30 de abril de 2015 Brecha 9 Nueva Zelanda y Uruguay Una comparación recurrente Los dos países tienen mucho en común y, como pocos en el mundo, han sido comparados una y otra vez a lo largo del tiempo. La mayoría de las veces para aprender uno del otro, y siempre –o casi siempre– en tiempos de crisis. Aquí proponemos mirar hacia Nueva Zelanda desde la perspectiva del país agroexportador en declive en la economía mundial y a través del análisis del historiador económico neozelandés Brian Easton, que aborda el rezago y los desafíos actuales, y cómo ve el futuro desarrollo. Producción intensiva en Cambridge, Nueva Zelanda / Foto: AFP, William West Textos: Jorge Álvarez Scanniello* En la década de 1950 Nueva Zelanda se convirtió en un ejemplo1 para el sector agrario uruguayo debido a los altos niveles de productividad exhibidos por la ganadería neozelandesa. Uno de los aspectos que más llamó la atención fueron las técnicas desarrolladas para la producción y mejora de pasturas, que Uruguay buscó adoptar de forma más o menos sistemática desde la década de 1960. En la década siguiente fue el turno de los intelectuales uruguayos –historiadores, sociólogos, también periodistas–, que se preguntaron por qué dos pequeñas sociedades agroexportadoras tuvieron resultados tan distintos en términos de crecimiento económico y equidad. Los sociólogos buscaron causas estructurales, como la distribución de la propiedad agraria; los historiadores destacaron las peculiaridades históricas y geográficas de cada país. Del otro lado, los neozelandeses, inmersos en una crisis claramente distinta a las conocidas hasta entonces, comenzaron a mirar a Uruguay con atención como un ejemplo negativo de lo que podía depararles el futuro. En el entorno de la crisis de 2002, la propia crisis uruguaya y el resurgimiento de los enfoques del desarrollo impulsaron las comparaciones sistemáticas de largo plazo entre ambas sociedades. Las preguntas se orientaron nuevamente a explicar por qué países similares tuvieron en el largo plazo un desempeño económico divergente. En otras palabras, por qué a pesar de contar con similar población, superficie productiva, especialización agraria e inserción internacional, Nueva Zelanda ha logrado a lo largo del tiempo mejores niveles de ingreso y de vida para su gente que Uruguay. Basada en un muy variado instrumental teórico y metodológico, esta reciente oleada de investigaciones ha producido libros, tesis de grado, tesis de maestría y tesis de doctorado en Uruguay y otros países. En los últimos años los neozelandeses han invertido capitales y trasladado técnicas de producción al sector lechero uruguayo con diverso grado de éxito. El gobierno uruguayo ha puesto el foco en el proceso de reforma y profesionalización de la gestión pública del Estado neozelandés para incorporar y adaptar esa experiencia al proceso de reforma del Estado uruguayo, también con limitado éxito. Cabe preguntarse qué aspectos de la realidad neozelandesa actual, de su realidad económica, social y política, pueden contribuir a pensar el futuro de Uruguay. Una mirada histórica, comparativa y de largo plazo, sugiere que el foco del análisis debería ubicarse en el patrón de empobrecimiento sufrido por ambos países en el contexto de la economía mundial. ¿Qué factores contribuyeron al ascenso y declive de la economía neozelandesa en el largo plazo? ¿Cómo ven los neozelandeses el rezago sufrido en los últimos años con relación a otras economías desarrolladas? Estas preguntas son abordadas en las siguientes notas. La idea es contribuir a pensar la clave futura del desarrollo uruguayo considerando la experiencia reciente, los problemas actuales y los desafíos futuros de Nueva Zelanda. n * Doctor en historia económica, profesor adjunto de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República con régimen de dedicación total. 1. A Gallinal, “Enseñanzas de un rápido viaje a Nueva Zelanda”, conferencia realizada en la Aru. Montevideo, 1951. F Davie, El ejemplo de Nueva Zelanda. Ed Juan A Peri. Montevideo. 1960. 10 Brecha 30 de abril de 2015 Una economía agroexportadora Ascenso y declive El 30 de diciembre de 1835 Charles Darwin abandonó Nueva Zelanda a bordo del Beagle, luego de haber permanecido diez días recorriendo la Isla Norte. Las últimas impresiones registradas en su diario de viaje señalan: “Nueva Zelanda no es un lugar agradable. Los indígenas carecen de la encantadora sencillez que distingue a los de Tahití, y la mayor parte de los ingleses son verdadero desecho de la sociedad. Tampoco las condiciones del terreno tienen nada atrayente”.1 Pocas décadas después, antes de que finalizara el siglo XIX, Nueva Zelanda se había convertido en un país rico, con un avanzado Estado de bienestar y una de las sociedades más igualitarias del mundo, logrando mantener ese lugar de privilegio en el concierto internacional hasta la década de 1970. Más allá de los vaivenes de la economía mundial a los que están expuestas las pequeñas economías, su larga prosperidad se basó en dos principales pilares: la conformación de un sistema agrario de alta productividad, exportador de “pasturas procesadas” (lana, carne y productos de la lechería), y la estrecha conexión con la economía británica. El primero llamó tempranamente la atención de los uruguayos, que buscamos aprender de la experiencia neozelandesa. El segundo fue debilitándose en la segunda posguerra hasta desaparecer. Hoy Nueva Zelanda no ocupa un lugar de privilegio en la economía mundial como en el pasado, y, consciente de su acelerado rezago, debate cuál debería ser la mejor estrategia posible de inserción en el mundo global. Se trata aquí de repasar los principales hitos de la trayectoria histórica de la economía neozelandesa y comprender cómo una economía con rasgos estructurales similares a la uruguaya experimentó –también como Uruguay– un proceso de ascenso y declive en la economía mundial. AL COMIENZO. Pero ¿cómo pasó Nueva Zelanda de ser una tierra lejana y marginal a ser uno de los países más ricos e igualitarios del mundo? Nueva Zelanda es un país con una corta historia de asentamiento humano. Los primeros pobladores arribaron desde la Polinesia en el siglo XIII, y no fue hasta el siglo XVII que los europeos llegaron a sus costas. Descubierta por el holandés Abel Tasman en 1642, fue nombrada Nieuw Zeeland (en holandés), nombre que conservaron los británicos cuando el archipiélago fue explorado por el capitán James Cook en 1769. Se estima que antes de la colonización europea, Aotearoa –denominación maorí del territorio– tenía una población nativa de 100 mil habitantes. La presencia de esta cultura organizada en Producción ganadera en Uruguay / Foto: Archivo Acar clanes y tribus, bravía y aguerrida en la defensa de sus tierras, y la escasa importancia económica del territorio, contuvieron el asentamiento británico por varias décadas. En 1840, cuando adquirió el estatuto de colonia británica, la población europea apenas superaba los 2 mil habitantes. En las décadas posteriores Nueva Zelanda experimentó el impacto aluvional del poblamiento británico, alcanzando los 300 mil habitantes en 1874, y la marginación y reducción de la población maorí, que cayó a 46 mil personas el mismo año; también el desarrollo de un conjunto de actividades económicas de tipo extractivo, entre las que se destacan la explotación de recursos naturales marítimos (ballenas y focas), minerales (oro y carbón), forestales (madera y goma de kauri) y pasturas rústicas (ganadería ovina extensiva productora de lana). Esta estructura productiva mostró ser inviable transcurridas unas pocas décadas, por estar basada en la explotación de recursos naturales finitos, al tiempo que generó una estructura social desigual y oligárquica. Sin embargo, las transformaciones que comenzaron a operarse en la economía mundial en el último cuarto del siglo XIX, como la reducción del costo del transporte interoceánico, la incorporación de la refrigeración al transporte de carnes y la expansión de la demanda europea por alimentos y materias primas de clima templado, causaron un profundo impacto económico, social y político en Nueva Zelanda. Los principales resultados fueron una creciente especialización del país en un rango limitado de productos ganaderos (a la lana se sumaron la carne ovina y derivados de la lechería, como queso y manteca) y la intensificación de los lazos comerciales con Gran Bretaña, desde entonces su principal socio comercial. Esta nueva era de crecimiento exportador demandó la concreción de un conjunto de transformaciones domésticas en los niveles político, institucional, tecnológico y demográfico que colocaron a Nueva Zelanda en una senda de crecimiento económico que la posicionó hacia 1900 entre las cinco economías más ricas del mundo, en términos de su Pbi por habitante. Entre las principales transformaciones se destaca un amplio programa de obras públicas (construcción de carreteras y puentes, expansión del ferrocarril y del telégrafo) y una reforma administrativa que centralizó el gobierno y permitió una mayor integración geográfica, económica y política del país. El programa de inversiones incluyó un esquema de asistencia financiera a la inmigración de origen británico, lo cual contribuyó al fuerte crecimiento de la población que alcanzó en 1911 el millón de habitantes. Las oleadas migratorias aportaron mano de obra y nuevos colonos al desarrollo agrario y fueron un factor fundamental en la expansión de la frontera productiva. Entre 1870 y 1911 se duplicó la superficie agraria con la incorporación de nuevas tierras a la producción, principalmente en la Isla Norte (el grueso de las tierras de la Isla Sur ya habían sido ocupadas antes de 1870). La expansión de la frontera agraria implicó redefinir el proceso de distribución de derechos de propiedad de la tierra y modificar el paisaje natural, sustituyendo los bosques nativos que cubrían la Isla Norte por pasturas artificiales para la producción ganadera. Esta enorme empresa exigió el desarrollo de tecnologías de transformación del suelo y producción de pasturas. También dirimir el conflicto social y distributivo emergente de la ocupación de las nuevas tierras. La balanza se inclinó a favor de los nuevos colonos y de los trabajadores urbanos con el triunfo del Partido Liberal en las elecciones de 1891, primeras con voto universal masculino. Los liberales aplicaron un programa de reformas que incluía la división de las grandes propiedades rurales y la aplicación de un complejo sistema de venta y arrendamiento de tierras públicas que garantizó a los colonos el acceso a ellas. También la ampliación de los derechos políticos, con el establecimiento del sufragio universal femenino en 1893. Sobre estas bases se consolidó, a comienzos del siglo XX, un sistema agrario de producción familiar (la mayoría de las tierras de propiedad privada fueron pequeñas y medianas unidades productivas) en el que predominó la ganadería intensiva. También un temprano Estado de bienestar que pudo desplegarse gracias al gran desempeño de las exportaciones y a la evolución favorable de los términos de intercambio, de los que gozó Nueva Zelanda hasta la Primera Guerra Mundial. La década de 1920 fue un período de estancamiento y reacción conservadora a varias reformas implementadas por los gobiernos del Partido Liberal. En gran parte, este período crítico se debió a la evolución decreciente de los términos de intercambio, al alto endeudamiento del sector agrario y a la fuerte dependencia de la también estancada economía británica. A esto siguió el impacto negativo de la crisis mundial y la gran depresión de los años treinta. TIEMPO DE CRECER. Hubo un largo período de crecimiento basado en el desarrollo agrario e industrial y en la demanda británica. Luego del impacto de la crisis mundial –que implicó una caída de 14,5 por ciento del Pbi hasta 1932–, Nueva Zelanda mostró una rápida y acelerada recuperación. Su Pbi per cápita creció a una tasa de 7 por ciento anual durante el decenio 1934-1944, a lo que siguió una senda de rápido crecimiento impulsado por el boom de las exportaciones de la segunda posguerra. Este período, interrumpido en 1966 por el desplome internacional del precio de la lana, se basó en cinco pilares fundamentales: protección del mercado interno frente a los choques del mercado internacional; expansión del Estado de bienestar; desarrollo de la demanda interna e industrialización sustitutiva de importaciones; fuerte crecimiento de la productividad ganadera y del volumen de las exportaciones agrarias; y una demanda externa estable y segura en el marco de la Comunidad Británica de Naciones, o Commonwealth. Sintéticamente, los efectos inmediatos de la devaluación del tipo de cambio real en 1933 fueron la protección a la industria local sustitutiva de importaciones y el aumento del ingreso de los productores rurales, esto es, del sector exportador. En 1938 el primer gobierno del Partido Laborista consolidó esta política con la adopción de cuotas de importación y control del cambio (en vigor hasta 1985). El Estado fue un actor relevante en la configuración de un modelo de desarrollo que requirió la consolidación del Estado de bienestar. Éste se basó en la expansión del gasto y la inversión pública con un fuerte esquema de transferencias de ingresos a la población y de inversiones en obras de infraestructura y viviendas de propiedad públicas. Los principales objetivos de la política económica fueron sostener el pleno empleo, la expansión del mercado interno y el crecimiento de la industria local, que atrajo inversión externa en sectores competitivos –como la industria frigorífica–, o protegidos –como las industrias naviera, metalmecánica, química, del papel y la ingeniería–. Este esquema pudo sostenerse durante tres décadas debido al crecimiento de la productividad de la ganadería y de las exportaciones que, en última instancia, aportaron las divisas del mercado internacional. El crecimiento de la productividad ganadera fue posible por el desarrollo tecnológico del sector, especialmente de tecnologías locales de producción y mejoramiento de pasturas, y por el activo papel del Estado en la realización de obras de infraestructura (caminos y carreteras en regiones de difícil acceso, electrificación rural y construcción de viviendas), distribución de tierras públicas en regiones marginales, y subsidios y financiamiento a la inversión privada en el sector agrario. Este esquema consolidó el sistema rural de producción familiar y una ganadería altamente tecnificada e intensiva en trabajo, capital e insumos. El crecimiento de las exportaciones también fue posible porque Nueva Zelanda contó con la demanda segura y estable de Gran Bretaña, que absorbió en promedio el 70 por ciento de las exportaciones totales en este período. Este modelo de desarrollo implicó una economía política de transferencias de rentas del sector agrario exportador hacia 30 de abril de 2015 el sector doméstico (industria y servicios), lo cual no estuvo exento de polémica. El sector agrario exigió bajos niveles de protección para no alterar la eficiencia de la economía. Los sectores urbanos defendieron la protección para sostener el salario real y el pleno empleo. El debate no fue intenso ni radical, especialmente porque el sector ganadero exportador comprendió que la eficiencia perdida por la protección no fue tan importante, considerando el pleno empleo alcanzado y las políticas públicas orientadas al propio desarrollo agrario. Desde el punto de vista político, las dos principales agrupaciones, el Partido Nacional y el Partido Laborista, aunque representaron distintos intereses y alianzas sociales (el Partido Nacional se identificó con el campo, los productores rurales y el comercio urbano; el Partido Laborista fue el partido de la ciudad, de los trabajadores industriales y de los trabajadores rurales pobres), no aplicaron políticas muy distintas mientras se alternaron en el gobierno en las décadas de 1950 y 1960. Este esquema de desarrollo ingresó en un período crítico hacia fines de la década de 1960. La crisis sobrevino por el desplome del precio de la lana en 1966, el deterioro de los términos de intercambio, el creciente proteccionismo agrario de los países desarrollados y la incorporación de Gran Bretaña a la Comunidad Económica Europea en 1973. DESCONEXIÓN Y DECLIVE. Una vez agotado el modelo de crecimiento basado en el desarrollo de la industria local, la expansión del mercado interno y las exportaciones ganaderas, Nueva Zelanda ingresó en los años setenta en un período de estancamiento económico y profundos cambios en los planos social y cultural. El estancamiento respondió a las profundas modificaciones que experimentó la demanda internacional de commodities, que afectaron especialmente al tipo de bienes que tradicionalmente exportó Nueva Zelanda: lana, carne y productos lácteos. Entre estos cambios se destacan el estancamiento del crecimiento del consumo británico, la aparición de bienes sustitutos, como fibras sintéticas por lana y margarina por manteca, los cambios en los hábitos alimentarios de la población europea (carnes blancas por rojas) y el resurgimiento de la producción agraria británica, cuyos niveles de subsidio y protección aumentaron a partir de 1973 con la política agraria común de la Comunidad Económica Europea. La desconexión del principal mercado (Gran Bretaña pasó de absorber el 53 por ciento de las exportaciones en 1960 al 21 por ciento en 1975) y el deterioro del poder de compra de las exportaciones ganaderas redujo la capacidad de Nueva Zelanda de capturar renta de la economía mundial y transferir recursos al sector doméstico. El desafío fue entonces diversificar los mercados y los bienes exportables. Para ello se revitalizaron las relaciones comerciales con Australia, a través de acuerdos de libre comercio, y se buscó ampliar el rango de bienes de exportación. Por un lado, aumentó la participación de productos primarios no ganaderos en las exportaciones, como forestación, pesca y horticultura, pero la principal apuesta fue la exportación de manufacturas industriales basadas en la producción de acero y aluminio. Esta política fue acompañada de un amplio programa de inversión pública llamado “Pensar a lo grande”, diseñado para explotar recursos energéticos y materias primas locales para la producción industrial. Sin embargo, hacia comienzos de la década de 1980 los altos niveles de inflación y desempleo se expresaron en un amplio descontento social y político. El resultado fue la implementación de un programa radical de reformas liberales, llevadas adelante por el cuarto gobierno del Partido Laborista (1984-1990) y continuadas por el cuarto gobierno del Partido Nacional (1990-1999). El programa de reformas incluyó liberalización financiera, eliminación de la protección y apertura comercial, desregulación del mercado interno, eliminación de los subsidios a los sectores agrario e industrial, privatización de empresas públicas, reforma impositiva y reforma del Estado. Este conjunto de reformas dio lugar a la conformación de una nueva elite empresarial que consolidó su influencia estratégica sobre la política económica. Las políticas “neoliberales” no generaron resultados muy alentadores desde el punto de vista del desempeño económico. El sector industrial fue duramente golpeado, produciéndose un intenso proceso de desindustrialización, la desigualdad tendió a crecer y el país no logró recupera los lugares perdidos en el ranking mundial de ingresos por habitante. Actualmente Nueva Zelanda muestra una mayor diversificación de las exportaciones en productos y mercados, con el crecimiento de la exportación de servicios como turismo y educación. Sin embargo, el grueso de sus exportaciones continúan siendo bienes primarios, intensivos en recursos naturales. El debate actual sobre el desarrollo futuro de Nueva Zelanda se centra en cómo lograr producir y exportar bienes intensivos en conocimiento y tecnología, y escapar del designio de ser una economía agroexportadora dependiente, en última instancia, de los procesos de desarrollo de otras regiones del mundo. n 1. Charles Darwin, A naturalist’s voyage round the world [1860]. Ed John Murray. Albemarle Street, London, 1913. Págs 457-458. Brecha 11 Con el economista Brian Easton Declive económico y desafíos para el desarrollo Foto: Victoria University Desde hace varias décadas los neozelandeses se preguntan por qué han dejado de ser una sociedad ejemplo de prosperidad y equidad en el mundo. Analistas de los más diversos ámbitos (académicos, políticos y periodistas) han indagado sobre los factores comprometidos en el declive y reflexionado sobre los posibles caminos para el desarrollo futuro de Nueva Zelanda. En 1992 David McLoughlin1 se preguntaba –con alarma y un poco de exageración– por qué Nueva Zelanda se había convertido en una sociedad subdesarrollada que estaba cayendo en el Tercer Mundo. En 1997 Brian Easton2 definió a ese país como una economía que desde la segunda posguerra transitaba mares tormentosos. El propio Easton explica en esta entrevista los recientes aportes de la historiografía económica, y especialmente el estado actual del debate sobre los desafíos futuros que enfrenta la economía neozelandesa. —Nueva Zelanda ha experimentado una tendencia declinante en el ranking mundial de ingreso por habitante desde la segunda posguerra, caída que se ha profundizado en el último cuarto del siglo XX. ¿Qué factores explican este rezago relativo, especialmente luego de la década de 1970? —La economía de Nueva Zelanda tiende a crecer al mismo ritmo que otras economías ricas. Sin embargo, en 1966 enfrentó una fuerte caída del precio histórico de la lana –en aquel entonces el principal rubro de exportación–, lo que representó una reducción de 16 por ciento de los ingresos totales derivados de las exportaciones. Hubo que redistribuir recursos desde la producción ovina con altos rendimientos –aunque desde entonces menos rentable– hacia otro tipo de actividades. Ese ajuste redujo el ritmo de crecimiento de la economía y por más de una década 12 Brecha 30 de abril de 2015 Ficha Nueva Zelanda creció más lentamente que el resto de las economías ricas. El ajuste estructural supuso una diversificación sustancial, tanto de los productos como de los destinos de las exportaciones. Otros productos superaron el valor de las exportaciones de lana, como los lácteos, el turismo, la carne, la horticultura, la viticultura, la pesca, la silvicultura y algunos servicios. Cabe destacar que 40 años atrás, dos terceras partes de las exportaciones tenían a Gran Bretaña como su principal mercado; hoy los mercados de China, Australia, Estados Unidos, Japón y Corea superan la participación del mercado británico en las exportaciones. En la actualidad la economía de Nueva Zelanda está creciendo nuevamente al mismo ritmo que otras economías ricas, pero en un carril más bajo debido a la pérdida de capacidad productiva provocada por la caída de los términos de intercambio y la reestructuración que le siguió. No obstante, desde la crisis financiera global de 2008 Nueva Zelanda ha crecido a mayor ritmo que muchos países ricos, en parte porque la mitad de sus exportaciones se dirige a los mercados asiáticos, que no sufrieron tan duramente el impacto de la crisis, y por la fuerte demanda de productos lácteos (China es un gran comprador de alimentos para niños). El nivel de deuda pública fue bajo, lo que hizo creíble y posible el recorte de impuestos. La carga fiscal ha aumentado desde entonces, aunque el nivel que exhibe Nueva Zelanda es aún bajo para los estándares internacionales. Cabe destacar que 40 años atrás, dos terceras partes de las exportaciones tenían a Gran Bretaña como su principal mercado; hoy los mercados de China, Australia, Estados Unidos, Japón y Corea superan la participación del mercado británico en las exportaciones. —Se ha interpretado que las reformas (neo)liberales introducidas por el gobierno del Labour Party en 1984 fueron una respuesta radical a la crisis y posterior estancamiento de la economía neozelandesa. ¿Cómo valora los resultados de las reformas liberales con relación a variables económicas relevantes, como el crecimiento económico, el empleo y la distribución del ingreso? —Nueva Zelanda adoptó tardíamente medidas de liberalización del mercado del tipo de las que siguieron a la anulación de los controles impuestos durante la Segunda Guerra Mundial. El gobierno del Partido Laborista aflojó los con- El doctor Brian Easton es un destacado economista de Nueva Zelanda formado en las universidades de Canterbury y Victoria. Fue docente en las universidades de Sussex y Canterbury, e investigador en diversas universidades de Australia, Gran Bretaña y Estados Unidos. También fue director del Instituto de Investigaciones Económicas de Nueva Zelanda (Nzier) y actualmente tiene cargos como docente o investigador asociado en seis universidades neozelandesas, además de ser profesor en Auckland University of Technology. Es autor, coautor y editor de varios libros y ha dedicado buena parte de su carrera académica a la difusión de los principales problemas y desafío de la economía neozelandesa en diversos medios de prensa escrita y en su página web (www.eastonbh.ac.nz). Es autor de una de las historias económicas de Nueva Zelanda de referencia, In Stormy Seas. The Post-War New Zealand Economy (1997) y actualmente está escribiendo la que él mismo ha definido como una casi completa historia de Nueva Zelanda desde una perspectiva económica. n troles y otras intervenciones, pero en una versión simplista y extrema del neoliberalismo. Durante siete años la economía se estancó, lo que contribuyó a la pérdida de posiciones en el ranking internacional del Pbi per cápita. No hay un acuerdo total sobre cuáles fueron las causas de este estancamiento. Algunos sostienen que fue el resultado de la incompetencia de los responsables de la gestión de la economía, otros que fue una consecuencia inevitable de la desinflación y la liberalización, están los que argumentan que fue el coletazo final de la reestructuración experimentada tras la caída del precio de la lana. Gran parte de las medidas más extremas de liberalización del mercado se ha revertido, a pesar de los fuertes intereses que se consolidaron y que aún procuran su conservación. El gobierno de Nueva Zelanda de hoy no puede calificarse como neoliberal (excepto por los críticos antimercado más radicales), aunque continúa operando bajo la forma tradicional de una estrecha relación entre el gobierno y las empresas. Algunos llamarían a esto corporativismo, aunque el término más común es “NZ (Inc)”. Una vez terminada la etapa de gestión económica neoliberal, la economía de Nueva Zelanda volvió a tener una tasa de inflación baja, similar a la de otras economías ricas, con niveles de desempleo apenas por debajo del promedio de los países de la Ocde. Sin embargo, la distribución del ingreso continúa siendo mucho más desigual de lo que era antes de la liberalización del mercado, debido a que los principales beneficiados de la reducción de impuestos y de los recortes a la seguridad social fueron los sectores de más altos ingresos. No obstante, Nueva Zelanda no es un país excepcionalmente desigual en términos internacionales, porque no cuenta con un gran sector financiero, al tiempo que el mercado de capitales es demasiado pequeño y los sectores más ricos envían e invierten sus capitales fuera de fronteras. —Diversos analistas indican que el futuro de la economía neozelandesa y su inserción El gobierno de Nueva Zelanda de hoy no puede calificarse como neoliberal (excepto por los críticos antimercado más radicales), aunque continúa operando bajo la forma tradicional de una estrecha relación entre el gobierno y las empresas. en la economía global se debate entre intensificar la explotación de sus recursos naturales (agro y turismo) o diversificar sus exportaciones de bienes y servicios con productos más intensivos en conocimiento y tecnología. ¿Cuál sería el mejor camino para retomar una senda de desarrollo que lo coloque nuevamente en una posición destacada entre los países líderes de la Ocde? —Nueva Zelanda experimentó una importante caída de la participación de la industria manufacturera en el Pbi durante el último cuarto del siglo XX. En parte esto fue el resultado de la importante reducción del régimen de protección externa en la década de 1980, también del hecho de que el este asiático se convirtió en la actualidad en el principal proveedor de productos industriales. Aparte del procesamiento industrial de su producción primaria, la economía neozelandesa nunca ha tenido una industria manufacturera muy avanzada (típicamente la clase de actividades industriales intensivas en trabajo y bajos salarios características del este asiático). El principal factor que explica esto es que los centros industriales de Nueva Zelanda han sido demasiado pequeños para generar las fuertes economías de aglomeración que son necesarias para una producción industrial sofisticada (la ciudad más grande, Auckland, apenas supera el millón de habitantes). Por otra parte, la ubicación geográfica de Nueva Zelanda, lejos de otros centros industriales, dificulta su integración en las cadenas productivas a escala global. Un problema adicional es que la formación de la fuerza de trabajo ha sido más pobre que la requerida por la industria en el mundo. En el nivel doméstico el sector servicios ha crecido y ha llenado el vacío dejado por la industria en la producción y el empleo. El endeudamiento externo se ha sumado a las divisas disponibles, y aunque se discute que esto y el endeudamiento externo privado sean demasiado altos, ambos tienden a incrementar la vulnerabilidad de la economía neozelandesa frente a la volatilidad mundial, y presionan al alza el tipo de cambio, estrangulando varias actividades exportadoras. El ingreso de divisas proviene principalmente de las exportaciones basadas en recursos naturales (incluido el turismo), con valor agregado por el sector manufacturero. Las exportaciones primarias pueden ser muy sofisticadas. Por ejemplo, diversos componentes de la leche son utilizados para la elaboración de productos farmacéuticos. Su producción requiere estándares muy altos de control de calidad. Aunque ha habido algunos incidentes de contaminación de la leche, éstos fueron sorprendentemente escasos dada la enorme cantidad procesada. Por otra parte hay un marcado optimismo con relación a que los precios de las exportaciones primarias en el siglo XXI están en una tendencia creciente de largo plazo, lo que alimenta las expectativas de una reversión de la tendencia declinante de los términos de intercambio que tuvo lugar durante el siglo XX. La expectativa de este cambio de tendencia se basa en la relocalización en el este asiático de la producción manufacturera intensiva en el uso de fuerza de trabajo con bajos salarios, en la caída relativa de los precios de las manufacturas y en el aumento de la demanda internacional de alimentos que la oferta no puede satisfacer. El problema con las exportaciones de productos primarios es que sus precios fluctúan mucho más que los de la industria (en esencia, porque no es posible controlar la oferta de productos primarios, como es posible hacerlo con los industriales). Eso significa que Nueva Zelanda se enfrenta a un mayor grado de volatilidad externa que la mayoría de los países ricos, especialmente en el ingreso de divisas. Este fue un problema importante en el siglo XX, aunque no lo fue tanto recientemente, hasta que el año pasado se desplomó el precio internacional de la leche. Otro factor de preocupación es la dependencia excesiva del mercado chino, esto se ha hecho evidente porque su reciente desaceleración ha contribuido a la caída de los precios de los lácteos. Una solución al problema consiste en una mayor diversificación de los mercados de las exportaciones, en este sentido Nueva Zelanda ha mantenido un agresivo programa de negociación de acuerdos de libre comercio, el más reciente fue con Corea. Esto ha conducido a una visión contraria a que Nueva Zelanda deba ampliar el rango de bienes exportables que no provengan del sector primario. Gran parte de la discusión se remonta al siglo XX, ignorando los cambios experimentados por la economía mundial y la sofisticación del sector primario. Hasta el momento no se ha producido un boom de las exportaciones. Quizás la “nueva” exportación, sorprendente por cierto, ha sido la producción de películas, de las cuales la trilogía de Peter Jackson El señor de los anillos es la más conocida. “Wellywood” (Jackson vive en Wellington) parece haber sido un fenómeno fortuito (es donde él creció), aunque también cabe destacar que ha habido algún dinero del gobierno, incluyendo exenciones fiscales sin las cuales la industria se habría trasladado a otros países con menor carga impositiva, por lo que de todos modos Nueva Zelanda no habría conseguido esos ingresos fiscales. La distribución del ingreso continúa siendo mucho más desigual de lo que era antes de la liberalización del mercado, debido a que los principales beneficiados de la reducción de impuestos y de los recortes a la seguridad social fueron los sectores de más altos ingresos. Hacer una película no es sólo una actividad basada en conocimiento sofisticado, requiere de cooperación internacional; por ejemplo, el rodaje realizado en el día puede ser enviado por cable por la noche a Estados Unidos para ser procesado. Esto sugiere que, probablemente, el “nuevo” sector exportador estará localizado en servicios basados en conocimientos sofisticados, dependientes de las conexiones internacionales basadas en las Tic, a veces llamadas “weightless exports”. Es posible que no haya grandes éxitos en la industria proveedora de divisas, pero hay un montón de medianas empresas con desarrollo, diseño y control localizadas en Nueva Zelanda y que producen en el exterior. Con todo, parece probable que el sector primario continuará siendo la principal fuente de divisas de Nueva Zelanda, aunque será un sector muy diferente al de cien años atrás en términos de qué produce, cómo y para quién, y sobre todo por su crucial dependencia del conocimiento. n 1. David McLoughlin, The Undeveloping Nation. New Zealand’s Twenty-Year Fall Towards the Third World. Penguin Books, Nueva Zelanda. 1992. 2. Brian Easton, In Stormy Seas. The Post-War New Zealand Economy. University of Otago Press. Dunedin. Nueva Zelanda. 1997.