MIEDO A SER DIFERENTE

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Sofía Morou García
MIEDO A SER DIFERENTE
Ser diferente no es fácil Y sobre todo, da miedo. En realidad, ¿tenemos miedo a ser
diferentes o a los que los demás perciban de nosotros por ser diferentes? En mi opinión,
es más bien lo segundo porque lo que realmente queremos es seguridad y tememos el
aislamiento. Necesitamos ser uno más. De una manera u otra, todos necesitamos que los
demás nos acepten. Y además la aprobación de los demás nunca es suficiente, siempre
se quiere más.
Ser diferente tiene grandes ventajas, fundamentalmente, el ser auténtico, el ser como
realmente eres. Pero tiene un problema y es que choca con la necesidad de aceptación.
¿De dónde nos viene la necesidad de aceptación? En primer lugar, desde la infancia más
temprana. Los padres nos inculcan cómo debemos ser, y a continuación nosotros nos
esforzamos en cumplir las expectativas que tienen sobre nosotros. No podemos, o no
debemos, o no queremos defraudarles. A continuación, el colegio: los profesores, y
sobre todo los compañeros y los amigos. Hay que encajar en los moldes. Se necesita
mucha valentía para ser diferente, requiere tener una alta autoestima, y en general los
niños y los adolescentes no la tienen. Porque necesitar la aprobación de los demás tiene
que ver también con no aceptarse uno mismo.
Después, depende de la evolución de cada persona. Algunos, van madurando, aumenta
su autoestima y tratan de recuperar lo que les hace diferentes y actuar como son
realmente. Otros, en cambio, repiten la conducta con sus familias, en su vida
profesional, etc. El ejemplo clásico sería el de una mujer que desde que conoce a su
marido empieza a tener su misma ideología, se olvida de sus gustos y aficiones para
interesarse únicamente por los gustos y aficiones del otro....
Sin embargo, me parece importante reflexionar sobre lo siguiente: es importante (en
especial en la infancia y en la adolescencia) saber establecer la diferencia entre no caer
en la dependencia de los gustos de los demás para evitar la crítica, y el aceptar los
consejos y las opiniones de quienes quieren ayudarnos a corregir nuestros errores
porque nos aprecian, o más aún, de los que en una etapa de nuestra vida tienen la tarea
de educarnos.
Sofía Morou García
En general solemos rodearnos de gente con la que tenemos afinidad. Opinar es fácil
cuando estamos con un grupo de gente que opina igual que nosotros, no hace falta
argumentar, no hace falta rebatir las ideas o las críticas del otro. En definitiva, nos
instalamos en la comodidad. Lo que ocurre es que las conversaciones de grupo donde
todos opinan exactamente lo mismo no sirven más para que para autoalimentar dichas
ideas, pero no aporta nada. Por el contrario, confrontar las ideas con otras personas
enriquece, siempre desde el respeto. Nos permite reflexionar sobre nuestras propias
opiniones, al tener que esforzarnos en explicarlas, en dar razones, en argumentarlas. No
se trata de intentar convencer al otro, sino de estar seguros de nuestras opiniones.
Otro ejemplo significativo es el de las tribus urbanas. Buscan diferenciación, y sin
embargo, paradójicamente, caen en la igualdad grupal. Los individuos se
despersonalizan y buscan al máximo la aprobación y aceptación del conjunto al que
pertenecen.
Pertenecer a una tribu social, permite al individuo pensar como el grupo, vestirse como
el grupo. Y eso le da seguridad. El querer ser diferente les hace igual al resto.
Por miedo al rechazo y al aislamiento, a menudo no manifestamos nuestras opiniones y
gustos delante de las personas de nuestro entorno. Pero yo me pregunto: ¿o es que
realmente, por no sentirnos distintos, ni siquiera pensamos de manera diferente al
resto? ¿ni siquiera elegimos los que nos gusta, sino que directamente nuestros gustos
son los de la mayoría?. El entorno y muy en concreto las modas, nos impone casi por
obligación lo que "nos tiene que gustar". Si no, cómo explicar que un año nos guste un
determinado tipo prenda de vestir que jamás imaginamos que nos habríamos puesto. O
cómo si no, lucir tan orgullosas un modelo de zapatos que antes nos horrorizaba. Porque
no elegimos lo que nos gusta.....Si de verdad nos parásemos a pensar lo que nos gusta,
sin influencias externas, y eligiésemos eso que nos gustos, correríamos el tremendo
riesgo de ser el blanco de muchas críticas. Y eso nos aterra. En realidad, seguir las
modas (ropa, música, etc.) no es malo en sí, lo importante es saber si realmente nos
gusta o no. O incluso reflexionar si tan siquiera nos hemos parado a pensar si nos gusta
o no nos gusta.
Sofía Morou García
Y a veces pasa, en un momento determinado de la vida (y no a todo el mundo le pasa)
que te das cuenta que lo que piensas, así como tus gustos, no son los que muestras, ni
siquiera los que tú mismo creías, si no que son otros. Y puedes darte cuenta poco a
poco, paulatinamente, o puedes darte cuenta de una manera más brusca, "de golpe",
normalmente porque se haya producido un hecho que lo haya desencadenado. Y
entonces comienzas a darte cuenta de cuáles son tus ideas, tus pensamientos, tus
gustos....y cuáles han sido siempre. Puede ser que uno decida seguir mostrando
determinada cara al exterior, pero lo importante es saber lo que uno es realmente. Por
ejemplo, a veces hay que seguir determinadas norma de vestimenta y etiqueta social,
como que alguien tenga que ir a trabajar con chaqueta y corbata, cuando su estilo de
vestir es vaqueros y camiseta de ACDC. Puede que vestir traje sea una condición de la
sociedad para poder tener acceso a determinado trabajo (que nos gusta, porque nos
asegura un buen salario....), entonces para mí eso no es traicionar nuestra personalidad,
es simplemente adaptarnos con un fin.
Opinar libremente es un derecho de todos. En España así lo recoge la Constitución de
1978, en el artículo 20.1, en su apartado a), reconociendo el derecho "a expresar y
difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o
cualquier otro medio de reproducción".
Para concluir, una cita de Oscar Wilde: "Sé tu mismo, los demás están cogidos".
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