La UIS somos todos Las palabras excelencia y calidad no deben

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LA UIS SOMOS TODOS
Las palabras excelencia y calidad no deben ser epítetos que se deben acuñar como plataformas de
lanzamiento de una institución que de verdad pretenda que ellos sean los que por sí solos digan y midan el
quehacer diario institucional y sean su sello en las instancias que así lo ameriten. Partiendo del hecho de
que la calidad y la excelencia no se predican, se construyen, y cuando se persigue realmente esos
calificativos como emblema y carta de presentación, será muy difícil lograr los objetivos propuestos si en
las diferentes estrategias y esquemas estructurales, no se tienen realmente en cuenta todos los actores que
hacen parte de su organización.
En una verdadera organización cualquiera de los actores que defeccione, representará una grieta
significativa en su estructura que sin duda impedirá el absoluto cumplimiento de las metas propuestas.
Para que se logren realmente los propósitos, y estos se conviertan en una identidad, es absolutamente
necesario que todos los actores se comprometan, y cada uno sienta y viva con intensidad su importancia
dentro la institución; sólo así, se puede consolidar el frente común para que avance en forma sostenida y
cada vez más arrolladora hacia las metas propuestas, por difícil e inalcanzable que éstas parezcan. A
todos los actores hay que reconocerles su importancia en el cumplimiento de los objetivos que a diario de
trazan institucionalmente. En ese sentido también se debe distinguir e identificar la Alma Mater, su
ecuanimidad para con sus colaboradores, pues todos hacen parte de la misma familia, y ella a cada uno le
reconoce la importancia que tiene en sus logros.
Hasta hora, la UIS somos todos, ha sido sólo un decir, pues si realmente fuera así un panorama muy
diferente estaríamos viviendo. Además de los estudiantes, profesores de planta y cátedra, y funcionarios
administrativos, secretarias y auxiliares, hay otros actores que también tienen que ser reconocidos. Los
funcionarios de servicios, profesionales y los que no lo son, que cumplen funciones de: técnicos,
vigilancia, cafetería, jardinería, aseo, y oficios varios, con cualquier vinculación a la universidad, de
manera paciente y silenciosa cumplen un papel protagónico importante que es necesario reconocer en
todo momento. En la medida que ese reconocimiento e importancia sea dado a todos los miembros de la
comunidad, con seguridad que un mayor compromiso y sentido de pertenencia se despierta en ellos, y la
armonía, solidaridad y afán de servicio entre otros, serán su respuesta.
La UIS somos todos, debe traducir entre otras connotaciones, la coherencia y la armonía que dentro de
una amplia pluralidad debe identificar a las instituciones que aspiran a un protagonismo de gran impacto.
Hacia allá es donde tenemos que apuntar con la contribución de todos los actores, todos activos, no
pasivos, tenemos que lograr nuestros caros propósitos. Ha llegado la hora de hablar un mismo idioma,
confundirnos en los mismos propósitos y aspiraciones, apuntar en la misma dirección, y de verdad
sentirnos miembros de la misma familia, y no habrá más esa 27 que separe esta familia llamada UIS que
está personificada en la Alma Máter.
El crecimiento vertical sólo será posible cuando todas las bases están plenamente sintonizadas. La
condición para alcanzar los ideales propuestos en el resurgir de la U I S, exige de sus bases, la comunidad
en todo su contexto, un trabajo con el más alto sentido altruista, pues la prioridad es rescatar la Alma
Máter, para ubicarla en el sitio relevante en que ella tiene que estar, y desde donde pueda iluminar con
gran resplandor a la sociedad.
Se llego la hora de comprometer todos nuestros esfuerzos para construir el liderazgo que hemos
extraviado, tiene que renacer y salir a flote en todos, nuestro compromiso institucional y sentido de
pertenencia para poder alcanzar esa condición tan codiciada. Ya no puede haber espacio para los
discursos sin acción, ahora estos los deberán escribir quienes están para cumplir con esa misión.
Tenemos que retomar aquellos ideales que seguramente una vez nos propusimos obtener, teniendo como
base la mejor formación académica, científica, técnica e intelectual y capacitación en general. Se llegó el
momento de retomar la construcción de aquellos pilares fundamentales que son el corazón y la esencia de
la institución. Hay un ropaje, pero hay que revitalizar y fortalecer con las mejores vitaminas lo que hay
bajo ese ropaje, que es lo esencial, lo fundamental. El faro hoy ilumina con una luz demasiado tenue, hay
que trabajar para que recupere su brillo, y como muestra de su resurgir, lo haga con una luz cada vez más
intensa y alcance hasta los más oscuro rincones de la patria trascendiendo fuera de sus fronteras.
No se puede ahorrar ningún esfuerzo por ser el mejor en la función que le corresponde, y para lo cual fue
admitido en la Alma Máter. La unión de lo mejor tiene que conducir a lo más sobresaliente, esa tendrá
que ser nuestra consigna de aquí en adelante si de veras queremos ser los artífices de esa nueva versión de
la U I S, con la capacidad de lograr los más encumbrados logros y ubicarla donde sólo hay sitio para las
mejores. Sólo de esa manera nos podemos sentir verdaderamente orgullosos del fruto de nuestro trabajo, y
una constancia real para ser reconocida con respeto y admiración por las futuras generaciones.
Como fruto de la construcción de esa fortaleza en la que todos nos empeñamos, surgen múltiples
beneficios, de los cuales el más importante y que tendrá mayor impacto en los menos favorecidos es el
trato digno para todos, que armonice con la realidad que representa tal construcción en la sociedad.
Cuando se logran plenamente los objetivos, la verdadera justicia se impone y no habrá razón para generar
las desigualdades que menoscaban los ideales alcanzados, y menos, debilitar la armonía que debe
caracterizar la inmaculada razón de ser de la Alma Máter.
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