El arte como experiencia, de John Dewey (México, Fondo de

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El arte es un esfuerzo hacia la perfección en la ejecución.
John Stuart Mill
El arte, en su forma,
une la relación misma de hacer y de padecer,
la energía que va y viene,
lo que hace que una experiencia
sea una experiencia.
John Dewey
El arte como experiencia, de John Dewey
(México, Fondo de Cultura Económica, 1949)
La Biblioteca José Lorenzo Cossío y
Cosío alberga la primera edición hecha
en México en 1949 de una de las
columnas escritas en cuanto al estudio
del arte y la estética norteamericanas
se refiere. Es la obra titulada El arte
como experiencia de John Dewey.
Con el prólogo y la versión española de
Samuel Ramos (Zitácuaro, Michoacán,
1897-Ciudad de México, 1959) filósofo
mexicano, académico y director de la
Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad Nacional Autónoma de
México, y traductor de la obra de
Dewey, esta primera edición se basó en
la edición original publicada por
Minton, Balch & Co., de Nueva York con
el título Art as Experiencie, en 1934. El
Fondo de Cultura Económica la incluyó
en la sección de Obras de Filosofía
porque, según reza la explicación de
Ramos, es una de las obras centrales
del filósofo norteamericano, quien
expone sus reflexiones estéticas sobre
la separación entre arte y la experiencia
2
personal.
Dewey
se
opone
enfáticamente a dicha separación
porque “cuando los objetos artísticos
se separan tanto de las condiciones que
los originan, como de su operación en
la experiencia, se levanta un muro
alrededor de ellos que opaca su
significación general, de la cual trata la
teoría estética”. El filósofo-esteta
quiere reconciliar esa unión casi
invisible entre la experiencia que son
las obras de arte, con los
acontecimientos, hechos y sufrimientos
diarios
que
se
reconocen
universalmente como constitutivos de
la experiencia.
Algunos de esos muros que han
propiciado la separación entre el arte y
la experiencia de la vida cotidiana son
los propios museos y galerías, así como
las tendencias de su época como el
nacionalismo, el imperialismo, el
crecimiento del capitalismo y la
industria “moderna”. En los años 30
todos estos factores combinados “han
trasladado el arte a un reino distante
de las realidades de la vida misma...
[afectando] la función misma del arte
en la vida humana”.
En su prólogo, Samuel Ramos está
consciente de que la concepción de
estética del autor debe hacerse “a
partir de la realidad del arte y no de
modo abstracto, aplicando un concepto
filosófico elaborado de antemano”.
Arte, para Dewey, es “el producto de la
cultura humana tal como se da a
nuestra experiencia” y Experiencia no
es sólo un conocimiento empírico, sino
todos los procesos conscientes de
nuestra vida. Ramos desentraña la
postura de Dewey diciendo que
experiencia es el conjunto de “aquellos
momentos en la historia de cada
individuo en que uno o varios procesos
de su vida adquieren una intensidad y
unificación en torno de un objeto, de
un acontecimiento, de una situación
especial”.
El libro consta de catorce capítulos,
entre los que destacan “Cómo se tiene
una experiencia”, “El acto de
expresión”, “La sustancia común de las
artes” y “Arte y civilización”.
En el año de 2008 la Editorial Paidós, en
Barcelona, reeditó esta obra con
prólogo de Jordi Claramonte.
3
Nota histórica: Los enciclopedistas del
siglo XVIII dividieron el Arte en tres
ramas: las Artes científicas, que
responden a las necesidades del
espíritu (la ciencia física, el arte óptico,
el arte médico, etc.); las Artes
mecánicas, que tienden a la satisfacción
de las necesidades materiales (la
ebanistería y la joyería); y las Artes
liberales o Bellas Artes, destinadas a
satisfacer
las
necesidades
del
sentimiento y las aspiraciones del alma,
se dirige a la imaginación y al
sentimiento, tratando de conmover,
despertando la emoción y la pasión por
lo bello. En realidad pueden dividirse
en dos grupos: las artes cuyo fin es la
utilidad antes que la belleza, y las artes
cuyo
fin
es
la
belleza
y
secundariamente
la
utilidad
(Diccionario enciclopédico hispanoamericano de literatura, ciencias y
artes, t. II, Barcelona, Montaner y
Simón, Editores, 1887).
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