“Interpretación y poesía”, Cristela Stur

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Interpretación y poesia
Nos enseña Lacan en su última enseñanza que todo discurso tiene un
efecto de sugestión. El sujeto delira, allí en donde no hay, enredado
con el parentesco y la novela familiar, trae a la sesión
indefectiblemente su ficción, la que le da el sentido, habla-goza
adormecido, y lo único que lo despabila es algo de lo real que
conmueve, despierta al no comprender.
El analista esta advertido de que el discurso del amo tapona, y que el
sujeto esta rendido ante él, entonces, hay aquí la posibilidad de un
goce que podría eternizar el inconsciente interpretativo. Desde la
primera entrevista, se buscará que en el parlêtre aparezca la voluntad
de gozar hablando, de jugar con el significante, para sacar algunas
consecuencias de sus dichos, como dice Lacan, el inconsciente no es
el ser que piensa, pues allí, le da al cascabel del sentido. El analista
apuntará a lo singular tomando el divino detalle, lo que está al margen
para bordear lo real de la lengua.
La pregunta es, ¿Cómo usar la palabra tocando el borde pulsional? Si
el significante es incompatible con la pulsión ¿de qué resonancia se
trata?
Voy a tomar particularmente, en este breve escrito, la vertiente poética
de la interpretación, pues intento aproximarme a pensar la indicación
Milleriana, hacer “un esfuerzo de poesía”. Allí nos dice que si un
significante no va en el sentido de la identificación, y su finalidad es el
goce, eso es poesía, pues la poesía violenta el sentido.
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Claramente, no es la poesía metafórica occidental, sino aquella que
se puede usar para intentar tocar por medio del significante un poco
de real. Leer la letra de goce usando la escucha, la presencia del
analista es soporte de la interpretación que objeta el infinito del
inconsciente, esta incluirá en el equívoco una x, un enigma,
posibilitando que el sujeto haga un esfuerzo de colocar allí su deseo.
No se trata, en la sesión de un hablar cualquiera, no es como piensa el
neurótico que debe obtener algo, con la idea de lo útil, ese es el lado
hombre de la formula, del todismo del amo dador de sentido, que
cretiniza, que insiste en lo universal, dicho de otra manera la debilidad
mental; sino que es un decir que al igual que en la poesía, los
significantes no se relacionan más que por el placer sonoro, la
asociación libre es un esfuerzo de poesía.
De esta manera, el analizante se vuelve más poeta, se aparta de la
novela, pues las identificaciones que son asuntos de familia,
significantes viejos, irán cayendo, y se desprenderá el Uno del Otro.
Las vueltas dichas darán lugar a un bien decir, que hará consonancia
con su singular modo de gozar, esa es la apuesta.
La interpretación, esa sutileza, que no encaja en la cadena, abre la
dimensión del sin-sentido, marcando el goce del síntoma. El decir del
analista intenta situar lo que determina al sujeto, llegar al hueso,
llevándolo a esos significantes sueltos sobre los que ha delirado,
aislarlos, aproximándolos a su condición de letra, de tyché
La dirección es a hacer resonar la pulsión como eco en el cuerpo,
recorriendo el litoral de lo real, separando de contexto, de la intención,
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así, el analista sorprende, con un corte poético, basado en el equívoco
homofónico, gramatical o lógico, pues la polisemia de la palabra
posibilita vía la resonancia el despertar.
Lacan, toma la escritura poética china de Francois Cheng, para
demostrar la interpretación que marca el S1 asemántico, se trata de
una escritura poética, que hace un forzamiento, los poetas chinos
canturrean, modulan, y desde la tonalidad hasta la modulación, hay
deslizamiento. La poesía, posibilita el encuentro con los límites de la
palabra, con el muro, con la tachadura.
El psicoanálisis Lacaniano, es un contra psicoanálisis, Miller nos
advierte, en relación a nuestra clínica “Porque en el inconsciente
transferencial sigue vigente una intención, un querer decir, un querer
que se diga algo cuando el inconsciente real no es intencional, sino
que se encuentra bajo la modalidad del “así es”. Que se puede decir
es nuestro “Amen”(1).
Cristela Stur
(1)Miller, J. A., “Lo real en el siglo XXI”, El Orden Simbólico en el Siglo XXI, pág. 436
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