PDF - Revista Rebeldía

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—Sí, ya tiene tiempo que los zapatistas están insistiendo en eso de que
hay que mirar hacia abajo y a la izquierda... —Durito enciende la pipa.
—¿Y? —apremio, impaciente por los rodeos de Durito.
—Bueno pues hay que tomar en cuenta el lugar desde el que se mira.
No es lo mismo mirar desde arriba, que desde el mismo nivel.
En el capitalismo, el que mira desde arriba hacia abajo, lo hace para explotar,
robar, despreciar o reprimir. Es la mirada del Poder.
Donde hay personas, el Poder ve números, deudores,
índices de ganancias, porcentajes de encuestas, escalones…
o estorbos de los que hay que deshacerse
(Subcomandante Insurgente Marcos: Durito y una
de miradas y herencias, Noviembre de 2005).
Amanda Ramos y Edmundo Camacho
De camaleones profesionales
Desde 1929 hasta finales de 1997, el presidente de la
República Mexicana nombró y removió a su antojo
al Jefe del Departamento del Distrito Federal. Este
funcionario, conocido entonces como Regente de la
Ciudad, se encargaba de tomar decisiones y administrar, entre otras cosas, los servicios públicos en
la capital del país. En esos casi 70 años, el Partido
Revolucionario Institucional (PRI) controló mayoritariamente la vida política del país y por ende la del
Distrito Federal.
Fue hasta 1997, gracias a la demanda ciudadana
para participar en la elección del gobierno local, que
los habitantes de esta urbe eligieron por primera vez
un Jefe de Gobierno, que desde entonces ha surgido
de las filas del Partido de la Revolución Democrática
(PRD). Después de doce años y cinco jefes de gobierno, nos encontramos con que el partido tricolor
nunca se fue, sólo que sus funcionarios, sus intereses
y sus formas de hacer política ahora se disfrazan de
amarillo.
Con los gobiernos “democráticos” se repite la
ejecución de artimañas para desarticular a las organizaciones y movimientos sociales. Gracias a los gobiernos de “izquierda”, en la “ciudad de la esperanza”
y en la “ciudad con equidad”, los dueños del dinero
han logrado poner en marcha planes y políticas de
desarrollo urbano que, bajo el régimen priísta, difícilmente se habrían concretado. Tal es el caso del reordenamiento del Centro Histórico y la privatización
del servicio del agua.
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El PRI paulatinamente recuperó los espacios que
perdió en 1997 en la ciudad, gracias a que una de sus
camarillas, que durante el salinismo operó el fraude electoral de 1988, se integró a las filas del PRD.
Manuel Camacho Solís, designado por Carlos Salinas
de Gortari como Regente de la Ciudad de México a
comienzos de su sexenio, encabezó desde entonces y
hasta ahora a este grupo.
Durante la gestión de Camacho Solís, Marcelo
Ebrard fungió como Director General (1989) y como
secretario de Gobierno (1992). Desde estos cargos,
Ebrard y su jefe diseñaron una estrategia destinada a
golpear al recién nacido PRD y a paralizar y controlar
a las organizaciones sociales, sobre todo a las integradas al Movimiento Urbano Popular (MUP), en auge
y fuera del control político del PRI a partir de los sismos de 1985. El resultado de esta ofensiva de la burocracia priísta fue que, en poco menos de una década,
el gobierno pudo romper las instancias colectivas de
gestión y desgastar “el sentido de las movilizaciones
conjuntas”. Esto permitió que se desactivara parte de
los movimientos urbanos populares y que menguara
su presencia en el espacio público (Revista Rebeldía,
números 10 y 30).
La llegada de Cuauhtémoc Cárdenas a la Jefatura
de Gobierno, en 1997, no trajo consigo un cambio
en esta política, sino que fue seguida y profundizada
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desde la Secretaría de Gobierno encabezada por
Rosario Robles. Paralizar al MUP y subordinarlo al
nuevo “gobierno democrático” fue una de las principales tareas de Robles, quien poco después protagonizó,
junto a René Bejarano, un escándalo de corrupción en
el que estuvo implicado también Carlos Ahumada y su
Grupo Quartz.
Para sellar un pacto de complicidades con las dirigencias corruptas del MUP, que le permitiera su control, Robles se sirvió de un grueso expediente donde
se agrupaban un gran número de irregularidades cometidas por estos líderes: acciones corruptas, cuentas
no aclaradas y turbios manejos. El nuevo gobierno no
actuó penalmente en contra de estos líderes, ni aclaró
los casos, sino que se sirvió de ellos para colocar una
cadena en el cuello del MUP. De tal forma, aprisionó
a los integrantes del movimiento, convirtiéndolos en
clientelas cautivas utilizadas para promover la carrera
política de un puñado de dirigentes.
Dolores Padierna, Clara Brugada, Ruth Zavaleta,
Pablo Moctezuma, Javier Hidalgo, Alejandro
Villanueva y José Jiménez (por citar algunos), abandonaron sus tareas de organizar, movilizar y promover
procesos colectivos, para formar parte y compartir los
intereses de la clase política. Tanto la posibilidad de
hacer negocios y carrera política al amparo del poder,
como las pugnas por las candidaturas, que generaron
una mayor fragmentación dentro de las organizaciones, fueron eslabones que se agregaron a la cadena
de control del MUP, durante las administraciones
de Cuauhtémoc Cárdenas, Rosario Robles, Andrés
Manuel López Obrador y Alejandro Encinas.
La llegada de Marcelo Ebrard a la Jefatura de
Gobierno del Distrito Federal —fue Secretario de
Seguridad Pública (2002–2004) y secretario de
Desarrollo Social (2004–2006) en la administración obradorista— significó la vuelta del grupo de
Camacho Solís al control político pleno de la Ciudad
de México. Ebrard, al igual que muchos priístas y
militantes de otros partidos, que vieron en el partido
del sol azteca una agencia de colocación más efectiva
para reinsertarse en el escenario político —y obtener
chambas remuneradas con altos sueldos—, se subió al
vagón del PRD. Él, junto con su equipo de ex-priístas
y ex-miembros del Partido del Centro Democrático
(PCD), se integró al mismo partido que, como salinista, había reprimido, difamado y combatido. El dinosaurio pintó su rostro tricolor de negro y amarillo y,
en 2006, ondeando una banderita del sol azteca, llegó
al Palacio del Ayuntamiento.
El predominio de ex-priístas en el actual gobierno
del DF se avizoró desde la composición del equipo de
campaña de Marcelo Ebrard, en donde participaron
52 personas: 30 ex priístas, 17 militantes con arraigo
en el sol azteca, cuatro pertenecientes al PT y uno a
Convergencia. En el gabinete, nombrado el 4 de diciembre de 2006, Ebrard colocó a la cabeza de secretarías clave a algunos de sus más cercanos colaboradores desde que militaba en el PRI: José Ángel Ávila,
en Gobierno; Mario Delgado, en Finanzas; Ramón
Montaño, en Oficialía Mayor; Arturo Aispuro, en
Desarrollo Urbano; y Manuel Mondragón, en Salud.
En la Secretaría de Seguridad Pública, el Jefe
de Gobierno ratificó a Joel Ortega, quien ocupaba el
puesto desde diciembre de 2004, cuando relevó al propio Marcelo, después de que fuera destituido por Fox,
tras el linchamiento de tres policías federales en San
Juan Ixtayopan, delegación Tláhuac. La suerte que
corrió Ebrard la correría cuatro años después el propio Ortega. En julio de 2008, fue separado del cargo,
luego del criminal operativo en el New’s Divine, que
cobró la vida de 12 personas. Lo reemplazó Manuel
Mondragón, quien fungía como secretario de Salud.
También, como consecuencia de este operativo,
Miguel Ángel Mancera sustituyó a Rodolfo Félix
Cárdenas en la titularidad de la Procuraduría de
Justicia del Distrito Federal. Cabe recordar que Félix
Cárdenas aportó, en diciembre de 2000, la cantidad de
200 mil pesos a la Asociación Amigos de Fox y defendió a Marcelo Ebrard en el caso Tláhuac. Además, fue
litigante del despacho Félix, Izunza & Maluf, S.C. del
cual fueron socios José Luis Isunza y Antonio Maluf
Maloff, encargados de la defensa de Carlos Ahumada
y quienes a su vez aportaron a la campaña foxista 300
mil pesos.
Entre otros de los funcionarios del gobierno de
Ebrard está Leticia Bonifaz Alfonso, consejera jurídica en el actual gobierno de la ciudad, quien ocupó,
durante los sexenios de Miguel de la Madrid y Carlos
Salinas, la Dirección General de Asuntos Jurídicos
de la Presidencia de la República y fue directora general de Regulación al Transporte de la Secretaría
de Transportes y Vialidad del gobierno del Distrito
Federal en 1999. Otro caso emblemático que ilustra a
qué intereses responde el GDF es el de Jorge Arganis,
quien fue nombrado por Cuauhtémoc Cárdenas gerente de la Planta de Asfalto, por López Obrador director
general de Obras Públicas y por Ebrard secretario de
Obras y Servicios. Arganis trabajó, de 1977 a 1997,
para el Grupo Ingenieros Civiles y Asociados (ICA)
donde, entre otros cargos, se desempeñó como director de Desarrollo de Negocios del sector Construcción
y secretario particular de Bernando Quintana Arrioja,
presidente fundador del emporio. Cuando Jorge
Arganis renunció a Obras y Servicios, en julio de este
año, Ebrard designó como titular de esta secretaría a
Fernando Aboitiz Saro, panista de 1989 a 2006.
Algunos otros puestos en el gabinete de Marcelo
Ebrard fueron negociados y asignados a distintas corrientes perredistas. Al frente de la Secretaría
de Desarrollo Económico quedó Laura Velázquez
(de Izquierda Democrática Nacional, que dirige
Bejarano). Ella, también ex delegada de Azcapotzalco,
fue implicada en el robo de 20 toneladas de despensas destinadas a los damnificados por el huracán Stan
en Chiapas. En Transporte y Vialidad se asignó a
Armando Quintero (de Unidad y Renovación), ex delegado de Iztacalco y quien es conocido por liderear
al “Grupo 4” de taxis piratas.
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En Desarrollo Social fue designado Martí Batres (de
Izquierda Social), quien durante su cargo como diputado de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal fue
investigado por la repartición de la leche Betty, que de
acuerdo con la Profeco estaba contaminada con heces fecales. Martí Batres y su familia controlan la organización
“Benita Galeana” que es la que más se ha beneficiado en
la construcción de viviendas de interés social desde hace
nueve años. En el actual gobierno capitalino, Batres es
el encargado de la repartición de despensas y becas en
efectivo a madres solteras, ancianos y discapacitados.
La Contraloría General quedó en manos de
Beatriz Castelán García, quien fue directora general de
Auditoría de esa dependencia cuando la ex contralora
Berta Luján exoneró a Ebrard por el proselitismo que
realizó, junto al entonces delegado Miguel Bortolini,
durante un acto oficial de la Delegación Coyoacán.
En febrero de 2008, Castelán García fue sustituida por
Ricardo García Sáinz, secretario de Programación y
Presupuesto con López Portillo, director del IMSS con
Miguel de la Madrid y Salinas de Gortari y más tarde
asesor de López Obrador. El “chucho” Jesús Zambrano
(de Nueva Izquierda-histórica) consiguió hueso en la
Secretaría de Protección y Fomento al Empleo. La
Secretaría de Turismo quedó a cargo de Alejandra
Barrales (del grupo de Batres) hasta enero de 2008.
Ahora, Turismo está en manos de Alejandro Rojas
Díaz-Durán, otro ex priísta y ex miembro de la organización priísta Democracia 2000. Desde esta posición,
el también ex miembro del PCD impulsa proyectos
turísticos en Xochimilco en los que los beneficiados
serán, otra vez, los grandes inversionistas.
Después de revisar someramente sólo algunos de
los personajes que ocupan los puestos claves en el gabinete del actual gobierno capitalino, luego de conocer sus vínculos y trayectorias, por más malabares verbales que hagan, resulta imposible sostener que éste
es un “gobierno de izquierda”, sobre todo a la luz de
sus acciones gubernamentales. Aún así, en mayo pasado, Ebrard, al destaparse como posible candidato a la
presidencia, dijo que su gobierno sería de “izquierda”,
que cerraría la brecha entre ricos y pobres y que limitaría el poder de empresas como las de Slim. A este
ex secretario general del PRI-DF y diputado federal
priísta en la LVIII Legislatura, se le olvida que, cuando en 2000 declinó su candidatura para la Jefatura de
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Gobierno en favor de Andrés Manuel López Obrador,
envió una carta a AMLO en la que le decía: “Ni yo
ni el PCD somos de izquierda” (Ver “Archivos del
Poder” en Excélsior, 21 de mayo de 2009).
Los intereses, las formas verticales y corruptas de
ejercer el poder, así como las prácticas clientelares
del perredismo y el camachismo han confluido. Tanto
Cárdenas como AMLO y Ebrard —por este último
Elba Ester Gordillo manifestó simpatía rumbo a las
elecciones de 2012, en un noticiero de Televisa— han
implementado una serie de políticas que van contra
los intereses de la mayoría de los habitantes de la capital del país.
Línea dorada: despojo y ecocidio en zona de
recarga acuífera
El proyecto de construcción de la línea 12 del Sistema
de Transporte Colectivo Metro (STC Metro) pinta de
cuerpo entero los usos y costumbres de hacer política
en el gobierno de Ebrard. Para despojar a los habitantes de las zonas donde piensa realizar su megaproyecto, no duda en ocultar información y violar reiteradamente su supuesta legalidad. Además engaña,
hostiga y reprime a quienes se niegan a vender sus
tierras. Ahora, entra de nuevo en acción aquella camarilla que, en 1992, expropió 780 hectáreas del ejido de Xochimilco y 258 del ejido del pueblo de San
Gregorio Atlapulco. Los mismos que expulsaron a
los pobres de Santa Fe, el Centro Histórico, Reforma,
Coyoacán y la zona de la Alameda.
La mañana del 3 de abril, entraron 3 mil granaderos al paraje El Arco en la delegación de Tláhuac. El
saldo: 16 personas detenidas, dos de ellas menores de
edad. Al frente de la acción policíaca estaba Manuel
Mondragón; sí, aquél que en octubre de 2008 declaró
ante empresarios de la Coparmex que, si por él fuera,
en diez minutos sacaba a patadas a los manifestantes
de los 400 pueblos. Así, iniciaron los operativos del
GDF para despojar de sus tierras a los ejidatarios.
En julio y agosto prosiguieron los desalojos y
la invasión de parcelas por parte de funcionarios
delegacionales y del STC Metro. Siempre acompañados por elementos de la SSP capitalina, por la
policía auxiliar con equipo antimotines y por golpeadores al servicio del STC Metro. Violentamente,
“a patadas”, han sometido a los ejidatarios y a sus
familias, han destruido sus viviendas y cultivos de
calabaza y maíz, sus corrales y bodegas de herramientas. Los abusos han sido y son la constante. El
Tribunal Unitario Agrario estableció que los poseedores de seis parcelas estaban obligados a ceder una
franja de 40 metros; sin embargo, el GDF se apropió
de las parcelas completas.
En junio de 2008, el GDF otorgó la licitación del
proyecto de la línea 12, con un valor aproximado de
17 mil 583 millones de pesos, al grupo conformado
por las empresas Alstom México, Ingenieros Civiles
y Asociados (ICA) de la familia Quintana y Carso
Infraestructura y Construcción (CICSA), ésta última
propiedad de Carlos Slim. La primera de estas empresas es filial de la francesa Alstom, salvada de la quiebra en 2003 con recursos públicos del gobierno galo.
En julio de 2004, una de las subsidiarias en México
de esta trasnacional fue sancionada por haber sobornado a funcionarios de la Compañía de Luz y Fuerza
del Centro, para ganar dos contratos millonarios.
ICA fue una de las empresas beneficiarias del rescate carretero. Participó en la construcción de la defectuosa “autopista del sol” y en la megapresa El Cajón,
en Jalisco, que provocó daños ambientales (como la
desecación de 230 ojos de agua), división comunitaria,
y por si fuera poco, varios de los desplazados, muchos
de ellos wirrárikas, no recibieron indemnización. En
Puebla, una evaluación preliminar, a cargo del Centro
Universitario para la Prevención de Desastres de la
Universidad Autónoma de Puebla, determinó la responsabilidad de ICA en el desgajamiento del cerro
Necaxatépetl en 2006.
A finales de agosto de 2008, sólo dos meses después de dar a conocer a las empresas ganadoras de
la licitación, se aprobó el Programa Delegacional de
Desarrollo Urbano de Tláhuac (PDDUT). Esto fue
posible gracias a la complicidad de los diputados de
la fracción perredista en la Asamblea Legislativa del
DF, quienes aprobaron el programa, a pesar de que no
conocían el contenido de las modificaciones de última hora introducidas por el GDF.
Publicado en la Gaceta Oficial el 25 de septiembre
de ese año, el PDDUT contempla la construcción de la
llamada “Línea Dorada” y de un centro comercial en
57 hectáreas propiedad del ejido de Tlaltenco. En esta
superficie, cabe nueve veces el paradero del metro
Indios Verdes y 22 el del metro Taxqueña. Además,
en este nuevo programa se traza un polígono de actuación de 140 hectáreas más, en las que se pretende
construir un Centro Integral de Reciclaje y Energía
(CIRE), un reclusorio cuya superficie equivale a construir 14 veces el Reclusorio Oriente (la Subsecretaría
de Gobierno mantiene “resguardados por cuestiones
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de logística” los nombres de las empresas constructoras), una academia de policía, corredores comerciales
e industriales y lagunas de regulación.
Pero esto no es todo, 324 hectáreas de la Sierra de
Santa Catarina, contempladas en el PDDUT anterior a
2003 como de Preservación Ecológica, pasaron a la categoría de Equipamiento Rural. Esto implica que, en la
última zona de recarga intacta del Valle de México, se
puede construir lo que el gobierno determine. Además,
en esta Sierra, que protege a la zona de humedales en
la zona baja de Tláhuac, el gobierno pretende construir
el nuevo basurero de la ciudad, donde descargará 13
mil toneladas de basura diarias. En el proyecto, también se contempla la construcción de dos vialidades de
conexión entre la terminal del metro en Tláhuac y los
municipios de Chalco y Valle de Chalco, cuyo trazo
cruza la zona de humedales. Esto es muy grave porque este territorio provee al manto acuífero 74 millones de metros cúbicos de agua subterránea al año y de
Tláhuac proviene el 30 por ciento del agua potable que
surte a la ciudad.
Entre los operadores de este nuevo capítulo de
despojo y ecocidio está Víctor Cadena, director general de Desarrollo Económico y Rural. Él es señalado
por los ejidatarios como corredor de bienes raíces, y
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en los desalojos se ha ostentado como dueño de algunas parcelas frente a los legítimos poseedores, sin
presentar los documentos de compra–venta. Lidia
Valeriana, ejidataria titular de una de esas parcelas,
declaró a los visitadores de la Comisión de Derechos
Humanos del Distrito Federal que ella nunca vendió
su parcela, por lo que levantó una denuncia ante el
Ministerio Público por invasión y despojo.
José Franco, representante jurídico del STC
Metro, también ha participado en el hostigamiento y
acoso en contra de los ejidatarios. Asimismo, el ex
priísta Juan Carlos Leyte, quien, como comisario ejidal de Tlaltenco, se alió a la Secretaría de la Reforma
Agraria (SRA) para fabricar dueños a los que se les
asignaron parcelas en la zona de construcción del
Metro, con el compromiso de vendérselas. Desde julio pasado, Leyte es diputado local suplente por el distrito 35, cuyo titular es Alejandro López Villanueva,
dirigente del Frente Popular Francisco Villa amarillo,
quien estuvo en la cárcel acusado de participar en el
asesinato del magistrado Polo Uscanga.
En la mayoría de los casos, la administración capitalina pagó 140 pesos por metro cuadrado, cuando el valor comercial de esas tierras es hasta de mil
pesos. Ante las agresiones, el acoso y el despojo, un
grupo de ejidatarios, posesionarios y avecindados se
agrupan en la Asamblea de Pueblos de San Francisco
Tlaltenco, para resistir a la irrupción en sus tierras.
Incluso, cuentan con un amparo tramitado ante la juez
segunda de Distrito en Materia Administrativa, Ana
Luisa Mendoza. Suspensión que ha sido violada en al
menos dos ocasiones por el GDF.
Los ejidatarios, al tiempo que desconocieron a
Juan Carlos Leyte como comisario ejidal, eligieron
como representante sustituto a Francisco Jiménez,
quien se sumó a la exigencia de que los funcionarios
del DF se retiren de sus tierras. Hasta el 26 de agosto, un año después de que se expropiaran las tierras,
había alrededor de 25 propietarios amparados, dueños de 57 hectáreas, terrenos en donde precisamente
se supone que se levantarán la terminal Tláhuac, los
talleres y el Centro de Transferencia Modal, componentes básicos del proyecto.
Para reforzar esta lucha, también se ha constituido el Frente de Pueblos del Anáhuac con el cual
se han solidarizado diversas organizaciones como
el Consejo de Ejidos y Comunidades Opositores a
la Presa la Parota (CECOP), el Consejo Indígena
Popular de Oaxaca-Ricardo Flores Magón (CIPORFM), el Frente de Pueblos en Defensa de la
Tierra (FPDT), el Frente Popular Francisco Villa
Independiente-UNOPII y la Red Ecologista
Autónoma de la Cuenca de México, entre otras. De
la misma manera, en las otras cinco delegaciones
por donde pasará la Línea 12 (Iztapalapa, Coyoacán,
Benito Juárez, Álvaro Obregón y Xochimilco), organizaciones civiles, organizaciones no gubernamentales, grupos ecologistas y deportivos, delegados de
mayordomías, asociaciones vecinales y universitarias se oponen a la realización de este proyecto y
organizan diversas acciones de resistencia.
“... ahora también los políticos mexicanos lo quieren
vender... unos dicen que se vende todo
y otros dicen que sólo se vende una parte”.
(Sexta Declaración de la Selva Lacandona)
En 1992, en el marco de los cambios al artículo 27 constitucional, se creó la Ley de Aguas Nacionales (LAN).
A diferencia de las leyes anteriores, que hablaban del
agua como un bien nacional, dicha norma reconoce el
agua como un bien económico, es decir tiene un precio.
Como sucede con otros recursos y derechos, desde esta
perspectiva se utiliza el argumento de la falta de dinero
público para justificar la transferencia del manejo y la
distribución del agua al sector privado. Un año después
de aprobarse la LAN, en la ciudad de México se puso
en marcha la privatización del agua.
Durante la regencia de Manuel Camacho Solís se
abrieron licitaciones para que particulares participaran en la prestación de servicios relacionados con el
agua (Revista Rebeldía, número 28). Desde entonces,
cuatro empresas mexicanas, asociadas con empresas
extranjeras, tienen la concesión en las 16 delegaciones, mediante contratos de diez años. La participación
privada se contempló, entonces, en tres etapas:
1. Actualización de usuarios, instalación de medidores y red de tuberías.
2. Nuevas mediciones, facturaciones y maneras
de cobrar.
3. Mantenimiento y rehabilitación de la red de
distribución.
El informe “Cambios legales e institucionales
hacia la privatización del agua en México” (Gerold
Schmidt, 2005) señala que, “además, el Gobierno
del Distrito Federal vendería el agua en bloque a la
empresa privada que se encargaría de su administración y comercialización. En esta etapa se llegaría a
una situación, que se acerca mucho a la privatización
del servicio de agua bajo un esquema similar al de
una concesión”. Hasta ahora, las dos primeras etapas se han cumplido como estaba planeado, gracias
a la continuidad de los gobiernos perredistas con el
proyecto privatizador que inició el PRI. Durante la
gestión de Cuauhtémoc Cárdenas, empezaron a operar las empresas concesionarias. Con López Obrador
se renovaron los contratos a los consorcios y ahora
Marcelo Ebrard pretende cerrar el negocio y terminar por hacer el sueño capitalista realidad: convertir
el agua en mercancía, entregándola a los dueños del
dinero.
Recientemente, los días 20 y 21 de mayo, se celebró en la ciudad de México el Invest Mexico Forum
2009, organizado por la Concanaco Servytur, con la
misión de “impulsar la inversión privada nacional y
extranjera”. Es decir, fue un evento donde se reunieron los ricos (compradores) y los poderosos (gerentes)
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para ver qué podían explotar o robar de la riqueza de
México para incrementar sus ganancias. En la inauguración, Felipe Calderón Hinojosa señaló: “en este foro
se concentran fondos internacionales de capital, inversionistas de diversas naciones... que están, precisamente, a la búsqueda de eso, a la búsqueda de encontrar
cuáles son las mejores opciones de negocio”.
Durante la clausura de esta reunión, Ebrard
Casaubon manifestó su compromiso con los empresarios para dar manga ancha en el manejo del agua, y
mostró su beneplácito por el proyecto de la línea 12.
“Somos de las pocas ciudades del país en donde una
parte del sistema de gestión de agua es privado, tenemos cuatro empresas hoy participando en eso, es un
tema crucial para la ciudad. Vamos a cambiar las reglas
este año, vamos a invitar a muchos fondos de inversión y empresas para que completemos esa gestión y
su modernización, ahora más importante que en años
anteriores”. La oferta del Jefe de Gobierno, fiel a su
origen político, consiste en crear un nuevo modelo de
gestión que permitirá a las empresas participar en la
distribución y el cobro del suministro a los capitalinos,
así como en la rehabilitación de las tuberías.
Entre las empresas que se benefician de las concesiones del agua en el Distrito Federal están ICA,
de la cual ya conocemos parte de su trayectoria, y
Proactiva Medio Ambiente SAPSA, S.A. de C.V. que
es filial de la trasnacional Veolia, la cual tiene contratos para el control del agua alrededor del mundo. En
2008, Henri Proglio, director ejecutivo de Veolia, se
reunió con varios gobernantes en América Latina. En
México, visitó al Jefe de Gobierno del DF, para presentar su oferta de negocio en la gestión de residuos,
transporte urbano y agua potable.
Casualmente, un año después de este encuentro,
Ebrard anuncia el nuevo esquema de gestión, que entrega el agua a las empresas, utilizando la coartada
de la escasez. Es cierto que la zona metropolitana enfrenta graves y añejos problemas de sobreexplotación
de mantos acuíferos, desabasto y falta de agua. Sin
embargo, la experiencia en otras ciudades de la república, como Aguascalientes y Saltillo, revela que
cuando las empresas se hacen cargo del servicio público del agua, no invierten en mejoras a la red de
tubería; no brindan un mejor servicio, aunque sí aumentan las tarifas; y lo que es peor, no se interesan en
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sectores pobres o poblaciones pequeñas, porque no
les significan ganancias.
Un informe sobre la participación de Proactiva
Medioambiente en Colombia, elaborado por CensatAgua Viva/Amigos de la Tierra en Colombia, señala
que la empresa se encarga de la gestión de servicios
de agua potable, alcantarillado y tratamiento de aguas
residuales en Argentina, Brasil, Colombia, México y
Venezuela. Proactiva presenta un rendimiento de ventas anuales por 200 millones de euros.
Además, revela que, de acuerdo con la experiencia en ese país, las “inversiones se realizan únicamente en el plano gerencial de la empresa, porque las
redes y la infraestructura son suministradas por los
municipios. La empresa, en los estatutos del contrato,
no se compromete a realizar ningún tipo de inversión
en infraestructura, que no sea recuperada vía tarifas;
es decir, la supuesta inversión es un préstamo que se
descarga a los usuarios del servicio público mediante
el aumento de la tarifa. Proactiva, como muchas otras
trasnacionales del agua en Colombia, viola la soberanía de los pueblos al generar una estructura, tanto
corporativa como física, en la que las comunidades
quedan desprovistas de capacidad de decisión acerca
de la gestión del agua, beneficiando una visión económica del patrimonio hídrico, por encima de los derechos de la población”.
El documento comparte casos, entre los que destaca el de la ciudad de Montería, donde barrios pobres lograron acceder al agua mediante infraestructura que la comunidad consiguió. “Con la entrada de
la Empresa Proactiva, las redes para la distribución
del agua… no soportaron la presión del agua que la
empresa estaba bombeando y estallaron. Entonces, se
llegó a un acuerdo con la empresa para que realizara
la reposición de redes y el agua llegara nuevamente
a las casas. Hoy, las redes no han sido reparadas y
la empresa cobra en la facturación el uso de dichas
infraestructuras; es decir, Proactiva cobra por un servicio que no presta”.
Por si fuera poco, el informe refiere casos donde
la trasnacional suministra agua de mala calidad, incluso con materia fecal. La respuesta de la empresa
frente a los reclamos populares “ha sido la alianza
con las fuerzas policiales para reprimir a los reclamantes. La estrategia ha sido generar miedo entre la
población a través de censos realizados por la fuerza
pública, intimidando así a quienes generan la articulación comunitaria. Otra de las opciones es enviar al
Escuadrón Móvil Antidisturbios”.
Nosotros nos preguntamos: si existen tantos antecedentes de los malos resultados al privatizar el servicio público del agua, ¿por qué Marcelo Ebrard está
tan convencido de su eficacia? En todo caso, siendo
congruentes con sus propias prácticas y discursos, el
GDF-PRD debería someter el tema de la privatización
del agua a una consulta pública, como la que coordinó
Camacho Solís, con el respaldo de Ebrard y Obrador,
hace un año en torno al petróleo. Recordemos las palabras del jefe de gobierno, durante su intervención
en el foro sobre la reforma petrolera, el 29 de mayo
de 2008:
“Se invierte la lógica del artículo 27 Consti­
tucional. Es decir, si la lógica era que la nación disponga de esos activos [del petróleo], los desarrolle y
los distribuya para sus fines sociales y de todo tipo,
ahora redúzcase la participación de la nación y que
se sustituya por la participación ¿de quiénes? Pues,
desgraciadamente van a ser empresas extranjeras,
eso es lo que no se dice, pero eso es lo que se está
convocando en la Iniciativa”.
Porqué, si los dos son recursos estratégicos que le
pertenecen a la nación, utilizan la bandera del petróleo para aparentar estar en contra de la privatización,
y en el caso del agua, que es nada más y nada menos
un líquido sin el cual los seres humanos no podemos
vivir, no se abre ningún foro de debate. ¿Qué pasó
con el análisis de los intelectuales que critique lo que
en los hechos, no en reformas, convierte el agua en
mercancía y está despojando del agua no sólo a la
gente de las ciudades, sino a los pueblos y comunidades de dónde se extrae? ¿Dónde están las “adelitas”
defendiendo a la gente sin agua de colonias pobres en
Iztapalapa y Tlalpan? 
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