Culpabilidad y formación doctrinal

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Rev. de lvled. E. G. Navarra V: 24, 1961
FACULTAD DE MEDICINA . ESTUDIO GENERAL DE NAVARRA
DEPARTAMENTO DE PSIGDLOGIA MEDICA
Culpabilidad y formación doctrinal
J.
Soria
RESUMEN
El autor estudia las posturas de diversas escuelas (freudiana, Daseinana·
lisis, Martin Buber) con respecto al sentimiento de culpabilidad, que encontramos más o menos enmascarado en el fondo de las neurosis.
Confirma la relación entre culpabilidad e ideal valorativo subjetivo. La
no aceptación de la culpabilidad al fallar en conseguir la meta de su ideal
valorativo conduce en varios enfermos, cuya historia se esboza, a la enfer·
medad mental.
Estudia las repercusiones sociales y educativas según el concepto que se
acepte de culpabilidad.
El orden valorativo subjetivo únicamente puede ser adecuadamente es·
tructurado por la formación doctrinal. La formación doctrinal verdadera
servirá para dar sentido al sentimiento de culpabilidad. Este sentimiento no
aparecerá por exigencia de tendencias infantiles ni terminará con el estremecimiento del yo al comprobar la imposibilidad del acto realizado, sino
que surge como aviso cuando nos separamos del orden o idea que da sen·
tido a nuestra vida y se desvanece en una realidad superior de humildad y
en un propósito de cambio.
Insiste en la importancia de la doctrina para evitar que la culpabilidad
~e estructure en el círculo cerrado de la ansiedad.
La culpabilidad no es un síntoma que
lleve a los hombres a recurrir al médico o al psiquiatra. El culpable está más
directamente relacionado con la justicia,
o con el sacerdote. La culpabilidad es
objeto del estudio médico, no tanto como fenómeno sintomático, sino como sentimiento que se encuentra en la dinámica
de las más diversas alteraciones psíquicas y somáticas.
Si· en muchas depresiones, o en escrúpulos y obsesiones de los anancásticos,
nos encontramos directamente enfrenta·
dos con sentimientos de culpabilidad,
manifestados por los enfermos, suele suceder en estos casos que la auténtica culpabilidad subjetiva no reside en los da·
tos recogidos por la anamnesis. Estos
sentimientos de culpabilidad aparente
son como buco emisario, que diría Ca-
l
liarzo 1961
CULl'ABJLl[JAD Y FORMACJóN
ruso '1, inculpaciones de cosas que él
nunca cometió, en expresión de Theodor
Reick 14 ; o que si las cometió las sobrevalora excesivamente, al especificar
en ellas una situación profunda de culpabilidad.
El psiquiatra encuentra el sentimiento de culpabilidad, la situación de autoacusación, en la psicodinamia de multitud
de trastornos psíquicos. Para Freud, la
culpabilidad inherente a t oda postura
moral, se encontraría en la raíz de todas
las enfermedades psíquicas, ya que según él ((la primera renunciación instinctual está forzada por poderes externos... y ésto precisamente, es lo que
crea la moralidad, que posteriormente
exigirá una mayor renunciación instintiva» 6 •
Sandor Rado opina, al hablar de la
conducta obsesiva, que ((el sentimiento
de culpabilidad comienza en la infancia
con las medidas prohibitivas de los padres, los castigos o las amenazas de castigos ii 12 • Estas normas, según Sandor
Rado, son especialmente significativas
cuando se aplican al horario, que debe
seguir el niño para hacer caca.
Desde otro punto de vista, Martín Buber nos dice que la culpa existencial
ocurre cuando uno injuria el orden del
mundo humano, cuyos fundamentos conoce y a los que reconoce como fundamentos de su propia existencia y de toda común existencia. «Lo que toma posesión de él, no tiene nada que ver con
un castigo social o familiar ... , no existen tribunales, ni poderes externos que
le puedan hacer ansioso. Lo que hay es
el control de una penetrante visión interior, la única visión capaz de penetrar
en la imposibilidad de recobrar el original punto de partida y de captar la irreparabilidad del acto realizado. Esto es
lo que pone de manifiesto la real visión
de la irreversibilidad del tiempo vivido,
hecho que se muestra inconfundiblemente en la más fuerte de todas las perspectivas humanas, la que concierne a la
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muerte de uno mismo. Desde ningún
otro punto de vista es percibido tan dramáticamente como desde la visión del
«self» en culpa. Arrastrado en este torrente, el culpable es afectado por el estremecimiento de la identidad consigo
mismo. El yo llega a conocer que, habiendo llegado a ser otro yo, es el mismo yo» 3 •
Meddard Boss, se expresa claramente
cuando insiste en la cupa existencial 2 •
característica ontológica similar a la ansiedad y distinta por lo tanto de los sentimientos de culpa que serían simplemente, manifestaciones de la culpa original.
Sin intentar concluir sobre el origen
de la culpabilidad, cuestión que no es
de nuestro propósito, creemos que se
puede distinguir claramente entre lo que
sean las primeras manifestaciones de la
culpabilidad, acaecidas en la infancia, ya
que la infancia es el primer período de
la vida, y la genética de los sentimientos acusatorios característicos de la edad
adultada en la que se nos presentan con
toda su riqueza fenomenológica.
De ordinario, en psiquiatría se tiende
a considerar todo tipo de culpabilidad
como expresivo de una situación anormal, si bien en el «Daseinanalysell esta
situación de anormalidad es propia de
la naturaleza humana, ya que la culpabilidad es constitutivo ontológico de
nuestra estructura 2 • Si esto es así, el sentimiento de culpabilidad que surge al
imponerse por normas externas la renuncia de una gratificación instintiva, no
surge ni se crea sin más, sino que aparece como vivencia, por primera vez si se
quiere, pero en virtud de una cualidad
ya existente. Serviría para mostrar aunque sea rudimentariamente, la característica ontológica que, en cuanto ontológica, queda oculta, no manifiesta.
De otra parte, lo que caracteriza la negación instintiva, o la represión, es el
conflicto entre dos o más tendencias. Es
interesante señalar que la culpabilidad
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surge en la medida en que la solución
del conflicto atenta contra alguno de los
componentes conflictuales que entran
en litigio. Componente que, a su vez,
en la estimación íntima del sujeto debería ser respetado.
En el caso del niño que reprime sus
deseos por exigirlo la norma de vida impuesta por los mayores, de la que se encuentra vitalmente dependiente, la raíz
de la culpabilidad reside en el hecho de
de no adaptarse a dicha norma interiormente, en el deseo de infringirla, o en el
acto de la infracción. Pero esto es verdad, solamente en la medida en que la
norma está incorporada a su intimidad.
Una misma acción puede ser normal
hasta un momento determinado en el
que, por razones que sean, un nuevo
sentido de la existencia la convierte en
culpable y despierta desde entonces, incluso a posteriori, un sentimiento de culpabilidad. Así vemos que una distinta
vivenciación de los valores de sentido origina la aparición del sentimiento culpable.
En la psicodinamia del suicidio pro-
puesta por Kraft, Countryman y David
Blumental en asmáticos, dicen estos autores que el asma sirve, en los enfermos
por ellos estudiados, para satisfacer sus
fuertes anhelos de dependencia y para
ocultar su inhabilidad para relacionarse con otros. Esta satisfacción, obtenida
por mecanismos narcisistas, despierta en
ellos la culpabilidad, que les conduce a
la necesidad de autocastigo y finalmente al suicidio 10 • ¿Qué ha sucedido para
que surja la culpabilidad? Se ha roto el
íntimo sentido de la vida que exige la
utilización de unos medios lógicos, para
conseguir la satisfacción eficaz y auténtica en la convivencia humana.
Así, pues, psicológicamente, el sentimiento de culpabilidad surge en el yo
individual como fenómeno intrapsíquico, que es resultado de connotar una
trasgresión inferida al orden o la idea
por la que se rige nuestra vida.
Este sentimiento, como todos los de-
Vol. V
más tendrá distintas manifestaciones de
intensidad, repercusión, duración, etc.,
según cuales sean las condiciones de la
vida afectiva individual, pero la profundidad del mismo estará en estrecha dependencia de nuestra ligazón con el orden alterado. La vivenciación normal o
anormal de la culpabilidad, dependerá
del sentido que proporcione a éste sentimiento eJ orden de valores por el que
se rige el sujeto. Una niña de cinco años
presenta crisis de terror nocturno, después dehaber oído cosas feas de un niño mayor. En las crisis, la niña llama a
la madre porque las brujas se las quieren llevar. Las brujas era el argumento
utilizado por la madre para evitar las
desobediencias de la niña. Otra enferma
manifiesta que cuando era niña, después de confesarse, tenía que decir los
pecados a su madre, ya que de lo contrario no se sentía perdonada. Son casos
en los que el ideal normativo está referido al criterio familiar, que es durante
una época de la vida, el valor predominante.
Ahora bien, estos acontecimientos infantiles, como han evidenciado especialmente las investigaciones de la psicología profunda dejan una huella en nuestro mundo afectivo, y en situaciones de
crisis, cuando nuestra personalidad es mea paz de afrontar la realidad estos mecanismos creados, experienciales, se apoderan de la personalidad directamente o
dejan huella provocando conflictos psíquicos. En estos casos se pueden evidenciar todo tipo de mecanismos neuróticos. Una expresión bastante clara del
mecanismo que Karen Horney denomina <<solución self-effacing» 8 sería la de
un enfermo duramente tratado por sus padres en la infancia, que por fracasar en
el desempeño de sus responsabilidades
(al menos subjetivamente), desarrolla un
cuadro de hipocondría que le imposibilita para realizar cualquier trabajo, y se
acompaña de una lamentable consideración de sí mismo. Otro enfermo pareci-
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CULPAil!LIDAD Y FORMACIÓN DOCTRINAL
do, también de infancia amarga, que ha
puesto gran esfuerzo en superar su situación social, reacciona con ataques de
histeria cuando a los diecinueve años
sufre los gritos de un capataz por haber
tenido un fallo en su trabajo. Su afán
de hacer las cosas bien, no permite encajar adecuadamente el fracaso y reacciona con crisis histéricas cada vez que
le mencionan posibles fallos, incluso
cuando son irreales, nos dice su mujer.
La sola sospecha le provoca una reacción anormal.
En estos enfermos obsevamos que el
sentimiento de culpabilidad surge por
un acontecimiento relacionado con su
vivencia del orden existencial (responsabilidad-perfeccionismo). Vemos también
que la culpabilidad (incompatible con la
propia idea de sí mismos) desencadena
una reacción anormal (hipocondría o
histeria) distinta en cada caso, según la
personalidad del individuo.
La culpabilidad se nos presenta como
un sentimiento que exige una actitud
concreta en cada caso y en cada enfermo, pero además puede ser objeto de
consideración general desde un punto
de vista teórico.
Considerando en abstracto las teorías
esbozadas al comienzo, podemos orientar una serie de conclusiones prácticas
en las siguientes direcciones: La teoría
freudiana exigiría una modificación de
la estructura social, ya que achaca a la
sociedad la aparición de la conciencia
y consiguientemente de este fenómeno
patológico que llama culpabilidad. La
sociedad al limitar las satisfacciones
instinctuales provoca un aumento de la
tensión libidinosa y coloca al individuo
en una situación contraria a su tendencia básica 13 (necesidad de gratificación
o reducción de la tensión}. Esta postura como es lógico exige la subjetivación
de todo tipo de doctrina. La doctrina la
dictan las propias necesidades instinctuales. No es necesario crear intelectualmente un orden. Es suficiente con esti-
2'1
mular la espontánea manifestación del
hombre incondicionado. Por esto no nos
puede extrañar que Albert Ellis haya recogido, en un libro titulado «Sex Without Guilt», los artículos pornográficos
que durante dos años fue publicando
una revista, posiblemente con éxito de
público, y en los que aboga por un orden social dedicado a satisfacer todos
los apetitos sexuales 5 •
La postura de Medard Boss resulta
mucho más constructiva ya que nos hace contar con la culpabilidad como inherente a nuestra existencia. Toda posible antropología, si se acepta este principio, está obligada a dar un sentido positivo al sentimiento de culpabilidad, y
la táctica de una salud mental orientada en estos postulados debe ser, no tanto, el evitar en el niño las ocasiones que
puedan desarrollar este sentimiento,
cuanto tratar de enfocarlo siempre que
aparezca el' una dirección positiva.
Con Martín Buber podemos entrar en
el tema central de la comunicación. Dice este autor que la culpa existencial
ocurre al infringirse un orden (orden del
ser) reconocido como propio de la existencia. Lersch nos pone en relación con
este orden por medio de los que él llama la función espiritual del pensamiento. Orden de Buber puede ser análoga a
Idea de J..,ersch. La Idea es la iluminación objetiva conceptual de aquello que
es vivenciado como «valor de sentido))
en la intimidad del corazón 11 •
El análisis de «aquello que es vivenciado como valor de sentido>> lo podemos llevar a cabo desde distintas perspectivas. Cabe considerar en primer lugar su aspecto objetivo, su valor como
doctrina, su adecuación a la realidad, independientemente de la carga vivencia!
que subjetivamente lo haga valioso en
un momento determinado. Así el obtener aprobado o sobresaliente en una
asignatura de primer curso de bachillerato puede resultar de gran significación
para un alumno concreto, pero objetiva-
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mente considerado carece totalmente de
importancia. Es decir, muchos ideales,
que subjetivamente tienen capacidad para orientar la existencia, son objetivamente falsos.
Es evidente que, si entendemos por
doctrina el sistema de valores objetivamente coherentes que forman el ideal
de vida, la formación doctrinal auténtica y verdadera contribuirá a que el sentimiento de culpabilidad surja en el sujeto cuando efectivamente y en verdad
ha sido roto el orden objetivo del ser.
En este sentido son perniciosos todos
aquellos elementos de la vida infantil
(brujas, prohibiciones tontas, castigos
sin sentido) o de la vida adulta (moral
subjetiva, superticiones) que fomentan
un orden subjetivo falso y por ello fácil- ·
mente vulnerable.
Además la doctrina da sentido a la
culpabilidad ya que la orienta, v. g., hacia
el arrepentimiento. El arrepentimiento
descarga el peso de la culpabilidad en
una situación nueva, distinta de la original, pero sumamente positiva, ya que
despierta la disposición para llegar a ser
otro hombre 11 •
La antinomia presentada por Buber
entre «YOll anterior y «YO» posterior a
la culpa, que existencialmente plantea
una crisis de identidad, puede ser superada por el nuevo ttyo» arrepentido, humildemente consciente de su culpabilidad y hasta cierto punto enriquecido por
ella. El tt0rden del sefll de Buber debe
contar con la culpa como un elemento
ordenable, y positivo a posteriori. El
hombre que no acepte en su ordenación
la posibilidad de transgredir su propio
orden desencadenará inevitablemente la
ansiedad y desde ella cualquier proceso
patológico.
Pero suponiendo la veracidad de una
doctrina nos queda todavía por considerar cómo la vivencia el sujeto. Puede que
exista una vivenciación patológica, y en
este caso, aun cuando la fuerza de la idea
pudiera llegar a compensar un defecto
Vol. V
neurótico, lo más adecuado es realizar
una labor de psicoterapia o tratamiento
somático que haga al sujeto hábil para
una vivenciación normal. El enfermo J.
M. desarrolla un delirio paranoide en
unos ejercicios espirituales. Su vida anterior si destaca por algo es por su irreprochabilidad. Todas las exigencias religiosas las ha cumplido con sorprendente
interés. Su afán de perfección es auténtico, pero su personalidad paranoide no le
permite vivenciar la doctrina en toda su
amplitud. Unas ligeras faltas, recordadas
en los días de ejercicios, son motivo suficiente para situar en trance la rigidez
psíquica del enfermo. El contenido del
delirio es, que todo el mundo conoce y
hace referencia a unas tendencias homosexuales, que por otra parte nunca han
existido en la vida del enfermo. Es un
caso en el que la personalidad anormal
impide o hace más difícil la vivenciación
adecuada del ideal.
Los casos de vivenciación adecuada
pueden realizarse sobre ideales falsos, sobre ideales verdaderos, o, como se da frecuentemente, la vivencia corresponde a
un ideal subjetivo que no encaja con el
ideal objetivo sino en aspectos parciales
del mismo. Una enferma M. P. también
afecta de un delirio paranoide nos ofrece
la siguiente historia. Desde siempre ha
sido responsable y cumplidora. Ha procurado hacer las cosas bien y en un momento determinado decide seguir un camino de perfección incluso contra la voluntad de sus padres. Su principal dificultad en el camino ha sido su incomprensión para las cosas mal hechas. El
trabajo que le encomeindan no es de su
agrado, pero procura realizar todos los
esfuerzos necesarios antes que fracasar
en la realización del mismo. La perfección evangélica es subjetivamente identificada a la perfección humana del yo.
En estas circunstancias el fracaso del· yo
equivale a un fracaso en la perfección.
Antes que fracasar en su trabajo la enferma desarrolla un delirio cuyo conte-
.ilárzo l96i
l·:Ulf\IJILIDAÚ Y FORMACIÓN DOcTJllNAL
nido consiste en un triunfo por parte de
la enferma, a pesar de todas las personas y causas externas, que tratan de impedírselo por medio de influjos en sus
pensamientos o en sus acciones.
En estos casos hay una disociación de
metas, objetivamente distintas, pero unificadas vivencialmente (proceso de identificación predicativa} 1 • Sólo la formación doctrinal será capaz de evitar esta
situación que compromete tanto la psicología del individuo. A la dirección espiritual corresponde el desenmascarar y
orientar posibles descarríos. La labor psicoterápica en estos casos, como en todos,
debe perseguir la meta de ayudar al sujeto para la realización de. su ideal objetivo.
El valor de la psicoterapia no es el de
reducir la vida a un lamentable estado
de equilibrio de tensiones. La función de
la psicología es colaborar a que la lucha
de la personalidad por alcanzar el ideal
válido, se facilite.
La psicoterapia es plenamente eficaz
cuando contribuye a la más fácil realización de la meta objetiva válida o cuando en el caso individual hace capaz al
sujeto de aspirar a un ideal de superior
categoría objetiva.
Existen casos en los que el ideal vivencia!, el orden por el que se rige la vida, no es conscientemente escogido, elaborado ni criticado. Aparentemente serían vidas sin ideal. Aparentemente también, sería imposible la culpabilidad. Esto es totalmente irreal. El ambiente, la
cultura, las costumbres, las tendencias
naturales, se impondrían sucesivamente
en un planteamiento curioso 7• Los mecanismos de elaboración inconsciente estructurarían el sentido de la vida por
procesos parecidos a los que rigen nuestros ensueños. La capacidad intelectual
en estos hombres es utilizada, posible. mente, para adquirir conocimientos concretos, como conducir un coche o hacer
cálculos matemáticos, pero se ve rechazada en cuanto a su función orientadora
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de la propia vida. Quizá sea éste un profundo mal de nuestro tiempo y la causa
de que el hombre y sus obras sean contradictorias y divididas.
La formación doctrinal es el proceso
por el que la doctrina, que da sentido a
nuestra existencia, se hace lo que Martín
Buber llama ccorden del ser». Podríamos
decir, simbólicamente, que es un proceso
de encarnación del ideal. Este «orden del
sel'll, que en las primeras etapas del desarrollo se fundamentaría en los mecanismos tendenciales y posteriormente tiene
capacidad de abrirse al orden familiar o
social, adquiere una categoría. superior
cuando por medio de la inteligencia y
la voluntad llega a afirmarse sobre verdades objetivamente válidas y libremente escogidas. Es decir, el orden del ser
llega a ser humano, cuando supera etapas anteriores y se encuentra capacitado
para trascender a través de la Idea y
participar en valores de sentido del ser y
del acontecer, ya que la Idea como dice
Lersch desarrolla una acción ·viva y dinámica al dirigir una llamada elevadora
al sujeto cognoscente. La formación doctrinal no consiste solamente en un proceso cognoscitivo por el que se fija conceptualmente un objeto, sino, que nos
hace partícipes del orden objetivo en el
que orientamos nuestra existencia. El
pensamiento sirve para objetivar las vivencias subjetivas de sentido que nacen
al contacto con el mundo y para darles
la comprensibilidad de una Idea.
Esta Idea o doctrina plenamente vivida debe dar sentido, hacer que encajen
en ella los posibles mecanismos complejos, al decir de Jung, o cuestiones reprimidas según Freud, de suerte que puedan contribuir positivamente al sentido
de nuestra vida. Un caso concreto de esta aserción es el de los sentimientos culpables. La culpabilidad encuadrada en
un sistema doctrinal valedero, no aparece por exigencia de las tendencias infantiles ni termina con el estremecimiento
del yo al comprobar la irreparabilidad
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del acto realizado, sino que surge, como
aviso, cuando nos separamos del orden
o la Idea que da sentido a nuestra vida
y se desvanece en una realidad superior
de humildad, de crecimiento en el conocernos y en un propósito de cambio. No
nos lamentamos por haber lesionado
nuestro prestigio, sino que continuamos
nuestro camino con mayor confianza en
el orden doctrinal objetivo al que adaptamos con más facilidad un «YO» desconfiado de sí mismo.
La doctrina, que da sentido a la vida,
debería empapar los procedimientos educativos, familiares y sociales para que la
adaptación del «YO>> a la realidad se facilitase por la experiencia, en lugar de
ser obstaculizada. Tan deformador es
asustar al niño diciéndole que se lo lle-
Vol. V
varán las brujas sí molesta a los mayores, como dejarle sin apoyo en el mundo
disperso de la experiencia. El hombre,
que en su infancia no está provisto de
medios útiles para conseguir por su propio esfuerzo el alimento adecuado, también carece durante muchos años de la
capacidad de discernir en el mundo de
los valores. La doctrina es elemento esencial en toda educación, y en relación con
los sentimientos de culpabilidad contribuye a que éstos aparezcan en el justo
momento, llamando la atención de la
persona sobre su desvío existencial. Por
otra parte la doctrina ayuda a enfocar
la culpabilidad en un sentido positivo,
trascendente, evitando así que se estructure en el círculo cerrado de la ansiedad.
SUMMARY
Gu.Ht and Doctrinal Formation
The author studies the postures taken by
different schools (Freud, Dasein-analysis, Martín Buber) with respect to the guilt feelings at
the basis of neuroses.
He confirms the relation between gui!t and
subjective valorative ideal. The non-acceptance of culpability, upon failure in reaching
their self-idealized goal in various sick persons whose case histories have been examined have led to mental disease.
He examines the social and educational repercussions according to the various accepted
concept of gui!t.
Subjective valorative order can only be
built-up in an adequate manner by doctrinal
formation. True doctrinal formation will serve for giving sense to the sentiments of fault
and guilt. This feeling will not appear as a
necessary effect of infantile tendencies nor
will it disappear with the shocking of the ego
upon verifying the impossibility of the act
performed, but rather it merges as a piece of
advice when we separate ourselves from the
order or Idea which gives meaning to our
life, and fades away into a higher truth of
humility and into a firm purpose of changing.
He insists on the importance of the doctrine
for avoiding that guilt builds itse1f into a
closed circle of anxiety.
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