razón y sinrazón de una renovación poética. de a. d

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RAZÓN Y SINRAZÓN DE UNA RENOVACIÓN
POÉTICA.
EN TORNO A L'ART POÉTIQUE BASQUE,
DE A. D'OIHENART
J. Ma Lasagabaster
L'Art Poétique Basque de A.d' Oihenart es uno de los textos más importantes de la historia literaria vasca y al mismo tiempo uno de los textos más
cargado de incógnitas aún sin despejar –Lafitte habla incluso de "misterio" en
torno a algunos problemas que plantea el texto– y, aunque parezca paradójico,
uno de los textos también menos relevantes.
No es mi intención aquí pretender despejar ninguna de las incógnitas que
el texto de Oihenart sigue dejando planteadas; no tengo competencia para ello,
y sería verdadera osadía por mi parte intentar hacerlo. Mi propósito es mucho
más modesto.
Desde mi condición de profesor – ex profesor más bien, porque me quedan exactamente diez días para la jubilación – voy a exponer simplemente lo
que una lectura atenta y de alguna manera especializada del texto de Oihenart
me ha sugerido.
He comenzado aplicando a L'Art Poétique Basque estos tres adjetivos:
importante, "misterioso" – entre comillas – e irrelevante. Los tres calificativos
me van a servir de guión, para la sencilla reflexión que aquí quiero plantear.
El texto de Oihenart es, por sí mismo, de una importancia suma en la historia literaria vasca. Y utilizo intencionadamente el término "historia literaria"
y no literatura, ya que no se trata de un texto de creación, sino de teoría y crítica.
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J. M° LASAGABASTER
Seguramente no es indiferente señalar que Oihenart es el primer escritor
laico de la literatura vasca; su formación y su profesión explican sin duda
mejor que la formación clerical de un Etxepare o un Leizarraga sus preocupaciones culturales y científicas y la diversidad de la obra escrita a que ellas dieron lugar: textos históricos, paremiológicos y literarios, tanto de creación poética como de reflexión teórica y crítica.
En el conjunto de clérigos que conforman la galería de escritores vascos
en los siglos XVI y XVII, la figura del laico Arnault d'Oihenart, un "noble de
toga" comprometido en la vida política y administrativa de su tiempo, destaca
como la de un hombre "moderno", en el sentido más típico del término, un
hombre representativo de la cultura de su época, y cuyo retrato aparece además adornado por su condición de poeta y de teórico de la poesía vasca.
Oihenart es, y esto sí que es decisivo, el primer escritor vasco que se plantea la poesía como una actividad autónoma, no subordinada a fines lingüísticos o religiosos. Es verdad que una buena parte de la poesía de Etxepare es una
poesía "civil", por utilizar un término actual, pero, como él mismo indica en
la dedicatoria de su libro, su propósito es mostrar que la lengua vasca es tan
apta como cualquier otra para los usos cultos y la escritura. Y si Etxeberri de
Ziburu escribe en verso un amplio y denso manual ascético-teológico, es porque los vascos son muy dados a las coplas y es más fácil enseñar versificando.
Oihenart, no; él es consciente de la autonomía del lenguaje poético y
desde esta conciencia se plantea la reflexión de carácter teórico y crítico a un
tiempo que propone en su L'Art Poétique Basque.
Si de modo general se puede decir que la actividad de creación literaria,
no en cada autor individual, pero sí en un sistema literario, en una tendencia,
en una época... va acompañada de una descripción o de un juicio valorativo
de los textos de creación o incluso de unas propuestas genéricas que sostienen
y orientan la creación literaria misma, es decir, lo que hoy entendemos por teoría y crítica literaria, en el caso vasco las cosas se nos aparecen de una manera
muy diferente. La recepción crítica de la obra literaria no existe prácticamente hasta bien entrado el siglo XIX y su institucionalización en el panorama
literario vasco es un fenómeno del siglo XX.
Por eso llama poderosamente la atención, en el panorama de la historia
literaria vasca, una figura como la de Arnaut d'Oihenart, cuya obra poética,
aunque breve y valorada de forma menos positiva por la crítica, está sostenida
por una conciencia lúcida de la autonomía y de la especificidad de la escritura
literaria, por un conocimiento, amplio en el contexto vasco de la época, de la
poesía europea de su tiempo y por una valoración crítica, discutible y hasta
rechazable en más de un aspecto, pero en cualquier caso respetable, de la poesía escrita en euskara hasta ese momento.
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RAZÓN F SLvRAZÓN DE UNA RENOVACIÓN POPTIC.1. EN TORNO A "L'ART PO£TIQUE ...
Esto es sin duda lo que da a la personalidad literaria de Oihenart una singularidad y una solidez que la hacen destacable y única en el panorama literario euskérico del siglo XVII.
Y sin embargo todos estos matizados elogios a lo que ese breve tratado
que es L'Art Poétique Basque supone en la historia literaria vasca parecen
disolverse en la irrelevancia, porque el texto de Oihenart permaneció ignorado y desconocido hasta trescientos años después, cuando el manuscrito cayó
de forma casual en manos de Pierre Lafitte, quien lo transcribió, estudió y
publicó en 1967.
Merece la pena detenerse un poco en este hecho, porque en su órbita se
mueven algunas de las incógnitas que L'Art Poétique Basque sigue planteando.
Hay que aludir en primer lugar al título completo que el propio Oihenart
dio a su tratado de poética vasca: L'art Poetique basque, Indiquee dans Une
lettre Escritte a Un cure du pays de Labourt au moys de mai 1665.
Parece, pues, claro que la motivación de la escritura de este pequeño tratado de poética vasca es responder a la demanda de un cura 'abonarlo, que así
se lo ha pedido al propio Oihenart; y el texto lleva explícitas, sobre todo en su
comienzo, las marcas de su naturaleza epistolar:
Vous me demandés – comienza señalando nuestro autor – de queIle methode je me sers en composant de Uers basques. Je Uous Respons
que, lors que je m'occupois a cet Exercice (car il y a long temps que Je
ne m'en mesle plus) Je m'accommodois a l'art des Poetes Italiens et
Espagnols et Encore plus a celle des latins...
La segunda persona aparece repetidamente a lo largo del texto: Je ne d'oute pas que Uous en sachies...; comme Uous pourrés auoir remarqué...;Vous
obseruerés la mesme Chose...; Uous pourres obseruer en ces Uers...; ... que ie
Uiens de Uous representer...; Uous me demanderés peut etre..., etc.
Desde el comienzo hasta el final, el texto de L'art Poétique basque aparece trufado de expresiones dirigidas directamente al destinatario de la carta en
la que Oihenart expone detenidamente sus teorías poéticas, así como su crítica de la poesía vasca que hasta ese momento se ha venido haciendo por la
mayor parte de los poetas vascos.
La pregunta se impone: ¿ quién es ese clérigo tan interesado en conocer
las teorías poéticas de un autor como Arnaut d'Ohienart?
Las incógnitas que encierra en sus pocas páginas la poética oihenartiana
comienzan aquí; la naturaleza epistolar formal del texto es evidente; la verosimilitud de que se trata efectivamente de una carta que tiene un destinatario
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J. M° LASAGABASTER
concreto parece reforzarse por el dato, aparentemente insignificante, de que el
escritor señala no sólo el año, como sería el caso en otro tipo de texto, sino
también el mes de redacción de su carta.
Y sin embargo se pueden abrigar dudas a mi juicio legítimas sobre la existencia real de ese clérigo que le pide a Oihenart una especie de lección magistral sobre el arte de hacer versos en euskara. Debería tratarse de un clérigo
conocedor de la poesía de Oihenart, publicada, juntamente con los refranes,
ocho años antes de la fecha de la redacción de la carta; no resultaría inverosímil afirmar además que se trataría de alguien conocedor también de la poesía
vasca escrita hasta ese momento y capaz, por tanto, de percibir como lector la
singularidad formal de los versos escritos por Oihenart, lo cual le mueve a dirigirse al poeta mismo, pidiéndole de algún modo una justificación, que eso es
en el fondo la explicación solicitada, de esa manera nueva, por distinta, de
entender y practicar la versificación en euskara.
Igualmente situaría yo en el terreno de la verosimilitud la hipótesis de que
se trata de alguien que goza de algún tipo de proximidad con Oihenart, lo que
le permite dirigirse directamente a él y explica que la respuesta a su petición
sea todo un tratado, aunque breve, de versificación vasca.
Tenemos que reconocer sin embargo que todo este conjunto de hipótesis
bien intencionadas no aportan ningún dato que permita una identificación más
concreta de la personalidad del destinatario de la carta; más aún, es incluso
pensable que la carta no se enviara nunca –parece que el manuscrito encontrado por Lafitte es autógrafo del propio Oihenart–, pues en el caso de haber sido
enviada, a todas las incógnitas anteriores se añadiría una más: que el clérigo
poseedor del pensamiento poético de Oihenart a través de un texto que al ser
una carta le pertenece como destinatario de la misma no hubiera utilizado, ni
siquiera revelado, la existencia de tal texto.
Ya sé que se trata de elucubraciones estériles, que no procuran ninguna
conclusión. Yo sí me voy a atrever a sacar una, aunque ya sé que podrá parecer en más de un caso gratuita: el tal clérigo labortano, destinatario hipotético
de la carta-tratado de Oihenart no existió y el tono epistolar del texto no es
sino un recurso literario del que se valió el autor para justificar, aunque no
fuera necesario, la escritura del texto y para hacer más digerible su lectura,
mediante la introducción de los elementos intersubjetivos que supone la frecuente utilización de la segunda persona.
Pero hay otro aspecto, a mi juicio más significativo, relacionado con esta
cuestión del carácter epistolar formal del texto y de la identidad de su destinatario. Si no sabemos nada de la identidad del destinatario real de la cartatratado de Oihenart, ni siquiera si existió – sí podríamos saber algo del destinatario potencial, o, para utilizar la terminología generalizada por la estética de
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recepción, de ese "lector implícito" que todo texto construye y que sí es posible identificar; claro que este "destinatario implícito", inducido a partir del
texto mismo, no es homologable al destinatario real, y menos todavía al que se
supone que lo fue porque a él y a su demanda habría dirigido Oihenart su
famosa respuesta.
Todo texto va instaurando, a lo largo del proceso textual mismo, la imagen o figura de su propio lector; es lo que, con la terminología de Wolfgang
Iser, hoy denominamos "lector implícito": es un lector cuya competencia textual le permitiría descodificar los diferentes códigos que en cualquier texto se
codifican. El lector implícito es el correlato, desde la perspectiva de la recepción, no del lector real, sino del autor implícito, porque pondría en práctica en
la recepción del texto las mismas competencias textuales que el autor ha puesto en el proceso de la emisión.
El hecho de que se trate, como es nuestro caso, de un texto estructurado,
al menos desde el punto de vista de la forma, como una carta no supone una
excepción al principio de recepción que acabamos de establecer.
Desde esta perspectiva, la cuestión del destinatario de la carta-tratado de
Oihenart no es ya quién fue en realidad ese clérigo labortano para quien nuestro autor escribió su famoso texto, sino qué competencia textual – poética, en
definitiva – debería haber tenido el clérigo al que supuestamente dirigió
Oihenart su misiva, o debería tener hoy cualquier lector real de L'art Poétique
basque.
P. Lafitte, en su edición del texto, dedica un párrafo a lo que denomina
"quelques détails pour aider la lecture"; se trata en todo caso de observaciones
que se refieren a la grafía, al vocabulario o a la acentuación utilizados por
Oihenart y que podrían desconcertar a un lector actual no habituado; aunque,
como el propio Lafitte señala, "on s'habitue très vite à ce vocabulaire".
Desde la perspectiva de la "Estética de recepción" son otros los elementos sobre los que se instaura la figura textual del lector implícito.
Yo distinguiría tres niveles de codificación, tres sistemas o subsistemas
métricos sobre los que Oihenart construye toda su teoría sobre la poética
vasca.
En primer lugar todo aquello que hace referencia a lo que podríamos
denominar una "métrica general" y que Lafitte en su "plan de l'Art poétique"
intitula "Règles générales". Aquí entraría todo lo referente a la distinción entre
versos masculinos, femeninos y esdrújulos, el acento, el número de sílabas y la
rima.
En un segundo nivel de codificación, yo incluiría todos los ejemplos, textos y autores en cuya autoridad trata Oihenart de fundamentar su teoría poé183
J. M" LASAGARASTER
tica: Poetas italianos, españoles y sobre todo latinos, aunque no los clásicos,
sino los medievales.
Por fin, todo lo referente a la poética y a la poesía vasca, donde habría que
distinguir sus propuestas teóricas, a partir sobre todo de los modelos neo-latinos y españoles, y la parte propiamente crítica del tratado, en la que, a partir
de los modelos previamente establecidos, Oihenart hace un juicio de valor
sobre la poesía y los poetas vascos: Dechepare, Etchegaray, Arnaud de Logras,
o Etcheberri de Ciboure.
El texto de L'Art poétique basque diseña por lo tanto una figura de lector
implícito capaz de descodificar de manera adecuada los elementos codificados
en el texto y que, de forma aproximada, corresponderían a estos tres niveles
señalados.
Naturalmente, hay que tener en cuenta además la naturaleza, no sólo formal, sino también temática del texto, es decir, lo que de acuerdo con la Poética
contemporánea, denominaríamos "régimen" del texto, ya que esto decide también en buena medida la orientación del proceso de descodificación.
No se trata propiamente de un texto de creación, sino de un texto ensayístico y de alguna manera didáctico, que le permite al autor exponer y comunicar sus ideas a sus posibles lectores. El texto encierra la novedad de hacernos
descubrir la existencia de dos poetas vascos hasta entonces desconocidos: Jean
de Etchegaray, sacerdote en Donibane Garazi, autor de una pastoral titulada
Artzain Gorria, que fue representada varias veces hacia 1565 y Mr. Arnaud de
Logras, vicario general de Mixe y Ostabaret. Ambos, dice Oihenart, componían versos de quince sílabas, al modo de Etxepare.
Pero no es lo que el texto revela de escritores ignorados, con ser ello
importante para la historia de la poesía vasca, lo que aquí nos interesa, sino el
sistema general de competencias poéticas – la figura textual del lector implícito – que se le exigen a cualquier lector real para una adecuada descodificación
de "L'Art Poétique Basque".
No queremos con esto significar que se trate de un texto escrito para
especialistas; pero sí que se trata de un texto que exige lectores mínimamente
introducidos en el mundo y en las convenciones de la métrica general, en un
cierto conocimiento de poetas de otras literaturas –española, italiana, latina
medieval...– y sobre todo de la situación general de la poesía vasca en el tiempo en que Oihenart escribe su tratado, y de sus poetas representativos.
Arnaud Oihenart, que afortunadamente no sabía nada de "lector implícito", "régimen del texto" y otros retales con que los críticos intentamos cubrir
malamente la desnudez de nuestras ignorancias, escribe un texto, si no para
especialistas, sí al menos para lectores con una mínima familiaridad con el
mundo de la métrica en general y de la euskérica en particular. Y a este mundo
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tenía que pertenecer ese clérigo labortano al que hipotéticamente destina
Oihenart su Arte Poética.
Por la vía de la figura textual del lector implícito llegamos igualmente a
diseñar un destinatario real, con las características que más arriba le habíamos
hipotéticamente atribuido. Pero seguimos igualmente sin conocer quién era
ese clérigo y seguimos pudiendo razonablemente poner en duda incluso su
existencia.
P. Lafitte, tras un análisis minucioso del manuscrito, opina que no se trataría de una redacción definitiva:
notre avis tout cela démontre que L'Art poétique n'était pas
encore tout à fait au point pour l'impression; mais on verra que ces
négligences n'enlévent pas á l'oeuvre ses valeurs essentielles.
À
Implícitamente Lafitte parece dar a entender que se trata de un texto
escrito para ser impreso y no de un texto para ser enviado como respuesta a un
destinatario concreto que lo hubiera solicitado. Pienso que es la posición más
coherente: en la demanda del clérigo labortano Oihenart encuentra la motivación para exponer de forma sistemática y por escrito su teoría poética, los
argumentos de autoridad en los que se apoya y tomar pie de aquí para hacer
una exposición crítica de la situación de la poesía vasca en su tiempo. El texto
mantiene, como hemos visto, marcas de su naturaleza epistolar; pero la conclusión a la que se puede llegar es que nunca funcionó como carta, que nunca,
por tanto, llegó a su destinatario y que, siguiendo la autorizada opinión de P.
Lafitte, si no se trataba de una redacción definitiva, nunca llegara a la imprenta, como las demás obras conocidas de nuestro autor.
Hay otro aspecto del texto de L'Art Poétique Basque que me interesa
señalar también aquí, partiendo igualmente del prólogo de Lafitte. Alude,
citando a Haritschelhar, que las citas de versos de poetas españoles no son
siempre exactas, si se toma como referencia los textos de la edición de
"Clásicos Castellanos", de Espasa-Calpe. Yo no me voy a fijar tanto en la fidelidad literal de las citas, como en la lectura métrica que de las mismas hace
Oihenart, al servicio, claro, de sus tesis previas.
Así, como ejemplo de versos esdrújulos, Oihenart cita a los poetas españoles Juan de Mena y Jorge de Montemayor.
El ejemplo de Montemayor es claro: se trata de unos versos tomados de
su conocida obra La Diana, más concretamente de un diálogo en el Libro 1°,
entre los pastores Silvano y Sireno; son treinta tercetos terminados en palabra
esdrújula.
En cambio, la lectura que Oihenart hace de los versos de Mena es a todas
luces inaceptable.
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J. M° LASAGABASTER
Este es el texto citado:
"Sancta paz, sancto misterio,
triumpho viril de gloria,
concordia sin vituperio,
de ambas partes victoria,
de los pueblos refrigerio.
Vuestros bienes acarrean
que los señores no sean
de sus siervos captiuerio."
En la lectura que Oihenart hace de esta octavilla, los cinco primeros versos y el octavo son esdrújulos y el sexto y séptimo femeninos.
Parece evidente que no hay razón métrica o rítmica alguna para leer como
palabras esdrújulas "misterio", "gloria", "vituperio", "victoria", "refrigerio",
"captiuerio".
Es claro que para Oihenart el verso séptimo – que según su definición es
femenino – tiene ocho sílabas, ya que no hay lugar para sinalefas o elisiones,
que son las figuras prosódicas que Oihenart defiende como obligatorias. Lo
mismo se puede decir del verso sexto, pues parece poco probable que a
Oihenart se le ocurriera leer la palabra "bienes" como trisílaba, destruyendo,
mediante diéresis, el diptongo "ie".
¿Por qué, entonces, convierte en eneasílabos los demás versos de la estrofa, haciendo esdrújulas sus palabras finales? Según esto, el verso tercero –
"Concordia sin vituperio", ¿cuántas sílabas tiene para Oihenart? ¿Nueve o
diez? Porque si "gloria" del segundo verso es trisílabo, por la misma razón
"concordia" debería ser tetrasílabo.
Tan sólo en los versos segundo – "triumpho viril de gloria" – y cuarto –
"de ambas partes victoria" – podría encontrarse alguna razón métrica para
destruir los diptongos finales y leer esos versos como esdrújulos.
En cuanto al verso segundo, el carácter octosílabo del verso podría logarse lo mismo haciendo diéresis en "triumpho" que en "gloria". En el cuarto
verso parece más razonable una lectura sin hacer sinalefa en "de ambas", con
lo que "victoria" es palabra llana y no esdrújula. La rima obliga entonces a leer
también como llana la palabra "gloria" del segundo verso.
Este somero análisis de la lectura que nuestro poeta hace de la octavilla de
La Diana nos obliga a concluir que no hay ninguna razón en la estructura de
la métrica española para interpretar como esdrújulos los versos que Oihenart
señala como tales. La única explicación sería el escaso conocimiento que nuestro autor tendría de la métrica y tal vez de la lengua española. Algo parecido
podría decirse también por lo que se refiere a la lengua y a la métrica italiana;
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Oihenart cita como esdrújulos versos de Petrarca y Ariosto terminados en
palabras que son evidentemente llanas, como "campidoglio", "soglio", "orgoglio", "contrario", "adversario", "luminario".
A modo de resumen del recurso que Oihenart hace de autores de la literatura española, digamos que los autores citados en su Arte poética son, además
de Mena y Montemayor, Cervantes y Lope. Los cuatro son evidentemente
nombres importantes en la literatura española de los siglos XVI y XVII; pero
no todos, ni de la misma manera, por lo que se refiere a la poesía lírica.
Juan de Mena es, en la Baja Edad Media castellana, un renovador del lenguaje poético. Oihenart, curiosamente, no cita la obra que mejor expresa esa
voluntad renovadora –los rotundos dodecasílabos de El Laberinto de
Fortuna–, sino unas coplas a Juan II, en la línea de la poesía trovadoresca y
cortesana más tradicional. Cervantes no se caracteriza precisamente como
poeta y El peregrino en su patria, texto fundamentalmente en prosa no es tampoco el mejor ejemplo de la calidad lírica de Lope de Vega.
Las citas de autores castellanos –junto a otros italianos, franceses, latinos–
demuestran ciertamente en Oihenart una erudición y unos conocimientos literarios notables, caso verdaderamente ejemplar por único, como ya ha quedado señalado, en la vida literaria vasca de su tiempo.
Pero en un análisis riguroso del recurso que Arnaut d'Oihenart hace a la
poesía castellana para justificar y ejemplificar sus nuevas propuestas de métrica vasca, no deja de resultar chocante que se ignoren –o al menos no se citen–
las cuestiones que mejor pueden definir las vicisitudes y la vida de la poesía
española de los Siglos de Oro y los poetas que mejor y más ejemplarmente las
encarnan: la introducción de la poesía italianista y la reacción tradicional en la
primera mitad del siglo XVI, y, ya en el XVII, la polémica del gongorismo.
La renovación pretendida por Oihenart se queda de hecho en meras propuestas métricas que van además a contrapelo de la estructura prosódica de la
lengua vasca. No hay, al menos en los textos que conocemos, un replanteamiento mínimamente profundo del quehacer y de la materia poética, como lo
hubo, por ejemplo, en la renovación poética iniciada por Boscán y consumada por Garcilaso en la poesía castellana del Renacimiento.
Juan Boscán, atendiendo a la propuesta del embajador veneciano Andrea
Navagiero, que le pide que escriba "sonetos y otras artes de trovas usadas por
los buenos autores de Italia", introduce en la poesía castellana los principales
metros utilizados por Petrarca y otros poetas italianos; pero Boscán no es un
poeta brillante, su versificación es dura y premiosa. Es un poeta excelso como
Garcilaso de la Vega el que renueva de manera sustancial la poesía castellana y
hace triunfar el endecasílabo italianista y formas métricas como el soneto, la
égloga o la lira.
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J. M" LASAGABAS7ER
Porque el desarrollo y la renovación de la literatura no la hacen las poéticas de los teóricos ni las academias, sino las creaciones literarias de los escritores.
Las teorías poéticas propuestas por Arnaut d'Oihenart en su Art Poétique
Basque sólo fueron conocidas trescientos años después, cuando Pierre Lafitte
saca a la luz el manuscrito recién descubierto.
Esto quiere decir que el intento renovador de Oihenart no tuvo en su
tiempo más base y argumento que su propia poesía. Sus poemas de juventud
son, en la voluntad de su autor, un mero ejemplo de las posibilidades que la
lengua vasca ofrece a la nueva métrica, son un mal ejemplo, o, al menos, no son
un buen ejemplo, si tenemos en cuenta que, a juicio de la crítica, no es un buen
poeta. Mitxelena lo señaló al decir que Oihenart no era poeta, sino versificador extraordinariamente hábil y un gran conocedor de la lengua". Aunque
también valora positivamente el esfuerzo renovador del Oihenart poeta, por
su contribución al enriquecimiento de la lengua, por su esfuerzo de adaptación
de las estructuras léxicas y sintácticas del euskara para la poesía culta, en un
intento análogo al que en la prosa supone el Gero de Axular.
No sé si tiene mucho sentido la pregunta, pero yo la hago, al final de esta
deslavazada reflexión: Si Arnaut d'Oihenart hubiera sido un Garcilaso de la
poesía euskérica, ¿habrían tenido éxito sus innovadoras propuestas métricas?
Porque la realidad histórica nos dice que la poesía vasca de la época siguió
la dirección poética del tradicional Etxepare, a quien tan dura como injustamente se critica en L'Art Poétique Basque oihenartiano. El Oihenart teórico se
perdió con su manuscrito hasta trescientos años después y el Oihenart poeta
se quedó solo con su poesía renovadora.
Y el caso es que la lucidez y la erudición con la que nuestro escritor se
plantea en la práctica poética y en la reflexión teórica y crítica la necesidad de
una renovación de la poesía euskérica , poniéndola en la órbita de prácticas
líricas como la española o la italiana, además de su singularidad, teniendo en
cuenta sobre todo la época en que la propuesta se realiza, era seguramente un
propósito que habría merecido una mejor acogida.
¿Habría que decir – y sirva esto de conclusión – que L'Art Poétique
Basque estaba destinado, incluso en la intención implícita del autor, a ser una
justificación teórica y una defensa "a posteriori" de las poesías que el poeta
había dado a la imprenta ocho años antes?
A este propósito yo no puedo menos de recordar, salvando todas las distancias que son muchísimas y muy grandes, el caso de Pío Baroja.
Cuando nuestro Baroja publica en 1925 como introducción a su novela
La nave de los locos, de la serie Memorias de un hombre de acción, una refle188
RAZÓN Y SINRAZÓN 1)1 UNA RENO V 1 CION PO/ uiUA. EN TORNO A "L'ART POETIQUE ...
xión titulada "Prólogo casi doctrinal sobre la novela", todo el mundo entiende que es en realidad una respuesta a Ortega y Gasset, que unos meses antes,
en su ensayo "Ideas sobre la novela", había defendido una concepción del
género totalmente antibarojiana.
Pero al mismo tiempo una buena parte de la crítica piensa que lo que don
Pío pretende con su "Prólogo casi doctrinal" es justificar y defender su propia
novela, publicada ya en sus mejores títulos para esa fecha.
Y ¿por qué no iba a hacerlo? Tenía todo el derecho para ello. Y además la
historia le dio la razón: El desarrollo de la novela española se hizo mucho más
de acuerdo con las opiniones de Baroja que con las tesis de Ortega.
Arnaut D'Oihenart no tuvo esa suerte. Se quedó –o le dejaron solo–.
Aunque, a decir verdad, parece que en la tarea de hacer una poesía distinta no
estuvo del todo solo. Él mismo cita al señor de Sauguis, como poeta vasco
digno de ocupar, coronado de laurel, la cima del Parnaso, en ese panegírico que
constituye el soneto –"hamalaurkuna" le llama el autor– en versos dodecasílabos "femeninos", para hacer honor a la terminología oihenartiana, y que
Mitxelena considera como lo mejor en la poesía del autor: "Zalgiz Jaun,
Pabeko Korte gehienean Erregeren Konseilari zenaren gorazarretan".
Desgraciadamente, no nos ha quedado ni rastro siquiera de la poesía de
Sauguis. Tiene razón Mitxelena cuando comenta:
"Beraz, Oihenart bakarra ez bazen ere, bakarrik utzi dute urteek
eta euskaldunen zabarkeriak"
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