“Think Different”: El Rebaño del Siglo XXI “Piensa diferente”. Así reza el eslogan de la compañía Apple, la mundialmente conocida marca de dispositivos electrónicos dedicados al ocio o al trabajo. Un mensaje lanzado a miles de millones de personas con un solo propósito: convencerles de que son únicos. Como un equipo de animadoras que canta: ”¡Vamos, chico!¡Compra este teléfono y sé distinto!” Piensa diferente. Actúa diferente. Sé diferente. Y hablando de marcas y compañías, ¿cómo olvidarnos de Inditex? La empresa perteneciente al todopoderoso Amancio Ortega ha prosperado enormemente gracias a los cientos de franquicias diseminadas por toda España y más allá. No hay un solo adolescente en el país que no posea al menos una prenda de ropa de alguna de esas tiendas. A todos nos han enseñado desde muy niños a intentar ser como los demás. Primero durante nuestra más tierna infancia mediante los anuncios de juguetes o los padres que nos ordenan exactamente lo que tenemos que hacer. Ya más tarde, en la adolescencia, los compañeros y amigos nos influencian en prácticamente todos los ámbitos; ya sea salir de fiesta, alcohol o drogas como en el tipo de ropa que llevamos o la música que escuchamos. En la edad adulta no queda tiempo para tratar niñerías: nuevas preocupaciones y responsabilidades se van abriendo paso. ¿Y qué pasa con los que son realmente diferentes al resto? Esos valientes que luchan desesperadamente nadando a contracorriente, intentando que la marea de desaprobación de la sociedad no los ahogue. Os pondré un ejemplo bien sencillo. El cuento del Patito Feo es muy conocido. La puesta de huevos perfectos de mamá pata va eclosionando, uno a uno los patitos rompen las cáscaras y salen a la luz del sol; sin embargo, uno de ellos tarda más en nacer, y cuando sale, resulta ser un horrible pollo negro. Nada con más brío que sus hermanos, pero aún así éstos le hacen la vida imposible, tanto que se tiene que ir para no volver. Tras varias aventuras llega el invierno, y el patito feo se odia por no poder ser como los demás. Un día se mira en el hielo y en vez de un horrendo pollo negro, lo que ve reflejado es un hermoso cisne de plumaje blanco. Creo que se entiende por dónde van los tiros. En esta sociedad en la que todo lo que se nos vende es prefabricado en cadena es muy difícil desarrollar una personalidad propia. Los diferentes grupos de edad atienden a las mismas pautas de pensamiento y comportamiento, mismos gustos y mismo estilo. Solo una minoría actúa de forma distinta al gran conjunto que es la adolescencia. Desde luego, estos pocos no lo tienen nada fácil. La gente tiende a rechazar lo que no comprende o lo que teme, a expulsarlo de sus vidas porque simplemente les hace sentir incómodos. Un abismo a simple vista insalvable separa nuestras realidades, oscuro y amenazador; la niebla lo cubre por completo. Es frío y húmedo, no nos reconforta. Cuando una persona aparece de la nada contradiciendo todo en lo que nosotros creemos es natural apartarla y vejarla, hacerle de menos ante el mundo. ¡Nadie quiere bichos raros en su entorno! ¿Quién osa poner patas arriba nuestra programada existencia? Lo más curioso es que ni siquiera podemos imaginar las devastadoras consecuencias de estas actitudes. Depresiones, asocialidad, autolesiones y suicidios son lo único que se cosechará si solo sembramos miedo y desconfianza. Responder con desprecio y terror a lo desconocido hará quedar como un idiota a cualquiera que rechace lo que se sale de su ambiente. ¿Y cuál es el camino entonces? La filosofía, amigos. El saber, el pensamiento crítico. En un mundo en el que se nos meten por los ojos cuáles han de ser nuestros gustos o preferencias lo más importante es aprender a valorar lo que se encuentra ante nosotros. No debemos aceptar el conocimiento subjetivo que nos llega simplemente porque los demás también lo hacen. Si no hubiéramos inventado nuevas formas de hacer las cosas, el ser humano no habría evolucionado hasta lo que es hoy. Términos referidos a conjuntos y utilizados como insultos -‘homosexualidad’, ‘negro’ o ‘musulmán’- no hacen más que dar empuje a las balas de la ignorancia. Somos lo que somos, y no hay más, y a quien no le guste que se cambie de planeta; la raza humana podrá seguir sin él. Si nuestra libertad acaba donde empieza la de los demás, ¿por qué seguimos escupiendo en su cara? No somos nadie para decidir sobre los gustos de otras personas, o su cuerpo, o su futuro. La diversidad cultural nos hace interesantes y enriquece nuestro modo de vida. Por una vez deberíamos perder el temor a ensuciarnos las manos y propiciar un acercamiento a lo que nos es desconocido. La diferencia no nos la proporcionará un móvil o una chaqueta, por mucho que nos prometan las vallas publicitarias y los eslóganes con intenciones profundas. Lo conseguiremos mediante la prueba y el error, el sudor, la reflexión y muchas horas de esfuerzo ininterrumpido. Somos capaces de construir el puente, atravesar la niebla abismal del miedo y llegar a la orilla del cambio.