sus puntos de vista personales en las comunicaciones

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EDITORIAL
sus puntos de vista personales en las comunicaciones científicas, pero
las ventajas para la mayoría serían manifiestas. De cualquier modo,
RECONCILIACIÓN CON LA MUERTE
esta clasificación tendría un carácter provisional, sería susceptible
de ser pulida en los detalles y tendría que ser revisada periódica
mente.
Análisis de algunos escritos de criminales de
guerra japoneses
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Al examinar y comparar las diversas clasificaciones de las en
fermedades mentales, que han sido propuestas en el IV Congreso
Mundial de Psiquiatría: la presentada por Eugenio Ziskind de Norte
américa, en la que se integran conceptos reaccionales y etiológicos, la
clasificación de Barahoma Fernández, de Lisboa, quien desarrolla las
conclusiones de E. Stengel expuestas en el III Congreso Mundial y
que traduce un intento de integrar criterios sintomáticos y etiológicos,
así como la preparación del capítulo correspondiente de la 8* Revisión
de la clasificación internacional de enfermedades y la clasificación de
la Asociación Psiquiátrica Americana, a la cual nos hemos adherido
en nuestro trabajo, hasta la fecha, se puede concluir que son mucho
más impresionantes las semejanzas que las diferencias, las cuales, salvo
en algunos apartados que se relacionan con las situaciones clínicas más
debatibles, lo son en mayor grado de terminología que de criterio.
No disponemos aquí de tiempo para desmenuzar cada una de es
tas clasificaciones, pero nuestro sentir es que actualmente es posible
lograr un acuerdo internacional en cuanto a la manera de clasificar
las enfermedades mentales. En éste como en otros asuntos, son los paí
ses más influyentes quienes deben poner el ejemplo.
R. de la Fuente
Keiichi Sakuda*
I. Introducción
No ES fácil hablar con precisión de los daños causados por la guerra. Esto se
debe a que todos los que experimentan la guerra, al mismo tiempo son pacien
tes de sufrimiento y causantes de sufrimiento. Esta ambivalencia se afirma muy
vigorosamente en el caso de los criminales de guerra. Más de 4000 japoneses
fueron enjuiciados por las Naciones Aliadas acusados de crímenes en contra de
la paz, de crímenes en contra de la humanidad y de crímenes comunes de gue
rra. Se les encontró culpables (esto es, causantes de sufrimiento), pero al mis
mo tiempo eran pacientes de sufrimiento, condenados por los tribunales parcia
les de las naciones anteriormente enemigas. Así, surge una horrible confusión. En
los materiales que examinaremos adelante, hay muchas huellas de amargas ten
tativas de encontrar el sentido de todo ello, además de las señales de la lucha
al enfrentarse a una muerte inminente. En este artículo se intenta distinguir
las diferentes formas de conciencia de la muerte que pueden encontrarse en los
escritos de los criminales de guerra japoneses, tal como aparecen reunidos en
The Posthumous Letters of the Century (Seiki No Isho, Asociación Sugamo
para la Compilación de Cartas Postumas, Tokio, 1953).
Bajo una privación drástica, el hombre se ve obligado a enfrentarse al pro
blema de su significación: ¿Por qué debe padecer esta agonía? Nadie se dedica
con más celo a este problema que el hombre que hace frente a una ejecución,
que es la privación final. Es probable que todos se sientan inclinados a iden
tificar la causa de su sufrimiento (no en el nivel de causalidad científica, sino
en el de significado) con un acto intencional o no intencional suyo o de alguien
más. Éste es el tipo ideal de resolución, tal como se encuentra en Crimen y
castigo: el propio crimen (la causa) conduce directamente al castigo propio
(el efecto). Pero entre los criminales de guerra japoneses después de la última
guerra, esta forma pura o ideal de resolución obtenida mediante la percepción
de la culpabilidad fue rara. Se presentaron numerosos factores que obstruyeron
las resoluciones de este tipo ideal: el carácter vengativo de los tribunales, la
comprensión inadecuada (intencional y no intencional) de las prácticas habi
tuales de las fuerzas armadas japonesas, burdas imperfecciones en el procedi* Universidad de Kioto.
1 Este trabajo es una versión revisada de mi artículo "Life and Death: The Views of Ja-
panese War Crimináis", publicado en Psychologia (Departamento de Psicología, Universidad
de Kioto, Japón), vol. VII, 1964. La introducción, sin embargo, es la misma.
7
Sakuda, K., 1966: Reconciliación con la muerte. Análisis de algunos escritos de criminales de guerra japoneses, in: Revista de Psicoanálisis, Psiquiatría y Psicología, México (No. 4, 1966), pp. 7-25.
8
RECONCILIACIÓN CON LA MUERTE
miento legal, malos tratos (incluyendo torturas), mientras se sufría la deten
ción.2 En realidad, la gente que realizó esta resolución, del tipo de Crimen y
castigo, estaba en minoría.
En el anterior método de resolución, la significación de la muerte se busca
en las malas acciones del pasado. Pero la búsqueda de la significación de
la muerte también puede dirigirse hacia el futuro, en la forma que asume al
pregunta: ¿A qué contribuye este sufrimiento? Algunas personas se satisfacen
si pueden concluir que ellos constituyen sacrificios en aras de toda la nación.
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Además de las anteriores dos formas de resolución, otros métodos pueden apli
carse con éxito. Pero podemos suponer que había muchos para los cuales nin
guna resolución estaba a su alcance, no había significación alguna posible.
Estas personas no pudieron eludir la agonía de la ejecución sin sentido. Con
siderando los defectos de los tribunales aliados a los que antes me referí, sin
RECONCILIACIÓN CON LA MUERTE
Así, nuestro estudio incluye 674 personas (véase el cuadro 2). Como sus
circunstancias difieren grandemente, es sumamente difícil extraer de estos ca
sos individuales características comunes. Hay diferencias en la cantidad de
palabras utilizadas, en las personas a las cuales se dirigieron (por lo regular
se trataba de esposas, padres e hijos, pero también a otros reos de la prisión
y a capellanes) así como en la fecha en que fueron escritas (tanto en forma
absoluta como en relación con la fecha de ejecución de cada persona). Ade
más, otros factores contribuyeron a la singularidad de cada uno de los casos: la
relación del reo con su crimen, su tratamiento en la prisión, su capacidad
para expresarse, sus expectativas de que lo que escribió sería entregado a la
persona a la cual estaba dirigido, y el lapso de tiempo transcurrido entre la sen
tencia y la ejecución.
embargo, podemos preguntarnos si las resoluciones fueron auténticamente acep
tadas aun por aquellos que afirmaban en sus cartas que habían llegado en al
guna forma a una resolución. En términos parsonianos, el término correcto
sería, no aceptación, sino compromiso.5 En otras palabras, ¿acaso la mayor
parte de estos individuos no se vio llevado a recurrir a "mecanismos de defen
sa" al no poder encontrar las resoluciones verdaderas? Los datos no son lo
suficientemente adecuados para permitirnos contestar a esa pregunta. Sin em
bargo, intentamos no diagnosticar en una forma psicológica clínica las reaccio
nes de estos criminales de guerra. Más bien nuestro problema consiste en des
cubrir qué formas de resolución fueron en realidad aceptadas por estos hombres
que habían vivido quince años de guerra y que ahora debían ser ejecutados
por sus crímenes. Para realizar esta tarea, las Posthumous Letters of the Century y otros escritos nos ofrecen material adecuado.
El cuadro 1 muestra que 1 068 de todos los reos por crímenes de guerra
murieron o fueron ejecutados antes del 31 de octubre de 1953. Los diarios, las
notas, los ensayos, los poemas y las cartas de 701 de estos 1 068 prisioneros
fueron reunidos en un volumen titulado Posthumous Letters of de Century. De
las prisiones para criminales de guerra, de las cuales había más de 50, la ma
yoría de ellas prohibía estrictamente la posesión de materiales para escribir o
bien confiscó dichos materiales al ser ejecutado el reo. Por esta razón el ma
terial reunido incluye notas escritas en el reverso de sobres, papel de cigarrillos,
en camisas y en pañuelos, así como en trozos de madera. Aún existen unos
cuantos documentos escritos con sangre. En el caso de documentos extensos, el
libro incluye resúmenes del material más cercano en el tiempo a la ejecución
del reo. Como nuestro tema es la resolución frente a la muerte por ejecución,
hemos omitido materiales dejados por los que fueron condenados a prisión per
petua y que murieron de enfermedad, por accidente o por alguna otra causa. En
esta categoría existen 27 hombres. Los materiales dejados por aquellos que se
suicidaron mientras estaba pendiente el juicio se incluyen porque parecen haber
sido escritos bajo la influencia de la idea de que con toda seguridad serían
enjuiciados y ejecutados.
2 Naturalmente, había tribunales y prisiones en donde sólo excepcionalmente se presenta
ban estos factores.
3 T. Parsons, The Social System, Free Press, Illinois, 1951, pp. 55-57.
9
Cuadro 1. Causa de la muerte (31 de octubre de 1953)
CLASIFICACIÓN
Clase
A
Clase
B y C
De
Formosa
Causa de la muerte
Ejecución
7
860
20
Enfermedad
5
59
1
2*
26*
Accidente
10
Suicidio
11
De
Corea
21
Total
12
2*
total
908
65
93
28*
19
12
1
12
7*
23*
23*
13f
13f
940
Suma
908
2
7*
Desconocida
Total
24
21
69't
997
35
13t
1068
71*t
* La muerte ocurrió antes del juicio.
t Se desconoce si murieron antes o después del juicio.
(Citado de The Posthumous Letters of the Century, apéndice.)
Sin embargo, a pesar de estas diferencias, fueron comunes a todos ellos cier
tos rasgos básicos de su medio ambiente. En primer lugar, todos ellos se enfren
taban a la muerte, y la causa de ella, aunque diferente en cada caso, derivaba
de la actividad guerrera. En segundo lugar, con la excepción de unos pocos
civiles, todos habían tenido educación militar o habían sido empleados por
militares. En tercer lugar, aunque unos pocos se las arreglaron para continuar
su vida personal en Japón durante un breve periodo de tiempo después de la
guerra, la mayor parte permanecieron totalmente aislados de la vida cotidiana
en Japón mientras duró la guerra y durante todo el tiempo de su prisión. Como
existen tales características comunes, bien vale la pena tratar de clasificar a
estas personas.
Estos prisioneros formaron un grupo único y aislado. Fueron separados de
Sakuda, K., 1966: Reconciliación con la muerte. Análisis de algunos escritos de criminales de guerra japoneses, in: Revista de Psicoanálisis, Psiquiatría y Psicología, México (No. 4, 1966), pp. 7-25.
10
RECONCILIACIÓN CON LA MUERTE
RECONCILIACIÓN CON LA MUERTE
Cuadro 2. Clasificación de los reos en cuanto a su categoría
ya se dijo antes, los crímenes de guerra tienen sus causas en acontecimientos
relacionados con operaciones militares y la regla y el mantenimiento del orden
11
durante una ocupación militar; aunada a la importante condición de que el
Categoría
Número
General de División (Almirante8)
7
General de Brigada (Vicealmirante5)
General Brigadier (Contraalmirante8)
17
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38
14
Coronel (Capitán8)
Teniente Coronel (Capitán de Fragata8)
Mayor (Capitán de Corbeta8)
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Total
82
110
Sargento Primero (Segundo Maestre8)
Sargento Segundo (Tercer Maestre8)
Cabo (Cabo8)
118
51
184
23
58
Soldado de Primera (Marinero de Primera8)
First Prívate (Second Recruifi)
Second Prívate (Third Recruifi)
Civil, Funcionario Civil*
54
58
210
9
17
1
85
Total
culpa mía. Aceptaré esta agonía con valor." (Capitán Isao Fukuhara, que mu
rió el 8 de septiembre de 1946, a los 30 años de edad.) "He sido felizmente
educado bajo el máximo cuidado de mi benévola madre, y dado todo su amor,
;cómo pude haber incurrido en errores tales? Se debe a mi falta de preparación
moral. Le pido mil perdones." (Capitán Kenichi Soné, que murió el 7 de
diciembre de 1946, a los 35 años de edad.)5
Estas expresiones de pura responsabilidad individual, que encontramos en
los escritos antes mencionados, son sumamente excepcionales. En muchos ca
sos, los criminales admiten que eran culpables, pero la mayor parte de ellos
38
7
nos casos (aunque pocos en número), a encontrarnos con declaraciones de
criminales de guerra que expresan la "muerte como expiación".
"Mi destino actual se debe solamente a mi falta de discreción. No se debe
ni a faltas de la sociedad ni a las de mis antiguos oficiales y soldados. Todo es
36
Capitán (Teniente de Navio8)
Teniente (Teniente de Corbeta8)
Subteniente (Primer Maestre8)
Ayudante (lo mismo8)
rra. Pero, como podemos encontrar en todo acto humano alguna razón para
aminorar la culpa, así puede decirse en el caso contrario que cada acto acom
paña a la más fuerte responsabilidad. Llegamos, mediante el estudio de algu
31
15
que juzgaba era el enemigo de otros tiempos, la lógica de la "muerte como
expiación" debe haber sido muy difícil de aceptar para los criminales de gue
85
674
§ Naval.
* Gobernador militar, comisionado, intérpretes, civiles empleados por los militares, ins
pector de policía, etcétera.
intentan explicar su culpa en otra forma. Un capitán de la policía militar que
se negó a ejecutar una orden de su superior de matar a un prisionero, aunque
ya antes había cumplido con otra orden similar, escribió como sigue: "Ya se
esté en tiempo de guerra o de paz, un hombre tiene el deber de realizar el
más alto ideal humano. Aun en la guerra debemos realizar este deber a toda
costa. Desde este punto de vista, debemos considerar no la responsabilidad de
las personas, sino, como dicen los franceses, la responsabilidad a que debe ha
cer frente el ejército. Siento la más profunda satisfacción al ofrecerme como
sacrificio por esta culpa." (Tsuguo Kuwahata, muerto el 12 de agosto de 1947
la vida japonesa normal en el periodo de posguerra. Su red de comunicaciones
estaba limitada a un grupo de reos por crímenes de guerra que padecían las
mismas limitaciones. La cultura tradicional japonesa los encerró tan firmemente
como en los días anteriores a la guerra: aun los que sobrevivieron al estallido
de la guerra de Corea difícilmente podrían haber participado en los movimien
tos democráticos de la posguerra. Al observar su forma de pensamiento, pode
mos definir algunos aspectos de la cultura japonesa en el periodo anterior a
la guerra.
II. Tipos de reconciliación con la muerte
Después procederé a investigar la lógica por la cual los criminales transigieron
con la muerte, dividiéndola en varios tipos. Como podría esperarse, pocos hom
bres aceptaron su propia muerte como compensación por sus crímenes. Los
criminales japoneses comunes, en muchos casos, aceptan la muerte como com
pensación por sus crímenes con algo de arrepentimiento.4 Sin embargo, como
4 Saburo Tamai, Death and Wall (Shi to Kabe), Sogensha, Tokio, 1953.
a la edad de 37 años. De Posthumous Letters of the Century.)
Aquí nos encontramos con la "muerte como expiación" conectada con la
"muerte como sacrificio", ya que una persona sustituye al grupo, el ejército
japonés.
Otra actitud hacia la muerte que sustenta la idea de la "muerte como ex
piación" y que no se basa en la responsabilidad individual pura es la única
que encuentra el sentido de la muerte en la "consolación" para los hombres que
ya se han ido de este mundo.
Como escribe Bokusui en uno de sus poemas, "Una flor otoñal a mi lado
me dice 'cuan adorables son los que han muerto y se han ido'. Así me sentiré
yo cuando a las 10 de la mañana de hoy me una con mis camaradas. Por orden
de mi superior, separé a los prisioneros de guerra en grupos para tratamiento
médico, en la misma forma que hice con las tropas japonesas. Debido a esto, he
sido acusado de realizar un acto inhumano por el cual he sido sentenciado a
5 Komei Shiojiri, editor, Messages left for Fatherland (Sokoku eno Isho),
Press, 1952.
Sakuda, K., 1966: Reconciliación con la muerte. Análisis de algunos escritos de criminales de guerra japoneses, in: Revista de Psicoanálisis, Psiquiatría y Psicología, México (No. 4, 1966), pp. 7-25.
Mainichi
12
muerte. Aceptaré este destino porque alguien debe aceptarlo. Me resigno a mi
suerte, pensando en los muchos prisioneros que han muerto y también en el futu
ro de sus familias. Mi querida Chieko (su hija), he comprado zapatos, jabón y
otras varias cosas para ti. Siento que no lleguen a tu poder. Estudia mucho, juega
bastante y crece saludable. Tu padre te pide que no mates a ningún ser vivo. Si
atrapas una libélula, déjala ir en seguida. Obedece siempre a tu madre y rinde
culto a los dioses y a Buda." (Teniente de enfermería Hisashi Nobusawa, que
murió el 25 de febrero de 1947, a la edad de 47 años. De Posthumous Letters
of the Century.)
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Como puede verse en la carta anterior, se valora la muerte desde el punto
de vista del universalismo budista, que coloca al propio yo, a los prisioneros
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RECONCILIACIÓN CON LA MUERTE
RECONCILIACIÓN CON LA MUERTE
hostiles y a las libélulas dentro de la misma categoría. De esta forma de acep
tar la muerte podemos deducir que todos los seres vivos mueren algún día, pero
que el destino de la vida hace inevitable que un hombre siga a otros en la
muerte, si su conducta (de él) ocasionó la muerte de ellos. Otro ejecutado, te
niente del servicio de enfermería, dijo a unos de sus superiores el día anterior
a su ejecución: "En lo que toca a mi ejecución, no culpo a nadie. Sólo deseo
que usted recuerde bien lo siguiente. Desde marzo de 1944 hasta el fin de
la guerra, 5000 hombres que representaban el 10 por ciento de los detenidos
en Java, murieron. Se dijo que el 99 por ciento murieron de desnutrición. Fue
afortunado que la guerra terminara pronto. Si la guerra hubiese continuado
otro mes más, otros hombres habrían muerto. Cuando pienso en esto, sólo me
parece justo el que se me ejecute." (Shuichi Kondo, muerto el 31 de marzo
de 1947. De Messages Left for the Fatherland.)
En este tiempo desempeñaba él su cometido bajo las peores condiciones: un
gran número de hombres, viejos y enfermos, habían sido llevados al destaca
mento que estaba bajo su jurisdicción; las medicinas y los alimentos eran su
mamente escasos; los campos de prisioneros estaban diseminados sobre una
superficie tan extensa que algunos se encontraban ubicados hasta a 120 millas
de distancia; no había disponible para el destacamento ni un solo camión. A
pesar de estas terribles condiciones que no estaban bajo su control, la razón
que lo llevó a aceptar la muerte fue el solo hecho de que 2 000 hombres habían
muerto en el separo puesto bajo su cuidado. Parece que en las palabras que
dejó escritas el teniente Kondo se contiene una lógica que significa su intento
de consolar a la gente que murió en la trágica guerra. Esta lógica se mezcla
con la lógica de la "muerte como expiación".
El que la "muerte como expiación" se relacione fácilmente con la "muerte
como consolación" puede deberse a las características únicas de los japoneses,
mientras tienen todavía presentes las circunstancias especiales de los crímenes
de guerra. Lafcadio Hearn, asombrado por la firme continuidad del culto a los
antepasados entre los japoneses a mediados del siglo XDC, pensó que la lealtad
misma hacia los muertos era la fuente de los más notables patrones altruistas
de conducta de los japoneses: patriotismo, amor familiar, lealtad, piedad filial,
cariño entre los soldados y autosacrificio.
Los japoneses que crecieron durante el periodo Taisho tenían una mentali
dad diferente de los japoneses que Hearn conoció en la época Meiji. La prác
tica del culto a los antepasados disminuyó rápidamente después de la revolu-
13
ción industrial de la década de los años 1880. Sin embargo, encontramos que
corre por los escritos de muchos convictos un sentimiento que podría denomi
narse "solidaridad con los muertos". Por supuesto, estos sentimientos no guar
dan una relación directa con el culto de los antepasados, pero podemos rastrear
su origen hasta esa religión. En el caso de la "muerte como expiación", que se
conecta, confundiéndose los límites, con el concepto de la "muerte como con
solación" tal como se citó antes, los muertos no son antepasados ni japoneses.
Se trata de extranjeros. Los escritos que expresan una solidaridad con los
extranjeros son raros, pero debe advertirse que quienes dejaron estos escritos
habían encontrado el sentido de la expiación por vía de la solidaridad. Pode
mos denominarlo universalismo, ya que el acto humano es juzgado como bueno
o malo según que esté de acuerdo o no con la verdad universal, independiente
mente de las relaciones de los grupos a los cuales pertenezcan la persona que
causa el sufrimiento y la que lo padece. La expiación del crimen es, según la
forma del pensamiento de la Europa occidental, una compensación de un acto
considerado según las normas del universalismo. Por las muchas razones que
he expuesto antes en repetidas ocasiones (y particularmente por la razón de
que los juicios fueron realizados por sus antiguos enemigos), los criminales
de guerra encontraron cerradas ante sí las puertas del universalismo. Pero estos
hombres, que vieron morir a los extranjeros en gran número en los campos de
batalla, sin poder intervenir en ello, se abrieron camino hacia el universalismo
por medio de sus vínculos con esos mismos muertos.
Pero encontramos que su "solidaridad con los muertos" era en todos los
casos el rasgo más fuerte y atrayente en lo que toca a los japoneses sentencia
dos. "En cuanto soldado nada tengo que lamentar ahora. Mis hombres habían
cumplido bien con sus deberes. Dormitaré tranquilamente en esta Tierra del
Sur juntamente con mis hombres muertos en los campos de batalla, orando por
la prosperidad de nuestra patria." (Teniente de navio Fumio Yunomura, muer
to el 15 de octubre de 1948 a los 30 años de edad.) "He exigido a mis oficiales
y soldados, agotados por una sucesión de batallas, una resistencia que está más
allá de los límites humanos. Sin embargo, ellos obedecieron mis órdenes al pie
de la letra sin una queja. Aun cuando lo hacían por nuestro país, yo sentía
destrozado mi corazón en pedazos cuando veía a estos jóvenes oficiales y solda
dos morir en los campos de batalla como pétalos de una flor barridos por la
tormenta. Nadie sino Dios conoce mi pena. En esa ocasión juré en lo más
profundo de mi corazón que compartiría el destino de estos jóvenes y moriría
en la Tierra del Sur, y que aun cuando regresara victorioso a casa, nada cam
biaría esta promesa." (General de Brigada Nitozo Adachi, que se suicidó a la
edad de 57 años el 10 de septiembre de 1947. De Posthumous Letters of the
Century.)
Estos escritos manifiestan la lógica por la cual se acepta la muerte de
buena gana para consolar a los hombres que compartieron este destino con el
que escribe. En este caso, el sujeto y los muertos pertenecían al mismo grupo
por el cual permanecían unidos. Los muertos eran sus colegas que habían tra
bajado con él durante mucho tiempo por alcanzar objetivos comunes. Por lo
tanto, él sentía una responsabilidad por su muerte, pero no sufría la culpa cons
ciente, como un asaltante. Esta categoría de "muerte como consolación" se
Sakuda, K., 1966: Reconciliación con la muerte. Análisis de algunos escritos de criminales de guerra japoneses, in: Revista de Psicoanálisis, Psiquiatría y Psicología, México (No. 4, 1966), pp. 7-25.
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RECONCILIACIÓN CON LA MUERTE
acerca a la "muerte como sacrificio" más bien que a la "muerte como expia
ción", ya que había un sentimiento de solidaridad entre los soldados, pues todos
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los que experimentaban el sufrimiento pertenecían al mismo grupo.
RECONCILIACIÓN CON LA MUERTE
15
de 1963), "yo buscaba ardientemente ser castigada, porque habían muerto de
masiados hombres".
El duelo por los compañeros que han muerto es una actitud inclinada hacia
En el desarrollo de la guerra en el Pacífico, muchos japoneses, incluyendo
el pasado. Pero cuando este sentimiento de grupo se dirige hacia el futuro,
no combatientes, murieron sin tener razón alguna para ello. Murieron debido
a irracionales operaciones militares y por el temor de ser capturados. Pero más
cambia en la lógica de "muerte en cuanto sacrificio" como preocupación por
el futuro del grupo y de sus miembros. También significa que cuando se le
allá de estas razones podría haber figurado el factor inmanente de que, por
su fuerte sentimiento de solidaridad con los muertos, los japoneses pudieron
saltar por encima de la frontera entre la vida y la muerte con mayor facilidad
que la gente procedente de la esfera cultural europea. Por ejemplo, tomemos el
caso de los numerosos japoneses que murieron en Saipán. "A ambos lados del
camino había campos sembrados de caña de azúcar. Sobre el suelo negro yacían
tantos cuerpos... Nuestro camión llegó a un camino a lo largo de una playa.
Fue cerca del risco de Totoram... El mar resplandecía al reflejar la luz del
sol... Había un precipicio como de 200 metros de alto y muchos cuerpos flo
taban cerca de la playa. La mayor parte de ellos eran mujeres... Los cuerpos,
impelidos por las olas que surgían, eran estrellados contra las rocas y puestos
de nuevo a flote. Era algo aterrador; estaba más allá de las lágrimas. '¿Por
qué los japoneses mueren en esta forma? ¡Qué lástima!', dijo el oficial nor
teamericano llorando."6
El autor del libro de donde se ha citado el pasaje anterior, era una mujer
que voluntariamente se había convertido en enfermera del ejército y que intentó
suicidarse con una granada de mano juntamente con las tropas a que acompa
ñaba, pero que logró salvarse milagrosamente. Escribe en la introducción de
su libro: "Debo mi vida a esos soldados. Estoy viva hoy debido a que esos
soldados me dieron la vida a fin de que yo pudiera llevar sus últimos deseos
a sus amadas familias... Nunca podré pensar en forma diferente." Afirma que
escribió el libro porque "mis ojos todavía están llenos del lastimoso espectáculo
de aquellos soldados y civiles, y las tristes palabras que ellos pronunciaron en
el último momento de su vida aún resuenan en mis.oídos", y porque "no puedo
estar ociosa". Su fuerte sentimiento de solidaridad con los muertos la convirtió
en un intermediario que podía conectar a los muertos con los vivos. En los
corazones de los japoneses, los muertos parecen estar siempre cerca de ellos.
Así, la lógica que exige entregar la vida para consolar a los muertos tiene un
gran poder persuasivo sobre ellos. No podemos encontrar muchos criminales
de guerra que murieron expresando claramente esta lógica, pero sí podemos
imaginar que aun aquellos que aceptaron su ejecución tranquilamente, esco
giendo otro tipo de lógica, tenían algún sentimiento de luto en sus corazones
por sus camaradas que habían compartido el mismo destino. Shinoe Shóda,
cuyos escritos pasaron por la más estricta censura durante la ocupación militar
posterior a la guerra, pero que en forma privada publicó una colección de
poemas titulada "Flores dispersas" (Sange), refiere la experiencia de las bom
bas atómicas y dice, en una entrevista de radio, al considerar los días en que
publicó ilegalmente su obra ("Viviendo en el presente"; NHK, 2 de agosto
6 Shisuko Sugano, The Last Day of Saipan Islands (Saipan-to no Saigo), Shuppan
Kyodo Sha, 1959.
pide la vida en nombre del grupo o en lugar de un miembro de dicho grupo, un
hombre no se negará. Esta lógica parece ser de lo más persuasiva para los
japoneses, y de un total de 674 hombres cuyas confesiones están registradas
en Posthumous Letters of the Century, del que tantos pasajes hemos citado, 211
aluden en alguna forma a la "muerte como sacrificio". Los sacrifians (refiriéndo
se a quienes se rinde homenaje por el sacrificio de otros, según H. Hubert y A.
Mauss) en este caso son la nación japonesa, el pueblo japonés, los oficiales de
alto rango, los compañeros, los subordinados, etcétera; en resumen, los grupos,
grandes o pequeños, así como sus miembros a los cuales pertenecieron los que
hacen el sacrificio.
"Si yo pudiera servir de algo para la seguridad y el resurgimiento de mi
patria al ofrendar mi vida trivial, sería mi mayor satisfacción." (Ayudante
Kisaburo Okawa, muerto el 21 de junio de 1947, a la edad de 48 años.) "Voy
a ofrecer un sacrificio vicario de muerte como protección para los japoneses
que se rindieron incondicionalmente, y como cimiento para la reconstrucción
de Japón, en sustitución de mi oficial comandante. En la actualidad la situación
no puede resolverse a menos que alguno de nosotros se convierta en víctima.
Mi muerte no es por culpa mía, sino que sustituye a otros. Es significativa en
este sentido, y me siento totalmente tranquilo." (Capitán Seki Kaneishi muerto
el 26 de julio de 1947 a la edad de 41 años.) "Cuando considero que voy a
morir echando sobre mis hombros los crímenes de mis subordinados, y que
mi muerte puede salvar la vida de mis queridos soldados, puedo morir pla
centeramente. Moriré una muerte honorable." (Sargento Tokizo Makita, muerto
el 24 de febrero de 1947, a la edad de 30 años). "Si yo dijera lo que real
mente sucedió, Yoneda y yo probablemente seríamos perdonados, pero lo que
dijéramos crearía dieciocho criminales y es claro que once de ellos serían sen
tenciados a muerte y otros siete a prisión. Si Yoneda y yo nos sacrificamos,
podemos salvar las vidas de dieciocho hombres. Y cuando pienso en sus fami
lias, siento que nunca podré decir la verdad. Ustedes me dirán: '¿Acaso tú
también no tienes familia?' Por favor no me pregunten eso. Si yo hubiera
expuesto a los verdaderos criminales, probablemente se probaría mi inocencia.
Pero yo quise conservar mi amistad hacia ellos hasta el final." (Corporal
Seishi Tajima, muerto el 2 de noviembre de 1946, a la edad de 31 años. De Pos
thumous Letters of Century.)
En estos escritos, con gran frecuencia encontramos expresiones como la de
"sacrificio" y "pilares humanos" (hitobashira). Sin embargo, advertimos que
cuando los autores fueron oficiales de baja graduación, oficiales no comisio
nados o particulares, con frecuencia expresaban su resentimiento: "Sólo cumplí
con mi deber según las órdenes de oficiales de alta graduación; ¿por qué me
veo obligado a sacrificarme por eso? Es una responsabilidad demasiado gran
de para mí." Las afirmaciones en este sentido, basadas en las prácticas tradi-
Sakuda, K., 1966: Reconciliación con la muerte. Análisis de algunos escritos de criminales de guerra japoneses, in: Revista de Psicoanálisis, Psiquiatría y Psicología, México (No. 4, 1966), pp. 7-25.
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RECONCILIACIÓN CON LA MUERTE
RECONCILIACIÓN CON LA MUERTE
cionales del ejército japonés, habrían resultado efectivas en los juicios como
defensa de la inocencia si los encargados de juzgar se hubieran dado cuenta
de las características del sistema jerárquico japonés y hubieran preparado una
investigación cuidadosa acerca de a quién deberían atribuirse las responsabili
dades. En realidad, sin embargo, les faltaba ese conocimiento, y los soldados
o los oficiales de baja graduación fueron ejecutados basándose en que tenían
responsabilidades mayores de las que en realidad les correspondía. (El caso de
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la isla Ishígaki es el mejor ejemplo).7 Podría haber habido otros casos en los
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creían que si su "muerte como sacrificio" podía servir al grupo —Japón—
evitándole que fuera atacado por otros grupos y manteniendo la seguridad de
su patria, podrían tolerar el destino de perecer como polvo en tierras extran
jeras en lugar de volver a su patria.
La idea de entregar vidas humanas en aras de la prosperidad del grupo
nos recuerda a los "pilares humanos" {hitobashira), la costumbre de los an
tiguos que exigía que se enterraran hombres vivos bajo los cimientos de un
que los soldados, según las prácticas habituales en el ejército japonés, come
tieron actos pensando que se esperaba de ellos que los realizaran sin aguardar
castillo o puente cuando éste iba a ser construido. Algunos criminales de gue
las órdenes de los oficiales de alta jerarquía, o a falta de instrucciones claras
relacionado con un delito criminal. "Se me ha hablado sobre los sacrificios
sobre la forma de ejecutar las órdenes. En esos casos, es posible que los oficia
les de alta graduación murieran en lugar de sus hombres, creyendo en su
propia inocencia. Indudablemente las circunstancias variaron en los casos in
dividuales, y es difícil para nosotros investigarlos de cerca. Pero encontramos
un hilo de lógica que corre a través de todos los casos de la "muerte como
sacrificio". Es éste: Los juicios fueron "juicios vengativos" celebrados por ex
tranjeros; de aquí que haya que culpar a alguien, ya sea al comandante o a
alguien más que sólo cumplió órdenes.
En las sociedades antiguas, en donde las tribus eran independientes entre
sí, regían economías autosuficientes y faltaba la unidad para formar una so
ciedad sola, una tribu que sufría un daño o un perjuicio de uno de los miem
bros de otra tribu, le pedía a ésta que ofreciera a alguien como sacrificio. La
víctima propiciatoria no necesariamente tenía que ser el culpable. Según Robertson Smith, sólo se buscaba al verdadero delincuente cuando cometía un delito
contra un miembro del mismo grupo. Los criminales de guerra se acercaron
a la categoría de hombres vicarios que eran seleccionados para sacrificarlos a
fin de resolver luchas entre tribus diferentes. Como revelan sus escritos que
expresan la aceptación de la muerte como compensación por la sangre que se
se exigía, ellos pensaron que no eran criminales en el significado convencional
de la palabra, y podemos ver claramente que estos hombres comprendían el
significado de las negociaciones sacrificiales que habrían tenido lugar entre
tribus en tiempos antiguos. En resumen, el sentido era que alguien del grupo
en cuestión tenía que ser escogido como sacrificio. Los criminales de guerra
japoneses pensaron que a ellos se les elegía sólo debido al hecho de que per
tenecían a la nación de Japón y no por causa de los hechos en sí mismos. Por
lo tanto, los hombres calificados para representar al grupo a título de sacrifi
cios no se preocupaban por el hecho de que eran oficiales, oficiales no comi
sionados o particulares, y aun en el caso de que fueran entregados al enemigo
basándose en acusaciones falsas, ello constituye una consecuencia inevitable
derivada de las circunstancias. El hecho mismo de que esta lógica de las so
ciedades antiguas fuera conservada por los japoneses de la moderna era de
Showa bien merece nuestra atención. Si no hubiera habido juicios por crímenes
de guerra, no habría tenido lugar un renacimiento de tal pensamiento. Ellos
7 K. Sakuda y S. Takahashi, "War Crimináis Within Ourselves" (Warera no Uchinaru
Senso-Hanzaisha), en Outlook (The Tembo), Chikuma Shobo, Tokio, agosto de 1965.
rra se compararon a sí mismos con esta forma pura del sacrificio humano, no
llamados 'hitobashira' que salvaban a la gente de los desastres causados por
inundaciones mediante la ofrenda de sus preciosas vidas. De hecho, nos sen
timos como 'hitobashira' ya que vamos a morir a fin de convertirnos en la
piedra fundamental para la reconstrucción de nuestro país." (Teniente de navio
Hiroshi Murakami, que murió el 10 de julio de 1948 a la edad de 27 años.
De Posthumous Letters of the Century.)
Finalmente, hay aquellos que consideraron la "muerte por crimen" a la
misma luz que la "muerte natural", descartando las circunstancias especiales de
la guerra en que ellos mismos se encontraron. Esta lógica podría ser más acep
table como una pieza razonable para aquellos que no pueden estar de acuerdo
con ninguno de los tipos más bien "técnicos" de lógica y que he mencionado
en los párrafos anteriores. Encontramos muchas referencias a la "muerte na
tural" y éstas parecen seguir en número a las clasificadas como "muerte como
sacrificio". Encontré en este caso a 99 hombres. La idea de que cualquier for
ma en que el hombre pueda morir significa poca diferencia, pues todos tienen
que morir algún día tiene, después de todo, un poderoso atractivo para los
japoneses que, en cierta forma, se muestran renuentes a planificar su vida en
una forma positiva. Nobukatsu Hanayama, capellán de la prisión, preguntó a
Koki Hirota (que en una ocasión fue Primer Ministro) en forma insistente
acerca de sus sentimientos relacionados con la muerte. Hirota se expresó con
estas palabras: "Todo se malogra. Decir lo que debe decirse, y hacer lo que
tiene que hacerse, ése ha sido mi lema durante toda mi vida. Así, nada tengo
que decir ahora; he vivido en una forma natural y moriré en una forma na
tural."8
Esta idea de que todo viene a malograrse sería pavorosa para los que de
sean vivir activamente, pero para los que han renunciado a sus vidas, especial
mente para morir calificados de criminales de guerra, parecía, hasta cierto
punto, ser un puntal en el cual se podía confiar. Mientras el hombre vive tiene
que hacer algo, pero el destino, independientemente de sus actividades, estable
ce un término a su vida. En otras palabras, no importa la forma en que un
hombre pueda juzgar su obra: terminada o incompleta, exitosa o fracasada, el
destino, pasando por alto estos juicios triviales, corta de pronto su vida de
sus actividades. Lo que él ha hecho es toda su vida, y cualquier significado que
él mismo u otras personas le atribuyan es un juicio banal y cuestión de ninguna
8 N. Hanayama, The Discovery of Peace (Heiwa no Hakken), Asahi Press, Tokio, 1949.
Este libro registra las entrevistas con los criminales de guerra Clase A.
Sakuda, K., 1966: Reconciliación con la muerte. Análisis de algunos escritos de criminales de guerra japoneses, in: Revista de Psicoanálisis, Psiquiatría y Psicología, México (No. 4, 1966), pp. 7-25.
RECONCILIACIÓN CON LA MUERTE
RECONCILIACIÓN CON LA MUERTE
importancia. Esta lógica se aproxima a la de la "muerte como expiación" en
el sentido de que se apoya en el universalismo. Pero esta lógica, juntamente
con la de la "muerte como sacrificio" es la más alejada de la conciencia de la
responsabilidad individual, en el sentido de que no asigna ningún significado
subjetivo a los actos que son la causa de la muerte. Nos sorprendemos de en
contrar que cuando en esta lógica se desarrolla un punto de vista de la incertidumbre de la vida, se aproxima al de la "muerte como expiación". Porque,
aunque en esta idea no existe conciencia del crimen como en aquella conectada
con el humanismo, sí percibimos la conciencia del crimen que surge de la doc
mentó de su muerte y, si bien no podemos pensar que lo hicieron únicamente
18
trina budista de la invalidez del hombre.
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"Todo está bajo la voluntad de Dios. Tu padre quería trabajar más, pero
la misión que se me encomendó parece ser el término. Puede sentir incomodi
dad acerca de la forma en que se ha puesto término a mi vida, pero ello no
importa." (Teniente Shinko Aoi, muerto el 3 de diciembre de 1946, a la edad
de 45 años.) "A nadie tengo que reprochar o culpar. El hombre es, después de
todo, un ser insignificante. Si alguien se asomara, desde una esquina del cielo,
a mirarnos, se reiría al vernos, pues distraemos nuestros espíritus con cosas
triviales, y no nos damos cuenta de que, después de centenares de años, queda
remos convertidos en piedras del camino. Es una fortuna que se me haya dado
la oportunidad de nacer de nuevo como hijo de Buda. Construiré una casa
estilo occidental en un agradable jardín y esperaré (a su hermana) tu llegada."
(Teniente de marina Takaaki Uesugi, muerto el 5 de abril de 1948, a la edad
de 29 años. (De Posthumous Letters of the Century.)
Las categorías de que me he ocupado —la "muerte como expiación", la
"muerte como sacrificio", la "muerte como consolación" y la "muerte natu
ral"— son estructuras que he establecido por conveniencia. Hay dos razones de
que yo haya utilizado estas categorías. Una es que con ellas creo que podemos
explicar casi completamente la lógica que adoptaron los sentenciados al acep
tar su muerte (por supuesto, algunos de ellos adoptaron dos o más de estas
categorías al mismo tiempo). La otra es que al establecer estas categorías, pue
do construir patrones más claros acerca de las opiniones que los japoneses de
antes de la guerra tenían sobre la vida y la muerte.
Como señala Bunzo Hashikawa, encontramos en estos escritos un señalado
desprecio en el concepto del espíritu de Yasukuni (la creencia de que el soldado
muerto se convierte en un espíritu guardián de la patria después de su muerte)
y una confusión añadida en la conciencia de valor. Por lo tanto, el espíritu de
"culto de Tenno" (emperador) no pesó tanto sobre los japoneses como se ha
bía imaginado con frecuencia. Un sargento de la policía militar que murió a
la edad de 31 años escribió como sigue: "Es una triste situación el que la
doctrina de la vida y de la muerte en la cual se ha enseñado a morir a tantos
soldados japoneses con la sonrisa en los labios por Tenno-Heika (Su Majestad,
el Emperador) no pueda inspirar en ellos valor alguno y que sean muy pocos
los que hablen sobre esto. El señor Yamata me dijo tristemente el día antes
de ser llevado a la horca, 'No quiero gritar hurra (banzai) para Tenno-Heika,
pero si no lo hiciera, ello podría ocasionar dificultades a mi familia.'" (Isamu
Hanzawa. De Posthumous Letters of the Century.) En otras prisiones hubo
hombres que, utilizándolo como frase habitual, lanzaron un banzai en el mo-
19
por sus familias, la idea de que morían para convertirse en "dioses tutelares
de la nación" parece haber perdido su vigencia. Por supuesto, esto debe pon
derarse a la luz del hecho de que consideraban su muerte como criminales de
guerra después de la derrota de Japón, lo cual constituía una de las condiciones
que hacía que fuera imposible para ellos confiar en esta línea de pensamiento.
Sin embargo, es cierto que durante las eras Taisho y Showa, el valor del tennoísmo como sistema había comenzado a declinar. Los banzais que los soldados
exclamaron por "Tenno-Heika" en muchos casos se basaron en la consideración
hacia sus familias (esta consideración surgía del hecho de que no se daban
cuenta de los cambios habidos en el sentido de los valores, que tuvieron lugar
en Japón después de concluida la guerra), o porque querían sacar a relucir,
frente a sus perseguidores, el antiguo enemigo, una actitud adecuada, y morir
en la misma forma. La creencia en Yasukuni había perdido su significado como
moralidad, pero conservaba para los soldados un poder vinculador muy fuerte
en cuanto al aspecto de la conciencia estética.
Un antiguo sargento de la policía militar cuya pena de muerte fue rebajada,
escribió: "Yo ayudé a sacar los cuerpos muertos del señor Okamura y del
señor Yamagishi el día posterior a su ejecución. Los dos hombres, que ahora
yacen el uno junto al otro, acostumbraban hacerse mutuamente bromas antes
de ser ejecutados: —'Una persona como tú no puede morir en forma decorosa.
Creo que te arrodillarás y pedirás que te conserven la vida. Muérete después
de que me maten a mí. Te instruiré acerca de cómo debe ser una muerte ejem
plar.' —'No seas tonto. El hombre que habla en esa forma patea y lucha hasta
el último momento. Sigúeme. Sigue mi ejemplo. Te enseñaré una mejor forma
de morir. Presenta una solicitud pidiendo que te ejecuten después de mí.' Yo
no podía creer que los cuerpos pertenecían a los mismos hombres que habían
tenido tales conversaciones hacía tan poco tiempo. Está más allá de mis cua
lidades imaginativas el concebir cuáles eran sus verdaderos sentimientos cuando
se decían tales cosas."9 Como la creencia en Yasukuni había perdido su valor,
ellos buscaban desesperadamente otro símbolo. Como resultado de ello, la forma
estética de morir —no la de por qué morir— permaneció como una base común
para su muerte. Constituía también la única forma de resistir a los "juicios
vengativos".
III. Conciencia del valor de los japoneses
¿Cuáles fueron las funciones de los tribunales de guerra establecidos por el
vencedor? Su función oculta era, sin duda alguna, mitigar la sensación de ven
ganza. A este respecto, el juicio de los crímenes de guerra logró hasta cierto
punto el efecto que buscaba producir. Pero, ¿qué hay en cuanto a su función
manifiesta? Esta función tenía como objetivo aplicar el sistema moderno de
derecho penal, que descansa en la base de la responsabilidad individual y sub
jetiva hacia la sociedad internacional y confirmar la existencia del moderno
orden civil. En lo que toca a este objetivo, el juicio podría haber alcanzado
9 Kanichi Fukushima, "Jo Bereared Families", en Walled Chamber (Kabe Atsuki Heya),
Rironsha, Tokio, 1953.
Sakuda, K., 1966: Reconciliación con la muerte. Análisis de algunos escritos de criminales de guerra japoneses, in: Revista de Psicoanálisis, Psiquiatría y Psicología, México (No. 4, 1966), pp. 7-25.
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su finalidad, si los criminales clase A así como los de las clases B y C hubiesen
aceptado sus castigos sólo por perturbar el orden normativo por su propia
voluntad. Pero en realidad la mayor parte de los criminales de guerra no
reaccionaron como era de esperarse. La mayor parte de ellos se convencieron
de su propia muerte por obra de otra lógica utilizada como medio, y así en
contraron en sí mismos calificaciones para ser castigados. Salvo unos cuantos
criminales cuya muerte se adapta mejor a la categoría de la "muerte como ex
piación", el medio que escogieron para admitir sus responsabilidades era con
trario a lo que pretendían los juzgadores. La mayor parte de los criminales
condenados murieron reconociendo sus responsabilidades, pero sin la conciencia
moderna de crimen. Como con frecuencia he subrayado antes, la situación es
pecial en la cual fueron colocados tanto los criminales de guerra como los
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RECONCILIACIÓN CON LA MUERTE
RECONCILIACIÓN CON LA MUERTE
juicios por crímenes de guerra, podrían haber ejercido restricciones sobre su
conciencia de culpabilidad. Además, los siguientes dos factores de naturaleza
permanente, que restringieron la conciencia de culpabilidad de los japoneses,
pueden encontrarse en la conciencia de valor de los japoneses. Como es bien
sabido, el rasgo distintivo de la sociedad japonesa de orientación hacia la co
munidad, y la actitud de compañerismo combinada con la ideología de estadofamilia que se desarrolló después de la era Meiji, se convirtieron en una fuente
de conciencia de valor para los japoneses, que separaron en forma estricta la
moralidad externa de la moralidad interna. Si ellos adoptaron el particularismo
en el cual la inconsistencia de la conducta de un individuo es tolerable (esto
es, puede actuar en una forma cuando trata con miembros de su propio grupo
y en otra distinta cuando trata con miembros de un grupo exterior) como base
de su criterio, sería difícil para ellos advertir un sentido de culpa basado en el
universalismo. Por lo tanto, la conciencia de valor basada en el particularismo
es un factor importante que contrasta con la conciencia de culpa basada en la
responsabilidad individual. El particularismo acentúa mucho el juicio de valor
basado en la unidad, según las relaciones particulares y el formar parte de un
grupo, y tiene una fuerte tendencia a valorar a un individuo con respecto al
hecho de formar parte de un grupo.
Esta conciencia del valor, por otra parte, se vincula más fácilmente con la
relación que guarda el individuo dentro de su grupo y con su manera de reco
nocerse en su grupo, que con las normas universales o con los caracteres indi
viduales. Los japoneses piensan que su conducta está grandemente influida no
sólo por sus relaciones humanas, sino por las relaciones que existen entre ellos
y el grupo. Reconocen, por supuesto, criterios en los cuales creen y su perso
nalidad como factores determinantes de acción, pero atribuyen la máxima im
portancia a sus relaciones con el grupo y a la influencia del grupo. Por ejem
plo, los japoneses están acostumbrados a conjeturar cuáles son los motivos de
la acción de un hombre según el grupo a que pertenece, más bien que por sus
declaraciones o sus discursos cotidianos.
Este carácter "realista" de los japoneses de investigar en la relación de los
significados de la conducta se manifiesta en el plano ético en una forma co
rrespondiente. Evaluamos el carácter ético de la conducta humana por el grado
de su congruencia con la situación o por su armonía con el orden existente, más
bien que por el grado de su conformidad con las normas o por el carácter
21
singular de una persona. Si, al medir este último, asignamos a la culpa un valor
inferior, ese valor inferior al medir el primero se acerca a lo que comúnmente
llamamos "vergüenza". Desde este punto de vista, podemos percibir todavía otra
característica de la conciencia japonesa del valor que pone una alta considera
ción en la congruencia con la situación y en la armonía con el orden. La pala
bra "ética situacional", que algunos antropólogos norteamericanos utilizan para
caracterizar la conciencia japonesa de la moralidad, no es necesariamente ade
cuada en el sentido de que indica solamente la congruencia con la situación y,
en consecuencia, no puede incluir la armonía con el orden permanente que sus
tenta a estas diversas situaciones. Pero a fin de evitar acuñar otra palabra,
utilizaremos este término a condición de que incluya el último aspecto del sig
nificado. En la ética situacional, las situaciones o el orden que determinan las
acciones humanas merecen una alta consideración, en tanto que las relaciones
entre los actos y los actores no reciben acentuación alguna. En consecuencia, la
lógica de la responsabilidad subjetiva independiente de las situaciones no pue
de deducirse de la ética situacional. Como el particularismo se inclina hacia
la responsabilidad de grupo, así la ética situacional se acerca a la responsabili
dad objetiva. Después de todo, la ética situacional, juntamente con el particu
larismo, es la estructura que constituye la lógica de la responsabilidad para los
japoneses.
Puede decirse que la "muerte como sacrificio" está en agudo contraste con
la "muerte como expiación". En la "muerte como sacrificio", la aceptación
de la muerte recibe el apoyo del pensamiento de la sola responsabilidad de
grupo. Aunque no existe introspección por parte de los convictos en lo que
toca a los motivos subjetivos de los actos que fueron la causa de sus sentencias
de muerte, afirman la responsabilidad objetiva, que los conduce a asumir la
responsabilidad por los resultados de sus actos. Fue irónico que los juicios por
crímenes de guerra, que pretendían producir la "muerte como expiación", hi
cieron que muchos criminales de guerra escogieran la lógica opuesta, la "muerte
como sacrificio" (responsabilidad de grupo más responsabilidad objetiva),
aunque, dadas las circunstancias, esto podría haber sido un resultado inevitable
del encuentro de las culturas oriental y occidental.
Los sentenciados que murieron creyendo que eran víctimas sacrificiales,
pensaron que sus actos, que les habían acarreado una desgracia fatal, no eran
sino el producto de la situación —la guerra y el ejército— y nunca pusieron
en duda la legitimidad de distinguir entre moralidad interna y moralidad ex
terna. Con frecuencia afirmaron que sus actos no obedecieron a motivos egoís
tas. Desde el punto de vista del particularismo y de la ética situacional, sus
actos altruistas no pueden estar sujetos al castigo. Esta fue la cuestión a que
apelaron con tanta vehemencia. Pero, por otra parte, su misma afirmación de
no ser culpables constituyó la base de la responsabilidad que ellos reconocieron
y sobre la cual sintieron tener títulos suficientes para ser castigados realizando
un acto de sacrificio. Un oficial, graduado de la Academia Naval, escribió
como sigue: "Es absurdo morir por esta decisión inconcebible, según como se
la vea, pero al mismo tiempo, y de una manera extraña, me aligera el corazón.
Porque me resulta más tolerable que la muerte impuesta como sentencia la
pesada carga de tormento y remordimientos. Ahora puedo entender la razón
Sakuda, K., 1966: Reconciliación con la muerte. Análisis de algunos escritos de criminales de guerra japoneses, in: Revista de Psicoanálisis, Psiquiatría y Psicología, México (No. 4, 1966), pp. 7-25.
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RECONCILIACIÓN CON LA MUERTE
de que tanta gente que murió por sus principios o por razón de acusaciones
falsas en los tiempos antiguos aceptó la muerte con ecuanimidad."
Tal vez su creencia de que es más fácil aceptar la muerte para un hombre
que se declara inocente que para un hombre que acepta su culpabilidad fue
compartida por la mayoría de los criminales de guerra. Pero esta forma de
pensamiento debe ser muy difícil de entender para las personas pertenecientes
a la esfera cultural europea. ¿Cómo es que el "ser inocente" puede ser una
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condición de castigo mortal? Por supuesto, esta lógica —la inocencia acarrea
responsabilidad— era como un hilo al cual los criminales de guerra se asieron
desesperadamente, pero el hilo era tan delgado que si bien pudo sostenerlos
un día, al siguiente podía romperse con toda facilidad por la sospecha. Mas,
debido a que esta lógica estaba tan profundamente fija en los espíritus de los
japoneses acudió a la conciencia cuando se la necesitaba. No hay forma de me
dir el grado en que les ayudó a obtener la paz de espíritu en sus últimos mo
mentos, pero no puede negarse que la escogieron como su apoyo espiritual fun
damental. Esta extraña lógica —la inocencia acarrea responsabilidad— que está
en oposición con el principio de contradicción, ciertamente estaba viva en los
espíritus de los japoneses, y tal vez esté viva aún en sus pensamientos hoy en
día. Por ejemplo, ¿no se dan casos aún hoy en que oficiales de baja gradua
ción que han cumplido su deber solamente atendiendo órdenes de sus superiores
sienten la responsabilidad del fracaso y se suicidan? (Como un caso extremo,
podemos citar la corrupción.) En estos casos, la lógica parece estar viva todavía^
pues hasta el personal de baja graduación está calificado para representar aí
grupo [responsabilidad colectiva] y es responsable no sólo por los motivos de
sus actos, sino también por sus resultados (responsabilidad objetiva).
La "muerte natural" y la "muerte como consolación" son, en cierto sentido,
tipos modificados de la "muerte como sacrificio". Cuando se pierde el equilibrio
entre el lado de la "muerte como sacrificio" de la ética situacional y el del
particularismo, y cuando el primero se inclina hacia el orden universal, da na
cimiento a un concepto de "muerte natural" que coloca al acto, a la muerte y
a sus causas bajo el universalismo. Aquí se piensa que todas las situaciones no
son sino una forma de los fenómenos o la realización en un apecto del orden
llamado Naturaleza o Dios. Por consiguiente, los actos definidos por estas situa
ciones no son sino el resultado de las funciones del orden. Todo es destino, y
el hombre impotente tiene que ofrecer su vida al funcionamiento del gran
orden; también debe estar contento de manifestar su sinceridad en cuanto ser
humano. También debemos creer que el acto que se convirtió en causa de su
crimen fue cometido en aras de la armonía del orden más bien que como una
adaptación a una situación dada. En este caso, debemos tomar nota de que
el orden es la unidad de dos atributos contrarios entre sí. El orden es mante
nido por los actos del hombre, pero cualquier movimiento perturba el orden,
cuya esencia es el equilibrio estático. Por consecuencia, por esencial que pueda
ser su acto para el mantenimiento del orden, el actor, debido a su naturaleza
activa misma, merece ser castigado. En las sociedades en donde prevalecieron
tales antiguas creencias, el primer producto de la estación, en ocasiones un
animal o hasta un niño recién nacido, con frecuencia era presentado como
ofrenda a Dios. Si no se inyectara un nuevo factor al orden, éste perecería. Y
RECONCILIACIÓN CON LA MUERTE
23
el nuevo factor, una vez que ha sido arrojado dentro del orden, inevitablemente
altera el equilibrio estático. Ésta es la razón de que Abraham tuviera que ofre
cer a su amado hijo a Dios, como sacrificio. Una vez que el orden se ha
puesto en movimiento, la cosa misma que lo movió se ve requerida a ofrecerse
como sacrificio, y este sacrificio, al funcionar como reacción, restaura el equi
librio que se había perdido. Parece que este concepto ha prestado apoyo a la
fe de aquellos criminales de guerra que escogieron la categoría de "muerte
natural", alcanzando la paz espiritual. Actuaron en aras de la armonía del
orden, pero al hacerlo así introdujeron un factor perturbador dentro del orden.
Realizaron actos necesarios para el funcionamiento del orden, pero una vez
que cumplieron con su misión, tuvieron que morir cargando con la responsabi
lidad de haber perturbado el orden. Esta conciencia de responsabilidad está
lejos del concepto moderno de responsabilidad, pero seguramente es un tipo
anticuado de responsabilidad que está latente en la profundidad de la concien
cia humana hoy en día. El concepto moderno de responsabilidad deriva de la
personalidad y de la norma, pero la responsabilidad en la "muerte natural" se
origina en lo que llamamos destino o karma. Según esta doctrina de la respon
sabilidad, el hecho de que alguien haya actuado en la forma en que tenía que
hacerlo y de que haya cumplido con todas sus obligaciones es la razón misma
de que deba ser castigado en nombre del orden trascendental. El ser humano,
nacido de la tierra, debe regresar a la tierra llevando la responsabilidad de sus
actos en cuanto hombre. Su muerte es salvación al mismo tiempo que castigo.
¡Qué sucedería si un hombre fuera inmortal y no tuviera lugar alguno al cual
regresar! Para los que "vivieron naturalmente y murieron naturalmente", la
muerte debida al crimen era un castigo impuesto por el orden que trasciende
a los enjuiciadores, y al mismo tiempo significaba la salvación, lo cual estaba
más allá del conocimiento de los enjuiciadores. Cuando el aspecto del particu
larismo de la "muerte como sacrificio" pierde el equilibrio con la ética situa
cional y se profundiza, se aproxima al concepto de la "muerte como consola
ción". La esencia del particularismo es el reconocimiento de la' relación entre
los derechos y las obligaciones solamente entre los miembros del mismo grupo,
en donde se hace posible la unificación sobre la base de las relaciones persona
les más bien que sobre las normas universales que trascienden al grupo. A
medida que el particularismo se profundiza, el círculo dentro del cual tiene
aplicación se amplía. Advertimos que cuando llega a unificarse con la muerte
y pasa una línea que separa la vida de la muerte, produce la idea de la "muer
te como consolación". Aquí la conexión con los que han muerto es tan fuerte
que el estar vivo se convierte en la cualidad merecedora de la muerte. Los acon
tecimientos que tuvieron lugar en la vida de un soldado, juntamente con sus
compañeros, produjeron la muerte de éstos, de modo que los supervivientes no
tienen razón alguna para vivir. Pero, como ya se ha mencionado, el círculo de
compañerismo entre los que deben ser consolados se expande para incluir no
sólo a los japoneses, sino también a los extranjeros. Esta expansión, sin em
bargo, no guarda una gran relación con el humanismo de la Europa moderna,
que cree en la comunidad de la "personalidad" autónoma y que contempla un
mundo regido por normas universales de derechos y de deberes. En lugar de
la lógica que supone la comunidad de individuos soberanos, el sentimiento
Sakuda, K., 1966: Reconciliación con la muerte. Análisis de algunos escritos de criminales de guerra japoneses, in: Revista de Psicoanálisis, Psiquiatría y Psicología, México (No. 4, 1966), pp. 7-25.
RECONCILIACIÓN CON LA MUERTE
RECONCILIACIÓN CON LA MUERTE
de comunidad en el cual él y sus compañeros están unidos mediante la profundización del particularismo se convierte en un pasaje de particularismo abru
mador. En la "muerte como consolación", sin embargo, el acto se acentúa
tanto como en la "muerte como expiación". En comparación con la "muerte
morir. Por eso, chico, ten piedad de mí. ¡Perdóname!' El niño siguió llorando
en silencio. El policía, entonces, hizo que el tembloroso criminal se pusiera de
24
natural" en la cual un acto que se convierte en la causa de la muerte se fundió
dentro de la situación y el orden, existe una autoconciencia clara de que un
cierto acto de la persona ocasionó su muerte en el caso de la "muerte como
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consolación", aunque el verdadero sujeto que perpetró el acto fue el grupo.
En una empresa común con sus compañeros, éstos murieron primero, de modo
que él debe seguirlos. Los supervivientes tienen la responsabilidad de morir.
Esta acentuación en el acto que se ve en la "muerte como consolación" borra
las excusas apologéticas que con frecuencia acompañan a la ética situacional.
Esto, juntamente con la inclinación hacia el universalismo que surge de la
expansión del sentimiento de comunidad, acerca más a la "muerte por conso
lación" con la "muerte como expiación".
¿Qué podemos aprender de estos escritos? Encontramos que las declara
ciones que expresan una responsabilidad ética moderna europea y la conciencia
de culpa eran raras. Aun si tomamos en consideración las circunstancias espe
ciales que rodean a los crímenes de guerra y a los juicios correspondientes, nos
vemos obligados a reconocer que los japoneses no están europeizados con res
pecto a estos puntos de conciencia del valor, a pesar de la amplia europeiza
ción de Japón en otro sentido.
Sin embargo, estos escritos nos muestran claramente que el sistema de com
prensión europeo en el caso de la culpa no es actualmente la única forma de
entender la culpa. Especialmente la lógica de la "muerte natural" y de la
"muerte como consolación" han iluminado el otro aspecto de la culpa, que no
puede quedar comprendido dentro del alcance de la "personalidad" o norma.
Cuando llevamos hasta su extremo la ética situacional y el particularismo, el
primero sugiere una idea de destino o karma (retribución inevitable), y el últi
mo sugiere el problema de solidaridad de la responsabilidad de los nombres,
incluyendo a los extranjeros, por vía de expansión del sentimiento de comu
nidad como medio.
Finalmente, aparte de los términos analíticos que con frecuencia he utili
zado, citaré una observación de Lafcadio Hearn que en la forma más intuitiva
posible capta las características del punto de vista japonés sobre la culpa. "Cuan
do un criminal que había asesinado a un policía fue llevado a Fukuoka, la
esposa del policía asesinado y su hijo, que habían sido informados de la lle
gada del delincuente, lo esperaban en la estación de Fukuoka. El policía que
escoltaba al criminal se dirigió al niño diciéndole: 'Chico, éste es el hombre
que mató a tu padre hace cuatro años. La acción de este hombre ha originado
que tú ya no tengas padre que te dé su cariño ahora. ¡Míralo bien, chico! No
temas. Es doloroso, pero es tu deber. ¡Míralo!' El chico sollozó y se quedó
viendo fijamente al criminal. De pronto, el delincuente cayó de rodillas y em
pezó a gritar, golpeándose la cabeza contra el suelo: '¡Perdón, perdón! ¡Perdó
name, pequeño! Lo que hice no fue debido al odio, sino sólo por gran temor,
en mi deseo de escapar. Muy malo, muy malo he sido; y te he causado un daño
indecible. Pero ahora, por mi pecado voy a morir. Quiero morir; me alegra
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pie; la multitud silenciosa les abrió camino para que pasaran. De pronto, toda
la multitud comenzó a sollozar."
Con esta descripción, Hearn resume la razón por la cual se conmovió ante
lo que presenció, en los siguientes dos puntos. Primero, le conmovió la medida
adecuada que tomó el policía. Mostró al criminal el sentido del crimen al ense
ñarle los resultados. Hearn piensa que él encontró ahí "una existencia de justicia
inflexible pero compasiva". Pero es más importante el segundo punto. Se im
presionó con la "muchedumbre llena, no de ira, sino sólo grandemente apenada
por el pecado". Ellos se apesadumbraron en lugar de mostrar su descontento,
pues "comprendieron todo, se conmovieron por todo, se satisficieron con la
contrición y experimentaron las dificultades de la vida y la debilidad de la na
turaleza humana".10 Es difícil para los japoneses comprender la idea de que
la culpabilidad es una infracción de las normas y de que Dios está detrás de
las normas. Los japoneses miden la gravedad del pecado a la luz de los resul
tados trágicos realmente producidos por el ataque realizado en contra de seres
vivos. En la estación del ferrocarril, el criminal, la familia de la víctima y la
multitud reunida se convirtieron en una comunidad que compartía este punto
de vista común. Los europeos consideran a la culpa longitudinalmente en tér
minos de hombre contra Dios —como una trama— en tanto que los japoneses
la conciben lateralmente, hombre contra hombre —como una urdimbre. Los
europeos se integran a sí mismos con Dios, desde el punto de vista del cual se
mortifican por el pecado, pero los japoneses, cuando la razón de por qué se co
metió el crimen viene a ser comprendida por la víctima y por otras personas,
comparten por lo común la pena por el pecado al reconocerse mutuamente la
debilidad y el desamparo de la naturaleza humana. Creo que desde este punto
de vista Hearn, a quien no le gustaba el cristianismo, se encontró profundamen
te conmovido por la muchedumbre en la estación.
Puede decirse que la mayor parte de las personas que fueron ejecutadas
como criminales de guerra, mientras afirmaron su inocencia y su falta de res
ponsabilidad, aceptaron las consecuencias de la guerra al reconciliarse con una
relativa facilidad con la muerte. Según el sistema de pensamiento budista, el
pensamiento de "Kyogyo" -—que significa tener karma en común— los llevó a
reconciliarse con la muerte. A mí me parece que ellos pensaron que no había
otra forma de dar a la responsabilidad de la guerra su posición propia y así
llegaron al muy común pensamiento de que nadie es culpable, sino que todos
lo son. El sentimiento de culpabilidad de "Kyogyo" que ellos compartían, y
que los hizo reconocer la debilidad y el desamparo de la naturaleza humana,
abrumó la conciencia de expiación del humanismo europeo. La fusión, y no
la distinción de la culpa y la inocencia del propio yo y de otros se convirtió
en el motor para comprometerse con la muerte. Una afirmación de que el
pensamiento ya no puede ser denominado punto de vista de la culpa, puede ser
válida. Si así es, sólo permanece el problema de la terminología. Estos japone
ses murieron reconociendo su culpa en la forma que lo hicieron.
10 Lafcadio Hearn, Cap. I, Kokoro, The Writings of Lafcadio Hearn, Large Paper edition, Vol. VIII (Boughton, Mifñin & Co., Boston, 1922).
Sakuda, K., 1966: Reconciliación con la muerte. Análisis de algunos escritos de criminales de guerra japoneses, in: Revista de Psicoanálisis, Psiquiatría y Psicología, México (No. 4, 1966), pp. 7-25.
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