La guerra olvidada de Burundi

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La guerra olvidada de Burundi
Internacional - 06/08/2003 0:00 | Juan Carlos Galindo
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Fuente: Agencia de Información Solidaria (AIS)
'Hay montones de muertos en Bujumbura, ciertos sectores de la ciudad son auténticos
mataderos'. Así describía la capital de Burundi un funcionario de la embajada
estadounidense poco después de ser evacuado a Etiopía hace quince días. La última
ofensiva rebelde, lanzada el pasado siete de julio por una de las facciones de
extremistas hutus del Frente de Liberación Nacional (FLN), causó, según fuentes
oficiales, 200 muertos y más de 40.000 desplazados. Los rebeldes llegaron incluso a
controlar algunos de los barrios del sur de la capital.
Los acontecimientos cumplen a la perfección el guión de toda guerra africana: masacres,
mutilaciones y marcas a machete, secuestros, niños soldado... Lejos de ser hechos
aislados, estos ataques son tan sólo un capítulo más de un enfrentamiento étnico
interminable y olvidado. Según Naciones Unidas, desde 1993 la guerra ha matado en
Burundi a más de 300.000 personas, en su mayoría civiles, y ha provocado cientos de
miles de desplazados y refugiados.
Burundi es uno de los países más pobres y densamente poblados del mundo: su
esperanza de vida no alcanza los 46 años, el 20 por ciento de la población es portadora
del virus del sida y más del 70 por ciento vive por debajo del umbral de la pobreza. La
composición étnica del país (85 por ciento hutus y 13 por ciento tutsis) dificulta un arreglo
pacífico del conflicto y la transición política, iniciada hace veinte meses, se encuentra
ahora seriamente amenazada por la ofensiva rebelde. Sin embargo, este conflicto no se
puede entender como un simple enfrentamiento étnico.
El proceso descolonizador llevado a cabo por Bélgica responde al paradigma colonial
europeo: una vez alcanzada la independencia, la metrópoli abandona el país pero sigue
defendiendo sus intereses, estrategia que en este caso convierte en un apoyo
incondicional a los extremistas tutsis, etnia que tradicionalmente ha monopolizado el
poder en Burundi. El resultado se traduce en décadas de inestabilidad, dictaduras
militares y enfrentamientos.
En la década de los ochenta, el tutsi Pierre Buyoya se convierte en la figura esencial de
la política en Burundi. Después de un golpe de Estado en 1983, su intención de
perpetuarse en el poder se ve truncada por la presión internacional. En 1993 Buyoya
instaura un sistema multipartidista y organiza elecciones, pero el Frente para la
Democracia en Burundi (Frodebu), de mayoría hutu y liderado por Melchior Ndadaye, se
impone. Tres meses después, Ndadaye es asesinado y resulta elegido presidente
Cyprien Ntaryamira, asesinado poco después. El caos y la inestabilidad política sólo
acentuaron el odio: hutus y tutsis se organizaron en milicias, se multiplicaron las muertes
de civiles y se estableció el punto de partida para el desarrollo actual de los hechos.
El general Pierre Buyoya volvió a dar un golpe de Estado en 1996. El resultado no puede
ser peor: se intensifican los enfrentamientos y se imponen sanciones internacionales
contra Burundi. En agosto de 2000, el gobierno de Buyoya inicia las conversaciones de
paz con los principales grupos armados hutus: el CND-FDD (escisión armada surgida en
1994 del partido Frodebu y dirigida por Pierre Nkurunziza) y el FLN (formación creada en
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