278 • • • FERDINANDO CASADIEGOS CÁCERES Las uvas cosechadas no eran cosa nueva, pero sí el vino que se hacía con ellas. El marrano cortado en pedazos no era cosa nueva (las distintas partes), pero sí las salchichas que se hacían con él. El huevo roto no era cosa nueva, pero sí la tortilla que se hacía con él. La especificación no se distinguía claramente de la accesión cuando existían dos dueños del material con los que se hacía la casa nueva: el dueño de una parte del material construyó con lo suyo y con el material del otro dueño una cosa nueva. Se miraba si había o no identidad, aunque este criterio se empleaba también para otro cierto tipo de accesión. El criterio para determinar el dueño de la cosa nueva variaba, como hemos visto, según se considerara o no la materia original de trabajo de un constructor. Esta diferencia de opinión se vinculaba con la inclusión o exclusión de la buena fe en el análisis de la especificación. Para los que excluían la buena fe, la propiedad se adquiría por ocupación, por lo menos para el constructor, probablemente considerando que la cosa nueva era res nullius. La opinión contraria era que en tal caso cualquiera podía “ocupar” la cosa nueva, y que por lo tanto debía mirarse más bien el trabajo del constructor (creatio). Aceptado el concepto de trabajo se miraba si el constructor tuvo o no buena fe cuando empleó el material de otro. Si el propietario de la cosa nueva era el dueño del material, la buena o mala fe del constructor determinaba si el dueño tenía o no derecho a compensación según diversos criterios. Adquisición de frutos por el no propietario Normalmente el dueño de un predio era propietario de los frutos cuando estos se separaban del árbol. Si el dueño predial cedía el usufructo de su predio, concedía al cesionario el derecho a percibir los frutos, es decir a recogerlos. De allí una distinción básica al respecto de los frutos: la propiedad se adquiría por separación (separatio) o por percepción (perceptio). Adquiría los frutos por separación (sencillamente cuando se caían del árbol), además el dueño del predio, el enfiteuta y el poseedor de buena fe. El enfiteuta, especie de poseedor del bajo imperio, no adquiría la propiedad, sino la posesión de los frutos, pero siendo su derecho habitualmente perpetuo, era como un derecho de propiedad. El poseedor de buena fe era quien había comprado el