Historia Argentina 6DD El fracaso del proyecto unitario Las leyes

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Historia Argentina
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El fracaso del proyecto unitario
Las leyes centralistas promulgadas por el Congreso se sucedieron rápidamente. En
febrero de 1826, se sancionó la Ley de Presidencia, que creó un Ejecutivo Nacional
Permanente, del que hizo cargo Bernardino Rivadavia. La Ley de Capitalización- de
marzo de 1826-hizo de la ciudad de Buenos Aires la capital del país- con lo que la
provincia perdió las rentas de la aduana, principal fuente de ingresos fiscales,
las que pasaron a manos de las autoridades nacionales- y estableció la división del
resto del territorio en la provincia del Salado y la provincia del Paraná. Finalmente, en
diciembre de ese año, se dictó una constitución de carácter fuertemente centralista
que, merced a la prerrogativa otorgada por la Ley Fundamental, fue rechazada por las
provincias.
La oposición cada vez mayor de las provincias a los avances de Buenos Aires,
sumada al curso desfavorable de la guerra con el Brasil, llevó a la disolución del
Congreso y a la renuncia de Rivadavia. La provincia de Buenos Aires convocó a una
nueva sala de representantes, que eligió como gobernador a Manuel Dorrego, líder del
federalismo porteño.
El revés de los unitarios en el Congreso no significó su alejamiento del escenario
político. Lavalle, que se hizo cargo de la gobernación, ordenó su fusilamiento.
El 1º de diciembre de 1828 el general unitario Juan Galo de Lavalle (general que había
combatido en la guerra con el Brasil) encabezó una revolución contra el gobierno del
coronel Manuel Dorrego, quien en 1827 había sido elegido gobernador y capitán
general de la provincia de Buenos Aires. Ese mismo día Lavalle fue nombrado
gobernador interino mientras Dorrego se retiraba a la campaña con el objeto de reunir
fuerzas para resistir el alzamiento. Pocos días más tarde Dorrego fue capturado y el
13 de diciembre, sin proceso ni juicio previo, fue fusilado por orden de Lavalle.
Ante estos hechos, el gobernador de Santa Fe, Estanislao López, y el comandante
general de campaña de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas -que contaba con el
apoyo de las milicias rurales y de indios pampas amigo-, unieron sus fuerzas para
enfrentar a Lavalle aceptó abandonar la provincia. Además, se eligieron
representantes para una nueva junta y se nombró a Juan José Viamonte gobernador
provisorio.
Poco después, Rosas, el nuevo líder federal tras la muerte de Dorrego, fue elegido
gobernador e investido con facultades extraordinarias por parte de la Sala de
Representantes. El otorgamiento de dichos poderes se fundamentó en la necesidad de
conformar un gobierno de excepcionalidad ante la amenaza de desorden interno.
La Liga Unitaria y el Pacto Federal
El interior también se vio agitado por el enfrentamiento entre federales y unitarios. El
general unitario José María Paz extendió su influencia por las provincias del norte,
luego de vencer al gobernador de Córdoba, Eugenio Bustos, y al caudillo riojano, Juan
Facundo Quiroga. La derrota quebró el fuerte dominio de Quiroga sobre las provincias
y permitió la constitución de la Liga del Interior, que delegó en Paz el supremo Poder
Militar.
En respuestas, las provincias del litoral firmaron, en enero de 1831, el Pacto Federal,
por el que se organizó un ejército confederado bajo la dirección de Estanislao López.
Paz fue hecho prisionero en 1831. El general Lamadrid, que lo reemplazó, fue
derrotado por Quiroga, con lo cual la resistencia unitaria se desbarató.
El Pacto Federal preveía integrar las restantes provincias y organizar el país bajo el
sistema federal. En el transcurso del año 1832, el resto de las provincias adhirió a él.
Aunque no se reunió un congreso que organizara el país, el Pacto funcionó de hecho,
hasta las caída de Rosas, en 1852, como el andamiaje legal de una confederación que
delegaba en Buenos Aires el manejo de las relaciones exteriores.
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El segundo gobierno de Rosas
A fines de 1832, culminó el primer gobierno de Rosas y la Sala de Representantes
eligió en su reemplazo a Ramón Balcarce. Rosas reasumió el cargo de comandante
general de campaña e inició una expedición al sur para expandir el territorio provincial
sobre tierras indígenas.
Pronto, entre ambas figuras, comenzaron a plantearse diferencias que se extendieron
en todo el Partido Federal y llevaron a su división en “cismáticos” (balcarsistas) y
“apostólicos” (rosistas). Una amplia movilización de grupos urbanos y rurales en
apoyo de Rosas- conocida como la Revolución de los Restauradores- provocó la
renuncia de Balcarse. Los gobiernos sucesivos de Viamonte y Maza no consiguieron
poner fin a los enfrentamientos. En 1835, la tensión política se extendió en el interior
por el asesinato de Quiroga, que iba camino al norte para media en un conflicto entre
el gobernador de Salta (unitario) y el de Tucumán (federal). La conflictividad política
fue aprovechada por Rosas, que aceptó la gobernación de Buenos Aires en marzo de
1835, luego de haber obtenido facultades extraordinarias y la suma del Poder Público.
El sistema de gobierno rosista se apoyó en los instrumentos jurídicos y políticos
creados en la provincia de Buenos Aires en 1820. Se mantuvo la división en tres
poderes, y la ley electoral de 1821 siguió dictando la norma para el nombramiento de
las instituciones fue modificándose, lo que dio lugar a un gobierno fuertemente
personalista, que sólo esperaba la ratificación de sus actos.
Este proceso llevó a que la Sala de Representantes abandonara su función
deliberativa, es decir, de debate sobre los temas que debían legislarse, y a que se
convirtiera en una mera instancia aprobatoria de las medidas tomadas por el Poder
Ejecutivo. Los procesos eleccionarios en las que se presentaba una lista única oficial
que debía ser refrenada por la votación.
La negación de un espacio para el disenso1 se correspondía con la búsqueda de un
orden social cuyo establecimiento implicaba la persecución de todo tipo de expresión
considerada opositora, así como la exigencia de expresiones de adhesión. La
intimidación a la oposición se plasmó, por ejemplo, en la censura previa de la prensa
que derivó en el exilio de periodistas y literatos. Las muestras obligadas de adhesión
se expresaba a través de la participación de los federales en movilizaciones de apoyo
al gobierno y en fiestas que se realizaban para homenajear los triunfos de las fuerzas
rosistas sobre los unitarios. Se tendió, así, a un régimen en el que el pueblo apoyara
de manera unánime al gobierno.
En el plano extraprovincial, el régimen extendió un poder informal. Si bien el Pacto
Federal limitaba las atribuciones del gobierno de Buenos Aires a las relaciones
exteriores, Rosas expandió su influencia en el interior del territorio mediante la
combinación de dos estrategias: las alianzas personales (con las provincias de Entre
Ríos, Santa Fe, Córdoba y Tucumán) y el sometimiento directo. (…) El resultado fue la
formación de una confederación que, si bien no se encontraba avalada por ningún
texto constitucional, funcionada de hecho.
Fuente: Paura Vilma, Historia, “De las guerras civiles a la consolidación del Estado nacional argentino
(1820-1880)”, Ed. Longseller, Buenos Aires, 2008.
1
El terror fue uno de los instrumentos aplicados por el Estado rosista para acallar a la oposición. El control
de la sociedad y la persecución de los enemigos-que, en ocasiones, llegaba al castigo y la muerteformaban parte de la estrategia del Gobierno. Desde 1833, una organización semioficial- la Sociedad
Popular Restauradora- funcionaba como grupo de presión y control. El terror no fue impuesto de manera
homogénea. La mayor violencia se produjo en la coyuntura de 1838 a 1840, cuando el régimen se vio
amenazado desde distintos frentes.
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