Emilio José Sales Dasí, Antología del ciclo de Amadís de Gaula (2006) INTRODUCCIÓN El fenómeno de los Amadises La historia literaria del caballero Amadís de Gaula hunde sus raíces en plena época medieval. Desde allí nos llegan noticias sobre la acogida que tuvieron sus hazañas o determinados episodios trágicos de la obra. Poco antes de 1350 ya la mencionaba Juan García de Castrogeriz en su Glosa castellana al Regimiento de Príncipes de Edigio Colona. En fechas muy próximas Pedro de Ferrús aludía en un dezir suyo a la existencia de un Amadís en tres libros, y el Canciller de Ayala se acusaba en su Rimado de Palacio de haber prestado en su juventud demasiada atención a relatos tan mentirosos como los de “Amadís, Lançarote e burlas asacadas”1. En diversas ocasiones se acordaron de él los poetas del Cancionero de Baena; mientras otros datos apuntan a que la difusión peninsular de la historia se concretó en la utilización de diversos antropónimos literarios para bautizar a otros tantos personajes reales e incluso animales, como aquel alano del infante Juan de Aragón al que le honraron con el nombre de Amadís2. Referencias como éstas aseguran el éxito de una obra caballeresca medieval, cuyo atractivo incitó a un regidor de Medina del Campo, Garci Rodríguez de Montalvo, a probar fortuna con las letras y a reescribir el relato y ampliarlo a finales del siglo XV. Seguramente, cuando este personaje castellano inició su tarea refundidora, no podía llegar a imaginar la verdadera trascendencia de la empresa que estaba acometiendo. A raíz de la actualización de la vieja historia amadisiana, la obra que narraba las gestas del heroico caballero, ahora ya impresa en letras de molde, marcó el inicio de un género literario, el de los libros de caballerías, que dejaría en la sociedad peninsular del XVI y en otras latitudes geográficas más lejanas una huella más que fecunda. Sin salir de la esfera puramente libresca, habrá que reconocerle al Amadís de Gaula de Montalvo un lugar importante en la tradición literaria castellana, no en balde las gestas y las maneras de su protagonista serían, precisamente, las que se convirtieron en modelo principal para que el célebre don Quijote de la Mancha intentara imitar la andantesca caballería. Podría argüirse que el juicio perturbado del hidalgo manchego resultaba demasiado subjetivo e interesado a la hora de convertir a Amadís en “flor y espejo de los caballeros andantes” (2ª, XLIV). Podría condenarse la habitual tendencia de la crítica de analizar el género caballeresco a partir de las opiniones vertidas en la inmortal creación cervantina. Sin embargo, también debe concedérsele a Cervantes una cierta autoridad literaria en su condición de lector empedernido y persona que había captado los entresijos de las tendencias ficcionales de su época. Más o menos sincera, más o menos objetiva, la opinión del escritor alcalaíno reincidirá en el singular relieve del texto amadisiano. Eso es, precisamente, lo que se desprende tras la lectura de los primeros momentos del escrutinio de la biblioteca de don Quijote. Al coger en sus manos este ejemplar, 1 Pero López de Ayala, Libro de poemas o Rimado de palacio, ed. de Michel García, Madrid, Gredos, 1978, I, p. 127. 2 La bibliografía sobre la difusión del Amadís o Amadises primitivos excede los objetivos de este trabajo. Sin embargo, recomiendo por su interés la consulta del reciente trabajo de Juan Manuel Cacho Blecua, “Amadís de Gaula”, en Diccionario Filológico de Literatura Medieval Española. Textos y transmisión, ed. de Carlos Alvar y José Manuel Lucía Megías, Madrid, Castalia, 2002, pp. 192-98. © Centro de Estudios Cervantinos Emilio José Sales Dasí, Antología del ciclo de Amadís de Gaula (2006) dijo el cura: -Parece cosa de misterio ésta; porque, según he oído decir, este libro fue el primero de caballerías que se imprimió en España, y todos los demás han tomado principio y origen d’este; y así, me parece que, como a dogmatizador de una secta tan mala, le debemos, sin escusa alguna, condenar al fuego. -No, señor –dijo el barbero-, que también he oído decir que es el mejor de todos los libros que deste género se han compuesto; y así, como a único en su arte, se debe perdonar (1ª, cap. VI, pp. 6566)3. Un siglo después de su aparición editorial, con una distancia temporal suficiente para valorar en perspectiva su dimensión literaria y cultural, el Amadís de Gaula seguía siendo “el principio y origen” de los libros de caballerías, el modelo que inspiró a más de un escritor interesado en la composición de relatos de esta índole. Aparte de extender sus tentáculos sobre numerosos miembros del corpus genérico caballeresco, el Amadís tuvo una fructífera descendencia. Los cuatro libros con los que, teóricamente, Montalvo terminaba de encajar las piezas de su propio diálogo con la versión medieval de la historia se vieron inmediatamente secundados por un quinto libro, las Sergas de Esplandián, que venía a ser la culminación personal del proyecto refundidor del medinés. A partir de aquí, otros autores y otros títulos engrosaron la nómina hasta llegar a la interesante cifra de doce o trece libros, como más adelante se comentará. De algún modo, el clan caballeresco amadisiano contribuyó a relanzar una moda que ya habían puesto en práctica los escritores bretones medievales y que en la España del Renacimiento sería habitual: la literatura cíclica. De la misma forma que la tragicomedia de Fernando de Rojas dio pie a nuevas secuelas celestinescas, al igual que le ocurriría al Lazarillo de Tormes o a la Diana de Jorge de Montemayor, el linaje de Amadís de Gaula se fue perpetuando a través de diversas generaciones en las que nunca se perdía el espíritu heroico que alentaba en el texto original. Y mientras el de Gaula se felicitaba y, lo más sorprendente, convivía con sus hijos, nietos, biznietos o tataranietos, las crónicas que recogían la biografía de estos insignes paladines se convertían en un pequeño microcosmos caballeresco, donde estaban recogidas algunas de las tendencias características del género en su conjunto. A pesar de la obcecada intuición de la crítica decimonónica sobre el carácter repetitivo de los libros de caballerías, la mayoría de estos textos, tal y como se demuestra en las propias continuaciones amadisianas, poseen su propio sello distintivo. De acuerdo con las pautas al uso en la literatura cíclica, los autores podrán recurrir a los mismos personajes, podrán rememorar episodios de libros precedentes para establecer diferentes contrastes o reforzar una idílica continuidad temporal, pero, incluso en estos casos, un mismo autor puede perfilar historias de dispar condición, en las que asistimos a sucesivas recantaciones, críticas explícitas o desvíos intencionados, que responden, en última instancia, a una tensión evolutiva que es la que, al fin y a la postre, facilitará la supervivencia del género durante más de una centuria. De todo ello dan perfecto testimonio los vástagos del Amadís de Gaula, obras que ponen de relieve el doble impulso complementario que influye en la literatura caballeresca. Por una parte, resulta evidente que la prolongación de un texto previo les facilita las cosas a esos autores ocasionales que eligen un punto de partida sobre el que edificar su propia creación. Pero, además del aprovechamiento de unos personajes o de unas líneas argumentales ajenas, la inserción de un nuevo relato en una determinada genealogía novelesca puede concebirse también como reclamo publicitario, en tanto que los continuadores se acogen al prestigio de unos textos anteriores que ya son conocidos y ya han creado unas expectativas lectoras que ahora se podrán satisfacer. Las continuaciones 3 El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, ed. de Florencio Sevilla Arroyo y Antonio Rey Hazas, Alcalá de Henares, Centro de Estudios Cervantinos, 1994. © Centro de Estudios Cervantinos Emilio José Sales Dasí, Antología del ciclo de Amadís de Gaula (2006) caballerescas se definen, pues, con un talante, en primera instancia, conservador desde el momento en que buscan el respaldo de una obra que cuenta con un público lector más o menos incondicional. Sin embargo, de quedar reducidas simplemente a eso, a un eco de historias precedentes, las nuevas entregas de una saga hubieran terminando siendo meras repeticiones del original. Los mismos continuadores lo sabían. De ahí que cada uno de ellos se afanase en reivindicar sus distintas contribuciones al modelo base, de ahí que esos literatos que podían ser cuestionados por dejarse llevar únicamente por la práctica de la imitatio reorientaran por vías diferentes los patrones establecidos. Las opciones con las que contaban eran múltiples: podían enfocar la materia caballeresca desde una postura moral contraria, podían transformar los motivos característicos heredados e incluso cabía una posibilidad más atrevida, la de introducir materiales procedentes de otros campos genéricos coetáneos. En cualquier caso, todas las continuaciones reclamaban de algún modo su originalidad, al tiempo que sus experimentos literarios comportaban una renovación constante del propio género caballeresco. A partir de esta simple dicotomía, de esta tensión entre el apego al modelo básico y su continua revisión, la familia novelesca del Amadís va creciendo durante la primera mitad del siglo XVI. Serán cinco o seis décadas en las que la estirpe heroica de ese caballero tan idolatrado por don Quijote pase por fases distintas en manos de escritores con perspectivas éticas y estéticas muy dispares. Esto es. Manteniéndose en la cúspide de la fama caballeresca el protagonista fundacional de la saga, las crónicas que hablan de él y de sus osados descendientes evidenciarán una notoria diversidad, paralela a la que se refleja en el conjunto del corpus caballeresco. Así, es suficiente un simple cotejo con la tipología elaborada por José Manuel Lucía Megías4 sobre este campo de estudio para encontrarnos con que cada variante genérica cuenta entre sus textos característicos con una continuación amadisiana. Mientras los cuatro libros del Amadís se constituyen como el paradigma inicial del género con su propuesta ficcional idealista, las dos primeras respuestas a dicho modelo, la propuesta realista y la experimental, estarán representadas, respectivamente, por lo que en otro lugar, he llamado las continuaciones heterodoxas y ortodoxas de esta serie narrativa5, es decir, el Florisando y el Lisuarte de Díaz, por un lado, frente a las crónicas de Feliciano de Silva, en el otro extremo. El Amadís de Gaula y sus continuaciones nos ofrecen, pues, un repertorio variado de argumentos y propuestas narrativas que contribuirán a fortalecer el carisma editorial de una literatura que triunfa en el siglo XVI, que se lee y escucha, que recoge muchos aspectos de la ideología política, religiosa e incluso cultural de su época y los reelabora por el camino de la ficción para proponer a sus lectores un mundo casi irreal de ensueños y quimeras. De la sintonía de tales relatos con las expectativas del público de la época da buena cuenta el dato de que, tomados como una unidad los diez títulos que integran la serie amadisiana, el número de sus ediciones a lo largo de la centuria viene a representar casi la tercera parte del total de las ediciones y reimpresiones de los textos que integran el corpus del género caballeresco. Y si de la difusión de estas obras hablamos, igualmente habrá que recordar su influjo más allá de nuestras fronteras. Primero, de la mano de aquellos conquistadores que se atrevieron a cruzar el Atlántico con la esperanza de encontrar en el Nuevo Mundo esos 4 “Libros de caballerías castellanos: textos y contextos”, Edad de Oro, 21 (2002), pp. 9-60 [pp. 28-32], e “Introducción” a Libros de caballerías castellanos: una antología, ed. de Carlos Alvar y José Manuel Lucía Megías, Barcelona, DeBolsillo, 2004, pp. 40-41. 5 “Las continuaciones heterodoxas (el Florisando de Páez de Ribera y el Lisuarte de Grecia de Juan Díaz) y ortodoxas (el Lisuarte y el Amadís de Grecia de Feliciano de Silva) del Amadís de Gaula”, Edad de Oro, 21 (2002), pp. 117-52. © Centro de Estudios Cervantinos Emilio José Sales Dasí, Antología del ciclo de Amadís de Gaula (2006) reinos exóticos y ricos de los que hablaban Montalvo o Silva, de la mano de esos conquistadores cuyas lecturas caballerescas venían a resucitar diversos mitos y leyendas difundidas durante la Edad Media6. Y si estos aventureros castellanos reconocían la nueva realidad americana o la bautizaban con el apoyo de sus aficiones librescas7, mucho más cerca, del otro lado de los Pirineos, los Amadises también eran objeto de devoción en distintas cortes europeas. En este sentido, su impronta ha sido destacada como el primer episodio de difusión industrial internacional de la literatura de ficción8. Entre otros países, la serie de los Amadises llegó a Italia muy pronto. Mambrino Roseo de Fabriano empezó a traducir el ciclo en su totalidad hacia 1546, menos el Lisuarte de Diaz, escribiendo una nueva prolongación, el Esferamundi de Grecia, actuando como su editor Michele Tramezzino. Antes incluso que en Italia se materializó la moda de los Amadises en Francia con las traducciones de Nicolas de Herberay des Essarts (1540), primero de una serie de traductores cuyo trabajo serviría para trasplantar los textos castellanos como modelo de urbanidad y buenas maneras en Francia9, y servir de trampolín hacia su difusión en otros países, en territorio alemán10, por ejemplo, donde la primera traducción de versiones francesas se data en 1569, o en Inglaterra, país en el que el influjo de la literatura caballeresca castellana llegó un poco más tarde en forma de traducciones, hacia 159011, si bien fue de suma importancia el impacto de textos como los de Feliciano de Silva en destacados literatos británicos. Dentro y fuera de la Península fueron muchos los escritores y lectores que quedaron encandilados por la historia de Amadís de Gaula y sus descendientes, por unos libros a los que, según se dice en distintos lugares, los diferentes autores, con Montalvo a la cabeza, de la saga accedieron por pura casualidad. Libros que, aparentemente, fueron escritos por testigos cercanos a los hechos o por magos todopoderosos, y que permanecieron ocultos hasta que el azar permitió su afortunado hallazgo. Libros que prometían en sus títulos el relato de increíbles hazañas y apasionados amores, a pesar de que entre sus páginas es posible, como invitamos a través de la presente Antología, a descubrir otros episodios extraordinarios que todavía pueden servir como algo más que mero pasatiempo a los lectores de hoy en día. 6 Véase a este respecto el ameno recorrido que al que nos invitan Mª Jesus Lacarra y Juan Manuel Cacho Blecua, en Lo imaginario en la conquista de América, Zaragoza, Oroel, 1990. 7 Mario Hernández y Sánchez-Barba, “La influencia de los libros de caballerías sobre el conquistador”, Estudios Americanos, 19 (1960), pp. 235-56; Stephen Gilman, “Bernal Díaz del Castillo and Amadís de Gaula”, Homenaje a Dámaso Alonso, Madrid, Gredos, 1968, II, pp. 99-113; Ida Rodríguez Prampolini, Amadises de América. La hazaña de Indias como empresa caballeresca, Caracas, Ediciones de Centro de Estudios Latinoamericanos “Rómulo Gallegos”, 1977. 8 Anna Bognolo, “Il «Progetto Mambrino». Per un’esplorazione delle traduzioni e continuazioni italiane dei Libros de caballerías”, Rivista di Filologia e Letteratura Ispaniche, 6 (2003), pp. 191-202. 9 Edwin B. Place, “El Amadís de Montalvo como manual de cortesanía en Francia”, Revista de Filología Española, 38 (1954), pp. 151-69; Les “Amadis” en France au xvie siècle, París, Rue d’Ulm, 2000. 10 Sobre los Amadises en Alemania, remitimos a Hilkert Weddige, Die “Historien vom Amadis auss Franckreich”, Wiesbaden, Franz Steiner, 1975. 11 J. J. O’Connor, Amadís de Gaule and its Influence on Elizabethan Literature, New Brunswick, N. J., Rutgers Un. Press, 1970. © Centro de Estudios Cervantinos Emilio José Sales Dasí, Antología del ciclo de Amadís de Gaula (2006) Nuestra edición Los fragmentos seleccionados en esta antología pretenden recoger los episodios más importantes de cada uno de los relatos de nuestro corpus, o su elección responde al deseo de mostrar la variedad compositiva y temática de dichos textos. Asimismo estos fragmentos proceden de los ejemplares de la primera edición conservada de los distintos libros de la serie amadisiana, utilizándose en algunos casos, como cotejo, alguna edición posterior de los mismos del XVI o alguna de las ediciones modernas de las que afortunadamente ya disponemos, de acuerdo con el siguiente listado: 1. Garci Rodríguez de Montalvo, Amadís de Gaula, Zaragoza, Jorge Coci, 1508. ___, Amadís de Gaula, ed. de Juan Manuel Cacho Blecua, Madrid, Cátedra, 1987-1988. 2. Garci Rodríguez de Montalvo, Sergas de Esplandián, Las, Toledo, Juan de Villaquirán, 1521. ___, Sergas de Esplandián, ed. de Carlos Sainz de la Maza, Madrid, Castalia, 2003. 3. Ruy Páez de Ribera, Florisando, Salamanca, Juan de Porras, 1510. 4. Feliciano de Silva, Lisuarte de Grecia, Sevilla, Jacobo y Juan Cromberger, 1525. ___, Lisuarte de Grecia, ed. de Emilio José Sales Dasí, Alcalá de Henares, Centro de Estudios Cervantinos, 2002. 5. Juan Díaz, Lisuarte de Grecia, Sevilla, Jacobo y Juan Cromberger, 1526. 6. Feliciano de Silva, Amadís de Grecia, Cuenca, Cristóbal Francés, 1530. ___, Amadís de Grecia, ed. de Ana Carmen Bueno y Carmen Laspuertas, Alcalá de Henares, Centro de Estudios Cervantinos, 2004. 7. Feliciano de Silva, Primera y segunda parte del Florisel de Niquea, Valladolid, Nicolas Tierri, 1532. 8. Feliciano de Silva, Tercera parte del Florisel de Niquea, Sevilla, Herederos de Juan Cromberger, 1546. ___, Tercera parte del Florisel de Niquea, ed. de Javier Martín Lalanda, Alcalá de Henares, Centro de Estudios Cervantinos, 1999. 9. Pedro de Luján, Silves de la Selva, Sevilla, Dominico de Robertis, 1546. 9. Feliciano de Silva, Cuarta parte del Florisel de Niquea, Salamanca, Andrés de Portonaris, 1551. ___, Cuarta parte del Florisel de Niquea, Zaragoza, Pierrez de la Floresta, 1568. Cada uno de los fragmentos va encabezado por un pequeño comentario que sitúe al lector en los antecedentes y características más sobresalientes de la aventura que se narrará a continuación, optándose por ofrecer la narración completa del episodio seleccionado. Por otra parte, los textos se acompañan de tres tipos de notas: por un lado, las explicativas, que vienen a presentar o identificar, a grandes rasgos, los personajes caballerescos que aparecen, para que el lector no se pierda en el vasto inventario de entes ficcionales que figuran en estas obras; por otro lado, una serie de notas léxicas, que explican expresiones o palabras que no son habituales en el uso actual del español; y, finalmente, unas referencias informativas o bibliográficas, no demasiado prolijas, con la única intención de ayudar a la comprensión de un episodio o remitir al lector a la consulta de trabajos que puedan ser de su interés. © Centro de Estudios Cervantinos Emilio José Sales Dasí, Antología del ciclo de Amadís de Gaula (2006) Para la transcripción y edición del texto se han seguido los siguientes criterios: -En cuanto a las grafías, se regula el uso de u, i (con valor vocálico), frente a v, j (con valor consonántico). El uso de la y se reserva para: [1] la posición final absoluta de palabra (rey) y [2] la conjunción copulativa, en el caso de documentarse. Se mantiene el consonantismo del texto base, incluso en sus alternancias, como en el empleo de nasal -mo -n- ante bilabial -b-, -p- (enperatriz, tanpoco), así como la ausencia o presencia de h, y la aparición de f- en la posición de inicio de palabra. Las intervenciones realizadas son las siguientes: -La grafía qu- se mantiene ante las vocales e/i (quien), pero se transcribe como c(/k/) ante a/o/u (quando cuando) -La grafía ç se mantiene sólo ante a,o,u para distinguirse de la oclusiva velar (cabeça, pieça, coraçón). -Mantenemos la alternancia del texto base entre –s-/-ss-. -En cuanto a los grupos cultos, las grafías ch son sustituidas por aquellas que representan el sonido velar /k/ (archero arquero); aunque se conservan grupos con reflejo fonético como bd (cibdad/ciudad), ct (victoria/vitoria) o ff (officio/oficio). -Las abreviaturas se desarrollan sin ninguna indicación. El signo tironiano τ se transcribe como e, exceptuando los casos en que la palabra siguiente empieza por la misma vocal, con lo que se recurre a la grafía y para evitar la cacofonía. -Se siguen los usos del español actual para la unión y separación de palabras, aunque con las siguientes matizaciones: -Para las fusiones por fonética sintáctica se emplea el apóstrofe en el caso de las vocales elididas, diferenciando por ejemplo entre del d’el, d’él. -Mantenemos arcaísmos como empós que en alguna ocasión alterna con la forma moderna en pos, las aglutinaciones en que aparece el pronombre enclítico ge [o je], o también la separación del adverbio assí mesmo / assí mismo. -El uso de las mayúsculas y minúsculas también se ha regulado según los actuales criterios de la lengua, escribiendo en minúsculas las palabras que denotan autoridad o poder públicos (Esplandián, emperador de Constantinopla), si bien se utiliza la mayúscula cuando estas palabras sustituyen al propio nombre (Emperador de Trapisonda). La palabra cavallero se escribe en mayúscula cuando se convierte en el sobrenombre de un personaje (Cavallero de la Espera), pero no cuando se utiliza como una simple referencia ocasional (el cavallero de la floresta). -Se acentúa siguiendo las normas vigentes, teniendo en cuenta el valor diacrítico de la tilde en las siguientes parejas: -á (verbo) / a (preposición) -ál (indefinido) / al (contracción) -dé (verbo) / de (preposición) -dó (verbo) / do (adverbio) -só (verbo) / so (preposición) -ý (adverbio) / y (conjunción) -Se ha regularizado en lo posible la puntuación del texto para facilitar su lectura. -Las enmiendas al texto figuran como adiciones, entre paréntesis cuadrados ([]), y supresiones, entre ángulos (< >). En algunos casos hemos utilizado los puntos suspensivos entre paréntesis cuadrados […] a fin de indicar la omisión de diversos fragmentos que no consideramos que aportan una información muy secundaria y son prescindibles sin alterar el significado global del fragmento o episodio reproducido. © Centro de Estudios Cervantinos Emilio José Sales Dasí, Antología del ciclo de Amadís de Gaula (2006) Agradecimientos La antología que tienes en tus manos no hubiera sido posible sin la espontánea iniciativa de José Manuel Lucía Megías, a quien debo agradecer su confianza, pero, sobre todo, su generosa paciencia durante varios años, tantos como me mantengo junto a mis amados caballeros de papel. Un poco antes, el ejemplo de Juan Manuel Cacho Blecua me sirvió de estímulo para acercarme a las historias del intrépido Amadís de Gaula. Y entre pasado y presente, recordaré, asimismo, a Rafael M. Mérida, a Josep Lluis Sirera y a Isabel Romero, presentes también en este trabajo. Más allá del estímulo y del asesoramiento académico, es obligado reconocer mis deudas con Elvira, por tolerar mis frecuentes olvidos, y un quimérico hidalgo de la Mancha que, a pesar de su locura o precisamente por ella, me ofreció un rico catálogo de lecturas para amar la palabra escrita y soñar con míticas edades doradas. © Centro de Estudios Cervantinos