EL P U E R T O DE S A N A N T O N I O

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J U A N
MUJICA
De la Academia Chilena de la Historia
EL P U E R T O
DE
S A N
A N T O N I O
NOTICIA
HISTORICA
Santiago de Chile
IMPRENTA "EL ESFUERZO"
Eyzaguirre 1118
1947
PUERTO DE SAN ANTONIO
Sumario
La tierra y sus pobladores
La industria pesquera
El establecimiento parroquial
La formación del puerto
El progreso en tres siglos.
La tiertfa y sus pobladores
Establecido el campo de las huestes del adelantado don
Diego de Almagro, que venía en jornada descubridora, por
la ribera norte del río Aconcagua, al comenzar el invierno de
1536, ordenó el avance de una columna hacia el sur. Fué
señalado para esta empresa temeraria —conocida la cualidad
guerrera de los indios qu" habitaban las zonas del sur, comenzando en el Maule— el valiente capitán Gómez de Alvarado. Este era hombre de rancia casta militar —cuyos servicios lucen en muchas páginas brillantes de la historia americana y española— y tomó rumbo a lo desconocido, acompañado por un grupo de valientes soldados, no más de noventa, y algunos indios amigos que les acompañaban en su
larga travesía desde el Cuzco. Alvarado, fué con sus compañeros el descubridor de la tierra chilena hasta las orillas del
Itata. Su paso por la comarca de lo que sería San Antonio
debió realizarlo a mediados del mes de julio, siguiendo la
ruta de la costa, para aprovechar la travesía del Maipo y
demás ríos transversales en los balseaderos que .utilizaban
para sus viajes los naturales del país.
Fracasada la empresa de Almagro, vino, cuatro años más
tarde, hacia el famoso Cfhile, el valiente capitán extremeño
Pedro de Valdivia. Llegó a las riberas del Mapocho en diciembre de 1540, y dos meses más adelante echó los cimientos
<ie la apostólica ciudad de Santiago, que sería en su misma
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Juan .Mujica
primitiva planta la capital de la nación. Los conquistadores
que le acompañaban fueron recompensados en sus meritorios
servicios con repartimientos de encomiendas de indios en diversos puntos del territorio. En la costa del actual departamento de San Antonio no se hizo repartimiento alguno, conocido por documentos. Las tierras de su contorno estaban
sometidas en su parte interior central al cacique de Talagante,
que fué el primero que recibió las santas aguas del bautismo,
imponiéndosele el nombre de don Bartolomé, y forma tronco
genuino de una larga prole vinculada hoy a ilustres familias
de la más rancia aristocracia chilena, peruana y española.
Las tierras situadas al norte del cordón de cerros que forman
la punta de San . Antonio eran señoreadas por el cacique de
Huechún y las que se extienden al sur, hasta la boca del
Maipo pertenecían al cacique Millacura. Los indios vivían
en pequeños tambos bajo el dominio de estos señores que estaban a su vez sometidos al vasallaje de los incas peruanos.
El primer español que obtuvo propiedad de tierras en
esta hermosa comarca costera fué el benemérito conquistador
Antonio Núñez de Fonseca, que en abrigada caleta, donde
ya ejecutaban sus faenas pesqueras los nativos, debió establecer la primera bodega, para guardar los productos agrícolas
de la región y para la salazón del pescado que se enviaba seco
a la capital y al puerto de Valparaíso^ El pescado sedo era
uno de los productos alimenticios más usados por los españoles en sus largas travesías marítimas. Núñez de Fonseca
había nacido en el reino de Portugal y fué uno de los innumerables originarios de este país, que puso su esfuerzo en
servicio de la empresa que España, madre común de los demás reinos peninsulares, realizaba en el Nuevo Mundo* desde
el portentoso descubrimiento de Cristóbal Colón. Había llegado a Chile en el primer refuerzo que vino para la conquista,
cuando la miseria y la desnudez abatían a los denodados compañeros de Valdivia, en 1543. Era hombre de gran capacidad comercial, explotó miiias y por su conocimiento' en la
materia el Cabildo de Santiago le encomendó la redacción de
la primera ordenanza de minería que rigió en este país. Propietario de terrenos en la costa, porque la costa atrae con
predilección al portugués, fué uno de los primeros que cons-
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truyó bodegas en el puerto de Valparaíso y estableció un astillero en su estancia de Concón, junto a la boca del-Aconcagua. En el último cuarto del, siglo diez y seis debió obtener
la;s tierras situadas en la costa de San Antonio, lugar que a
él mismo debe la denominación hasta el presente conservada
con singular prestigio. Pocos nombres hay más gratos para
el oído de la gente portuguesa que el del santo taumaturgo
nacido en la bella Lisboa el año 1195, del matrimonio
contraído por el caballero don Martín de Bullones con
doña Teresa. Tavera, la cual descendía de los antiguos reyes
de Asturias. Este San Antonio que muere con el hábito franciscano el año 1231, fué canonizado antes de cumplirse un
año de su muerte y es umversalmente venerado y conocido con
la álcuña de donde está su tumba, la insigne ciudad de Padua.
Es considerado el mayor taumaturgo por la cristiandad y el
Papa llamóle arca del antiguo y nuevo testamento.
El conquistador Antonio Núñez de Fonseca debió alzar
en forma rústica aquella primera bodega establecida en la caleta humilde de los indios pescadores y haría también por su
iniciativa la construcción de algunos pequeños barcos para
hacer la travesía marítima hasta Valparaíso y Concón. O t o r
gó su testamento ante el escribano Venegas, el 28 de abril
de 1596, y falleció al comenzar el siglo siguiente. Fué casado con doña Juana Silva, matrimonio del cual procedió una
distinguida y dilatada familia que se vinculó a gran parte de
la sociedad chilena. Las tierras situadas en la comarca de San
Antonio las heredó su hija doña María Núñez de Fo¡nseca,
mujer del capitán español don Pedro de Recalde y ArrandoJaza. Este había nacido en la villa de Azcóitia, provincia de
Guipúzcoa, en 1567, procedente de ilustre linaje. Llegó a
Chile en un navio de su propiedad corriendo los días de octubre de 1599. El barco llamábase San Juan Bautista y venía
desde el Callao con socorro de soldados y municiones para la
guerra de Arauco. La real audiencia de Santiago le recibió
como alguacil mayor de corte, y el puerto de Valparaíso lo
tuvo como su jefe militar, haciendo valerosa defensa en un
desembarco de piratas ingleses. Su hijo don Antonio de Recalde y Fonseca fué sacerdote y fundó a sus expensas el colegio de la Compañía de Jesús en la ciudad de La Serena.
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Juan .Mujica
En enero de 1637 la segunda dueña de las tierras de San Antonio quedóse viuda y dos años después celebró segundas
nupcias con el licenciado don Pedro Venegas de Sotomavor,
digno magistrado que llegaría a ocupar el alto cargo de oidor
de la real audiencia de Santo Domingo, la más antigua del
mundo americano.
En 1611 pasaron las tierras de esta estancia a poder de
don Diego Sánchez de Alaisa. En fecha aproximada las ad'
quirió el capitán Juan de Cartagena, biznieto del conquistador Luis de Cartagena, oriundo de Granada, que salió con
Valdivia desde el Cuzco, en 1540, para la heroica jornada
de la conquista de Chile. Sirvióle de escribano y secretario,
cargo que le confirió el cabildo de la recién fundada ciudad
de Santiago, el 7 de marzo de 1541. El referido capitán dejó
descendencia hasta el presente conocida en línea varonil y díó
su propio, apellido por nombre a la comuna y balneario de
Cartagena, comprendidos en el departamento de San Antonio.
Años más tarde, en 1692, aparece como dueño de la estancia
de San Antonio el capitán don Juan Gallardo Lisperguer.
Este había entrado a suceder a su padre el sargento mayor
don Diego Fernández Gallardo y Escobar en el goce dé una
encomienda de* indios cauquenes, junto a la boca del Maule,
y por sus derechos maternos, en las tierras que habían recaído en su madre doña Inés Lisperguer y Andía Yrarrázabal.
ubicadas en la parte, interior de la costa, frente al puerto. El
primitivo dueño de estos terrenos había sido el noble cacique
don Bartolomé de Talagante, ya citado, quien las dejó en
herencia a su hija doña Elvira, la cual fué madre de doña
Agueda Flores, mujer ésta del conquistador de Chile, Pedro
Lisperguer, descendiente de los antiguos duques de Sajonia,
que prestó muchos servicios en la población de Chile y guerra
contra los araucanos. El capitán don Pedro Lisperguer y
Flores, fué sucesor de su madre criolla en estas tierras, y tuvo
de su matrimonio con doña Florencia de Solórzano y Velasco
al general don Juan Rodulfo Lisperguer, gran magnate y
valiente soldado, dueño de las estancias de Peñaflor, Talagante y San Antonio de la Costa. Este casó con doña Catalina
Lorenza de Andía Yrarrázabal y Aguilera y tuvieron a la
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doña Inés ya nombrada, heredera en las últimas décadas del
siglo XVII de la misma estancia de San Antonio.
Los Gallardo mantuvieron eji su poder las tierras de sus
mayores en este punto de la costa santiaguina hasta muy
avanzado el siglo XVIII. Dieron con su apellido nombre a
la aldea hasta hoy conocida con el de Lo Gallardo, núcleo
central de inmenso latifundio que por sucesivas 'herencias y
compras de terrenos habían formado. Don Juan Gallardo y
Lisperguer fué casado con la noble dama criolla doña Juana
Hidalgo y Barrera. La ciudad de Santiago le tuvo por su
alcalde y figuró en el real ejército con la categoría de maestre
de campo. En 1753 figura como dueño de San Antonio
don Francisco Javier Cisternas y Gallardo, menor de edad,
en cuyo nombre se promovió un pleito contra los pescadores
establecidos en la caleta de este puerto. Era hijo del capitán
don Ramón Javier Cisternas Fuica y de doña Josefa Gallardo
Hidalgo. Treinta años más tarde estas tierras habían pasado
a poder de doña Jacinta Gallardo y Vargas, hija del capitán
don Diego Gallardo Hidalgo y de doña Ignacia de Vargas
y Gamboa. La propietaria de San Antonio se encontraba
casada con don Esteban Carrillo de ¡Albornoz, del cual tuvo
a doña María, mujer de don Juan Manuel de Santa Cruz y
Aldunate, progenitores de la ilustre familia Santa Cruz, de la
que salió el héroe de Tacna, comandante don Ricardo Santa
Cruz y Vargas, muerto en aquella gloriosa batalla el 26 de mayo
de 1880. La dueña de las tierras de San Antonio, viuda del
señor Carrillo de Albornoz, casó en 1788 con el caballero
santiaguino don José-María de la Fuente y Díaz Montero.
Era éste primo hermano del célebre jesuíta padre Lacunza. y
provenía del matrimonio celebrado en la parroquia del Sagrario de la iglesia Catedral, en Í743, por el noble gallego
don Matías Nicolás de la Fuente y Díaz con la dama criolla
doña María del Carmen Díaz Montero y Duran de Salcedo.
Los Fuente y Gallardo, que fueron don Ramón, don Juan
José, don Manuel y doña María Mercedes, heredaron de su
madre parte de estos valiosos terrenos de la estancia de San
Antonio del Mar.
La industria pesquera
Desde los tiempos más remotos en el desarrollo de la
cultura humana representa la,industria pesquera un papel de
suma importancia en el servicio de la alimentación de los
pueblos. Realizada por Valdivia la fundación de la ciudad
de Santiago, pronto partieron sus huestes en exploración de los
territorios que tenían salida al océano. Los conquistadores encontraron al llegar a la costa correspondiente a la hoya del
hermoso río Maipo, donde era señor principal el cacique Millacura, un establecimiento de pesquería explotado por los indígenas para traficar por sus tambos la venta de este producto tan noble como exquisito y tan necesario para dar variedad a su mantenimiento. En el banco arenoso que las
aguas correntosas del río arrojan en la costa, sé había formado
una estación natural de cultivos piscícolas y de moluscos alimenticios. Los españoles comprendieron fácilmente que era
necesario mantener aquí la actividad pesquera para abastecer
de sus productos la ciudad recién fundada. Al cabo de los
años fué adquiriendo -esta industria más y más auge,' junto
con el desarrollo a que estaba llamado el puerto comercial
situado en aquellos aledaños. Ya hemos dicho que el fundador de San Antonio y primer dueño de tierras en la comarca, el conquistador Antonio Núñez de Fonseca debió establecer las antiguas pesquerías al estilo europeo en el ságlo XVI.
El historiador Pérez García, que deja redactada su obra cuando alboreaba la independencia nacional, al hacer la descripción de la provincia de Melipilla nos expresa: "Los frutos
de su distrito son trigos, ganados y buen vino; en su puerto
de San Antonio se pesca mucho pescado, de que se abastece
Santiago. Sus diezmos se subastaron el año 1784 en seis mil
ciento setenta y cinco pesos, y enumerados los abastecedores,
llegan a tres mil, de todas edades y ambos Sexos".
Con el correr del tiempo la valiente faena de la pesca
fué pasando de las manos de los indígenas a las de los criollos
descendientes de españoles. Aquel establecimiento de vivien-
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das y ramadas para ejecutar las operaciones posteriores a la
saca del pescado en algunos terrenos que pertenecían a la estancia de San Antonio, produjo largos pleitos entre-los pescadores allí establecidos con los propietarios de la nominada
estancia. Estos manifestaban que los primeros les ocasionaban perjuicios apacentando sus caballerías en los prados que
tenían reservados para sus animales, y que también les producían perjuicios en sus almendrales y viñedos próximos a
las mismas playas. Los pescadores defendían su derecho para
•ejercer la industria que les daba el sustento, con la cual también aportaban a la sociedad un beneficio general. El tribunal de la real audiencia, consecuente con los mandatos de la
ley, hacía justicia porque no se embarazase a los pescadores
en su honrado trabajo y los terratenientes tenían 'que someterse a su mandato sin más apelación. Ambas fuerzas eran
vitales para el progreso regional: el agricultor, defendiendo
la riqueza vegetal y pecuaria que le mantenía la tierra; los
pescadores, con su noble industria, creando un pueblo en
aquellas apacibles comarcas que más tarde sería un centro
vital para la economía del país.
En 1698 se presentaron ante la real audiencia el alférez Gabriel de Abarca, Domingo de Miranda y Juan de Valdivia, pidiendo amparo para ejercer su actividad en la boca
del río Maipo y en la caleta de San Antonio, cuyas playas
quedaban anejas a la estancia del mismo nombre, de la cu3l
entonces era dueño el capitán don Diego Gallardo y Escobar.
El tribunal citado les despachó con fecha 15 de diciembre de
aquel año, una real provisión en que les favorecía a lo Solicitado por aquéllos que eran los propietarios de las barcas
dedicadas a la pesca. Pasó un largo tiempo sin litigios, pero
en 1752 el apoderado de don Francisco Cisternas y Gallardo, que era dueño de la estancia de San Antonio y menor de
edad, presentó nuevamente demanda contra los que trabajaban en la industria de la pesca, de quienes era principal representante el capitán don Juan José Rodríguez Cañol. Los
autos judiciales fueron llevados por el capitán don Pedro
Manrique, que ejercía el cargo de teniente de corregidor del
puerto de San Antonio, como delegado del corregidor y jus-
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Juan .Mujica
ricia mayor de Melipilla don José de Fuenzalida. Tres años
más tarde se continuaron las actuaciones por el capitán don
José Fernández Correa, que desempeñaba la misma tenencia
en nombre del corregidor don Agustín de la Jara. En 1770
fué levantada una nómina de las personas que habían construido casas y dependencias para la pesquería y pequeñas establecimientos comerciales en el puerto de San Antonio y
resultaron veintiséis vecinos allí instalados, que pueden considerarse como los verdaderos pobladores de la localidad en
su primitiva estructura. Estos habitantes no solamente justificaban su permanencia en la comarca por el trabajo que
desarrollaban en la industria de la pesca, sino que además
prestaban valiosos servicios a las naves que, recalaban en la
b?bía. Andando los años, la industria pesquera debería adquirir grande importancia en el desarrollo comercial de este
puerto.
El establecimiento parroquial.
Junto con la llegada de los españoles a esta región —
movidos en su empresa civilizadora por un hondo celo religioso—, debió derramarse en esta comarca la semilla del
evangelio. No cabe duda de que en los primeros tiempos solamente llegarían misioneros, de vez en vez, a expandir su
tarea apostólica en estas regiones. En las mismas primeras
bodegas establecidas por el fundador Antonio Núñez de
Fonseca, se desarrollarían los actos del culto. Ya después se
sabe que se alzó una modesta capilla bajo el celestial patronato de San Antonio de Padua, dependiente del antiguo curato de Melipilla, creado antes de 1580, año en que lo servía
el presbítero Jerónimo Vásquez, como doctrinero de los
indios que habitaban en toda la región de la costa santiagui
na. En 1585 ejercía esta misma doctrina Jerónimo de Céspedes, que había sucedido al anterior cuatro años antes.
Creada en 1823 la parroquia de Lo Abarca, quedó a ella sujeta la jurisdicción eclesiástica del puerto de San Antonio.
En su pequeño templo se hacía la vida religiosa con especial
devoción por el santo tutelar y por el patrono de los pescadores, el príncipe de los Apóstoles, San Pedro. Desde 1873
se hizo cargo de la vice parroquia de San Antonio el ejemplar sacerdote italiano don Octavio Palmieri, que desarrolló
una hermosa labor apostólica, conquistándose el amor de
cuantos le conocieron, principalmente entre la clase humilde.
Trabajó con hondo celo por el bien de las almas en éste puertfo (durante veintiún años y falleció el 25 de noviembre de
1895, rodeado jdel mayor afecto por la población. Fué nombrado pata sucederle el presbítero don Carlos Manser, nacido
en Alemania, que había desempeñado los cargos de capellán
de coro en la catedral de Ancud, cura de Calbuco y capellán
del hospital de Linares. Su permanencia en San Antonio sólo
duró dos años. El 18 de mayo de 1898 expidió el arzobispo
don Mariano Casanova un auto que creaba la nueva parroquia de San Antonio. Con feliz providencia se daba a la comarca su verdadera autonomía eclesiástica, con todas las fa-
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Juan .Mujica
cultades amplísimas que la iglesia otorga a los curatos. El territorio que comprendía la nueva parroquia, fué segregado de
las de Lo Abarca y de la antigua de San Pedro de Chocalán,
que databa de 1680. El decreto del arzobispo Casanova fijó
los términos del curato de San Antonio en la forma siguiente: al norte, el camino que va de Meüpilla a San Antonio hasta
llegar a la intersección con el camino que corre de este puerto
al balneario de Cartagena, y desde este punto con una línea
recta imaginaria que llega hasta la Punta de la Yegua en el
mar; al oeste se le dió por límite el océano Pacífico hasta
donde alcanzan las aguas territoriales chilenas; al sur, el
deslinde que separa la hacienda del Peumo de las llamadas del
Convento y Cabimbao, hasta llegar al río Maipo, haciéndole límite con la parroquia de. San Pedro; al oriente, el curso
del río Maipo, remontado al norte, y los deslindes de las haciendas de San Juan y la Marquesa hasta alcanzar el camino
real que la separa del curato de Melipilla. El principal promotor de la creación de esta nueva parroquia no fué otro que
el eminente sacerdote don Miguel León Prado, entonces Cura
de San Miguel en la capital de Chile, más tarde ungido primer obispo de Linares, de muy santa memoria. El gobierno,
a su vez, prestó aprobación al establecimiento de la nueva
parroquia y, en consecuencia, se expidió un decreto supremo
el 27 de mayo inmediato, que lleva las firmas del ilustre presidente don Federico Errázuriz Echaurren y del glorioso
almirante don Juan José Latorre, su ministro de relaciones
exteriores y culto.
La casa del respetado caballero don Belino León Prado,
situada en este puerto, era en sus tiempos centro social de
primera importancia. En ella se hospedaba el recordado y
muy santo varón de Dios, que era su hermano don Miguel,
y también pasaban las temporadas veraniegas otros miembros de la familia y personas a ella vinculadas. Los mayores
y los pequeños constituían un corro familiar de gran relieve
en la vida local, distinguiéndose por la piedad cristiana y la
caridad que difundían en aquel ambiente apacible de la costa.
Bajo la firma de Pedro Sánchez publicó "El Diario
Ilustrado", en su edición del l 9 de febrero de 1923, un at-
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tículo sobre la muerte de don Belino León Prado, que encierra bellas reminiscencias de su casa.
"Recordé la primera vez que llegué a San Antonio
dice el cronista—, precisamente a la casa de don Belino y de
don Miguel, y que los dos hermanos ocupaban todos los veranos desde tiempo inmemorial. El cariñoso cura me había
brindado con esta invitación, a fin de que descansara de mis
tareas periodísticas de "El Chileno'-, y había tenido todavía
la delicadeza de invitarme a hacer el viaje en su compañía.
Recuerdo ese viaje como si fuera de ayer, ¡y han pasado tantos años! El tren llegaba solamente basta Melipilla; desde
allí se emprendía la marcha en coche, por caminos polvorientos, subiendo y bajando cuestas, hasta llegar a San Antonio o Cartagena, cansados, molidos, sudorosos, negros de
tierra, pero contentos al sentir sobre el rostro la fresca caricia del mar. Instalados en el enorme postino; bien amarrados en su parte posterior las maletas y los sacos del viaje,
como quien se prepara para una empresa formidable, se emprendía la marcha, pidiéndole a Dios que llegáramos sanos y
salvos al término. Y venía el desfile de cuestas: la cuesta del
Tordo, la cuesta de la Sepultura, la cuesta del Sauce, donde se
cambiaban caballos. Se almorzaba en la Marquesa, en donde
varias niñas sencillas y discretas, le servían al viajero unas
cazuelas de chuparse los dedos. Y tras el descanso, se recomenzaba el eterno rodar del coche, hasta que desde la altura
de Malvilla se divisaba el mar todavía lejano, y entonces seolvidaban ípso facto las molestias del camino.
"Así llegué un día, caída ya la noche, al Puerto Viejo
de San Antonio, un modesto pero simpático caserío, en el
cual se llevaba una vida verdaderamente patriarcal. No era
sitio propiamente de veraneo, sino para los que allí tenían
deudos. Las casas principales pertenecían a familias de Santiago, todas conocidas entre ellas, y que se aprestaban a disfrutar del veraneo con esa lenta tranquilidad de nuestros
viejos, cercanos todavía a la apacible y soñolienta vida colonial. Hoy no quedan rastros de aquellas casas, y apenas
van quedando ejemplares de aquellos personajes. La muerte
ha segado muchas de aquellas cabezas respetables; el terremoto de 1906 cubrió de arenas las viejas casonas en que pasa-
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Juan .Mujica
mos tantas veladas inolvidables. Ya no están la casa de don
Blas Tagle, atrayente por sus amplios balcones; ni la de don
Mauricio Mena; ni la de la familia Lamarca Bello; ni la
de los Larraínes; ni tantas otras. En su lugar, se alzan almacenes. oficinas, casas de comercio, despachos de menestras.
Y nada diré del mar y la bahía, que han cambiado también
en forma radical. El pequeño muelle en que "don Guillermo", el buzo, sacaba erizos y otros moluscos, con grande admiración de los veraneantes, que nos sentíamos sobrecogidos
al ver que un hombre bajaba al fondo del mar y se mantenía
allí durante algunos minutos, es ahora tierra firme, por donde pasan crepitando las locomotoras.
"La casa de don Belino y don Miguel miraba al mar y
estaba construida en un pequeño faldeo, no lejos de la antigua población. Fué de las primeras en tener agua potable
de excepcional talidad, producto de unas vertientes y que se
filtraba después a través de las dunas, llegando a la casa de
una pureza y uña frescura ideales. Además de esta agua, que
era la envidia de todo el pueblo, se cultivaban allí unos claveles que tenían que ver, los únicos que podían competir en
frondosidad y en belleza con los famosos claveles de La Boca,
que son, en el sentir de muchos, la octava maravilla del
mundo. Al principio la figura del señor don Belino causaba
cierta cortedad. Alto, un poco enjuto de carnes, irreprochablemente vestido, daba la idea de un señor un tanto seco y
altanero, de pocas palabras, orgulloso de su nombre y de sus
tradiciones. Pero a poco que se intimara, se iban advirtien•do en él verdaderos tesoros de bondad, de cariño, de delicadeza, de esa obsequiosidad un poco austera, pero profundamente sincera, que caracteriza a ciertos patricios chilenos.
Como nuestro suelo, que es duro por encima, pero que encierra tesoros de fecundidad y de riquezas, apenas penetramos en sus entrañas, así ciertos hombres son representativos
de la raza y de la tierra. La apariencia es seca; pero apenas
penetramos en lo íntimo de su ser, son de una bondad inagotable y de una gentileza indescriptible. ¡Oro puro! Tenía
de su hermano don Miguel la caridad sin límites, bie'n que
no sus tendencias ultra democráticas. Adoraba en el cura y
le celebraba todas sus obras y ejemplar apostolado; pero no
El Puér.to de San Antonio
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podía convenir en que viajaran en el mismo coche con él
cualesquier zarramplines de hojotas. Esto sacaba de quicio al
respetable caballero, no porque no tuviera lástima de los andariegos, sino porque sabía bien que olían a mugre y aguardiente en forma que apestaban. Don Miguel, fogueado en
todas estas lides populares y hecho a tales gajes y otros peores,
se sonreía al ver que don Belino correteaba a los intrusos que
iban a esperarlo a la puerta- misma de la casa, seguro de qTie
había de encontrar a sus amigos y compañeros de viaje en
la primera vuelta del camino. Hombre integérrimo, de doctrinas y de vida purísimas, cristiano a macha martillo, se
dolía de las claudicaciones, de las decadencias que veía venir.
Yo no sé, pero me parece que esos ancianos de otros tiempos
pertenecían a otra raza, muy superior a la actual. Es en sus
fibras morales en las cuales tengo que aceptar la decadencia
de la raza, como lo he dicho en otro artículo. Había en los
viejos de otros tiempos una mayor energía moral, producto
de sus convicciones firmes, de sus creencias, de su concepto
de la vida".
La formación del puerto.
Erróneo ha sido manifestar en estudios que dan a conocer el desarrollo histórico del puerto de San Antonio que a
partir de 1790, solamente, debe considerarse este hecho. En
interesante documento que tenemos a la vista, del año 1770,
vemos que ya en esta fecha, junto a la caleta donde se desarrollaba la industria de la pesca, habitaban en la localidad
26 familias fundadoras, que habían levantado sus casas, ranchos y bodegas para el trabajo que ejecutaban en bien de la
sociedad. Las familias allí instaladas apaleen en el documento referido, encabezadas por las Siguientes personas:
Bartolo Alvarez, Narciso Alvarez, Domingo Alvear, José
Antonio Ascual, Silvestre Bermúdez, Agustín Candía, Guillermo Cañol, Cayetano Gaete, Fabián Gamboa, que era teniente de corregidor, Juan de Dios Gamboa, Martín Gamboa,
Andrés Gómez, María Gómez, Julián Hernjández, Miguel
Hinojosa, Mateo Muga, Pascual Muga, Cruz Naguelante,
José Rodríguez Cañol, Gerardo Rojas, José Rojas, Juan
Romero. Rafael Salazar, Juana Valenzuela, Tomás Vargas y
Lorenzo Vélez. Estos primeros pobladores de lo que habría
de ser más tarde una ciudad importante del país, prestaban
también, cuando la ocasión lo permitía, sus servicios para 4a
defensa de la costa contra las naves corsarias que amenazaban atacar »los dominios de España en este continente. Igualmente, aquellos vecinos de San Antonio prestaban auxilio a
las naves que recalaban en la bahía para hacer agua y buscar
provisión de elementos nutritivos. El 5 de diciembre de 1785
se encontraba surto en el puerto de San Antonio el paquebot
llamado el Tránsito, al mando del capitán don Santiago de
Oñederra, noble vascongado, cuyo nombre aparece con primordial relieve en la fundación de Nueva Bilbao, llamada
más tarde Constitución. En efecto, el capitán Oñederra dirigió aquel día una nota al teniente de corregidor don Fabián
Gamboa, para solicitarle agua y víveres, que la tripulación
de su barco necesitaba premiosamente. Venía con 53 días de
navegación desde el Callao y debía continuar hasta Valpa-
El Puér.to de San Antonio
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raíso. Los pobladores de San Antonio proporcionaron á Oñcderra todo, lo solicitado, como antes y después también lo
hicieron en cumplimiento de elementales deberes de convivencia social.
En 1790 realizó el gobernador y capitán general don
Ambrosio O'Higgins la visita general del reino, para imponerse personalmente de lo que fuera necesario proveer. El
historiador don Ricardo Donoso dice al respecto: "Después
de una breve estada en los baños de Cauquenes, en marzo de
1790, se entregó el capitán general, con la vehemencia característica de su personalidad, a la atención de los negocios administrativos, que algunos meses después recibió cartas de la
corte, anunciándole la posibilidad de un rompimiento con Inglaterra, y recomendándole recorriera y visitara los puertos de
la dependencia de su mando, a fin de ponerlos en estado de
defensa. Apenas iniciada la primavera se dirigió a Valparaíso y reconoció personalmente la costa hasta San Antonio y
desembocadura del Maipo, recorriendo con detención las ensenadas de Lagunillas, Quintay, Cartagena y San Antonio, que
le dejaron la impresión de no ofrecer facilidad alguna para
desembarcos, limitándose a dejar eñ ellas establecido, así como
a lo largo de toda la costa, un servicio de vigilancia, por medio de vigías, para evitar cualquiera sorpresa".
Este gran gobernante, que .dejó en Chile importantes
obras de progreso, pasó a ocupar después el solio virreinal de
Lima, donde perseveró' en su empeño laborioso. Fué padre
del héroe máximo de la independencia de Chile y director
supremo del estado don Bernardo O'Higgins. Escasa población llegaría a contar el puerto "viejo de San Antonio en las
postrimerías de la dominación española. Tal vez no- llegasen sus habitantes a sumar sino unas dos centenas. Las viviendas destacaban junto a las colinas de la costa coñ la sencillez propia de nuestro estilo campesino: xnuros de adobes,
unas veces con el color natural de la tierra y otras enjalbegados con la blancura de la,cal; corredores al exterior con
gruesos pilares de madera toscamente labrada, y sobre todo la
techumbre de tejas roías o de pajizos atados sobre las cubiertas de colihues sostenidos.
22
Juan .Mujica
En los primeros años de la independencia fué habilitado San Antonio como puerto menor. Él diputado por Melípilla don Bernardo José de Toro presentó al congreso de
1844 un proyecto de ley para que se declarasen de utilidad
pública los terrenos necesarios de esta localidad, con el fin de
formar una ordenada población. "Bien comprendió el ejecutivo, decía Toro en los fundamentos de aquel proyecto, que
uno de los medios más positivos de protección a un país
esencialmente agrícola, era proporcionarle canales de exportación a sus productos naturales, y en este sentido se dictó la
ley que declaró puertos menores habilitados los de Papudo y
San Antonio de las Bodegas". Este proyecto obtuvo ínfor^
me favorable de la comisión de hacienda, integrada por los
diputados don José Victorino Lastarria, don Pedro Francisco Lira y don Antonio Varas, dictamen que fué presentado en
la sesión que celebró la cámara el 30 de agosto de aquel año.
Este informe sirvió dos años después de base a la ley del 21
de noviembre de 1846, en la cual se dispuso se lleivantasen
poblaciones en todos los puertos menores habilitados, declarando de utilidad pública los terrenos necesarios para este
objeto.
La primera demarcación territorial correspondiente a la
población establecida en los puertos de San Antonio fué señalada por el decreto supremo del presidente Bulnes, el 8 de
febrero de 1848. Refrendó'estas disposiciones ej ministro del
interior y relaciones exteriores don Manuel Camilo Vial. Una
ley promulgada el 24 de julio de 1834 había" fijado a las
municipalidades del país el deredho sobre la venta de carnes.
Este particular no se observaba con puntualidad por las-personas que realizaban la venta conforme a la ley y se burlaban
fácilmente los pagos del derecho establecido. El artículo
sexto de aquel decreto dice: "Las poblaciones de San Antonio, nueva y vieja, tendrán por límites.- al oriente, tres cuartos de legua medidos desde el mar ; por el sur, el río Maipo,
y por el norte el esterito que sale a la playa chica díe Cartagena".
Como fuese necesario dar a la población surgida junto a
los puertos de esta bahía una definida situación jurídica, los
vecinos de la localidad solicitaron reiteradamente del gobierno
El Puér.to de San Antonio
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se tomasen las-providencias del caso. De este modo vino a
plasmar el deseo de los pobladores de San Antonio al dictarse
un decreto supremo —que puede estimarse como el documento fundacional de la futura ciudad marítima de la provincia de Santiago— el día 29 de noviembre de 1853. ¡Este decreto histórico está valorado con la firma del insigne gobernante don Manuel Montt, que ocupaba la presidencia de la
república, y de su gran ministro —el más ilustre sucesor'de
Portales en la construcción nacional— don Antonio Varas,
que servía las carteras del interior y relaciones exteriores. Dice
este importante documento histórico: "Conforme a lo dispuesto en la ley de 21 de noviembre de 1846.. He venido en
acordar y decreto: Establézcase una población en el puerto
de San Antonio de las Bodegas. Se declaran de utilidad pública treinta cuadras cuadradas en el terreno situado a la orilla del mar, comprendido entre la Quebrada del Agua,' al
Norte, y la zanja que corre al lado del Sur de las bodegas de
don Fern ando_ Luco. Se aprueba el plano levantado por don
Vicente Larraín Espinosa, y conforme a él se procederá a trazar población en el terreno que rodea la playa, y demarcando en él, sitio para la plaza, iglesia, aduana, muelle, cárcel y
edificios públicos. El ingeniero Lemuhot procederá a tasar
los terrenos en unión del perito que los dueños de ellos nombrarán por su parte. Demarcada la población se abonará por
la Tesorería General el valor de los sitios destinados a edificios públicos según tasación; el resto- se venderá al precio de
tasación a los interesados que quieran establecerse allí con la
obligación de cerrarlos en el término de seis meses y edificarlos en el de dos años, bajo las penas establecidas por el articulo cuarto de la ley de noviembre de 1846,, y la obligación de venderlos por el precio de tasación porque los hubieran comprado. Los sitios que no se hubieren elegido para
edificios públicos, serán vendidos por los dueños del fundo á
precio de tasación debiendo ser preferidos los que hubieren
edificado ya en ellos. Si en el término de seis meses no han
hecho la venta, el Gobernador de Melipilla hará se deposite
en la oficina fiscal del Departamento, para entregarlo a los
dueños cuando lo reclamen".
24
Juan .Mujica
Durante la progresista administración del gran presidente don José Manuel Balmaceda se comenzaron las obras
del ferrocarril que uniría, andando el tiempo, el puerto de San
Antonio con la capital de Chile. Este fué, sin duda, uno. de
los puntos fundamentales del auge que el futuro reservaba a
esta nueva estación marítima de nuestra extensa costa. Manifiesta el historiador don Roberto Hernández: "Lejos de
paralizarse los trabajos en los meses de la revolución (1891),
se activaron febrilmente; porque se decía con insistencia —y
Balmaceda llegó a creerlo— que el desembarco de la escuadra se verificaría en San Antonio y no en Quintero. Una
fuerte guarnición fué colocada en San Antonio, en tanto que
el estado mayor de Balmaceda estudiaba por allí todos los
planes de campaña. Después de la revolución, es claro que
se paralizaron los trabajos, a pesar de que los estudios del ferrocarril los dejó concluidos, aunque por otra> ruta, el ingeniero don Joaquín Villarino. > Cuando' la línea no llegaba
más que a Melipilla, es decir, cuando el ramal estaba aún a
medio camino, fueron notables los esfuerzos de la empresa
de los ferrocarriles en el sentido de proseguir el ramal hasta
su término. El consultor técnico de la empresa, don Omer
Huet, expidió una serie de informes sobre el tema "Ferrocarril
de Santiago a San Antonio", manifestando la necesidad de
esta línea. En informe elevado al ministerio de industria y
obras públicas, el 26 de abril de 1900, el señor Huet habla
ya de "una urgencia excepcional", para una vía de transporte como la de Santiago a San Antonio. "Se facilitará
así —prosigue— la salida de los cereales y minerales hacía
los puertos extranjeros; el despacho de los animales, pasto,
carbón, madera y frutos del país hacia el norte y las demás
regiones del territorio; la llegada de los artículos de Europa,
que encontrarán vías más directas hacia los centros de consumo'", Hizo notar el talentoso ingeniero' la •conveniencia,
para la capital de contar con un buen puerto a una distancia
poco mayor de los cien kilómetros, considerada, además, la
gradiente suave y uniforme que tendría esta nueva ruta ferroviaria. Otro acreditado profesional, el ingeniero don Enrique Vergara Montt, nombrado jefe de la comisión que realizaba los estudios^ para la prosecución del ferrocarril hasta
El Puér.to de San Antonio
25
San Antonio —que ya funcionaba normalmente en los 59
kilómetros que corren de la capital a Melipilla— defendió
con justificados argumentos la necesidad de dar término a
esta línea férrea y la inmediata consecuencia de establecer un
puerto moderno en este punto.
En sesión de la Cámara de Diputados, celebrada el 17
de agosto de 1901, se trató por vez primera el problema de
abordar el estudio serio de habilitar el puerto de San Antonio como la futura" comunicación marítima de las provincias
de Santiago á Curicó con el mundo de los negocios. Lleva
el honor de haber planteado esta cuestión el ilustre marino,
entonces investido con la representación del pueblo en el parlamento, don Ramón Serrano Montaner, hermano del héroe
de la Esmeralda, y hombre amante de su terruño y de la grandeza de su patria. El 15 de diciembre de 1^03 se leyó sn
el Senado un mensaje del Presidente Riesco, presentado por
su ministro de Obras Públicas, don Francisco Rivas Vicuña,
en que se pedía el despacho de la ley de expropiación de
los terrenos por los cuales "debería correr la línea de Melipilla a San Antonio. El proyecto fué aprobado al día siguiente por dieciséis votos contra uno. En la Cámara, con informe favorable expedido por la comisión formada por los
diputados don Arturo Alessandri, don Octavio Astorquiza.
don Joaquín Echenique y don Guillermo Pinto Agüero, se
aprobó por unanimidad, sin debate alguno. Ya se había salido de un grave aprieto y quedaba el camino expedito para
que el ferrocarril prestase sus inestimables servicios de comunicación de la capital con su gran puerto más cercano en el
breve tiempo de ocho años.
Creada la comuna de San Antonio en virtud de la ley
del 22 de diciembre de 1891, la ilustre municipalidad
celebró su primera sesión el 6 de mayo de 1894 a la
una de la tarde. Presidióla don Agustín D'Alantjon, como
presidente de la comisión calificadora, y asistieron a la misma
los señores don Alfredo Cerda, don José Segundo Plaza, don
Pedro Juan Oíate, don Pedro Antonio Moyano, don Bernabé A. Cerda y don Juan Alvarez. Prestaron los regidores
electos el juramento de estilo y después de leídos los documentos del caso, se procedió a verificar la elección de alcal-
26
Juan .Mujica
des, resultando elegidos, para primer alcalde don José S.
Plaza, don Agustín D'Alangon para segundo y para tercero
don Pedro Antonio Moyano, Fué nombrado secretario de
esta corporación don Manuel A. Cartagena y tesorero don
José del Carmen Hinojosa. Se acordó celebrar sesiones ordinarias todos los domingos de 1 a 4 de la tarde. No pudieron concurrir a este acto dos regidores electos: don Alberto Barros y don José Félix Valdés.
El departamento de San Antonio fué creado por la ley
3,212, promulgada el 22 d'e enero de 1917, siendo Presidente don Juan Luis Sanfuentes y Ministro del Interior don
Enrique Zañartu Prieto. Años después se le 'suprimió y restablecióse en virtud de la ley 5,287, cuando desempeñaba por
segunda la vez la Presidencia de la República don Arturo
Alessandri, el 6 de octubre de 1933. Diósele jurisdicción en
las comunas de San Antonio y Cartagena.
El progreso en tres siglos
El puerto de San Antonio no ha llegado al progreso que
actualmente goza por el mero capricho de las personas que
tuvieron la feliz idea de promoverlo. El gran historiador
chileno, padre Alonso de Ovalle, en su "Histórica Relación"
lo cita con estas palabras: "Cerca del puerto de Valparaíso
está el de San Antonio, que es también muy bueno y muy
seguro y cae a la boca del río Maipo". El ilustre jesuíta escribía esto en 1640. En el censo levantado el año 1787 aparece un cuadro de la población de este distrito y en él figuran once hacendados que con la riqueza explotada acrecentaban el comercio regional. A fines del siglo XVIII la población avecindada en el puerto viejo, alcanzaba a 720 habitantes,' por lo cual la autoridad eclesiástica estableció aquí una
vice-parroquia en 1797. Posteriormente disminuyó esta cantidad de pobladores.
Largo sería relatar circunstanciadamente el interesante
episodio de las operaciones bélicas que la escuadra de lá Confederación peruano-boliviana realizó en San . Antonio el año
1837. El 27 de noviembre surgieron en la bahía las corbetas "Confederación" y "Socabaya", seguidas del bergantín
"Congreso", que ya habían incursionado por Talcahuano y
las islas de Juan Fernández. Al día siguiente apresaron al
buque chileno "Feliz Inteligencia", que se encontraba cargado de maderas. Después desembarcaron en varios botes algunos oficiales y tropa, pero tan valientemente atacados por los
milicianos que guarnecían el puerto que emprendieron luego
el regreso a sus naves, quedando un oficial y algunos soldados en poder de los defensores. El gobernador de Melipilla,
don Angel Ortuzar, "avanzó con una columna militar para
rechazar el ataque de las fuerzas del mariscal Santa Cruz,
cuyo poder quedaría abatido en los campos de Yungay por
el ejército chileno que mandaba el general don Manuel Bulnes, dos años más tarde.
El glorioso soldado que acabamos de citar, ocupando la
presidencia de Chile, dictó el decreto que ordenara la ejecu-
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Juan .Mujica
ción de las primeras obras públicas para habilitar en forma
adecuada este puerto, con fecha 14 de enero de 1850. Refrendó este importante acto un eminente estadista: su Ministro de Hacienda don Antonio García Reyes. Mandó en
este decreto que el director del cuerpo de ingenieros civiles
dispusiese a uno de sus oficiales para que levantase un plano
circunstancial, marcando todos los accidentes del puerto detalladamente y que señalase el terreno en que debería establecerse la futura población. El citado ingeniero determinaría el punto apropiado para construir un muelle, formando
los planos y presupuestos de la obra. Ejecutaría también una
planta de la población, distribuida en sitios, teniendo presente que el objeto principal éra la construcción de bodegas de
depósitos, las cuales deberían estar situadas con acceso al
muelle. Mandaba también señalar el lugar en que debería situarse la oficina del resguardo y otras que convieniese establecer. El avalúo eje los terrenos sería hecho conforme al justo
precio de la propiedad en aquel momento. Seis años más
tarde solicitó don Gregorio de Mira autorización gubernativa para construir un muelle particular en el puerto viejo
de San Antonio, y considerando que no existía ninguno fiscal, el Presidente don Manuel Montt concedió este permiso,
comisionando al gobernador de Melipilla para que diese ubicación al muelle sin perjuicio del uso público. Por decreto
del Presidente don José Joaquín Pérez, dictado el 24 de noviembre de 1865, visto el informe evacuado por el jefe de
la aduana del puerto nuevo de San Antonio, y considerando
que la construcción de un muelle en este nuevo puerto mencionado era de reconocida utilidad para el comercio general,
concedióse a don José Hurtado y Alcalde permiso para construirlo. Debería instalarse en la caleta situada cuadra y media
al sur del referido puerto nuevo, y bajo la condición de nc
cobrar en ningún caso derechos más altos que los establecido
por el fisco.
La importancia de San Antonio quedó manifiesta du
rante el bloqueo que la escuadra española puso a Valparaíst
este último año. Fué habilitado como puerto mayor y p
más importante de Chile en aquellas desgraciadas circunstan
cias. En su bahía hubo tanto movimiento de buques que al
El Puér.to de San Antonio
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canzó a un promedio de treinta naves despachadas diariamente.
En 1873 destaca el devenir histórico un hecho fundamental para el desarrollo económico de la comarca. Un grupo
de respetables promotores del progreso chileno, movió una
nueva empresa con el justo deseo de acrecentar bienes y que
daría óptimos frutos al porvenir del puerto. Se formó la
Sociedad de Bodegas de los puertos de San Antonio. Los accionistas que comparecieron ante el notario don Ramón E.
Rengífo, el 2 de enero de aquel año, para labrar el instrumento público que contiene los estatutos respectivos fueron
don Manuel Egidio Ballesteros, por 5 acciones; don Vicente
Balmaceda, por 5; don Pedro José Barros B., por 25; don
Lauro Barros, por 25; don Emilio Concha y Toro, por 10;
don Melchor Concha y Toro, por 10; don Joaquín Díaz
Besoaín, por 1; don Ramón Eyzaguirre, por 2; don Donato
Morel, por 2; don Enrique de Putrón, por 4; don Marcelo
Salas, por 1, y don Francisco Subercaseaux, por 4. La sociedad fué establecida "con él objeto de comprar y explotar
el establecimiento y bodegas, situados en el puerto nuevo de
San Antonio, y construir nuevas bodegas en el puerto viejo_
de San Antonio, Asimismo, se extenderá el negocio a la
compra y venta, por cuenta propia y ajena, de trigo, cebada
y otros frutos del país que llegan a depósitp en dichas bodegas". La sociedad tendría una duración de diez años, prorrogabas por acuerdo de los accionistas. Se constituyó el capital con ciento ochenta acciones de mil pesos, que podría
aumentarse en cincuenta mil pesos más si lo acordare la misma junta general. Los estatutos fueron aprobados por decreto del 13 de marzo de aquel mismo año, que lleva las firmas del Presidente Errázuríz Zañartu y la de su Ministro
de Hacienda don Ramón Barros Luco. Este eminente servidor público, cuarenta años más tarde prestaría como Jefe
del Estado su entusiasta colaboración para las faenas de transformar a San Antonio en uno de los más importantes puertos de la costa chilena. El 12 de mayo de 1874 los gobernantes recién nombrados autorizaron la construcción de un muelle en el puerto viejo, particular de la Sociedad de Bodegas.
El embarque y desembarque de pasajeros sería libre, no pa-
30
Juan Mujica
ganan derecho alguno las mercaderías fiscales, las de particulares sólo deberían satisfacer un centavo y medio por cada cien
kilos de peso, y la misma cantidad por cada cien litros de los
artículos sujetos a esta medida. En los pescantes del muelle
podrían colocarse sin retribución alguna los botes del resguardo y de la subdelegación marítima. Se concedió a la sociedad
una extensión de 20 metros de frente sobre 40 de fondo, contados hacia tierra desde la línea de la más alta marea, para
que construyese una bodega apropiada a la carga que debía
moverse en el muelle.
Este mismo año promovió el ilustt^ hombre público, don
Benjamín Vicuña Mackenna, una campaña parlamentaria y
periodística en pro de la ejecución de las obras portuarias que
demandaba San Antonio. El movimiento marítimo hacía indispensable resolver este asunto. Como una muestra del auge
comercial del puerto, allí resguardado sólo por la naturaleza,
tomaremos el movimiento estadístico de 1885. Desde el l 9
de enero al l 9 de mayo de aquel año embarcaron por este
puerto con destino al extranjero 1,088 toneladas de cebada
inglesa, 2,309 de trigo y 771 de cebada corriente; con destino al comercio de cabotaje se embarcaron 220 de trigo y
2,300 del, último grano. El 7 de septiembre de 1910, siendo
Vicepresidente don Emiliano Figueroa Larraín fué promulgada la ley que autorizó contratar las obras de mejoramiento
de este puerto. El domingo 5 de mayo de 1912 celebróse la
iniciación de estas obras ,con gran solemnidad. Acudió a ésta
fiesta el Presidente Barres Luco, su comitiva encabezada por
el Ministro de Hacienda don Pedro N.- Montenegro, la banda
del regimiento Pudeto y la del orfeón de policía.' En San
Antonio fueron atendidos por su alcalde don Alberto Barros
y por el gerente de la casa Galtier, don Guillermo Camp. Con
esta firma el gobierno había contratado la ejecución de las
obras portuarias el 29 de julio del año anterior, por la suma
alzada de 9.750,000 pesos oro de 18 peniques, debiendo realizarse en el plazo de 4 añosr El 3 de mayo de 1914 hizo
el Presidente Barros su segunda visita oficial para conocer
estas obras marítimas, cuya labor avanzaba de manera halagadora. El 22 de octubre del año siguiente, cuando la
guérra mundial originaba dificultades casi inevitables, hizo
El Puér.to de San Antonio
31
Barros Luco la visita oficial de inauguración de las obras allí
realizadas. Acudieron para rendir los honores de ordenanza
las unidades de la armada' "Chacabuco", "Lynch" y "Condell" y el regimiento de infantería Buin. Una selecta comitiva acompañó al Presidente en esta histórica ceremonia,
en la cual figuraba su antiguo compañero de la revolución
de 1891, el almirante don Jorge Montt, que había honrado el solio presidencial de Chile. Barros Luco, rompiendo
la rigidez protocolar, se levantó para pronunciar un discurso bellamente improvisado, que fué de gran satisfacción para
cuantos lo escucharon, pues en él manifestaba el gran polínico su vivo deseo de que San Antonio llegase a ocupar el
puesto que justamente merecía en el concierto del progreso
nacional. En aquella ocasión fué inaugurada la carbonera
elévada, que tenía una grúa tan potente que podía levantar
5,000 kilos, y un andarivel para la descarga del carbón. ¡Durante la primera gestión presidencial de don Arturo .Alessandri se marcó un ritmo avanzado de progreso para el puerto, no obstante la mezquina campaña que en su contra mantenían ciertos elementos. Ya en 1914, Alessandri, ministro
de hacienda, había dado una solución a dificultades que se
presentaron para realizar las' obras de la antigua caleta maipina. Al ocupar la presidencia no escatimó jamás su colaboración para proseguir la buena política de dotar al país
con un nuevo puerto. Alessandri promulgó el 11 de febrero
de 1922 la ley que consultaba 3.500,000 pesos para la terminación de los trabajos del puerto que ya tenía bastante
movimiento. Con este aporte financiero/ se ejecutaron también las bodegas, servicio de alcantarillado y agua potable
para la población y el alumbrado público. Al dar cuenta en
el congreso nacional de su labor, el l 9 de junio inmediato,
expresó: "La explotación de los puertos será iniciada sólo
en el de San Antonio, cuyo movimiento comercial, que era
de 131,400 toneladas en 1920, llegó en 1921 a 288,777".
Al año siguiente, la carga movida en los muelles del mismo
puerto, alcanzó a 350,000 toneladas, En mayo de 1923
envió Alessandri a la cámara un proyecto de ley que elevaba
a San Antonio a puerto mayor. Como no se despachase este
asunto y siendo indispensable autorizar operaciones aduane-
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Juan .Mujica
ras donde ya tenían importantes embarques y desembarques
las grandes firmas de Braden Copper, Ford Motor, W. R.
Grace, West India Oíl y Fock, expidió Alessandrí el decreto
de 4 de setiembre de 1924, que autorizaba el coníercio por
este puerto en igualdad con Valparaíso. Al salir del país,
poco después el gran presidente, tenía la satisfacción de
sentir que había puesto todo su empeño en bien de San Antonio, para que el desarrollo de la vida económica contase
con tan importante estación marítima. Ya también estaba
el puerto, desde hacía algunos años comunicado con el trozo
de ferrocarril de Paine a Talagante, que tanto facilita la salida de los productos procedentes de Rancagua, Colchagua v
Curícó. El progreso portuario de San Antonio no ha podido ser más halagador. En la estadística de 1940 aparece
que fueron despachadas en sus muelles 800 naves, con un
total aproximado a dos millones de toneladas de registro
neto.
San Antonio y su comarca constituyen una zona de
singular belleza y especialmente dotada para el turismo.
Las hermosas playas de Las Cruces, Cartagena, Llolleo y
Santo Domingd son preferidas por innumerables persona?
que desean gozar de los encantos marítimos. Además del
progreso comercial existe un notorio adelanto en todos les
órdenes de la vida social. La educación se imparte en buenos establecimientos de grado elemental y secundario, públicos y particulares. Existen buenas salas de espectáculos,
semejantes a las mejores de las capitales provinciales. Los
servicios de salubridad, beneficencia y. asistencia social están,
dotados en forma adecuada.
En la última década del siglo XIX se estableció en San
Antonio la imprenta, órgano universal para conducir la"
cultura. Es una nota de justo orgullo que en esta localidad,
entonces una pequeña aldea, apareciese un periódico el 10
de noviembre de 1895. Se titulaba "Los Tiempos", y continuó editándose hasta 1917. Alrededor de veinte publicaciones periódicas han surgido en San Antonio desde aquella
fecha, animadas por el noble deseo de fomentar, día a día,
el progreso que merece para el bien de la nación.
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