HACIA UN REGIMEN ECONÓMICO DE LA CONSTITUCIÓN PARA EL DESARROLLO HUMANO Efraín Gonzales de Olarte1 El debate que se ha abierto a raíz de la decisión del Congreso de revisar y modificar la Constitución de 1993 suscitan dos preguntas sobre el régimen económico. 1. ¿Cuánto desarrollo y democracia puede ayudar a generar el régimen de 1993? 2. ¿Qué debería variar en el régimen para generar desarrollo humano, es decir, desarrollo de acuerdo a las aspiraciones y capacidades de los peruanos? La respuesta a estas preguntas debería orientar el debate y dar norte al Congreso para hacer modificaciones sensatas en la Constitución. Este corto artículo trata de contribuir en esta dirección, bajo la convicción de que se requiere mucha más participación y propuestas, para que los cambios incluyan opiniones variadas y la nueva Constitución sea una expresión más cercana de las convicciones constitucionales y democráticas de muchos peruanos. Antecedentes La Constitución de 1993 tuvo dos características: 1. Permitió una salida política a un golpe de Estado, de un gobierno que al final de su mandato cayo en el más grande desprestigio. 2. Los cambios a la Constitución de 1993 fueron una respuesta a una coyuntura política signada por: los deseos del gobernante de perennizarse en el poder y por que su viabilidad era imposible sin el concurso de la ayuda internacional y la inversión extranjera. Por estas razones, el régimen económico de la Constitución de 1993 fue sesgadamente neoliberal y no promovía claramente los atributos de una economía social de mercado, sobre todo en la parte del papel del Estado para promover la equidad, el empleo y la seguridad social. La sensación que uno tiene sobre aquella Constitución es que el Régimen Económico fue hecho en función de cómo atraer a la inversión internacional y de mostrar un país disciplinado a las normas del "Consenso de Washington". De vuelta a la democracia bajo los rigores de una crisis económica que dura ya cuatro años, una forma de deslindar con el luctuoso pasado reciente fue la decisión de cambiar o reformar la Constitución. Si bien la medida pudiera ser la de corregir lo hecho por un régimen que, a la luz de los acontecimientos, avergüenza, la verdad es que es más importante corregir los contenidos de, sobre todo el Régimen Económico, pues, la persistente crisis actual se debe en buena parte a que la receta neoliberal plasmada en la Constitución no está resolviendo los problemas centrales de la economía peruana: empleo y pobreza. Los extremadamente neoliberales y los fujimoristas que sostienen que hay que cambiar poco o nada el régimen económico son de alguna manera inconsistentes. Pues, por un lado, promueven y apoyan decididamente la competencia en los mercados, pero por otro quieren mantener el monopolio de un régimen de política económica: el neoliberal. No olvidemos que, en política también hay competencia de distintas alternativas de regímenes y de políticas económicas. En consecuencia, una constitución democrática, o para la consolidación de la democracia, debería tener un contenido tal que permita tanto la competencia económica como la competencia política y, por consiguiente, que el Estado regule los excesos del mercado (los monopolios) y los de la política (las dictaduras, autoritarismos y pensamientos únicos). Por otro lado, se sostiene que cambios en la Constitución pueden afectar la inversión extranjera y la reactivación. Esta forma de pensar tiene, a mi modo de ver, dos conceptos equivocados. Por un lado, que se sepa las constituciones nacionales no se hacen en función de 1 Profesor Principal del Departamento de Economía de la Pontificia Universidad Católica del Perú e invitado al grupo de expertos del Sub-grupo de Trabajo sobre el Régimen Económico de la Constitución del Congreso de la República. intereses internacionales, sino del bienestar de cada pueblo o nación. Por otro lado, las Constituciones no deben hacerse en función de coyunturas específicas y pasajeras, deben hacerse pensando en el largo plazo y en las propias fuerzas de un país. Por ello, necesitamos de una Constitución que sirva para que cualquier partido o coalición política pueda gobernar y llevar a cabo políticas económicas, sin pensar que cada vez que hay cambio de gobierno haya que cambiar la Constitución. Y, por otro lado, necesitamos una Constitución que permita resolver los serios problemas de desarrollo, gobernabilidad y exclusión social, que afectan al Perú. Sólo después deberíamos pensar en cómo el capital extranjero, que siempre debería ser bienvenido, podría contribuir a resolver los problemas de falta de capitales y tecnología, al mismo tiempo que obtenga ganancias adecuadas. Por estas consideraciones, no sólo es conveniente, sino que es necesario, modificar el régimen económico de la Constitución, si queremos ir hacia una economía social de mercado democrática, cuya finalidad sea el Desarrollo Humano, definido como el proceso de expansión de derechos, capacidades y oportunidades iguales para todos. En términos concretos, me parece que el régimen económico de la Constitución debería comenzar por establecer como uno de los principales derechos económicos y sociales, el derecho al desarrollo humano. En función de esta declaración de principio, se debe reformar el régimen económico, tomando en cuenta la redacción actual, en la cual deberían corregirse todos aquellos artículos casi reglamentaristas, como el de la libre detención de moneda extranjera (esto da mas para una directiva del BCRP). Pero se debería agregar de una manera armónica y congruente, todos aquellos aspectos distributivos, de inclusión social y de sostenibilidad que hacen al papel del Estado. En otras palabras, necesitamos balancear el marco económico para que permitan un desenvolvimiento económico y políticas económicas equilibradas y sin excesos, quien quiera que sea el gobernante. Es decir, el régimen económico debe evitar que siga funcionando el Péndulo Peruano. Lo avanzado hasta ahora por el Sub Grupo de Trabajo del Congreso ha logrado resultados de convergencia entre las más variadas posiciones teóricas, filosóficas e ideológicas. Sin embargo, aún prevalece un sesgo de la de 1993 que se encuentra en puntos como los del temor a espantar al capital extranjero si se cambia ciertos artículos que dan ventajas e incentivos a quienes deseen invertir en el Perú, en desmedro de los derechos sociales que debería garantizar toda Constitución de un Estado moderno. El sesgo individualista y privatista no permite un balanceo con principios de solidaridad y acción colectiva civilizada. Al final del debate nos quedamos con la sensación que una buena Constitución debería ser breve y principista, sin embargo, tal posibilidad sólo podría darse si hubiera confianza y cultura constitucional, ambas desgraciadamente ausentes en el Perú actual. De ahí que hay más artículos de los que debería haber y muchos de ellos con un espíritu reglamentarista tal, que en el fondo hay desconfianza en que aquel gobierno que no sea neoliberal no pueda tener mucha libertad para proponer políticas distintas a las vigentes. La nueva Constitución debería generar confianza no sólo en los inversionistas, sino también en los trabajadores, amas de casa, campesinos. Por ello que es necesario sus opiniones y sus aportes. Sólo así la Constitución será legítima, duradera y será el instrumento de la reconstrucción nacional. L. 23.05.02