BARCELONA 1 DE OCTUBRE DE 1933 AÑO X NÚM. 225 L A REVISTA BLANCA AOMINIBTH ACIÓN 1 C«ll« Owln«r46. TmMton» 37 01780 SOCIOLOGÍA . CIENCIA - ARTE REVISTA QUINCENAL ILUSTRADA NÚMERO SUELTO. 0'50 peseta» SUSCRIPCIÓN. 3 pesetas trlm. E n memoria de Errico Malatesta 4 DICIBWBRE 185} - a2 rW-'O 1932 III DE 1889 A 1932 Ckwocemos los hechos salientes de la vida de Malatesta: no conocemos su incesante acción cotí' diana como podríamos conocerla por diario puntual o seguida correspondencia. Aparte del periodo pues* to en daro por la documentación relativa a Ea^ kunía y de los relatm posteriores, cuya significa' don se transmitió oralmente o por medio de obras de caricter tetrospectivo impresas o discutidas; aparte de la luz que proyectan procesos e intormadmies distintas, no tenemos refcrendas sobre loa £KH>res dir^tt» <k la actividad de Malatesu. Podemos retonatruiria estudiando el cuadro gene' tal de la época correspondiente en la sittiadón de eoniunto. aprovechada sinnpre por ú luchador para proyectar y realizar en to posiUe, si bien desoono» o»nos los medios con que rontaba en cada caso. Es tícil demostrar, por ejemplo, que estuvo acer* tado en 1897 eü^endo la dudad de Ancona para publicar «L'Agitazione*, aunque luda nos es dable dedr sobre los motivos concretos que originaron o estimularon la iniciativa de Malatesta al trasladarse de Londres a Ancona. De todas maneras, «L'Agitazione» fué desde el principio un periódico de envergadura, como en otro tiempo lo habían sido «Quesúone sodale» y «L'Associazione»; «L'Agitazione» se ronvirüó sucesivamente en «L'Agitatori», cAgitiatnod» y «Agitatevi», atravesando el período icptcsivo de ú época del j." de mayo (1897}. Apareció normalmente la publicadón redacuda por Malatesta hasu la detención de éste (17 enero 1898). Sos camarada* la rontinuaron después. ESUIM en peligro de ir a la circel a consecucnda de U condena de trá) que prescríbió en verano át 1897. y vivió durante latios meses clandcttinanente escribiendo para el periódico durante el dk f paseando de n«>che vestido de mccituco con torra de 6»roviario. Estuvo en distintas localidades, istcrvinmMio con aomb» nipuetto en actos pdbücM cwno omdor. La poUda ddnó averiguar que Maktetta habla <kta]ttrccide de Lmdrcst v ^ , pm otra parte, que a pesar de la detendón de mros colaboradores de oL'Agitazionc», seguía la publicación con la misma energía y la misma amplitud? suponía, pues, que Malatesta andaba cerca, aunque no podía creer que residiera en la misma ciudad de Ancona. El 2 de septiembre declaró Errico que a pesar de estar extinguida la condena prefería seguir viviendo en la clandestinidad. El 15 de noviembre fué detenido. Como en 1884 en Florenda se unieron grupos y secdones adhiriéndose al acuerdo antiparlamentario de Fortimpopoli, la adhesión a un manifiesto antielectoral fué en 1897 el aglutinante entre los grupe». En 1897 era tan necesario combatir el sodaiíMno político como' en 1 ^ ; convenía, además, oponerse al nuevo punto de vista de Merlino. Éste salió de la circel en 1896 y se declaró escéptico respecto al anarquismo, en el que creía ver predominio de tendencias amorfas, concibiendo la idea de un anarquismo moderado que buscara la represenudón parlamentaria y estuviera en reladón con el partido socialista político. Fué una defecdón que no dejaba de tener importancia dada la solvencia de Merlino. Malatesta combatió a éste con rigor en «L'Agitazione», sin que la polémica tuviera caricter agrio ni injurioso. Malatesta reconocía la buena fe de Merlino, de quien había sido condiKÍpub en el Liceo. No he vuelto a ver «L'Agitazione» desde 1897, y no puedo concretar de memoria. Todo indica que Malatesu proseguía el plan de unificar las fuerzas anarquistas y populares con objetivo revoludonario. mis que hacer un periódico para los anarquistas. Pensaba siempre en la posibilidad de una acción, y era precisamente entonces cuando el hambre desesperada dd pueblo iba a estallar con furor de Foggia a Milin en 1898. En esta última dudad fueron demolidas las barricadas a cañonazos en mayo de 1898. Por desgrada para Malatesta, cuando en una dncuentena de localidades se produjeron cksórdenes en invierno de 1897-98, a «ins^nienda de la carestía del pan, la pdida tuvo pretexto en Ancotu, los días t6 y 17 de enero de 18^, para detmer a Errio». En abrU del mismo año se vio 258 el proceso (del 21 al 27), resulundo condenado a siete meses de reclusión, o sea hasta el 17 de agosto. La sentencia hubiera sido indudablemente m i s dura de verse ia causa semanas después, ya que sobrevinieron las insurrecciones de Barí y Foggia (el 27 y 28 de abrü) y la de Milán a partir de! 7 de mayo. H u b o en 1898 condenas por los tribunales ordinarios que sumaban 1949 años de presidio; los tribunales militares dictaron sentencias en Milán que suponían 143; años de presidio, en Florencia 1156 sños. en Ñapóles 450. etc. Los tribunales de jurisdicción mis extensa confirmaron la sentencia contra Malatesta, y al extinguirse la condena se le deportó a Utica y [XMteriortnente a Lampedusa, donde fueron conducidos ca^i todos los militantes que no habían dejado el territorio italiano. Renunció a la libertad que se le ofrecía por el procedimiento de la elección parlamentaria y trató de salvarse directamente embarcando en una lancha que bogó tumbo a Malta. Desde esta isla embarcó para Londres en mayo de 1889 a bordo de un barco inglés. La represiój» desatada en los últimos años del rey Humberto persiguió también a los parlamentarios socialistas. La insurrección prevista por La obra «Centro la Monarchia» (agosto de 1889) no se realizó entonces, y se ofreció ocasión a Malatesta para hacer una excursión de propaganda por los Estados Unidos. Mientras permaneciera en aquella parte de América, se avino a redactar «La Que»tione sociale», de Paterson. Nueva [ersey, el famoso semanario fundado el 15 de julio de 1895. Llegó Malatesta a Paterson el i z de agosto. Dijo en í u primer discurso que si estallaba la revolución en kalia no podría taJ vez realizarse la anarquía, pero que habría frente a ios anarquistas un Gobiemo débil, reciente, apenas constituido, sin consolidar ni fortalecer, un Gobiemo al que »e pondrían toda dase de o b s t i c u k » : negativa a hacer servido m i l i u r , huelga de contribuyente* y de i n qailinot. conflictos del trabajo, expulsión de k » patronos de las fábricas, conservación de k>s product<» de la boYa por k>s campesinos, etc. Recomendó Li alianza con k » socialistas si se trataba de hacer b revolodón por parte de kw republicano» y batirse (esto le |»f«cia p r o U o n i t i c o ) por la República. Ihu alianza mtaaa impegni» y tK> por cierto en b v o r <fe la Repúbbca. D i j o contestando a la réplica de u n a o d a l i s u : <En primer hit»r> k>s anarquistas 0 0 tienen b menor intención de gobernar cksptiés de hacerlo socialistas y rcpabUcanos. Se trata de invadir el coio cerrado abatiendo entre todos — anan|iiistas. socialistas y retwbiicanos — el tnoos' truo que gnanb la puerta. ¿Qué harán entonces k » aaarqitMas? A k » sodalisias no k s importa ki que 1iar¿i fe* anatqirátai. n i a estos núsmos siqnieta les i i H « e * a m ^ que al pueUo. & las d r « u M a a d a s stm tavcMablcs. cxprofriafcmos la tkm, kM tík», U» {Orneas, kw pradnctos. Si p o ^ m o s , hmSkmam a «púm trate de ttA*m»nam y quema' B N remos el palacio de Montedtorio si continúa siendo refugio de los parlamentarios, es decir, de los patronos Hel pueblo.» ( Questione sociale*, 19 agosto 1899.) Entonces como siempre se enfrentó Malatesta y sus íntimos contra los adversarios del sentido orgánico. En Londres se había constituido, el 5 de agosto, el «Circdo Sodalista-Anarchico>. El portavoz de los individualistas de Paterson era entonces G . Ciancabilla, que en 1897 era todavía socialista y tomó parte en la expedición militar de Cipriani (guerra greco-turca), haciéndose posteriormente anarquista y situándose en oposidón abierta contra Malatesta, quien le demostró públicamente, por causa que ignoro, su falta de estima personal (véase «Questione sociale», 23 diciembre). Ciancabilla regularizó la oposidón fundando un nuevo periódico, « L ' A u rora». desde 16 de septiembre, en West Hoboken. La labor de Malatesta en «Questione sociale» e m pezó probablemente con el número i de la nueva serie (9 septiembre) e inidó la publicadón de «11 nosiro programma» que produjo una oposidón decidida, de carácter antiorgamzador, individualista, oposición que se manifestaba en confercndas y escritos, culminando en el disparo de un antagonista contra Malatesta en cierto acto público. Pedro Estcvc fué n u l t r a u d o en La campaña contra Malatesta, a pesar de que aquél había sido impresor del número I de «L'Aurora» de Gancabilla a petidón de éste >e per dar prova di (oUeranza> {•Questione sociale». 2 } didembre). • II mwtro programtna» se editó aparte en folleto (Paterson. 1903. Tipografía de »E1 Despertar». 3t páginas en 16.*) por el grupo socialista anarquista « L ' A w c n i r e » , de N e w London (Connecticui). H e aquí cómo resume las ideas anarquistas: I . ' Abolición de b propiedad privada de la tier r a ; expropiadón de materias primas y útiles de trabajo, garantizando a lodos b s medios de producoén y de vicb para que sean verdaderamente independíenles y puedan asociarse libremente con sus semejante* según el común interés de todos y de acoe.-do con b s propias simpadas de afinidad. 2." Abolicióo de todo gobierno y de todo poder que dKte o consobde cuak)uicr l e y ; por consiguiente, abolición de M o n a t q u b s , Repúblicas, Parlamentos, ejérdtos. polida, ma^straMra y ctiakiuier institudón provista de medios coerdttvos. 3.0 Organización de b vida sodal por asodaciooes y federaciones bbres de productores y oon« sumidorcs. compiementadas y modificadas según se acuerde por voluntad de kM portidpames, orienta' dos por b eiipenenda y sin m i s coacción que b que se deriva de b s leyes naturales a b s que se rameten todos voluntariamente dominados por el sentamcnto de que • « ! inductablcs. 4.' Garanib «k miento y bienestar incapaz de produdr 5.'' Guerra a las medkii de vida, dcaenvtrfv*' para b tnÜanda y b pubertad lo que atnmunt. religiones y a toda» las tncn- B tiras, aunque se escondan bajo apariencias científicas. Instrucción para todos hasta los grados superiores. 6." Guerra al patriotismo, abolición de fronteras y fraternidad universal. 7 . ' Reconstrucción de la familia por c! amor, libertado de yugos y presiones económicas o físicas. como también de prejuicios religiosos. Recuerdan estas palabras las síntesis de Bakunín en contenido y espíritu, como formando la segunda naturaleza de Malatesta. Poc contraste, nada recuerda en ellas a Kropolkín. De la obra antes mencionada hay una traducción castellana debida a la pluma de José Prat, publicada el año 1909 en Barcelona (16 páginas en 12."). Si Las ideas de Malatesta expresadas en sus conferencias inspiraron a un ant'agonista c! propósito de atentar contra la vida de Errico en Patcrson. se ha escrito que al ser recibido en triunfo Malatesta por la ciudad de Genova, en diciembre de 1919. c! agresor se recataba y escondía como poseído de vergüenza, lo que fué observado por Malatesta. que sonrió y estrechó la mano del adversario. Gaetano Bresci liquidó el 29 de julio de 1900 la insostenible situación de Italia, dando fm al reinado de Humberto. Merlino, que había sido blanco tantos años de los más avanzados, ya que le colmaban de injurias, tuvo valor en pleno terror gubernamental para defender a Bresci de manera brillante y altiva. Quiso Malatesta dar algunas conferencias en b isla de Cuba. Fué en vano, porque se le prohibió desembarcar, y hacia el verano de 1900 fué a Londres. Se expresó claramente sobre el regicidio de Bresci en el numero único «Cause ed Effetti, 1 8 ^ 1890* que apareció en Londres en septiembre. Preparó su grupo un periódico socialista-anárquico, «'L'lntcrnazionalc", y escribió en él. Sólo salieron cuatro números (del 12 enero al ; mayo 1901). Tengo la vaga impresión, que no puedo comprobar ahora, dC que intentaba crear un grupo internacional. En efecto: debió aparecer un -Programma e Tattica del Partito Socialista Anarchico» (véase •Questíone socialc», 6 abril 1901), y apareció, puesto que fué publicado en cuarta edición en Roma en 1905 en la «Biblioteca del! Agitarione» (20 página* en 16.°), y en portugués en San Paulo, en 1910. esta vez con d nombre de Malatesta como autor. De todas maneras, ninguna organización de carácter internacional se fundó en J901 teniendo como lenfan preponderancia las ideas de Malatesta. La represién decreció un tanto después de la muerte ét Humberto y contribuyó al nacimiento en Roma de una tendencia muy moderada del anarquismo, adaptable a los puntos de vista de Merlino. 'L'Agiuzione», de Ronu, a partir del z de junto de 1901 fué órgano de aquella tendencia, y pofteríormente «L'AUeanEa Ltberuria». que empezó a publicarse en 1,» de mayo de 1908. En Milán ce fundó el órgano 'íl Crido della Folk» (19 abril 1902), N 259 periódico adversario de la organización y muy bien escrito. Galleani, en i^Questionc sociale» de Patcrson, y 3 partir del 6 junio 1905 en «Cronaca sovversiva» de Barre, Vermont, difundió con señalado talento un kropotkinismo antiorgánico y revolucionario, muy elocuente. Gori, que había vuelto a Italia, hizo que resonara su anarquismo, tan bello estéticamente, tan lógico y correcto como sentido por el propagandista, pero que fué defensa más que ataque. En ..II Pensicro», la revista fundada el 25 de julio 1903 y antes en 'L'Universita popolare»! (Mantua; Milán; a partir del 15 febrero 1901). se cuidó la exposición de doctrina anarquista, tan digna de ser cuidada, pero alejándose de la lucha social, que Malatesta veía siempre próxima. Tal vez en aquellos años "II Risveglio», de Bertoni (Ginebra, a partir de 7 de julio de 1900). fué el único órgano del esfuerzo de Malatesta, si bien Bertoni no se decidió nunca a elegir entre Kropolkín y Malatesta, lo que tal vez le ha producido la satisfacción de abrazar lo mejor de las ideas de ambos. Hubo otros periódicos italianos de vida efímera en Londres entre 1902 y I9t2. Malatesta intervino en algunos, mientras fueron opuestos a sus puntos de vista. Me es imposible concretar sin ver de nuevo aquellas publicaciones. Siguió de cerca k» movimientos proletarios de España, singularmente la gran huelga metalúrgica de Barcelona (1902). Tarrida del Mármol fué amigo excelente de Malatesta. aunque no estaban de acuerdo en muchas cosas. Siguió también con lucidez crítica la marcha del sindicalismo francés. Escribió el prólogo a .La resistenza operaia», de Paul Delesalle, versión italiana (Mcssina, 1901, 14 páginas). Debió seguir de cerca la crítica del sindicalismo autoritario suizo que Bertoni y Gcorges Hcrzig hicieron siempre en Réveil-Risveglio (Ginebra). Por mediación de Tcherkesov conoció las esperanzas que éste, Kropotkin y algunos camaradas ingleses pusieron en la influencia del espíritu sindicalista de ciertos tradeunionismos, tipo Tom Man. aunque permaneció cscéptico sobre el resultado. Vio con gusto manifestarse firmemente el antimilitarismo en Dómela Nieuwenhuiss, sin que le impresionaran las palabras del tragediante Hcrvé o de sus discfpukis. Hay una pequeña serie de artícubs de Malatesta en los que se refiere a desviaciones, ilusiones, dogmatismos, etc., de los anarquistas de aquelb época, y también » las opiniones de los sindicalistas que creían sustituir definitivamente a los anarquistas. Aquellas críticas contienen notas y observaciones que ya se encuentran en sus más antiguos escritos, como en k » textos de 1920-22 (.Umaniti Nova»). También los vemos en «Pensiero e Vok>nli» (afios de 1924-26) y en distintos trabajos dispersos, producidos hasta la fecha de la muerte. Si b que ha didio y escrito Malatesta de 1920 a 1932 tiene un fondo digno de máxima atención, cosa indudable para k>» comentaristas actuales, lo que dejó zéo de 1900 i 1914 es digno también de estudio. Lo que ocurrió antes fué que no se prestó tanta atención. Es preciso decirlo claramente. No fué Malatesta quien traicionó el tnoviraienío intemaaonal en los 13 años que vivió en Londres antes de volver a Italia en 191). Se decía de él que no era francamente comunista como Kropotkín, el enemigo puro de los «individualistas», no muy mclinado al sindicalismo, balnininista en suma y DO «espontanista» por decirio así. Todo el mundo vio, a pesar de las criticas, la energía y habilidad de Malatesta en el Gingreso anarquista internacio' nal de Amsterdam (agosto 1907). Fué allí el alma de todo lo que se hÍ2o, como lo había sido en 1881. en el Congreso revolucionario de Londres. El propio Malatesta ha tenido palabras de simpatía para el Gmgreso de Amsteidam. Debió contribuir a la impresión cordial el concurso de voluntades jóve' •nes y enérgicas; éstas eran adversarias del punto de vista orgánico ea 1881; en 1907 estaban fasci' tudas por d sentido orginico sindicalista; ccnno en 1881, el punto de vista inalterable de Malatesta era en 1907: cooperación organizada para la prO' paganda y la acción anarquista. Fué mal comprendido el propósito de Malatesta. Conviene releer sus discursos de entonces y sus artículos <>Le Congrés d'Amsterdam» («rTemps ^4ouveaux», París, desde ei 21 septiembre a 5 octubre 1907) y «Anarchism and Syndicalism» («Fredom», Londres, noviembre de 1907). El Congreso de Amsterdam fundó una Internacional Anarquista, y Malatesta ocupó un lugar destacado en el Comité; igual que en 1881-82, se entregó al trabaio. La Internacional sufrió un colap' •o. desí^nrMÍendo casi. Un Congreso propuesto para 1914 debía galvanizarle: pero era el año de la guerra. La Intemadonal de 1881 no interesó a los adversarios de la («ganizadón; la de 1907 fué desdeñada por los partidarios del punto de vista orgánko. hsaaaáos por el sindicalismo. Uiu fracción de estos lihiinos fundaron una Internacional anarcosindicalista, la actual A. 1. T.; oua fracción siguió las tkticas de la C G. T. franosa y se adhirió con ella a la Interttadonal de los sindicatos reformistas (Amsterdam) donde conviven )ouhaux y L ^ e n . No se hizo ilusiones Malatesta. En un artfcuio inserto ea «Freedom» (junio 1909) titilado «Anardusu and the situation» previno k» acoH' tcctmioitas, conq>robando que bltaba VISÍÓD del 6itaro. Coincidió aquel articulo de Malatcsu con t» Uamada «semana sangrienta» de Barcelona. B N dieron tan bien como Malatesta la transformación de! propagandista antibélico. Varias veces se acordaron de Malatesta en Italia por aquellos años. Se le propuso para redactar el diario anarquista de Milán, «La Protesta Umana>, y también se contó con él para una jira de propaganda. Sus esfuerzos se tradujeron en la fundación del semanario «Volonta», que era un "periódico de propaganda anarchica» de Ancona (8 junio 1913). Por entonces (1913-14) hizo Malatesta muchas campañas de propaganda anarquista, en tiempo de elecciones algunas. Las masas saludaron a Malatesta untversalmente de manera tan elocuente, que los mismos críticos de Errico, sus contradictores más violentos, se dieron cuenta del talento, del vigor inteligente y desinteresado que reunía aquel hombre a quien se habla tenido olvidado tantos años en Londres. Tanto el equívoco socialista — sometimiento de los trabajadores a jefes políticos y sindicalistas reformistas de la «Confederazione Genérale del Lavoro» — como el patriotismo, el irredentismo avivado por la esperada guerra europea, el colonismo, el sindicalismo boyante y aparatoso de Aiceste De Ambrís, te.nían libre curso en Italia, persistiendo otros factores desfavorables. No podía cantar victoria Malatesta en pocos meses; no le era dable vencer o paralizar tanta oposiaón, ya que tenía que resistir y contrarrestar las can^uñas electorales de los socialistas, el reformíamo disfrazado de insí' dioso revoludonariMno de k» jefes sind'calistas, la misma campaña en favor de De Ambris, fomentada por )ames Guillaume en París. De Ambris era protagonista acérrimo <fel sindicalismo, al que sacrificaba el aiurquismo, refiriéndose 1 Bertoni. Kerzig y Malatesta como enemigos. Coites'ó Errico a la campaña con un artículo lleno de sugerencias retrospectivas: «Oii mine le mouvement ouvtier?» («Le Révdl». Gmebra, 7 marzo I9i4)- HaUó elementos para integrar futuras fuerzas de acnón en el anümilíurismo, en especial el sol' dado rebelde Masetti, en la juventud republicana, que pareda emandparse <fel irr^tentismo y asfnrar con empeño a derribar la mottarquía, el clericalismo y la plutocracia. Om e! apoyo de ia juventud y de la población obrera, caiúada de la ínacd^ del sodaÜ«no reformista, má* la cooperación anarquista (se preparaba un Congreso general) y nn untas trabas como se le habían puesto otras veces, parecía hallar camino. Existía entonces en Italia en preparación un moFoé «tno de k» primeros que se opusieron a la vimiento de carácter general y kM anarquistas quetá* nadonalisu que desencadenó la guerra de TrU ptü en 1911 y enloqueció a tantos italianos, de> rían predpitarb {yéaMc Malatesta, «Umaniíi Nova», mattnmdo la facilidad que tiene un Estado para Roma. 38 jumo 1911). De nada valió la previsión, cngafiar a la opiaióa y hacer que se muestre ¿vo- inutilizada por demostraciones pábüci* c inurvcntaUe a tma guerta cúdqatera. Se o|»tM a dmaim ción pcdidaca violeiua de) primer dmungo á»e P*' Henr£ mm en MOBO á* 1911 púa por Londres tio de 1914. !a maacn de la pdida de Ancana, pndicaiido aiia tmevm idta». csiya tteatá» era ra- la huelga general de caá r c p ^ y de la R M » ^ ai^niaria y patriótiea. Poesm cmapren- Fué una mmata rofa brioM, de sigiúficaoto «cfda- «Salomé», por P e d r o de Torre-I«unza La figura legendaria de Salomé, después de tentar a todos los escultores y pintores medioevales, se proyecta aún sobre el arte modenw. Es ahora TorreAsunza, discípulo de Mateo ¡nurna, el que ha hecho una interpretación Hiorfenw de Salomé, con la cabeza trágica de san Juan Bautista entre sus manos. La crueldad del gesto bárbaro, del furor de la mujer desdeñada que cobra con la vida el preao del desdén, se viste aqui con caracteres tan atormetitados, hay tanto dolor en el rostro del san luán y ijn sombría desesperación en el de Salomé, que la escena ¡•e nos muestra enriquecida ccm todo el acervo moral de nuestro tiempo, en que ¡a pasión tiene alga más que h brutalidad primaria de los tiempos antiguos. 202 deramente insurrecciona!, paralizada por socialistas y sindicalistas reformistas, que dieron bruscamente por terminada la huelga salvando así a la monar' quía y a ¡a burguesía y reservando al pueblo para que fuera carne de cañón en la guerra que no tardaría un año en hacer la Italia oficial, apoyada por los Mussolini y los De Ambris. Una revolución italjana en junio de 1914 ¿hubiera podido evitar la guerra mundial que estalló un mes después? Nadie puede asegurarlo. Lo cierto es que la obediencia de los obreros a los jefes socialistas ha demostrado a los gobernantes y a los tutores del sistema actual que los trabajadores organizados por jefes políticos no eran temibles, ya que retrocedían a La voz de mando, incluso cxiando la tormenta revolucionaria les ponía en situación favorable para conseguir la propia emanci}»ción. Lt burguesía estaba convencida de que aquellos proleurios de fila harían la guerra y ya hemos visto que no se equivocó. Malatesta fué la figura mis visible en el momento decisivo de la guerra. Abandonado por el proletariado sometido, nada pudo hacer con un puñado de bravos como él. Se dirigió a Ginebra, fué a visiur a Jacques Gross y vio a Bertoni, Herzíg y otros militantes suizos. Pasó por París y se entrevistó con James GuiUaume, demostrándole que no le guardaba rencor ni mala voluntad. Finalmente embarcó para Londres, lugar de destierro habitual de Malatesta. Esta vez se prolongaría el destierro bastí diciembre de 1919- En el curso de la horrible conflagración de casi todo el mundo onttra casi todo el mundo, no podía Malatesta rectificar su ideal de toda la vida. Los que prescindieron del ideal es porque nunca b habían sentido. Deacubncron lo que ningún elemento de observación y reflexión pudo eUmitur o cambiar en su mundo interior. Kropotkín siguió «endo lo que s>empre había sido. Malatesta lo mismo. La ruptura entre Ambos situó a cada uno en un pbno de tan enorme responsabilidad, que no pertnilió cerrar Un ojos y andar cada cual por (u terretio como habían hecho en largo espacio de tiempo, divididos por radicales diferencial. La disidencia provocada por la guerra era definitiva. Es ficil hallar t r a b a n de Malatesta sobre la guerra en las pubbcactoncs anarquistas de 1914. 1915 y ¡916. Las evocaciones de Roclcer nos acercan m i s aun aJ Malatesta de aquellos tristes año». En EapkiAa pueden consultarse los números de •Tierra y Libertad» de las oportunas fechas. Afirma Rocker que después de li revcdución rusa — igtioro Ja fecha precisa — hubiera querido t r a ^ darte M U a t ^ u a Rusia. El Gobierno brítinico no le pennítiá qtie abandwjara el lermorio inglés. Huhmt» qoeñdo ^mt el « e j o luchadm^ con mu propKM iqo» H ei pueUo raso hiío I» mmAiKión o u era B N el partido marxista-bianquista el que andaba a vueltas c<Mi el pmeblo, aquel partido que conoría tan bien como adversario del anarquismo. Debió convencerse de que eran inevitables los cambios sociales en otros países en proporción a la fuerza, idealidad y voluntad revolucionaria puestas en acción. En Italia su ardorosa voluntad procuró siempre ser motor eficaz. Fué excluido de una amrüstía. • Umanitá Nova , cuyo programa data de 1919. reproduce el espíritu del «Appello», de 1889, y c! esfuerzo inicial para la convivencia de las diversas tendencias anarquistas de Italia. Este pensamiento coronó la obra anarquista de Malatesta. aunque la realización haya sido incompleta o difícil después de tan largas épocas de discordia. Todo el mundo sabe que a pesar de las prohibiciones salió secretamente de Inglaterra en viaje directo de Cardiff a Genova, a bordo de un vapor carbonero, y que al llegar al puerto de Genova se paralizó el trabaio, adamando con entusiasmo tos obreros a Erríco el 28 de diciembre de 1919. Aun sin conocer las observaciones de Galleani en su artículo «Malatesta in Italiao («Cronaca sovversiva», 17 enero 1920), se comprende que la posición de Malatesta era difícil y penosa en cl campo de la actividad insurreccional. Existía el anhelo subversivo en las masas, pero carecían éstas de convicción anarquista. Alguien que tal vez quería desviar a Malatesta: los ignorantes o los malicioscs: tal vez los comunistas, inspiraron los gritos que se oyeron en algún mitin: «Vive il Lenin d'halia!». Dice Galleani al respecto: ' .. ha C<MÍ amaramente offeso di Errico Malatesta il scnso della modestia c della misura»'. Toda acción colectiva sostenida por las masas hubiera hallado la oposición de los jefes de cada fracción y también b falta de comprensión de los propios anarquistas, no acostumbrados a cooperar «por un objetivo común* con otras tendencias de carácter popular. N o queríendo ser dictador y no siendo posible, por otra parte, educar repentinamente a manantes y tm*» para el objetivo común — propósito que siempre tuvo y que vio fracasar, repudiado por o t n » —. comprendió ripidamcnte que nada había cambiado en esencia y que nada podía intentarse. El diario "Unílá Nova* se publicó en Milán desde el 27 de febrero de 1920 al 14 de marzo de 1921. y en Roma desde cl 14 de mayo de 1921 a 2 de diciembre de 1922. Era director Malatesta, y su «portación era vivaz y razonada, lógica. Hizo también mucha propaganda oral. No se hallaba muy satisfecho, según explicó después en las *Dichiarazxmi personalu- (»Umii Nova*, 22 marzo 192a)Ya en abril de 1920 ctimunicó su malestar a Bertoni. que vistió al camarada y amigo en Mitin (véase «II Rjsveglío», }o fulio 1912). Del discurso pronunnado en italiano por Benoni en esta últitna fecha, se deduce que Malatesfta no sabía qué hacer N con tanto entusiasmo como le salía al paso, y que deseaba la sobriedad dialéctica con militantes inteligentes. Se hallaba desplazado en el Norte indusírial y hubiera preferido instalarse en el Mediodía para preparar con todo empeño una sublevación del pueblo campesino. Según el artículo citado de Bertoni, Malatcsta creía que no era momento de perder el tiempo en lamentaciones, porque de perderlo se llegarían a ver malos tiempos y tremendas agresiones, peores que nunca. <• ¡ Dolorosa profecía!», añade Bcrto.ii. Había pasado el año 1919: los tres siguientes, ¿qué fueron sino una carrera de muerte? Patriotismo, nacionalismo, D"Annunn o espiando tras el antifaz. Nlussolini... El fanatismo y el egocentrismo de los bolcheviques, la traición de ios socialistas y, hay que decirlo también, h inercia de los anarquistas. Seguramente creían éstos organizar tranquilamente su existencia medianti el II Congreso de la .Unionc Anarchica haliana» (Bolonia, i a 4 julio de 1920). discutiendo un programa redactado por Malatcsta y publicado después en folleto. Sé que se trató de constituir al margen de fkartidos y organizaciones existentes unos núcleos locales de acción para ir en momento propicio al terreno de los hechos. Aunque el acuerdo demuestra que aquellos grupos no existían... Y se entraba ya en el mes de julio de 1920... El 20 de agosto se inició el «obstruzionismo opéralo» de ku metalúrgicos. Al empezar septiembre se procedió a la memorable ocupación de las fábricas, gesta que pedía expansión y que Malatcsta y cUmaniti Nova» procuraron dar al movimiento saboteado y estrangulado por los eternos traidores reformistas de la «Confederazione Genérale del LavorOD. Hicieron éstos la paz con los patronos y malograron la acción revolucionaria como la malograron cuando la semana roja de la Romana, en el 3Ík> 1914. Se desarrolló una represión brutal. Malatesta fué detenido el 17 de octubre. El trato que le dieron las autoridades fué abominable. En marzo de 1921 declaró con sus compañeros de prisión la huelga del hambre («Umaniti Nova»). Se quiso hacer una huelga general de protesta. La impidieron los jefes, laí jerarquías burocráticas, según >.Umaniti Nova» del 13 de mayo de 1922. El 23 de marzo se produjo una explosión en el teatro de Diana, a la que «guió una »etx de vénganlas envueltas en procesos, pereciendo algunos camaradas y muriendo lentamente oíros en presidio. Los días 27, 28 y 29 de julio se vio el proceso contra Malatesta y resto de inculpados, siendo absueltos. Vivió después en Roma, contribuyendo a redactar «Umaniti Nova», que apareció como semanario después del 19 de agosto de 1922 y fué suspendida ctiando los fascistas se instalaron en Roma el invierno siguiente. Escribe todavía Malatesta en febrero ée 192}: «Estamos vencidos, pero no tenemos el « ^ r í t u de los venados. Ardiente es siempre en noiotriM la fe, fuerte la vohmtad, segura b 263 esperanza dt, la revuelta inevitable.» Tales sentimientos le animaron mientras tuvo un soplo de vida, y describen maravillosamente la actitud dei viejo luchador y de otros camaradas a partir del año 1920. Él y sus más íntimos se dirigieron cntcnccs a las masas en centenares de mítines diciend o : "Haced pronto la revolución, o de lo contrar:o los burgueses os harán pagar con lágrimas de sangre el miedo que les causáis hoy.» Se pronunciaron contra los aplazamientos... <.No fuimos c a u chados... y vino el fascismo.» Trató de trabajor a los 69 años cumplidos como hmpisia. La policía se estacionaba en lugar inmediato al que trabajaba, acabando Malatcsta por perder la clientela; ttivo incluso que abandonar el taller. En septiembre de 1922 respiró por última vez las auras no impregnadas de fascismo. Un camarada del Tessino le condujo por veredas de contrabandista a través de las montañas y se detuvo en Bellinzona (Tessino), en casa de Gagliardi, un anciano que se había encargado de preparar secretamente en 1891 el Congreso de Capolago. Llegó en automóvil a Biel, d<mde se reunió la Conferencia de los camaradas italianos en Suiza. Finalmente, fué a Saint-lmier (Jura bernés). Allí se dieron cita algunos compañeros de distintos países para conmemorar el Congreso de Saint-lmier, de la Internacional (septiembre de 1872), al que asistieron Bakunin, Guillaume, Farga Pellicer, Morago, etc. El tínico superviviente era Malatesta en el momento tan grave. La policía suiza quiso poner en ejecución U orden dé expulsión del territorio suizo dictada contra Malatesta. Pudo saludar a los compañeros de Biel y entró en Italia, que sería sepulcro de su cuerpo y de su espíritu vibrante. «Casa de muertos», dice Dostoievski. «Tierra de muerte», puede decirse hoy de Italia, que yace en el ataúd fascista. N o es el único país que vive tan desdichadamente. Reaccionó intelcctualmente Malate^a con b bella revista «Pensiero e volonti», que publicó 57 números, desde i." de enero de 1924 a 10 de octubre de 1926. Muchos fueron secuestrados por b policía. La revista se extinguió en octubre de 1926, cuando toda la vida intelectual italiana tuvo que callar o expresarse de acuerdo con el verdugo fascista. Creo que los trabajos más jugosos y fértiles. k>s más reflexivos, los más eficaces para el pensamiento anarquista en su evolución presente, se hallan en «Pensiero c Volonta». Corresponde la misma opinión a los artículos y cartas que se publicaron últimamente en periódicos italianos no editados en tierra italiana. Escribió también una in(rodución retrospectiva sobre la Internacional, mis de i6 páginas, para prologar mi obra «Bafeunm c rinternazioivale in Italia, del 1864 al 1872» (Ginebra «11 Risveglio», 1928. XXXI, 397 páginas). Tcrtriina su introducción, escrita en agosto de 1928, con estai pakbras: rPossiamo dunque f a r d a r e N 264 l'avvenire con fiducia. Malgrado La tristezza dcirora que voige, malgrado l'ondata di servilismo e di paura che m questo momento disonora e paralizza !e folie che si mostrano, malgrado l'edissi tem' poraneo che oscura ogmiuce di liberta e di dignita, noi sentiamo, noi safjpiarao che l'uragano si addensa e che un giorno o l'altro dovra puré scoppiarc ni pioggia feconda. Avanti sempre I La vittoria sera Dostia. — Errico MalaUsta.^ saturación espiritual. Nos corresponde en todos las países ser dignos de la confianza que tenía en el porvenir de la humanidad al trazarse el camino de la libertad. Pensamiento, Voluntad, Acción, Libertad, .Asociación, Amor: he aquí las fachadas de su bella construcción anarquista, amplia, rica y sensata. Es tal vez ia más vital y realista de las con» ccpcionej de la Internacional, pareja de las que acreditaron Bakunín y Redus. WL Repito una vez mis que vivió y murió en plena NETTL.AU (Trathicdón de F. AU&d Metssen. Casiíilo Alberto Este mapñfico cusüno fué coiistnúdo por el maeilro Anmído tk Weftfalia. Dentro de TUI muros íe comctierim las más grandes infamiaí por el duque forge «el Barbudo», prtcunor del marqués de Sade, qmen con ¡a locura de pKar teníUúimeftte rasgando y mordiendo carnet, sentía el voíuptuoío placer de beber la íongre de svs victmuu. N A 265 Influencias marxistas en el anarq(uismo Voy a desarrollar un tema arduo, que nccesita calma y mucho tacto para desenvolverlo. La idea no es original. Antes que yo otros se han dado cuenta de ciertas innuencias extrañas al fondo y a la esencia de nuestra idealidad que se notan en el anarquismo moderno. Pero deseo ser yo a desarrollarla; yo. 3ue, por mi juventud y mi concepción nueva c las ideas y de la vida, no puedo ser calificada de anticuada y de imbuida de los prejuicios tradicionales del anarquismo viejo. No es ahora precisamente cuando me he dado cuenta de la presencia en el anarquismo de una sutil repercusión de la fraseología marxista. Se trata de un eco singular, de una influencia casi inconsciente que sólo vemos traducida en hechos, en las pruebas aporudas por algunas demostraciones modernas. Y porque veo el peligro que para el anarquÍ5mo< como concreción y como símbolo de cuanto es el sentimiento de la libertad y de la personalidad humanas entrañan esas desviaciones iniciales de su espíritu y de su esencia, es por lo que doy la voz de alerta e intento reconstruir el princiiño elemental de la idea anarauista en lo que ella ha de tener de imnuuble y de eterno desde sus orígenes hasta su fin. Es preciso también defendemos, en el momento en que empezamos a entrar en el período de las realizaciones, de algo fatal para todos los ideales: la adaptación aú ideal a la realidad, la quebrantación de su principio puro, ajustándolo a las necesidades de los tiempos. En el momento en que cayéramos en el error de construir una especie de programa mínimo; en el momento en que, por el interés supremo, por el fin suprcnio oe la revolución o por lo que fuere, dejásemos a un 1 ^ el ideal puro e íntegro, ajustándolo a b reiUdad de un determinado tiempo, estábamo* perdido*. Y si esto aun no ha llegado, han llegado «tras cosas. No te pasa en vano junto a un acontecimiento tan fundamenuU junto a algo de tuita repercusión como han sido la revolución nisa y la realización de parte de las teorías marxistas, sin que el hechizo de todo esto, su aparente lección de hedios, no repercuta sot»^ todos nuntrcM iuicii», sobre nuestras ínterpretadoaM, y, m u puóotlanoents. sohre k adaptadón a k realdad de los ideales. Todo eOo te produce en maycnr grado en las regiones del mundo más convulsionadas y en Tos momentos en que parece más próxima la realización del ideal. Así en España, en donde la revolución es inminente y cada día se aproxima más el día de la realización del comunismo libertario. Además, sin damos cuenta, las críticas ajenas hacen mella en nosotros. Han berreado tanto los comunistas, calificándonos de utópicos, de irrealistas, de carentes de sentido común, de perdidos en las nebulosidades de un ideal sin arraigo en la realidad y sin posibilidades humanas de practicabilidad, que han acabado fwr hacernos creer parte de esto. Ha surgido en nosotros el deseo de hacernos asequibles a las masas, de adaptamos a la mayoría, de hacemos, en una palabra, más próximos y más pequeños, elaborando toda una fraseología imbuida de ecos enemigos, olxesionada con la idea fija de dar un mentís a los que nos presentaban exentos de instinto práctico. Ya en la pendiente, podríamos ir con raidez al fondo. Los anarquistas españoles, evados de nuestro deseo y de nuestra necesidad de articular la revolución, de estructurar una organización para mañana, hemos dejado en la trastienda 10 más puro, lo más grande y lo más eterno del ideal anarquista, y hemos elaborado una especie de ideal práctico, enriquecido o empobrecido con todas las llamadas lecciones de k realidad — algunas veces simples agravios literarios de t\Aaurín en La Bataüa —. Todos absolutamente hemos caído en el mismo error, hijo de una necesidad y de un anhelo ardientes. Yo no menos que los otros, con toda lealtad lo confieso. Y es ahora, ante el peligro, ante los síntomas, ante los intereses que se crean y ks desviaciones conscientes prontas a erigirse en dogmas; ante k aparición de algunos signos mortales, tendient«i a crear un principio ya perceptible de autoridad, de dirección, de dictadura casi, de centralismo y de negKÍón del libre albedrio individual entre nosotros, reacciono fulminantemente y oso hacer examen de contciencia y de ideal propios y ajenos. S Do» corrientes constantes $t han notub s b cesar «1 el ideal anarquista. Lo <|ue pódeme» Uamar sentimiento de k tndividtali' dad, tendencia a exaltar k personalidkl hu- 266 R mana, y lo que Nettlau llama sentimiento solidarista, principio elemental del apoyo mutuo, bases de la sociabilidad y de la unidad de la eM>ecie. Ambas corrientes, unidas, han constituido el sólido y admirable edificio de la idealidad anarquisu. Algunas veces, las pasiones y las exacerbaciones, exaltando estas dos tendencias, las han convertido en antagónicas, cuando ambas no son más que el armónico complemento la una de la otra. Indivualismo anarquista y comunismo libertario no constituyen más que una sola unidad dentro del bloque de la idealidad anarquista. La misma frase que sintetiza el programa liberurio: «Cada uno según sus fuerzas; a cada uno según sus necesidades»; «Aportar el lomún esfuerzo; tomar individualmente del acervo común», representan la armonía de las dos corrientes, de los dos sentimientos eías a la idea inicial, al principio básico de liberud. del respeto a la personalidad humana y de la confianza en las condiciones del hombre Hasta aquí, intemacionalmente, el anarquismo ha sido fiel a sus orígenes y a su fin. Aun en países que, como en la Argentina, perdiendo su majestad de ideal humano, hase convertido en movimiento de clase, el principio federalista y la constante tendencia a la c^>acitación individual y a la elevación moraC a la constnKción de criterios propios, de conciencias y de autodidaxias, ha conseguido que el anarquismo, al proletarizarse, no se perdiera y se esterilizara en lo transitorio oe una lucha obrera por mejoras materiales. En la misma Francia, extraviado y malogrado en el capillismo, convertido en una pobre idealidad en decadencia, reducida a la propapnda de preservativos y a las cuestiones <fc bajo vientre, ha podido salvarse, impersonalmente, fbtando vaga y ^ n c rosa aJ frente de una minoría de espíritus fervientes y de conciencias rectas. r Lleguemos a España: al momento, a b hora de Es>aña; al período revolucionario eoipezado el 14 de abnl y a ¡o que ha sido h necendad de b s anarquistas españoles de cMructurar un movimiento; de articular una revoludóru de prepararse para su mañana, elaborando un pbn de pcñibtlidades de la misnu y de realizaciones del ideal anarquista. Hasu ahora, mientras se ha tratado de famtliariiar al puebb con el comunismo libertario, de presentáneb como ideal realizable. ck haffirfo asequibk a su mentalidad, símplifidnddo, sin mctñt paátr nada de tu pum a , de m etfnádad ni de ni ilinútación, ttido ka ido Ucn. El pr^Ho ptoftimsk de b s eitettiías UHEm, por tsdm aceptado, pcnr uxbs recoooddb ctano necesario pora dar a bs B N masas un objetivo inmediato, para que sepan qué hacer inmediatamente después de b revoliKÍón, ha merecido los pbcemes de los propios camaradas internacionales, satisfechos de ver como se armonizaba en España la causa de la revolución con el prestigio puro y la tradición limpia de la idealidad. Ha sido después, una vez casi estructurado el movimiento, casi articubdo el principio de la revolución, cuando han ido perfilándose los pebgros, precisándose las influencias marxistas. Estamos sólo en el comienzo de eUo. Nos vemos ya con una organización anarquista casi constituida. Y ahora mismo empiezan a funcionar las fatalidades que toda organización entraña. Hasta ahora las dos corrientes armonizadas de b idealidad anarquista corrían al unísono en b preparación revolucionaria españob. Para el interés común de b revolución, como mañana para el interés común de b especie, establecíase b unidad de acción, el libre contacto de codos, basado en el instinto solidarista y en el principio elemental del apoyo mutuo. La otra comente, b del respeto a ¡a personalidad, ia concepción individual de b idealidad y de la lucha, era respetada, quedaba al margen de esta unidad establecida para el interés supremo de b revolución. Pero ya ahora comienzan a marcarse las trayectorias; empiezan a sentarse los axiomas novísimos y, en nombre de la Anarquía, antianarquistas, imbuidos de prejuicios marxistas y de instintos autontarios. A b unidad libremente establecida, a b cohesión espontánea. se b quiere convertir en dc^ma; quitarle limpio valor de impulso y de tnicbtiva individual, para convertirlo en obligación rigurosa, en mot d'ordre emanado de una colectividad que, de reunión de %ndwidum, quiere convertirse en dkudura colectiva o ejercida a nombre de b colntividad sobre b s individuos. El hombre, individualmente considerado; b especie, vista desde el hombre. priiKÍpio elemental de b libertad y de b anarquía, que ha constituido b mas grande, b mis eterno y b que mis categoría de infinito da al ¿deai anarquista, quiere ser ahora substituido por b perspectiva mantista de b colectividad. El nombre individualmente considerado, no es nada. La cokctividad b es todo. Y no ya b colectividad como reunión de hombres, sino b colectividad como uniformidad, como desaparición monstruou del hombre individualmente consdcrado« y constituyendo su fin stipretiK). en nombre del cual se pu«le mandar, M puede dirigir, se (Hiede incluw fusgar, condenar y ejecutar. Con terror me detengo. No Qegan^aos a V í T A este fin, pero, camaradas, amigos, si no nos detenemos a tiempo, si no volvemos por los fueros del ideal anarquista, puro, grande, concibiendo al hombre y a la vida atrancando de la célula, para ir, de la célula, al universo; concibiendo al hombre y a la vida desde su base, para ir de ella, el individuo, a la cima, la colectividad, reunión de individuos, estamos perdidos. Después de haber malogrado el primitivo concepto comunista haciendo de él un comunismo de Estado: después de haber adulterado al sindicalismo revolucionario como arma de lucha contra el capitalismo, divorciándolo de las ideas de la primera Internacional, para hacer de él un sindicalismo de Estado, iríamos, sin darnos cuenta, deslizándonos con esa pendiente fatal de hecho enlazados, a la elaboración de un fenómeno monstruoso, el más absurdo y horroroso aborto de todos los ideales: a la creación de una especie de anarquismo de Estado. N o quiero detenerme en los pequeños detalles ; descender a las cuestiones nimias. Contemplo en grande y en conjunto el problema y lanzo Ta voz de alarma, la observación, cuando aun es tiempo. N o nos consideramos nosotros, no me considero yo una suerte de gendarmería de las ideas anarquist a s ; ios eternos centinelas avanzados marcand o a cada instante la presencia de aportaciones extrañas en el reducto de una idealidad que, por ser aspiración de todos, es patrimonio de la especie entera. Pero como hube de levantarme contra la cobardía, la negación del ideal anarquista; contra el manto tras el cual se ocultaban todos los incapaces de llamarse valientemente anarquistas bajo la Dictadura, que se intituló eclecticismo; como me levanté contra la tecnocracia, germen de una nueva clase direc' tora en la sociedad futura, si ésta se estructura a base de los sindicatos y de lo que yo Uamo sindicalismo de Estado, me levanto ahora contra las influencias marxistas que quieren hacer de nosotros, libre unidad de anarquistas españoles, coherentes en la común apreciación de los problsmas, unidos por la identidad d e un ideal que nos hermana y ue hace de nosotros un bloque de pechos y e mentes que sienten y piensan al unísono, un rebaño uniformado, dócil a las voces d e mando y obligadamente marcado con la señal d e determinada ganadería. Hablo recio y claro; hablo con k voz d e la sinceridad r u d a ; con la voz d e la que mamó las ideas anarquistas en el seno d e su N 267 madre; siente y vive el anarquismo en sus propias venas; lucha por el ideal anarquista; morirá quizá por el ideal anarquista, antes, durante o después de una revolución que haremos los trabajadores anarquistas españoles, pero que pueden malograrnos los que, en nombre de no importa qué, son los eternos malogradores y los eternos aprovechadores de todas las revoluciones. Señalo el mal, el cáncer posible, cuando no es más que un botón incipiente. Que todos y cada uno de los anarquistas españoles sepan volver por los fueros de su idealidad bien definida; de lo que hay de definitivo y de perenne en ella; que nadie haga dejación de su conciencia individual; d e su criterio propio, del fin supremo del Ideal que ha de realizarse grande e íntegro y que h a de estar por encima de toda adaptación a una realidad que hemos de gestar nosotros a nuestra imagen y semejanza, no modificándonos nosotros a imagen y semejanza de ella. Que todo esto sepa ser y todo peligro será conjurado, toda influencia extraña al ideal a r r o ' jada de nosotros; asegurado el mañana d e los anarquistas en el mañana de una revolución que ha de dar a la humanidad el bien, la libertad, el principio eterno de la vida que sola y exclusivamente se encierra en la Anarquía. Me quedan muchas cosas q u e decir. N o las diré ahora y las guardaré quizá para más adelante, hasta ver si mi voz de alarma es escuchada y algunas cosas extrañas a nosotros son desterradas de nuestra fraseología, de nuestras tácticas, de nuestra prensa y cíe n u e s ' tra lucha. FEDERICA MONTSENY 3 ••••••HIK-;'^.'» íif* Maghifka sak Figuera {Smtañy), Baíearcj. A ^ t i j a o P i r á m i d e q u e d e c o r a b a e l c e n d r o d e la S p í n a d e l C i r c o R o m a n o d e V í e n n e (Francia).—(5ieÍo IV después de J. C.) £1 arte anliguo se manifiesta en tina de sus ¡ormUi más ma¡estuoiaí y ntás beüai en ala pirámide, todo lo que resta de uno de esos circos romortos en donde la ferocidad y la omttt^ potencia de los poderosm se unta a la ignonutría y la barbarie del puebh. {Cuántas ipionunías, cuántos homtrti. cuántos crin%enes xñeron estas pied»a$l El tiempo las ha respetada, quedando como imagen de algo grandioso y bárbara que fué, y que no vohitri a ser jemtás. N 269 Literatura y periodismo II representantes de la Prensa y manifestó que no podía hacer declaraciones». No añadía: El periodismo fué político en España como «Mañana dirá menos que hoy», Al día siguiene! español es e^añol según Cánovu: porque te sabía Sagasta mucho menos en apariencia no puede ser otra cosa. Suprimido Cánovas y el lector mucho menos en realidad. Cuando p>orque no podía ser tampoco otra cosa de lo ni siquiera era prudente dejar ver el rostro, que era, quedó de guardia el llamado «seño' se quedaba Sagasta en casa con uno de los rito de la Regencia», empeñado en incubar magníficos catarros de repuesto que guardaba periodistas mientras velaba el sueño de los almacenados, y la chismografía cesaba de moFaraones de b plaza de Oriente. Hacían falta mento para volver al día siguiente con idénperiodistas que nicieran de la profesión el arte tica puerilidad sobre el catarro político. La de callarlo todo, de silenciarlo todo. curiosidad era tan tenue y poco exigente, que En los años de Restauración y Regencia se las conferencias de los Faraones con los polífraguó en España con empeño y generalidad ticos seguían figurando en el reino de la quiel estilo periodístico menos interesante, el que mera. Preguntad a cualquier español lo que consiste en hacer una serie de acotaciones ser- ocurrió cuando la guerra de Cuna. Si estaba viles diciendo y escribiendo poco más o me- en edad de darse cuenta de las cosas, nada nos lo que dice un portero. ¿Se prodiKÍa una sabrá. Los periódicos de entonces, todos k s crisis? En el zaguán del alcázar real había periódicos, sin más excepción que 1<» anarsiempre un pelotón de periodistas móviles, de quistas y Pi y Margall en «El Nuevo Régiretén — como un zaguanete de alabarderos —, men», hablaron de aquella guerra — cuyos prepara anotar la entrada y salida de los perso- parativos produjeron medio millón de muernajes llamados a consulu, re[»odtKÍr muecas tos y ocho mil millones de pérdidas materiay frases huidizas, siempre las mismas, y re- les—como se habla dp un tema de Juegos ferirse medrosamente a la expresión del ros- Florales, con aquella tontería estereotipada de tro de ministros y minístrales. Tanto si llovía «nuestro impeno colonial». Los hijos de quiecoma si nevaba, con sol o con aire, los perio- nes conservaron en Cuba el régimen colonial, distas del zaguán desempeñaban su papel. No de esclavitud desenfrenada, tienen hoy en la cahnhan por hablar, sino por callar. En reali- mano las riendas del Poder y aplican a los dad no sabían nada de nada, ni quien man- españoles los procedimientos «saludables» que daba que permanecieran allí, umpoco. oían ensalzar a sus padres. Negar que en EsSi al leer una obra teatral nos encontrára- paña ha desaparecido la pena de muerte sin mos con que el autor no consigue más que previo aviso y la pena de azotes, es negar la acotaciones, tales como «mutis por la izquier- luz. Existe incluso la prisión por deudas. Cuanda», o bijen «sonrisa intencionada», sin dar la do quiere una autoridad tener indefinidamente intención "el propio autor ni conocerla él; si a un español pobre en la cárcel, fija una fianel mismo dramaturgo dejara en blanco el^ es- za y no hay manera de salir, la fija a un rico pacio destinado al diálogo, escamoteando- éste, y sale inmóliatamente. creeríamos que es un candidato a ima cekla Ningún servidor de los Faraones «se dejó de manicomio. Pues eso es lo que hacían los caer» ni tuvo la menor veleidad, la menor reporteros políticos: dejar en blanco lo que «indiscreción» al salir de la cámara regia. Nininteresa y dejar también en blaiKO al lector. gún visitante explicó lo que diio él ni lo qtie Las conferencias que tenían los políticos con le dijeron. Todo lo más, se redactó una nota los Faraones, reproducidas en su completo y áulica. Azcárate y Unamuno, como Marañón, objetivo desamólo, hubieran sido un motivo salieron encantados siempre de la casa grande. de pública información y edificación. ¡ Enton- Algún criado de poco salario relataba de vez ces sí que hubieran servido las acotaciones 1: en cuando, y sólo en el caso de ser despedido, «Can^ejas se pone en cuclillas y Alfonsito caue el monarca echaba un hedor de aen mil, balga», o «Moret se hinca solemnemente de iantres. Los libelistas republicanos, entt» la rocñlas ante un espadón y le tiemblan los indiferencia cuando no entre la rechifla gemostachos». neral, se atrevían a hablar del rey podrido, Sien^ne se oculuba la verdad a 1<» ptoisL' como si no fuera tan absurdo y tan ii^ecto nos. que eran todos los ei^jañolM menos cua- un rey podtkio como un rey sin podrir. Los tro o seis. Bajaba Sa^asta de vender a Es- hijos naturales de algún Faraón — | aqtnJla fapaña y anotaba el penodúu: «Saludó a k» milia Sanz que siem(»« esuba pidiendo!— a 270 ponían de vez en cuando el grito en el cielo y las cartas boca arriba, pero los periodistas no dijeron nunca nada, absolutamente nada. La generación del 98 se hizo de la cuadrilla en cuanto pudo comer caliente. El periodismo de nota oficiosa, de acotación y calco, el periodismo de prestidigitación, tenía el curioso complemento de los cronistas pn-ofesionales y ocasionales. Los primeros, si estaba en la oposición el periódico o si eran republicanos, llegaban a prometer descubrimientos sensacionales de cosas que desconocían y que finalmente quedaban en secreto, o se divulgaban. |x>rque no tenían interés, cuando las conocía todo el mundo. Los segundos eran víctimas de su inexperiencia periodística escribiendo con furor en un ambiente suave o confundiéndc»e en la suavidad general. Un león no se comprende en un salonciUo Luis XV más que si es de caucho. Los leones colaboradores derrochaban ingenio y valentía. Eran escritores ocasionales, ingenuos, que suponían la aberración de que los periódicos se fundaban para descubrir arcanos. Era Madrid una especie de feria de ICK discretos, un asilo de convalecientes, provincianos deslumhrados que llegaban del campo con las alforjas llenas de poemas o artículos y con el ímpetu de la dehesa- Poco duraba el aprendizaje. Sí rugían se les llamaba paletos. Ningún grito pasional, ninguna tempestad vital más que con escenografía apropióla. Recuerdo que en la Redacción de «El Sol», donde trabajaba yo en 1918. se hablaba cierta noche del astrólogo Roso de Luna, que en el Ateneo de Madrid era una especie de amable mago. José Ortega Gasset se refino al descubrimiento de una estreüa que se atribuía al mago, y dijo sentenciosamente: «j Bah! Una estrella que se deja descubrir por Roso de Luna!». Se desdeñaban hasta las estrellas descubiertas por los que no estaban en el corro, aunque tuvieran curiosidad astral. Azorín no puede disimular su abolengo de pretendiente alfonsino. En el suplemento de «La Prensa» de Buenos Aires, del i." de mayo de este año. escribe tm articulo exaltando la elegancia del Borbón recién destronado. Dice aue los cuellos blandos sólo Alfonso "sabe llevarlos con distinción». El café con media, el chiste, la parada militar. Tardes de toros amenizadas por alguna in£inta gordinflona que salía en carretela a comerse a la gente dinendo patochadas, a que la gente dijera en un rapto atioz y goyesco literario que fHsaba «la cíiata»... Aquella era uc k» coiabotadom c»ontineos, de le» rugidc» almacenadk», de las gallardías i n s t a s . pMÓ para no volver. Lo único interesante en veedad qtie üeg^ht a k» periódicos, era lo que B N no se publicaba. No sólo rugidos, sino rasgos de ingenio. Son de los que creen que Amiches es uno de los españoles menos ingeniosos. Lo espontáneo tenía siempre oposición en los periódicos, nidos de literatura académica. Cavia era un Quevedo aguado que en realidad nunca dijo nada que desentonara. Era un hombre de curvas académicas, la antítesis de Bonafoux. Bonafoux, carácter admirable, templado, ágil, verdadero periodista, no hubiera podido entonces vivir en España como vivía en grande adulado y reverenciado el remolón de Cavia que escribía con almíbar, fabricando carrocería plúmbea y diluyendo unas ironías conceptistas inofensivas que se creían infernales y demoníacas. Eusebio Blasco era un periodista de jovialidad tan excesivamente abierta que lo mismo escribía un artículo sobre baturrismo sentimental que ensalzaba a los lancerc» gritando: ' ¡Viva la caballería!». Luis Royo Vilianova. hermano del actual almogávar parlamentano que parKe contratado a destajo, era un humonsta en agraz, uno de aquellos humoristas de «Gedeón» que acabaron en «D. Feliz del Mamporro» cuando la guerra y en "El Viejo Verde» antaño, en «Gracia y Justicia» ahora y cuando la dictadura de Primo, y ahora en cLa Nación». Vicenti era familiar de Montero Ríos, y Saint-Aubin de Canalejas. Moróte era ruso honorario pesado; nadie podía hablar de Rusia sin su permiso. Burell, Moya y Francos Rodríguez eran los tres consabidos «maestre» •> del periodismo, y, sin embargo, desconocían el periodismo auténtico. Fué Moya gran cacique republicano y a la vez monárquico, y valedor de su yerno. Marañón. Burell escribió "Jesucristo en Fomos». que es un cuento muy aprovechable para llegar a ministro. Francos Rodríguez publicó, poco antes de monr. sus "Memorias de un gacetillero», reproduciendo con ternura de nodnza sentimental el mundillo de su época. Era Francos el primer comensal de la Monarquía y. naturalmente, acabó por ser presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid, a la que puso piso la dictadura de Primo. Francos era médico, y nadie sabe qué diablos tiene que ver la MedKÍiu con asistir a varios banquetes diarios y ascender a ministro, apoyado por su íntimo García Pneto. quien debió el encumbramiento a su suegro Montero Ríos como Maura a su suegro Gamazo. como Romanoncs a su suegro Alonso Martínez, facedor de agravie» y de códigos. Los doctrinarios abstráete» iban invadiendo las columnas de los periódice». Jui^ban a los hmnbres como figunilas entecas. Miraban desde d Sinat a los simples mortaks. Considera' R ban el periodismo de pupitre, el periodismo sedentano, como un ejercicio de paciencia para aspirar al cielo; creían que el otro periodismo, el móvil, era un pretexto para asistir gratis al teatro, darse importancia ante el vecindario, tener derecho a ir a los banquetes para describirlos después y figurarse los gacetilleros que sabían lo que no querían decir los politicos. Éstos compartían con los criminales destacados y por iguales méritos la actualidad periodística. El «crimen de ayer» y el «consejo de ayer» eran la tostada de hoy, la boda ventajista y cosas por el estilo. La gacetilla política y el suelto completaban el texto que los periodistas no movilizados, los pelmazos, producían sin apelar, en verdad. a marchas forzadas. Francisco Peris Mencheta reaccionó contra el periodismo tumbón y echó a correr España adelante siguiendo la carroza real o el caballo de! caudillo, como sigue un cornetín de órdenes. A eso se llamó «airear» el periodismo: a hacer crónicas reales, a bombear los catarros de la reina y los discursos de cualquier cretino, a difundir noticias de banquetes, recepciones y maniobras. El pueblo no contaba. Todo era política. Las crónicas de Mencheta resumían lo que nadie pensaba, lo que nadie quería y lo que a nadie importaba. ¡Tiempos alegres y confiados aquellos I El periodismo político se practicaba a sabiendas de su inutilidad y de su mendacidad. Todo lo que en el perióaico, no fuera revista de crí' menes o de comaxias en la plaza — casi todos los crímenes eran también cornadas de celosos alocados—, era política. Cuando despuntaba un periodista «en provincias» lo absorbía Madrid. Barcelona tuvo un florecimiento periodístico social muy interesante. No cesaba junto al Mediterráneo la carga del Esudo, del oficialismo, de las recepciones teatrales, como no pesaba en el Norte, país en cierU manera ajeno a Madrid. Por eso el periodismo popular—-del que fué una caricatura el de Catena, Castrovido y demás republicanos enjutos como el Manzanares, tuvo en Barcelona y en el Norte de la pem'nsula momentos y «jocas de enorme interés que valdrá la pena de señalar. El periodismo de Madrid permanecía, antes de! período industrialista, completamente estancado. N 271 A principios de siglo se conocían ya los progresos del maquinismo, los viajes y exploraciones. En los confines más apartados se vivía en cierta familiaridad con los inventos. La vida de relación empezaba a estudiarse, no como hacen los histonadores teniendo en cuenta príncipes y vasallos, sino con el realismo de Zola, con el lenguaje de vecino a vecino; empezaban a interesar las instituciones consuetudinarias y el Derecho no escrito; interesaba ya. y no como disciplina pedante, el arte popular, libertado de la rutina del certamen; la economía no parasitaria; el movimiento obrero : la cultura directa; el excursionismo y el depwrte libre, sin vallas ni jueces; la investigación científica y artística hecha de manera concienzuda; los efectos maravillosos, únicos que perduran, del libre acuerdo y del apoyo mutuo; la ciencia aplicada y la ciencia como cosa de conciencia; el ímpetu revolucionario, representado únicamente en su aspecto moral por los anarquistas, por la figura querida de Salvochea, los ahorcados de ¡erez, los martirizados y fusilados en Montjuich, la falange de trabajadores asesinados en las calles, la rebeldía no aspirante a dominar, los motines de subversión directa, las guerrillas rebeldes, los presidiarios y los perseguidos. Junto a este mundo naciente entre dolores; junto a este universo nuevo, la paccrtilla periodística era una cerilla junto a un volcán. El periodismo popular tuvo que crearlo todo en plena oposición, muchas veces, de los propios hombres del pueblo, acurrucados por la servidumbre. En la segunda mitad cfel siglo XIX ya salieron con un ardor combativo único y sobre todo con una moral única. Sus medios de difusión eran limitados, además de ser ilimitada la represión constante que se desencadenaba contra ellos. Aquella valentía nos conmueve a la vez que nos fortalece. No hay nada más grande en el mundo que esos ejemplares que podríamos llamar incunables de La idea anarquista: modestos, insobornables, claros, sencillos, refinados en argumentos, fuertes de calidad. Merecen contraponerlos al periodismo de empresa como se contrapone el Himalaya a una montaña de cartón escenográfico. FELIPE ALÁIZ Con el ütido uLa vida agitada de Emco Malatesta>' y con un prologo de Federica Montseny, publicaremos en un folleto el hermoso estudio que hablando del gran batóUador ha escrito d querido sdno y amigo Max NetÜau, y que ha visto la luz en estas c<dutmuiy. TüDELA DE DUERO (Valladoiid). — Instantánea tomada después de una confereiKia de nuestra compañera Federica Montseny. La simiente anárquica esparcida por nuestra compañera Ino germinará en esos cerebros vírgenes, dando un plantel de futuros luchadores? \CuÁn de desear es que así sea I Procedimiento cunoso y modenihimo de publicidad y de pmpapmda. He aqtá etie auto •^onríMrtido en hbreria amintUmte, con el que recorre hs prindpalts capilakt del Vruputy un aanítmda que, con etto, a ¡a vti que i«frt»cn« a sus necetidaies, contribuye a la difutión de btí ukás áeratoí. Ya i/ue son los Ubros de ideas toí que pnmtpahhente tiende y pmpapt el tingular iftvenior del auío-Uitreña, B N -73 La eucaristía La idea básica de este acto sacramental. sC' gún demuestra Frazer, en su libro «Ramo de oro», con inumerables ejemf^os. conñste en que comiendo tma cosa determinada, se adquieren sus cualidades físicas y morales. Dice Frazer: «Quien ccmie el cuerpo del Señor, particH» de los atributos y de los poderes de ue él esti dotado. Y cuando el Señor es el ios del trigo, el trigo es su cuerpo, y cuando es dios del vino, el jugo de la vid es su sanre; así que, comiendo pan y bebiendo vino, felos fieles comparten el cuerpo y la sangre de su Señor.» La eucaristía es, pues, una forma de teofa^ gía. «El dogma de la trasusUmciación — escribe Clood en su hbro «Tiabe e filosofía pri' mitiva» —. no deriva de la idea baibárica de comer a dios, por cuyo acto el comunicante participa de la naturaleza divina.» En el toUmismo encontramos la mis sim' pie teofagia. El animal sagrado — tótem ^— del que la tribu primitiva se considera deseendiente, no es, en general, ni sacrificado ni comi<&>. Es, por consiguiente, t<i¿ú (t). Cusmdo el tótem muere, k tribu viste de luto. Pero se considera al animal s ^ a d o como manantial ínagouble de fuerzas físicas y de potencia moral. Por lo tanto, si la tribu tiene necesidad de toda su fuerza y de todo su valor, se reúne en banquete sagT»io, comiendo ú tótem, que es muerto en forma ritual y distribuido. Con este sacrificio, cada mietnbro de la tribu afirma su unión ccm todos I<» restantes y todos juntos creen haber asimilado las virtudes excepcionales del tótem. Muchos etnógrafos Kan ilustrado las ceremonias eucarísticas de los primitivos, y el gran historiador de las religiones Rdierston-Smnh explica de « t e modo la idea fuTKlamental de estos ritos sanguinarios: «El concepto del sacramento de comer el animal esti unido al hecho de i»rtici{»r de la ctnie de la victima consagrada, y el misterio solemne de la muerte de una víctima está justificado por la idea de que Un sólo por tal medio se produce la sagrada cementación, que crea — o mantiene vivo — el vínculo de la unión entre los jwioradores y su diot. Esta cemcAtación no es otra cota que la vida real del animal sagrado, que se si4x>ne reside en su 3 (t) Ttéá <u una palabra que en ptJineMO ngnidca nn obfeto que no se pútdte tocar o destruir bajo pena át gravlitmas desventuras. carne y más aun en su sangre; y así, siendo distribuida entre todos los que participan del banquete sagrado, cada uno de éstos incorpora una pequeña parte de aquélla en su vida individual.» Del tótem la humanidad pasó al dios que se sacrtfica en la persona de q^uien lo representa, pero entre aquella primitiva concepción religiosa y la que predomina todavía, m^ian fases. Baco, muerto y resucitado para bajar a los infiernos y salvar a su madre Sonde, corre^nde a una de estas fases, que son de transición entre el Dios cruel y el Cristo-Dios. Pero no podemos ocuparnos de la evolxición religiosa de la idea central de la eucaristía, que es, como Frazer ha demostrado, la de la «muerte de Dios». Volvamos pues a la evolución del rito, que tiene caracteres casi universales y que ofrecen una gran analogía entre sí. Los iniciados en el culto del dios persa Mitkra, participaban en un sacramento de pan y vino y se les marcaba la frente con una cruz. San Jusrino estableció la semejanza entre la religión de Mitkra y la de Cristo, principalmente en la eucaristía o consagración del pan y del agua, ya que umbién el agua fué empleada muchas veces en lugar del vmo por las primitivas sectas cristiaius. (Dupuis, «c5ri'ne de tous les cuites», tomo V, París). Entre s árabes primitivos era corriente la muerte ritual de anknales; y los fieles d e v o n ^ n su carne todavía pactante y bebían su sangre todavía caliente. Sidney Hartland explica que los Tongonachi — tribu de los Chidiimendi. en México — tenían costumbre de matar periódicamente tres niños, mezclar su sangre con algunas hierbas del jardín del templo y con jugo de casídea elástica, haciendo de ese modo una especie de torta Uamada Toyoltdt laquate ío sea dltmento de nuestro vida), que todt» 1(» adultos de la tribu t«iían que comer. Kingsbormidi, en su libro «Antidútá del Mesic»», dice que los antiguos mexicanos celebraban una ceremonia Ikmada «la santísima cena», en la que el gran sacerdote dividía en nnK^os pedazos una hogaza de simiente de remolacha, los metía en un v u o muy limpio y los sacaba de^niés uno a uno con una esptiu de {Mta. depositándolos con grm solemnidad en la kngua de cada uno de los asistentes. Los aztecas, antn de la concpibu e^»fíola. hadan un ídbb de pasta repletentaiido el dios Vitztlipuztli, y k» rmiqyian en mueht» pedazos, que los adoradcHres comían. g 274 R Esta ceremonia tenía lugar dos veces al año: en mayo y en diciembre. Y con frecuencia, según afirma Frazer, el ídolo de pasta había sido hecho con simientes e^)eciales y sangre de niño. Acosta, en su clásica «Stona Naturale delle Indie», dice: cLos sacerdotes del templo tomaban el ídolo de pasta y lo reducían a p)edazos; luego se lo daban al pueblo a guisa de comunión, principiando por los superiores, y siguiendo por los demás, hombres, mujeres y niños. Todos lo recibían llorando, con temor y devoción, como si fuese algo precioso, creyendo haber comido la carne y los huesos de dios. Quien tenía enfermos pedía un pedazo, y se lo llevaba con grandes reverencias y veneración.» El gran naturalista Humbold dice que el sacrificio se hacía con harina de maíz mezclada con sangre, y durante la ceremonia, que se llamaba Teoctído, o sea dios comido, tenía lugar una procesión en honor del dios Huitziíopochtli. Sucedía con frecuencia que una criatura humana fuese destinada a simbolizar la unión entre el pueblo y la divinidad, y entonces se despedazaba el cadáver del sacrificado y los peciazos eran distribuidos entre todas las familias, que se alimentaban con ellos después de haberfos chamuscado y puesto sobre una pf^nlla de maíz. ( C Cattaneo, «(^jere», Florencia, 1883, tOTno III.) Entre los antiguos peruanos, los fieles se hacían brotar la sangre de los brazos, rociaban con ella ima pasta alimenticia y luego la ofrecían a los dioses. D ^ e los tiempos más remotos, en U India la teofagía ha sido practicada de este modo: se repartía entre los fiele& ima pasta ranpapada de agua en que antes había sido sumergido un ^olo, o bien se sumergía el ídolo de pasta en el agua bendita y se le comía luego (Lea, «Fwza e superstizione»). Es de notar que una de las divinidades más estrechamente ligadas con estos ritos de los anriguos indios es Soma, que se dice encamó entre los hombres, fué muerto por ellos y majado eh un morterc^ subiendo luego al cielo otra vez, en forma de llama. Los anriguos egipcios celebraban la resurrección de Osiris comiendo una hogaza consagrada por el sacerdote. También en las ceremonias druídicas se ofrendaban el pan y el vino. Los antiguos escandinavos hacían lo propio. La distribución, entre estos iíltimos. la hacían los sacerdotes, descalzos y desnudos. (Williamson, «La htmx suprema».) En Tartaria, la eucaristía era efectuada por medio de hostias. A este ttspeeto dice el Padfe -Ciraber: «Yo afirmo solainente esto: que el diafoio dematuraliza de tal manera la iglesia N católica, que aun cuando ningún europeo ni ningún cristiano hayan estado nunca por allí, en todas las cosas sustanciales ellos coinciden por completo con la iglesia romana, hasta el punto de celebrar el Sacrificio de la hostia con pan y vino, como he visto yo mismo.» Omito, en honor a la brevedad, otros muchos ejemplos (2). El cristianismo tomó de los hebreos el rito de la eucaristía. Los hebreos lo practicaban por medio de carne de varios animales, de hogazas y de pan sin levadura. En el mundo romano estaba difundido por los diversos cultos de origen egipcio, que tenían en todas pwrtes templos, saceixlotes y fieles. La teofagía es afirmada explícitamente por la doctrina evangélica. (Mateo, XXVI, 26-28; Marcos, XIV, 22-24; Lucas, XXII, 19-20.) Cicerón, indignado por las supersticiones paganas, había dicho en su cDe Divinazcione» : ('Los hombres han llegado a todas las demencias. Un paso más y comerán los númenes que adoran.» Con los cultos egipcios y con el cristianismo la teofagía entraba en el mundo romano. Fué la misma iglesia la que confirmó a la eucaristía el carácter de rito teofágico. La presenda real de Cristo en la hostia fué discutida por los padres de la Iglesia, desde el siglo II al siglo VIII, y si el Concilio de Jerusalen, en el año 754 la negó, fué aceptada por el de Nicea en el de 787. Sin embargo, la cuestión quedó en suspenso. Y la indecisión no fué vencida por el Concilio de Roma en el año 1054. Pero b resolvió definitivamente el de 1215, celebrado también en Roma. El Concilio de Trento—154-1563—'desencadena la excomunión mayor y el anatema contra quien no acepte el dogma de la transubstanciación en la eucaristía. El Canon I fulmina el anatema contra quien niegue «que el cuerpo, la sangre y la esencia divina estén realmente en ht hostia y en el cáliz». Y el Canon VIII insiste: «Si alguno dice que Jesús, en la eucaristía, nc es comido más que espirituaJmente y no realmente, que el anatema caiga sobre él». Después de la consagración, la hostia y el vino haii doaparedd o ; lo que queda son las apariencias. (Canon II.) La cuestión de la existetKia real de Cristo en la hostia ha sido discutida durante siglos, y no es el caso de examinar aquellas largas, pesadas e inútiles controversias. Recordaré (a) Para la ampliación de «te eiumen «c puede coamlur: Jevon*. «Introduzione aUa Storía delle Religkmio: C Letoumeau, lEvokititfn Reli^euje>. Parí», 19085 Lang, «Mythes. culi^ et reÜgions», París 1896. N ue se alzaron contra la concepción teofágica e b Iglesia de Roma, cristianos muy reliJígiosos : el insigne teólogo Erigene Scott {833- 275 gió espontánea del ánimo de Urbano IV, ni fué inspirada por el milagro de Bolsena (4). Ya las visiones de una monja, Juliana de Cornillón, beatificada más tarde bajo el nombre de Juliana de Lieja, deliberara sobre la celebración solemne del Sacramento. El cardenal primado, en 1247, ordenaba a los obispos de Bélgica la instauración de la nueva fiesta. Jacobo Pantaleón, que debía ser más tarde el papa Urbano IV, asistía a la ceremonia celebrada en Lieja. Las monjas belgas solicitaron de él que extendiera la fiesta del «Corpus Dómine» a todo el mundo católico. La importancia ritual y dogmática de la eucaristía no fué en otros tiempos tan grande y universal en el mundo católico como se podría suponer. Ello era debido a que las jerarquías eclesiásticas se habían apoderado de la eucaristía, haciendo de ella un rito estrechamente sacerdotal, mientras que en la Iglesia cristiana tenía el carácter de un rito de toda la cpmunidad. La comunión fué, en sus albores, una comida sencilla, compuesta de pan y vino, que los cristianos primitivos celebraban en común. Esta comida, que se llamaba ágape, palabra griega que significa amor, fué abolida por un Concilio celebrado en el año 397. El cura principió a dar a los fieles pan sin levadura — mientras que los primeros cristianos empleaban el pan ordinario—, y vino auc les hacía beber en tazas de tierra o de maera. Más tarde el cura daba a los fieles pan empapado de vino, costumbre que mantiene todavía la Iglesia griega. A partir del siglo XII, el vino quedó reservado para los sacerdotes, y tal innovación fué aprobada por los Concilios de Constanza, en el año 1414; de Basilea, en 1431, y de Trento. En los primeros siglos d d cristianismo, hasta los niños de pecho podían hacer su primera comunión {5); la Iglesia romana decretó que para ello era indispensable saber el padrenues' tro y el credo, y más tarde, por decisión del 880), los iconoclastas del siglo Vlil, los heréticos del siglo XII, los albigenses del siglo XUI y los promotores de la Reforma, Zuiglio, Calvino y Lutero. Lo que dice un teólogo contemporáneo (Leray, «Dogma dell'eucaristia»), pone de relieve la concepción grosera de la trasubstanciación eucarística a que conduce el dogma de la presencia real de Ciisto en la hostia, al hablar de las sensaciones de Cristo en la boca del comunicante. «En el acio de la comunión los fieles tocan realmente la carne del Salvador, al serles colocada sobre la lengua la santa hostia; y dado que todo contacto es necesariamente recíproco, Jesús, por su parte, al darse en nutriáón, experimenta todas las sensaciones táctiles de extensión, de resistencia, de calor... No tan sólo el tacto, sino todos sus sentidos morales pueden ejercitarse en nuestro favor.» Hay <)ue poner de relieve el hecho de que un rito importante como el de la trasubstanciación eucarística no haya llegado a ser ofic¿ii en la Iglesia católica más que muy lentamente y con grandes dificultades. Un tal Pedro de Praga, que dudaba de la tttisubstanciación, celebrando la misa vio gotas de sangre en la hostia, que se transformó en carne, y en c^la gota aparecía la imagen de Cristo coronado de espmas. Aquel cura comunicó el milagro, que se llama el milagro de Bolsena (3), al papa Urfjano IV, que ordenó al arzobispo de Orvieto, en 1263. recoger el corporal de Pedro de Praga y trasladark) a aquella ciudad, y encargó a Tomás de Aquino y Buenaventura Bagnorea que cotnprobaran el milagro. Una procesión solemne. uiada por el mismo papa acogió las reliquias evadas de Bolsena a Orvieto. Y el 11 c^e agosto de 1264, Urbano promulgaba la Bula Transtturus, instituyendo la fiesta del «Corpus Dómine», que no alcanzó nunca gran importancia, hasu d punto que el deber de iniciarla por una procesión no fue impuesto hasta 1216. por el papa Juan XXVII. (4) Según una tradición del tiempo de los paLa institución del < Corpus Domine» no sur- ganos, había salido sangre del lago de Bolsena — la- f (3) Aquel supuesto milagro fue representado por Rafael, por orden de julio II; fué celebrado en toda la Iglesia romana por orden de Clemente VI. de Gregorio IX, de Sixto IV y de León XII: fué cantado por santo Tomás de Aquino, y fué... históricamente esublecido en 1694, por el mismo proceso de la Sagrada Congrcgaci^ de los Ritos. La ciudad de Orvieto, para recoger dignamente la» reliquias de la misa de Bolsena, construyó la famosa catedral. cus Vulsimiensis —, como recuerda Virgilio. El milagro de la misa de Bolsena no era único en su género. Antes, en España, en 1239, se decía que habían salido gotas de sangre de seis hostias ocultas en un corporal, para sustraerlas a posibles ultrajes de los moros. Y san Gregorio había visto una hostia tratuformada en carne viva. (5) Se les hacía beber un poco de vino consagrado La Iglesia ha mantenido estos usos. En el acto del bautismo, el cura moja su dedo en d vino y se lo da a chupar a los niños. 276 A R Concilio de Trento, que era necesario tener la edad de la razón. Resumamos: la eucaristía cristiana es rito mágico, teofágico y antropofágico común a casi todos los pueblos, y tiene grandes analogías con la eucaristía pre-cristiana. El clero ha monopolizado este rito, sin elevar su natura- B A N leza, que responde a una grosera concepción antropomórfica de la divinidad y que tiene su ongen en un misticismo sensual. CAMILO BERNERI (Traducción de Euseíno Carbó) Este grabado representa el Camino de Formentor en el archipiélago Balear y frente a la bahía de Pollensa. Formentor es un promcmtorio que remata en dos cabos llamados Formentor el uno y Cataluña el otro. El cabo Formentor es alto, árido y peñascoso y en su cumbre se levanta un faro de luz fija con destellos de treinta segutulos. Por lo agreste es uno de los sitios más pintorescos del citado archipiélago. R N 277 La obra de un tirano y el proletariado argentino VERDAD HISTÓRICA DE LOS ÚLTIMOS AÑOS Sin mciKÍonar los acontecimientos históricos de los ultime» años, en este rico país con abundante miseria humana, no me es dable describir el movimiento emancipador. compiKsto la mayor parte por obreros y estU' diantes, todc» ellos proletarios, cual debaticnd<»e entre la reacción latente influenciada por el capiul extranjero, radiado para la exploución incondicional del país y combinados con los eternos adulones patrioteros, forman, en conjunto, la secta viviente de la reacción que tenia el derecho ineludible del hombre. Un categórico en la Constitución nacional y donde están inclinadas las pasiones de todos los hombres libres del orbe. Sin embargo, doloroso es decirlo, el JMS cruzó y sigue el camino antkonstítucionaL Tal e] estúio efervescente, confuso, mal entendido y, sobre todo, mal guiado que enserase de un momento para otro el caos en el orden admi' nistrativo, financiero y quizá, exagerando algOk diría estaul. EÍ militar que en nombre de la patria encabezó el movimiento revolucionario, armando al electo las manos de las criaturas del Colegio Militar, promerió cosas que no cumplió: respeto a la C««titución, mirganizadón de los Poderes públicos a los treinta días, igualdad de condnciones para todos tos partidos y respeto a láf oiganizaciones obreras. Todo ello pasó de la utopía a h fantasía, y cuando posesionóse del sillón pre«detKÍaU retó la candidatura presúkncial del partido radicd, persiguió los dirigentes y desterró la mayor parte de ellos. El partido r«Íical derroudo por la l e v o l t K ^ era el partido ma)«>ritario del paii, con una hisUMÍa ndEuU y de vKtimano, pasa hoy como víctima en la opinión publica. Y aqud militar que quiso normalizar el pak a 1M trcinU días, jurameato que presenciaron 300,000 ciudúlatios argentinos, convocó a ekodtmes tan hitga después de diez y ocho OMacs de dictadura (KMTWIC y horrorosa. Así las orgamzaciones obreras han sido clausuradas; lot dirigentes expulsados, encarcelados, ultrajados» enturados, y la Ubettad rqHiblicuu un mito. Aun anda perdido en la inmensidad de los mates di buque fantarnaa «OiKO»: m sus entra&u Oevó carne humana destinada para presidios de diversos países; muchachos predispuestos a defender la líberud cayeron víctimas del plomo militar, bajo la ley marcial y estado de sitio. El teniente Franco que defendió a Paulino Scarfó. fusilado, por sólo haber dicho «nadie tiene derecho a quitarle la vida a nadie», ha sido dado de baja, luego desterrado; un muchacho de diez y siete años, que inocente transitaba por las calles de Buenos Aires, fue fusilado por la ira feroz policíaco-militar en plena calle Rivadavia. confundiéndolo o acusándolo de ladrón. Triple tragedia: los padres están locos por ser único y solo hijo. Dos jóvenes idealistas fusilados en Avellaneda; uno en Mendoza y varios en la provincia de Buenos Aires; uno en Rosario, otro en Tucumán y varios condenados a ntuerte conmutándoles U pena a reclusión perpetua. Es un superfino relejo del acontecido; y para efectuar tan nefasu obra el atrojtiado militar usó de la fuerza coercitiva, ejército, policía, y no otilante d único no poderoso, creó la Legión Cívica Argentina, institución compuesta de la última inmundicia y creada con el solo objeto de perseguir obreros idealistas acusados de ladrones peligrosos. Trágico recuerdo dejó aquella figura cstrat ^ c a , ofuscada y reaccionaria que sólo en nombre de una patria ncAle precipitó a la misma al borde del abismo. LA PRESIDENQA DE D . )USTO Y LA CXSMPLICIDAD DEL TIRANO Heme» visto untas cosas malas en tiempo del dictador que ya de menos importancia — la opresión diaria es un idilio —• no nos causa miedo. La miramos iruliferentes. Así, por ejonpió, é. general Justo, presidente constitucional según los conservadores que ayer veíamos a bracete y hoy «npieza a dividirlos la «incompatibilidad», sostiene much(» colaboradores en la repartición pública que en otrora colaboraron con el de «fosto». En el Gobierno de Uriburu han sido trágicas figuras, y con |usto, aun bajo la sombra, siguen sieitdo siniestras. Conservan el espíritu de maÚad mefistofeÜana, vileza de un F<Hiché de la revoludón frutcesa y pretensi(»a vei^enza del suizo Faudté. Ad k República constitucional tiene la il^tima Legión Cívica Arnntina que inhltable, bajo el color oBcial, s^udona 1<M 278 N R grandes problemas estudiantiles en la. Univet' s'idad, con el medio conducente del "manganello» y gases lacrimógenos; así continúan en sus cargos una parte considerable de profesores adictos al régimen demagogo del tirano Uriburu; así los poderes judiciales están en manos de jueces que el provisional nombró para que los códigos fueran manipulados por jueces conservadores clasificados. Toda la anormalidad existente y anomalía verosímil continúa porque Justo llegó a la presidencia como títere colocado por el tirano en una paradójica elección efectuada bajo el estado de sitio, robo de libretas, y siendo presidentes de comicios todos conservadores (¡ironía del destino!) hicieron votar a la fuerza por Justo. Suprimieron el cuarto obscuro, firmaban la libreta y tranquilamente arrojaban a la calle al ciudadano con la fuerza consistente de la Legión Cívica Armada. Los fiscales de la Alianza socialista-demócrata principales, fueron detenidos y muchos pasaron el día dentro de una magnífica tina de agua para «sacar la mugre», según el comisario. En consecuencia, la poderosa arma ley Saen Peña, el sufragio libre, ha sido magníficamente burlada. Justo triunfó ampliamente sobre el adversario Alejandro de la Torre, y ahora debe contribuir al «acomodo» de quien defraudó a la opinión de 12.000.000 de habitantes. peleándose, esülo siciliano, cuchillo en mano, hasta dejar tendido muerto al contrincante en el clásico duelo criollo. Pues todavía conserva dormido el sentir hacia la lucha colectiva; el espíntu dominado por la tradición feudal va cada vez alejándose más de estos bravos gauchos de magnífico corazón y lleno de bondad, y entre ellos ya discuten el deber de organizarse como única defensa de la oligarquía preponderante y el malestar general. Por lo tanto, las organizaciones estrechan filas y engruesan el número de conciencias libres. Trescientos mil trabajadores de la Federación Nacional del Trabajo y ciento cincuenta mil de la F. O. R. A., es la fuerza consistente que tendrá a su cargo el problema social, próximo a novedades, del pueblo extremo sudamericano. Luis MUNTORl Necochea. Argentina, julio de 1932. L o s OBREROS FIRMES EN LA LUCHA DE CLASE «U p t ^ l o tutto vede é pur ci crede», dijo un Unco italiano. En efecto, así sucedía hasta hace poco. Pero de hoy en adelante, y con la experiencia practicada, creo que el pueblo argentmo, psicológicamente formado de diversas razas, cosmopoliticamente compuesto de elementos avezados a la lucha, reorganizó los devastados sindicatos de resistencia, y como la hacendosa hormiga trabaja para defenderse al presente y prepararse para la lucha próxima del mañana. En otra parte, la despreocupación del campesino, tan caracterizada por costumbre, ya concurre y frecuenta la organización, colabora con el «gringo» y es un elemento peligroso el día no lejano qxie se compenetre de la organización y su objetivo. El gaucho no entiende de lucha de clase; sólo sirvió los intereses del caudillo politiquero criollo, con promesas de trabajo, didivas, tumba y corrupción, juego que el caudillo organiza para tener supeditados a los pobres de espíritu al rigor del hambre y la esclavitud. Malgrado ya concurre, aun en pequeña escala, a la organización obrera; es ya mucho para quien conoce el paisano. Pero ¡ay aquel día que recupera la concieiKÍa!, es terrible y temible para los intereses individuales; se mata CATALUÑA PtNrOBMSCA He aqtá un sombrío y twUtjñno desfiladero en á x-oüe de Aran. La bravia naturaUí/i catalana U mamfUtsta en fodo su esplendor en este tfiUe a&u ,, ' .pom conocido. B N A 279 LA VIDA E N P A R Í S ERRICO MALATESTA La muerte de Malatesta ha producido enorme impresión, incluso en quienes sólo conocían al luchador por sus escntos. Acaba de extinguirse una vida intensa, que peleó abnegadamente sm interrupción desde los años tempranos. Quienes conocían personalmente a Malatesta y fueron sus colaboradores, arriesgando como él algo más que la libertad, se duelen de la doble pérdida irreparable. Ha caído un pensador y un hombre de acción. El teórico desaparece a menudo en momentos de peligro. Voltaire y Rousseau, precursores de la revolución francesa, no hubieran asaltado la Bastilla. Elíseo Reclus, célebre ya en 1871 y Emilio Digeon, ignorado o poco menos hoy, aunque precursor del movimiento libertario, se honraron combatiendo entre revolucionarios anónimos. Malatesta se parecía a Reclus. «Errico» u l como le llamaban afectuosamente los trabajadores, es el hombre de «L'Agitazione», de «Volonta», de "Umanita Nova», dp la pequeña obra maestra «Entre campesinos» 5 pero es también el hombre de Benevento dispuesto siempre a dar la vida por el ideal. Mientras el gran espíritu cultivado de Malatesu maldecía del presente y atalayaba el mañana, continuaba, fusil en mano, con Caficro, CeccareUi y Stepniak, la tradición revolucionaria de Cario Pisacanc, el mártir de Capri ¿callado por Víctor Hugo, «más grande que Garibaldi», pensador y héroe a la vez. Malatesta era tan bravo como bueno. Diferente en todo a los pedantes que nacen para molestar, y desprecian o calumnian a quien no se inclina ante su pretendida infalibilidad pontifica!, el luchador olvidaba injurias y perfidias por refinadas y crueles que fueran. Tal fué umbicn la condición de Luisa Michcl. En honw de Malatesta evocaré un recuerdo elegido entre otros muchc» que conservo. En el período que yo llamaría heroico, de las idea» anarquistas, de 1892 a 1895. vma en Lmdrts un titulado anarquista, Luigi Parmeggiani. el cual publicaba anónimamente en unión de otro sujeto llamado Mdaa, especialista en estafas, manifiestos calumniosos contra lew militantes anarquistas más cOTOcidos. MalatesU era uno de los camaradas peor maltratados por su actividad incesante. ColabO' raba con k» calumniadores Parmeggiani y Molas, un dibujante que ha sido en su veiez agente de Mu»olini. El dibujante «nplcaba el lápiz y unos cuantos desperdicios de verdulería en difamar a Malatesta. Parmeggiani se trasladó de Londres a París por asuntos propios, sin que mediara ninguna relación entre el viaje y el movimiento revolucionario. Fué detenido en París, y como tenía miedo de que se activara la extradición pedida por Italia, donde tenía una condena en rebeldía por asesinato frustrado contra un digno escritor republicano, declaró que no era ni había sido nunca anarquista y que el'sentenciado en Italia no era él. El calumniador se valió de una pobre mujer, a la que dejó morir en la miseria, para solicitar ayuda de Rocheíort y de Malatesta. El generoso Errico olvidó las calumnias de Parmeggiani y se interesó por él, haciendo todo lo posible. El traidor Parmeggiani corrió a Londres y le faltó tiempo para reanudar la campaña de calumnias anónimas contra Malatesta. Parmeggiani, que fué al principio de su vida anarquista y zapatero, se convirtió en millonario cuando un millón representaba suma mucho más considerable que hoy. Llegó a rico, dejando de ser anarquista y dejando de ser zapatero. Siguiendo el curso de sus fechorías, abandonó a la compañera desinteresada, que me escribió desde el hospital antes de morir. Malatesta, cuyos padres eran de la clase privilegiada, se unió estrechamente a los explotados y ha muerte tan pobre como ellos. BORBON-HABSBURGO: PSICOLOGÍA DE UN PRINCIPE ACUÁTICO Los Borboncs han producido monstruos que sucesivamente fueron ocupando los tronos de Francia, España y dos Súcilias. En la línea consanguínea hubo entre los Borbones tipos acabados de rastacueros. Eran estos últimos los que no habiendo llegado a conseguir apropiarse de listas civiles considerables en países reducidos a servidumbre y miseria, se dedicaban, como el famoso Femando, primo de Alfonso Xni, a explotar viejas y jóvenes damas mientras estafaban a los hoteleros. El príncipe Femando se vendió mediante matrimonio legal a una rica retentona, y los gerentes de lew hoteles caros de la Costa Azul respiraron tranquilos al advertir que aquel trotón desaparecía de la circubcion. Pero he aquí que otro Borbón aparece en el escenario muncfano para demostrar en la vida y en muerte, porque terminó trágicamente su 28o carrera de obstáculos, que las gentes de sangre azul son incapaces de trabajar como vuU gares obreros. Se trata ahora de un Borbón que era también Habsburgo: doble aureola para los snobs; dc^le tasa en concepto de los que juzgan a los potentados por lo que valen personalmente. Hijo natural del viejo emperador austríaco Francisco José y de la princesa Alicia de Borbón, el príncipe Eduardo-Sergio era por su padre Habsburgo y Borbón por su madre. Por él mismo era uno de esos parásitos a los que se da en Francia nombre de pescado, sin tener en cuenta que se insulta a la raza acuática. Es una injusticia aplicar nombres de animales rentables — vaca, grulla o «maquereau» — a bípedos que son una ignominia. El príncipe Eduardo-Sergio fué un mantenido ocioso' hasta 1914. LOT subditos o vasallos de su padre natural, conservaban el príncipe en la más d(»ada qpulencia. Al desencadenarse la guerra había quien aseguraba muy en serio que Eduardo-Sergio era general de un cuerno de ejército; otros le tenían por espía. Al morir octc^enario Francisco José en 1916 y hundirse dos añc» después la doble monarquía, el príncipe imitó a los aristócratas descünerados que van a América en buKa de novia. Se casó COTÍ una mujer americana, pero ésta murió al poco tiempo y no dejó al príncipe viudo más que un hijo, actuaunente en los Estados Unidos. Eduardo-Sergio desplegó sus aletas de pesc^io azul y se dédkó intensivamente a explotar mujeres. Buscó en medi<» a[XC^»ados el htsao de damas caritativas. En Barcelona se extasió repentmamente ante una mujer casada, Gindelana Brau Soler, que no habú sido feliz en su matrimonio y contaba con capital. Se insinuó el príncipe, exhibió las galanterías del caso, separóse anustosan^ite Candelaria del marido, ya que a la sazón no existía el divorcio legal en España, y se entregó al príncipe encantadcw que Begó a devorar en poco tiempo m e i ^ miflói de fiancot. Amanada Candelaria por su di^ndioso ga' lin, vino ctm éste a Pans. Alquiló ella un departamento modesto en un hottl de la calle dt Bodbi y trató de ganarte la vida fabrican' do cremas y perfumes. El ptisiapt no ttabaiaba. ruturalmente. ¿Debe leb^ane tniíaianiio un hijo de empe' t»k>r? Edmiéú'Sttffo se hada admirar uti' limado como ctoenario el domkilio ét un amigo ingenuo, un arquitecto de NeuiSy. Eo' tie d abmMno y h cnaúda d príncipe «ican» tador, «eanní d q p n t e y siempre úaipecd^ ae pceaentaM ca casa de CancMaria «tigkn' 4Ío pbtta. íx» m^odoa «m siempre negados. B N C A La Costa Azul atraía al acuático príncipe irreástiblemente. Al visitar a su cajera d 15 de agosto, propuso Eduardo-Sergio un viaje a Niza o Marsella. Candelaria no estaba para viajes. Sabía que el viaje representaba como la instalación en otra residencia, un desembolso inútil, que ganaba apenas para vivir trabajando COTÍ regularidad y que si hacía caso del príncipe andarín llegaría a conocer la miseria más negra. El bello príncipe quiso hacer el honOT a la rutinaria Canaelana de pernoctar aquella noche en la modesta casa de la pareja. Desde que amaneció la aurora inmediatamente próxima, Euduardo-Screio insistió en la necesidad de viajar. Candelaria conocía al señorito mantenido que había devOTado 500 mil trance» en poco tiempo y se negó a ir a la CosU AzuL El príndpe se mostró enfurecido y cruel. ¿Cómo se atrevía la desdichada Candelaria a contrariar los doeos de un hombre por cuyas venas corría sangre borbónica con sangre de los Habsburgo? Y amenazó a su pareja con una navaja de afeitar que cariñosamente guardaba a preveiKión. La mujer, exElotada y sacrificada, no quiso dar la vida con i ingenuidad que diera medio millón de francos, y arrebatando el arma al agresor, en plena impulsión nerviosa, degolló a EduardoSergio de Habsburgo V de Etorbón separándole de un tremendo tajo U cabeza del tronco. Así sucumbe un príncipe miembro de dinastías ex reinantes. Los detrittis que restan de taks familias, repudian celosamente el ¡nrentesco con Eduardo-Sergio. Nada quieren con quien había caído en la nuseria. Francisco Jasé, el viejo verdugo, y Alfonso XIII el otro vodugo de Montjuich. esuban repletos de oro. ] Esos son parientes entre á 1 Eduardo-Setpo no tenía un céntimo. Como por b visto tamjpoco tiene familia, no ha faltado ni podía £ütar d amexkmo, compladente o mob, que acaba de pagar un nicho. El príncipe se convertirá en una gusanera, ccmio se huWera coovertiíb de reposar ta h fosa de todos. «LA REPÚBLICA DE LOS hDÑOS« La República tiene decoradón distinu de la monarquía y también etiqueu propia. En realidad, U esencia de uno v otro régimoi es d caoitalisffio. la autoridad y d E¿»áo. La •fRepuUica de los niño» ha querido aparecer con semblante atractivo (m DravetL En plena ^poca de vacadmcs de ;^aMo se «panizo una £wiu firatnnal y padfisu en los alrededores de Pai&. «1 Dravul, sor las Peáermtm» sodalistas de la capitd y Us de Seine-Oise y Setne'Mame. coa ayuda de ín' N dividualidades militantes y Juventudes francesas y alemanas. Los proletarios franceses invitaron a los proletarios alemanes a llevar los hijos al campo de Draveil para concentrarse en él un ejercito de paz, una muchedumbre infantil francoalemana, con el concurso de niños belgas e ingieres. Hace un cuarto de siglo, el 2 de junio de 1908, la llanura de Draveil fué regada con sangre proletaria. La huelga de los trabajadores de Construcción se desarrollaba por aquellos días normalmente. Una manifestación pacífica de huelguistas desarmados fué masacrada por la fuerza pública, resultando muertos y heridos. En las últimas vacaciones, Draveil fué un campo de paz, fratemi¿ando le» niños franceses V alemanes en un campamento junto a bs bellas frondas de Senart, en plena naturaleza y armonía, felices y libres, porque no se Hada política. Hubo un incidente preliminar: nada menos que fuego, un incendio. Los chiquillos no pudieron la cabeza ni los estribos: con admirable sangre fría y <M-den ejemplar localizaron el incendio, pusieron en lugar seguro los equipajes y cuando Uegaron- los bombe' toa apenas tuvieron nada que hacer. D ^ u é s de pasar un mes en el campo los nigos franceses, alemanes, ingleses y belgas dando ejemplos de inteligencia, fraternidad y bondad a sus padres, la Re{í^blica infantil se ha disuelto d^niés de cekbrar una fiesta pacifista, a la que se asocivon diez mil militantes llegados die París y el pueblo de DraveiL Vítores a la paz en francés y en alemán. Amitié 1 FTtutuiachaft 1 Discursos cordiales de müitantes alemanes y ínacesm. Abiazos sim' bélicos entre niñas. Fiesu nocturna. Coros de niños altemaiKlo unos con otros en distintos idiomas. Voluntad de ccm^ruir un mundo mejor. Un acto simbólico tuvo lugar en Draveil: la efigie de Hitler, el aspirante a dictador que siembra odi<» entre los pueblos y su insignia, una «lorme crut, fueron andada» a una hoguera, stmbóÚca también en aquel momento^ Damas alegres que iluminaron el campo entre tiiueblas. , {Cómo contrasta la fiesu con el estúpido juego de tambores y sables, que los púlres inconscientes compran en el bazar para que sus hijos imiten la animalidad del soldado I Y qué di^rencia entre la nobk rebeldía inntil contra Hitler y la jwetensioaa imbecilidad de k» lauUoro» de M i t e , infantiles mismita* pred^nados a aprender el saludo tacata mientras llef^ el momento de fusilar a los trabajadmvs iuliano*! ¿ 281 LOS MINEROS DE DECAZEVILLE Va a celebrarse en el momento en que escribo esta crónica, en Decazeville, el Congreso de la Federación Nacional de Trabajadores del Subsuelo. Decazeville es un nombre trágico en la historia de las luchas proletarias, como Draveil. En la tierra negra del Aveyron, los patronos mineros ejercían una tiranía y una, explotación atroces. Organizaron un Economato y pusieron al frente al ingeniero Watrin. Se impuso el procedimiento de bonos, y a fin de cada mes retenía el Economato el producto de las compras, descontándolo del salario y abusando tan escandalosamente de los {necios usurarios, que el minero, lejos aún de conseguir la jomada de 8 horas, y sin haber adquirido lo necesario para el sustento, llegaba a fin de mes agotado por la fariga y resultaba deudcH- del Economato. Estalló la huelga, pacífica al princimo, a pesar de los mconubles sufrimientos ele los mineros. Enviaron éstos una comisión al ingeniero gerente del Economato, y Watrin se negó altivamente a parlamentar. Los trabajadores se desesperaron. ¿Iba a condenárseles a morir de hambre? Se dirigieron a la Alcaldía buscando, en momentos de fiebre, la ayuda de la autoridad. En el camino hallaron al ingeniero que llevaba la misma dirección y quería hablar a la muchedumbre. Estalló de repente la cólera contenida y Watrin tuvo que correr, tratando de salvarse. No lo consiguió. Refugióse en un edificio y los explotados k> asaltaron, derribando la puerta y matando después al odioso tirano, cuyo cueroo arrojarcm por la ventana. Era en febrero de 1886. El hecho inició una pn^nda conmoción social en la región y repercutió en París. IJiisa Michel, Guesde, Paul Lafargue y el doctor Susini, participaron en un imponente mitm en el teatro Oútcau-d'Eau y fueron procesados, aunque absueltos luego por el tnbunaL Por entonces apareció la (wra maestra de Zola, «Germinal». En esta epc^ya se describe al natural la tragedia de Decazeville. La ejecución del usurero Maigrat recuerda la del explotador Watrin. La novela de Zola termina con un episodio sombrío: la victoria episódica de los potentados, el orden restablecido a tiros y la derrou de los mmert» que vuelven a ponerse el collar de esclavos, mientras el nihilisu Souvariñe utiliza el pozo de Voreux. Pero en la djra hay una esperanza viva: la eclosión del mundo nuevo, aquella suprema esperanza de AngioUllo cuando gritó segundos antes de monr en el suplicio: «i G«Tninal!» CH. MALATO Grupo de concurrentes a la jira libertaria celebrada en San Feliu de Guízols, organizado por el grupo «Iniciación anárquica^,, y a la que asistieron camaradas de toda la provincia. El sitio, de ideal belleza, jué marco adecuado para la hermosura de una fiesta de confraternidad, en la cual se alternaron los juegos amenos con las charlas instructivas, las disnisuines sobre temas de trascendencia, con los baños refrigerantes. Otro aspecto de la ¡ira de San Feliu. El objetivo captó el momento en que la Agrupación artística del Centro de Cultura de Salt representaba el acto simbólico fLa RflZÓn triunfará'. Los pequeños artistas pusieron de manifiesto sus admirables dotes, tmprovismtdo un teatro de la NaturaUzfi que, junto al mar y baja el palto deslumbrante del cielo mediterráneo, resticitaha toda la beik-a ¡ie la escenografía helénica. N R 283 Palpitaciones de C u b a Lo* c r í m e n e * del G o b i e r n o y la defensa del p u e b l o . — M e n o c a l llega de Parí* a N u e v a York. — La r e v o l u c i ó n sigue i o m a n d o c u e r p o N o quiero dejar a los lectores de LA REVISTA BLANCA sin conocer Las últimas palpitaciones que se sienten en Cuba en este mes de julio, día 28. que es cuando estoy llenando las presentes cuartillas. Un hálito que estremece las conciencias, bate sobre el pueblo v^e Cuba; pero un hálito de rencores, de odios mal reprimidos, de venganzas y de justicia. Es ese vértigo oue se apodera de los pueblos cuando arremeten coni.-i los que ultrajaron su vida y su libertad. Una pregunta nos hacemos: ¿Llegará el pueblo de Cuba a verse envuelto en aqudla terrible tormenta de conciencias, en que se vio envuelto el pueblo francés? La duda es terrible. Cualquier mediano observador puede vaticinar mqui hedios que tendrán resonancia en la historia. Machado, el repugnante tiranuelo, ha entregado al pueblo de Cuba a una orgía de sangre, y éste, en su defensa, quizá llegue a lo que Uegó Francia cuando en la guillotina saciaba sus instintos desbordados. El pueblo francés, cuando su gran revdución. tiene un paralelo con el de C u b a : que aquí, *e Uegati a esgrimir las armas para destruir; pero no podrá el pueblo caer en manos de los reaccionarios. Aquí una comuna será una realidad. No se podrá implantar al otro día de la revolución, pero ésta la empezará a edificar con sólidos cimientos dado que nuestra altura revolucionaria, ya no concuerda con ninguna clase de oRepública». En primer lugar, tenemos las masas estudiantiles, que siempre sufrieron crueles atropellos con los demás t i b i e m o s ; y con Machado llenó todos los colmos. Estos estudiantes, profesionales e intelectuales, unidos en definitiva, sobre todo los estudiantes, al proletariado, ideológicamente, no podrían aceptar que una cRepública» oliente a "democracia» viniera a estacionar una revolución que empeló a prindpio del siglo pasado, cuando el negro Aponte ittturfecdotió una dotación de esclavos. Es decir. que dcjde hace más de cien años, que el pueblo de Cuba clama por su libertad. Y como ningún Presídeme que tuvo la República le encajó bien » tus noble* y heroicas aspiraciones, le vino bien ciempre aquellas palabras de José Martí, palabras que este pueblo tuvo y tiene buen cuidado de no olvidar: <imíentras exista una injusticia, la revolución no habrá termiiudo». Y precisamente, en Cuba, todos tos gobiernos han personificado U íníustida f la expoliación por uso. Resultando casi casi, que el pueblo tiene y tuvo que seguir haCÍCIKÍO Un mismos esfuerzíM revdudonarios que hizo cuando pensó a principio del siglo pasado, en su liberación. El pueblo de Cuba sabe que no será una «República» mangoneada por un político viejo, de aquellos que en otros gobiernos hizo lo mismo que éste, lo que satisfaga sus aspiraciones. Y, como decía antes, las masas estudiantiles, los que son proletarias y esa parte del pueblo, parte que fueron las piaras que secundaron los políticos, se van unificando; van formando un bloque. Esto es consecuencia de la ferocidad desplegada por Machado y sus esbirros. Y hemos llegado a (al unificación ideológica, que vemos surgir familias enteras que laboran por la revolución. Es decir, que profesionales, obreros y estudiantes, como así miles de campesinos, hanse unido con bien marcada tendencia revolucionaria. Con un solo partido, con un solo lema: la libertad. Ya nuestros campesinos saben lo que es «Comunismo». Ya nuestros campesinos saben y se han dado cuenta que ya la revolución no es de partido, que es plena del pueblo. Y ellos, esos antillanos, siguiendo las palabras que vertió Araquistain en su libro «La Agonía Antillana», «de que había que esgrimir el machete para conquistar una segunda libertad», lo hacen ufanos. Esos machetes, como lo hicieron otras veces, se teñirán en sangre de tiranos. Y para que n o lo dude el lector, voy a exponerle datos de los últimos acontecimientos sucedidos, después que murió el teniente Calvo en plena fíabana, como expliqué en el artículo anterior, casos sucedidos entre el 15 y 26 de julio. Después que cayó Calvo con sus dos subalternos, cuyos autores no han podido encontrar los flamantes esbirros machadistas, se esperaban nuevos acontecimientos, dado que la feroz tiranía no quiere parar de cazar en plena calle de la Habana a los ciudadanos como fieras, asesinándolos a mansalva. Machado y sus secuaces han matado más de treinta ciudadanos después que cayó Calvo. Con ensañamiento que no tiene nombre dentro el asesinato, se elimina al que mejor les parece a ellos. Pero el pueblo, cada día más sagaz, prepara sus golpes, que son terribles. Y el pueblo de Cuba tiene plena confianza en su personalidad. Su heroicidad no tiene límites. Quien esté aquí lo puede observar. Puede tener presente el lector, que el tiranuelo Machado vive en un infierno, pues el pueblo prefiere seguirse quemando junto con él, antes que dejarle que se vaya. |Demasiados esfuerzos ha hecho por irse! Pero él sabe que su vida en el extranjero corre el 284 R mismo peligro que está corriendo aquí. Hasta allá .lo perseguirán. Pues sí, el Gobierno, sospechando que en cierta caSe de k Habana se conspiraba (la calle Bandera), y creyendo que un coronel que en ella vivía. Esteban Delgado, había tomado parte en la muerte de Calvo, cobardemente lo mataron por la ma^ ñaña del día 24 de julio. Le codearon la casa con cincuenta policías armados con ametralladoras, y llamando a la puerta de su casa, cuando la abrió lo acribillaron a balazos. Y ese mismo día, cúmo a las siete de la noche, él capitán de la poiicia na' donal. García Sierra, recibe un aviso que en una casa de accesorios, se encontraba una cerrada donde había literatura subversiva. Allí acudió el capitán con varios subalternos, teniendo la mala suerte que habiendo un grueso libro sobre una mesa, al tO' marlo hizo explosión una Ixmíba que dentro del mismo había, destrozándolo por completo c hi' riendo de gravedad a dos de sus auxiliares. Gnno ve el lector, entre el pueblo y la feroz tiranía machadista, se ha empeñado terriUe duelo, pero dentro de esa lucha, el pueUo Ilutase de más rencores, redoUa sus enervas para hacer justicia. ¿Y la justicia que tm pueblo se decide a tomar por sus propias manos, no es terrible y justificada? Y los casos crispan los nervios. Los chacales de Machado, no pudiendo lograr ni siqínera dar con la más mínima pista, asesinan a diestro y siniestro; pero el pueUo inq>asible sigue desafiando la ira de la bestia, haciéndola rugir de impotencia cuando los agresores de sus esbirros le. dejan en las calles de la Habana una demostración de vak»', de heroísmo, rayano en el cuento de una fábula, cuando desapa^ recen misteriosamente. Conste »si, el pueblo de Cuba sabe defenderse. Entre los casos que intimamente han sucedido, y óe ios que desde mi escondite puedo irme ente' rando, pues ha de saber el lector que el que escribe estas líneas se encuentra en difícil situación, pues poco falta para que vaya al vientre de un tibiuón, Bo ha podido recoger más reportaje a causa de esa mi«na situación. Y digo que me &ilta poco para ir a los vientres de los tiburones, porque la pou' zofiosa tiranía' machadista, para desaparecer sus crímenes opta pcv echarles a esos escualos los que tienen la desgracia de caer en sus manos. Quizá muchos españoles cantaradas que expulsaron de aquí, cuando lean estas líneas, un estremecimiento de dolor y terror agitará su ser, conociendo este, iri' fiemo y recordando a los que no hemos podido evadimos. Pues sf. Machado, rugiendo de impo' tenda al ver que no puede descubrir a los que ve» rifican las agresiones, mata hasta muchos duda' danos que se encuentran presos acusados de cons' ptradores. Le voy a relatar un hecho al lector > Wa los días de este mes se enomtraton ta el Li' toral de la Habana dos cadáveres que boyaban, amarrados uno con eT otro. Además, un pescador B N que pescó un tiburrái, le sacó del vientre, aun com' pletos, una pierna y un brazo de una persona que usó sortija. Este pescador también fué asesinado para que no hablara. Este caso nos recuerda al ca' marada Brouzon, que solamente por estar repar« tiendo pasquines revolucionarios, la «bestia* ma» chadista se lo edió a ios tiburones. El escualo que se lo tragó fué pescado y el pescador halló en su vientre aún la mano de Brouzon que señalaba a k» asesino^ para que el pueUo hiciera justicia. Esa mano fué reconocida por su esposa, que creo se encuentra ahora en España. Junto con ese ca' marada, también fué ejdiado a los escualos el ca' marada ruso Jalob. Sin embargo, el Gobierno de Alfonso no hizo ninguna protesta, ni cuando asesinaron al «Espa' ñolito» en Santiago de Cuba, por alimañas como el comandante Arsenio Ortiz. El cónsul de San' tiago de Cuba, que siento ahora no saber su nom* bre, pero que juro por mi lucha de anarquista que si no me matan lo he de averiguar para que el pueblo español conozca quiénes son los que MU dignidad y sin honor callan ruin y cobardemente estos crímenes, apenas si conmovido por d crimen hizo algo. ^3omo en el otro articulo prometí ha' Uar de los crímenes de Santiago dé Cuba y otros, le suplico al bondadoso lector que lo dejemos para más adelante, pues no debemos dejar pasar los acontecimientos que ahora están sucediendo.) A mí lo que me extraña es que ni el Gobierno de la República que comanda don Niceto, se ha ociq>ado ni siquiera de los españoles que ha asesi' nado Madtado en Cuba. Y la Prensa burguesa de allí, la republicana, etc., apenas, según tengo en' tendido, si sus columnas se 'nerón dignificadas por una pltuna mojada en el tintero, no solamente en el sentido de la dignidad y la vergüenza, sino ni en el de humanidad. Solamente al recordar esto, mi pulso tiembla y la sangre pone una cárdena mancha en mis mejillas, viendo tanta pusilanimidad, tanto despredaUe desinterés para k» que son torturados y muertos, lejos quizá del regazo de una madre, de las caricias de una esposa. Pero yo espero que ios cmnpafieros españoles es» g^iman sus plumas y sigan denunciando estos he' dios que yo denuncio a la faz del mtmdo. Que le digan a la Prensa republicana y a *ao» diputados que aquí en Cuba, esos españoles que en artera y odiosa emboscada cayeron, tienen una pluma y un corazón. La pluma para denundar los hornbles cH» menes y lanzar al fostró de k» crimitiales el vir triólo del desprecio y de la aousadón, y el corazón para llorar al pie de sus tumbas. Y que si ellos, no oonodendo el minimo rasgo de humanidad, se recuestan d^tro de las ambiciones politicas, aquí hay quien tiene el suficiente <»raje para hacerles a esos camaradas la debida justicia en dias que no están muy lejanos. A MENOCAL E N NEW-YORK. — LA REVOLUCIÓN TOMA CUERPO Desde New-York, el -cable nos comunica que allí llegó el general Menocal. Lo que tiene gracia es que ese cable dice también que la colonia cubaha de la Babel de Hierro asegura que Menocal viene con objeto de preparar nuevos levantamientos revolucionarios en Cuba. ¡ Menocal revolucionario i ¡Ja, ja... ja I Al pensarlo, la cosquilla rae desquijarra de risa. El general Menocal, hace unos cuantos días, cuando lo fueron a prender, se escondió, o se amparó en la legación del Brasil en la Habana. Allí estuvo varios días, hasta que el secretario de Estado del Brasil le comunicó a su diplomático aquí que amparó a Menocal y a otros amigos que buscaran allí refugio, pues Machado no quería dejarlo ir. Pero como estas negociaciones diplomáticas iban tomando un cariz tirante, dado que Machado tiraba por acá y el gobierno del Brasil para allá, optó nuestro tiranuelo por dejarlo ir, pero a condición de que Menocal dejara de ser revolucionario. Menocal nunca lo fué; pero bueno, él se comprometió. Se marchó a París, pero solamente estuvo unos cuantos días en la capital de Francia, donde él y N 285 su señora y sus secuaces dilapidaron millones de pesos, de cuando era presidente de Cuba, sacados «honradamente» de las arcas del Tesoro público. Además, Menocal tiene en su haber la revolución de febrero de 1917, que siendo él presidente, el partido liberal se fué a la revolución porque él se reeligió. Y estando en la secretaría de Gobernación Aurelio Hevia, otro revolucionario de ahora, asesinó a cientos de cubanos solamente porque protestaron de la reelección de Menocal. Menocal no hace nada más ahora que aspirar a lograr restaurar sus centrales azucareras y negocios de la misma índole, y por eso se ha vuelto revolucionario. ¡Pero ya le conocemos! Mientras esto sucede, la revolución toma cuerpo. Los ciudadanos unifican más y más sus ideas revolucionarias y en todo el país se nota inusitada agitación. Hoy es el 28 de julio, cuando trazo estas líneas, enterándome que han pasado soldados de la provincia de la Habana para Oriente donde ya se dice que hay partidas que esgrimen el machete redentor. En el próximo trabajo seguiremos explicando todas las demás palpitaciones revolucionarias que sucedan. ROSENDO APOLCATERRA COCENTAINA (Alicante). — Camaradas que tomaron parte en la jira organizada por el Grupo excusionista libertario de Cocentaina, que tuvo lugar en la nFotit de Mariola», de Sierra MO' ñola, asistiendo más de doscientos compañeros de los pueblos de Akoy, Onteniente, Bañeras, Bocmrente, Villena y de ¡a localidad organizadora. 286 B N C Historia de la pintura en España Por FRANCISCO PI Y MARGALL (Continuación) Esta agitación, este afán de adelantar, fueron, en aquel siglo, universales; ¿podía, acaso, dejar de sentir sus efectos la pintura? Por esto rompió entonces, y no antes, las fronteras de la Italia; por esto entonces hubo un templo en cada nación de Europa y en cada pintor un verdadero artista- No cayó en la imitación, como la arquitectura y la poesía; mas fue por causas especiales que contrabalancearon la tendencia general de la época, no porque no se sintiera impelida, del mismo modo que las demás artes, a calcar sus obras sobre las de la antigüedad griega y romana. Sobrenadaban aún sobre las ruinas del viejo mundo templos, palacios, anfiteatros, circos, imágenes de dioses, estatuas de emperadores, figuras alegóricas, relieves que adornaron frisos y sepulcros, himnos, epopeyas, dramas; mas ni una sola obra de Timanto, ni un SPIO cuadro de Apeles, ni una sola reproducción de estas pinturas, hechas en Roma por los esclavos griegos. Buscó el arte originales, no los encontró, y esta fué su suerte. Apeló a las producciones de la escultura, las estudió, las anatomizó detenidamente; mas no pudo, por fortuna suya, tomar de ellas ano lo que era indispensable para su progreso: la forma. No tuvo modelos, y continuó siendo original; siguió la senda abierta por Giotto y por el Nbsaccio; caminó de adelanto en adelanto, y sola y por la sola virtud de sus esfuerzos lieó a mayor perfección que a la que aspira^ an las otras artes al hacerse imitadoras. No dejó de resentirse algún tanto de las falsas aspiraciones del siglo; consagró sus pinceles a las reproducciones mitológkas y se hizo más naturalisU de lo que permitían su origen y su espíritu;' pero no por esto experimentó sino una reacción mcnnentánea, una reacción tal vez necesaria para acelerar su marcha majestuosa. Esuba demasiado cerca d d £n de su cartera para que pudiera perjudicarle su fatal deshunbramiento de la época; en dos siglos había dado pasos que la habían llevado qtiizá mis allá de la antigüedad misma. Conocía ya la perspectiva Uneal y b perspectiva aérea; tenía en su auxilio el grabado en cobre; acababa de adoptar y generalizar la pintura al ^ e o , cosas todas, si no ignoradas, mal apreciadas cuando menos por los romanos y los griegos. No decayó, no cambió de faz, no alteró en nada su carácter; y he aquí por f qué hemos dicho y sostenemos que no hay, con respecto a él, arte moderno. Pudo haberlo con respecto a la arquitectura, a la escultura, a la poesía; mas nunca para la pintura, que ha reflejado hasta los últimos instantes de su vida los sentimientos que guiaron la mano de sus primeros geniosCerramos aquí, sin embargo, nuestro primer capítulo. Con el siglo XV concluye la Edad media; tras él empieza una época nueva para los pueblos. El arte es el mismo; pero elevado ya a su mayor altura, produce nombres cuyas obras e influencias no es posible abarcar de una ojeada rápida como la que escribimos. Urge, por otra parte, volver los ojos a España, sobre la cual nemos guardado silencio; hay nombres de la Edad media que conviene citar, hay obras que merecen un detenido análisis. No son, desgraciadamente, muchas ni estas obras ni estos nombres; mas ¿qué importa, si bastan para revelar los projgresos del arte? Nos hemos propuesto dar S «Historia de la Pintura», no una colección de biografías ni un catálogo de cuadros. Para nosotros, los hombres son nada cuando no han contribuido de una manera ostensible a los adelantos de su siglo; muy poco ¡aS obras en que no vemos consignado su progreso. Nuestros verdaderos artistas son ya conocidos; lo que falta conocer es el arte. CAPITULO II ESTADO DE LA PINTURA EN ESPAÑA DURANTE LA EDAD MEDIA E)e los hechos consignados hasta aquí, se desprende: I." Que el arte no ha podido medrar nunca sino en pueblos libres. Entre las ciudades de Grecia escogió Atenas; en Roma langui' deció y murió per haber sido entregado a los esclavos. Revivió al sentir herida su frente pOT la luz del Evangelio. Cayó bajo la mano tiránica del sacerdocio y retrocedió; fué puesto en libertad por las cruzadas y adelantó a p s o s de gigante. Falto de asilo, se acogió a la sombra de las repúblicas de Italia. Sabó de ellas, pero cuando e^aba ya expirando el feudalismo, cuando empezaba a respirar el mundo. Penetró en Eqñña, en Francia, en Alemania; volvió la eqxdda a Rusia, dividida aún hoy en siervos y señores. R 2." Que el arte es el hijo del sentimiento; que reproduce, por consiguiente, la vida interior; que ha de ser y es, en último resultado, el reflejo de las épocas y de los pueblos en que vive. Floreció en la antigüedad bajo el calor del entusiasmo patrio y del amor a la belleza; en la Europa cristiana, bajo el sol de una religión aue vmo a establecer la fraternidad universal y a rejuvenecer una sociedad ya próxima al sepulcro. Habló allí más a los sentidos que al corazón; aquí, más al corazón que a los sentidos. Pintó en una y otra parte la divinidad, pero no a impulso de las mismas causas; aquí la pintó movido por una aspiración general puramente mística; allí, p<)r una aspiración nacional puramente estética. Fué allí individual, aquí social; retrató aquí la humanidad, allí al hombre- No encontró allí más que pueblos sensuales y fué sensual; encontró aquí pueblos que fijaban constantemente sus miradas en el mundo futuro, donde sólo gobernaría el amor, y luchó por reproducir el espíritu, aun antes de haber dominado la materia. Llegaron para él, en uno y otro período, momentos de decadencia; pero ^cuándo?, cuando dejó de ser eco de los sentimientos que le daban vida, cuando se sensualizó en Europa cristiana y se embruteció en los antiguos pueblos, cuando por no crear, reprodujo. No sólo pudo entonces decaer, sino morir. Estos dos resultados los habíamos formulado ya en dos proposiciones; helos aquí ahora como consecuencias. Nos apresuramos a consignarlas porque son precisamente las que han de poner en evidencia que el arte^ ha muerto, por dejar de ser expresión de la época. Lo hemos dicho ya; deseamos que esc arte vuelva a la vida; deseamos que ese elemento de civilización no sea como ahora, infructuoso; deseamos que, cumpliendo con su objeto, impresione los sentidos y hable al alma; deseamos que contribuya a acelerar los destinos de la humanidad a cuya realización se opongan la ignorancia de los que su£r«n y el egoísmo de los que gozan; deseamos que revele el mal para llegar al bien, que aliente a los justos y confunda el crimen, que despierte en todos los corazones el arnor y encienda la esperanza, que derrame sobre toda alma marchita el rocío del consuelo, que ccMi^ire, por fin, a lo que conspiran de consuno la poesía y la filosofía, la Prensa y la tribtma. Nuestros deseos serían del todo vanos si no procurásemos manifestar que esta ha sido la misión natural del arte en todos los tiempos, que en todos los tiempos ha sido el arte el teu^o de su siglo, que está hoy descaminado, que ha de Uenar el cargo que le ha sido confiado por la Providencia. Convie- B N 287 ne, pues, que no perdamos ocasión de probarlo; y por esto procuramos tanto ir sentando las consecuencias que derivan de los hechos. La historia de la pintura en España, hasta el siglo XV, va a darnos los mismos resultados. Tarde, muy tarde empezó a desarrollarse el arte en nuestra patria; mas ¿cómo extrañarlo, cuando ha sido ésta, por espacio de tantos siglos, el campo de batalla de todas las naciones? El industrioso habitante de la Siria expiró aquí bajo las armas de Cartago; Roma vino a vengar aquí las derrotas de Trasimeno y Cannas. Terminada la lucha, fuimos esclavos del vencedor, levantamos con ira la frente y combatimos; pero sólo para hacer más dura, aunque más honrosa, nuestra servidumbre. Salimos del poder de los emperadores y caímos bajo la espada de los bárbaros. Invadidos por pueblos de distintas razas, dimos origen a sangrientos choques y fuimos el botín de sus victorias. Vivimos en paz con los godos; mas ¡qué paz! Una aristocracia orgulíosa y fratricida lo dominaba todo, gozaba de casi todos nuestros campos, mandaba nuestros ejércitos, alzaba y derribaba nuestros reyes, era arbitra de nuestros destinos... ¡y estaba constituida esta aristocracia sólo por los conquistadores! Había, poco más o menos, entre ellos y nosotros, la misma paz que entre el brahmán y el paria, entre el ciudadano de Esparta v el ilota. Teníamos un mediador en el sacerdote, que era casi siempre hijo del pueblo; mas ¿qué había de poder la palabra de Dios en sus labios con hombres aun medio salvajes, que no obedecían más que a la fuerza de sus instintos y al furor de sus pasiones? Hemos vivido en esclavitud durante siglos, durante muchos siglos. La libertad es incompatible con la división de razas; donde éstas existen, lo que para la una es libertad, no puede significar para la otra sino despotismo. A fuerza de tiempo, estas razas se hubieran ido fundiendo; pero sobrevino, a los tres siglos, otra más pocierosa que avasalló a los vencedores y agravó la condición de los vencidos. No era el árabe tan feroz como el bárbaro del Norte, al invadir la Europa: no mataba por matar, no destruía por destruir, no obraba por venganza ni por sed de sangre; era de sentimientos más generosos, de instintos más suaves, de arranques más heroicos; era de más delicadas costumbres, de más cultivado entendimiento, de más aptitud para ir recogiendo todos los elementos civilizadores; pero tenía, en cambio, más fanatismo religioso, más apego a sus tradiciones y a sus hábitos, más mflexibilidad de carácter, menos facilidad en promover esa fusión tan necesa- 288 R ria para hacer sólidas las conquistas y bené' ficas las leyes. El bárbaro, no bien hubo sa' lido de sus bosques, cuando adoptó las creencias y los usos europeos, deseoso de identifi' carse, en lo posible, con la raza indígena; él, lejos de contemporizar con los que acababan de abrirles sus ciudades, les habló al punto de sus leyes, de su Profeta, y quiso imponerles su Corán con la punta de la espada. Había ya venado Asia y África cuando entró en España; había hecho ya musulmana la mayor parte del mundo; vino animado por sus victorias militares, enardecido por sus triunfos religiosos, seguro de que no había de resistir nadie a su formidable empuje, y fue, como en todas partes, orgulloso, excluavista. intolerante con el que no acató su dogma fundamental de la unidad divina. Toleró el cristianismo, pero no consideró como su igual sino al que abandonó por la doctrina del Profeta la ley del Evangelio- No trabajó, no hizo el menor esfuerzo para amalgamar conquistados y conquistadores, para hacer de todos una sola sociedad, un solo pueblo: perpetuó la división y nos condenó para siempre a la condición de esclavos. Mucho tuvimos que sufrir también bajo los árabes. El cspíntu de independencia, la ambición, los odios de tribu a tribu, provocaron a cada paso, entre ellos, espantosas luchas; y pesaron sobre nosotros, además de los males de la esclavitud, todas las calamidades de la guerra. Podíamos evitar unos y otras abandonando nuestros hogares y poniéndonos a la sombra de los estandartes cristianos enarbolados en Asturias; pero ¿nos «ra tan poco Ucito vivir en paz, dormir tranquilos? Dejar para siempre el suelo en que se meció nuestra cuna es ya muy triste; andar de breña en breña, de campo en campo de batalla, de peligro en peligro; descansar de las trigas del oía con la cabeza sobre el escudo, la espada siempre en la mano; despertar tal vez sintiendo a la espalda al enemigo; no poder abrazar al padre, al hijo, sino en medio de la zozobra y manchado de sangre, será glorioso quizá, pero no menos horrible. No es vivir en sociedad vivir en el seno de los campamentos; b libertad que constituye la existencia moral de los pueblos no puede respirar donde existe sólo el imperio de la fuerza. Creció, de día en día, el poder de k» cristianos; tuvieron ciudades, rovinctas, reinos; derrotaron en cien comates a k» árabes y les obligaron a impbrar el socorro de los que gobernaban las naciones de África; mas ¿qué adelantamos aún? Continffiü» la guerra: y al cercarse el oie- S B N migo corríamos a agrupamos, como antes, bajo el pendón de nuestros reyes; los que eran nuestros caudillos en b guerra, eran después, en la paz, nuestros tiranos. Teníamos parlamentos destinados a moderar el poder de los monarcas, pero compuestos, en su mayor parte, de ima aristocracia militar y de un clero que sabía también enfrenar un caballo y empuñar la lanza.^ No entramos en la senda que conduce al verdadero estado social ni aun al abrigo de nuestras cartas-fueros. Basadas estas concesiones sobre la ignorancia y el privilegio, no hicieron más que entronizar la arbitrariedad, excitar rivalidades funestas entre pueblo y pueblo; y si algo bueno tenían, lo fueron perdiendo ante las continuas invasiones de xmz nobleza que, no contenta con dominarlo todo, luchaba consigo misma y no pocas veces iba a ensangrentar hasta el suelo de las comunidades. Vauan aún muy poco estas cartas, ganaban poco con ellas las ciudades; ¿en qué mejoraban le» pueblos aforados, cuando a cada paso tenían que estipular de los reyes el triste privilegio de no ser vendidos? Estábamos relegados de la ciudad no sólo nosotros, sino hasta los mismos árabes. Nos aventajaban éstos en literatura, en muchas ciencias, pero no en política. Vivían bajo el poder de monarcas que eran a la vez pontí' fices y reyes; pertenecían en cuerpo y alma a sus califas. No tenían intervención en ninguno de los negocios del Estado. No eran consultados sino en momentos de peligro; no eran llamados sino para ir a derramar su sangre en los combates. Se sublevaron alguna vez, mas no para adquirir derechos civiles, sino para satisfacer pasiones más o menos justas, para clavar su puñal en el pecho de un rey y levantar otro sobre sus escudos; jamás pensaron en sacudir de sus hombros ni amenguar siquiera la dura tiranía que les abrumaba. Persuadidos de su orgamzación civil derivada de la religión, la consideraban tan inmutable como el dogma; veían entroniwdo el despotismo en la audad y en la famiua; pero, ciegos observadores de su ley, no solamente lo coiutentían, sino hasta lo restauraban después de caído, e hincaban ante su misma hechura la rodilla. Estaban mucho más atrasados que nosotros. Nosotros, cuando menos, presentíamos la doctrina del progreso indefinido, luchábamos por nuevos principios; no encontrábamos en la religión un obstáculo, sino un apoyo para suavizar las duras formas de la organización que combatíamos. {Continuará)