Racionalidad económica y justicia social

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RACIONALIDAD ECONÓMICA Y JUSTICIA SOCIAL
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Racionalidad económica
y justicia social
PEDRO NEL PÁEZ PÉREZ*
Una teoría, por muy atractiva, elocuente y concisa que sea, tiene
que ser rechazada o revisada si no es verdadera; de igual modo,
no importa que las leyes e instituciones estén ordenadas y sean
eficientes: si son injustas, han de ser reformadas o abolidas.
JOHN RAWLS
Resumen
La racionalidad económica concebida en la teoría económica neoclásica, no considera
entre sus supuestos algo que se pudiera llamar política social y mucho menos que
sea justa. Estas consideraciones no están incluidas dentro del modelo ni en términos
de la intuición moral. Este trabajo busca ser una reflexión sobre el tema, explorando
en primer lugar la racionalidad económica, en segundo lugar se abordan algunas
criticas al modelo de elección racional, como las exclusiones informacionales, el
utilitarismo y la justicia. Por ultimo se intenta integrar los conceptos desarrollados
en las partes precedentes para explorar cómo la racionalidad se integra al nuevo
modelo de desarrollo y se establece una nueva conceptualización de lo social, con
base en los criterios de eficiencia, focalización y gasto social.
Abstract
The economic rationality of neoclassical economic theory, not conceive a concept of
social policy and even not the justice in the income distribution. Those considerations
are not included within the model, neither in terms of moral intuition. This paper
allows to be a reflections on this issues. First, I will explore the formal nature of
economic rationality; second, intent some criticism to the rational choice model, from
the point of view of informational exclusions, the utilitarianism and justice. Third,
I try to unify the concepts developed in precedent sections, to explore the way
rationality is incorporated within the new development model that lead to a new
conceptualization of the social issues, based on the concepts of efficiency, targeting
and some kind of social spending.
*
Fundación Universidad Autónoma de Colombia. Profesor de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales.
Fundación Universidad Autónoma de Colombia
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PEDRO NEL PÁEZ PÉREZ
Introducción
La racionalidad económica, como se concibe en la teoría económica neoclásica,
no considera ni la política social ni la justicia social. No existe en sus supuestos algo que se pudiera llamar política social y mucho menos que sea justa.
Estas consideraciones no están incluidas dentro del modelo ni en términos de
la intuición moral. Este trabajo busca ser una reflexión sobre el tema. En la
primera parte se hace una exposición, desde el punto de vista formal, de la
racionalidad económica. La segunda parte se dedica a la reflexión sobre la
distribución del bienestar a partir de algunos cuestionamientos al modelo de
elección racional, como las exclusiones informacionales, el utilitarismo y la
justicia. En la tercera parte se intenta integrar los conceptos desarrollados en
las partes precedentes para explorar cómo la racionalidad se integra al nuevo
modelo de desarrollo y se establece una nueva conceptualización de lo social,
con base en los criterios de eficiencia, focalización y gasto social.
I. La racionalidad económica
1.1. Individualismo, utilitarismo y elección individual
El individualismo es uno de los pilares del pensamiento social, donde la
supremacía del individuo se antepone a cualquier forma de acción colectiva.
Considera la actuación libre de individuos que buscan su propio interés. La
finalidad de la acción social será garantizar los derechos considerados
individualmente, y se opone a los obstáculos normativos que limiten el logro
de este objetivo.
A partir del estudio de un aspecto particular del individuo —la teoría de la
elección racional, la economía se estructura como ciencia social1 . La interacción de numerosas personas en un espacio que regula los intercambios
individuales, —el mercado—, crea un orden espontáneo que transforma las
soluciones individuales en el mejor resultado social. Para ARROW (1950) la
elección individual racional, como un elemento básico de la teoría del
equilibrio económico, ha sido el tema dominante en la economía desde la
revolución neoclásica de 1870, formulada por JEVONS, MENGER y WALRAS. La
razón es clara. Si cada individuo tiene la libertad de perseguir su propio
interés, ese gran número de decisiones particulares son en sí mismas un buen
resultado social2 .
Este concepto ya era defendido por los economistas fisiócratas, al exponer la
idea del orden natural3 como un estado ideal a alcanzar, rechazando la
1
Las restricciones éticas y sociales no son explicitas en el individualismo, lo que no quiere decir que no existan.
2
A través de una función de bienestar social creada a partir de las preferencias individuales (véase ARROW, 1963).
3
Para los fisiócratas, el orden natural es el conjunto de leyes naturales, absolutas, inmutables y universales que
rigen todos los fenómenos sociales del modo más ventajoso para todos, si no es distorsionado por la actividad
humana.
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intervención en la vida económica del Estado y los obstáculos legales
contrarios a los intereses del individuo. Al adoptarse por los economistas
clásicos, éstos pedían la abolición del intervencionismo mercantilista (STIGLITZ,
1995). Posteriormente la teoría de la elección individual viene a ser el principio
básico que explica sistemáticamente el comportamiento, las acciones y las
elecciones individuales (SILBERBERG, 1990) cuyo fin último es obtener la
máxima utilidad4 individual, supeditando los medios al logro de la máxima
felicidad 5 .
En un principio la utilidad se define como felicidad, placer o satisfacción de
los deseos; es la utilidad de la métrica mental, SEN (1999a) pues se necesita
un condicionamiento y adaptación mental en virtud a que la felicidad es el
objetivo a alcanzar. Como doctrina moral, sus orígenes se remontan a los
sistemas de BENTHAM, JAMES MILL y JOHN STUART MILL, quienes proponen la teoría
del hedonismo universal, o utilitarismo, de acuerdo con la cual, el criterio
último del comportamiento humano es el bien social, y el principio que guía
la conducta moral individual es la lealtad a aquello que proporciona la mayor
felicidad al mayor número de personas.
El utilitarismo, en su acepción económica moderna, coincide con la teoría de
la elección individual, como la expresión de las preferencias del individuo. La
elección del individuo es una indicación concluyente de lo que se desea
socialmente, dados los ordenamientos del sujeto. Si los bienes satisfacen
algún tipo de necesidades humanas, el concepto de bienestar es sinónimo de
utilidad y la utilidad se sustenta en la conducta maximizadora, si bien,
“los valores individuales son tomados como un dato y no pueden alterarse por la
naturaleza del proceso mismo [...] punto de vista normal en la teoría económica y
también en el credo liberal». ARROW (1959, 1963, op. cit.)
tesis confirmada por FRIEDMAN para quien
«la economía positiva —libre de juicios de valor, es una ciencia <objetiva> precisamente
en el mismo sentido que cualquiera de las ciencias físicas (FRIEDMAN, 1987) [...] la
economía es el principio, independiente de cualquier posición ética o cualesquiera
juicio normativo» (pág. 9 y sigs.).
El propósito de exponer algunas consideraciones sobre el individualismo y el
utilitarismo se considera necesario, porque son el fundamento del análisis
económico y social actual, dominado en gran medida por el pensamiento
neoclásico6 . Esta exposición puede ayudar a comprender tanto la teoría de la
4
“supongamos que especificamos el grado de bienestar de cada uno y que lo denominamos utilidad” STIGLITZ,
op. cit. 65. Bastardilla en el original, segunda edición española.
5
La máxima felicidad consiste en tener acceso por ejemplo, a más bienes, a un ingreso mayor. Es la maximización
instrumentalista. Véase por ejemplo SEN, 1999, cap. 2. PÁEZ, 2001 y 2002.
6
El pensamiento único (BULA, 1999) o paradigma dominante (GONZÁLEZ, 1999).
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elección individual como la preocupación de la teoría económica por la política
social.
Antes de abordar el análisis de la racionalidad económica, quiero hacer un
paréntesis para introducir una breve discusión sobre las medidas de la
utilidad y la economía del bienestar. A principios del siglo XIX se introdujo el
concepto de economía del bienestar según el cual, para lograr un bienestar
colectivo se había de lograr una satisfacción grande de las necesidades
individuales, corriente dominada por la tradición utilitarista, que propondrá
la suma de las utilidades individuales como herramienta para llegar a la
agregación interpersonal.
Un punto importante en esta discusión es cómo medir la utilidad. En un
primer momento, los primeros economistas neoclásicos formularon el principio de la utilidad cardinal, como la representación numérica de la utilidad que
permitiría las comparaciones del grado de utilidad entre diferentes sujetos, la
magnitud de su satisfacción y los juicios de valor, que justamente derivaban
de las comparaciones interpersonales de la utilidad, criterio a partir del que
podían evaluarse las políticas sociales y el marco normativo e institucional que
las motivan.
La pregunta central será determinar qué grupo (bundle) de bienes maximizan
la utilidad del consumidor. Para este fin se suponen una función de utilidad
idéntica para cada individuo y el principio de utilidad marginal decreciente.
El consumidor alcanza la máxima utilidad cuando la última unidad monetaria
ofrece igual satisfacción sin importar en qué tipo de bien se gaste. Este será
el criterio rector que permite la comparación de las utilidades individuales a
partir de las que se seleccionan las preferencias a satisfacer con la política
social. Una sociedad justa es aquella que maximiza la suma de las utilidades
individuales.
La Nueva Economía del Bienestar (NEB) Hicks, (op. cit.) PARETO (1902), y
posteriormente ARROW (op. cit.) cuestionan la utilidad cardinal al poner en
duda su cientificidad y las comparaciones interpersonales. Debaten la validez
de estos supuestos en la medición de la utilidad individual. La
inconmensurabilidad de la utilidad de PARETO, HICKS y ARROW son una contraposición a MARSHALL y EDGEWORTH para quienes la utilidad era una cantidad
teóricamente medible. PARETO sustituye el concepto de utilidad por el de escala
de preferencias (propiedades axiomáticas de la relación de preferencias) (véase
PÁEZ, 2001, 2002a, 2002b) representada en el diagrama bidimensional de las
curvas de indiferencia que permite pasar de la función de utilidad a la escala
de preferencias (HICKS, op. cit. pág. 22) y de ahí a un índice de utilidad ordinal,
u ordenamientos racionales en un sentido más estricto. La NEB rechaza los
postulados cardinales y se fundamenta en la defensa del mercado sobre las
bases de los teoremas de la economía del bienestar. Este enfoque ordinal
propone una función de bienestar social (FBS) bajo los siguientes supuestos:
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• La adopción del criterio de PARETO: los estados del mundo deben ser óptimos en
el sentido de PARETO, fundamentándose en las preferencias individuales.
• La regla de la mayoría como mecanismo de elección social y la construcción de
funciones de bienestar social. Sobre esos elementos gravita la teoría de la
elección social para priorizar las preferencias individuales expresadas por el
mecanismo de selección.
• Independencia de alternativas irrelevantes: la elección social entre dos alternativas
depende de los ordenamientos de los individuos respecto a esas dos alternativas,
no del ordenamiento de otras alternativas.
• Preferencia social transitiva: una función de bienestar social debe ser capaz de
suministrar un ordenamiento consistente de todas las alternativas posibles, es
decir, debe ser completa, ordinal y transitiva y permitir la elección social
sistemática.
• Ausencia de dictadura: se prohíbe la presencia de un dictador; si un individuo
i tiene un ordenamiento de preferencias xPiy, tal resultado no puede imponerse
como una preferencia social.
Este criterio no descansa ni en las comparaciones interpersonales ni en la
medida cardinal de la utilidad individual. La función de bienestar social
generaría una asignación de recursos socialmente eficiente. Las decisiones
privadas independientes, coordinadas por el mercado, se construyen a partir
de la concepción de los teoremas básicos de la economía del bienestar. (Cada
equilibrio competitivo es un óptimo de PARETO y cada óptimo de PARETO es un
equilibrio competitivo).
Según se desprende del primer teorema, un estado social es óptimo y eficiente
en algún sentido si no hay otro estado social en el que nadie pueda mejorar
sin que otro empeore. Una asignación de bienes sociales puede mejorarse si
por lo menos alguien obtiene más en la nueva asignación y nadie obtiene
menos. BERGSON y SAMUELSON propusieron una FBS definida sobre todas las
alternativas de estados sociales, agregándola en preferencias sociales, a partir
de las que se determinaría una función de bienestar agregada para la
sociedad. ARROW, (1951) define la FBS como una relación funcional que
específica ordenamientos sociales sobre todos los estados sociales de cada
conjunto de ordenamientos sociales individuales. Se asume que hay por lo
menos tres estados sociales y por lo menos dos individuos, con dominio
universal. La FBS recoge los ordenamientos sociales de todas las posibles
combinaciones de preferencias individuales.
Ahora, si como se ha indicado, la economía estudia sistemáticamente el
comportamiento humano que es racional, a continuación se hace una
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exposición de cómo los economistas interpretan el comportamiento racional.
(ARROW, 1963, op. cit.).
Para este propósito, la economía ha construido la teoría de la elección
individual —o teoría de la elección racional, según la cual, el consumidor elige
de las combinaciones viables aquéllas que prefiere a todas las demás, por
tanto se necesita un instrumento que defina estas preferencias. En primer
lugar, el consumidor expresa su comportamiento racional por medio de los
gustos y las preferencias, acotadas por un conjunto de restricciones —
temporales, físicas, presupuestales, que es el conjunto de combinaciones
específicas de bienes asequibles con un ingreso y unos precios de los bienes
dados, o conjunto de elección.
En segundo lugar, para ordenar las preferencias, el consumidor jerarquiza las
combinaciones específicas de bienes en función de sus preferencias, lo que
permite clasificar las combinaciones, que en su mayoría, tienen las propiedades de transitividad, completitud e insaciablidad o propiedades de consistencia interna7 .
1.2. Formalización de la racionalidad económica
El punto de partida es exponer algunas consideraciones sobre las preferencias
y la elección. En el primer aspecto se define una relación de preferencias
denotada por el símbolo que define una relación binaria8 sobre un conjunto
de bienes X9 . En esta relación binaria, XxX es el producto cartesiano de todos
los pares ordenados (x, y) donde x, y ∈ X. La relación binaria B sobre el
conjunto X se define formalmente como B ⊆ XxX ∧ (x, y)∈ B si el par ordenado
(x, y) está en la relación B. La relación binaria permite la comparación de pares
de alternativas x, y ∈ X, X ⊂ RL+. La relación de preferencias débil de lee: x
es por lo menos tan bueno como y. De esta relación de preferencias, que se
7
O estructura axiomática. Se remite al lector a textos como ARROW (1951, 1963) FISHBURN (1973) GONZÁLEZ (1998)
HIRSHLEIFER (1984) KREPS (1988,1990) KATZ (1997) (MAS-COLEL, WHINSTON, GREEN, 1995) SEN (1970, 1986, 1997)
PÁEZ, (2001, 2002a, 2002b), entre otros.
8
Un producto cartesiano de A ∧ B es A x B = {(a, b): a ∈ A ∧ b ∈ B}. Un elemento de A x B se llama pareja ordenada,
teniendo en cuenta que, en general (a, b) ≠ (b, a). Una relación del conjunto A en el conjunto B es una regla R
que asigna elementos del conjunto A uno o varios del conjunto B. Dicha regla puede describirse como un
conjunto de parejas ordenadas y es, por tanto, un subconjunto de AxB. Ahora, una relación de la forma ≡ del
conjunto A en sí mismo es una elación de equivalencia en A si cumple con las propiedades siguientes: reflexiva,
simétrica y transitiva y toda relación de equivalencia en A particiona al conjunto A en subconjuntos, tales que
ninguno es vacío; la unión de todos ellos es A y son mutuamente disyuntos. Cada subconjunto de la partición
se llama una clase de equivalencia. Y por último, una relación ≤ de A en sí mismo es una relación de orden en
A si se cumplen las propiedades: reflexiva, antisimétrica y transitiva.
9
X es lo que se denomina el conjunto de elección, definido como X ⊂ RL donde el superíndice L es el número
infinito de bienes y servicios al que se enfrenta un consumidor y que se expresa como l = (1,..., L). Los elementos
de X son vectores de bienes que el consumidor puede elegir dadas las restricciones a que se enfrenta. La forma
más sencilla de representar el conjunto de consumo es: X = Rl+ = x ∈RL:xl≥ 0 para l= 1, ...,L es decir, todos los
vectores de bienes no negativos.
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representa por se derivan las relaciones de preferencia estricta (u ordenamiento estricto) ; x
y significa que x se prefiere estrictamente a y; y ∼ es la
relación de preferencia de indiferencia, x ∼ y significa que x es indiferente a y10 .
Como la teoría económica supone que las preferencias del individuo son
racionales, las hipótesis de racionalidad se representan por los axiomas de
completitud y transitividad. x, y ∈ X x y o y x o ambos. (ARROW, op. cit.).
Esta es la propiedad de completitud11 , u ordenación completa de las preferencias que permite al consumidor ordenar todas las combinaciones posibles de
bienes y servicios. Cuando se presentan combinaciones de bienes a un
consumidor, éste puede decidir cuál prefiere o si le son indiferentes. Ahora,
si x, y, z ∈ X y si x y; y
z entonces x z. Este axioma de transitividad
constituye uno de los supuestos centrales de la racionalidad (MAS-COLEL,
WHINSTON, GREEN, 1995).
A partir de los supuestos sobre la relación de preferencias, se derivan otras
propiedades importantes para las relaciones de preferencia estricta y de
indiferencia ( , ~): es irreflexiva y transitiva. Irreflexiva es que en este caso x
puede ser estrictamente preferida a sí misma, y es transitiva. Si x y; y z ⇒
x z. Por su parte, ∼ es reflexiva, x es indiferente a x x, transitiva si x ∼ y ∧
y ∼ x ⇒ x ∼ z y simétrica: si x ∼ y ⇒ y ∼ x. La propiedad de la racionalidad de
la relación de preferencia , es que tanto como como ∼ son transitivas (véase
RUDIN, 1964, especialmente el capítulo 2º).
Para describir las relaciones de preferencias, se usa la función de utilidad12
que asigna un valor numérico a cada elemento en X, ordenando los elementos
de X con las preferencias individuales. Entonces se dice que una función u:
X → R es una función de utilidad que representa la relación de preferencias
si, x, y ∈ X se verifica que x y ⇔ u (x) ≥ u (y).
La relación de preferencia se puede representar por una función de utilidad
sólo si la relación es racional, es decir, la función de utilidad es una función
de valores reales definida en X y debe darse una de las dos situaciones
siguientes: para cualquier x, y ∈X, o u(x) (y) o u(y) u(x) pero como quiera que
la función de utilidad representa la relación de preferencias , implica que x
10
Este tipo notación es más usual actualmente, aunque difiere un poco por le utilizado por ARROW y SEN, (op. cit).
11
Debe recordarse también que la relación de preferencia, aparte de los axiomas de racionalidad, tiene otras
propiedades básicas, como las de conveniencia y convexidad. Entre los supuestos de conveniencia, la relación
de preferencia es monótona e insaciable localmente y dentro de las propiedades de convexidad, la relación de
preferencias es convexa y estrictamente convexa, además homotética y cuasilineal con respecto a la mercancía
numerario. Como se sabe, estas propiedades adicionales de la relación de preferencia son necesarias para el
desarrollo de la teoría de la demanda clásica.
12
Para poder representar la utilidad por medio de una función de utilidad, se necesita hacer el supuesto de que
la relación de preferencias es continua, es decir, que se encuentra dentro de los límites de un intervalo cerrado
o un conjunto acotado. Por tanto hay una función de utilidad continua asociada que representa la relación de
referencias.
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y o que y x. Entonces es completa. Ahora, supóngase que x y ∧ y z.
Pero como u(⋅) representa a , se tiene que u(x) u(y) ∧ u(y) u(z) (las utilidades
son transitivas) Luego u(x) ≥ u(z). Nuevamente, como u(⋅) representa la relación
de preferencias , implica que x z. Así se muestra que x y ∧ y z implica
que x z.
Para abordar el análisis de la elección, existen algunas reglas a partir de las
cuales el consumidor toma decisiones. En una estructura de preferencias se
representa el comportamiento de elección y se puede simbolizar por (B, C(⋅)
(véase ARROW 1974) donde B es una familia de subconjuntos no vacíos de X;
cada elemento de B es un conjunto B ⊂ X. Por analogía con la teoría del
consumidor, a los elementos de B∈B se les denomina como conjuntos de
presupuesto que son una lista exhaustiva de experimentos de elección que
institucionalmente, físicamente o de otra manera restrinja una situación
social del elector. Además C(⋅) es una regla de elección que asigna un conjunto
no vacío de elementos elegidos C(B) ⊂ B para cada conjunto de presupuesto
B ∈ B. Cuando C(B) tiene sólo un elemento, tal elemento es la elección del
individuo de entre las alternativas contenidas en B. Pero si este conjunto C(B)
tiene más de uno de estos elementos son alternativas en B que el consumidor
puede elegir y se designan como alternativas aceptables en B. En este caso el
conjunto C(B) contiene las alternativas realmente elegidas por el consumidor
cuando se enfrenta al problema de elegir una alternativa del conjunto B.
Cuando se usan las estructuras de elección para modelar la conducta del
consumidor, se le imponen algunas restricciones. Un supuesto importante es
el de axioma débil de preferencias reveladas. Para que la estructura de elección
(B, C (⋅)) satisfaga el axioma débil de preferencias reveladas debe cumplir las
propiedades siguientes: si para algún B∈B con x, y ∈ B, se tiene que x ∈ C(B),
⇒ B ∈ B con x, y ∈ B´ y y ∈ C(B´) también x ∈ C(B´). Lo que quiere decir que,
si siempre se elige x cuando y está también disponible, entonces no puede
haber un conjunto de presupuesto que contenga ambas alternativas para el
que y sea elegida y x no. Una idea algo más simple para obtener el axioma débil
de preferencias reveladas se tiene al definir una relación de preferencia
revelada * del comportamiento elector observado en C(⋅). En una estructura
de elección dada (B, C (⋅)) la relación de preferencia revelada * se define como
x * y ⇔ hay algún B ∈B tal que x, y ∈ y y ∈ C(B). De manera que como
conclusión el axioma débil de preferencias reveladas puede definirse como: si
x revela ser por lo menos tan bueno como y, entonces y no puede revelarse
como preferido a x. (MAS-COLEL, WHINSTON, GREEN, 1995).
El anterior se denomina el enfoque ordinal, o el conjunto de axiomas que
permite describir gráficamente las preferencias del consumidor a través de las
curvas de indiferencia, o conjunto de combinación de bienes ante los que el
consumidor es indiferente. Permite comparar la satisfacción que reportan las
combinaciones a partir de la posición de las curvas de indiferencia con las que
se puede elaborar un mapa de indeferencia para un consumidor, y se utiliza
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como el resumen gráfico del ordenamiento de las preferencias donde lo que
cuenta es la ordenación de las curvas.
Una cuarta condición en el comportamiento racional del consumidor se
conoce como la relación marginal de sustitución (RMS) o la relación a la que un
consumidor está dispuesto a intercambiar el consumo de un bien por otro.
Según esta propiedad, en cualquier punto de una curva de indiferencia la
relación a la que el consumidor está dispuesto a intercambiar un bien por otro,
es igual al valor absoluto de la pendiente de la curva de indiferencia; la RMS se
supone decreciente dado que cuanto mayor sea la cantidad que tenga un
consumidor de un bien, mayor será la cantidad que deberá recibir de ese bien
para que esté dispuesto a renunciar a una cantidad del otro.
La interacción de preferencias y restricciones determinan una elección viable
—óptima— que maximiza la utilidad del individuo. En este contexto, un
resultado es racional si cumple el objetivo del individuo, que es lograr el
máximo de satisfacción o placer cuando se accede al consumo de un bien. En
resumen, las preferencias del individuo se ordenan por una combinación de
axiomas que conforman las condiciones necesarias y suficientes para el
ordenamiento de las diferentes combinaciones de bienes específicos.
Las preferencias personales actúan para lograr resultados racionales y la
caracterización del comportamiento maximizador deriva en optimización. Así
se ha caracterizado al homo economicus: la racionalidad se concibe como la
maximización del interés propio para el ser humano y el énfasis es la
satisfacción de los deseos individuales expresados en las funciones de
utilidad, de manera que el objetivo es maximizar el bienestar individual con
el respaldo de una base informacional13 , sin cuestionar la distribución del
bienestar ya que los agentes tienen unas dotaciones iniciales dadas.
La sección anterior describe un comportamiento humano sistemático en el
que el individuo alcanzaría su dimensión social, y es a partir de tal regularidad
que se construye el paradigma neoclásico o marginalista, tal como se expone
en SILBERBERG (op, cit.) en el que los problemas económicos se analizan
explícitamente en términos de la elección individual, la función de utilidad
ordinal permite jerarquizar las combinaciones por su monto de utilidad, pero
no las comparaciones precisas del valor de cada combinación en relación con
las demás, ni los juicios de valor sobre la agregación del bienestar social. Se
impone la lógica de la maximización del bienestar en los procedimientos de la
elección social. En primer lugar digamos que para ARROW (1972):
13
Por base informacional se entiende tanto a la información que es necesaria como la que es excluye para hacer
juicios en un determinado enfoque.
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“El equilibrio competitivo general nos enseña sobre todo la medida en que puede
alcanzarse la asignación social de los recursos mediante decisiones privadas
independientes coordinadas por el mercado. Estamos seguros que en efecto, de que
tal asignación no sólo puede alcanzarse sino que el resultado será eficiente en el
sentido de PARETO. Sin embargo, como hemos subrayado, no hay nada en el proceso
que garantice la justicia de la distribución. En efecto, la teoría nos enseña que la
asignación final dependerá de la distribución de las dotaciones iniciales. Y de la
propiedad de las empresas”.
Así se configuran las condiciones que relacionan las preferencias individuales
con la elección social de ARROW, que se anuncian como los principios de una
constitución:
“La constitución es una regla que asocia a cada conjunto posible de ordenamientos
de preferencias individuales una regla de elección social. A su vez, la regla de elección
social es la regla para la selección de una acción socialmente preferida en cualquier
conjunto de alternativas que puede ser viable. Hasta ahora yo diría que la descripción
de la constitución es una tautología, por lo menos si partimos de que la concepción
social debe basarse en los ordenamientos de preferencias individuales. El problema
real son las condiciones que hayan de imponerse a la constitución:
1. Que para cualquier conjunto dado de preferencias individuales, la regla de
elección social definida por ellas satisfará las condiciones técnicas de un
ordenamiento: es decir, que todos los estados sociales alternativos posibles
deben ser capaces de ordenarse, y luego la elección social en cualquier conjunto
particular de alternativas deberá ser la alternativa más preferida, de acuerdo al
ordenamiento, en el conjunto disponible. Esto se llama la condición de la
racionalidad colectiva.
2. El principio de PARETO: el proceso de la elección social nunca deberá producir un
resultado si hay otra alternativa que todos prefieren de acuerdo con el ordenamiento
de sus preferencias.
3. La ausencia de dictadura. La constitución no debe ser tal que permita a un
individuo que sus preferencias se conviertan automáticamente en las preferencias
de la sociedad, cualquiera sean las preferencias de todos los demás.
4. Independencia de las alternativas inaplicables: (...) la elección social hecha en
cualquier conjunto de alternativas dependerá sólo de las alternativas de ese
conjunto”. (ARROW, 1950).
Aún cree ARROW en este artículo que el método de la votación por mayoría es
un método de votación atrayente, que satisfaría la independencia de las
alternativas irrelevantes, el principio de PARETO y la condición de no dictadura,
aunque es posible que se presente la intransitividad de la elección social o
paradoja de la elección social. Como él mismo lo expone, si hay tres opciones
x, y y z, y un tercio de los electores tienen el ordenamiento x, y, z, otro tercio
z, x, y y otro tercio el ordenamiento z, x, y, entonces una mayoría de los
votantes prefiere x a y, otra y a z y otra z a y.
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Pero también reconoce que:
•
Cada una de las condiciones que relacionan las preferencias individuales con las
decisiones sociales eliminan la posibilidad de elegir algunas alternativas y la
conjunción de esas condiciones pueden llevar a un conjunto de elección vacío,
haciendo imposible elegir algo.
•
Puede demostrarse que no hay una fórmula para pasar de preferencias individuales
a la elección social satisfaciendo las condiciones orientadas a la elección y un
dominio irrestricto, aún sin invocar ninguna “preferencia social” y sin imponer
demandas de “racionalidad colectiva” a cualquier condición de consistencia
sobre la elección social.
•
Es importante distinguir la presencia del problema al hacer agregaciones
sociales, como opuesto a los mecanismos de elección social (op. cit.).
En la votación por mayoría, se apoya una medida para que sea aprobada, pero
el problema radica en que las preferencias de cada votante individual son
transitivas pero las de la sociedad no lo son, dando lugar a la paradoja de la
votación como ya se anotó. El teorema de la imposibilidad, afirma que al tratar
de obtener unas preferencias sociales integradas de preferencias individuales
diversas, no es en general posible que se satisfagan las condiciones de
completitud, transitividad e independencia de las alternativas irrelevantes.
Por tanto es imposible tener una FBS con dominio universal y que satisfaga la
independencia, el principio de PARETO y la ausencia de dictadura, ARROW (1950).
II. Algunas apreciaciones sobre la racionalidad económica
Ahora quiero destacar tres apreciaciones en torno al la racionalidad económica. Son en su orden, la escasa atención a los principios de distribución del
bienestar, las exclusiones informacionales desde las restricciones de invarianza
y el problema de la justicia.
2.1. Sobre la distribución del bienestar
Los cuestionamientos a la utilidad ordinal surgen del mismo ARROW. El
equilibrio general puede ser PARETO-eficiente, pero no considera la justicia
distributiva. La asignación de recursos puede producir fabulosas riquezas
para algunos y gran pobreza para otros (ARROW, 1972) y no existe nada en el
proceso que garantice la justicia en la distribución: ésta depende sólo de las
dotaciones iniciales de los agentes económicos.
En ese mismo sentido se encamina la crítica de SEN, (1995, 1999). La eficiencia
de PARETO escasamente puede ser una condición adecuada para una buena
sociedad pues es insensible a la distribución de las utilidades, incluyendo las
desigualdades de felicidad y miseria. No toma nota de nada más que la utilidad
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—de ahí que se denomine utilitarista. Según el criterio de PARETO, reduce el
reconocimiento del mejoramiento social para el caso en que la utilidad de
todos aumente, (alguien que mejora y nadie empeore) y no descansa en
comparaciones interpersonales; ni en la cardinalidad de la utilidad individual.
Ignora las desigualdades en la distribución de los bienes; importa es la suma
total. En esas condiciones el teorema de imposibilidad de ARROW muestra que
es imposible tener una FBS con dominio universal y que satisfaga las
restricciones que se le imponen.
De hecho, STIGLITZ (op. cit. pág. 101) reconoce que la eficiencia en el sentido de
PARETO es individualista
“porque sólo le interesa el bienestar de cada persona y no el bienestar relativo de
diferentes personas. No le preocupa explícitamente la desigualdad [...y...] es la
percepción que cada individuo tiene de su propio bienestar lo que cuenta”,
—razón por la cual también se conoce como bienetarista y no tiene en cuenta,
por ejemplo, los derechos, las libertades, las capacidades y las realizaciones14 — aspectos que son centrales en los estudios de SEN, RAWLS (1977), SIMON
(1945, 1955, 1957, 1958, 1959, etc. Véanse las referencias) entre otros. Son
exclusiones informacionales que pueden afectar la posibilidad de usar
concepciones morales específicas (SEN, 1998a).
2.2. Las exclusiones informacionales
La base informacional utilitarista se limita a determinar una combinación de
bienes que se prefiere a otra, sin considerar la información que no esté
relacionada con la utilidad. Para hacer juicios morales las restricciones de
invarianza suponen el uso de alguna información específica y la exclusión de
otra. Las restricciones informacionales directas permiten hacer juicios semejantes en circunstancias semejantes y excluyen los tipos de información que
no estén incluidos en la noción de semejanza de circunstancia, el análisis de
restricciones informacionales, los requisitos de invarianza de los supuestos de
la elección social como el criterio de PARETO y las ordenaciones sociales de
preferencias (SEN, 1998a, 40 y sigs.)15 . Este tipo de restricciones informacionales,
sometidos a requisitos de invarianza —componente metaético de los juicios
morales— se aplica a la independencia de alternativas irrelevantes de la
elección social. Supóngase (siguiendo a SEN) que x y y son grupos alternativos
de n elementos en las ordenaciones individuales de preferencias Ri y Rj*.
14
Inclusive, llega a afirmarse que “las medidas que alteran la distribución de la renta... pueden provocar al mismo
tiempo una pérdida de eficiencia” STIGLITZ, op. cit. pág. 97.
15
La base de una restricción informacional es el requisito de invarianza. Si para todo x y y ÎI ® J(x,y), donde I es
el conjunto de isoinformación. Este es un ejemplo de restricciones informacionales especificando requisitos de
invarianza. Véase SEN (1998a) aunque “tratar de manera semejante los casos semejantes no es garantía
suficiente de justicia sustantiva” RAWLS (1997).
Economía y Desarrollo - Noviembre 2002, vol. 1, n° 2
RACIONALIDAD ECONÓMICA Y JUSTICIA SOCIAL
151
Las dos ordenaciones de preferencias se consideran como parte del conjunto
de isoinformación en el contexto de elección de un subconjunto dado de S
estados sociales, si, y sólo si, cada ordenación de preferencias de un individuo
de los estados de S es la misma tanto en el primer caso como en el segundo
(no importa como las dos preferencias difieran en relación con estados no
pertenecientes a S). La interpretación de J(x,y) —de que x y y sean tratados del
mismo modo, consiste en que se haga la misma elección social en S en todos
los casos. La condición de independencia exige que, en el contexto de elección
del conjunto S, toda la información que no sea la de los ordenamientos
individuales hechos por cada persona de los elementos de S ha de ser
considerada como irrelevante, y tal información no ha de tener influencia
alguna sobre la elección social sobre S.
El principio de PARETO también es un ejemplo de exclusión informacional por
la restricción de invarianza que implica. La regla de indiferencia de PARETO es
puramente informacional. Si socialmente x ∼ y ⇒ x y16 desde el punto de vista
social. La interpretación de J(x,y)17 , consiste en que el estado x y el estado y
sean socialmente igual de buenos y los conjuntos de isoinformación están
basados en la congruencia de x y y y en los ordenamientos de preferencias
individuales. La restricción informacional impuesta por esta restricción de
invarianza excluye el uso de cualquier información que no sea el lugar que
ocupan los respectivos estados en los ordenamientos de preferencias individuales, en el caso especial en el que todos sean indiferentes entre x y y. Dada
la congruencia de dos estados en los ordenamientos de preferencias individuales, según la regla de indiferencia de PARETO, ninguna otra información
puede tener influencia alguna sobre el ordenamiento de los dos estados en
términos de bondad social. Ciertamente, no tenemos que conocer nada más
sobre los dos estados para ser capaces de hacer este juicio y cualquier otra
información en este contexto será redundante e inútil. Todo se juzga por la
suma de las utilidades a lo que se le adicionan la ausencia de comparaciones
interpersonales de utilidad, llegándose a la imposibilidad de hacer juicios
sistemáticos del bienestar social. Nada nos dice sobre las privaciones, la
pobreza, la desigualdad.
2.3. Utilitarismo y justicia
Si al utilitarismo no le interesa, al menos explícitamente el problema de la
distribución y si bien, tajantemente no niega los principios de justicia, sí
tiende a ignorarlos. En líneas generales, la concepción de justicia se da en los
siguientes términos.
16
La relación de preferencia se interpreta: x es tan bueno como y.
17
Véase nota al pie de pág. 13.
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152
PEDRO NEL PÁEZ PÉREZ
Como ya se ha dicho, en general el utilitarismo tiene un marco negativo frente
a la distribución porque descansa exclusivamente en la utilidad de cada
individuo y porque cualquier estado que se considere bueno tendrá que ser
como mínimo óptimo de PARETO, sin importar si es justo o no, si tal estado se
puede lograr a través del mecanismo del mercado18 .
En ese orden de ideas, es el mercado todo lo que se necesita para alcanzar el
bien común, y un mecanismo político sería innecesario si no fuera porque
debe promover el desarrollo de la mormatividad que garantice los derechos de
propiedad y haga cumplir los contratos19 inclusive aun cuando no haya un
consenso, es decir, si existiera la negación de las libertades básicas de RAWLS
(op. cit)20 .
¿Cómo afronta el utilitarismo el problema de la insensibilidad a la justicia?
Puede creerse, equivocadamente que no hay dentro de sus consideraciones
una reflexión al respecto. A continuación se exponen por lo menos cuatro
aspectos relacionados con el tema de la justicia.
Primero, si se llegara a considerar que una sociedad es profundamente
injusta, los utilitaristas proponen la modificación del segundo teorema de la
economía del bienestar al establecer un sistema de impuestos y transferencias
para modificar las dotaciones iniciales de los agentes. El segundo teorema —
modificado— diría que se puede conseguir un óptimo de PARETO justo y con
equilibrio competitivo, dado un sistema adecuado de impuestos y transferencias de ingreso. Así, si un equilibrio es injusto socialmente desde el punto de
vista distributivo, se puede alcanzar un óptimo más justo, modificando la
dotación inicial de ingresos para que el mercado lo alcance. (SALCEDO, 1998).
Segundo, puede proponerse el principio de compensación ya que si el valor de
las ganancias de los que se benefician de una posición privilegiada es superior
al valor de la pérdida de los que resultan perjudicados, estos últimos deberían
ser compensados por quienes están en la posición ventajosa, sin que nadie
esté en una posición peor que antes.
Tercero, la justicia sería el resultado de elegir aquella institución o política que
maximice el bienestar social, por tanto las instituciones o políticas han de ser
18
He subrayado estas palabras porque considero que son centrales en la discusión que planteo en la última parte
de este trabajo.
19
Nuestra intuición moral nos diría que despojar a una familia de su vivienda es un acto reprochable y
profundamente injusto, sin embargo, la normatividad impelida a hacer cumplir las reglas y los contratos si
procede al despojo, aunque, paradójicamente viole el derecho a la propiedad de quien estaba pagando su
vivienda y por un hecho fortuito no pueda cumplir con las obligaciones.
20
Hacen parte de las libertades básicas las libertades políticas, de expresión y de reunión, de conciencia y de
pensamiento, el rechazo a la opresión psicológica, la agresión física o el desmembramiento, el derecho a la
propiedad personal y a la libertad; a su vez, las libertades hacen parte de los bienes primarios junto con los
derechos, las oportunidades, el ingreso, la riqueza y el respeto a sí mismo. (RAWLS, 1997).
Economía y Desarrollo - Noviembre 2002, vol. 1, n° 2
RACIONALIDAD ECONÓMICA Y JUSTICIA SOCIAL
153
juzgadas por la bondad de los estados sociales que produzcan, por sus
consecuencias y la evaluación de estas consecuencias desde el punto de vista
de los individuos afectados.
Cuarto, igualar la utilidad marginal decreciente ya que la misma cantidad de
bienes produciría la misma cantidad de utilidad a cada individuo. (CUADROS,
1999).
A pesar de las consideraciones anteriores sobre la justicia utilitarista, el punto
ha sido expuesto por RAWLS (op. cit.) para quien
“el principio de eficiencia no puede servir por sí solo como concepción de la justicia”
además que
“una concepción de la justicia social ha de ser considerada como aquella que
proporciona, en primera instancia, una pauta con la cual evaluar los aspectos
distributivos de la estructura básica de la sociedad” (ibídem, pág. 22).
Lo que lo lleva a plantear su propósito fundamental que es:
“elaborar una teoría de la justicia que represente una alternativa al pensamiento
utilitario en general y, por tanto, a todas sus diferentes versiones” (ibídem, pág. 34).
Pero veamos esta cita de RAWLS (ibídem, pág. 36) donde expone el problema.
“Lo primero que debemos observar es que realmente existe una manera de pensar
respecto a la sociedad que hace fácil suponer que la concepción de justicia más
racional es la utilitaria. Para comprobarlo consideremos que cada hombre, al
favorecer sus propios intereses, es ciertamente libre de equilibrar sus propias
pérdidas con sus propias ganancias. Podemos así imponernos un sacrificio
momentáneo con objeto de obtener después una ventaja mayor. Una persona actúa
de manera correcta, al menos cuando otros no resultan afectados, cuando trata de
obtener el mayor beneficio posible y de promover sus fines racionales. Ahora bien,
¿por qué la sociedad no habrá de actuar conforme al mismo principio aplicado al
grupo, considerando, por tanto, que aquello que es racional para un hombre lo es
también para una asociación de hombres? Así como el bienestar de una persona se
forma a partir de las diferentes satisfacciones que siente en distintos momentos
durante el curso de su vida, así, casi del mismo modo, el bienestar de la sociedad ha
de construirse a partir de la satisfacción de los sistemas de deseos de los muchos
individuos que pertenecen a ella. Puesto que el principio para un individuo es
promover tanto como sea posible su propio bienestar, esto es, su propio sistema de
deseos, el principio para la sociedad es promover tanto como sea posible el bienestar
del grupo, esto es, realizar en la mayor medida el sistema general de deseos al que
se llega a partir de los deseos de sus miembros. Del mismo modo que un individuo
equilibra ganancias presentes y futuras, de ese modo una sociedad puede equilibrar
satisfacciones e insatisfacciones entre individuos diferentes. Y así, mediante estas
reflexiones, se alcanza de modo natural el principio de utilidad: una sociedad está
correctamente ordenada cuando sus instituciones maximizan el equilibrio neto de
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154
PEDRO NEL PÁEZ PÉREZ
satisfacción. El principio de elección para una asociación de hombres es interpretado
como una extensión del principio de elección de un solo hombre. La justicia social
es el principio de prudencia racional aplicado a una concepción colectiva del
bienestar del grupo”.
Hasta aquí pareciera como si RAWLS estuviera de acuerdo con los principios
racionales utilitaristas. Si se puede pasar de la elección individual aplicando
los mismos principios a la elección social, ¿cuál es el problema si al menos
algunos mejoran y nadie empeora? Una estructura teórica ética se determina
en gran modo por la forma en que defina y conecte las dos nociones básicas
de le ética: lo bueno y lo justo. ¿Cómo lo hacen las teorías teleológicas? En
opinión de RAWLS, toman el camino más fácil que es definir el bien independientemente de lo justo, y entonces lo justo es definido como aquello que maximiza
el bien.
Desde esa concepción teleológica de la ética, son justas las instituciones que
produzcan el mayor bien, además tendrían un profundo atractivo intuitivo
(tales teorías) porque parecen incorporar la idea de racionalidad y si ésta es
maximizar algo, en lo moral debiera ser maximizar el bien que sí es concebido
separadamente de lo justo, se maximiza el bien sin preocuparse por lo justo21 .
Por eso,
“es tentador suponer que es evidente que las cosas debieran ordenarse de manera
tal que condujeran al mayor bien posible”. (pág. 36 ibídem).
Parece obvio suponer que en una concepción teleológica de la ética la
distribución no se considera un bien, ya que la distribución correcta —de la
mayor suma de satisfacción— en cada caso es la que produce la máxima
satisfacción.
Esto contradice abiertamente al utilitarismo radical que afirma que:
“las prácticas sociales y los arreglos sociales no se adoptan o rechazan porque estén
de acuerdo o en desacuerdo con la palabra de la Biblia, o con la ley natural, o con los
dictados de los principios éticos, o con la tradición histórica o la costumbre eterna.
En su lugar, el único criterio es: ¿dan lugar a resultados sociales deseables? Donde
otros podrían decir ‘los fines no justifican los medios’ el utilitarista replica: ¿qué
puede justificar los medios, excepto los fines logrados?”, HIRSHLEIFER, (1984 pág. 478).
III. Consideraciones sobre la justicia social
El anterior subtítulo parece sugerir que las normas, instituciones e intuiciones nuestras acerca de la justicia social no fueran las correctas a pesar de ser
concebidas en el marco racional descrito. El objetivo de esta sección es
21
Es evidente que si lo bueno se concibe independientemente de lo justo y el ideal es maximizar el bien sin atender
a lo justo, es un caso de restricciones de invarianza para los conjuntos de información, como se expuso antes.
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RACIONALIDAD ECONÓMICA Y JUSTICIA SOCIAL
155
establecer un nexo entre la teoría y la realidad, analizando el cambio en el
modelo de desarrollo.
La economía colombiana sufrió profundas transformaciones a partir de las
reformas estructurales y los programas de ajuste. Se ha impuesto el paradigma dominante o el pensamiento único. Esta nueva forma es individualista,
utilitiarista y aparentemente racional. Se fundamenta en la concepción de
individuos libres que toman decisiones autónomas en un mercado de competencia perfecta.
Pero por más refinada que sea la formalización de la racionalidad económica,
como se ha intentado más arriba, dista mucho de ser la explicación más
plausible para promover la justicia social. Eso lo ha reconocido ARROW, y
también las criticas desde diversas posiciones económicas y de la filosofía
moral. La concepción de políticas públicas obedece a criterios racionalesindividuales como los expuestos y la justicia —si es que hay una concepción
tal, se trastoca por el de eficiencia económica sin que alguno de los dos se
alcance. Una economía que se llame eficiente aunque no lo sea, bajo el criterio
de eficiencia en el sentido de PARETO, promueve una sociedad injusta desde el
punto de vista social. Eso debe ser así si se tiene en cuenta que las políticas
públicas no tienden a favorecer los intereses generales22 y este tipo de
decisiones terminan mejorando el bienestar de pocas personas, empeorando
el de muchas otras. El criterio de PARETO para una sociedad se aplica de la
siguiente forma: una política, cualquiera que sea, es socialmente deseable si
mejora la situación de unos pocos, desmejorando a la mayoría y su aprobación
es indiferente del consenso social.
Algunos problemas concernientes a las decisiones sociales quedan por fuera
del análisis de la economía, a pesar de que es una ciencia social. Esto quiere
decir que, al amparo del cambio del modelo de desarrollo23 también se
modifican enormemente las relaciones del Estado con la sociedad civil.
Los aspectos políticos del cambio en el modelo de desarrollo cayeron en una
concepción de lo social ambigua. La concepción de mercado como el espacio
en que los individuos realizan intercambios y elecciones racionales que
propician el mejor resultado social, es un concepto de mercado apoyado en el
orden espontáneo y sustentado en la elección individual. La concepción de lo
22
Este tipo de decisiones son muy comunes en nuestro medio. Hay leyes que se aplican sólo a una parte de la
sociedad, por ejemplo la Ley 100, que en un principio no cobijaba a los miembros del Congreso. Otros ejemplos
tienen que ver con que la deuda pública es quizá la principal fuente de desequilibrio de las finanzas públicas
pero en cambio las reformas tributarias terminan imponiéndose a sabiendas que los problemas estructurales
no se solucionan y a sabiendas que muy pronto habrá una propuesta similar al “sudor y lágrimas”. Eso
indudablemente debe afectar las expectativas de los agentes y la toma de decisiones. Creo que en ese sentido
los ejemplos abundan.
23
El cambio en el modelo de desarrollo se concibe como el paso de una economía altamente protegida y regulada
a una economía abierta y desregulada.
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156
PEDRO NEL PÁEZ PÉREZ
social es una concepción utilitarista y la búsqueda de la eficiencia se antepone
a la búsqueda de la justicia. Pero doce años más tarde ni somos más
competitivos, ni más eficientes ni más justos. El diagnóstico de aquellos
tiempos lo escuchamos actualmente y por lo que parece, es mucho más grave
de lo que supusieron los hacedores de política. Parece que hemos perdido
mucho más de dos décadas. Y lo más preocupante es que no se avizora un
futuro prometedor. El papel del Estado se relega a la defensa de los derechos
de propiedad y la creación de las instituciones correctas que garanticen el
ejercicio de los derechos de propiedad24 . Esto no es malo per se, porque todo
Estado tiene la obligación de defender la honra, vida y bienes de los asociados.
La pregunta es, ¿pueden defenderse los derechos de propiedad de un gran
porcentaje de población que está por debajo de la línea de indigencia? La idea
tampoco es que toda la población fuera propietaria aunque ese sería el ideal.
Pero la acción del Estado, a través de las políticas públicas y las instituciones,
a través de la transformación institucional, debe garantizarle (muchos de
quienes pagan impuestos religiosamente) las vías de participación en la toma
de decisiones a través del ejercicio pleno de sus derechos, de las libertades. De
unas condiciones mínimas que mejoren sus condiciones de vida y que no
necesariamente tienen que ser materiales o instrumentalistas.
Aunque se ha originado un cambio sustancial en los aspectos normativos e
institucionales y en las políticas sociales a partir de los programas de ajuste,
y la crisis de la década de los ochenta, el desarrollo institucional y participativo
está por hacerse. Es muy posible que la sociedad quiera más seguridad o más
mercado, pero también instituciones remozadas y ágiles que permita a los
ciudadanos, a través de las instituciones el acceso a la participación activa en
la toma de escisiones.
Antes de las reformas, tuvieron auge las políticas sociales con sistemas de
previsión y una orientación universalista. La cobertura se suponía universal
y el acceso teóricamente equitativo. Bajo el principio universalista se garantizó
el suministro de servicios sociales básicos a todos los miembros de la sociedad,
sin discriminar por ingresos, género, tipo de vinculación laboral o niveles de
riesgo (CEPAL, 1999). Así se afectó positivamente el nivel de bienestar social, con
la garantía de la protección social gratuita. Bajo esta concepción se masificaron
los servicios sociales, conformados por educación, salubridad, seguridad
social, vivienda, bienestar social, asistencia social y desarrollo rural.
Por cada uno de los componentes de la política social se concibió y desarrollaron políticas sectoriales lo que supuso una fuerte intervención estatal con
logros importantes en cobertura y calidad. Los servicios sociales25 se complementaron con subsidios de fomento y para servicios públicos, que junto con
programas de generación de empleo, significaron una distribución del ingreso
24
Debe reconocerse que un estado tal sólo tiene sentido para alguien que tiene propiedad. Es decir, debe ser un
agente representativo a algo así.
Economía y Desarrollo - Noviembre 2002, vol. 1, n° 2
RACIONALIDAD ECONÓMICA Y JUSTICIA SOCIAL
157
más equitativo. Fueron políticas estatales en su diseño, financiación, recaudación, aseguramiento, compra, provisión y supervisión.
Pero empiezan a ser enérgicamente cuestionadas por el cambio de las
condiciones económicas de América Latina en los años ochenta, la crisis fiscal
y en la crítica al fundamento universalista. Se habría terminado favoreciendo
a los más pudientes y excluyendo a los más necesitados, originando un
sistema claramente inequitativo. La nueva realidad económica da lugar a un
nuevo enfoque basado sólo en la búsqueda de la eficiencia, al amparo de la
racionalidad económica, más concretamente de la economía del bienestar.
Ese es el nuevo paradigma. Una nueva concepción de lo social comienza por
recortar el gasto público como respuesta a la crisis fiscal. Se caracterizará por
políticas selectivas, orientadas a grupos específicos, complementadas con
estrategias de lucha contra la pobreza. El diseño de la política social se
subordina al crecimiento económico y se concibe como estrategias
compensatorias y amortiguadoras de los costos sociales derivados del ajuste.
Esta nueva concepción se articula e impulsa en un escenario de apertura, la
caída del gasto público —con profundos cambios a seguridad social en las
instituciones, la regulación y el financiamiento. Como resultado, se acentúa
la crisis, reflejada en el deterioro de los indicadores sociales.
En resumen, los procesos de estabilización y las reformas estructurales26 se
dirigen a recobrar los equilibrios macroeconómicos básicos, para atender el
servicio de la deuda, la reducción del déficit fiscal y de la inflación en medio
de un crecimiento económico mediocre.
Las consideraciones anteriores muestran cómo en la última década, se ha
presentado un cambio en la concepción, diseño y ejecución de la política social
que va desde el Estado benefactor hasta el replanteamiento de su papel, en la
financiación y la regulación en la prestación de este tipo de servicios. En el
análisis de la política social se ha caído en la asepsia teórica y conceptual, que
propician prácticas sociales erráticas, e inequitativas.
Los organismos multilaterales de crédito promueven la reforma de tres
elementos: la menor intervención del Estado a través de la redefinición de su
papel; la participación del sector privado y el cobro de cargos a los usuarios.
La extensa literatura de estas instituciones a lo largo de los años ochenta y
noventa están llenas de este tipo de recomendaciones y fueron incorporadas
al pie de la letra en el diseño de políticas públicas, en muchos países. Al
respecto el Banco Mundial recomendaba que:
25
CEPAL denomina como servicios básicos de valor social a la educación, atención en salud, nutrición y vivienda
con sus servicios básicos junto con condiciones dignas de trabajo.
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158
PEDRO NEL PÁEZ PÉREZ
“Muchos países, entre ellos China y Hungría, han hecho creciente hincapié en las
fuerzas del mercado y los incentivos individuales. Ello se debe en parte a cambios en
la teoría del desarrollo. Hubo un tiempo que los economistas pensaron que las
rigideces estructurales de los países en desarrollo constituían un importante
obstáculo al crecimiento, pero actualmente se pone más el acento en el daño causado
por las señales distorsionantes de los precios. Esto es reflejo de la creciente
convicción de que los recursos son más móviles de lo que solía pensarse y que los
productores y los consumidores de los países en desarrollo responden rápidamente
a las señales de los precios. Las teorías anteriores requerían la intervención directa
de los gobiernos en la asignación de recursos, mientras que la opinión más moderna
destaca la importancia primordial de unos mercados que funcionen bien y una
señales correctas de precios” (Banco Mundial, 1987).
Y en cuanto a las prelaciones en materia de gastos (sociales) se recomendaba
el establecimiento de prioridades, es decir, que los gastos y subvenciones
deberían ser selectivos en cuanto a los tipos de servicios prestados y estar
orientados hacia beneficiarios escogidos; la movilización de recursos financieros recomendaba el cobro de cargos a los usuarios para aumentar la eficiencia
económica y aumentar los ingresos. Y por último, la descentralización del
suministro, es decir, el traspaso de responsabilidades administrativas y
financieras
“a quienes están más familiarizados con las condiciones y las necesidades locales
para que mejore la eficiencia y aumenten los ingresos”.
El Plan de Desarrollo la Revolución Pacífica sostenía que:
“la moderna teoría propone que el Estado, en vez de ser displicente con el mercado,
contribuya a fortalecerlo, promoviendo la competencia interna y externa para una
asignación más eficiente de los recursos; que utilice instrumentos tales como
subsidios explícitos e impuestos, en vez de una acción universal e indiscriminada en
materia económica y social que acreciente su presencia, que sea selectiva en el tipo
de mercados en que intervenga (centrándose en los bienes públicos y con
externalidades); que focalice su acción en los agentes que requieren especial
consideración (los más necesitados y de menores recursos); que, finalmente, en lugar
de confiar en la financiación automática de sus actos, ignorando sus costos,
considere la bondad de los usos alternativos de los recursos públicos y la necesidad
de la consistencia macroeconómica para generarlos” (DNP, 1991)27 .
Creo que las similitudes entre el Banco Mundial y el Departamento Nacional
de Planeación son pura coincidencia. Siguiendo con esa línea de argumentación, la nueva concepción de la economía se articula con un discurso político
contra el liberalismo estatista, el que habría originado una crisis de autoridad,
poniendo en riesgo la viabilidad del Estado mismo. Por eso debe redefinirse la
articulación entre Estado y sociedad civil. El punto central va a ser la crisis
26
Se conocen como procesos de reformas estructurales al siguiente conjunto de eventos: apertura de la economía,
papel protagónico del sector privado, y que implicó profundas transformaciones en los aspectos comerciales,
financiero, laboral, seguridad social y la reforma del Estado por los procesos de desregulación y privatización.
27
Muestra de esto es, por ejemplo, los extensos documentos del programa de desarrollo de GAVIRIA, la revolución
pacífica. Véase también FMI, 1996.
Economía y Desarrollo - Noviembre 2002, vol. 1, n° 2
RACIONALIDAD ECONÓMICA Y JUSTICIA SOCIAL
159
fiscal. Las demandas ilimitadas al Estado originaron una recarga que el
Estado era incapaz de satisfacer que conduce a su paulatina deslegitimación.
Así se consolida un nuevo proyecto político caracterizado por la reafirmación
de la autoridad, pues se cree que un gobierno con autoridad es una condición
necesaria para el ejercicio de la libertad. Eso supone la búsqueda de un Estado
que no sea desacreditado por el fracaso de sus programas sociales. Por tanto
es imperativo el redimensionamiento de las relaciones de la sociedad civil al
Estado, instituido este último como garante autoritario y exclusivo de la
libertad y el orden.
Los puntos anteriores permiten suponer una redefinición radical de la
relación entre Estado y sociedad civil. Se recortan significativamente los
gastos fiscales originados en las actividades y aparatos estatales, pero
manteniendo aquellos programas e instituciones que probablemente sean
eficaces en la tarea de controlar y/o neutralizar posibles presiones. Además,
como quiera que un número grande de actividades no pueden ser liquidadas,
la autoridad gubernamental se protege dispersando las responsabilidades de
sus eventuales fracasos en los niveles regionales de gobierno. Esto significa
que el mercado debe ser liberado de las restricciones intervencionistas y deba
convertirse en el agente de la asignación —eficiente— de recursos escasos y
baluarte de las libertades democráticas. En caso de frustraciones o fracasos,
el mercado tiene una ventaja sobre el Estado: es anónimo e impersonal y nadie
tendrá que ocupar el lugar del chivo expiatorio, como suele ocurrirle al
gobierno.
En ese marco se propone la reducción de los gastos fiscales y una considerable
desvalorización de la fuerza de trabajo, por medio de la flexibilización del
mercado laboral. En líneas generales, se reduce la dimensión de los aparatos
estatales28 , se privatiza la economía29 y la mayoría de decisiones económicas
se encomienda a los mercados.
A manera de conclusión, en este trabajo se han expuesto tres puntos
fundamentales: primero, la racionalidad económica en el marco de la teoría
del bienestar, en segundo lugar, el advenimiento de una nueva forma de ver
28
Tal reducción es aparente. Aunque se han despedido muchos trabajadores estatales, la proliferación de
nóminas paralelas en las entidades estatales no permiten la reducción de los gastos. Basta con mirar las
estadísticas fiscales para cerciorarse cómo, entre 1990 y 1999 el número de personas que se desempeñaron en
cargos públicos no ha disminuido, lo que se ratifica por el rubro de gastos generales que se ha incrementado
al mismo ritmo.
29
La privatización suponía la participación del sector ídem en la búsqueda de la eficiencia en la prestación de
algunos servicios sociales. Pero tristemente se ha prestado para que parte de este sector y la mala fe de algunos
funcionarios públicos la hayan convertido en la más grande fuente de desangre de los recursos estatales.
Hagamos un poco de memoria. FONCOLPUERTOS, El Cerrejón, DRAGACOL, con prestantes figuras de la política
involucrados, Termo Río, la última que conocemos, CAJANAL, Superintendencia de Servicios Públicos (por
Termo Río) aparte de la contratación irregular violando las mínimas normas que se han elaborado para el efecto
y que el mismo Congreso se encarga de ignorar. Pero, ¿qué dicen los partidarios del paradigma a ese respecto?
¿Estos descalabros no son más o igual costosos que la prestación universal de un servicio social? Estas señales
no distorsionan los precios, como sí ocurría en el modelo proteccionista? Quedan abiertas las preguntas.
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160
PEDRO NEL PÁEZ PÉREZ
la economía basada en la racionalidad y el individualismo, y en tercer lugar,
los aspectos económicos y políticos del cambio del modelo de desarrollo,
concepción desde la que desaparece la política social por una concepción más
bien ambigua de gasto social, donde no tiene no tiene lugar el criterio de
justicia social. Estas son algunas exploraciones iniciales que se irán decantando y nos permitirán entender cómo funciona una sociedad tan compleja
como la nuestra.
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