ATlfonso de T aller de Loro etras N° 49: 237-241, 2011 La memoria como objeto científico y la0716-0798 memoria… issn Sujeto, cuerpo y poder en literatura, cine y teatro (Argentina, Brasil, Chile, Uruguay) Wolfgang Bongers Pontificia Universidad Católica de Chile The Price for liberty is eternal surveillance The Archives of the U.S.A. En estas observaciones preliminares me interesa desplegar dos escenarios de memoria en los que el arte participa de forma decisiva: uno europeo y otro latinoamericano. Entremedio, agregaré algunas reflexiones sobre los conceptos de archivo y memoria que figuran en el programa de nuestro coloquio. Primer escenario Angelus Novus: creo que este cuadro mítico de Paul Klee, de 1920, y las visiones igualmente míticas que inspiró a Walter Benjamin en la tesis IX sobre el concepto de la historia, puede ser una figura interesante para iniciar la reflexión propuesta para nuestro coloquio. El pasaje ha sido citado tantas veces en tantos contextos, y no puedo sustraerme tampoco a la tentación de rememorarlo en el marco que nos convoca aquí: “Hay un cuadro de Klee que se titula Angelus Novus. Se ve en él un ángel, al parecer en el momento de alejarse de algo sobre lo cual clava la mirada. Tiene los ojos desorbitados, la boca abierta y las alas tendidas. El ángel de la historia debe tener ese aspecto. Su rostro está vuelto hacia el pasado. En lo que para nosotros aparece como una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única, que arroja a sus pies ruina sobre ruina, amontonándolas sin cesar. El ángel quisiera detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo destruido. Pero un huracán sopla desde el paraíso y se arremolina en sus alas, y es tan fuerte que el ángel ya no puede plegarlas. Este huracán lo arrastra irresistiblemente hacia el futuro, al cual vuelve las espaldas, mientras el cúmulo de ruinas crece ante él hasta el cielo. Este huracán es lo que nosotros llamamos progreso”. Habría mucho que decir sobre este fragmento, pero me limitaré a mencionar algunos datos que no podrán considerar las implicaciones políticas, ideológicas y epistemológicas que han generado y siguen generando estas líneas que, dicho sea de paso, manifiestan también un gran valor poético. Me interesa más bien destacar que Benjamin adquirió el cuadro de Klee, que ahora se encuentra en el museo de Israel en Jerusalén, en 1921 en Munich, y lo poseyó durante casi 20 años. En 1935 emigra a París, y se lleva el cuadro. 237 ■ Taller de Letras N° 49: 237-241, 2011 Con esto, no sólo salva su propia vida por un tiempo más, sino posiblemente rescata el cuadro de ser exhibido y destruido en Munich, donde los nazis, en 1937, organizan la notoria exposición sobre el “Arte degenerado”, en otras palabras, moderno y de vanguardia. Entre las obras expuestas –todos sabemos que se trata de una colección de lujo– se encuentran también obras de Paul Klee y cuadros hechos por enfermos mentales, entre ellos, con mucha probabilidad, el desaparecido Ángel exterminador (Würgeengel) de 1909, del enfermo nervioso –y a partir de 1911, en la terminología del psiquiatra suizo Eugen Bleuler, esquizofrénico– Franz Bühler, posible inspiración para el cuadro de Klee, quien habría visto la colección de arte patológico del sicólogo e historiador del arte Hans Prinzhorn en Heidelberg, desde 1909 un archivo artístico de valor incalculable. Es imaginable cómo Benjamin, que finalmente deja el cuadro con Georges Bataille en la Biblioteca Nacional de París en 1940 –un año extremadamente complicado en la historia europea– para huir al sur y cruzar la frontera a una no muy tranquilizadora España franquista, mira una y otra vez el ángel pensando en las catástrofes que se están produciendo en su alrededor y plasmando estas preocupaciones en las tesis sobre el concepto de la historia. Éstas son consideradas un legado intelectual de los últimos meses de vida de Benjamin, quien, desesperado ante la persecución nazi, muere en Portbou, en la frontera franco-española, ese mismo año en el que muere también Paul Klee, que en su último tiempo de vida dibujaba una serie importante de ángeles. Las tesis de Benjamin también son un legado apocalíptico del pensamiento de izquierda de la época ante acontecimientos como el Pacto Ribbentrop-Mólotov en agosto de 1939 que, aunque fuera por poco tiempo, unía al régimen nazi con la Unión Soviética de Stalin1; un pacto que, entre otras cosas, convirtió la invasión y la distribución de Polonia entre las dos potencias un mes después de la firma en un hecho consumado, como comprueban los archivos soviéticos abiertos en la era de Gorbatchov. Pero sobre todo, y a esto quiero llegar, estos últimos escritos de Benjamin se han convertido, en el año 2010, en un archivo de fragmentos textuales que conduce a la imposibilidad de determinar tanto una escritura como una lectura coherente o estable del texto. Lo demuestra el tomo 19 de la Edición crítica de las obras de Benjamin, publicado recientemente por el investigador francés Gérard Raulet, que presenta y contrasta las distintas versiones y pretextos en alemán y francés de los fragmentos que componen las tesis. Abandono esta constelación de imágenes y escenarios para pasar a algunas reflexiones sobre los conceptos del título del encuentro que nos convoca en los próximos cuatro días: “Archivos de la memoria: sujeto, cuerpo y poder en literatura, cine y teatro”. Y sigo con dos citas que me parecen pertinentes. Una es del crítico de literatura y cultura Andreas Huyssen, que vive en Nueva York y enseña en Columbia University. En 2001 publicó un libro titulado En busca del futuro perdido. Cultura y memoria en tiempos de globalización. Cito de este libro: “La línea de quiebre entre el pasado mítico y el pasado real no 1 Mencionemos de paso también la estética estatal del realismo socialista que Stalin decreta en 1931, otro trago fuerte para muchos intelectuales de izquierda no ortodoxos. ■ 238 Alfonso de Toro La memoria como objeto científico y la memoria… es siempre fácil de trazar. Lo real puede ser mitologizado así como lo mítico puede engendrar efectos de realidad fuertes. (…) asegurar el pasado no es menos riesgoso que asegurar el futuro. La memoria, después de todo, no puede ser un substituto para la justicia, y la justicia estará inevitablemente envuelta en la poca fiable memoria”. La otra cita es de Ulrich Raulff, actual director del archivo de literatura alemana de Marbach, cerca de Stuttgart, el más importante del país en su materia. Dice Raulff: “El archivo oscila entre un cementerio de hechos y un jardín de ficciones”. Esta frase es citada, a su vez, por Wolfgang Ernst, arqueólogo de los medios en la Universidad de Humboldt de Berlín, en su libro El ruido de los archivos del año 2002. Ernst realiza una aproximación al concepto de archivo considerando las teorías elaboradas en Francia por Foucault, Farge y Derrida, pero modificando la perspectiva epistemológica y deconstructivista hacia una teoría de los medios y sus materialidades. En este sentido, habla del punto ciego de Michel Foucault: a pesar de que éste defina el archivo en La arqueología del saber como un sistema virtual de la “formación y de la transformación de los enunciados” en determinadas circunstancias históricas y culturales, Foucault conceptualiza el archivo como biblioteca en la que, de hecho, Michel Foucault y Arlette Farge trabajan y encuentran los textos que analizan. Pero los medios electrónicos y digitales, y los circuitos cibernéticos, según Ernst, llevan a un desvanecimiento virtual de la diferencia entre archivo, biblioteca y museo en el concepto de “información”. La cultura europea de almacenaje se ha transformado en una cultura de los medios de transmisión. Y este aspecto subraya también Jacques Derrida en su libro sobre el archivo y el psicoanálisis, Mal de Archivo: “No hay archivo sin un lugar de consignación, sin una técnica de repetición y sin una cierta exterioridad. Ningún archivo sin afuera”. Y por eso, señala Derrida algo más adelante, “la estructura técnica del archivo archivante determina asimismo la estructura del contenido archivable en su surgir mismo y en su relación con el porvenir. La archivación produce, tanto como registra, el acontecimiento. Ésta es también nuestra experiencia política de los medios llamados de información. Ello significa que en el pasado el psicoanálisis (no más que tantas otras cosas) no habría sido lo que fue si el E mail, por ejemplo, hubiera existido. Y en el porvenir no será ya lo que Freud y tantos psicoanalistas han anticipado, desde que el E mail, por ejemplo, se ha hecho posible”. El archivo es, entonces, una suerte de “matriz prefigurada de la realidad registrada”, como dice, por su parte, Wolfgang Ernst. Pero es ambiguo entender el archivo como metáfora universal para las técnicas culturales, porque los archivos NO son esencialmente parte de la memoria cultural. Desde los comienzos de la historiografía moderna alrededor de 1800, los materiales administrativos y políticos de los archivos para ejercer el poder, pierden su función. Dice Ernst: “En el momento en que el archivo se convierta en `incomparable fuente de tradición histórica´, ya ha perdido su función de ser memoria justiciable respecto del almacenamiento del poder”. La idea del archivo como contenedor de datos para construir historias y memorias se ha convertido en las teorías contemporáneas en la concepción de archivos dinámicos que forman parte de sistemas complejos e interrelacionados de memorias, seres humanos, organizaciones y máquinas, 239 ■ Taller de Letras N° 49: 237-241, 2011 en un juego permanente de de- y re-contextualizaciones. Lo que cuenta, entonces, es el proceso entre recuerdo y olvido, entre figuración y desfiguración de memorias, en el plural, no tanto el objeto singular de memoria2. Aquí está el valor del archivo como metáfora: su función de participar en procesos de traslado, traducción y transmisión de datos, imágenes, textos, entre sujetos y culturas. Y aquí se divisan también algunas características de las prácticas artísticas que nos interesan, y quiero citar a este respecto una observación del filósofo francés Jacques Rancière sobre las políticas estéticas: “Las prácticas del arte in situ, el desplazamiento del cine en formas espacializadas de la instalación museística, las formas contemporáneas de espacialización de la música o las prácticas actuales del teatro y de la danza van en la misma dirección: la de una desespecificación de los instrumentos, materiales o dispositivos propios de las diferentes artes, la de la convergencia hacia una misma idea y práctica del arte como forma de ocupar un lugar en el que se redistribuyen las relaciones entre los cuerpos, las imágenes, los espacios y los tiempos”. Pero si pensamos más concretamente en el periodo que nos convoca y las experiencias de violencia, tortura, injusticia, sufridas por pueblos, comunidades e individuos en América del Sur, es preciso abrir la monstruosidad del archivo a su dimensión ética, tal como lo propone Giorgio Agamben en su libro sobre el archivo y el testigo en Auschwitz, uno de los monumentos más evidentes de la persecución y la extinción sistemática del pueblo judío e indiscutible símbolo del fracaso del proyecto de la modernidad del mundo occidental. Agamben se pregunta quién estaría en condiciones de dar cuenta y decir realmente lo indecible, lo monstruoso del archivo. La figura del testigo integral, que Agamben encuentra en los textos de Primo Levi, no es menos paradójica que el concepto del archivo. Lo no-dicho, lo irrepresentable, lo imposible, está en un archivo que nunca sería accesible hasta llegar a la vivencia misma de lo imposible, y esta vivencia inhibe la enunciación, remite a un afuera, un lugar en el que los enunciados no son posibles. El objetivo de la escritura de Primo Levi, no obstante, es el recuerdo en su función de prevenir similares experiencias en el futuro: el “nunca más”, enunciado que se encuentra en la base de los monumentos, sitios y museos que recuerdan la represión y la violencia de los derechos humanos ocurridas durante los totalitarismos y dictaduras del siglo XX en muchas regiones del mundo. Naturalmente, todo esto conduce a una incomodidad en la que me muevo, porque, en la lógica de la paradoja recién mencionada, todo discurso sobre la memoria es injusto. En otras palabras, la injusticia se instala siempre en el discurso, porque nunca podrá dar cuenta de la experiencia de la injusticia vivida. Asumir este abismo y este momento paradójico de la justicia injusta, es lo que me permite hablar sobre los archivos y sobre la memoria. El complejo entramado de relaciones entre los archivos, las memorias, desmemorias y antimemorias, sus efectos sobre los sujetos y los cuerpos en las estructuras 2 Lo que cuenta cada vez más es la RAM, Rapid Access Memory, la memoria de acceso aleatorio, de transmisión directa entre procesos de lectura y escritura, frente al ROM, Read Only Memory, la memoria almacenada de sólo lectura. ■ 240 Alfonso de Toro La memoria como objeto científico y la memoria… del poder, reflejado en las diversas prácticas artísticas que nos proponemos analizar, estarán presentes en las propuestas investigativas de este coloquio. Termino estas reflexiones con un segundo escenario que nos llevará, además, a la actualidad latinoamericana. Es un ejemplo que para mí demuestra las aporías discursivas y éticas en las que nos movemos constantemente cuando hablamos de los archivos, sus agencias, configuraciones y efectos. Se trata de una obra de arte, hecha con el objetivo de recordar a las víctimas de las injusticias y atrocidades cometidas durante la guerra civil del Perú, entre 1980 y 2000, realizada por la artista holandesa Lika Mutal, que tiene residencia en Perú hace muchos años. Fue inaugurada en agosto de 2005 en el Campo de Marte, un parque del centro de Lima donde el monumento forma parte del proyecto de una “alameda de la memoria”. En el centro de un laberinto compuesto por círculos de piedras pequeñas sobre las que están escritos los nombres de las víctimas identificadas del conflicto armado interno del Perú, hay una piedra grande que contiene un ojo de piedra que llora. A causa de un fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos a fines de 2006, este monumento se convirtió en un espacio de conflicto sobre memoria y justicia, sobre quiénes realmente habían sido las víctimas y los victimarios, los culpables y responsables de la violencia; un espacio disputado por varios agentes de opinión implicados en el tema, que se expresaron en los medios masivos: el presidente aprista Alan García, senderistas, fujimoristas, la Comisión de la Verdad y Reconciliación, la escultora Lika Mutal, organismos y personajes políticos, no-gubernamentales, sociales, académicos, intelectuales. En septiembre de 2007, el monumento fue agredido, mutilado y pintado de naranja por agresores fujimoristas. Después fue limpiado y reconstruido. Las huellas, cicatrices, violencias y discursos cruzan este objeto de memoria en su materialidad y su estructura simbólica. La obra de arte, en toda su conflictividad y ambigüedad, es un hecho de memoria y nos recuerda implacablemente la frase de Huyssen: “La memoria, después de todo, no puede ser un substituto para la justicia, y la justicia estará inevitablemente envuelta en la poca fiable memoria”. 241 ■