derecho de apelación al pueblo contra la sentencia capital de los magistrados injustos. Derechos Privados: Ius comercii, capacidad jurídica de adquirir, conservar y transmitir la propiedad. Ius connubii, capacidad de contraer matrimonio de derecho civil (iustae nuptiae). Dominium, o propiedad absoluta y exclusiva sobre sus tierras y bienes. Fig.6 Dentro del círculo, lugar de aparición del dedo de la escultura metálica en el área de excavación de la Iglesia románica de Sta. María (sg. Hernández Morales). 5 Caracalla (211 – 217 d.C.) a través del denominado Edicto de Caracalla o Constitutio Antoniniana concedió la ciudadanía romana a todos los habitantes libres del imperio en el año 212 d.C. Las únicas personas que jamás consiguieron la ciudadanía fueron los esclavos y los bárbaros. Carmelo Fernández Ibáñez LA ESTATUA EN BRONCE DEL FORO DE LA CIUDAD DE IULIOBRIGA Carmelo Fernández Ibáñez LA ESTATUA EN BRONCE DEL FORO DE LA CIUDAD DE IULIOBRIGA (quienes constituían el Senado u Ordo), o a cualquier de las categorías de la Magistratura (Duunviros, Ediles, Cuestores, Cuatorviros), como también a Jueces o bien a Sacerdotes (flamines). Mediante el sistema electoral (al que podía concurrir toda la población de carácter libre -ingenuii-) si lograban ser elegidos automáticamente conseguían la ciudadanía romana (cives romani)5 “per honorem”, a partir de la cual, se les abría un inmenso mundo de posibilidades en cuanto a su promoción personal. Y con ésta el incremento de su patrimonio y demás relaciones personales, lo que podría suponer ir ascendiendo en la escala de la magistratura civil, hasta la conventual, provincial, del propio Imperio en Roma o bien la carrera militar desde puestos de mando. Por lo tanto para la época eran las más altas aspiraciones de todo habitante libre del Imperio; inaccesibles para muchos, pero abiertas a todos. No cabe duda que buena parte de las fortunas personales de todos estos personajes públicos deberían diezmarse en este intento, ya que el acceso a cualquier cargo suponía en primer lugar un generoso desembolso (numera) para las arcas de la ciudad amén de otros donativos (evergetismo), que si bien no conllevaban obligatoriedad, resultaban imprescindibles para ensalzar su figura a nivel popular; sino otras cantidades por compromisos electorales, adhesiones, etc. En definitiva, lo que en el fondo era una inversión que seguramente debería reportar a la postre una alta rentabilidad. Otro de los aspectos importantes es la reorganización territorial de cada ciudad, sus límites respecto al resto de comunidades vecinas y con las que en muchos aspectos entrarían en duras competencias, la red de comunicaciones (calzadas), recursos naturales, la centuriación del terrritorio, etc. (Andreu Pintado, 2004b: 202; 2004c: 45). Lo que Vespasiano buscaba fundamentalmente era la dinamización de las urbes así como la recuperación de la economía (Andreu Pintado, 2003; 2004a). Ganaba la lealtad y la adhesión de las comunidades más diversas y sus ciudadanos, a través del aún mayor agradecimiento y adhesión de sus dirigentes refortaleciendo la figura dadivosa, omnipotente, benevolente, etc. del princeps. Ponía dinero en movimiento, y no precisamente de las arcas imperiales, engrandeciendo las ciudades y sus economías mediante ingresos por impuestos directos e indirectos a la ciudadanía estable y flotante, entre otros recursos. También lograba el control político de las colectividades provinciales al verse éstas regidas por su normativa legal, el de la población (populus) mediante élites devotas, y la máxima asimilación e integración ideológica de su cultura haciendo sentir a cada ciudadano ser uno más en la construcción y el sostenimiento del Imperio. Fruto de esta situación beneficiosa para ciertas familias y ejemplo de lo que venimos hablando, y más concretamente para con la ciudad de Iuliobriga, son dos textos grabados en piedra hallados en Tarragona habiendo sido fechados entre finales Fig. 7 Aspecto que presenta la estructura del metal a 400 aumentos (sg. Setién y Polanco). 44 45 Fig. 8 Espectro de las energías presentes en la masa metálica (sg. Setién y Polanco). Carmelo Fernández Ibáñez LA ESTATUA EN BRONCE DEL FORO DE LA CIUDAD DE IULIOBRIGA Fig. 9 Busto de Vespasiano (Ostia, Roma). Museo Nacional de las Termas. Fig. 10 Busto de Domiciano. Museo del Palacio de los Conservadores (Roma). Carmelo Fernández Ibáñez LA ESTATUA EN BRONCE DEL FORO DE LA CIUDAD DE IULIOBRIGA del siglo I d.C. y el siglo II d.C., citan a Quinto Porcio Vetistino y a Caio Annio Flavo, ambos iuliobrigenses de nacimiento (Alföldy, 1973: 85, nº57; 1975: 166, nº 302 y 181, nº330). El primero fue militar en un primer momento (Prefecto de la Cohorte Latoricorum) y más tarde flamen (sacerdote), mientras que al segundo le fue levantada una lápida recordando su dedicación en defensa de los intereses públicos. Para llegar a tales categorías en la milicia, religión y administración pública, aparte de un buen cursus hororum deberían ser ciudadanos romanos, cuya categoría la deberían de haber adquirido de sus antepasados también ciudadanos de Iuliobriga. Muy posiblemente familias acomodadas con recursos y poder. Si a esto, unido a lo ya explicado con anterioridad, además unimos el que Vespasiano incluyó en la tribu Quirina a todos hispanos latinizados, tendremos como resultado que Iuliobriga por lo tanto consiguió junto al resto de comunidades hispanas el estatuto jurídico de Municipio, cuya denominación probablemente sería Municipium Flavium Iuliobrigensium. Fig. 11 Escultura togada de Tito. Museos Vaticanos (Roma). El Foro y su templo como enclaves privilegiados Según los datos analizados y los argumentos esgrimidos, creemos poder creíblemente argumentar que el personaje representado en la estatua que se erigía en la ciudad de Iuliobriga se trataba de un emperador de la dinastía flavia más que, tal vez, un noble local. A través de un setausconsultum el ordo iuliobrigense habría reunido una cantidad económica suficiente como para encargar tan monumental obra. Peculio, que habría salido tanto de arcas públicas como de alguno o la totalidad de los funcionarios municipales de más alto rango y poder. Muy posiblemente en un alarde evergético (tal vez pro46 metido en campaña electoral previa), y que era consuetudinario a los cargos que regentaban. Demostrando públicamente -quizás una vez más- lo dadivoso de sus personalidades. Esto nos lleva a pensar que el hecho de acometer la erección de una empresa comunitaria tan costosa en todos los sentidos, sería más lógico que estuviese encaminada al agradecimiento social y público a quien ha beneficiado sobremanera a los ciudadanos y a un territorio tan extenso como era Hispania; sobre todo a sus élites. Sin rastro por el momento de otro tipo de escultura 47 Carmelo Fernández Ibáñez LA ESTATUA EN BRONCE DEL FORO DE LA CIUDAD DE IULIOBRIGA Carmelo Fernández Ibáñez LA ESTATUA EN BRONCE DEL FORO DE LA CIUDAD DE IULIOBRIGA en el yacimiento arqueológico, siquiera de mármol, después de tantas campañas a lo largo también de tantos años de investigaciones, nos aboca al firme convencimiento de tales observaciones, y no al contrario, que se tratase de otra representación humana como pudiera quizás ser otro personaje público y benefactor. Aunque de hecho este tipo de estatuas se erigieron (recordemos a C. Annio Flavo el iuliobrigense de Tarraco -Tarragona-), si bien es cierto que en urbes de mucho más alto nivel económico del Este y Sur peninsulares. Lo que es imposible saber, a no ser que otros datos aún enterrados lo desmientan en un futuro, es, según los argumentos esgrimidos, cuál de los tres emperadores que formaron la dinastía Flavia era el que pudo haber sido el personaje representado: Vespasiano el fundador de la dinastía y promotor del Derecho Latino a los ciudadanos de Hispania, o cualquiera de sus dos continuadores en la dirección del Imperio y en su política integradora, sus hijos Tito o Domiciano (Figuras 9 a 11). Aunque tal vez lo que la razón nos dictase como es el que fuese el gran Vespasiano dado lo sin igual de su decisión y las extraordinarias repercusiones económico-sociales que supuso, no es un argumento lo suficientemente sólido como para acertar en nuestra adscripción. A sus sucesores lógicamente también les fueron erigidas efigies, pese al olvido oficial (damnatio memoriae) al que fue sometido Domiciano dado lo irregular conducta. El lugar del encargo lo desconocemos. Quizás se tratasen de fundidores itinerantes, aunque en la Península Ibérica hasta el momento no ha sido hallado el más mínimo resto de una oficina de estas características. Quizás, la estatua fue modelada y fundida en talleres metalúrgicos de la Galia en cuyo territorio sí que han sido excavados más de uno de estos lugares. Tal y como postulamos hace años el comercio entre ambas regiones establecía intercambios de los productos allí manufacturados (figurillas de metal fundidas), por materias primas (metal entre otros) del actual Norte de España (Fernández Ibáñez, 2003a; 2006). La vía marítima era lógicamente el medio de transporte utilizado para las mercancías pesadas o frágiles entre estas vecinas regiones del imperio, e imprescindible para el traslado de estatuas a largas distancias ya fuesen de piedra o metal (Aranegui Gascó, 1994). El lugar del hallazgo de los restos en las actuales ruinas -el Foro- es muy significativo. Verdaderamente para cualquier ciudad romana supone el enclave idóneo donde como vimos se desarrolla la parte monumental, los edificios y la decoración escultórica. Allí precisamente creímos en un primer momento que debió de erigirse nuestra estatua, sobre un podio en medio de la plaza para su admiración pública. No obstante hoy no estamos tan seguros, y nuestra propuesta es otra que creemos más sólida y veraz. Ésta se basa en la reorganización e impulso que Vespasiano dio al culto imperial, la creencia en la ascendencia divina de los emperadores y que tan buenos resultados dio a Augusto. Fig. 12 Iuliobriga. Lugar del hallazgo dentro de los restos del Foro (sg. Iglesias et alii), de la estatua de bronce (dedo y fragmentos de toga) y el ara dedicada a Júpiter (sg. Iglesias). Se puede apreciar la cercanía de los objetos al templo, lugar donde se propone que se alojaban ambos. 48 49 Carmelo Fernández Ibáñez LA ESTATUA EN BRONCE DEL FORO DE LA CIUDAD DE IULIOBRIGA Carmelo Fernández Ibáñez LA ESTATUA EN BRONCE DEL FORO DE LA CIUDAD DE IULIOBRIGA Como en tantas otras cuestiones había replicado Vespasiano al Padre del Imperio, ésta fue una más. Pretendía con ello un sólido contrafuerte y remate final a lo que supondría la figura del Emperador en toda esta nueva era de reformas como hacedor, garante, protector y autoridad en todos los aspectos. Sobre cuya seguridad y poder no hubiese sombra de duda e hiciese olvidar tiempos pasados y enterrando viejos odios (Aundreu Pintado, 2003: 30 y ss.; Ètienne, 1974: 477-459). Vespasiano demostró una vez más su habilidad en la forma de granjearse en su beneficio tanto a las oligarquías influyentes como al resto de las comunidades peregrinas. Por lo tanto, y al haber sido hallados los fragmentos estatuarios cerca del pequeño edificio cuadrado identificado como templo, que presidía desde aquel extremo el conjunto monumental, sería plausible hipotetizar que el culto al emperador sería uno (si no el principal) que hubiese sido venerado en aquel sagrado lugar de Iuliobriga. Junto a otros dioses del panteón romano como bien pudo ser Júpiter, a cuya memoria estaba dedicada el ara hallada no lejos tampoco de aquel lugar (Sondeo 14)) (Iglesias Gil, 1986) (Figura 12). La llamada “Tríada Capitolina” compuesta por Júpiter-Juno- Minerva suponía el principal grupo y a quienes estaban consagrados buen número de templos, figurando además entre las principales veneraciones. Figurar en un lugar de tales características junto al padre de los dioses y lo que ello suponía, es una posibilidad que debería ser bien ponderada en futuros estudios. Bibliografía AJA SÁNCHEZ, J. R (1999): “Los objetos de vidrio de Iuliobriga”, Homenaje a J.Mª. Blázquez Vol. IV, Arys 2, Madrid, 21-61. ALFÖLDY, G. (1973): Flamines Provinciae Hispaniae Citerioris, Anejos de Archivo Español de Arqueología VI, Madrid. ALFÖLDY,G. (1975): Die Römischen Inschriften von Tarraco, Madrider Forschungen 10, Berlin. ANDREU PINTADO, J. (2003): “Incidencia de la municipalización flavia en el Conventus Casaraugustanus”, Salduie 3, Zaragoza, 163-185. ANDREU PINTADO, J. (2004a): Edictum, Minucipium y Lex: Hispania en Época Flavia (69-96 d.C.), B.A.R.-I.S. 1293, Oxford. ANDREU PINTADO, J. (2004b): “Latinización y municipalización en el Alto Imperio: Nuevas perspectivas para el estudio de la Hispania de los Flavios”, Antiqua Iunuion. 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Tomo – I: La Cantabria Histórica y La Montaña, Santander, 145-160. 50 51 Carmelo Fernández Ibáñez LA ESTATUA EN BRONCE DEL FORO DE LA CIUDAD DE IULIOBRIGA Carmelo Fernández Ibáñez LA ESTATUA EN BRONCE DEL FORO DE LA CIUDAD DE IULIOBRIGA DUPRÈ I REVENTÓS, X. (1997): “El Foro en las provincias hispánicas”, Hispania Romana. Desde Tierra de Conquista a Provincia del Imperio, ELECTA, Madrid, 156-160. de bronce procedentes de la ciudad romana de Iuliobriga (Cantabria) Historia y tecnología”, Sautuola XI, Santander, 125-147. ÉTIENNE, R. (1974): La culte imperial dans la Péninsule Ibérique d´Auguste a Dioclétien, Paris. FERNÁNDEZ VEGA, P. (1993): Arquitectura y urbanística en la ciudad romana de Julióbriga, Santander. FERNÁNDEZ IBÁÑEZ, C. (1999a): “Metalistería y romanización en la antigua Cantabria”, Regio Cantabrorum (J.M. IGLESIAS y J. MUÑIZ), Santander, 249-258. FERNÁNDEZ VEGA, A., PEÑIL MINUÉS, J. y BUSTAMANTE CUESTA, S. 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(1998): “Julióbriga: de su identificación a las primeras investigaciones arqueológicas”, Cuadernos de Campoo 12, Reinosa, 9-16. 53 SATURIO DIEZ CAYÓN SATURIO DIEZ CAYÓN Satrio Diez Cayón Nací en Guardo, villa de la montaña palentina, el día 30 de junio de 1919, cuando por el mundo señoreaba la famosa “gripe española”, la gran pandemia, llamada así porque fue la única nación que publicaba noticias al respecto. En España causó la muerte de trescientas mil personas, y en el resto del mundo la de veinte millones, entre los años 1818 y 1919. Por fortuna no fui de los afectados, tampoco el doctor Fleming había descubierto la penicilina, pero sí enfermé de neumonía doble que los médicos del lugar no lograron curar y ante las escasas esperanzas de vida que dieron a mi abuela materna, ésta optó por llevarme a Reinosa donde se encontraban mis padres, desde unas semanas antes, buscando un piso para vivir, ya que mi padre esperaba ingresar en la Naval. Así, que al llegar abuela y nieto a la villa campurriana mis padres me llevaron a la consulta de don Julio Pérez Arenal, médico de gran prestigio, el cual, con los remedios de la época, me curó a base de ventosas, esto me ocurrió finalizando el invierno de 1920. Nuestro domicilio estaba en frente del Hotel Universal, cabe el reinosano parque de Cupido; así pues, mis primeros pasos y recuerdos son en este hermoso rincón al que nos llevaban a los niños del barrio. De la memoria, de aquellos mis tres años, algunos me quedaron grabados con gran nitidez, sucesos que nunca he podido olvidar; el primero en el parque, lugar de nuestros inocentes juegos cuando un día nos sorprendió la enorme fosa que habían escavado, de la cual brotaban chorros de agua (más tarde supimos que era para la base de una estatua al pintor Casimiro Sainz, y el agua afloraba de un manantial, éste llamado Sorribero vertía sus aguas al Híjar). Otro hecho que me impactó 57 SATURIO DIEZ CAYÓN SATURIO DIEZ CAYÓN mucho fue el cortejo que acompañaba a los restos mortales del pintor campurriano, fallecido en Madrid, hasta el camposanto de la villa, era el año 1922. alguna partida de billar o al dominó; eran momentos agradables que repetía con frecuencia. En el mismo piso, el Círculo Tradicionalista tenía su sede. Los domingos, la cuadrilla de amigos, jugábamos la partida en el bar Gaitón, junto al colegio de las monjas, y a fumar los primeros cigarrillos rubios. En la fábrica seguía aprendiendo el oficio de bobinador electricista y estaba bastante contento. Me afilié al Sindicato Católico y más tarde, en la primavera de 1935, lo hice en Falange Española. Recuerda mi memoria también, que entre los años 1934 y 1935 solía ir con algún amigo a los mítines socialistas al Salón Madrid, recuerdo algunos oradores, entre los más destacados estaban, Margarita Nelken, Bruno Alonso y Matilde de la Torre; en otras ocasiones nos agregábamos a sus manifestaciones. Asimismo, despierto recuerdos dormidos como la visita que nos hizo Manuel Hedilla a la treintena escasa de falangistas en la ciudad. También recuerdo, y no me falla la memoria, que no tuvimos nunca enfrentamientos, ni verbales ni físicos con la izquierda reinosana. Por mi parte yo me encontraba más a gusto con mis aficiones culturales y deportivas: formé parte del cuadro artístico de la juventud, jugaba al fútbol, subía montañas, nadaba, boxeaba, peloteaba en el frontón. En la fábrica nos hicieron especialistas bobinadores, nos subieron el sueldo y no había problemas con nadie. Seguía el tiempo avanzando inexorable, y en el cielo español aparecieron nubarrones prestos a descargar su mortífera carga y llegó la hecatombe de cuyo año y nombre no quiero acordarme… y el solar patrio, se desgarró en dos zonas: republicana y nacional. Empezaron ambas zonas a cometer actos impropios de una sociedad que presumía de civilizada. Fui detenido el 23 de agosto de 1936 siendo puesto en libertad provisional, pero debía presentarme todos Llegó el tiempo de ir al colegio y mi primera maestra fue doña Julianita García Escobedo, su colegio estaba en la plaza mayor (hoy de España) y, yo era el único niño, todas eran niñas. Al siguiente año pasé al colegio de San Antolín, el maestro se llamaba Don Timoteo Ruiz, su clase estaba al lado de la fábrica de gaseosas de los hermanos Rodríguez Cantón en la calle de las Fuentes, de aquí pasé en el año 1925 al colegio de San José, de los Hermanos Menesianos; de la mano de mis padres nos recibió el hermano Avelino y me incorporé a su clase de párvulos; fui quemando clases y etapas hasta llegar a la quinta, con el hermano Leopoldo, un chicarrón de Hernani quien además de buen profesor era muy recto; algunos días, tras el recreo, nos solía leer fragmentos de novelas de indios, vaqueros y tramperos del Canadá. Otras veces nos hacía leerlas a algún alumno; con él pienso que me aficioné a la lectura, droga que nunca he dejado de tomar. En la quinta finalizaba la enseñanza primaria; corría el año 1932 y comencé a preparar el ingreso de primero de Comercio, que aprobé en 1933. Al siguiente empecé a preparar el segundo curso, cuando fui a examinarme suspendí en una asignatura que debía aprobar para poder examinarme del resto. Esto me desanimó bastante y meses después ingresé en la Cenemesa, a finales del otoño de 1934, como aprendiz. Por estas calendas estrené pantalón largo; también empecé a frecuentar la Juventud Católica, donde pasaba buenos ratos de mi tiempo libre, leyendo libros de una bien nutrida biblioteca, otros ratos la lectura la alternaba jugando con los amigos 58 59 SATURIO DIEZ CAYÓN SATURIO DIEZ CAYÓN los días al Comité de Guerra en la Casona. Se reanudó el trabajo en las empresas y , yo no me sentía seguro en el taller, entonces planeé, con tres amigos más, evadirnos a la zona nacional, así, pues el 8 de diciembre salimos de Reinosa , a las dos de la tarde, hasta el pueblo de Izara, un descanso breve y continuamos la marcha; el invierno recién empezado, no fue muy malo en la ciudad, había un palmo de nieve, pero en el monte nos metimos hasta la rodilla; con muchas dificultades y la noche oscura llegamos a un lugar desconocido, tras unas horas de marcha y nos cobijamos en una ladera del monte. Pasamos todo el frío del mundo y amaneciendo vimos un pueblo al que bajamos, era Salcedillo, que estaba abandonado, continuamos por una carretera que nos llevó a Brañosera; aquí nos entregamos a una escuadra de falangistas, nos trasladaron a Barruelo, y más tarde a Aguilar de Campoo. Nos llevaron ante el comandante de la plaza, donde prestamos declaración. En esta villa nos encontramos con algunos paisanos evadidos; nosotros cuatro no nos pusimos de acuerdo para continuar juntos y el grupo se rompió. Uno se fue al Tercio de Mola y dos se quedaron en Aguilar en la Jefatura de Falange. A primeros de enero de 1937 me fui a Boñar (León) a visitar a mi abuela y tíos. A los pocos días se abrió un frente de guerra en las inmediaciones del pueblo, allí permanecí siete meses realizando servicios en 1ª línea en unión de la Guardia Civil y de personas aptas para defender las acometidas de los mineros asturianos, se recrudeció la lucha y llegaron nuevas fuerzas: un Tabor de Regulares, una bandera de Falange, un batallón de Requetés y artillería ligera. A los dos días de la ocupación de Reinosa por los nacionales, llegué a casa con mi tío; mis padres ya nos esperaban recibiéndonos con gran alegría después de tanto tiempo sin noticia alguna. Ellos me informaron de la muerte de dos tíos míos, uno en Selaya por un bombardeo de la aviación republicana y el otro en el monte Naranco (Oviedo) al frente de una compañía de la C.N.T. Fue muy breve mi estancia en casa, apenas una semana. Con un viejo amigo, Goyo Palacio, nos enrolamos en una unidad de Intendencia camino de Santander, pernoctamos en Soto de la Marina y al siguiente día en el mismo vehículo partimos para la capital; sin esperar ninguna orden entrábamos por el Alta santanderino donde fuimos recibidos por una salva de disparos de metralleta sin consecuencia alguna para nosotros. El chófer y el legionario nos dejaron, se iban a saber de su familia. Quedamos solos y seguimos andando hasta llegar al convento de las Oblatas, habilitado como prisión: les dimos a los presos la noticia de la inminente entrada de la División Navarra. Continuamos bajando para intentar llegar a la cárcel provincial: allí estaba Isidoro Palacio preso. No fue posible debido a una inesperada refriega, en la calle Cisneros, con un coche ocupado por dos gudaris vascos, de la cual resulté herido de un disparo en el estómago; con ayuda de mi amigo volvimos a subir hasta las Oblatas, en un coche, que allí estaba, fui trasladado a Valdecilla y operado rápidamente, por el doctor García Barón, de dos perforaciones de colon; dos horas después entraba el ejército español en la capital. Dado de alta quince días más tarde regresé a Reinosa. Pasé el mes de septiembre convaleciendo y en octubre me reintegré por poco tiempo al trabajo. Estrenado el año 1938, a primeros de enero me alisté en una batería del Regimiento de Mallorca, saliendo con dirección al frente de Huesca. Aquí, me destinaron a la Plana Mayor. Ya en Almadén, 60 61 SATURIO DIEZ CAYÓN SATURIO DIEZ CAYÓN donde pasé el invierno, teníamos el observatorio en una colina –rodeado de las bodegas del pueblo, abandonadas por la cercanía del frente, nos separaba un canal y un extenso olivar- donde había una ametralladora antiaérea, restos de trincheras abandonadas, y servida por soldados de la Mehala. En una de las bodegas abandonadas teníamos “el dormitorio”que también era el refugio contra los bombardeos a que nos sometía diariamente su artillería y aviación. Aquellos meses en Almudévar los pasamos intercambiándonos “saludos” a cañonazos: nuestro objetivo principal era Santa Quiteria, al este del pueblo estaba el puesto de mando de Josip Broz –quien mandaba una brigada de internacionales- que, más tarde llamado Tito, ascendió a mariscal, hasta llegar a ser nombrado presidente de la extinta Yugoslavia. Así mismo recuerdo el frío que llegaba procedente del Pirineo. El día 22 de marzo la artillería enemiga castigaba intensamente nuestro puesto de mando, se le replicó hasta acallarla. Éste fue el preludio de la ruptura del frente que atenazaba a Almudévar, donde fue severamente castigado el enemigo por la artillería y aviación nacional hasta romper su resistencia, en las Canteras, su posición mejor fortificada de todo el sector. Abierta la brecha, tras un intenso combate se avanza rápidamente hacia la ocupación de otros objetivos dejando en retaguardia un rosario de pueblos y en poco mas de quince días se establecía una cabeza de puente en Balaguer, el diez de abril, sobre el río Segre. Durante el largo tiempo que permanecimos en este sector, sufrimos muchos contraataques y tres grandes ofensivas, de ambiciosos objetivos, con grandes pérdidas en hombres y material de guerra, asimismo las nuestras fueron grandes. Luego, debido al desgaste sufrido por el adversario, hubo un periodo de relativa calma; nos posicionamos en plena huerta del pueblo a orillas del Segre, después de haber ocupado posiciones en diferentes lugares y ser localizados por la mejor artillería de la guerra: sus cañones del 12,40 y 10,70 mm hacían estragos en nuestras posiciones y retaguardia. El definitivo y último emplazamiento era un edén, en plena guerra: árboles frutales, vides, verduras, almendros; los dueños solían venir a recoger su cosecha, nos autorizaron a poder coger algunas frutas sin estropear los árboles; teníamos agua abundante y un gran río para refrescarnos: eso sí, con mucho cuidado pues sus posiciones en la otra orilla nos podían poner a su alcance. Balaguer también estaba muy cerca, apenas un kilómetro y podíamos, con permiso, acercarnos a él; allí era lugar de encuentro con algunos amigos de Reinosa que estaban en la cabeza de puente. En los ratos de calma, cuando no se oía el bum-bum del cañoneo, ni el rum-rum del avión, en el emplazamiento se organizaban partidos de fútbol contra otras baterías. En la posición se construyeron chabolas con cañas, muy abundantes. Creíamos que íbamos a seguir en este sector mucho tiempo. Los días se alternaban con golpes de mano, intentos de cruzar el río, que eran rápidamente sofocados, además teníamos cerca de la posición una compañía de regulares. Así pasaban las semanas y un domingo me fui al pueblo por ver si encontraba algún conocido. Solíamos ir siempre al mismo café. Allí estaba yo esperando la aparición de alguno cuando empezó un cañoneo al pueblo que se iba acercando al lugar en que nos hallábamos muchos soldados; salimos a la calle, cuando un obús cercano nos hirió de metralla a un montón, a mí me hirió un trozo de metralla en la cabeza. Nos llevaron en tren hasta Avellanes, a retaguardia, al hospital de campaña, anteriormente era un seminario; a los dos días nos 62 63 SATURIO DIEZ CAYÓN SATURIO DIEZ CAYÓN llevaron a la mayoría a Zaragoza y un poco mas tarde fuimos evacuados a Cestona y Mondariz. A mí me enviaron a este lugar, así que en Santurce embarcamos rumbo a Vigo, desde donde nos trasladaron al balneario, convertido en hospital de guerra. Aquí permanecí una semana y al cabo de la misma, salí para casa con quince días de convalecencia, que se fueron volando, y pronto me encontré de nuevo en Balaguer. Pasaron las semanas, el verano tocaba a retirada, apenas había novedades que reseñar, tan sólo rompía la monotonía de posiciones, amagos de contraataque, bombardeos mutuos con los mismos objetivos, lo único a destacar fue el llevar a la batería al Segre en Fraga, allí estaban nuestras fuerzas en apuros, ante los continuados intentos de envolver a nuestras divisiones hasta el sector de Tremp, en el Pirineo leridano; pudimos impedir su ofensiva y regresar a Balaguer. A mediados de noviembre volvieron a llevar a efecto su anterior fracasada intentona; para estas fechas ya se rumoreaba, en la batería, que íbamos a ser retirados del sector ya que las dos piezas que aún sobrevivían, a su avanzada edad, estaban a punto de ir al desguace. Se confirmó el rumor y desmantelamos la posición abandonándola con cierta pena, después de tanto malos y buenos momentos vividos. Al final de noviembre estábamos en Zuera (Zaragoza) a la espera de recibir nuevas piezas. Pasamos el mes de diciembre acantonados en este pueblo, dedicados a la instrucción, marchas, teóricas y organización de la batería. A mediados de enero de 1939, nos hacen entrega en Zaragoza de cuatro piezas del calibre 77,24 KRUPP y material de plana mayor; seguimos en Zuera el resto del mes, dedicados al conocimiento e instrucción con el nuevo material; a primeros de febrero salimos en tren hasta Lérida, aquí nos insta- lamos a la espera de recibir órdenes. Nos comunican la incorporación a la 12ª División, como artillería divisionaria, formando grupo con otras baterías pesadas. El día 18 de marzo salimos hacia el Sur, incorporados ya al Cuerpo del Ejército Marroquí al mando del general Yagüe; nuestro primer destino es Mérida y a continuación vamos hacia Carrascalejos y Mirandilla (Cáceres); en este pueblo nos instalamos, estando dedicados a un mejor conocimiento del nuevo material hasta finales de marzo, que salimos para Valsequillo (Córdoba) a la espera de recibir instrucciones, nos llegan el día 23 del citado mes, entrando en posición a unos kilómetros de la carretera Valsequillo a Peñarroya, en la llamada posición “Mano de Hierro”, donde el enemigo nos hace fuego de mortero, al descubrir que emplazamos en las proximidades de las trincheras, resultando heridos tres artilleros. Días después, a la madrugada rompemos el fuego sobre los objetivos señalados por el Mando para la rotura del frente de Peñarroya. A las nueve y media de la mañana, hacemos alto el fuego por haber sido ocupados todos los objetivos señalados. A continuación salimos en plan de operaciones y de acompañamiento de la 1ª Bandera de Castilla, de legionarios, pernoctando entre Hinojosa del Duque y Belalcázar; reanudamos la marcha que no interrumpimos, salvo en contados intervalos, hasta las diez de la noche, que hacemos alto en la estación de ferrocarril Los Pedroches. De estos dos días de avance recuerdo la penosa impresión que nos produjo ver las interminables filas de los que habían sido integrantes de la famosa, aguerrida y valiente Brigada de Líster, hoy abandonados a su suerte con sus jefes huidos. Sólo nos pedían comida y tabaco. El día 28 salimos, después de comer en frío, siguiendo el avance hacia Almadén (Ciudad Real); acelerando la marcha (se rumoreaba 64 65 SATURIO DIEZ CAYÓN SATURIO DIEZ CAYÓN entre la tropa que en esa ciudad manchega se hacían preparativos para volar las instalaciones de mercurio) y ocupando la ciudad, quedando con toda la División en espera de órdenes. Del 29 al 31 continuamos en Almadén. Y llegó abril con la gran noticia: el fin de la Guerra; por la que tanto sufrimiento y sangre se derramó en los campos y ciudades de España ¿Y ahora qué, de verdad que todo había terminado? No quise hacerme más preguntas pero sí el propósito de olvidar tan larga pesadilla, a sabiendas de que habría gentes que no perdonarían y otras que no olvidarían nunca. Almadén, como tantas ciudades y pueblos, salió en masa a festejar el acontecimiento con diversos actos, compartidos con la tropa. Y nos llegó la hora de partir de la ciudad manchega, así, el día 3 de abril salimos por carretera, al amanecer, en dirección a Mérida por la que pasamos, llegando al mediodía a Arroyo de San Serván, donde quedamos acantonados abril, mayo y junio, dedicados a la instrucción táctica y escuelas de especialistas aspirantes a cabos y sargentos. El pueblo, a ocho kilómetros de Mérida, tenía su atractivo; nos acogió con su amistad y disfrutamos de lo que nos ofrecía: el Guadiana, las bodegas de amigos que hicimos, la fuente del pueblo (no tenían agua a domicilio) allí acudían también las mozas del pueblo, llegaban los soldados, y sus cántaros… a la espera. El pueblo tenía una cantina y un casino. Las señoritas del pueblo organizaban bailes en el mismo; jugábamos partidos de fútbol, teníamos marchas al río, pasábamos buenos ratos Antonio, Fuster y yo en la bodega del amigo, el cual nos invitaba a beber y comer jamón. La cocina de la batería estaba junto a la fuente, entre otras cosas recuerdo de este pueblo la cantidad de mosquitos que pululaban y muy aficionados a bañarse en la perola de la sopa, cuando íbamos a tomarla cerrábamos los ojos, para no verlos. Un día, a la hora de la comida, el capitán, pidió un voluntario para la plana mayor del general Yagüe y di un paso al frente, al siguiente día me personé en el matadero municipal de Mérida, allí en vía muerta, estaba el tren de mando del Cuartel General Marroquí (todos los vagones eran primeras), más tarde nos trasladamos a un piso en la ciudad; yo trabajaba con el teniente Azcona. Un día de junio, me sentí indispuesto y me llevaron al Hospital Militar; me diagnosticaron paludismo, permaneciendo en el mismo hasta el día 30 que debo salir de inmediato con mi batería, en dirección a Mallorca. En este día, último en Extremadura, esperando el embarque del material y del personal en el tren, saliendo al siguiente con dirección a Barcelona, a la que llegamos tres días después, embarcando al siguiente rumbo a Palma. La madrugada del cinco de julio rendimos viaje en la capital balear, donde un numeroso público esperaba, junto al general de la isla y autoridades, nuestra llegada. Efectuado el desembarco, la batería se trasladó al cuartel de San Pedro; a mí, en una ambulancia, me llevaron al hospital militar, quedando en el mismo hospitalizado durante quince días, siguiendo un nuevo tratamiento de belladona y quinina. Fui recibiendo visitas de mis antiguos compañeros, que no me habían olvidado, también me empezaron a dar alimentos; dándome con el alta diez días de convaleciente que pasé en Palma. Agotado este permiso me incorporé al cuartel de Jaime I, donde fui destinado, aquí pasé una semana y luego logré un destino en el Parque de Artillería en la sección de Mayoría al mando del teniente Mas y me hago cargo del negociado Hojas de Servicio del Regimiento con el historial de oficiales y soldados. Tengo por compañeros en Mayo- 66 67 SATURIO DIEZ CAYÓN SATURIO DIEZ CAYÓN ría al sargento Martínez, al cabo Cerdá, Peña, Conti, Taltavull y Reynes, estos últimos eran soldados; mi labor era muy llevadera, y el horario de nueve a dos de la tarde; estoy rebajado de servicios y de rancho; comía por 1,50 pesetas en una casa de comidas al lado de la catedral y me proporcionó Amengual, (viejo amigo del frente) una habitación en la calle de San Juan, cercana al paseo del Borne, por 15 pesetas al mes y pido a casa ropa de paisano, ya que normalmente tenemos la tarde libre. El sargento Martínez, contable de varias sociedades deportivas nos facilitó la entrada libre al frontón Balear, velódromo del Tirador y canódromo, los partidos de fútbol nos costaban la mitad de precio. Ya sonaban tambores de guerra por Europa cuando, la víspera de estallar la II Guerra Mundial, hubo mucha alarma en la capital al detectarse aviones que sobrevolaban la isla; al poco Alemania ocupó Danzing e invadió Polonia, dando comienzo a una larga y cruel guerra. Corría el otoño y la situación en Europa se fue complicando en una lucha sin cuartel; en la isla, a causa de la situación internacional, comenzaron a subirse algunos artículos de primera necesidad, por lo demás la vida seguía su curso- pero atenta a lo que podría suceder- llegaban compañías de teatro, los cines estaban a tope, las actividades deportivas aumentaban; empezaron a llegar barcos con turistas, bares y hoteles no daban abasto: la Gran Guerra, no tan lejos, no la afectó apenas. En tanto, en lo que a mí se refiere, todo me iba de maravilla, se sucedían los días, del calendario se desprendían otoñales hojas alternando mi trabajo en Mayoría, con buenos compañeros, al mejor conocimiento de la ciudad: descubría sus palacios, sus patios, sus iglesias, sus paseos, sus calas, sus murallas, su inmensa catedral y todo un pasado en sus barrios gó- ticos y árabes, me pareció en su conjunto distinta a las ciudades que conocía de la península. Al tiempo, empecé a conocer algunos de sus pueblos, Sóller, Manacor, Inca, Pollensa…, seguía visitando a mis paisanos, me saludaban amigos del frente y también me invitaban a su casa; fiché por un equipo de segunda regional y jugué algunos partidos con él, enseguida me cansé y no volví a dar al balón. En cuanto a mis lecturas, continuaban y mi proveedor fue mi compañero de oficina Taltavull, con el que algunas veces íbamos a presenciar carreras de caballos trotones. Discurrían los días y llegó la hora en que decidí licenciarme, al final de la primavera de 1940; poco antes recibí una carta de Londres, en la que el amigo del frente Lucio estaba hospitalizado: su barco mercante había sido torpedeado por los alemanes, me aconsejaba que desistiera de ir a navegar, el mar no estaba para bromear; por las mismas fechas rechacé un trabajo en una agencia de viajes. Me preparé yo mismo el certificado y papeles concernientes a mi paso por el Regimiento, lo firmaron el coronel y el comandante de Mayoría; me despedí de Paco, mi paisano y de tantos amigos que dejaba en la isla de la calma a la que despedí con un ¡hasta la vista! Tras la alegría, por mi regreso a casa, al cabo de unas semanas me incorporo de nuevo al trabajo en la Cenemesa, hasta el verano de 1942, durante este periodo volví a rechazar un trabajo en la Guinea española. A primeros de agosto, llegó a Reinosa una comisión alemana al objeto de reclutar gente para trabajar en Alemania, en la casa sindical formalizábamos los contratos y a los dos días en un tren especial con personal de la capital y provincia salimos con dirección a ese país; nuestro pueblo nos despidió con la estación abarrotada, nos íbamos a la aventura treinta de sus vecinos, arrancó el convoy 68 69 SATURIO DIEZ CAYÓN SATURIO DIEZ CAYÓN y se fue alejando de la ciudad, en la oscuridad de la noche, con dirección a Hendaya, rápidamente se comprueba nuestra identidad y partimos para nuestro destino. En Metz se detuvo la expedición y pasamos revista médica, reanudando el viaje hacia Berlín; al siguiente llegamos a la capital alemana; allí estaban los representantes de las empresas donde seríamos encuadrados: la mayoría fuimos destinados a la Reciban (ferrocarriles del Estado), ¿Qué nos espera en este monstruo de empresa? pronto lo supimos, lo primero fue que la labor a realizar- me refiero a mí- no se parecía en nada a lo firmado en el contrato. Nos habían alojado en la Hermannstrase, en un edifico de varios pisos. El primer trabajo, donde me estrené, fue en el S-bahn (tranvía): consistía en la reparación de las vías del mismo afectadas por los bombardeos y había que tenerlas dispuestas, muy de mañana, para los tempraneros usuarios: era de risa, a la voz del encargado de la cuadrilla que pedía “fuerza” los raíles no se movían (usábamos para levantarles unas grandes tenazas) no había esfuerzo común. Al poco tiempo nos trasladaron a todos los españoles a un campamento de barracas de madera con algunas comodidades: había estufas de carbón, lavabos, duchas, comedor y literas para dormir; a pesar de la crudeza del invierno berlinés no pasamos frío; el distrito era Berlín-Neuköll. El jefe de lager era un alemán que hablaba español, aprendido en su larga estancia en Argentina; cada barraca tenía un responsable y el responsable del conjunto era un español-de cuyo nombre no quiero acordarme, que más bien parecía un alemán- y estaban los cocineros, barrenderos, electricistas etc. Recuerdo los diferentes trabajos que realizamos, una cuadrilla de seis personas, entre ellos citaré algunos para muestra: descargábamos briquetas de carbón de un vagón, construimos un refugio contra bombardeos para unas trabajadoras ucranianas, aquí el alemán que nos dirigía era muy “simpático”, nos daba un pico y una pala, no había descanso entre una y otra operación, eso sí, la señora jefa de las viviendas ucranianas nos daba diez minutos de descanso y un caldo caliente para reanimarnos, nos dijo que ella era católica. Un día, cansado de tanto pico y pala y de ir de la ceca a la meca, arrojé dichos utensilios al suelo y me largué. Lo primero que hice, al siguiente día, fue presentarme en la Embajada Española donde me remitieron a la Delegación Española de Trabajo, y en ella un joven muy amable se interesó por mi situación y me aseguró que haría lo posible para resolverla; volví otro día y me dijo que en un par de semanas estaría todo resuelto; cuando regresé a la delegación no estaba el joven que me había dado esperanzas, le habían trasladado sin previo aviso a Viena. Después de este contratiempo estuve por Berlín con un alemán, ya mayor, pintando pasos de cebra y todo lo referente a la circulación; a continuación en una barcaza, navegábamos por el río Havel ó el Spree que pasan por la capital, cargada de productos alimenticios que íbamos descargando, en los almacenes del muelle. Un tiempo después me enviaron a trabajar a un taller de reparaciones de motores eléctricos de los S-bahn, donde trabajaban más españoles, ocho de ellos eran madrileños, los cuales pasaban más tiempo en una cervecería vecina que en el taller sin que el encargado les llamara nunca la atención, pero una mañana se personó el director y al ver que allí sólo había dos trabajando llamó al alemán encargado, y nos dijo que no volviéramos más, “todos los españoles fuera”. Volví a Tempelhof, distrito donde estaba la central de los ferrocarriles y otra vuelta de tuerca, a descargar vagones y a desescombrar en edificios de la empresa que habían 70 71 SATURIO DIEZ CAYÓN SATURIO DIEZ CAYÓN sido afectados por los bombardeos. Con este panorama a la vista, volví a quedarme en el Lager tranquilamente a la espera de acontecimientos: había pasado un mes cuando me llamaron por el altavoz para presentarme en la oficina y allí estaba el Lagerführer hablando con dos policías de paisano, de la empresa, con la intención de llevarme a un campo de trabajo, castigado por mis reiteradas faltas al trabajo; yo me defendí como pude y se fueron, quedando advertido que por ser la primera vez me perdonaban. No hice caso y me marché del campamento al siguiente día y me presenté en la oficina de colocación, después en la del Frente de Trabajo, para intentar mi baja del Sindicato de Metal al que pertenecía, y no me dieron el cambio; así perdí dos ocasiones, poco después, de colocarme en un restaurante para ayudante de cocina y la otra en un hospital de niños, donde un amigo mío de Madrid trabajaba de calefactor, el me presentó a la directora del mismo para que yo fuera su sustituto: se iba definitivamente para España, y otra vez, en pocos días, me pidieron mi afiliación sindical, al dársela nos dijo que era imposible, pues estaba todo muy controlado y no cumplir la ley sería muy grave para ella. Se me habían agotado mis economías y hube de regresar al Lager; me camuflé como pude de electricista, así, al menos, la comida y la cama estaban aseguradas; pasaban los días, las semanas, los meses y nadie me molestaba: me creí a salvo hasta que una tarde, volvió a sonar mi nombre por el altavoz, y en la oficina del campamento me esperaban el jefe del mismo y dos personas más: fueron breves, debía de volver a Tempelhof o ir al campo de castigo y se fueron; yo, a pensar qué debía hacer y rápidamente me di la respuesta, escaparme a España. Con esta intención fui varias veces a la Esta- ción Central de donde salían los trenes para París, en principio no me pareció difícil la empresa y después de fijarme la fecha me arriesgué, una noche, a irme; ya en la estación, por un paso de entrada para los equipajes me planté en el andén, allí estaba el exprés Berlín-París y empecé a pasear despacio, sin dar muestras de inquietud alguna…, los viajeros iban subiendo a los vagones y me decidí a subir: cuando estaba a punto de hacerlo me toman del brazo dos señores de paisano y uno me pide mi pasaporte, respondí a su pregunta que lo había olvidado en el lager, me piden la dirección del mismo y van a un teléfono público cercano. En tanto yo me bajo en la estación del S-bahn y en el primer tren que llega me escabullo, hasta hoy – no sé qué cara pondrían al no encontrarme. Regresé al lager para sorpresa de mis amigos, les conté lo sucedido y se alegraron por haber podido eludir a los policías. No volví a pensar en irme, lo creía casi imposible y en la barraca quedé a la espera de alguna llamada. Pasé un tiempo tranquilo, nadie me molestaba, cumplía mi labor cuando de alguna barraca pedían al electricista. Un día me llegué a Tempelhof y hablé con los encargados, lo único que me dijeron es que me avisarían dónde tenía que ir a trabajar. Por esta época me decidí a salir del barrio al objeto de conocer lugares de Berlín y sus cercanías; así, descubrí Potsdam, el lago Wansee, que era la playa de los berlineses en verano y en invierno pista de hielo para patinar, en ambas estaciones estaban siempre muy concurridas. Siguieron mis andanzas berlinesas visitando y recreándome de sus mejores monumentos, sus palacios, catedrales, la famosa Puerta de Brandeburgo y la espléndida avenida de Unter der Linde; en otras ocasiones me acercaba hasta los museos de la isla: allí, en el de Arte Egipcio estaba el busto de la enigmática Nefertiti. Tam- 72 73 SATURIO DIEZ CAYÓN SATURIO DIEZ CAYÓN bién solía frecuentar exposiciones de pintura, iba al cine, al Palacio de Invierno a ver patinaje artístico y en cierta ocasión me fui al Berolina a escuchar a la cantante Lely Anderson, la famosa Lili Marlen, canción que toda Europa cantaba, y es que, a pesar de los bombardeos, del racionamiento y de los reveses que sufrían en Rusia, la vida en Berlín era intensa en todos los aspectos. Empero, poco a poco, su moral se iba debilitando a medida que las noticias de los frentes eran alarmantes y que los aliados aumentaban sus bombardeos con todo el descaro, no se contentaban con hacerlo de noche, lo hacían ya en pleno día. En uno de sus intensos ataques aéreos causaron muchos muertos; recuerdo que fue en el distrito donde vivía un húngaro, amigo mío, quien había estado en nuestra guerra y a la sazón era intérprete, fui a saber que era de él cuando estando ya en su casa, oímos un tumulto de gritos, nos asomamos al balcón y observamos a cientos de personas increpando a alguien, supimos luego que los abucheos y amenazas eran contra Goebbels; también por aquellos días, donde la vida pendía de un hilo, iba paseando hacía el zoo berlinés, cuando conocí a un divisionario español, entramos en una cervecería y me presentó a unos amigos suyos, entre ellos había una mujer, con los cuales pasé algunas tardes; enseguida me percaté de su peligrosa amistad: sus amigos eran de la resistencia francesa en Berlín. Supuse que el divisionario lo sabría, él estaba en un hospital de cirugía estética para repararle los destrozos que su mandíbula había sufrido en Rusia, más tarde me informé de su traslado a Dantzig. Cambio de tema, y cuento como iba mi salud, pues nada buena; hacía ya mucho tiempo que sufría molestias de estómago, fui al médico, un español en prácticas, que me detectó una úlcera duodenal y me aconsejó que lo mejor para mí era regresar a España. Yo lo fui demorando, pasaban los días y llegó mayo con una gran sorpresa para mí: me habían trasladado a un taller de reparaciones de motores de tanques, ubicado en otro distrito, Berlín Nw, y éramos vecinos, nos separaba un canal y un puente, de la Siemensstad. En un edificio de tres pisos estaba la Schüler Motores, el nombre de mi nuevo destino, en dos de sus pisos estaban las instalaciones y me destinaron de ayudante de un ajustador alemán, el resto de la plantilla la formaban tres o cuatro alemanes, varios polacos, algunos franceses, bastantes croatas y cuatro españoles. Teníamos una casa para vivir, cerca del trabajo, los españoles y croatas en una planta baja, si era cierto que había mejorado en el aspecto laboral: bien retribuido, jornada continuada, comedor en la empresa, no lo fue tanto en seguridad física: la zona era muy peligrosa por la frecuencia de sus bombardeos- las “temidas fortalezas volantes” americanas sobre un distrito, donde, además de la Siemens, que era su objetivo más ambicioso, tenían muchas industrias que sufrían sus devastadores ataques. Un día caminaba por su avenida principal y a unos trescientos metros de nuestros dormitorios, me conmovió el espectáculo, en casi un kilómetro habían barrido literalmente decenas de casas, amén de sus muertos. Nosotros, para protegernos, teníamos a la vuelta de la esquina un sótano donde nos juntábamos con los vecinos de la casa colindante: temblaba el edificio y qué pensábamos cada vez que atacaban la zona, que no saldríamos nadie con vida. En todo este sector había una batería antiaérea que lograba, a veces, derribar alguna fortaleza con la terrible explosión de su cargamento. Así, discurría el tiempo que nos lleva siempre a merced de la estrella de cada cual. En Berlín, al alumbrado público se le camuflaba pintando de azul sus farolas, no se adelan- 74 75 SATURIO DIEZ CAYÓN SATURIO DIEZ CAYÓN taba mucho, pues el “amigo americano” lanzaba sus bengalas iluminando el objetivo seguido de sus bombas fosfóricas y a la vez incendiarias. En algunas ocasiones -pocas por supuesto- yo no entraba en el sótano, me sentaba en los escalones de acceso al edificio, a contemplar el espectáculo: ellos, iluminando la noche con sus bengalas, y la artillería antiaérea alemana en busca del “pajarraco”; por una vez, sólo por una, presencié cómo uno de ellos se lanzó en picado sobre los cañones: le acertaron… y yo me arrojé al fondo del portal y seguidamente oí una aterradora explosión que conmovió todo el sector, seguido de un silencio de muerte, que cayó sobre la iluminada noche y, a continuación, llamadas angustiosas clamaban a sus deudos… y así éste fue el episodio que viví pero que los berlineses soportaron estoicamente hasta el final… La vida seguía su curso: el trabajo en la Schüler que apenas sufrió bombardeos, pero seguían arrojando “sus envenenados regalos” sobre la Siemens; allí, además de los talleres, vivían los trabajadores con sus familias: era como una pequeña ciudad dentro del gran Berlín: tenían sus tiendas, sus lugares de descanso, su cine, sus bares, su iglesia y su farmacia. Seguía, en mi tiempo libre, visitando a mis amigos del lager con los que pasaba algunos ratos, recordando otros días más tranquilos o nos íbamos a la piscina pública, aledaña al campamento a nadar. En otra ocasión me llegué hasta SpandauWest para visitar a los hermanos Antolín que trabajaban y vivían en esta zona; en ella estaba una de las cárceles de la capital (pasados los años aquí acabó, como se sabe, su vida Rudolf Hess, lugarteniente del Führer). Por este distrito pasaba el río Spree que desembocaba al Havel y éste a su vez, rendía sus aguas al Elba, que moría al Mar del Norte. Así como en el verano del 42 estaban en su apogeo las victorias del ejército alemán culminadas con la ocupación de Stalingrado, donde se estancaron y que al final cambió el destino de la guerra, al recuperar la ciudad las tropas rusas, tras una épica defensa alemana en febrero del 43. El pueblo alemán acusó el golpe mortal, asestado a sus mejores unidades; seguían combatiendo en Egipto, Libia y Túnez, pero iban perdiendo lo que habían ocupado las tropas de Rommel, vencido, pero no humillado. Se iban acumulando resultados adversos y ya pocos creían en la victoria. Los bombardeos continuaban contra las ciudades principales y lugares estratégicos como Hamburgo, Berlín, Dresde (en esta ciudad no había ningún objetivo militar) y otras ciudades causando decenas de miles de muertos y montañas de escombro. En nuestro distrito seguíamos recibiendo también sus macabras visitas aéreas pero sin graves consecuencias. Por mi parte, iba haciéndome idea de cómo me arreglaría para intentar salir de aquel Berlín ya casi vencido. En la empresa tenía buenas relaciones con sus responsables, así que un buen día me presenté al jefe de personal: hablamos y le dije que necesitaba un permiso para salir hacia España, me respondió que era muy difícil, pero no imposible, decía que la policía de Berlín pondría dificultades; diez días después me llamó y me entregó la autorización de la policía, firmada y sellada (aún la conservo); finalizaba el otoño y salí de Berlín, al que nunca regresé, dejando en él muchos amigos españoles, alemanes y algunos más de aquella Babel que fuera la capital del III Reich en tiempos de guerra y, camino ya, del ocaso nacional-socialista. Mi regreso a Reinosa fue celebrado por mi familia y amigos; llegó el invierno y ya acomodado a la vida tranquila pude pasar las Navidades, tras años 76 77 SATURIO DIEZ CAYÓN SATURIO DIEZ CAYÓN de ausencia, en familia. Me tomé un año sabático para intentar recuperar mi precaria salud y llevar el régimen que me recomendó el médico; así sin nada relevante pasaban los meses, llegó el verano y me encontraba muy mejorado, recuperé los kilos perdidos, pero seguían mis dolores de estómago. Ya me habían dado de baja en la plantilla de la Cenemesa; llegó el otoño de 1944 y solicité el ingreso en la Naval como administrativo, me admitieron previo examen escrito que aprobé y con fecha 1 de noviembre pasé a pertenecer a la mencionada empresa. Comencé mi andadura laboral siendo mi primer trabajo en los almacenes generales; al cabo de unos años pasé a la oficina del taller de artillería; fui destinado más tarde a las oficinas generales pasando sucesivamente por las secciones de jornales, materiales, coste, contabilidad y mi último destino fue a la sección de sociología en 1975, donde además de las pruebas psicotécnicas, a los aspirantes a ingresar en la factoría, estaba encargado de la biblioteca de la misma, aquí me llegó la hora de la jubilación anticipada con fecha 1 de enero de 1979. Regresando al túnel del tiempo, quiero recordar algunos hechos importantes de mi larga vida. En mayo de 1951 me casé con Eloína y al año nos nació la primera hija, con el tiempo, formamos una larga lista de hijos, nietos y bisnietos, que son la joya de la vida. El 2 de octubre de 1954 se inauguró la Casa de Cultura Sánchez Díaz, siendo de los primeros socios de la misma. Años después, en 1955, alternaba mi trabajo en la Constructora la Naval, con la corresponsalía de la Hoja del Lunes, durante una temporada y en enero de 1956 pasé a ser corresponsal del Diario Montañés, informando de las noticias locales y artículos de nuestra ciudad y de sus valles. El 1 de septiembre de 1956 salió a la luz el número uno de la revista Fontibre, órgano de la Casa de Cultura; en febrero de 1957 fui premiado en el concurso de dibujo sobre temas navideños convocado por el citado centro cultural. Empero por estos mismos años se despertaron en mí aficiones dormidas: fui alumno del pintor-escritor García Guinea, campurriano de pura cepa, hasta 1957; seguía colaborando en la revista Fontibre, con artículos, fotografías e ilustraciones gráficas y en 1959, un amigo me dio las bases de unos concursos de literatura, pintura y fotografía: me puse a escribir una novela que resultó ser la ganadora del Concurso Nacional de Novela Corta “Antonio Trueba” 1959 Bilbao. En 1965 me ofrecieron la corresponsalía del Diario Alerta, en la que permanecí tres años más. Fui Flor Natural de las Justas Literarias de Reinosa en 1966. En 1967, a propuesta de la Junta de Tra- 78 79 SATURIO DIEZ CAYÓN SATURIO DIEZ CAYÓN bajo de la Casa de Cultura, fui nombrado secretario de la misma, al cesar en el cargo el amigo Ramón, que ya era concejal del Ayuntamiento reinosano. El equipo, a quien correspondía el buen funcionamiento del centro, muy reducido, éramos Carmen Marchena y el que suscribe; los recursos económicos eran muy limitados: subvención del Ayuntamiento, previo presupuesto que presentábamos, las cuotas de socios; la adquisición de libros y revistas corría a cargo del Centro Coordinador de Santander, como también el caché de los actos públicos que nos proporcionaba: conciertos, conferencias y re- presentaciones teatrales. Creo que a pesar de los escasos medios, dimos un notable impulso a todas las actividades literarias y artísticas y en especial a las Justas Literarias, al darles la máxima publicidad, empezando a llegar trabajos de prosa y poesía de primera línea de aquella época, durante aquellos veinte años, que quemamos, dedicados a todos los reinosanos: niños, jóvenes y adultos; me costó mucho abandonar aquella hermosa labor, llevaba seis años de jubilado y pensé que debía dar paso a los jóvenes que esperaban una ocasión para trabajar y dije adiós a la vieja Casa de Cultura. Y años atrás, ya perdidos por los caminos del tiempo, me publicaron en el Diario Montañés varias crónicas de un viaje que realicé por la Europa Central en 1957. Continué cultivando mis aficiones, las cuales no había olvidado, y tuve algunas satisfacciones: fui seleccionado entre los finalistas al Premio Relatos Cortos “Los Llanos”, Albacete 1970 y así mismo resulté entre los elegidos para la final al “Día de la Poesía”, Torrelavega 1972. Fui Mención Honorífica en el concurso periodístico “Día Forestal”, Santander 1975. Asimismo he colaborado en publicaciones locales, provinciales, en Pueblo y ABC; he prologado libros y catálogos de arte de amigos; en 1988 la Peña Campurriana de Santander me concedió la Flor de Nieve; he colaborado en el libro “Reinosa. Imágenes del Pasado”, 1992, con un artículo sobre la nieve y fotografías. Tengo dos premios fotográficos de concursos organizados por la Casa de Cultura. Tengo, también perdidos, una veintena de relatos cortos, un montón de poesías, un mar de fotografías de viajes, paisajes urbanos y de los valles campurrianos. Sigo, de cuando en vez, realizando dibujos a plumilla, esporádicas acuarelas, algún viaje que otro y sobre todo devorando lecturas. Paseo los días al sol cuando calienta y al 80 81 SATURIO DIEZ CAYÓN SATURIO DIEZ CAYÓN frío cuando atenaza, y así hasta que Dios quiera. Esta biografía mía, abreviada y urgente, son fragmentos de lo que me ha acaecido en mi dilatada vida, de la cual he olvidado voluntariamente muchas cosas; no hay nada nuevo en lo que relato, esto mismo o parecido le ha sucedido a la mayoría de los hombres de mi generación, nos tuvimos que adaptar a los tiempos turbulentos de una época convulsiva, recordada y felizmente superada. No sé si he sido objetivo al trasladar al papel estas vivencias, al menos lo he intentado, habrá, acaso, errores y variadas interpretaciones, creo que a la postre, el corazón del HOMBRE es como el MAR: tiene tempestades y resacas pero alguna perla valiosa se oculta en sus profundidades. Saturio Diez Cayón Otoño del 2007 * Saturio Díez Cayón, escritor, pintor y fotógrafo fue durante cerca de 20 años Secretario de la Casa de Cultura “Sánchez Díaz”. Ganador de las Justas Literarias de 1966, participó activamente en Fontibre bajo el pseudónimo de “Andante” y con el título Por los Caminos de Campoo componía poéticos textos dedicados a ensalzar la belleza de nuestro valle. En las dos páginas siguientes queremos honrar su memoria mostrando al lector una pequeña representación de su labor como fotografo y dibujante. 82 83 CC 01 SATURIO DIEZ CAYÓN Cuadernos de Campoo 84 CC 01 Cuadernos de Campoo SATURIO DIEZ CAYÓN 85 EL ARTISTA Y SU OBRA CELESTINO CUEVAS, UN PINTOR DE IDA Y VUELTA CC 01 Cuadernos de Campoo CC 01 José Aja CELESTINO CUEVAS, UN PINTOR DE IDA Y VUELTA José Aja CELESTINO CUEVAS, UN PINTOR DE IDA Y VUELTA Celestino Cuevas, un pintor de ida y vuelta hasta que dos años más tarde se amputó ese proyecto por el desconocimiento de lo que allí se trataba. Celestino pudo haber defendido su trabajo, pero tomó la decisión de que fuera ese final también parte de la obra. Por mucho que se empeñen en aniquilar el arte, siempre resurgirá de sus cenizas, puesto que lo que el arte busca no es su materialidad, sino la esencia que le procura la forma en que se modela esa materia. Eso ahí está, ahora como documento, que es otra forma de hacer arte. Pintor de ideas, conceptual, su pintura sin embargo mantiene un pulso constante con ella misma, como en esa imagen donde se nos muestra tensando como si se tratara de un arco, no hay prisa,(1981) uno de sus propios cuadros. Todavía guardo la sensación de esas obras de gran formato, en las que desde un dominio total de la técnica de la pintura, asume los riesgos de otros significados que se insertan ella, jugando desde la metáfora e instalándose en una posición neobarroca, el pintor en la pintura, como Velázquez y las meninas, y como nos muestra Celestino en ese cuadro titulado El- la (1984) En esos años 80 compartimos en su estudio de Reinosa muy buenos momentos en los que dedicamos el tiempo a discutir de pintura; tiempo en el que transcurre mi formación en Barcelona, donde tengo como profesores a Ferran García Sevilla y Xavier Grau, que serían mis próximas referencias y que comparto calurosamente con Celestino. Ya en los 90, coincidimos en Madrid, el ambiente es más conceptual, y su obra se desprende durante esos años del cuadro como soporte, es como si todo el objeto de su pintura se hubiera independizado del plano del cuadro, para instaurarse por sí sola como un objeto reencontrado. Desde esta doble sabiduría, de las formas y de los contenidos, Celestino Cuevas comienza a desprenderse de las manos en un sentido “El fantasma del espejo arrastra mi carne hacia fuera, y al mismo tiempo, todo lo invisible de mi cuerpo es capaz de investir a los otros cuerpos que veo”. Merleau- Ponty rtista inquieto, inconformista y siempre buscando nuevas formas dentro del lenguaje pictórico, Celestino Cuevas ha sabido mantenerse en la línea de fuego de la vanguardia del arte. Siempre atento y a la intemperie, nos ha ido dejando una obra de una calidad excepcional, rica en todos y para todos los sentidos. Esa inquietud le ha llevado a estar en contacto con la vanguardias internacionales, en unos años donde era muy difícil el acceso a lo que sucedía al otro lado de nuestras fronteras. La instalación de un autobús de la línea que cubría el recorrido desde Reinosa a Polientes en el Instituto de Bachillerato, lugar en el que tuve la suerte de conocerle como profesor de dibujo, es un buen ejemplo de ello: un objeto encontrado de tales dimensiones recuperado como obra de arte y ubicado, no en un museo, sino en un centro educativo, nos habla de la capacidad de Celestino Cuevas para hacer saltar por los aires todas las normas que asfixian a la expresión artística. Unos cuantos años más tarde de esta instalación, en el verano de 1987, me veía yo con un grupo de amigos subidos en unas motos semienterradas en la Documenta 8 de Kassel, referencia internacional del arte más vanguardista. En Reinosa nos subíamos a La Línea, A 88 Cuadernos de Campoo 89 CC 01 Cuadernos de Campoo CC 01 José Aja CELESTINO CUEVAS, UN PINTOR DE IDA Y VUELTA José Aja CELESTINO CUEVAS, UN PINTOR DE IDA Y VUELTA tradicional, se podría decir que traiciona a la mano por acercarse a la pintura como idea. coordina, se constituye, y de un modo que no es propiamente anatómico, sino fisiológico. Esto es: no como un conglomerado de formas, sino como un plexo de funciones”. Desde sus inicios en los años 60, y su posicionamiento a lado de las corrientes más radicales del momento, como el Pop, pero con la originalidad de alguien que lo practica desde posiciones muy cercanas al realismo mágico, los objetos tradicionales son tratados de tal forma que se crea un ambiente de inestabilidad que le sitúa fuera de las prácticas académicas del momento. En estos años 90, de frialdad conceptual, conozco a Manolo Quejido, pintor de esencias como Celestino, y uno de mis mayores apoyos en esto de la pintura, alguien capaz de resistir desde la pintura como idea, pero con la inteligencia para saber que a la pintura hay que dejarla hacer. “La pintura se pinta sola”, en el espejo añadiría yo, sabe bien que en la pintura tiene que haber algo más, que con la pintura, pensamos, decimos... por lo que para estar en ella, hay que estar en el mundo; estamos atravesados por un flujo continuo que nos mueve a pensar/pintar constantemente. Y ese estar en ella es de lo que nos está hablando la pintura de Celestino Cuevas, o a la inversa, la cosa en mí , expresión elegida por el propio artista para titular la retrospectiva que le dedicó Caja Cantabria en el año 2003. La pintura se complica, como ha escrito Ángel González en uno de los ensayos de su último libro a propósito de la exposición de Manet en el Museo del Prado:“... al ver que en el cuadro alguien nos ve y se deja ver, involucrándonos vivamente en todo lo que hace y le concierne, como si cada uno fuera la imagen del otro en un espejo, con lo que ello implica, no solo de inversión o reciprocidad, sino también de deslizamiento y alteración de la atención....ya que los espejos son el lugar donde el cuerpo se anuda y se 90 Cuadernos de Campoo José Aja, julio de 2008 * “El espectador es fundamental en la realización de la obra, no porque el autor piense en él, sino porque esta se realiza cada vez que alguien la contempla. De tal manera que cuanto más vacío esté el significado mejor para que el espectador proyecte o complete de manera personal. Así, los significados que se le apliquen pueden ser contradictorios según quien se acerque a ella, incluso, ciñéndonos a cada paso, dependiendo del momento. Por supuesto que dentro del grupo de potenciales espectadores que completan la obra se encuentran unos más influyentes que otros: críticos, historiadores, marchantes, comentaristas, coleccionistas, otros artistas o el propio artista que explica qué pretende. Todo ello se decantará en la reacción de cada espectador por separado, por lo que podemos decir que la obra es un “espeio” en donde el espectador se ve a sí mismo. La obra es especulativa”. Celestino Cuevas (Entrevista de Óscar Alonso Molina a Celestino Cuevas. Texto sacado de: (Contra) espeio del arte de Óscar Alonso Molina incluido en el catálogo La cosa en mi : Celestino Cuevas, p. 23-24. Exposición. Del 18 de septiembre al 2 de noviembre de 2003. Santander: Caja Cantabria : Obra Social, 2003) 91 Dos figuras, 1986 Óleo / lienzo 210 x 200 cm. El-la, 1984 Óleo / lienzo y objeto 210 x 200 cm. Cortesía Galería Siboney 96 97 La Línea, 1961-1989 Site specific. Reinosa La Línea (ida), 1999 Acuarela / papel 24 x 30 cm. Colección particular. Reinosa La Línea (vuelta), 1999 Acuarela / papel 24 x 30 cm. Colección particular. Reinosa Espeio XI, 2000 Óleo / lienzo 200 x 200 cm. Cortesía Galería Siboney 98 99 ESPACIOS INTANGIBLES VERANOS DE LOS SESENTA EN RIAÑO ESPACIOS INTANGIBLES VERANOS DE LOS SESENTA EN RIAÑO ESPACIOS INTANGIBLES VERANOS DE LOS SESENTA EN RIAÑO a transformación de los espacios es un fenómeno consustancial a la actividad humana. En el caso de Riaño ha sido un cambio cualitativo y cuantitativo, enmarcado en los nuevos usos de los espacios rurales y la modificación de los hábitos de vida. Aun manteniendo su excepcionalidad como espacio de servicios aislado en medio de un entorno agrario, ha pasado a ampliar los usos y diversificar la oferta de ocio, pero ha perdido el carácter que quizás mejor le definía: los baños veraniegos en el río y su índole de lugar de encuentro social. Conserva su condición de centro hostelero, ligado a un turismo foráneo y no tan exclusivamente local, ampliando su explotación invernal debido al desarrollo de los deportes de nieve. Pero, al mismo tiempo, ha sufrido la competencia de nuevos establecimientos en la comarca y de la ampliación de las alternativas de ocio, lo que ha repercutido negativamente en su actividad económica. ace pocos días recordaba con un amigo aquellos veranos de los sesenta en Riaño. Un lugar entrañable donde los haya. Por aquellos tiempos deseábamos que llegaran los sábados y domingos para acudir a la cita del fin de semana. Subíamos muchos de los jóvenes de Reinosa por la mañana a pasar el día. No necesitábamos muchas cosas. Únicamente nuestra comida preparada, el bañador y la toalla. Bueno, un mantel que extendíamos en el suelo y en el que colocábamos la tortilla de patata, los filetes empanados, el pan y poco más. El vino y La Casera los comprábamos donde “la Felisina”. Íbamos como podíamos, a veces en bici, otras en autobús y, si tenías la suerte de encontrar un amigo con coche que te llevara a ti y a todas tus amigas, pues mejor que mejor. Si llegabas tarde por la mañana, los mejores sitios, los más cercanos al bar, estaban ocupados y entonces debías irte más lejos, río arriba. Esto tenía sus ventajas y sus inconvenientes. Una de las ventajas era que estabas más L 102 H 103 ESPACIOS INTANGIBLES VERANOS DE LOS SESENTA EN RIAÑO ESPACIOS INTANGIBLES VERANOS DE LOS SESENTA EN RIAÑO protegida de miradas ajenas y entre los inconvenientes contaba el largo camino que deberías recorrer hasta el bar varias veces al día. Una vez ubicadas, lo primero era extender la toalla y tendernos al sol. Lo importante era ponernos morenas. Vuelta de un lado, vuelta del otro hasta que surgía la pregunta obligada y su correspondiente respuesta: “¿Tú crees que me habrá cogido? Si, ya se te nota la marca.” ¡Vaya que si te cogía! Al siguiente sábado lucíamos una espléndida “peladura”. Pero no importaba, con más sol se igualaba. Recuerdo la cita de media mañana, a la hora del baño, en el puente grande, donde los jóvenes mostraban su valentía tirándose de la parte más alta para caer a un pozo de reducidas dimensiones. Había que atinar, y mucho, porque un pequeño desvío podía empotrarte contra las rocas. ¡Cómo admirábamos las chicas aquella hazaña! ¡Y cómo lo sabían ellos! “¡Vamos que se están tirando!”, era el reclamo para que todas estuviéramos allí. La mayoría de las chicas nos metíamos como Dios manda, por la orilla, o nos bañábamos al otro lado del puente, entre las rocas, o río arriba en una pequeña cascada. Daba igual, de todas partes salíamos con un ungüento viscoso pegado al bañador, culpable de buenos resbalones y culazos en el río. Después a comer, un rato de siesta al sol, quien aún tuviera el valor de poder aguantar, o a la sombra de algún árbol. La tarde era especial porque a la orilla del río, mientras dormitabas, podías escuchar el rumor del agua y los sonidos de los campanos de las vacas que pastaban a la otra orilla. Luego, los juegos, los paseos y, una vez transcurridas religiosamente dos horas para la digestión, el baño vespertino. El día terminaba con el baile en la cochera de “la Felisina”, debajo del bar. Bailábamos sobre un suelo de tierra, pero teníamos orquesta y todo. Era el lugar de cita entre los chicos y chicas, allí estaban los que queríamos ver, los que nos interesaban. “¿Vas a volver el domingo que viene? Si, claro. Pues yo también, a ver si nos vemos y…” ¡Allí estábamos! 104 Pilar López Ramos 105