LOS MEJORES AÑOS DE NUESTRA VIDA (1946) EE.UU. 170 min.

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VIERNES 27
21 h.
Entrada libre (hasta completar aforo)
Salón de actos de la E.T.S. de Ingeniería de Edificación (antigua E.U. de Arquitectura Técnica)
LOS MEJORES AÑOS DE NUESTRA VIDA
(1946) EE.UU. 170 min.
Título Orig.- The best years of our lives. Director.- William Wyler. Argumento.- La novela “Glory
for me…” de McKinlay Kantor. Guión.- Robert Sherwood. Fotografía.- Gregg Toland (B/N).
Montaje.- Daniel Mandell. Música.- Hugo Friedhofer. Productor.- Samuel Goldwyn. Producción.Samuel Goldwyn Company. Intérpretes.- Frederic March (Al Stephenson), Myrna Loy (Milly
Stephenson), Dana Andrews (Fred Derry), Teresa Wright (Peggy Stephenson), Virginia Mayo (Marie
Derry), Harold Russell (Homer Parrish), Cathy O’Donnell (Vilma Cameron), Hoagy Carmichael
(Butch Engle), Steve Cochran (Cliff Scully), Don Beddoe (sr. Cameron), Dorothy Adams (sra.
Cameron), Walter Baldwin (sr. Parrish), Minna Gombell (sra. Parrish). Marlene Aames (Luella
Parrish), Dean White (Novak), Ray Collins (sr. Milton). v.o.s.e.
7 Oscars:
Película, Director, Guión Adaptado, Actor principal (Frederic March),
Actor de reparto (Harold Russell), Montaje y Música.
1 candidatura: Sonido.
Música de sala:
Los mejores años de nuestra vida (The best years of our lives, 1946) de William Wyler
Banda sonora original de Hugo Friedhofer
“El año pasado, el lema era Mata Japoneses. Este año, Haz dinero”.
Tras su incorporación al cine al final de la guerra, a Wyler todavía le quedaba pendiente la
realización de una película para Samuel Goldwyn. Una vez pasada revista a todos los derechos que
tenía comprado el productor, decidieron de común acuerdo que lo mejor era una novela de MacKinlay
Kantor titulada “Gloria for me….”. Igualmente convinieron en que el guionista adecuado para poder
adaptar la obra era Robert Sherwood -el autor de El bosque petrificado o El puente de Waterloo-,
que había sido el coguionista de Rebeca.
Al igual que la excelente Hasta el fin del tiempo (Till the end of time, 1946) de Edward
Dmytryk, estrenada meses antes, LOS MEJORES AÑOS DE NUESTRA VIDA1 trata el regreso a la
vida civil de tres veteranos de guerra, pone el acento en la invalidez física y en los problemas
psicológicos y laborales de la readaptación, muestra una gama de reacciones de la sociedad ante los
desmovilizados (Fred no logra encontrar una forma de volver a casa mientras un orondo civil recoge
su reserva y paga sin problemas el exceso de equipaje que supone su equipo de golf transportado por
un negro) y denuncia el ultraderechismo parafascista de quienes alardeaban de patriotas desde una
actitud éticamente reprochable (el episodio del siniestro vendedor de patriotismo).
Las modificaciones que llevaron a cabo en la novela no fueron muchas pero sí de importancia.
La primera, que no planteó grandes dificultades, por el acuerdo que hubo desde el principio entre
productor, guionista y director, fue la sustitución de la incapacidad de Homer. En la novela se trataba
de un paralítico cerebral, pero Wyler arguyó que siempre resultaría falso el personaje y era mejor
cambiarlo por otro tipo de incapacidad. La argumentación de Wyler convenció a Sherwood y a
Goldwyn, y el director se acordó de un hombre que había perdido las dos manos al que había visto en
un documental bélico. Decidieron primero tomarlo como ejemplo, y, finalmente, ante la insistencia del
director y pese a la reticencia del productor, contratar al propio Harold Russell para incorporar al
1
El título hace alusión, irónicamente, a la frase de Marie (Virginia Mayo) en la que asegura a Fred que le ha dado los
mejores años de su vida.
personaje, aunque el tratarse de alguien que nunca había actuado soliviantaba a Goldwyn (quien había
pensado en Farley Granger). El otro cambio se refería a la estructura del relato y costó mucho más
tiempo y mayores discusiones. En la novela, cuando Fred vuelve a casa, hace ya tiempo que le ha
abandonado su mujer y vive con otro. En la película Fred (Dana Andrews) trata de recuperar a su
mujer e incluso intentan volver a vivir juntos, con lo que la relación con Peggy (Teresa Wright) no
cristaliza hasta que definitivamente se produce la separación del matrimonio, permitiendo que esta
historia sirva de hilo conductor del relato. La película está estructurada de una manera bastante
rigurosa tratando de presentarnos la reacción de cada uno de los tres protagonistas ante los distintos
momentos que viven. Primero será el miedo a volver, el temor de los tres a enfrentarse con la sociedad
civil. Continuando con esta estructura paralela, lo siguiente será mostrar cómo afrontan tanto Al
(Frederic March) como Fred su reincorporación laboral y Homer (Harold Russell) su no volver al
trabajo, su pensión de incapacidad y su íntima sensación de que no sirve para nada, que siempre será
un estorbo para los demás. Finalmente, la solución de la situación sentimental afectará a las dos parejas
más jóvenes, ya que el matrimonio de Al en ningún momento es puesto verdaderamente en entredicho.
William Wyler va a filmar de un modo vigoroso y sobriamente eficaz esta historia apasionante,
tratada según una mecánica dramática muy tradicional, pero con prodigioso oficio, lo que no excluye
una real sinceridad. El trabajo de Sherwood permite seguir sin confusiones, alargamientos ni
repeticiones la peripecia vital de múltiples personajes a través de un largo periodo de tiempo. Y todo
ello sin dispersarse, equilibrando con diabólica habilidad humor y patetismo sin caer nunca en lo fácil
y proporcionando a los actores diálogos que pueden contarse entre los mejor escritos y más naturales
de la época. La maestría de su dirección está en su aparente simplicidad, que en realidad supone un
gran dominio de los menores detalles. Cada secuencia o casi cada secuencia está construida sobre una
serie de largos planos fijos, medios o más cortos (en casi tres horas de proyección, apenas hay media
docena de movimientos de cámara). Lo que no crea ningún tedio, sino todo lo contrario. Con sus
ambientes cotidianos y sin brillo (bar, almacén, interior pequeño burgués), el film constituye un
auténtico placer para la vista. Cada imagen parece reunir, en un encuadre perfecto, todos los elementos
necesarios, idealmente distribuidos, y muchas veces en la profundidad de campo, sin que ningún
plano-contraplano venga nunca a fragmentar la unidad, pese a la abundancia de conversaciones.
Así, escenas extraordinarias como la del reencuentro entre Al y su mujer Milly (Myrna Loy) -que
Wyler copió directamente de lo que sucedió cuando a la vuelta de la guerra volvió a reunirse con su
esposa en el pasillo de un hotel- alcanzan toda su fuerza precisamente a causa de este tipo de
planificación, con algún personaje observando siempre lo que hacen los demás, lo que justifica el
punto de vista de la cámara. Es muy posible que la explicación esté en las palabras de Wyler: “Con
mucha frecuencia hacemos películas sin conocer el asunto tan bien como deberíamos. En este caso, yo
lo conocía bien. Lo había aprendido por propia experiencia, y, en cierto modo, cuando participas
personalmente en ella, hay algo que llega a la pantalla, que la hace humana y real, y mejora la
película y no puedes concretar qué es, pero es consecuencia de la participación personal del
director”.
Otros momentos inolvidables como la catarsis de Fred en la cabina de un avión intentando
superar su inestabilidad, el patetismo sin excesos de la relación de Homer con su amada, la
observación de la vida cotidiana en una pequeña ciudad americana con la perspectiva del desapego de
quienes tienen que someterse a un nuevo aprendizaje social, etc, nos reafirman en la obra maestra de
narrativa cinematográfica que es LOS MEJORES AÑOS DE NUESTRA VIDA, y en la voluntad
testimonial de un film sobre unas heridas de difícil percepción y curación.
Texto:
Bertrand Tavernier & Jean-Pierre Coursodon, 50 años de cine norteamericano vol. 2º, Akal, 1997.
Javier Coma, Aquella guerra desde aquel Hollywood, Alianza, 1998.
Antonio Castro, “Los mejores años de nuestra vida” en “Especial Las mejores películas de la historia
de los Oscars, rev. Dirigido, marzo 2000.
Carlos García Brusco, “Los mejores años de nuestra vida” en “Especial 100 años de cine: los años
40”, rev. Dirigido, julio-agosto 1995.
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