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EL DESEO MIMÉTICO, LAS NEURONAS ESPEJO Y EL TERCER CEREBRO
Mikel Haranburu Oiharbide; Jesús Guerra Plaza; Nekane Balluerka Lasa; Arantxa Gorostiaga
Manterola.
Universidad del País Vasco.
[email protected]
RESUMEN:
Desde la perspectiva de la teoría del deseo mimético de René Girard (1972), una persona desea
algo, no porque lo considere un objeto deseable en sí, sino porque otras personas lo desean. Un
objeto no es deseable en sí: se convierte en deseable porque otra persona lo quiere poseer. Un
hombre será deseado por una mujer en la medida en que es el objeto de deseo de una mujer rival.
De la misma forma, lo que suscita el deseo de un hombre hacia una mujer es el deseo del rival hacia
esa mujer. Ese deseo mimético nos lleva a apropiarnos de los objetos que desean los demás y eso
crea conflictos o luchas fratricidas por el poder. Ese deseo se contagia y se propaga en la sociedad,
creando una crisis mimética. La forma de resolver esa crisis es designar una víctima expiatoria y
canalizar la cólera y la violencia sobre ella. El sacrificio del chivo expiatorio desactiva la violencia
fratricida. El tercer cerebro (Oughourlian, 2013) es el cerebro de las neuronas espejo y del deseo
mimético que nos muestra el modelo, el rival o el obstáculo en el otro. Las neuronas espejo
(Giacomo Rizzolati, 1996) de la persona observadora actuarían en resonancia con las neuronas
corticales que están activadas en la persona modelo que realiza la acción. De esta forma la actividad
de las neuronas espejo parece ofrecer un fundamento biológico a la teoría del deseo mimético.
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EL DESEO MIMÉTICO, LAS NEURONAS ESPEJO Y EL TERCER CEREBRO
EL DESEO MIMÉTICO
La teoría mimética, bien asentada hoy en día en el ámbito de la psicología y de la
psiconeurología, tiene sus orígenes en los análisis de textos literarios clásicos y de mitos arcaicos.
Girard, basándose en el análisis de textos literarios, descubrió que nuestro deseo no es genuino;
más bien, nuestro deseo se inspira en el deseo de las otras personas y lo copia. Son las otras
personas las que guían mi atención al objeto de mi deseo. Al ver que otra persona desea un objeto,
mi deseo se dirige al mismo objeto. Yo no desearía un objeto si otra persona no me señalara o
designara el objeto de deseo.
El yo que desea nace en el espejo del otro. Primero existe el deseo, y el yo nace a posteriori.
El yo que desea necesita olvidar que su deseo nace del deseo del otro. La génesis del yo está
basada en el olvido de la alteridad de su deseo. El yo del deseo nace en el momento en el que olvida
que su deseo es mimético y en el momento en el que cree que su deseo es genuino.
El instinto tiene un objeto determinado, pero el objeto de la pulsión y del deseo es muy
variable. El deseo de una persona deriva en gran medida del deseo de las otras personas, y no de
las cualidades intrínsecas del objeto. El objeto no es deseable en sí, es deseable porque lo desea
otra persona, por lo tanto, es el deseo de otra persona el que hace que un objeto sea deseable.
Desde la perspectiva de la mímesis del deseo, el deseo tiene una estructura triangular. El
otro funciona como mediador entre el sujeto y el objeto de deseo. Para que exista deseo debe existir
un mediador cercano o un mediador lejano al sujeto. El mediador externo cercano se convierte
fácilmente en contrincante del sujeto, en la medida en la que el deseo de ambos se dirige al mismo
objeto. El hecho de que el mediador externo sea lejano impide que aparezca una rivalidad violenta
entre el sujeto y el mediador. El hecho de que el mediador externo sea cercano hace que el deseo
del sujeto y del modelo sea simétrico; el sujeto adopta la posición del modelo y el modelo adopta la
posición del sujeto. Se da una crisis mimética. Pero la crisis mimética es más grave cuando el sujeto
y el modelo desean los mismos objetos y estos objetos no se pueden compartir.
La forma más común de resolver una crisis mimética es la designación de una víctima
expiatoria, de forma que se pueda proyectar en ella la cólera y la violencia que se dirigían contra el
modelo. Una vez que se ha llevado a cabo la proyección, la forma de liberarse de la violencia
fratricida suele ser el sacrificio del chivo expiatorio.
LOS TRES CEREBROS
Tenemos tres cerebros (1):
-
El primer cerebro o el cerebro racional: cerebro de los filósofos y de los psicólogos
clásicos: cerebro del conocimiento, del movimiento, de la sensorialidad, de la sensibilidad,
-2-
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de la memoria y del CI. Es el cerebro que nos permite ver, sentir, movernos, comprender,
razonar.
-
El segundo cerebro o el cerebro emocional de Damasio: cerebro que se asienta en la
amígdala y el hipotálamo; el cerebro de las emociones (alegría, sorpresa, miedo), de los
sentimientos (amor, odio, celos, envidia), de las sensaciones y del humor (excitación,
depresión).
-
El tercer cerebro o el cerebro del deseo mimético y de las neuronas espejo: este cerebro
nos muestra el modelo, el rival o el obstáculo que yace en el otro.
GENEALOGÍA DEL DESEO. LAS NEURONAS ESPEJO Y EL HOMO IMITANS
La cuestión que se plantea es saber si la persona tiene un deseo genuino, si el deseo se
origina en la persona y si la persona es propietaria de su deseo o si el deseo es mimético, es decir,
si el deseo es copia del deseo del otro.
La teoría de las neuronas espejo parece ofrecer un fundamento biológico a la teoría del deseo
mimético de René Girard. El año 1995, el equipo de Giacomo Rizzolatti descubrió en la Universidad
de Parma (Italia) las neuronas espejo en un mono; esas neuronas fueron llamadas así porque se
activaban a la vista de una acción de los investigadores, tal como reflejaba el escáner. Si los
investigadores movían una parte del cuerpo, se activaba en los monos la parte del cerebro
relacionada con el movimiento de esa parte del cuerpo. Después comprobaron que esa activación se
daba también en los humanos.
También en el Hospital americano de Neuilly descubrieron que se activa la misma parte del
cerebro en el pianista que interpreta una pieza de música y el oyente que escucha esa pieza.
Constataron, sin embargo, que esa activación en espejo se da solamente cuando las acciones son
realizadas por seres vivientes, y no cuando son realizadas por máquinas o los robots.
La primera forma de relacionarnos que tenemos las personas es la relación de imitación. Al
contrario de lo que pensaba Piaget, el recién nacido puede imitar y no es necesaria la representación
simbólica para poder imitar. Andrew Meltzoff y Keith Moore (2) mostraron que los recién nacidos son
capaces de aprender por imitación. A las pocas horas de haber nacido, un niño es capaz de imitar.
Hay zonas del cerebro que se activan cuando realizamos una acción; pero esas mismas zonas
se activan también cuando observamos que otra persona realiza la misma acción. Esa activación se
da gracias a las neuronas espejo y debido a esa activación se da la empatía entre el actor y el
observador. El cerebro mimético en el que residen las neuronas espejo posibilita que tengamos
empatía y que comprendamos el deseo de la otra persona.
Al contrario de lo que pensaban filósofos como Platón y Aristóteles, nosotros imitamos más
las intenciones que las representaciones. Andrew Meltzoff decía que en la imitación un niño puede
descifrar las intenciones de los adultos por medio de sus comportamientos. Los niños imitan el
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objetivo y la intención del modelo que han visto, más que la acción o la representación.
Giacomo Rizzolati (3) descubrió que las neuronas espejo son neuronas que se activan cuando
el sujeto ejecuta una acción y cuando una persona ve que otra persona realiza una acción similar.
Para llegar a este descubrimiento Rizzolatti (4) expuso a los sujetos a tres videos:
-
En el primer video se muestran ciertos objetos dispuestos de tal forma que indican que
alguien va a tomar una taza de té (situación de contexto).
-
En el segundo video se muestra que una mano toma una taza de té (situación de acción).
-
En el tercer video se muestra la misma mano del segundo video pero en el contexto del
primer video, es decir, sugiriendo la intención de tomar la taza de té (situación de
intención).
Se ha estudiado la activación cerebral de los espectadores ante los tres videos y se ha
comprobado que es en las situaciones de acción y de intención donde se activan las áreas visuales y
los circuitos frontales motores. En la condición de intención se activaba más la parte posterior del
giro frontal inferior (sistema de espejo frontal) que en las situaciones de contexto y acción. Teniendo
en cuenta que el giro frontal inferior se activa en reacción a una emoción, parece ser que las
neuronas espejo participarían en la percepción de las emociones, porque las neuronas espejo están
alojadas en esa zona.
Las neuronas espejo parecen ser capaces de codificar el acto observado y anticiparse a las
acciones, adivinando la intención con la que se lleva a cabo la acción.
Las neuronas espejo son necesarias para llevar a cabo la imitación, pero no son suficientes.
Hace falta un sistema de control de estas neuronas. En caso de ausencia de ese sistema de control
se daría una repetición inmediata de la acción, como en el caso de la ecopraxia.
Cuando una persona está observando las acciones realizadas por la persona modelo, se
activan sus neuronas espejo en resonancia con las neuronas activadas en la persona modelo. Se da
una especie de conexión en wifi entre modelo y sujeto.
Sin embargo, esa fuerza de atracción y de imitación que hace que las personas se imiten y se
atraigan entre sí puede convertirse en una fuerza de repulsión, si el modelo o mediador externo es
demasiado próximo y se convierte en rival.
RIVALIDAD MIMÉTICA
La rivalidad mimética tiene sus raíces en el funcionamiento de nuestras neuronas. La
activación de las neuronas espejo estaría no solamente en la base del deseo, sino también en la
base de la rivalidad. Se da rivalidad cuando una persona centra su atención en un modelo y desea lo
que desea o posee la persona modelo.
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Cuando existe deseo mimético existe el deseo de poseer el objeto que desea el modelo y el
deseo de ser como el modelo; cuando una persona considera rival a otra se da un comportamiento
mimético que le empuja a poseer el objeto que señala el otro. Sin embargo, cuando la persona que
desea considera al otro como modelo, se imita al modelo, de forma amistosa; cuando tomamos a
una persona por modelo y nos identificamos con ella, esa identificación impide
que vayamos a
poseer los mismos objetos que posee el modelo; no pretendemos demostrar que nuestro deseo es
anterior al suyo. La identificación nos compensa de esas pretensiones de anterioridad del deseo y de
posesión del objeto de deseo.
Desde la perspectiva del deseo mimético, una persona desea algo, no porque lo considere un
bien en sí, sino porque las otras personas lo desean. Un objeto no es deseable en sí, sino que se
convierte en deseable porque otra persona la quiere poseer. A menudo una persona es rechazada
cuando no está designada como objeto de deseo por alguien, pero se vuelve objeto de deseo desde
el momento en el que es señalado como objeto de amor por otra persona. Así, por ejemplo, un
hombre será deseado por una mujer en la medida en que es el objeto de deseo de una mujer rival.
De la misma forma, es el deseo del rival hacia una mujer lo que suscita el deseo de un hombre hacia
esa mujer.
En general, las personas piensan que son propietarias de su deseo, que son ellas las que
eligen el objeto de su deseo, que el deseo es algo que les pertenece y que su deseo precede al
deseo de su rival. Las personas tienden a pensar que si desean algo es porque les sale de dentro y
porque tienen un deseo genuino hacia ese objeto, pero de hecho las personas no saben lo que
desean o lo que deben desear; su deseo está producido por el modelo; es la otra persona la que
está en el origen de su deseo, pero reivindican que su deseo es anterior al deseo del rival.
Nuestro deseo no es genuino, inmediato y directo, sino reflejado, indirecto y mediado.
Nuestro deseo es el reflejo del deseo de un modelo que funciona como mediador. El deseo es por lo
tanto triangular: se constituye en la relación entre el sujeto, el objeto y el mediador; no deseamos
el objeto por el valor inherente al mismo, sino por el valor que adquiere a los ojos de los demás. Es
importante pues para el sujeto conocer la alteridad de su deseo, porque el conocimiento de esa
alteridad
le
tranquiliza
y
el
desconocimiento
de
esa
alteridad
es
fuente
de
síndromes
psicopatológicos.
El deseo mimético nos lleva a apropiarnos de los objetos que desean los demás y cuando se
propaga en la sociedad crea conflictos, antagonismo generalizado y luchas fratricidas por el poder.
Los humanos carecen del freno instintivo que les impide desplegar su agresividad y matar a sus
congéneres; el mecanismo del chivo expiatorio funciona como un mecanismo de desactivación de la
escalada de la violencia. Se sacrifica una víctima a la que se proyecta la violencia fratricida que
aflige a la sociedad, y ésta queda liberada de esa violencia. El sacrificio se realiza para impedir la
escalada de la violencia que deriva del deseo mimético y no para calmar a un dios o evaluar la fe de
los creyentes.
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LA VÍCTIMA EXPIATORIA
En el mecanismo del chivo expiatorio el grupo social proyecta su agresividad contra
una
persona inocente de la comunidad y así disfraza su propio fracaso y se libera de su propia falta. La
víctima es inocente pero asume sobre sí la responsabilidad colectiva sin protestar y paga por las
faltas de los otros; el grupo social ignora que el chivo expiatorio es inocente. La víctima expiatoria
suele ser miembro de minorías, suele ser gente que se sale de lo ordinario, es decir, suele tener
cualidades extremas de belleza o de fealdad, de fuerza o de debilidad, de riqueza o de pobreza. La
víctima suele ser una persona externa a la comunidad, pero que se sitúa en el límite de la
comunidad, sin ser totalmente ajena a la misma. Un mito convierte al chivo expiatorio en
responsable de la crisis y en causa de indiferenciación y una divinidad se encarga de resolver la
crisis.
El chivo expiatorio sufre la violencia sin provocar nuevas represalias, frena la escalada de
violencia colectiva y la comunidad, liberada de esa violencia, se fortalece y se reunifica en un
período de pacificación. En un futuro próximo se darán nuevas crisis miméticas que se superarán por
medio de nuevas víctimas propiciatorias. El mecanismo de chivo expiatorio funciona gracias a unos
mitos que tratan de superar y apaciguar las rivalidades miméticas por medio de rituales,
prohibiciones y diferenciaciones.
DESEO MIMÉTICO Y TRIÁNGULO EDÍPICO
Para Girard existe en Freud un conflicto latente entre el deseo mimético que es inherente a la
identificación con el padre y el deseo genuino y autónomo dirigido hacia la madre. Existe en Freud
un conflicto entre estas dos tendencias: aceptar la anterioridad del concepto de identificación al
padre, frente al concepto de libido por la madre; plantear la anterioridad del deseo hacia la madre.
Para Girard (5) la triangulación edípica se asienta sobre el deseo mimético, y defiende que
para el primer Freud la identificación al padre es anterior a la libido que dirige el deseo hacia la
madre. Freud utiliza dos conceptos: el concepto de identificación y el concepto de libido. El concepto
de identificación se asemeja al concepto de deseo mimético. La instancia del superyó que deriva de
la identificación es compatible con el concepto de deseo mimético. El superyó tiene el aspecto del
ideal (“Sé como yo”) y el aspecto de censura (“No seas como yo”). Por medio del mecanismo de
censura el padre le impide al niño reemplazarle ante la madre.
En la perspectiva de la triangulación edípica del segundo Freud existe un deseo objetal sin
mediación; existe una inclinación libidinal del niño hacia la madre independientemente del deseo del
padre. Sin embargo, en la perspectiva del deseo mimético, el niño quiere ser como su padre y
reemplazarlo en todos los aspectos, incluyendo el deseo de la madre.
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MIMETISMO Y NEUROSIS
El origen de la neurosis puede residir en el tercer cerebro, ya que es éste cerebro el que
percibe al otro como modelo, rival u obstáculo, conduciendo a la persona al reconocimiento del
modelo y al rechazo del rival.
La otra persona puede funcionar como modelo, como rival o como obstáculo (1).
-
Cuando funciona como modelo, el sujeto le valora positivamente y desea lo que desea el
otro. En el caso de la mitomanía el actor se apropia del deseo de su modelo y trata de
valorizarse y de impresionar al interlocutor. En el caso de las patonimias la persona se
presenta como víctima, con el fin de atraer la atención de los demás; se presenta como
víctima, aunque para ello tenga que lesionarse a sí misma o soportar cualquier
sufrimiento.
-
Cuando se percibe a la otra persona como rival, la angustia desaparece evitando al rival.
Si el otro está representado en una parte del cuerpo o en una función fisiológica, aparece
en forma de síntomas de conversión.
-
Cuando se percibe al otro como obstáculo, se opta a menudo por desarrollar una
psicastenia caracterizada por la fatiga o una neurosis obsesiva que se golpea
reiteradamente contra un obstáculo.
MIMETISMO Y PSICOSIS
El origen de la psicosis puede residir también en el tercer cerebro, ya que también en el
desarrollo de la estructura psicótica la otra persona puede funcionar como modelo, como rival o
como obstáculo (1).
-
Cuando una persona percibe a la otra persona como modelo, el sujeto imitador no se
identifica con el modelo, sino que proclama que el verdadero modelo es él, que su deseo
precede al deseo del modelo y que el verdadero imitador es el otro. Así, el parafrénico
proclama que su propio deseo es anterior al deseo del otro e invierte la sucesión física de
los acontecimientos. El delirante cree que el verdadero Napoleón es él y que el Napoleón
histórico le ha imitado.
-
Cuando una persona percibe a otra como rival, como en el caso de los paranoicos, éstos
se sienten perseguidos por el rival imaginario y reaccionan a esta persecución por medio
de agresiones y procedimientos judiciales. El deseo del sujeto es anterior al deseo del
rival y ése es el motivo por el que su rival le persigue.
-
En la esquizofrenia la persona no sabe si el deseo es suyo o es del otro; niega la alteridad
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EL DESEO MIMÉTICO, LAS NEURONAS ESPEJO Y EL TERCER CEREBRO
del modelo rival y del modelo obstáculo; es su propio deseo o su propio pensamiento el
que le viene en forma de eco, como si fuera el deseo o el pensamiento del otro. Sus
propios pensamientos le vienen desde fuera como si procedieran de la otra persona.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
(1) Oughourlian JM. Notre troisième cerveau. Paris: Albin Michel; 2013.
(2) Meltzoff AN, Moore MK. Imitation of facial and manual gestures by human neonates.
Science. 1977; 198: 75-78.
(3) Rizzolatti G, Fadiga L, Gallese V, Fogassi L. Premotor cortex and the recognition of motor
actions. Cogn. Brain Res. 1996; 3(2): 131-141.
(4) Rizzolatti G, Sinigaglia C. Las neuronas espejo: los mecanismos de la empatía emocional.
Barcelona: Paidós; 2006.
(5) Girard R. La violence et le sacré. Paris: Éditions Brenard Grasset ; 1972.
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