La objeción de conciencia al aborto de los profesionales sanitarios

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Relaciones Laborales
La objeción de conciencia al aborto de los profesionales sanitarios
José Luis Gil y Gil, catedrático acreditado de Derecho del Trabajo
de la Universidad de Alcalá y miembro del Consejo Asesor de Sagardoy Abogados
deontológicas de la profesión médica
y de la enfermería reconocen el derecho a la objeción de conciencia. El
Código de Ética y Deontología Médica, de 1999, dispone que el médico
puede abstenerse de la práctica de determinados actos profesionales, como
el aborto, la fecundación in vitro o la
esterilización, si éstos se encuentran
en contradicción con sus convicciones
éticas y científicas (art. 26). En términos similares se manifiesta el artículo
22 del Código Deontológico de la
Organización Colegial de Enfermería,
aprobado por resoluciones números
832/89 y 2/98.
La objeción de conciencia al aborto de
los profesionales sanitarios ha vuelto a
la actualidad con la aprobación de la
Ley Orgánica 2/2010, de 3 de marzo,
de salud sexual y reproductiva y de la
interrupción voluntaria del embarazo.
Durante años, el derecho a la objeción de conciencia al aborto de los
profesionales sanitarios se ha fundamentado en la aplicación directa de la
Constitución Española, que reconoce
el derecho a la libertad ideológica y
religiosa (art. 16.1). Tal solución no estaba exenta de inconvenientes. Según
el parecer mayoritario de la doctrina,
era aconsejable que el legislador regulara tal derecho. Atendiendo a esa
solicitud, la Ley Orgánica reconoce
el derecho a la objeción de concien-
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cia de los profesionales sanitarios.
La regulación explícita del derecho,
siguiendo las pautas de los ordenamientos jurídicos de nuestro entorno,
resultaba necesaria por el paso de la
situación de ilegalidad del aborto,
salvo en los supuestos de despenalización, a la consagración del derecho
de la mujer a abortar.
Fundamento del derecho a
la objeción de conciencia al
aborto
El fundamento de la objeción de
conciencia al aborto suele plantearse
desde tres puntos de vista: deontológico, ético y religioso. Así, las normas
La STC 53/1985, de 11 de abril, hubo
de abordar la ausencia, en el Proyecto
de Ley Orgánica de reforma del artículo 417 bis del Código Penal, de
una regulación sobre la objeción de
conciencia del personal sanitario. Tras
señalar que al Tribunal no se le oculta
la “especial relevancia” de la cuestión
relativa a la objeción de conciencia del
personal sanitario, y que la regulación
de la misma puede revestir un “singular interés”, añade que ese derecho
“existe y puede ser ejercido con independencia de que se haya dictado
o no tal regulación”, en la medida en
que “la objeción de conciencia forma parte del contenido del derecho
fundamental a la libertad ideológica
y religiosa reconocido en el artículo
16.1 de la Constitución y, como ha
indicado este Tribunal en diversas ocasiones, la Constitución es directamente aplicable, especialmente en materia
de derechos fundamentales”.
El derecho a la objeción de conciencia debe compatibilizarse con otros
derechos e intereses legítimos. Ante
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todo, el ejercicio del derecho a la objeción de conciencia colisiona con el
derecho de la madre gestante a interrumpir el embarazo en los supuestos
legales. Tal derecho se traduce en un
deber correlativo de las instituciones
sanitarias de garantizar la prestación
del servicio. Por tanto, la objeción de
conciencia colisiona con el funcionamiento adecuado de los centros públicos o privados, que han de asegurar
la debida asistencia sanitaria, y con el
deber de los profesionales sanitarios
de cumplir las órdenes e instrucciones de las instituciones sanitarias. Así
pues, es menester hallar un punto de
equilibrio, según exige el principio de
proporcionalidad. En este sentido, la
institución sanitaria debe acomodar
razonablemente la organización. A
tal efecto, puede asignar al personal
sanitario objetor otras tareas dentro
del mismo servicio, por ejemplo, la
previas o posteriores a la intervención quirúrgica, o bien la emisión de
informes. En otros casos, resultará
necesario trasladar al personal de ginecología a otros servicios dentro del
mismo centro de trabajo. Con todo,
la jurisprudencia sobre el particular es
contradictoria (STS, Sala de lo Contencioso-Administrativo, de 20 de enero
de 1987, Ar. 18; SSTSJ de Aragón de
18 de diciembre de 1991, Ar. 6687, y
23 de septiembre de 1992, y STS de
25 de noviembre de 1993, Ar. 9075).
La objeción de conciencia en
la Ley Orgánica 2/2010, de 3 de
marzo
La Ley Orgánica 2/2010, de 3 de marzo, reconoce el derecho a la objeción
de conciencia de los profesionales sanitarios, en el artículo 19.2, apartados
segundo y tercero.
Son titulares del derecho los profesionales sanitarios directamente implicados en la interrupción voluntaria del
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embarazo. El derecho a la objeción de
conciencia al aborto solo pertenece
al personal sanitario (médicos especialistas en obstetricia y ginecología,
personal de enfermería, auxiliares de
clínica, anestesistas, matronas o estudiantes en prácticas) que, de una
u otra forma, interviene de forma
directa en la realización del mismo.
No parece razonable extender el derecho a los médicos que cumplen tareas
de dirección o administración de un
centro público en el que se practican
interrupciones legales del embarazo
(director, jefes de servicio o similares),
respecto de los actos directamente
asociados al ejercicio de esas funciones (distribución de tareas, asignaciones presupuestarias, suministros), sin
perjuicio de su derecho a negarse a
intervenir en la ejecución material de
las intervenciones abortivas. Tampoco se reconoce el derecho al personal
administrativo y laboral por actos asociados de modo indirecto a la práctica
del aborto, como los que realizan el
personal de recepción, camilleros, limpiadores, personal de mantenimiento,
auxiliares de cocina o administración.
En virtud de lo establecido en la Ley
Orgánica, el rechazo o la negativa a
realizar la intervención de interrupción
del embarazo por razones de conciencia es una decisión siempre individual
del personal sanitario directamente
implicado en la realización de la interrupción voluntaria del embarazo.
No cabe, pues, la objeción colectiva
de todo el servicio de ginecología de
un centro: cada profesional sanitario
que intervenga directamente en la interrupción voluntaria del embarazo ha
de ejercitar el derecho de forma individual. Tampoco cabe que un hospital
o una clínica aleguen la objeción de
conciencia frente al deseo de la gestante de interrumpir su embarazo.
En realidad, lo decisivo no son las
características profesionales o perso-
nales de quien pretende objetar, sino
más bien el objeto o tipo de actos que
realiza. Se hallen vinculados por una
relación funcionarial o laboral, solo
pueden ejercitar el derecho a la objeción de conciencia los profesionales
sanitarios “directamente implicados”
en la interrupción voluntaria del embarazo. Añade la Ley Orgánica que
el ejercicio del derecho a la objeción
de conciencia no puede menoscabar el acceso y la calidad asistencial
de la prestación. En todo caso, los
profesionales sanitarios dispensarán
tratamiento y atención médica adecuados a las mujeres que lo precisen,
antes y después de haberse sometido a una intervención de interrupción
del embarazo. Si excepcionalmente el
servicio público de salud no pudiera
facilitar en tiempo la prestación, las
autoridades sanitarias reconocerán
a la mujer embarazada el derecho a
acudir a cualquier centro acreditado
en el territorio nacional, con el compromiso escrito de asumir directamente el abono de la prestación. En
fin, en cuanto a la forma de ejercicio,
la decisión individual debe manifestarse anticipadamente y por escrito.
Aunque la Ley Orgánica no lo menciona, existe un límite indiscutible para
el ejercicio del derecho a la objeción
de conciencia: el peligro grave para la
vida de la madre. Es una constante en
las legislaciones que regulan la objeción de conciencia el establecer, como
salvedad, los casos de riesgo vital para
la mujer. El segundo límite para la objeción de conciencia del personal sanitario a la práctica de abortos procede
de la propia veracidad de la objeción.
Tampoco ha añadido la Ley Orgánica una cláusula expresa que prohíba
la discriminación de los objetores en
materia laboral, salarios, ascensos o
traslados. Aun así, se aplica en la materia la tutela genérica en materia de
no discriminación [arts. 14 CE, 14 i)
EBEP y 17.1 ET].
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