Amadís de Grecia» de Feliciano de Silva

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Carmen Laspuertas, Amadís de Grecia, de Feliciano de Silva (2000)
INTRODUCCIÓN
EN 1530 SALIÓ DE LAS PRENSAS de Cristóbal Francés, un impresor afincado en Cuenca,
el Nono libro de Amadís de Gaula, que es la corónica del muy valiente y esforçado príncipe y Cavallero de
la Ardiente Espada Amadís de Grecia, hijo de Lisuarte de Grecia, emperador de Costantinopla y de
Trapisonda y rey de Rodas, que trata de los sus grandes hechos en armas y extraños amores. Su autor,
Feliciano de Silva, brindaba al público aficionado la continuación del precoz Lisuarte de
Grecia, séptimo de Amadís de Gaula, con el que ya había paladeado las mieles del éxito.
Después, sacó a luz la voluminosa Crónica de Florisel de Niquea, título genérico que engloba
tres volúmenes, cinco libros y cuatro partes: I y II, publicadas juntas (volúmen nº 29 de esta
colección), parte III (nº 37), y parte IV (nº 52), cuyos dos libros pudieron editarse de forma
independiente en la primera edición. En 1534 publicó, además, Segunda Celestina, la primera
y mejor continuación de la obra de Fernando de Rojas.
Esta enorme producción delata al ávido lector de cuantas novedades editoriales salieron
al mercado y al prodigioso autor que dedicó cuarenta años a redactar una crónica ficticia, la
de cuatro descendientes del inmortal Amadís de Gaula: Lisuarte de Grecia, Amadís de
Grecia, Florisel de Niquea y Rogel de Grecia. Su obra caballeresca es una aventura
generacional, una gran aventura, que incluye égoglas y pastores, cartas de amor y de desafío,
guerreras invencibles, edificios sorprendentes, vestidos, duelos y encantamientos. A la
vistosidad narrativa se suma la verbal, que, con los años, se tiñó de extravagancia y mereció
el tirón de orejas de Miguel de Cervantes. Estas son dos características de su obra. Otras
dos: la dedicó a importantes personalidades del círculo cortesano de Carlos V, al arzobispo
de Sevilla, al III duque del Infantado, al duque de Béjar y a la infanta María, hija del
emperador, y desplegó en ella algo de crítica literaria.
Amadís de Grecia marca un punto de inflexión. Es la segunda incursión literaria de su
autor, probablemente la obra en la que más aspiraciones puso. El libro narra la madurez
caballeresca de Amadís de Grecia, la decadencia de Lisuarte, su padre, y los inicios de
Florisel, su hijo. Ya experimenta con la prosa pastoril y la cortesana, incluye composiciones
poéticas y se permite alguna licencia libertina; habla de amores, de viajes y de
encantamientos. Es una sofisticada máquina que se leyó con placer en la España del siglo
XVI y que incluso hoy no está exenta de encanto.
Feliciano de Silva se dejó querer por el reconocimiento público, pero es posible que
ambicionara el éxito en la corte, al modo de fray Antonio de Guevara; tal vez deseó ser
cronista oficial, como su abuelo Tristán de Silva. Méritos no le faltaban, pues pertenecía a
una familia ilustre y poseía un pasado militar activo; además, escribía bien y a pocas leguas,
en Valladolid, la corte y los grandes señores desplegaban sus atavíos. Aunque dejó dicho
que Diego de Mendoza, a quien dedicó Amadís de Grecia, le había mandado pedir la obra, no
hay pruebas evidentes de un mecenazgo oficial. Sí las hay del magisterio que le demanda
Gaspar Gómez de Toledo, de que su nombre se invocó con elogiosas palabras en las
cabeceras de algunos libros de la época, [...]. Al morir, su amigo Jorge de Montemayor le
dedicó su sentido epitafio:
© Centro de Estudios Cervantinos
Carmen Laspuertas, Amadís de Grecia, de Feliciano de Silva (2000)
¿Quién yaze aquí? Un docto caballero.
¿De qué linage? Silva es su apellido.
¿Qué poseyó? Más honra que dinero.
¿Cómo murió? Assí como ha vivido.
¿Qué obras hizo? El vulgo es pregonero.
¿Murió muy viejo? Nunca moço ha sido;
pero, según su ingenio sobrehumano,
por tarde que muriese, fue temprano.
Carmen Laspuertas Sarvisé
© Centro de Estudios Cervantinos
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