Propuesta de comentario del poema “La vida”. 1. Tema del texto. La fuerza destructora del paso del tiempo. 2. Resumen de su contenido El poeta recuerda con melancolía el amor y la pasión, que el tiempo se ha llevado, y reflexiona sobre la fugacidad de la existencia. 3. Organización de las ideas. a) El poeta en los cuatro primeros versos expresa el motivo que incita el poema: el sentimiento de melancolía. b) En los versos del cinco al diecisiete muestra en su persona el poder destructor del tiempo en el terreno amoroso, de la pasión inicial (5-11) se llega al final de la dicha que se marca con un nexo adversativo “pero” (11-17). c) Concluye con un lamento (18-21) y una reflexión final que se extiende a todos los campos de la vida humana (22-25). 4. Comentario crítico. El poema de E. Sánchez Rosillo es un texto literario lírico: el poeta expresa su sentimiento de melancolía ante lo que el tiempo se ha llevado. Al hacerlo a través de la poesía pone especial cuidado en la forma del escrito, por lo que podemos afirmar que, junto a la expresiva, la función del lenguaje que predomina en el texto es la poética o estética. Para conseguir la belleza expresiva, el poeta se sirve de una serie de recursos retóricos cuya finalidad es potenciar la carga emotiva del mensaje. A ese fin responde el uso reiterado del hipérbaton (cuando pienso en los años / aquellos, en los días /del amor y del deseo/ siento melancolía), figura que altera el orden lógico de la oración, enfatizando los elementos que antepone; como en este ejemplo, en el que lo relevante es el paso del tiempo que se ha llevado los días de la pasión amorosa. El mismo recurso se emplea en los versos 9 – 11, 12-13, 19 -21. El texto recoge una de las metáforas que más se han empleado en la tradición literaria europea desde la Edad Media: se usa la palabra llama con el significado de pasión amorosa, que aparece dos veces en el poema (versos 10 y 22) y que acaba en ceniza como los versos de Quevedo (serán ceniza, mas tendrán sentido / polvo serán, mas polvo enamorado). La reflexión angustiada a la que llega el poeta en los versos que constituyen la parte final del poema (18 – 25) da lugar a la aparición de antítesis: La luz se vuelve sombra / y la verdad, ¿mentira? La elipsis de este último verso y la interrogación retórica con la que se cierra dejan flotando en el aire ese sentimiento de angustia terrible, ante el inexorable paso del tiempo que conduce, llevándoselo todo, hacia la muerte. El poema es un romance, con rima asonante en los versos pares. Al ritmo ágil de esta estrofa, hay que añadir la dinamicidad expresiva que aportan los numerosos encabalgamientos que hay en el poema, tanto suaves (vv. 5-7; 9-11; 22-23) como abruptos (vv. 1-2; 18-19). Cualquier persona se para a reflexionar sobre el paso del tiempo; todo ser humano siente el fluir de la vida. Toda persona lo siente como inevitable, como una carrera loca de días y noches que pasan y pasan. Si ese sentimiento, tan humano y tan común, lo expresa un poeta, entonces lo inefable e indefinible se hace palabra de la que todos podemos adueñarnos. Muchos han sido los poetas que han escrito sobre el inexorable paso del tiempo. Si pensamos en la tradición literaria española, el ejemplo más sentido, melancólico y equilibrado lo encontramos en las Coplas a la muerte de su padre, de Jorge Manrique. Allí, el poeta habla de las verduras de las eras o del rocío de los prados para aludir a lo perecedero de las cosas, los sentimientos y las personas (¿Qué se hizieron las damas / sus tocados e vestidos / sus olores? / ¿Qué se hizieron las llamas / de los fuegos encendidos / de amadores?). El mismo sentimiento de fugacidad de la existencia es el que recogen los versos de Andrés Fernández de Andrada en su Epístola moral a Fabio: ¿Qué es nuestra vida más que un breve día / do apenas sale el sol, cuando se pierde / en las tinieblas de la noche fría? o los de Quevedo: Ayer se fue; mañana no ha llegado; /hoy se está yendo sin parar un punto, que refleja de manera espléndida la condición temporal del ser humano, ese presente que se convierte de forma inevitable en pasado. Los poetas del siglo XX tampoco han dejado de reflejar en sus versos esa preocupación por la fugacidad de la existencia humana, desde Antonio Machado al poema de E. Sánchez Rosillo que hemos comentado. Machado y sus recuerdos y galerías del alma. Juan Ramón Jiménez, con “…Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros / cantando; y se quedará mi huerto, con su verde árbol, / y con su pozo blanco.” Unamuno, ansioso de perdurar en sus escritos para escapar así del olvido absoluto. El azoriniano protagonista de La voluntad y su convicción de la inexorable marcha de todo nuestro ser y de las cosas que nos rodean hacia el océano misterioso de la nada. El tiempo es una dimensión que se recorre en un único sentido irreversible. El ser humano nace, vive y muere. A veces va en busca del tiempo perdido, como el título de la obra de Marcel Proust, pero solo le quedan los recuerdos e impresiones. Todo ello ha hecho que estas circunstancias, profundamente sentidas, hayan sido fuente de inspiración artística.