sobre la autonomia[1]

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REFLEXIONES SOBRE LA AUTONOMÍA: LA CONSTITUCIÓN Y LA NUEVA LEY
Luís Orlando Aguirre Rodríguez- Presidente ASPROUIS-Profesor Titular Laureado [email protected]
Constitucionalmente el principio de la autonomía universitaria se encuentra consagrado en el
artículo 69, en donde se establece que:
Art. 69. Se garantiza la autonomía universitaria. Las universidades podrán darse sus
directivas y regirse por sus propios estatutos, de acuerdo con la ley.
La ley establecerá un régimen especial para las universidades del Estado.
El Estado fortalecerá la investigación científica en las universidades oficiales y
privadas y ofrecerá las condiciones especiales para su desarrollo.
El Estado facilitará mecanismos financieros que hagan posible el acceso de todas las
personas aptas a la educación superior.
Aunque el artículo no define ampliamente la noción de autonomía. Sí señala algunos elementos
que deben ser tenidos en cuenta.
Primero, la Constitución establece que será una ley la que determinará la forma en que las
universidades manifestarán su autonomía en lo referente a la elección de sus directivos y en la
promulgación de sus propios estatutos.
Segundo, la Constitución plantea claramente la diferenciación entre universidades estatales, por
una parte, y privadas, por otra. Por esta razón el artículo 69 explicita la creación de un régimen
especial para las primeras.
Tercero, a pesar de tal distinción, la Constitución reconoce que el Estado deberá fortalecer la
investigación en todas las Universidades, tanto estatales u oficiales como privadas. Esto se hará,
según la Constitución, mediante el ofrecimiento de condiciones especiales para que todas las
universidades puedan desarrollarla. Sin embargo, el articulado es claro: el peso de la promoción
de la investigación en las universidades la tiene el Estado.
Finalmente, la Constitución obliga al Estado a crear mecanismos financieros para que todas las
personas aptas puedan acceder a la educación superior. Este último apartado del artículo resulta
bastante interesante. Por una parte es la primera vez que en la Constitución aparece la expresión
‘educación superior’. En el resto del articulado se había hablado siempre de “universidad”.
En este sentido es fácil realizar la siguiente interpretación: si bien las universidades hacen parte
de la educación superior, ellas no agotan todas las posibilidades de esta última. El Estado, sin
embargo, deberá esforzarse para que todas las personas aptas puedan acceder a la educación
superior, ya sea a las universidades o a otras instituciones que también hagan parte de este
Sistema. Sin embargo, es claro que el artículo 69, al consagrar el principio de la autonomía, lo
estableció únicamente para las universidades pues nunca se habla de “la autonomía de la
educación superior” o de la “autonomía de las instituciones de educación superior” o de “la
autonomía del sistema de educación superior” sino de la “autonomía universitaria”. En este
sentido, la forma como la ley desarrolle la educación superior en Colombia deberá ser
especialmente sensible a diferenciar, en términos de su autonomía, a las universidades con
respecto a otras entidades. Como segundo punto a distinguir en este último acápite del artículo se
debe señalar la explícita inclusión del adjetivo ‘aptas’ para calificar a las personas que podrían
acceder a la educación superior. En este sentido la Constitución NO establece que “El Estado
facilitará mecanismos financieros que hagan posible el acceso de todas las personas a la
educación superior”. Según la Constitución, esto se hará con relación a las personas ‘aptas’.
Ahora bien, esto no debe ser interpretado en términos elitistas o clasistas o, mucho menos,
racistas. Lo que acá tenemos, sin embargo, es que la Constitución de 1991 reconoce a la
‘calidad’ como un principio básico de la educación superior. No se necesita mencionar la palabra
para saber que lo que la Constitución está reconociendo es que en el caso del ‘derecho’ o
‘servicio público de la educación’, de acuerdo con la definición dual del artículo 67, en especial
tal y como se concreta en la educación superior, la aptitud de las personas envueltas en el
proceso es fundamental y esencial. A diferencia de lo que podría ocurrir con otros derechos
como la vivienda digna (art. 51), la recreación (52) u otros servicios públicos como la seguridad
social (art. 48).
Así pues, la Constitución no parece promover la obsesión de la cobertura por mor de la
competitividad que claramente inspira la propuesta de reforma del Gobierno. La autonomía
universitaria y todos los deberes que el Estado hacia las universidades (públicas o privadas), así
como todos los derechos y deberes que tienen estas últimas con la sociedad están fundamentadas
en un principio mucho más profundo que no se está discutiendo actualmente, a saber, el sentido
de ser de la educación y la clase de educación que se quiere. Y esto es algo que la misma
Constitución establece pues ni Brasil, ni Estados Unidos, ni Singapur, ni Finlandia definen el
marco constitucional al que nos tenemos que ceñir. Es la misma Constitución Política de 1991 la
que estableció que, para Colombia, la educación “formará al colombiano en el respeto a los
derechos humanos, a la paz y a la democracia; y en la práctica del trabajo y la recreación, para el
mejoramiento cultural, científico, tecnológico y para la protección del ambiente” (art. 67). En
este sentido, es profundamente desafortunado que los debates actuales, así como la misma
propuesta del Ministerio, estén realizando una lectura parcial del artículo 67 de la Constitución
en donde además de realizar la muy mencionada definición dual (derecho y servicio) que parece
prestarse a equívocos, también establece claramente cuáles deben ser los objetivos de la
educación en el caso colombiano, a saber, que la sociedad colombiana acceda al conocimiento, a
la ciencia, a la técnica y a todos los demás bienes y valores de la cultura, como solo lo pueden
dar las ciencias sociales y humanas por ejemplo. Y, en caso concreto de las personas
colombianas, la educación no busca per se hacerlas competitivas en un mundo globalizado, o
hacerlas útiles para las necesidades empresariales y del mercado; ‘la práctica del trabajo’ es tan
sólo uno de los objetivos. Además de este, la Constitución es clara en señalar otras tan
importantes o tal vez más, a saber, - la formación en el respeto a los derechos humanos, a la paz
y a la democracia, - la formación en la recreación, - el mejoramiento cultural, científico y
tecnológico, y – la protección del medio ambiente.
La Autonomía no puede entenderse como un derecho absoluto, ya que varias sentencias de la
Corte lo han definido como limitado y complejo; tampoco puede desaparecer como tal y menos
las Universidades Públicas limitarse, en el análisis de la Nueva Ley Propuesta, en enfocar
solamente sus observaciones en este aspecto y proponer como solución para negociar el
articulado, UNA LEY ESTATUTARIA QUE LA REGULE y con eso no profundizar en
aspectos igualmente trascendentales como el ingreso de inversión privada sin regulación alguna,
a manera de una zona franca educativa, con dinero de dudosa procedencia y la inevitable
injerencia política, al facilitar el ánimo de lucro y regulación por las normas del derecho privado.
El Rector de la Universidad Nacional señala que la Propuesta tiene tres problemas: La
Desfinanciación, la Autonomía y la relación Cobertura-Calidad, personalmente difiero que sean
esos los únicos problemas. ASCUN propone una Ley Estatutaria y tampoco profundiza en otros
temas fundamentales de la Nueva Ley Propuesta.
Finalmente, solamente debo enfatizar que no se debe caer en el juego de conciliar la regulación
excesiva de la Autonomía, en la Nueva Ley, ni la misma Desfinanciación de la Educación
Superior, que viene así desde hace muchos años, con la benevolencia de quienes formamos parte
del Sector de la Educación Superior, miremos en Santander las relaciones presupuestales de las
dos instituciones de educación superior públicas en Santander y lo expresado se puede
comprobar, tampoco el problema es de ampliación de cobertura, el punto fundamental es
economicista y es el de la inserción en la era de la sociedad del conocimiento, mediante la
financiación de la investigación, innovación y desarrollo de productos con un valor agregado,
para la competitividad y hacerlo a través de la venta de un derecho y un bien, como un servicio.
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