CAUSAS DE QUE LA ORTOGRAFÍA NO SE APRENDA EN LA

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VII
CAUSAS DE QUE LA ORTOGRAFÍA
NO SE APRENDA EN LA
ÍR
ESCUELA NACIONAL PREPARATORIA * fj.
Atribuyese al procedimiento vigente de la lectura y los ejercicios prácticos, con exclusión del libro de texto de Gramática, aunque no de la doctrina
gramatical, en la enseñanza de la Lengua -patria en
la Escuela Nacional Preparatoria, el que los alumnos de esta asignatura, n o adquieran allí los conocimientos ortográficos necesarios para los usos de la
vida. El señor profesor don Salvador Cordero, actualmente Secretario de la misma Escuela, ha aludido, en corroboración -de tal aserto ¡suyo-, a una carta que se dice dirigió un alumno al señor Ministro
de Instrucción Pública, plagada de faltas ortográficas. Y yo mismo, sostenedor convencido de la excelencia de aquel procedimiento de enseñanza, sin
texto gramatical, agrego, abundando- en -la propia idea
de que no se aprende la ortografía en la Escuela
Preparatoria, los siguientes conceptos que se leen en
cartas que m e han dirigido varios profesores de otras
materias en la repetida Escuela:
* La -mayor parte -de lo que contiene el presente discurso lo hablé en dos juntas de profesores de la Escuela Nacional Preparatoria, efectuadas en diciembre
de 1913. H e hecho a lo que entonces dije, algunos leves retoques de mera forma.
}(í^¿>Í^HZ£>^~ZZ¿:
127
El señor profesor de Lógica, doctor don
i
Manuel
Flores, en 20 de octubre último m e dice lo que sigue:
"Correspondiendo a la atenta invitación que se -sirve Ud. hacerme, para que le comunique m i parecer
acerca del estado de aprovechamiento que en sus trabajos escritos revelan mis discípulos, en lo que respecta a orto-grafía y redacción, m e permito manifestarle
que he advertido deficiencias en ese particular en los
señores alumnos, pero m á s aún en las señoritas alumnas. Con todo gusto dejo contestada su pregunta, y
deseo le sea útil en la alta labor que Ud. se propone."
Así se expresa en 2 de octubre el señor don Fernando Iglesias Calderón, ex-profesox de Historia
Patria:
" E n m i poder la m u y grata de Ud. de 27 del próxim o pasado, en la que se sirve preguntarme (con el
alto fin die procurar 'que la comisión encargada de
proponer reformas que mejoren la enseñanza de nuestra Lengua nacional, obre con el mayor acierto), isd
noté deficiencias en punto a ortografía y redacción en
las pruebas escritas de los alumnos de la clase de Historia Patria, que tuve la -honrosa satisfacción de dar
el año pasado. M u y gustosamente, tanto por venir de
Ud. la pregunta, cuanto por tratarse de nuestra querida Escuela, paso a contestar su misiva
Sí advertí
en dichos escritos (salvo uno que otro) notoria incorrección ortográfica, sobre todo, en la puntuación, m u y
principalmente -en el uso del "punto y seguido." por
lo gene-ral, substituido por una simple "coma." A m á s
de numerosas, noté faltas ortográficas verdaderamente
garrafales, al grado de dificultarse la lectura Recuerdo haberme detenido en esta frase, de pronto incomprensible: "La figura de ese Abel guerrero... Por m á s
vueltas que le daba, no entendía yo la traída a -cuento
del infortunado Abel, que ni fué guerrero, ni tenía la
menor relación con el asunto. Y era que mi discípulo
había escrito "hábil" sin "h," con " a " mayúscula y
olvidando poner el punto sobre la "i"."
Y, en fin, para no hacer interminable estas citas
5££Í>T=¡HSI^5£P~=Í^3Í~F>SSH=¿
128
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de cartas, que poseo c o m o oro en paño, sólo insertaré aquí estas líneas del actual señor profesor de
Historia Patria, don Roberto A . Esteva Ruíz:
"Doy respuesta a la carta de Ud., fecha 27 de septiembre próximo pasado. E n ella m e pregunta si he
notado deficienciais en mis alumnos, en lo que respecta a ortografía y redacción, o si he quedado satisfecho sobre tales puntos
Desgraciadamente, debo 'decir a Ud. que la ortografía, las construcciones y el orden de exposición en los temas de -los alumnos que
han ido pasando por mi Oíase, desde hace varios años,
presentan deficiencias deplorables. Con igual franqueza hago constar que -cuando en los exámenes se han
presentado temas escritas por alumnos -de escuelas
particulares, se marca m u y sensiblemente la superioridad de éstos, bajo los aspectos expresados, sobre los
alumnos de la Escuela Nacional Preparatoria."
i
i
4
La prueba de lo que se ha afirmado sobre la falta de enseñanza de la -ortografía y redacción, es,
pues, fehaciente. Pero lo que a m í en verdad no m e
parece, tan fundado, es, que tales imperfecciones se
atribuyan, c o m o en efecto se atribuyen, al Plan de
Estudios vigente y al Programa aceptado, que consagran c o m o el medio de enseñar la Lengua patria, la
lectura comentada de obras selectas. Y no m e lo parece, por la razón sencillísima de que tanto el Plan
de Estudios c o m o el Programa, disponen, mandan,
ordenan, el primero, lo que en seguida se expresa:
"Las -olas-es -de Lengua Nacional y de Lectura comentada de producciones selectas, tendrán por objeto
hacer que todois los ailum-nos sean capaces de expresarse correctamente -de viva voz y "por escrito," y que
conozcan el valor estético de algunas de las obras literarias que -más intensa y armoniosamente hayan contribuido para extender la simpatía universal entre los
pueblos. N O S E P O D R A D A R P O R C O N C L U I D A E S -
TA ASIGNATURA, SINO CUANDO LOS ALUMNOS
DEMUESTREN Q U E SABEN ESCRIBIR SIN FALTAS
f?¿-í2rT5FT^ÍÍ!
9- CASTICISMO
129
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I
I
D E O R T O G R A F Í A NI I N C O N G R U E N C I A S D E SENTIDO."
En cuanto al programa, he aquí lo que previene
a este mismo propósito:
"Respecto a la ortografía, en particular, se hará
que los alumnos copien de tiempo en tiempo, atentamente y fuera -de clase, composiciones correctas, limpiamente impresas y de ediciones modernas...
No se usará del -dictado puramente ortográfico, sino
con elfinde -poner en claro los conocimientos del alumno en la materia.
Por último, en el tema 20 de puntos gramaticales del mismo Programa, para el tercer curso, se
exige el conocimiento completo de la ortografía castellana.
Luego, si ni al Plan, ni al Programa le son imputables el que no se enseñe a redactar bien ni a
escribir con ortografía, la culpa de semejantes graves deficiencias ha de buscarse en otra parte: en algunos de los señores -profesores que no acatan lo
mandado-, y sí se engolfan durante todo el año escolar, en disquisiciones gramaticales abstractas y por
demás estériles; en esos mismos señores profesores, uno de los cuales, preconiza la doctrina funestísima, de que nunca debe reprobarse a un alumno, i
' doctrina de que hizo alarde en la última junta de i\
W
profesores presidida por el señor ingeniero don Va- f|
• lentín Gama. Semejante línea de conducta es pro£
fundamente inmoral, porque se equipara a los di\ ligentes con los perezosos; a los que estudian y saben con los ignorantes. Eso es contravenir a los más
someros principios pedagógicos.
En gran parte proviene también el mal señalado, de que los programas de Lengua Nacional no
tienen sanción; entendiendo por esta sanción lo que
en el caso debe entenderse, esto es, acto solemne
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130
por el que se auto-riza o confirma cualquier ley o
estatuto. Se examina de Física, se examina de Lógica, se examina de Matemáticas. D e todas las materias que se enseñan en la Escuela Nacional Preparatoria, se examina; pero tratándose de lectura que
es al par, fin en sí mismas y medio para enseñar la
Lengua patria, de eso, de lectura, no se examina, no
se exigen pruebas, ni en los reconocimientos que se
nacen durante el año, ni en los exámenes de fines
del mismo. Y los profesores de la materia, que saben que lo que van a preguntar a sus discípulos, son
puntos abstractos de Gramática, a éstos concretan
generalmente sus enseñanzas y sus interrogatorios,
y así la lectura queda olvidada, desdeñada, casi proscrita en las clases.
H e podido confirmar esto que pasa, durante el
presente año, en que, habiendo tenido durante nueve
meses a mi cargo la clase de Literatura General,
i hálleme con que la mayor par-te de mis discípulos
de esa materia, leían harto imperfectamente, y que,
preguntados por mí en qué forma se les habían
impartido los conocimientos de Lengua Nacional,
m e enteraron de que la mayor parte del año se
la pasaban escribiendo puramente reglas de Gramática.
Pero ¡qué más! para -confirmación de que los programas de Lengua Nacional, no tienen sanción, aquí
están los cuestionarios de exámenes, aprobados por
W los señores profesores de la asignatura, por el señor
w inspector de las clases, por el señor Secretario de
£ la Escuela, profesor, a la vez, de la materia. L»i£ chos cuestionarios no están formado® en confórmiu dad con lo que piden los programas; y hasta para
£ mayor estupefacción, en el cuestionario para el tercer curso, se exige todo lo que se quiera, menos la
prueba ortográfica... Y para que no se -piense que
exagero, he aquí íntegro dicho cuestionario:
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v*<r¿^:
Cuestionarlo para los exámenes de tercer año
de Lengua Nacional
en la Escuela Nacional Preparatoria
i
1 Clasificación de las cinco vacales por su modo
de emisión, y de las consonantes del alfabeto castellano, por los órganos bucales que se emplean en su articulación.
2.—Caracterizar el acento prosódico de las palabras
y el de las cláusulas en la prosa y en el venso, con
explicación de la aplicación práctica que tengan dichos
acentos.
3
Doctrina acerca de los arcaísmos y los neologismos, con ejemplos de unos y otros.
4
Expliqúese por medio de ejemplos el hipérbaton,
la silepsis, el pleonasmo y la elipsis.
5.—Ligera reseña acerca del origen y sucesivas transformaciones del castellano hasta nuestros días.
• 6.—Enumérense los verbos irregulares de irregularidad especial, señalando en lo que consisten las irregularidades de algunos de estos mismos verbos.
7
Ejemplos de los galicismos m á s frecuentes de
construcción y de voces.
8 Einúmerenise las licencias de prosodia, poniendo
ejemplos de cada una -de ellas.
Y este cuestionario, en que se omite la prueba
ortográfica, repito, pasó sin reparo alguno por m a nos del señor Cordero, c o m o profesor de Lengua Nacional y c o m o Secretario de la Escuela Preparatoria.
L o que está pasando es gravísimo, señores, porque se trata de algo tan grande c o m o lo es el idioma;
porque si el pensamiento es el generador del lenguaje, el lenguaje es el educador del pensamiento;
del idioma, que es el vehículo para adquirir todos
los demás conocimientos científicos; del idioma, por
último, que es c o m o el alma de la Patria y el sello
de las nacionalidades. Y trátase, por añadidura, de
ese idioma, bello, por su gravedad y llaneza su vi-
j rilidad y dulzura-, su sonoridad y pompa; de ese
lí idioma en que se escribieron las patéticas Coplas
de Jorge Manrique, la donosa aunque impudente Celestina, la Introducción al Símbolo de la fe, en que
el candor compite con el primor y la gracia; la his$1 toria incomparable de Quijada el bueno; La Verdad
K Sospechosa, monumento sin segundo levantado a la
flj Verdad, hija del Cielo; Los Siete Tratados, en que
si América devolvió con usura a España el tesoro iin£ güístico que de ella recibiera; la Pepita Jiménez,
£ en que a la suprema sencillez, únese refinada ele£ gancia, y aquellos estupendos tercetos de La Selva
\'> Obscura, cuya tersura y majestad, armonía y exeely si-tud, son aledañas con la misma perfección; y, en
^' fin, tantas y tantas obras que han sido y seguirán
S¡> siendo encanto y delicia de ios hombres de gusto.
'
Empero ¿cuál es el remedio que ise nos ha propuesto aquí en las juntas, para corregir las graves
j imperfecciones que se palpan en la enseñanza de
£ la Lengua patria? Pues un texto de Gramática; la
Gramática in extenso de la Real Academia Española;
y yo aseguro que no es ese el -remedio, com-o paso a
demostrarlo.
£
Ante todo, debo deciros, que m u y lejos estoy de
y compartir o de aceptar las inepcias y desacatos di¡jj' chas y cometidos aquí por un señor profesor, en
i contra de la Academia Española, al haber sostenido
' en plena junta de profesores, que la citada Academia es una Corporación, atrasada, petrificada y perezosa. Yo, en mi calidad de profesor de idioma
castellano, he consultado m u y frecuentemente la Gramática de la Real Academia y el Diccionario de la
misma, y siempre fué con provecho y grande enseñanza para mí. D e todas las gramáticas que conozco, incluso la de Bello, la de Isaza, la de Peña, la
de Benot y otras que no menciono, paréceme la de
la Academia la más clara, la más accesible, la más
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galanamente escrita, la mejor fundada, la más modernizada (como que se renuevan las ediciones cada
dos o tres años, casi siempre con innovaciones moderadas y pertinentes), la más ecléctica, la más fácilmente manejable, y, en fin, la más autorizada y
prestigiada. Autorizada, sí, y prestigiada; como que
la Academia Española ha estado constituida de continuo por los más eminentes escritores, hablistas y
filólogos de España y de la América española.
En cuanto al Diccionario de esa misma Corporación, del que hasta hoy van publicadas trece ediciones, es el único verdaderamente formado con estudio y trabajo de sus honorables miembros; pues
que todos los demás diccionarios castellanos que se
publican, no son más que el de la misma Academia
reimpreso, plagiado y agregados los centenares de
términos galicanos que infestan nuestra Lengua.
Bastarían estas someras observaciones para desvanecer la nota de perezosa con que ha querido tildar mi injusto colega a la Academia Española; pero
para quien quiera convencerse de la laboriosidad de
aquel docto Cuerpo, no tiene más que consultar al
fin de su Gramática el largo catálogo de las obras
que ha premiado, arreglado, depurado y publicado,
la propia Corporación, para acreditarla de laboriosa.
Entre producciones selectas defilología,de erudición
y meramente literarias, más que el número, sorprende la excelencia de ellas. Es victoria fácil la que se
obtiene en la cuestión suscitada por el señor Salinas, y así, paso adelante.
Digo que con la Gramática -de la Academia no
podrá enseñarse ortografía, porque esto no se enseña en ninguna Gramática; porque las reglas que
las gramáticas dan para el recto uso de las letras
equívocas, son en extremo limitadas. Tanto es así,
que la acreditada Gramática de don Emiliano Isaza,
ni isiqniiera trae ortografía. iQuizás comprendió el
134
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autor lo infructuoso de pretender -dar reglas que, o
no existen, o son m u y escasas. En la primera edición
de la Gramática de la Academia, que conozco y poseo, también se omitió toda da ortografía; y la ortografía que se lee en las últimas ediciones de la
repetida Gramática, ai bien completísima en lo que
Be refiere a la acentuación y a la puntuación, es por
demás deficiente en lo que mira al recto uso de la
c, la z y la 's; de la 11 y de la y, etc.; esto sencillamente, -porque como tales letras se pronuncian con
distinción de su peculiar sonido, en ambas Castillas
y en las escuelas de toda España, basta con decir de
\\ las palabras en que dichas letras entran, que se -escriben como suenan. El castellano en España es fonético, se escribe como suena, sin otra mayor excepción que la de las letras b y v, cuya pronunciación se confunde.
Pana un español, ¿cuál es la regla para escribir
la voz zarzaparrilla con dos zetas y con una elle?
Pues sencillamente escríbese así, porque así suena,
y no se puede dar más regla. Pero esto mismo para
un hispano-americano, es inútil; porque pronunciando dicha palabra sarsaparriya, como la pronuncia, resúltale que la regla del recto sonido le es inútil, y
no hallará otra mejor en la Gramática académica^
Y lo mismo le acontecerá con millares de voces.
Para nosotros, pues, Jos hispano-americanos, la
ortografía la tenemos que aprender -de esta única
manera: copiando y más copiando libros modernos
y bien impresos, y ayudándonos de las pocas reglas
que pueden darse, tales como la de los pretéritos en
fea, la fe antes de la m y de la p, la r sencilla cuando va después de la n y de la 1, etc.
H e dicho que la Gramática de la Academia sí
nos da reglas completas acerca de la acentuación y
de la puntuación; con lo cual no quiero decir que
por eso deba ponerse en manos de los -alumnos ese
I
v
135
V'vsí-;
extenso texto; sino que, a mi modo de ver, el profesor ha de tomar de allí la doctrina, para exponerla, simplificada y aligerada, ante sus discípulos. El
profesor que, según lo pretendo, debe ser una Gramática viviente, podría abreviar las veinte y más páginas en que se expone la doctrina de los acentos,
poco más o menos en esta forma:
Las palabras para su acentuación ortográfica se
dividen en monosílabos y polisílabos. Los monosílabos en castellano, por regla general, no se acentúan; se acentúan cuando desempeñan dos o más oficios, en el menos usual, v. g.: de preposición, no
se acentúa; dé verbo, se acentúa; se pronombre, no
6e acentúa; sé verbo, se acentúa; si, conjunción, no
se acentúa; ai, adverbio, se acentúa; etc. Los polisílabos para su acentuación ortográfica se subdividen en palabras que terminan en cualquiera de las
cinco vocales y en las consonantes n y s; y en palabras que terminan en cualquiera de las consonantes, menos n y s. Las palabras del primer grupo, por
la índole prosódica del castellano, deben ser graves;
cuando, en efecto, lo son, como mano, llave, lima,
dijeron, estudias, etc., como cumplen con la regla,
no se acentúan; pero si son agudas, como mamá, café,
benjuí, estudiarás, aplicación, etc., se acentúan por
separarse de la regla.
Los polisílabos del segundo grupo, esto es, que
terminan en cualquiera de las consonantes menos n
y s, por la índole prosódica del castellano, deben ser,
a la inversa de los del grupo precedente, agudos;
cuando lo son, como cumplen con la regla, no se
acentúan. Así sucede con querub, marfil, bondad, vivac, Magog, zafir, azimut, montaraz, almirez, etc.;
mas si las palabras de ese grupo fueren graves, com o se apartan de la regla, e acentúan, como ángel,
cáliz, cráter, hábil, huésped, Fernández, mártir, ult
mátum.
¡I
I!
Ü
jí!
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I
Se acentúan ortográficamente, todos los polisílabos cuya pronunciación carga en la antepenúltima
sílaba: pléyade, crédulo, dijome; se acentúan todos
los polisílabos en que haya disolución de diptongo:
maíz, raíz, país, leído, período, reúne; se acentúan,
po-r último, todas las palabras enfáticas: \qué sorpresa! ¿cuándo vienes? ¿cuál de los dos? A esto
quedan reducidas todas las reglas -de acentuación ortográfica que se exponen, repito, en más de veinte
páginas. *
Por lo que mira a las reglas de puntuación, cabe
hacer simplificación análoga. D e consiguiente, las catorce reglas que para el uso de los principales signos, da la Academia, el profesor las reduciría a sólo
cinco, en esta forma:
Se pone punto, cuando está completo el sentido;
se pone punto y coma, cuando -pudo completarse el
sentido, pero se agrega algo a modo de apéndice de
lo que se dice; se pone coma, en las enumeraciones
cortas o cuando se intercalan en la expresión principal, atrás aclaratorias o explicativas; se pone, en
fin, dos puntos, cuando se quiere llamar la atención;
porque a eso equivalen los dos puntos: a un como
toque de atención. Todo lo cual aparece de manifiesto en el siguiente bellísimo ejemplo tomado de la
Academia, en que se trata de los efectos -de un fenómeno físico en el hombre y en la misma naturaleza:
"Vinieron los aquilones de noviembre, glaciales
y recios; arrebataron sus hojas a los árboles, llevándolas, ya rodando por tierra, ya volando entre nubes de grueso polvo; se guareció el rabadán en su
cabana y el labrador en su alquería; la nieve descendiendo espesa sobre el monte y el valle, borró los
caminos, llenó los barrancos, cubrió con su triste
í
* Gramática de la Real Academia Española. Partes 3a. y 4a.
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y.
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blancura todo» lo» matices del tóelo, toda la variedad riquísima de la naturaleza."
Y los punto» suspensivos, y el paréntesis, y el
crema, y la raya, y las dos rayas, ¿qué hacer con
ellos? pues hacerle gracia a los alumnos, conformándonos con que sepan emplear bien los cuatro signos
principales, que para ellos será más que suficiente;
dejando los restantes signos para los escribientes de
oficio y los escritores de profesión.
Así es cómo yo entiendo el papel del profesor:
meterse en la cabeza la Gramática, o más bien, las
gramáticas, y exponer el substrátum de ellas a sus
discípulos.
Pero
rciu si
bi el
ci correcto
coi i ce cu empleo
empieo de
ue las
las letras
ierras equíequi- '•
vo-cas no se aprende en Gramática alguna sino por i\
excepción, todo lo demás que la Gramática enseña, f!
se m e dirá acaso, sí debe aprenderse en un texto. f|
D e consiguiente, el texto de la Academia, es nece- Jl
sario al profesor y es necesario al alumno.
Será necesario al profesor, replico a mí vez, no 'A
solamente el texto de la Academia, sino cuantos textos estén a su alcance: el de Peña, que expone muy
bien la morfología y la ortología; el de Bello, que
explica la teoría del sujeto y el atributo que prevalece en los tratadistas de la América española; el
de Isaza, que trae buen acopio de raíces griegas y i\
latinas, etc. Y a este propósito de la diversidad de f¡
textos y divergencias en algunas doctrinas, a mi en- (b
tender, los señores profesores de castellano, no debieran hacer cuestión de Estado, como vulgarmente
se dice, porque algunos gramáticos designen con unas
denominaciones los -tiempos del verbo, y otros con
otras; porque los nombres no hacen a la cosa, y
conforme a la naturaleza, los tiempos siempre serán
presente, pasado y futuro, con las subdivisiones que iy
resultan de combinar estas tres modalidades funda- f!
mentales. Otro tanto cabe decir de las denomina- ñ
cienes que se dan a los pronombres posesivos, que
algunos llaman adjetivos -determinativos. Lo mismo
da un nombre que otro.
N o m e -parece que esté bien dicho, cual lo pretende la Comisión que propone el texto de la Academia, que deben tener por guía los profesores ese
mismo texto; pues yo entiendo que el guía ha de
serlo el mismo profesor, y todas las gramáticas que
se quiera, habrán de ser, no guías, sino libros de
consulta, tanto como el diccionario o tantos diccionarios como se deseen.
Pasemos ahora a considerar la Gramática como
libro de texto para el alumno. A fin de poner de
resalto la utilidad que pueden ofrecer para los jóvenes cursantes los textos gramaticales, voy a referirme a un hecho concreto.
Va, pues, de historia. Hallándome cierto día sentado en una de las bancas de los cor-redores de esta
Escuela, esperando la hora en que había de efectuarse uno de los reconocimientos de clase, se llegaron a mí dos jóvenes como de diez y seis -años;
y con esa manera respetuosa que la generalidad de
ellos acostumbra, preguntáronme: Maestro, ¿podría
usted explicarnos lo que quiere deoir complementario activo y complementario acusativo?
Díme desde luego cuenta de la inutilidad de la
cuestión propuesta, y a mi vez, contésteles: satisfaré
la curiosidad de ustedes si m e dicen cómo se escribe
la palabra zarzaparrilla; el uno m e respondió que con
una z y una s, y el otro que a la inversa; bien,
volví a decirles: no han acertado; pero si conjugan el pretérito imperfecto de subjuntivo del verbo satisfacer, que es de uso tan frecuente, les satisfaré su pregunta. Como no acertaran con la primera persona; insinueles: yo satisficiera, satisfaría
o satisficiese; el modelo es yo temiera, etc., y pueden proseguir con las demás personas. Prosiguió, con
139
í
£
f
efecto, uno de mis interlocutores, pero dando tumbos: tú satisfacieras, satisfacerías y satisfieses,
ahí continuó...
Porfinalde cuentas, manifestéles que más que importarles lo que era complementario activo y complementario acusativo, deberían preocuparse por saber puntos de verdadera utilidad práctica. D e lo cual
yo concluyo, que hay doctrinas y doctrinas; que las
unas son útiles a los muchachos, pero las otras innecesarias y hasta nocivas para ellos.
E n el punto concreto que he citado, toda la cuestión se reduce a que el dativo del pronombre yo, lo
llama Bello complementario activo, como en la expresión me dan la lección, y al acusativo del mismo
pronombre, lo llama complementario acusativo, com o en los ejemplos me odian o me saludan.
Estos tiquis miquis gramaticales, resultan curiosísimos, útilísimos, para losfilólogos;pero perfectamente innecesarios para los muchachos; y aquellos
profeso-res que no aciertan a discernir la dosis gramatical que deben propinar a sus alumnos y la que
han de propinarse ellos mismos, truecan los frenos,
pierden el tiempo lastimosamente y lo hacen perder a
los demás.
Vamos a otro ejemplo.
Una de las mayores incorrecciones en que se incurre en castellano, es emplear esta forma que se
lee frecuentemente en documentos oficiales: "Remítole una caja conteniendo libros." Digo que es una
de las mayores incorrecciones, ya porque choca contra la índole del castellano, ya porque delata una
completa ignorancia de la Lengua francesa, de la
que está tomada.
Se dirá en francés correctísimamente, je vous envoi une caisse contenant des livres, porque ese contenant del francés no es un gerundio, como quieren
hacerlo aparecer los galiparlistas, sino un verdadero
140
participio de presente. En francés los participios activos o de presente, con régimen de verbo, son más
abundantes que en castellano. Tales participios los
hallamos en estas expresiones: "Ces maisons se reY, commandent aux voyageurs allant ou venant d'Europe"; y en esta otra: "Dans le public on assure que
le Cardinal Rampolla etait une des nares personnes
connaissant le secret du drame de Meyerling, au cours
duquel raourut tragiquement le prince Rodolphe archiduc-heritier d'Autriche."
El castellano tuvo muchas de estas mismas formas de hablar, que aunque m u y elegantes, han caído
en desuso, como en la frase: "La primera batalla
que -dio Asdrúbal fué pasante los montes Pirineos."
C o m o la desinencia ant del participio de presente del francés, es igual a la del gerundio, de ahí
el que se confundan ambas formas gramaticales iguales sólo en apariencia. El verdadero gerundio francés lo vemos aquí: "Le second -de rimperatur est
tombé au fond de la cale en dirigeant les traveaux
dextinction du feu" ; o si quiere en esta otra frase
más semejante al giro español: "Cette reminiscence
nous revenait en memoire en lisant, l'autre jour, l'article."
D e modo que la traducción fiel de "Je vous envoi une caisse contenant des libres" sería: "Os envío una caja continente de libros"; mas como el participio continente, como tal participio, es desusado
en castellano, el gino tiene que cambiarse -diciéndose
con propiedad: "Os envío una caja que contiene
libros."
Ahora bien, supongamos que un alumno de las
clases de castellano, de la Escuela Preparatoria, cae
en semejante vicio de lenguaje y pone en sus pruebas escritas "envío una caja conteniendo dulces", u
otra expresión análoga, ¿qué haría yo con dicho
Si alumno? ¿Por ventura -entrar con él en -las expli-
i
141
daciones gramaticales que preceden? Todo, menos eso; omitiría yo tales explicaciones, y lo absolvería de su falta, de buena voluntad, si en cambio
de ella había sabido dar forma escrita a sus pen- i!
samientos sin incongruencias de sentido y sin fal- (|
tas de ortografía. Porque lo que en mi concepto necesitan los alumnos preparatorianos, no es alquitarar,
sutilizar en puntos de lenguaje, ni pretender tocar í|
en los ápices de la perfección lingüística, sino ad- j¡
quirir con la lectura un léxico abundante, redactar
siquiera medianamente como toda persona de cierta
cultura, y, sobre todo, no escribir henmano sin h o
zapato con s.
Pasemos a otro caso. Si a mí m e preguntaran si
debe decirse me extasió o me extasío, ansio o ansio
evidencio o evidencio, o m e hicieran otra consulta
de elevada prosodia^ atendería quién m e hacía esa
pregunta, y si era algún literato, algún escritor de
profesión, trataría de resolverle la duda; pero si el j|
interrogante fuera algún rapaz o garzón de mi clase,
diríale que se dejara de tales dibujos prosódicos, y
se conformara con saber decir mendigo y no méndigo, colega y no colega, telegrama y epigrama y no
telegrama y epigrama, y, en fin, sutil y no sutil, u
otros términos análogos de uso vulgar y en los que
trastruecan con frecuencia el acento.
D e lo expuesto deduzco, que la suma de conocimientos gramaticales no debe ser la misma para
toda clase de personas, pues si las unas necesitan
más, a las otras bastaráles con menos. Así v. g., correspondería aprender por uno, al escolar; por dos,
al hombre de profesión; por tres, a un profesor; a
un literato por cuatro y a unfilólogopor cinco. Pero el caso es que mis contradictores pretenden que
los cursantes de la Preparatoria adquieran conocimientos gramaticales puramente teóricos, por cinco;
ni más ni menos que si se tratara defilólogos,y si-
142
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¡0
quiera sigan en la práctica escribiendo esos mismos
cursantes, echar con A y no sepan ni aun redactar
un ocurso.
N o ha faltado profesor que si se aviene a rechazar la Gramática in extenso, pide, en cambio, un texto compendiado para los alumnos. El compendió de
don Rafael A. de la Peña, aprendido de memoria.
Pero tal cosa a mi modo de ver, presenta inconvenientes múltiples: primeramente, equivaldría a volver a -las añejas prácticas de hace treinta o más años,
cuando se agobiaba la memoria de los jóvenes con
los catecismos escuetos y áridos de preguntas y respuestas; se cambiaría -de golpe y porrazo la asignatuna* pues una cosa es el lenguaje en sí mismo, y
otra el aprendizaje de la mera Gramática; y aun en
el supuesto de que el idioma se enseñara por la lectura, por el diálogo y la conversación, juntamente
con el compendio de Gramática, corno la Gramática es m u y absorbente de la atención por sus numerosas abstracciones y por las muchas minucias que
contiene, el alumno y al par de él el profesor, se
desviarían del principal objetivo de la asignatura,
que es el lenguaje hablado y escrito, imitado -del de
los buenos autores, palpitante de vida, de verdad y
de hermosura:
Vos exem-plaria graeca
Nocturna vérsate manu, vérsate diurna...
Ahora-, ese compendio -de don Rafael A. de la
Peña, propuesto, como todos los de su índole contiene no pocas superfluidades; como por ejemplo,
las veintiséis especies de oraciones que presenta, cuyo conocimiento de-tallado no tiene mayor aplicación en la práctica; y, en cambio, omítense en el mism o libro, toidas las -conjugaciones de los verbos de
irregularidad especial; que si de algo sirven los textos gramaticales es, justamente, para eso: para co-
143
nocer las formas completas de las conjugaciones. Ese
compendio, por otra parte, está en desacuerdo con J los programas aprobados para los tres cursos, que J
han de ser progresivos. *
Que la Gramática sea útil para el estudio de las j ¡
lenguas extranjeras que se cursan en la Preparato- J|
ría, lo admito; pero no hay que jugar con el equí- j
voco. Entendámonos: con la Gramática doctrina, convengo; con la Gramática texto, lo niego de plano.
Pero a pesar de todas las razones que puedan
aducirse en contra del gramaticalismo elevado a la
quinta potencia, el gramaticalismo, según todos los
indicios, seguirá imperando en la Preparatoria, y quizás ya hoy, francamente, autorizadamente, con la
adopción del libro de texto que se pretende, ya que
nunca dejó de imperar subrepticiamente, eludiéndose fjj
cuanto se pudo, la lectura de obras selectas.
E n mi modesto sentir, a favor del Plan de Estudios elaborado por los señores Sierra y Chávez, realizóse un positivo adelanto en la Preparatoria, en la
enseñanza -de la Lengua patria, pues que las clases
que has-ta entonces habían sido de mera Gramática,
transformáronse en clases de idioma; habiendo podido, por lo tanto, efectuarse la enseñanza, según mi
desiderátum, en esta proporción: un setenta por ciento de vocabulario, sinonimia, giros y modismos, redacción y escritura correcta; un veinte por ciento Jl
de doctrina gramatical, y un diez por ciento de ana- JI
tisis estético. Pero los igramaticalistas, que nunca ca- Jft
pltulan, no han dejado de maquinar sin descanso, y 4
la Gramática tendrá al fin y a la postre la primacía
* Siempre será por extremo dificultoso enseñar a leer
bien, a 60 y a 100 alumnos concurrentes a una miisima
clase, como ha sido el número que ha solido designárseles a los profesores del primer curso de Lengua Nacional en contra de lo que la más vulgar pedagogía
|{ aconseja; según la cual, para poder ser bien atendida |¡
una oíase, no debe exceder ésta de 30, o, a lo sumo,
de 40 concurrentes.
144
en un ciento por ciento. A la evolución progresista
iniciada por don Justo Sierra, va a suceder una violenta revolución reaccionaria.
Aquel deseo de un crítico español que pedía que
al benedictino Feijoó se le erigiera una estatua y
al pie de ella se quemaran sus obras, tendrá realización en don Justo Sierra. Sus agradecidos, sus -admiradores, acaban de elevarle una estatua, al colocar un retrato suyo al óleo en una de las aulas de
la Preparatoria, a que también han dado su nombre; pero al pie de ese monumento va a convertirse
en pavesas su obra.
Otro crítico ha dicho que la mayoría de -los hombres somos crepusculares; que una luz radiante nos
ciega, y que sólo acertamos a ver entre penumbras.
¿Por ventura el sistema de enseñar el idioma por
el idioma, será tan radioso que ofusca a los entendimientos ¡crepusculares? Si así fuera, confío en que
a la postre se acostumbrarán a la plena luz, y entonces aquel mismo sistema m á s tarde o m á s temprano, espero que resurgirá de sus cenizas como el
Ave Fénix de la fábula. *
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* Oportuno parece darles a conocer a los amartelados
del libro de texto gramatical para los escolaras, la autorizadísima opinión que acerca de la pura Gramática
expresan los eminentes filólogos colombianos, don Miguel Antonio Caro y don Rufino José Cuervo, en la In10 - CASTICISMO
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troduoción a su famosa Gramática Latina, para el uso
de los que hablan castellano. Colombia. Librería A m e ricana. 1905.
H e aouí lo que se lee en dicha Introducción:
" L a Gramática complementa el aprendizaje práctico
de una lengua; es arte, m á s que ciencia, y ordena al fin
práctico de manejar correctamente un idioma, sin que de
aquí se siga que, faltando el auxilio de dotes naturales
estéticas y de buena escuela práctica constante, b
ella sola a alcanzar su objeto; bien al contrario, importa
no olvidar que el estudio aislado" y exclusivo de la Gramática, ocasiona un desequilibrio de las facultades mentales, m á s propio para esterilizar el entendimiento que
para fecundar y desenvolver las ideas."
Denominar a la asignatura en cuestión, simplemente
idioma castellano, con omisión de "lectura comentada
de obras selectas," es en gTan manera ocasionado a
error, como nos lo indica la tradicional confusión que
a este respecto ha prevalecido, al tomarse la enseñanza
de la Gramática por la enseñanza del idioma. Aisá aconteció antes de la vigencia del Plan de Estudios de los
señores Sierra y Chávez, en la Preparatoria, donde se
llamó por años y años clases de español a las que solamente fueron clases de Gramática teórica.
Volver ahora a tales antiguallas desacreditadas, será,
a no dudarlo, efectuar u n deplorable retroceso en la
evolución intelectual de México, lograda a costa de arduo trabajo.
146
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VIII
USO ESPURIO DE LAS PALABRAS
"AMÉRICA" Y "AMERICANO"
¿Fué en Marsella o fué en Burdeos donde, yendo
de tránsito por una de las -calles más frecuentadas
de aquellas dos comerciales ciudades, m e dio en -rostro un rótulo en francés en el que se leía: Consulado
de América? Impreciso es el recuerdo como entremezclado con las mil impresiones, muchas de ellas
confusas, que nos quedan de los viajes. Pero, en
todo caso, nada ofrecería de sorprendente ni de in- fe
verosímil que fuera señalado por Consulado de A m é rica el de los Estados Unidos; pues que, entre periodistas, políticos y aun escritores de nota, va siendo corriente designar con el solo nombre de A m é rica, a una de las naciones del Nuevo Mundo; como
asimismo es cosa habitual llamar americano al nativo de los Estados Unidos.
En el significado que van asumiendo las palabras
América y americano, la autoridad no marcha acorde
con el uso, y el uso tal vez acabe por sobreponerse.
En ningún tratado de Geografía ni de Derecho
Público se hallará, por cierto, que a Estado alguno
se le llame América; como que por América se ha
entendido todo un Continente que va del uno al
otro polo; dos grandes penínsulas unidas por el istmo
de Panamá (hoy canal a medio abrir o medio obs-
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147
\'t truído), a que se añaden las numerosas islas Anti- ,
S¡ lias, que hacia una misma dirección se agrupan, y L
y. las diseminadas por los dos mares adyacentes a am- ft
y bas dos penínsulas. Tampoco se reconoce ni mencio- I
U na en las obras sobre Derecho de Gentes una sola i\
SI entidad política soberana, bajo la denominación de ]\
K América.
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Ahora, si a la Real Academia Española hemos de ¡i
Ú atenernos en cuanto al significado de las voces del
£ lenguaje vulgar, he aquí lo que ella registra respecto del gentilicio americano, en la décimo-cuarta, la
última edición de su Diccionario: Americano, natural
de América; perteneciente a esta parte del mundo.
y Esto es definir las cosas conforme a lo que ellas son
realmente. En rigor, tan americanos son los aborígenes de la América y sus descendientes sin mezcla
J de otras razas, como los hijos de europeos, asiátif eos o africanos, nacidos en cualquier región del Nuesi vo Continente.
£
Nadie incurre en el contrasentido de llamar euro- i\
H peos exclusivamente o por excelencia, a los france- 'j
£ ses, ingleses o alemanes; sino que a todo individuo «¡
-í natural de cualquier país de Europa, se le llama euro- /.
'', peo. Pero, en América, m u y de otro modo van las
cosas. E n todo lo que fué América Española y portuguesa, y lo mismo entre el vulgo que entre personas eruditas, el gentilicio americano se reserva para designar a los nativos de los Estados Unidos; y
w a los oriundos de los -demás países o Estados independientes, del Continente, fuera de los de la tierra
j| de Washington, se oirá llamarlos, respectivamente, jK
canadienses, cubanos, mexicanos, guatemaltecos, colombianos, panameños, chilenos, etc., y sólo por caso A
^í excepcional y remoto se le llamará americano a un X
X brasileño o a un argentino, en el lenguaje corriente, Jf»
\' y no sin que ello dé lugar a equívocos que luego
}j* tienen que aclararse. E n la gran mayoría de los ca-
148
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sos desígnase con el nombre de americano y americana, a los yanquis y nada más que a ellos.
Sin duda que semejante práctica ha provenido de
la denominación un tanto indeterminada que a las
colonias de la Nueva Inglaterra se les dio al hacerse
independientes, llamándolas Estados Unidos de A m é rica. Ya en el Orbe Antiguo, comarca hubo que llevara el nombre también impreciso de Países Bajos,
unas veces, y otras, de Provincias Unidas; pero como
al mismo tiempo denominábase Holanda o Neerlanda y aun Batavia, la propia comarca, la vaguedad de
los dos primeros nombres se precisó o redujo sin
mayores inconvenientes. Los naturales de las Provincias Unidas fueron conocidos con el nombre de
bátavos u holandeses indistintamente; empero, un
nombre gentilicio derivado -de Estados Unidos, nadie
acertó a formarlo. Y como la denominación que tomó la Nueva Inglaterra al separarse de su Metrópoli,
con las demás comarcas que se le fueron -anexando,
fué la de Estados Unidos de América, de éste apéndice, América, hubo de derivarse el gentilicio aplicable a los nativos de la Nueva Inglaterra y demás
comarcas que constituyeron el nuevo Estado autónomo.
Otros nombres le han sido dados a la -gran República: los de Unión Americana y de Norte A m é rica; pero el primero es igualmente impreciso, y el
segundo, inexacto. Norte América es toda la América
Septentrional que abarca, Groenlandia, el Canadá, los
mismos Estados Unidos, Cuba, México y otros países
más pequeños. En todo rigor y en obvio de inexactitudes y confusiones, la Unión Americana, Norte
América o los Estados Unidos de América, tendrían
que recibir otra denominación más individual, exacta, precisa y clara, y menos orillada a equívocos y
erro-res. Algunos lanzaron el nombre de Yanquilandia,
que etimológicamente viene a significar, de los dos
149
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nombres ingleses yuxtapuestos yankee y land, tierra
de negociantes o comerciantes. N o cabría, por lo
mismo, un nombre aplicable al caso que mejor respondiese a la realidad de las cosas, pues que en nin}' guna parte del mundo se tributa culto más ferviente
$ al business. Allí es donde se ha tomado por divisa el
conocido lema, Time is money. Tierra del dólar y
tierra de la ley Linch, se le ha llamado también a la
Ulnión Americana extraoficialmente; ma» éstas dos
últimas denominaciones, si bien en consonancia igualmente con la realidad, per cuanto a que el dólar es
allí rey m u y cortejado y por cuanto a que los lin
charoientos constituyen parte bien arraigada en las
costumbres públicas; mas como ambas denominaciones son un algo deprimentes, o no tan encomiásticas
a lo menos como Yanquilandia o tierra de los negocios, no es de esperar que prosperen tales nombres.
Por ahora al menos no cabe alimentar la ilusión de
un próximo cambio oficial en la denominación. La
costumbre, la tradición, la vanagloria, harán de consumo que no se mude el nombre de Estados Unidos
de América, añejo, fastuoso, rimbombante y lisonjero; y todavía el llamarle a aquel país América a
solas, es lo supremo, lo que colma la vanidad de una
nación próspera, rica, en gran manera pagada de sí,
prepotente y dominadora.
Pocas veces anduvieron por sendas más opuestas
la autoridad y el uso, en un punto de lenguaje. En
el caso—salvo error—parece que los geógrafos y las
Academias son las autoridades competentes, y por
ningún concepto los periodistas, los escritores individualmente considerados, ni los políticos; siquiera
éstos hayan sido o sean presidentes de República.
M u y extendido está entre escritores sean de Francia, de Inglaterra o de Alemania, que por cualquier
motivo tienen que hacer referencia a la tierra de
Washington, decir indis-tintamente al designarla, Es-
150
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ta-dos Unidos o simplemente América, cual si los
dos nombres fueran sinónimos. M u y Taro será el
autor—a menos que sea español o hispano-americano,—de artículos de periódico, de discursos y aun de
libros, que deje de incurrir en tal impropiedad de
lenguaje. Así, por ejemplo, el escritor francés Gustavo Lanscn, en su libro intitulado, Trois mois d'ensegnement aux Etats-Unis (París, Hachette et Cié,
1912), en la página n escribe lo que traduzco: "Por
iniciativa del Presidente Nicolás Murray Butler y
del Profesor Adolfo Cohn, en representación de América, y del Rector Monsieur Liard en nombre de
Francia, celebróse en 1910, entre la Universidad de
Columbia de Nueva York y la Universidad de París,
un convenio por el cual uno de nuestros profesores
de enseñanza superior, vendría a impartirla a la de
Columbia cada año durante tres meses." E n la página 71 dice: " M e hallo en América en los momentos
en que comienza el -movimiento electoral para Presidente de la República, y, por dondequiera oigo
discutir sin exaltación ni apasionamiento sobre las
probabilidades que, partidos políticos y personas, tienen en su favor." E n la página 131 se lee: "Pero la
decadencia en las formas confesionales del sentimiento religioso es tal en América (refiérese y no podía
menos, al país que visita) apesar de la gran -amplitud del servicio conocido por undenominational, que
se dificulta el cumplimiento de las obligaciones que
el mismo implica, habiendo desaparecido, por lo tanto, de muchas universidades".
En otra parte de la misma obra, válese el propio
escritor de una denominación que, si bien más restringida, no por eso es menos inexacta: "Precavamonos, dice, de ilusiones y vanidades: no hablemos
de influencias, sino de concurrencias; ino pensemos
en que se trata de afrancesar a la América del Norte,
quiero decir, de hacer en los Estados Unidos, lo que
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realizó Italia entre nosotros en el siglo X V I , y lo
que Francia llevó a cabo en Alemania, en Rusia y en
Suecia, en el XVII".
Otro escritor francés de mayor nombradía, Anatolio France, en la carta que dirigió a Mr. Inglish
Walling de Nueva York, y que el primero inserta en
su libro Sur la Voie glorieuse, así se expresa en la
página 79: "La idea que se preconiza al presente en
América, de apresurar el fin de la guerra, prohibiendo la exportación de armas y municiones, os aseguro
que no proviene de Francia; porque ni Francia, ni
los aliados, ni el mundo, ganarían nada con una paz
que dejaría subsistentes las mismas causas para
esa guerra permanente que se llama militarismo
prusiano".
Por su parte, Mr. Hanotaux, escritor de no menor renombre, en un artículo que con su firma reproduce Le Courrier du Mexique en el número del
23 de Febrero de 1915, escribe: "¿Qué ilusiones podría acariciar América sobre los resultados de la victoria alemana en los actuales momentos?... ¿Cómo
podría pensar América en mantener su independencia económica, primero, y más adelante su independencia política, si llegara a encontrarse frente a frente de la potencia más grande naval y militar que se
haya visto en el mundo? E n el caso de la victoria
alemana no quedaría más lugar en la tierra que para
la fuerza sin piedad y sin freno. Sería de verse que
esa obstinada ilusión de los apóstoles de la paz a
toda costa, hiciera de esa su doctrina el auxiliar más
firme del militarismo absoluto".
Se ve, pues, con qué desparpajo escritores franceses de primera línea, emplean indiferentemente las
denominaciones Estados Unidos, Norte América y
más frecuentemente América a solas, para designar
a la misma nación. C o m o los precitados ejemplos podrían señalarse otros ciento, sobre todo, entre pe-
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riodistas de París, Londres y Berlín, y no digamos
nada de los -de allende el río Bravo.
N o queriendo multiplicar las citas a efecto de
que no resulten enfadosas, m e ceñiré a unas cuantas
más que pueden conceptuarse de calidad, y, el error
por lo tanto, menos excusable. Las nuevas citas pondrán de resalto el abuso que a diestra y siniestra
viene haciéndose de un nombre geográfico-político,
con la aquiescencia tácita de todos los verdaderos
americanos, que así se van dejando usurpar un nombre que a todos les pertenece, como algunos de ellos
se dejaron arrebatar parte de sus territorios.
El mismo artículo antes citado, de Hanotaux, aparece precedido de estas líneas de otra mano: " M e rece llamarse la atención, con particularidad, sobre
la noticia -procedente de Washington, de fecha 16 de
Octubre de 1914, y la cual anuncia que el diputado
por Massachusetts, Mr. Gardner, presentó una iniciativa ante la Cámara de Representantes, a fin de
que fuese nombrada una comisión de peritos encargada de investigar el estado de preparación de América para la guerra".
Aquí se hacen solidarios de la designación de los
Estados Unidos con el nombre de América, así el
articulista que transcribe la noticia, como el diputado por Massachusetts que hizo la promoción y, la
Cámara de Representantes que no puso reparo al nombre inexacto de que -aquel echó mano en su iniciativa.
Pero donde se advierte un desplante que desconcierta, y la frescura sin igual con que se viene mal
empleando el consabido nombre geográfico, es en un
artículo que bajo el epígrafe "España en los Estados Unidos", publicó en Madrid un periodista yanqui, redactor del Outlook, y que se titula profesor
de Ciencias Políticas; -artículo reproducido en el número 38 del Rojo y Gualda de la ciudad de México,
de fecha 6 de Enero de 1917.
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Así es como se produce nuestro doctor en Ciencias Políticas:
"La guerra, en lo general, desastrosa está originando, sin embargo, algunos hechos de bastante interés. Uno de ellos es la tendencia a una aproximación gradual y duradera entre España y los Estados
Unidos. Las potencias neutrales se han encontrado con
muchos problemas difíciles. Han tenido que suspender o limitar sus relaciones comerciales con muchos
de los países beligerantes. Para obtener ciertas mercancías les era preciso, han necesitado buscarlas en
otras partes; y he aquí cómo América ha comenzado
a interesarse en los asuntos de España. La Guerra
con España nunca fué popular en América (con efecto, lo recordarán bien cuantos no hayan puesto en
olvido la superchería del Remembar oí Maine, recurso bastardo a que se acudió para soliviantar la
opinión yanqui en contra de España); muchos de
nuestros historiadores la consideran como un lamentable incidente, y toda la nación ha rendido el debido tributo de homenaje a las tropas españolas y a
la gran parte que España tomó en la civilización del
mundo. Y ello es lógico si consideramos que América no es una nación imperialista como lo ha probado recientemente con la reelección de Wilson".
Como si ese doctor Sanford Griffit,firmantedel
artículo, escribiera para ser leído por los selenitas
y no por los españoles, que es de suponer se harán
cargo de lo que es la América, ese doctor Griffit con
una bizarría digna de mejor empleo, restringe la
acepción del nombre América, en términos de llamar
sin ambajes, a esa América sui géneris, nación, para
que ya no nos quepa la menor duda.
Sería por demás curioso saber en qué parte del
mundo pensará nuestro doctor yanqui que están situados países tales) como -el Brasil, la Argentina,
Chile, Perú o México. Si así piensan y escriben los
154
sabios de esa América, no sabemos qué les estará reservado a los -indoctos de aquella misma tierra.
Pero para desplante y tupé, allá se van Mr. Wilson y Mr. Roosevelt, que en el punto en cuestión
^» dejan zaguero al doctor Griffit.
Y, El Presidente demócrata Mr. Woodrow Wilson,
Y. perora acerca del militarismo y el 'americanismo,—
W temas muy socorridos para un presidente de la Unión
!l Norte-americana—dirigiéndose en su carácter de
Ú Presidente a los cadetes de West Point el 13 de
Junio de 1916. H e aquí el tenor de su arenga, según
el extracto que publicó la prensa mundial al día siguiente :
"Al tomar por primera vez la palabra en WestPoint—habla el periodista relator,—desde que dio comienzo la campaña electoral, después de pasar revista Mr. Wilson a los Alumnos de la Escuela Militar y de hablarles de diver-sos asuntos a la orden
£ del día: preparación militar, militarismo, americanisU mo, guerra europea, paz futura, etc.; hizo la -decíala ración de que, los Estados Unidos tienen el impe•£ rioso deber de estar preparados militarmente para
vj cualquier evento; de tal manera que la humanidad
* toda sepa que cuando América hable, estará lista a
apoyar con los hechos sus palabras. Tratando en -seguida del americanismo—sigue diciendo el mismo
cronista,—el Presidente Wilson declaró, ante su auditorio, que cualquier individuo que no coloque a América en primera línea, no podrá ser tolerado en los
Estados Unidos; añadiendo que los verdaderos americanos han de dar los primeros el ejemplo en este
punto. Ni las responsabilidades del puesto son parte a estorbar que así se trastruequen conceptos y
nombres.
Por último, el ex-Presidente republicano, coronel
Teodoro Roosevelt que se las apuesta con el más
pintado en ir a caza de grillos cuando no tiene a su
%£¿^¿ZZ¿^£>5S¿?Z¿>¿=¿
155
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alcance algún rinoceronte africano, y que así suelta
libros como soltar pasteles, en dos de esos libros
suyos, hace figurar el nombre de América desde la
portada, empleándolo en el mismo sentido inexacto
que Mr. W o o d r o w Wilson y la turba multa de gacetilleros y políticos de su país y de los extraños.
Intitúlase el primer volumen de Mr. Roosevelt—
colección de artículos anteriormente publicados en
el Metropolitan Magazine de Nueva York,—América
y la Guerra; y el segundo, El deber de América en
la guerra. Ocioso sería trasladar aquí pasajes de cualquiera de dichos libres; pues que son incontables
aquellos en que se habla de América significando no
otra cosa que los mismos Estados Unidos.
Los equívocos o quid pro quos a que dan margen
los vocablos América y americano, sin duda que no
han escapado a la penetración de los ciudadanos de
la Unión, cuando de reciente fecha ellos mismos inventaron los compuesto Pan-América, pan-americano
y pan-americanismo, a efecto de suplir la falta de
los términos equivalentes, a los que debieran significar los simples América, americano y americanism o ; a menos de que, a aquéllos compuestos, se les
dé sentido isotérico u oculto que envuelva un programa preconcebido de que todo lo de las dos Amérioas, hombres y cosas, vengan a convertirse en algo yanqui.
La tendencia a generalizarse la viciosa acepción
a que m e contraigo, es un hecho inconcuso; y nada
remoto sería que, en alguno de los futuros Congresos Pan-americanos, de la índole de los celebrados
sucesivamente en Washington, México, Río Janeiro
y Buenos Aires, en vez de promover una conducente
rectificación los delegados ibero-americanos, se diese
más bien el caso de que la delegación yanqui propusiera la consagración del nombre América para designar oficialmente por todas las cancillerías, a los
156
Estados Unidos. A mayores osadías de su parte, nos
tienen acostumbra-dos nuestros poderosos vecinos.
En último resultado, ¿qué más puede dar que a
la postre se aceptase por las Cancillerías lo que va
haciendo prevalecer el uso? ¿Por ventura la aplicación del término América al Mundo descubierto por
Colón, no fue ya una solemne usurpación desde sus
principios?
Como los extremos se tocan, quién sabe si -con el
andar de los años los nombres vengan a mudarse
para obviar equívocos; y así, dejándoles a los yanquis el disfrute exclusivo de los dos nombres de
que tanto gustan, se llegue a reemplazarlos por los
de Colombia y colombianos para el resto de ese mismo Mundo de Colón, de Cortés, de Pizarro, de Valdivia y de Jiménez de Quesada, y para sus respectivos habitantes o, más bien, naturales? ¿Acaso lo
que se llamó Britania no se llama hoy Inglaterra;
Caledoni-a, Escocia; Hibernia, Irlanda; Galia, Francia; Hesperia, España; Lusitania, Portugal; Nueva
España, México? Ciudades ha habido como la célebre Reims, que tomara retrospectivamente todos estos nombres: Remi, Remorum y Durocotorum. Al
fin y a la postre ni las cosas ni sus nombres son
inmutables ni eternos. Su orden es mudanzas como
dijo el otro.
Marzo de 1917
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