José María Paz". - Biblioteca Digital Juan B. Terán

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JUAN B. TERÁN
DE LA ACADEMIA ARGENTINA DE LETRAS
JOSÉ MARÍA PAZ
1791 - 1854
SU GLORIA SIN ESTRELLA SU GENIO MORAL
Índice de la Obra
1
2
A la memoria de mi hijo Guido
y a quienes lo amaron.
3
INDICE de:
“JOSÉ MARÍA PAZ, SU GLORIA SIN ESTRELLA, SU GENIO MORAL”
Introducción.
Diferencia entre “el hombre histórico” y “el hombre biográfico”. El papel de las circunstancias
en la gloria histórica. Lo que pudo haber sido. Paz, figura con sentido universal.
EL HOMBRE
Capítulo I
Los primeros veinte años.
La familia de Paz: su ciudad, sus estudios en el Colegio de Loreto y la Universidad. Influencias a
que estuvo sometido.
Capítulo II
La formación de su carácter.
I.Temperamento de Paz: impresionable y apasionado. Educación represiva de su espontaneidad.
Su severa autoeducación. La lección de su hogar y de su experiencia en el ejército del Alto Perú.
Ideal que impuso a su vida. Su tipo “corneliano”. – II. Papel de la religión en su formación.
Capítulo III
El hombre maduro
I. El carácter de Paz, fruto de una dramática elaboración. Sus defectos, cicatrices de cirugía
moral. II. Refugio de su sensibilidad “bloqueada”: sus sentimientos de hijo y de esposo. Retratos
de Paz y de su esposa Margarita Weild. Su correspondencia íntima. -- III. Las virtudes del
hombre maduro.
Capítulo IV
La inteligencia de Paz.
La inteligencia, facultad matriz de Paz. Su concepción de la acción militar. Los medios y el fin:
la guerra. Carencia de intuición. Paz creador de la primera ciencia argentina. El elemento teórico
y el elemento empírico. Lo que significó su ciencia militar. Respeto del pasado. Su afán de
organización. - Conclusión.
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LAS ETAPAS DE SU CARRERA PUBLICA
Capítulo V
(1811-1828 )
I. Guerra de la Independencia. Árequito. - II. La acción del Alto Perú (1823-1824). - III. La
guerra del Brasil (1826-1828)
Capítulo VI
(1828-1840 )
Paz y Lavalle. Campaña contra Quiroga. Prisión y evasión de Paz. I. Paz y Lavalle en la
campaña de 1829. Diverso destino de la acción de Buenos Aires y de Córdoba. Lavalle y Rosas,
Paz y López. El manuscrito de 1850 sobre la campaña de Córdoba. Diferencia entre Lavalle y
Paz. - II. La nueva escena para el militar argentino: de la guerra de la independencia a la guerra
civil. Triunfo de Paz sobre Bustos y Quiroga. Tentativa de Paz de organizar el país en 1830. - III.
Captura de Paz, su prisión de ocho años. Su casamiento. Su evasión en 1840. ¿Por qué salvó su
vida Paz?.
Capítulo VII
(1840-1842)
Primera campaña de Corrientes.
I. Paz y Ferré. Sentimiento autonómico de Corrientes. Influencia nacionalizadora de la campaña
contra Rosas. Caaguazú. Perspectivas que abrió. El plan de Paz. Esterilidad de la victoria.
Discordia de Paz y Ferré. – II. Paz en Entre Ríos. Tentativa de reconciliación de Paz y Ferré. El
comando único como condición de triunfo. El protocolo de Paisandú, Don Vicente Montero,
agente de Urquiza. Retiro de Paz. Derrota de Rivera en Arroyo Grande (6 diciembre 1842).
Capítulo VIII
(1842-1846 )
Sitio y defensa de Montevideo. La segunda campaña de Corrientes.
1 El sitio y defensa de Montevideo como página de historia argentina. Montevideo último
reducto de la campaña contra Rosas. Caseros, su consecuencia. Paz jefe de la defensa. Su
argentinismo. La capacidad técnica y altura moral de Paz durante el sitio: renuncia y asunción del
mando. Falta de recursos de Montevideo. Las facciones unitarias; Renuncia de Paz. Su partida a
Río de Janeiro. – II. La segunda campaña de Corrientes. Prolongación de la defensa de
Montevideo: su breve contenido. La alianza con el Paraguay. Invasión de Urquiza. Prisión de don
Juan Madariaga. El plan de Paz. Ibahay. Separación de Paz. Su paso por el Paraguay (18461847).
Capítulo IX
(1848-1851)
Los años de Río de Janeiro.
Penuria material. La preocupación por la patria. Muerte de la esposa. Nuevo llamado de
Montevideo. Las meditaciones del proscripto. La destrucción de la tiranía no tardará, “pero por
otras manos”. El fruto de los largos años en Río: sus Memorias. Su testamento político. Los
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pactos preparatorios de la caída de Rosas.
Capítulo X
(1852-1854)
Alrededor de Caseros.
I. Adhesión de Paz al pronunciamiento de Urquiza. Regreso a Montevideo (enero 1852). No pasa
a Buenos Aires. No era deseable su presencia en Buenos Aires. Llega después de la revolución
del 11 de Septiembre. La misión al interior. Su fracaso. El sitio de Buenos Aires: Paz su defensor.
Intransigencia del localismo porteño y de los hombres de Paraná. El pacto de marzo de 1853. Paz
interviene en él y felicita a Urquiza. El rechazo del pacto hizo necesario Pavón. - II. Las
catilinarias de don Salvador M. del Carril contra Paz: el elogio de su vida. Consecuencia de Paz.
Su voto en la Convención de Buenos Aires. Paz una vez más "el hombre del día siguiente". Conclusión,
SUS IDEAS POLÍTICAS
Capítulo XI
Ni unitario ni federal.
I. Las dos corrientes de ideas políticas. en la historia argentina. Paz, al margen de ambas. Ni
europerísta ni indigenista. Las ideas de la Revolución en los discípulos de la Universidad de
Córdoba. Paz, ni abstracto ni empírico. Precursor de la Constitución definitiva. - II. Sus
diferencias con los unitarios. Cómo era visto por los federales provinciales: Quiroga y López.
Distancia que los separaba de Paz. Los tratados de 1830, antecedentes del Acuerdo de San
Nicolás. Incompatibilidades de Paz y los jefes unitarios. - III. El unitarismo de Paz. Su
nacionalismo. Su idea sobre la capitalización de Buenos Aires y nacionalización de su aduana.
EL ESCRITOR
Capítulo XII
Paz historiador
I. La obra escrita de Paz. Origen y proceso de sus Memorias póstumas. Concepto de Paz sobre el
historiador. Las tres porciones diversas de sus memorias: a) la militar; b) la pintura de la sociedad
argentina; c) sus reflexiones morales. Las confesiones de José María Paz. - II Caracteres de psicología social; tendencia individualista; indisciplina y discordia, entusiasmo y decepción fáciles. III. Cuadros de la sociedad de su tiempo, Caracteres y retratos. Descripción geo gráfica.
Capítulo XIII
El Moralista.
I. De lo particular (primera parte) ha ido a lo general (se gunda parte). El moralista trata de lo
universal. Paz filósofo de la acción. Juicios y reflexiones, - II. Su formación de escritor. Sus
estudios clásicos. Su vocabulario. Sus condiciones intrínsecas. Su carrera literaria desquite de su
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infortunio político.
LA DEFINICION DE PAZ
Capítulo XIV
Paz, genio moral.. Paz y Rosas.
Paz, genio moral. Su confrontación con Rosas. Semejanzas aparentes: falta de sentimentalidad,
concepto del orden y la disciplina. El federalismo de Rosas y Paz. El sentido mo ral y el sentido
político: los medios de acción. El realismo y el nacionalismo de uno y otro. Limitaciones de las
circunstancias al genio moral. El pueblo para Rosas y Paz. Ambos ante la pobreza. La religión
entendida por uno y otro. Adaptación e inadaptación con su época. La historia, ciencia moral
Cronología biográfica de Paz
Iconografía de Paz
Índice de la Obra
7
ÍNDICE DEL APENDICE DE
:
“JOSÉ MARÍA PAZ, SU GLORIA SIN ESTRELLA, SU GENIO MORAL”
Advertencia
I.
Libro Manual de don José de Paz, padre del general José María Paz,
II.
Trabajos escolares de Paz, escritos en latín
III.
La batalla de Ituzaingó descripta por Paz
IV.
Cartas de Lavalle a Paz
V.
Clave de correspondencia durante la guerra civil.
VI.
Comunicación de Paz que expone los propósitos de la Campaña de Córdoba
VII.
Manuscrito de Paz redactado en Río de Janeiro en junio de 1851 sobre la Campaña de
Córdoba de 1830 y las negociaciones con Quiroga, Buenos Aires y Santa Fe antes de
su prisión
VIII.
Respuesta de Tucumán a la consulta sobre la suerte que debía corresponder a Paz,
como prisionero de don Estanislao López
IX.
Correspondencia de don Juan Madariaga y don Vicente Montero, encargado de Urquiza
X.
Capítulo de carta de Paz a Paunero en que expone su plan de acción después de Caguazú
XI.
Carta a A. Rojo sobre colaboración posible de los expatriados en Chile y Boliv ia en la campaña
contra Rosas, después de Caaguazú
XII.
Respuesta de Paz al premio que le hace Corrientes de 10 leguas cuadradas de terreno
XIII.
El canto de Rivera lndarte a Caaguazú
8
XIV.
Separación de Paz de la dirección de la guerra de Corrientes en 1842
XV.
Testimonio de reparación de los daños de la guerra
XVI.
Designación del general Las Heras y coronel Paunero co mo enviados privados ante
los gobiernos de Chile y Bolivia de parte del Uruguay
XVII.
Paz reclama al gobierno del Uruguay el reconocimiento de su carácter de General
argentino
XVIII.
Recibo otorgado a Paz, hallándose fugitivo en Asunción, por el representante de
Corrientes del dinero de la Caja de Guerra.
XIX.
Carta de Paz al Gobernador Madariaga días antes .de se pararse de la dirección de la
guerra en la segunda campaña de Corrientes
XX.
Carta de felicitación de Paz a Urquiza por la victoria de Caseros y contestación de éste.
XXI.
Carta de Paz a Urquiza después del pacto de Paz de marzo 1853.
XXII.
Cartas de don Salvador María del Carril a Paz reprochando su eonc1ueta por haberse
puesto al servicio de Buenos Aires
XXIII.
Conversaciones de Paz con don Andrés Lamas en Río de Janeiro sobre asuntos públicos
del Río de la Plata. Las ideas de Paz sobre la organización política argentina y sobre
rentas nacionales y capital de la República
Índice de la Obra
9
INTRODUCCION 
Este estudio no podría llamarse “La vida de un guerrero: José María Paz".
Tampoco el General José María Paz y la lucha contra la tiranía de Rosas".
No es un capítulo de historia argentina, ni siquiera la biografía de un hombre público. Es
simplemente el retrato de un hombre y el bosquejo de un alma. Des cribe la fuerza que había en
él, su constitución íntima más que la obra que desarrolló y ésta es recordada como explicación de
aquéllas, sobre todo. No tiene espacio, pues, el relato detallado de sus batallas, y somos muy
breves en cuanto a las de la Tablada y Oncativo, dada su abundante bibliografía. Damos alguna
extensión a los episodios menos divulgados: campañas de Corrientes, sitio de Montevideo, su
acción después de Caseros.
Dicen los filósofos que un personaje o un suceso ad quieren el derecho para entrar y exhibirse
en las galerías iluminadas de la historia, cuando alcanzan fe cundidad social el personaje o el
suceso. Por puros que sean los móviles, por nobles que sean sus inspira ciones, bellas y hasta
sublimes sus formas si no se han incorporado al caudal ordinario de la vida social, si no han roto
su tersura o modificado su corriente, no son históricos.
Hay por esto una diferencia de naturaleza entre la historia y la biografía. La historia excluye lo
que no ha tenido repercusión o influencia y la biografía lo acoge. La biografía nos da derecho
para conmovernos ante una vida sin estrella, para admirar un destino trunco a causa de que la

La fuente primord ial de este trabajo es la documentación inédita de Paz que se guarda en el Archivo Nacional.
Agradecemos en esta ocasión la deferencia constante de su director, señor Héctor C. Quesada y sus colaboradores,
que nos han facilitado la larga consulta.
El archivo de Paz es considerable. Se compone de nueve legajos de Correspondencia, borradores, etc.; de siete
legajos de Documentos administrativos; de tres legajos de Documentos particulares. Los que carecen de fecha
forman cuerpo aparte. Lo integran el expediente del proceso al general Juan Pablo López y otros, los manuscritos de
sus Memorias póstumas y otras memo rias.
Los documentos se hallan distribuidos por época. Es, pues, fácil encontrar los documentos citados en este libro,
pues hemos cuidado indicar siempre la fecha, lo que permite orientar in mediatamente al investigador. No
necesitamos decir que no hemos leído totalmente tan considerable ma terial, pero creemos haber abierto no pocas "
picadas" en el in menso bosque.
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diosa ciega, por serlo, no vio que un azar lo frustraba en la mañana del día en que llegaba su
hora.1
La biografía recibe a quien la historia expulsa, las porciones no históricas de una vida, a un
gran espíritu que no alcanzó influencia, a una lúcida inteligencia sin auditorio, que un día la
erudición exhuma y revela, un Federico Amiel, por ejemplo.
Seres no históricos, pues, pueden convertirse en un documento excepcional de psicología, en
un nuevo tema para el drama, en un modelo para el arte. Esto nos lleva de la mano a pensar cómo
dependen el prestigio y la gloria de condiciones externas, circunstanciales y a perdernos en
extrañas fantasías. Son las que han provocado las viejas suposiciones que imaginaban el cambio
de la historia por un grano de arena en la uretra de Cromwell, por la dimensión de la nariz de
Cleopatra.
Cuando más nos alejamos de las condiciones externas que acotan, que fijan la actuación de un
personaje, es como si lo aisláramos, lo desprendiéramos de sus contornos para adueñarnos de la
unicidad de todo hombre, de su vida desnuda y verdadera.
Hay algunos que no soportan la operación y nos que damos con las manos vacías, pues
resultaron ser meros reflejos de las circunstancias.
Comprobamos con más de un héroe de nuestra primera época que después de haber tenido por
escena las guerras de la Independencia, cuando su acción se pro longa durante las guerras
internas, se encoge instantáneamente su estatura. Esto nos hace pensar en que la grandeza les
venía, quizá, de haber tenido por fondo de la escena un continente, por auditorio Europa entera,
pendiente del desenlace de la jornada que podía alterar el panorama mundial.
En este sentido lo importante no está en haber sido soldado de la Independencia sino de la
guerra civil. El sentido de orientación se muestra no en la noche con estrellas sino en la
tempestad, como la virtud en la adversidad y no en la bonanza.
Cuando comienzan las guerras civiles es como si en la escena de nuestra América se hubiera
apagado una gran luz. Son los mismos capitanes que acompañaron a San Martín, es la misma
bravura, pero las figuras se mueven en un ambiente de penumbra.
1
El Tu Marcellus eris de Virgilio es la expresión magnífica, con razón hecha clásica, para significar el dolo r de una
gran carrera frustrada: "la del joven que habría llevado más lejos la amb ición de s us abuelos, y cuya nación habría
sido demasiado poderosa, si el presente que los dioses le hicieron con ese joven hubiera sido durable". (Final del
lib ro VI de la Eneida, versos 865 a 885.)
11
La escena, la decoración, la hora, los accidentes dentro de los cuales viven y actúan son
decisivos, sin duda, para fijar la forma y el relieve que tomará la materia prima personal. 1
Pero estos caminos, que llevan a conjeturar lo que pudo haber sido, son tentaciones peligrosas
porque inducen al pecado mayor del historiador: mezclar la rea lidad con la fantasía. 2
Nadie encontrará extravagante decir, sin embargo, que la historia argentina habría sido diversa
a haber nacido Paz diez años antes o diez años después.
Tenía Paz veinte años menos que Belgrano y que Martín Rodríguez, diez y ocho menos que
Rondeau, trece menos que San Martín --los jefes del Ejército del Alto Perú. Es de todo punto
probable que con más edad habría actuado en la guerra continental -la grande ambición de su
juventud-, habría sido el sucesor de Belgrano o el jefe de Estado Mayor en Vilcapugio y
Ayohuma, como lo fue años más tarde en la guerra del Brasil y dado a las armas de la Revolución
lo que les faltó en esas acciones. No habría tenido nuestra historia la desviación que causó la
pérdida del Alto Perú. 3
Si hay algún accidente en la historia argentina equivalente al grano de arena de Cromwell o a
la nariz de Cleopatra es, sin duda, "la boleadura" del caballo de Paz, en 10 de mayo de 1831, en
el momento culminante de su carrera, que lo hizo prisionero por ocho años. Pre sidía en ese
momento nueve de las trece provincias argentinas (Jujuy no habíase separado de Salta) y había
triunfado sobre el jefe enemigo más poderoso.
Hace veinte años atrájonos la figura de Paz, al azar de la curiosidad histórica. Era el autor de
los tratados de 1830 entre las provincias interiores, que nos interesaron como antecedente de la
organización política.
Después conocimos al "general invicto, al "gran táctico ".
Pero fue la lectura de su archivo privado quien nos puso en el camino de un conocimiento más
íntimo.
1
En el orden de las hipótesis vale la pena señalar una que expresa Paz. "Si el general Belg rano hubiese rehusado
venir con su ejército de Tucumán para empeñarlo en la contienda civil, si hubiera hecho lo que el general San Mart ín
decía y entendiéndose ambos hubieran obrado de consuno contra los españoles que ocupaban e l Perú, es fuera de
duda que las armas argentinas se hubieran impuesto sin que nuestros males en el interior hubieran sido mayores."
(Memorias, tomo 1, pág. 278.)
Cuando citamos las Memorias de Paz nos referimos a la reedición del señor L. J. Rosso, que es la publicación más
difundida.
2
Porque incurre en ese pecado contra el orden espiritual es que reputamos pasajera la boga de la biografía
novelada, ni novela ni h is toria, género híbrido en que se confunden la invención y la realidad, la fantasía y la ra zón.
3
Lo que pudo ser la victoria en vez de la derrota de Ayohuma lo expresa así Paz: "A haber triunfado, no solamente
hubiera asegurado el virreinato del Río de la Plata, sino abierto las puertas de Lima. Una victoria hubiera sido
decisiva. Las provincias argentinas se vieron privadas de la gloria de dar libertad definitivamente a sus hermanas del
Perú." (Memorias, to mo 1, pag. 130.)
12
Entonces desaparecieron ante los ojos el táctico, el militar, para aparecer un hombre singular,
un alma heroica, un genio moral. Dejó de ser una figura argentina, para ser simplemente un alma,
un carácter de valor universal, un héroe de Corneille.
Estas páginas se proponen comunicar la revelación.
Índice de la Obra
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EL HOMBRE
14
CAPÍTULO 1
LOS PRIMEROS VEINTE AÑOS
En una tarde del frío mes de julio,
el día 23 de ese mes, de 1805, daba en latín su examen
público de filosofía, en el Colegio de Nuestra Señora de Loreto, de Córdoba, un joven que se
hallaba próximo a cumplir sus catorce años, pues había nacido en 9 de septiembre de 1791.
1
El
Colegio de Loreto era quizá el más antiguo fundado en el territorio actualmente argentino: databa
de 1611. 2
Entre el concurso de familias y alumnos, sin poder ocultar su regocijo, se hallaban don José de
Paz y Doña Tiburcia de Haedo, padres del alumno. 3
En el estrado estaban los maestros tonsurados y entre ellos el de filosofía, el monje franciscano
1
Los aficionados a cábalas y supersticiones encontrarán que el número uno está siempre presente en los sucesos
importantes de la vida de Paz. Nació en 1791. Ingresó al ejército en 1811. Fue proscripto por Bustos en marzo 21 de
1821. Fue hecho prisionero en 1831. Casó en 31 de marzo. Ganó Caaguazú en 1841. Bajo la sugestión los unos se
mu ltip lican. En esas fechas contamos once unos. Paz, en camb io, dice en sus Memorias, que no creyó en los signos
nefastos.
Se conserva en el Archivo de Paz, existente en d Archivo de la Na ción, el examen escrito de filosofía en el acto
público de 1805. Lleva el siguiente lema: Juxta recentiorum mente accomodare...
2
El Colegio de Nuestra Señora de Loreto, fundado por el Obispo Trejo, como la Un iversidad de Córdoba,
comenzó co mo seminario. Abrió sus puertas en Santiago del Estero y fue trasladado después a Córdoba. El Coleg io
más conocido es el de Montserrat, pero el de Loreto dio discípulos que actuaron con brillo antes y después de la
Revolución. (Véa se Anales de la Universidad de Córdoba por FRA Y ZENÓN BUSTOS, to mo I, pág. 61; Castro
Barros, por JA CINTO RÍOS; Fray Fernando Trejo, por el PADRE J. M . LIQUENO.)
3
Groussac en su Santiago de Liniers (pág. 322), transcribe datos extraídos del Correo de Comercio que se
refieren a otra fiesta escolar realizada en 1809, a la que asistió Liniers y la gente encopetada de la ciudad. Paz recib ió
uno de los premios destinados a los mejores alu mnos. Consistía en un anteojo de larga vista. ¡Qué falta le haría en El
Tío!, exclama Groussac aludiendo a que cayó prisionero por no reconocer una partida enemiga. Es una concesión
excesiva del gran maestro a la amenidad del relato. No es la falta de larga vista defecto de que adoleciera Paz. Su
defecto fue no tenerla corta.
Hay una inexact itud histórica en la frase, porque no cayó prisionero en El Tío, sino en Los Alvarez, a dos leguas
de Santa Rosa, en la direc ción opuesta a El Tío “cuando era casi de noche", el 10 de mayo de 1831. (Partes de López
y Reinafé: Gaceta Mercantil, 21 de mayo.)
Las palabras burlonas de Groussac anuncian un juicio que emit ió en 1921 sobre Paz, al co mentar el relato
conocido de Lacordaire en la Revue de Deux Mondes sobre la batalla de la Tablada. Desconoce su genio militar, su
figura polít ica, la alteza de su carácter -contra sus lecciones, así, sin fundamento, olímp icamente. Es verdad que Paz
ha sido siempre juzgado por la campaña de Córdoba y se ha ignorado, en general, su acción desde 1840 a 1854. Nos
parece que esta vez el maestro se hallaba contagiado de los pecados que tan duramente ha inculpado a los argentinos:
de improvisación y de ligereza.
15
fray José Gervasio Monterroso. 1 El examinando se llamaba José María Paz.
Su padre, don José, era de cepa porteña, hijo de doña Manuela Durán. Se hallaba avecindado
en Córdoba desde hacía muchísimos años; llevaba ya veinte de administrador de Correo y seguirá
por otros veinte años, hasta su muerte, en 1825.
2
José María era el hijo mayor vivo y sus hermanos, Rosario y Julián. Son José María y Julián a
quienes aluden los historiadores cuando, para mostramos el fervor con que acogió el Interior el
pronunciamiento de Mayo, nos dicen que fueron ofrecidos al primer ejér cito patriota, a su paso
por Córdoba, entre las joyas que las madres cordobesas entregaron a las cajas vacías de la
Revolución.
Pero olvidan decirnos que no era un niño éste José María Paz, pues había entrado en los veinte
años. Llevaba hechos, en efecto, sus cursos de latín, filosofía y teología, dos años de estudios
superiores y recibido en diciembre de 1808 su diploma de maestro en artes, título que se conserva
aún en las viejas universidades y que es algo más que un bachillerato clásico.
3
Continuó sus estudios, y en 1810 completaba tres cursos de jurisprudencia y dos años de
matemáticas. Los prosigue todavía en 1811, para interrumpirlos ca si al final del curso, el 12 de
septiembre de ese año, tres días después de cumplir los veinte, en que marcha a incorporarse al
ejército del Alto Perú.
A esos primeros veinte años hay que pedir la explicación de los cuarenta y tres que cubren su
larga carrera. Son los años misteriosos pero decisivos de la germinación.
La familia pertenecía a la burguesía conservadora de la tradicio nalista Córdoba, la más
españolizada del Virreinato, ciudad zahumada por monasterios y coro nada de torres, presumida
de los afanes y de las disputas con que la Universidad llenaba su vida parsimonio sa. Era una
metrópoli por su antigüedad, por la atracción que la Universidad ejercía no solamente en el
Virreinato sino fuera de él, por su posición de puerto en el camino del Perú a Buenos Aires.
Su padre era un ejemplo de paterfamilia, ambicioso de porvenir para sus hijos, pero cauteloso
y severo. Su madre, vinculada por sangre a familias antiguas, secundaba al esposo con su espíritu
de orden, de celo doméstico, de dignidad sencilla y grave. Estas influencias, la disciplina estricta
1
Fray José Gervasio Monterroso no debe ser confundido con Fray José Benito Monterroso, capellán y consejero de
Artigas.
2
Véase CONCOLOCORVO, Lazarillo de ciegos y caminantes, parte rela tiva a Córdoba.
3
Para llegar a maestro de artes se requería ser bachiller y licenciado en artes. Según las constituciones para Córdoba
del Obispo Fray A. de San Alberto, de 1774, se obtenía el título de bachiller con dos cursos y un examen de lógica;
de licenciado, tres cursos más y dos actos públicos, de nueve conclusiones cada uno, después de lo cual se graduaba
de maestro (que era el título de Paz), con un examen privado y dos cursos de teología. (Fray Zenón Bustos, Anales
de la Universidad de Córdoba, tomo II, pág. 280.)
16
de su Colegio de Loreto, sus estudios de humanidades y teología, la frecuentación de libros
clásicos fueron las fuerzas que impresionaron imborrablemente la plasticidad de su infancia y de
su juventud.
Son esas influencias de la primera edad las que dan su esencia característica a los hombres. En
el sabor y el zumo de un vino, según los expertos, se gustan las sales del suelo en que crecieron
las viñas de que ha sido exprimido.
Es un seguro indicio de lo que era el hogar de Paz el Libro Manual que llevó prolijamente el
padre hasta su muerte, como los señores romanos del tiempo de la República, costumbre ésta
generalizada en las antiguas provincias argentinas. Revelan esas palabras, secas como de notario,
la preocupación central que era para un padre la vida del hogar, que enciende su ca lor y crea su
continuidad.
1
Esa unión construida entre padres e hijos se pro longó durante la vida entera, a pesar de las
naturales disidencias. Guerrearon juntos los dos hermanos durante las luchas de la Independencia.
José María tuvo la asistencia de Julián durante su prisión, lo acompañó en la campaña de
Corrientes como agente en Montevideo y siguió siéndolo en los años de destierro en Río, hasta
que ocurrió su muerte. Antes de ser su suegra, su hermana Rosario manifestó siempre una viva
ternura por José María, a quien no pudo hacer abandonar la carrera de las armas en 1826.
Después de casada su hija con José María fue la providencia, la pro tectora de su errante y joven
familia, y muerta la esposa, la segunda madre de sus nietos.
Hubo en la juventud de Paz una influencia que nunca olvidó.
Cuando habían pasado más de cuarenta años, al escribir sus Memorias, Paz recordaba la
persecución de que había sido objeto por parte de uno de sus maestros, el clérigo Marín. Contaba
los años pertenecientes entre las cuatro épocas más desgraciadas de su vida.
Ese odio de un maestro preparó tempranamente el carácter de su discípulo para recibir los
golpes de la injusticia y del dolor. Contribuyó a darle una visión pesimista y una actitud
prevenida.
Las palabras con que recuerda Paz esos años muestran la impresión que dejó en su ánimo de
niño esa influencia funesta. 2
1
Los datos han sido tomados del Libro Manual de don JOSÉ DE PAZ, padre de José María.
No lo conocemos íntegramente. Hemos utilizado la parte relat iva al general Paz, en copia autenticada. Se conserva
el documento en poder del señor Enrique Echenique, bisnieto de don Julián Paz; hermano de aquél. Agradecemos al
señor ingeniero J. Allende Posse su benévola intervención para certificar la copia.
Paz marchó con una comisión al Norte en 1810, pero regresó en seguida.
2
He aquí có mo recuerda a su maestro Marín en la nota de sus Memorias: "En mi n iñez cuando sólo tenía de 12 a 16
años sufrí en el Co legio la persecución gratuita, in justa y tenaz de un clérigo Marín, superior del Colegio, y por lo
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El problema decisivo de una biografía es el de escudriñar el elemento fugitivo que se añade a las
influencias sociales y cuya presencia hace que a pesar de es tar construidos los hombres de una
generación con los mismos materiales -estirpe, educación, ideas y costumbres comunessolamente uno, entre todos, llega a ser José María Paz. Es el grano de pigmento que convierte en
flores solamente a algunas hojas de las plantas, pues que según los botánicos aquéllas no son sino
hojas modificadas.
Hemos creído comprender a Paz después de conocer sus primeros veinte años. Hemos
comprendido al táctico, al vencedor, al prisionero, al gobernante, al proscripto, su grandeza y sus
fallas.
Este soldado que los historiadores proclaman el más grande teórico de la guerra en nuestros
países, ni comenzó adolescente su carrera de las armas, como tantos otros que no alcanzaron su
pericia, ni asistió nunca a una escuela o academia militar. Pero, en cambio, tuvo una cultura
general de que carecieron quizá todos. Es una experiencia singular. De un maestro de artes y un
estudiante de jurisprudencia y teología nació un estratega. Los partidarios de la enseñanza clásica
sacarán un buen argumento del caso de Paz para mostrar la fecundidad de las disciplinas
puramente intelectuales y de cómo éstas habilitan para abordar los más variados caminos y
triunfar en las carreras de aplicación.
Estaba preparado para ser, bajo la presión de otro momento o circunstancias, un codificador, un
gobernante, un filósofo. 1
El Paz autor de las Memorias es, sin duda, el alumno de Loreto y de la Universidad. Esa obra
de mil doscientas páginas, escritas de un rasgo, sin correccio nes, admirable por la sencillez del
estilo y la nitidez de las ideas, la gracia severa de sus descripciones y el arte de sus retratos,
revela al estudiante de latín,
2
al lector de Tácito y de Salustio, al discípulo de los filósofos
antiguos al través de Suárez, y de Vives.
3
tanto mío. Concibió contra mí, dice, un odio tan extenso que no lo puedo explicar sino como una profunda abe rración del espíritu humano. Mis padres quisieron sacarme del Co legio para trasladarme a otro, pero yo lo rehusé por
consecuencia a la casa donde había recibido mi educación. Este es el primer período desgraciado de mi vida. El
segundo fue el de mi enfermedad en Tucumán. El tercero mi prisión. El cuarto la pérdida de mi esposa. (Tomo 1,
pág. 225). Marín fue después enemigo político irreconciliable de Paz. No mbrado diputado a la Convención de Santa
Fe, después de la prisión de Paz, fue su obstinado acusador. Presid ió la Le gislatura que declaró nulos los actos del
gobierno de Paz en agosto de 1831.
1
Paz recuerda que su carrera militar se debió a los consejos de Pueyrredón. En dos ocasiones anteriores en que
pensó abandonarla, fue el mismo Pueyrredón quien lo impid ió. (Memorias, to mo 1, pág. 220.)
2
Gaspar López, en carta de 1843 desde Chuquisaca, no cree poder despertar mejor el co mpañeris mo de
condiscípulo, que recordarle cuando le tomaba la lección de Nebrija. En esa fecha Paz era la pro mesa mayor del
patriotismo. Le decía: "un mundo entero espera de su ma no la redención". Era después de Caaguazú.
3
Se puede reconstruir el ambiente de las ideas de los colegios de la Universidad de Córdoba por la lista de los
lib ros usados en la enseñanza. GA RRO, en su Bosquejo, trae una nómina. Los estudios de latín eran co mpletos. El
18
Índice de la Obra
Padre Furlong ha estudiado el carácter de la enseñanza anterior a la expu lsión de los jesuitas y la influencia de
Suárez. Trae noticias de un interés extraord inario sobre la enseñanza filosófica en la que hubo hombres tan
eminentes como Do mingo Muriel, cuyo Derecho Natural editó la Universidad de La Plata. (Vé Do mingo MurieL,
Los Jesuitas y la cultura rioplatense, pág. 69, Glorias Santafesinas, del citado autor.) Los juicios de don Juan
María Gut iérrez, en su historia de la enseñanza superior, sobre Córdoba resultan inexactos o precipitados.
Entre estos maestros se encuentran indiscutibles precursores del ame ricanis mo y una evolucionada concepción
filosófica que destruye la leyenda "de la ignorancia y el oscurantismo" imperando en sus aulas.
19
CAPÍTULO II
LA FORMACION DE SU CARÁCTER
I
Nunca más necesario distinguir, tratándose de Paz, el temperamento del carácter, lo que fue
nativamente de lo que llegó a ser por acción del medio, de su propósito deliberado, de su
experiencia.
Su temperamento, su natural, fue vehemente, apasionado, sujeto a profundas impresiones.
Habla repetidamente en sus Memorias de la "vivacidad de su genio, que lo hacía traspasar los
límites de la prudencia". Una escena de distribución de provisiones en el ejército del Alto Perú le
causó "cólera y desprecio". El desorden que subsiguió a la acción del Puesto del Marqués le
ocasionó "uno de las días más crueles de su vida”. 1
Durante las campañas en el norte de la guerra de la Independencia, la muerte de su compañero
Diego Balcarce, y también la del joven tucumano Tejerina, le produjo tal dolor que se tuvo por
enfermo. Treinta años después, cuando escribe sus Memorias, todavía lo conmueve el recuerdo
de Balcarce.
Hay un documento de valor singular para conocer el proceso que va fraguando su carácter, la
historia dramática de su alma. Es el diario particular que llevó prolijamente en 1823 y 1824 y
que se refiere a los trabajos de formación de una división auxiliar de la guerra del Perú. Su valor
histórico es escaso en cuanto esas operaciones militares no tuvieron consecuencias, pero es
precioso como confesión íntima de un corazón ambicioso y agitado. Dispersas entre los re latos de
1
Memorias, tomo I, págs. 170, 187.
La carta a su hermano Julián, en vísperas de caer prisionero, muestra la exaltación de su ánimo y puede ser tenida
como prueba de su iracundia. Dice: "¡yo insensato que me metí con esa canalla!" (Zinny, Historia de
Gobernadores, tomo III, pág. 32.)
la campaña, hay breves líneas, nerviosas precipitadas, que ponen al desnudo su irritabilidad, su
impresionabilidad, en las que desahoga su fiebre de meditativo y solitario.
Su júbilo, por ejemplo, es inmenso cuando puede distribuir vestuario o dar socorro a su tropa.
En cambio, "¡qué tristeza!" exclama cuando ve decaído el ideal de la independencia y a las
provincias lanzadas en la loca carrera de la guerra civil.
La sospecha de que un "chisme" ha podido acarrear la frialdad de un jefe amigo le "lastima el
corazón".
Con sus confidencias se pueden formar páginas a lo Amiel. En 1824 ha estallado en su
intimidad una gran crisis sentimental. Se oye su grito de dolor: "3 de junio de 1824. Por la noche
me pasa el más terrible suceso en mi vida de su género. Yo sufro la mayor amargura y
exclusivamente concentrado en mí mismo es más intolerable".
Quince días después escribe en su diario: "el asunto del 3 de junio no se presenta tan ingrato
pero yo he desmayado infinito".
En 16 de agosto su espíritu sufre todavía la terrible impresión del suceso del 3 de junio.
Han pasado más de cuatro meses y dice su diario: " 10 de octubre: se me han abierto claros
para entrar otra vez en el asunto del 3 de junio, mas está muy fresca la memoria de aquel día,
para que no me sea muy amargo".
No podemos sino conjeturar el hecho mismo que tan profundamente lo convulsionó. Parece
evidente, sin embargo, que se trataba de un episodio amoroso. Un ardid femenino habría buscado
comprometerlo para llevarlo al matrimonio. Se habría contado con su timidez, su inexperiencia
pero, recuperado prontamente, habría escapado, con civilidad, como dice en otro pasa je, a la
emboscada. 1
¿Era Paz un misógino? No, sin duda alguna. Era solamente un hombre poseído por ideas graves
y de costumbres rigurosas. Su retraimiento de las diversio nes y del trato libre con la mujer se
debía a una timidez natural - "la falta de audacia que hace olvidar las leyes del honor", de que
habla en sus Memorias, aludiendo a su acción pública- a sus principios religiosos, a la convicción
1
A diferencia de muchos de sus contemporáneos no hay documento ni tradición oral que hable de su vida
sentimental. No ocurre lo que con Lavalle, por ejemplo. En el archivo de Paz no hemos encontrado sino una carta de
ese género. Procede de Salta y alude al silencio que él guardó con las anteriores que se le había dirig ido. Se refiere a
sus amoríos en esa ciudad. Busca saber si "el manquito ingrato y fallador, como dicen los paisanos, piensa cumplir
sus promesas tan repetidas y zalameras, como de cordobés". A nombre de la interesada se le hace saber que a pesar
de tener otro pretendiente se decide por él, "haciendo en su favor una exposición tierna y decid ida".
Su casamiento tardío, cuando se hallaba en prisión sin término, es la demostración de que su celibato no era
misoginia sino un nuevo episodio de su plan de consagrarse heroicamente a un ideal que los co mpro misos personales
pudieran desmedrar.
21
de que debía huir de todo lo que pudiera relajar la disciplina de su carácter. Necesitaba proceder
así para ser obedecido en las limitaciones que imponía a sus oficiales en las fiestas y convites.
Solía asistir a ellas pero se ausentaba luego a su carpa, para no enfriar las expansiones a la hora
en que suelen desbordar, pero seguro de que no serían violadas sus recomendaciones de
continencia. Había presenciado escenas chocantes en el ejército. Encontraba en la tolerancia por
los excesos de los subordinados, en la francachela de los jefes y en la liviandad de los jóvenes, la
causa de muchos desastres militares.
1
Pero era cortés, gentil con las damas. En Salta, hizo vida social activa. Durante la campaña del
Brasil, frecuentaba el trato de las familias de los jefes, en Montevideo constituyó una asociación
femenina para secundar la defensa de la ciudad. Su vida ciudadana fué tan breve y tantos los
reveses de su vida que poco o nada pudo desenvolverse aquel don munda no, sus “zalamerías de
cordobés" que atribuye a su edad juvenil la carta privada que conservó en sus papeles.
Podemos seguir al través del diario el doble movimiento que se desarrolló en su intimidad. De
un lado la efervescencia de su sensibilidad y de otro lado la voluntad de domeñarla e imponerle
silencio.
Se asiste al duelo en que se debaten estos dos antagonistas y al fin, al triunfo del espíritu sobre
el instinto, del carácter sobre el temperamento. También vemos, en virtud del desdoblamiento
común en los meditativos, al actor convertirse en testigo de su propio drama y contarnos las
peripecias del combate.
"Miro con horror este lugarejo, escribe en 15 de noviembre de 1823, que me ha sido tan penoso
para mi físico y mi espíritu. Sin embargo, es preciso hacerse superior a esta pasión y lo que es
más, no manifestarlo"'.
2
1
Cap. V in fine de las Memorias, to mo 1, pág. 163.
Al día siguiente de Caaguazú, casi veinte años después, quiere volar a abrazar a su joven esposa, a quien no veía
hacía meses: "daría un mundo, le dice, por poder hacerlo" -pero es preciso, agrega, "que me prive de este gusto"
porque no puede abandonar un mo mento la campaña. El aprendiz de 1823 era el maestro consumado de 1841.
2
22
Litografía de Bacle (1829)
No se le oculta que habiendo tomado partido por la causa del deber, de la virtud, del honor -a
las que llama "deidades tutelares"- tendrá que arrostrar muchos duelos y quebrantos.
Todo contribuye a agriar mi corazón, escribe en 12 de junio de 1824. "Estoy persuadido que es
necesario estar siempre en guardia, con los superiores, con los inferiores, con los que se
manifiestan amigos y con los indiferentes. Es, sin duda, mortificante vivir en este estado de
alarma continuo, pero es indispensable para no ser a cada paso juguete de algún malvado.
Conozco que mi carácter se resiente a cada momento de ingenuidad y facilidad."
Dos días después escribe: "no veo generalmente sino malicia, intriga, traición, ignorancia,
venalidad, sórdida codicia". Se hallaba bajo la impresión de la frialdad patriótica de los gobiernos
23
por la guerra de la Independencia, pero se sumaba a ella el incidente personal del 3 de junio.
Lo había poseído de tal manera su ambición de tener alguna parte en las "últimas glorias de la
independencia", según sus palabras, que todo lo demás le era indiferente. Pero ese ideal habría de
ser perseguido sin traicionar sus principios.
El día de su cumpleaños de 1823 había escrito: "9 de septiembre de 1823. Hoy es mi
cumpleaños y ha terminado el 32 de mi edad. En este período, que no es corto, nada he
adelantado para mi individuo. Mi situación nada tiene de lisonjera y mis esperanzas bien tristes,
¡suerte escasa! ¡Cuándo te cansarás de serme ad versa! Pero, no, Dios justo, yo venero tus
decretos y tu Providencia. Dame fuerzas para concluir, si no con provecho mío particular, al
menos sin separarme de la senda de la virtud y del honor."
Confieso, dice en 8 de junio de 1824, que no tengo ap titudes para adelantar en la revolución.
"Mas, he marchado de este modo y pienso así concluir mi carrera, aunque lo pague mi fortuna."
Y su propósito se cumplió. Es la batalla más admirable de su vida, como que duró treinta años.
En este proceso, abierto en su juventud y conducido férreamente, está la explicación completa
de su carrera.
Este esfuerzo vigilante y desvelado comenzó desde muy temprano. En su hogar, en su internado
escolar, en su medio social, recibió las sugestiones que formaron el concepto y el hábito que
serán la columna vertebral de su carácter: la idea del orden, el hábito de la disciplina.
Los años de la guerra fueron una nueva escuela que fortaleció y definió su carácter.
Su gran conquista en esta época, que transcurre entre los veinte y treinta años de edad, en plena
juventud, es el conocimiento del corazón humano al que se aplica con su tendencia natura l de
observador cauteloso. Ese aprendizaje hace de él un meditativo y un moralista. El alumno
sobresaliente de la Universidad de Córdoba lo es ahora en este estudio más difícil de las pasiones.
Vio cómo los celos de los jefes, la vanidad del mando comprometían la suerte de la guerra. Se
aisló de las "logias" y no hizo concesión a las camaraderías que colocaban las ambiciones
personales por encima de los fines de la lucha. Arequito fué una lección inolvidable. Supo
entonces amargamente hasta qué punto es necesario acechar las intenciones que buscan
disfrazarse para imponerse. Comprendió que era necesario retraerse para hacerse fuerte, para
acorazarse contra los tiros de las banderías, la intriga y la malicia. Tenía felizmente para
doctrinarse, muy próximo a él, el ejemplo de Belgrano, cuya grandeza mo ral no bastó para
defenderlo de la malquerencia y aún de las burlas, con ser la única fuerza sa1vadora del ejército
anarquizado. Aprendió el sentido que tiene el nombre de bueno y el nombre de malo, como dice
24
él, aplicado a los hombres, cuando se trata de cumplir el deber: el bueno es el que consiente las
transgresiones, el malo es el que exige la disciplina, bien sea él el primero en someterse.
II
Hay un hecho que juega papel decisivo en la forma ción de Paz y que nos parece desconocido:
es su sentimiento religioso.
Sus padres eran gente de piedad y de prácticas cristianas. Era su tío carnal y consejero de la casa
el doctor Manuel Mariano de Paz, sacerdote que alcanzó altas distinciones eclesiásticas.
El Colegio de Loreto y la Universidad franciscana prosiguieron la influencia doméstica.
1
En el ejército pudo comprobar la acción mora1iza dora de la religión por obra de Be1grano.
2
Durante toda su carrera es visible su adhesión a las ideas religiosas inculcadas en su infancia y
juventud, sin que lo contagiara el liberalismo del partido de Rivadavia ni más tarde la compañía
de hombres como Garibaldi en el sitio de Montevideo y el mismo Alba rracín, que pusieron de
moda la propaganda anticatólica. 3
No obstante su solidaridad política con Rivadavia, no llevó a cabo en Córdoba sus reformas
eclesiásticas y tuvo de su lado al cura doctor Castro Barros, que ha bía sido amigo de Quiroga.
Durante su prisión, en la amargura de sus medita ciones de condenado a muerte, se exaltó ese
sentimiento.
4
1
Conservó Paz entre sus papeles una loa a la Virgen de Loreto, leída en una fiesta escolar, escrita en latín.
En sus Memorias, cap. II, recuerda las prácticas religiosas impuestas por Belgrano en el ejército, no sólo como
med io de proselitis mo en las poblaciones sino por ser un cristiano sincero.
3
Paz imitó la conducta de Belgrano durante sus campañas. Dice en sus Memorias militares el general uruguayo
Ventura Rodríguez: "Paz era un católico fanático que no dejaba pasar dos meses sin hacerle oír misa campal al
ejército. Cuando a S. E. se le antojaba ese acto religio so hacia colocar un altar al principio de la calle 18 de Julio y
marchaba después hacia él con las tropas francas……. Los batallones y regimien tos de la línea exterior eran los
únicos que se libraban de la man ifestación a la Iglesia" (pág. 407),
Véase la actitud de Paz cuando el cañoneo de una iglesia mientras Oribe fest ejaba con un Te Deum el primer
aniversario de Arroyo Gran de (pág. 464).
4
Refiriéndose a sus lecturas en la prisión recuerda a Silv io Pellico y d ice: "Ad miro con todas las fuerzas de mi alma
sus sublimes virtudes, pero no a todos es dado practicarlas. Sin embargo, espero que Dios me perdonará y tendrá
piedad de mí."
"En el terrible t rabajo que me ha oprimido sólo he hallado consuelos en los princip ios religiosos y en el testimonio
de mi conciencia" (tomo II, pág. 279).
En la prisión copió una novena de San Rafael, documento que se encuentra en poder de su historiador, el señor
coronel J. Beverina. San Rafael es protector de los alumbramientos. Paz esperaba, probablemente, su primer hijo.
Entre los descendientes de Paz se conservan sendas copias de una oración compuesta por aquél. Me ha sido
facilitada una de ellas por la señora Esther Rebollo Paz de Oro, su nieta. Hela aquí:
“Poderoso Dios y Padre de todas las criaturas, que riges el Univer so y conservas el admirable orden que estableciste
en todas las obras de nuestra creación. Que siendo inmensamente justo y bueno, castigas el vicio, premias la virtud y
otorgas vuestros beneficios a los que os imp loran con humildad y fe sincera: acoged, Señor, co mpasivamente la
súplica que os hacemos.
2
25
No era éste un sentimiento propenso a traducirse ruidosamente, no se lo reconocía en el apego
formal, como en otros hombres de una religiosidad que pare ció más notoria a la sociedad y sus
contemporáneos, pero se lo descubre claramente en la inspiración y en la práctica de su vida.
No es que lo ocultara. Alguna de las cartas transcriptas lo revelan y está patente en sus
Memorias, pero no hacía exhibición. En una carta que escribe desde Brasil a su esposa el 6 de
octubre de l844, le dice:
"Si la vida es un viaje, que hacemos los pobres humanos sobre esta tierra de lágrimas, nadie
con más propiedad que nosotros lo puede decir y probar. Desde que uniste tu suerte con la mía no
podemos decir que hemos pasado un día de reposo. En nuestro país todo ha sido trabajo, en el
extranjero la más cruel incertidumbre. En tan penosa situación sea nuestro consuelo la más
perfecta resignación, y como vos dices tan cristianamente, abandonémonos a la voluntad divina."
Por su vida y su conducta, decimos, queda acreditado su cristianismo sin matices ni
vacilaciones, su perfecta ortodoxia católica.
Ese hontanar explica los aparentemente inconexos rasgos de su acción. Si desdeñó la
popularidad, si se rehusó a toda tentación de venganza, si era tan riguroso en la elección de los
medios, si escapaba a los compromisos que la ambición está siempre presta a sellar, si abdicaba
de las ventajas, si se mantenía impasible en el triunfo, era porque disponía de un refugio seguro e
insobornable: era el refugio de su conciencia religiosa, de su confianza en la justicia divina. De la
certidumbre de poseerlo procedía su inflexibilidad, su fortaleza, su grandeza un poco trágica, de
triunfador sin estrella.
Índice de la Obra
Os rogamos, Señor, déis a nuestra Patria la paz, quietud y orden que tanto necesita y la prosperidad que es
consecuencia de aquellos bienes.
Os suplicamos que derrames sobre esta casa vuestras misericord ias, concediendo vuestra gracia a todos los que la
habitan.
Os pedimos por los domésticos, para que cumpliendo con vuestra ley y sus respectivos deberes se hagan felices en
la tierra y d ignos de recompensa en otra mejor vida.
Os pedimos, Señor, que a los amos de la casa les concedas salud y acierto en sus deliberacion es. Haced, Señor,
que el único hijo varón que les habéis conservado, corresponda a los designios que sin duda habéis sobre él formado,
para que sea a su tiempo el descanso de sus padres, el apoyo de su familia, el protector de sus hermanas. Inspiradle,
Señor, aplicación al estudio, amo r al trabajo y, el sentimiento profundo de sus importantes deberes.
Haced tamb ién, Señor, que las dos tiernas hijas de la casa, crezcan y se formen sin desviarse ni un mo mento del
sendero de la virtud, y que ni un solo pensamiento, ni un solo sentimiento que no sea conforme a sus deberes, venga
a empañar la pureza de sus almas.
Haced, Señor, finalmente, que el merecimiento de todos halle favorable acogida en vuestra presencia, y que las
faltas de sus padres sean miradas con indulgencia en consideración a las virtudes de sus hijos."
26
CAPÍTULO III
EL HOMBRE MADURO
Veamos ahora el resultado de esta dolorosa gestación, al hombre maduro que llegaba a la
gran escena pública a los 35 años, general de Ituzaingó.
Los contemporáneos se hicieron de él la imagen que lo evoca en esta última etapa de su
formación y fabricaron el estereotipo que lo ha fijado en la mente popular y en la historia
oficial: el matemático de la guerra, sin fortuna en la política, que era, como hombre,
insensible, terco, sin calor para la efusión, sin don de simpatía.
El conocimiento de su vida interior nos permite hoy comprender el significado fecundo y
la grandeza dramática que se disimulaban en el fondo de la figura angulosa y árida que de
él se ha hecho.
Sarmiento mismo, que admiró a Paz como a ningún otro argentino, nos dice que no fue
amado y que no podía serlo sino manteniéndose a distancia. Sólo su intachable pureza, sus
talentos de primer orden, su perseverancia inaudita han podido darle, agregaba, el prestigio
sin límites de que goza. Tiene la rarísima cualidad de hacerse impopular, agregaba. 1
Tampoco era fácil para la amistad. No podía serlo quien había sido tan chasqueado por
creer en ella y porque le pareció que bajo su nombre se disfrazaban la complicidad, la
asociación ilícita para triunfar en las ambiciones personales y egoístas.
Una vez llegado a la amistad, ésta era perdurable.
Nunca se desmintió lo que lo unió a don Eusebio Agüero, don Domingo de Oro, don
Wenceslao Paunero, don Indalecio Chenaut. Pero ignoró el encanto del abandono, de la
1
Puede leerse en las Memorias de Paz anotadas por Beverina, apéndice, este escrito de
Sarmiento.
27
intimidad, de la confidencia. El tono era siempre grave. Respeto, veneración, admiración, fe
profunda en su palabra eran los sentimientos que provocaba, pero no ternura. Tanto laboreo
en los manantiales de su alma, había dejado un "ojo de agua" cegado para siempre.
Óleo atribuido a G. Gallino (1844)
Estos rasgos indudables de sequedad dieron pie a las detracciones de sus adversarios y al
juicio de sus críticos, y han privado a su memoria de seducción para las nuevas
28
generaciones.
1
La pasión, no lo veía sino del lado de las sombras, no reparaba en los relieves que las
dibujaban.
Desconfiado y caviloso lo llamaba Ferré, y el general Iriarte, excéntrico, suspicaz,
descontentadizo, reconcentrado, misántropo. Agreguemos la terquedad, el rigor, la aspereza
de que habla el general César Díaz, su esquivez para el consejo, su aislamiento hos co, de
que hablan otros.
Hoy sabemos que sus defectos, exagerados por los celos, por la vanidad herida o la
pasión política, no eran sino el precio de sus virtudes, las cicatrices que habían dejado las
autoamputaciones de su temperamento nativo, las reliquias de una cirugía psíquica.
1
Es instructivo compulsar y confrontar los juicios que hicieron de Paz sus rivales o adversarios.
LaMadrid es, nos parece, el único que le ha llamado hipócrita, siendo corriente la imputación contraria o
sea de violencia y brusquedad. Pero debe recordarse que La Madrid no tenía la plu ma segura. Es demasiada
transparente su pasión y su veleidad. Hizo con frecuencia el elogio de Paz. En carta de 2 de diciembre de
1843, decía: "Paz, nuestra única esperanza.”
Don VICENTE LÓPEZ (Autobiografía, en Biblioteca de Groussac, 1896), teniendo veinticinco años de
edad, conoció a Paz cuando éste se hallaba en Buenos Aires con la ciudad por cárcel. Hallándose bajo la
tiranía, habló con precisión y franqueza, dando juicio sobre los hombres públicos. Se sabe que al caer
prisionero se apresuró a declararlo así, asumiendo con gran dignidad su papel de tal.
Los epítetos de IRIARTE puestos a Paz se encuentran en su Ataque, defensa, etc., Buenos Aires, 1855 y en
Memoria militar, Buenos Aires, 1868, contestando las alusiones de Paz en sus Memorias.
En los rasgos atribuidos a Paz y esbozos de su carácter hay contradicciones. Para el mis mo crítico era Paz
díscolo, misántropo, sombrío y tamb ién sensible a la adulación (Ferré y César Díaz). Parece ev idente, por el
complejo de su acción y por la imputación de sus adversarios, que tenía una alta idea de su capacidad. ¿ Qué
podía interesarle, entonces, la opinión de los demás?
Era difícil que encontrara aduladores quien pensaba así. Además para qué adularlo ¿Qué podía dar un
hombre tan severo y anguloso? Trabajos y fatigas. No tuvo poder en sus manos. Fué pobre hasta el ext remo.
Cuando no en el campamento estuvo en la proscripción.
La disconformidad de su temperamento con su momento, con sus contemporáneos y en cierto modo con su
"raza", ha sido vista por algunos.
Más concentrado de lo que somos generalmente los hombres merid ionales", dice VICENTE F. LÓPEZ en
el to mo X, pág. 319, de su Historia de la República Argentina.
Lo observado coincide con la opinión que tenía de si mismo : ." no me acomodé a la época en que me tocó
vivir". (Memorias, tomo II, pág. 371.)
Según el testimonio, en este caso unánime, de amigos y adversarios, nunca se entregó a las facciones. Es
decir, no contentaba a nadie. Cuando entró a Córdoba, ésta fué reacia para Paz en sus clases superiores y
francamente hostil en las populares. (M. E. Río, Córdoba, pág. 66.)
Para algunos de sus contemporáneos Paz apareció modesto, tímido. Se ruborizaba en el trato de las gentes,
a las que no gustaba frecuentar. (SA LDÍAS, Historia de la Confederación, tomo II, pág. ,44.)
No citamos la opin ión de La Madrid, su amigo unas veces, su contradictor y más amargo detractor otras.
No hay desdén en esta omisión. Era un corazón abundante y valiente, pero una inteligencia sin brújula. No
inspira fe su juicio. No puede ser tenido por militar y menos por historiador. Mezcla de palad ín, de juglar y de
aventurero su puesto está más allá de la historia: en la leyenda, en la canción de gesta. Cuando no se atribuye
la victoria en batallas que perdió, atribuye su derrota a faltas de otros, presentes o ausentes en la acción. Co mo
signo de su imparcialidad y veracidad citemos un caso relativo a Paz: la batalla de la Tab lada no fué ganada
por Paz sino por el general Ramón A. Deheza ( Observaciones sobre las Memorias del general Paz, pág. 279.)
29
Podríamos aplicarle las palabras de Walter Pater, el admirable crítico inglés, cuando
habla de algunos hombres del Renacimiento italiano: son las sombras que dejan caer sobre
la vida las grandes pasiones a que nos hemos negado.
Nuestra condición humana, con su pecado original, no consiente, sin rescate, los vuelos
de angelismos: qui fait l'ange fait la béte, que decía: Pascal.
Es así cómo Paz llegó a constituir su tipo psicológico.
Es el tipo psicológico de quienes abrazan una idea como un apostolado y que no ven los
hombres ni sus intereses, porque tienen fijos los ojos en la posteridad y no obedecen sino a
sus voces interiores.
Tienen desapego por los hombres, trabajan por ellos pero sin curarse de sus simpatías.
Los consideran accidentes. Cuando los mueve la sola ambición son, como Julio César y
Napoleón, impávidos y crueles, aunque magníficos. Quienes como Paz
tienen una
conciencia severa desdeñan la popularidad pero reconocen todas las exigencias de la ley
moral, cuidan sus pasos para no hollar la dignidad ni la justicia.
En una carta privada que le dirigió un proscripto hay un pasaje de extraordinaria lucidez
sobre el carácter de Paz. La escribió don José María del Carril, hermano de don Salvador
María, muerto en el destierro.
"Usted no debe extrañar, decía a Paz, no tener amigos ahora que está fuera del poder.
Cuando Ud. estuvo en el poder nada hacía por tenerlos. Ud. huía de la personalidad y del
proselitismo, buscaba la libertad y servir a la patria. En presencia de tan grande objeto los
hombres desaparecían. En sus manos eran solo instrumentos para obrar el bien que tenia en
vista. Para aquellos que rodean e1 poder por amor a la fortuna, se quiebra el vinculo desde
que muere la “esperanza” de medrar.
San Martín y Belgrano fueron sus modelos - mayores que Paz trece y veinte años-,- en
quienes la idea de una patria por crear tenia el absolutismo de un sacerdocio o de un
desposorio. Necesitamos un esfuerzo, no escaso, para comprenderlo hoy, pero fue así.
La unidad rigurosa de sus vidas les viene de esta sumisión de todo otro propósito y de
todo pensamiento a un fin único y grande.
Paz hizo pues, con su vida lo que hizo después en las batallas: no confiarla, a la
improvisación ni entregarla a1 entusiasmo; observaba, media, calculaba, concienzuda,
metódicamente. Y triunfó en su arduo afán como triunfaría mas tarde en La Tablada o en
30
Caaguazú.
Por obra de su "control", de su
self government, se forma la constitución menos
romántica de nuestras figuras históricas, en la que la sentimentalidad, el arrebato, e l
entusiasmo, tuvieron menos intervención.
En ese sentido su parecido mayor es con San Martín y con Mitre.
La carrera de San Martín fue muy breve. Terminada su tarea de libertador se ausentó del
pais y de la escena. Por eso no alcanzó a despertar las resistencias de Paz.
Estos rasgos son suficientes para concretar su tipo psicológico. Era un personaje de
Corneille, un "héroe corneliano", es decir, el hombre de la voluntad inque brantable
obedeciendo los dictados de su razón. Así se explica todo el cuadro de su psicologia: lo que
se llama su insensibilidad, su terquedad, su tenacidad, su culto fanático por la disciplina, lo
que pareció engreimiento a algunos de sus adversarios o vanidad y misantropía a sus
detractores, pero que no eran sino las formas que asumía la voluntad de realizar
imperturbablemente un camino.
Su frialdad, su aislamiento, su aspereza, son ingredientes del tipo corneliano, trofeos
ganados en una lucha violenta en el interior de su alma, en la que llegó a vencer su natural
apasionado y vehemente.
Es la psicología de Horacio, en el teatro de Corneille, que sacrifica el amor fraternal al
patriotismo, hay algo del Rodrigo en el Cid, que inmola el amor al deber y también un
reflejo de Polyeucte por la pureza de su abnegación.
II
Los discípulos de Freud han abierto vías fecundas de investigación psicológica, como la
del mecanismo de un proceso que han llamado de "condensación de sa tisfacciones", en
virtud del cual el "bloqueo" de tendencias nativas las obliga a buscar desahogo por vías
nuevas, como canales artificiales que sustituyeran el lecho natural.
1
Es, en el fondo, la
justificación de los viejos ideales de la educación coercitiva y del valor de la autoeducación. El caso de Paz fue un ejemplo sumamente expresivo de este fe nómeno.
Ya hombre maduro, sufría el pujo de los instintos domesticados que de vez en cuando
1
Reserches philosophiques, por J.Bourjade, pag. 202, Paris, 1932-33.
31
reaparecían como relámpagos en tiempo sereno. Así, después de la última campaña de
Corrientes o cuando contesta a La Madrid o a don Mariano Fragueiro sus versiones de la
campaña de Córdoba, ocasiones en que mezcla a sus réplicas el apóstrofe y el sarcasmo.
Pero su segunda naturaleza no lo abandona y se recobra rápidamente de la cólera o corrige
su desprecio, confesando que ha sido demasiado cáustico y quizá injusto : "hombre soy, ha
repetido en sus escritos, y como tal sujeto a pasiones, pero no me dejo arrastrar por ellas
ciegamente. Tengo a mi favor que se me conoce incapaz de una impostura y que ni aun
para herir a mi mayor enemigo inventaría una mentira”
Su sensibilidad, su emotividad
1
tan severamente "bloqueadas" tuvieron "una
compensación de satisfacciones". Hubo, en efecto, un terreno donde su ternura manaba
abundantemente, con el caudal recrecido, como un manantial cuando se remueve el dique
que lo obstruía.
Fue el de las relaciones de familia. El amor por su esposa y sus hijos fue el desquite de la
rígida continencia. Eran los seres ante quienes no se interponía la sombra temida de la
intriga y la desconfianza.
No hemos podido conocer bien este aspecto de la vida de Paz porque tenía la reserva, el
pudor de los meditativos que aman de tal manera sus sentimientos que ven una profanación
en entregarlos a la curiosidad de los demás.
Pero es evidente que su impasibilidad o frialdad tuvo esa puerta del fondo.
Los psicólogos han observado el fenómeno. En los grandes emotivos, que bajo
influencias sociales han contraído el hábito de no exteriorizar sus emociones; éstas se
despliegan lozanamente en el huerto cerrado de la vida interior.
Nada igualará su devoción por su madre, primero, y por su esposa, después. Admirable
mujer la primera, arrastrando su vejez -murió a los setenta y dos años en Luján, en el 39---,
por la cárcel de Santa Fe y por las escaleras y antesalas de los carceleros con fuerza para
sonreírles, precio con que sólo una madre es capaz de pagar por un pequeño alivio en la prisión de su hijo. Su muerte fue para Paz un anonadamiento.
1
2
Memo rias cap. XXXVII, in fine, to mo III, pág. 216.
En carta de noviembre 26 de 1827, Lavalle le escribe a Paz hablán dole de su madre, quien acababa de
visitarlo. "No se conoce, le decía, el precio de una madre semejante hasta que se le ha perdido”.
Por carta de Belgrano se sabe que siendo teniente Paz (diciemb re de 1812), había hecho de su sueldo una
asignación de veinte pesos mensuales a favor de su señora madre doña Tiburcia Haedo. (Archivo de Córdoba:
Cartas inéditas de Belgrano, pág. 52.)
2
32
Respecto del padre hay un hecho singular. Es éste: fué su primer biógrafo. En un papel
íntimo, don José de Paz trazó la vida de su hijo José María hasta poco antes de morir, en
1825. Comenta su carrera estudiantil, sus éxitos, luego su actuación militar con orgullo no
disimulado y con la intuición del porvenir que podía llegar. 1
Una tan excepcional ternura paterna no es posible sin una proporcionada en el hijo para
provocarla. No podía ser vanidad: el hijo no tenía todavía gloria. Siendo un papel íntimo
excluye, además, todo pensamiento de fatuidad o de orgullo.
Fué su esposa Margarita Weild, a quien debió sus mayores alegrías y a quien hizo objeto de
un amor romancesco. Era hija de su hermana Rosario y del doc tor Andrés Weild, cirujano
escocés.
2
No había cumplido veintiún años al casarse (31 de marzo de 1835). Se conserva
un retrato de Margarita. Era de estatura mediana, de ojos azules y dulces, blanca y sanguínea, de cabello claro, de aire sereno y salud vigoro sa. Traducía en lo físico y en lo moral
el equilibrio y la apacibilidad de la sangre sajona de su padre, quien había nacido en
Ecclefecham, en la parroquia de Haddan, condado de Dumphries. Pero la sangre materna
no estaba ausente. A esta mezcla se debe quizá la cándida belleza latina y el lustre virginal
de su figura, que evoca los cuadros de Rafael.
Contrastaba físicamente con Paz, que era de color blanco mate.
De estatura un poco más que mediana, erguido sin empaque, el continente digno, el aire
reflexivo, tenía los ojos verdosos, el cabello abundante y crespo, de color entrerrubio, que
se aclaraba aún más en la patilla. La barba abierta dejaba ver un mentón, breve y fuerte.
Tenía la frente recta y sólida, los ojos sombreados, pequeños y tena ces. La mirada, vigilante
y concentrada, decía valor sin alarde. La nariz ligeramente aguileña se alargaba hacia abajo.
Su boca era pequeña y enérgica.
3
Su sola presencia difundía gravedad a su alrededor. Hablaba poco. Vestía decorosamente
1
Es el Libro manual de don JOSÉ DE PAZ, a que nos hemos ya referido. Vé nota 4 del capítulo XIV.
El doctor Andrés Weild testó en 1815, en Buenos Aires. Ahí se registran antecedentes de familia y disposiciones
sobre las propiedades de éste en Ecclefecham. En averiguaciones, supo M argarita que en 1826 vivía aún su abuelo en el
país natal, donde ejercía su profesión de carpintero y disponía de los bienes que su padre mencionaba en el tes tamento.
3
La filiación de Paz fué tomada por el Coronel Ramírez, al hacerse cargo de él como prisionero, entregado por López,
a nombre de Rosas. Luego se imprimió y circuló por toda la Provincia para asegurar su cap tura en caso de evasión. Los
datos físicos de M argarita se encuentran en el pasaporte otorgado por la policía de San José del Norte (Brasil), cuan do
pasaba a Santa Catalina en 14 de octubre de 1845. En la Memoria militar del general Ventura Rodríguez, uruguayo
(M ontevideo, 1919), se encuentra la descripción más completa que hemos encontrado de Paz (pág. 41). "Era un hombre
serio, de una mirada fuerte y escudriñadora, de ojos algo encapotados labios finos, boca chica, frente ancha y despejada,
cutis blanco y limpio, pelo castaño y lacio. Era grueso, de espaldas anchas y estatura regular, más bien bajo que alto." Paz
tenía, entonces, 52 años. Agrega: "no usaba casaca con vivos y galones de oro, uniforme con insignias. Se le conocía
mucho más por su comitiva que por sus vestiduras". Las otras descripciones de Paz coinciden en que no era bajo.
Habiendo engrosado en esa época es posible que lo pareciera.
2
33
pero con gran sencillez. El equipo de Paz en Córdoba, después de su prisión, era de cuatro
pantalones de brin y una casaca de media parada. No agauchó nunca su vestido, como otros
jefes, para hacerse simpático. Sus gustos eran sobrios, en todo.
Su retrato en edad mas juvenil es un óleo posterior a la guerra del Brasil, antes de su
prisión, cuando tenía alrededor de treinta y nueve años. Lo muestra en la madurez de su
belleza varonil, tostado por la intemperie, endurecido por la campaña, con un brillo en la
mirada ambiciosa que no aparecerá en sus retratos posteriores.
1
Oleo de Margarita Weild, esposa de Paz ( autor: Coudert F. A. )
En la época de su casamiento -con cuatro años de prisión y cuarenta y cuatro de edadhabía empalidecido y engrosado, pero lucían en su frente serena y en su mirada categórica
1
Paz tuvo una salud probada por las fatigas y penurias de sus largos años de campaña. Pasada la juventud, en que tuvo
vómitos de sangre, su vigor no sufrió quebrantos. En 1823 padeció de paludismo. Hombre maduro sufrió de la vista, pero
esta dolencia no le impidió escribir y leer continuamente. M urió a consecuencia de una hemiplejía.
34
los signos de una voluntad y de una ambición desveladas.
Son preciosos documentos las cartas que se conservan de Paz a su esposa. Comienzan al
día siguiente de su evasión en 1840, y se suceden durante las largas ausencias de sus
campañas de Corrientes y de su peregrinación por el Brasil, interrumpidas por las épocas
felices de la reunión.
Esas cartas son además documentos que ilustran los sucesos políticos y militares. En esos
papeles es donde está el alma verdadera. Por ellos se ve cómo las Memorias no fueron
escritas para el público, para disimular la verdad. Con razón pudo decir alguna vez, cuando
se lo amenazaba con la revelación de sus secretos: "toda mi vida puede salir a luz, nada
temo de ello”. 1
Como su esposa ha quedado en Buenos Aires, después de su evasión (3 de abril de
1840), recurre a los medios más ingeniosos para comunicarse con ella. Así sucede más
tarde cuando ha marchado a Corrientes y ella permanece en la Colonia.
A veces firma con nombre supuesto: Ciriaco Durán (Ciriaco era otro de sus nombres,
Durán el apellido de su abuela paterna) y se dirige a su quer ida amiga Agustina Valdez
(Agustina era otro de los nombres de Margarita).
2
En mayo 31 le dice:" ¿Te acuerdas qué día es hoy? Yo la tengo bien presente y al
escribir estos renglones se dilata mi corazón pensando que hoy hace seis años que se
unieron nuestros destinos."
"Tu llanto penetra mi, corazón, no te separas un momento de mi memoria", le dice en 5
de julio. En agosto ha llegado a Corrientes para verse con Ferré. Rodeado de duda y
preocupación, su primera palabra es para Margarita: "tu inquietud, le dice, es el mayor de
mis pesares":
Pocos días después, siempre desde Corrientes, escribe: "te he dicho y repito que no vivo
sino para vos y no te olvido un momento. Te tengo sobre mi corazón; Me parecen siglos
los dos meses que estoy ausente. Más que nunca me sois querida. Háblame, pues, derrama
sobre mi corazón el consuelo y la alegría. Cuenta con mi eterno amor". (Agosto 21-23 de
1
Así lo dice en carta a la esposa, cuando Rivera difundió la voz de que había recibido men sajes de Rosas,
hallándose en el Uruguay, después de su evasión. En carta rectificando a Alvear sobre el premio en hacienda a
los jefes militares de la guerra con el Brasil, repite el concepto. (RODRÍGUEZ, Contribución histórica, tomo
II, pág. 393.)
2
Su nomb re co mpleto era Margarita Agustina Ester Josefa y el del general era José María del Rosario
Ciriaco.
35
1840.)
"Tus cartas y diarios han tenido la virtud de volverme la vista. Tu diario sobre todo me
ha servido de consuelo, de descanso, de alivio, de alegría. Sólo tus cuidados han renovado
las llagas de mi corazón, que tanto sufrió con tus llantos de despedida." (Septiembre 30 de
1840.)
Ha llegado el momento de resolverse a llevar su fa milia a Corrientes, pero debe meditar
el camino que ha de seguir, pues todos ofrecen peligros y muchos se hallan en poder de
Rosas, ya sea por tierra o por agua, por el Paraná o el Uruguay.
"La idea de reunirme es la más lisonjera que se presenta a mi acalorada imaginación y es
muy natural porque para apreciar la vida doméstica que vos me haces tan bella y tan
dulce, es preciso que sufra el contraste que forma con el bullicio de los campamentos y el
aparato de la guerra." (Septiembre 30.)
Margarita está al fin en Corrientes (marzo del 41), y Paz le escribe casi diariamente
desde su cuartel general de Villanueva.
Estamos ya en vísperas de Caaguazú, Unos días antes de la batalla le dice: "las
esperanzas que tengo en la presente campaña son para la Patria y para vos". (Noviembre
2 de 1841.)
El día mismo de la batalla, apenas ordenada la persecución del enemigo, se apea en su
"rancho" para escribirle.
"Da gracias al Dios de los Ejércitos que me ha concedido hoy una victoria completa.
Quiera el cielo que sea para el bien del país y que yo encuentre el fin más próximo de mis
fatigas, el consuelo de vivir con vos y mis hijos." (Noviembre 28 de 1841.)
Dos días después le da pormenores de la acción y agrega: “Por un abrazo tuyo y un beso
de mi hijo daría un mundo." (Diciembre 1° de 1841.)
"Mi corazón descansa con pensar en vos y escribirte. Me complazco en haber sido feliz,
para que vos, que tanto has padecido por mi, goces un poco y te indemnices de tanto
trabajo." (Diciembre 6 de 1841.)
Pero el héroe de Corneille no duerme. Se defiende y defiende a la esposa de los
transportes del triunfo. Le dice: "concurre a las diversiones, acepta los agasa jos, pero usa de
ellos con moderación". El sigue en su cuartel de Villanueva.
La grande ambición de dar libertad y constitución al país --(P. L. C.: Patria, Libertad y
36
Constitución, fué el lema que los gobiernos pronunciados contra Ro sas opusieron al
Mueran los salvajes unitarios, está embellecida por el sueño de vivir la paz del hogar. "Ya
llegara el día", "está próximo", "no desesperes", "ten paciencia", es el leit motiv de sus
cartas.
En diciembre de 1844 esta en Corrientes otra vez, llamado por el gobernador Madariaga.
En vísperas de partir, le escribe desde el Brasil: "mi amargura es todavía mas viva
cuando pienso que no podemos saber cuando podremos decir: estamos ya en nuestra Patria,
este es nuestro hogar..." (Octubre; 6 de 1844.)
También le será negado esta vez el cumplimiento del augurio con que fué engañada su
esperanza. Terminada la campaña de Corrientes, emigra de nuevo al Brasil, al fin, reunido
con su familia. Vendrán días de reposo en Río, aunque de escasez y aun de miseria, que
habrían sido de contento si no faltara lo principal: la mujer amada cuya compañía era el don
mayor que le había hecho la vida. Apenas cumplidos trece de unión, Margarita
desaparecerá sin volver a ver el cielo de la patria, el 5 de junio de 1848, antes de cumplir
treinta y cuatro años de edad, haciéndole, dice Paz, "soportar la existencia con pesar,
agotado mi sufrimiento".
III
En su edad madura florecen su perseverante formación moral, su culto por la verdad, por
la justicia y la equidad, su incorruptible conciencia religiosa. Hay un testimonio
concluyente de esa coronación en la práctica de la virtud más difícil durante las tormentas
políticas: la clemencia con los vencidos, el perdón de las ofensas, el respeto por las vidas
ajenas. 1
1
Paz tuvo en su poder, corno prisioneros, a algunos de sus carceleros y no tomó venganza ni represalia:
el coronel Benítez, el capitán Acosta, el teniente Cisneros, a quien socorrió. Co mo se sabe se le reprochó
siempre no haber ejecutado al Padre A ldao, prisionero de guerra y a otros.
King refiere có mo Paz debió desafiar el reclamo que los vencedores hacían de la vida de este prisionero.
Paz, a quien no elogia, era, d ice, un hornbre de sentimientos humanitarios como era, poco frecuente encontrar.
(A. KING: Veinticuatro años de viaje. Ed. Cultura Argentina, pags. 106 y 108.) El fusilamiento que hizo
Dehesa después de la Tablada fue ignora do por Paz y luego de saberlo lo condenó en privado y en público.
Creía que la necesidad de la – guerra no autorizaba el emp leo de todos los medios: se rehusó a usar la
emboscada. (Memorias, tomo III, pag. 26.) Después de Caaguazú no se ejerció crueldad alguna con los
prisioneros. (To mo III, pags. 73 y 84.)
En el sitio de Montevideo se negó a fusilar a Baena, inculpado de traición, sin que fuera, sometido a juicio.
(YA BEN; Revista militar, 1932.)
37
El terror que Rosas uso para doblegar la revolución, su persecución sangrienta no fueron
Las ejecuciones que le atribuyó la pasión política a Paz (Quiroga también le culpó de malos tratos al
fraile A ldao), fueron contados y siempre precedido de un consejo de guerra.
El cargo con que se aspira a manchar su clemencia y su justicia es el fusilamiento de don Desiderio Benítez,
en Corrientes. (Véase MANTILLA , Crónica de Corrientes, tomo II, pág. 165.)
V. BONASTRE dice a este respecto, al juzgar la obra de Mantilla (Rev. La Escuela., abril-mayo de 1929,
Corrientes):
“Desiderio Benítez, abuelo del autor de la Crónica, era un joven, rico, de regular cultura.
En 1825 figura co mo porta guión de la división saladeña que a las órdenes del coronel Manuel José Ben ítez
partió para el Sud amenazado por las hordas misioneras de Félix Aguirre.
Contribuyó con una gruesa suma para el empréstito de 50.000 pesos reali zado en 1839 para las necesidades
de la guerra y por cuya conducta Berón de Astrada le eximió del servicio.
“Dos años después, empero, cayó en manos de una partida enemiga quien lo condujo a presencia del
general Echagüe.
Éste fué deferente con el prisionero con el designio evidente de conquistarlo para su causa. Benítez,
halagado con el trato del general invasor, aceptó el cargo de comandante accidental de Mercedes,
convirtiéndose en eficaz pregonero de sus propósitos.
“Fué su perdición. Escrib ió varias cartas, entre ellas al comandante Manuel Antonio Ledesma y a los
señores José Palacios y Fabián Jurado, en términos que maculaban sus honrosos antecedentes de patriota.
Ledesma recib ió también unos impresos hechos circular por el enemigo y una carta del traidor Juan de
Rosa Pucheta remitidos por el mis mo Benítez.
“Mantilla d ice que Paz sometió a Ben ítez a un consejo de guerra" compuesto por los más ignorantes y
sumisos de sus jefes, con prevención de condenar a muerte a Benítez".
Ellos fueron: general Vicente Ra mírez, presidente; tenientes coroneles: José Benigno Canedo, José de la
Cru z Masdeu, José Ignacio Serrano, Diego Brest, Bernabé Antonio Esquivel (a) Chiquillo, Manuel Díaz, José
Antonio Borda; sargentos mayores: M iguel Virasoro, Matías Olmendilla y Andrés Ricarde; fiscal, mayor Juan
Quevedo."
Agrega Bonastre: “Con excepción del que después fuera coronel Ricarde, todos sus colegas eran militares
de capacidad conocida y de carácter independiente.
Canedo era un distinguido militar porteño; Masdeu, Esquivel, Serrano, Virasoro, Quevedo, correntinos,
poseían una instrucción apreciable."
-Cuando la rebelión del infortunado Borges, en Santiago, por media ción del entonces comandante José María
Paz, fueron liberados de la última pena los có mplices Loren zo Lugones y Josenbat. (Belgrano, por MARIO
BELGRA NO, pág. 284.)
-Después de Caaguazú la gente se preguntaba por el destino que correrían los prisioneros hechos a
Echagüe. Estaban frescas las inmo lacio nes sangrientas de Oribe y Maza en el Norte.
No hubo, sin embargo, n ingún fusilado.
Para no dar impresión de debilidad Ferré en 24 de diciembre de 1841 anunció que en adelante se usaría con
los prisioneros el mismo tratamiento que daba Rosas.
Paz encargó al agente de Corrientes en Montevideo que pidiera al M inistro Mandeville, que promoviera
ante Rosas su mediación a fin de regularizar la guerra.
Es una comunicación de gran elocuencia. Además de las razones de ética, reputaba Paz que la crueldad era
estéril y absurda.
El oficial Andrés Villegas escribió más tarde a Paz haciéndole saber la opinión de Urquiza : "Si Paz,
hubiera tenido la resolución de fusilar algunos de esos porteños díscolos que él sabía lo estaban minando,
habría impuesto a todos y llegado a su objeto: eso le faltó." (Junio 3 de 1847, Archivo de Paz,
Correspondencia y borradores Legajo 8.)
Respecto de Urquiza, se sabe, que en 1853 Paz amparó y salvó su vida de una tentativa de asesinato, que
sólo conoció años después.
Al disolverse el ejército sitiador, Urqu iza se disponía a embarcars e. Lo haría en Palermo.
Fué sorprendido un extranjero sospechoso que pasaba las líneas, en cuyo poder se encontró un puñal
afilado. Se descubrió que respondía a una conjuración, cuyos planes se comprobaron detalla damente.
Paz, Min istro, llamó al jefe de Policía, don José María Pe lliza y to mó con él, las medidas para proteger la
vida de Urquiza. (Véase los pormenores en Historia Argentina, de M. PELLIZA, to mo II, pág. 483, y M.
RUIZ M ORENO, en su Organización nacional, tomo II, pág. 248,)
38
suficientes para arrastrar a Paz a la represalia.
No lo arrebató la venganza ni lo emponzoñó la ambición del poder. Se sobrepuso a las
decepciones. No lo tentó la idea de buscar en la desmembración del país, como a otros, el
camino de la victoria, sobre la tiranía.
Cuando Urquiza se pronunció contra ésta, ofreció su espada a quien era y siguió siendo
su enemigo.
No lo perturbó la solidaridad con los unitarios para denunciar sus errores.
Provinciano sirvió a Buenos Aires, en lucha con las Provincias, cuando reputó a éstas
equivocadas, desafiando la impopularidad. La injusticia con que fue juzgado ni lo amargó
ni lo irritó porque veía en ella la obra pasajera de la pasión.
Había muerto para siempre el hombre impresionable y vehemente de su juventud. Fué,
en los años de su proscripción en el Brasil y en los cansados que prece dieron a su muerte,
una alta inteligencia serena y un corazón abnegado, que sólo pensaba en el país y continuaba sirviéndole, quemada ya su vida en largo holocausto, sin desfallecimiento y sin
recompensa.1
Índice de la Obra
1
Esto se trata nuevamente en el capítulo que habla de Paz en Río de Janeiro y en el capítulo final.
39
CAPÍTULO IV
LA INTELIGENCIA DE PAZ
TODOS los juicios sobre Paz coinciden en reconocer su singular inteligencia. Aun sus
adversarios, los impugnadores de sus Memorias, los que no tienen simpatía por su figura,
hablan de su talento indudable de guerrero y de táctico.
Sus victorias no fueron, en efecto, obra de audacia, de habilidad, de intuición afortunada
o de golpe de azar. Fueron el resultado de una preparación, no siempre larga, pero siempre
prolija, de cálculo, de organización, de una interpretación estudiosa de los factores
múltiples que intervienen en una acción bélica que, co mo las que él realizó, comprometían
el país entero y lo tenían pendiente de su desenlace.
No hablamos de lo que significa como esfuerzo haber dado disciplina a levas, a tropas
colecticias, gente revoltosa y levantisca, que no conocía otro ejemplo que el capricho y el
despotismo de gobernantes y capitanejos. Tratando de su capacidad intelectual decimos que
era prueba de ella haber comprendido que debía ha cerse lo que no se había hecho hasta
entonces: dar espíritu militar a esas mesnadas irregulares, hábitos de obediencia e
infundirles fe en la justicia de sus jefes. Debía, para eso, renunciar a la tentación en que habían caído los generales de su tiempo, que era halagar las pasiones de la soldadesca que
veía en la guerra la ocasión para saquear, asolar y humillar las pobla ciones.
Paz concebía la guerra como un vasto problema, en cuyo e nunciado incluía todos los
datos físicos y morales que pudieran influir directa o indirectamente en la solución.
Si ninguno de los factores escapaba a su previsión, desde el armamento, la maestranza, el
vestuario, la alimentación del soldado, la puntualidad de la paga, hasta los detalles
topográficos del teatro de la lucha la estación, los pastos, el cuidado de la caballada--,
presta siempre una atención capital a los factores mo rales, al estado de ánimo del pueblo, a
40
sus hábitos, a las peculiaridades del ambiente social.
En una guerra internacional el problema es más sencillo. La sola preocupación del
general es ganar la batalla porque está implícita la adhesión apasionada por la causa que
defiende.
En una guerra interior como la argentina, de la que Pa z fué capitán, el problema es más
complejo.
No bastaba vencer, sino saber si la victoria sería un bien. Necesitaba vigilar las ideas y la
conducta de los hombres a quienes encumbraría la victoria. Es de cir, no era un condottiero,
un empresario de combates.
Muchas veces lo asaltó el temor de que los hombres llamados a gobernar si Rosas caía no
fueran dignos de los sacrificios que esa caída imponía. Pero había lle gado la tiranía a tales
extremos que lo reanimaba el pensamiento de que todo era preferible a s u conservación. 1
La inteligencia de Paz era, sin duda, descollante, la inteligencia en el sentido técnico, es
decir, la facultad un poco geométrica que descompone, analiza, mide, combina los datos de
la observación y la experiencia y los penetra de una luz ordenadora.
Antes de seguir refiriéndonos a su inteligencia debemos decir que Paz carecía de intuición,
de ese ojo adivinador que permite a algunos hombres lograr triunfos en negocios o en
política, por ejemplo, que nos parecen desproporcionados con sus talentos y capacidad.
Paz era un lógico y la intuición acierta fuera de la lógica. Rosas y Quiroga parecían
indisolublemente ligados y, sin embargo, un intuitivo podía ver que esta ban destinados a
ser enemigos. Paz no lo vió. Tampoco vió más tarde que Urquiza se separaría un día de
Rosas, no obstante que las cartas de don Vicente Montero en 1841 pudieron llevarlo a
intuirlo. Se equivocó cuando pensaba que Urquiza concluiría por enredarse en sus propias
redes".
De regreso al país, en 1852, por falta de intuición no comprendió que las Provincias
resistirían su misión al interior. Todos consideraron como un acto ló gico de Buenos Aires
enviar hacia ellas al más ilustre e insospechable provinciano como emisario de paz. Sin
embargo, más fuertes que la lógica, las prevenciones que despertó la Revolución de
1
Como presintiendo lo que habría de ocurrir con el andar del tiempo, Paz dice: "la posteridad tendrá
trabajo de persuadirse de que es posible lo que nosotros hemos visto" (como actos de crueldad de Rosas).
(Memorias, tomo III, pág. 152.)
41
Septiembre impedían el entendimiento de Buenos Aires y las Provin cias.
Se reputa por los psicólogos generalmente que la in teligencia se compone de tres
aptitudes primarias: memoria, imaginación y juicio.
Paz poseía las tres aptitudes. La descripción de lugares, la evocación de sucesos, veinte,
treinta años después de vistos u ocurridos, atestiguan su memoria. La memoria es el
artesano de la experiencia, pues que ésta no es sino el resumen ordenado de los recuerdos.
Paz poseía imaginación. Nunca faltaba en su plan lo que debía hacerse el día siguiente de
la acción, la previsión de sus derivaciones y consecuencias.
La ocurrencia menos esperada no lo tomaba de sorpresa: el movimiento de Quiroga el
día después de la Tablada, que pudo convertir en un desastre la vic toria, tan imprevisto, lo
demuestra. Paz era hombre del día siguiente.
Luego, su raciocinio, seguro y frío, trabajaba sobre el material de su memoria y de su
imaginación para dar un juicio acertado y maduro.
Esta lucidez de su comprensión y esta solidez de su razonamiento sustentan la afirmación
corriente de que Paz era un matemático de la guerra.
Sus cualidades eran las propias del espíritu científico. Paz creó, en efecto, la primera
ciencia argentina;
la táctica, a que debió el triunfo que no falló en los cinco únicos
encuentros campales en que mandó como general en jefe y en los sitios de Montevideo y
Buenos Aires.
De paso nos sirve para tomar una lección de cómo se hace una ciencia aplicada, que es al
mismo tiempo un esquema de cómo se elabora una cultura; por la conjunción de dos
elementos, del elemento teórico y del elemento práctico, es decir, de lo abstracto y de lo
concreto, de lo universal y de lo particular, de lo especulativo y lo empírico.
El conocimiento teórico le fué dado por sus estudios de filosofía, de historia, de latín,
ilustrado más tarde por vastas lecturas sobre las guerras y los capitanes clásicos,
1
en los
años tristes que precedieron a la guerra del Brasil y en la soledad de su prisión.
1
A los pocos días de caer prisionero le entregaron los Comentarios de César, en lat ín, que él se encontraba en
condiciones de aprovechar por su conocimiento de esa lengua.
Cuando se hallaba en Salta (años 23 y 24), Alejandro Hered ia le mandó dos remesas de libros. Después en su
prisión, su hermano Julián hacíale provisión de lecturas, penosamente. Le escribe su hermano Julián: " 1e
mando quince volú menes, rotulados a doña Joaquina. El señor Echagüe me ha pro met ido llevar otra remesa
igual. Con otro patrón que sale dentro de 6 días te mando un cajón con muchas obras. (Noviem bre 21 de
1833.) En 31 de marzo del año siguiente le escribe: "Te man do 3 obras en 25 volú menes, que son todas
prestadas." Muerta su madre, Paz obsequió a don Francisco Javier Muñiz, que la había asistido como méd ico,
obras de Humboldt.
42
No había hecho aprendizaje especial que lo preparara para la carrera de las armas, a la
manera de muchos otros generales argentinos que habían cursado escuelas militares
europeas.
El elemento práctico lo debía a la experiencia de sus años de permanencia en el ejército
del Alto Perú -desde 1811 al 1819-, enriquecida luego por la guerra del Brasil y las
campañas contra Quiroga. Fué en esta última donde se revela el estratega maduro, que
había fundido en un solo haz lo que había estudiado con lo que había vivido.
El sentido vernacular o nacionalista, como diríamos hoy, había descubierto que nada
valían los principios de la táctica escolar en frente de este fenómeno nue vo de la montonera
y la ciencia inédita de los caudillos. Creían como el doctor Orihuela, de quien refiere Paz
risueñamente en sus Memorias que reputaba a las manzanas de Córdoba las mejores del
mundo, aun que no conociera otras. Esa anécdota es una ilustra ción pintoresca de la
inteligencia presuntuosa por limitación de horizonte. Paz demostró cómo la inteligencia
vence al instinto y la ciencia burla la rutina. 1
Representaba una organización mental madura, igualmente distante de la de los militares
europeizantes, simplemente librescos, y del primitivismo gaucho puramente empírico.
Dió dos combates contra Quiroga cuando se había generalizado la idea de que eran
invencibles las caballerías criollas y los ataques frontales. Demostró el valor de la
infantería, como elemento concurrente con las otras dos armas, y de los movimientos
envolventes.
Pero lo que daba fecundidad a su pensamiento estratégico era su conocimiento del alma
del soldado criollo, de sus resortes más sensibles y de sus costumbres y prejuicios. Era,
pues, un creador en cuanto completaba su ciencia con la consideración de los factores concretos dentro de los cuales debía actuar y moverse. Por eso, no obstante haber presentado
batalla a tropas más numerosas, cobró siempre la victoria.
2
No creyó como la mayoría de los directores de la revolució n que ésta imponía el repudio
total del pasado, que el pronunciamiento de la independencia significa ba abolir lo que hay
de universal y perpetuo en toda civilización. Por eso, a la inversa de quienes pensa ron que
1
El coronel J. BEVERINA ha escrito especialmente sobre sus principios tácticos. (Paz, sus campañas y su
doctrina de Guerra, Buenos Ai res, 1925. Biblioteca del oficial.)
2
Como prueba de su inteligencia práctica debe citarse lo que hizo con las pelotas, en vísperas de Caaguazú,
para pasar sus tropas, el río Corrien tes sin que se mo jara la montura ni la ropa de sus soldados. (Memorias,
tomo lII, pág. 62
43
hasta debía renegarse del propio idioma español como consecuencia de nuestro alzamiento
contra la metrópoli, siguió aplicando las ordenanzas militares de España.
Es una ilustración gráfica del espíritu de Paz la imagen que él mismo ha escrito alguna vez:
"No hice ostentación de atavíos ni de modales gauchescos; he mandado ejércitos de
gauchos montado en silla inglesa, sin que me hayan desobedecido ni despreciado, pero he
tenido buen cuidado de no despreciarles ni ridiculizado un traje que hasta cierto punto
puede llamarse nacional.”
Paz fué, pues, un educador. Dió a las masas populares que él reunió y gobernó en sus
campamentos, en Salta primero (de donde extrajo principalmente el Re gimiento con que
peleó en el Brasil), en Córdoba y Corrientes más tarde, la lección práctica del valor de la
disciplina y de la justicia en el gobierno.
Mitre pudo decir, cuarenta años después de muerto Paz, que en el espacio de un siglo
nuestro país había producido dos genios militares, San Martín y Paz, que soportaban la
comparación con los grandes capitanes, San Martín, decía, fué el numen; Paz, el maestro de
nuestro ejército.
Hay otros signos que permiten reconocer cómo la inteligencia era un rasgo matriz del
espíritu de Paz; su afán de organización, su pasión por el orden, su ambición por implantar
normas y leyes, sin contar con que la ambición central de su vida fué la de darlas al país,
que no era otro el lema de sus campañas y empresas. 1
Los bienes que dieron al país la Constitución y los códigos son la verificación del
pensamiento de Paz. La virtud civilizadora que le han procurado, la otorgó Paz en el
ejército y por él en las masas populares que eran los proveedores de soldados. Fué, el
precursor más notorio de la organización argentina.
La inteligencia busca espontáneamente la verdad y aspira a traduc irla en una ley. Es su sed
natural y su meta.
La verdad traspuesta en el mundo moral se llama justicia. Por eso no se separa el amor por
ambas. 2
1
No hay testimonio más concluyente que su afán perseverante de constituir tribunales para juzgar las faltas
militares. No admit ió que se aplicaran sanciones sin la intervención de jueces. Se conserva el grueso volumen
del proceso formado al General Juan Pablo López y otros jefes, después del encuentro de Mal Abrigo.
2
En cuanto a la organización militar preconizó co mo esencial do tarla de leyes militares de permanentes.
En su Memoria de Ministro de la Guerra de Buenos Aires, 1853, reclamaba la ley de servicio militar (véase
apéndice, tomo III de sus Memorias.) Usó hemos dicho las ordenanzas España. (Vé Memorias, caps. IV y
44
Paz, que era ante todo inteligencia, fué hombre de verdad y de justicia, y por eso mismo
excepcional en países nuevos, en el nuestro por lo tanto, donde, es no toria la frialdad con
que las buscamos y las honramos.
1
CONCLUSIÓN
Resumamos: de las tendencias primitivas, comunes a todos los humanos -avidez, bondad,
sociabilidad, actividad, emotividad, que constituyen la vida afectiva activa- Paz poseía en
primer término emotividad.
Era nativamente un impresionable, es decir, lo contrario de un impasible. En numerosos
pasajes de sus apuntes íntimos, lo reconoce.
Era un impresionable, un sensible, pero no era ni un sentimental ni un sensitivo.
Contra lo que pudiera aparentar, Paz no fué un activo, un dinámico, como se dice ahora.
Era sobrio en el movimiento, en la palabra. No se movía ni hablaba sino después de pensar.
Los dinámicos son generalmente entusiastas e improvisadores. Paz no esperaba nada ni del
entusiasmo ni de la improvisación.
Su temperamento fué sometido desde temprano a una disciplina que llegó a darle una
segunda naturaleza. Provenía de la acción de su hogar y de su expe riencia en la guerra del
Alto Perú y en Arequito. Se propuso dominarse y se dominó. Los sufrimientos de la prisión
dieronle gravedad y estoicismo. Sin llegar a ser un misántropo, fué desapegado de los
hombres. Estaba prevenido por temor a ser engañado.
En otro espíritu tal prevención habría llevado al renunciamiento y al egoísmo, pero Paz
estaba absorbido por la idea de servir a su país, al traves de todos los quebrantos.
Estaba defendido de la misantropía por un sentimiento religioso
muy hondo y una
convicción cultivada de cristiano.
Carecía de ambiciones secundarias, por lo mismo de avidez. Vivió siempre pobre, sin
preocuparse por dejar de serlo.
XXIX.)
1
JOAQUÍN V. GONZA LEZ ha escrito una página elocuente sobre Paz en el libro 4º, cap. VII, de su
Tradición Nacional. V. F. LÓPEZ, Historia, to mo X, pag. 319. Vé d iscursos en el centenario de Paz.
(Apéndice 2º, ed ic. de las Memorias.) LUIS FRANCO, El general Paz y los caudillajes.
45
En Corrientes renunció a favor del ejército las diez leguas de tierra que
le fueron
donadas. En 1844, durante el sitio de Montevideo, careció de lo mas indispensable siendo
jefe de la defensa.
Era sobre todo inteligencia. Por lo mismo, tenía los ideales de la inteligencia: verdad y
justicia. No era, pues, oportunista. El oportunista busca derogar la vigencia de la verdad y
la justicia para obtener buen éxito.
Era una constitución intelectualista, sobre quien no ejercieron influencia ni lo pasajero ni
los medios fáciles.
Índice de la Obra
46
LAS ETAPAS
,
"
DE SU CARRERA PÚBLICA
47
CAPÍTULO V
GUERRA DE LA INDEPENDENCIA.
AREQUITO.
LA ACCION AUXILIAR DEL ALTO PERÚ (1824).
GUERRA DEL BRASIL.
(1811-1828)
La vida pública de José María Paz tiene la unidad del drama clásico.
Como en el teatro antiguo, la trama no es complicada, la violencia de sus peripecias no
turba la simplicidad lineal de la acción. No hay largos parlamentos ni muchos personajes.
La voz del coro se oye siempre: al cerrarse la segunda década y al comenzar la cuarta el
coro canta ditirambos: son la Tablada y Caaguazú. En todo el resto de la acción el coro
comenta la grandeza desventurada del héroe. Como en el teatro de Sófocles palpita un aura
solemne y hay la tensión de un pathos, pero el héroe tiene alma cristiana como los griegos
que creó Corneille.
Los cuarenta y tres años de esta larga carrera se distribuyen así: diez y ocho años
dedicados a la guerra de la Independencia, incluidos los años de la guerra con el Brasil, que
lo son lógicamente (1811 a 1828) ; otros diez y siete años de lucha por la organización de la
nueva nación (1829 a 1831, 1840 a 1854) y ocho años de cárcel.
Desde 1811 hasta que sucede la sublevación de Arequito, Paz ha permanecido en el
ejército del Alto Perú, bajo el comando de Belgrano, de San Martín, de Rondeau, de Martín
Rodríguez. Ha ganado en él sus grados militares. En enero 20 de 1812 es promovido a
teniente de caballería de línea; en 26 de mayo de 1813 a capitán; en 8 de noviembre de
1815 a sargento mayor y en 6 de agosto de 1817 a comandante de dragones.
1
Ha participado en casi todas las jornadas adversas o felices de esos ocho años. No se
encontró en Sipe-Sipe.
1
Paz se señaló desde el primer mo mento en el ejército por s u contracción a punto de que el barón de
Holmberg lo reconociera co mo el más preparado de sus compañeros. (Documento en Belgrano, por MARIO
BELGRA NO, pág. 118.)
48
En ellas formó su ojo y se adobó su genio militar. Los conocimientos de matemáticas
traídos de su colegio de Loreto hicieron que se lo destinara a artillería, pero entraron por
poco en su formación. Optó luego por la caballería. La vida en el ejército lo llenó de experiencia. Aprendió la guerra en la guerra, en las lecciones vivas del campamento, en las
marchas, en las batallas, lecciones que él completaba con sus libros de táctica y de historia,
nunca ausentes en su liviano bagaje de campaña.
Una enseñanza se destacó sobre todas: la de los efectos de la indisciplina y de la
imprevisión. Vió cómo estaba en el orden riguroso, en la severidad inflexible, en la
diligencia próvida el secreto del buen éxito. Cómo nada podía esperarse del entusiasmo
vocinglero, cómo era necesario refrenarse, rehusarse a la condescendencia que tiene
aspecto de generosidad y no es sino tibieza, para dar al ejército el nervio indispensable en
la acción.
Se empeñaba en doctrinar las tropas y someterlas a una ley que no fuera el capricho de
los jefes. A ese fin utilizó los reglamentos militares españoles.
1
Pasaban los años, la ineficacia y la anarquía del ejército eran cada vez mayores, se
sucedían los contrastes y no veía indicios de mejoría.
Estuvo varias veces a punto de abandonar el ejército. Pueyrredón, que decidió de su
incorporación, lo disuadió también del retiro.
Quedó dos años y medio acantonado en Tucumán. Su salud se quebrantó notoriamente.
La inacción y la pesadumbre de ver malograda su carrera influyeron, quizá, en su
desencanto.
Desahuciadas las armas en el Norte en la guerra con España, las montoneras del Sud
habían alzado su pendón y se imponían a las tropas de Buenos Aires. A tal punto se sintió
amenazada la cuna misma de la Revolución, que el Gobierno de Buenos Aires exige a San
Martín que regrese a salvarla y ordena a Belgrano que abandone el terreno de la lucha con
España.
El ideal de la Independencia parecía eclipsado, los planes y los propósitos más extraños
habían sucedido al de consumar la Revolución que periclitaba en todos los horizontes.
1
"Había una disposición del primer Gob ierno patrio que previene la observancia de la orden anza española
en lo que no esté derogada, es decir, en lo que no es incompatible con las formas republicanas y demo cráticas.
Me ha sido muy útil, pues nunca quise mandar arb itrariamen te." (Memorias, cap. III.)
49
De regreso a Buenos Aires el ejército del Norte, al mando del general de la Cruz, después
de combatir las montoneras de Santa Fe, una porción considerable des conoció la autoridad
del jefe y del gobierno. Dirigieron la sublevación Juan B. Bustos y Alejandro Heredia. El
comandante Paz estaba con ellos.
Esto se ha llamado la mancha de la vida de Paz y se ha hecho recaer sobre él - por su
mayor responsabilidad moral que la de Bustos y Heredia- el cargo de haber iniciado la
guerra civil. La imputación olvida que desde la revolución del 5 y del 6 de abril de 1812
hasta Fontezuelas son muchos los levantamientos contra la autoridad y el gobierno y
ninguno por los móviles que a Paz llevaron a Arequito.
.
Para medir moralmente la participación de Paz en el motín de Arequito, recordemos
algunos antecedentes. Paz tenía veintiocho años, estaba en plena juventud. Belgrano y San
Martín habían desobedecido al gobierno de Buenos Aires, pero el primero detuvo para
siempre en Tucumán al ejército español triunfante, y el segundo libertó a Chile, como
consecuencia de su desobediencia.1
Paz, en cambio, sin medios de acción, se oscureció en la impotencia y el desencanto
durante seis años.
Nadie duda que Paz no traicionó, que no tuvo inteligencia con las montoneras, que su
único propósito fue concurrir al Alto Perú para proseguir la guerra de la Independencia,
alentado por el mismo móvil que llevó a Belgrano y San Martín a resistir al gobierno de
Buenos Aires que la desahuciaba. La Madrid, autoridad que puede citarse tratándose de
Paz, dice en sus Memorias que sin duda Paz fué engañado por Bustos.
La conducta posterior de ambos no deja lugar a duda respecto a la diversa inspiración
con la que cada uno fue a Arequito.
Hay otra confirmación de sus móviles en Arequito; durante la preparación de la división
auxiliar del Alto Perú, los caudillos de Tucumán, Aráoz y López, comprometidos en una
terrible lucha, van a tentarlo a su campamento buscando su apoyo. Él rechaza en absoluto, a
ambos.2
1
Según Paz, no era extraño al pensamiento de concentrar todas las fuerzas en Buenos Aires, el p ropósito de
que del exceso del mal surgiera el remedio; es decir, que el caos del interior hiciera aceptar y en todo caso
poder imponer la monarquía. (Memorias, t. I, cap. X.).
2
En su diario inédito de marcha (de 13 de enero de 1823 a. 23 de octubre de 1824) hay las siguientes notas:
“Agosto 16 de 1823. Después de los acontecimientos del año 20 y parte del 21, en que me v i. casi
involuntariamente envuelto en la Provincia de Córdoba, me propuse no ocuparme en otra guerra que la que
50
Paz habla de Arequito en sus Memorias o sea casi treinta años después de ocurrido el motín.
Dice que si hubiera previsto remotamente las desgracias y desórdenes que sobrevinieron
a Arequito, aún cuando crea que sin él se hubiera pasado más o menos por los mismos
trances, se hubiera abstenido de tomar parte en él: “hubieran sobrevenido, dice, iguales o
quizá mayores males a nuestro país, pero no hubiera ha bido ocasión de hacer responsables
de ellos a los autores de aquel movimiento”.
Poco tiempo después de Arequito y a raíz de la revolución contra Bustos, que refieren sus
Memorias, dio un manifiesto público en el que hizo la defensa de su actitud y juzgó la
conducta de aquél.
Invocó Paz en esa ocasión razones que no repitió en sus Memorias. Entre ellas la de que la
obediencia militar no puede ser ciega en las "campañas domésticas de un país en
convulsión". "De otro modo la milicia tendría que servir fanáticamente a quien fuera
llevado al gobierno por la intriga o el complot”, agrega.
Comprendió que la justificación teórica de Arequito, el derecho del soldado a revisar la
orden que debe obedecer, destruía en su raíz la disciplina, pero es induda ble que esta
debilidad, este error, el engaño en que cayó en Arequito, el comandante de veintiocho años
de edad, no mancha ni la pureza de su intención ni la rectitud de su carrera.
2
II
Obligados por la consideración de Arequito, hemos anticipado los sucesos.
La decepción de Paz con respecto a los efectos de la sublevación fué inmediata.
sostiene el país contra los españoles. Lo he cumplido a pesar de las dificultades que presentan las disensiones
que abrasan a estas provincias.
"Septiembre 11. Recibo un papel reservado del alférez Med ina, de San Carlos, en que me co munica la
llegada a aquel punto de don Bernabé Aráoz por si quiero apoderarme de su persona. Ignora mis ideas en esta
parte que son no mezclarme absolutamente en los negocios domésticos de estas provincias."
2
Hay borradores de ese Manifiesto. En el texto que parece definitivo dice: "Debieron haberse hecho saber
los motivos que nos impulsaron, las circunstancias críticas en que nos hallábamos Y las intri gas con que se
pensaba engañar a los pueblos. Pero como en lugar de patentizar estos actos el Jefe que lo presidió ha dejado
el campo al influjo contrario, y por med io de la prensa se cambia al aspecto más claro cuando no se tiene
opositores, aparece ya el movimiento de Arequito de un paso de liberalidad que fué (por mí aseguro que no
tuve otro principio, y creo lo mis mo de muchos) cambiado en aspiraciones rid ículas. Además, co mo la marcha
posterior no ha sido la que esperaban los pueblos, ni la que convenía a los intereses generales, no es extraño
que ellos, por cuyos derechos y por cuyos votos se decidió el Ejército, estén próximos a creer que les hubiera
estado mejo r quedar inermes y en la precisión de callar, cuando hablase el fuerte."
51
Pasa más de dos años en la oscuridad de las pendencias locales. Ha podido escapar a la
tentación de mezclarse a la lucha de las montaneras o de complicarse con el gobierno de
Bustos, si bien fué alcanzado por la intriga de las facciones.
1
Había resuelto retirarse a la
vida privada, convencido de que no alcanzaría a participar en “las últimas glorias de la
Independencia ", como era su ambición.
En ese estado le llegó una proposición de su compañero de armas, el coronel José María
Pérez de Urdininea, altoperuano, amigo de San Martín y gobernador a la sazón de San Juan.
En esta jornada va a servir de nuevo a la guerra de la Independencia, cuando en realidad
para los militares argentinos estaba terminada.
San Martín había enviado un agente para obtener que se llamara la atención de los jefes
realistas del Perú, invadiendo por el sud el terreno de la lucha.
2
Se contaba con Bustos como factor principal de la empresa, pero después de muchas
promesas faltó a todos sus compromisos. Quedaba comprobada la falsedad de los móviles
invocados en Arequito.
3
No se podía contar con Buenos Aires y con el Litoral y es impresionante ver la decisión
de los pueblos pobres del Interior en dar vida a esa expedición que llamaron pomposamente
de la División del Sud.
Paz aceptó ser segundo jefe de esa división, en realidad su jefe.
Con los primeros contingentes la División de dragones,
marcha desde Santiago a
principios de 1823 por las sierras de Catamarca a situarse en San Carlos, Salta, acampando
en Animaná. 4
A su paso, primero, y desde su campamento, después, insta sin descanso a gobiernos y
1
En sus Memorias ha detallado los sucesos que subsiguieron en Córdoba hasta su destierro a Chile p or
Bedoya, el gobernador sustituto de Bustos.
2
El agente fué Antonio Gutiérrez de la Fuente, quien debía obtener del gobernador Bustos y de Urdininea
que promovieran la invasión del Alto Perú (Documentos de San Martín, tomo VIII, pág. 64). El vicealmirante
Blanco Encalada vino más tarde como plenipotenciario para decidir a Buenos Aires a secundar esa operación.
Traía un au xilio de 50.000 pesos.
El plan consistía en avanzar por el Sud y llegar a Oruro, si fuera posible. Berdeja fué el agente de
Urdin inea en Lima.
3
Urdininea escribe a Paz (enero 14 de 1823); "este malvado Bustos ha faltado a los más sagrados de sus
compro misos". Quedó concertado el au xilio de las Provincias en la siguiente forma: Córdoba daría (6.000
pesos y 500 mensuales, 300 in fantes armados, mu las y reses; San Juan, 100 hombres, 4.000 pesos. En la
distribución proyectada Santiago debía dar 1.000 pesos y 50 ho mbres. Catamarca d ictó una ley auxi liando la
división (26 de enero de 1823). La Rioja lo mis mo. Quiroga, a no mbre de ésta, mandó un contingente.
4
Paz ha dejado la descripción de su marcha que es un capítulo de geografía física y econó mica.
Refiere puntualmente su itinerario que se ha realizado por Valcosna, Singuil, Narváez, Ovejería, Pantanillo,
El Fuerte, El Anconquija, Punta de Balastro, Santa María, Co lalao, Cafayate, San Carlos.
52
amigos para que secunden sus esfuerzos.
Pérez de Urdininea recorre vanamente las provincias, desenvolviendo una actividad que
parece más inquietud y desasosiego, ahuyentando más bien que atrayendo confianza. 1
Su pensamiento está puesto en el Alto Perú, donde alcanzará el grado de general.
Entretanto descansa en absoluto en la acción de Paz quien está entregado a adiestrar,
disciplinar y organizar su contingente, ansioso, por llevarlo cuanto antes por el camino de
Lima para realizar los votos y el plan de San Martín. En el diario que redactó puntualmente
Paz en esos años (de enero 13 de 1823 a octubre 28 de 1824) encuentra su biógrafo el
documento más decisivo para conocer íntimamente su temple, su tenacidad y la posesión
absoluta que de su vida había tomado el ideal de la Independencia.
1
2
El gobernador Laguna, de Tucu mán, lo aprisionó, lo que causó el descrédito de la empresa.
Estuvo después de Ayacucho al lado de Sucre (ver Cartas de Sucre a Bolívar, Biblioteca Ayacucho).
2
En el diario inédito de Paz que forma un voluminoso cuaderno de letra prieta se lee notas como las
siguientes que lo demuestran: "Julio 26, 1823. He llegado al pueblo y me he hablado con don Manuel
Salceda, vecino de Santa María que viene desde Tarapacá. Comun ica haber desembarcado en Iquique las
tropas de Chile y en Arica las del Perú al mando de Santa Cruz y O 'Higgins. Bolívar se halla en Lima y se
cree vendrá ya por tierra en busca de los orgullosos españoles. Sin embargo de este considerable número de
fuerzas, se deseaba con ansia la aproximación de la nuestra que, llamando la atención por esta parte,
contribuya a asegurar un golpe que ya se ha frustrado otra vez. Pero nada es bastante para mover a los
estúpidos gobernantes de nuestros pueblos. Contraídos exclusivamente a la conservación de un mando sin
gloria y quizá sin legalidad desatienden enteramente los intereses nacionales. ¿Qué responderán a la Patria y
al Perú? Nada que los exima del desprecio público. La historia los pinta como merecen.. "
"Septiembre 5, 1823. ¡Ah! ¿Qué falta, pues, para abarcar de un golpe con el poder español que subyuga
aún el Perú?. Nuestra pequeña fuerza haría mucho, si estuviera en estado de moverse, pero todo falta:
caballos, mulas, víveres, mun iciones, numerario. Todo lo tendríamos con este último artículo, y nada sin él;
en varios pueblos es ya como extranjera la causa de la Patria. Cada uno de ellos se cree desobligado a
concurrir a la obra de la Independencia y más bien vemos prodigarse sus recursos para fomentar y continuar
las disensiones civiles que aún los devoran. ¡Qué tristeza!"
"Septiembre 23, 1823. Marcho a San Carlos; a la siesta llega un dragón que me entrega una
correspondencia de los generales Santa Cruz y Gamarra. Han llegado al campo d os sujetos que son los que la
han traído, donde esperan mi resolución. La co municación está redu cida a instar por nuestra pronta marcha,
aunque no sea con la fuerza de 1.900 hombres, que es lo que suponen que estamos empeñados en llevar, sino
con 800 que se creen bastantes para apretar al enemigo por el Sud. ¡Qué ajenos están estos jefes de nuestro
verdadero estado! Ya nos contentaremos con la mitad de las fuerzas que ellos creen suficiente. Santa Cruz
escribe desde Viacha y Gamarra desde Oruro con fecha 30 del pasado. Añade que Valdés ha sido derrotado
por Sucre, que estaba en Arequipa. Que el Cuzco se insurreccionó, y que replegándose Serna sobre esta
ciudad, Santa Cruz había repasado el Desaguadero en su protección. Gamarra ro mp ía sus marchas desde
Oruro sobre Potosí dentro de seis días, de modo que debe estar ya descansadamente sobre esta villa."
"Septiembre 27. Llega de madrugada don Ramón Molina, cochabambino, que viene desde Oruro con pliegos
del general Gamarra, fecha 24 del pasado, para el general Urd ininea. Su fecha es anterior a las que se
recibieron el 23, pero su objeto es el mis mo. Sin embargo de las ventajas que ofrece el aspecto de la campaña
se cree muy oportuna la cooperación por esta parte. ¿Qué responderá el plen ipotenciario Blanco Encalada a
los cargos que se le pueden formar por su indolencia con respecto a nuestras subsistencias y a nuestra
marcha? Trae dicho Molina el Bo letín número 3 de aquel ejército, el que da una idea de los excelentes
movimientos que ha hecho Santa Cru z y que sin duda van a decidir esta campaña."
"Octubre 2. Llega el correo, y yo recibo una gaceta de Chile que comunica la victoria del Ejército Libertador
del Perú sobre la vanguardia enemiga. ¡Cuánto habrá humillado este golpe al orgulloso Canterac! Los
53
Durante esos dos años hay una imagen que los obsede en su soledad de Animaná: San
Martin. En 9 de marzo de 1823 se ha puesto en comunicación directa con él y en 31 de
marzo, San Martín celebra su decisión. 1
La deserción, la pobreza, el paludismo conspiran constantemente contra el crecimiento
de su tropa escasa. Buenos Aires no solamente no auxilia sino que ha que rido impedir que
don Ambrosio Lezica entregue el vestuario contratado para sus soldados.
Ha llegado Ayacucho y con él parece cerrada toda perspectiva para la realización de su
sueño. Celebra con grande júbilo en su campamento el triunfo de Bo lívar y de Sucre.
Queda, sin embargo, una tarea por cumplir: Olañeta no ha sido vencido. Y es en 1824
que su pequeña fuerza, esta vez engrosada por obra del general Arenales, go bernador de
Salta, marcha por la Quebrada de Humahuaca a concluir con los restos realistas en
América.
La división ha tomado el nombre de Protectora del Orden y de los pueblos del Perú.
Arenales va a su frente. Ha dejado a Paz en Mojo. Ocurre la acción de Tumusla en que
pierde la vida Olañeta y su tropa se dispersa poniendo punto final al dominio español en
españoles del Perú, que se creían invencibles, por las vic torias que han precedido, parece van a ser
terrib lemente desengañados.
Honor al héroe de Co lo mbia, al genio de América, al in mortal Bo lívar!
A él estaba reservada la gloria de arrancar de las garras de nuestros tiranos los últimos restos de su presa. A él
solamente ha sido concedido el eminente honor de vengar el de las armas americanas, eclipsado con nuestras
desgracias anteriores.
"El cielo proteja sus pasos afortunados, y al glorioso título de primer guerrero del nuevo mundo, reúna el
honroso renombre de Washington del Sud
1
En su mismo Diario, enero 9 de 1823, pág. 3, dice:
“El mayor Daza llevó también una carta mía para el Excelentísimo Sr. Generalísimo del Perú. He tenido el
gusto de saludar a este héroe, y ofrecerle mis servicios, en obsequio de la grande obra a que se ha entregado la libertad del Perú. Este hombre ext raordinario después de ver realizados en la mayor parte sus planes
gigantescos, por un puro efecto de moderación y desinterés se ha retirado a esta parte de los Andes, sin
embargo que no deja de emplear su influ jo y su poder moral en la total expulsión de los españoles que
oprimen una parte de nuestro suelo.
“ ¿Y podemos los americanos olvidar los servicios de este grande hombre? ¿sus virtudes y sus relevantes
cualidades no le darán un lugar el más distinguido? ¿Sus paisanos condenarían a la oscuridad al héroe a quien
deben su existencia política? No. En cualquier ángulo de la A mérica que exista, su gloria la llenará toda, sus
virtudes estarán grabadas en todo corazón americano, y la gratitud pública se expresará de un modo
inextinguible. Maquine en hora buena la emu lación, la negra envidia, nada, nada podrán sus maniobras
tenebrosas contra el poder del mérito y la opinión."
La carta de contestación de San Martín dice así: ' 'Me ha sido lo más satisfactorio la reunión de usted con el
coronel Urdininea. De ella pronostico los mejores resultados. En la desgracia es cuando los honrados patriotas
despliegan doble energía. Así es que en el día es más necesaria esta virtud..." Es curioso comprobar que Paz
no recuerde en sus Memorias esta correspondencia con San Martín. Paz tuvo siempre la preocupación de
conocer la opinión de éste a su respecto.
54
América. Sucre ve con desconfianza la ayuda argentina1 . Arenales ha pasado a entrevistarse
con él. Luego ordena a Paz que regrese a Salta. De aquí partirá, a poco de llegar, rumbo a
Buenos Aires llevando el contingente de Salta para la guerra del Brasil2 .
1
En las Cartas de Sucre a Bolívar (Ed itorial Ayacucho) se ve la enemiga enconada de aquél con Buenos
Aires. El pensamiento fundamental de Sucre era impedir la reunión del Alto Perú a las Provincias Argentinas,
cuya anarquía pinta con terribles colores, y que temía se introduzca en el Alto Perú hasta en "las piezas de
Bretaña". Pensaba que se podía separar de Buenos Aires a las Provincias y unirlas al Alto Perú. Como se sabe
el Deán Funes era su corresponsal.
2
Esta expedición desde Salta, llevando a su frente al general Are nales, pero mandada por Paz, tiene
escasísimas fuentes documentales.
En realidad no tuvo resultado alguno a no ser la experiencia que adquirió la tropa que luego marcharía a la
guerra con el Brasil.
Esto nos induce a transcribir algunas notas del Diario inédito de Paz que es, quizá, el único relato de esta
campaña, poco menos que desconocida:
Marzo 24 de 1825, pág. 1. " En 19 de febrero de este año se recibió un propio o extraordinario de Puno que
traía co municaciones del general Alvarado, en que nuevamente intimaba la ya otras veces tentada medida de
promover por este lado una expedición que acabase de una vez con el agonizante poder de los españoles en el
Perú, los que, no obstante su decisivo descalabro en Ayacucho, en que quedaron enteramente destruidos los
que se llamaban constitucionales, Olañeta, jefe de los absolutistas, se lisonjea bárbaramente de conservar el
domin io de su amo en estos países. Conducido de estos principios es que ha desechado las ventajosas
propuestas que se le han hecho por el general del ejército de Colo mbia, y esto mismo es lo que se da por
motivo en la citada comun icación. Ella causó en Salta la sensación más favorable al pro yecto y desde el
mis mo día oí hablar de él con entusiasmo. El gobernador manifestó sus deseos de cooperar personalmente
saliendo al frente de la exped ición."
Abril 5 de 1825. " En Uquía madrugan mucho los cazadores y poco antes de marchar llega el sargento mayor
don José Arenales, que va en clase de parlamentario cerca del general Olañeta, con el objeto de entregar una
intimación de nuestro general para que cese de hacer la guerra y ceda el campo a los independientes. Arenales
va facultado para entrar en capitulaciones. Quizá llegue tarde. El edificio se desploma a pasos largos, y todos
los que lo componían se aprontan a hacer mérito y tener parte en su ruina."
Abril 7 de 1825. "Muy de madrugada me hace llamar el general para mostrarme el parte del coronel de
Milicias lriarte, refiriéndose a otro del coronel Urdininea, en que se comunica la total destrucción y mue rte de
Olañeta en la acción de Tu musla, ganada por el coronel Medina Celi.
“Las tropas lo abandonaron y él, siempre pertinaz y obstinado, se mantenía con un puñado de hombres sin
querer capitular n i rendirse hasta que una bala lo puso fuera de combate y a discreción del ene migo. Sin
embargo el teniente coronel Michel que le sucedió, capituló y rindió los últimos restos del poder español.
"Lo que hay en esto de particular es que el único muerto que hubo fué el general Olañeta en ésta, que
apenas se puede llamar acción de guerra. .. ella es muy semejante a la que 300 años se dió entre el presidente
La Gasca y Gon zalo Pizarro, b ien que triunfó el partido contrario."
Abril 10 de 1825. "Seguimos la marcha hasta la Quiaca, donde encuentro la caballería. Se me hace pasar
con el batallón hasta la capilla donde está el cuartel general. A llí encontramos un sinnúmero de oficiales es pañoles que vienen con pasaportes de Urdininea en que se titula General del "Ejército unido de Operaciones
del Sud". Aquél1os son de los capitulados en Tumusla y pasan para las Provincias bajas."
Abril 11 de 1825. "Se madruga y continúa la marcha hasta Mojo. “Por la tarde llega el sargento mayor Plaza,
que está al servicio de Colo mb ia, con pliegos del general Sucre para los gobiernos de las Provincias Unidas.
Ayer se hizo reconocer al coronel Med ina Celi por oficial de las Provincias Un idas, en su graduación.
Tamb ién se avisó que nuestra División tomaba el título de Protectora del Orden y de los pueblos del Perú. “
Todo es paja si no se tocan otros resortes."
Abril 12 de 1825. "Llegamos a Nazareno, donde se me llama por un ayudante al cuartel general. Hallo a
todos en la más extraña perple jidad. La causa era de un oficio de Medina Celi en que alegando la escasez de
recursos de la provincia de Ch ichas e innecesidad de tropas por la conclusión de los españoles, intima al
general haga volver las suyas, ofreciéndole sin embargo sus servicios y particulares atencio nes si él quisiese
seguir solo. Este oficio desconcierta enteramente los planes de la expedición y hace ver claramente las miras
55
III
Ésta abre inesperadamente un horizonte para el soldado vibrante de grandes sueños y
desesperado en la quietud 1 .
de aquellos jefes, que emp iezan ya a desenrollarse.
“La citada comunicación hace referencia a otra igual que ha sido dirigida a una División del Ejército
Libertador que se aproximaba, y que a su virtud ha hecho alto. Se consulta, se discurre, se opina, y al fin se
resuelve la marcha del General a proporcionarse una entrevista con Sucre; yo, sin embargo de lo que se alega
por esta medida, me opongo por parecerme poco decorosa sin un acuerdo preliminar entre los dos jefes, mas
se manifiestan cartas de Sucre en que él desea la entrevista y yo entonces convengo sin dificu ltad en la
marcha indicada."
Abril 15 de 1825. "Recibo comunicación del General desde Chacapa, en que me incluye otra de Medina
Celi dando en cierto modo satisfacción de su primera ya citada. Las cosas toman mejor aspecto, y aun mejo rarán más con la aproximación de la Div isión del Ejército Libertador que, sin hacer caso de la intimación, se
avanza hasta Tupisa."
Mayo 27 de 1825. " Es bien terrible la incert idumb re sobre nuestro destino: ya princip ia a cansar tanta demora
y tanta perplejidad. A la noche salimos de dudas, porque llega Torino con co municaciones del General en que
me previene, me ponga en marcha con el batallón pa ra Salta.
1
La guerra del Brasil tiene numerosas fuentes y ha sido ocasión de estudios prolijos. Dado que ni el relato
y menos aun la exposición de las batallas y campañas militares forman parte de este lib ro, nada de ello
encontrará aquí el lector.
Co mo se sabe la parte de las Memorias póstumas referente a la guerra del Brasil ha desaparecido.
Nuestra contribución a este respecto consistirá en la transcripción de algunos días del Diario de marcha que
Paz escrib ió y está inédito. Esperamos que no tardará en publicarse el Archivo de Paz y seguramente será
conocido el Diario en toda su extensión. Co mien za en diciembre de 1825, al salir de Salta su contin gente y
concluye en febrero de 1828. Su copia abarca 120 páginas de gran formato.
Desde el primer mo mento de llegar al cuartel del Ejército en el Uruguay se pone en contacto con dos
hombres con quienes tendrá que me dirse durante largo tiempo, quince años más tarde: Oribe y Rivera.
Puede seguirse sus impresiones desde el primer encuentro tanto respecto de los hombres como de la
desorganización del Ejército.
Su primera expedición se destina a batir a Bentos González, que ocupaba el Rincón de Francisquillo, de la
que regresa por falta de caballos. En esta ocasión conoce a Oribe. “Hallo en él algo que me sobresalta sobre
su buena fe ", dice.
Al volver al cuartel general sabe que Bernabé Rivera se ha alzado en rebelión. " El Ejército, la Provincia, la
Nación entera están amena zados de la anarquía", dice. "El reemplazo de Rodríguez por Alvear será ap laudida,
agrega, quizá mirado como el ho mbre que las circuns tancias exigen." Llega al Durazno Alvear el 1º de
septiemb re de 1826. Su energía aprisiona al mayor Rivera y lo engrilla - ha mejo rado considerablemente el
estado de las cosas. Ha comenzado la marcha. Atraviesa el Río Negro y sigue luego hasta Tacuarembó. Hubo
que luchar con el incendio de los campos, que puso en aprieto, a veces, al ejército entero y con la desbandada
de los caballos por obra de los tigres.
El 21 de enero de 1827 se avistaron las primeras partidas enemigas. Se ocupó Vallés, donde se cometen
desórdenes y saqueos, que son enérgicamente reprimidos. En 2 de febrero están en Camacuá a seis leguas del
enemigo.
El apunte del Diario de Paz sobre Ituzaingó se inserta en el Apéndice. Luego viene la disidencia con Alvear,
a quien instó, sin resultado, para que saque el provecho de la victoria persiguiendo al Ejército imperial.
El Diario concluye en febrero del 28. En los documentos que ha publicado el Archivo Nacional del
56
Pero esos dos años han sido lo que él no pudo ver entonces: un noviciado fecundo. Por
primera vez gobernó hombres, conoció la responsabilidad y el dolor de mandar, de hacer
justicia, de subsistir para un fin noble en medio de adversidades incesantes. Después, en la
soledad de Animaná y en el refugio de Salta leyó incansablemente 1 .
Esa doble, oscura y larga preparación va a ser some tida a examen; el examen será la
guerra del Brasil.
En ella reveló su genio militar y se impuso al juicio de todos. Tenía treinta y seis años.
Paz ha partido con su batallón de cazadores desde Salta a primeros de diciembre de 1825.
Lo conduce hasta Santiago. Se despide luego de él para seguir su camino en diligencia a
Buenos Aires, desde donde emprende la marcha a la Banda Oriental, llegando en abril de
1826. Y se hace cargo del regimiento 2º de caballería, a cuyo frente se batirá en Ituzaingó.
Es extraña a esta semblanza de Paz y al estudio de su vida el juicio sobre su acción y su
técnica militar en el Brasil. La abundante historiografía sobre esa guerra ha fijado el valor y
el relieve de la intervención de Paz en ella.
Lo que nos muestra su Diario de marcha es la persistencia de los rasgos que
caracterizaron su vida militar; el culto heroico de la disciplina y del orden.
La guerra del Brasil enriqueció extraordinariamente su experiencia; conocía la guerra en las
serranías del Alto Perú, en las pampas de Santa Fe y Córdoba, ahora en las cuchillas del
Uruguay y el Brasil.
Su preocupación se contrajo a asegurar las caballadas, a aprovisionar su tropa, a inspirar
confianza en las poblaciones, respetando sus propiedades, a sustraerse a las intrigas de los
círculos de oficiales.
Ha comprobado el fruto de tal conducta. Alvear ha reemplazado en el comando al
general Rodríguez en el mes de septiembre de 1826. Lleva seis meses de servi cio, ha
progresado considerablemente en el conocimiento del teatro de la guerra y de sus
exigencias. Transcurrirán seis meses más y será Ituzaingó. Su Diario de marcha registra la
descripción de la batalla en lo que pudo ver de ella.
Uruguay, pertenecientes a Lavalleja, se encuentran cartas de Paz, de interés.
1
Alejandro Hered ia, d iputado al Congreso de Rivadavia, fué en cargado por el padre de Paz, a su paso por
Córdoba, para que mandara libros a su hijo, a cuyo efecto le entregó 150 pesos. Salieron varios cajones en la
carga de don José Frías; Heredia le anunció en una carta que le manda, entre otros, las obras de Mme. de
Estael. (sic.)
57
La carga de Paz en Ituzaingó provocó un incidente entre Alvear y Paz que honra a
ambos. Mostró la obediencia de Paz, que se sometió sin protesta a la suspensión de su cargo
que le impuso Alvear en plena acción; y la lealtad de Alvear que reconoció su error y exaltó
ante el ejército el heroísmo de Paz.
Después de Ituzaingó, cuando Alvear se dispuso a regresar a Buenos Aires entregó a Paz el
comando del ejército (27 de julio de 1827) quien lo mantuvo hasta fines de ese año en que
lo recibió Lavalleja 1 .
Paz junto a Lavalle, Dehesa, Javier López y otros jefes, protestaron contra el tratado con
el Brasil que anulaba el esfuerzo.
Desde ese momento la guerra del Brasil pasa a ser un incidente de política interna. Viene
la revolución del 1º de Diciembre y el regreso posterior de Paz, quien ha sido encargado de
ejecutar el tratado que reconoce la independencia del Uruguay.
Paz está en Buenos Aires en los primeros días de 1829 y va a iniciar la carrera de la
guerra civil cuyo fin no verá hasta su muerte.
Índice de la Obra
Índice General
1
Alvear se despidió del Ejército a med iados de julio, dejando el comando en manos de Paz. "He resuelto
marchar a la capital de la República, le d ice a Paz. Las distinguidas calidades que he tenido la ocasión de
conocer adornan a U. S. me dejan tranquilo sobre la suerte del Ejército.
“'U. S. queda ampliamente facultado por mí para tomar todas aquellas med idas que crea más convenientes
para la seguridad y subsistencia del Ejército."
"Mi idea es retirarme del Ejército, agrega más adelante, pero como tengo una alta idea de los talentos
militares de U. S." "lo facu lto para obrar según lo creyere más conveniente.”
Co mo se sabe, al regresar Alvear a Buenos Aires se produjo el debate sobre su conducta en la guerra. El
coronel JUAN BEVERINA ha reunido la documentación de estos sucesos en un libro (Biblioteca del Oficial,
año 1925).
En la Contribución documental de G. F. RODRÍGUEZ se encuentran asimis mo documentos sobre este
mo mento (to mos II y III).
58
CAPÍTULO VI
PAZ Y LAVALLE.
CAMPAÑA CONTRA QUIROGA
PRISIÓN Y EVASIÓN DE PAZ
(1829 - 1840)
Lavalle y Paz son dos nombres que aparecen estre chamente asociados en la memoria
histórica. Combatieron juntos en la guerra del Brasil, luego contra los caudillos y serán
después los cruzados contra la tiranía.
Salen unidos a la escena pública después de la revo lución de Diciembre del 28. Es
curioso comprobar cómo siendo coetáneos y sus figuras en cierto modo solidarias, se
trataron personalmente escaso tiempo.
Después de la revolución de Diciembre, que selló el compañerismo contraído en la
campaña del Brasil, se hallarán juntos en Buenos Aires desde principios de enero a
mediados de marzo de 1829 y conferenciarán durante cinco días en julio de 1840, cuando
Paz iba hacia Corrientes y Lavalle regresaba para emprender la campaña que lo llevó a
Quebracho Herrado y Famaillá, en que concluirían sus días.
Paz y Lavalle mantuvieron una amistad hecha de respeto y de un alto aprecio mutuo, pero
sus temperamentos eran opuestos. Acredita el temple de esa amistad el cuidado que ambos
pusieron en preservarla del choque que habría provocado un acercamiento prolongado. En
1829 Paz quiere alejarse de Lavalle y en la campaña de 1840 Lavalle se rehusa tener bajo
su mando a Paz.
Paz, en sus Memorias, a1comentar la campaña del Norte de 1840 y la separación de Lavalle
y La Madrid, para dirigir el uno las fuerzas de Tucumán y Salta y el otro las de Cuyo, dice
59
estas palabras: "cuando hay generales cuyo prestigio y autoridad se balancean, necesitan
teatros distintos para cortar el roce de sus mutuas susceptibilidades. Es un escollo que debe
evitarse sobre todo en países inconstituidos y en el desarreglo de una revolución: "Agrega
que fue una de las razones que lo hizo aceptar la misión al interior en 1829 1 .
Si los propósitos políticos que los alentaban eran coincidentes, si los unía lo que
podríamos llamar la calidad personal, principios, sus métodos, sus ideas, sus gustos eran
incompatibles.
La amistad entre ellos esta documentada por la correspondencia que mantuvieron en 1827
y 1828.
Se interrumpirá por más de diez años, que comprenden los ocho de la prisión de Paz. Se
separaron fríamente en 1840, pero las últimas cartas de LavaIle, quizás las únicas, fueron
para Paz: dos extensísimas cartas; con inspiración de testamento, escritas cuatro días antes
de su muerte2 .
Algunos biógrafos de Lavalle hacen mérito de esa amistad para alabar su grandeza de
1
M emorias, to mo II, pag. 304.
Cartas del 3 y 4 de octubre desde Salta. Las cartas de los años 27 y 28 de Lavalle a Paz no son numerosas
pero si expresivas (las reputamos inéditas). Una de ellas refiere el incidente violento con el general Alvear
que da ocasión para pintar como arb itrario y violento a éste. Agrega que le es insoportable permanecer en el
ejercito (9 de ju lio de 1827).
En septiembre 20 desde Frayle Muerto dice: "Tengo que llamar todo mi poder sobre mi mismo para
mantenerme sereno. Yo voy marchando hacia una crisis. No es, ya, amigo, el patriotismo el que me tiene
aquí, otro sentimiento lo ha vencido. Al hacerle a Vd. esta confesi6n le doy una prueba de la amistad y de la
confianza que me ha inspirado. Si después de terminada esta guerra tengo la fortuna de abrazarlo en su casa o
en la mía, sabrá Vd. cuanto he sufrido y el sacrificio que he hecho en permanecer aquí. ¿Pero un mortal puede
sufrir tanto? No, amigo, yo no soy un héroe. "
En noviembre 26 de 1827, le dice que cree que no volverá al Ejército porque se halla muy afectado. En
diciembre 11 le dice que "las instituciones del país están holladas y que no hay hombre de bien que no llore
con é1. Desde Mendoza, en 8 de enero de 1828, hace consideraciones sugestivas para que abandone el
Ejercito, porque considera al Gobierno sin plan en la campaña. Le dice que en todo el país hay una exacta
opini6n sobre él. Considera que Alvear esta anulado. Las de los años 1827, 1828 y 1829 son siempre muy
cordiales. La amistad se enfrió durante las entrevistas en las costas del Paraná (ju lio de 1840). Paz ha narrado
los pormenores en sus Memorias. En estas Lavalle, es siemp re recordado tiene con aprecio que no mostró
para ningún otro hombre público.
Los espontáneos como Lavalle tienen una cordialidad fácil, seductora, pero por lo mis mo un poco
superficial e insegura. Las cartas de Lavalle a Rosas, durante la tramitaci6n del acuerdo que concluyó por en cumbrar a éste, están llenas de expresiones afectuosas, de confianza y de intimidad: En el1as se ven
enfrentados el ardor y generosidad del uno con la artería y la impav idez calculadora del otro (Vé esas cartas
en VEDIA Y MITRE, de Rivadavia a Rosas.) Las cartas de Lavalle lo retratan. Son francas, directas,
nerviosas, la letra limpia, neta, sin en miendas.
De la amistad de Paz y Lavalle hay un testimonio significativo. Cuando la esposa de Lavalle no sabía aún
positivamente su muerte, tejió una bandera que mandó a Paz desde Montevideo, por intermed io de su cuñado
don Juan Madero, como recuerdo, al vencedor de Caaguazú (carta de Madero a Paz, fecha 5 de febrero de
1842).
2
60
ánimo, al no decir nada de lo que ellos entienden fue una deslealtad de Paz para LavaIle al
no haber venido en su auxilio desde Córdoba, a raíz de sus triunfos sobre Bustos y Quiroga.
Lavalle no lanzó nunca esa inculpación contra Paz, de modo que esta guerra civil entre los
muertos sería obra de la historia.
Desprendido Paz del seno de la revolución de Diciembre, dicen, pudo haberla
convalecido de los reveses que sufrió en, Buenos Aires, trayendo sus armas para
restaurarla.
La imputación es doble, porque involucra la de deslealtad personal y de infidelidad
política.
La primera inculpación se desvanece con sólo decir que un hombre de la claridad y
fuerza pasional de Lavalle, a ser fundada, la habría proferido en el tono ardiente que
asumían en él las reacciones.
En cuanto a la conducta política, la inculpación supone dos premisas: 1ª, la solidaridad
de Lavalle y Paz en el movimiento revolucionario; 2ª, la existencia de un plan, a cuyo
cumplimiento hubiera faltado Paz.
Paz se hallaba ausente en el Uruguay, al frente de su división del Ejército, durante la
conspiración que precedió a la Revolución de Diciembre. Ni estuvo en ésta ni tuvo noticias
de la ejecución de Dorrego sino después de consumada. Paz llegó a Buenos Aires el 1º de
enero de 1829. El deber y la responsabilidad que la revolución imponían a sus autores no le
alcanzaban.
No es que Paz la condenara, pues que la aceptó y co laboró luego en el gobierno de Lavalle,
bien fuera por corto tiempo, como ministro de Guerra, pero no se ve en ese movimiento la
mano de Paz; le son extraños la inspiración y el método de la revolución de Diciembre 1 .
Se hallaban solidarizados, sin duda, por su manera de apreciar los sucesos que se
desarrollaron desde la Presidencia de Rivadavia, es decir, condenaban la conducta del
gobierno en cuanto a la dirección de la guerra y su diplomacia y en considerar necesario
1
Paz pensaba en la organización nacional, después de la revolu ción de 1828, co mo ocurrirá un cuarto de
siglo más tarde, después de la revolución del 11 de septiembre. En su carta a Lavalle desde el Paso de Pachi
(pró ximo a Montevideo), en 14 de diciembre de 1828, le dice: veo que ha hecho lo más para allanar el terreno
en que se ha de levantar el edificio de la organización polít ica. (CA RRANZA, Lavalle ante la Justicia
póstuma, pág. 203.) No conocemos documentos que muestren que Paz estaba enterado del plan
revolucionario. Las cartas de éste a Lavalle son del 14 y del 16 de d iciemb re, posteriores al fusi lamiento de
Dorrego. El general Mit re en la inauguración de la estatua de Lavalle dijo: "Paz es la personificación en
bronce animada del espíritu argentino. Lavalle es la personificación en mármol del porteño poseído de
espíritu nacional."
61
destruir la influencia de los caudillos, a cuyo frente se había puesto Dorrego y en cuyo
nombre había derribado la Presidencia.
Pero no pensaban de la misma manera respecto del procedimiento ni del alcance que
debía tener la revolución, ni de la obra que debía realizarse al día siguiente.
Para medir a Lavalle y juzgarlo es necesario no olvidar que, general a los treinta años,
acababa de cumplir treinta y uno cuando ordenó el fusilamiento de Do rrego, es decir, que
era seis años menor que Paz. Lavalle, a esa altura de su carrera, estaba dominado por un
sentimiento localista. Es la guerra posterior contra la tiranía la que ensanchará su visión
hasta hacer de él en 1840 un paladín nacional. En la revolución de 1828 era un porteño.
Para él Buenos Aires era el alfa y el omega de toda la política. Pocos meses después,
cuando su campaña con Rosas, se sentirá tranquilizado por haber encontrado que también
eran porteños los federales de Rosas1 .
En el Manifiesto, justificativo de la revolución, Lavalle habla a nombre de Buenos Aires;
se queja del agravio que significaba "la convocatoria del Congreso Nacional que debía
reunirse en cualquier parte del país menos en ella. Y al anunciar el fusilamiento de Dorrego había dicho que debía persuadirse “el pueblo de Buenos Aires" que era el mayor
sacrificio que podía hacer en su obsequio.
En sus actos post-revolucionarios está ausente la idea de una acción nacional.
Si bien reemplazaba a quien no era sino un gobernador de Buenos Aires, el sentido de su
movimiento, la proyección forzosa que estaba llamado a tener, eran nacionales.
Cuando se dice que Paz iba a Córdoba como subordinado de Lavalle, se dice
históricamente un error.
Carecía Lavalle de título para considerarse jefe del ejército que volvía de la guerra del
Brasil. Había en Dorrego poderes que no habían pasado a su reempla zante, pues que aquél
había sido encargado por las Provincias para dirigir las re laciones exteriores y la guerra, y
ese encargo no podía haberle sido transmitido al jefe de la revolución de Diciembre.
Paz había sido general en jefe del ejército, su jefe de Estado Mayor y de ese modo Lavalle
1
La expresión de Lavalle es: "... desde que en la actual lucha no hay sino porteños". (Carta a Rosas.
Contribución Histórica, pág. 408.) En carta a Estanislao López le decía: "el Gob ierno de Buenos Aires nada
quiere de las provincias, nada, absolutamente nada". (Representación Nacional en Santa Fe, 1828-1829, pág.
208.)
En IBARGUREN, Juan M. de Rosas, cap. XI, se encuentra citada la correspondencia demostrativa de la
diversa posición de Lavalle y Paz.
62
era más bien su subordinado.
El ejército no pertenecía al gobierno de Buenos Aires, había sido formado por el gobierno
nacional caduco.
La división con que Paz marchó a Córdoba se compo nía de mil soldados, casi todos
provincianos, venidos de sus terruños para la guerra exterior.
La imputación que se hace a Paz de haber abandonado a Lavalle, pudiendo haber
impedido sus reveses, se funda en una observación precipitada de los sucesos.
En 3 de abril de 1829 se despidieron Paz y Lavalle en el Desmochado. A esa fecha ya
Rauch había sido vencido y la campaña de Buenos Aires estaba sublevada. En 26 de abril
Lavalle había sufrido el contraste de Puente de Márquez. Paz estaba en los comienzos de su
campaña. Quiroga preparaba sus armas y pasarán dos meses antes de que se dé la batalla de
la Tablada, en los mismos días en que Lavalle capitulaba con Rosas, después de una larga
tramitación con éste, comenzada el 14 de mayo.
El abandono de Córdoba por Paz habría contrariado a Lavalle, quien daba a su contienda un
sentido provincial, y habría suprimido las perspectivas inmensas que abrieron la Tablada y
Oncativo. Marchar contra López me era imposible, dice Paz en la memoria iné dita que se
inserta en el Apéndice, y además inútil, como lo acreditaron los hechos.
López, agrega Paz, se retiró en esos días sin mi intervención y no por eso dejó de
sucumbir el general Lavalle bajo el peso de las bandas irregulares de Rosas.
Se hace particular argumento para sustentar los re proches de deslealtad a Paz invocando
su conducta con Estanislao López, pues mientras Lavalle estaba en guerra con éste, aquél le
hacía llegar palabras de buena vecindad.
Paz escribió en Río de Janeiro en 1850, para contestar la publicación de don Mariano
Fragueiro en El Pueblo, de Copiapó, una exposición de los sucesos de Córdoba de 1830.
Alude en ella a sus relaciones con Lavalle. Nada podemos decir de mejor que seguir la
propia Memoria de Paz, que reputamos inédita1 .
De ella resulta que Lavalle se proponía solamente demostrar a López que sus victorias
sobre los ejércitos de Buenos Aires no eran debidas a su valor, sino, a la incapacidad de los
1
Se encuentra en el Archivo del general Paz. Legajo 9 de Correspondencia y se publica en el Apéndice
de este libro. La carta de Lavalle a Rosas, de 9 de julio de 1829 confirma totalmente el dicho de Paz.
(RODRÍGUEZ, Contribución Histórica,, tomo II, pág. 415.)
63
generales que le habían sido opuestos".
No aspiraba a destruido, sino, al contrario, dejarlo en el gobierno, desde luego, porque no
había candidato que pudiera reemplazarlo, puesto que Echagüe, el único posible, era su más
sumiso servidor.
De acuerdo con ese propósito, Paz debía solamente neutralizarlo e impedir su unión con
Bustos. Por ello, agrega Paz, "corté todo conflicto con Santa Fe, logré atravesarla sin verme
precisado incomodar a sus habitantes y aun dice devolver un poco del armamento que un
oficial tomó en una casa de la Esquina. Hice más, añade; dirigí una carta a López
diciéndole que me felicitaba de haber recorrido una gran parte del territorio de su mando
sin disparar un fusilazo".
Lavalle había escrito antes a López, haciéndole proposiciones de paz. López, resentido
por las expresiones despectivas de Lavalle que habían llegado a sus oídos, le contestó con
arrogancia.
En esta carta, Lavalle excluía a Bustos del arreglo a que invitaba a López, con lo que
quedaba entendido que la expedición a Córdoba no podía inquietar a este último.
López mandó a Bustos la carta de Lavalle, no como acto de amistad, sino como respuesta a
su frialdad al no haberlo auxiliado cuando la invasión, que acababa de sufrir.
La carta que Paz escribió a López fué utilizada por éste para hacer entender a Lavalle,
cuando se renovaran las proposiciones de paz, después de Puente de Márquez, que estaba
entendido con Paz.
Como surge de esta exposición, no hubo disidencias entre Paz y Lavalle, ni pudo éste
reprochar una conducta que había sido concertada con é1 1 .
1
Este asunto ha sido tratado por los biógrafos de Lavalle, principalmente por M. de Vedia y Mitre, quién
ha escrito una briosa defensa de Lavalle. El punto de vista de López ha sido asumido por José LUIS
BUSANICHE en sus documentados estudios (Formación histórica del pacto federal. Para los primeros Paz
desertó de su deber, no viniendo en ayuda de Lavalle; para Busaniche, Paz engañaba a López simu lando
aspirar a la organización nacional.
Pero ni Lavalle n i López hicieron a Paz esos reproches. Respecto de Lavalle la memoria de Paz citada en el
texto y la carta de Lavalle a Ro sas, también citada, establecen la verdad. Respecto de López la con ducta de
Paz es clara y no sinuosa, como lo prueba la propia actitud de la Convención de Santa Fe, que López
gobernaba, y la de don Domin go de Oro, plenipotenciario de López.
En la sesión secreta de la Convención de Santa Fe del 21 de mayo de 1829, el convencional García habló de
"la buena disposición del señor general Paz para abrazar el sistema de los pueblos", que estaba demos trada
por comunicación oficial, por una proclama, por la carta del gobernador de Santiago y porque Isasa, ministro
de Paz, había trabajado en favor del cuerpo. (Represent. en Santa Fe, pág. 157.) El fracaso de las mediaciones
que pudieron dar la organización al país en 1829 fué obra de Rosas, q ue se oponía tenazmente a ella, con una
extraordinaria habilidad, y a los celos de Quiroga con López en primer término y con Paz. El buen éxito
64
La conducta de Lavalle, después del fusilamiento de Dorrego, resultó incoherente. Parece
estar presa de una decepción1 .
Sus amigos y consejeros se enfrían y, a poco, lo abandonan. Ha comenzado a dudar de
éstos y después de sí mismo; pero entraban en abono de su decisión ra zones que no
amparaban a las" casacas negras ", que lo habían precipitado a la inmolación de Dorrego.
Se inició entonces el proceso de su atormentado arrepentimiento, cuyos episodios han
narrado sus biógrafos, y cuya traducción fué la contramarcha de la revo lución, un deseo
como enfermizo de destruir su obra, de hacer la paz con sus adversarios, al punto que en
mayo -cinco meses después del sacrificio de Dorrego- está en conferencia con Rosas, que
había jurado ser su vengador, y concluyó, - poco tiempo después, olvidado por sus amigos
y olvidándolos él mismo, por entregar el Gobierno a Viamonte, que el jefe enemigo había
señalado para ocuparlo.
Se ha dicho que la presencia de San Martín y las exhortaciones que contenían sus cartas,
rehusando el gobierno que Lavalle le ofreció, produjeron en su ánimo ese deseo de
conciliación y de paz2 .
Esas cartas, requisitoria tremenda contra las pasio nes aciagas de las facciones, pudieron
impresionar el ánimo de Lavalle, pero no bastan ni son necesarias pa ra explicar el viraje de
su conducta.
La impresión profunda, implacable, que atorbellinaba su temperamento era la del
sacrificio de Dorrego, decidido en un arrebato de la sensibilidad romántica propia de su
naturaleza efusiva, espontánea y por lo mismo inconstante.
habría sido posible sin Rosas, pero su fracaso era el cimiento que necesitaba para su plan político. La
oposición de Rosas a la Convención de Santa Fe era un episodio de su larga campaña contra la organización.
Esa oposición produjo el sonado incidente con Ferré y Leiva. Aludiremos nuevamente sobre este asunto en el
capítulo sobre las ideas políticas de Paz.
1
Lavalle padeció terriblemente con el recuerdo de la muerte de Do rrego. Las nu merosas pruebas y
anécdotas demostrativas están citadas por Carran za (o b. cit.).
En las Reminiscencias históricas de don BENJAMÍN VILLA FAÑE, secretario del general La Madrid, hay
rasgos sumamente elocuentes sobre el estado de ánimo de Lavalle en su última campaña que revelan el fondo
de su temperamento (Rev. Nacional, de Carran za, primera época).
2
En el Diario que don Florencio Varela escrib ió durante su viaje a Inglaterra y Francia, enviado por el
Uruguay en 1843, se refieren las entrevistas de Varela con San Martín. En una de ellas San Martín aludió a
algunos jefes argentinos, entre ellos a Lavalle. San Martín dijo a Varela en Francia: "Lavalle es un oficial
notable por su moral, su conducta excelente para mandar un escuadrón, valiente como el que más, pero sin
cabeza para dirigir cosa alguna." El doctor Emilio F. Cárdenas, excelente amigo, en cuyo poder se encuentra
el Diario, como esposo de una descendiente de Varela, nos ha permitido la lec tura del copioso y sugestivo
Diario.
65
Se alejaban de su lado los consejeros, descontentos o evasivos, y quedaba solo con su
conciencia de haber procedido de buena fe y su dolor de haberse equivocado.
No busquemos explicaciones extraordinarias para esos cortos, pero terribles meses que
transcurrieron desde la ejecución de Navarro hasta la capitulación de Barracas, porque la
tienen muy simple en el juego natural de su temperamento.
Romántico y ardiente, cedía fácilmente a sus impulsos. Había ido a la revolución con el
mismo fuego con que después de ella se empeñaba en apagar las pasiones que había
despertado. Es la ilusión y la nobleza también, de aspirar a borrar en las co nsecuencias el
error que las había desencadenado.
Estos temperamentos espontáneos y generosos son como aceite en el que la chispa de la
fortuna o la ambición enciende la llama orgullosa de la arrogancia pero que consume
rápidamente también la fiebre del desencanto.
La actitud cambiante, improvisada, contradictoria de Lavalle en este momento era la de un
alma desatinada por una honda inquietud íntima.
Los dos hombres salidos de la revolución estaban llamados a caminos distintos. Mientras
Lavalle era sentimiento e ímpetu, Paz era reflexión y paciencia; mientras el uno era el
paladín, el otro era el estratega. Aquél será siempre figura de leyenda y de poesía; el otro de
estadista y conductor; el uno confiaba demasiado en los demás, el otro tenía pocas ilusiones
sobre el corazón humano; el uno pidió demasiado a la vida porque la vió sonreírle y se
engañó, mientras que el otro, preparado para las decepciones, realizaba su camino
gravemente, sin grandes emociones.
Amaron su país profundamente, ambos listos para rendirles sus vidas, pero Lavalle, como
un galán ansioso que prefiere raptar la amada y Paz como un pretendiente que espera
conquistarla con su perseverancia. Ella se negó a ambos, pero por la fidelidad sin quebranto
con que la amaron y la adversidad que la puso a prueba, honraron su país y ennoblecen su
historia.
II
Terminada la guerra del Brasil se ha cerrado el ciclo de la acción bélica exterior. El país
entra en e1 período en que habrá que vencer no a los enemigos de fuera sino organizarse, es
decir, vencerse a sí mismo.
66
Hasta entonces la causa era americana. Confraternizaban en su defensa los hijos de todo
el continente. En adelante, aun los hijos del mismo país, van a ser entre si mortales
enemigos: Guido, Alvarado, Brown, Lavalle, La Mad rid, Pacheco, Pedernera..
Es como si la escena se hubiera llenado de sombra. Son los mismos gallardos capitanes,
pero las figuras se difuman o borran. Se nos ocurre preguntarnos si la grandeza no les venía
de la propia escena continental de la guerra y si el relieve personal no nos es dado mas
auténticamente por lo que mostraron ser en la guerra civil.
En ese nuevo marco, Paz va a ser una figura central.
Encendida la guerra civil, después de la revo1ución de Diciembre, su promotor, Lavalle,
ha sido vencido por esa nueva fuerza que dominará la escena y que encabeza Rosas.
Paz está en Córdoba y en los años 29 y 30 gana contra Quiroga las mas decisivas
victorias, La Tablada y Oncativo, después de haber vencido a Bustos en San Roque y
concluido con su reinado de casi diez años.
Paz no persiguió desquite ni buscó castigo para el engaño con el vencido de San Roque lo
había embanderado en el motín de Arequito. Pero fue, sin duda, una satisfacción y un alivio
para su triste recuerdo poder dar, una prueba tan acabada, como era la propia destrucción
del caudillo, de que no lo movió en aquella ocasión una complicidad con sus planes de
dominio provincial.
La batalla de la Tablada pareció la aurora de una emancipación1 .
El prestigio de
invencibles del caudillo y sus caballerías se desvaneció en aquella acción sangrienta que
señaló una época en el interior del país, el punto de partida de una transformación tan
repentina que para muchos fingió ser el comienzo del fin.
1
La batalla de la Tablada tuvo un testigo singular. Era LA CORDAIRE, hermano del famoso dominicano,
quién publicó en la Revue des deux Mondes una narración de un interés extraordinario. Otro Cronista:
curioso fue A. KING, quien habla de ellas en sus Treinta y Cuatro años de viaje {edición Cultura
Argentina).
Ambos relatos son preciosos, sobre todo el primero por la mayor garantía de fidelidad. Es un documento lleno
de color. Ha sido traducido por el doctor G. García, de la Universidad de Córdoba. El aspecto militar de las
campañas ha sido motivo de co mentarios abundantes. EI coronel BEVERINA ha examinado técnicamente las
batallas de Paz, con competencia y serenidad (El general Paz, sus campañas y doctrinas de guerra). 9 La
batalla de la Tablada tuvo un testigo singular. Era LACORDAIRE, hermano del famoso domin icano, quién
publicó en la Revue des deux Mondes una narración de un interés extraordinario. Otro Cronista: curioso fue
A. KING, quien habla de ellas en sus Treinta y Cuatro años de viaje {edición Cultura Argentina).
Ambos relatos son preciosos, sobre todo el primero por la mayor garantía de fidelidad. Es un documento
lleno de color. Ha sido traducido por el doctor G. García, de la Universidad de Córdoba. El aspecto militar de
las campañas ha sido motivo de co mentarios abundantes. EI coronel BEVERINA ha examinado técnicamente
las batallas de Paz, con co mpetencia y serenidad (El general Paz, sus campañas y doctrinas de guerra).
67
Dueño de Córdoba, inspirando el movimiento político de nueve provincias, Paz mostró
que no era solamente un guerrero sino un estadista, capaz de organizar el país sobre el
cimiento de su victoria militar. Sus Memorias nos informan de sus trabajos políticos y de su
diplomacia interprovincial. Sería, pues, en cierto modo superfluo ocuparnos de ellos.
Los tratados celebrados en Córdoba, en julio y agosto de 1830, lo acreditan así. Ellos
reconocen la autonomía de las provincias, garanten sus instituciones, esta blecen la alianza
entre las nueve provincias (diez en realidad, pues que en esa fecha Salta incluye Jujuy).
Declaran ser “causa común de todas ellas la constitución del Estado y la organización de la
Republica" (art. 9) , y que no lo harán "ligada a ningún sistema político, obligándose a
recibir la constitución, que diera el Congreso Nacional, siguiendo en todo la voluntad
general y el sistema que prevalezca en el Congreso de las provincias que se reúnan" (art.
12).
Paz, antes de ese tratado, pudo decir con razón lo que repitió var ias veces después,
provocado para dar su juicio, que no tenía el propósito de imponer la orga nización unitaria.
Los tratados de Córdoba son antecedentes inmediatos y vitales de la Constitución del 53,
que la ortodoxia escolar se empeña en verla como derivada exclusivamente de la Liga
Litoral.1
Paz fué encargado del Supremo Poder Militar que creó el tratado del 31 de agosto de
1830. Desde entonces representó, en cierta medida, el papel de jefe de la Nación. Mantenía
relaciones diplomáticas con Bolivia y el Uruguay; recibió un ministro de Chile y constituyó
el suyo ante ese país2 .
Sus planes y sus miras eran nacionales. Fué en toda su carrera, el momento en que estuvo
más próximo a realizar el pensamiento de unificar y constituir el país.
¿Qué lo impidió? ¿ Su apresamiento en mayo del año siguiente ?.
El factor que frustró ese destino intervenía ya activamente, y aun sin el cautiverio, ese
1
Los tratados de Junio y Agosto de 1830 se encuentran en todas las colecciones, también en A. ZINNY,
Historia de Gobernadores. La historia de las deliberaciones de los agentes no es todavía conocida. El agente
de San Juan, don Rudecindo Rojo, propuso las bases de un acuerdo comercial, que no llegó a sancionarse,
aboliendo las aduanas interprovinciales.
2
Don IGNA CIO GA RZÓN, en su Crónica de Córdoba. refiere los detalles de estas relaciones diplo máticas.
Se sabe también que Chile propuso su mediación para hacer cesar la guerra entre Buenos Aires y Paz. Fué su
ministro de Relaciones Exteriores el doctor J. A. Saráchaga. El to mo II de esa Crónica es una fuente valiosa
para el estudio del Gobierno de Paz, que esperamos saldrá de un conocimiento más complet o del Archivo
Provincial.
68
factor habría impedido que se consume.
Ese factor era Rosas. El escenario del país estaba llenado por cuatro hombres: Rosas,
López, Quiroga, Paz.
Rosas era el último entrado en escena, pero su estreno evidenció todo lo que se podía
esperar de sus dotes extraordinarias de sagacidad y de su maquiavelismo.
Su estreno en el escenario nacional consistió en lo grar, usando a López y Quiroga contra
Paz, que triunfase, sin que lo pareciera, su idea contra la que era común a los otros tres.
Éstos querían que se dictara una Constitución, a lo que Rosas se oponía. A Paz no le engañó el juego de Rosas, pero a López le faltaba inteligencia para comprenderlo y a Quiroga
le sobraban pasiones y gobernaba demasiado su alma el deseo de venganza contra Paz.
Rosas no se ocupo de las ideas de sus aliados, sino de sus temperamentos y debilidades.
Adulando éstas, con mucha paciencia e hipocresía, un poco de amenaza velada, algunas
palabras altisonantes y con algo que el azar volcó en el preparado -la enfermedad de López
y la prisión de Paz- compuso y probó en su redoma la fórmula que había ensa yado con
tanto resultado en los campos del Salado entre indios, peonaje y capataces, y más tarde,
como comandante de campaña, para dominar e imperar. Aho ra la fórmula se aplicaba desde
el gobierno y entre generales, y un buen día en toda la Nación, como en una inmensa
estancia. Esa fórmula produjo las facultades extraordinarias del gobernador de Buenos
Aires, como las había ya granjeado en su vida de estanciero.
.
III
Cuando Paz proseguía su campaña militar contra la acción combinada de Quiroga, López
y Rosas, un día - el 10 de mayo de 1831- en que hacía un reconocimiento del terreno en la
frontera de Santa Fe, el caballo de Paz fué "boleado" y el jinete hecho prisionero.
Con este hecho se inicia un nuevo periodo de la carrera de Paz, que podemos llamar el de
la fatalidad. El soldado Cebal1os, de una partida exploradora que dirigía el oficial
Rodríguez Fresno, desprendido de las tropas de Reinafé, perteneciente al ejercito de
Estanislao López, derribó con un golpe de boleadoras arrojadas con destreza extraordinaria
por encima de un algarrobo, el caballo que montaba Paz, quien se alejaba al galope cuando
69
reconoció que la partida con la que se había topado pertenecía al enemigo 1 .
Su peregrinación de prisionero desde la tarde en que fue apresado hasta el campamento de
Estanislao López ha sido descripta minuciosamente en sus Memorias y constituye una de
las páginas mas dramáticas de la literatura argentina. Escribe con serenidad de testigo, pero
palpita en su relato la emoción de actor.
Muchas veces en los ocho años que duro su cautiverio creyó fundadamente que llegaba la
hora de su muerte, pero si escapó a ésta, los días de tan largos años fueron un suplicio
verdadero.
En este período aparece por primera vez lo que nunca suele llegar tan tarde en un drama:
el amor. El 31 de marzo de 1835. Se ha casado en la cárcel de Santa Fe con Margarita
Weild hija de su hermana Rosario y del cirujano escocés, Andrés Weild, niña de veintiún
años. Durante su cautiverio nacieron sus dos primeros hijos.
El día 23 de abril de 1839 fue puesto en libertad, debiendo permanecer en la ciudad de
Buenos Aires, como cárcel.
La noche del 3 de abril de 1840 se evadió de Buenos Aires. Ha descripto el mismo los
preliminares y la ejecución del plan. Vivía en la actual calle San Martín de esta ciudad,
llamada entonces popularmente calle de la Catedral, antes de llegar a la capilla de las
monjas Catalinas. De ahí ha salido la tarde de ese día y por un largo y accidentado rodeo ha
llegado a la barraca de Justo, en la actual calle Balcarce, cuyos fondos daban al río. Por ahí
1
Don JOSÉ MARÍA TODD, que acompaño a Paz en la guerra del Brasil, dice en sus Recuerdos del
Ejercito de Operaciones que tiene la versión de su prisión por el ayudante de este, Arana que lo
acompañaba, y de don Pedro Rodríguez del Fresno, que fue el oficial de la partida que lo ap resó.
Este ultimo santafecino, casó con la Señora Gu rruchaga, hermana de la esposa de Todd,
En cuanto a Arana lo tuvo en su casa cuando emigró a Bolivia. Según Arana fue así. Marchaba Paz
haciendo un reconocimiento cuando oyeron unos tiros. Entonces Paz le d ijo “Sígan me” y se lan zó a galope
tomando una senda que se internaba en un monte ralo que, sólo distaba una cuadra, paralela al ejército, que
marchaba por el mis mo ru mbo de la senda que tomaron y vieron algunos nombres rodeando un fogón. Ordenó
Paz a Arana que dijera a sus hombres que se replegaran al ejército. Arana le dijo que creía que eran
enemigos. Paz d ijo que parecía que tenía miedo. " Yo mismo voy", le d ijo. Viendo, esto Arana se ad elantó a
dar la orden y los homb res se incorporaron y los atacaron. Entonces Arana gritó:"¡Dispare, General!" Los
soldados lanzaron sus boleadoras, pero no dieron en el blanco hasta que un mocetón santafecino, con una
fuerza ext raordinaria, lanzó sus boleadoras por encima de un algarrobo y dio en el blanco. El caballo brioso
de Paz corcoveó y cayó.
Corrieron los soldados y lo hicieron prisionero. El apresador le p reguntó: ¿es usted el general Paz?, y este le
contestó afirmativamente.
Salieron las partidas a buscar a Paz y lo encontraron a Arana desmayado y no muerto co mo creyeron los
perseguidores de Paz. Arana se hizo realmente el muerto y vio a Paz cuando era conducido al galope a la
grupa de un soldado.
70
se ha embarcado con otros perseguidos1 .
Si fuera una creación de teatro el drama de su vida, podría pensarse que el hipotético
autor ha usado el recurso de introducir el amor por primera vez tan tardíamente en la vida
del protagonista, para poder explicar al auditorio la fuente secreta donde encontró la fuerza
para sobrellevar los infortunios que le esperan.
¿Por que escapó Paz con vida de su prisión? ¿Porque no se sumó a las victimas de la
tiranía sangrienta, este prisionero que parecía indicado para ser la primera de ellas? ¿Por
qué fue una excepción a la política de exterminio de sus enemigos realizada implacablemente por el tirano?
Si su salvación se explica cuando estaba en la cárcel de Santa Fe, en manos de Estanislao
López, resulta enigmática cuando es trasladado a Lujan a disposición de Rosas.
Hasta la muerte de Quiroga -tan temido secretamente por Rosas- la conservación de Paz
podía ser una amenaza para el primero, en manos del segundo, pero muerto Quiroga ¿por
qué Paz no fue inmolado con un pretexto cualquiera, ya que Rosas nunca nece sito razones
para aplicar la pena capital?
Alguien ha dicho que Rosas tenia la esperanza de conquistarlo para su causa. La
explicación es inverosímil porque Rosas era demasiado sagaz para alentar esa ilusión.
Conocía a Paz y sabía que nada había más improbable que lograr su adhesión.
Se ha dicho también que Rosas conservaba agradecimiento a Paz por haber salvado a su
padre don León Ortiz de Rosas, de la lista de proscripción que Lavalle decretó después de
su triunfo sobre Dorrego.
No se compadece esta explicación con lo que sabemos de la incapacidad sentimental de
Rosas, la reciedad implacable de su temperamento.
A esta circunstancia podría agregarse cierta rela ción amistosa de la familia de Paz con
la de Rosas o sus ministros1 .
Su hermana y suegra, doña Rosario Paz, casó en segundas nupcias con don Juan José
Elizalde, hermano de don Rufino de Elizalde, casado con una hermana de la esposa de don
Felipe Arana, ministro vitalicio de Rosas. Paz alude a la intervención de don Rufino de
1
Don Andrés Somellera, otro de los prófugos, ha descripto la evasión. (Rev. Nacional, Tomo II.)
1
Se conserva la respuesta a una carta de la madre de Paz a la madre de Rosas, intercediendo en favor de su
hijo. Esta le dice en 3 de junio de 1834, que su hijo está ausente, "que ha hablado co n sus min istro, quienes le
han dicho que la libertad del señor Paz depende del señor López".
71
Elizalde en su favor.
Todas estas hipótesis expresan razones coadyuvantes pero nunca decisivas, ni solas ni
unidas.
La explicación tiene que ser política en un hombre que era exclusivamente un político.
Las razones que el propio Paz ha dado son las más verosímiles. Pueden resumirse así:
Rosas no consideraba a Paz un unitario, y lo suponía desligado de quienes no le
escatimaron sus reproches2 . Esto veremos mejor en un capitulo en que estudiamos la
posición exacta de Paz en la historia de los partidos.
Rosas no podía concebir que Paz conservara solidaridad con los jefes del partido
unitario, conociendo la frialdad de estos para con él.
Rosas juzgaba a Paz según sus propios sentimientos y aun los sentimientos de sus
adversarios, no comprendiendo que la acción de Paz era extraña a razones personales, y
que luchaba por un ideal colocado más arriba de las pasiones del momento.
Como remate para sus quebrantos y poco antes que luciera la liberación, fué durante su
prisión que Paz perdió a su madre, que lo había seguido y como una sombra, en los
interminables años de cautiverio3 .
Índice de la Obra
2
Memorias, cap XXIII.
El incidente ocurrido a propósito del testamento de Paz otorgó, en vísperas de morir, pinta la intimidad de la
época. Como deseara, des ignarlo albacea fue necesario consultar a Rosas si lo consentía. Lo consintió, al fin,
pero su consentimiento fue conocido después de la muerte de la testadora.
3
72
CAPÍTULO VII
LA PRIMERA CAMPAÑA DE CORRIENTES
(1840-1842)
I
EL evadido de Buenos Aires desmintió con su acción, desde el día siguiente de haber
escapado, la versión difundida entre partidarios y enemigos de que la prisión había
quebrado su salud y embotado su inteligencia.
Está en los cincuenta años de edad, pero mostrará en los duros trabajos que afronta y
desempeña una energía y una prestancia superiores a las que exhibió en sus campañas
contra Quiroga.
Ha referido en sus Memorias su encuentro con Lavalle (julio de 1840) en la costa del
Paraná, en los días de la acción de Sauce Grande, y cómo aquél hizo lo ne cesario para
alejarlo. Lavalle pasa el río y emprende la marcha hacia Buenos Aires, que abandona luego,
para tomar el camino infortunado de Quebracho Herrado y Famaillá. Paz es requerido por
el gobernador Ferré, de Corrientes, airado en ese momento contra lo que llamó la "traición
de Lavalle", por haber trasladádose con su ejército al otro lado del Paraná.
Paz admite el pedido de Ferré y durante quince meses se dedica con una constancia
prodigiosa a preparar un ejército (agosto de 1840 - noviembre de 1841). Ferré le prestó
ayuda decidida, pero sólo el genio organizador y tenaz de Paz pudo crear de la nada, en
medio de la pobreza, del desengaño y de la privación, el ejército extraordinariamente
disciplinado y listo para la acción que triunfó en Caaguazú1 .
1
Decía el Nacional Correntino del domingo 9 de enero de 1842: “Cuando tomó el general Paz el mando de
las fuerzas de Co rrientes, éstas se hallaban reducidas a milicias, a un hacinamiento confuso de vecinos
patriotas, sin armas, sin disciplina, sin jefes y oficiales: los veteranos de Corrientes habían pasado el Paraná
(con Lavalle), y nada quedaba en Corrientes sino el patriotismo de sus hijos y la firmeza y talento del
gobernador don Pedro Ferré, varón que honraría a cualquier país, donde la suerte le hubiese hecho nacer.
Durante las marchas, y en las horas que podían robarse a la v igilancia del enemigo, el general Paz, con esa
actividad incansable que se le conoce, se ocupaba en la educación del oficial y del soldado porque no tenía ni
oficiales ni soldados, y con la mis ma plu ma con que trazaba proclamas llenas de fuego lla mando a los
habitantes a la defensa del país, escribía un tratado de guerrillas, modelo de precisión y de lenguaje militar,
que servía de texto en la academia con que instruía cada noche a sus oficiales, en los rudimentos del arte de
la guerra. Du rante el día mantenía a sus tropas en frecuentes ejercicios y repartía premios al soldado más
73
Todo debió disponer y preparar, desde encontrar los soldados, instruirlos, disciplinarlos,
vestirlos, proveerlos, hasta organizar como una vasta empresa el servicio permanente de las
necesidades múltiples, de un ejército.
Como ejemplo del proceso complicado, de la diligencia incansable y previsora, de la
economía prolija que exige la organización de una fuerza armada, en un momento de
zozobra y en un medio acobardado por una derrota anterior y con recursos limitados, no
creemos que haya otro parejo en nuestra historia.
El estudio de la preparación del ejército de Corrientes que triunfó en Caaguazú será la
lección más completa y fecunda de espíritu militar que pueda ofrecerse en nuestra escuela
de guerra1 .
Felizmente el archivo del general Paz ofrece la documentación necesaria para reconstruir
la magnifica historia.
El gobernador Ferré tiene papel central en esta pá gina, por su decisión para entregar a Paz
todo lo que humanamente pudo dar Corrientes. Ella estuvo sola en esta jornada.
Corrientes y aún Entre Ríos, un poco fuera del camino obligado de los ejércitos de la
Independencia, no se fundieron con las demás provinc ias al calor de las jornadas de las
primeras décadas de la Revolución. Ausentes del Congreso de Tucumán y del acta de la
Independencia y con un sentido fiero de autonomía, fueron los signatarios de los primeros
tratados federalistas.
Las campañas contra la tiranía tuvieron la virtud de asociarlas y mezclarlas con las demás
provincias en la solidaridad de una campaña y en la unidad de una empresa nacional. Esas
campañas nacionalizaron Entre Ríos y Corrientes. Pasadas éstas, quince años después,
todavía se hablaba de Corrientes y Entre Ríos como llamadas a constituir un nuevo estado
certero en el tiro de fusil o más diestro en el manejo de la lanza. Vivía con la subsistencia y hasta con el traje
de soldado correntino; muy pobremente vestido, en verdad.. De esta capital le enviaron una gorra y una
chaqueta de jefe y una tienda de campaña; nunca vistió las primeras porque no quería aparecer con uniforme
cuando sus tropas no lo tenían, y de la tienda de campaña mandó hacer chaquetas y pantalones para vestir a
sus oficiales de estado mayor, casi desnudos. Su tienda, el techo que defendía su cabeza de los ardientes rayos
del sol de Corrientes, no se diferenciaba del que cubría al últ imo individuo de su ejército."
1
En el Archivo de Paz se conservan copias de sus órdenes del día, de sus disposiciones prolijas sobre
abastecimiento del ejército. Ferré se debate entre la escasez de recursos, su espíritu de economía y su deseo de
complacer a Paz. Éste improvisa talleres para arreglar las armas, organiza su comisaría de guerra , para poner
orden y obtener el máximo rendimiento de los sacrificios de la Provincia Ferré participa personalmente en la
preparación del ejército. Sale a campaña cuando es necesario reducir resistencias o estimular la pasividad de
sus segundones o detener la deserción. A cada mo mento delega el Gob ierno en su hermano Manuel Antonio.
74
independiente, pero tal idea no era sino un resabio del espíritu autonómico que los ejércitos
libertadores habían hecho imposible.
En el estudio de esta época se descubren fácilmente los signos de la autonomía o
independencia de Corrientes.
En 31 de julio de 1841, por ejemplo, concluye un tratado con Paraguay sobre límites, por
intermedio de Gregorio Valdez y J. M. Arriola, que Ferré ratifica en 23 de agosto.
El presidente del Río Grande del Sud, Bentos González da Silva, en lucha con el Gobierno
de Río de Janeiro, busca alianza con Corrientes y la propone ofensiva y defensiva por
intermedio del ministro José Pinheyro do Ulloa, en noviembre de 1841, para comba tir
contra el Gobierno del Brasil y el de Buenos Aires 1 .
Aunque rehusada la proposición, ella revela el concepto de la soberanía provincial. Por
otra parte Corrientes tenía su agente diplomático permanente en Montevideo. .
Ferré habla siempre de Corrientes como mi patria, y puso en su acción el sentimiento de
un jefe de nación. Este estado de ánimo es la explicación de su conducta con relación a
Lavalle primero y a Paz después.
Paz debe operar ahora en medio de otra naturaleza que la que él ha conocido en s u
carrera militar: no son las montañas de Salta ni los altos valles de Humahua ca o las llanuras
templadas de Córdoba, sino los montes y los esteros de Corrientes, la Holanda sudamericana, como la llama de Moussy.
Tiene que improvisar los soldados mientras que en Córdoba traía soldados aguerridos en
la guerra del Brasil. Es también otro el carácter de los hombres y otra su posición personal.
Aunque jefe, como diez años atrás en Córdoba, allí era a un tiempo general y gobernador, y en Corrientes tiene que contar siempre con la voluntad del gobernador que le ha
conferido el mando del ejército.
Se ha acomodado a las nuevas exigencias, ha supe rado sus escollos y ha dado en
Caaguazú, el 28 de noviembre de 1841, la batalla más admirable, quizá, de su carrera,
según la crítica militar.
Es difícil reconstruir el momento en que se dio esa batalla y el eco que ella tuvo en todo el
país y en los países vecinos, donde se hallaban diseminados los argentinos emigrados.
1
“Después de Caaguazú el Presidente de Río Grande ofreció un contingente de 800 soldados que Ferré
rehusó. La documentación respectiva se encuentra en el Archivo de Pa z (año 1841).
75
Cumplíase un año justo del descalabro de Quebracho Herrado, al que habían seguido la
derrota en Famaillá o Monte Grande 1 , la muerte de Lavalle y el desastre en Cuyo de La
Madrid y Acha, que cerraron todo el horizonte a las esperanzas de los enemigos de Rosas.
Pero ese año 41 de tan terribles contrastes no concluía sin dar a éstos un gran desquite.
Las miradas ansiosas de los vencidos de Tucumán y Cuyo y de los expatriados otean por
todas las fronteras el proceso de la patria. En la sombra que la cubría aparece una gran luz
en el horizonte. Es el triunfo de Caaguazú. Un general dijo que estaba en la misma línea de
Ayacucho. Alberdi le escribe desde Montevideo: "Mi glorioso general: a fortuna tendría
recibir una carta en que me llamara a servir a su lado."
2
Acuña de Figueroa deja sus
epigramas y eleva el tono para dedicar un himno a Caaguazú. Rivera Indarte canta la gloria
del vencedor. Las mujeres en el fondo de los hogares desolados tejen coronas a quien va a
abrir el camino del regreso de los esposos e hijos proscriptos. Le llegan cartas furtivas,
como a un salvador, desde la ciudad misma del tirano.
Fue un momento de grandes ilusiones.
El ditirambo suena diariamente, las comparaciones son épicas y bíblicas. Un jefe dice
que Paz ha quemado sus naves como Cortés; otro jefe invoca el recuerdo de Moisés en el
desierto y dice que debe exclamarse el laudamus te, Domine; Gelly cuenta haber llorado de
alegría.
En Chile y Bolivia se hacen hábiles trabajos para provocar movimientos en las
provincias fronterizas, es decir en Cuyo y el Norte, que apoyen por esos rumbos la acción
de Corrientes. Paunero y Anselmo Rojo, desde luego, por el lado de Bolivia.
Paunero está al habla con el presidente Ballivián, en cuya familia se ha enlazado por
matrimonio. Ha sido asignado agente diplomático cerca de ese Gobierno y luego
reemplazado por Rojo.
En Chile existe una Comisión argentina encargada de los trabajos. La forman el
general Las Heras (quien ha sido designado agente diplomático), Grego rio Gómez, Tomás
1
El Monte Grande o Famaillá de Lavalle era vengado por este otro Monte Grande, pues Caaguazú es, en
guaraní, monte grande.
2
Carta original en el Archivo de Paz. La carta continúa así: "De jaría la abogacía y las ventajas de mi
posición para ir a divid ir con el ejército de su mando las nobles fatigas que le esperan. Vd. teme a la
juventud, mi noble general, quiérala Vd . mucho co mo ella lo quiere.
Algo debió existir entre Paz y los jóvenes. Paz en sus Memorias, aludiendo a los jóvenes unitarios -¿no es
éste un problema actual?- dice estas palabras acertadas: "aprecio debidamente los bellos sentimientos de que,
está dotada generalmente (la juventud), pero jamás he capitulado con la pedantería y la manía insensata de
anticiparse al tiempo y hasta a la p ropia naturaleza". (Memorias, to mo III, pág. 154.)
76
Godoy Cruz, Gabriel Ocampo, Matías Zapata, Fabián Gómez y Domingo de Oro.
Juan Pablo López, el hermano de Estanislao López, y gobernador de Santa Fe, se ha aliado
a Corrientes.
La victoria de Caaguazú ha sido aplastante. Han caído prisioneros más de cuarenta jefes
y oficiales y más de setecientos soldados. La persecución, dirigida por el general Ángel
Núñez, ha sido tenaz.
Si en aquel momento Paz pasa el Paraná y avanza sobre Buenos Aires no quedaba a
Rosas otra salvación que la fuga, afirma el general Iriarte, que no fue un adicto de Paz 1 .
Se reproduce el eclipse repentino de su triunfo, co mo el de su prisión después de
Oncativo, pero esta vez por obra de sus propios aliados.
Paz no vio en Caaguazú sino el primero aunque de cisivo paso para concluir con Rosas.
Era necesario pasar el Paraná y atacar al tirano en su propia sede.
El ejército Federal, el más poderoso hasta entonces, que mandaba Oribe, se hallaba a
centenares de leguas, en el norte, sin tiempo para correr oportunamente en auxilio de
Buenos Aires. Paz se halla en Entre Ríos, todavía acordado con Ferré.
El general Vicente Ramírez ha sido encargado por Paz para tomar Paraná. Así sucede y
el gobernador ha escapado. Paz es designado Supremo Poder Militar de Entre Ríos en
febrero de 1842 y e1 12 de marzo su Gobernador. En estos meses que siguen a Caaguazú se
ha producido la disidencia con Ferré que mutiliza la espléndida victoria. Ferré se opone
terminantemente a que el ejército de Corrientes atraviese el Paraná y todo el plan de Paz
queda frustrado.
Paz invoca las promesas que le habían sido hechas, si no fuera razón suficiente la
necesidad de atacar a Rosas decisivamente en un momento que se reputaba favorable para
concluir con la guerra. Ferré consiente que sigan a Paz algunos oficiales no correntinos
pero lo priva no sólo de sus soldados sino también de sus recursos. Ambos han explicado
en sus Memorias su actuación, aspirando a justificarse. No hay contradicción en los hechos
sino un disentimiento lógico, producto de las ideas propias de cada uno.
Ferré procede con patriotismo pero sin clarividencia. Es ante todo el gobernador de
Corrientes. Para Paz, Corrientes no era sino el medio de una acción nacional. Luchaba
entonces en Corrientes, como había luchado antes en Córdoba y luchará meses más tarde en
1
To mas Iriarte, Memo ria M ilitar (año 1845, Buenos Aires)
77
Montevideo. El espíritu provincial no comprendió el programa de la campaña emprendida,
ese espíritu provincial que desalojado de nuestra vida se ha refugiado ahora en la historia 1 .
II
Paz se considera burlado. Había confiado en que Ferré secundaría la continuación de su
empresa para cobrar el fruto de Caaguazú. ¿De qué habría servido, entonces, la larga
elaboración y el espléndido triunfo?
Los hechos dirían, después, cómo reducido a ser una victoria provincial no impedirá la
bien próxima derrota, cuando Paz ha abandonado la direcc ión de la guerra.
No hay duda ninguna de que Paz no creyó en la resistencia de Ferré a que continuara la
campaña2 .
Se ha reprochado a Paz haber aceptado el gobierno de Entre Ríos. El reproche es
injusto. No podía ser para él sino una imposición de las circunstancias y la posibilidad de
continuar la campaña. La prueba es que a los pocos días de su designación, redacta su renuncia, postergando luego su presentación para ocultar la crisis al enemigo3 .
La presencia de Rivera, atraído por la perspectiva que o frecía a su ambición la derrota de
Echagüe, que lo era también de Urquiza, fue una causa nueva y grande de retraimiento y de
frialdad. Nunca creyó Paz que pudiera confiarse en Rivera, ni por sus condiciones militares
ni por sus condiciones personales.
Sabía además que no podía considerárselo solidarizado con la causa argentina, sino en
1
Félix Frías escribe desde Chuquisaca a Paz en mayo 2 de 1842, diciéndole: "al pensar en las raras
contradicciones que acaba Vd. de soportar con heroica resignación, he pensado en las palabras que oí al he roico general Lavalle pocos días antes de su muerte. Leía las cartas en que le anunciaba sus desavenencias con
el señor Ferré y decía: "lo siento pero eso me justifica". (Archivo de Paz.)
2
Las cartas íntimas de Paz a su esposa tienen en este caso el valor de documentos históricos.
En 15 de mayo de 1842 escribe: "aparentando una gran consideración (el señor Ferré) ha querido anularme
y desairarme del modo más mezquino. Faltando a lo que me había pro metido, ha logrado detener al ejército
en su triunfante marcha y no esto todo sino para conseguirlo ha querido desmoralizarlo y esto lo ha conseguido".
En abril 14 le dice: "burlando el señor Ferré sus compromisos con el público y conmigo ha puesto una
barra entre ambos". Gain za que está en Corrientes cuenta a Paz, como una confidencia, que Manuel Antonio
Ferré, el gobernador delegado, le había dicho: "ni mi hermano ni el ejército pasan el Paraná".
3
La renuncia tiene fecha 10 de abril. La correspondencia con su esposa es una fuente segura para
conocer sus móviles. En carta del 15 de marzo le d ice: "he admitido este mando de espinas (el gobierno de
Entre Ríos), lo conservaré mientras duren las actuales circunstancias".
En abril 15: "he suspendido mi renuncia (de gobernador) para que no se crea que hay disidencias. Acepté
el gobierno co mo el sacrificio mayor en aras de la Patria".
Es interesante señalar una ley hecha dictar por Paz (17 de marzo de 1842) decretando la libertad de los ríos.
78
cuanto coincidiera con su interés partidario en el Uruguay.
El día menos pensado, en razón de ese interés, pactaría con Rosas. Consideraba además,
y esto fué siempre esencial en sus planes, que la revolución debía ser dirigida por
argentinos. No se le ocultaba, sin embargo, que Rivera podía en ese momento y para fines
determinados ser un útil auxiliar de la campaña.
Después de verse privado del ejército de Corrientes, creyó todavía posible la prosecución
de la campaña. Su actitud no fué ni de despecho ni de cólera. Fué en ese momento que se
hizo el tratado de Galarza, que mantenía los restos del ejército a las órdenes de Rivera, con
anuencia del gobernador de Santa Fe. Corrientes se adhirió luego a él.
Quería disimular su desavenencia para no fortalecer al enemigo, con la esperanza de un
cambio de situación.
La discordia entre Paz y Ferré fué considerada entre los unitarios y emigrados como un
gran desastre. Comprendieron que todo estaba perdido con el retiro de Paz. Comenzó
entonces un asiduo trabajo en el ánimo de ambos para reconciliarlos.
No comprendieron que no era ésta una cuestión personal sino una diver gencia
fundamental sobre el camino a seguir. Ferré, bajo la presión de los emigrados, ha escrito
directamente a Paz, invitándolo a olvidar el pasado.
Don Juan José Alsina ha sido un activo mediador, que se hacía ilusiones sobre el fruto de
su empeño. Paz ha contestado dignamente a la invitación pero su convicción era absoluta y
su decisión irrevocable.
Consideró que sin la unidad de comando el fracaso era inevitable y sabía que Ferré no la
concedería, por su parte, sino al precio de una previa sumisión1 .
1
La ruptura de Paz con Ferré llenó de zo zobra a los enemigos de Rosas. Se presiona a ambos para llegar a
la unión: Alberdi escribe lla mando a Paz a la conciliación, su mismo hermano Julián, agente de Corrientes en
Montevideo. Se ha obtenido de Ferré que escriba directa mente a Paz, invitándolo al o lvido de lo pasado. Pirán
interviene a nombre de Corrientes para firmar el tratado de Galarza y esto enfría aún más a Paz. La
intervención de Juan J. Alsina, hermano de Valentín, parece más eficaz. Paz contesta a todos, cambia cartas
con Ferré en ju lio y agosto. "No es verdad, dice, que se le hubiera ofrecido el mando y que Ferré lo hubiera
llamado nuevamente."
En efecto, Ferré no quería llamar a Paz, pero " si estaría muy dis puesto a recibirlo si él escribiese o viniese
a la frontera, donde correría el mis mo Ferré y le abriría los brazos". La opinión de Paz está expre sada en su
carta a Valentín Alsina (agosto 20 de 1842): " Yo me some tería al sacrificio que se me exige si el Sr. Ferré
(defiriendo a condiciones honrosas para él y para mí) diese una prueba de su buena fe y decisión de continuar
la guerra hasta destruir al tirano, con tal que los sucesos no hiciesen ineficaz todo esfuerzo por inoportuno.
Estoy como siempre dispuesto a sacrificar a la Patria todo, todo lo que no sea mi honor y mi reputación, así
es que nunca consentiré en que se diga que los sucesos de la Bajada fueron los de un mutuo acuerdo entre el
Sr. Ferré y yo. Por dar a mis compatriotas una prueba clásica de que la inesperada retirada del ejército se hizo
79
Su auditor de guerra, el doctor Ferrara, había pro puesto ya a raíz de Caaguazú instituir el
supremo poder militar que centralizara la dirección de la guerra. Derqui repitió la
proposición más tarde. Desahuciados ambos por Ferré, buscó Paz todavía nuevas fórmulas
que solucionaran la oposición entre el deseo de Ferré de conservar preponderancia en el
manejo de los negocios de la revolución -su derecho a tener el "mando material como jefe
natural de la Provincia ", según sus palabras - y de otro lado la tesis de Paz según la cual sin
comando único el desastre sería irremediable. El ejemplo de la Coalición del Norte estaba
fresco. Hacía cuatro meses que la heroica pero acé fala empresa había fallido trágicamente.
Los gobernadores de los provincias coaligadas, más dóciles que Ferré, habíanse entregado a
los jefes militares, pero bastó la doble dirección de Lavalle y La Madrid para que el final
fuera dos terribles desastres, en Cuyo y en Tucumán.
En la campaña de Corrientes se complicaba la dificultad porque además de la dirección de
Ferré, menoscabando la unidad de mando en manos de Paz, los aliados eran López,
notoriamente diminuto y Rivera, inseguro e inconstante1 .
Se comprende fácilmente el estado de ánimo y las razones de Ferré. No cabe reproche
porque procedía según su concepto del patriotismo, un patriotismo provincial. Bien
inspirado como era, sentía una voz que lo invitaba a sacrificar su posición en favor de una
gran causa nacional y a veces se inclinaba a escucharla y obedecerla, pero concluían por
arrastrarlo las voces más vecinas de sus amigos y las más seductoras de su amor propio y
de su orgullo.
no sólo sin mi consentimiento sino contra mi pronunciada opinión, es que me quede allí con todas las
probabilidades de caer en manos del enemigo."
Cuando Ferré reabrió su correspondencia con Paz en 24 de julio, Paz contestó en 5 de agosto: "no puedo
dejar de observar a Vd. que después de los sucesos de Paraná, fuí yo el primero en promover una co municación e inteligencia oficial que creí hubiera producido grandes bie nes a la causa que sostenemos y que
Vd. desechó respecto de mí del modo más decidido. Sin embargo firme en principios honorables, que jamás
he desmentido, acepto gustoso la oportunidad que Vd. me presenta de entablar correspondencia, desde que se
considera que puede ser útil a la causa a que estamos ambos dedicados".
Pocas esperanzas abrigaba Paz de que Ferré pudiera rect ificar el camino andado desde que retiró su ejército
del Paraná, pero estaba dispuesto a dar los pasos necesarios para que no naufragara el plan revolucionario.
Según Paz (Memorias, cap, XXXIII), Ferré reconoció su error en conferencias con don Juan Andrés Gelly,
hallándose proscripto en San Borja.
1
Co mo si no fuera suficiente su propia experiencia, Anselmo Rojo, desde su Sucre, en carta del 16 de
mayo do 1841, le había historiado los sucesos de la coalición del Norte, donde fué fatal la ausencia de una dirección única: "La h istoria de los errores y desaciertos en que han in currido los gobiernos y los hombres
encargados de la emp resa de las Provincias del Norte, le decía, emp ieza con el pronunciamiento de estos
mis mos gobiernos y sería molesto y amargo referirlos. Básteme decirle que estando la suerte y el triunfo de la
causa que abrazaron en sus manos nada han hecho de cuanto pudieron. Emplearon un tiempo precioso en
quiméricas pretensiones. ¡Cuánta falta ha hecho un jefe que reunie se las simpatías de las Provincias!"
80
Para Paz no había duda de que nada podía esperarse de la dirección de Rivera, que le fué
confiada en el protocolo de Paysandú por Ferré y Juan Pablo López.
Antes de dos meses de producida la separación de Paz, será aniquilado Rivera en Arroyo
Grande, por Oribe (6 de diciembre de 1842).
Era sin duda, Paz el único que podía haber llevado la campaña a buen término. Su plan
era de visión panorámica y computaba todos los factores1 . Sabía que de un momento a otro
retrocederían hacia Buenos Aires los ejércitos desde el Norte y de Pacheco desde Cuyo.
Su empeño
en lograr la adhesión
de
Juan Pablo López respondía
pensamiento de tener a Santa Fé como elemento capital
jefes
u
obligarlos
a
una diversión.
al
para detener esos
Esa alianza había sido
lo grada
en
2
vísperas de Caaguazú . Rivera podía ser útil por su enemistad con Oribe. De otro lado,
1
El plan de Paz está esbozado en carta que dirig ió a Anselmo Rojo, quien se hallaba a la sazón en Sucre
y a Paunero que encontrábase en Chile. Decía a Paunero (13 de diciemb re de 1841): " El poder de Entre Rios
y el mejor ejército de Rosas sucumbió en Caaguazú, pero Oribe viene en marcha con el suyo y Pacheco, ya
desocupado en Mendoza, hará lo mis mo. Tenemos, pues, que haberlas con el poder reunido del tirano.
Cualquie r diversión que se haga por otra parte, cualquier pequeño ataque que le llame la atención será útil, de
consiguiente convendría que ensayasen un golpe sobre Cuyo. Juzgue que en todo este mes estaré en el
Paraná. Lo pasaré inmediatamente que la circunstancias lo aconsejen y que lo permita la co mbinación de
los movimientos militares del gobierno de Santa Fe. De todos modos no se perderá tiempo, lo que debe
servirles a Vds. de reg la."
A Rojo le escribía en d iciemb re 27 de 1841: "Debe Vd . esforzarse en que el trabajo de los argentinos
residentes en ésa se dirijan a obrar una diversión por las Provincias del Norte, pues no pueden ocultarse a Vd.
las ventajas que esto traería, aunque no se lograra otra cosa que cambiar las ad min istraciones puestas por
Rosas a consecuencia del contraste de Famaillá. Esto mis mo digo al general Las Heras a quien he acreditado
(como a Vd .) cerca del Gobierno de Chile, puede hacerse por Cuyo …. Pronto creo poder dar la mano a las
fuerzas de Santa Fe y entonces presentaremos un poder que obligará a Rosas a reconcentrar sus tropas, lo que
dejará a Vds. la posibilidad de obrar con ventaja sobre las Provincias del Norte." (Papeles del general
Anselmo Ro jo, Archivo de Tucumán.)
2
Paz atribuía gran importancia a la incorporación de Santa Fe. Esto se desprende de la carta con
instrucciones que escribió a Gregorio García Castro, un tiempo su secretario, quien debía marchar a tratar con
Juan Pablo López. No sabemos si la misión se realizó. Las instrucciones son prolijas, llenas de pormenores
relativos a las personas que era necesario tratar y atraer para hacer popular la causa de Corrientes. Con
relación a Rivera le encarga decir que " la alianza con Rivera no existe de hecho, y que pronto dejará de
existir de derecho, porque no lo necesitamos además de que nos ha sido inútil. Nuestra gloria será mayor con
liberarnos solos y triunfar en una cuestión que es puramente argentina". (Archivo de Paz, leg. 2.) Un factor
importante en la negociación de la alian za de Santa Fe era la viuda de don Estan islao López. La ida de doña
Pepa Rodríguez a Buenos Aires a ver a Rosas preocupaba más que el silencio de Juan Pablo López. Así lo
dice don Manuel Leiva a Paz en carta del 25 de octubre de 1841, agregando que esa señora intervino en la
revolución contra Cullen. Se hablaba también de su casamiento con Rosas. Ferré había adoptado el plan de
Paz o co incidía en él. Consideraba que "la ocupación de Entre Ríos era la mitad de la cuestión y nada podía
temerse de Oribe, realizada la unión de Entre Ríos con Corrien tes y el Uruguay". (Véase Memorias de Ferré,
documentos, págs. 685 y 687.) Los caps. 29 y siguientes de las Memorias Póstumas comentan exten samente
este momento de sus campañas. El tratado de alianza de Co rrientes y Santa Fe fué firmado en la Villa de
Saladas en 6 de noviembre de 1841, entre Derqui por Corrientes y M. R. Ru iz Moreno por Santa Fe. Se
establece por el art. 1º una alianza ofensiva y defensiva entre Corrientes y Santa Fe. Su base, dice el tratado,
es la unión contra Rosas y su objeto la paz, la libertad y la organización de la República por el voto libre de
81
había preparado por medio de los agentes en Chile y Bolivia movimientos en Cuyo y en el
Norte que amargaran el poder del tirano por esos rumbos. ¿Puede reprochársele no haber
aceptado la unión con Ferré, López y Rivera y correr a esterilizarse en una empresa sin
perspectivas? El patriotismo mayor era el de ausentarse de la escena, sin estrépito y sin
enojo, silenciosamente1 . Hay en el fondo de este cuadro sombrío y un poco trágico, de
celos, de miopía y de imprevisión, de pasiones ardientes pero oscuras, de ambiciones
nobles con aleación bastarda, algunos gérmenes cuya maduración dura diez años
Nos referimos a las entrevistas de don Vicente Montera, a nombre de Urquiza, con don
Juan Madariaga y don Gregario Valdez, jefes del ejército de Corrientes y la
correspondencia que registra la negociación2 .
El estado de ánimo que ello revela se manifestará de nuevo en 1846, y son ambos los
orígenes lejanos del pronunciamiento de Urquiza en 1851.
Son también un antecedente que Paz no olvidará cuando vuelve en 1845 a Corrientes y
se repite la aproximación de Urquiza y Madariaga, de cuyo entendimiento se consideró
los pueblos. Por el arto 2º, Santa Fe retira a Rosas la representación exterio r.
1
Después de la Conferencia de Paysandú, que dió a Rivera mando del ejército, Paz consideró de su deber
documentar su retiro. Lo hizo por med io de una comunicación al gobernador delegado de Corrientes, Manuel
Antonio Ferré, hermano del titular, que lleva fecha 28 de octubre de 1842.
En ella rep ite las ideas que dirigieron su conducta en esa campaña: 1º, la necesidad de centralizar la
dirección de la guerra; 2º, la de con servar la revolución en manos argentinas.
El protocolo de la conferencia de Paysandú, que duró desde el 14 al 20 de octubre de 1842, muestra
claramente las razones de las disidencias de Paz con Ferré. Paz sostenía como esenciales las dos ideas expuestas. Ferré opuso la inoportunidad de unificar la acción argentina. Paz llegó a proponer que la
centralización consistiera en crear un gobierno que debía ejercer uno de los tres gobernadores a rgentinos,
concurrentes a la conferencia, con un gabinete de dos min istros que serían designados por las otras dos
provincias. Ferré temió siempre verse privado de su gobierno, que él consideraba el único efectivo, pues
reputaba a Paz y López co mo " titulados gobernadores" de Entre Ríos y Santa Fe, pero olvidaba que si Paz
era un titulado gobernador era el general efectivo. Ferré no asistió a la entrevista decisiva del 19 de octubre,
man dando para que lo represente a don Juan J. Alsina. Las actas de la co nferencia explican sin dificultad todo
el proceso. (Se hallan transcrip tas en el Apéndice de las Memorias de Ferré, pág. 883).
2
La correspondencia se encuentra copiada en el citado apéndice de las Memorias de Ferré, págs. 943 y
siguientes. Montero, previo concierto, se entrevistó con Madariaga y Valdez en 3 de abril de 1841 a o rillas del
Mocoretá, en plena preparación del ejército correntino. Montero procedía con conocimiento de Urquiza y de
Echagüe, y asistían aquéllos a la conferencia, y mantenían comunicación con Montero, con conocimiento de
Paz y Ferré. Sin embargo, la base del plan propuesto consistía en la eliminación de Paz y Ferré, la designación
de un nuevo gobernador afecto a la cansa federal y la adhesión de Corrientes al pacto del Litoral. Lo que se
pregunta el historiador en presencia de los documentos es porqué proseguían las conversaciones si no había
coincidencia en el fin primordial que se proponían los conjurados. Si Urquiza ante todo buscaba la separación
de Paz y Ferré, o el destierro honroso (con cargos en el exterior co mo ofrecían a Paz) y Madariaga y Valdez
estaban solidarizados con ellos y los informaban puntualmente de las negociaciones, quiere decir que o se
perseguía una emboscada o había una inteligencia secreta que por lo mismo no puede estar documentada. A
Ferré no inspiró confianza la actitud de los negociadores. Así le decía en carta a Paz (fecha 18 de mayo),
acompañándole unas líneas para Madariaga, reclamándole el envío de la carta de Montero,"para conservar
este documento que debe servirnos en todo tiempo".
82
víctima.
Por ahora digamos que la tentativa libertadora de Corrientes ha fallido.
Paz se retira del teatro de la guerra, prácticamente, como un vencido. Abandonado por
unos, hostilizado por otros, en medio de la deserción y la rebelión, azotado por la misma
naturaleza, seguido por una corta columna hace el camino de No goyá, cuyo relato
dramático, de sabor homérico, escribió en sus Memorias.
Vemos en esa marcha, que parece una fuga, una a legoría de la vida del protagonista,
quien fuerte en medio de la postración de los unos, el desencanto de otros y la claudicación
de algunos, salva, íntegramente, del naufragio, como un fuego sagrado, el programa de su
campaña por la libertad y la constitución de su país, que iba a predicar de nuevo 1 .
Índice de la Obra
1
En la campaña de Corrientes tuvo intervención, como auxiliar de Ferré y de Paz un personaje extranjero,
ilustre co mo naturalista, Aimé Bonpland. Desempeñó comisiones para el aprovisionamiento del ejército.
Mantuvo, larga correspondencia con aquéllos. En el Archivo de Paz se conservan cartas. Otras han sido
publicadas (Revista de la Universidad de Buenos Aires, 1905; E. T. HAM Y, Bonpland, París, 1906).
83
CAPITULO VIII
SITIO Y DEFENSA DE MONTEVIDEO

SEGUNDA CAMPAÑA DE CORRIENTES
(1842 - 1846)
I
El sitio y defensa de Montevideo, comenzados a poco de dada la batalla de Arroyo
Grande y terminados nueve años después, son páginas inseparables de nues tra historia
interna.
El ejército sitiador estaba compuesto de soldados argentinos en parte considerable y
enarbolaba la bandera argentina1 . Su jefe, el general Oribe, obedecía al Gobernador de
Buenos Aires. Venía con su ejército desde el fondo de nuestro país, desde su extremo norte,
después de haber aventado los restos del ejército de Lavalle, a quien había derrotado en
Monte Grande o Famaillá.
Repasaba Oribe el camino que había hecho hacia el interior jalonado por sus victorias y
acababa en Arroyo Grande con los únicos restos en pie de la resistencia a Rosas. Éste podía

Las partes de las Memorias de Paz relativas al sitio de Montevideo y la guerra del Brasil han
desaparecido. Se hallaban en poder de don Andrés Lamas, quien las requirió de Paz como elementos de
estudio y preparación de la historia que se proponía escribir. ¿Han desaparecido definit ivamente? No lo
creemos. Lo cierto es que la porción relativa a la guerra del Brasil existió en poder de don Carlos I. Salas,
quien transcribe pasajes y describe el manuscrito en su Bibliografía del Coronel Brandsen. En cuanto a la
relativa al sitio de Montevideo no hay noticias. En el Arch ivo de Paz se encuentra documentación que en
parte puede reemplazarla. El capitán de fragata Jacinto R. Yaben ha compulsado y publicado en parte esa
documentación inédita y escrito páginas de gran interés en la Revista Militar (1932).
En ella se encuentra el relato de la parte militar de la defensa de Montevideo.
En cuanto al proceso del sitio y sus peripecias, los Anales de la defensa de Montevideo, por Isidoro De
María (Montevideo, 1884) ofrece una relación pormenorizada. Las Memorias del general César Díaz y del
general Ventura Rodríguez, actores en el sitio, son fuente valiosa.
1
Doce mil ho mbres, dice Ventura Rodríguez en sus Memorias, todos argentinos, a excepción de 70
oficiales (pág. 23).
84
considerarse a fines de 1842 como señor del vasto campo donde durante diez años habían
peleado unitarios y federales.
Es un general argentino el jefe de la ciudad sitiada, asilo de centenares de argentinos
expatriados, algunos de los cuales tienen acceso y peso en los conse jos del Gobierno de
Montevideo 1 .
Después de nueve años, se levanta el sitio por acción de otro general argentino y este
hecho es el punto de partida de Caseros que pone fin a la tiranía de Rosas.
Es, pues, de una llana evidencia el juicio que considera el sitio de Montevideo como un
episodio integrante de nuestra historia. Lo ratifican dos batallas consumadas mientras dura
el sitio -India Muerta y Vences- que pertenecen a un tiempo a la historia de la Argentina y
del Uruguay, ganadas, una en tierra argentina, la otra en tierra uruguaya, por un general
argentino.
Los hechos dieron razón a los unitarios. Por haber defendido y preservado ese último
reducto a que los redujeron sus inmensos desastres, pudo lograrse la victoria definitiva de
Caseros, bien que no por sus manos.
No decimos todo esto para engrandecer o amenguar figuras y sucesos o por arrogancia
nacionalista, sino para no salirnos de la verdad.
Y por esto, también, decimos que la política que dió a Caseros como fruto y la jornada
militar en que cayó Rosas son acontecimientos de historia rioplatense.
Paz ha estado en Paysandú hasta fines octubre y precedido, en muy pocos días, a las
primeras noticias que llegan a Montevideo de la derrota de Rivera en Arroyo Grande y de la
marcha Oribe con su poderoso ejército a ocupar Montevideo.
La ciudad está bajo la angustia de la terrible amenaza, ya que no ignoraba nadie la
crueldad con que Oribe había caracterizado su campaña; fusilamiento y degüello de
vencidos y prisioneros.
Todos a uno han pensado que el general argentino recién llegado debía ser el defensor de
Montevideo. Los jefes uruguayos, en quienes pudo pensar el sentimiento patriótico, se
1
Había en Montevideo en el primer año deñ sitio 2.553 argentinos.
Tal es el dato del censo levantado ese año. Sobre 31.189 habitantes, solamente eran orientales 11.431. Así se
explica la participación importante que tuvieron en la defensa las legiones extranjeras y la intervención de
Garibaldi. Había 4.205 italianos. Florencio Varela d ice en su Diario que bajo el Ministerio Vazquez, fueron
puestos bajo su exclusiva dirección todos los negocios de Relaciones Exteriores (publicado en la
Autobiografía, Montevideo 1848).
85
hallaban ausentes en la campaña o con Oribe o con Rivera. Prescindiendo del sentimiento
patriótico, nadie podía igualar a Paz en capacidad probada.
El día 12 de diciembre de 1842 es solicitado Paz; en el mismo día da su contestación y el
Presidente don Joaquín Suárez, quien ejerce la presidencia en ausencia de Rivera, expide su
nombramiento como Jefe del Ejército de Reserva 1 .
No se ocultaba a Paz que su designación disgusta ría al presidente Rivera, de quien
acababa de separarse en Paysandú por disidencias profundas, en las que no entraba por
poco la incompatibilidad de ideales y caracteres.
Pero se impuso a su espíritu, como siempre, el de ber de lealtad con la revolución. Si
sucumbía., Montevideo, la dispersión de los emigrados desvanecería la esperanza única de
reanimarla.
Para Paz la defensa de Montevideo era un episodio de la cruzada contra la tiranía y del
voto de constituir el país. Como en Corrientes, dos años atrás y dos años más tarde, su
acción obedece a ese solo pensamiento.
Desde el primer momento recalca su condición de argentino: lo hace en su aceptación de
jefe del ejército, en sus proclamas, más tarde en su retiro; en toda oca sión deja constancia
que es un brigadier argentino2 .
En su disidencia con Ferré acababa de jugar papel decisivo la idea de que la "revo lución
argentina no debía salir de manos argentinas".
Es necesario precisar el sentido de esta insistencia. No lo hacía por prurito nacionalista,
por vanidad de ser argentino. Quería dejar establecido que no se mezclaba a una lucha de
facciones, a una lucha de partidos, sino que seguía sirviendo, fuera de la frontera argentina,
a una causa argentina, que no era tampoco "política", porque propugnaba la causa de la
constitución y de la libertad, en la que veía la prolongación de la guerra de la
Independencia, su acabamiento lógico, es decir, seguía fiel a los principios con que había
comenzado su carrera.
1
La invitación a hacerse cargo de la defensa decía que tenía en cuenta "los importantes servicios que el señor
General de la República Argentina don José María Paz ha prestado en todas épocas a la Banda Oriental” .
Esta consideración se repite en los demás documentos oficiales. En 184 8 Andrés Lamas, que era ministro del
Uruguay en Río, a no mbre de su Gobierno le p ide que se haga cargo nuevamente de la defensa de
Montevideo, recordando la que había hecho en 1843.
2
En todos los documentos oficiales se deja constancia de ello. Cuan do en julio de 1844 se constituye la
comisión que marchará a Corrien tes, el Gobierno del Uruguay lo designa a Paz como general. Paz reclama
que se le dé el título de general argentino. Y se le satisface.
86
Debía sufrir desabrimientos y hostilidades durante su acción en Montevideo, causados
por ese empeño en recordar que era un militar argentino, sirviendo a Montevideo como una
manera de servir a su país1 .
La desconfianza siempre y la franca animadversión, a veces, que lo rodeó durante el sitio
ha prolongado su eco en la historia. Los escritores del Uruguay, olvidando su parte
magnífica en la jornada memorable, dejan la figura del general de la defensa en una penumbra hospitalaria.
Si es verdad que al defender Paz a Montevideo pensaba en su país, no es menos cierto
que combatía por una causa que le era común con el Uruguay. Ejecutor del tratado de 1828,
que instauró la independencia de este país, como consecuencia de una guerra en la que fué
jefe principal, la aseguraba en el hecho en 1842 2 .
El papel de Paz en el sitio de Montevideo destaca dos caracteres fundamentales de su
figura: su capacidad técnica y su altura moral.
.
Debe improvisar, como el año 41 en Corrientes, pero no solamente soldados sino también
la fortificación de una ciudad marítima abierta, sin defensas naturales ---- a no ser el
promontorio del Cerro ----, tarea a que se aplicaba por primera vez y que no había visto
desempeñada sino en libros escasos, que no tendría tiempo de leer porque se esperaba al
sitiador el día menos pensado. El éxito que obtuvo es quizá el testimonio mayor de su genio
militar.
Había una circunstancia adversa para el despliegue de sus talentos tácticos y es que la
defensa de una ciudad conspira contra la disciplina severa, que era esencial en su sistema de
guerra. El contacto forzoso del soldado con la población civil compromete y roe a cada
instante la severidad del servicio, le contagia su sensibilidad exasperada por el peligro,
debilita su nervio e introduce en las filas las hablillas y los rumores en que es tan fecunda
una población amenazada.
Por un lado se mezclaba el ejército con la población civil, por otro lado se tocaba con el
1
Paz resultaba extranjero en todas partes. En Co rr ientes fué reputado tal. En Montevideo lo era realmente
pero seguía luchando por la patria inexistente, que ambicionaba crear. Su papel era el típico del precursor. En
sus Memorias, cap. XXV, habla de los inconvenientes que le causó su calidad de provinciano para dirigir la
guerra contra Rosas.
2
El olv ido de Paz acaba de ser reparado por Montevideo dando su nombre a una avenida pública.
Entre los historiadores modernos del Uruguay merece mención don Mariano Cortes Arteaga por el
reconocimiento que hace de la obra de Paz en sus documentados y minuciosos estudios (La Organización
definitiva de la Plaza de Montevideo durante la Guerra Grande, Montevideo, 1932), Entre los antiguos, el
general César Díaz.
87
campo sitiador y esto provocaba el constante espionaje. Además, en el campo sitiado
velaba otro enemigo: el desafecto por un defensor extranjero 1 .
También sobresaldrán en esta etapa de su carrera su fuerza y grandeza de ánimo. En su
desarrollo encontrará el historiador la explicación de lo que se llamó su intransigencia, su
arrogancia, su carencia "de dotes políticas", de su carácter "díscolo".
Mostremos brevemente la presencia de estos dos aspectos de Paz durante los diez y siete
meses en que organizó la defensa y sostuvo el sitio de la Nueva Troya, cuya población en
todas sus clases demostró una decisión y un ardimiento dignos del nombre épico con que
fué bautizada, a pesar de las defecciones que disminu yeron el número de los defensores,
pero acrecieron el derecho a llevar el nombre heroico 2 .
En esta Troya nueva no hay Aquiles ni Héctor, ni Patroclo ni Ayax, o se dividió cada uno
en varios. El héroe verdadero fué la ciudad misma. El único perfil de grandeza homérica es
Paz. No ha sido aún reconocido, pero lo será.
Para apreciar lo que importó como acción militar basta recordar que la ciudad desarmada
y abierta, de cuya defensa se encargó Paz en 12 de diciembre de 1842, era ya inexpugnable
sesenta días después, el 18 de febrero de 1843, cuando ha llegado al Cerrito la vanguardia
de Oribe. Paz se ausentó en julio de 1844: la ciudad soportó el asedio durante siete años
más y éste fué levantado, al fin3 .
1
Se h icieron presentaciones de protesta al Gobierno por la presencia de Paz al frente de la defensa. Llegaban
a manos de éste anónimos que lo invitaban a salir, que se han conservado en su Archivo. Repe tían el ejemp lo
que había dado Rivera.
Decía en su renuncia de 12 de febrero: « El espíritu de nacion alidad que nadie ha respetado y acatado más
que yo, se está excitando contra mi autoridad, tirándome a la cara con la calidad de argentino (con que me
honro muchísimo)..."
2
Se ha hecho familiar y quedará para siemp re el d ictado de Nueva Troya dado a Montevideo por razón del
sitio que duró nueve años como el de la antigua. El hecho tuvo gran repercusión en Europa. Ocupó a los
gobiernos y a los parlamentos. Lo comentó la prensa. (Véase Archivo Americano, que refuta muchos de
ellos.) El relato de A LEJANDRO DUMAS sobre la Nouvelle Troie y las Memo rias de Garibaldi le crearon
una boga extraordinaria, a la que contribuyó la intervención extranjera.
La p roeza de la defensa y sus peripecias novelescas excitaron la fantasía de poetas y escritores.
Mitre ha descrito "un episodio troyano", evocador, en verdad, del mo delo, la d isputa del cadáver del
coronel Neira, co mo el de Patroclo, por el alférez José María Orte, al mando de 12 negros, para que los des pojos de un defensor, como el de Troya, no fuera devorado por los perros.
3
La fortificación de Montevideo consistió fundamentalmente en la construcción de un parapeto con su
banqueta, un foso, un glacis y estacadas.
El muro, cuando estuvo terminado, tenía 1.500 pasos y comenzaba desde la Playa de la Agu ada hasta la costa
del Cementerio. Su altura era de siete pies, revestido de ladrillo. A l foso se le había dado nueve pies de boca.
Por el lado exterior del parapeto se había hecho el glacis, que no era sino un amontonamiento de tierra. La
estacada se había construido, como a 25 pasos del glacis, con duelas de pipa o barril. El espacio comprendido
entre el glacis y la estacada se había cubierto de vidrios y restos metálicos ofensivos.
88
La preparación y organización de la defensa de Montevideo muestran el contenido
psíquico y moral de los triunfos militares, de lo que vale un hombre para decidir un
desenlace y lo que valen las virtudes comunes, la diligencia, la previsión, la economía, el
ingenio industrioso, la constancia. Fué una victoria de la disciplina y del método sobre la
fuerza y el número, como en la Tablada contra Quiroga o contra Echagüe en Cagüazú1 .
El ánimo de Paz ha sido puesto a dura prueba antes de los dos meses de haberse recibido
de jefe del ejército. Sucedió lo esperado. Llegado Rivera al Pastoreo de Pereyra, a tres
leguas de Montevideo, a fines de enero, fueron a su encuentro el presidente sustituto, don
Joaquín Suárez, sus ministros y amigos. Lo primero que hizo Rivera fué desaprobar y
reprochar la designación de Paz. Regresados el mismo día a Montevideo, lealmente el
presidente Suárez hizo saber a Paz el veto de Rivera. Paz dimitió sin pérdida de mo mento.
Al día siguiente Rivera llega a Montevideo, reasume la presidencia y convoca a "los
notables". Repite la objeción de incapacidad de Paz revelada por los recientes sucesos de
Entre Ríos y Corrientes y la de ser extranjero.
Don Santiago Vázquez, don Francisco Muñoz y otros replicaron a Rivera. La conferencia
continuó al día siguiente y entonces comprendió Rivera que no se confiaba en él y que era
imperioso recurrir a Paz nuevamente. Su vanidad herida necesitaba una satisfac ción: Paz ,
no sería el Jefe del Ejército de Reserva sino el Comandante General de Armas de la
Capital.
La defensa se completaba con dos lanchas cañoneras en el fondo de la bah ía, otras dos fondeadas cerca de
la costa para mantener el contacto con el Cerro, donde estaban emplazadas unas cuantas piezas de artillería.
Son sumamente interesantes las medidas tomadas para las comunicaciones de los defensores, telégrafo y
señales (cfr. Cortes Arteaga, Transmisiones del Ejército Defensor, Montevideo, 1933),
La línea de fortificación fué artillada con cañones de todo calibre, muchos de ellos eran los que estaban
emp lazados como postes de esquina: fueron arreglados y preparados en la maestranza. La art illería fué puesta
bajo la dirección del después general Iriarte. Cortes Arteaga hace la descripción completa de las
fortificaciones y encarece la acción de muchos jefes, en especial del coronel de ingenieros don Manuel A.
Echeandía, cuya figura ha revelado.
1
El general César Díaz, uno de los oficiales de confianza de Paz, d ice en sus Memorias refiriéndose a la
época en que se preparaba la defensa: “ Nunca puedo acordarme de aquella época sin admirarme de mi
propio esfuerzo y del de mis compañeros. Me parece que si ahora intentara ejecutar nuevamente lo que
entonces hice, me sería imposible conseguirló. Nunca he tenido días de mayor fatiga aunque es verdad que
jamás me he sentido estimulado con mayor fuerza.
“Visitaba (el general) con frecuencia las fuerzas de la ciudad y de los campamentos: juzgaba por sí mismo
el progreso que hacían viéndolos trabajar y dirigiendo a los oficiales y soldados, individualmente, pre guntas
relativas a los objetos de su instrucción. Estimu laba a los jefes con palabras adecuadas para lisonjear su
orgullo e inflamar su ardor."
El general Ventura Rodríguez en sus Memorias registra observaciones semejantes (pág, 100).
89
Modificó su ministerio: entró a él don Santiago Vázquez, y el coronel Melchor Pacheco y
Obes fué el nuevo ministro en la Guerra.
No se aplacó con eso el encono de Rivera, sino que después de aceptada la renuncia de
Paz el día 2, aparecía, el día 4, un decreto ordenando su cesantía como jefe del Ejército de
reserva, siendo así que había renunciado el cargo.
Paz se sobrepuso a la reacción que debía provocar justamente el agravio de Rivera.
Pensó en sus compatriotas expatriados, escuchó sus súplicas y no olvidó por cierto la
posibilidad de seguir luchando contra la tiranía si Montevideo se mantenía en pie. El 4 de
febrero abandonaba Rivera la ciudad y quedaba su de fensa nuevamente en manos de Paz.
Paz hizo, pues, como otras veces, la aceptación callada de lo que consideraba su deber,
alzando el ánimo sobre los contrastes personales.
Para medir el contenido moral de la conducta de jefe de la defensa hay que añadir que a
las condiciones físicas de la inermidad de la ciudad, se sumaba la penuria, la inopia en que
se hallaba el Estado, no solamente sin ejército y sin armas, sino también sin dinero y sin
manera de obtenerlo.
En el mes de mayo la pobreza personal del jefe de la defensa era tal que "se hallaba sin
medios para sostener su familia, siendo que sus gastos eran no solamente moderados sino
hasta mezquinos y que él se privaba hasta de la decencia indispensable". Así escribía Paz
en carta confidencial al presidente, en vista de haber quedado sin respuesta una reclamación
de fondos para la tropa hecha días atrás al ministro de Guerra. Según Sarmiento fueron sus
amigos quienes costearon los vestidos de Paz. Su situación individual traducía la del
ejército. Paz consideró siempre como capital requisito de la disciplina, que el soldado viera
que sus jefes corrían los mismos azares que sus soldados.
Cuando La Madrid desde Valparaíso le habla de la necesidad en que se hallan los
expatriados en Chile de recursos para secundar la campaña contra Rosas, .haciendo
incursiones por el lado de Cuyo, Paz le escribe en octubre 30 del 44, desde Río Grande,
informándole que él padece de la misma falta.
" ¿ Creerá Vd., le dice, que he salido de Montevideo sin que el Gobierno me auxilie con
un solo peso? Pues nada es más cierto.".
Debe decirse que, en cambio, en 1848, hallándose en suma pobreza, el gobierno de
Montevideo dispuso enviarle ayuda pecuniaria, por intermedio del ministro Lamas, como lo
90
recordamos en el capítulo IX de este libro. Sabemos que un libramiento por 400 pesos
dado en enero del 44 no se había pagado sino en la mitad quince días después. "No hay
dinero ni para luz", decía un pedido de fondos.
Meses atrás, Paz se vió obligado a dejar constancia escrita de la situación que
representaba a diario verbalmente al Gobierno. En comunicación del 27 de marzo decía Paz
al ministro: "Toda la oficialidad se queja con una justicia que el General no puede
desconocer, y que se acrecienta con la perspectiva de la probable e indefinida prolongación
de las fatigas que la aguardan. Estos valientes soldados y oficiales, arrostran, es verdad, el
peligro y la muerte con bravura y heroísmo, pero murmuran, y unos y otros, ignorando las
amarguras que sufre el General al verles tanto tiempo impagos y en la mi seria y en
abandono sus familias, le culpan tal vez de privaciones que no está en su mano el evitar y
que deplora con dolor." 1
No era compensación para Paz, como hubiera sido para otro temperamento más
romántico, la emoción y la embriaguez de la popularidad, ya que nunca en su larga carrera
habríalas sentido más hondamente que en aquel primer tiempo del sitio, durante el cual la
población vió en él a su salvador y su héroe. El Uruguay declaró fiesta nacional el día 28 de
noviembre, aniversario de Cagüazú, en términos que eran un ho menaje personal a su
general.
Tres meses después de comenzada la defensa, Montevideo presenció una escena que
quedó grabada en el recuerdo de todos sus habitantes: la entrega de las banderas y
estandartes a las tropas. Era el 14 de febrero. Oribe se acercaba a la ciudad. La ceremonia y
1
Luego agrega: ' 'El General ha agotado ya el diccionario de las promesas. Ha emit ido repe tidas
esperanzas de una próxima paga fundado en las seguridades que algunos de los S.S. Ministros le han hecho el
honor de darle verbalmente, pero en tanto tiempo sólo ha recibido para sueldos y otros gastos, y aun eso en
fracciones, la exigua cantidad de once mil pesos (11.000) y le es sumamente doloroso que el soldado llegue a
perder la confian za que debe siemp re inspirarle la palabra del general: co mo lo es el ver a estos valientes
beneméritos volver de la pelea, en que acaban de exponer sus vidas por este pueblo, para ir a recorrer sus
calles en el rol humillante y desmoralizador del pordiosero."
Concluye refiriéndose a su situación:
"El que suscribe, ha consagrado sus servicios, sus vigilias, su escasa capacidad, su existencia toda entera al
desempeño del elevado y penoso cargo con que el Gob ierno le honró, y juzga haberle llenado, hasta aquí sin
fatigarlo con exigencias exorbitantes. Mas no puede ya prescindir de exig ir al menos lo estrictamente
necesario. Lo hace, porque es de su deber; porque cree que quizá va en ello el triunfo de la causa; porque si
puede hacer a ésta el sacrificio de su existencia, no puede hacerle el de su crédito, porque le abruman ya los
ecos de la queja fundada y perma nente que en todas estas filas se levantan, y porque al contraer este grave
compro miso lo hizo en virtud de las mu ltip licadas y respetables seguridades que a este respecto le dió la
autoridad."
91
el desfile subsiguiente se realizaron a lo largo de la calle 18 de Julio, con Paz a la cabeza de
la línea.
El incansable y ardidoso ministro Pacheco y Obes empeñóse en darle gran estilo y
pompa. Es lo que correspondía a su temperamento y lo que convenía pa ra avivar el
entusiasmo de la población que iba a ser tan duramente probada. Paz pronunció una arenga
breve y cálida. Pacheco y Obes dióle las gracias en nombre de la República 1 .
Durante los diez y siete meses en que Paz fué el jefe de la defensa ocurrieron numerosos
lances bélicos, guerrillas de descubierta, escaramuzas, pero se contaron incidentes de más
importancia, como la conspiración de Alderete, que fué una tentativa de sorpresa y toma de
la ciudad - no llegó, pues, a ser el caballo de la Nueva Troya - y el plan, frustrado no
obstante la consumada habilidad de concepción, en virtud del cual debió coparse al ejército
de Oribe. Paz pidió el procesamiento del jefe a cuya desobediencia se debió el fracaso, y
según algunos, la negativa del Gobierno fué una de las causas de su renuncia.
En febrero de 1844 Paz presentó su renuncia de jefe. Desistió de ella pero fué reiterada
1
Melchor Pacheco y Obes es una figura orig inal de la vida rio platense en la época tormentosa de las guerras
internas. Era el t ipo de la familia ro mántica. Su v ida está llena de extrañas aventuras: de prisiones, de
destierros, de conflictos teatrales, de hazañas diplomát icas. Estuvo dos veces en Francia para impedir la
aprobación del tratado Leprédour-Arana e inclinar la opinión extran jera en favor de Montevideo. Ganó la
adhesión de Luis Napoleón y sus min istros, frecuentó a Tocqueville, a Th iers, Berger, la Roche Jacquelin. Vió
triunfar su causa en el Parlamento. Fué amigo de Du mas, y a su sugestión, probablemente, se deba la Nouvelle
Troie. Se mezcló a la vida parisiense. Tuvo incidentes ruidosos con eco en la prensa. Retó a duelo a Emilio de
Girard in, acusó ante la Corte de Asises del Sena al Journal des Débats y a la Revue des Deux Mondes, por
difamación. Y halló satisfacción. Hizo ante el ju rado personalmente su defensa. Fué guerrero, hizo versos,
como era de rigor y arengas a lo Mirabeau. Tamb ién, como es de rigor, murió joven, a los 46 años: con estos
temperamentos apasionados se demuestra cómo la vida es una combustión, que por lo mis mo acaba más
pronto con las substancias inflamables.
Para comp letar la orig inalidad de esta figura que espera su roman ce, digamos que se lo hace descender, por
lo Obes de la familia de Hobbes.
Para algunos, Pacheco y Obes fué el Héctor de la Nueva Troya. Pero parece la asimilación una exigencia de
la rima, pues su figura es más byroniana que homérica. Su actividad y andar incansables fueron de gran valor
en la organización de la defensa: en el archivo de Paz se conservan a centenares los billetes, los mensajes
nerviosos, sin fecha, a láp iz, con que contesta un pedido, anuncia una medida o transmite una noticia.
Digamos en su honor que él mismo se encargó de invalidar las exa geraciones, pues que en la tumba de Paz
dijo: "sin el general Paz la resistencia de Montevideo era imposible". Este rasgo verifica la generosidad
romántica de su temperamento. En carta del 9 de enero de 1853 le había d icho: "Ud. y sólo Ud. salvó a
Montevideo."
La más extraord inaria fantasía de su romanticismo fué la de traer legiones extranjeras para defender
Montevideo. Contrató un considerable empréstito en Río con Evangelista da Souza para ese fin. En el archivo
de Paz se encuentran los papeles relativos a esta empresa.
R. Montero Bustamante ha escrito con emoción y amor una semblan za de Pacheco y Obes (Ensayos,
Montevideo, 1928), y don L. M. TORTEROLO ofrece en su biografía (Montevideo, 1920) los detalles de esta
vida.
92
cuatro meses después y se embarcó, aceptada esta vez, a Río de Janeiro, el 3 de julio1 .
¿ Qué motivos determinaron su retiro?
Sin duda agitaba a Paz como propósito único de llevar la revolución al teatro propio de la
tiranía, para darle carácter netamente argentino. Desde Corrientes le llegaban incitaciones,
después que los Madariaga habían recuperado la Provincia con un audaz golpe de mano,
que le ofrecían la oportunidad deseada. Consideraba por otra parte que Montevideo
quedaba asegurado como un centro de protección para la acción en Corrientes 2 .
Movíalo, además, a separarse la lucha de influencias en que se debatían los círculos de la
política interior del Uruguay y de los propios emigrados, divididos en bandos.
A esas facciones se refiere Paz en varios momentos de sus Memorias, sobre todo cuando
recuerda los obstáculos que pusieron a su acción en la segunda campa ña de Corrientes y
cuyos hilos partían desde Montevideo. La facción que reputaba perturbadora, en primer
término, era la de los unitarios compañeros de Rivadavia. Todos mantuvieron silencio
durante el peligro grave del sitio, pero asegurada la plaza, aquietados los temores,
reaparecieron las intrigas y las ambiciones de predominio y la pretensión de que en su
carácter de militar debía someterse a las sabias direcciones de sus jefes, togados y
1
En 28 de junio le fué aceptada la nueva renuncia de jefe de la defensa: "He hecho en los diez y siete
meses en que he prestado mis servicios, decía Paz en la renuncia, cuanto ha estado en mi capacidad, para
corresponder a la in mensa confianza. La defensa de la Capital está hecha y las circunstancias afligentes que
aconsejaron mi llama miento al mando han pasado."
Había en el decreto de aceptación el reconocimiento de la parte que le ha cabido "en la salvación de la
República".
Es curiosa la desaprobación que hizo Rivera al presidente Suárez por la aceptación de la renuncia de Paz y
su reemplazo por Pacheco y Obes.. Una extensa contestación de Suárez a Rivera de 29 de octubre de 1844
muestra bien la trama íntima de los sucesos. Rivera reprobaba la aceptación de la renuncia de Paz, no por
aprecio a éste sino porque así se secundaba su marcha a Corrientes, que era asunto importante en su sueño de
predomin io en las provincias litorales. Suárez apura toda la argumentación a su alcance para explicar su
actitud.
Respecto de la renuncia de Paz dice que se debía o "a que no podía soportar al ministro Pacheco y Obes o
porque creyó que esto se perdía, o en fin que en Corrientes se le presentaba mayor teatro "'.
Añade refiriéndose a Paz: "tendrá muy buenas cualidades, pero en época tan crítica sus genialidades, sus
exigencias y los continuos amagos del enemigo aumentaban las inquietudes y dificultades" (I. de María,
Anales de la Defensa de Montevideo, tomo II, pág. 154).
2
Escribía a La Madrid desde Rio. Grande, en octubre del 44: " mi separación en nada ha influido para que la
Plaza deje de defenderse con brío y constancia y espero que lo mismo sucederá :todo el tiempo que es
necesario para que se desenvuelvan todos nuestros medios, muy prin cipalmente el que nos presenta el
patriotismo, de la Provincia de Corrientes, a donde me dirijo..."
Estos, conceptos fueron repetidos en su correspondencia con Madariaga y sus proclamas
en
Corrientes.(Cfr, MA NTILLA, C r6nica histórica de Corrientes, tomo III pág: 12.) No fue sino mas tarde que
ocurrió la desorganización que puso a la ciudad en peligro de caer. (PAZ, Memorias, cap. XXVIII.)
93
periodistas argentinos en Montevideo 1
Así ocurrió en Córdoba en 1830, y se repitió el fenómeno en 1845 en Corrientes.
Paz, descansaba sólo en la confianza de los jefes militares de carrera. Entre sus oficiales
de Montevideo comenzó a distinguirse durante el sitio el mayor artillero Bartolomé Mitre,
quien tuvo para doctrinarse, el ejemplo de Paz. No pasaron muchos años sin que ese joven
oficial, destinado a ser el hombre más grande de su época, buscase la colaboración del viejo
general y pronunciase sobre su tumba e1 más noble elogio de su virtud.
No debieron ser extraños a la determinación de Paz de abandonar Montevideo, los planes
políticos de algunos emigrados. Eran los que habían promovido la in tervención
anglofrancesa y pensaron en algún momento en constituir un nuevo estado independiente
con Entre Ríos y Corrientes, cuya proclamación reconocerían Francia, Inglaterra y Brasil.
Paz fue un adversario declarado de tal idea. Don Florencio Varela, el más genuino
representante de los emigrados amigos del plan, había partido para Ingla terra en agosto de
1843, enviado por e1 Gobierno del Uruguay, como agente confidencial ante lord Aberdeen,
que manejaba las relaciones exteriores inglesas 2
Paz, que consideraba condición esencial de toda negociación la garantía "de la integridad
territorial de la Republica" pudo pensar que renovando la gue rra desde Corrientes frustraba
el proyecto separatista.
Esa idea de -constituir con Entre Ríos y Corrientes una nueva nación - ya sea por si solos
o unidos al Uruguay, al Paraguay y en cierto momento a Río Grande del Sud - fué un tema
que ocupó durante muchos años la política argentina.
Fué apoyada, si no sugerida por los hombres del Uruguay, orientó muchas veces la
política del Brasil y el Paraguay vió en ella una posibilidad favorable para sus intereses,
sobre todo para la libre navegación de los ríos. Para los argentinos que alguna vez la
miraron con simpatía era un simple ardid, un recurso so plado por la desesperación de la
1
Cartas de Andrés M. Villegas clasifican así las facciones unitarias de Montevideo: "la de los aristócratas
de la revoluci6n, co mpuesta de los mas antiguos, la de los j6venes de ideas humanitarias ,y de progreso, que
recuerdan con rabioso escozor que Ud. los confundiera con la masa poniéndoles un fusil al ho mbro en las
trincheras". Ambas pretendían que fuera Paz "instrumento inanimado, de sus dictámenes" (carta Archivo de
Paz, Correspondencia. Legajo 8).
2
No tratamos en este estudio el vasto asunto de las concomitancias de los unitarios con las naciones
extranjeras que merece uno especial. Paz está en contra de toda concordancia con el extran jero que des nacionalizara la guerra. En sus Memorias ha dicho todo lo necesario. (Cap.XXXIX.).
Cfr. VA RELA, Autobiografía; SALDIAS, Evolución Republicana, cap. 18 y apéndice; Historia de la
Confederación Argentina, tomos X y XII.
94
lucha contra Rosas.
Para los hombres como Paz creaba esa idea un conflicto en el que debía triunfar lo
esencial sobre lo circunstancial, pero que hacía más aguda la tremenda responsabilidad de
jefe militar de la lucha. Comprometido en un duelo a muerte con la tiranía, sin ejército, sin
recursos, enfrente de un enemigo rico en soldados y dinero, debía renunciar a los medios
que otro espíritu menos fuerte no hubiera vacilado en emplear.
Emplazando el centro de la guerra en Corrientes ma taba en el huevo el engendro
secesionista.
III
La segunda campaña de Paz en Corrientes es el episodio más breve de su carrera (enero
de 1845-abril de 1846). Le están dedicados, sin embargo, los últimos cinco capítulos de sus
Memorias. Son páginas de un fervor extraordinario, inclementes, cáusticas. Es un testimonio, el más vivo, quizá, de lo que significó como erup ción de pasiones, como confusión en
la escena, la lucha contra la tiranía y el choque de las facciones políticas.
Está lleno de las palabras entrecortadas y fatídicas que dicen las brujas en los intervalos de
algunos dramas de Shakespeare.
Por la trama de los sucesos, la segunda campaña de Corrientes es la prolongación de la
acción de Paz en el sitio de Montevideo. Asegurado el mantenimiento de ésta, como una
ciudadela, permitía reanudar en tierra argentina la guerra contra Rosas y atacarlo directamente.
Los Madariaga (don Joaquín y don Juan ) gobiernan Corrientes. Han reconquistado la
Provincia, perdida en Arroyo Grande, merced a una invasión rápida y feliz (31 de marzo de
1843). Don Joaquín ha sido designado gobernador efectivo.
Llamado por su nuevo gobierno, Paz está dispuesto a marchar a Corrientes. Salió de
Montevideo con ese pensamiento y lo realiza, emprendiendo su viaje desde Río de Janeiro.
Las sugestiones que despierta la Nueva Troya hacen pensar en Paz como en un Ulises,
por sus peregrinaciones accidentadas en tierras desconocidas y sus penurias, aunque no por
sus astucias. Es necesario desorientar al general Tomás Guido, ministro de Rosas en Río,
activo vigilante de los movimientos de los emigrados, que reclama en todo momento a la
Corte medidas de precaución contra el conspirador. Atraviesa el Brasil de incógnito o
95
fugitivo, detenido a cada paso por las autoridades, ingeniándose para escapar, ingeniándose
para vivir, acechado por las emboscadas, mientras su jo ven esposa y sus hijos vagan en el
destierro, amparados por la sombra tutelar de su hermana Rosario 1 .
De nada le ha servido su credencial de ministro diplomá tico del Uruguay con que se
creyó asegurarle, al menos, un salvoconducto. Han precedido su viaje las precauciones a
que lo obligaba su experiencia de la primera campaña. Consideró que la pérdida del fruto
de la victoria de Caaguazú, era consecuencia de que su mando emanaba del gobernador,
quien podía cancelarlo en cualquier momento, como ocurrió. Ahora reclamaba que su
autoridad procediera de un poder que se hallara por encima de él y ese poder era el
Congreso de Corrientes2 .
Su paso por el territorio correntino hasta su capital fué un paseo triunfal, que remató en la
fiesta solemne de su juramento, aclamado por el pueblo, como un triunfador.
La fórmula de su juramento como Director de la Guerra expresa el programa de su
campaña: "juro por Dios y los Santos Evangelios promover y adoptar todos los medios que
estén a mi alcance para derrocar la tiranía que hoy oprime a la República, sostener la
integridad del territorio y propender a su organización”.. Era la reiteración del programa
a que se mantuvo fiel desde que se incorporó a las luchas civiles y que sostendrá hasta su
muerte. La ley que Paz reclamaba como condición para encabezar la nueva campaña fué
dada en 13 de enero de 1845 y el día 20 prestaba el juramento.
Por falta de malicia, por ardor patriótico, por exceso de confianza en sí mismo, Paz creyó
que la sanción de una ley bastaba para hacer imposible la repetición de lo ocurrido en 1842
con Ferré: que el espíritu localista, los celos de los gobernadores frustrara su esfuerzo.
El contenido de la segunda campaña de Corrientes es corto: preparación de su plan,
campaña de don Juan Pablo López en Santa Fe, la alianza con el Paraguay (noviembre de
1845), la invasión de Urquiza en Corrientes, la derrota de la vanguardia de Paz en Laguna
Limpia (febrero de 1846), la retirada de Urquiza, la ruptura definitiva de Paz con
Madariaga, la destitución de aquél por éste y el abandono de Corrientes por el Director de
1
Paz refiere el itinerario y sus peripecias: de Río a Santa Catalina, luego a Río Grande, San Fran cisco de
Paola, Porto Alegre, Santa Ama ro, Río Pardo, Santa María, Itaquí y de aquí al Paso de los Libres. Fue en esa
travesía cuando tuvo la referencia precisa de que era esperado para ser asesinado.
2
Así quedó establecido. Paz hace el relato detenido de las negociaciones. Cfr. Mantilla, Crónica de
Corrientes, tomo II; H. F. Gó mez, Vida del Dr. Juan Pujol, cap. V.
96
Guerra..
El plan que concibió Paz para defender Corrientes es el más calculado de cuantos urdió.
Consistió en la elección y estudio prolijos del terreno adonde atraería a Urquiza con su
ejército y donde, eventualmente, podía guarecerse la población que emigrara como consecuencia de la invasión. El lugar elegido era el espacio comprendido entre el Paraná, la
laguna Iberá, cerrado por la Tranquera de Loreto, que se proponía for tificar, haciendo el
terreno que quedaba a su espalda más inexpugnable que Montevideo, cuya defensa aca baba
de hacer y cuyo recuerdo le sugirió, sin duda, el plan 1 .
Como un primer paso para sacar la guerra fuera de Corrientes, Paz preparó la expedición
que don Juan Pablo López debía llevar a Santa Fe. Comenzada con éxito feliz, fué destruida
totalmente en la acción de Mal Abrigo, que provocó el procesamiento de López, ante un
Consejo de Guerra, que si no lo condenó a la pena pedida por el fiscal, que era la capital, lo
separó del ejército y lo inhabilitó para el servicio militar. Daba Paz con ese paso la muestra
más acabada de su espíritu de organización y de justicia 2 .
En virtud del tratado de noviembre de 1845, el Paraguay se incorpora a la acción de
Corrientes, como un aliado decidido. Envió su contingente, al mando del hijo del presidente
Carlos Antonio López, un joven de diez y ocho años, Francisco Solano. El ejército se llamó
desde entonces Ejército Aliado Pacificador. La presencia de las tropas paraguayas fué una
complicación para la campaña y una. causa de quebrantamiento de la disciplina, pues que,
como ejército extranjero, vigilaba celosamente su independencia y se ha llaba sometido a
sus propios jefes 3 . Desde el primer contacto de Paz con los gobernantes militares de
Corrientes, aparecieron las diferencias y resentimientos, como consecuencia de la doble
1
Forman una lección espléndida de táctica los informes encomendados por Paz y los planos y croquis
realizados por el ingeniero húngaro Francisco Wirner de Morgenstein, que se conservan en el archivo de Paz,
detallados y prolijos.
2
Para que podamos juzgar su obra se conserva en su archivo el volu minoso proceso con todas sus piezas. Es
extraordinario el hecho: un proceso a un general, en el que no se mueve otra pasión que la de la justicia, y el
propósito civilizador de establecer su responsabilidad.
3
Terminada la campaña, Madariaga publicó cartas de Paz que contenían apreciaciones despectivas para el
ejército paraguayo. Paz se creyó obligado a dar exp licaciones (30 de abril de 1846).
"Si es verdad, decía, que el ejército de López no era n i podía ser sino masas informes, el 4 de Febrero en
Ibahay contribuyó más que nada a imponer al enemigo y obligarlo a retroceder con la misma vio lencia con
que invadió..." "En los pocos días en que he podido contraerme, en el campamento de Villanueva a su
instrucción y disciplina, ha hecho progresos que me inspiraban las más fundadas y lisonjeras esperanzas, de
que en muy pocos días más abriría la campaña contra las fuerzas del dictador de Buenos Aires con los
mejores soldados de Sud América; son tales las calidades que reúne el soldado paraguayo que seguramente
será el primer soldado de la América del Sud si se le organiza, instruye y disciplina como corresponde...
(Memorias en el archivo de Paz.)
97
jefatura a que se hallaba sometida la provincia, la del gobernador y la del Director de la
Guerra. Paz vió en ellas un eco de las facciones argentinas de Montevideo. Es necesario
precisar el sentido de esta insistencia. No lo hacía por prurito nacionalis ta, por vanidad de
ser argentino. Quería dejar establecido que no se mezclaba a una lucha de facciones, a una
lucha de partidos, sino que seguía sirviendo, fuera de la frontera argentina, a una causa
argentina, que no era tampoco "política", porque propugnaba la causa de la constitución y
de la libertad, en la que veía la prolongación de la guerra de la Independencia, su
acabamiento lógico, es decir, seguía fiel a los principios con que había co menzado su
carrera.
Este distanciamiento de Paz y Madariaga, alimentado por miles de incidentes, entre los
que se cuenta alguno de carácter social, tuvo su crisis después de la captura de don Juan
Madariaga, jefe de la vanguardia de Paz, en la acción de Laguna Limpia, por las tropas de
Urquiza, en 4 de febrero de 1846. En efecto, el prisionero fué tratado con gran
consideración por Urquiza y Garzón y se le hizo entender, de inmediato, que no guerrea ban
contra Corrientes sino contra Paz, que eliminado este obstáculo, y adherida la provincia al
tratado de 4 de enero de 1831, la lucha cesaría y Madariaga quedaría en el gobierno.
Se renovaba el episodio de 1841, cuando el mismo Madariaga y don Gregorio Valdez se
correspondieron con don Vicente Montero, agente de Urquiza, para ne gociar una solución
semejante a la que ahora se proponía.
Paz fué informado de los pasos del prisionero, pero no creyó que se le dijera toda la
verdad. A esa actitud lo inclinaban las sospechas que abrigaba ya y que más .tarde
aparecían confirmadas por el Tratado de Alcaraz, que suscribiero n Madariaga y Urquiza.
El ejército de Urquiza continuó su marcha de invasión en Corrientes, después del triunfo
en Laguna Limpia y llegó a enfrentarse con el de Paz en Ibahay. Éste se preparó para el
encuentro.
Creyó inminente la batalla, durante dos días, después de los cuales con sorpresa de Paz,
Urquiza emprendió una rapidísima retirada, salvando con pequeñas pérdidas, su ejército,
pues la persecución dispuesta por Paz no tuvo eficacia 1
1
En cuanto al encuentro de los ejércitos en Ibahay, Paz escribe a su esposa en 13 de febrero: "esperé ayer al
enemigo que desde luego quiso embestirme, pero a d istancia de unas cuantas cuadras hizo alt o y retrocedió,
quedando a nuestra vista y guerrilleando nuestra avanzada. Ha permanecido dos días, pero anoche ha
levantado su campo. - P. S. El enemigo va en plena retirada y será perdido del todo y sin remedio si obramos
98
La crisis política, que era la realidad verdadera del proceso, marchaba a su desenlace.
Si en 1842 consideró la actitud de Ferré como un fa tal error, ahora reputaba la de
Madariaga como una traición. Consideraba que a sus espaldas había una inteligencia
secreta entre el gobernador y Urquiza.
En el Congreso de Corrientes se prolongaba, agravado por razones internas, el
distanciamiento entre Paz y Madariaga. Fundado en que el período legal del gobierno de
éste había fenecido, la mayoría de la representación se proponía eliminarlo del gobierno.
Para sostener sus resoluciones el Congreso requirió el apoyo del Director de la Guerra,
que lo había nombrado. Paz creyó de su deber enviar una columna al mando del general
provincial Abalos para sostener al Congreso.
Esta columna se dispersó, ante la amenaza del go bernador, quien para cortar por lo sano
el conflicto, disolvió al Congreso y suspendió en el mando a Paz, actuando en el cargo su
sustituto J. Baltasar Acosta 1 .
El ejército había dejado de ser tal con tan activo fermento de indisciplina --- se dispersó
sin mucho esfuerzo --- y Paz, corrido, abandonado, huyendo de la tentación en que habría
caído otro hombre que no fuera él, de mezclarse a la lucha interna de Corrientes, se internó
en el Paraguay en abril de 1846, "escopeteado por una partida", casi solo, acompa ñado por
como se debe y si encuentro la debida cooperación. Dios lo quiera". En cuanto a la transacción con Urquiza
le escribe el 19 de marzo de 1846: "emp ieza a circu lar muy sordamente que Urquiza está dispuesto a
entenderse con el gobernador, pero que yo seré un obstáculo. He asegurado en público que yo no seré
obstáculo de ninguna clase y que si Urquiza se declara contra Rosas, dejará de ser mi enemigo y hasta le
cederé el puesto que ocupo. (Ms. en el arch ivo de Paz. Archivo Nacional.)
1
En marzo 23 de 1846, Madariaga escribió a Paz una larga carta en la que hacía mérito de los trabajos de
desquiciamiento que se sentían y que buscaban ampararse invocando el nombre del Director de la Guerra
(aludiendo a los círculos personales de Paz), imputación que no se le hacía por primera vez. Paz conte stó a los
seis días desde su campamento de Villanueva, diciendo que ha sido siempre su empeño en alejarse de círcu los
y facciones; "si yo no he dejado amigos al dejar mandos que se me confiaron ni los dejaría ahora es porque
en esas veces como ahora no los he buscado para mi sino para la patria".
Ambas cartas, que se hallan en el Archivo de Paz, están transcriptas en Mantilla, Crónica de Corrientes,
tomo II, pág. 169.
En esos mis mos días de marzo, Paz se comunicaba con el después coronel Ramón Cáceres, exponiéndole
su convicción que nada podía esperarse de la decisión del gobernador, paralizado por la prisión de su hermano
en manos de Urquiza.
Co mo prueba le recordaba su falta de cooperación para perseguido cuando su retirada de lbahay. (Ms. en el
archivo de Paz. Arch ivo Na cional. )
En cuanto a estos sucesos, don Ángel Navarro, amigo de Paz, publicó más tarde en Montevideo un libelo
llamado El general Paz y los hombres que lo han calumniado.
En los legajos de documentos administrativos de Paz se conservan los comprobantes prolijos de la última
campaña de Corrientes, firmados por e] co misario del ejército y sus jefes, cada uno de los relativos a su de partamento, con los que podría hacerse hoy la rendición de cuentas a la contaduría de Corrientes. En el
apéndice publicamos el recibo que en Asunción se le otorgó por el dinero en efectivo de la caja.
99
el fiel Hornos. Después de diez meses de permanencia, se puso en camino de Río de
Janeiro, cerrando el período más desgraciado de su carrera 1 .
Índice de la Obra
1
En Asunción, Paz conoció a Artigas (Memorias, nota en cap. XI). Don Juan Zorrilla De San Martín
recoge la tradición oral en su grandilocuente Epopeya de Artigas, de que Paz como Rosas buscaron la
cooperación del viejo caudillo. Es de todo punto inverosímil. Rosas no lo necesitaba y Paz era la antítesis de
su temperamento y de sus métodos.
La página que finge el encuentro y su diálogo es bella pero el hecho es imag inado. (Ob. cit., to mo II, p. 630.)
100
101
CAPÍTULO IX
LOS AÑOS DE RIO DE JANEIRO
(1848-1851)
Después de diez meses de permanencia en el Paraguay, en enero de 1847, vuelve al
Brasil.1 No eran muchas las opciones posibles y en cualquier parte donde fuera, sabe que le
ha de ser necesario trabajar para ganarse el sustento. En abril de 1847 ha llegado a Río
Grande con su familia. Es allí donde conviene con su coprovinciano Braulio de la Torre una
sociedad para negociar con cueros y frutos del país. Sin que el intento alcance a dar ningún
resultado, al poco tiempo, de la Torre muere en Río, durante una corta estada, en brazos de
Paz.
Es en Río, en efecto, donde éste vive ahora. Habría deseado permanecer en Río Grande o
Santa Catalina, donde estaba reunido el mayor número de compatriotas, pero, a pedido del
Ministro Guido, el Gobierno lo obligó a domiciliarse en Río.
Allí establece, en los alrededores, una pequeña granja: vende huevos, gallinas, la leche de
siete vacas y comestibles.2
Así pasaban los días del héroe de tantas batallas, cuando poco tiempo más tarde, su sino
adverso lo va a probar con un inmenso infortunio: en junio de 1848 muere su joven esposa,
al dar a luz su hijo Rafael. Tenía treinta y cuatro años. "Agotado mi sufrimiento, dice a de
Oro, es con pesar que soporto la existencia." Esta amargura lo asaltaba en la hora más
melancólica, la hora del destierro, de la mayor pobreza, de las esperanzas fallidas. Entre
esas sombras, para hacerlas más profundas, se apagaba el idilio comenzado en la prisión
1
Este período carece de fuentes. Son escasos los papeles del Archivo de Paz que puedan ilustramos
Se conservan los pequeños cuadernos prolijos en que Paz anotaba las existencias de su corral de aves y las
ventas.
2
102
hacía catorce años.
Traíanle constantemente el recuerdo de las luchas las cartas de sus antiguos jefes y de sus
amigos proscriptos, y venía a hablarle del porvenir don Andrés Lamas, el ministro del
Uruguay en Río.
Los días domingos, según Sarmiento, solía verse un lujoso carruaje con lacayos, que
ostentaba el escudo del Uruguay, frente a una casa, en la rúa San Cle mente, como a una
legua de la ciudad, cerca del Jardín Botánico. Eran Lamas y Melchor Pacheco y Obes
quienes reuníanse con argentinos expatriados alrede dor de Paz para cambiar impresiones,
comunicarse noticias, alentar ilusiones, definir planes.
Lamas, además, está empeñado en escribir la historia del Río de la Plata. Quiere escuchar
sus relatos, aprovechar sus recuerdos y lo insta a escribir sus memorias.
Un buen día de 1848 el ministro Lamas le hace sa ber que el Gobierno del Uruguay lo
llama para que se encargue nuevamente de la defensa de Montevideo.
También le notifica oficialmente que su Gobierno le recomienda auxiliarlo y poner a su
disposición una suma de dinero. 1
Paz rehusó en absoluto concurrir al llamado, no obstante los términos honrosos con que
era formulado y el recuerdo agradecido de sus servicios. Invocó para negarse diversas
razones, entre ellas la de su mala salud y la de su pena reciente.
Pero no eran éstas todas ni las más importantes, ni tampoco la cruel experiencia de la
intriga de las facciones unitarias, que tanto habían mortificado su ánimo.
Era una razón nueva: Paz había comprendido, después de su última campaña de
Corrientes, que los proscriptos, los unitarios, habían agotado sus posibilidades de vencer a
Rosas y estaba terminada su dramática carrera de cruzado contra la tiranía. Así le decía la
meditación sobre sus campañas, aclarada por la última de Corrientes. No podía reprocharse
ni tibieza ni pereza.
Es claro que sus principios de conducta le cerraban algunos caminos: su convicción sobre
1
En 3 de febrero de 1848, Lamas comunica a Paz que el Gobierno del Uruguay " recordando con el
aprecio que merece los servicios que el general José María Paz ha prestado a la independencia del Estado y,
en especial, lo que hizo en el mando en Jefe del Ejército que ha sostenido desde 1843 la g loriosa defensa de la
Capital", ha ordenado a su Ministro en Río que lo trate" con la mayor d istinción y lo ampare en todo lo que
permite su posición diplomática y sus relaciones individuales". En diciemb re lo llama para que se haga cargo
de la defensa nuevamente. En diciemb re 6 de 1850 todavía Lamas dice a Paz que lo esperan en Montevideo.
El Gob ierno del Uruguay en noviemb re de 1850 mandó 1.000 patacones a Lamas para Paz. No hay la
respuesta de Paz.
103
algunas condiciones que reputaba indispensables para vencer le impedía perderse en estériles andanzas.
No aceptaba tampoco triunfar sino bajo una bandera argentina.
Se encontraba diverso de los hombres de cuyo lado luchaba, repudiaba sus medios.
Tomaba, a veces, forma aguda, la idea de que había nacido fuera de época por esa
disconformidad, a veces total, con sus contemporáneos. Venía enfriamiento a su ardor
pensando lo que podía ser su país, si triunfando, el tirano fuera reemplazado en el gobierno
por algunos proscriptos.
Fué conducido así a esperar la destrucción de Rosas por obra de sus propios hombres.
Sabía que la adhesión de Benavides y de otros gobernadores por Ro sas era fruto del temor.
Y en cuanto a Urquiza sabía bastante, desde 1841, de las diversas tentativas realiza das por
el caudillo entrerriano para atraer a Corrientes, notoriamente unitaria. Tal conducta
demostraba principios contrarios al primer mandamiento del decálogo de Rosas que era la
intransigencia y persecución implacable, el odio y exterminio del enemigo.
El mismo Paz había realizado alguna vez un movimiento de acercamiento con Urquiza y
declarado que si "el general Urquiza se pronuncia contra Rosas, de jará de ser mi enemigo y
yo le cederé mi puesto".1
A algunos de sus amigos íntimos, como Chenaut y Albarracín, Urquiza inspiraba confianza.
Este nuevo estado de ánimo ayudó para que Paz encontrara, en medio de su penuria moral y
material, un consuelo inesperado.
Ese consuelo fué el reposo que le aseguraba el destierro, libre de la preocupación guerrera,
lejos de los círculos políticos de Montevideo, de sus intrigas y de sus redes. 2
En otra carta decía: "todos los clubs argentinos (que no son po cos) aunque opuestos entre
sí reconocen un principio común: la necesidad de que el general Paz se subordine a los
1
Carta de marzo 19 de 1846 ya citada.
Dos cartas de don Andrés M. Villegas a Paz y Chenaut contienen expresiva pintura de los círculos unitarios.
Además de la agudeza de la observación y su franqueza muestran cómo Urquiza era mirado el hombre del
porvenir.
Considera que hay que cambiar el sistema de lucha e imitar al enemigo: "Urquiza, me parece, el predestinado
para el caso." No tiene él las trabas de las facciones. Le cuenta que Urquiza lo ha juzgado así: "Si Paz hubiera
tenido la resolución de fusilar algunos de esos porteños díscolos, que él sabía lo estaban minando, habría
impuesto a todos y negado a su objeto; eso le faltó." Así. hablaba Urquiza a un amigo nuestro que Ud. me
permit irá que no lo nombre”. Lo incitaba a dirigirse a Urquiza. Le refiere la opinión de los círculos
argentinos: Todos gritan a un tiempo que nada más que organizando (Paz) ha perdido la Revolución y
asegurado a Rosas desde 1830 hasta ahora.". (Carta de junio 3 de 1847.)
2
104
consejos dictados desde aquí (Montevideo). La irritación de no ser consultados
individualmente y la rivalidad siempre naciente de los clubs del país, fomentaron la crudeza
de los ánimos, avinagrados de antemano. Encontraban peligroso el poder concentrado en
las manos de un hombre indócil y una necesidad el sujetarlo a las luminosas admoniciones
partidas desde aquí. El nombramiento de Rivera para plenipotenciario en el Paraguay,
después de India Muerta, no tenía otro fin que detener los vuelos de Paz que se extendían
de un modo alarmante”.
“Parece increíble que hasta la dispersión de esos grandes elementos revolucionarios haya
podido lisonjear a algunos, para asegurar que no era sino la secuela de la brusca resistencia
del General a lo que llaman sus sabias direcciones cuando eran en verdad, las
consecuencias de sus intrigas." (Carta a Chenaut, mayo 19 de 1847.) Paz escribía a
Domingo de Oro que los unitarios lo desahuciaron porque creyeron que Ro sas caía (16 de
septiembre de 1848, Papeles de D. Domingo de Oro).
Es cierto que todavía lo circundaban las pesquisas del Ministro de Rosas en Río, quien
no perdía uno solo de sus pasos, observaba sus visitas y llevaba quejas a la Corte por lo
que consideraba condescendencias con el temido: proscripto, y aun lo hacía objeto de
publicaciones ofensivas en el periódico que Rosas subvencionaba en Río.
Alguna vez Paz las contestó.
Pero sabía, que, dispuesto a un real abandono de todo plan militar, concluiría por
desarmar las precauciones del diligente Ministro.
Pocas líneas de una carta a don Domingo de Oro resumen su pensamiento: "No desespero
de nuestra patria: pienso que ella se rehabilitará, aunque no concuerde en cuanto al tiempo,
pues no miro tan distante esa época.
No sucederá esto, sin duda, con los mismos elementos que vanamente se han ensayado,
pero surgirán otros de donde menos lo pensamos." (16 de octubre de 1849.) 1
Respecto de su situación, dice: "aquí vivo pobre pero no quiero llamarme desgraciado:
no me ha faltado lo bastante y espero que el cielo me lo concederá hasta el fin de mis
días'”.2
1
Papeles de don Domingo de Oro publicados por el Museo Mitre.
En los primeros tiempos es cuando fué mayor la pobreza de Paz (1847 y 1848). A raíz de morir su esposa
(junio de 1848) recibió un donativo anónimo acompañado con una carta en portugués. Según Sarmiento
provenía del Emperador. La carta se conserva. Dice así: "Una persona, que sabe apreciar las cualidades que
2
105
Es que conocía Paz, por primera vez, el reposo.
De estas paradojas está llena la vida.
Conoció ese bien sólo en la prisión y en el destierro.
A pesar de que podía esperar la muerte en cualquier momento durante su larga pr isión, leyó
y meditó. Ahora, en la pobreza, en la soledad, evocó su pasado y escribió sus Memorias,
comenzadas diez años atrás, en 1839.
También escribió " comunicados" a la prensa para desvirtuar publicaciones de Montevideo
o de Chile, sobre los sucesos en que había sido protagonista o contestar a La Madrid o a
don Mariano Fragueiro.
Tiene su figura, mirada en esa actitud, la gravedad y la belleza de Ulises o de Eneas
refiriendo los azares mortales que han sorteado con bravura y con ho nor.
La gravedad desaparece solamente cuando llega el turno de hablar de la última campaña de
Corrientes.
Entonces recobra todo su fuego la pasión enjaulada.
A ese sosiego de su vida en Río debemos sus Memorias.
Lo completaba la compañía de su hermana Ro sario y la preocupación de la educación de
sus hijos.
Hacíase acompañar con su hijo mayor, José, en cortas excursiones por los alrededores de
Río y lo sometía al ejercicio de redactar luego su crónica, a imitación de lo que el había
hecho desde su primera juventud hasta sus últimos años.1 Escribir su "diario" fue para Paz
un habito que muestra bien su amor por la vida interior.
Nunca vivió Paz –por tan largo tiempo en una ciudad como en Río - mas de cuatro años
(1848 a enero de 1852). 2
distinguen al señor General José M. Paz, estando informada de las circunstancias financieras en que se
encuentra actualmente, desea suavizarlas enviándole un conto de reis. Sírvase recibirla sin el menor recelo de
tener que avergonzarse alguna vez, porque el señor Aranaga que le entregará esta carta ignora su contenido."
Se agrega que conteste diciendo: "recibí su carta datada el 22 del ctte." (septiembre de 1848) y que la dirija al señor
Olinto de Laborda, Río de Janeiro, que ponga en el reverso de la carta: "esta carta vino de M inas para ser recogida en la
lista de Correos". .
La carta no fué contestada sino un mes después. Esto sería debido a que, según una referencia de Sarmiento, Paz
consultó a sus amigos antes de aceptar.
El borrador de la contestación de Paz dice así: "Si tuviera entera seguridad de que mi carta llegará sin extravío a manos
del autor de la que recibí, no me hubiera valido del medio indirecto que él mismo propone para contestarle. Hubiérale
dicho directamente que apreciando la delicadeza de su proceder sólo acepto el envío como un préstamo que satisfaré, en
mejores circunstancias. Hubiérale dicho también el agradecimiento que me merece tan nobles sentimientos y los honrosos
conceptos con que me favorece." (19 de octubre de 1848. Archivo de Paz.)
1
El diario de su hijo se encuentra en poder del señor Coronel J. Beverina, a quien debo su lectura
2
Desde que Paz abrazó la carrera de las armas, teniendo veinte años de edad, vivió siempre en compañía.
106
Es curioso el hecho tratándose de quien fue para Sarmiento el representante de la ciudadcivilización en frente de Quiroga, la campaña-barbarie.
Hay otra gran tarea que preocupa a Paz, a la que lo conduce su convicción de que la
destrucción de Rosas sucedería "en menor tiempo de lo que se pensaba y por elementos que
no eran los que vanamente lo habían ensayado".
Sabiendo que no tendría papel en la lucha armada, su tarea fue la de proyectar la
organización institucional, que debía afrontarse al día siguiente de caído Rosas.
En la melancolía serena y pensativa de su soledad, recapitula su larga experiencia y
extrae de ella lecciones que habrían de ser las directoras de la organización política, que
Rosas había vetado.
Era, al fin, esa constitución la meta perseguida al través de veinte años de guerra, de
prisión, de quebrantos sin cuento.
Esta en correspondencia con don Domingo de Oro, a quien profesaba alto aprecio, tan
merecidamente, con Sarmiento, con don Ángel Navarro, probablemente con don Eusebio
Agüero, noble espíritu por quien era profundamente amado.
En esa correspondencia expone sus ideas sobre los problemas de la organización, sobre
las rentas nacionales, sobre la erección de la capital, sobre los poderes que debían tener las
provincias y su manera de coordinarlos con los poderes de la Nación.
Su carta, del 22 de junio de 1851, a don Domingo de Oro es la síntesis preciosa hecha
por un testigo incomparable e insospechable, de la realidad argentina, de su proceso en el
Durante la guerra de la Independencia, pasó sus cortas licencias de servicio en Córdoba. Después de Arequito
su estada fue también breve. Desterrado por Bustos, a principios de 1821, estuvo en Santiago , cerca de Ibarra
y desde principios de 1823 hasta fines de 1824 estuvo contraído a la preparación de la Div isión auxiliar del
Perú, lo que le dió ocasión de hallarse en la ciudad de Salta muchos meses. Cuando trajo el contingente de
Salta para la guerra del Brasil pasó al Uruguay sin hacer escala en Buenos Aires. Después de la guerra
permaneció tres meses en Buenos Aires, como M inistro de Lavalle. Durante la campaña contra Quiroga, aun
siendo gobernador, estuvo constantemente cerca de sus tropas, delegando el mando. Después de su prisión, y
durante la primera campaña de Corrientes, aun encontrándose su familia en la Capital, él permanecía en su
campamento de Villa Nueva o en marcha. En la defensa de Montevideo, su puesto era, sin duda, la ciudad
sitiada, pero nada se diferenciaba menos de un campamento que Montevideo bajo el sitio. Después de su
destierro en Río volvió a Montevideo en enero de 1852, pero no pasó a Buenos Aires hasta septiemb re de ese
año y salió, pocos días mas tarde, a campaña. Regresó a principios del. 53 para defender la ciudad del sitio.
Ministro hasta octubre, de ese año, murió un año después.
Fue, pues, Río de Janeiro la ciudad que lo albergó por más largo tiempo. Bien pinta, este breve recuento, nos
parece, al peregrino infatigable.
107
período genético de la anarquía. 1
Algo puede hacer también para preparar la caída de Rosas, puesto que en ella entrarán,
no por poco, las negociaciones diplomáticas.
Lamas y Pacheco y Obes lo informan y lo consultan sobre los pasos que están dando las
cancillerías para atraer a Urquiza en favor de la causa de Montevideo y del derrocamiento
de Rosas.
A mediados del 47, un cambio en el gabinete del Brasil hizo esperar un viraje favorable
en la conducta de su gobierno para la revolución argentina.
En 1849, un nuevo cambio del gabinete de don Pedro es más favorable aún para el plan
de obtener la intervención armada del Brasil.
La cancillería es ocupada por Paulino José Soares de Souza.
Era éste quien debía rechazar el reclamo que Guido hizo a nombre de Rosas por las
incursiones del barón Yachuy a la República Oriental, lo que obligó a Guido a pedir sus
pasaportes.
Pero para llegar a la alianza del Brasil contra Ro sas debía transcurrir un largo proceso.
Lamas informa a Paz de los trabajos preparatorios de los pactos. Paz guarda reserva
acerca de algunas de sus cláusulas, objeta otras. 2 Por ahora no tendrán otro fin que asegurar
la independencia del Uruguay, haciendo cesar el sitio de Montevideo (mayo 29 de 1851).
La corte del Brasil necesita ver con más claridad las intenciones, conocer mejor los
intereses y las personas en juego y perseguir de más cerca los fines tradicionales de su
política. Seis meses después se firmará el pacto con Entre Ríos y el Uruguay que llevara a
Caseros.
En ese momento, según Sarmiento, Paz da a la cancillería de Río la garantía de su
probidad y responde por Urquiza.
Para los proscriptos no había duda que Paz sería el primer presidente constitucional de la
Nación. Sarmiento lo proclamaba en 1846. Las Heras desde Chile escribía lo mismo.
1
En esta carta Paz -en junio de 1851- es decir, anterior a Caseros, desarrolla sus ideas sobre la formación
de las rentas nacionales demostrando cómo la lib re navegación de los ríos era de interés para al gunas
provincias, las litorales y aun para ellas, en escasa medida. La cuestión fundamental es la nacionalización de
las aduanas exteriores y la supresión de las interprovinciales. Sostiene la capitalización de Bue nos Aires,
como impuesta por la historia y la conveniencia que para ella mis ma significa. Precave contra el peligro de
una desmembración del territorio nacional y revista lo que ha ocurrido desde el Virreinato. Se encuentra la
extensísima carta en Papeles de Dn. D. de Oro, publica dos por el Museo Mitre, pág. 233.
2
Los resúmenes de sus conversaciones con Lamas se publican en el Apéndice.
108
No solamente, había sido el heraldo y el paladín de la campaña sino que los conatos de
constitución del país habíanlo hecho aparecer, en varias ocasiones, co mo el jefe de la
nación. En 1830 dirigía a nueve provincias argentinas y mantenía relaciones diplomáticas
con Chile y el Brasil; en 1842, el Presidente de Bolivia lo incitaba a comparecer ante el
Congreso americano como representante argentino; en 1845 el Para guay exigía su firma
para pactar a nombre de la revolución a fin de que el pacto obligara a la Nación.
1
Los que estaban más cerca de los sucesos, y Paz en primer término, sabían que las
condiciones políticas habían cambiado.
Si Paz tuvo esa ambición, había abdicado de ella mucho antes de Caseros.
Índice de la Obra
1
La ley de Corrientes de enero de 1845, que creó la Dirección de la Guerra y la confiaba a Paz, "a
nombre de Corrientes y de la Revolu ción Argentina", lo autorizaba a obligarse a nombre de la República,
aunque no podía celebrar tratados sin aprobación del Congreso.
109
CAPÍTULO X
ALREDEDOR DE CASEROS *
(1852-1854)
Cuando llega a Río la noticia del pronunciamiento de Urquiza el 1° de mayo de 1851,
Paz se apresura a escribirle, en julio 20, una carta de adhesión y de aplauso, llena de
dignidad y franqueza. 1
Urquiza se halla, al recibirla, en campaña en el Uru guay y desde su campamento al sur del
Río Negro le contesta en agosto 30, sin efusión pero con nobleza y amistad: "me ha llenado
de satisfacción su carta, por el modo franco y generoso que me manifiesta sus profundas
simpatías por los principios que he proclamado".
2
En ese momento Urquiza aparecía ante
los ojos de los emigrados como unido a Paz: por rumbos opuestos habían llegado a
coincidir.
Cuando Urquiza ha hecho levantar el sitio de los nueve años, en Montevideo se han
vivado juntos los nombres de Urquiza y de Paz. Sus antiguos jefes es criben a éste dándole
las más lisonjeras informaciones sobre la disposición de Urquiza a su respecto.
Paz continúa en Río. Ha estado al corriente por el ministro Lamas de los pasos felices de

La mayoría de los documentos invocados especialmente en este capítulo se encuentra en el Archivo
Nacional: Legajo 9 de la Correspondencia privada de Paz.
Las obras que tratan esta época y que han sido consultadas son: M. Ruiz Moreno, Organización Nacional;
José María Zuviría, Estudios sobre la historia argentina; Pelliza, Historia argentina; R. J. Cárcano, Del
sitio de Buenos Aires al campo de Cepeda. Los documentos oficiales sobre los sucesos se encuentran en
Documentos relativos a la organización constitucional, Facultad de Filosofía de Buenos Aires, tomo 1;
Archivo del General Mitre, vol. 12 (M isión del general José M. Paz).
1
Dice así: "Los principios que acaba usted de proclamar han despertado las esperanzas de los buenos
argentinos y obtenido su más profunda simpatía. Me adhiero con todas las fuerzas de mi alma a su nueva
marcha polít ica. Bajo este concepto debe usted considerarme co mo altamente interesado en los p rogresos de
la causa, a cuyo frente se ha colocado y debe persuadirse que hago ardientes votos para que sus trabajos sean
coronados del éxito más feliz.“En la limitada esfera de mi situación actual no dejaré de hacer cuanto esté de
mi parte para que así suceda; debiendo usted contar con mis débiles esfuerzos hasta donde mis posibilidades
alcancen." Río de Janeiro, ju lio 20 de 1851.
2
Pero no olvida hacerle una advertencia: espera que destruido Rosas, "los pueblos puedan constituirse
bajo el poder federativo que la victoria y sus intereses respectivos han sancionado, como el más conveniente
a su felicidad". (Agosto 30 de 1851.)
110
don Manuel Herrera para hacer los pactos de mayo y de noviembre que sellan la alianza del
Uruguay y el Brasil con Entre Ríos para derrocar a Rosas.
En enero de 1852 se embarca Paz para Montevideo, de modo que su aproximación a
Buenos Aires no es consecuencia de Caseros, que ocurrirá en el mes siguiente.
Cuando Urquiza obtiene su victoria, Paz escribe al vencedor una calurosa felicitación.
"Lo felicité anticipadamente, le decía, por los triunfos que iba a conseguir: me limito, por
ello, a decirle que soy un admirador de sus bellas campañas. Sólo me resta desear,
agregaba, que sea igualmente feliz en la parte que aun le falta del programa que hizo al
iniciar el movimiento que ha dado libertad a la República."
Termina anunciándole que una vez unido a su familia, que venía de Río, pasará a Buenos
Aires a presentarle personalmente el testimonio de su alta estimación (marzo 11 de 1852).
La respuesta de Urquiza no es como la del año anterior y su intención es bien clara. Le
asegura que “no omitirá sacrificios para constituir nuestra patria y dictar leyes liberales bajo
cuya protección se reúnan todos los miembros de la familia argentina, diseminados por el
despotismo y la anarquía” (marzo 24 de 1852). Pero calla sobre el propósito que Paz le manifiesta de ir a Buenos Aires: "mucho celebraré, le dice, que cuando su familia se le reúna,
sea con toda felicidad y goce Ud. de la completa satisfacción de verla a su lado". Es decir,
Urquiza desea que Paz se mantenga lejos de Buenos Aires.
Se comprende fácilmente la actitud de Urquiza en el juego natural de las ambiciones
políticas. Pesaba demasiado el nombre de Paz en el espíritu de los expatriados que volvían,
por centenares, a Buenos Aires. Era Paz el hombre en quien todos pensaban como primer
presidente de la nación constituida.
El ministro Lamas habíale dicho en Río que sabía por el ministro brasileño, negociador
del tratado de alianza, Carneiro Leao, que era el pensamiento de Urquiza retirarse a Entre
Ríos, con su corona de libertador.
Pero Urquiza quizá ignoraba cuál había sido la respuesta de Paz: que el nuevo gobierno
necesitaba el prestigio de un general vencedor. Ignoraba, además, que Paz fué el primero en
aconsejar que después de deponer a Rosas, debía comenzarse por dar a Urquiza la
representación única de las relaciones exteriores, es decir, darle poderes nacionales.
Nunca hubo amistad entre Paz y Urquiza: eran antagónicos sus temperamentos y sus
métodos. Si no pelearon frente a frente, sus ejércitos llevaron siempre insignias enemigas.
111
Caseros no abrió, pues, para Paz las puertas de Buenos Aires. No le dejaron duda de ello las
cartas que le llegaban de sus amigos haciéndole saber el veto que pesaba sobre su nombre.
1
No alcanzan esta época sus memorias y sus apuntes, pero no puede dudarse que significó
para su corazón una gran amargura.
Como para acibararla más, veía que se designaba, para representar en Río la nueva era
abierta en Caseros, al mismo ministro de Rosas que lo había perseguido tenazmente durante
los largos años de su proscripción.
¿ Se reconoce esta amargura en su actitud posterior con Urquiza?. Los sucesos nos lo
dirán.
La verdad era, entretanto, que para el paladín contra la tiranía, el tirano no había caído. Se
quedó resignadamente en Montevideo.
Sucedió que este provinciano que por serlo había sentido zumbar a su alrededor la
hostilidad de sus compañeros de causa, pudo volver a su Patria cuando los porteños le
abrieron las puertas.
En efecto, la revolución del 11 de septiembre, es decir, el alzamiento de Buenos Aires
contra Urquiza y las provincias que él encabezaba, fué lo que le permitió volver libre a la
ciudad que Rosas le dió como cárcel y de la que había escapado doce años atrás. Llega ba
pocos días después de ocurrida la revolución de septiembre, en efecto.
El gobierno de Buenos Aires, separado de hecho del resto de la Nación, acogió al
proscripto y le encomendó, de inmediato, una tarea que nadie parecía llamado como él a
desempeñar: hacer conocer de las provincias el verdadero sentido de su reciente revolución.
No era, decía el gobierno, que Buenos Aires buscara segregarse de la Nación, sino un
1
He aquí algunas cartas. El coronel Faustino Velazco le escribe, poco después de Caseros: "la primera vez
que estuve en Palermo se tuvo la audacia de arrojar estas palabras irritantes, con una mirada hacia mí: estoy
cansado de oír hablar de esos hombres del año 10, yo, hacién doles un favor, los fusilaría a todos". .
En 23 de febrero, Palmera, en una postdata, le dice: "he hablado con algunos amigos y todos unánimes
creen que no debe usted venir por ahora".
El general Chenaut le refiere las palabras amistosas de Urquiza a su respecto. Termina así: "deploro verlo
en la miseria, pero muy satisfecho de que no venga".
Don Elías Bedoya le anunció que se le ofrecería la plenipotencia en Río, noticia que debía a del Carril. El
ofrecimiento no llegó a formalizarse. Bedoya y otros se empeñaban en que se reconociera sus sueldos de
general. Durante meses se aseguró que sería hecho, pero no lo fué. Por decreto de l° de septiembre se le d ió de
alta en el ejército a contar del 1° de febrero. Paz recib ió copia del decreto, después de la Revolución del 11 de
septiemb re, por nota del ministro de la revolución, ge neral Pirán (19 de septiembre), cuando Paz acababa de
llegar a Bue nos Aires. Paz, más tarde, pidió que constara que no cobró sueldo sino después de haber
comenzado a prestar servicios.
112
paso forzado para afirmar su derecho a ser consultada sobre la Constitución que el vencedor
quería imponerle por la fuerza.
La verdad es que las provincias vieron en la revo lución de septiembre un reto a la gloria
de Caseros y en la actitud de Paz una deserción del más ilustre pro vinciano.
Puede pensarse, quizá, que con la larga ausencia Paz había perdido el contacto con las
provincias, encerrado primero en su prisión, confinado luego en Co rrientes y más tarde en
el destierro y que no medía la fuerza del localismo y las prevenciones mortales que había
renovado en el interior el rechazo del Acuerdo de San Nicolás por la legislatura de Buenos
Aires.
Podría pensarse, también, que esa actitud era una réplica a la que Urquiza había
observado a su respecto después de Caseros.
.
Pero, sin embargo, su acción y su pensamiento eran coherentes con todo su pasado.
Paz era el hombre de siempre: hombre de razón, de ideas, de principios, insensible a las
sugestiones de la popularidad. Le pareció de todo punto evidente que el programa de
Caseros no podía cumplirse con la nación dividida. ¿Cómo podía admitirse que se constituyera sin Buenos Aires? Tampoco podía negarse su derecho a ser oída.
.
En carta del 22 de octubre explicaba al gobierno de Santa Fe su misión: "Buenos Aires,
le decía, no ha hecho su revolución para sustraerse a los vínculos que felizmente unen a
todas las secciones de la República, desde los días memorables de la Independencia sino
para presentarse a sus hermanas con la igualdad que había perdido. Mi misión no envuelve
ningún peligro para la paz pública, y es, quizá, por el contrario, su única tabla de
salvación. El aislamiento de Buenos Aires fuera de que rompería todos los antecedentes
históricos de la República, prepararía de nuevo días muy aciagos. " Los hechos darían plena
razón a sus augurios.
Sabía también, y eso daba pábulo al reclamo airado de las provincias, que había una
tendencia dentro de Buenos Aires, encabezada por Alsina, hostil abierta mente no sólo a
Urquiza sino a la causa de las provincias y que no se curaba de la posibilidad de que fuera
definitiva la separación de Buenos Aires y que a mo mentos parecía soñar con ella.
Paz no tuvo la intuición de los sucesos, del proceso que se gestaba en el país y creyó que
podía dar fruto la misión diplomática ante las provincias que le encargó Buenos Aires en 5
de octubre de 1852.
113
Bien pronto comprendió que no era viable. Santa Fe le negó el paso, se rehusó su
gobernador a entrevistarse con el enviado porque, le dijo, que para su gobierno el único
autorizado para tratar, por delegación de todas las provincias, era el general Urquiza.
Tampoco fué escuchado por el gobierno de Córdoba, en el que esperó encontrar un eco
por ser la provincia en que había nacido, que había ilustrado y donde gobernaban antiguos
amigos de su causa.
Buenos Aires, les decía, no ha desvirtuado en nada su anhelo por la Constitución. Quiere
entrar en la organización nacional con las mismas prerrogativas de sus hermanas y después
de reivindicar sus derechos, está, como antes, pronta a refundirse en los intereses generales,
a respetar las decisiones de un Congreso legítimo, cualesquiera que ellas sean".
1
Fracasada la misión pacífica, sonaría de nuevo la hora de las armas.
El grupo localista de Buenos Aires deseaba, o constituir el país sin Urquiza o la erección
de Buenos Aires como Estado independiente.2
En frente de esa tendencia se alzaba la que Mitre representó, cuyas ideas eran las que Paz
exponía en su comunicación a las provincias y que darían la bandera de Pavón.
A fines del mismo año 52, siendo gobernador Alsina, como protesta contra su política, se
insurge contra el gobierno el coronel Lagos. Alsina cede y renuncia el gobierno, pero la
guerra continúa porque Lagos se ha declarado aliado de Urquiza y pone sitio a Buenos
Aires.
Paz es llamado a defenderla y la hace con el buen éxito que no lo abandonó en toda su
carrera militar. Concluirá por vencer: el sitio se levanta cuando ya Urquiza está a su frente
y el ejército sitiador se disuelve el 13 de julio de 1853.
1
"Debe ser muy honrosa la comisión que he recibido, decía a su antiguo amigo don José Vicente Agüe ro,
residente en Córdoba, cuando me he decidido a cargar sobre mis cansados hombros el peso quizá de masiado
pesado. Si yo lograse ser escuchado (mis palabras de paz y persuasión), si mis persuasiones tuvieran efecto,
me sería muy dulce el sacrificio que hago, que es probable sea el postrero de mi vida." (Carta de 22 de
octubre de 1852.)
Paz no fué popular en Córdoba cuando su campaña contra Quiroga; fueron sus adversarios aun los
rivadavianos.
No era hombre de círculos. Se le imputó durante sus campañas rodearse de comprovincianos. Era inexacto.
Sus juicios más severos fueron para mu chos de ellos. No tenía, ni en su forma sentimental, debilidad por su
terruño.
2
Las cartas del gobernador Alsina a Paz revelan que el pensamien to central de su plan es exclu ir a Urquiza
de la escena.
Refiere don D. Lugones, en el apéndice de la Memoria histórica del coronel Lo renzo Lugones, que Paz
había manifestado a éste que creía que algunos políticos porteños habían querido amparar sus ambiciones a la
sombra de su prestigio. ¿Se alude con ello a Alsina y su grupo?.
114
Paz será ministro de la guerra hasta octubre de ese año.
Si Paz conocía todo lo que podía temerse del grupo localista, dispuesto a hacer la
constitución de la Nación eliminando a Urquiza (como lo demostraban el levantamiento
de Corrientes y la tentativa de invasión a Entre Ríos por Madariaga y Hornos), o a
segregar Buenos Aires de las provincias, también sabía que igual intransigencia alentaban
algunos hombres del Paraná.
En el mismo día en que se encargó a Paz la misión pacificadora ante las provincias, el 5
de octubre, don Salvador María del Carril le hacía desde Paraná una in vitación que era un
desafío. "La causa de Buenos Aires, le decía, no es la causa de las Provincias: las Provincias harán la organización nacional con Buenos Aires o sin Buenos Aires."
Fué, pues, motivo de gran satisfacción poder concluir durante el sitio un pacto que le
pareció la aurora ansiosamente esperada.
Manda en consecuencia una comisión a Buenos Aires, formada por tres hombres
eminentes de su partido: don Facundo Zuviría, el general Ferré y don Luis José de la Peña.
Buenos Aires nombra la suya: Paz, Vélez, Nicolás Anchorena y Lorenzo Torres. Se
conviene un armisticio, los comisionados discuten y han firmado en 9 de marzo un pacto
que parecía poner fin a la separación de Buenos Aires y ser el comienzo de \. la
Constitución definitiva.
Fué para Paz, sin duda, uno de los momentos más felices de su carrera.
Al día siguiente redacta una carta para Urquiza, que quiere sea entregada personalmente
al Director por el doctor Zuviría.
"Lo que yo he sentido, le dice, y lo que han sentido todos los hombres que desean ver
cesar los males de nuestro país, al saber sus disposiciones pacíficas y pa trióticas, es más
fácil de concebir que de explicar.
Tengo el placer de haber sido uno de los comisionados que han tratado con los muy
distinguidos -de usted. ¡Qué felices serán ellos y nosotros si hemos logrado poner el
fundamento de nuestro edificio nacional!
"Todos deseamos la organización de nuestra patria en cuerpo de nación. Si se han
suscitado dificultades séanos permitido esperar que ellas desaparecerán de lante del
patriotismo de nuestros pueblos y mediante la sabiduría y virtudes de los que los dirigen.”
"Para ello debe usted contar, general, con mis esfuerzos sin reserva y con todo lo que
115
dependa de mi pobre cooperación." 1
Pero el pacto del 9 de marzo no fué ratificado por Urquiza y la guerra se reanudó. El
Director no lo ratificó porque consideraba que el artículo 8° del pacto transgredía el
Acuerdo de San Nicolás, en cuanto, según éste, las provincias tendrían en la Convención
dos diputados solamente cada una, y según aquél Buenos Aires podía mandar mayor
número, de acuerdo con su población y siempre que no excediese de la mitad de lo que
establecía la ley provincial de 1827, no obstante reconocer igual derecho a las demás
provincias.
Estos reparos no reaparecerán más tarde: en lo ca pital el pacto de marzo de 1853 se
impondrá al fin, después de siete años de nuevas guerras. 2
Mitre realizó por las armas el pensamiento que servía Paz con su misión del 52 y el pacto
que suscribía en marzo del 53. Era su justificación y su triunfo pós tumos.
Así como no peleó la batalla que derrocó la tiranía, de la que fué el más poderoso ariete,
tampoco alcanzó el sol de Pavón que iluminó a la nación unida, de la que fue apóstol.
II
Algunas cartas de la época nos explican los entretelones de estos años oscuros del 52 y 53
en lo que atañen a Paz.
Proceden de tal calificada fuente como era don Salvador María del Carril, un de los
hombres de mas predicamento en el animo de Urquiza, dotado de una poderosa inteligencia
y de medios singulares de expresión. Es el futuro vicepresidente de Urquiza.
A los pocos días de su carta del 5 de octubre, cuando sabe que Paz ha marchado a llenar
su misión a las provincias a nombre de Buenos Aires, fue del Carril el vocero exaltado y
1
Esta carta no llegó a manos de Urquiza. Co mo éste había descalificado el pacto, Zuviría no creyó prudente
entregarla y la devolvió a Paz. Don José María Zuviría, contemporáneo e insospechable, escribe: " Urquiza
negó la ratificación tal vez sin otro motivo que el de usar una represalia contra Buenos Aires por el rechazo
del Acuerdo de San Nicolás." (Estudios Historia Argentina, pág. 120.)
2
El rechazo del tratado del 9 de marzo por Urquiza desconcertó a s us enviados que lo negociaron y que
consideraron haber realizado con él un paso inmenso hacia la unidad nacional. Uno de sus enviados, que era
al mismo t iempo min istro de Relaciones Exteriores de la Confederación, don Luis J. de la Peña, en vista del
rechazo hizo renuncia del Ministerio por dos veces, no siéndole admitida. Insistió por tercera vez y en ésta
quedó sin respuesta.
Publicó en el mis mo año la crónica de las negociaciones y su documentación. Es un folleto muy curioso e
ilustrativo. ( Tratado de Paz 1853, Buenos Aires, 1853, en la biblioteca del doctor Abel Cháneton)
116
elocuente de la protesta del sentimiento provinciano contra la conducta de Paz que, aparece
al servicio del enemigo.
Escribe a Paz el 24 de Octubre desde Santa Fé. Ilumina el fondo del p roceso que los
papeles públicos no nos revelan. Es una requisitoria terrible servida, por una ardiente
dialéctica . “Su embajada a nombre de Buenos Aires ante las provincias les decía, ha
puesto en problema la dignidad de su carácter y mucho me temo que sea usted acusado, sin
mucho rigor, de una imponderable prevaricación”.
Es incompatible agregaba, ser provinciano y servir a Buenos Aires, "donde en poco tiempo
más, ningún provinciano podrá ni siquiera vivir"; la ciudad “imperiosa” , dominante y
tiránica que repite ahora su historia de 40 años". El cuarto de siglo corrido no había amenguado el fuego del consejero de Lavalle de 1828. "Yo 1e diré lo que busca Buenos Aires
con su misión --- continua el fulmíneo acusador --- librar al país de la influencia del
general Urquiza, arruinar el prestigio de su nombre, privar a las provincias del amparo que
la gloria reciente del vencedor de Rosas daría a su orga nización nacional, a sus
instituciones tan buenas, como pueden ser, sin la concurrencia de Buenos Aires.
La carta parece, a veces, una oración judicial en el Foro romano de la gran época por el
calor y la altisonancia ciceronianos. El apostrofe continua: "es preciso que yo .le diga, señor
general, yo y otros que nos envanecíamos de su amistad, y que le diga en mi nombre y en el
de ellos para que lo crea, que su misión es vista y entendida en todo el país como una
candidatura rival, rival desgraciada y envidiosa. Vea que nadie puede revelarle esto sino yo.
Se dice que ha sido usted elegido por los porteños para venir a poner en el plato de la
balanza en que pesaba sola la gloria de Urquiza, el peso de su espada y de su merito”.
1
Paz contesto de inmediato con sobria elocuencia, “a pesar de verme juzgado con no poca
injusticia”.
Le dice que no puede imitar el tono de su carta, puesto que busca la paz: " obrando de
otro modo no haremos sino irritar los ánimos y franquear el camino de la guerra civil", que
quiere evitar.
Con igual eficacia contesta la imputación de que pueda ser el candidato de Buenos Aires a
la Presidencia de la Nación. "He sido, le decía, si no me equivoco, el primero que después,
1
Esta carta es la que contestaba Paz, con la que aparece en los Documentos Relativos a la organizaci6n
constitucional. (Facultad de Filosofía, pag. 113.)
117
del pronunciamiento del 1° de Mayo, opiné que se diese a Urquiza la representación de las
relaciones exteriores, lo que comportaba darle un carácter nacional y preparar su
presidencia." Después agregaba una verdad que era un reproche severo: "caído Rosas, he
permanecido, en el destierro, para no ser obstáculo a la organización, devorando los
sinsabores de una situación penosa".
"Si esto no fuera suficiente para, justificarme, concluía, tendré un motivo mas para
quejarme de la injusticia de los hombres y consolarme con el testimonio de mi conciencia”.
Han pasado varios meses, ha sobrevenido el sitio de Buenos Aires, el pacto del 9 de
marzo y su proceso.
Dos meses después, aprobada ya la Constitución, una comisión de los mas grandes
hombres de la Convención que la había sancionado, la traen para presentarla al Director
provisorio, que se halla a las puertas de la ciudad sitiada y también para ofrecerla a la
aceptación de Buenos Aires.
Del Carril venia con ella. Escribe entonces a Paz su segunda catilinaria.
Como alegato forense, como pieza de polémica es realmente ejemplar. No tiene la
arrogancia acusadora ni el tono de anatema de la carta de noviembre, porque en esos breves
meses los sucesos habían dado la razón a Paz. Pero, por lo mismo, necesita otro género de
elocuencia y una habilidad mayor. La recordamos en especial y por excepción -- puesto
que no hemos incluido en e1 texto documentos -- porque, estando próximo a su fin este
somero repaso de la vida de Paz, parece tener su puesto en este lugar de juicio pós tumo y
provenir de quien hablaba en nombre de su poderoso adversario.
Del Carril entraba así en materia:"Un ligero velo nos tiene apenas distantes de la
posteridad." 1
Todo hay en esa carta como recurso de convicción: el recuerdo del pasado común, lo que
se propuso Rivadavia y ellos aceptaron y buscaron, la experiencia de la guerra tremenda, el
examen y el elogio de la Constitución, la invocación del porvenir.
Retenemos de ella lo que contribuye al propósito de construir la figura de Paz.
Se atreve a dirigirse, después de su severa carta de noviembre, le dice, porque sabe lo que
1
Resultó ser verdad para Paz, mas no para el augur, quién vió prolongarse sus días en una ilustre
ancianidad. Esta carta y la siguiente se encuentran en la documentación inédita del General Paz en el
Archivo Nacional.
118
es el patriotismo del general Paz, porque lo ha visto sacrificar todo a la patria, "su
existencia entera, su alma sin reserva, su cuerpo sin piedad, sin recompensa, sin poseer
nada, ni el pan para sus hijos ni la tierra necesaria para su sepulcro". El tono continúa aún
más patético. "La emoción que este cuadro me causa me hace saltar las lágrimas a los ojos
y lo habría evitado si no fuera que juzgo que esto pueda consolarlo. Soy de los pocos que
pueden darle este testimonio y dárselo sentidamente, puesto que yo mismo conozco los
secretos del corazón del patriota en esta tierra de calumnias, de parcialidades y de
injusticias."
La dialéctica ardiente, caudalosa, conmovida con que del Carril aspiraba a convencer a
Paz de que la aceptación de la Constitución era un deber y su servicio a la causa de Buenos
Aires una defección, se estrellaba ante el hecho simple de que no podía negarse a la primera
provincia lo que habían tenido todas las demás. Es verdad que entraban en juego las
pasiones localistas que desdeñaban los "trece ranchos" y que ambiciones pequeñas y que el
odio a Urquiza ardían en el mismo crisol en que tantos sucesos fraguaban el incier to
porvenir.
Paz no dudaba servir sin desmayo los ideales de toda su carrera, nacionalidad y orden;
pero se preguntaba cuál sería el final del drama, ahora redivivo, de la guerra civil.
Enfermo, herido de muerte, no asistió a la sala legislativa que estaba discutiendo la
Constitución de Buenos Aires. Pero no quiso faltar a su última sesión, en la que debía
firmarse la Constitución, el 11 de abril de 1854.
He venido, dijo, para dejar constancia que acompaño al señor Mitre en su oposición al
artículo 1° de la Constitución votada. La sanción afirmaba la so beranía interior y exterior
de Buenos Aires. Mitre afirmaba, en cambio, que Buenos Aires era una por ción de la
nación argentina.
Era su última palabra en la escena pública, pues moría en 22 de octubre de ese año.
1
Como siempre, Paz era "el hombre del día siguiente", el precursor. Todo lo ocurrido
posteriormente justifica su pensamiento y su acción.
1
Su último documento es quizá su Memoria como Min istro d e Guerra y Marina, publicada en el
Apéndice de la edición corriente de sus Memorias, digna de leerse por la sobriedad y eficaz exposición de
ideas. Paz mu rió el 22 de octubre de 1854, de hemip lejia.
En el mes de enero se halló en Montevideo y encabezó las exequias del general Rivera, su rival, su
adversario de tantos años. Pocos meses después llegaban los restos del general Alvear. Murió tamb ién
Lavalleja. De modo que cerraron a un tiempo sus vidas cuatro jefes de la guerra del Brasil.
119
La unidad no se hizo mientras Buenos Aires no fué escuchada y para eso fué necesario
Pavón.
Menos feliz que el héroe de la leyenda de “la prin cesa lejana" que el día de la muerte
pudo ver, por primera vez y besar la frente de la amada ideal, Paz se durmió cuando esa
imagen se alejaba aún más de su esperanza.
Pero estos hombres no necesitan tales consuelos por que su fortaleza está hecha de lo que
no requiere el favor ambulatorio de los hombres: de amor a Dios, a la verdad, a la justicia.
El día de su muerte, Mitre anticipó sobre su tumba el juicio de que estas páginas son el
desarrollo y la demostración: "Paz cumplió su deber como no lo cumplió nadie en esta
tierra." Fué el símbolo más alto del sacrificio sin ostentación. La Providencia nos ha dado
con su vida el ejemplo de una existencia tan gloriosa como infortunada, tan pura como
borrascosa.
CONCLUSIÓN
La síntesis de una vida no puede ser dada cabalmente sino por la poesía o el arte.
Escapando a estos medios de expresión las presentes páginas, no cabe sino ofrecerla en los temas
que pudieran servir como motivos que haya de utilizar en los bajorrelieves el escultor de la futura
estatua de Paz.
He aquí algunos cuadros abreviados de su vida. El primer bajorrelieve -o si se prefiere el primer
canto del poema-, ha de representar el pasado en el aire recogido de la ciudad de las torres
conventuales, de la Córdoba donde nació y se educó. En el segundo, un ejército cuyos arreos
denuncia su improvisación, alumbrado por un sol repentino, repecha las serranías del Alto Perú o
desfila por sus altos valles, avistando un ejército aguerrido que mandan grandes capitanes. El
tercero, un entrevero de lanzas deja ver la casaca europea de un guerrero por entre los ponchos al
viento de una montonera envuelta en polvareda. En el cuarto, un hombre que puede ser el símbolo
del país, recibe en las páginas abiertas que sostiene su mano un rayo de luz que se filtra por la
tronera de una cárcel. En otro, dos grandes ríos rodean una tierra de bosques y de esteros, de los
cuales brota un ejército, cuya vanguardia pasa a nado uno de esos ríos.
En el último cuadro el héroe ve en el horizonte los rayos precursores de una aurora. En su fondo,
esbozadas y en alto, representando el porvenir que el héroe simboliza y los ideales que lo alientan,
las siluetas de Urquiza, el libertador, y de Mitre, el unificador, de quienes fué Paz el precursor
infortunado.
Índice de la Obra
120
SUS IDEAS POLÍTICAS
121
CAPÍTULO XI
NI UNITARIO NI FEDERAL
I
Solemos hacer un esquema de nuestro proceso histó rico que lo muestra elaborado por
dos corrientes de ideas, representadas por dos tipos de hombres.
Decimos que la Revolución de Mayo obedece, en primer término, a la inspiración de la
Revolución Francesa y a sus teorizadores; que las ideas provenían de Rousseau, de
Montesquieu, de Mably, de Raynal, llegadas, a veces, por el camino de España.
Decimos que la generación intelectual posterior a la Revolución y que tentó la primera
organización política, era hija también de las sugestiones filosóficas, sociales y literarias de
Francia -de Saint-Simon, de Fourier, en materia social; de Condillac, en filosofía; en
historia, de Quinet y Michelet; en letras, de Hugo, Musset. Tenían todas el rasgo común de
ser románticas, en sus campos respectivos.
Y al frente de estas corrientes, representadas por hombres teóricos y de universidad,
todos o casi todos europeístas, ponemos los caudillos ignaros, brutales, realistas, hombres
espontáneos, sin libros y sin ideas, pero hijos categóricos de su medio, alimentados, por los
jugos vigorosos y agrios de la tierra.
Son estos últimos, se ha dicho, los hombres y las fuerzas que derribaron a Rivadavia,
suscitaron a Rosas, sostuvieron sus veinte años de tiranía e impusieron un tono federal a la
constitución política.
Pero he aquí un hombre que represento la idea y el espíritu de la Revolución que tenía, el
mismo fuego de los libertadores, San Martín y Belgrano, que tenia la misma ambición
civilizadora y europeísta de Rivadavia y Alberdi, que actuó con del Carril y Varela, que en
un largo momento fue su expresión mas cabal y su esperanza mas sólida de triunfo y que,
sin embargo, no procedía de Rousseau y su Contrato Social, que no perteneció a la
Sociedad Patriótica revolucionaria, ni a la Logia Lautaro, ni a la Asociación de Mayo, que
no había sido doctrinado por la filosofía sensualista de Locke, enseñada en la Universidad
122
de Buenos Aires por Fernández Agüero y don Diego Alcorta.
Sin embargo este hombre, José Maria Paz, era para Sarmiento arquetipo de civilización
como lo era Quiroga de la barbarie. El Facundo comienza con el apóstrofe a Quiroga y se
cierra con una invocación a Paz.
Paz no tenia, en efecto, la psicología que llamamos unitaria. El lugar que en Rivadavia
ocupaba la teoría abstracta, en Lavalle la pasión y el sentimiento, y en del Carril o Agüero
la razón política, tenían en Paz la inteligencia, la reflexión y un concepto, un poco hosco, de
la justicia, que lo hacia buscar el bien que no fuera ni transitorio ni personal.
Se diferenciaba de los hombres de la primera y segunda generación -- de la generación
de Mayo y de la generación unitaria -- por un antecedente valioso. Casi todos los hombres
destacados de ambas eran hijos de extranjeros: Moreno, San Martín, Belgrano,
Monteagudo, Rivadavia, Alvear, Lopez y Planes, Álvarez Thomas,
Echeverría, Gutiérrez, Alberdi, Varela.
1
Guido, Dorrego,
Era, en cambio, Paz hijo de criollos, padre
porteño, madre cordobesa.
Paz no habla tenido educación extranjera, como muchos de los militares con quienes
peleó en. las mismas filas. No conoció Europa, donde casi todos sus cofra des estuvieron y
murió sin haber salido del país mas lejos que Río de Janeiro, como proscripto. En esto estaba mas próximo de los hombres del partido federal, de formación autóctona.
Paz venia de la entraña de la sociedad colonial, de su ciudad más típica, monástica y
apergaminada, del Colegio de Loreto, mas antiguo que Monserrat y de una Universidad
fundada por un breve pontificio de Gregorio XV.
Aunque con caracteres propios, Paz perteneció al grupo de revolucionarios salidos de la
Universidad de Córdoba. Su primer representante fue el Deán Funes. En el Congreso de la
Independencia formaban mayoría. Fueron educados en Córdoba los diputados Pedro
Miguel Araoz, Castro Barros, Colombres, del Corro, Acevedo, Boedo, Cabrera, Gorriti,
Pacheco de Melo, Salguero de Cabrera, Thames, Pérez Bulnes, Fray Cayetano Rodríguez.
Los diputados elegidos fueron treinta y tres, de los cuales seis provenían del Alto Perú.
Entre los restantes, trece habían recibido la doc trinación de Córdoba, y también don José
Agustín Molina, el prosecretario del Congreso.2 Por esa actitud de sus hijos podemos tener
1
A excepción de Belgrano, h ijo de italianos, de Dorrego, h ijo de portugués, todos los demás eran hijos de
españoles.
2
Tamb ién habían pasado por sus aulas los oradores sagrados de la Revoluci6n , como Agüero, Diego
123
un indicio del espíritu de aquella Universidad. Entre ellos, Paz y Juan Ignacio Gorriti,
congresal de 1826, autor de Las Reflexiones, fueron las expresiones más altas.
Era, pues, un auténtico hijo del suelo y del medio criollo, connaturalizado con el alma
telúrica como los caudillos a quienes combatía. Desde los veinte años de edad, en que sale
de la ciudad por primera vez, después de educado en la universidad, hasta los cuarenta en
que cae prisionero, ha alternado con campesinos, ha sentido el aliento de los instintos
populares, se ha hospedado en sus ranchos, dormido a la intemperie, vivido la dureza de sus
vidas. Y después de su prisión, ha completado su experiencia argentina en el contacto
forzoso con oficiales y soldados en sus campamentos de Corrientes. No ignoraba, pues,
como Rivadavia, las necesidades y las aspiraciones del pueblo, es de cir, "la realidad
argentina". No era el hombre orgulloso de la ciudad, que ignoraba el campo y lo desdeñaba.
Se aleja profundamente del partido de los caudillos en cuanto cree, como los doctores
unitarios, que es indispensable extirpar la anarquía y dar a la nueva so ciedad disciplina e
instituciones.
Es hombre de ideas pero no lo hipnotizan las abstracciones y la elocuencia de los libros. 1
Paz comprendía lo que había de valedero en ambos; asociaba en su espíritu el argumento de
la realidad
-- " la voluntad de los pueblos" que decían los caudillos-- con el argumento
de la necesidad de la organización y de las formas civilizadas por las que clamaban los
Zavaleta, también Juan C. Varela y Lafinur, voceros y ejecutores del pensamiento revolucionario como Passo
y Castelli.
"Hemos creído siemp re, dice FR. ZENÓN BUSTOS, historiador del periodo franciscano de la Universidad
.de Córdoba, que la emancipación sudamericana fué preparada por las luces esparcidas por estos
establecimientos (de instrucción) y nuestra Universidad. Ha hecho más en nuestra eman cipación política la
ilustración que obra partiendo de estos centros que las armas que la consumaron porque la ilustración hizo las
armas que conquistaron la libertad." (Anales Universidad de Córdoba, tomo I, pág. 61.)
Alcanzó a los países vecinos la acción de Córdoba. Salieron de ella, los curas tucumanos José Antonio
Medina e Ildefonso de las Muñecas, precursores de la independencia en el Alto Perú, y Juan Martíne z de la
Rosa y Bernardo Vera y Pintado, en Chile.
FRA Y CA YETANO RODRÍGUEZ, doctrinado en C6rdoba, fué el autor del Redactor del Congreso de la
Independencia. Hablando de él en su tumba, su panegirista, fray Pantaleón García, recordaba las palabras de
fray Cayetano: "Nos agobiamos bajo el yugo español cuando tiempo ha se nos viene a la mano el sacudirlo.
Pero es necesario trabajar, ilus trarnos e ilustrar a la juventud: no sé qué presagio advierto de libertad y es
necesario formar ho mbres." (Museo histórico. El Clero argentino, tomo II, pág. 189.)
1
Decía en una carta escrita desde Río en 1848: "la facilidad para organizar lindamente algunas frases o
decir con más o menos ele gancia un discurso" no da derecho para dirig ir la Revolución. Se re fería a la facción
unitaria de Montevideo, compuesta de escritores y hombres de pluma. "Según ellos todas las profesiones
deben dejarles el paso, nadie tiene el arbitrio de deliberar y resolver y los militares, los letrados, los
eclesiásticos, los comerciantes sólo deben ser meros instrumentos puestos en sus manos."
Paz estaba en ese mo mento bajo la imp resión del fracaso de la segunda campaña de Corrientes, en el que vió
la intervención de los unitarios de Montevideo, quienes lo censuraron acremente. (A rchivo de Paz.
Correspondencia, Legajo 8.)
124
unitarios.
Paz es el precursor de la Constitución del 53 en los términos que le dió la reforma del 60,
con la incorporación de Buenos Aires. Nadie como él repre sentaba el hombre colocado por
encima de los partidos: distante de los localismos, que tales eran el federal, localismo
provincial, y el unitario, localismo metropolitano.
Lavalle pudo escribir a Rosas en 1829: "al fin nuestra lucha es lucha entre porteños". Paz
encarnó siempre, en cambio, la idea de la unidad.1
II
Por un otro rasgo extraído del fondo de su natura leza, Paz se distanciaba del alma
unitaria y del alma federal. Mientras el caudillo y sus masas llamaban re ligión a vulgares
supersticiones, el unitario se hallaba impregnado del deísmo y del racionalismo de la
Revolución francesa, cuando no del sensualismo de Condillac.
Paz era, en cambio, un cristiano. No implantó en Córdoba las iniciativas sugeridas por un
liberalismo superficial. Y consideró la religiosidad de los caudillos como un mero fruto de
su primitivismo, que hacía buenas migas con el crimen y el escándalo. El pendón de
Quiroga lo traducía bien: religión o muerte.
Resta precisar la disidencia de Paz con el partido unitario en un asunto fundamental de
su plan de acción. Es el referente a la ayuda extranjera. La aceptó como cooperación, pero
la rechazó como principal. Según sus palabras, la revolución "no debía salir de las manos
argentinas''. Prefirió buscar la colaboración de los expatriados en Chile y Bolivia,
incitándolos a distraer las fuerzas de Rosas con invasiones por Cuyo y el Norte, como se
relata en los capítulos relativos a las campañas de Corrientes. Se opuso tenazmente a la idea
de constituir con Entre Ríos y Corrientes un nuevo estado indepe ndiente y enarboló, para
destruirla, en su segunda campaña de Corrientes, como hemos dicho, la bandera de
nacionalidad, o sea la integridad territorial de la nación.
1
Mitre, al inaugurarse las estatuas de Paz y Lavalle, d ijo : "Paz es la personificación del espíritu argentino,
Lavalle es la personifica ción del porteño con espíritu nacional"
125
Años más tarde no lo han abandonado las aprensio nes. Decía desde Río en 1851: "me
parece ver (a nuestro país) en peligro de ser la Polonia de Sud América. No puedo menos
de hallar cierta semejanza que me contrista y hace estremecer''.
Forzando la recámara donde se ocultan las intenciones íntimas de los hombres que
dirigieron las luchas civiles, nos encontramos con grandes sorpresas.
Por ejemplo, Rosas, campeón del federalismo, aborto el congreso de Santa Fe de 1829,
convocado precisamente para dar la constitución federal. –y lo hacía con el mismo
designio y hasta con el mismo procedimiento con que Rivadavia destruyó el Congreso de
Bustos de 1821.Es impresionante la semejanza de instrucciones que daban a sus diputados
el presidente unitario y el gobernador federal. 1
Rivadavia dijo unidad de régimen, pero reconocía a las provincias su vida propia.
Rosas hizo un crimen de esa idea, decretó la execración de sus sostenedores y condenaba
a muerte a quienes sospechaba serlo, pero realizó la unidad en términos tan extremos que
los unitarios no soñaron.
Rosas amonestaba a los gobernadores como un patrón de estancia a sus mayordomos.
Paz estaba más cerca de algunos federales que de Rivadavia: de los federales que querían
el congreso general que dictaría la constitución; por ejemplo, de Heredia de Tucumán, o de
Leiva y Ferré, de Corrientes. Corrientes se puso al frente de Rosas justamente porque se
empeñaba en la reunión del Congreso de Santa Fe de 1829, en lo que Rosas vió un
sacrilegio.
Rosas condeno el tratado que Quiroga hizo firmar en Santiago a tres provincias, pocos
días antes de ser asesinado, porque lo consideró un acto preparatorio de la constitución.
2
Quiroga llevaba en su bolsillo, en Barranca Yaco y se conserva manchada con su sangre,
la carta que Rosas le escribió desde la Hacienda de Figueroa en que desarrolla su tesis,
contraria a la sanción de una constitución.
El tratado de Santiago, que acababa de ser firmado bajo la inspiración de Quiroga,
demuestra que éste persistía en el propósito que Rosas conde naba. Había, en efecto, un
grupo de federales disidentes.
El juicio de Rosas sobre Heredia, expuesto en la carta que escribió a Ibarra después del
1
Vé RAVlGNANI, Historia Constitucional, tomo II, Pág.. 191.
2
La Carta de Rosas demuestra acabadamente cómo Quiroga aspiraba a que se dictara una constitución.
Heredia, co mo lo demuestran sus cartas, tenía el mismo anhelo.
126
asesinato de aquél, demuestra desafecto por su persona y la condenación de "la funesta idea
de la fusión de los partidos”.1 Quiroga se lamentó en muchas ocasiones, según Sarmiento,
no haber tratado con Paunero, enviado por Paz para buscar un avenimiento. Hay una carta
de Heredia a Julián Paz, hermano de José María, muy explicativa de esta situación espe cial
en que Paz se encontraba con respecto a los federales.
Meses después de la prisión de Paz, Heredia es elegido gobernador de Tucumán, bajo el
amparo de Quiroga, vencedor en la Ciudadela (4 de noviembre de 1831).
Dice en ella: "una de las razones que he tenido para aceptar el Gobierno, ha sido la de
poder hablar con influencia por el único hombre que ha sido mi confidente en esta vida y
por el guerrero con quien a la par he corrido todos los peligros de la vida, pendiente la
guerra de la Independencia".
Le agrega que busca la oportunidad de obtener que López "dulcifique la suerte de su
ilustre prisionero" (carta del 20 de abril de 1832). 2
Se ha dicho que la conducta de Paz, cuando las me diaciones de Estanislao López y de
Rosas para obtener la cesación de la lucha con Quiroga, fué de disimulo y engaño porque
1
ZINNY, Historia de Gobernadores, tomo III, pág. 280.
En carta a don Andrés Lamas, cuando su estadía en Río, Paz le dice: Desde que estuve en poder de los
federales, con pocas excepciones, me man ifestaron consideración y ninguna odiosidad personal.
Esa buena disposición hacia mi de los gauchos que me aprenhendiero n era casi general en los primeros
mo mentos, princip iando por el general López. Só lo fué cuando se oyeron los consejos de la farsa política y las
sugestiones de unos pocos, que esas disposiciones variaron. Si cuatro años y medio que López me tuvo en su
poder, fué progresivamente creciendo su desvío y acaso su animosidad fué por otras causas, de las que no fué
la menor mi incapacidad para adular sus preocupaciones, sus instintos semisalvajes. (Arch ivo de Paz).
Ibarra mis mo, oportunista y sinuoso, no miraba a Paz con malos ojos. Tenían amistad desde el colegio.
Cuando Paz se hallaba en Santiago (junio de 1821), desterrado por Bustos, prestó un servicio a Iba rra. Éste
recibió noticias de haber invadido Ramírez la provincia. Pidió a Paz que fuera a su encue ntro. Paz se prestó a
ello y al llegar a Manogasta se encontró con el Padre Monterroso, por quien supo la muerte del caudillo
entrerriano. Hab ía escapado de su derrota y lo acompañaban 150 hombres. Después de sus triunfos, Paz
recibió carta de Ibarra, de 17, de marzo de 1830, en que le decía: "debes persuadirte que tus glorias me inte resan demasiado". "Te felicito por la brillante posición en que has quedado para ser el protector de la libertad
y para terminar los males que pesan sobre nuestro país. Archivo de Paz: legajo 1°, Corresp.
En la memoria escrita por Paz en 1851 en Río, refiriéndose al avenimiento con Quiroga, dice: "se dijo que el
caudillo rio jano estuvo inclinado a escucharlos (los comisionados de Paz), pero que Aldao fue de opinión
contraria". Se dijo tamb ién que" para hacerla prevalecer ocurrió al arbitrio de tocar la susceptibilidad de
Quiroga, a quien dijo: Si Vd. accede se pensará que tiene miedo al ejército de Paz. Esto bastó para que
Quiroga ro mp iese los negocios".
(Vé SARM IENTO, Obras, tomo VII, Pág. 150.)
El general Anselmo Ro jo, escribía a Paz desde San Juan, después de los tratados de Córdoba de 1830,
diciéndole que" todos los hombres de los partidos, veían con agrado" su dirección, de la guerra. Doce años
después, Rojo desde, Chuquisaca escribía a Paz, después de Caaguazú, diciéndole que se podría contar con
Benavides en una lucha contra Rosas.
("Los gobiernos federales como Benavides, le dice, se acogieron a Rosas más que por adhesión a él por
temor a LavalIe." (Carta de abril 17 de, 1842. Arch ivo de Paz.).
2
127
no pensó nunca en llegar a la paz. Se agrega que Rosas la deseaba sinceramente.
Las publicaciones que Rosas hacía en su prensa y las comunicaciones de sus diplomáticos
Cavia y Cernadas serían la prueba de tal afirmación.1 Paz ha dicho lo que podía esperarse
de la mediación de Santa Fe y de Buenos Aires, lo que él por su parte se hallaba decidido a
concertar para lograr la paz, y la convicción de que Rosas no buscó sino perturbar las
negociaciones, siendo su único propósito continuar la guerra y vencer a Paz si no por las
armas por artes de intriga. La honrada investigación histórica ha permitido comprobar todo
esto y desmentir las protestas pacifistas de Rosas y exhibir la artería de su política.
La correspondencia privada de Rosas con López, sostenida paralelamente con su
correspondencia oficial, de reciente aparición, lo ha demostrado. 2
En cuanto a López su situación parece clara. Tuvo confianza en Paz, creyó en la
posibilidad de un avenimiento. Este general, decía López, no tiene al parecer las mismas
pretensiones avanzadas que el general Lavalle; ha manifestado sus "sinceros de seos de
economizar sangre argentina" -refiriéndose a Paz.
En cambio respecto de Quiroga, López escribía a los mediadores (Amenábar y Oro): "me es
sensible que el Gral. Quiroga se muestre tan decidido a continuar la guerra como lo acredita
la carta de que Vds. me hablan".
Este momento de la vida argentina es como un nudo, cuyo desenlace fijará su curso.
Rosas estrena su sagacidad de gobernante. El triun fo que obtiene sirve de base para
lograr sus calculados fines. Paz, López y Quiroga estaban más próximos entre sí que
cualquiera de ellos con Rosas, por el propósito principal que perseguían, pero sus disidencias parciales y sobre todo la oposición de sus temperamentos y de su sensibilidad dieron el
triunfo a quién los explotó con arte extraordinario, para imponer el propio. 3
La disidencia fundamental de Paz con López consistía en, que éste pretendía que aquél
1
La Gaceta Mercantil protesta de la información de que Buenos Aires piensa marchar sobre Córdoba,
quiere la concordia y confía en el éxito de la misión med iadora (números de 23 y 30 de enero; 17 y 24 de
febrero). En marzo 15 publica una carta de Castro Barros en que expresa la esperanza de que se entiendan
Paz, López y Rosas.
2
E. RA VIGNANI, Designación de una comisión para mediar, etc. "Human idades ", tomo XXIII, pág,
63. El expreso de Rosas a López (d iciemb re de 1829) le dice: "cualquiera que sea el modo o los términos en
que se entable la negociación su primera y principal base debe ser cuando menos que Paz deje el puesto que
ocupa y que se retire del territorio de la República porque de ningún modo conviene qu e tal hombre quede
entre nosotros". Esta publicación contiene datos de sumo interés sobre este episodio
3
El relato de Ferré en su Memoria es sumamente expresivo en cuanto a las relaciones de López con Rosas.
"Conozco que este hombre nos pierde, decía López refiriéndose a Rosas, yo no sé qué influencia tiene sobre
mí." Pero al fin, "nos entenderemos con Paz". (Memoria de FERRÉ, pág, 58.)
128
concurriera a la convención de Santa Fe y admitiera el régimen fede ral. La disidencia con
Quiroga era sobre todo de temperamento. Pero López como Quiroga y como Paz aspiraban
a constituir el país y en esto los tres disentían con Rosas, quien además quería ver fracasar
la Convención de Santa Fe.
Hemos recordado ya que el artículo 12 del tratado de Agosto de 1830, decía: "las partes
contratantes declaran formalmente no ligarse a sistemas políticos y se obligan a recibir la
Constitución que diere el Congreso nacional, siguiente en todo la voluntad general y el sistema que prevalezca en el congreso de las provincias que se reúnan".
La doctrina áulica considera como antecedentes de la Constitución actual solamente el
tratado del cuadrilátero, el pacto del Litoral del 31 y el acuerdo de San Nicolás del 52.
Puede ser éste un punto de vista formal, pero históricamente son antecedentes de la constitución, los demás tratados y en especial los de Córdoba de 1830.
Traducen esos tratados desdeñados o preteridos las bases de lucha que concluyó con la
sanción de la constitución.
Se hizo en Córdoba -dijo Paz en un escrito fechado en 15 de mayo de 1852, hallándose
en Montevideo-, "lo que pensamos va a hacer el general Urquiza en San Nicolás ". 1
Los tratados de Córdoba fueron firmados, hemos dicho, por nueve, en realidad diez
provincias, pues Jujuy no estaba constituida y Salta, una de las firmantes, la incluía.
En cambio el pacto del Litoral estaba suscripto solamente por cuatro provincias.
En cuanto a Corrientes adoptó una posición especial.
No encontraba incompatibilidad entre el tratado que se negociaba en el Litoral con los
firmados en Córdoba. A la República, decía el gobernador Cabral (octubre 26 de 1830) "no
le será dado arribar a su constitución política a no ser por las vías de la razón ni terminar
1
Entre los papeles de Paz se encuentra el borrador de un comunicado que escribió a El Nacional de
Buenos Aires, desde Montevideo en mayo 31 del 52, contestando un artículo en que se condenaba sus
campañas de Córdoba y en general las luchas del Interior. Contiene una serie de observaciones importantes.
".El ejército que ganó las batallas contra Quiroga, dice, llev aba por divisa Organización nacional,
Constitución de la República. Esto es tan cierto que sus enemigos y entre ellos el mis mo Rosas se vieron
precisados a confesarlo, si bien es que reprobaban los medios como puede verse por los actos oficiales y las
producciones de la prensa. Por eso era que se limitaban a decir que los vencedores en esas batallas de
Córdoba querían constituir la República a polos.". El ejército que venció en Córdoba, añade, deseaba y
propendía a la organización de la República "dejando a su elección la forma que quisiese darse".
Agrega que la campaña fué popular como lo prueba la cooperación de tucumanos, salteños, catamarqueños
y mendocinos. Cita co mo testimonio la decisión de los Cazadores de la libertad, formada por artesanos y de
la clase más modesta de la sociedad.
Es sabido que la campaña de Corrientes adoptó como divisa: Patria, Libertad, Constitución , y en la
segunda fué la de Nacionalidad y Orden. (Archivo Paz Legajo 9.)
129
sus diferencias sino en la calma de las pasiones" y expresaba su deseo de cooperar con las
provincias interiores.
Entre los tratados de Córdoba y el pacto del Lito ral, que aquéllos provocaron, hay una
sola diferencia esencial, y es el de que los primeros establecían que la Nación adoptaría "
la forma de gobierno que sancione el Congreso federal" (art. 12), mientras que el pacto del
Litoral se decide por el régimen federal y admitirá a las provincias que soliciten pertenecer
a la liga, "si su voto es por el sistema federal" (art. 12).
¿ Cuál pensamiento respetaba mejor el derecho de las provincias y buscaba más
lealmente la unidad nacional, el que imponía el federalismo como condición previa para
llegar a la constitución o el que se sometía al pronunciamiento de las provincias ?
Es de esperar que se publique la correspondencia de los diputados que firmaron los
tratados de Córdoba para conocer su intimidad.
El representante de San Juan, por ejemplo, don Rudecindo Rojo, presentó el proyecto de
supresión de aduanas provinciales, y el de Tucumán, Manuel Berdia, el de un nuevo ajuste
para convocar el Congreso nacional ( noviembre 19 de 1830).
Diez años después, Paz se encuentra con don Julián Segundo de Agüero, de quien hace
un retrato maravilloso de colorido. Paz sufre una decepción. No preocupa a los unitarios,
cuya jefatura moral aquél ejercía, otro pensamiento que la destrucción de Rosas, pe ro sin
ningún plan sobre la obra que debía realizarse al día siguiente. "Fué inútil provocarlo a que
diese una opinión, dice Paz, sobre la futura organización de la República. "
.
Para Paz, la constitución de la nación era fin y meta de la campaña. La destrucción de
Rosas no era movida por un simple odio y una ambición personal, sino por la necesidad de
allanar el obstáculo que la impedía.1
Pintando el estado de ánimo de los directores unitarios, decía "que procedían como si
Rosas fuera a ser eterno, como si después de él no pudiesen venir otros tiranos y quieren
persuadirlos de que destruido Rosas y colocados ellos en el poder está todo conseguido".
Sus Memorias trascienden la incompatibilidad de caracteres en que se encuentra con
relación a Agüero y del Carril y con el concepto unitario sobre el país.
"Todos nuestros actos manifestaban que estábamos dispuestos a abrazar la forma federal
1
Don G. Costa refiere que Rosas, después de Caseros, le d ijo que nunca había pensado en la organización
nacional (MOLINA ARROTEA, Dicción. Vigor., pág. 251).
130
siempre que la adoptase la República", ha repetido en sus escritos.
En 1853 del Carril escribe a Paz, desde Flores -adonde ha llegado trayendo la
Constitución recién sancionada- una extensa carta, y le dice: "Ud. y yo no hemos sido
unitarios en el sentido estricto”, y decía la verdad, una verdad que es la consecuencia de
otra que sólo a Paz puede aplicarse y es la de que no fue hombre de partido.
III
Durante la guerra de la Independencia la causa era una. Pudo San Martín no mezclarse a
las disidencias de las facciones, desoírlas y después de doce años de lucha, llevar al
destierro su gloria intacta de libertador.
Este solo objeto de la acción abrazaba a todos los países de la América colonial. Era el
período " americano” - los hombres - aspiraban a ser "buenos americanos ", la causa era
"americana".
Concluido en 1825 este período, comenzó uno nuevo: no ya en frente de España, sino en
frente de sus propios problemas; los núcleos de la América libertada buscaban constituirse
y realizar su destino individual.
Entonces nacieron las nuevas nacionalidades. Se convirtió hacia el interior de cada uno
el ardor de la guerra terminada y aparecieron las facciones con sus pasiones implacables.
Entonces fué tarea punto menos que imposible actuar por encima de los partidos.
Paz lo comprendió y aceptó su destino, pero resuelto a no subordinarse a las banderías y
a buscar al través de la selva dantesca de las pasiones, lo que reputaba la segunda parte del
programa de la Independencia: constituir una nueva nación.
Ser unitario significó para Paz destruir el aislamiento provincial y dar forma permanente
y orgánica a una nación. No quiso con ello embanderarse en una discusión sobre formas de
gobierno. Por eso, como vencedor en Córdoba en 1830, funda la liga del inte rior,
aproximando y uniendo nueve provincias, con pro pósitos nacionales. Más tarde, desde la
provincia, con más enérgico sentido autonómico, como es Corrientes, combate a Rosas,
persiguiendo nacionalizar la guerra. En todo momento proclama hallarse dispuesto a aceptar la .forma de gobierno que decida el voto de las pro vincias. Por eso, también, no fué ni
131
porteño ni provinciano, pareciendo alternativamente una cosa u otra. Pareció provinciano
en Córdoba en 1830, porque combatía a Buenos Aires y el Litoral; pareció extranjero al
sentimiento localista de Corrientes en 184.2; pareció porteño en 1852 defendiendo a
Buenos Aires contra las provincias que querían hacer nación prescindiendo de su centro y
su cabeza. En todos los casos no hacía sino propugnar la unión nacional.
En 1851, dos años antes de dictarse la constitución, Paz expone sus ideas acerca de los
temas fundamentales que debe resolver. Su único punto de vista es la de dar al cuerpo
nacional una fuerte estructura con la nacionalización de las aduanas, con la capitalización
de Buenos Aires, con la determinación de los poderes pro vinciales.
Nutre sus tesis con la médula viva del pasado inmediato, que es su propia y palpitante
vida, y las justifica a la luz de la razón y de la experiencia extraña. Es una lección
magnífica de historia. Está en ella la explicación de los intereses contradictorios que pulsaban en el seno de las luchas civiles: Buenos Aires, el Litoral y el Interior, los títulos de
todas las secciones del país para ser reconocidas como integrantes de la Nación. Está la
evocación de las desmembraciones que ha sufrido, su estremecimiento de dolor ante el
peligro de otras, que la amenazaban con el destino de ser una nueva Polonia.
No hay en esa carta que es, en cierto modo, un testamento político, nada que induzca al
combatiente de una lucha partidaria y sólo sí el fervor y la conciencia de un obrero
infatigable de la nacionalidad.1
Índice de la Obra
1
Nos referimos a la carta extensa a don Domingo de Oro, desde Río de Janeiro en 22 de junio de 1851,
ya citada.
"El aniquilamiento de las provincias, le decía, ha sido obra calculada de .Rosas, a la que han ayudado
prodigiosamente la ignorancia de 108 pueblos y la ambición de los caudillejos. Me parece de la mayor
importancia hacer sentir en las provincias interiores que ellos forman parte de la República Argentina y que
cada una de ellas es un miemb ro de eso que debe llamarse Cuerpo Nacional."
“Los unitarios que predicaban la libre navegación de los ríos para halagar a Santa Fe, Entre Ríos y,
Corrientes, repetían la conducta de Buenos Aires, que se ligó con ellas por el t ratado famoso de 1831, que
anulaba la influencia de las Provincias interiores. La libre navegación de los ríos nada significaba si no se
nacionalizaban las aduanas exteriores y se suprimían las interiores,. Reconoce "el brillante mérito del
pueblo de Buenos Aires", pero no "dejaré de decir que todas nuestras provincias han merecido el bien de la
Patria y que han concurrido con su sangre y sus recursos".
El espectáculo del Brasil le permit ía esbozar lo que sería Buenos Aires, capital de la Nación, al lado de la
Provincia, con su capital propia, co mo Nitchteroy capital del Estado de Río de Janeiro.
Revista las pérdidas territoriales sufridas por el virreinato, y ante ellas el ejemplo de Polonia lo hace temer
para la Argentina una suerte igual. "Debe robustecerse el espíritu nacional, casi me atrevería a decir a
crearlo, porque si lo hay es muy poco y se ha debilitado por nuestros extravíos políticos, por el mezquino
provincialismo", "Recordemos que no puede haber un pueblo grande sin espíritu nacional" (Papeles de don
Domingo de Oro, publicado por el Museo Mitre.)
132
EL ESCRITOR
133
CAPÍTULO XII
EL HISTORIADOR 
I
Las Memorias Póstumas son la obra capital, pero no la única que autorice a juzgar al
general Paz como escritor. Deben computarse sus arengas, 1 sus Diarios de marcha -aun
inéditos-, sus apuntes personales, su correspondencia política y diplomática. Su
temperamento de meditativo le creó desde muy joven el hábito de redactar diarios de vida.
El rigor de su conciencia y la fe en la posteridad lo indujeron a ser un celoso guardián de

Hay numerosos papeles de Paz publicados, además de sus Memorias. Se encuentra correspondencia de
Paz en la Contribución documental de don G. Rodríguez (tomos II y III), en la Memoria del General Ferré, en
el Epistolario de Paz y Ferré de don F. Centeno, en el tomo XII del Archivo del General Mitre.
Entre lo inédito conservado en el Archivo Nacional debe señalarse los Diarios de marcha que comien zan
en 1823 y terminan en 1828 y luego los escritos redactados en Río de Janeiro que utilizamos, en parte, en este
lib ro.
Paz fué un escritor infat igable, un memorialista. Tenía el hábito de redactar memorias o apuntes personales,
registrar sus impresiones, aún sus conversaciones, como ocurre con las que mantuvo con don Andrés Lamas
sobre las negociaciones que prepararon los tratados de 1851, y por su intermedio el derrocamiento de Rosas.
Merecen citarse sus cartas a don Domingo de Oro que se han publicado en los Papeles de Oro, editados por el
Museo Mitre.
En los archivos del Uruguay se conserva copiosa documentación redactada por Paz, tanto en el Archivo
Lamas como en el del Ministerio de Guerra y Marina. En el Archivo de relaciones exteriores de Río de
Janeiro será necesario investigar la documentación que corresponde a la época oscura de su proscripción, en
que tanto preocuparon a Rosas y su Ministro Gu ido las actividades de Paz en ese país.
1
Las arengas son, entre 1os escritos de Paz, los menos subjetivos o líricos. La sobriedad de su estilo se
prestaba para la oratoria militar, que ha de caracterizarse, sobre todo, por esa calidad.
Simp le co mandante. Paz proclamaba a sus tropas. En sus diarios de Salta se encuentran ejemplos de sus
arengas, pronunciadas en ocasión de los festejos patrióticos. Se conservan las que pronunció durante el sitio
de Montevideo, al hacerse cargo de la defensa, al jurar las banderas o exhortando a los argentinos sitiadores a
abandonar a Oribe o al retirarse de Montevideo. Se encuentran co pias en el estudio de don Jacinto R. Yaben
(Revista Militar 1923).
He aquí un ejemp lo: " Co mpatriotas: Sabéis que en ningún mo mento he dejado de perteneceros, que os he
consagrado mi v ida y que siempre me habéis visto donde ha flameado el estandarte de la l ibertad.
”Recorro vuestras filas y veo rostros donde se han reflejado los rayos del sol argentino, triunfador en
Tucumán, en Salta, en Chacabuco, en Maipú, en Ituzaingó y en tantas otras jornadas de gloria, de cuyos
trofeos son depositarias cuatro repúblicas, libres por vuestro indómito brazo.
“Dejad que lo repita: Siempre he sido de vosotros y me lisonjeo con que merezco vuestra confianza y con que
me seguiréis por la senda del honor, que nos conducirá a la v ictoria y a la patria."
134
sus papeles, donde estaba seguro se hallaría la justificación de su conducta. La adversidad
tan constante de su carrera, también en esto ha hecho necesario que transcurran casi setenta
años para que lleguen a lugar seguro, al Archivo Nacional, donde hoy se guardan
cuidadosamente.
Las Memorias relatan las acciones militares en que intervino desde 1811 y las que
comandó hasta 1846. Exponen también sus trabajos políticos en el gobierno de Córdoba, en
1829 y 1830. Contienen, asimismo, la crítica de campañas militares contemporáneas en las
que no intervino.
Destinadas casi totalmente a la crónica y crítica de acciones militares, no se ha apreciado
bien su contenido y alcance.
El origen de las Memorias fué muy modesto.
Provocado por la lectura de una memoria de Belgrano sobre la batalla de Tucumán a
escribir sus propios recuerdos, pensó sólo en redactar apuntes que no saldrían del círculo de
su familia. 1
Cuando cobraron extensión, cuando era consultado, solicitado para que las facilitara,
2
cuando mirando su pasado, vió que su testimonio sobre el largo período de su actuación
podía ser capital para la compresión de la historia de su país, acreció su empeño en proseguirlas.
Redactaba a intervalos, a veces muy largos, y en ca da ocasión apresuradamente, sin
enmiendas y sin fiebre por la forma, atento solamente a ser puntual, exac to, irrefutable en
los hechos, a dominar y ordenar la balumba de sus recuerdos. No tenía el designio de
aparecer como escritor. No volvía a leer su escrito, no pulía ni corregía.3 Esto ha
contribuido a su naturalidad, a su frescura, a la viveza de sus relatos, es decir, al encanto de
su lectura, a su mérito literario.
Lamentaba no haber cultivado el talento de escritor para dejar cosa más digna del
asunto y del objeto.
4
Había adelantado tan sin sentir en su propósito de escribir los
1
Memorias, to mo I, pág. 200. Pensaba que podía suprimir detalles. Esperaba que su hijo los escribiera.
Don Andrés Lamas lo instaba constantemente en ese sentido. Le requirió en préstamos algunas partes.
Finalmente se sabe que muchos manuscritos pasaron a sus manos. En cuanto a las Memorias, sus manuscritos
se guardan en el Archivo Nacional (la parte publicada). Es necesario compulsarlos y hacer una edición
expurgada.
3
Memorias, to mo III, págs. 74 y 98.
4
Memorias, to mo III, pág. 98. "A cada paso tropiezo con mi falta de costumbre en este género y además no
escribo sino a intervalos y sujetándome a largas y profundas interrupciones. Éstas provienen, fuera del estado
2
135
recuerdos de su vida, que fué para él mismo una sorpresa hallarse, un día, ante la montaña
de páginas que había llenado. Comprendió, sin duda, que no eran ya sus memorias lo que se
había propuesto: simples apuntes para su familia. Adquirió la conciencia del valor que
asumían.
Esto, no obstante, su estilo no cambia. Ni se vuelve solemne ni enfático ni amanerado.
Sigue sobrio, simple, quizá huesoso, pero vivo, alerta, directo.
No preparó un plan. No tuvo otra guía que el orden cronológico de los sucesos. Los
escribió en diversas épocas y este hecho se acusa en su tono. 1
Bien sea siempre animado, cálido y personal, con el aire de un papel casi confidencial, en
los capítulos relativos a las guerras contra Rosas la voz es de polémica, de apóstrofe y a
veces de sarcasmo.
Él se apresura a reconocerlo. "Si los recuerdos re cientes de mi prisión, dice (cuando
escribe en Buenos Aires en 1839) debieron influir en mi ánimo, ahora (1849) el infortunio
que me agobia ha debido dar un tinte lúgubre a mis ideas, a mis palabras, a mis reflexiones." "Adolece de acrimonia, sin duda, dice en otra parte, la pintura que hago de muchos
de mis carceleros, pero he querido expresar francamente mis pensamientos y no revestirme
de un ropaje fingido."
Pero es evidente que tenía las inquietudes y lo agitaba el deseo instintivo del verdadero
escritor, de traducir eficaz y noblemente su pensamiento. 2
En uno de sus capítulos finales se aguza la desconfianza de no llenar ni medianamente su
tarea: la abandona, vuelve a ella después de muchos días: "no me faltan las tentaciones de
arrojar al fuego cuanto he escrito", dice.
Redactados sus comentarios sobre las luchas de la Independencia después de treinta años
de acaecidas, las posteriores se acercan mucho a la época en que escribe y es visible cómo
la serenidad de la lejanía va cediendo su puesto al calor de las impresiones inme diatas, al
fuego de pasiones apenas rescoldadas. Las figuras de Estanislao López y de los Madariaga,
precario de mi salud y de otras circunstancias que afectan mi actual situación, de la descon fianza que se
apodera de mí de que no llenaré ni medianamente mi tarea. Cuando ésta llega (la desconfianza) tiro los
papeles y la plu ma y no vuelvo a acordarme en muchos días, en que no me faltan las tentaciones de arrojar al
fuego cuanto he escrito.”
1
Escrib ió la mayor parte del segundo tomo, sobre las guerras civiles, en el año que media entre su salida de
la prisión y la evasión al Uruguay. Lo demás en casi su totalidad, fué escrito en Río de Janeiro, después de
1848, es decir, d iez años más tarde. Debe observarse que los sumarios de sus Memorias no son obra de Paz.
2
Si tuviera las aptitudes de Vd. para escribir, decía a don D. de Oro en 1851, "es probable que cambiase la
espada por la plu ma, en la persuasión que sería más útil al público".
136
que son las más vecinas a los momentos en que las fija, han sido dibujadas con puyón
enrojecido.
En la parte final, la que recae sobre las campañas de Corrientes de 1841 y 1845, palpitan
las fatigas, la angustia, los desencantos que sacuden y muerden su corazón. 1
Pero ya se trate de los sucesos de treinta años atrás o de los que lo llenan con sus ecos en
el momento que escribe, es siempre Paz el hombre que dice sin reparo lo que tiene por
verdad, bien sea ella expuesta en el tono de la pasión.
Se consideraba víctima de una traición cuando escribe los últimos capítulos. "Temo
haber dado un sabor cáustico y grandemente crítico a mi pobre produc ción", decía, pero
escribo lo que entiendo ser la verdad. "Si no ha de decirse la verdad más valiera tirar la
pluma" -es un concepto que repite.
"Hombre soy y muy sujeto a pasiones y errores, pero tengo a mi favor que se me conoce
incapaz de una impostura y que ni aun para herir a mi mayor enemigo inventaría una
mentira."
Así comprendía y definía el papel del historiador. Lo expresó cabalmente en otro
pasaje.
"No escribo como poeta, dice, para contar nuestras glorias: escribo solamente para hacer
conocer los sucesos que he presenciado, presentándolos en su verda dero aspecto, y
sirviéndome para ello de la verdad severa, según me la ofrecen mis convicciones y mis recuerdos. " 2
Su apego a la verdad, su severidad, no le impedían ver las excusas que tenía la conducta
de los hombres en épocas de pasiones bravías y de incultura, de desborde de los instintos no
domados por la educación moral. Demasiado comprendo la fuerza de las pasiones, decía, y
tengo indulgencia bastante para disculpar hasta donde se deben los clásicos extravíos
políticos.3
A pesar de su temperamento vehemente, del ardor de su genio, había logrado, en afán
porfiado, el dominio de los movimientos impetuosos de su ánimo, para alcanzar
1
No desconozco, dice en el tomo III, pág. 50 de las Memorias, que mientras más me apro ximo a la época
presente, en que he desempeñado un rol más elevado, mis pasiones son más fuertes y están más vivas, de con siguiente puede ser que cargue la mano más de lo conveniente en una obra de esta clase, más también de lo
que puede ser útil a la historia.
2
To mo 1, pág. 171.
3
To mo 1, pág. 288.
137
imparcialidad o para advertir al lector sobre el estado de ánimo que podía empañarla.
De estas condiciones morales viene la autoridad que revisten sus Memorias, como fuente
de historia argentina.
La pasión, remansada por la reflexión, deja la porción de levadura ácida necesaria para
dar al relato un sabor de autenticidad humana, que no alcanza a dañar la objetividad del
relato y que eleva las Memorias al rango de la historia.
Las calidades que exaltan las Memorias resplandecen aún más cuando prescindimos de la
porción militar y política, en la que puede anidarse su vanidad de ac tor o su prejuicio de
partidario. Porque efectivamente si eliminamos de ellas lo que es historia guerrera o política
quedan otras dos porciones, cada una de las cuales puede ser también un libro.
La primera de esas dos porciones es una crónica de la sociedad en que actuó, salpicada
con observaciones de psicología social. Tiene el valor de un prístino estudio sobre el
carácter argentino menos brillante pero más verídico que el Facundo de Sarmiento. A esta
porción debe incorporarse su descripción de lugares y la narración de costumbres.
La segunda parte está constituida por sus reflexiones de moralista y una galería de
retratos y caracteres, sin color, pero con nitidez de aguas fuertes. Han de incorporarse a esta
parte sus meditaciones autobiográficas, el examen obstinado de sí mismo -sin ilusiones ni
desmayos-, que unidas a algunas páginas inéditas de sus memorias privadas, formarían un
libro que podría llamarse las Confesiones de José María Paz.
Estas dos porciones de sus escritos, adecuadamente organizadas, son los testimonios de
un escritor que recuerda a Montaigne por el afán reflexivo, el gusto por analizar la vida y la
experiencia y a La Bruyere por la concisión ejemplar y el sentido moralista de los re tratos.
II
Veamos la primera de las dos porciones que aparte de la puramente militar, constituyen
las Memorias.
Se compone de observaciones, pinceladas, hemos dicho, esbozos sobre el carácter
argentino, descripciones de ambiente y de lugares. Se hallan dispersos y son breves, a veces
simples trazos, dos líneas, un paréntesis en la página que dedica a una acción militar.
138
Respecto del carácter argentino se ha anticipado a lo que han hecho otros estudiosos de
nuestra alma social.
La tendencia individualista, por ejemplo, del argentino, ha sido sorprendida en
manifestaciones múltiples.
El entrevero de las batallas, desde luego, la forma preferida de combate. En el entrevero
no pelean las tropas como tales, no conciertan sus movimientos las partidas o los
escuadrones. Cada soldado es el empresario, el jefe de sí mismo. La pelea es una suma de
duelos personales.
Observó también Paz la tendencia, demostrativa del mismo individualismo, de las tropas
argentinas a dispersarse cuando han sido vencidas. Nuestros ejércitos, decía, han
sucumbido muchas veces por eso. En otros países, el Perú, por ejemplo, los ejércitos proceden a la inversa; los soldados se reúnen y se apiñan, después de un contraste, lo que les
permite salvarse y a veces tomar el desquite.
Pero es una exhibición completa de esa estructura del alma argentina su propensión
genial por la indisciplina y la discordia. Tal tema tiene en las Memorias, la tenacidad de un
refrán, de un ritornello.
Salta a cada paso, en todos los órdenes de la vida, en lo militar, en lo administrativo, en
lo político y se llama respectivamente indisciplina, despilfarro, anarquía o revolución. Los
principios y las ideas que los partidos decían sostener eran arrojados al primer contratiempo
como un pesado disfraz. No era ésta una manera de ser puramente del gaucho y de la plebe
sino de los propios directores calificados, de los hombre s de ciudad y de los gobernantes.
De esa raíz ha nacido el personalismo.
Pudo comprobarlo, en carne propia, en su empresa para derrocar la tiranía; cuando
parecía más próximo el fin, desde sus propias filas surgían para paralizarlo, las resistencias
y el derrotismo. Con su habitual cautela se pregunta Paz: ¿ Será esto universal?. Tal vez, se
respondía, pero es indudable, agregaba, que en ninguna parte de América ha producido tan
pronunciados y terribles estragos.1
Este grupo de fenómenos revela la diátesis social que sesenta años después Joaquín
González ha encontrado como ley de la vida argentina y ha llamado "la ley de la discordia
1
To mo 1, pág. 154.
139
interna".
Esa propensión a acentuar la propia personalidad se alía con fuerzas cuyo cultivo puede
dar frutos preciosos, pero nativamente es un camino de egoísmo, de vanidad, de ambición
despiadada. La fermentación oscura de esas pasiones crea lo que llamamos el resentimiento, hiperestesia de la personalidad, secreto y mó vil de millares de acciones. Es un
producto de nuestro alambique psicológico.
Nace a veces de una palabra mal interpretada, de la omisión de una cortesía que se
considera debida, de una invitación demorada, de un saludo frío.
Ese resentimiento explica la conducta de muchos jefes y la razón de muchos desastres.
Lavalle está resentido con Alvear en la guerra del Brasil; después, en la guerra civil,
Lavalle está resentido con Paz, y con éste casi todos los unitarios de Montevideo.
Un otro rasgo que aisló Paz fué el de nuestra prontitud para el entusiasmo bullicioso y el
alborozo prematuro. Una pequeña ventaja en una acción militar originaba estruendoso
júbilo. Un indicio, una conjetura hacían pensar a los unitarios que Rosas no duraría un mes
más en el poder.
Esto engendra el espíritu de jactancia y fanfarronería. "Cuando se abría la campaña todos
gritaban que terminaría sin tirar un tiro, que el ejército enemigo estaba casi disuelto, o que
no existía y que no había más que" ir, ver, y vencer"; cuando los ejércitos se aproximaban,
se propalaba que el enemigo era diez veces menor que el nuestro y que no podía resistir una
carga.
Se daba la batalla y entonces se gritaba en sentido contrario, pero con igual exageración:
que el ejército enemigo era mucho más numeroso que el nuestro, que había combatido bien
y que todos nuestros soldados eran unos héroes, cualquiera que hubiese sido el resultado
del combate."
Vió Paz claramente, al través de múltiples manifestaciones, la ausencia de ideas en las
luchas políticas y el imperio de las pasiones, los celos y los intereses personales.
Sus propios partidarios deseaban su fracaso cuando crecía su prestigio. Quienes gritaban
más contra Rosas eran los que más fácilmente se entregaron y quienes clamaban porque
hacía cortar las barbas estaban dispuestos a perseguir a quienes se las rapaba. Los jefes
unitarios no buscaban la sanción de la Constitución sino la caída de Rosas y no pensaban en
140
lo que se haría al día siguiente de ocurrida. 1
También Paz puso al descubierto el proceso demagó gico que dilató las revoluciones
civiles.
El pueblo campesino, el gauchaje, tuvo la seguridad de su fuerza cuando vió a los
caudillos salidos de sus filas, gobernando y legislando. Esto trajo la condescendencia por el
capricho popular como secreto de victoria. Pero no solamente el caudillo federal, sino el
propio unitario llegado al poder se dejaba arrastrar por la "funesta tendencia a dominar las
masas por la licencia, para después tiranizar la sociedad entera'”.
2
Por eso su conclusión era la de que el mal del desorden, de la anarquía y de la discordia
ubicuas no era un mal constitucional sino, por lo general, "efecto de los que mandan, de
nuestra ignorancia y de la anarquía propia de la revolución”. La sagaz reflexión tiene vigencia en la historia posterior. Como en la época de Rosas, se ha visto a muchos que
protestan contra el desorden y la demagogia hallarse listos para repetir el ejemplo de los
seductores de la muchedumbre por el halago de sus pasiones.
Para Paz el mal de la anarquía y de la indisciplina no venían del pueblo, porque nuestros
paisanos, decía, tienen disposiciones para la disciplina racional cuando se quiere y se sabe
establecerla, cuando no se les tiraniza ni extravía.3
Estas enseñanzas, que el ojo de Paz extrae del contacto y conocimiento de las masas
populares, se esclarecen en la conclusión a que llegó, con su habitual libertad de espíritu y
probidad, sin que sea obstáculo hallarse en cierto modo solidarizado con el partido que
combatía el imperio de las masas. Esa conclusión es la de que el proceso de la revolución
originó la tendencia democrática en la sociedad: no era, agrega, efecto de un momento de
falso entusiasmo sino una convicción profunda y arraigada.4
Al hacer el diagnóstico de nuestra indisciplina indicaba su tratamiento: proceder con
justicia. Y porque no se guardaba ese principio de conducta si se toma ba partido entre las
facciones, rehusó siempre embanderarse, solidarizarse con sus intereses
Esto es un anticipo de lo que diremos luego de Paz como moralista.
Su propia acción ratificaba su juicio. Triunfó en todas las acciones militares que
1
2
3
4
To mo
To mo
To mo
To mo
II, págs. 151, 394, 427.
III, pág. 89.
I, pág. 176.
I, pág. 265.
141
comandó porque impuso la disciplina a tropas irregulares, que se tenía por reacias al orden,
pero impuso la disciplina sobre la base de la justicia.
En cambio fracasó en la acción política que debía subseguir a sus victorias, para hacerlas
rendir sus frutos, porque entonces recobraban todo su imperio la parcialidad y la pasión de
las facciones, es decir, quedaba desterrada la justicia. Su vida era, pues, la verificación de
sus principios. La tragedia de la guerra civil consistió en no comprender esto y quizá sea
todavía la tragedia política del país.
Para triunfar en las batallas es requerida la disciplina y se la busca por otro camino que el
de la justicia. Algunos unitarios quisieron asimilar los métodos gauchos y se agaucharon.
Pero, como toda falsificación, fué descubierta y perdieron las batallas y los principios. 1
Su visión filosófica de la vida política argentina apa rece más completa que la de
Sarmiento cuando examina la lucha de unitarios y federales. Lo que para Sarmiento era la
antítesis de la ciudad y la campaña, para Paz era un cuadro más complejo: se mezclan en el
proceso la oposición no sólo de la ciudad y del campo sino de la plebe y de la gente culta,
de las provincias y la capital, de las tendencias democráticas y aristocráticas de la
sociedad.2
Es el mismo fondo del pensamiento de Sarmiento, pero en Paz hay una mayor serenidad
de juicio, un desdoblamiento más completo del actor de los sucesos y del filósofo que los
juzga.
III
En lo que llamamos el estudio del alma y del carácter argentinos debe incluirse la pintura
de las costumbres y las descripciones del medio social y geográfico, que ayudan a
comprender aquéllos.
El primer capítulo del libro imaginario -que podría titularse La Sociedad de mi tiempo sobre la vida argentina en la primera mitad del siglo pasado, compuesto con pasajes de las
Memorias, debería llamarse: Desde dos miradores, la Aduana de Santa Fe y el Cabildo de
1
2
Cap. XXVI
To mo I, pág. 262. Distingue campesino de gaucho
142
Luján.
Desde esos miradores se asiste a las escenas más variadas y típicas de la vida argentina
en los años de 1832 a 1839. Relato de sabor novelesco para el lector profano; es para el
estudioso la exhibición de la realidad palpitante y dramática. El verismo del cronista, que se
rehúsa a la vanidad retórica, adquiere la eficacia del arte. Las siluetas están trazadas con
dureza de aguafuerte, la narración es desnuda, aunque siempre digna. El detalle aflora a
cada paso para afirmar la fidelidad del pincel. Como figura, la de Ramírez, su carcelero de
Luján, y como cuadro de la época, el trato de indios e indias en la Aduana de Santa Fe, son
pinturas imborrables.
No son personajes palatinos ni juegos de alta política los que urden la trama del relato:
son hombres secundarios -el juez de paz, el sargento, el asistente de su carcelero -- y
escenas de villorrio, corno era Luján. Es la realidad social la que late en esas páginas.
Son muchos los pasajes de las Memorias que tendrían derecho a incorporarse al libro
imaginario.
He aquí algunos: el reparto de un botín en la campaña del Alto Perú 1 ; el fanatismo que
reverbera en la convicción popular que ve en el caballo moro de Quiroga, el oráculo que lo
ha hecho invencible en el juego, la pelea y el amor; la impavidez de la sociedad ante el
crimen cuando éste se ha hecho corriente y queda impune, que es una página terrible de
psicología social 2 ; la formación instantánea de los ejércitos gauchos cuando los convoca el
caudillo y a la que concurre cada paisano con su caballo de pelea; la descripción de Buenos
Aires de 1839, cuando va a comenzar el gran terror; el patio de Rosas con su fúnebre
silencio en el que Paz pasa largos momentos de espera sintiéndose espiado por las mirillas
de las persianas; el paso del río Corrientes en vísperas de Caaguazú, cuya descripción es tan
aguda que sentimos resoplar la caballada, que los soldados, desmontados y a nado, hacen
atravesar la corriente, en el silencio de la noche, para sorprender a Echagüe en su campo.
Leamos la pintura del guerrillero de las luchas civiles: "Es raro hallar hombres, dice, que
reúnan las condiciones necesarias para un buen guerrillero. Hay en abundancia facinerosos,
audaces, que hacen del robo y del asesinato su carrera, pero no hombres do tados de las
1
En Potosí, cuando la guerra de la independencia, un tribunal di tribuía el botín y co mo parte de éste un
tapado, El capitán Ferreira fue invitado a to mar su parte. Co mo éste sacara algunas monedas, solamente, el
Presidente del Tribunal le dijo: "Ferreira, ¡ qué va a hacer Vd. con, eso! ¡To me Vd. más! " La lección ha
perdurado largo tiempo.
2
La degollación de indios como espectáculo diario parece una fantasía dantesca. Cap. XIV.
143
prendas que deben adornar a un oficial que se dedica a este servicio. Debe ser intrépido y a
la vez audaz, vigilante, infatigable, robusto, práctico de los caminos y lugares, conocedor
de los usos y carácter de los habitantes; finalmente debe ser honrado, tanto más que está en
mayor aptitud que otro alguno de abusar de esa posición y cometer crímenes casi con
impunidad. Sobre todo, debe poseer ese tacto, esa habilidad, esa destreza para mantener en
su tropa una disciplina, tal cual la requiere ese servicio, sin va lerse de los medios ordinarios
de establecerla, pues si peca por rigidez, acabará con la espontaneidad que es indispensable
y si se obra en sentido contrario se vendrá a parar en una lucha desenfrenada. Por esta razón, es necesario que el influjo personal entre por remedio y que el oficial partidario sea un
semicaudillejo, que haga obrar a sus subordinados por medio de unos resortes especiales."
Exalta luego la utilidad de las partidas en la guerra de nuestro país; ellas descubren el
terreno a largas distancias; ellas ejecutan importantes sorpresas al enemigo; ellas dan la
alarma cuando conviene; ellas encubren los movimientos del cuerpo principal; ellas, en fin,
economizan infinitas fatigas, con que serían abrumadas las tropas regulares (de que se
pueda disponer) en unos espacios indefinidos y en unos lugares abiertos en todas
direcciones.
Es ejemplar, como narración, la marcha hasta el campamento de Estanislao López, a raíz
de caer prisionero.
Desfilan personas, incidentes que tienen el movimiento patético de un drama
shakespeariano, por la desnudez y calor humanos, por la emoción que, suscita el arte
natural que los refiere.
Apresado Paz a la caída de la tarde del 10 de mayo de 1831, la partida que lo ha hecho
cautivo se aleja apresuradamente con su presa “y cuando casi era de noche, en lo más
enmarañado del bosque, ha hecho alto repentinamente y en e1 mayor silencio, se trató,
entonces, en repartir mis despojos. Uno tomo las espuelas, otro el chaquetón, otro tenia mi
florete (desde antes), aquel se apoderó de mi gorra, dándome la suya que era asquerosa; me
preguntaron que dinero traía, y aún me quitaron una bota, que en seguida me devol vieron,
para buscar si había guardado dentro alguna onzas; a todo esto me conservaba yo a caballo,
en el de un soldado, pero éste había descendido de la grupa y le dieron el del que hacia de
jefe, habiendo éste montado en el mío, que hasta entonces habían traído de diestro.
Yo quedé en mangas de camisa, y tan solo me dejaron el reloj, por insinuación del que
144
parecía mandar a los otros, porque dijo: "dejémosle el reloj a este hombre, porque puede
hacerle fa1ta”; pero esto no era sino para tomarlo él después, sin participación de los
demás; lo conocí y se lo di un rato después, con sigilo, al soldado que no permitió que
montase en ancas, en agradecimiento de esta acción, de modo que el otro, cuando ocurrió,
por él se halló chasqueado”.
En camino hacia el campamento, de Reinafé, cerca de Mar Chiquita, pasa la primera
noche de la travesía alrededor de un fogón con los ochenta hombres de la partida. __'
Ahí está Bartolo Benavides; especie de jefe que desde el primer momento ha tratado de
obtener el secreto del “tapado”, de las riquezas que suponía debía tener escondidas con la
promesa de hacerle parte mas tarde, incrédulo de 1a pobreza del general prisionero.
Ha llegado entre dianas y vivas al campo de Reinafe y sigue su marcha por el desierto
que queda al sud de Mar Chiquita hacia el campamento de Estanislao Ló pez. Es un llano
pintoresco, sembrado de bosquecillos, donde los batidores de la partida se detienen y se
empinan sobre sus caballos para otear por entre el murmullo de 1os árboles, por temor a ser
sorprendidos por quienes, creían, buscaban rescatar la presa. La pintura del paisaje se une
ahora al relato de las peripecias.
Llevado de reata su caballo, cabecea a cada paso, al tropezar con - tacuruces - los
pequeños montones de tierra suelta que hacen las hormigas en el campo y después de una
segunda noche de travesía en que intenta su evasión, que es un pasaje de novela de aventuras, llega a la inmediación del Fuerte del Tío y dos leguas más lejos, al campamento de
Estanislao López.
El cuadro es admirable como pintura y como emoción. Del Fuerte del Tío donde
reconoce, al paso, el horno de ladrillos que preparo para construir iglesia, cuartel y escuela,
vienen alborozados los paisanos a ver prisionero a quien había trabajado por el bien de
e11os y se agregan a la partida, celebrando como un triunfo su infortunio.
Habría concedido odio por el género humano, dice Paz , ante este testimonio de ingratitud;
"si no supiera todo el perdón que merece la ignorancia".
Cercado así por los curiosos se adelanta un joven que había sido tambor del ejército de
Paz, para que fueran oídos de todos los ultrajes que vocifera en su contra. Es una pequeña
escena magnífica de color la de este rincón del gran cuadro: junto al joven desafo rado
marcha un viejo flaco y bilioso que va dictando a su oído las injurias, que para mayor
145
mortificación, se ha buscado que sea un antiguo soldado del general desarmado y cautivo,
quien las profiera.
Pero el centro del cuadro es la llegada de Paz al campo de López. Son rodeados de cerca
por los jefes del ejército federal, serios los unos, con sonrisa pifiona los otros, en segunda
rueda los oficiales y en contorno los soldados que asisten, algunos a caballo, para no perder
ningún detalle de la escena que atisban por la estrecha puerta de la carpa de López. En un
momento, mientras Paz y López conversan, sin ser visto por éste, hay un oficial que se
burla gozoso del prisionero, con gestos soeces mimando el ademán del degüello.
Es, pues, un cuadro de grandes dimensiones a la manera de las telas del Veronese - las
Bodas de Caná o la Cena en lo de Simón- en que hay centenares de personajes, una
verdadera orquesta de motivos y de temas, fieles todos, sin embargo, a la unidad de la
composición.
En estas páginas Paz ha evocado, de paso, la naturaleza por exigencia de su narración.
Pero son muchas las que muestran la atención que prestó al medio geo gráfico. Como buen
táctico, el conocimiento del terreno y sus accidentes entraba por parte principal en sus
planes de batalla. Pero no era eso. No queremos decir que hubiera descubierto el paisaje y
sintiera el encanto de la naturaleza, como un poeta, pero sí que su realismo se detuvo con
frecuencia en la pintura de las tierras que recorría aunque no lo impusiera un pro pósito
militar.
Y a fe que pocos podían hacerlo con su autoridad. Pocos o ninguno habían trajinado
tanto por el suelo argentino, en lentas travesías a caballo cuando no permanecido días o
meses en las más variadas regiones.
En 1823 hace la marcha desde Sumampa, por los altos valles del naciente catamarqueño,
por Valcosna, Singuil, Narváez, la Ovejería, Carapunco, Villavil, El Fuerte y luego hasta
Santa María, Colalao del Va11e y San Carlos, en cuyas inmediaciones pasará meses, en el
campamento de Animaná, donde redactaba pro lijamente el diario más interesante de
cuantos escribió, por su sabor autobiográfico, y que comprende desde enero de 1823 a
octubre de 1824.
Las veinte páginas que lo encabezan son una descripción geográfica de los altos valles
catamarqueños, donde la contemplación de los grandiosos accidentes de la naturaleza
andina es apenas distraída por los breves oasis donde crece la viña.
146
Al año siguiente viene desde Salta con su contingente para la guerra del Brasil. Atraviesa
las tierras salitrosas de Santiago entre nubes de polvo, seguido de su convoy de carretas,
cuyos bueyes amanecen rendidos de fatiga por efecto del sol africano que la breve noche
tropical no alcanza a mitigar.
Más tarde cruza las cuchillas de Entre Ríos y los llanos ondulados del Uruguay, que
recuerda con complacencia y describe minuciosamente. 1 Hay una página dedicada a Entre
Ríos, escrita en 1826, admirable por la agudeza de la visión del carácter y el porvenir de
esa provincia y que debe computarse entre las que revelan su afán y su don de observador
y de psicólogo.2
Índice de la Obra
1
Muestran bien su ojo de observador las anotaciones que hace sobre el Uruguay, en su diario de marcha al
Brasil. Han llegado allí y dice: ".Julio 13/826. No puede dudarse que el país es admirablemente sano. Hacen
tres días que vivimos y dormimos mo jados, no pisamos sino en el fango y no se notan enfermedades."
"Julio 17. Viv imos en el agua hace 8 días y sin embargo la salud no padece. Clima prodig ioso que agregado
a las demás ventajas naturales del país lo hacen uno de los más felices del globo."
2
Corresponde al día 22 de marzo de 1826 de su diario.
”Es notable, después de tantos años corridos desde la guerra civil, que subsista aún una prevención por no
decir un odio en estas gentes contra las que vienen y dependen de Buenos Aires. De muy lejos ya se advierte
un aire de engreimiento, engendrado por los triunfos que lograron en tiempos pasados y no puede
desconocerse que están resueltos a conservarlo. En todo se echa de ver su espíritu independiente, valeroso y
aun quizá feroz. Sin embargo, no puede dudarse que estas gentes, a pesar de su indomable fiereza, están
hechos para la libertad.
“'Es verdad que son en extremo ignorantes, pero es evidente que ya sea por un instinto especial, ya porque
están en posesión de una casi absoluta libertad de acciones, ya por la abundancia de los elementos que forman
su prosperidad y riqueza y que los constituyen en una perfecta independencia del gobierno y de los poderosos,
ellos conocen ciertos derechos del hombre en sociedad y saben apreciarlos.
.
“Es tamb ién cierto, que por efecto de su carácter indómito, es preciso para gobernarlos la aplicación de
castigos fuertes, pero lo es igualmente que no son hombres que se dominen por el terror y que es preciso mezclar actos de dulzura, y aún igualarse en cierto modo con ellos, adoptando sus usos y aun sus maneras.
"Así han dominado a los caudillos que en tiempos atrás hicieron las desgracias de estos lugares, lo que
constituye una enorme y esencial diferencia con lo que vemos en otros países, por ejemp lo en el Perú. Allí
pueden ser despotizados los pueblos por un tirano que en nada se asemeja a los que le obedecen. Él brillará
con un fausto deslumbrador a los ojos de la mu ltitud se hará temer ejercitando castigos ejemp lares, le
obedecerán por la fuerza de sus bayonetas; y esto basta, el déspota permanecerá en su trono, y el pueblo
miserable y paciente será esclavo.
"Pero en estas provincias, ¿ cuando hemos visto a los tiranos que las han oprimido servirse de los mis mos
resortes? Por el contrario, ellos han despotizado adoptando las costumbres, usos, y aun trajes de la gente de la
campaña: afectando un desprecio por todo lo que no les era propio y exclusivo; inspirándolo por la gente más
culta y civilizada, a la que ellos confunden con la aristocracia de otras partes: engañando, en fin, a la multitud
y haciendo creer que en eso consiste la libertad, y la igualdad que hace la felicidad de los Estados.
"De aquí se deduce: 1°, que nuestros pueblos no conocen distintamente la libertad civ il, pe ro quieren
obtenerla; 2°, que en la mayor parte de los extravíos que hemos deplorado y que casi los han destruido, el
deseo de ser libres ha tenido mucha influencia, o mejor diré, ha sido causa general de todos ellos; 3°, que
deseando la libertad civil nuestros pueblos, y habiéndola buscado por tanto tiempo y a costa de tantos
sacrificios y peligros, ellos (no nos equivocamos), ellos al fin la hallarán y la hallarán con la doble ventaja de
deberla a sus esfuerzos, y de apreciarla bastante porque les ha costado mucho." (Diario de marcha de José
María Paz.) Así como ha pintado el carácter entrerriano, ha hecho lo propio con el correntino (en quién
encuentra virtudes militares que no tiene el cordobés), el salteño valiente y patriota, el jujeño modesto, de
corazón fuerte.
147
CAPÍTULO XIII
I
EL MORALISTA
Las
Memorias, como obra de técnica militar, reflejan la acción de un guerrero en un
momento dado de la historia de un pueblo y es un documento para la biogra fía de un héroe.
Como visión y crónica de la sociedad argentina es un documento de la historia de su país.
De lo particular ha subido a lo general.
Pero contiene otra parte, la segunda de que hablamos, en la que desaparecen la biografía
y la historia, el hombre, su país y su época. Esa parte es la de las re flexiones morales de
Paz, como fruto de la auscultación del corazón humano, su pensamiento filosófico expresado con el acento digno de un gran escritor.
Aquí su obra ha ascendido al plano de lo permanente y de lo universal.
Citemos como primer ejemplo del escritor puro, esta página que pinta el campamento de
un ejército vencedor, en el momento de celebrar la victoria. Es el día siguiente a la Tablada.
"Resolví volver al campo de batalla, dice, y reunido con el resto del ejército, se repitieron
las mutuas felicitaciones y los cánticos de triunfo. Allí tuvieron lugar esos entretenimientos
indescriptibles a los que, después de una gran batalla, se entregan los vencedores con las
emociones propias de tal situación. Allí es donde se ocupan en referirse unos a otros, con la
mayor cordialidad, los peligros que corrieron, las acciones de los vivos, las virtudes
marciales de los que perecieron, se hace mención de la disposición de los jefes y de los
lances individuales en que se hallaron comprome tidos. Se forman innumerables corrillos,
según las diversas categorías militares, sin que el hambre, la fa tiga, la falta de sueño sean
parte a interrumpirlos. Mientras el general medita profunda y silenciosamente el fruto que
148
puede sacar de las ventajas obtenidas, los jefes disertan con tal cual reposo, los oficiales jóvenes charlan a más no poder y los soldados discurren y refieren a su modo las aventuras
de aquel día. Parece que por algún tiempo durase la confusión de la pelea y que las cabezas
exaltadas se rehusasen al reposo o a un sentimiento más tranquilo. A excepción de algunos
charlatanes que procuran recomendarse por hazañas exageradas o supues tas, a quienes no
es difícil designar, se puede conocer a los que han llenado cumplidamente sus deberes, por
el aire de sus semblantes, en que manifiestan estar satisfechos de sí mismos.
"Una gran batalla, continúa, abre una nueva era para un ejército rec ién formado; por
mucho tiempo ella es el objeto de las conversaciones; es el punto de partida y también el fin
de todos los discursos; en ella se crean grandes reputaciones y desaparecen otras que no estaban decididamente establecidas o que habían sido usurpadas; se ven reclutas, que por el
valor extraordinario desplegado en el combate, han corrido en un día una larga carrera y se
igualan a los más acreditados veteranos. En la clase de oficiales empiezan a percibirse esos
destellos de genio y tino militar, que algún día harán a algunos capaces de optar a los
destinos superiores. Los primeros momentos son todos, por lo común, de la patria, del
honor, de la gloria; no es sino después que la envidia, la ambición inmoderada, la calumnia
y otras pasiones innobles, suelen asomar su horrible cabeza."
Hasta aquí la admirable página.
Si hubiéramos intitulado este capítulo José María Paz filósofo habría causado sorpresa.
No decimos, a veces, nuestro pensamiento por no parecer extrava gantes. El verdadero
escritor no quiere nunca parecerlo. La ternura que todo escritor tiene por las almas lo
induce a decir cosas asombrosas sin asombrar. Pero no estaría mal dicho: José María Paz
filósofo..
Paz era un filósofo, de la especie de los moralistas, que es la filosofía de los hombres de
acción.
Sembradas están sus Memorias y sus Diarios de meditaciones, de sentencias rezumadas
por las peripecias de su vida. Son palabras maduradas con leva dura de realidad. No son
rapsodias de los moralistas clásicos, esa moneda de vellón de filosofía escolar, flores frías y
acicaladas de herbario. Son flores cogidas del árbol de la experiencia, que al ser cortadas
gotean en la mano su savia tibia y a veces cáustica.
Es una forma atenuada de la causticidad del juicio del moralista el descubrimiento de los
149
aspectos cómicos de la vida, que exhibe, no por burla, sino como una forma indirecta de
aleccionar. Paz veía fácilmente esos aspectos. En cada uno de ellos hay un tipo o un
carácter de impresionante realidad. He aquí algunos ejemplos. Es sabrosa la figura de aquel
doctor honoris causa de Chuquisaca, oriundo de Córdoba, de donde nunca había salido,
quien sostenía que las manzanas de su tierra eran las más deliciosas del mundo. Pinta, en
otra ocasión, con un solo rasgo el carácter colecticio de los ejércitos, cuando refiere en su
Diario que una partida que se unió a su división, en marcha a la guerra del Brasil y enviada
por La Madrid, había soldados que llevaban “hasta cinco personas de familia y algunos
hasta con suegras”.
Un general y gobernador, aliado en la campaña de corrientes, después de Caaguazú lo
invitó a una entrevista para exponerle un pensamiento, que resultó ser el de activar las
diligencias para descubrir el paradero del caballo malacara, de Echagüe, en que éste se
salvó después de vencido.
Un comandante que llegó luego a general, a quién no veía hacía años y que no estuvo en
Caaguazú, se empeñó durante dos horas en demostrarle que no sólo se le debían las
disposiciones que dieron esa victoria sino que propiamente hablando había sido el héroe de
la jornada. 1
Paz vió y sintió lo que son los azares de la guerra y de la anarquía y sus pasiones
sombrías. Ministros que pasan, sin pausa, de la adhesión a un partido a la adulación de otro
y al cadalso de cualquiera de ellos; proveedores de tropas, ricos un día, mendigos al día
siguiente.
En estas procelas en que transcurre la vida revolucionaria, no piensa como un oportunista
1
He aquí una página a lo Molière. Se ha firmado la alianza de Santa Fé y Corrientes. El dip lo mático
santafecino es festejado haciéndole presenciar man iobras del ejército de Corrientes. Terminadas éstas, un jefe
correntino, acompañado por treinta o cuarenta oficiales forman línea a veinte o treinta varas enfrente de la
comitiva del enviado de Santa Fé, también con su comitiva de generales y oficiales. El jefe de Corrientes
avanza unos pasos y pronunció a nombre de su tropa un discurso de felicitación al enviado santafecino. Este,
avanzando también unos pasos, contestó con otro discurso no menos altisonante. El primero pronuncia una
nueva arenga que el enviado no deja sin contestación. Por tercera vez habló aquél y éste Tampoco quiso
quedarse atrás, de tal modo sucediéndose uno a otro, resultaron una docena de discursos dados y recibidos.
Co mo cada uno de los oradores daba pasos adelante, en cada nuevo discurso vinieron a quedar al último a
una vara de distancia, mientras sus comitivas se mantenían a la mis ma distancia a que se hallaban al co mien zo
de esta lucha de cortesía. Para encontrar temas a tanto discurso, sucesivamente, habían ido to mando la
personería de su división, de su ejército, de la Provincia, de la República, de la humanidad en tera. Al final los
ademanes reemplazaban las palabras. Muchos reían pero algunos con la boca abierta los admiraban. Tuve que
aproximarme, al fin dice Paz, para cortar el diálogo ya que vino a parar en eso el certamen oratorio. (Cap
XXXI).
150
que erige en principios los caminos que llevan al buen éxito, a la manera de un Maquiavelo,
sino como un hombre de verdad, como un filósofo.
“Como el mal obrar, dice en una ocasión, nunca es un vínculo de verdadera amistad, los
mismos que habían marchado por el mal camino, se separaron muy luego y estalló la
división entre ellos”.
Con la brevedad de una sentencia de Tácito escribe: “Lo sublime del vicio es cuando se
enseñorea hasta hacer avergonzar y esconderse a la virtud contraria”.
Leamos ésta otra: “Los hombres adiestrados en intrigas vulgares y pequeñas son niños
cuando se trata de negocios de esfera elevada”.
“Es notable, dice en otra ocasión, el vértigo que llena las cabezas que se dejan dominar
por un falso entusiasmo, que no es otra cosa que el desorden de las ideas y también de sus
pasiones”. 1
Son un mal indispensable en las revoluciones, dice, las venganzas y exacciones, pero es
un deber aminorarlas cuando se pueda., si se quiere consolidar el cambio. Lo demás es
marchar de revolución en revolución.
Los diarios de vida militar, aún inéditos como su correspondencia privada, trascie nden
esa propensión de su espíritu a traducir en reglas morales las lecciones de la vida.
Son expresiones de esa misma tendencia, aplicacio nes de su sentido moral y de su
aptitud de síntesis, las semblanzas, los retratos, las instantáneas, trazados, a veces, con
rasgos apresurados y escasos, pero enérgicos, de las personas con quienes topa su relato.
Así las de Rondeau, Rivera, Agüero, Oribe, Vélez.
He aquí un retrato: "Jamás se inmutaba, ni he sabido nunca que se lo viera irritado: su
exterior era frío e impasible, su semblante poco atractivo, su manera y hasta el tono de su
voz, lo hacían más propio para llevar la cogulla que el uniforme de soldado. Prometía
mucho, pero no era delicado para cumplir su palabra. No se le conocía otra pasión que la de
mandar y si merece que se le dé la clasificación de caudillo, era un caudillo suave y poco
inclinado a la crueldad. "
He aquí otro: "Don Julián Segundo de Agüero tendría entonces sesenta años, pero gozaba
de robustez y buena salud. Es sacerdote, pero ni sus trajes ni sus modales lo indican, pues
1
To mo I, pág. 181; To mo II págs. 159, 343 y 351; To mo III, págs. 12 y 18
151
afecta los del gran mundo o, por lo menos, los de un secular de buen tono: jamás le vi
tomar el breviario ni ocuparse de lectura alguna durante la navegación, o conversaba con
los jóvenes oficiales o se paseaba sobre cubierta en actitud reflexiva y meditabunda. Jamás
se abandonó a la menor confianza. Si esto es una ventaja, tenía el inconveniente de no
inspirar confianza a los demás. No había orador que lo sobrepasase en elocuencia: su tono,
su metal de voz, su método, su lógica, todo arrastraba a la persuasión, pero a fuerza de
reservarse para las grandes ocasiones se hacía insulso y hasta insoportable. ¿Creía este
hombre (jefe y oráculo de un partido) llevar a los demás a la abnegación y a la muerte sin
tocar el resorte de las grandes pasiones?".
He aquí un paralelo, de Rosas y Estanislao López, en diez líneas: "Rosas me mandó
libros, a López ni se le ocurrió que podía necesitarlos. Aquél me hace cono cer francamente
sus intenciones; López, taimado y taciturno, quiere que le adivinen y se irrita porque cree
que no puedo comprenderlo. Ambos gauchos, ambos tiranos, ambos indiferentes por las
desgracias de la humanidad; pero el uno obra en grandes proporciones; el otro, limitado a
una esfera tan reducida como su educación y sus aspiraciones. Rosas marcha derecho;
López por rodeos y callejuelas, Rosas fusila ochenta indígenas en Buenos Aires y en un
solo día; López los hace degollar en detal, de noche y en un lugar excusado."
"Rosas pretende que se le tenga por hombre culto, pero haciendo ver que no son para él
una traba las formas de la civilización; López se rebela contra la socie dad, siempre que se
le da a entender que ha dejado de pertenecer al salvajismo. Rosas quiere el progreso a su
modo, un progreso (permítaseme la expresión) haciéndonos retroceder en muchos sentidos;
López nada quiere, sino el quietismo y un estado perfectamente es tacionario. Rosas escribe
mucho y da grande valor al trabajo de gabinete; López aparenta el mayor despre cio por
todo lo que es papel, imprenta y elocuencia. Por el contrario, López ha sido feliz en el
campo de batalla y tenía cifrada su vanidad en eso: Rosas no ha aspirado a la gloria militar,
sea por sistema, sea por otro motivo que no haga tanto honor a su valor personal. "
Para apreciar a este severo moralista es necesario saber que se aplicaba la regla a sí
mismo.
Su diario de 1823 contiene confidencias que nos abren su intimidad. Son pasajes a lo
Amiel, que dejan escapar el grito, prontamente ahogado, de las tribulacio nes de un alma
ansiosa y esforzada. "Estoy persuadido, escribe el 12 de julio de 1823, que es necesario
152
estar siempre en guardia. Es mortificante, pero es necesa rio para no ser juguete de la
intriga, de la malicia, de la malevolencia."
En 9 de septiembre del mismo año escribe: "He cumplido 32 años, en este período, que
no es corto, nada he adelantado. Mi situación no tiene nada de lisonjera y mis esperanzas
bien tristes. Suerte escasa, ¿cuándo te cansarás de serme adversa ? Pero Dios Justo, venero
tus decretos y tu Providencia. Dame fuerza para concluir mi carrera sin separarme de la
senda de la virtud y del honor."
En junio 24 otro desahogo: "Es preciso que confiese que no tengo aptitudes para
adelantar en la Revolución. Los sentimientos que me impiden hacerlo si son los de un
corazón noble, son perjudiciales a mis intereses. Mas he marchado de este modo y pienso
concluir así mi carrera, aunque lo pague mi fortuna."
Han pasado veintiún años, entre los cuales si están los ocho años de la prisión están
también los de sus grandes triunfos, y mirando su vida desde la cumbre de los cincuenta y
tres años escribe a su esposa (6 de octubre de 1844) con el mismo acento de sus años juveniles: "Si la vida es un viaje que hacemos sobre esta tierra de lágrimas los pobres
humanos, nadie con más propiedad que nosotros lo puede decir y probar. En nuestro país
todo ha sido trabajo, en el extranjero la más cruel incertidumbre. En tan penosa situación
sea nuestro consuelo la más perfecta resignación y co mo vos dices tan cristianamente,
abandonémonos a la voluntad de Dios." 1
II
¿, De dónde pudo salir, cómo pudo formarse este escritor, soldado de la Independencia,
desde los veinte años y luego actor de primera fila durante toda, la guerra civil, hasta su
muerte ?. No fué, sin embargo, de generación espontánea ni siquiera un autodidacta. Hasta
los veinte años fué alumno del Colegio de Loreto y de la Universidad de Córdoba.
Graduado de maestro en artes, estudió letras profanas y sagradas, y cursó luego tres años
de jurisprudencia. Había frecuentado no sólo el Viris ilustribus y las Fábulas de Esopo,
sino también Virgilio, Tito Livio, Tácito, Salustio y Horacio.
1
Repetimos porque las miramos desde otro punto de vista, las citas y hechos recordados en los caps. II y
III.
153
A los catorce años había dado en latín su examen de lógica, cuyo texto se conserva -su
lema era Juxta recentiorum mente accomodare- y escrito en latín una loa a Nuestra Señora
de Loreto, con elegancia clásica, que también conservó entre sus papeles.
Había recibido lecciones sobre la Summa, seguido sus cursos de filosofía por Jaquier y
Altieri. Su preparación literaria se debía, en primer término, a la enseñanza clásica, visible
en la riqueza y exactitud castiza de su estilo. He aquí, de paso, algunos ejemplos. Paz dice
convertir por inclinarse o virar hacia, colecticio por reunión adventicia, mansión por
permanencia, zumba por burla, suceso por buen éxito, consolatoria por consoladora,
febricitante por febriciente, socaliña por soborno, medradas por acrecentadas, solaparse
por disimularse, regalía, tráfago, indefensión, asenso, a mujeriegas, enordenar.1
Observemos que no hay en esto el menor asomo de preciosismo literario.
Se reconoce la buena escuela en la brevedad graciosa y expresiva de algunas locuciones.
Dice, por ejemplo, dió libertad a sus prisiones para decir quitó los frenos a las pasiones.
Cuando pierde a su madre, tenía cuarenta y ocho años y ella era una anciana.
Para expresar su dolor y su orfandad dice "quedé como en ace falía". No sé que se haya
expresado más certera y brevemente el desquicio y el vacío que dejan la muerte de una
madre. Para hablar de todo juicio improvisado y presuntuoso dice que se parece al de un
"hombre que supiera aritmética sin saber leer ni escribir".
Lo externo, lo decorativo de su bagaje escolar irá perdiéndose con el rodar de los años
duros de la guerra, como pierden la cáscara y su musgo los leños que arrastran los ríos,
olvidará ésta o aquella regla gramatical, equivocará la ortografía este escritor que a veces
carece de papel para escribir o redacta sus borradores en los recortes de las cartas que
recibe. Pero la impregnación de las lecturas latinas trasciende co mo un perfume levísimo
aún en los partes de batalla o en las órdenes a sus comandantes que apenas sa ben firmar,
escritas sobre el arzón de su caballo de guerra.
Es claro que sus años de Loreto y de la Universidad no bastan para explicar al escritor.
Pero esa instrucción y el enriquecimiento que ganó con sus largas lecturas en los años
muertos que median entre Arequito y la guerra del Brasil y después durante la prisión,
1
Esto no impide que sean las Memorias de PAZ y el Facundo de Sarmiento donde haya de recurrirse para
formar un vocabulario de voces argentinas (F. A. PERA LTA, Boletín de Investigaciones históricas, tomo VII
Pag. 167 B. Aires).
154
cuando lee La Ilíada, Vidas paralelas de Plutarco, los comentarios de César y las
descripciones de Humboldt, si justifican la amplitud y la sazón de su cultura, no nos
muestran cómo Paz, pudo ser un historiador, un psicólogo y un moralista.
Este fruto proviene de otras fuentes, las que debían otorgarle las condiciones internas sin
las cuales la sola aptitud profesional de escritor es cosa vo landera.
Las condiciones intrínsecas del escritor tienen otras fuentes. La vida en permanente
entrega a la acción, en contacto con soldados, con caudillos, con las poblaciones, con la
naturaleza, aguzaron sus dotes naturales de observador que proveían de materia prima a su
genio meditativo. La influencia de su hogar fué muy grande en la formación de los severos
principios adquiridos en la escuela.
Constituido así su carácter, fué su carrera una disidencia irreducible entre sus principios
y las exigencias de su tiempo. Él escribió alguna vez estas palabras, ya citadas," no me
acomodé a la época desgraciada en que me tocó vivir".
De este inconformismo nació la esterilidad de su acción política, pues que no cedió a la
tentación de abdicar de sus convicciones para lograr ventajas. Pero lo que no solemos ver, y
lo que él mismo murió ignorando, es que las razones que lo privaron de brillantes triunfos
públicos son las mismas que labran su grandeza de escritor.
Su indiferencia para complacer, su desapego por la popularidad y aun por la simpatía, su
rigor en la elección de los medios, son manifestaciones de las dos virtudes sobre las que
descansa el mérito del historiador y del moralista: la pasión por la verdad, el culto de la
justicia y la virtud, de la que decía que "debía amarse por sí misma ". 1
La gloria de escritor es, pues, en cierto modo el desquite de su infortunio político.
Índice de la Obra
1
Vé carta a don D. de Oro de 16 de octubre de 1849, (Apéndice, To mo III Memo rias Póstumas.)
155
LA DEFINICIÓN DE PAZ:
GENIO MORAL
156
CAPÍTULO XIV
PAZ, GENIO MORAL. PAZ y ROSAS
Examinados su vida y su espíritu nos preguntamos naturalmente cuál es la definición
de Paz. Decimos que era un genio moral. 1
Porque Paz era un genio moral, pasan ante nuestros ojos como meros atavíos de su figura,
su prestigio de militar invicto, su poder de organización y de creac ión de recursos, su valor
imperturbable. Y nos parecen sólo corolarios de su estructura moral la fortaleza en la
adversidad, el desabrimiento por el favor político, su aceptación sin amargura de la
oscuridad y la pobreza, su grandeza de infortunado. Lo so n las propias negaciones de sus
críticos -carencia de flexibilidad y de tolerancia, condiciones que no apeteció porque le parecían de una jerarquía inferior a los valores que bus caba y a los que permaneció
inquebrantablemente fiel: la obediencia a los deberes de justicia y de verdad, a los
mandatos de su conciencia. Esto privó quizá a su biografía de otras glorias militares pero
compró a su precio el relieve moral que su vida revela. Por conte ner el valor universal de
héroe moral es que, si en vez de soldado por imperio de su época, hubieran sido otras las
circunstancias, fuera siempre un hombre extraordinario, -legislador, historiador o filósofo-,
en áreas en que la conducta vigila el curso de la inteligencia.
1
El genio moral no es un descubrimiento que hayamos hecho. Está imp lícito en lo que los más calificados
contemporáneos dijeron de Paz. Mitre dijo al día siguiente de su muerte: "llenó su deber como no lo llenó
nadie en esta tierra". En otra ocasión dijo que reunía a la pru dencia de Fabio, la ciencia de Epaminondas.
Sarmiento lo colocaba entre Wáshington y Bolívar.
Pacheco y Obes decía al general Laro miciére en París, que la pre sencia de Paz en los negocios del Río de la
Plata producía la impresión de una doncella en una orgía.
"Paz, por cuyos labios no pasó nunca la mentira", dice V. F. López (tomo 1, pág. 319).
Don Martín Ruiz Moreno, ho mbre ad icto de Urquiza, le aplicaba las palabras de Plutarco a Paulo Emilio:
no buscaba amigos y observaba los deberes de la milicia co mo un sacerdote (Organización nacional, tomo I,
pág. 23).
157
Esa profundidad de su vida personal es lo que lo convierte en un arquetipo humano, en un
modelo para una tragedia de Corneille, una de las pocas contribuciones con que podríamos
concurrir a un panteón de glorias latinas.
Nos parece la mejor ilustración de este final de su semblanza confrontarlo con otro
personaje de su mismo tiempo y de la misma escena. Fueron caudillos de las dos
tendencias, retadas a muerte, cuyo duelo llena con sus raíces y sus vástagos, casi por entero,
el primer siglo de historia argentina: las llamadas unitaria y federal. Eran Rosas y Paz.
Quien leyera, sin antecedente, esos dos nombres reunidos, puestos a la cabeza de un
escrito -paz y rosas- esperaría hallarse ante un poema bucólico, una leyenda de amor o un
relato de esas épocas afortunadas, de euforia social, como el siglo de Augusto o la era
victoriana de Inglaterra.
Por cruel ironía, sin embargo, esos dos hombres encarnan un cuarto de siglo -1829-1852que fué el de “las cien batallas”,1 época de discordias, de odio y de sangre.
Estos dos antagonistas habían nacido al mismo tiempo -Paz en 1791 y Rosas en 1793- y
tenían algunas semejanzas aparentes.
Ni uno ni otro, pertenecían al género de los cardíacos, de los sentimentales; con una
diferencia, que el corazón de Rosas había nacido frío y que Paz se empeñó en enfriar el
propio, vigilándolo para que no recobrara su natural ardor. Eran, pues, antirománticos. Pero
Rosas solía aprovechar el prestigio de las lágrimas y los lamentos vertiéndolos sin sentirlos.
Rosas disponía exequias públicas a su esposa y su legislatura decretaba en honor de la
muerta duelos palatinos.2 Paz buscaba la soledad del campo para dolerse por la muerte de
su padre ya que solamente le fué dado llorar a su madre en la prisión y a su esposa en el
destierro. 3
1
Así fué llamada alguna vez, con toda verdad: sería curioso contarlas. El encarnizamiento de la pelea fué
mayor en la guerra civil que en la guerra de la independencia. En la batalla de Angaco, en la que lucharon 600
soldados de Acha contra 2.300 de Aldao, mu rieron 1.157 soldados: en la de Quebracho Herrado, Lavalle tenía
4.200 soldados y perdió 1.500. (Quesada E., Acha y la batalla de Angaco, pág. 94; IDEM, Lavalle y la
Batalla de Quebracho Herrado, pág. 207.)
En La Tab lada quedaron mil muertos del ejército de Quiroga, que se componía de 4.000. (Paz, Memorias,
cap. La Tablada.)
En el oscuro encuentro de Quiroga con La Madrid en el Rincón, de Tucumán, quedaron quinie ntos
cadáveres.
2
Dos años después de la muerte de su esposa, Rosas daba un manifiesto pidiendo a los ciudadanos que
cese el luto que lleva por esa razón (Registro Oficial año 1840).
3
Paz en uno de sus Diarios dice: "4 de abril de 1825. Llega al correo y me hallo sin carta de mi padre; un
amigo me avisa que quedaba enfermo, pero que sanaría a esfuerzos de buenos facultativos y asistencia. Sin
158
Ambos creían también que el país tenía necesidad primordial de disciplina, pero la
comprendían de diversa manera. Rosas quería obediencia ciega a una ley que dictaba para
los demás y estaba en su mano derogar, Paz imponía donde quiera que estuviera, una
rigurosa disciplina, pero que procedía de la razón y de la justicia y que lo obligaba a él,
primero, como predicador. 1
Buscaron también el orden; Rosas el orden como una conquista instantánea, bajo el puño
de la fuerza, Paz el orden vivificado por la libertad –– su gemelo malavenido – el orden
radicado en el fondo de los ánimos por la educación y el ejemplo.
Paradójica distancia; quien ponía su fe en la fuerza era un militar de ocasión, quien
ponía su fe en la razón y la justicia era un general de carrera que al frente, de sus ejércitos
no perdió nunca una batalla.
No tan paradójica, sin embargo, como la de haber pasado a la historia, Rosas como el
padre del federalismo y Paz como un caudillo unitario. 2
Rosas no conoció las Provincias y ojos que no ven, corazón que no siente. Fingió
amarlas hasta dominarlas. Las amarró a su voluntad y trató a sus gobernantes como
amanuenses. Su astucia para convencer de su sagrado fervor federalista llegó a tanto que ha
embargo, al mo mento concibo que no volveré a ver a mi padre. Esta consideración causa una fuerte impresión
en mí, que me hace salir al campo, donde pago el tributo a la naturaleza."
“12 de abril. Antes de marchar llego al correo y se confirman mis sospechas sobre el fatal resultado de la
enfermedad de mi padre: murió este excelente hombre el 17 de marzo. La primera sensación que me causó la
noticia fué terrible; me entregué al dolor, lloré mucho y por algún tiempo me fué imposible ser dueño de mí
mis mo.”
La madre mu rió en 1839 en Lu ján, durante su prisión, y la esposa en junio de 1848, hallándose proscripto.
1
Dio una lección memorable en Ituzaingó. Llevó la últ ima carga que fue decisiva; sin orden de Alvear.
Alvear corre a su encuentro y le increpa: "¿Sabe usted que ha cargado contra los regimientos de infantería
alemana y un reg imiento de caballería? “: dice. "Coronel queda usted suspendido". Paz contesto: " obedezco";
se retiró y echó pie a tierra. A lvear vuelve al centro de la línea y convoca a sus jefes. A su pregunta sobre el
número de oficiales muertos, el comandante Correa Morales informa q ue, solamente hay un muerto y tres
heridos graves ; “los muertos que usted ve, le agrega, son en su mayoría soldados enemigos.”
Vuelve Alvear hacia donde se encontraba Paz para decirle: “ Por qué cargo usted sin mi orden?
Paz replicó: "porque era la única manera de salvar mi regimiento y porque usted autorizó hacerlo cuando la
circunstancia lo impusiera”. .
Alvear, entonces, concluye la escena que dura apenas unos minutos: “ es usted un valiente”, levanta su
suspensión, lo proclama general en el campo de batalla (esto ultimo no es verdad).
Esta versión de don José Maria Todd, quien se ofrece co mo testigo presencial, no está contradicho en lo
esencial por el Diario de Paz en la Guerra del Brasil.
2
Rosas decía a don Santiago Vázquez, el enviado del Uruguay: “ todos dicen que soy federal y yo me río "
(VEDIA y MITRE, De Rivadavia a Rosas; pag. 344), A pocos se ha ocultado la intención centralista,
porteñista de Rosas.(Vé don JOSE MARÍA ZUVURÍA, Estudios de historia argentina y MANSILLA,
Rosas.
Hizo fracasar el Congreso convocado para reunirse en Santa Fé a fin de constituir federativamente el país.
La famosa carta de don Manuel Leiva instando para el envío de diputados --- la que Quiroga envió a Rosas
y provocó su enojo ---. demuestra la falsedad del federalis mo de Rosas.
159
engañado a la propia historia. Sin embargo, no existía para él sino Buenos Aires y fue tan
débil la unión federativa que dijo fundar que nunca antes de el sucedió lo que a su caída:
Buenos Aires, la ciudad sede de su imperio absoluto, vivió separada de las Provincias
durante ocho años, con pujos de separarse para siempre. 1
Paz, en cambio, conocía al país de un extremo a otro. Había guerreado en la Puna
nevada, bajo el sol de Santiago, en las sierras de Córdoba., entre los esteros de Corrientes, a
través de las cuchillas de Entre Ríos.
En 1830 reunión por primera vez un congreso de diez provincias (Salta incluía Jujuy en esa
fecha), las provincias mediterráneas y pobres, en frente de las cuatro provincias ribereñas
que podían comunicarse directamente con Europa y cuyo privilegio podía aho gar el
federalismo. Por eso, caído Rosas, Paz sostuvo que no podía la nación organizarse
federativamente sin la nacionalización de la aduana de Buenos Aires, pero consideró
asimismo absurdo que se pensase en ello si Buenos Aires -que defendió y salvó del asedio
del ejército de las provincias en 1853- no quedaba a la cabeza de la nación.
Pero los contrastes entre Paz y Rosas son más profundos. Es fácil descubrirlos porque en
las épocas de anarquía y de guerra se revela el fondo de las almas: el golpe del torrente
desnuda las rocas y el cierzo voltea las hojas y saca a luz el tronco de los árboles.
Esas diferencias no son de ideas, sino de tempera mento, de caracteres, de la "filosofía"
personal de los actores.
Pueden resumirse en dos palabras: Paz era un genio moral, Rosas un genio político. La
piedra de toque para distinguir el sentido moral del sentido político es la elección de los
medios de que cada uno se vale.
Para el político el fin es soberano y los medios son sus súbditos: opta por los medios de
gran rendimiento inmediato. Valen en la medida de su eficacia.
1
2
Para el sentido moral los
Rosas se oponía a la constitución, desde luego porque era un realista, es decir, opuesto a lo que fueran
ideas o proyectos. Decía que había que "organizar lo que existía” antes de pensar en cosas nuevas.
Además, como d ice Ibarguren, eso habría obligado a reunir un Congreso, lo que impo rtaba crear una autoridad
superior a Buenos Aires y era él, ante todo, un met ropolitano. (IBARGUREN, Juan M. de Rosas, pag. 194).
En ese sentido era más centralista que Rivadavia y, en cierto modo, continuado por el grupo localista que se
formó después de Caseros con don Valentín A lsina a la cabeza.
BILBA O M . Lo considera típicamente un separatista (Historia de Rosas, in fine).
2
La Presse, de París, que hacía el elogio de Rosas, decía en septiembre de 1844, al conclu ir su defensa: '
'Tal es el hombre de quien puede decirse que queriendo el fin, jamás ha retrocedido ante los medios." He ahí
el juicio de sus propios admiradores (vé Archivo Ame ricano, 1845).
Conocido es su ardid para asegurar su matrimonio : hacer que su prometida escrib iera una carta confesándose
encinta. (Ibarguren, Juan M. de Rosas.)
160
medios forman un solo todo con el fin, son sus pares. Mira ante todo su limpieza.
1
Cuando procediendo con aquel criterio un hombre ha sido el centro de su época, ha
gobernado los sucesos, es un genio político.
Cuando procediendo como en el segundo caso ha llegado al extremo heroico, bien no
alcance a gobernar ni sellar una época con su nombre, es un genio moral.
Las proporciones del genio moral, por eso, no dependen de la fortuna de su carrera, sino
que, al contrario, resaltan sobre el fondo que le hacen los reveses. Es más grande cuando no
lo alentó una estrella propicia.
Para el primero las verdades máximas son la realidad y la actualidad. El segundo no
capitula con los hechos ni las requisiciones de su momento porque coloca por encima de
ellos el mandato de la verdad y la justicia, el pensamiento del porvenir y del destino.
Para el primero sólo existe su ambición, su partido, su pue blo, su nación; el segundo no
olvida al partido contrario, al pueblo, la humanidad. Es el hombre que conoce lo absoluto y
los valores intemporales.
No es que para Paz no existieran ni la realidad, ni el presente, ni su país, sino que no
existían como verdades únicas.
Paz partía del presente, de lo que existía, para fundar lo que debía existir. Un solo norte
tuvo su acción: organizar una nación.
En la lucha civil perseguía la prolongación lógica de la independencia.
A Rosas no interesaba sino lo que existía. No tenía la preocupación ni la inquietud del
porvenir. No veía otros problemas que aquellos que planteaban los acontecimientos.
Si fuera verdad que por su obra se consolidó la unidad nacional, no le sería atribuible
porque no pensó ella. Habría sido el cazador cuyo tiro, por mala puntería, da en la roca y
hace brotar un manantial. 2
Paz creyó que la revolución contra Rosas no debía salir de manos argentinas, combatió
1
En un manuscrito relativo a la defensa de Montevideo, publicado por su biógrafo
Jacinto R. Yaben, se dice de Paz: "Si el general Paz encuentra en su marcha un obstáculo
que no pueda vencer sino por un medio inmoral, reprobado o injusto, la honradez de su
carácter y principios le detienen...... " Si el manuscrito fuera del propio Paz tendría el valor
de una confesión (Revista Militar, año 1932, pág. 1.056).
2
Rosas aconsejaba " marchar siempre con las circunstancias y los sucesos”. Su carta a Quiroga oponiendo
reparos a la organización constitucional es, en el fondo, un alegato en nombre de las circunstancias. En el año
31, La Gaceta decía que no había que ocuparse de formas de gobierno, sino de edificar lo destruido (febrero
24, 1831). (Vé carta a Ibarra, en IBA RGUREN, cit., pág. 192.)
161
bravamente la idea de desmembrar Entre Ríos y Corrientes, y alzó el lema de "nacionalidad
y orden".
Volvió a Corrientes para arraigar en los hechos su protesta, para "nacionalizar la guerra",
como él decía; exigió el reconocimiento expreso de su calidad de argentino cuando fue
omitida en un decreto del gobierno del Uruguay. 1
Cuando procediendo con aquel criterio un hombre ha sido el centro de su época, ha
gobernado los sucesos, es un genio político.
Cuando procediendo como en el segundo caso ha llegado al extremo heroico, bien no
alcance a gobernar ni sellar una época con su nombre, es un genio moral.
Rosas defendió la soberanía territorial argentina contra la intervención extranjera y acusó
de traición a la patria a los unitarios que la buscaron, pero la pa tria no era para él el
conjunto de tradiciones acumuladas por los hombres que habitaban el mismo suelo, sino un
suelo patrimonio de un partido: el "casco" de una gran estancia, cuyos límites le habría
gustado ensanchar.
Fué en su mano el argumento nacionalista un arma admirable de lucha política, sin
referencia a un principio.
Es así que su nacionalismo no le impedía execrar a millares de argentinos que llamó"
salvajes unitarios", ni entregar su más grande ejército a un general extranjero, con un estado
mayor de extranjeros, como eran Oribe y sus jefes, y otorgarle patente para llevar al cadalso
discrecionalmente, a sus compatriotas 2 . Paz comprendió las limitaciones que los principios
1
Los documentos han sido publicados por YABEN, loc. Cit.. Debe recordarse que en los tratados de
Córdoba, julio y agosto de 1830, Paz consideraba el caso de que la alianza de las provincias fuera para
defenderse de enemigos exteriores.
2
Prescindimos de las publicaciones que eran armas de combate, sospechosas de falsedad, de las Tablas
de Sangre de Rivera Indarte, por ejemplo, o de los relatos novelescos como A malia o el muy curioso, Los
Mártires de Buenos Aires o el Verdugo de su República, de Manuel María De Nieves, publicado en Madrid
en 1857. Dos publicaciones recientes, documentadas e insospechables, ayudan a comprender la realidad de la
figura y el gobierno de Rosas: Levene, Iniciación de la Vida pública de Rosas (tomo II, Acuerdo de la Junta
de Representantes) sobre la famosa contribución de 25.000 cabezas de ganado que haría Ro sas como
condición del pacto de paz con Santa Fe, de 24 de noviembre de 1820, que resulta una superchería, y
Ravignani, en La unión federal al comienzo del gobierno de Rosas (en Anales Fac. Ciencias Jurídicas de La
Plata, to mo VI, año 1933), sobre los propósitos pacifistas de su mediación en la guerra del interior. Debemos
también señalar la publicación del pro ceso levantado por la muerte de Florencio Varela, por P. Rodríguez
Villar, Bs. Aires, 1935, que debe concordarse con la carta de Rosas que publica el Manual de don V. F. López
(pág, 606), que algunos han tachado de apócrifa. Merece consideración asimismo el Rosas, de MANSILLA,
por proceder de quien lo conoció en su intimidad y era su sobrino, sobre todo con relación al asesinato de
Maza (cap. 16) El testimonio de Darwin, Viaje alrededor del mundo es, sin duda, irre cusable. Según éste,
Rosas pagaba a los tehuelches un tanto por cada indio enemigo que matasen. Le dijeron a Darwin: cuando
Rosas ríe no perdona (Voyage d’un naturaliste autour du monde, págs. 74 y 110): rasgo shakesperiano, ha
162
ponían a su acción. Si es un defecto, dice en sus Memorias, "la preferencia a sucumbir fiel a
sus principios de orden y libertad a triunfar en el desorden, debo confesar que adolezco de
él en grado superlativo”. Más tarde, perseguido, proscripto, fugitivo, rehusé obstina damente
reunirme a unos hombres cuyos principios no concordaban con los míos.
1
A nuestro turno nos corresponde comprender las limitaciones que a su genio moral
creaban la naturaleza de su carrera, el estado revolucionario de su país, y cómo esas
barreras imposibilitaban su ascensión hasta las cumbres de la caridad o el sacrificio, a las
que llegaron Alfonso de Barzana, el evangelizador del antiguo Tucumán o Roque González
de Santa Cruz, el mártir de Caaró.
Si de ordinario es tan ardua la sumisión a los prin cipios morales, imaginemos lo que
significó obedecerlos para un guerrero lanzado en una lucha sin merced, en la vorágine de
pasiones desatadas. Para acotar su perfil, pues, no olvidemos que no fué el suyo un
principismo predicado desde el gabinete o desde el ostra cismo, sino un principismo
probado por el fuego y por el hierro.
Rosas era la antítesis de Paz. Usaba los medios que le parecían útiles, el disimulo, la
mentira, la violencia, el asesinato. Su oráculo era la eficacia, "el golpe cantado". Fué, sin
duda, un paciente, un concienzudo experto del corazón humano. (Parece que lo conocieran
mejor quienes pueden recorrer el propio como una sala de museo.) Conocía el jue go de sus
resortes para enervar una resistencia, para adormecer una voluntad, des viar un peligro,
quebrar un rival, hacer adivinar sus deseos, aliarse con las debilidades de los demás, arrastrar el favor popular -sin impaciencia pero infatigablemente.
Pero si sus artes fallaban o había riesgo de fracaso o represalia, este hombre hábil y
dicho Ibarguren. En carta a Alejandro Heredia, gobernador de Tucumán, decía Rosas, refiriéndose a sus
enemigos: "hay que escarmentarlos con rigor a los que lleguen a ser aprehendidos" (Terán, Tucumán y el
Norte Argentino, pag. 121).
No son necesarias las citas, puesto que el mueran los salvajes unitarios es suficientemente claro.
Los unitarios contestaban la imputación de traición a la patria recordando que Rosas, cuando sitiaba a
Buenos Aires en 1829, escribió en marzo de ese año al vizconde de Vénancourt, almirante de la flota francesa,
que se había apoderado de los barcos argentinos de guerra, en el puerto de Buenos Aires, pidiéndole que no
los devuelva, que se apodere de otros que estaban en el Paraná, que hostilice al gobierno de Lavalle, y que le
otorgue una entrevista en la Ensenada, a donde concurrirá su hermano Prudencio, ofreciéndole los víveres que
necesite para su tropa. Esta carta fué leída en el original en el Parlamento francés, en la sesión del 29 de
diciembre de 1849, por la Roche Jacquelin (vé Moniteur universelle,. Pág..4.211) contestando a la Gran je.
1
Memorias Caps. XXIII y XXIV.
"No soy ni fui nunca hombre adecuado para las revoluciones, ni tengo esa audacia de carácter que hace
sobreponerse a todo miramiento, ni poseo esa indiferencia por lo justo, equitativo y útil al público que hace
superior el interés individual a toda otra consideración" (cap. XI).
163
expeditivo no se empeñaba en el fuego porque el puñal, en mano segura, podía hacer más o
menos lento el triunfo. 1
El uno educado en una ciudad quieta y tradicionalis ta ha salido de ella a los veinte años
para mezclarse a las masas y contagiarles las virtudes aprendidas en la vida doméstica y
urbana; el otro se ha formado en la vida libre de la Pampa y ha entrado en la ciudad con las
lecciones aprendidas de indios y gauchos. Aquél llevó la Universidad al campo, éste la
"estancia" y el fortín a la ciudad.
Paz creía en la buena calidad de "nuestros paisanos ", en su docilidad para una"
disciplina racional cuando se quiere y se sabe establecerla, cuando no se les tira niza o
extravía”. Logró elevarlos hasta ella y comprobó su juicio venciendo con ejércitos
organizados otros mucho más numerosos.
2
Creyendo en el pueblo y educándolo, no fué
popular. Rosas quiso entronizarse sobre el apoyo de las "cla ses bajas", pagándolo con la
licencia para sus instintos y embriagándolas de odio. 3 Y fué inmensamente popular.
Paz buscó sinceramente la concordia con Quiroga, su mortal enemigo y se ofreció a
Urquiza, con quien había peleado frente a frente, cuando se pronunció contra Rosas. Este
propagó la semilla, hasta hacer planta silvestre el odio entre los argentinos.
Rosas llegó al gobierno de la rica provincia de Buenos Aires - una y otra vez, en 1829 y
1835, por artes de astucia-, tuvo a su disposición la única mina conocida en el país, que
eran las rentas de su aduana, para formar ejército, y la inmensa tierra pública para pa gar
adhesiones. 4
El otro llegó al gobierno de Córdoba, la capital orgullosa pero pobre del Interior, después
de terribles combates y sacó de escuálidas provincias -Córdoba en 1830 y Corrientes en
1840- los ejércitos con que venció. "En la prosperidad otros han sido los llamados a los
destinos públicos: yo sólo he merecido la elección en los conflictos", dice en sus Memorias.
Rosas tuvo una vida fácil, no le faltaban recursos ni holgura. Paz vivió siempre en la
1
En cuanto al asesinato del doctor Maza lee los documentos copiados en el cap. XVI del Rosas, de
Mansilla.
2
Memorias. En su Diario de la Guerra del Brasil: "es una solemne mentira decir que no se puede contener al
soldado, cuando se le da el ejemplo" (19 de marzo de 1827).
3
Buscó ese apoyo, según la confidencia que hizo a don Santiago Vázquez, co mo base de su sistema
político: tuve que "hacerme gaucho como ellos, hablar como ellos y hacer cuanto ellos hacen” (VEDIA y
MITRE, De Rivadavia a Rosas, pág. 342).
4
Las tierras conquistadas a los indios eran puestas a subasta pública, en las condiciones de libertad
facilmente imaginables (Reg. Oficial, 1840-41).
164
estrechez y la pobreza, sin paga para sí ni sus soldados. No estaba, por eso, Rosas
preparado para soportar el destierro y su voz omnipotente, bajo la apretura de la pobreza,
tiene el lamentable acento de un suplicante. 1
Rosas, reaccionando contra el liberalismo de Rivadavia, busco atraer a la Iglesia, facilitó
el regreso de la Compañía de Jesús, se dijo protector de la religión.
Pero la religión y la Iglesia debían de ser fieles fe derales y él, el sumo sacerdote -su
imagen puesta en los templos- que en nombre de Dios interpretaba su ley y aplicaba el
castigo. 2
Su religión le permitía escribir en 1842 esta interpretación: "respecto de los salvajes
unitarios se distinguen los decretos de la divina Providencia", pues conforme al Evangelio
de San Juan Bautista (sic), son bien derramadas veinte gotas de sangre que ahorra rían mil y
sería un delito y una crueldad no hacerlo. 3
Paz no vocea su catolicismo pero cumple sus precep tos, practica las virtudes cristianas;
protesta su conformidad con la voluntad de la Providencia que lo so mete a crueles reveses,
se entrega a la misericordia de Dios. 4
El signo de su cristianismo se acusa en su conducta en los campamentos, en el dominio
de sus impulsos, en su desahucio de toda tentación de venganza o crueldad, en la vigilancia
de sus pasiones, en la entereza para proclamar, la verdad y desafiar la tormenta que ella
desencadena.
Rosas surgió en el momento en que las convulsiones de la anarquía habían acob ardado la
sociedad de tal modo que suspiraba por la mano fuerte que asegurara el sosiego como el
1
Cartas a Urquiza en La Prensa, por Isaac E. Castro, 3 de febrero de 1936. Mansilla decía ya: " En el
destierro no está a la altura de la adversidad; piensa en el desembargo de sus bienes (Rosas, cap. XV).
2
Expulsó a los jesuitas después de haberlos atraído. "No han correspondido, decía en su mensaje de
1841, a las esperanzas de la Confederación. La marcha opuesta al sentimiento federal desagradab a altamente
la opin ión pública, contenido por los respetos del gobierno. Pronuncióse después fuertemente y los Padres, de
suyo, dejaron el Colegio. (Reg. Oficial, pág. 157, año 1841.) Lo que hubo es que la Compañía de Jesús no
admitió, en el temp lo, el ret rato de Rosas (Mansilla, op. cit.).
En su mensaje de 1848 llamaba la atención Rosas sobre la pérfida sociedad jesuítica.. Disolvió los
conventos que tenía en la República y se pre paraba para expulsarlos aun secularizados para que no continúen"
su obra impía de anarquizar la República". (Reg. Of" 1848, p. 215. Véase revista Estudios, n° 302, págs. 91 y
102.)
Los obispos designados en su tiempo, co mo el Obispo Molina, de Tu cumán, o Quiroga, de Cuyo, debían jurar
su fidelidad a la santa causa federal y comunicar al gobierno toda novedad contraria a ella (ídem).
3
Carta a Urquiza. (Ibarguren, en Juan Manuel de Rosas, pág. 192.)
4
Véanse los capítulos La formación de su carácter, El hombre ma duro. Véase testimonio de don Manuel
Bilbao, Historia de Rosas, cap. IV. Para ju zgar a don Luis Baena, cogido en traición, durante el sitio de
Montevideo, exig ió formación de un Consejo de Guerra, co mo h izo en Corrientes. Y así se procedió. En
Corrientes rechazó la idea de una emboscada que se le propuso. (Memorias, cap. XXIX.)
165
bien supremo, y él tenía el temperamento y las condiciones adecuadas para darle lo que
buscaba, a cualquier precio.
Paz, en cambio, según su confesión, "no se acomodó a la época desgraciada en que le
tocó vivir". Sus sentimientos de equidad, decía, lo impidieron "solidarizarse con su partido"
y sus ideas “no podían convenir a hombres apasionados a quienes más que e1 bien público
animaba el espíritu de facción y sus intereses."
1
Si fuera permitido usar en historia el mismo lenguaje que en geografía, diríamos que
ambos fueron grandes, como se dice de los accidentes o de los fenó menos de la naturaleza,
siéndolo igualmente las cumbres y los abismos, el arco iris y el rayo, los ríos navegables
que procrean las ciudades y los torrentes que las destruyen.
Considerados como hechos de la naturaleza -por la abundancia de savia, por el lujo de
fuerza vital que desplegaron, por el tumulto de sus vidas-, provocan, como aquéllos,
nuestro asombro.
Pero la historia no admite la amoralidad de la naturaleza.
La historia es una ciencia moral cuyo personaje central es el espíritu.
El mal no puede engendrar sino el mal, aunque de paso nos pueda parecer un bien.
En la primera página de este libro hemos dicho que un hecho llega a ser histórico cuando
ha trascendido a la realidad social.
En esta última página debemos completar el concepto diciendo que también requiere un
hecho para ser histórico que tenga como actor y destinatario el espíritu humano, porque la
historia no es una ciencia natural o una ciencia biológica.
Francia no es grande por Luis XI
2
o Napoleón, sino por Carlomagno, San Luis, Juana de
Arco, para no hablar sino de la historia política.
1
Memorias, cap. XXIII.
Quesada parangonó a Rosas con Luis XI. La Ilustración, que se publicaba en Madrid, número 1° de mayo
de 1852, hacía ya el paralelo entre ambos. Encontraba en ellos el mis mo amor al populacho (citada po r Los
Mártires de Buenos Aires, pág. 173). Después se los ha aproximado por la labor histórica de unificación del
país que le ha atribuido Quesada y otros historiadores. La unificación de Francia fué una obra secular y San
Lu is quizá el mayor obrero. (Vé Lavisse, Histoire de France, tomo III; L. Halphen, L'essor de l'Europe
(Peuples et Civilizationss); Curttius , Essai sur la France.)
El parentesco que nosotros encontramos es puramente psicológico. Las asimilaciones históricas son
peligrosas, aunque sugestivas. Don Vicente López habló de Rosas como de un personaje que evocaba a los
emperadores sangrientos de Roma, enloquecidos por la irresponsabilidad. Sin animo de imitarlos,
encontramos un parecido mayor en Rosas con los condotieri que fundaron principados en la Italia del
Renacimiento, particularmente con Bernabe Visconti o Eccelino de la Marca trevisana. (Vé Simondi de
SISM ONDI, Hist. de las Rep. Italianas, tomo III, pág. 275.)
2
166
De las grandes almas se desprende un aliento que en la vida social hace el papel de la sal
en la tierra: el ingrediente invisible que hace su seno fecundo y le impide ser cieno o roca.
Con la visión sobrecargada de experiencia histórica, Burckhardt enseñaba a Nietzsche
una lección que el discípulo aprendió pero olvidó después: la grandeza del alma no es lo
mismo que la fuerza del alma.
La fuerza del alma es la que poseen muchos ambiciosos sin idea les, voluntades recias,
implacables perseguidoras del poder o la fortuna. 1
La grandeza de alma es la de los capaces de renunciar, de abdicar de una ventaja para
permanecer puros, de quedar solos, si es necesario, para la paz de su conciencia. 2
Los primeros nos sorprenden con la abundancia de la cosecha que son capaces de lograr.
Los segundos nos ilusionan sobre nuestra especie, mostrándonos como algunas semillas
maravillosas alcanzan a germinar, aunque de tarde en tarde, entre la maleza de la
vulgaridad humana.
De aquellos era Rosas, de estos era Paz.
1
ANDLER, Nietzsche y Burckhardt. Rev. Synthese historique, 1907, vol. II.
Esa capacidad para renunciar de Paz puede verse en dos mo men tos, entre otros, no escasos en su vida.
Cuando el Uruguay le encarga la defensa de Montevideo, en ausencia de Rivera, que viene con los restos de
su ejército vencido en Arroyo Grande, lo designa jefe del Ejército de Reserva..
Llega Rivera, asume la presidencia y declara que Paz era incapaz de desempeñar el cargo que se le había
confiado, y que por su calidad de extranjero, el ejército no lo ad mit ía.
Paz se apresura a resignarlo y el ejército de Reserva es disuelto. Pero todos saben que esa renuncia puede
importar la pérdida de la ciudad sitiada e insisten en buscar a Paz. Éste se sobrepone a todo amor propio y
acepta retornar a su puesto como simp le comandante de Armas de Montevideo , en verdad, bajo las propias
órdenes del propio Rivera.
Paz esta proscripto en Río, Urquiza se ha pronunciado contra Rosas; Paz goza de pred icamento en la Corte del
Brasil, cuya alianza necesita Urquiza. Paz da entonces por éste su garantía y responde por su sinceridad,
según Sarmiento. Y escribe desde Río al propio Urquiza en 20 de julio de 1851: "me adhiero con todas las
fuerzas de mi alma a su nueva marcha política...., hago ardientes votos porque sus trabajos sean coronados
por el éxito mas feliz".
Esas cartas las escribía Paz desde su, pequeña granja situada a una legua de Río, en la rúa San Clemente,
cerca del Jard ín Botánico, donde cuidaba las siete vacas que le daban sustento para los suyos, junto con el
pequeño negocio de comestibles del país.
No es nada que un triunfador apoye la virtud o el talento de un hombre nuevo, que será siempre un protegido;
lo realmente grande es que un héroe que ha agotado su vida en la persecución de un ideal que un adversario
se propone lograr, se apresure a batirle palmas desde el ostracismo y la pobreza en que la ha arrojado su
esforzado pero estéril empeño.
Entre otras renuncias se cuenta la de las diez leguas que le ha dado el gobierno de Corrientes en su primer
campaña y el sueldo de general, hallándose en suma pobreza, que le otorgó el gobierno de Buenos Aires a
contar desde el 1° de febrero de 1852 y que no aceptó sino a contar desde su efectivo servicio, cuando ha
marchado en su misión al interior. Le había sido, sin embargo, otorgado por el gobierno de Urquiza (certificados fecha 14 abril 1853, FCO. DE LAS CARRERAS y L. TORRES , Arch. de Paz, Leg. 3, doc.
Particulares).
Índice de la Obra
2
167
CRONOLOGÍA BIOGRÁFICA DE JOSE MARIA PAZ
Nacimiento.
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9 de septiembre de 1791
Ingreso al Seminario de Loreto.
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17 de Febrero de 1804
Diploma de Maestro en Artes.
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. 11 de Octubre de 1808
Estudios de Jurisprudencia. .
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años 1809 – 10 -11
En el Ejército del Alto Perú (Tucumán, Salta, Jujuy y Bolivia)12 de Septiembre 1811-1819
Arequito.
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Destierro por Bustos. .
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En Santiago del Estero.
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8 de Enero de 1820
21 de marzo de 1821
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1821 - 1822
En Salta en la preparación de la División Auxiliar
del Alto Perú y marcha a Bolivia.
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Enero 1823 - 1825
En la guerra con el Brasil.
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1826 – 1828
Regreso del Brasil.
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Enero 1829
Marcha a Córdoba.
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.Abril 1829
Batalla de San Roque .
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22 de Abril de 1829
Batalla de la Tablada .
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Batalla de Oncativo. .
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22 de Junio de 1829
25 de Febrero de 1830
Liga del Interior ( Tratados de Córdoba y Supremo Poder Militar ).Julio y Agosto de 1830
Captura.
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Prisión.
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Casamiento en la prisión.
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31 de Marzo de 1835
Libertad en Buenos Aires.
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23 de abril de 1839
Evasión.
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3 de Abril de 1840
Llegada a Corrientes. .
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Agosto de 1840
Batalla de Caaguazú. .
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En Entre Ríos. .
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Jefe de la Defensa de Montevideo.
168
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10 de Marzo de 1831
10 de Marzo de 1831 a 3 de Abril de 1840
28 de Noviembre de 1841
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Febrero de 1842
12 de Diciembre de 1842
Retiro de Montevideo.
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3 de Junio de 1844
Llegada a Río de Janeiro.
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16 de Julio de 1844
De nuevo en Corrientes. Director de la guerra.
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14 de Enero de 1845
Retiro de la guerra.
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15 de Abril de 1846
En el Paraguay.
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Viaje a Río Llegada
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3 de junio de 1847
Muerte de la esposa .
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5 de junio de 1848
Permanencia en Río .
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1847-1851
En Montevideo
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Llega a Buenos Aires .
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Misión al Interior
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En la defensa de Buenos Aires sitiada
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Enero - Julio 1853
Pacto de paz entre Buenos Aires y la Confederación
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9 de marzo de 1853
Ministro de la Guerra y Marina de Buenos Aires
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En Montevideo
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Muerte .
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169
Mayo 1846 – Enero 1847
Enero - Septiembre 1852
1852
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1852
Marzo – Octubre de 1853
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1854
22 de octubre de 1854
Índice de la Obra
ICONOGRAFÍA DE PAZ
1. Óleo de autor desconocido, copia de E. Querciola. Buenos Aires, 1829. Museo Histórico.
2. Litografía de Bacle. Buenos Aires, 1829. Museo Histórico.
3. Retrato publicado en el folleto La batalla de Caaguazú por Rivera Indarte, en Montevideo,
en 1842. Único ejemplar conocido con este retrato en la biblioteca del doctor José Marcó
del Pont. Montevideo, 1842.
4. Litografía, cuyo original dibujó el artista italiano E. Bettinotti. Montevideo, 1843.
5. Óleo anónimo, atribuido al artista G. Gallino, publicado en la primera edición de Memorias
Póstumas. Montevideo, 1844. Museo Colonial de Luján.
6. Apunte del pintor alemán Rugendas, perteneció a la colección de Don Alejo B. González
Garaño. Montevideo, 1845.
7. Dibujo del ingeniero C. H. Pellegrini. Buenos Aires, 1852.
8. Daguerrotipo de A. Pozzo. Buenos Aires, 1853. Museo Histórico.
9. Litografía. Buenos Aires, 1854. Museo Colonial de Luján.
10. Daguerrotipo. Buenos Aires, 1854, Museo Histórico.
11. Obra de Camilo Elías Duteil, coronel francés. Lleva esta acertada inscripción latina: Disce
virtutem ex me bellique labore: fortunam ex aliis. ( Aprende de mi la virtud y el trabajo de
la guerra; de otros la fortuna ) Buenos Aires, 1858. Museo Histórico.
12. Alto relieve en yeso, debido a Camilo Dutueil. Buenos Airees, 1859. Museo Colonial de
Luján.
13. Medallón de bronce, autor anónimo. Museo Colonial de Luján..
14. Busto en mármol del escultor Romairone. Buenos Aires, 1885. Museo Colonial de Luján.
No incluimos en la enumeración el retrato existente en la colección de don Ángel H. Vidal, de
Montevideo, publicado en un diario de esa ciudad, por no haber obtenido datos, ni el que aparece en
170
los Anales de la Defensa de Montevideo de De María, por ser inexacto visiblemente. Tampoco lo
hacemos con las reproducciones publicadas en revistas o álbumes.
Estamos ciertos de no haber hecho un inventario completo. Esperamos que será mejorado.
Debemos especial agradecimiento, por la colaboración que nos han prestado, a don Enrique
Udaondo, director del Museo Colonial de Luján, a don 1. Bucich Escobar, del Museo Histórico y a
don Alejo B González Garaño.
ILUSTRACIONES
Los retratos del General Paz que aparecen en este libr o son: en la carátula tomado de la escultura
de C. E. Duteil; y luego en este orden, la litografía de Bacle, el óleo atribuido al artista G. Gallino
(1844), y la litografía cuyo original dibujó don C. H. Pellegriní.
El de la esposa del General reproduce el óleo de F. A. Coudert, que se conserva en poder de sus
descendientes.
Índice de la Obra
171
A P É N D I C E
172
ADVERTENCIA DEL AUTOR
Los documentos que se incluyen en este apéndice no pueden servir sino de indicación de
los que contiene el Archivo del General Paz. La publicación de sus Diarios de marcha y de
otros relatas, redactados en Río de Janeiro, al mismo tiempo que sus Memorias Póstumas
requeriría dos volúmenes al menos. No todo lo que existe en su .Archivo es, sin duda,
inédito. Se encuentran en él los borradores de sus cartas a Ferré, a Oro, a Madariaga,, a
del Carril, a Mitre que han sido publicadas junto con las Memorias del primero, o en los
Papeles de Don Domingo de Oro (Museo Mitre) o entre los Documentos relativos a la
organización nacional, de la Facultad de Filosofía y Letras o en el Archivo del General
Mitre, pero es siempre muy considerable la porción inédita.
En la imposibilidad de incluir aquí tan extensos documentos, además de las referencias
sumarias que hemos puesto en algunas notas del texto, de los Diarios de marcha,
insertamos fragmentos escogidos que pueden inducir a los estudiosos a la lectura total en
el Archivo de la Nación donde se encuentran los originales. Algún día se afrontará, esperamos, la edición de tan valiosos papeles,
Algunos incorporados al Apéndice no son inéditos, la extensa carta a Don Domingo de
Oro, por ejemplo, que reputamos capital para hacer conocer el pensamiento de Paz sobre
la organización política de la Nación.
Conservamos la ortografía, y abreviaturas del original.
No incluimos papeles de orden poco secundario como
son lo s relativos a sus
negociaciones comerciales o asuntos de familia.
Los subrayados pertenecen al autor, a excepción de los que aparecen en IItuzaingó, que
son de Paz.
Índice de la Obra
173
I
LIBRO MANUAL DE DON JOSÉ DE PAZ,
PADRE DEL GENERAL JOSÉ MARÍA PAZ
En la primera página se lee: "Libro manual en que consta el día de mi casamiento, el de nacimiento
de mis hijos , bautismo, confirmación, estudios, etc."
En la segunda página dice lo que sigue:
"Año 1790. - Casamiento. - El día 27 de Octubre de dicho año, a las 9 de la noche, me casé con
doña Tiburcia Haedo, en casa de mi señora suegra doña María Mercedes Roldán (su esposo fue Don
Felipe Haedo). Hizo de cura mi hermano el Dr. Manuel Mariano de Paz; siendo provisor y rector de
Loreto el señor Nicolás Videla del Pino. Fue deán de esta santa iglesia de Córdoba del Tucumán;
pasó al obispado del Paraguay y después al nuevamente erigido en Salta."
“ Velación. - El día 4 de Noviembre del propio año a las 4 de la mañana, nos veló en la santa
iglesia Catedral, mi hermano el doctor don Manuel Mariano de Paz."
En la página tercera comienza la biografía, que es del siguiente tenor:
1791- Segundo hijo.
El día 9 de Septiembre a las 12 del día, nació mi segundo hijo, y a las 8 de la noche, le bautizó en
casa por necesidad mi hermano el doctor don Manuel Mariano de Paz y se le pusieron los nombres
de José María. El 1° de Octubre se le echaron los óleos en la santa iglesia Catedral, por dicho mi
hermano y se le repitieron los nombres de José María del Rosario Siríaco; siendo su madrina mi
señora madre Doña Manuela Duran.
En 25 de Septiembre de 1793, le confirmó en su palacio el Ilmo. señor obispo doctor don Ángel
Mariano de Moscoso; fue su padrino el doctor don José Mateo de Arrascaeta.
En 28 de Noviembre de dicho año fue inoculado por don Miguel del Mármol, y sólo tuvo diez y
seis a veinte viruelas con leves calenturas que las pasó casi en pie.
En 22 de Julio de 1799 padeció una fuerte calentura con mucha constipación, y después de dos
días se declaró en sarampión, que pasó felizmente.
Habiendo aprendido las primeras letras e instruido en la gramática, principió el curso de filosofía,
del R. P. L. fray Josef Gervasio Monterroso, entrando al colegio de Loreto el 17 de Febrero de
174
1804, aunque principió su pagamento en 31 de Diciembre del año anterior de 1803, para ganar
antigüedad.
El 23 de Julio de 1805, defendió un acto público y general de filosofía, dedicado a su santa titular
Nuestra Señora de Loreto, mereciendo toda la superior aprobación.
Concluidos los tres años de filosofía, principió por Marzo de 1807 el primer año de teología, y
llegando a su fin dio su examen y fue aprobado.
En 1808, a 6 de Marzo, concluido el primer año de teología, como queda dicho, pasó a cursar
leyes, siendo sus lectores el doctor don Pedro Ignacio de Acuña y el doctor don Juan Antonio de
Saráchaga.
Dio su examen del primer año de jurisprudencia y mereció, plena aprobación.
El día 11 de Diciembre de 1808, recibió el grado de maestro, según el nuevo plan de la Real
Universidad, con concepto a los dos años de estudios mayores que tenía cursados.
En 1809 con el estudio de leyes, principió el de matemáticas, siendo su lector don Carlos Odonel
Satisfizo cumplidamente a fines de 1809 los dos exámenes de juris prudencia y matemática en
aritmética, y después de haber sido plenamente aprobado por el rector y lectores, mereció uno de los
premios destinados a los más beneméritos.
En 1810 dio principio á su tercer año de leyes y a su debido tiempo satisfizo su examen
cumplidamente y mereció todas las aprobaciones.
En este propio año cursó el segundo de matemáticas y rindió su examen de geometría.
El 23 de Noviembre de 1810, por oferta voluntaria, fue comisionado por el superior gobernador
intendente don Juan Martín de Pueyrredón para conducir unos fusiles á la expedición auxiliadora,
para donde se dirigió por posta en su alcance. Habiendo recibido pocos días antes los despachos de
capitán del batallón de patricios por la excelentísima junta provincial gubernativa se los dirigí a
Jujuy, con los certificados de sus estudios, suficiencia, grado de maestro en artes y conducta en
todos sus deberes, cuyos documentos caminaron por el correo del 16 de Diciembre de 1810.
En Jujuy concluyó su comisión y entregó los fusiles al director general de la expedición
auxiliadora, don Francisco Antonio Ortiz de Ocampo; regresando dicho señor para Buenos Aires a
servir en la Excelentísima Junta Gubernativa.
La diputación de La Rioja, vino en su compañía y llegó a esta capital el 27 de enero de 1811.
El 15 de junio de 1811, la Excelentísima Junta se dignó conferirle agregado a su grado de capitán
de patricios, la comandancia de artillería de esta capital, y por su superior disposición y a las
órdenes del señor Presidente don Cornelio de Saavedra, camina hoy, 12 de septiembre de 1811, a
las provincias del Perú con la compañía de dicho cuerpo.
Desde Ceniza continuó sus estudios de leyes y matemáticas hasta pocos días antes de su partida
175
en servicio de la patria, por cuyo motivo no ha rendido sus exámenes en dichas dos facultades; y se
ofreció a dicho señor presidente caminar sin sueldo alguno, pero se le señaló la mitad por dicho
señor, como consta por documento justificativo.
Llegó a Jujuy y principió a militar bajo las órdenes del señor don Juan M. de Pueyrredón, por
cuya disposición la compañía de artillería la agregó a la infantería y a José María se le nombró
teniente del batallón de Húsares, inmediato a la persona de dicho señor, que es el general en jefe del
ejército, de primer teniente de la primera compañía de dicho batallón, según los despachos de S. E.
de 9 de abril de 1812.
El 22 de junio de dicho año, me escribe el señor coronel don Manuel Belgrano, general en jefe
del ejército auxiliador, desde Jujuy, que José María iba agregado al cuerpo de artillería, para que en
él ejercitase sus conocimientos matemáticos; hallándose mi Pepe y mi Julián en Humahuaca,
caminando para el lugar de Colorados, con el ejército adelante Jujuy 48 leguas.
El día 24 de septiembre de 1812, cuando nuestro ejército auxiliador se hallaba con una honrosa
retirada desde Humahuaca, en la ciudad de Tucumán, el del Perú, que le seguía, atacó a las
márgenes de dicha ciudad, y fue gloriosamente derrotado en una columna de más de 4.000 por
nuestras victoriosas armas, que sólo constaba de poco más de 2.000 plazas; quedando por despojos
enemigos cubierto el campo de cadáveres, multitud .de prisioneros, con cuatro coroneles y 50
oficiales de todas graduaciones; fusiles, cañones, banderas, cajas de guerra, municiones, equipajes y
otros pertrechos, con dos coches de sus generales, que fugaron, y corriendo nuestras invictas tropas
a sus alcances, de las que huyeron precipitada y vergonzosamente.
Se ha coronado de triunfo nuestra América y la patria entona en jubilantes himnos las debidas
gracias al Todopoderoso, por su divina protección en nuestra deseada libertad. Mi Josef María y
Julián, han tenido parte en estas felicidades de la amada patria, pues se hallan consagrados a ella en
nuestro ejército, el primero en la artillería y el segundo en los húsares; y en ambos destinos se han
desempeñado en la acción el día 24 de dicho Septiembre, día de Nuestra Señora María Santísima de
las Mercedes, que como redentora, libertó nuestra justa causa y a sus defensores de la injusta tiranía
del déspota naturalizado y los mandatarios del alto Perú.
176
II
TRABAJOS ESCOLARES DE PAZ, ESCRITOS EN LATÍN
Las dos piezas de sus triunfos del Colegio de Loreto, escritas en latín, que hemos encontrado en
su archivo, son: una, su examen de filosofía en 1804, y otra una loa dedicada a la Patrona del
Colegio, la Virgen loretana.
Como curiosidad damos una fotografía parcial del
Elogio de N. Sra. De Loreto.
177
178
III
LA BATALLA DE ITUZAINGÓ DESCRIPTA POR PAZ
La presente página está extraída del Diario de Paz sobre la campaña del Brasil. Ella permite
juzgar el interés del manuscrito.
Este Diario, comenzado a su salida de Salta con el contingente para la guerra termina en octubre
de 1828.
Esta página está autenticada por la dirección del Archivo Nacional.
30 de Febrero, (Aniversario de la Batalla de Salta). Se mueve el campo luego que es de día y a
muy corto rato ya se oyen los tiros de las partidas avanzadas de uno y otro ejército- Yo llebo la
retaguardia y es claro que enfilado el exto. en un camino estrecho y abrumado de carros, de
municiones, de caballos, cañones y hombres sufro muchas dificultades. Después de mucho vacilar
porque no se me comunica orrn. Ning.a sobre el punto q.e debo ocupar, se me hace formar
columnas particulares- Nra línea es muy estensa p.r q.e tiene grandes intervalos según las quiebras
del terreno- de modo que a pesar de estar ya en línea no se que pocición ocupo, ni que cuerpos están
a derecha ó isquierda. En estos momentos se presenta el Gral. en xefe, y me previene cargue con un
Esq.n a un cuerpo numeroso de infant.a que se presenta a mi isquierda. Es tal la precipitación y aun
la furia del Gral. que quiere lo haga en columna, p.o esto es imposible porq.e el cuerpo enem.o esta
a mi flanco- Mando formar a la isq.da en batalla y un oficial equivoca la maniobra, lo reprendo, se
enmienda el yerro, voi a dar la carga, y se me manda suspender porq.e los Batallon.s enemigos han
plegado en masa- Pocos momentos después recivo otra ves la de cargar y lo hago con un esq.n a una
columna de 1400 infantes- Estos hasen su descarga y calan bayoneta- a dies pasos de la columna
advierto que el Esq.n que viene a mi retaguardia se ha corrido a la derecha, saliendo de la direccion
conveniente, no se si esto ha sido por una sanja que me dicen había a la isquierda, o por el natural
temor de homb.s y caballos. En este estado ya la carga no tiene resultado, y mando alto y med ia
vuelta a la derecha, p.a dar lugar a otro Esq.n que debe venir en carga succesiva. Hubiera sido la
mayor necedad seguir p.r la isquierda de la masa y sufrir los fuegos de flanco sin el menor fruto. El
2.o Esq.n tubo la orn de cargar y lo verifico hta cierto punto no muy avansado- no se porque, yo ya
tenia mucho menos q.e haser p.r que había menos fuegos- Se re acen despues los Esq.s y se me
situa en la linea, en un bajo- El quinto de casad.s queda a mi isquierda a bastante dist.a- El 3.o de
179
caball.a a mi retaguardia, y la Div.n Sufrategui a mi derecha, bien distante- La columna enemiga a
quien cargue se conserva p.r más de dos oras en su misma posición que aunque es un bajo, esta rodeado de sanjas que impiden obrar a la cab.a, pero esta dominado completam.te por nrs. batallones
y nra. artill.a Es inconsevible pr. que no pucieron en accion estas armas p.a destruir esta columna,
con cuya operacion estaba completam.te decidido el combate.- Este era el unico ataque enem.o que
estaba en pie; todos los demas de su caball.a habian sido victoriosam..te rechasados.
Yo contaba con cargar esta columna q.do se le hubiese tiroteado, y como era regular se retirase
por el g.n bajo que tenia que atravesar p.a reunirse a sus reservas- Pero todo estaba aletargado, tanto
enem.o como amigo- La columna se dejo estar quieta asombrada quisa de su peligro y nra. inaccion
y despues de dos oras se puso en retirada- se le tiraron alg.s cañonasos y una comp.a del 5º desplegó
en tiradores y rompio sus fuegos a una g.n distancia- Hise advertir al oficial de ella que eran
perdidos y q.e para logrados se aproximase- Repeti este aviso hta tercera ves previniendole que iba
a cargarla; a todo contesto que no tenia orn.
Entonces el enemigo que conoció sin duda la aptitud en que estaba su pral. columna rompió sobre
mi el fuego con una bateria- La tropa lo sufrio con una serenidad admirable-- El cuerpo perdio alli
al Com.te del 2.o Esq.n alg.a tropa, e innumerables caballos- ya la columna se iba quasi intacta, ya
no tenia objeto mi permanencia en aquel puesto que era el unico de la linea descubierto y sin
embargo no quise retirarme, hta que se presento e1 Gral. Lavalleja y me lo previno- Lo hise
entonces hta medio cubrirme de una lomada- Poco despues se presento el Gral. en Xefe anunciando
la victoria con V'iva la Patria. La tropa contestó aclamando tambien al Gral. y este entonces tomó
la palabra p.a decir que no estaba satisfecho de los sold.s del N. 2, como tampoco de los del No. 1Se estendio en razones p.a probar que la carga debió darse con mayor precipitacion y aun en
desorden- Esto no me hería personalm.te p.o si a mi cuerpo y me resolvi a dejar bien puesto su onor
a qualq.a costa. Sus espresiones fueron tan imprudentes e inoportunas como la carga que nos mando
dar, y yo entonces tomé sobre mi (en mi imaginacion) haser1e ver que el No. 2 era capas de
arrojarse a qualq.r peligro, y que si en la prim.a carga no fue tan felis, fue porq.e era mo ralm.te
imposible serlo- Y si no diga qualq.r militar si podia esperarse que cien caballos rompiesen una
masa perfectam.te formada de 1400 infantes y en un terreno quebradisimo? - Ya antes se habia
estrellado en el1a el cor.l Bransend con el No. 1 y con igual resultado- Ya habia muerto tanbien
este val.te Xefe.
Siguieron a esto discurso alg.s mom.tos cuya amargura fue p.a mi execiba- Tomé al fin mi partido
y era el de precipitarme en 1.a oportunidad q.e se me presentase aunque fuese comprometiendo la
diciplina --Luego tuve ocasion como lo deseaba.
Ya la columna enem.a habia crusado el gran bajo que la dividia de otra columna de infant.a q.e
180
sin duda era reserva y se le habia reunido ocultandose a mi vista-- En este estado vi moverse la
derecha nra. en avance; y jusgue q.e era movim.to gral. y lo seguí. Tenia a mi frente una lomada, a
la q.e mande un oficial, p.a que descubriese con unos q.tos tiradores lo que habia a la otra parte- El
fuego ya me advirtio que habia enemigos, y por el parte del oficial supe que era cab.a y art.a
Segui mi marcha y quando subi a la att.a halle a muy corta distancia un cuerpo de cab.a- dos o tres
piesas al parecer de art.a y dos carretas de bueyes- Yo llebaba quatro Esquad.s en la forma sig.te
dos en linea, otro en escalon p.r la isq.da y otro en reserva. Con los dos primeros cargue la cab.a
enemiga que uyó despues de haser sus fuegos. Destaqué sobre la marcha una mitad que condugese a
nra. linea que quedaba a retaguardia y habia hecho alto, la art.a y carretas tomadas y yo continué la
carga- Ya estaba sobre sus masas de infant.a que eran dos, una mas adelante que la otra quando
salió otro cuerpo de cab.a mucho mas numeroso que el prim.o que iba arrollado, lanseado y
perseguido. Por movim.to de aquel tenia apoyada su derecha en la masa de mas adelante quando
recivió nro. choque, el que fue tan fuerte y decidido que sin embargo de los fuegos mortiferos de la
infant.a llebo todo por delante hta arrojar la cab.a enemiga batida y desordenada detras de sus
columnas y quedar nosotros entre ellas, y de modo que sus fuegos eran funestos a ellos mismos. Asi
es q.e sesaron de tirar, lo que nos permitio advertir la confusion horrible en que los habia puesto
nro. atrevim.to- Mas ya era presiso salir de aquel infierno y mande dar conversion a la derecha,
notando dos cosas: 1º que los dos Esq.s que debian seguir el mobimiento y apoyar el mio no lo
habían hecho- 2º - que ningun cuerpo de los demas de la linea segundaba mi ataque lo que quisa
hubiera sido desisibo- Luego que yo salí por mi derecha como he indicado se esforsaron en emplear
su caballeria p.a perseguirme, que p.r a la vos de alto mia y de darles frente, tiraron alg.s tiros y se
volvieron- Entonces volvi a la línea p.r un gran pajonal que nos incomodo mucho, y a corto rato me
encontre con el Gral. en Xefe cuya prim.a pregunta fue, con cuya orn. habia cargado? le conteste q.e
lo habia hecho sin orn.. Entonces repuso que habia cometido un atentado, que habia comprometido
la accion q.e ya era ganada, que era dar valor e importancia a la infant.a enemiga, y probocarla a
que renovase el ataque que el campo de batalla era nro., y que sabia q.to valia esta ventaja- Que yo
estaba desde el mom.to suspenso de mi empleo, que responderia en mi consejo de grra y que
agradeciese que no me fusilaba - A todo di por contestacion que yo responderia en mi consejo de
grra, y que desde luego quedaba suspenso de mi empleo- Pero inmediatam.te repuso que fuese a
organizar un regim.to que debia haber padecido tanto en una tan temeraria e imprudente carga.
De este modo terminó la brusca descarga que sufri, y con decirme q.e aunque el habia e spresado
que no estaba satisfecho de los sold.s del N. 2, p.o q.e, jamas habia dicho ni dudado que el cor.1 era
un valiente X.a..
Se reorganisó el regim.to cuya fuersa estaba muy diminuta ya por la tropa que habia perdido en dos
181
cargas, y el cañoneo, ya por los innumerables caballos q.e habian tenido la misma suerte.
Inmediatam.te despues de mi carga el enemigo atónito, y en la mayor confucion formo el quadro
doble con su infant.a y emprendió su retirada en la misma formacion. Nra. línea se movio en avanse
y yo tube tanbien la orn. de seguir. Despues de haber marchado como 16 quadras hisimos alto- hta
alli habia abansado una bateria de artill.a que puso el Gral. a mis orns. luego se reunieron los
regim.tos 1 ,,y 3,, de cab.a que igualm.te echaron pie a tierra y fueron todos conmigo espectador.s
de la retirada del enem.o que iba perseguido por el cuerpo de Vang.a, mas las Divisiones Rufrategui
y Lavalle. Alli mismo oy decir al Gral que habia mandado orn. p.a q.e las fuersas de línea q.e iban
en persecucion (hago memoria especialm.te de la Divicion Sufrategui) se replegasen- Serian las 2
de la tarde quando llegamos al punto indicado y nos conservamos en el hta las 4,, en que recivi la de
dirigirme sobre el flanco derecho a un arroyuelo que estaba a media legua, o 3/4 de distancia- Alli
encontré el 8, y,, y 16,, que habian dejado al enem.o. Nra. infant.a se conservó quasi sobre el campo
de Bat.a, nosotros la habiamos perdido entonces de vista. El enemigo habia sido rechasado en todos
sus ataques- su caballeria batida y dispersada- Apenas le quedaban 1000, homb.s de este arma de
3900,, que tubo en la mañ.a habia perdido parte de su art.a sus bagajes, parque &a. En este estado
todos creimos que nos dirigiriamos sobre el poco bastaba para concluir sus restos. Pero qual fue mi
admiracion quando al ponerse el sol, recivi orn. de marcha y vi que esta se dirigia al paso del
rosario, de donde habiamos salido la noche antes p.a buscar al enem.o! Atravesamos el campo de
batalla por medio del incendio del pasto que habia empesado en el dia y continuaba con fuersa. De
este modo nos retiramos de la direccion que llebaba el enemigo mas de dos leg.s y este continuó su
marcha sin mas incomodidad que la que le causaban el cuerpo de vang.a y la Div.n Laballe.
Campamos muy tarde en los arenales del Paso del rosario, y nros. caballos ya estenuados se
remataron con tal mala noche.
IV
CARTAS DE LAVALLE A PAZ
Frayle muerto Sept.e 20 = 827.
Mi querido Paz. El que entregará a V. esta es el confid.te que ha ido y vuelto de Ballés, se llama
Lorenso Suares en mi carta de hoy digo a V. sobre esto todo lo que podria interesar.
Al escribir esta carta tengo que llamar todo mi poder sobre mi mismo p.a mantenerme sereno; yo
voy marchando ácia una crisis... No es ya amigo el patriotismo el que me tiene aqui. Otro
sentimiento lo ha vencido; al hacerle a V. esta confesion le doy una prueba de la amistad y de la
182
confianza que me ha inspirado. Si después de terminada esta guerra tengo la fortuna de abrasarle en
su casa ó en la mia, sabrá V. quanto hé sufrido y el sacrificio que hé hecho en permanecer aquí
¿pero un mortal puede sufrir tanto? no amigo yo no soy un heroe.
Ansio por que vengan los enemigos, ó que sepamos que no vienen. Adios mi querido amigo es suyo
J. Lavalle
El Gefe de detall me ha representado que hacen 15 dias que esta Division no recibe raciones de
tabaco y yerba &. Se me olbidaba por que tengo mi cabeza trastornada.
El correo há llegado y lo conduce un oficial de milicias.
B.s A.s Nob.e 26 = 827.
Mi querido Paz. Prometí escribir a V. con estencion y lo hé estado creyendo así, incautam.te, hasta
el momento de tomar la pluma; hé sido pues advertido por mi mismo que debo ser laconico.
Las noticias que podria dar a V. sobre mi transito p.r la Banda Oriental, serian atrasadas para V.
que debe estar ya con el Gen.l en Gefe. Se pensaba en el Durasno que el resultado de las primeras
operaciones del Exto. seria la ocupacion de P.toAlegre, si el enemigo no daba batalla; y partiendo
de esta hipótesis, se pensaba al mismo tiempo en poner sitio y rendir por hambre a las tropas
enemigas situadas en la guardia del cerrito. Ambos pensam.tos eran semipublicos, y podría creerse
que a la sombra de estos castillos en el ayre, se abrigase una profunda e infalible conbinacion. No
puedo dejar de repetir a V. que el maximun de mis esperanzas es la derrota de Barreto y los
resultados subalternos que ella traeria.
Dejaría el lado fuerte de nuestro cuerpo social, para ocuparme del lado debil, si en el centro del
caos pudieran hacerse conjeturas probables; todo mi querido Paz está confiado al acaso; es verdad
que yo estoy muy afectado, pero por mas que esfuerzo no puedo ver de otro modo: Vasta... porque
hago votos continuos por que V. permanesca en el Exto. y siento que V. no me sea indiferente, para
no ser arrastrado á escribirle.
Hacen hoy siete dias que llegué á esta, y otros tantos que estoy a dieta y medicinandome: la
fortuna se me há mostrado risueña esperando que llegue al seno de mi familia para descargarme un
dilubio de males; de consig.te no podre emprender mi viaje a Mendoza hasta el lO ó 12 del
entrante, con Necochea que se vá á Lima.
Su Señora madre me há hecho el honor de visitarme rehuso hacerle una pintura de ella porque
183
ofendería su modestia, pero no puedo dejar de decirle que es digna de que V. emplee en escribirle
mas tiempo del que há empleado hasta aquí; amigo no se conoce el precio de una madre semejante
hasta que se ha perdido. Lo digo por esperiencia.
He omitido hablar a V. de asuntos publicos, por que no quiero esponerme a que mis opiniones
anden de mano en mano; algunas nuebas curiosas hubieramos tenido en el exto. A no ser algo
general este temor. Mas no puedo prescindir de decir a V. que no espere un solo hombre de las
Provincias, ni cosa alguna que se paresca á recursos para la guerra. La Provincia de Mendoza es la
unica que ha puesto en camino 200 hombres que llegaran aquí en 40 ó 50 días desde la fha, y de los
quales no verá uno solo el exto. Siento dar a V. una noticia que le disgustara mucho, pero no hé
querido engañarle ni guardar silencio sobre un punto cuyo conocim.to le es á V. tan importante en
su actual posicion; de consig. te yo no volveré.
Se dice aquí que V. se viene y esto causa un sentimiento casi general, esto es entre los verdaderos
patriotas.
Antes de irme escribiré a V. otra vez, y si encontrase un conductor seguro me extenderia todo lo
que deseo. No se quando ni donde nos volveremos a ver, yo creo ahora que no volveré al Exto.,
pero en estas circunst.s nadie puede asegurar lo que hará o lo que le sucederá mañana. De todos
modos debe V. contar siempre con que tiene en mi un amigo berdadero.
J. Lavalle
P. D.. Antes de salir de alli pregunté al capitan Videla quanto debia a V. y me dijo que 75 pesos. Me
parecio que era poco y le encargue que fuese al cerro largo para cerciorarse de las partidas que sacó
de comis.a y deducir el resto; no me ha escrito como le encargué, de modo que solo entregará por
ahora aquella cantidad.
Debuelbo a V. su carta p.a el ta1 Aldecoa de quién nadie me dio razón, y que como a dije a V,
desde el Durasno, no quise abandonar a la ventura.
Sor General D.José M:a Paz.
B.s Ayres Dic.e 11=827.
Mi querido Paz. Esta será la penúltima vez que le escriba antes de mi partida para Mendoza, con
el objeto de recomendar a V. al Ten.te Torres, dador de esta, como un oficial subordinado y
sableador.
Como el conductor es de confianza diré quatro palabras. El Gob. no trabaja decididam.te por la
184
incorporación de Frutos Ribera al Exto, y no se atreve a ordenarla porque duda qual de los dos
héroes seria vencedor en la contienda que resultaría de esta medida. Ha tomado pues otro camino, y
es el de negociar con Lavalleja para que lo pida ó lo admita. Ribero esta aquí desde ocho ó 10 días,
llamado con instancia por el Sor Dorrego.
Las instituciones del País estan holladas y no hay hombre de bien que no llore con su siempre
siempre amigo.
.Expres.s á Geli... .
J. LAVALLE ,
Mendoza 8 de Enero == 828.
.
Mi querido Paz. Acabo de leer la suya de 9 de Diciembre y me sorprende que V. no haya recibido la
prir.a que le dirigí desde B.s Ayres, por que la seg,da y la tercera aun no debían haber llegado a
sus manos en aquella fha; figurese V. si tendré desconfianza y bastante razón para no espresarme
con libertad. Recibí la de V. que condujo el ten.te Araos del 4.
En B.s A.s se mentía como siempre sobre el Exto: en los días anteriores a mi salida se decía que
el enemigo se había movido en fuerza sobre ntro. exto, y aunque nunca lo creí, consideré siempre y
considero tan critica la posición de V. que el recuerdo de ella disminuye considerablem.te mi deseo
de que V. permanesca alli.
Sobre la concentración del Exto. Enemigo en el cerrito no me ocurre ninguna idea que crea no
haya V. tenido; de lo que no puedo persuadirme es de que V. sea atacado en el Cerro largo ó sus
inmediaciones, antes que la cituación de ntro.exto. sea aun mas critica que lo es ahora: Amigo; he
dicho á V. ya que por mas que me esfuerzo yo no puedo ver de otro modo, y estas quatro palabras
son el resultado de todos los detalles que daría á V. si supiera que V. há recibido y recibiría mis
cartas.,
V. siempre esperando al Gen.1 en Gefe; deseo que en este momento haga ya muchos días que haya
V. sabido por el mismo sus planes, sus miras y las ordenes que tenga del Gobierno. A propósito; el
mismo sor. Dorrego me dijo, que há ordenado al Gen.l Lavalleja que no abra la campaña antes de
recibir quatro Batallones de infant.a que piensa organizar en B.s
A.s con la recluta de las
Provincias; y que en caso de que se resuelva a marchar en masa sobre el enemigo sin esperar ese
refuerso, le mandara al General D. Frutos Ribera, para que el movim.to del Exto. sea precedido. por
la ocupación de los Pueblos de Misiones por dho. general; en cuyo caso, a la apertura de la
campaña, ntro. Exto, separaría de su centro, las fuerzas que el enemigo destacaría precisam.te sobre
185
el Gen.1 Rivera. Vea V. pues si hay planes para salvar el País.
He dicho. a V. que habían llegado a B.s A.s 200 reclutas, de Mendoza, y como dige al mismo
tiempo que no esperaba mas hombres de las Provincias, me apresuro a comunicarle que han salido
200 mas del mismo Mendoza, otros tantos de S. Juan y cerca del. mismo num.o de S. Luis. Córdoba
dará su parte muy pronto porque su Go.b.no ha dado ya las ordenes conduc.tes al efecto, y de las
demas Provincias no se nada a la inmediacion de ellas; la recluta en marcha llegara a B.s A.s a
fines de este ó principio de Febrero, alli se hará de ella un batallon segun los planes del Gobierno, y
suponiendo que tarden un mes en organisarla, podrá estar en el Exto. á fines de Marzo.
Acabo de hacerme traducir un articulo de un Periodico de Londres (de los Ministeriales) que
contiene la llegada del marques de Barbacena a aquella capital,.enviado por su soberano a negociar
un emprestito de doce millones de pesos: el periodista cree que el Marques no encontrará quien le
preste un real, y opina que el resultado. de este negocio influirá mucho. en la resolución del
Emperador sobre la guerra o la paz: el espíritu de este periodico nos es favorable, pera vistas pago.
Me he lisonjeado infinito al observar que la opinión que se ha formado de V. en todas partes, es
justa. Todos los hombres de bien, que son infinitos en Buenos Ayres como en el interior (¡que raro
es nro.Pais!) me preguntan con interes si V. dejará el Exto.; y les contesto, que me parece que si,
por que V. tiene motivos para ello: de este modo no estrañarán su retirada si sucede, y si no, sabran
el sacrificio que V. hace en mantenerse en su puesto.
Luego que llegue a Mendoza me retire al campo, y me he reducido a mi familia y a unos pocos
amigos; no leo papeles publicos y por consig.te estoy muy atrasado de noticias por que quiero
estarlo. Mis observaciones me han dado como resultado que la paz será precursora de
acontecim.tos que quizá disgustaran á Geli pero no a sus amigos.
No he habladoa V. hasta ahora de ntro. D. Carlitos, porque no me he acordado; tal es la muerte
politica de este hombre. Es admirable el conocimto que hay en todo el pais de su carácter y de sus
hechos. Tubo la audacia de visitarme en B.s A.s pero no lo recibí.
Adios mi querido Paz, hasta, otra vez le deseo buen acierto en el partido que V. tome en unas
circunst.s tan difíciles. Debo algunas cartas al Exto pero no escribiré hasta el próximo correo.
Siempre siempre será su amigo
J.LAVALLE .
(Archivo Nacional, Archivo Paz, Correspondencia, etc. Legajo n°1.)
186
V
CLAVES DE CORRESPONDENCIA DURANTE LA GUERRA CIVIL
La inseguridad de las comunicaciones obligó a los enemigos de Rosas a usar clave para
la correspondencia. Durante el gobierno de Paz en Córdoba, la correspondencia relativa a
la guerra se escribía así.. Conocemos muchos documentos de esa época que no hemos
podido leer por ignorar la que se usó en ese momento.
Durante la campaña de 1841, sobre todo la correspondencia con los expatriados, era
también cifrada. N o conocemos documentos, pero sí hemos dado con una de las claves,
cuya copia se encuentra entre los papeles del General Anselmo Rojo, en el Archivo
Histórico de Tucumán. Quizá pueda ser útil para alguno.
VOCABULARIO DE SIGNOS
A
Coquimbo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..11
Chile. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . .12
Argentinos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .e
Corriente. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .13
Arequipa. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .3
Córdoba. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .m
Arita. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .d
Catamarca. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . n
Armamento. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .2
Castilla (gral.) . . . . . . . . . . . . . . . . . ..14
Agente. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . c
Chacho ( Peñaloza ) . . . . . . . . . . . . . . . ñ
Aguirre (ministro) . . . . . . . . . . . . . . . . . 1
Cónsules. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
Arana (Felipe) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . b
Comunicación o carta. . . . . . . . . . . . . ..o
Constitución. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 16
B.
Buenos Ay.s. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .4
D
Blanquillos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .f
Brasil. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .5
Dinero. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..p
187
Bolivia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . g
Desaguadero. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
Bermúdez (gral.) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6
Debastasion. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . q
Ballivean (presid.te) . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
Destierro. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .r
Bulnes (presid.te) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . h
Decapitasion. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18
Bello (Andrés) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .8
Deguellos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .9
Benavides (gob.or) . . . . . . . . . . . . . . . . . . y
Degolladores. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . s
C
E
Chuquisaca. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .9
Entre-rios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 20
Cochabamba. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .j
Emigrados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .t
Cobija. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10 Echague ( gral.) . . . . . . . . . . . . . . . . . . .u
Cusco. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .k
Estrangeros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .v
Callao. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .11 Ecuador . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .21
Copiapó. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .l
Estados-Unidos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . x
Enviado. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . z
Estado Oriental. . . . . . . . . . . . . . . .22
Egercito. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . aa
F
Francia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .bb
Franceses. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23
M
Flores. (gral.) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .24
Ferré. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .25
Montevideo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51
Federales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . cc
Mendoza. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .ss
Fernandez ( Hilarion ) . . . . . . . . . . . . . . . .dd
Mas-horqueros. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . tt
Funcionarios. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .26
Mendiburu ( gral. ) . . . . . . . . . . . . . . . .52
Facciosos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27
Méndez ( Manuel Cruz ) . . . . . . . . . . . 53
Fuciles. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .ee
Madrid ( gral. ) . . . . . . . . . . . . . . . . . . .uu
Mansilla (gral. ) . . . . . . . . . . . . . . . . . .54
G
Magariños (gral. ) . . . . . . . . . . . . . . . . .55
Ministros. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . xz
Gobierno. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 28 Madariaga ( gobor. ) . . . . . . . . . . . . &&”
188
Gavinete. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .29
Guerra. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 30
N
Guilarte ( gral. ) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .ff
Garzon ( gral. ) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . gg Negosiasión. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .56
Guido ( gral. ) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . hh
Gutiérrez (gobor. ) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ii
O
Gondra ( ministro ) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31
García ( Domingo ) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . JJ Olañeta. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . az
Goitia ( Casiano ) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . &” Oruro. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .57
Oribe. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .xa
Orbegoso ( gral. ) . . . . . . . . . . . . . . . . .58
H
Obando ( gral. ) . . . . . . . . . . . . . . . . . . .59
Oro ( Domingo ) . . . . . . . . . . . . . . . . . ba
Heras ( gral. ) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .32 Otero ( ex gobor. ) . . . . . . . . . . . . . . . . cd
Y
Ibarra ( gobor ) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ly
P
Pacheco y Obes. . . . . . . . . . . . . . . . . . .60
Illay. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . me Progresistos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .fg
Ingleses. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33 Perú. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .hi
Inglaterra. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .34 Protectorales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .61
Infantería. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .35 Plaza de armas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .62
Impresos o diarios. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 36 Paz ( gral. ) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .63
Iturbe ( gobor. ) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37 Pinto ( gral. ) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .jk
Imvasion. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .38 Paraguay. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . jm
Instituciones. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . nn Pacheco ( grral. ) . . . . . . . . . . . . . . . . . 64
Potosí. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .rs
J
Purvis ( contra-Almirante ) . . . . . . . . . 65
Jujui. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39 Paunero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .66
L
Legislatura. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .40
Q
Leyes. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .oo
189
R
Tarija....................................................88
Torrico ( gral. )....................................87
Retrógados.....................................................ub
Tucumán..............................................90
Rivera (gral )..................................................67
Torrico ( Andres Ma. ).........................89
Río de Janeiro................................................68
Rio de la Plata................................................69
U
Restauradores.................................................by
Rosas(JuanManuel)........................................70
Unitarios........................................... 120
Rojo ( Anselmo ).............................................71
Urquiza(gral. )......................................91
Rioja................................................................72
Urdininea.............................................92
República Argentina........................................._
Urcullo ( ministro )........................... 191
Rodríguez M° Boliviano en Buenos Ay.s........*
Revolución.......................................................73
V
Rivera Yndarte.................................................74
Valparaíso..........................................122
S
Vibanco ( gral. )...................................91
Velasco ( gral. )...................................94
San Juan............................................................75
Varela ( Florencio )...........................123
Santa Fe.............................................................76
Vasquez (ministro)............................95
Santiago ( Chile ).............................................. oq
Santiago de Estero..............................................qo
Meses
Santa Cruz ( Gral. )............................................77
SanRomán..........................................................78
Enero..................................................==
Salta.....................................................................79
Febrero................................................xx
Saravia ( Gob.or )................................................80
Marzo...............................................OO
Silva (gral.)..........................................................81
Abril...................................................66
ServandoGómez(Gral.).......................................82
Mayo................................................... \\
Sarmiento ( Domingo )........................................83 Junio................................................. AA
Sables...................................................................84 Julio......................................... ...........CC
Agosto................................................PP
T
Septiembre........................................IIII
Octubre.............................................DD
190
Tropas..................................................................85
Noviembre.........................................FF
Tacno....................................................................86
Diciembre.................................... ....NN
COMUNICACIÓN DE PAZ AL GOBIERNO DE TUCUMAN EN LA
QUE EXPONE LOS PROPÓS1TOS DE LA CAMPAÑA DE CÓRDOBA
Cord.a y Junio 12 de 1830.
Desde q.e las Prov.s oprimidas p.r furiosas facciones, y sus Gobnos. encarnisados en una
grra. desoladora, han empesado a gozar de su libertad, el Gbno de Cord.a se ve fuertem.te
requerido e instado a promover los intereses generales de la República en su organización
y constitución, q.e las acabe de sacar del infeliz. estado de la anarquía,. en q.e las
sumergió el vertigo de las revoluciones, tantas veces quantas aparecieron en el rango de
Nacion.
El q.e subscribe cometeria un acto de la mayor imprudencia y expuesto á abortar en
proyecto, si conducido solo del justo clamor de tantos pueblos, q.e invocan su cooperacion
p.a darse una existencia politica, diese principio a una empresa erizada de escollos, sin
allanarlos antes, ofreciendolos á la consideracion de los Gobnos. q,e hande conducir á los
Pueblos a la consecucion del noble objeto q.e hay ocupa sus justos deseos, y en q.e están
cifrados sus mas íntimos intereses. Por fortuna hoy los Gobnos. no son aquellos, q.e
haciendose un patrimonio de sus Pueblos, eran los mas empeñados en su aislamiento, y los
q.e acaudillaban las revoluciones, p.a sumergir a la Nacion en el caos de q.e apenas
empesaba a salir. Hoy los Gbnos y los Pueblos aparecen en un sentim.to uniforme, y esta
circunstancia seria la mas bella p.a constituir el Pais.
Pero desgraciadamente los títulos de estimac.n y confianza que todos los Gobnos. invocan
a1 dirigir al de Cord.a los sentim.tos y deseos de sus Pueblos, exitan desconfiansas, y
alarmas de otros Gobnos, q.e deben tomar en considerac.n todos los q.e se han amistado al
de Cord.a y aspiran á la -nacionalizac.n del Pais. Los mom.tos de alarma no son á
propósito p.a una obra en q.e debe presidir el consejo de una razon reposada.
191
Mientras la Prov.a de Cord.a combatia á sus feroses agresores, miraba levantarse otra
tempestad politica, q.e al fin se ha hecho sentir con un aparato no despreciable. Los
Gobnos de las Prov.s litorales del Parana estrechaban alianzas ofencivas y defencivas,
estableciendo p.r baces un sistema politico, a q.e deberian someterse las q.e quisiesen aderir
á ella, abjurando antes toda otra opinión. El Gobno de Cord.a miró sin celos ni temor
aquellas alianzas y desidido á no fixarse en otro sistema, q.e el q.e la mayoría de la
Nación adoptase p.r mas conveniente, se mostro indiferente a una alianza q.e en otro
sentido podria convenir á sus intereses particulares; solo cuido de estrechar vinculos de
amistad y buena inteligencia con los Gobnos aliados, y principalm.te con los de S.ta Fé y
B.s Ay.s como mas inmediatos, manteniendo hasta la fha cerca de ambos, comisionados p.a
cultivar la amistad ajustada p.r tratados solemnes.
A pesar de esta política circunspecta del Gobno de Cord.a y de la q.e ha guardado en todo
el periodo de la gr.ra civil, quando debia esperar q.e esos mismos Gobnos, se mostrasen
amigos de su moderación y filantrofia con sus propios enemigos, recibe comunicac.n en
q.e con fha 12 de Abril le anuncian los dhos Gobnos haber estrechado sus vinculos de
union hasta formar una liga ofenciva y defensiva. En ella se ostentan alarmados y zelosos
de su propia seguridad p.r el poder militar q.e advierten erigido en esta Prov.a con los
triunfos repetidos sobre sus im.placables enemigos. En tal disposicion aqueIlos Gobnos
ofrecen y exigen. Al de Cord.a garantias de su seguridad y paz. Este no puede desconocer
un solo mom.to el origen de esta novedad, y al contestarla tampoco cre yó
conv.te
desentenderse de él, y haciendo en su contestac.n de 14 del pasado la distinción q.e
permitia la politica, y la justicia entre sus co rresponsales, segun la q.e ella habian
.observado con el Gobno de Cord.a, espera ver el desenlaze de este grande e importante
asunto, en q.e instruirán al Exmo Sor Gb.or de Tucuman con más extencion las citadas
comunicaciones q.e vera en la aurora Nacional. A estas fueron acompañadas cartas
confidenciales del q.e firma p.a cada uno delos litorales en igual sentido, y con la franqueza
de su sincera amistad, exitada p.r aquellos en (una palabra rota) de igual clase, cuando
debia esperarse q.e los Gobnos de S.ta Fé, Entre Rios y Corr.tes empesasen á deponer sus
deseconfianzas, ha reeibido contestac.n del primero q.e descubre todo el fondo de ellas, sin
la menor imprecion de desengaño. Consideraba al q.e subscribe en un plan de conquista, q.e
á su ver se há desplegado en la micion de tropas auxiliares á las Prov.as guerreras, en la
192
ocupación de sus plazas, destitucion de sus Gobnos, y colocacion de algunos de los Xefes
del Exercito en las vacantes: cree q.a los sucesos han venido a confirmar las anteriores
sospechas de tales planes.
El Exmo Sor Gob.r de Tucuman, no debe desconocer, q.e el Gobno de B.s Ay.s desde el
rompimiento de la guerra contra Cord.a dió a sus invasore s esta señal de alarma, q.e há
procurado sostener y evitar p.r medio de escritores ministeriales, y ha manejado
constantem.te p.a mantener el fuego dela grra civil en el interior, desde q.e há visto, q.e
recuperando los pueblos su libertad y sus derechos, no será el arbitro de sus destinos. El de
Cor.a tampoco le pierde de vista sus pasos, y en su vigilancia se han estrellado yá muchas
de sus maquinaciones.
Con todo, colocado en medio de los deseos encontrados de un Gobno aspirante a la
dominacion de la Republica, y de los de libertad proclamados p.r los demas, desea no
aparecer antes sus amigos y aliados animado de otro sentim.to q.e el q.e ellos mismos le
consideran, y le estimulan.
El se limitaria á hacer la felicidad de su Prov.a sino tubiese este impulso de la amistad,
del interes gral, y del honor q.e le dispensan los Pueblos invocando su cooperacion: mas p.r
si solo nada puede, ni quiere, q.e la constitucion de la Republica , sea la obra de solos sus
consejos. Desea q.e todos los Gobnos le den los suyos, y q.e impuestos del Estado, q.a
presenta este grande negocio, cada uno lo mire como propio, y tome en ella parte q.e le
requiere el interes del Pais y de su respect'iva Prov.a
La de Cord.a y su Gobno colocado á la vanguardia de las dificultades q.e ofrece de
presente, haná quanto este á los alcances de la prudencia, y moderacion p.a q.e el Pais no
vuelva á embolverse en una grra desastrosa, y p.a q.e los mismos Gobnos q.e recelan de su
poder, recobren la confianza en q.e han estado antes del ultimo triunfo de las armas de
Cord.a. Si á pesar de esto la tranquilidad publica fuese turbada, lo avisarrá con tiempo á sus
amigos: entre tanto el q.e subscribe, protesta al Exmo Sor Gob.or de T'ucumán su mas alto
aprecio y consideracion distinguida.
José M. Paz.
(Copia existente en el Archivo Histórico de Tucumán, tomo 36, folio 163_)
193
VII
MANUSCRITO DE PAZ, REDACTADO EN RÍO DE JANEIRO, EN JUNIO DE 1851, SOBRE
LA CAMPAÑA DE CÓRDOBA EN 1830, Y LAS NEGOCIACIONES CON BUENOS AIRES Y
SANTA FE .ANTES DE SU PRISIÓN.
Este manuscrito sc encuentra en el Archivo de Paz. Fué escrito corno respuesta a las
publicaciones hechas por Don Mariano Fragueiro en El Pueblo de Copiapó en sus números 26, 27
y 29. Ignoramos si vió entonces la luz pública, pero todo hace suponer que se ha conservado
inédito.
Es una memoria completa sobre el tema. No la insertamos íntegramente. Omitimos los capítulos
relativos a las dos misiones que él envió, la de Bedoya y de la Torre y la de Don Mariano
Fragueiro. La primera ha sido referida en lo principal en sus Memorias Póstumas y la segunda
tiene el carácter de una réplica de orden personal a su atacante.
En las breves líneas de introducción dice Paz que se alegra que se haga la discusión de su
acción pública puesto que se halla en condiciones de contestar a todos los cargos que se le hagan,
lo que no sucedería si pasado más tiempo, fuera su memoria la ofendida.
"Me siento con fuerzas bastantes, agrega, para reconocer errores, si hubiese incurrido en ellos,
ellos, siempre que mi conciencia me los muestre o se me convenza con razones, porque estoy muy
lejos de aspirar a la infalibilidad ni a la heroicidad, al menos como la comprendía el Caballero de
la Mancha, que por desgracia, no deja en nuestro tiempo de tener imitadores."
He aquí los capítulos de su Memoria
Negociaciones que tuvo antes de caer prisión
Desde que se resolvió el 29, la expedición q.e debía ir a mis orns. al interior conocí toda su
gravedad, y puedo asegurar q.e jamás me exagere el poder que se había puesto a mi disposición, ni
mire en menos el que tenia que combatir. Infinitas veces tuve que disentir de la opinión de muchos
de mis amigos políticos que se engañaban en la apreciación de las respectivas fuerzas, avaluando en
194
mucho las de1 partido a que pertenecían mientras deprimían hta. lo sumo las del que nos era
opuesto.
Teníamos soldados valientes y engreídos con la victoria p.o la , . . . . y pralm.te de la campaña q.e
en ntro Pais es casi todo n . . - . , eran contrarios. Cada soldado que perdíamos era una falta
irreparable, y los que quedaban aunque venciesen en alg.s batallas acavarian por con fundirse con
aquellas y participar de sus sentimientos y convicciones.
Me persuadí que para que fuese duradero el efecto de nuestras victorias, no debía contrariar
abiertam.te las ideas dominantes y que al contrario debía hacerles alg.s concesiones, salvando
expresamente el interés primordial de la causa q.e defendíamos.
Debido a esa conducta es q.e pude prolongar la lucha, y poner de nra. parte grandes
probabilidades de triunfo. Sino se consiguió, fué acaso porq.e no fui bien comprendido, .y porque
me contrariaron los que me jor ilustrados hubieran debido ayudarme.
En las conferencias que tuvimos con el Gen.l Lavalle spre. le oi opinar que el General D.
Estanislao Lopes debía continuar con el Gov.o de S.ta fe, sin q.e por eso pensase suspender la grra.
en q.e se hallaba empeñado; se proponía batido y humillado p.a después decirle, continúe V. Con su
gobierno que nadie amviciona. Recuerdo haber oído después al S. D. Dm.o Oro que estas
espresiones del Gen.! Lavalle, ge llegaron a oídos de Lopes, lo habían indignado mas que si le
hubiese inferido los mas crueles insultos, y esto se comprende bien, considerando el grado de
orgullo a q.e había lleg.do el caudillo santafecino.
Como puede parecer extraño el modo de pensar del Gen.l Lavalle, creo conven.te decir alg.s
palabras p.a esplicarlo. Jusgaba y lo decía en todas partes, que las victorias de Lopes y demas
montoneros sobre los extos. de B.s A.s no eran debidas a su valor sino a la incapacidael de los
Generales q.e les habian sido opuestos. Consideraba profundam.te herido el honor del primer
pueblo de la República, y el de las tropas veteranas a que el pertenecía. Pensaba reivinclicar el
credito de ambos con una ruidosa victoria. Varias veces le oi estas formales palabras. "Mieo V., no
aspiro a otra cosa que a dar una buena lansiada a los ganchos santafecinos y despues, decir a
Lopes, continue V. en el mando de su. Prov.que en el estado en q.e se halla nadie puede apetecer ni
aspirar a el.” Efectivam.te no se presentaba ni remotamente un candidato para subrogarlo.. El único
q.e podia pensarse q.e era Echague, era su mas sumiso servidor, y siervo. (El subrayado está en el
originaL)
No necesita estos antecedentes para conocer lo q.e había de exacto en el raciocinio del Gen.l
Lavalle, y persuadirme q.e p.a llevar a cabo la obra que me estaba encomendada, era conven.te
neutralisar por lo menos a Lopes, y las bandas que lo seguian. Por ello es que corté todo conflicto
en la Prov.a de S.ta Fée, logre atravesarla sin verme precisado a incomodarar á sus havitantes y aun
195
hice devolver un poco el armam.to que un oficial tomó en una casa de la Esquina. Hice mas le diriji
una carta al Gen.l Lopes diciendole q.e me felicitaba de haber recorrido una gran parte del territorio
de su mando, sin disparar un fusilaso.
Antes le había escrito el Gne.l Lavalle haciendo proposiciones de paz, porq.e malogrado el golpe
que contaba de seguro haber dado a los fuertes de Lopez, se vio en la imposibilidad de continuar su
campaña ofensiva. El resentido caudillo no solo se negó a escuchar la pacifica proposición, sino que
le contesto de un modo tan altanero como desabrido. El Gen.l Lavalle tubo que replegarse sobre B.s
A.s p.a resistir la tormenta que se que se armaba por todas partes.
Olvidava decir que en la carta que escrivio el Gen.l Lavalle a Lopes, al mismo tiempo q.e lo
invitaba a un arre, escluia expresam.te a Bustos Gov.r de Cord.a.. Esto revelaba 2° qual era el
destino de mi espedicion, y contribuia a persuadirlo q.e no debia inquietarse por ella.
Lopes desentendiendose de este punto en su contestación a Lavalle, se contento con mandar a
Bustos la carta original, p.a advertirlo del peligro que lo :amenasaba (o) y acompañando el mensaje
del mas marcado desden. Lopes estaba fuertem.te resentido con Bustos por no ha berle mandado
auxilios p.a resistir la invasión q.e acababa de sufrir, y su ves quería corresponderle con igual
indiferencia.
Mi carta no hahía sido contestada, pero q.do después del combate del Puente de Marques hiso
proposiciones de avenimiento al Gen.l Lavalle la hiso servir para dar a entender q.e estaba en buena
intelig.a conmigo y que nada tenía que temer por su espalda.
El S. Cullen (D. Domingo) no tenía investidura alg.a pública en Sta. Fé, pero a lo que se creía y a
lo que el no perdía ocasión de hacer entender, era el alma de los Consejos de Lopes y el que tenía
una positiva influencia.
En mi marcha p.a Cord.a había encontrado á un negoc.te Francés llamado D. Dom.o Mendilarsu
que viajaba p.a S.ta Fé, al que en conversación hise entreveer mis deseos conciliatorios. Alg.s días
después, estando ya en Cord.a regresó Melldilarsu y me trajo una carta del S. Cullen: no recuerdo
distintamente su contenido pero estaba concebida en sentido pacífico y pienso que se reducía a
establecer relaciones y a aproximarme al S. Lopes. Sus miras además eran bien claras p.s q.e se
estendían a q.e reconociese la Convención q.e con el título de Nacional estaba reunida en S.ta Fe,
y acaso a q.e reconociese a supremacia del S. Lopes.
Entre tanto este había marchado sobre B.s A.s y en unión con Rosas, asediaban la ciudad y al
Gen.l Lavalle q.e ocupaba la Hacienda de los Tapiales. Yo sin traicionar mis amigos políticos no
podía ligarme con sus adversarios, ni aumentar el conflicto de aquellos con una inteligencia q.e por
lo menos pondría un gran peso moral en la balanza. Entre esto y lo de manifestar un deseo de
conciliación había una distancia enorme.
196
No puedo asegurar pero estoi inclinado a creer q.e no contesté la carta, de Culen, o porq.e
exorvitante su pretensión o porq.e lo olvidé en medio de las muy críticas circunstancias que me
rodeaban. Por de contado q.e si la respondí, debió ser en términos de pura urbanidad y sin adherirme
a la política q.e se me proponia. Lo que tengo bien presente es, que cerca de dos meses después q.do
fueron los S.S. Amenabar y Oro, me espresó el últ.o e1 vivisimo resentimiento del S. Cullen p.r no
haber recibido contestación a su carta; recuerdo también q.e le escribí entonces dandole satisfacción
p.o sin darme por entendido de lo principal de su contenido. Cullen jamás olvidó esto que el graduó
de desaire, y que por mi parte no fué mas q.e un poco de circunspección y algo de negligencia.
Debo advertir q.e sin conocer personalm.te a este Sor, unpresentimiento de q.e no podía darme
cuenta, me alejaba del, de modo q.e sino le era desafecto tampoco me merecía simpatía y mucho
menos comfiansa.
(o) El conductor del mensaje pues q.e seg.n recuerdo no llevaba comunicación escrita fuera de la
misma carta de Lavalle, fue el Mor. Muniz oriental, prision.o que fue en Casa-Matas, después
oficial del N4 que mandaba Lavalle, y ultimam.te ayud.te de Campo do Lopes.
Ignoro si aora existe. (Nota de Paz.)
Al mismo tpo que luchaba con Quiroga, Bustos, Aldao y demás caudillos del interior, podía
Lopes por medio de sus adherentes exitar las montoneras q.e ya principiaban en la Prov.a de Cord.a
en cuya campaña conservaba una inmensa influencia. En tal estado, lo delicado de mi posición, me
aconsejaba no irritarlo, p.o guardando siempre la concecuencia q.e debía a mis amigos de B.s A.s
Tube entonces y tengo h.ta aora la más perfecta convicción, que era q.to me era permitido hacer en
obsequio del Gen.1 Lavalle y q.e era el mejor medio de servir a la causa q.e ambos defendíamos.
Después del revés de Puente Marques solicitó q.e yo marchase sobre S.ta Fe p.a atraer a Lopes y
quitarselo de encima, p.o esto ademas de serme imposible era enteramen.te inútil como lo
acreditaron bIen luego los hechos. Lopes se retiró en esos días, sin mi intervención y no p.r eso
dejó de sucumbir el Gen.l Lavalle bajo el peso de las bandas irregulares de Rosas.
Misión de los S.S. Amenazar y Oro con el carácter de Mediadora.
Podría anticipar a esta misión la que con el carácter también de mediadora y sin saber la q.e venía
cerca de mi, resolví al mismo tpo mandar a S.ta Fe y B.s A.s p.o p.a mayor claridad conviene
principiar p.r aquella.
Inmediatam.te desp.s de la batalla de la Tablada me había dírigido con mi cuerpo de tropas al Este
197
de Cord.a a sofocar las montoneras de ese lado acaudilladas por Bustos, y observar en S.ta Fe q.e se
creía protejerlas.
A1 mismo tpo q.e esas rnontoneras sufrieron un golpe q.e completó su disolución, llegaron a mi
cuartel gen.l que solo distaba 50 leg.s de la ciudad de S.ta Fe el S. Cura Amenabar y el S. D. Dom.o
Oro bastantem.te acreditados. Allí se encontraron con los comisionados q.e con idéntico objeto
hacía yo marchar, los quales continuaron su viage.
Me parece oportuno advertír q.e asumiendo ya el roll de mediador en la grra de B.s A.s en la q .e
no podia intervenir de otro modo, conseguia neutralisar a Lopes en la encarnisada lucha q.e yo
sostenia contra Quiroga, con lo que ganaba inmensam.te ntra. causa y daba a ntros. Amigos el unico
apoyo moral q.e podia darles.
Aceptando a mi ves la mediación de Lopes sacabamos igualm.te muy buen partido (ya se
comprendera q.e hablo de las conveniencias politicas, presindiendo de las consideraciones
humanitarias que me aconsejaban tambien una marcha conciliatoria) pues q.e era muy probable que
el feros y valiente caudillo con q.e yo lidiaba la reusaria indisponiendose entonces con los aliados.
Efectivam.te asi sucedio, porq.e Quiroga ni contesto las comunicaciones de Lopes de modo q.e se
aumento la antipatia de estos dos caudillos.
Si su desinteligencia de nada nos sirvio desp.s fue porq.e Rosas logro reconciliarlos y porq.e no
supimos nosotros sacar mejor partido. He dicho mal, que no supimos p.s q.e lo conoci y quise sacar
probecho de esta circunstancia pero no pude porq.e me lo impidieron consideraciones politicas q.e
eran unas verdaderas exigencias de la situacion.
En el año anterior Dorrego y Rosas habian estado en plena desavenencia. Los unitarios q.e pudieron
sacar ventajas de estas circunstancias atacaron a uno y a otro con igual encarnisam.to y los
obligaron a reunirse. Una cosa parecida medio en el tiempo de que voy hablando. El Gen.l Lopes
por medío de los S.S. Amenabar y Oro ofrecia su amistosa mediacion p.a q.e cesase la grra. que yo
sostenia contra Quiroga. En seguida me invitaba a q.e reconociese la convension nacional, que
estaba en S.ta Fe, y la completase mandado los diputados de Cord.a que hahia hecho retirar mi
antecesor Bustos.
En q.to al primer punto no hubo dificultad y acepté desde luego la mediacion p.o sin dejar de
hacer sentir a los comicionados que hubiera sido mas oportuna mas meritoria antes q.e corriesen
arroyos de sangre de 1a Tablada. Tampoco deje de predicarles q.e Quiroga por despecho o p.r mala
vo1untad a su comitente, no la aceptaria.
El 2° punto no era de tan fácil solución. Quien considere estas cosas desp.s de mas de 20 a.s de
desastres, y q.e pese los males q.e han sobre venido, puede q.e me haga cargo p,r no haber abrasado
esta coyuntura de terminar nras. desavenencias, si es q.e ella podia dar ese rcsultado: pero estoi
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cierto q.e pensara de distinto modo si quierese trasladar a aquel teatro, a aquel tiempo y a aquellas
cirtunstancias.
La convencion habia perdido su prestigio y no merecia consideracion ni a los mismos federales.
Quiroga manifestaba publicam.te su desprecio por ella y Bustos (ex gov-.r de Cord.a) habia retirado
los diputados de esta Prov.a apoyado en una sancion de la Legislatura. Puede decirse que la
Convencion estaba disuelta y q.e solo trataban de reconstruirla. No quiero condenar este pensam.to
pero tampoco podia adherirme a el.
:Sin contar otras dificultades mi adhesion hubiera disgustado estremam.te a la mayoria del partido
unitario q.e ya se soñaba vencedor, el qual me hubiera negado su apoyo. En Cordova mismo
hubiera causado una muy fuerte impresion a q.e no hubiera sido indiferente el exercito.
Agregado a todo esto mi juicio personal q.e decia (q.e me decia 1) q.e la convencion de S.ta Fee no
podia hacer el bien, se tendrá que me decidieron..
Sin embargo no rechase abiertam.te las proposiciones del gov.o Stafecino, sino q.e espuse que
mediando una sancion de la Legislatura, no estaba en mis atribuciones aceptarla, p.o q.e me dirigiria
a dho. cuerpo p.a q.e el se pronunciase nuevmn.te aun q.do preveia (les espresé) el ningun resultado
q.e tendría,. Entonces me insinuaron q.e emplease mi influencia para obtenerlo favorable, a lo q.e
no quisenegarme. mas como no debia entenderse q.e lo haria arrostrando la inmensa oposicion que
tendria ya el proyecto ya se comprenderá q.e mi intervencion no seria muy eficas.
Negocio paso a la Sa1a de R.R. en donde si dominaba el partido unitario habia plena libertad, la que
se pronuncio decididam.te contra el reconocim.to de la convencion de diputados. Fue este el golpe
de gracia q.e recivio aquel cuerpo espirante, el que dejó desde luego de existir. La diputacion de Sta
Fe presencio este desenlace, sin manifestar sentimientos inamistosos y sin dejar de mostrarme la
mor. consideracion personal.
Mas pasados alg.s dias probablemte q.do recivieron los comisionados nuevas ordenes de su gov.o,
yo percivi q.e se enfriaban notablem.te y afloxaban en el empeño de q.e estrechase mis relaciones
con Lopes. Habia ademas otra causa para esto y era sin duda la mas influyento en este cambio.
Era la conducta tenida por mi Diputacion en S.ta Fe; Voi muy luego a esplicar esto: rnientras
tanto dire que el S. Amenabar se retiro antes bajo algun pretesto; quedando el Sor Oro q.e pasado
poco tpo. le siguio, dejando las cosas en el mismo estado.
Negociaciones con Quiroga y otros Gov.os
En otras partes he dicho, pero es forzoso repetirlo, que desde que llegue a Cordova procure dar
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muestra de mis miras pacificas a todos los Gov.os del interior para desmentir las miras de conquista
q.e se me atribuian. En esto no habia mucho merito porq.e la pequeñez de mis .fnerzas no me dejaba
lugar p.a otra cosa. Sin embargo no se crea que yo desatendiese los intereses de la causa general,
pero esperaba que lo que no hiciesen las armas lo haria la convicción, y la influencia moral de un
poder bien y regularm.te constituido. Para apreciar mi modo de pensar debe advertirsc que ntra.
causa habia sucumvido en B.s A.s y que esto lo sabia yo con anticipacion.
A virtud de estos antecedentes, me diriji a Quiroga desde mi llegada como lo hice tambien a otros
Gov.os ofreciendo mis buenas relaciones, por medio del S. Isasa ministro de gov.o y la contestacion
que se obtuvo de aquel caudillo fue un insolente reto a que se siguio la accion de la Tablada.
La victoria de este nombre que obtuve sobre el, en las inmediaciones de Cordova, en los primeros
mom.tos agrio mas su caracter y no debio la menor muestra de estar dispuesto a un arreglo: por el
contrario ya referi que ni quiso contestar las comunicaciones del Gov.o de S.ta Fe en q.e le ofrecia
su mediac.n.
Pero q.do se rehiso en Mendosa y formó un nuevo ejercito para repetir la invasion, con asombro
de todos despacho dos oficiales parlamentarios, que eran conductores de una nota en que daba
esperanza de un arreglo.
Quisá a esto contribuyo la llegada a Cord.a de la comicion mediadora de B.s. A.s comp.ta de los
S.S. Cabia y Cernadas, de q.e pudo tener not.. Sin embargo en la nota a que acavo de hacer
referencia no invocaba p.a nada su intervencion. Luego hablaré de la comicion mediadora
contrayendome ahora a la sola negociacion con Quiroga.
Mi contestacion fue, prestandóme a oir propociciones amigables y honrosas, pero le exigia q.e
para entendernos no abansase hta pisar el territorio de Cord.a. Bajo esta condicion me manifestaba
dispuesto a celebrar un armisticio y le ofrecia mandar comicionados competentem.te autorizados,
presindiendo yo a mi ves de decir una palabra sobre la mision de B.s A.s que permanecia en Cord.a.
1 Repetído en el original.
Luego que Quiroga recivio mi contestacion, en ves de suspender sus marchas las aseleró
penetrando en la jurisdiccion de Cord.a
y ocupando el Salto. Pienso q.e el interpreto mi
condescendencia a entrar en un arreglo como un signo de devilidad y sin renunciar del todo a las
negociaciones, quiso ponerse en situacion de dictar las condiciones. Cuando los señores Don
Eduardo Bulnes, y el entonces Mor. D. Wenceslao Paunero, fueron a su encuentro, lo hallaron en el
200
Salto a donde acavaba de campar. Viendo estos que el habia faltado a la condicion que yo le exigia,
no se creyeron autorizados p.a celebrar el armisticio y me consultaron. Mi resolucion, q.e si
Quiroga no desocupaba el territorio de Cord.a continuarian las hostilidades. Sin embargo les dije, si
quiero negociar continuando estas, puede neutralisarse un punto en que se reunan comisionados de
sus dos partes. No tubo esto lugar y Bulnes y Paunero se retiraron, p.a q.e la espada y el cañón
dicidiesen la cuestiono Desde que la negociacion se entablaba sin dar la menor participacion a la
comicion de B.s A.s ya se deja percibir que mi objeto era entenderme con Quiroga aisladam.te y
separarlo de Viamont q.e Gov:'r de B.s A.s y y de Rosas que aunque solo era com.te gen.l de
campaña, exercia una influencia omnimoda. En este sentido estaban redactadas las instrucciones de
los comicionados de Cord.a, y en el mismo fin que se pro. pusieron obrar. No lo se de positivo pero
se dijo que el caudillo Riojano estubo inclinado a escucharlos p.o q.e Aldao fue de opinion
contraria. Se dijo tanbien q.e para haserla, prevalecer, ocurrio al arvitrio de tocar la suceptivilidad
de Quiroga, a quien dijo" Si V. accede se pensara q.e tiene miedo al exto de Paz' '. Esto bastó p.a
que Quiroga rompiese la negociac.n. (El subrayado es de Paz.)
Sea lo que sea, ella no tubo efecto, y la sangre corrio con profusion. El partido unitario por
exelencia, o como le llame antes el exaltado q.e habia en Cordova batio las manos selebrando la
ruptura de la negociacion, q.e el miraba como una derrota. No admitia medio, queria q.e se jugase el
todo p.r el todo, a. lo q.e contribuia el juicio exagerado que siempre tubieron de sus fuerzas, los que
lo formaban. En mis Memorias sobre las campañas del interior que aun no he completado, hago
relacion de lo que me sucedio con este mismo D.r Bedoya en visperas y al al dia sig.te de la batalla
de 0ncativo.
Comision Mediadora del Gov.o de Bs. A.s
Poco antes que los Parlamentarios de Quiroga habian llegado a Cord.a los S.S. D. Pdro Feliciano
Cabia y el D. D. N. Cernadas comisionados por el Gov.o de B.s A.s para interponerse (segun
querian hacerlo entender) entre los beligerantes y exitarlos a un avenimiento pacífico.
Yo me encontraba ocupado en esa celebre campaña de detalle de la sierra, qdo. ellos llegaron, de
modo que hta mi arrivo que tardo alg.s dias no pude oirlos.
""
Presindiendo de otros graves antecedentes, desde mi prim.a conferencia con ellos, ya me persuadí
q.e su objeto no era el de una mediación sincera sino el d e contribuir al triunfo de Quiroga,
atisando si fuese preciso las pasiones del feros caudillo.
He hablado de otros graves antecedentes, porq.e desde su llegada, trabaron íntimas relaciones con
201
los opositores al Gov.o es decir con los federales de Cord.a, y aun se propusieron organisar la
oposicion, y entusiasmarla. Ellos fueron quienes promovieron el uso del cinturon punzó y negro q.e
sirvio entonces de distintivo a las damas federales. Hubiera sido demasiado exigir a los homb.s este
signo hostil, pero creyeron q.e las mujeres escudadas por la debilidad de su sexo podian usarlo impunem. te
No se engañaron porq.e el gov.o no tomo medida alg.a, pero neutralizó la operacion, adoptando
p.a las lanzas de un cuerpo del ext.o, q.e era el Esc.n de Voluntar.s del Cor.l Madrid los mismos,
identicos colores. Se permitio al Coronel que hisiese una publicacion por la prensa, en q.e
desentendiendose del significado que queria darse a los espresados colo res, decia simplem.te que
habiendo observado que alg.s damas se adornaban con ellos, los aeeptaba para las lansas de sus
soldados, seguro de dejarlas airosas en la batalla que estaba proxima.
Bien fuese que ellas se creyeron mal comprendidas, p.s como se ha dicho eran los primeros
ensayos de esa divisa de sangre y barbarie, sea q.e el bulgo tomó por una galanteria lo que no era
sino una ironia, el resultado fue, que por entonces de su propia voluntad tiraron la divisa, y los
señores comicionados no recogieron mas fruto que el ridiculo. Esto baste para mostrar quales
fueron los trabajos de esos señores, sin contar otros muchos de la misma naturaleza. Aora veremos
los que practicaron con el gov.o.
Todo su empeño se reducia a predicar sentimientos pacificos, protestando que tales eran las
instrucciones de su gov.o. Para ello solo empleaban lugares comunes sin que fuese posible traerlos
al caso preciso de la cuestion. Quando yo les aseguraba a mi ves, mi disposicion p.a entrar en
arreglos amigables, parecía que no quedaban satisfechos, o al menos que alg.a cosa mas les
quedaba que exigir q.e no se atrevian a proponer.
Quando le decia q.e la dificultad p.a la pacificacion no consistia en mi, ni en el partido que yo
representaba sino en Quiroga que se habia negado tenasmente a oir toda propuesta de conci1iacion,
se paraban ante esta dificultad sin que le hallasen ni pareciese buscale solucion.
Como yo les preguntase si el Gov.o de B.s A.s saldria garante de tratado que se hiciese bajo su
mediación, contestaron que no tenian aun para ello, pero q.e podria contarse con una garantia
moral. Quii potest capire capit est.
No dejaron de, tantear el vado de separarme del partido en que me apoyaba, espresando
disfrasadam.te que aunq.e los Gov.os federales pudiesen tener confiansa en mi, no se las inspiraban
los homb.s a quienes me hallaba ligado, en quienes mi influencia seria ineficas. Desauciados en este
punto, se ocuparon so1o de entenderse con Quiroga a cuyo en campo q.e staba ya en movim. to me
propusieron pasar.
Hubiera sido una invecilidad permitirselos, y me negué decididam.te, pero me preste a que le
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remitiesen las comunicaciones de que eran portadores, y las q.e ellos quisiesen dirigirle,
mandandomelas p.a enordar el modo como debian ser conducidas. Asi lo hicieron, y yo los mande
p..r medio de un parlamentario que lleno devidam.te su comision, y trajo otras de Quiroga q.e no
importaban mas que un simple acuse de recivo.
Acaso se me preguntará porq.e negandome al pase de los comiciona dos al campo de Quiroga,
permiti q.e le dirigieran sus comunicaciones, a lo q.e contestaré, que debiendo estas comunicaciones
y la contestacion aunq.e cerradas pasar p.r mi mano calcule que en ellas no se harian las
revelaciones, ni se darian las esplicaciones q.e en una conferencia ver val. Por otra parte yo no
queria aparecer cerrando todos los caminos que podian conducirnos a la conciliacion. Pienso que no
me equivoque porq.e si las comunicaciones (que vi despues originales, q.do tome los papeles de
Quiroga en Oncativo) eran bastantes aprobar el espiritu de la mediacion, no podian serle de g.n
utilidad a mi adversario. Despues que los Comisionados hubieron recivido la insignificante
contentacion de Quiroga, instaron otra vez porq.e se les permitiera pasar a encontrarlo a lo que me
negue nuevamente, porq.e me proponia tentar una negociación sin q.e ellos ni su gov.o
interviniesen. Fue entonces que tubo lugar la mision de los señores Bulnes y Paunero. Los
comicionados despues de haber cangeado muchas notas con el Ministro Zarachaga en q.e se
manifestaron tan destemplados como corridos por no haber arrastrado al Gov.o de Cord.a al punto
que deseaban, concluyeron por pedir sus pasaportes p.a retirarse a B.s A.s.
Yo que estaba en campaña y al frente del exto. de Quiroga, mande que se les diesen sin perder
mom.to y ellos partieron inmediatam.te.
Como Quiroga por una marcha obliqua sobre su derecha que emprendio desde el Salto, hubiese
venido a colocarse sobre el camino a B.s A.s, yo p.r un movim.to contrario, habia. hecho lo mismo,
quedando interpuesto entre el, y la ciudad q.e estaba fortificada. De consig.te los comisionados
tenian que pasar por la inmediacion de ambos campos, q.do no fuese por ellos mismos.
Al pasar por cerca del que yo ocupaba el dia antes de la batalla, en el Río 2° reciví una. nota de
ellos, ofreciendome emplear sus ultimos esfuersos p.a detener la efusión de sangre ya q.e como era
inevitable de bian pasar por el del Gen.l Quiroga. Ya me era indiferente que se viesen con el, y antes
podia convenir que lo alentasen p.a q.e no reusase la batalla q.e me era de absoluta necesidad, en la
situacion en q.e me encontraba.
Podían tan bien producir alg.s indeciciones en su animo, o por lo menos detenerlo alg.s horas con
sus peroraciones y era cabalm.te lo que deseaba, porq.e estaba decidido a buscarlo al dia sig.te y
temia que hiciese algun movim.to q.e frustrase el mio.
Sin embargo, obré con la mayor lealtad pues q.e p.r medio del Sñor. Paunero a q.n acredite
debidam.te les dije que respetaba sus buenos oficios, pero q.e ellos no envarasarian mis
203
operaciones. Que por tanto exigia q.e a las dos horas de estar en el campo contrario, me hiciesen
conocer las dispociciones del Gen.l enemigo.
Ellos como era de esperarse, creyeron q.e esta era una fanfarronada y nada menos cuidaron q.e
cumplir la condición que yo habia puesto. Asi fue q.e habiendo llegado al anochecer del 24 de Feb.o
al cuartel gen.! de Quiroga, a las once de la mañana sig.te a q.e yo me presente no me habian
dirigido comunicacion alg.a
Asustados terriblem.te los comisionados con mi aproximacion, trataron de seguir su viage con
alg.s caballos que les proporcionó Quiroga. Con ellos llegaron a la casa de postas que estaba a legua
y media de distancia, pero habiendola encontrado desierta, no pudieron continuar y tubieron que
pasar allí la tormenta.
(a) En aquel tiempo se imprimieron en un folleto q.e mando publicar el gov.o de Cord.a todas
esas notas y demas piesas referentes a esta celebre mision, hta. la ultima q.e pasaron desde la
Esquina. A el me refiero.
Serian las dos de la tarde mas o menos q.e yo pasaba a la vista de la posta persiguiendo los restos
del exto. vencido q.do alg.o de los mios que llego a la casa por casualidad me trajo una nota de los
comicionados avisandome las buenas disposicionos de Quiroga p.a transar amigablm.te la cuestion
y solicitando q.e suspendiese mis operaciones.
Su tono era enteram.te diverso del que empleaban dias antes, y no obtante me sorprendió
sobremanera la candides evangelica de los comicionados, q.e ya no habian podido haser triunfar a
Quiroga, querian q.e yo no reportase las ventajas q.e debia sacar de mi victoria. No necesito decir
q.e no me detuve a contestarlos.
Al dia sig.te 26, reciví otra nota en q.e me pedian auxilios p.a continuar su marcha, los q.e
habiendoseles dado la verificaron sin hacerse del rogar. Que en su camino se les reunio Quiroga, q.e
le dieron lugar en su coche, y que tubo lugar lo q.e todos saben.
Apenas llegaron a Esquina, prm.a posta de la jurisdiccion de S.ta Fe, pasaron al Gov.o de Cord.a
una nota insolente y amenasante, en q.e protestaban contra mi perfidia, por haber atacado a
Quiroga, mientras ellos (decian) desempeñaban su sagrada mision de paz.
Quando llegaron a B.s A.s procuraron por todos medios esparcir los mismos conceptos, pero el
Gen.l Quiroga los desmintio diciendo a q.tos querían oirle. Es mentira, el Gen.l Paz no me ha
engañado ni obrado con perfidia, si me ha vencido es porq.e ha podido mas q.e yo &a.
A primera vista se comprenden el objeto, medios y fines de esta celevre negociacion. El gov.o de
B.s A.s al encomendarla a los Señores Cernadas y Cavia, se propuso todo menos la conciliacion de
204
los partidos contendentes. Basta conocer el caracter de Rosas tan patente aora por sus actos
posteriores p.a convencerse de la exactitud de lo que acavo de insinuar; sin embargo añadiré alg.s
palabras mas, p.a hacer notar una coincidencia con otra negoci.cion, de q.e me ocupare mas abajo.
Hablo de la encargada confidencialm.te al S. D. Mariano Fragueiro por D. Juan Manuel Rosas el
año sig.te de 1831. Es de la que hace mencion en los articulos que ha publicado en Chile.
El objeto prim." de la comísion mediadora de B.s A.s fue como se ha visto reanimar el partido
federal q.e podria creerse sobre todo por sus derrotas en S. Roque y la Tablada, ofrecerle apoyo y
organizarlo lo mejor quo pudiesen.
2° Anaquizar el unitario haciendome entreveer la posibilidad de arreglarse conmigo, si me desligaba
de mis amigos politicos, o si renunciaba a los principios de mi creencia politica.
3° Impedir que Quiroga pudiese entenderse conmigo con cuyo motivo les escribia Rosas en
carta q.e tube original en mi poder, que solo depusiese las armas, en cuso q.e yo y mis jefes
saliesemos del territorio de la Rep.ca.
4° Adormecerme con proposiciones pacificas y discursos filosoficos, mientras mi adversario
ganaba terreno, completaba sus preparativos, y se abansaba en la Prov.a q.e yo precidía. En este
punto coincide perfectam.te esta negociacion con la dol S. Fragueiro como luego lo de mostraré.
( Archivo General de la Nación - Archivo del General Faz - Correspondencia, Borradores y
Copias, 1850 -1854. Legajo 9.)
(a) Todas mis medidas habian sido tomadas p.a atraer al enem.o a la madrugada del 25,, Un
incidente estraordinario, hiso demorar la operacion de alg.s horas.
VIII
LA RESPUESTA DEL GOBERNADOR DE TUCUMÁN
A LA CONSULTA SOBRE LA SUERTE
QUE DEBÍA CORRESPONDER AL GENERAL PAZ COMO PRlSIONERO
HECHO POR DON ESTANISLAO LÓPEZ.
Nov.e 17.
EI infrascripto tiene el honor de contestar la respetable Nota de 8 del pp.do Oct.e del Exmo. S.
Gob.or y Capitán Gral. de la Prov. a de S.ta Fe explorando el pronunciam.to del q.e subscribe,
205
sobre el destino q.e debe darse al Gral. prisionero D.n José Maria Paz.
El infrascripto se cre en el deber de hacer ligeras observaciones á este respecto, antes de
pronunciar su dictamen; para salbar su conciensia y la justicia de la causa. El Gral. Paz no fué pral.
autor de la revoluc.n , de prim.o de Diciembre que estalló desgraciadam.te, en la provincia de B.s
A.s, y aunque posteriom.te la huviese aprovado, debe reputarce por una ratihavicion del suceso, q.e
seg.n las decision.s legales no está sugeto á la responsabilidad de aquel crim.n, ni le corresponde la
Suprema resolucion de la combencion; p.r q.e ella taxátivam.te habla de los promotores é
insurgentes del primero de Dic.e.
Verdad es q.c el Gra1.Paz trastornó el orden de las provincias centrales; p.o tambien lo es q.e los
sucesos lo colocaron en la prim.a Magistratura, y q.e incuestionablem.te obtuvo el derecho publico
de todas las Prov.s sentrales, p.r medio de su reconocim.to: y aun las Prov.as beligerantes no
dejaron de reconocér la legitimidad de su autoridad á la vez q.e entraron en estipulacion.s de
transacion con el. De este modo se bonificaron los principales viciosos dc su colocación.
Sin embargo de estas razo.s q.e Ú juicio del q.e firma son obias, podrán no tener lug.r entre los
datos especiales q.e puedan acopiarse en el progreso de la causa; y al efecto el infrascripto confiere
todo su podér al Exmo. Sor. Gob.or y Cap.tan Gral. de la Prov.a de Santa Fé, para que mande
juzgár al Gral. Paz por medio de un consejo de guerra Nacional: y entre tanto el q.e firma se honra
en ofrecer al Exmo. Gob.o con q.e habla su mas alta consideracion de amistad y aprecio.
Estos son borradores de notas y decretos en el Gobierno del General Heredia. Vol. 41 - Fs, 42 a
43, año 1833. - Arch. Histórico de Tucumán:
IX
La correspondencia que cayó en poder de Paz, después de Caaguazú, cambiada entre don Vicente
Montero, cuñado del general Urquiza, como representante de éste, y don Juan Madariaga, en 1841,
tiene un gran interés como pieza del proceso que terminó en el pronunciamiento del 1° de Mayo de
1851.
Correspondería publicarse en este momento, ya que en el Archivo de Paz se conservan copias de
esas piezas, pero habiéndolo sido ya en la Memoria del general Ferré apéndice, pág. 939 y
siguientes, nos limitamos a referirnos a ella.
206
COPIA DE UN CAPÍTULO DE LA CARTA DEL GENERAL PAZ
DIRIGIDA A DON WENCESLAO PAUNERO DESDE LA
VILLA NUEVA CON FECHA 13 DE DICIEM BRE DE 1841
EN EL QUE EXPONE SU PLAN DE ACCIÓN.
Ya sabra V. q.e el 28 del pasado logré una completa Victoria sobre el Ejercito de Echague,
Victoria como aquellas de nuestros tiempos, y en q.e V. se condujo tan dignam.te; pero con la dif.a
q.e siendo aqui tan popular la guerra, la derrota ha sido mas desastrosa. Despues del 28, los grupos
enemigos q.e huian, han sido alcansad.s hasta dias despues, y rendidos ó acuchillados; asi es q.e el
parte ha sido sumamente disminuto.
El poder de Entre Rios y el mejor ejército de Rosas sucumbio en Caaguazú. N o hay p.r lo pronto
quien alli nos resista; pero Oribe vie n en marcha con el suyo, y Pacheco, ya desocupado en
Mendoza, hará lo mismo. Tenemos pues q.e haberlas con el poder reunido del tirano de la
Republica. Qualquiera diversion q.e se le haga p.r otra parte; cualquier pequeño ataque q.e le llame
la atencion; será util. De consiguiente convendria q.e los argentinos amantes de la libertad q.e existen en ese Estado ensayasen un golpe sobre Cuyo, en el modo q.e sea posible, y cuando mas no se
pueda, un amago, q.e puede convertirse en realidad, cuando nuestros sucesos en la, otm parte del
Paraná nos ponga en contacto con las provin.cias del interior, Ygnoro si el Gral. Madrid. ha salvado
p.a Chile despues del suceso del Rodeo del Medio: si asi fuese, quiera V. saludarlo á mi nombre.
Juzgo q.e en todo este mes estaré en el Paraná. Lo pasaré inmediatam.te q.e las circunstancias me
lo aconsejen y q.e lo permita la convinacion q.e existe con los movim.tos militares del Gob.or de
S.ta Fé. De todos modos no se perderá tiempo, lo q.e debe servirles a Vdes de regla. He tenido carta
de Rojo desde Bolivia y le contesto en la q.e va inclusa - pero no permitiendome mis inmensas
ocupaciones estenderme como ahora, exijo q.e le haga V. un resumen de lo q.e interesa á asuntos
publicos, y se lo remita en mi nombre.
(Archivo Histórico de Tucumán, Papeles de Dn Anselmo Rojo.)
207
XI
CARTA DE PAZ A DON ANSELM O ROJO
EXPRESÁNDOLE EL PLAN SOBRE COLABORACIÓN
DE LOS EXPATRIADOS EN BOLIVIA Y CHILE
PARA PROSEGUIR LA CAM PAÑA DESPUÉS DE CAAGUAZÜ.
Cuartel Gral. en el Cerrito Arroyo de Mocoreta.
Dic.re 27 de 1841.
Mi estimado amigo y compatriota.
Consecuente á lo que escribo á V. en mi anterior, le remito el diploma y credencial, en que lo
acredito cerca de ese G.bno. con un caracter confidencial y un calidad de mi Agente; no dudo
aceptará. este encargo rindiendo en ello un servicio importante á nuestra Patria.
Entiendo debe V. esforzarse en q.e los trabajos de los Argentinos residentes en esa, se dirijan á
obrar una divercion por las Provincias del Norte; pues no pueden ocultarse á V. las ventajas que
esto traeria, aunq.e no se lograra otra, cosa que cambiar las administraciones puestas por Rosas á
consecuencia del contraste de Famallá Esto mismo digo al Gral. Heras, á quien he acreditado, como
a V. cerca del Gobno. de Chile, puede hacerse por Cuyo.
No conosco, las circunstancias que rodean a V., ni los elementos de que podrá disponer: por lo
mismo me es imposible hacerle indicaciones, si no es de un modo genérico; y recomendando á V.
obre contra Rosas por todos los medios imaginables.
Yo estoy pisando el Territorio de Entre Rios, con un fuerte Exto. de cuatro mil quinientos
hombres: pronto creo podre dar la mano á las fuerzas de Santafé, y entonces presentaremos un
poder que obligará á Rosas, a reconcentrar sus tropas, lo que dejará á Vstedes la posibilidad de
obrar con ventaja sobre las Provincias del Norte.
(Archivo Histórico de Tucumán, Papeles de Dn Anselmo Rojo.)
208
XII
RESPUESTA DE PAZ AL PREM IO QUE LE HACE CORRlENTES DE DIEZ LEGUAS CUADRADAS DE
TERRENO
¡ PATRIA! ¡ LIBERTAD! ¡ CONSTITUCIÓN !
Cuartel general en la Costa del Río Corrientes.
Octubre 28 de 1841.
El Gral. en Jefe de del Ejéreito de Reserva
Al Excmo. Sr. Gobernador de la Pcia.
El infrascripto ha visto cn el superior ,decreto de V. E. fecha 4 del presente el premio que. le ha
sido acordado en dies leguas cuadradas de terreno en e! lugar o lugares que eligiere, concluida que
sea la presente guerra. Lleno de gratitud a las altas consideraciones con que lo distingue el generoso
pueblo correntino y a la confianza con que lo honra el digno magistrado que lo preside reconoce
como la más grata recompenza a sus esfuerzos, la satisfacción de contribuir del modo que le es
posible al triunfo de la causa que con tan heroicos sacrificios sostiene esta benemérita Provincia. Es
por esto que el infrascripto, tributando a V. E. las mas expresivas gracias, se .permite elevar a su
superior conocimiento la renuncia que hace de las expresadas dies leguas de terreno en favor de los
individuos del Ejército que más se distinguiesen en la actual contienda, reservándose el derecho de
su adjudicación a los que fuesen acreedores, Dios guarde a V. E. muchos años.
.Excmo. Señor.
José María Paz
(De " El Nacional Correntino”.)
209
XIII
Como se sabe Rivera Indarte escribió un poema heroico sobre Caaguazú.
Está compuesto de siete cantos: Preludios: La Noche del Chaco; El Ensueño; La Alborada y el
abrazo; El campo de Echagüe; 28 de noviembre; Epilogo.
La poesía carece de vuelo. Muestra, a ratos, movimiento, fuerza, pero languidece rapida.ente y
cae con frecuencia en prosaísmo. Como ilus tración de una semblanza de Paz vale la pena referirnos
al último canto, cuyo argumento está fundado, sin duda, en un relato contemporáneo. Canta el dia
siguiente de la victoria. Describe el entierro de los jefes y soldados caídos y luego el desfile de los
prisioneros los que esperan la sentencia de muerte. El poeta pone en boca de Paz un discurso de
perdón, que no carece de emoción y de dignidad.
XIV
SEPARACIÓN DE PAZ DE LA GUERRA DE CORRIENTES EN 1842. COM UNICACIÓN AL GOBERNADOR
DE CORRIENTES.
El Gob.o de la Prov.a
de Entre Ríos.
Paysandú Obre. 28 de. 1842.
Al Exmo. Sor. Gobernador y Capitan General Interino de la Provincia de Corrientes Coronel D.
Manuel Antonio Ferré.
Cuando fui yamado a reincorporarme á los valientes del Egercito Correntino, mis antiguos
compañeros, para combatir contra el tirano, conteste, que nada me seria mas grato, si veia asegurada
la nacionalidad del objeto de la Guerra, y organizada la revolucion de modo, que pudiera
consultar .y defender los verdaderos intereses argent.s
Con este objeto y a virtud de un acuerdo selebrado en las conferencias tenidas con el Exmo. Sor.
210
Precidente de este Estado, como se informará V. E. por el Protocolo de que se ha dado un ejemplar
á los Gobiernos Argentinos que felismente no hayabamos en este punto y eramos los legitimos
Reprsentantes de la revolucion. Se propusieron varios y sencillos medios de sentralisarla y darle una
existencia propia, para que pudiera susistir por si sola, cuando llegare un momento en que asi
tubiera que lidiar con el poder del tirano segun consta de la adjunta Copias.
El Exmo. Sor. Gobernador General Lopez y yo estuvimos de perfecto acuerdo, y animados de
sentimientos verdaderamente Argentinos, esforzamos las razones en que era mui facil avundar, para
demostrar la urgente necesidad de dar el Centro y organizacion que nos eran indispensablemente
nesesarios, para salvar nuestra infortunada patria; espresandonos con la franqueza y verdad que
demandaba la naturaleza del asunto. y de que debia usarse entre Argentinos y hombres de honor;
pero el Exmo. Sor. Gobernador D. Pedro Ferre hizo a todo una alar mante resistencia, fundada en la
no oportunidad, que el concevia para sentralisar la revolucion, y en otras que el mismo no se atrevio
o no podria en aquel momento espresar.
Creo conocer mui bien esas razones reveladas, entre otras cosas, por el hecho mismo de su
reserva, y creo tambien, por una concecuencia legitima, que los intereses Argentinos no estan
consultados, ni garantida la nacionalidad de la Guerra contra el Tirano. Tal es mi opinion; y este
convencimiento, que no puedo deponer, me ha determinado á separar completamente mi persona de
la actual lucha.
Mi honor, la necesidad de mis principios, y lo mas caro de mis deberes como Argentino no me
permiten derramar una gota de la sangre de mis compatriotas, si no es con el esclusibo objeto de
restituirles una patria libre y un régimen legal que haga la garantia de su bien estar.
Pero cuando hai muchos Argentinos libres armados para combatir, no puedo ni debo enbainar mi
espada, sin manifestar á los Gobiernos que pertenesen á la revolución, mui especialmente á la
heroica Provincia de Corrientes las razones que me han determinado a ello; reservandome
esplanarlas y analisarlas oportunamente.
Al dirigirme a V. E. tengo la honra de manifestarle el sentimiento que me causa el incidente que
me separa de mis compañeros de armas, no menos, que la buena disposicion en que he estado de
ayudarlos en la lucha de la Libertad; saludandole con la esprecion de mis distinguidas
consideraciones de aprecio y respeto.
Dios gue. a V. E. m.s a.s.
José M. Paz.
211
(Archivo Nacional – Archivo Paz. Legajo 4.)
xv
TESTIM ONIO DE REPARACION DE LOS DAÑOS DE LA GUERRA.
Paysandú, Nobre. 3 de 1842.
El Cap.n D. José Ma Bustillo entregará a V. S. varios efectos q.e constan de la copia del in. . .
tario que obra en la causa seguida a varios individuos que saquearon la casa de D. Xacinto
Martines, vecino de ese pueblo.
Luego que V. S. los rec... va reunira a.s personas perjudicadas, y a mas dos testigos ante los
quales pro. . dera a la devolucion de las
a sus lexitimos dueños, debiendo en caso de
duda proceder despues de
tomar mejores informaciones con arreglo a just.a.
Lo que hara constar V. S. por una dilig.a que hara extender al pie de esta nota, que me devolverá
p.a agregarla al proceso.
D.s g.e a V. S. m.s a.s
José M. PAZ.
S. Con.l D. Federico Baes.
En virtud de la antecedente superior resolución fueron repartidos á sus legítimos dueños los efectos
mencionados en el inventario q.e en copia me ha sido entregado y ante los dos testigos q.e firman,
haviendo solo no aparecido dueños de un bestido de saraza, \ un añadido de pelo, y un par de ligas,
lo cual queda depositadas en esta comandancia. - Consep.on del Uruguay, Novbre.. 5 de 1842.
Federico G. Baez.
Como tgo. Salvador B, - - - do.
Tgo. Juan B.ta Zavallo.
212
(Archivo Naciona! - Archivo de Paz – Correspondencia. Legajo 4.)
XVI
DESIGNACIÓN DEL GRAL. LAS HERAS y CNEL. PAUNERO
COM O ENVIADOS PRIVADOS ANTE LOS GOBIERNOS DE CHILE
Y BOLIVIA DE PARTE DEL URUGUAY.
El plan de Paz de provocar la colaboración de los expatriados en Chile y Bolivia en la campaña
contra Rosas no pudo cumplirse, inmediatamente después dc Caaguazú. Pero no abandonó la idea.
En cierto modo él oponía esta colaboración a la que algunos unitarios habían buscado en los
Gobiernos dc Francia e Inglaterra. Después de pasados varios meses desde que el sitio de
Montevideo, se estableció, hizo que si idea fuera adoptada por el gobierno del Uruguay.
En su archivo se encuentran. los borradoress que van a continu.ación y que explican uno de los
aspectos de su plan.
Montev.o Octbre30,, de 1843 = A S. E. el Sor. Ministro Secret.o de R. E. de la Repub.a de Bolivia
= Sor Mintro. = Los grandes intereses q.e se versan en la lucha q.e hoy sostiene esta Repub.ca, y q.e
en opinion de mi Gobno., son comunes y estencivos á los demas del continente, en especial a
aquellas q.e tienen mas puntos de contacto con la Argentina, convencieron á aquel, ha mucho
tiempo, de la necesidad de estrechar sus relacion.s con ellas, de comunicarse mutuam.te sus ideas y
de propender a que cada una, por los medios que le permita su pocision especial, ensaye los que
jusgue oportunos a fin de salvar los grandes principios de la revolucion, amagados seriam.te por las
ideas y pretenciones exageradas del actual Gob.dor de Buen.s Ayr.s = Un cumulo de circunstancias
é incidentes extraord.s han impedido a mi Gobno. el realizar aquel deseo. Hoy puede llenarlo y se
apresura a ello, nombrando, como lo ha hecho en esta fha., al Sor. Coron.l D. Jose Wenceslao
Paunero, cerca de ese Gobno., en el carácter de Comisario ad hoc y enteram.te privado. = Este
Gobno. hubiera. deseado acreditarle en un carácter más e1evado; p.o además de que las penurias de
su Erario" consig.te al estado violento y escepcional de este pais, le impiden absolutam.te el
sufragar hoy las erogaciones q.e p.a ello serían necesarias, q.e los objetos de este encargo pueden
tratarse por ahora, de un modo privado, sin perjuicio de lo q.e en adelante l1egue a ser necesario. =
El Sor Paunero, persona recomendable por todos respectos, y a q.n supongo conocerá bentajosam.te
213
V. E., merecera, no lo dudo, sus consideraciones: y me será muy agradable poder corresponder a
ellas respecto de cualquier empleado q.e V. E. tuviere a bien recomendarme en este pais. = El
mismo Sor. q.e pondrá, en sus manos esta carta de recomendacion, la cual espero se servirá V. E.
mirar como credencial vastante, le instruirá mas por menor de los sentimientos de mi Gobno. y de la
naturaleza de su encargo, cuyo objeto, aunq.e muy dificil de presisarse por ahora, es, no obs tante
muy facil de percibir. Dignese pues, V. E. oirle y darle entera fé y credito en cuanto diga á nombre
de este Gobno., y muy particularm.te cuando le asegure de las disposiciones amistosas y fraternales
con el de esa Republica y los particulares sentimientos aprecio y de respeto hacia la persona de V.
E. q.e animan a su atento seg.o servidor Q. B. S. M.
Al Sor. Coron.l D..Jose Wenceslao Paunero. - Chuquisaca. = Montev.o Oct.e 30 de 1843. = Sor.
Coron.l - El Gobno. del E. O. del Uruguay q.e siempre ha sentido la necesidad de estrechar sus
relaciones con los de las Republicas Boliviana y Chilena, y q.e lo ha postergado por el deseo de
hacerlo de un modo mas solemne, siente hoy la de procurarlo del mismo modo que le es pocible y al
efecto, se ha fijado en la recomendable persona de V. p.a nombrarle, como por la presente lo verifica, de Comisario ad hoc; y en carácter privado cerca del de Bolivia. = Nada le hubiera agradado
mas q.e investirle de un carácter verdaderam.te diplomatico, pero usando de la franqueza, que le
corresponde debe declarar, aunq.e con pesar, que son tan estensas y exorvitantes sus atenciones y
tan escasos sus recursos, q.e le sería imposible totalm.te en el dia, y le sera aun mucho mas despues
de concluída la grra., el hacer asignacion alguna que avilitase á V. p.a las erogaciones, q.e son
necesarias en el rango mencionado. Esta consideracion le ha detenido y tambien la de no poner á V.
en un compromiso graboso. No obstante: si, en el concepto de que de este erario nada puede
esperarse, Y. pudiese y quisiese patrioticam.te soportarlas; y si jusgase q.e p.a el .lleno de los
objetos de su encargo, es de necesidad ó utilidad revestirle de dho. carácter, se complacerá altam.te
este Gobno. en estender en el acto los respectivos diplomas. = Entre tanto, por ahora, cré este
Gobno. que basta tratar privadam.te de los mencionados objetos. Estos son, en general, haser,
promover, y esponer cuanto el buen juicio del Sor. Comisionado le aconseje util, con tendencia a
apoyar y sostener la causa, q.e hoy sostiene con las armas este estado, y q.e es la comun del
continente, y a suscitar al tirano del P lata enemigos, antipatías y dificultades. = Tal es el espíritu de
las instrucciones que se le acompañan, juntam.te con la memoria instructiva á que. ellas se refieren,
con la carta recomendatoria y credencial para ese Gobno., y con una copia de esta para su
inteligencia. = Tengo ordenes, Sor. Coron.l muy especiales y muy encarecidas de mi Gobno. para
decir á V. que, sabedor por notoriedad, de los puros sentimientos de patriotisnio, que animan á V.
siente un placer al depocitar en V. toda su confianza; y espera tranquilo se prestará al servicio
214
importante y generoso que se le exige, en fabor de un Pueblo que no lo olvidará y de la causa
general de la civilizacion y libertad de estas regiones. = Por mi parte me complazco en ser el organo
de estos sinceros sentimientos y en agregar las seguridades de mi mayor consideracion.
Nota: : debe tirarse p.a el Gra1. Las Heras otra igual sin mas varia cion, q.e en ves de
Coron.l, Bolivia poner Gral, Chile, Las Heras recide en Santiago de Chile.
(Archivo Nacional-- Archivo de Paz – Correspondencia. Legajo 5.)
XVIl
PAZ RECLAMA AL GOBIERNO DEL URUGUAY
EL RECONOCIM IENTO DE SU CARÁCTER DE GRAL. ARGENTIlNO.
El Gral. de las Armas
Montevideo, Julio 1° de 1844.
He recibido la nota de V. E. fecha del ppdo. en la que se sirve trascribirme el acuerdo que con la
misma ha celebrado el Gobierno de la Republica por el que, al ausentarne de esta Capital, debo
hacerlo en el carácter de General de la Republica.
Aprecio como debo una investidura que tanto me honra y nada me sería mas grato que aceptarla,
si me lo permitieran razones que ya he manifestado.
V. E. recordará que al aceptar el mando del Egército de Reserva, formado el doce de Diciembre de
mil ochocientos cuarenta y dos, reusé esta misma investidura, exigiendo que en el nombramiento
respectivo se me diese el titulo de General Argentino en cuyo carácter he servido á la defensa de
esta plaza. El honroso motivo que me determinó á ello subciste aun, y ahora lo reproduzco.
Quiera V. E. espresar al Gobierno mi profundo reconocimiento por la distinción con que ha
querido favorecerme y que no me es posible aceptar; lo mismo que mi ardiente deseo de contribuir
en cuanto me sea. posible á la libertad. independencia y prosperidad de esta heroica Republica.
Dios guarde á V. E. mu.s años.
(Archivo Nacional-- Archivo de Paz – Correspondencia. Legajo 5.)
215
XVIII
REClBO OTORGADO A PAZ, HALLÁNDOSE F'UGITIVO
EN ASUNCIÓN, POR EL REPRESENTANTE DE CORRIENTES
DEL DINERO DE LA CAJA DE GUERRA.
Digo yo el abajo firmado embiado confidencial del Exmo. Gobno. de Corrientes cerca del Exmo.
Sor. Presidente de la Republica del Paraguay que he recibido del Sor. Gra1. D. .José María Paz la
cantidad de Catorce mil novecientos treinta y siete pesos medio real en moneda corriente en la
Provincia. do Corrientes, siete pesos cuatro reales en metalico, y un legajo con diez y hocho
Documentos rubricados por dicho Sor. Gral. referentes a la imberción de ciento cincuenta onzas de
oro que extrajo de la Comisaria del Ejercito inclusos dos que comprueban la imberción de Dos mil
ooho sientos pesos moneda corriente pagados a D. José Varela y Coronel D. Felipe Lopez; todo
como pertenecientes a la Caja del Ejercito que estuvo a sus ordenes y extraido con el fin de
satisfaser en parte los creditos que habia contraido para el equipo, armamento y municiones del
Ejercito, y de. la Provincia de Corrientes los cuales se hallan (segun espresa) plenamente
legalizados, y de que hay su debida constancia en la Comisaria. - Lo que siendo asi creo de honor y
justicia sean satisfechos por ahora por la Provincia para lo que emplearé mi influencia y persuación,
en la inteligencia que en este consepto es que me hago cargo de las expresadas cantidades, que no
dudo seran imbertidas en tales objetos.
Asuncion Capital de la Republica del Paraguay Mayo 8 de 1846.
J.n B. Acosta.
(Archivo Nacional - Archivo de Paz -- Sección Administrativa. Legajo 7.)
216
XIX
CARTA DE PAZ AL GOBERNADOR MADARIAGA DÍAS ANTES
DE SEPARARSE DE LA DIRECCIÓN DE LA GUERRA,
EN LA SEGUNDA CAMPAÑA DE CORRIENTES
Exmo. Sor. Gob.r D. Joaquin Madariaga
He leido la carta de V. de 23 del corriente con todo el interes que desde luego el asunto que ha
sido su objeto inspira. Se trata de graves novedades maniobras desorganisador.s y del peligro al
parecer inminente que amaga el orden publico. Se imboca mi nombre como el objeto y movil de
manejos tendentes al transtorno del orden y violacion de las leyes! . .. De la situacion descripta no
es facil formar un juicio tal cual requieren anuncios tan alarmantes y la importanc.ia del asunto.
¿Quiénes son los autores de tamaño mal que han hecho o piensan hacer?
Yo he hablado a barios lo que á V. mismo sobre las dificultades de todo genero que se ofrecian á
mi marcha, y de la absoluta imposibilidad de continuar en tal estado de cosas, acia el grande objeto
que nos hemos propuesto.
.
Mi primer proposito al aseptar el honroso puesto en que me colocó el Congreso de la Provincia
fue sostener sus instituciones sus leyes y no tolerar su infraccion, lejos pues la idea de mover o
animar á los perturbadores: una inculpacion de esa naturaleza es del todo ajena de mi carácter y
principios bien conocidos.
La autoridad de la que emana la mia y la de V. E. General es mas sagrada para mi y debe serlo
para todos los patriotas que quieren conservar aun una sombra de regularidad en su actos: su
esprecion es la del pueblo de que es organo y su existencia esta identificada con la de las
institnciones de un pais q.e quiere ser republicano y afiansar las vases de un sistema constitucional.
Esa autoridad es el Congreso de la Provincia, desconocerla sería violar todas las leyes y negar la
legitimidad de toda autoridad constituida. Entonces General ¿que diria el supremo Magistrado del
Paraguay y el mundo todo que nos observa?
En las exigencias que hasta hoy sé, ha manifestado el Congreso de la Provincia, no encuentro si
no un acto propio de la suprema autoridad, una intervención legítima, y el uso y exercicio de sus
atrivuciones constitucionales. Se dice que me pedirán cuentas de la administracion de los fondos
invertidos bajo mi direccion y que exigiran alguna otra cosa que de ningun modo temo ezeda las
atribuciones que les son propias: pero esto no me alarma seguramente ni puedo suponerlo un
217
trastorno del orden ni menos una infraccion de las leyes.
Creo no se engaña al afirmar que es una fatalidad para los hombres publicos que a la vez les
rodean hombres depravados y mal intencionados que extravien su razon y su juicio, haciendole
escluir de su lado á los que con sus consejos pudieren ilustrarle y ayudarle. No solo para esos
hombres publicos es una deplorable desgracia, sino para los pueblos que sufren los funestos efectos
por siglos enteros de los estravios de poco tiempo á que los son. .. 1 ten las pasiones e intereses
personajes que se combaten á su alrededor. En cuanto a mi sin considerarme infalible ni exento de
herrores, trabajo constantemente para evitarlos y retirar de mi lado todo circulo y faccion sin esc1uir
por esto a nadie ni despreciar tampoco consejos é ideas de qualesquiera que trate transmitirmelos
dejandome la libertad de jusgarlas.
He indicado y lo repito, que me son desconocidos los peligros de des quiciamiento del orden, y
mucho mas la solemnidad de las circunstancias en que se me supone colocado en el sentido que se
indica. Conosco mis deberes y la inmensa responsabilidad que ellos me imponen, no des conosco la
magnitnd de los obstaculos contrapuestos para corresponder á ella pero mis mas grandes esfuerzos
se dirigiran á ese objeto y de ese modo me habre cubierto para con mis compatriotas y las personas
influyentes todas en la gran cuestion de libertad que se ventila.
Si General todos nos jusgaran; y si yo no he dejado amigos al dejar mandos que se me confiaron, ni
los dejaria tampoco ahora, es porque en esas veces como ahora,, no las he vuscado para mi sino
para la patria, pero pero no obstante no tengo que quejarme de ingratitud de {os pueblos y de los
hombres porque me han honrado con sus recuerdos en la generalidad, haciendo justicia a mis
procederes. No temo pues s fallo y lo aguardaré tranquilo seguro en mi conciencia y pureza de mi
conducta.
Si he recibido un honor en el mando con que he sido investido, no debe creerse que no hise un
sacrificio en aseptarlo: sacrificio á que vine resignado habiendo tenido motivo para entender que
mis compatriotas lo exigian. La generosa i benevola acogida con que me favoreció el virtuoso y
valiente pueblo correntino dio una grandisima estension á mis deberes y gratitud para con el: he
procurado pagar esa deuda trabajando sin cesar por su bien, por el que hago y hare votos mientras
viva.
Se han puesto en mis manos todos los recursos sin tasa sin responsavilidad que tiene la Provincia;
tales son las palabras de V. E. para recordarme lo que debo a esta. El soldado, el oficial, el Gefe,
todo el Exto. esta desnudo casi, sufre toda clase de necesidades y privaciones, los segundos estan
desechos y no pueden presentarse segun su clase no habiendo recibido en el largo periodo de cerca
de catorce meses que ase estoy a su cabeza, ni una buena cuenta mientras el primero solo a recibido
1
Falta un pedazo.
218
una friolera que no merece este nombre. ¿Que se han hecho los recursos de la Provincia en mis
manos? preguntaran acaso y con razon los que hoigan ese lenguage; estaran en mi poder? esa
injuriosa duda podria ocurrirse a qualquiera poco impuesto si no me apresuro á dar publicidad á mis
actos oficiales rindiendo al Congreso las cuentas de mi administracion que desea tener. De este
modo hare tambien efectiva mi responsabilidad que propiamente lo fue siempre ante esta Provincia
y la Republica toda que fallará con datos incontestables.
Por lo demas General es preciso no dar una immerecida importancia á las voces que corren y no
alarmarse por ellas á punto de creer transtornado el orden. Contra mi persona y reputacion se lansan
a cada momento sarcasmos é insultos que si alguna vez no desprecio como inofencivos, no les doy
la capasidad de menoscabar mi reputacion.
Concluire repitiendole que en el estado en que nos hallamos me es imposible marchar , y que es
absolutamente necesario obrar completamente de acuerdo á la suerte de la Patria y de la causa corre
riesjo, por mas esfuerzos que se hagan para salvarla.
Me complaseo &.a
(Archivo Nacional -- Idem – Correspondencia, Legajo 8 )
XX
CARTA DE FELICITACIÓN DE PAZ A URQUIZA
POR LA VICTORIA DE CASEROS Y CONTESTACIÓN DE ÉSTE.
Hemos transcripto en una nota del texto de felicitación de Paz a Urquiza por el pronunciamiento
del 1 de Mayo y la respuesta de Urquiza. Éstas se refieren ya al triunfo del 3 de Febrero. Paz se
hallaba a la sazón en Montevideo
Sr. Gral. D. Justo José de Urquiza.
Montevideo. - Marzo 11 de 1852.
Mi estimado General y compatriota:
En carta que escribi a Vd. desde Rio de Janeiro y a que se dignó contestarme, lo felicité yo
anticipadamente por los triunfos, que no dudé jamás, que iba a conseguir por ello es que ahora me
limito a decirle, que soy un admirador de sus dos bellas campañas y un apreciador de las atrevidas
219
y hábiles maniobras, con que ha vencido a los enemigos y encadenado la victoria.
Habiendo Vd. cumplidamente satisfecho las esperanzas de los Argentinos, destruyendo en el
campo de batalla el poder que los oprimía, solo me resta desear que sea igualmente feliz, en la parte
que aún le falta, del programa que hizo al iniciar el movimiento que ha dado libertad a la República.
Permítame Gral. asociarme a nuestros compatriotas y hacer a la par de todos ellos, sinceros votos
para q' nuestra Patria se vea constituida según su expresa voluntad y Vd. colmado de gloria.
La ocasión de partir para ésa un amigo, que será quien ponga esta carta en sus manos, me ofrece
la de manifestarle estos sentimientos que van del fondo de mi alma..
Pienso reunirme en este pueblo a mi familia que debe llegar de un momento a otro de Rio
.Janeiro. Espero permanecer aqui mientras las circunstancias me permitan trasladarme a la ribera
occidental de nuestro Rio. Cuando tenga la fortuna de verlo, tendré tambien el placer de prescribirle
personalmente los testimonios de la alta estimación con que soy
Su muy afecto servidor y compatriota.
Q.B.S.M.
José M. Paz.
Palermo de San Benito. - Marzo 24 de 1852.
Sr. Gral. D. .José María Paz.
Estimado compatriota:
Tengo el gusto de avisar a Vd. el recibo de su apreciable carta del 11 del presente mes, en la que
me manifiesta Vd. sus sentimientos patrióticos, deseándome felicidad en la parte del Programa que
aún me falta, y que hice al iniciar el movimiento que ha dado libertad a la República, habiendo
satisfecho antes las esperanzas de los Argentinos, destruyendo en el campo de batalla el poder que
los oprimía, diciendome tambien que hace sinceros votos, porque nuestra Patria sea constituida
según su expresa voluntad.
Yo quedo sumamente reconocido y acepto la sinceridad de sus sentimientos que en toda su carta
me manifiesta Vd., asegurandole que no omitiré ninguna clase de sacrificios a fin de que no queden
defraudadas las esperanzas de los compatriotas que desean ver constituida nuestra patria y regida
por leyes liberales que garantan a todos sus hijos, y bajo su protección se reunan todos los
miembros de la familia Argentina que el despotismo y la anarquía han diseminado por todas partes.
Conseguido esto, quedarán satisfechos mis deseos y suficientemente recompensados los pocos
220
sacrificios que pueda haber hecho por la felicidad y la gloria de mi Patria.
Mucho celebraré que cuando su familia de Vd. se le reuna, sea con toda felicidad, y que goce Vd.
de la completa satisfacción de verla a su lado.
Quiera Vd. General, aceptar las seguridades de la amistad y estimación con que soy de Vd. affmo.
compatriota y S. S.
Q. S. M. B.
Justo José de Urquiza.
(Archivo Nacional -- Idem - Correspondencia. Legajo 9.)
XXI
CARTA DE PAZ A URQUlZA
DESPUÉS DEL PACTO DE PAZ DE M ARZO DE 1853.
Esta carta fue entregada por Paz a Don Facundo Zubiría, uno de los enviados de Urquiza para
tratar la paz. Como se sabe Urquiza no ratificó el tratado. Zubiría devolvió la ca rta a Paz y quedó
en su archivo.- Es una demostración de la conducta e ideales de Paz
.
Exmo. S. Gen.l D. Justo José de Urquiza.
B.s A.s Mzo. 12 de 1853
Mi muy apreciado Gen.l y Comp.ta
He recibido con la mas lisonjera satisfaccion, la insinuacion amis tosa q.e se sirve hacerme por
medio del S. Zubiria y Compañia q.e correspondo con toda la sinceridad de mi alma. Esto mismo
he manifestado al S. D. Peña y al S. Gen.l Ferre, personas igualm.te respetables.
Lo que yo he sentido y lo q.e han sentido todos los homb.s que desean ver cesar los males de
nuestro País, al saber sus disposiciones pacificas y patrioticas, es mas facil de concevir q.e esplicar.
Por eso es preferible remitirse a los hechos q.e acreditaran mejor que las palabras, la buena fe de
que mutuam.te nos hallamos animados.
Tengo el placer de haber sido uno de los comicionados q.e han tratado con los muy distinguidos
de V. ¡ Qué felices serán ellos y nosotros si hemos logrado poner el fundam.to de nro. edificio
221
nacional.
Todos deseamos la organización de nra. Patria en cuerpo de Nacion. Si se han susitado
dificultades, seanos permitido esperar q.e ellas desapareceran delante del patriotismo de nros.
pueblos y mediante la saviduria y virtudes de los q.e los dirigen.
Para ello debe V. contar General, con mis esfuerzos sin reserva, y con todo lo q.e dependa de mi
pobre cooperacion.
Debe contar tambien con los sentimientos de estimacion y amistad q.e le ofresco y con que soi
Su muy sincero y afecto servidor y compatriota
Q. B. S. M.
José M. Paz.
(Archivo Nacional, mismo legajo anterior. )
XXII
CARTAS DE DON SALVADOR M ARÍA DEL CARRIL A PAZ
REPROCHANDO SU CONDUCTA
POR HABERSE PUESTO AL SERVICIO DE BUENOS AIRES,
ACEPTANDO LA MISIÓN AL INTERIOR.
Primera carta.
Señor General D.n José María Paz.
S.ta Fe, Oct.e 24 de 1852.
Mi respetado general y am.o
Tengo en mi poder su apreciable del 22: agradezcole mucho, como una manifestacion al valor y
aprecio en q.e tiene mi amistad; los esfuerzos que en ella hace, para explicarme la posicion en q.e se
ha colocado. Yo devia limitarme á esto, y respetarla; sino fuera, porq.e V.m me hace un encargo
relativo á su misión, y porque yo interpretando su voluntad ó recordando sus pensamientos y
desahogos, me havia empeñado en hacerle una pocision honorable prometiendo su candidatura para
222
Diputado de la Provincia de Cordova en el C. General constituyente q.e se reune en S.ta Fe. Tal vez
á esta hora la Provincia de su nacimiento havra ofrecido á V.m á su gloria, a su merito y anteced.tes
este humilde tributo de reconocim.to Antes de tener noticia de la mision en q.e está empeñado,
haviamos todos sus com.os dirijido n.ros trabajos en ese sentido con mucho aplauso y satisfac.on
del Sor. General Urquiza, y nos lisonjeabamos de reunir en nra. banda todas las ilustraciones que
nos pertenecen. El chasco es tremendo; puesto q. V.m viene a trabajar por la dispersion de este
congreso y por la disolucion del pacto organico en virtud del qual ha sido convocado.
Bien pues, señor General, tales son los motivos q.e tengo para hablarle de su mision, y voy a
hacerlo con aquella franqueza q.e vm. me conoce. Desde luego su aceptacion ha puesto en problema
la dignidad de su caracter y mucho temo q.e sea vm. acusado sin mucho rigor de una imperdonable
prevaricación.. Sino, tendra vm. que confesar, que en esta mision es vm. tan representante de
Buenos Ay.s como em yo Su Diputado, con esta diferencia, que yo en mi famosa acepta.on como la
ha clasificado sarcastica pero exatam.te un periodico de la revolucion, de claré al Pueblo de Buenos
Ay.s lo que venia a hacer en su nombre y por su bien, y a fe que lo huviese cumplido; mientras q.e
vm. mi querido G.l no solamente no ha dicho a Buenos Ay.s lo q.e viene a hacer en su nombre en
las Provincias; si son como lo creo ciertas las protestas q.e me hace: sino que tampoco ha
manifestado á las Provincias los objetos de la comisión q.e Buenos Ay.s le ha encargado, con la
publicidad y responsabilidad q.e en las democracias son de rigoroso deber en actos q.e pueden ser
interpretados de diverso modo y sobre los cuales el silencio y disimulo puede convertirlos en
ofensivos ó sospechosos dandoles el aspecto de una intriga de estado. Y el Sor General debe de
convenir q.e á este respecto ha extremado su reserva á tal punto q.e a mi mismo á q.n encarga
presentar su mision como inofenciva, al Sor Gobor de, S.ta F'e, no me da el menor conocim.to ni
indicio de lo q.e es esta mision pacifica que empieza por ofender á todos sus amigos y acabará por
indisponer á todo el Pays.
'
Parecerá contradictorio q.e yo le haya hablado arriba de los objetos de su mision y q.e me queje
de su reserva: los dos cosas son mentiras: aquellos objetos palabreados p.r la prensa y sala de R.R.
de Buenos Ay.s no son los verdaderos. ¿Y quales son me dirá y por q.e conducto los tiene? Por el
Señor Texedor su Secretario que los expresa asi. “La marcha natural entonces de los patriotas
admitido el hecho como consumado e “indestructible (de la revolucion), no puede ser otra, que la
de tomar la Provincia de Buenos ayres como el “acontecim.to del 11 y aun su historia la han hecho,
y engastarla en la corona de la Nacion."
¿Y como ha hecho el acontecim.to del 11. á la Provincia de B.s Ay.s exclusiva egoista y porteña
como era necesario para callar sus Diputados p.r ser provincianos, aunq.e, electos tan legalm.te
como sus RR impuestos por los estilos electorales de todos conocidos. El Septembrista Velez no fue
223
insultado por el G.l revolucionario de1 11 en la sala de RR, porq.e se empeñaba en la promocion y
alta del benemerito G.l Provinciano Paz ¿ no se botó como un baldon a la casa del Representante
el distintivo de Provinciano q.e sirve habitualm.te á los hijos de la tierra privilegiada p.a distinguir
la raza desheredada e inferior de las Provincia?. 'Tengo a la vista la carta de Velez en q.e dice q.e
en pocos dias no podra ningun provinciano sentarse en aquellos asientos ni vibir en B.s Ay.s. ¿Y es
asi como vm. esta encargado de engastar a B.s Ay.s en la corona de la Nacion? ¿Cómo ha hecho el
acontecim.to del 11 a B.s Ay.s? Imperiosa dominante y tiranica repitiendose Spre. a si misma; se
ha segregado del acuerdo de S.n Nicolas caprichosam.te ¿y quando razon tuviera q.e autoridad
tiene para anular con su veto anarquico una ley Nacional consentida aceptada y repetidam.te
confirmada por todas las otras Provincias? Si estaba oprimida, quando ha recuperado su Libertad,
q.e uso ha hecho de ella, garantida. de q.e se le respetaria? La Ley Nacional le autorizaba todas las
veces que quisiere á cambiar sus D.D. por otros q.e fuesen mas devidam.te electos ó q.e
representasen mas genuinam.te su voluntad; por q.e no tomar este partido y poner por este acto de
moderacion la razon publica de su parte? No llenaba sus deseos - asi ni la disolucion ni la dispersion
del Congreso los llenará sino se entregan las Provincias, á su sola influencia .¿Pero no es esta la
historia de Buenos Ay.s en los 40 años q.e vm lamenta General. No es la repetición del mismo
circulo vicioso de q.e yo le hablaba y vm y yo nos lamentamos en las margenes del Parana?. "Sin
embargo General hoy la situación se ha modificado muy distintam.te en quanto a las personas p.r la
fusion y en quanto á las cosas por la libre navegación de los rios y havilitacion de todos los
puertos: esto estaba en el botín de Caseros y ha sido distribuido = guay (?) al q.e lo toque.
Pero la faccion, pero Buenos ay.s se manifestaria pasablem.te indiferente al acuerdo de S.n Nicolas
a la reunion del Congreso y aun á la Diputación Carril con su Capitalizacion y division de la
Provincia, y como dice Texedor “Hemos querido concurrir livrem.te como debe de concurrir toda
la Republica (q.e se supone esclava quando no hay un soldado en pie en todo su territorio) y
conseguido esto las demas obje ciones son de ord. muy secundario. B.s Ay.s no estaria distante de
aderirse á ellas, si es que realm.te sus hermanas se empeñan en sostenerlas. VM be q.e el Sor
Texedor ha hablado por vm. y entonces no hay reserba; y q,e ha hablado mejor q.e la prensa y mas
claro q.e la sala ¿Que es pues lo que quieren con ]a mision pacifica de que le han encargado Sor
general? Yo le diré librar a1 pays de la influencia del General Urquiza, arruinar el prestigio de su
nombre, privar á las provincias del amparo q.e la gloria reciente del vencedor de Rosas daria a su
organisacion Nacional á sus instituciones tan buenas como puedan ser sin la concurrencia de B.s
Ay.s y basados sobre la justicia q.e armonize las ideas y las cosas; a fin de q.e las instituciones
puedan tener duracion una vez que concurra Buenos Ay.s. Finalm.te quieren los Porteños q,e la
Republica agradecida vote al ostracismo al General Urquiza, y á vm. general lo mandan á recoger
224
esos votos. ¿ Y vm. se ha encargado, se ha prestado á hacer semejantes rogaciones? Es preciso q.e
yo le diga sor gral., yo, y otros muchos q.e nos envaneciamos de su amistad, y q.e le diga en mi
nombre y en el de ellos, para q.e lo crea -que su mision es vista y entendida en todo el Pays como
una candidatura rival desgraciada y envidiosa; vea q.e nadie puede revelarle esto sino yo. Se dice
q.e ha sido elegido por los Porteños para venir a poner en el otro plato de la balanza q.e pesaba
solo la gloria de Urquiza el peso de s. espada y de su meg.l ¿ Por q.e e no ha renunciado este
trabajo ingrato en favor de uno de sus enemigos al general Piran por exemplo? Como se ha
colocado en una posicion q.e apenas seria p.a las personas q.e odiamos? Su mision dividira algunos
votos; pero le enagenara muchos mas --- puede ser que este paso regale al Pays una desastrosa
guerra civil y todos se la imputaran a vm. ¿Qué hay hoy en Buenos Ay.s general y que ha
encontrado en la campaña de Buenos Ay.s? Un desier.. horrible, un pueblo desmoralizado y una
bancarrota publica y particular q.e hace de todo eso un conjunto Diabolico infernal espantoso : ¡Ha
hablado vm. con algun hombre q.e este a la altura de esas nececidades ¿ hay alguno de los q.e vm.
conoce q.e sepa lo q.e ha de hacer del Poder ¿ este mismo cxiste? hay posibilidad de crear la
autoridad ¿ hay un nucleo siquiera para hacer pie? Yo conosco a B.s Ay.s tan bien como qualesq.a.
¿ No oye ya vm. a su espalda las voces del motin y la algazara de todas las pasiones desbordadas q.e
antes estaban apenas contenidas?. Y de tales gentes aceptó vm. Mision
-para venir á destruir la
organizacion de una republica pobre modesta q.e livrase á nras, Provincias siquiera de la guerra y
de la Tirania en q.e las havia de embol Bs.ay.s ó del caudillage y caciquismo en q.e tendrian q.e
reincidir si con el exemplo de B.s ay.s se aislasen? Yo no se amigo mio, q.e daria, q.e haria yo por
no verlo en esa posición ó apartado de ella. Bedoya me havia hablado y estaba contento de sus
promesas; pero tengo q.e desengañarme desengañandolo. No crea q.e tengo "Puesta, ni aspira.on
q.e me inspire, no crea que soy cortesano de Urquiza ni q.e lo haya sido; puede vm. informarse, y
yo le diré q.e han vivido 23 años en privaciones y disgustos no me da nada volver al destierro y
morir en el extrangero toda vez q.e pierda la esperanza de esta organizacion. Aqui determino acabar
esta carta rogandole q.e me lea con paciencia y q.e antes de hacer otra cosa se venga a S.ta Fe -aqui
estará vm. seguro y considerado en todo caso con el Señor 'l'exedor y todos los q.e trayga y estará
entre los suyos Sino cada uno tiene su destino.
S. affmo.o Q. B. S. M..
Salv.r M.a del Carril.
225
Señor D. Salvador Maria del Carril
San Nicolás, Octubre 29 de 1852.
Mi estimado amigo:
Imposible me sería ahora contestar su larga carta del 24, que apenas he tenido tiempo de recorrer
rápidamente. Si hubiere después ocasión lo haré con gusto y con atención.
Por ahora me limitaré a rogarle que medite en. . . . . . d sobre la situación del País, que pese las. . .
.. como dice un escritor del día, acepte la realidad de las.....
Por ahora me ocuparé de la clasificación desfavorable que le merece la comisión que me ha. sido
encomendada, sólo me permitiré observarle que para ser conciliadora y pacífica no ha de ser
exigente ni exagerada. El que sinceramente desea la buena inteligencia ha de buscar los medios de
aproximar los extremos disidentes, preparándolos a que se hagan mutuas concesiones.
Obrando de otro modo no habremos hecho otra cosa que irritar más los ánimos y disponerlos a
que empleen las vías de hecho. Esto sería franquear el camino a la guerra civil, e yez de procurar
estorbada o prevenirla.
Mi deseo más ardiente es que ella no suceda y que sin ella el País se constituya y arribe a su
organización nacional.
Para probar esto yo apelo a esas mismas conversaciones del Paraná. que Vd. me recuerda y de
que yo conservo perfecta reminiscencia. Pienso que yo no he variado, por mas que se quiera dar una
interpretación arbitraria a mis acciones.
Eso de la candidatura que teme Vd. se me atribuya, no merece contestación seriamente. Por lo
menos si se admitiese esa idea, sería incompatible con la de disolución que se me quiere suponer.
Yo he sido, sino me engaño, el primer argentino que después del pronunciamiento del 1° de
Mayo, opinó y c. . . . .. das partes para que las provincias diesen al Gral. Urquiza.....................de las
relaciones exteriores, lo
que importaba............... darle un carácter nacional, y prepararle la p.........
Después de eso he permanecido en el...........................meses habiendo ya caído el poder de Rosas,
con abs........cia de los negocios púb1icos, deborando los sinsabores. . . .. .....y de una situación
penosa, tan solo para no servir de obstáculo ni aun de pretexto a la organización nacional que se
promovía..
¿Y esto no basta para justificarme del cargo de miras interesadas? Sino bastase tendré un motivo
mas para quejarme de la injusticia de los hombres y consolarme con el testimonio de mi conciencia
únicamente.
Estoy conforme en que desengañe Vd. al S. Bedoya, si es que está engañado. No sé que pueda yo
226
haberle dicho para causar en él una decepción, que ha estado siempre lejos de mi conducta y de mis
intenciones. De cualquier modo, me persuado que inducido un sentimiento amistoso.
El mismo me persuado que lo ha conducido a Vd. aún cuando me haya tratado en su carta con
algo de severidad y no poco de injusticia. Quiero pues significarle que le conservo toda mi
estimación y que soy como otras veces su afectísimo S. S. y amigo.
José M. Paz
Segunda Carta
Señor Brigadier G.l de la Confeder.on Argentina D. José María Paiz.
S.n José de Flores, Mayo 31 de 1853.
Mi respetado G.l y amigo:
Aquí me tiene vm. entre los comicionados del congreso, á las puertas de Buenos ayres, trayendo
lo que vm. iba á buscar á las Prov. as quando me escrivió desde S. Nicolas en noviembre del año
pp.do Entre hombres vulgares confieso quo esta reminiscencia sería irritante; y los recuerdos de las
severas palabras q.e yo le diriji quando vm. iba, con la coincidencia del objeto que á mi me trae;
serian suficientes para hacer un abismo de separación entre ambos; si el motivo no fuera tan serio y
si vm. fuera un hombre de menos elevacion. Me he ínclinado spre. delante de su patriotismo con
respeto; porque estoy persuadido que en vm. no es aquella virtud vulgarmente alardeada; sino aq.a
q.e es raras veces sentida. Quien dice virtud, dice abnegacion y quíen dice abnegacion, dice
sacrificio. Vm. la ha tenido todas las veces q.e ha visto a la Patria y sus intereses esenciales, y les ha
sacrificado su existencia toda, su alma sin reserva y su cuerpo sin piedad; sin recompensa,
adquiriendo una pálida gloria, mereciendo á sus compatriotas una estimación equivoca, sin poser
nada; ni el pan para sus hijos ni la Tierra necesaria para el sepulcro de su cadáver.
La emoción q.e este cuadro me causa me hace saltar las lagrimas a los ojos. Y se lo habria
evitado, sino fuera que juzgo q.e esto puede consolarlo. . Soy uno de los pocos que pueden darle
este testimonio y darselo sentidam.te puesto q.e yo mismo conosco las penas y los secretos del corazon del Patriota en esta tierra de calumnias, de parcialidades y de injusticias.
¿ Donde está la Patria haora Sor. General y donde está vm. colocado? ¿Seré muy atrevido en
dirijirle esta pregunta'? No la evite Gral. Un ligero velo apenas nos tiene distantes ya de nra.
posteridad y puesto q.e nada tenemos q.e conservar, cuidemos de nro. nombre y de nra. conciencia.
227
Pongamonos de acuerdo con toda nra. vida, sino queremos, ser con nosotros mismos mas injustos,
q.e nros. emulos y detractores. En nra. tumba se extinguiran sus odios: solo el merito vibo no se
hace perdonar. . Fallecidos, los venideros sin preocupaciones apreciaran el carácter y las virtudes
q.e les huviesemos legado.
¿ Donde está la Patria Señor G.l ?
El congreso por medio de sus comisionados está a las puertas de la ciudad q.e vm. defiende, con
la constitución de la confederación argentina en las manos. El Director Prov. o la ha aceptado con
noble franqueza, la ha mandado promulgar y jurar en toda la República y ha prometido solemnem.te
q.e la hara executar y cumplir con vigor y lealtad. Las Provincias todas, la resiviran con entusiasmo.
Toda la población q.e se halla fuera de las trincheras de B.s A.s la ha recibido con interes, con
juicio reflexivo y con respeto, y por lo que oimos á todos, la convencion que se ha convocado al
efecto, la aceptara con todas sus consequencias. Los extrangeros la aplauden y las Rep.cas vecinas
le han de batir palmas. ¿Donde está la Patria señor G.l?
Hemos combatido 20 y mas años por constituir el Pays; hemos derramado la sangre á torrentes con
este proposito: hemos escandalizado al mundo con nras. Disencion.s con las violencias y las
probocacion.s de nros. partidos, todo p.r constituir el Pays ¿y haora q.e tenemos la orga nizacion
Nacion.1 convenida y sancionada en la Constitucion ¿habrá dejado de ser necesaria? ¿Sera preciso
derramar tanta sangre, para resistir la constitución, como se ha derramado para conseguirla? ¿Señor
Gral. adonde
vamos, q.e abismo estamos cabando? La anarquia en el mejor de los casos
provocados p.r la defensa de la Plaza vendra a devorarnos de nuevo, y los miembros palpitantes de
esta desventurada Nacion dispersos otra vez mas perderan toda vitalidad para volverse á componer
jamas. ¿ Donde está la Patria Señor G.l?
¿Se resistirá la constitucion porq.e ha sido dada por un Poder incompetente? Y como se probará
la pretendida incompetencia? Y quién es el juez de la incompetencia? No pudiendo demostrarla en
su origen la constitución desafia toda acusacion de parcialidad y servilismo. Y, por lo que hace á
Juez: no es, ni puede serlo, la minoria de los ocho varrios de la ciudad que se defiende.
¿ La Constitución se rechazará, porq.e es viciosa en su merito intrinseco; porq.e viola los
principios; porq.e sacrifica los intereses esenciales de la Patria á alguna personalidad o influencia?
Lo constituyo a vm. en Juez sobre todas estas questiones y me sometere á su fallo. La constitución
consagra todas las garantias y otros que la humanidad ha conquistado en muchos siglos de trabajo
lento y penoso, y á este respecto puedo asegurarle q.e hemos procurado ponernos con el dia,
convencidos de q.e havriamos cometido un crimen en omitir lo q.e la razon del mundo ha le gado
para q.e se deposite en las constituciones de los Pueblos encargados de transmitir la civilizacion a
228
los venideros. En la estructura ,y combinación de los poderes publicos, hay moderacion y
equilibrio: en las condiciones de elegibilidad voto, censo y representacion hay conveniencia e
imparcialidad: en la distribucion y atribucion de los poderes eficacia y tal vez menos fuerza y rigor
q.e lo q.e era de desearse. En la independencia de la gestion de los intereses provinciales toda la que
pueda ser compatible con la presencia de una autoridad gral. Ni vm ni yo hemos sido unitarios en el
sentido lato de la palabra: hemos deseado la independencia Provincial poco mas o menos como lo
establece la constitución, la moderacion del poder de Buenos Ay.s, y en lo gral. Un Gob.no
templado..¿No esta todo eso consignado en la constitucion de la Confederacion argentina? Yo servi
al Gob.no del año 26 porq.e la Ley de 4 de Marzo ponia en equilibrio al poder de Buenos Ay.s con
el resto de las Provincias q.e componian la asociación: Persuadido como estoy; que entre
superiores e inferiores habrá esclavitud y abyeccion pero no sociedad. Después, poq.e en la ley
orgánica q.e delineaba el Poder provincial encontraba á los consejos de administración investidos
casi con las mismas facultades q.e tendran por esta constitucion las Legislaturas de los estados.
De manera que siendo esta constitucion Federal es decir, haviendole dado en ella mayor desarrollo á
este principio supongo yo, que siendo esto en el sentido de nras. convicciones no lo ha de dis gustar
a vm. como a mi no me ha disgustado. Digo mas, y quiero permitirme esta intrusion en sus adentros
demaciado franca, vm. se honrraria, como yo me honro, de poner su firma debajo del docum.to que
lleva el titulo de Constitucion de la Confedera.on Argentina. Si no me he equivocado, permítame
preguntarle otra vez Sor. General y muy seriam.te ¿ Donde está la Patria?
Deciase antes de haora q.e la constitucion no se habia de dar ó que dada havia de ser una
constitucion hecha p.a el General Urquiza. Se ha dado y buena intachable é independ.te y dicese,
q.e es una pura mistificacion, q.e el Sor General Urquiza está detras de la constitucion. No es cierto,
señor general, q.e el Sor G.1 Urquiza este detras de la constitucion; esta adelante de la Constitucion;
porq.e venciendo en Monte Caseros a. 30.000 hombres que sostenían a Rosas, que no tubimos
nosotros la fortuna de vencer, derribó con él el mayor obstáculo a la organiza cion del Pays, está
adelante de la constitución porq.e convocando el acuerdo de S.n Nicolas acertó con los medios mas
eficaces de promoverla: está adelante de la constitucion finalm.te, porque reuniendo el Congreso G.l
Constituyente, dirijio á él palabras serias llenas de sensates y patriotismo advirtiéndoles la gravedad
de la obra de que iba a ocuparse y dejandole sentir la independencia con q..e debia ocuparse de ella.
El Congreso dueño de su tiempo ha esperado las circunstancias todo el tiempo q.e se lo ha
permitido la impaciencia de los Pueblos, y quando ya no le ha sido posible resistir el grito de las
Provincias p.r la Constitucion, la ha sancionado lleno de esperanzas de q.e en la misma Constitucion
podría ofrecer á la horrible situacion en q.e se halla la Provincia de B.s Ay.s un remedio, una prenda
de Paz, una transaccion honorable y permanente. ¿ Y quién duda que esto huviera succedido, sino
229
estubiera embotado ó insensible el Patriotismo en los q.e agitan y mueben el animo de los
havitantes de esa Ciudad?
El Sor. General Urquiza ha recibido las graves y detenidas reflecciones del Congreso con la
circunspeccion propia de un hombre de estado consumado, y es porq.e la organizacion Nacional es
para el Sor. G.I Urquiza desde el pronunciam.to de 1" de Mayo de 1851 un pensam.to serio, una
resolucion invariable Y, no es q.e ,el S.r Director Provisorio presta un oido indiferente ó distraido á
la obra del Congreso y sus palabras: no señor, comprende perfectam.te su alcance y sabe que los
cuerpos q.e no se elevan no apoyan. Entiende q.e la constitucion contiene verdades y principios, q.e
tocadas p.r los Pueblos han de electrisarlos y que en sus dispocisiones hay materias fulminantes e
inflamables q.e comprimidas violentam.te p.r el dedo del poder han de estallar bajo de su mano.
Asi la quiere y la acepta porq.e no tiene el proposito de burlarse del destino de la Nacion que le ha
confiado su suerte. La constitucion ha afir mado la gloria del G.l Urquiza y la aumentado.
¿Comprende vm. haora el porq.e está él Director adelante de la Constitución?
Vm, hombre serio y guvernamental concibe q.e la confeder.on argentina pueda organizarse, ni
habituarse á regimen alguno sin que tenga por apoyo y sosten la gloria de un nombre prestigioso?
¿Donde esta la fuerza que suple a la influencia . No cre vm. q.e el poder de las instituciones ha de
venir del poder del hombre q.e las ha promovido y creado? El General Urquiza no ha dicho todavia
ni en particulares confidencias q.e quiera ser Presid.te de la Republica, p.r el contrario las raras
ocasiones en q.e de esto se ha hablado, las ha aprovechado para manifestar su repugnancia a serlo y
demostrar los grabes perjuicios q.e con el nombram.to se le inferirían. No quiero ocultar1e a vm.
q.e. y no necesitaba decirselo, que apesar de esto y sin q.e nada se haya preparado para el intento, el
Gral. Urqníza ha de ser nombrado por la Confedera.on Argentina su 1.r Presid.te constitucional. Así
sin coacsion con toda espontaneidad y livertad será colocado adelante de la Constitucion, p.r el
instincto conservador de las Provincias, como una demostracion de gratitud á su livertador y como
una columna de Paz y orn. que tanto necesitan.
Estamos Sor. general á las puertas de la ciudad q.e vm. defiende con la constitucion en las manos
p.a ofrecerla; y bastaría q.e la aceptase, para q.e quedase ahogado el monstruo de la guerra civil. Sin
embargo los comisionados no han oido hta. haora, de esa ciudad, sino palabras irrespetuosas contra
el Congreso, denuestos y freneticas calumnias contra el Director Nacion.l y un empeño acorde y
unanime de toda la prensa del Gob.no para sublevar las mas indignas, maquina.s y egoistas pasiones
populares contra la constitu.on de la Confedera.on Argentina. El pueblo porteño aun sin conocerla
estaba contra el1a. Despues de conocida la escarnece y la calumnia. Censura de traidores a aquellos
de sus hijos q.e se adieran á ella y luego los votará a la muerte. ¿Y vm. Señor General es el
defensor de ese Pueblo? Hay algo de serio en esto y en la posision en q.e se halla vm colocado?
230
Y pues que hemos llegado a este punto le diré todo mi pensam.to En la actualidad no hay lucha de
principios: ha aparecido la Constitución. :En la Republica Argentina dase un grande espectaculo -el
circo es inmenso- los espectadores son numerosos-. De un lado está la ciudad de B.s Ay.s del otro
toda su campaña y las Provincias de la Conf.on Las Rep.cas y Gob.nos del continente estan atentas.
Y, la Europa misma no está distraida. ¿ Y que sucede'? Dos rivalidades militares se disputanran á
muerte y en campo cenado, por una parte la constitu.on y orga nizacion definitivas de la Republica,
y por la otra la disolucion y la anarquía. Cuestame mucha pena, sor general el persuadirme q.e sea
vm. uno de los campeones en est.e desafio Parricida; Pero si yo fuese tan desgraciado q.e me
engañase, tendré el pesar y la franqueza de decirle, que este es el juicio q.e se forma de esta grande
escena y que la posteridad no ha de hacer otro.
He hablado antes de la prensa del gob.no y no dudo q.e lo sea, pues ridículo y absurdo seria crer
q.e en estado de guerra y en sitio, se permitiese una explosion .de la prensa en sentido opuesto al del
Gob.no digo mas, q.e no estubiese enteram.te conforme con las miras del Gob.no ¿ Como
presentamos pues en esa ciudad q.e tiene tales disposiciones contra el Cong.o y la constitución? No
sabemos q.e hacer y no nos determinaremos jamás ofrecer en nras. personas, ni en la constitución,
una ocasión de escandalo á la furia de ese Pueblo.
Señor General ya he abusado demaciado tpo. de su tolerancia, en el estilo propio q.e vm. me
conoce, franco y caloroso por q.e soy leal y perseverante en amistades particulares y políticas. Si
vm. quiere hacer me el favor de comunicarme alguna cosa puedo ofrecerle una impenetrable
reserva: mas si vm. determinara no decirme nada, le suplico sin mas interes q.e el de su nombre y
anteced.tes q.e medite sobre los. conceptos q.e esta carta contiene.
Sin añadir mas q.e mis respetuosas reiteraciones de amistad, soy con el mayor gusto
Affmo. S. y Ob.te S. Q. B. S. M,
Salv.r M.a Del Carril
( Archivo Nacional, mismo legajo. )
231
XXIII
CONVERSACIONES DE PAZ CON DON ANDRÉS LAMAS
EN RÍO DE JANEIRO
SOBRE LOS ASUNTOS PÚBLICOS DEL RÍO DE LA PLATA.
Conforme con su prolijidad Paz redactó algunas conversaciones que tuvo con Lamas, Ministro
del Uruguay en el Brasil, autos de los tratados que unieron a Entre Ríos con el Uruguay y el Brasil
para asegurar la independencia del Uruguay y destruir a Rosas
Transcribimos de ese diario personal de Paz< los pasajes que hacen a los fines de este libro.
Pueden ser compulsados totalmente en el Archivo Nacional.
He tenido una larga conversacion con el S. Lamas en q.e dijo que habia trabajado mucho en estos
dias, pero que se habian terminado todos los arreglos con el Imperio que consistian en cinco
tratados, los q.e ya van. .. . . . ....cados por el Emperador habia llebado Somellera m.o de la leg.n p.a
q.e fu - - - ratificados por el gov.o de Mont.o.
Que estos cinco tratados se trasaban sobre politica (sino me engaño) Hacienda, Comercio
navegacion, extradicion &a limites.
El Imp.o garante la independ.a del Est.o Oriental bajo su actual for ma de gov.o y por c.uatro a.s y
aun 8,, si fuere requerido se compromete a poner a disposicion del gov.o Oriental las fuersas de mar
y tierra q.e sean necesarias p.a sofocar alg.a revolucion armada, u otra tentatiba ilegal p.a derrocar
el gov.o existente.
Se constituyen en alianza defensiva contra el Dictador Rosas y se proponen invitar a los Estados del
Plata, es decir a las Prov.s que suponen en perfecta independ.a o q.e se adhieren a dhos. tratados.
Por aora esto se entiende con Entre Ríos y Corr.tes y desp.s con las que se liverten cada una de por
si.
Le observe que extrañaba que en los tratados nunca se menta Rep.ca Arg.na sino Estados
argentinos, como si ese aislam.to de las Prov.as fuese - - - estado normal, Se empeñó en probar
q.e asi era, dejandome la convicción....................su deseo era disolviese lo que se dice
confederación Arg.na y q.e sobre este pun..... se forman castillos en el aire y se acojen ensueños,
q.e si se realisasen p.a nadie serian mas funestos q.e p.a los Orientales.
Dijo que q.to el queria
p.a su Patria era arreglo y orden por aora, q.e despues vendrian
adelantam.tos de otra clase, indicando sin duda los territoriales. Cree q.e el imperio con el tiempo
debe fraccionarse pues jusga imposible que pueda conservarse indivisa una monarquia tan basta.
Puede segun esos calculos que esto entar (sic) en c.ta p.a el engrandecim.to futuro del pequeño
232
Est.o Oriental, pero me temo q.e de mas proximo se piense en aprovechar los despojos de la Rep.ca
Arg.na y q.e p.r esto se afecta el mor. respeto a esas soberanias en - - - materia q.e presentan todas
sus prov;s.
En q.to al tratado de estrecha aliansa del Est.o Oriental con el impe rio, dire yo que mas q.e aliansa
es un protectorado, pero aunq.e no fuese sino lo priimero puede aplicarsele lo que dijo Napoleon de
la aliansa con Francia con no se que pequeño Estado de Italia. El abraso de un gigante con un
enano, si lo aoga no es por culpa suya sino por la desproporcion de sus organos.
Diciembre 31 de 1851.
Estuve con el S. L. y me dijo que se alegraba mucho de verme p.a conversar sobre cosas políticas.
Principiamos por el ministro ingles Southern en quien dijo q.e reconocia habilidad. Que lo habia
buscado (a L.) dos veces y que ning.a lo habia recivido. La 1.a porq.e efectivam.te estaba enfermo y
la 2.a porq,e no se habia puesto de acuerdo con el S. P. sobre lo q.e habia de decir relativam.te a lo
que luego diré.
Continuaba el ministro ingles aflixiendo al gavinete imperial con sus exigencias y con su tono
impertinente. 1° Habia pasado una nota pidiendo conocim.to de un tratado celebrado con los gov.os
de Entre Rios y Corr.tes del q.e habia hecho mencion el Gov.r de esta ult.a Prov. a en no se que
documento q.e habia publicado. Este es el convenio de 29 Mayo pasado, q.e con el caracter de
provisorio establecio la aliansa y dio principio a las operaciones contra Orive.
Dijo el S. L. que su opinion era que el ministerio publicase el convenio, no habiendo para ello
ningun inconven.te desde q.e por un pacto posterior estaba amplificado, y desde q,e habia tenido
todos sus efectos, p.s se habia conseguido el aniquilam.to del poder de Orive.
Que hecho esto, e indirectam.te satisfecha la exigencia de la Ingla terra, se contestase
desconociendo el derecho que pretende tener el gov.o de esta potencia de tomar conocim.to de los
tratados que haya, hecho, o pueda hacer el Brasil, y negandose de consig.te a darle una
participacion oficial del ya referido y aun publicado.
Quiero q.e los Estados americanos se entiendan entre si, q.e formen tratados sobre este
principio, y aun da a entender la conveniencia de una semi-aliansa con el solo fin de
asegurar la indep.a politica, y la consagracion de los grandes principios como la
inviolavilidad de la propiedad &a. Yo le observe entonces que si se conseguia se verificaria
al fin el objeto del gran congreso Americano tantas veces proyectado y otras tantas
frustrado. Convino en ello, pero limitando sus objetos a los ya enunciados.,.
Me repitio lo q.e ya sabia q.e el S. Ponte Riveiro habia cocluido un tratado de limites, y
233
supongo de comercio con el Peru,
mediante cl cual podia este Estado navegar el
Amasonas, si quería y ssi esto era posible. Al oir esto me retoso un poco la risa en el
cuerpo, pues q.e la concesion hecha al Peru en la navegacion del Amasonas, me parecio q.e
era considerada imposible, o por lo menos dificilisima y de poquisima importancia a juicio
do los mismos patronos del tratado.
Ponte Ri veiro que es el ministro Brasilero cerca de los goviernos del Pacifieo, debe venir
a Bolivia en busca tanbien de su tratado pero dice que la dificultad que allí se presenta, es
saber con q.n se ha de tratar pues q.e Belzú no tiene una hora segura. Parece q.e el plan del
gov.o imperial es tratar con todas las republicas americanas y uniformarlos q.to sea posible.
El 8. Southern propagaba por todas partes q.e Rosas estaba perfectamente dispuesto a
entenderse con el Brasil y q.e hta. se prestaria
a adherirse al tratado o tratados
celebrados con el Est.o Oriental ultiultiman..te. Por supuesto q.e el fin de esta
mansedumbre es desvirtuar los energicos esfuerzos del Brasil, y separarlo de sus aliados los
gov.os de Corr.tes y Entre Rios. Era sin duda un medio de disolver la coalicion, pero q.e no
le surtira efecto alg.
El gov.o imperial se propone pedirle comunicaciones escritas sobre estas propociciones y
la declaracion de si esta o no, autorizado p.r Rosas p.a hacerla.
El S. Paulino ministro de negs est.s parece q.e esta abusando, y se asegura q.e solo espera
la caida de Rosas p.a retirarse de la administracion al menos asi lo ha dicho, aunq.e es muy
probable q.e hara otra cosa, p.s son muy pocos los homb.s que despues de un triunfo q.e les
asegura el poder se desprenden del.
Enero 18 de 1852.
El S. Lamas me traia alg.s papeles, y entre ellos dos cuadernos de mis memorias Hace
cuatro dias q.e le escrivi remitiendo1e otros suyos que estaban en mi poder, y cobrandole
los mios; me obligo a esta exigencia la proximidad de su viage a Petropolis, mientras yo
me dispongo a emprender el mio al Rio de la Plata.
Esto motivó su carta de ayer en que remitiendome dos cuadernos de mis memorias, me
ruega le franquee uno de ellos y otro mas hta. el mes entrante, que piensa venir a la Corte
en cuyo tpo. Me los devolverá. No he tenido embaraso en complacerlo.
Me manifiesta otra vez el deseo que tantas otras me tiene mostrado de que le cediese mis
234
observaciones sobre las memorias del Gen.L Madrid p.a arreglar las notas q.e ha de
ponerles al publicarlas. Me intima tambien la cesión de todos mis apuntes p.a formar mi
biografia q.e tiene en vista, como tiene la del Gen.l Belgrano, p.a lo q.e solicitaba el
cuaderno que le he mandado. (Como se sabe no escribió nunca esa biografia.)
Con este motivo fui a verlo p.a escusarme de acceder a su deseo, y le hable francam.te.
Pienso q.e ha quedado satisfecho. Le dije q.e nada me seria mas agradable q.e hacerle
cesion de mis papeles, pero q.e atendidas sus circunstancias y las mias, no se llenaba de ese
modo el objeto que me habia propuesto.
Que el Gen.l Madrid, habia escrito sus Memorias hiriendome personalm.te lo q.e requeria
tanbien de mi una contestacion personal, y q.e esta no la podia dar sino yo, o una persona
q.e me perteneciese como hijo p.r exemplo p.a quien habia escrito. Que aunq.e p.r
contestacion personal, no quisiese entender una produccion destituida de rason, de verdad y
de equidad, pero q.e debia ser redactada por una persona interesada y hta. cierto punto
apasionada p.a q.e pudiese aducir todas las rasones q.e estubiesen en mi abono. Que en una
palabra jusgaba q.e debia ser como el alegato de un defensor en un juicio qual.a.
Que figurando en juicio, en el que la historia y la posteridad fallará, el como historiador
que se propone ser vendria a ser como el asesor, o mejor diremos el que ha de dirijir la
opinion p.a q.e pronuncie su sentencia. Que para eso le convenia conservar la mas fria
imparcialidad, lo q.e no sucederia si tomaba mi defensa, y sino la tomaba sino devilm.te no
satisfaria el objeto q.e yo me habia propuesto.
Persuadase V, continue, q.e no me tengo por un santo, que soi un hombre y q.e tengo
pasiones como qualq.a. Si procuro no dejarme dominar de ellas,, hta. el punto q.e me
arrastren a los exesos no debe seguirse q.e sea insensible a los agravios q.e se me hacen.
Quiero repelerlos, quiero vindicarme con buena fe, pero tanbien con el calor q.e da la
profunda convicción de mi conciencia.
El S. Lamas se conformó con mis observaciones, y me propuso q.e .no publicaria las
Memorias del Gen.l Madrid sin q.e nos pusiesemos de acuerdo, de modo q.e en seguida de
dhas. Memorias saliese mi contestacion a ellas. Quedamos convenidos como también en
que yo franquearia todos los datos q.e quisiese p.a confeccionar mi biografia, en lo q.e
dice tiun positivo interés. Pasamos a otra idea. Me protesto su firmisima resolucion de no
mesclarse p.r un tpo. q.e no baje de dos años de los negocios internos del Estado Oriental,
235
ni aun fijarse alli.. Me aseguro q.e habia hecho ya su renuncia p.a luego q.e llegue el caso
muy probable de la caida de Rosas. D. Luis Lamas (sic) (q.e fue a Mont.o en el paq.te
anterior) habia coincidido a persuasion suya con su modo de pensar. Que pensaba p.r tanto
residir esos dos a.s en el Janeiro o en B.s A.s.
El se cree y con rason como un factor pral. de los arreglos hechos entre su Pais y el
imperio, y los mira como hijos suyos. Es una consecuencia pues q.e los quiera estender y
consolidar.
Sin contradecirle antes adhiriendome en cierto modo le observe q.e por mas q.e se hiciese
seria imposible q.e la influencia de Brasil fuese tan eficas en la rep.ca arg.na como lo era en
la Banda Oriental, y q.e estando en perfecto acuerdo en q.to a los principios sivilisadores en
los q.e entraba la libre navegación de los rios, el orn. Constitucional, las franquicias
comerciales &.a era de opinion q.e no se podrian aplicar exactam.te las mismas
convenciones q.e habian sido hechas con el gov.o de Mont.o.
Como de todo esto puede inferirse la necesidad de q.e en aquellos Estados (los del Rio de
la Plata) tenga el gov.o un poder extrang.o que lo apoye con sus nab ios y sus bayonetas.
Como el S. Lamas seg,n se q.e se ha espresado con otros, piensa q.e deben ser escluidos los
militares de las candidaturas Presidenciales: como no teniendo, poder pro pio los que las
obtengan han de buscar un estraño: como este sistema parece quererse hacer estensivo a la
rep.ca argentina, aventuré alg.s espresiones q.e ponian en duda mi conformidad con
respecto a mi Pais y dije.
.
Que debiamos desear q.e nros. militares fuesen como Wasinton que era lo mejor que
podia desearse, pero q.e p.a imitarlo no era preciso que dejasen el Pais enteram.te entregado
a los demagogos. Que Wasinthon habia desempeñado dos periodos de la Presidencia en los
Estados Unidos en los q.e habia contribuido mas q.e nadie a consolidar las instituciones
morales q.e hacen la gloria y la prosperidad de aquel. Que por lo tanto no creia q.e el Gen.l
Urq1uiza debia retirarse omnimodam.te a su Prov.a luego q.e cayese Rosas: q.e
deseasemos, q.e procurasemos q,e fuese como Wasinthon y q.e si lo conseguíamos
habiamos heoho lo mejor q,e podiamos esperar. Que siempre creria q.e el orn. y la
quietud del Pais necesitan del prestigio que rodea a un hombre q.e se halla en esa escala
oontentandonos con q.e no abuse de su posicion.
Se me pasaba decir que precedio a este periodo de la conversasion la observacion que
236
hizo el S. Lamas de q.e el S. Carneiro Leao escrivia muy faborablem.te del Gen.l Urquiza.
Entre las cosas q.e decia, era q.e podia esperarse que caido Rosas, se retiraria simplem.te a
su prov.a de Entre Rios. Entonces p.s fue q.e vino mi insinuacion sobre los militares &.a.
Por lo q,e tanto aora como otras veces he oido al S. Lamas esta en intima correspond.a
con el Dr Alcina. Es muy probable que sus ideas sean unisonas en ciertos puntos aun q.do
difieran en lo que dice relacion a los intereses positivos de sus dos Paises.
Hablamos finalm.te algo de la Rep.ca arg.na recordando las dos grandes cuestiones de
cuya resolucion pende su futura tranquilidad: La Capi.talisacion y la nacionalisacion de las
rentas. El S. Lamas comprende esto perfectam.te y hace la just.a debida a q.n la tiene, p.o
como es natural mira este negocio q.e le es estraño con menos calor q.e lo debe considerar
un argentino. Sin embargo el toma mucho interes en la futura organisacion de los Paises
todos del Rio de la Plata, porq.e la anarquia de unos (me decia) es contagiosa a los otros,
Yo le esprese con ese motivo q.e sin la solucion de esas cuestiones ella renaceria sin cesar
en la rep.ca argentina.
Nota mia. - Siento no haberme tomado este trabajo de redactar las conversaciones q.e he
tenido en esta corte con el S. Lamas p.r q.e ellas podrian servir a mis recuerdos y acaso
tener algo de curioso, y util. Supliré algo por medio de esta nota, o notas seg.n se me vaya
ocurriendo. Segun todas probabilidades ya pocas ocasiones se presentaran de repe tir nras.
conferencias, p.s q.e el se ha marchado a Petropolis a pasar la estacion calurosa. y yo me
dispongo a trasladarme al Rio de la Plata..
Se me ha pasado decir que en la conversacion anterior volvio a tocar el punto de la
politica americana y la conveniencia de q.e todos los Estados del nuevo Mundo se
uniformen y se liguen por tratados p.a oponerse a la influencia de Europa. No es, me decia,
q.e queramos dificultar nras. relaciones con las nacio nes Europeas, pero si rechasar esa preponderancia despotica que quieren ostentar: queremos precavernos de esos bloqueos que
por motivos los mas frivolos estan acostumbrados a declarar, con los q.e comprimen a los
nuevos Estados a seguir sus voluntades.
En los convenios que hagan los Estados americanos debo tanbien entrar la declaracion de
los grandes princip.s como la inviolavilidad de la propiedad, la abolicion de la confiscacion
&a, cuya justicia y ventajas no pueden desconocerse. En q.to a esto ult.o nada hai que decir
237
p.o en q.to a lo prim.o me pemitire alg.a observacion.
No deja de ser curioso oir declamar contra la intervencion y bloqueo Europeos, al representante
del Gov.o de Mont.o que tanto se ha arrastrado en solicitud de esa intervencion y de esos
bloqueos Europeos.
Quien sino el Gov.o de Mont.o ha provocado los que ha sufrido B.s A.s y la ingerencia
Francesa e Inglesa en las cuestiones del Plata? A estar a lo que aora se dice, muchisima
rasan ha tenido Rosas de clasificarlos de atentatorios a la dignidad y aun a la independencia
de esas Rep.cas, mientras q.e el Gov.o de Mont.o solicitandolos ha obrado contra los intereses y e] honor de ellos.
Tampoco deja del ser curioso ver renacer el proyecto de un sistema americano, mas o
menos modificado pero q.e tiene sus analogias con el del Dictador: Me explicaré.
Es digno de notarse q.e los Gov.os que han pretendido en A:merica ejercer una
influencia preponderante son los q.e han querido despertar ese espiritu de localidad en
grande escala.
Quando Bolivar soñó esa supremacia que dio en tierra con su poder se empeño en fundar el
sistema americano y convoco el gran congreso de Panama. B.s A.s se opuso entonces y se
nego decididam.te a mandar diputados a un Congreso donde la influencia del Dictador
Colomviano seria preponderante.
Mas tarde Rosas q.do ha delirado con la supremacia Sud-americana, ha pretendido
fundar a su modo el sistema americano, bien q.e no haya propuesto Congreso porq.e
como todos sabemos le disgusta esa institucion y aborrece hta la palabra que la significa.
El obra segun sus principios q.e son solamente las vias de hecho p.o las tendencias eran
las mismas.
Aora que el Brasil toma una pocicion tan culminante en el Sud de la America, lo vemos
emplear el mismo medio, bien que modificado con las lecciones de la esperiencia.
No es que yo repruebe la idea, que en si me parece buena como no me parece en si mala
la del Gen.l Bolivar. Lo que quiero significar es q.e para adoptarla debe obrarse con
mucho pulso y mucha prevision.
Hará poco mas de un año q.e estubo en boga la idea de exitar celos entre las rasas Latina
y Anglo-sajona que pueblan la America; aora veo la de promover ese mismo sentim. to
contra los Europeos. No tardara quisa mucho en que se quiera hacer lo mismo entre las dos
238
Americas segun convenga a los intereses de alg.o. Nunca esta demas ser provenido, e
investigar si en estas pretenciones se envuelve un segundo objeto q.e se quiere cubrir.
Lo que en este sentido veo de mas probable y que temo mas que otra cosa.
XXIV
LAS IDEAS DE PAZ
SOBRE LA 0RGANIZACIÓN POLÍTICA ARGENTINA
SOBRE RENTAS NACIONALES Y CAPITAL DE LA REPUBLICA.
En ningún momento Paz desarrolló como en esta carta escrita casi un año antes de Caseros, sus
ideas sobre la organización constitucional. Es una pieza indispensable para juzgarlo. Pocas veces
estuvo más clarividente, en materia que reputamos extraña a su capacidad. Ella justifica
plenamente la exigencia que siempre formuló, cuando fue requerido como guerrero, de que se le
hiciese conocer los planes de los hombres o partidos que buscaban su espada.
En esta carta están expuestas
algunas de las soluciones que dio la Constitución del 53,
justamente en sus problemas más arduos.
A pesar de haber sido publicado en los “Papeles de don Domingo de Oro”, nos ha parecido
necesario transcribirla, aunque no sea totalmente.
Señor don Domingo de Oro.
Río de Janeiro, 22 de junio de 1851.
Mi querido amigo:
Su carta del 31 de Enero me ha llenado de placer y ha despertado recuerdos muy gratos
para mi corazón. Dice tanto de mí, que me creería embarazado para contestada, sino
mediase la franca y leal amistad que nos profesamos.
Dejando para luego la expresión de estos sentimientos, que son muy sinceros, voy a
ocuparme de lo que me dice relativamente a cosas públicas. No me he engañado con
respecto a las provincias del Interior de la República. Las he considerado y considero, como
un cadáver, al que sin embargo debemos esforzarnos en restituir su vida. Su aniquilamiento
ha sido la obra calculada de Rosas, a la que le han ayudado prodigiosamente la ignorancia
de los pueblos, y, la ambición de los caudillos que los dominan; salvando a usted quiero
239
hacer una excepción.
Pero les ha llegado su vez, pues es fuera de duda que en la situación actual su voto sería
de mucho peso en la balanza política. Su voto he dicho, porqué los supongo cansados,
desarmados y pobres, por eso es que no les exijirá mas que un simple pronunciamiento:
nada mas que su asentimiento a la Circular del 3 de Abril que les pasó el General Urquiza.
Este documento que acaba de ver la luz pública, le fué por mi remitido en copia a
Paunero hace algún tiempo, de modo que es tengan Vds. un conocimiento anticipado de él.
El no dejaba ya dudas de la decisión de Urquiza, pero posteriormente han venido otros,
aún más explícitos, si es posible, que le han valido la explosión más tremenda de parte de
Rosas y su mazorca. Ya no es el ilustre y esclarecido Urquiza, sino el loco, borrachón,
inepto, cobarde, de, etc. Y lo que pone en la más cumplida evidencia la insoldable rotura de
ambos campeones. Esta es, pues, una nueva situación, en que las provincias interiores, por
más cadavéricas que estén, pueden jugar un rol importante y ser de mucha cuenta en la
cuestión. Bástales decir: Retiramos a Rosas la autorización para d irigir y entender en las
Relaciones Exteriores y en los negocios nacionales. Para lo demás el mismo Urquiza dice
que no los necesita, porque sus lanzas son suficientes para derrocar al tirano.
No les aconsejaré por esto que dejen de prevenirse, antes por el contrario, les diré que
hagan los esfuerzos posibles para armarse, para lo que les será de mucha utilidad la
franquicia de los puertos del Pacífico y la cooperación de los emigrados.
Mas al retirar, el encargo de las Relaciones exteriores a Rosas, ¿lo darán a otro o lo
reservará cada gobierno para sí? Lo último, sobre ser monstruoso, sería renunciar de hecho
a toda clase de inteligencia con las Provincias extranjeras y de consiguiente creo que debe
estarse a lo primero. ¿Y quién mejor que el general Urquiza, que se ha puesto al frente de
la grande obra, puede desempeñar ese encargo? ¿Quién mejor que él, que preside la
provincia que después de Buenos Aires está más en contacto con el extranjero? Soy pues de
la opinión que al mismo tiempo que las Provincias interiores retirasen a Rosas el encargue
de las Relaciones exteriores, se le confiriesen al general Urquiza, con algunas
modificaciones si se quiere, o con condición, por ejemplo, de reunir dentro de tanto tiempo
el Congreso, pero de un modo que el efecto moral del paso que se les recomienda y exige
sea mayor, como efectivamente sería si se hiciesen las dos cosas a un tiempo. Además el
general Urquiza, elevado a un mayor grado de respetabilidad, queda ría mas expedito para
240
los acuerdos y transacciones exteriores que es indispensable hacer.
Sin nada de esto, ya el general Urquiza ha empezado a ejercer ese derecho por parte de
su Provincia, que es considerada por los contratantes en estado de independencia nacional,
en virtud del tratado del 4 de enero de 1831. Acaba de celebrar un tratado con el Imperio
del Brasil y el gobierno de Montevideo, del cual quizá me ocuparé otra vez que le escriba.
Por ahora me limitaré a observar que el general Urquiza desempeña las Relaciones
exteriores, representando el Entre Ríos y sin duda a Corrientes, que se le adherirá
infaliblemente, de modo que no hay inconvenientes en que represente también a las
Provincias del interior. El tratado de que acabo de hacer mención, es de alianza ofensiva y
defensiva contra Rosas, y como es consiguiente que cualquiera otra provincia qué se
declare contra él, entre también en la alianza, este es otro motivo más para facilitar el
camino y evitar dilaciones.
Tengo entendido que aunque el objeto esencial del tratado es la alianza contra el enemigo
común, abraza incidentalmente otros puntos que merecen muy seria consideración y que
por lo mismo deberían ser sujetos a un examen prolijo. Es un asunto este que reclama la
atención nacional y mientras tanto el mayor número posible de luces y de opiniones. Repito
que otra vez me ocuparé de esto con más extensión.
Me parece de la mayor importancia hacer sentir en las Provincias interiores que ellas
forman parte de la República Argentina y que cada una de ellas es un miembro de eso que
debe llamarse Cuerpo Nacional.
Insensiblemente me he distraído del principal objeto de esta carta y quiero volver a él. Me
propongo ahora llamar su atención á un punto vital, al que el señor Sarmiento no ha querido
tocar aún. Es el de las rentas. En esta República federativa o sea la Nación argentina que se
trata de combatir ¿debe o no haber rentas nacionales o generales?
Lo último no me parece admisible, y sí lo primero. ¿Cuáles deben ser esas rentas? ¿Cuál su
procedencia y origen? Punto es este que me hace considerar con preferencia, por su
vitalidad e importancia, sin e1 cual lo que se proyecte, y aun se haga, será efímero. ¿Qué
razón hay para prescindir de él? ¿Será el temor de herir algunas susceptibilidades?. Más
valdría entonces no hablar nada, porque nada vale todo lo demás que se diga, sin resolver
esta cuestión indispensable.
No creo que peligre, ni la unión ni la buena armonía de los pueblos argentinos, siempre
241
que se trate de esta materia con moderación, buena fe y sincero patriotismo. De otro modo,
sería preciso resignarnos a ver nuestro país corriendo de revolución en revolución
eternamente, y, lo que es peor, verlo desmembrarse aun más de lo que ya ha sido.
Los enemigos de Rosas, que han manejado la prensa de Montevideo con el fin de
combatir su sistema y su gobierno por tanto tiempo, parece a veces hubiesen querido
aproximarse a esta cuestión, pero sin penetrar en ella. Tal vez sólo se proponía excitar a los
pueblos contra el dictador, sirviéndose de un poderoso argumento, cual es la irregular
percepción y distribución de las rentas; pero ya ordenándose de darle la competente
solución.
El muy hábil doctor Varela, en su "Comercio del Plata"'- habló muchas veces de la
libertad de los ríos Paraná y Uruguay de su apertura al comercio del mundo, y del derecho
que tenían las otras provincias ribereñas, además de Buenos Aires, a usufructuar de las
ventajas de su posición.
Con esto, sin duda, se halaga a Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes, pero no se había
resuelto el problema, que es indispensable reso lver sin la cual no puede haber orden
nacional. Es .muy singular la coincidencia la que resulta del empeño del Sr., Varela con el
plan que siguieron desde mucho antes el Gobierno de Buenos Aires, de lisonjear a las
provincias litorales, llegando a acordarles hasta subsidios como sucedió en Santa Fe, a fin
de que separasen sus pretensiones de las provincias mediterráneas.
Rasas mismo ha marchado sobre idéntico , pues que lo vimos ligarse con las otras tres
provincias ribereñas el año 1831, lo que produjo el famoso tratado del 4 de Enero de ese
año, Entonces como otras veces se consiguió anular la influencia de las interiores y hacer
que permaneciesen las cosas en el punto en que habían estado.
Debe a mi juicio exceptuarse la época de la Presidencia del Sr., Rivadavia, que tanto su
administración, como el Congreso, iniciaron una marcha nacional, dándonos el último una
constitución, que si no llenaba todas las necesidades, si tenía defectos como todas las cosas
humanas, daba solución a las cuestiones generales, y dejaba a los pueblos en aptitud de ir
con el ejército y la experiencia mejorando sus instituciones.
He dicho que entonces hallaron solución las cuestiones generales y una es la de las rentas.
Eran nacionales como son en todas partes, los provenientes de las casas de moneda, los de
Correos y Aduanas exteriores, que naturalmente se situarían en las provincias confinantes
242
con el extranjero.
Como tales deberían considerarse las de Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes, si la
navegación de nuestros ríos, le abriese al comercio del mundo sin 1imítación alguna, pero a
mi juicio, no es esta la cuestión (sin que por eso se crea que me opongo a ella) que debe
primero ventilarse; antes debe resolverse la de rentas, para evitar embarazos que traerían de
la adopción precipitada de alguna. Examinemos:
Supongamos que la navegación de los ríos Paraná y Uruguay se declarase libre y que
fuesen puertos habilitados para el comercio de ultramar, Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes.
Siguiendo el orden o el desorden actual, si en cada una de esas provincias habría una
Aduana cuyas rentas a ejemplo de Buenos Aires, pretendería hacer exclusiva mente suyas.
No creo que ellas adelantasen al menos por ahora, pues que su Aduana no les produciría
gran cosa. La afluencia de buques de ultramar sería ninguna por falta de relaciones
mercantiles, de capitales, y por los estorbos de la navegación interior para los buques de
calado, y aun cuando fuese próxima y grande la ventaja .¿habría arrivado con eso solo a un
arreglo cualquiera?: de ningún modo.
Como prueba de ello puede citarse la Colonia, y Maldonado en el Estado Oriental, que
con puertos habilitados para el comercio de ultramar es insignificante el que se hace por
ellos; aun puede añadirse sin que pueda ahora dar la razón, que esos pueblos a pesar de esa
ventaja, se han conservado estacionarios.
Más, demos de gracia que .no sucediese así y que efectivamente arribasen a dicha
provincia buques de todas partes sin la previa designa ción y repartición de las rentas
nacionales, las provincias mediterráneas recibirían los efectos de ultramar recargados de los
derechos de importación y quedarían tributarias de los litorales.
Mientras que unos adelantaban a costa de sus hermanos, otros seguirían consumiéndose
o por lo menos, no adelantarían en proporción de sus otras ventajas naturales.
Con idéntico derecho que las litorales, Cuyo y Salta, tendrían también sus Aduanas donde
pagasen impuestos de internación las mercancías introducidas por los puertos del Pacifico,
lo que sería fácil después que los gobiernos de Chile y Bolivia expidieran los decretos de
Enero de este año. Por la misma razón harían suyas las rentas de sus Aduanas y vendría
recaer todo el perjuicio sobre las provincias, que estando más al centro, no pudiesen
franquearse una comunicación propia, con el exterior.
243
Fuera de la injusticia que envuelve un tal sistema, se conoce a la primera ojeada otros mil
inconvenientes que traería puestos en pugna los intereses de las provincias privilegiadas,
procuraría cada uno por su propio provecho, dar al comercio una dirección forzada y
acabarían por dañarse mutuamente. En esa multitud de aduanas, cuyo servicio era
imposible uniformar y regularizar en el estado de aislamiento actual, era forzoso un ejército
de empleados, que absorberían una gran parte de las rentas. Sería, pues, una consecuencia
necesaria, la inmoralidad, el contrabando, la confusión y la nulidad de esas mismas rentas
que se querían crear.
Para ponernos en todos los casos, supongamos que las provincias litorales y demás que
tuviesen aduanas exteriores, a ejemplo de la República de Chile y lo que es más, por un
sentimiento de justicia dispensasen de todo derecho de importación de las mercancías de
tránsito a las interiores. ¿ Qué resultaría de esto? Un desorden mayor en mi modo de
pensar, pues que cada provincia grande o pequeña, tendría que montar una aduana sobre los
mismos principios para percibir sus rentas, sin perjuicio de las otras.
Nada de esto sucedería, establecido que fuese el sistema de rentas na cionales, según el
pensamiento del Sr. Rivadavia. Él consistía, como dije antes, en establecer aduanas
exteriores y suprimir las interiores. Este es el sistema que aconseja la razón, la utilidad
pública y la práctica universal. Yo me contentaría con esto por el momento, contando con
que lo demás vendría en seguida.
Me he propuesto hablarle a Vd. sin embozo, como desearía que todos lo hiciesen en esta
materia importante, y por eso descenderé a objeciones que he oído hacer a la
nacionalización de las rentas. Por ejemplo, he oído decir a hijos de Buenos Aires, para
probar que las de su aduana les pertenecen exclusivamente, que sólo las deben a la situación, añadiendo que los provincianos que quieren ocurrir a sus merca dos lo hagan, y los
que no, vayan a otra parte. Esto no ha sido hasta ahora permitido y Rosas acaba de darnos
una prueba de ello, prohibiendo las introducciones por Chile y Cobija; pero aun cuando lo
hubiese sido, no merece que me detenga en contestar después de lo que he dicho.
Cansados estamos de oír echar en cara a las provincias que no tienen con qué costear sus
Diputados, y ahora mismo, cuando se recuerda que sus sueldos les fueron satisfechos por el
Tesoro de Buenos Aires, se les hace pasar por la humillación de unos pordioseros. Hasta ha
llegado a alegar se como excusa para no reunir un Congreso, la pobreza de las provincias
244
que no tenían con qué expensar sus Representantes.
Siendo Buenos Aires la primera provincia por su población, su riqueza, su comercio, sus
luces, y otras muchas ventajas; nadie duda ni disputa, que de allí saldrán la mayor parte de
los empleados nacionales como sucedió siempre; de consiguiente, las rentas que se
inviertan en sus sueldos irán a manos de sus hijos. Poquísimos serán, como fueron siempre,
los empleados de las provincias, sin que en esto deba haber motivo de queja salvo alguna
chocante preferencia, pero es de desear que a esos pocos empleados, no se les humille,
humillando al mismo tiempo los pueblos de donde proceden, haciendo entender que ,lo que
justísimamente les retribuye la Nación, es un don gracioso o como dije antes, una limosna
que les hace Buenos Aires.
Esta degradación. que se les impone, a nadie conviene, ni a la Nación, ni a Buenos Aires,
ni a las Provincias, porque nadie puede ganar con el envilecimiento de unos destinos y de
unos hombres, que aunque procedentes de unos pobres pueblos, debemos suponer que
merecen sus empleos y que son también argentinos.
Después que he estado en Río Janeiro he tenido mejor ocasión de apreciar estas cosas, y de
compararlas con las de nuestro país. Por de contado que la separación o división de las
rentas nacionales y provinciales está perfectamente deslindada: con las primeras son
pagados todos los empleados nacionales sin que a los hijos de la Capital se les haya
ocurrido echarles en cara su pobreza a los de las provincias, aun cuando su Aduana y
Consulado produzcan 30.000 fuertes todos los días.
Mucho se ha dicho también sobre los gastos y sacrificios de la guerra de la Independencia
y posterior que hubo con el Imperio del Brasil, que ha costeado su mayor parte, y algunos
dicen en su totalidad, Buenos Aires, esto debe merecernos una explicación para mejor
entenderlo y voy a darla tal cual] comprendo el negocio.
Soy el primero el reconocer el brillante mérito del pueblo de Buenos Aires contraído en la
guerra de la Independencia y posteriores, lo soy también en admirar su valor, su patriotismo
y la preferencia que le dan la prioridad de su pronunciamiento, y demás ventajas reunidas,
pero no por eso dejare de decir que todas nuestras provincias han merecido también de la
Patria, y que han concurrido con su sangre y sus recursos según su posibilidad.
Si Buenos Aires ha gastado más es porque ha tenido más, es porque ha estado a su cargo la
percepción de las rentas que deben reputarse nacionales. Suponer que esos gastos han sido
245
hechos en su totalidad de sus recursos exclusivamente, sobre ser injusto, seria repugnante.
Nadie, ignora que los impuestos de importación que pagan los efectos
que se introducen
en un país, recaen sobre los consumidores, y consumidores son todos los pueblos que se
surten de las mercancías de ultramar por el puerto de Buenos Aires. Y sino dígasenos como
habiendo sostenido la guerra por si sola, cómo habiendo auxiliado a las otras provincias,
cómo habiendo sacrificado por todos, ella ha progresado, mientras, las demás, han
marchado a su ruina?. Se dirá acaso que es debido a su posición privilegiada, más no
sucede así en los demás Estados del mundo. Sin ir mas lejos, veremos que Valparaíso, el
Callao, Montevideo, Río de Janeiro tienen idéntica situación, sin que se sientan, los mismos
efectos, ni se deduzcan iguales pretensiones.
No habrá quien se persuada que una virtud oculta favorece los progresos de Buenos
Aires, mientras consuma la ruina de las Provincias.
Tampoco habrá quien lo atribuya a una espacialísima predisposición de sus naturales,
porque si son efectivamente inteligentes, activos, industriosos, no puede decidirse que los
de las provincias carezcan de esos mismos dotes, que si no se desarrollan a la par, es por
falta de ocasión y de estímulos. Todos son hijos de una misma raza, y su educación, más o
menos, es la misma.
Hasta cierto tiempo pudo creerse que el atraso de las provincias, provenía de sus
Gobiernos, que desgraciadamente habían caído en manos de caudillos ignorantes, y
opresores, pero después que Rosas ha hecho gravitar su brazo de hierro y su ultimo absurdo
sobre Buenos Aires sin que se sintieran, los mismos efectos, forzoso es buscarles alguna
otra .causa en lo general, salvar las diferencias que siempre trae un despotismo. Más o
menos bárbaro. Así se pueden explicar, aquellas que se notan de más a otras provincias del
interior, sin que por eso deje de subsistir lo esencial de esta observación.
Ya que antes hice mención del Brasil, hablando de la separación de rentas nacionales y
provinciales, me permite añadir algo más de lo que está la vista de todo el mundo, y que
pueda observar todo el que tenga ojos. A presencia de ellos será forzoso convenir que los
extraordinarios progresos de este país se deben a ese régimen que en el nuestro, que no
tiene otras desventajas que aquejan a éste, causaría prodigiosos adelantamientos.
No entrare a profundizar esta materia a. que llevaría más allá de lo que quiero, y que quizá
es superior a mi alcance, pero no dejare de decir que las Aduanas exteriores contribuyen
246
aquí casi la totalidad de las rentas nacionales que ellas se invierten en gastos nacionales, y
alguna vez en obras de utilidad en las provincias y en la Corte, según lo que determinan las
Cámaras, y que todo esto se hace sin celos de un pueblo a otro, sin desdeñarse ni
incomodarse mutuamente.
La capital del Río Janeiro lo es solo del Imperio. y no es, ni pertenece, a ninguna
provincia, ,Tiene anexo un Distrito pequeño que es lo que se llama Municipio de la Corte.
Hay también una provincia del Río Janeiro, porque no se le ha querido quitar su antiguo
nombre, pero su territorio, que es extenso, su administración provincial, sus rentas, sus
rentas, su Cámara Representativa, su capital, todo es distinto y separado de la ciudad
nacional, que es la Corte o Capital del Imperio, Nichterhoy, que es la Capital de la
Provincia del Río Janeiro solo dista cuatro millas de la Corte, las que se andan en veinte
minutos, mediante los vapores que a todas horas del día atraviesan la bahía. Allí reside el
presidente que es el titulo que tienen los Jefes de las provincias, la Cámara y todos los
Tribunales provinciales. Allí se recaudan las rentas provinciales y allí se ventilan y dirimen
todos los asuntos que conciernen al territorio de a Provincia.
Si se trata de esto no es para insultarse, sino para promover sus mejoras, Todos los
Diputados son remunerados por el Tesoro Nacional, sin que se les eche en cara al del Pará,
o Río Grande del Norte, su pobreza.
Estos mismos diputados ven el lujo y la riqueza de la Corte sin envidia y sin amargura.
Por el contrario se, envanecen de que la Capital de la Nación a que pertenecen este rodeada
de un esplendor que refleja sobre todos los pueblos que la componen.. A su vez no son
mirados aquí como extranjeros o como unos huéspedes incómodos, y gravosos. Son
ciudadanos en toda la extensión de la palabra y como hijos de la gran Ciudad Nacional.
Esto mismo se observa en la Cámara Vitalicia, que es la que como pone el Senado. Las
altas categorías que la forman son de todas las provincias y a cada rato se les oye decir: soy
Senador por Pernambuco, Minas o Goyaz, sin que se les exija que bajen la vista y se
ruboricen de no haber nacido en la gran ciudad. Nadie ta mpoco lo tiene por eso en menos,
de modo que solo su mérito y aptitud deciden su importancia.
Cuando no fuese así, temo seriamente por nuestro país. Me parece verlo en peligro de ser
la Polonia de Sud América y verlo desaparecer del catálogo de las naciones. Con las
mismas ventajas y los mismos defectos que los polacos, estamos expuestos a sufrir el
247
mismo destino, Los argentinos son como aquellos, un pueblo generoso y valiente, pero
turbulento e inclinado a la anarquía.,
Cuando echo la vista sobre el gradual y sucesivo desmembramiento de la Polonia y lo
comparo con el fraccionamiento gradual, también y sucesivo, de la República Argentina, no
puedo menos de hallar cierta semejanza que me contrista y hace estremecer. Al fin han
concluido hasta los rastros de aquella nación generosa y digna de mejor suerte, por la
ocupación, conquista y destrucción de la República nominal de Cracovia, que era lo único
que quedaba de ella y podía recordarla. Así podría suceder a nuestro país, si siguiese
desmembrándose indefinidamente por más que algunos se lisonjeasen que quedando un
pueblo en que ven simbolizada toda la grandeza e importancia de él nada se ha perdido.
Recordemos por un momento lo que era el antiguo Virreinato de la Plata, para
compararlo con lo que ha quedado de la República, y midamos rápidamente la extensión de
sus pérdidas.
Se separó primero el Paraguay, privándonos de un excelente astillero y de un buen
depósito para nuestra naciente marina, sin contar la pérdida de un gran territorio sumamente
poblado de blancos, de extrema fertilidad y atravesarlo por magníficos canales.
Se agregaron las cinco Provincias del Alto Perú, quitando a la Re pública, la mitad de su
población y dañándose a sí propias, por un sentimiento de antipatía, cuyo origen y causas
no sería ahora conveniente investigar. La provincia de Tarija hizo otro tanto, mediante
movimiento revolucionario cuyo resultado ha sido unirse a aquellas.
En seguida tuvo lugar 1a erección del Estado Oriental del Uruguay que produjo a la
República la pérdida de sus mejores puertos, de un hermoso territorio y de la mitad del Río
de la Plata y del Uruguay.
Las Islas Malvinas, cuya posesión era tan útil, fuera de otras ventajas para la formación
de una Marina Nacional, se perdieron sin remedio.
Sin embargo de esto, el célebre corresponsal del Gral. Santa Cruz, que escribió las
célebres cartas de la Colonia en 1838, juzgaba de poquísima importancia la separación de
las provincias del interior, inclusas las de Cuyo, para agregarlas a otro Estado.
Últimamente no han faltado proyectistas entre ellos argentinos de argentinos de
distinción, que han opinado por la separación de Corrientes y Entre Ríos, para formar un
nuevo Estado. Dios quiera que estos hayan depuesto sus errores y tengamos que lamentar
248
nuevas desgracias.
Para precaver tan terribles resultados me parece que nuestros esfuerzos deben dirigirse a
robustecer el espíritu nacional, casi me permito decir a crearlo, porque si lo hay es muy
poco y se ha debilitado inmensamente por nuestros extravíos políticos, por el mezquino
provincialismo y por ridículas preocupaciones. Recordemos que no puede haber un pueblo
grande sin espíritu nacional. Dígalo la pobre Italia, que después de haber dominado el
mundo, es hoy un cuerpo dilacerado e impotente. Bien lo conocen sus hijos pues, se
empeñan en reconstruir el espíritu italiano, que es lo que sólo puede verificar su
resurrección.
Perdón mi amigo por la extensión de esta carta, que a mi pesar ha tomado dimensiones
que no creí darle al empezar a escribirla. La terminaré en la parte que concierne a nuestras
cosas políticas, haciendo ardientes votos porque los argentinos formemos una sola familia
porque nos desnudemos de añejas preocupaciones y depongamos resentimientos ridículos.
Quizá la constitución del año 27 salvaba todos los inconvenientes y si esto no es posible
en toda su extensión, tiempo hay de hacerles algunas correcciones, que la hagan más
adaptable a esa forma federal que se ha proclamado con tanta fuerza. Felizmente, se
aproximaba mucho a ella y con algunas reformas casi nominales podría decirse:
Constitución federal de los Estados del Río de la Plata.
Entonces veríamos engrandecerse la Capital de Buenos Aires y ser el emporio de la
riqueza, de la población, de la industria, de la civiliza ción y de las luces. De allí veríamos
que esas ventajas se derramaban por las demás provincias según su situación y proporción
naturales.
Ellas mirarían sin celos, ni envidia, la prosperidad creciente de la Capital, y ésta sin
pretensiones y preocupaciones de provincia, recibiría a todos los argentinos como a hijos de
una misma madre.
Buenos Aires con su territorio nacional, que como he dicho sería centro de la inteligencia
y del poder, lo será también de las relaciones to das, y tendría una inmensa influencia; más
sin duda a que 1as que tendríaa como provincia en los Negocios Nacionales, Pido a Vd.
que se fije en esto, y pido también a los hijos de Buenos Aires que no desdeñen esta
advertencia.
249
Allí afluirá lo más eminente de todo el país, en luces y en mérito; afluirán también las
pretensiones de los partidos, las ambiciones y demás pasiones políticas, pero se debatirán
en un terreno adecuado para esa clase de combates, pues que sería neutro y de un modo más
digno.
Desaparecerían esas ruines disputas de localidad para dar lugar a otras de un orden más
patriótico y más elevado.
Basta mi amigo: he charlado demasiado, con peligro de parecer insípido y maniático.
Pero en Vd. hay bastante indulgencia para disculparme, por otra parte según 1o que me ha
escrito y lo que me han dicho personas que han conversado con Vd. ha perdido casi la
esperanza de nuestras mejoras políticas, de modo que no juzgará exagerados mis temores.
Sin embargo, no desespero y me atrevo a conjurarlo para que tampo co desespere Vd.
Sería ese el mejor medio de alejar hasta la posibilidad de que nuestra Patria sea algo.
Como una prueba de que espero, es que he escrito esta carta y que le propongo que
contribuya a que siga escribiendo el Sr. Sarmiento, y me animaré a decirle que escriba Vd.
mismo. Mucho bien han hecho ya las producciones de aquel distinguido argentino, y me
persuado que harán mucho más, si continúa tratando los puntos que he insinuado. Él lo sabe
hacer sin acritud, sin parcialidad y conducido solamente por su patriotismo. Él será
recompensado de sus trabajos.
Me reservo para otra que sin duda irá con ésta para contestarle sobre otros puntos de esa
carta. Alargar más ésta sería abusar de su paciencia y de su amistad que quiero conservar
con todo mi corazón.
Persuádase que soy su affmo. amigo servidor y compatriota.
José María Paz 1
1
Otro de los corresponsales con quien Paz trató in extenso acerca de las bases de la
organización nacional fue don Ángel Navarro, cuyas interesantes cartas se encuentran en el
Archivo de Paz (año 1851). Ve también cartas de Paz al general Antonio Taboada, a quien
conoció en Río. Los Taboada por Gaspar Taboada, t. I, págs. 126 y 313.
250
ÍNDICE DE PERSONAS
(Usar control de buscar)
Abalos José D.
Acosta Esteban .
Acosta J. Bautista.
Acuña de Figueroa.
Acuña Pedro Ignacio de.
Acha M.
Agüero Eusebio .
Agüero J. S. de.
Agüero J. Vicente.
Albarracín S.
Alberdi J. B.
Alcorta Diego.
Aldao Félix.
Aldecoa
Alsina Juan José.
Alsina V.
Altieri.
Alvarado H.
Alvarez Thomas.
Alvear C. M. De.
Allende Posse J.
Amenábar J.
Amiel F.
Anchorena N.
Andler Charles.
Aquiles.
Arana Felipe.
Arana Raimundo.
Aráoz Bernabé.
Arenales General.
Arenales José.
Arrascaeta Angel Mariano de.
Arriola J. M.
Artigas J.
Augusto.
Ayax.
Bacle.
.
Baena Luis.
Báez Federico.
Balcarce Diego.
251
Ballivian Presidente.
Barzana Alonso de.
Bedoya Elías.
Bedoya F.
Bedoya G. M.
Belgrano Manuel.
Belgrano Mario.
Belzú.
Benavídez Bartolo.
Benavídez Nazario.
Benitez Ooronel.
Benítez Desiderio.
Berdia Manuel.
Berger.
Beverina Juan.
Bilbao Manuel.
Blanco Encalada.
Bolívar S.
Bonastre V.
Bonpland Aimé.
Borges Francisco.
Bourjade J.
Brandzen.
Brown G.
Bucich Escobar.
Bulnes E.
Burckhardt Jacobo.
Busaniche .J. L.
Bustillo I. M.
Bustos Juan B.
Bustos P. Zenón.
Cárcano R .J.
Cárdenas E. F.
Carlomagno.
Carneiro Leao.
Caseres Ramón.
Castro Isaac.
Castro Barros.
Cavia P. P.
Ceballos Soldado.
Centeno F.
Cernadas G. J.
César Julio.
Cisneros Teniente.
Clave de nombres.
Cleopatra.
252
Concolocorvo.
Condillac.
Congresales de Tucumán.
Corneille.
Cortes Arteaga.
Costa Gerónimo.
Coudert F. A.
Cronwell.
Cullen D.
Curtius E.
Chanetón A.
Chenaut Indalecio.
Darwin.
Daza Mayor.
Dean Funes.
Deheza R. A.
De las Carreras Francisco.
Del Carril J. M.
Del Carril S. M.
De la Cruz Francisco.
De la Peña J. L.
De la Torre Braulio.
De la Torre J. M.
De María Isidoro.
Derqui Santiago.
Díaz César.
Dorrego Manuel.
Durán Manuela.
Dumas Alejandro.
Duteil C. E.
Eccelino Romano.
Echagüe P.
Echeandía M. A.
Echenique E.
Elizalde Rufino de.
Elizalde Juan J. De.
Epaminondas.
Esopo.
Fabio.
Fernández Agüero.
Ferré Manuel A.
Ferré Pedro.
253
Ferrera Juan Andrés.
Ferreyra Daniel.
Franco Luis.
Fragueiro Mariano.
F'reud.
Frías Félix.
Frías José.
Furlong G.
Gallino G.
Gamarra General.
García G.
Garcia Pantaleón.
García Castro G.
Garibaldi.
Garzón Ignacio.
Garro J. M.
Gelly J. A.
Girardín Emilio de.
Godoy Cruz Tomás.
Gómez Fabián.
Gómez Gregorio.
Gómez H. F.
González .J V.
González Bentos.
González de Santa Cruz R.
Gonzalez de Silva B.
González Garaño A. B.
Goniti Juan Ignacio.
Groussac P.
Guido Tomás.
Gutiérrez Juan M.
Gutiérrez de la Fuente A.
Haedo Felipe.
Haedo Tiburcia de.
Halphen L.
Hamy E. T.
Héctor.
Heredia Alejandro.
Herrera M.
Hobbes.
Holmberg Barón de.
Horacio.
Hornos M.
Humboldt A. de.
Ibarguren Carlos.
254
Ibarra Felipe.
Iriarte General Tomás.
Jaquier.
King Antonio.
Laborda Olinto de.
La Bruyere.
Lacordaire.
Lafinur J. C.
Lagos Hilarío.
La Madrid General.
Lamas Andrés.
La Roche Jacquelin.
Laromiciere.
Las Heras.
Lavalle Juan.
Lavalleja J. A.
Lavisse E.
Leiva Manuel.
Levene Ricardo.
Lezica Ambrosio.
Liniers Santiago de.
Liqueno J. M..
López Carlos Antonio.
López Estanislao.
López Francisco Solano.
López Gaspar.
López Javier.
López Juan P.
López V. F.
López y Planes.
Lord Aberdeen.
Lugones Desiderio.
Lugones Lorenzo.
Luis XI.
Mably.
Madariaga Joaquín y Juan.
Madero Juan.
Mandeville Ministro.
Mansilla L. V.
Mantilla M. F.
Marcó del Pont J.
Marín G. Bautista.
Mármol Miguel de.
Martínez de la Rosa J.
255
Martínez Jacinto.
Maza M..
Maquiavelo.
Medina Celí.
Medina José Antonio.
Mendilarzú D.
Michel Coronel.
Michelet.
Mirabeau.
Mitre B.
Molina Arrotea.
Molina José Agustín.
Molina Ramón.
Montaigne.
Monteagudo.
Montero, Vicente.
Montero Bustamante R.
Monteiroso J. B.
Monteiroso J. G.
Moscaso Angel Mariano de.
Montesquieu.
Moreno Mariano.
Moussy M. de.
Muñecas Ildefonso de las.
Muñiz Francisco Javier.
Muñiz Mayor.
Muriel D.
Musset.
Napoleón Luis.
Napaleón Bonaparte.
Navarro Angel.
Necochea.
Neira José.
Nietszche.
Nieves MI. María de.
Núñez Angel.
Ocampo Gabriel.
O 'Donnel.
O 'Higgins.
Olañeta J. M.
Oribe Manuel.
Oro Domingo de.
Oro Ester Rebollo Paz de.
Ortiz José María.
Ortiz de Rosas León.
256
Ortiz de Ocampo F. A.
Pacheco Angel.
Pacheco y Obes Melchor.
Pasca.
Pater Walter.
Patroclo.
Paulo Emilio.
Paunero Wenceslao.
Paz José de.
Paz Julián.
Paz Manuel Mariano de
Paz .Rosario.
Pedernera General G. E.
Pellegrini C. M.
Pelliza M.
Peralta F. A.
Pérez de Urdininea .J. M.
Pinteyro de Ulhoa.
Pirán General J. M.
Plutarco.
Pozzo A.
Pueyrredón J. M.
Queirola E..
Quesada E..
Quesada H. C..
Quinet.
Qniroga Jnan Facundo.
Rafael.
Ramírez Antonio.
Ramírez Vicente.
Rauch.
Ravignani E.
Raynal.
Reinafé F.
Río M. E.
Ríos Jacinto.
Rivadavia B.
Rivera Bernlabé.
Rivera Fructuoso.
Rivera Indarte G.
Rodríguez Fray Cayetano.
Rodríguez Fresno P.
Rodríguez G. F.
Rodríguez Martín.
257
Rodríguez Popa.
Rodríguez Ventura.
Rodríguez Villar, P.
Rojo Anselmo.
Rojo Rudecindo.
Roldán M. Mercedes.
Romacroine.
Rondeau .José.
Rosas Juan Manuel.
Rosso .J. L.
Rousseau.
Rugendas J. Mauricio.
Ruiz Moreno M.
Saint Simon.
Salas C.
Saldías A.
Salustio.
San Alberto Obispo.
San Luis de Francia.
San Martín José de.
Santa Juana de Arco.
Santa Cruz Andrés.
Saráchaga J. Antonio.
Sarmiento D. F.
Shakespeare, W.
Simondi de Sismondi.
Soares de Souza Paulino José.
Sófocles.
Somellera Andrés.
Southern Ministro.
Souza Evangelista de.
Stael Madame de.
Suárez Franéísco.
Suárez Joaquin.
Suárez Lorenzo.
Sucre.
Taboada A.
Taboada G.
Tácito.
Tejedor C..
Tojerina Tomás.
Thiers.
Tito Livio.
258
Tocqueville.
Todd J. M.
Torres L.
Torres Teniente.
Torterolo L. M.
Trejo Fr. Fernando Obispo.
Udaondo E.
Ulises.
Urquiza Justo José de.
Valdez Gregorio.
Varela Florencio.
Varela J. C.
Varela José.
Vásquez Santiago.
Vedia y Mitre M. de.
Velazco Faustino.
Velez Dalmacio.
Venancourt Vizconde de.
Vera y Pintado B.
Viamonte Gobernador.
Videla Capitán.
Videla del Puis N.
Villafañe B.
Villegas Andrés.
Virgilio.
Visconti Bernabé.
Vives Juan Luis.
Washington.
Weild Andrés.
Weild Margarita.
Wirner de Morgensfein Francisco.
Yaven G. R.
Zapata Matías.
Zavaleta Diego.
Zinny A.
Zorrilla de San Martín G.
Zufriategui.
Zuviría F. De.
Zuviria J. M.
Índice de la Obra
259
260
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