I.1 Políticas universitarias, instituciones y territorios

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I ENCUENTRO INTERNACIONAL DE EDUCACIÓN
Espacios de investigación y divulgación.
29, 30 y 31 de octubre de 2014
NEES - Facultad de Ciencias Humanas – UNCPBA
Tandil – Argentina
I.1 Políticas universitarias, instituciones y territorios
Universidad y territorios: ¿nuevas políticas de ruptura con la hegemonía neoliberal?
Baigorria, María Silvina
[email protected]
Acosta, Claudio Cesar
[email protected]
Universidad Nacional de Río Cuarto - Argentina
Introducción
El devenir de los procesos estructurales en términos globales marcó un horizonte
claro y preciso, la modificación de la relación Estado - Educación Superior desde la
re-definición de las estructuras que regulan la producción y circulación del conocimiento en
la economía global. Las políticas educativas neoliberales se implementaron en un contexto
de constante disputa y negociación entre las presiones externas, la adecuación a los nuevos
lineamientos y las posiciones ético-políticas de trabajadores, estudiantes, intelectuales que
resistieron conformando un campo de oposición crítica al neoliberalismo. La hegemonía
neoliberal fue encontrando lugar en el campo académico, sobre un asidero en donde las
culturas previas no desaparecieron. Más bien se dio lugar a luchas y conflictos
político-ideológicos sobre los sentidos de la universidad pública contraponiendo los
parámetros de mercado a los profundos sentidos de democratización y de transformación
social identitarios de nuestra historia de universidad pública.
Existe en la actualidad cierto consenso en relación a la pérdida de la hegemonía
neoliberal, o por lo menos en aceptar la coexistencia de tendencias opuestas, algunas de
continuidad y otras de ciertas rupturas en relación a la década de los años 90. Este trabajo
intentará transitar y problematizar algunas de estas tendencias que, por supuesto se dan en
marcos institucionales complejos y contradictorios.
¿Es posible avizorar en las políticas educativas en educación superior estas
tendencias opuestas? ¿Cuáles serían las líneas que permitirían marcar algún nivel de ruptura
con la hegemonía neoliberal? ¿Las actuales experiencias y prácticas de vinculación el
territorio permiten señalar una nueva tendencia en las políticas educativas universitarias?
Estos interrogantes se dan en un contexto regional latinoamericano de variados y
diversos procesos de lucha social
instituyentes
y antagonistas al orden existente.
Podemos advertir que este debate conlleva variadísimas experiencias sociales que son parte
de la luchas emancipatorias, en este sentido incluimos la lucha por la producción,
apropiación y circulación del conocimiento como bien público. Hoy se han abierto nuevas
instancias de vinculación entre universidad y territorios que promueven una recíproca
relación entre universidad y movimientos /organizaciones sociales; apertura que posibilita
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se repiensen los sentidos de la propia institución, los procesos de democratización del
conocimiento, la re-significación de las políticas de vinculación, la creación de espacios
institucionales de participación comunitaria, la curricularización de la extensión, las
prácticas socio-comunitarias, entre otros.
Desde el área de Sociología de la Educación consideramos que la docencia debe
estar dialécticamente relacionada con la extensión universitaria, relación que remite al
sentido de la praxis en la perspectiva de la Educación popular desde un anclaje con los
territorios, a través de prácticas que re-definan los sentidos mismos del quehacer
universitario. De esta manera, este trabajo presenta líneas de discusión y análisis a partir de
experiencias de formación y vinculación social.
No es ésta la presentación de una
experiencia, sino la discusión de cómo este tipo de prácticas se inscriben en políticas
institucionales de diferentes órdenes, en conjunción con las estrategias de construcción de
poder popular propias de los movimientos y organizaciones sociales.
De esta manera estamos pensando en la formación no sólo de profesionales, sino de
sujetos sociales comprometidos con las problemáticas de su tiempo, con un ineludible
sentido de responsabilidad social. Se trata también de superar las fragmentaciones
existentes presentes en la formación universitaria, disociación entre teoría y práctica, entre
reflexión y acción, entre los contenidos disciplinares y las dimensiones de abordajes, etc. Y
promover – considerado un desafío- un trabajo permanente de reflexión crítica del para qué
de las propuestas de vinculación, formación e investigación en la Universidad.
La universidad en la hegemonía neoliberal
Según De Sousa Santos (2001) el proyecto global económico ha transformado la
forma de concebir el bien público de la Universidad, convirtiéndolo en un amplio campo de
valorización del capitalismo educativo. Desde esta perspectiva, las mejores posiciones para
la competitividad serían facilitadas por la “responsabilidad” que las universidades deberán
asumir en la producción de conocimiento disponible para las necesidades del mercado.
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Estos cambios en los sentidos de las universidades en Latino América y en Argentina en
particular significaron por un lado un profundo proceso de metamorfosis estructural en el
ámbito de la producción y por otro, punto de partida de una serie de políticas de corte
neoliberal en la esfera de lo económico, como en lo político institucional.
La hegemonía neoliberal se tradujo en la universidad como gerenciamiento,
eficienticismo, privatización y desfinanciamiento, procesos que han impactado y gravitado
hasta en los mismos sentidos de la universidad pública. Se generaron mecanismos de
articulación entre las necesidades del capital transnacional y los espacios de producción del
conocimiento lo que favoreció a una creciente mercantilización de la educación superior.
Es muestra clara por ejemplo el aumento de la participación/incidencia del capital privado
en las universidades, convertido en un actor importante a la hora de direccionar las políticas
de investigación, docencia y extensión universitaria. El conocimiento se convirtió entonces
en una de las claves de acumulación capitalista facilitado por un mercado trasnacional. “La
activa venta de servicios crea un entorno institucional empresario…provee de
financiamiento pero…se cuelga de las necesidades del capital u organismo que lo financia
y con ello el condicionamiento político y tecnológico en las orientaciones de investigación
y también pedagógicas…los mecanismos de mercado apuntan a debilitar la democracia
interna y a generar un único compromiso de las universidades: el mercado de trabajo y
las instituciones que financian, sean públicas o privadas, pero gobernadas por los
intereses del capital”(Cardelli,J. 2008: 55,56).
Según el sociólogo portugués la trasnacionalización universitaria es un pilar del
proyecto neoliberal que convirtió a la universidades en servicios de mercado en
consonancia con la reducción de financiamiento público, la liberalización de intercambios
comerciales, y la revolución de las tecnologías de la información. En este sentido la
geopolítica del saber y del poder divide al mundo en países consumidores del conocimiento
producido por los países hegemónicos quienes a través de sus dispositivos institucionales
político-económicos reasignan a las instituciones universitarias de la “periferia” una
función económica para capacitar los recursos humanos funcionales al modelo vigente.
Se caminó a favor de un proceso de desestructuración de la universidad “moderna”
-aquélla que nos sacaría del subdesarrollo-, y cuyos “fracasos” estaban a la vista. De este
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modo la universidad debía ser reconvertida en un emergente y “jugoso” mercado educativo
“que configuró un marco de acumulación primitiva por parte del sector privado
universitario a costa del sector público” (Sousa Santos, B. 2005: 25). Fue así que el
proceso de mercantilización del conocimiento se dio en el marco de mercantilización del
espacio social en general, abarcando la totalidad de las relaciones sociales.
Las modificaciones- transformaciones al interior de la Universidad fueron bien
palpables: políticas institucionales, cultura y vida académica, identidad universitaria se
fueron reestructurando al compás de la dinámica señalada. El horizonte visible era una
institución de gestión eficiente, dinámica en la toma de sus decisiones, libre de obstáculos
para agilizar acciones, más integrada a los requerimientos de la estructura económica, que
compitiese con otras instituciones, pues la universidad pública (tal como la conocíamos)
“había perdido” –desde la visión dominante- la centralidad y hegemonía en la producción
del conocimiento.
El paquete de privatización implicó una combinación entre presiones del Mercado y
mayores controles del Estado. De esta combinación resultó un modelo de Universidad
heterónoma comercial y controlada (Naidorf, J.) dando lugar a un modelo de heteronomía
sujeta al control externo y a los procesos de dominación político-económicos globales.
¿Hacia el fin del neoliberalismo?
Esta pregunta traduce en la actualidad múltiples debates, posiciones y
enfrentamientos. No obstante emerge cierto consenso acerca de la finalización del
neoliberalismo como instancia hegemónica que se expresa con más claridad en algunos
espacios del sistema educativo que en otros. Analizaremos aquí algunas características del
contexto y ciertos lineamientos en las políticas en Educación superior que parecen marcar
una tendencia diferente al modelo precedente.
Los procesos de lucha se han masificado y globalizado constituyendo un espacio de
resistencia a la globalización neoliberal. Expresiones heterogéneas se han podido articular
(o en proceso de hacerlo) a partir de la denuncia compartida de un enemigo en común: el
neoliberalismo. Quizá, como dice A. Quijano se trata de un nuevo período del conflicto
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social, la resistencia a la globalización imperialista en su actual fase. Por eso podríamos
decir que la historia de la dominación imperialista es también la historia de los procesos de
emancipación social, procesos que van disputando el curso de la historia.
La emergencia y consolidación de organizaciones y movimientos sociales en las
últimas décadas en nuestro país y en distintos países latinoamericanos son parte de ese
proceso. A pesar de ser múltiples los actores, los escenarios, las temáticas y problemáticas
tratadas, se han ido configurando prácticas de construcción social que avizoran un
horizonte diferente al de décadas atrás. Expresiones de este tipo son por ejemplo los
movimientos de pueblos originarios, de campesinos, movimientos socio-ambientalistas, de
género, organizaciones de trabajadores, etc. Las experiencias desarrolladas al interior de los
propios
movimientos
sociales
son
principalmente
experiencias
de
aprendizaje
contrahegemónicas, de consolidación de nuevas relaciones sociales en un espacio de
disputa material y simbólica, que fueron avanzando hacia instancias de articulación con el
estado (en este caso con las universidades). Se podría hablar de una época en que la lucha
excede el reclamo de derechos, de la resistencia se pasa a una ofensiva, en donde algunas
prácticas se amplían a los planos institucionales como las universidades. Al compás de
estos procesos sociales la universidad fue atravesada, interpelada, sacudida por nuevos
escenarios que fueron hilando como “puentes de memoria”, con historia y novedad formas
creativas de pensar la vinculación de la universidad con el territorio.
De manera más débil al comienzo y luego con algún nivel de profundización,
comenzó a expresarse en la universidad la preocupación sobre algunas consecuencias de las
políticas neoliberales que parecían corroer algunos principios identitarios de la universidad
pública. Este posicionamiento ha dado lugar a un debate teórico-político que evidencia una
suerte de “evaluación crítica” y que abre a otras voces a la hegemonía de décadas pasadas.
Se abren aquí interrogantes que obligan a enfocar el análisis hacia un planteo más general:
¿es posible pensar en un cambio sustantivo en la orientación de las políticas públicas y el
rol del Estado en estas últimas décadas? Este interrogante que formula C. Suasnábar
requiere de algunas consideraciones, pues el contexto social y económico no es el mismo
que el de la década ´80 y ´90. Algunas de las notas centrales se podrían caracterizar en
cómo el Estado comenzó a asumir funciones que había perdido en la década anterior,
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situación que se expresa a través de la re-estatización de empresas privatizadas de bienes
públicos estratégicos, los estímulos para incluir la ciencia y la tecnología a la producción y
las políticas orientadas a generar mayores instancias de igualdad e inclusión, dimensiones
postergadas durante el neoliberalismo. Esto se da en el contexto de una política continental
que impulsa la integración regional latinoamericana, la re-industrialización, la soberanía
alimentaria y de los recursos naturales, entre otros (García Delgado, D. 2014).
Lejos de presentarse un escenario más o menos unificado, América Latina expresa
continuidades y rupturas (…) El punto de inflexión para analizarlas está dado por la
progresiva consolidación del enfoque de derechos frente a la tendencia mercantilista
impulsada por el neoliberalismo…(Pulido Chaves, O. 2008: 3). Se reconoce un avance en
diferentes dimensiones de las políticas públicas, que expresan una preocupación creciente
por la inclusión y la igualdad educativa, basados en el derecho a la educación. A su vez, se
reconoce un incremento de la inversión y se avanza hacia programas que responden a
principios más universalistas para mejorar la articulación de todo el sistema educativoquizás en un intento de superar la fragmentación propia de la década anterior.
No obstante también se marcan las contradicciones: M. Feldfeber (2011)
argumenta cómo esta nueva orientación de recuperar el Estado para fomentar políticas más
inclusivas, políticas de “nuevo signo”, co-existen con lineamientos y formas viejas de
intervención estatal. Por otro lado C. Suasnábar (2005) señala cómo el conjunto de la
acción gubernamental para el sistema de educación superior parece una sumatoria de
medidas parciales y poco integradas, algunas de ellas todavía centradas en los ejes de la
agenda anterior con dispositivos de gobierno cristalizados. Hoy el debate, según este autor,
gira en torno a medidas correctivas más que en nuevos ejes orientadores de la política.
Todavía existe la marcada tendencia a “ciertos patrones de funcionamiento del campo de
producción de las políticas de educación superior y universitarias que parecen proyectarse
sobre la coyuntura actual. (Suasnábar, C.2005: 12).
Por otra parte también A. Chiroleu (2012) argumenta que las medidas en temas de
educación superior resultan fragmentarias, la revisión de las políticas de los ‘90 parece
haber tenido mayor contundencia para otras instancias del sistema educativo pero no para el
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sistema universitario. Según la autora los temas que tuvieron prioridad en la agenda fueron
aquellos programas orientados a la ampliación de matrículas en carreras consideradas
estratégicas, la internacionalización de la educación superior, como la creación de nuevas
universidades. También V. Kandel argumenta que estas nuevas iniciativas están atravesadas
por la lógica de lo global, al tiempo que re-significan y recuperan prácticas tradicionales de
la universidad “esas prácticas están actualmente atravesadas por la lógica de los fondos
concursables, la competencia y en última instancia por la rendición de cuentas
(accontability)” (Kandel, V. 2013.pp209).
También se advierte que a pesar de los avances y políticas de financiamiento a la
investigación científico-tecnológico y al desarrollo de programas de democratización,
innovación para el nivel superior se sigue explicitando e, interpelando por el espacio crítico
la continuidad de una ley creada en los ´90, La ley de Educación Superior. Uno de los ejes
de discusión y aguda crítica que se le realiza a la misma es haber facilitado la
mercantilización del conocimiento, a partir de la apertura a los capitales privados, como
estrategia de búsqueda de recursos propios. Este análisis atañe a lo que refiere a políticas de
vinculación entre universidad y sociedad.
Parece coexistir en la actualidad sentidos en pugna, evidenciados por las propias
políticas implementadas. Es decir, por un lado se plantea un nuevo marco comprensivo de
la vinculación, cuyos ejes versan en la democratización del conocimiento, el diálogo de
saberes, la ciencia y tecnología al servicio de la inclusión, la educación como derecho, y
por otro lado se sigue manteniendo el ingreso de fondos de terceros, vía la venta de algunos
servicios, que la universidad “negocia” con el medio. Esta última situación se constituye en
una condicionada estrategia que garantiza lánguidamente el funcionamiento de una
universidad con presupuestos todavía acotados, siempre escasos.
Si analizamos por ejemplo las políticas de extensión universitaria, podríamos
agregar que aunque se intente superar el asistencialismo, voluntarismo o subsidiareidad en
algunas estrategias y acciones implementadas, aún el financiamiento para la vinculación se
otorga a través de convocatorias a proyectos y programas, que requieren ser aprobados por
las instancias centrales. Esto implica que todavía no se ha accedido a presupuesto
específico que el área de Vinculación y Extensión viene reclamando desde más de una
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década. Además se mantiene el carácter de convocatoria a proyectos, existencia de
programas que focalizan algunos lineamientos y tienen tiempos de ejecución regulados,
(modalidad funcional al estilo de los ´90).
Esto da cuenta de la profundidad de la reforma neoliberal y sus consecuencias en el
sistema de educación superior, que cristalizó la concepción subsidiaria del Estado,
entendiendo que las propias universidades son las que deben arbitrar todos los medios para
conseguir financiamiento. Su materialización se traduce en mecanismos, dispositivos,
normativas y resoluciones institucionales (convenios, venta de servicios, pasantías
rentadas) que facilitan el paquete de relaciones “funcionales” entre ciertos grupos de
investigación - extensión y empresas a las que les es útil relacionarse con la universidad
pública.
Si bien estos análisis son, según los autores, de carácter provisorio y tentativo,
también se tiende a evaluar la presencia de ciertos “gestos positivos” que han tenido lugar
en la década reciente, y que por lo menos marcan un impasse/ atenuación o debilitamiento
en la orientación neoliberal. Aunque no se llega a conformar una agenda nueva, hay un
intento de diferenciación de las décadas anteriores y constituyen desafíos para la
universidad hoy. Parte de estos “gestos positivos” se expresan en la centralidad que asume
la cuestión social para las políticas de educación superior, analizadas en este caso como las
políticas de vinculación. Se constituye aquí como fundamental la presencia de los
movimientos sociales como actor protagonista de estas nuevas orientaciones, que recrean
concepciones y prácticas en relación a la universidad y los territorios.
Acerca de los “gestos positivos” en las políticas de vinculación
Como sostenemos en otras instancias, sólo la interpelación y la lucha organizada de
las formaciones sindicales y de los movimientos sociales podrán ir torciendo las fuerzas
disgregadoras mercantilizadas presentes en el campo educativo y universitario.
Advertimos también con satisfacción cómo en las políticas de vinculación aparece
la presencia cada vez más sostenida de los movimientos sociales como actores centrales
desde los cuales re-pensar el modelo de universidad; presencia que va generando un “aire
fresco”, que disputa, a otros sectores, ejes, políticas y agenda. El involucramiento cada vez
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más intenso de los actores universitarios y de los que no lo son, posibilita que estos
colectivos sociales emergentes visualicen, a través de la vinculación comunitaria, la
extensión, las prácticas solidarias, la oportunidad de participar realmente de los procesos de
democratización del conocimiento, muchas veces eje retórico de las políticas educativas.
Por lo dicho, Se problematiza, desde aquí, la concepción neoliberal de la extensión
universitaria, en tanto venta de servicios, cuya importancia, para el mundo académico,
consistía en cómo se tramaba la apertura/relación/respuesta al mercado.
De esta manera se generaron ciertos escenarios que fueron creando algunas
condiciones para re-plantear el sentido del compromiso social que las universidades
públicas deben/deberían asumir. C. Suasnabar señala cómo desde el año 2003 hubo una
intencionalidad dirigida a dar un renovado impulso a los programa de vinculación
tecnológica y mayor coordinación de las áreas de extensión universitaria. Este impulso se
montó en algunos “gestos” que re-focalizaron la dimensión de “lo social”. Por su parte,
Kandel, V. (2013) sostiene que en los últimos años la Secretaría de Políticas Universitarias
ha creado programas y líneas de financiamiento que posibilitan aventurar nuevos cruces y
relaciones entre la Universidad y la pobreza, la vulnerabilidad y la desigualdad. Aunque se
trata de programas especiales que implican aún una porción menor del presupuesto
destinados al sistema de educación superior, la autora manifiesta la emergencia de políticas
que señalan la necesidad de nuevos formatos para la vinculación entre las universidades y
su entorno. Es decir, la cuestión social ha ingresado- aunque débilmente en relación a otros
temas- como una dimensión a tener en cuenta y esto se ha concretado a través de programas
específicos, que evidencia el impulso por parte de la política pública a través de líneas de
trabajo que hasta ahora no habían tenido visibilidad.
Esta orientación y nuevo impulso toma fuerza en un contexto que tiene también su
asidero en los propios grupos de trabajo que se vinculan con el territorio (docentes,
estudiantes y graduados) y parece visualizar una necesaria articulación con sectores
sociales como organizaciones territoriales, de la economía social, sector industrial y
productivo –Pymes-, instancias estatales, todos considerados actores importantes para la
vinculación comunitaria. De esta manera se incrementa así el volumen de la capacidad para
la vinculación, potenciado a través de convocatorias a proyectos que permiten la
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participación de actores sociales no valorados por el mercado global.
Políticas implementadas en varias universidades como prácticas solidarias,
voluntariados, proyectos de extensión en el territorio, prácticas socio-comunitarias
integradas al curriculum expresan de manera contundente un recorrido que progresivamente
va marcando trazos de ruptura con aquél que señalaba al mercado como el actor
privilegiado para la vinculación. Se agrega además la promoción de instancias de
capacitación para trascender la división entre docencia, investigación y extensión, en la
búsqueda de avanzar hacia la integralidad de tales funciones. Quizás sea un camino válido
para re-pensar el modelo de vinculación universitaria y de la propia universidad y quizás
sea también una estrategia de validación de la misma universidad en el contexto social.
Con estas cuestiones planteadas nos preguntamos si esta “re-orientación” que
tratamos de evidenciar, refiere solamente a una política incrementalista que intenta saldar
algunos vacíos generados en el modelo neoliberal o estamos ante la generación de
condiciones que podrían sentar las bases para una reforma que vuelva a re-dimensionar el
sentido social de la propia universidad. ¿Podemos hablar de la co-existencia de expresiones
que son propias de dos modelos diferentes? ¿Ese continuismo medular de los ´90 comienza
a ser socavado por otra concepción relacional entre Estado, Sociedad y Universidad? Y más
específicamente sobre la relación entre universidad y territorio? La profundidad de las
posibles transformaciones que la universidad puede promover en la articulación con los
movimientos sociales seguramente estará relacionada con la potencialidad y el nivel
organizacional de los sectores del campo popular, que en todo caso ésta podrá potenciar,
profundizar, abrir espacios en diferentes niveles institucionales y sociales. De la resultante
entre las posibles relaciones dialécticas entre Estado-Universidad y movimientos del campo
popular, serán las posibilidades que podrán construirse.
La nueva agenda a construir en cuestión educativa debe incluir el avance hacia una
agenda anti-capitalista en educación, no reducir la discusión sobre la democratización del
conocimiento sólo (aunque es importantísimo) a la cuestión de ampliación de matrículas,
retención y egreso. Esta agenda debería poder discutir cómo la democratización implica la
apertura en la producción de conocimiento, diálogos y trabajo conjunto con los
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movimientos sociales y los actores que luchan por un proyecto de emancipación social. Se
expresaría en una “sociología de las emergencias” según el planteo de Boaventura de Souza
Santos como las búsquedas de las alternativas en las posibilidades concretas. Para ello es
preciso revisar nuestras propias fuentes de legitimidades, esa que considera a la universidad
como la única capaz de conocer, de enseñar, generadora de esa “monocultura del rigor” que
vuelve no creíble todo lo que cae por fuera de la ella. Ir más allá de la racionalidad
hegemónica que se vincula con “los otros” considerándolos objetos de conocimiento u
objetos de intervención social. Esa racionalidad ha ubicado a los pueblos del sur en el lugar
de: ignorantes, retrasados, inferiores, locales o particulares e improductivos.
Es preciso entonces avanzar hacia hegemonías expansivas (Gramsci) en la dirección
de procesos de democratización radical, que no disuelva las demandas y luchas sociales
sino por el contrario les permitan incidir en políticas públicas, en donde un uso contrahegemónico de instrumentos públicos (democracia participativa, derechos humanos,
universidad) pueden avanzar en la construcción de nuevas agendas políticas que van más
allá de las propuestas por el marco político –económico del Estado liberal y la economía
capitalista (De Sousa Santos, B. 2010).
El reclamo al derecho a la educación no es ya solamente el reclamo al Estado, los
procesos de educación popular plantean cómo incidir en la educación pública y a su vez,
sectores del estado (por ejemplo colectivo de educadores) discuten cómo hacer más popular
la educación pública. Las propuestas educativas, el surgimiento de experiencias novedosas
de economía social, de defensa de derechos sociales, se construyen desde abajo, en los
colectivos, en los escenarios de conflictividad social, entendiendo la autonomía como
articulación política y desde allí profundizar la relación Movimientos sociales y
Universidad.
A modo de cierre
Entonces ¿hacia dónde avanzar en la universidad? Esta pregunta nos lleva a
aventurar algunos horizontes: ecología de los saberes, nuevas formas organizativasrevisión de las lógicas administrativas, de tiempos institucionales, de requisitos formales,
transformación curricular, ampliación de las matrículas, presencia de pluralidad de voces,
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acompañamiento y sostén frente a otras instancias del estado, articulación de políticas
públicas. Es decir, Universidad y Movimientos sociales es un horizonte posible por el que
hay que trabajar.
La universidad es parte de luchas más amplias, la transformación de la universidad
se inscribe en procesos de emancipación social que la exceden pero que la abarcan. La
confrontación, la negociación y la construcción conjunta amplían fronteras y
posibilidades… o acaso, en plena hegemonía neoliberal, ¿podríamos haber soñado con
algunos de los avances señalados? De alguna manera se tratará de institucionalizar, dejar
marcas en las estructuras estatales propios de las luchas y conquistas históricas del campo
popular; el estado, en este caso la universidad, tendrá que asumir, profundizar, crear
políticas para llevar adelante procesos de democratización y participación reales.
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