El gaucho a través de los Años: Los Mazorqueros (1845) Que Juan Manuel de Rosas gobernó con mano férrea la provincia de Buenos Aires, eso, nadie lo pone en duda, lo que sí está en discusión es la existencia y necesidad de excesos en su política. Con seguidores para todos los gustos y detractores en la misma cantidad, no podemos negar que para el gaucho, el gobernador de Buenos Aires, fue una figura que desató amores y odios de una manera comparable con muy pocos otros líderes en nuestro país. La paz es en verdad el objetivo principal de la política de Rosas. Vista desde esta perspectiva final, esa política parece paradójica: en efecto, pocas veces una línea política ha logrado provocar tantos conflictos como la que Rosas adoptó. “El Río de la Plata- advertía Rosas- solo puede gobernarse popularmente; su herencia colonial, confirmada por su existencia revolucionaria, excluye toda solución aristocrática y por eso excluye también una organización política unitaria, impensable, sin una aristocracia gobernante”. La imagen de la paz que es preciso reconquistar incluye la eliminación de toda política, la reducción del arte de gobierno a la mera eficacia administrativa, tal como la había poseído el régimen colonial. Si esta idea tuvo sólidos apoyos al principio, irán desapareciendo a medida que la política rosista revelaba su alto costo. Había algo errado, pensaban los disidentes, que en nombre de una política por la paz se viva de guerra en guerra, que en nombre de la concordia se exasperen todas las discordias. Y comienza una época de terror ejercido por vía administrativa cuyos instrumentos (reclutados sobre todo en el cuerpo profesional de policía y capitaneados por el comandante Cuitiño) sólo dirigen sus golpes allí donde el gobierno quiere que caigan. Este terror aparece y se afirma en la segunda parte de la década del 30. La Mazorca será el instrumento de esos actos oficiosos que se extenderán hasta 1846 año en que es disuelta. Nota N° 17 Por Carlos Ernesto Pieske Mazorquero Los degolladores. Oleo de Cesáreo Bernaldo de Quirós En esos años Buenos Aires comienza un despertar económico que parece evidenciar que el rosismo no es incompatible con la prosperidad. Sin embargo poco dura y la crisis que se desata en 1848 daña el comercio local y abre el acceso a la población de Buenos Aires a los productos europeos. En la campaña, mientras tanto, la mano de obra criolla es afectada por una militarización que no cesa, los extranjeros son cada vez más numerosos, en el inmediato sur distritos enteros son cubiertos de explotaciones ovejeras irlandesas, cuyos titulares se hallan libres del servicio de las armas, razón por lo cual los estancieros también se disputan el servicio de los peones extranjeros. Pero soplan malos vientos para Juan Manuel de Rosas y ya se comienza a preparar el principio del fin para su gobierno. Verdadera “Guardia de Corps” para el Brigadier General don Juan Manuel de Rosas, en esa época, Gobernador de la provincia de Buenos Aires con la suma del poder público. De ellos, se cuentan hazañas y bestialidades, su mismo nombre, mazorquero, viene de que se lo acusa de “empalar” a sus víctimas con una mazorca de maíz seca. Viste gorro de pisón o manga color rojo, pañuelo serenero, camisa roja y chiripá del mismo color, calzoncillos con flecos y botas de potro de medio pie. A la cintura un tirador con cierre de patacones, atrás su facón, cuelgan también las boleadoras. De su mano derecha pende un rebenque de argolla y en su izquierda sostiene una tacuara con una hoja de cuchillo atada con tiento, a modo de lanza.