Expectativas racionales e ineficiencia de la política

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Macroeconomic policy
Alan Marin
Expectativas racionales e ineficiencia de la política
económica
Está claro que el nivel de muchas variables que influyen en el output, como por
ejemplo el de la inversión, está afectado por las expectativas de la gente sobre el
futuro. Uno de los problemas principales de la ciencia económica ha sido el cómo
modelar satisfactoriamente la forma en que las personas forman sus expectativas
sobre acontecimientos futuros, tales como la inflación futura. En el capítulo
anterior, al explicar la Curva de Phillips ampliada con expectativas y cómo el trade
off a corto plazo entre la inflación y el desempleo se alteraba y acababa
desapareciendo, supusimos implícitamente que las expectativas sobre la inflación
se adaptaban con retraso a los niveles reales de inflación. Sin embargo, esto tiene
aspectos insatisfactorios, como la implicación de que las personas realizan errores
sistemáticos en sus predicciones durante periodos de inflación regularmente
cambiante.
Recientemente, se ha aplicado a los modelos macroeconómicos una forma
de modelar las expectativas, propuesta inicialmente para la microeconomía por
Muth (1961). A esta teoría se la llama «expectativas racionales» -el último en la
larga corriente de conceptos económicos que oficialme nte están libres de valores
pero a los que se les asignan normativamente nombres persuasivos: después de
todo, ¿quién querría ser acusado de tener «expectativas irracionales», o quién
sería lo suficientemente altivo como para atribuírselas a otros?
Básicamente, el enfoque supone que las personas utilizan óptimamente
toda la información disponible al realizar las previsiones que forman parte de sus
decisiones. Esta información no sólo incluye las series de datos disponibles más
recientes, sino también el mejor conocimiento disponible sobre la estructura de la
economía (es decir, «el» mejor modelo de la economía, o la parte de éste bajo
consideración). La información tomará en cuenta las propias políticas
gubernamentales si éstas son conocidas o pueden deducirse. Incluirá un
conocimiento de todos los errores de predicción anteriores, y si éstos mostraran
un patrón sistemático, este mismo patrón podría ser utilizado para mejorar las
predicciones. Así, los individuos no harán errores sistemáticos al formar sus
expectativas, ya que estos errores no serían coherentes con las «expectativas
racionales».
Al combinar esto con otros supuestos sobre el comportamiento
macroeconómico, aparecen resultados sorprendentes y potentes. La proposición
concreta en la que nos centraremos se debe a Lucas (1972) y la reforzaron
Sargent y Wallace (1976)1. En el contexto y nivel de este libro, la forma más fácil
1
No vamos a tratar la llamada «crítica de Lucas» de la modelación econométrica (Lucas (1976)),
cuyos detalles pueden encontrarse en libros más avanzados centrados en las expectativas
racionales, por ejemplo Begg (1982), Sheffrin (1983). Estos libros también proporcionan un informe
1
de ver la proposición es utilizando la Curva de Phillips ampliada con expectativas
desarrollada en el Capítulo 4. El argumento se planteará tanto verbalmente como
utilizando símbolos.
En ese capítulo, el resultado era que los cambios en el salario nominal
estaban relacionados con el desempleo, y las expectativas sobre la inflación de
precios –en la versión fuerte del modelo, los cambios en los salarios reaccionaron
totalmente a las expectativas sobre la inflación de los precios. Si también existe,
tal como se supone frecuentemente, una relación sistemática entre los cambios
reales en los precios y los cambios en los salarios, se desprende que la inflación
real de los precios estará relacionada con el desempleo y con la inflación de
precios esperada. Además, el equilibrio a largo plazo se definió como el momento
en el que la inflación real iguala a la esperada, situándose entonces el desempleo
en su tasa «natural» o NAIRU. Por lo tanto, sólo si la inflación real de los precios
no es igual a la inflación esperada, el desempleo será diferente de su tasa natural
o NAIRU (en el resto de la sección, supondremos que NAIRU es la tasa natural a
la que la demanda iguala a la oferta).
En el tratamiento inicial se supuso que los cambios en los salarios, y por lo
tanto los cambios reales de los precios, dependían del desempleo y de la inflación
esperada, pero la dirección implícita de causalidad puede ser invertida (en la
explicación de Friedman en el Capítulo 4, páginas 67-70, este es claramente el
caso). En este caso, el nivel de desempleo, y por lo tanto el del output, depende
de la diferencia entre la inflación de los precios real y la esperada. El desempleo
sólo diferirá de su «tasa natural» si la inflación esperada difiere de la inflación real.
Las políticas sólo podrán afectar al desempleo si pueden afectar a la diferencia
entre la inflación real y la prevista. Pero con expectativas racionales, las personas
podrán prever las pautas y los efectos de cualquier política gubernamental
sistemática. Por lo tanto, si los gobiernos responden sistemáticamente a los
acontecimientos, y no erráticamente, no podrán romper el vínculo entre la inflación
real y la esperada. Consecuentemente, no podrán afectar al output y al empleo,
que estará a su tasa natural excepto en los casos en los que se produzcan shocks
aleatorios imprevisibles.
El argumento puede también resumirse utilizando la nota del Capítulo 4.
Teníamos la ecuación (4.6):
W =...
(5.1)
Si P = Pe, entonces U = Ux, la tasa natural.
De nuevo, para simplificar, imaginemos una economía sin crecimiento e
imaginemos también convencionalmente (aunque no sin problemas en este
contexto), que los aumentos salariales se transmiten totalmente a los precios. Con
estas suposiciones, P = W de modo que (5.1) se convierte, como en (4.7), en:
P =...
(5.2)
del modelo microeconómico del propio Lucas utilizado para desarrollar su proposición, más que el
enfoque utilizado aquí, que es más conveniente para este libro.
2
Y para P = Pe, U = Ux o 0 = f(Ux).
La ecuación (5.2) puede ser reescrita como:
F(U) =...
(5.3)
Que puede reescribirse (ya que la Curva de Phillips a corto plazo del Capítulo 4 es
siempre de pendiente decreciente) como:
U =...
(5.4)
Con Ux = j(0), dónde j() denota otra relación funcional. Las implicaciones son
incluso más claras si (5.3) o (5.4) se reescriben como:
U -...
(5.5)
Con k() denotando también una relación funcional. Así, el gobierno sólo puede
afectar a U si puede afectar a P = Pe, lo que no puede hacer a través de una
política sistemática si existen expectativas racionales P = Pe, por lo tanto U = Ux.
Esta conclusión podría expresarse de otra forma diciendo que, con
expectativas racionales, no existe intercambio a corto plazo entre la inflación y el
desempleo, o que la Curva de Phillips es vertical incluso a corto plazo. Bajo estas
condiciones, una política sistemática no sólo no es efectiva, sino que también es
innecesaria, ya que todo el desempleo es natural (excepto quizá en el caso de
algunos errores imprevisibles debidos a shocks puramente aleatorios). Además,
como se detallará más tarde, si las políticas deflacionarias son esperadas pueden
utilizarse para reducir la inflación sin producir ningún efecto perjudicial para el
empleo –una perspectiva atractiva para un gobierno.
Tal como se ha afirmado, la proposición de que una política gubernamental
sistemática es incapaz de cambiar el output y el empleo, se refiere a los efectos
macroeconómicos tanto de la política monetaria como de la fiscal 2. Pueden
producirse efectos microeconómicos colaterales, llamados popularmente efectos
«de la oferta», desde instrumentos concretos de la política fiscal, pero estos son
un tema aparte –cambian la propia tasa natural de desempleo, en lugar de
controlar los movimientos alrededor de una tasa natural existente 3.
Se han realizado varias extensiones del modelo (por ejemplo para tratar la
realidad empírica de los ciclos económicos, que no son incoherentes con la forma
original4), pero a condición de que el output, o los cambios en el output, puedan
alterarse sólo afectando la distancia entre los precios reales y los esperados, la
proposición básica se mantiene, es decir, que la política macroeconómica no es
efectiva.
2
La independencia de la «economía real» del dinero, incluso a corto plazo, es posiblemente la
razón de la descripción «Nueva macroeconomía clásica».
3
También pueden producirse efectos colaterales del equilibrio monetario/fiscal sobre la
composición del output entre la inversión, el consumo y el gasto público que pueden afectar al
ouput a largo plazo vía cambios en la tasa de acumulación del capital.
4
Ver Nota 22, Capítulo 3, para las teorías de los «ciclos reales», que son un conjunto de
extensiones del modelo original.
3
La proposición de ineficiencia de la política ha sido atacada desde dos
direcciones principales. Una hace referencia a los requerimientos de las
expectativas racionales. En su forma más simple, se cuestiona, principalmente
basándose en la introspección, si las personas realizan las mejores previsiones
posibles no sesgadas utilizando toda la información que les es disponible. Sin
embargo, las exigencias a las expectativas racionales pueden debilitarse un poco
y todavía seguir manteniendo lo esencial de la proposición de ineficiencia de la
política económica si todos los demás supuestos son válidos. Las previsiones no
sesgadas, sin errores sistemáticos, son suficientes incluso si no son las mejores
previsiones posibles. La habilidad para establecer previsiones de este tipo (que,
por regla general, son correctas) puede ser más fácil, y si el mundo se mueve de
forma suficientemente suave, entonces algunas previsiones nada sofisticadas «a
dedo» también pueden no ser sesgadas. Además, la proposición no requiere que
cada persona realice previsiones de expectativas racionales sobre cada una de las
variables de la economía, sino sólo sobre aquellas que pueden afectar sus
acciones. Por ejemplo, un trabajador individual cuyos ingresos estén fijados por la
negociación colectiva y que sea lo suficientemente viejo como para no plantearse
el cambiar de empresa, y menos todavía de ocupación, no necesita molestarse en
recoger información sobre tantos aspectos de la economía como el representante
sindical implicado en la negociación colectiva.
El supuesto de que todo el mundo dispone de información completa sobre
la estructura de la economía (o al menos tan completa como sea necesaria para
tomar sus propias decisiones) es atacado al señalar que incluso los «expertos»
difieren en sus previsiones –tal como es aparente al leer las previsiones
macroeconómicas publicadas por diferentes instituciones. Por lo tanto, no puede
ser verdad que todo el mundo conozca el «verdadero» modelo de la economía, de
lo contrario, habría unanimidad. De la forma más simple: ¿pueden los que creen
en las expectativas racionales y en la proposición de la ineficiencia de la política
económica creer también que los defensores de las políticas de gestión de
demanda keynesianas utilizan la información más completa y más correcta sobre
la estructura de la economía?
La idea de que las personas disponen de información completa sobre la
estructura de la economía también es atacada por ser inverosímil, una vez que
uno considera una economía que esté ocasionalmente sujeta a cambios
estructurales importantes. Puede ser posible inferir correctamente la estructura
cuantitativa de una economía estática utilizando técnicas estadísticas aceptadas,
pero existen problemas no resueltos sobre cómo puede uno conocer los cambios
–especialmente debido a que el comportamiento de cada individuo dependerá de
las expectativas (racionales) sobre como las otras personas alteran las
expectativas (racionales) después de un cambio. La propia trayectoria real de la
economía dependerá entonces de las expectativas sobre las expectativas de
cómo evolucionará la trayectoria.
Debería destacarse que el ataque al realismo de las expectativas racionales
y al extendido supuesto de la información completa también proviene de los
partidarios del monetarismo más antiguo. Tal como se ha explicado en el Capítulo
3, páginas 42 -9, su desacuerdo con la política de estabilización keynesiana se
centra en la falta de conocimiento por parte del gobierno. Se oponen a la política
4
de estabilización porque es poderosa y efectiva, pero susceptible de ser utilizada
de forma incorrecta. Esto es totalmente lo contrario de la proposición de la
ineficiencia de la política económica.
La otra vía principal de ataque a la proposición de la ineficiencia de la
política económica se ha centrado en los supuestos adicionales, a veces
implícitos, necesarios para que la proposición se mantenga. Sin embargo, de
nuevo, el argumento principal revierte al tema de si los salarios y los precios se
mueven de forma adecuada para que todos los mercados se vacíen, incluyendo el
mercado laboral. Si, por razones institucionales o de otro tipo, los salarios y los
precios no se ajustan regular y continuamente, puede haber espacio para que los
gobiernos afecten al output. Por ejemplo, si los salarios se fijan una vez al año,
mientras que los gobiernos pueden cambiar sus políticas monetarias con más
frecuencia, entonces la política monetaria puede revisarse para incluir los
acontecimientos que no eran previsibles en el momento en el que se establecieron
la mayoría de los acuerdos salariales en vigor5. En aquellos países (en contraste
con los EE.UU.) dónde el Ejecutivo no es elegido separadamente, de forma que el
gobierno puede disponer de una mayoría casi automática en el
Parlamento/Asamblea, las políticas fiscales también pueden ser muchas veces
ajustadas a intervalos más cortos que la duración típica de los acuerdos salariales.
Así, la política fiscal también puede reaccionar sistemáticamente ante
acontecimientos nuevos que no pudieron haber sido racionalmente esperados
cuando se acordaron los salarios. Se puede establecer así una separación entre el
cambio real de los precios y el esperado cuando se fijaron los salarios6.
En una visión más tradicionalmente keynesiana, los salarios
(especialmente) son pegadizos [sticky] durante períodos bastante largos, y no
responden suavemente para equilibrar la oferta y la demanda ni tal como son en el
momento de realizar nuevas negociaciones, ni tal como se prevén para el
momento de la negociación del año siguiente. En términos de símbolos, una vez
que se permiten rigideces de este tipo, entonces las funciones (5.4) o (5.5) dejan
de ser representaciones adecuadas de los determinantes del desempleo y del
output.
Algunos defensores de la proposición de ineficiencia de la política han
replicado que la rigidez de salarios y precios ante cambios inesperados sería
subóptima para las partes implicadas –en el sentido de que las dos partes podrían
beneficiarse de un comportamiento más flexible - y, por lo tanto, no existirían tales
rigideces7. Tal como se planteó en el Capítulo 3, algunos keynesianos han
defendido la «racionalidad» de las rigideces, y otros han dicho que tanto si se
puede encontrar una base teórica microeconómica coherente para los
salarios/precios rígidos como si no, éstos son simplemente un hecho, y por lo
tanto no pueden ser ignorados en un análisis realista.
5
Este argumento se debe a Fischer (1977), Phelps y Taylor (1977)
.El argumento supone, actualmente de forma realista para la mayor parte de los países
desarrollados, que los salarios nominales no están totalmente indexados a los cambios en los
niveles de precios sino que ocurren durante el periodo de contrato medio.
7
Barro es frecuentemente mencionado en este contexto. Sus artículos de 1977 y, menos
técnicamente, de 1979, se acercan a esta afirmación pero no acaban de afirmarlo explícitamente
de esta forma.
6
5
A pesar de que la flexibilidad de los movimientos de salarios/precios y su
grado de reacción a las fuerzas de mercado de exceso de demanda y de oferta,
ha sido probablemente el supuesto adicional más frecuentemente considerado
inaceptable por parte de los economistas que se oponen a la proposición de la
ineficiencia de la política, también se han atacado otros supuestos a los que es
sensible esta proposición. La proposición también parece ser vulnerable a algunos
de esos ataques8, pero otros disponen de potentes respuestas.
Éstas últimas incluyen la sugerencia de que el gobierno puede tener
información superior a la del sector privado, que puede utilizar para estabilizar en
respuesta a acontecimientos sobre los que el sector privado aún no tiene noticia.
La respuesta a esto es que, si el gobierno dispone de tal información, sería más
eficiente simplemente publicitarlo al sector privado, que podría entonces utilizarla
en su propia toma de decisiones. De forma similar, el razonamiento básico previo
que llevó a la proposición de ineficiencia se expresó en términos de que la política
sistemática era ineficiente. La implicación es que la política errática, es decir, la
política sistemática mezclada con un componente puramente aleatorio, podría
engañar a la gente, que no podría prever políticas económicas, y por lo tanto éstas
tendrían efectos reales. Sin embargo, dentro de un marco microeconómico
neoclásico estándar, con la «optimalidad» normativa de una economía de
mercado de plena información, el engañar a la gente deliberadamente debe
reducir la eficiencia –los individuos llegarán a las decisiones correctas si conocen
todos los precios (y por lo tanto los precios relativos, incluidos los salarios reales).
Esta réplica básicamente reitera los argumentos planteados anteriormente: con
expectativas racionales y salarios y precios flexibles, la economía se encuentra en
su tasa natural exceptuando los shocks imprevisibles, y (como se planteó en el
capítulo anterior) la tasa natural bajo los supuestos de compete ncia perfecta, de
salarios/precios flexibles y de plena información es también la tasa óptima. Así, a
pesar de que podría tener efectos reales, la política deliberadamente errática no
puede mejorar la economía ya que fundamentalmente no existe ningún problema
macroeconomico a resolver por parte de tal política.
La segunda vía de ataque podría resumirse diciendo que si están
enraizadas en un modelo que no es del tipo de funcionamiento correcto,
neoclásico, monetarista, las expectativas racionales por sí mismas no invalidan
una política activista. Por ejemplo 9, si las expectativas son racionales, pero
tenemos un mundo keynesiano de salarios rígidos en el que la inversión depende
del output esperado o del crecimiento esperado del output, entonces un anuncio
de las intenciones gubernamentales de que, si es necesario, llevarán a cabo una
política fiscal estabilizadora, hace por sí mismo más estable la economía y hace
que la política sea menos necesaria. Como las empresas esperan que el output
sea más estable, mantienen una trayectoria de inversión más regular, que no
fluctuará en respuesta a los shocks temporales de la demanda agregada –confían
en que los déficits de demanda serán rectificados por el gobierno. La
estabilización de la inversión llevará a un nivel de demanda y de output más
8
Para un informe completo, incluyendo algún material técnicamente avanzado que no se tratará
aquí, ver Buiter (1980) así como los textos en la Nota 1.
9
Este ejemplo se debe a Baily (1978).
6
estable que si las fluctuaciones en la inversión reflejaran y por lo tanto amplificaran
otras fluctuaciones. De esta forma, la política fiscal gubernamental tiene
propiedades estabilizadoras más fuertes cuando existen las expectativas
racionales en un mundo por otra parte típicamente keynesiano.
A pesar de que, como ya hemos indicado, los antiguos monetaristas y la
nueva escuela clásica también tienen diferencias importantes, los temas
analizados aquí indican algunas de las áreas de continuidad. Como el énfasis en
el vaciado del mercado y el equilibrio –el razonamiento más detallado expresado
por algunos partidarios de ecuaciones como la (5.4)10 encaja bien con la
explicación del Capítulo 4 que afirmamos mantiene el mismo Friedman. Así como
la implicación de que la política que pretende afectar a la actividad económica está
equivocada porqué sólo puede funcionar engañando a la gente y, por lo tanto, es
subóptima. Finalmente, para esta parte, los dos grupos están contra los intentos
activistas de llevar a cabo una política de estabilización macroeconómica.
Existe una considerable literatura acerca de la comprobación empírica de la
proposición de la ineficiencia de la política económica. Nuestra impresión subjetiva
(y sesgada) es que las expectativas racionales parecen resistir la comprobación
mejor al explicar el comportamiento en algunos mercados de activos concretos y
bien estructurados, como la Bolsa, pero que en lo relacionado con la proposición
de la completa ineficiencia de la política económica, los resultados van más contra
la proposición que a su favor11.
Un comentario final sobre las implicaciones de la política puede ser llamado
«El argumento de Pager Pascal». Pascal, el matemático/filósofo, escribió que uno
no puede encontra r pruebas concluyentes de si Dios (él supuso sólo uno cristiano)
existe o no. Sin embargo, vale la pena apostar por su existencia y actuar como si
se pudiera estar seguro. El razonamiento de Pascal es que si Dios no existe, y uno
actúa como si existiera, entonces la única pérdida es una pérdida relativamente
menor, consistente en algunos inconvenientes y en la renuncia a oportunidades de
actividades placenteras ocasionales. Sin embargo, si es al contrario, si Dios existe
y uno actúa como si este no fuera el caso, entonces el beneficio es menor, al
evitar tales inconveniencias y obtener placeres ocasionales, pero la pérdida es
inmensa: el sufrimiento eterno a través de la perdición. Si uno actúa como si Dios
existiera y así es, entonces se consigue el inmenso beneficio correspondiente. Por
lo tanto, es prudente actuar siempre tal como uno lo haría si estuviera seguro de la
existencia de Dios.
Si los defensores de la ineficiencia de la política están en lo correcto, y todo
el mundo dispone de información completa sobre las políticas públicas y puede
prever correctamente su impacto sobre los precios, entonces una errónea política
activista sistemática tiene muy poco efecto. No afectará al output ni al empleo,
10
La más comúnmente citada es la de Lucas (1972). A las ecuaciones resultantes (como nuestra
(5.5) pero con Y – Yx a la izquierda) se las llama frecuentemente «funciones de oferta sorpresa»,
debido a que la divergencia del output de la tasa natural ocurre sólo cuando se produce una
«sorpresa» en los precios –es decir, P ≠ Pe.
11
Ver los textos en Nota 1 para referencias de la comprobación empírica, algunas de las cuales no
están libres de problemas. En los mercados de activos, las expectativas racionales forman parte de
la hipótesis de los «mercados eficientes», que excluye los movimientos sistemáticos y anticipables
de los precios de los activos – que permitirían unas ganancias de capital ilimitadas.
7
sino que sólo cambiará el nivel de precios. Sin embargo, en un mundo de precios
flexibles en el que todo el mundo conoce todo sobre los cambios en los precios, la
inflación sólo tiene costes triviales para la economía 12. Así, si el mundo es
realmente el del modelo de la proposición de ineficiencia de la política económica,
la utilización errónea de las políticas monetarias/fiscales no causa mucho daño 13.
Si (el mundo) es realmente keynesiano, hay grandes ganancias posibles por la
utilización de tales políticas. Contrariamente, si los gobiernos no intentan
estabilizar y el mundo es uno de expectativas racionales y precios flexibles,
entonces la ganancia es trivial, pero si el mundo es realmente keynesiano, la
pérdida por abstenerse de la política de estabilización es muy grande. Así, frente
al desconocimiento de si el mundo es realmente keynesiano o si en realidad se
acerca al de la proposición de ineficiencia, los gobiernos deberían apostar por que
fuera keynesiano e intentar activamente estabilizar el empleo y el output.
El último párrafo supone que el gobierno dispone de suficiente información
y sentido para evitar las políticas desestabilizadoras. Las conclusiones de política
económica de esta sección serían desagradables para un monetarista de la
escuela más antigua.
Sin embargo, los monetaristas que aún creen que la falta de información
puede llevar, inadvertidamente a una política desestabilizadora, parecen hoy ser
relativamente pocos en número. Uno podría, de forma muy despreciativa (y poco
comprensiva), poner la «revolución de las expectativas racionales» en una
perspectiva histórica argumentando que se produjo justo cuando los economistas
keynesianos afirmaban que la simulación de modelos econométricos cuantitativos
basados en la estadística mostraban que se tenía suficiente información para
evitar que las políticas activistas provocasen una desestabilización involuntaria. El
argumento contra estas políticas pasó entonces de basarse en la hipótesis de
información insuficiente a basarse en el supuesto de que existe información muy
completa accesible para todos14.
Credibilidad y consistencia
Además del análisis formal de los modelos de expectativas racionales, su enfoque
básico ha sido utilizado para atacar las políticas activistas orientadas a aumentar
el empleo desde otro ángulo, que no está limitado a los modelos formales (aunque
tampoco es incompatible con ellos). Este ataque se concentra en las expectativas
del público acerca de la política gubernamental. Aunque han sido fuertemente
12
Para un debate sobre los costes menores de la inflación prevista ver Bootle (1981). Nótese que
los costes son particularmente bajos cuando existen cuentas bancarias que dan intereses.
En el contexto de esta sección, si la política sistemática no puede afectar a las variables
reales agregadas, como el output, evidentemente los cambios en la inflación que también provoca
tampoco pueden afectar a estas variables reales. El supuesto de flexibilidad significa que las
rigideces que pueden provocar efectos distribucionales tampoco serán muy importantes.
13
Evidentemente, como ya se ha mencionado, la vieja crítica monetarista del Capítulo 3 es errónea
si la proposición de ineficiencia de la política económica es correcta.
14
La crítica econométrica de Lucas mencionada en la Nota 1 podría verse dentro de esta
perspectiva como un descrédito hacia los estudios de simulación que estaban utilizando los
keynesianos para reforzar sus recomendaciones de política económica.
8
defendidas por algunos economistas que están asociados a la creencia en las
hipótesis de las expectativas racionales/vaciado del mercado, también pueden
encontrarse en los escritos de economistas que no son de esta línea15. Se
explicará aquí en un contexto que no se limita a un mundo en el que se cumple la
proposición de ineficiencia de la política económica. El punto crucial que tiene en
común con los modelos completos de expectativas racionales es la afirmación de
que, cuando las personas tomen sus propias decisiones, tendrán en cuenta sus
expectativas de lo que es probable que esté haciendo el gobierno y su presumible
efecto en la economía.
Por ejemplo, si el gobierno actúa frecuentemente para aumentar la
demanda agregada porque quiere expandir el empleo, la gente acabará
esperando una demanda agregada «boyante» y la incorporarán a su propio
comportamiento de establecimiento de salarios/precios. Se producirán grandes
aumentos de los salarios nominales (y, por lo tanto, de los precios) ya que la gente
esperará que el gobierno incremente la demanda nominal agregada,
incrementando por ejemplo la oferta monetaria. Una vez se hayan producido estos
aumentos de salarios nominales el gobierno se enfrentará a una elección difícil –
puede «validar» los incrementos salariales aumentando aún más la oferta
monetaria o puede rehusar hacerlo. Si elige lo primero, demuestra que las
expectativas de la gente respecto a sus políticas son correctas, por lo que éstos
seguirán actuando basándose en el supuesto de más políticas expansionistas. Si
elige lo último, se producirá un déficit de la demanda real (la demanda nominal
agregada no aumentará tanto como los salarios nominales y los precios) y el
output caerá, o por lo menos no aumentará tanto como lo habría hecho de otra
forma, y, por lo tanto, la situación del empleo se deteriorará.
Una forma de plantear un dilema de este tipo es que puede producirse una
«inconsistencia temporal» con lo que en otras circunstancias serían políticas
óptimas16. Considerando de forma aislada cualquier periodo en el que es probable
que el empleo esté por debajo de lo que desea el gobierno, debido por ejemplo a
un shock contraccionario (ya sea del exterior, como un aumento en los precios del
petróleo, o doméstico, como un fuerte aumento en las negociaciones salariales), la
política correcta sería tener una posición monetaria/fiscal expansionista. Pero
debido a sus efectos sobre las expectativas del público sobre políticas futuras, la
política expansionista no es coherente con los objetivos a largo plazo del gobierno,
especialmente su deseo de evitar una espiral inflacionista. Al gobierno le gustaría
que la gente creyera que no «salvará» a la economía si se producen shocks
contractivos, de forma que el comportamiento de los salarios/precios fuera
moderado, pero de todas formas después relanzan la economía si hay
contracción. Sin embargo, no puede engañar a la gente indefinidamente.
Otro aspecto del dilema puede verse cuando los gobiernos quieren reducir
la inflación. Esto puede verse más fácilmente utilizando el diagrama de la Curva
15
Ver, por ejemplo, Okun (1981), o el debate de Fellner (1982) y otros. Kydland y Prescott (1977)
es una fuente comúnmente citada, a pesar de que de alguna forma este artículo está más
íntimamente relacionado con la crítica de Lucas de la Nota 1 que con el análisis que nosotros
consideraremos.
16
Nuestro ejemplo aquí no es el del artículo de Kydland y Prescott (1977) que incluye el término en
su título.
9
de Phillips aumentado con expectativas. Imaginemos una economía en la que la
gente espera una inflación de los precios del x%. Para simplificar, de nuevo en el
diagrama, imaginemos una economía sin crecimiento natural de la productividad,
aunque de nuevo esto no es esencial para el argumento. También para mantener
el tratamiento lo más claro posible, imaginemos que la velocidad de circulación de
la oferta monetaria es constante. Así, esta economía se mantendría a la tasa
natural de desempleo U, y a la inflación de precios x% (= aumentos del salario
nominal de x%) si el crecimiento del dinero se mantuviera estable al x%, es decir,
en el punto A en el Cuadro 5.1.
Inflación
A
x%
SR1 (pe = x)
C
SR3 (0 < pe < x)
B
Desempleo
U
SR2 (pe = 0)
Cuadro 5.1
influencia de la credibilidad sobre la relación inflación/desempleo
Si el gobierno anuncia que pretende reducir o eliminar la inflación, y que
para conseguirlo reducirá el crecimiento de la oferta monetaria por debajo de x%,
lo que en realidad pretende hacer es pasar directamente a una menor inflación sin
que aumente el desempleo, es decir, pasar de A a B en el Cuadro 5.1. Pero si la
gente piensa que el gobierno no cumplirá sus políticas, no esperarán que la
inflación baje, y la Curva de Phillips a corto plazo será la misma (en la curva SR1
en el diagrama)17. Como mínimo, no esperarán que la inflación baje mucho, y la
Curva de Phillips se mantendrá cerca de su posición original (es decir, que se
moverá sólo hacia SR3 en el diagrama). Si el gobierno sigue adelante y reduce
igualmente el crecimiento de la oferta monetaria (quizás completamente con lo
que es coherente con el punto B, que en nuestro caso simplificado es un nivel
constante de dinero, es decir, crecimiento cero), entonces la economía se dirigirá
hacia un nivel de desempleo mayor que la tasa natural (algo como el punto C en el
primer periodo). Sólo si se cree completamente al gobierno cuando anuncia su
política antiinflacionaria puede éste pasar directamente a una inflación cero sin
pasar por un periodo de alto desempleo, es decir, superior a la tasa natural. Si se
le creyera, podría anunciar que a partir de entonces la oferta monetaria se
17
Ignoramos algunas complicaciones en las dinámicas a muy corto plazo que pueden resultar del
momento exacto y la duración de los convenios salariales y de los cambios en los precios
comparados con los cambios en la oferta monetaria.
10
mantendría a un nivel coherente con una inflación cero, y las expectativas se
alterarían inmediatamente y toda la Curva de Phillips a corto plazo se desplazaría
hacia abajo (hacia SR2 en el diagrama) de forma que la economía podría
mantenerse en la tasa natural sin inflación.
Cuanto más rápido se crea al gobierno, más rápido cambiará la gente sus
expectativas y, por lo tanto, más rápido caerá la Curva de Phillips a corto plazo.
Por lo tanto, más corto será el periodo durante el cual la economía tendrá un
desempleo por encima de la tasa natural.
Si, cuando el desempleo aumenta (por ejemplo hasta punto C en el
diagrama), el gobierno se alarma por el coste de su política y relanza la economía,
no sólo fracasará esta vez en conseguir sus propósitos de reducción completa de
la inflación (hasta cero en nuestro ejemplo), sino que aumentará los costes en
desempleo de futuras políticas antiinflacionistas. La próxima vez, su política
antiinflacionista será menos creíble, y por lo tanto la gente estará menos dispuesta
a aceptar que cualquier reducción inicial del crecimiento monetario será sostenida
y, así, se producirá una caída menor de sus expectativas de inflación. Por lo tanto,
habrá una moderación menor en los aumentos de los salarios nominales. En el
diagrama se producirá una caída menor de la Curva de Phillips a corto plazo.
Debido a sus efectos sobre la credibilidad futura, cada vez que el gobierno adopta
una política expansiva no sólo existe un coste en la inflación inmediata, sino que
se produce un coste a más largo plazo sobre la inflación futura y también un coste
más alto en el empleo a más largo plazo, en los intentos futuros de reducir la
inflación.
Este tipo de mecanismos también se han utilizado para explicar porqué en
algunos países, como en el Reino Unido después de 1980, las políticas
monetarias y fiscales estrictas se asociaron a grandes aumentos del desempleo
pero sólo a lentas reducciones en la tasa de aumento del salario nominal. Se ha
sugerido que, como durante las décadas anteriores los gobiernos nunca habían
mantenido una política estricta ante los aumentos del desempleo (que hubieran
sido transitorios), la gente esperó un nuevo debilitamiento de las restricciones.
Esta explicación parece que satisfizo particularmente a los seguidores de los
políticos que lucharon en las elecciones que sostenían que, reduciendo el
crecimiento monetario, la inflación podría ser curada sin dolor18, pero que cuando
llegaron al poder descubrieron que la reducción de la inflación no era fácil y que
implicaba costes en desempleo. El hecho de que esta explicación haya sido
utilizada de esta forma no significa de por sí mismo que sea falsa como
explicación de los hechos. Si los demás supuestos tras la proposición de
ineficiencia de la política económica son relevantes, esta explicación de los
acontecimientos reales parece ser la mejor defensa disponible. Una vez que la
18
Si la política deflacionaria real es correctamente anticipada, los otros supuestos tras la
proposición de ineficiencia de la política supondrían que la inflación puede reducirse sin aumentar
el desempleo –ya que ninguna política correctamente anticipada puede afectar al output o al
empleo en cualquier dirección. En este sentido, la proposición de ineficiencia de la política
económica tiene el mismo atractivo político que el monetarismo de caja negra. En los dos casos,
los gobiernos pueden reducir la inflación con una simple herramienta sin tener que preocuparse por
el desempleo. En cambio, como no pueden afectar al desempleo, no tienen ninguna
responsabilidad por él (como mínimo en relación a sus políticas macro).
11
gente evalúe correctamente de lo que está haciendo el gobierno, la proposición
volverá a cumplirse.
Se dijo antes que estos argumentos generales sobre la posible
inconsistencia a largo plazo de las políticas expansionistas y la necesidad de que
los gobiernos mantengan la credibilidad para las políticas antiinflacionistas eran
compatibles con diversos planteamientos sobre la macroeconomía. A pesar de su
consistencia formal, no nos parece que encajen muy bien con la creencia de que
la gente tiene expectativas racionales y que los mercados se vacía n rápidamente
debido a la flexibilidad de salarios/precios.
Para empezar, si los salarios y los precios son flexibles durante periodos
relativamente cortos, las intenciones gubernamentales relevantes también lo son
sólo durante periodos relativamente cortos19. La credibilidad para tales cortos
periodos sería más fácil de establecer –especialmente en los primeros años de un
nuevo gobierno, cuando no hay próximas nuevas elecciones. Además, el tipo de
explicación que acabamos de dar al hablar de credibilidad parece estar de cierta
forma más próxima de una explicación del proceso de formación de expectativas
en el que las expectativas se adaptan lentamente a acontecimientos pasados20.
En el espíritu de las expectativas racionales basadas en la información completa
actual, uno puede preferir postular que la gente tiene una buena idea de la
determinación del gobierno. Este último punto está relacionado con el mencionado
en la sección previa como uno de los problemas del modelo de las expectativas
racionales, v.gr. la falta de una explicación bien fundada de cómo la gente cambia
sus expectativas a raíz de un cambio estructural.
En lo que concierne a la versión que trata de la inconsistencia temporal de
las políticas óptimas, si se mantiene la proposición de ineficiencia política
completa, aquella apenas tiene importancia –sean cuales sean las políticas que se
utilicen a lo largo del tiempo, no tendrán ningún efecto sobre el empleo. La idea de
que serían útiles si se pudiera engañar a la gente surge de una idea del mundo
muy distinta de la idea subyacente en el enfoque de la expectativas
racionales/salarios y precios flexibles/vaciado del mercado.
Un aspecto relacionado con el argumento de la inconsistencia de la
credibilidad/tiempo que no encaja en el paradigma de la ineficiencia de la política
económica política es el que afirma que el motivo de preocupación es debido a
que las políticas expansionistas, incluso como respuesta a un shock que lleve a un
periodo de desempleo por encima de la tasa natural, acabarán provocando una
mayor inflación o unos mayores costes de reducción de la inflación. Sin embargo,
como ya hemos mencionado21, en un mundo de previsiones no sesgadas y
flexibilidad de precios, la inflación no es un problema particularmente grave.
El tono de las discusiones sobre porqué deberían los gobiernos ceñirse a
políticas restrictivas supone que el público tendrá tendencia a ver al gobierno
19
Esto no sería estrictamente correcto si los contratos salariales se superponen de alguna forma,
como en el modelo Taylor, ya que la superposición «extiende» el efecto de las expectativas a otros
periodos. Sin embargo, como mostró Taylor, los contratos superpuestos destruyen de todas formas
las conclusiones «Nuevo Clásicas».
20
Esta crítica concreta no es aplicable al ejemplo específico del artículo citado de Kydland y
Prescott.
21
Ver Nota 12.
12
como planteando un enfoque de o el uno/o el otro. O expandir siempre la
demanda o preocuparse siempre sólo por la inflación. Por el tono, parece
afirmarse que posiblemente no sólo los gobiernos, sino también el público que
evalúa sus políticas, son demasiado sencillos para poder enfrentarse a la idea de
que pueda haber más de un objetivo, con sustituciones [trade offs] entre ellos, de
forma que se de mayor prioridad al control de la inflación cuanto más alta sea ésta
(para cualquier nivel dado de desempleo), y mayor prioridad al empleo cuanto más
bajo sea (para cualquier nivel dado de inflación). Cualquier supuesta incapacidad
del público para entender algo más que el sistema de política económica más
simple parece estar en el polo opuesto a la hipótesis que ha simbolizado la
modelación reciente de las expectativas racionales, es decir, que todos los
individuos están muy bien informados y son capaces de tomar decisiones de
forma inteligente.
De hecho, nos parece que incluso aquellos economistas que no aceptan el
enfoque de las expectativas racionales en su significado técnico, pero que aceptan
la racionalidad en su significado habitual deberían desconfiar del argumento de la
«inconsistencia temporal» para renunciar siempre a las políticas expansionistas.
No parece exigir una gran sofisticación que los gobiernos, o la opinión pública, se
den cuenta que es probable que los objetivos sean múltiples, y de que pueden
sostenerse diferentes posturas respecto a la política económica según los
diferentes niveles relativos de las variables reales implicadas.
A pesar de todas nuestras matizaciones, sigue siendo verdad que
diferentes economistas de diversas orientaciones distintas comparten una
preocupación por los efectos inflacionistas a largo plazo de las políticas
expansionistas. Algunos están siempre contra este tipo de políticas, pero algunos,
que hubieran estado a favor de estas políticas si se aplicaran cuando el
desempleo es elevado, se toman la preocupación en serio. Muchos de éstos
defenderían una política de rentas como una vía para escapar del dilema de la
inconsistencia temporal. Si una política de rentas adecuada no es factible,
entonces incluso el análisis de los últimos dos párrafos apoya la idea de que
puede haber momentos de alta inflación en los que el miedo a estimular mayores
expectativas inflacionarias inhiba la actuación, a pesar de que el desempleo se
encuentre a niveles considerados demasiado altos. Esto no es lo mismo que decir
que estos miedos deberían inhibir siempre las políticas expansionistas.
Conclusión
La parte principal de este capítulo ha tomado en consideración dos argumentos
que debilitarían los efectos de las políticas macroeconómicas orientadas a la
alteración del output y del empleo. El primero, el teorema Ricardo-Barro, si sus
supuestos estuvieran lo suficientemente cerca de la realidad como para ser
aplicables, debilitaría la política fiscal, pero no la política monetaria. El segundo, el
teorema de la ineficiencia de la política económica de Lucas-Sargent-Wallace,
convertiría tanto las políticas monetarias como las fiscales en ineficientes y las
haría también innecesarias.
13
Los dos argumentos tienen varias cosas en común. Los dos suponen una
gran cantidad de conocimiento y de comportamiento hacia el futuro, que se
afirman racionales –de hecho, el primer argumento es a veces referido como
«superracionalidad» y el segundo incorpora el concepto de las «expectativas
racionales». Examinándolos más de cerca, los dos dependen también de forma
crucial de mercados sin rigideces ni limitaciones institucionales –el primero
requiere lo que se llaman mercados perfectos de capital y el segundo requiere
flexibilidad completa de precios/salarios. Hasta el momento de escribir estas
líneas, parece que ninguno de estos dos últimos aspectos ha sido utilizado
directamente en discusiones populares sobre la economía y la política, pero han
sido muy debatidos por economistas y (dados los usuales retrasos entre la teoría
económica profesional y su influencia en la política) es probable que en el futuro
sean utilizados para justificar políticas de estabilización. Finalmente, y de forma
importante, los dos argumentos tienen en común el hecho de que no sólo debilitan
los efectos de las políticas macroeconómicas dirigidas a cambiar el empleo, sino
que también debilitan las objeciones a éstas y a los riesgos de seguir tales
políticas.
El tercer argumento considerado tiene en común con los dos anteriores el
basarse en la importancia de las expectativas de la gente. Se concentra en las
expectativas sobre las políticas gubernamentales futuras, y su feedback en las
decisiones actuales. Aunque muchas veces se ha relacionado este argumento con
el enfoque de las expectativas racionales, es posible argumentar que es menos
poderoso si está enraizado dentro del conjunto completo de supuestos acerca de
la proposición de la ineficiencia de la política económica. Para algunos
keynesianos, este es un argumento adicional a favor de una política de rentas. Si
tanto los gobiernos como la población son capaces de entender reglas de política
macroeconómica que incorporen sustituciones (trade offs) entre objetivos
deseables, entonces los que están a favor de la utilización activa de políticas
monetarias/fiscales aún pueden defender que las políticas expansionistas
deberían ser utilizadas cuando fueran apropiadas. Sin embargo, ante la ausencia
de políticas de rentas efectivas, la influencia de las expectativas sobre las macro
políticas futuras puede limitar aún más las condiciones bajo las cuales se
considera apropiada la expansión de la demanda, incluso por parte de los
partidarios de la intervención macroeconómica activa.
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