ÍNDICE • Boston Celtics pág 4 • Brooklyn Nets pág 12 • New York Knicks pág 20 • Philadelphia Sixers pág 28 • Toronto Raptors pág 36 • Chicago Bulls pág 44 • Cleveland Cavaliers pág 52 • Detroit Pistons pág 61 • Indiana Pacers pág 68 • Milwaukee Bucks pág 77 • Atlanta Hawks pág 85 • Charlotte Hornets pág 92 • Miami Heat pág 101 • Orlando Magic pág 109 • Washington Wizards pág 117 • Denver Nuggets pág 126 • Minnesota Timberwolves pág 134 • Oklahoma City Thunder pág 143 • Portland Trail Blazers pág 152 • Utah Jazz pág 160 • Golden State Warriors pág 168 • Los Angeles Clippers pág 176 • Los Angeles Lakers pág 184 • Phoenix Suns pág 192 • Sacramento Kings pág 201 • Dallas Mavericks pág 209 • Houston Rockets pág 218 • Memphis Grizzlies pág 227 • New Orleans Pelicans pág 237 • San Antonio Spurs pág 245 BOSTON CELTICS Memoria 2013-2014 Balance: 25-57. Fuera de Playoffs. Eficiencia Ofensiva Ritmo Eficiencia Defensiva 99.7 (27º) 96 (15º) 105.2 (20º) Ataque 4 Factores Defensa 47.7% (28º) % efectivo en tiros 50.5% (15º) 24.8% (28º) Tiros libres 29.9% (19º) 15.9% (28º) Pérdidas 14.9% (18º) 27.4% (8º) Rebote ofensivo 25.8% (19º) Glosario de la Memoria 2013/14: * Ritmo: posesiones cada 48 minutos / Ef. Ofensiva: puntos producidos cada 100 posesiones / Ef. Defensiva: puntos recibidos cada 100 posesiones. * Porcentaje efectivo: une valores en tiros de dos y triples / Tiros libres: porcentaje de tiros libres (lanzado o recibido) sobre el total de lanzamientos / Pérdidas: pérdidas de balón (propias o provocadas) cada 100 posesiones / Rebote ofensivo: Capturas (conseguidas o permitidas) sobre el total. Boston es una de las franquicias más previsiblemente imprevisibles de la NBA esta temporada. Descifremos el juego de palabras. Por un lado hay un elemento relativamente sencillo de esperar: con los mimbres actuales parece difícil lograr un billete para la fase final (que, por otro lado, quizás ni interese), incluso en un Este especialmente agradecido con los sueños de los equipos con pocos recursos. Por el otro, hay un factor incontrolable: buena parte del proyecto parece supeditado al rumbo que tome la franquicia durante los próximos meses manejando el asunto Rajon Rondo. Rondo es, con diferencia, el mejor jugador de esa plantilla. Pero también posiblemente el que menos se integre realmente en un conjunto que no está capacitado para competir –al más alto nivel, se entiende- actualmente. La reconstrucción no se pensó para las estrellas y él acaba contrato (12.9 millones) el próximo verano, así que pensar que Danny Ainge tiene algo entre manos guarda altas posibilidades de acierto. Ahora bien, saber el qué es prácticamente imposible. Brad Stevens, año II Hay salvajes diferencias entre dirigir a la humilde Universidad de Butler y al año siguiente estar al mando de la franquicia más laureada de la historia de la NBA. El vértigo aquí es un factor real. El curso pasado fue, lógicamente, de adaptación para uno de los técnicos más brillantes de la nueva hornada. Sin embargo el aspecto más importante con Brad Stevens fue que, sin agarrarse al inmovilismo, no cambió en esencia su forma de actuar y entrenar. Es decir, el escenario cambió radicalmente pero él siguió siendo el mismo. Y en su caso eso son buenas noticias. Drew Cannon (24 años), uno de los máximos exponentes (y prodigios) de la fiebre por la estadística avanzada en la NBA, llegó con él a los Celtics. Su trato con los jugadores mantiene los rasgos de extrema cercanía que le caracteriza y su concepción de baloncesto sigue abrazando colectivo e innovación en una mezcla más que sugerente. Resumiendo, Stevens tiene claro cómo ir marcando su propio camino… y le dejan hacerlo, que no es poco. Siendo complicado dejar su sello en apenas un año, más aún en un contexto asfixiado de creatividad en su plantilla, Stevens aumentó reseñablemente el ritmo de juego de los Celtics (dos posesiones más por cada 48 minutos) y buscó modo de sacar beneficios del rebote ofensivo (top 10 NBA en ese apartado), algo arriesgado teniendo en cuenta el problemático pasado reciente de Boston con las capturas. Con Rondo fuera de combate dos tercios del curso, una ‘pintura’ de plastilina y el mejor Draft de la última década a la vuelta de la esquina, generar un ecosistema que permitiese ganar confianza individual a jugadores que la necesitan ya es un logro de valor. Posiblemente ahora invisible pero igualmente de interés de cara al futuro, tratando de potenciar su valor. Este curso Stevens cuenta con el factor imprevisible de Rondo, no tanto por rendimiento como por cuánto tiempo podrá hacerlo, unido al novato Marcus Smart y a dos cartas más para poder producir desde fuera (Marcus Thornton y Evan Turner) pero el juego interior sigue necesitando un gran impulso para poder ver algo más que buenas intenciones en el nuevo técnico de los Celtics. Smart y Bradley, creer o no creer Ofensivamente los Celtics fueron, para sus propios aficionados, un dolor de cabeza la pasada temporada. El único aspecto real en el que generaban amenaza era el ya citado rebote ofensivo y más puede verse como una solución secundaria del propio Stevens para minimizar los tremendos problemas del equipo en estático. Debido sobre todo a la falta de talento al generar situaciones, kryptonita del bloque. El balón corría poco y mal en el ataque de Boston. El equipo perdía demasiados balones (16 por cada 100 posesiones, antepenúltimo registro NBA), apenas daba 16 asistencias por 100 posesiones (22ª marca en la Liga) y lanzaba demasiado desde esa ‘zona prohibida’ llamada media distancia. Para colmo, ni siquiera iba con asiduidad a la línea de personal. Sobrevivir sin Rondo (y sin nadie para suplir mínimamente su función) fue sencillamente imposible para un sistema ofensivo que se escribía con su nombre. Pero la cuestión ahora es comprobar si realmente Marcus Smart puede llegar a hacer pensar que eso sea posible en un futuro próximo. A pesar de sus problemas en el lanzamiento –extremadamente irregular- y a la espera de comprobar su grado de adaptación física al profesionalismo – diferencia importante con respecto a la Universidad-, Smart es un perfil capaz de anotar. Sin embargo el problema de Boston va más allá de anotar, papel que podrían descargar en parte Marcus Thornton (acaba contrato el próximo verano y tiene un escenario propicio delante: olor a año grande) o Evan Turner (en su enésima oportunidad, también dispone de un gran contexto para brillar), y se centra más en la creación. Para ejecutar situaciones antes es recomendable producir las ventajas. Boston ha apostado por Avery Bradley (32 millones por 4 años este verano) en una señal de confianza hacia un jugador cuya ética de trabajo puede sugerir algo más que un ‘stopper’ de élite. Pero pese a sus progresos en el lanzamiento de tres, siempre recibiendo con ventaja, su poder en ataque se encuentra muy alejado de la creatividad colectiva. Usar dos ‘combo-guards’ tiene sus ventajas si se hacen compatibles. Pero ni Smart ni Bradley parecen vías primarias a la hora de anotar –ambos tienen problemas para generar amenaza constante desde fuera- ni generar, circunstancia especialmente importante cuando dentro el equipo tampoco tiene esa figura. El espacio ofensivo en Boston dista mucho de lo ideal (tercer peor porcentaje en triples la temporada pasada) y la solución apunta, más que a añadir tiradores, a encontrar el modo de producir buenos tiros. Que parece lo mismo pero no lo es. De Jeff Green a Jared Sullinger El pasado curso era, teóricamente, una gran oportunidad para ver un crecimiento importante en Jeff Green. En un juego interior huérfano de casi todo y con un rol principal en ausencia de Rondo, la mejor noticia para Green fue que disputó los 82 partidos de la fase regular por segunda vez en su carrera (2009-10, la anterior). Conociendo sus problemas de corazón en el pasado es una fantástica noticia, pero seguramente los Celtics esperaban más en un año susceptible para mostrarlo. Green fue el líder de Boston en anotación (16.9 puntos) pero no transmitió ese mismo papel en el juego, circunstancia aún más valiosa para un equipo joven ávido de talentos que, además de brillar, sepan ejercer como guía. Sus problemas para defender la ‘pintura’ y rebotear hicieron de él un jugador aceptable para un rol secundario justo en el año en el que podía demostrar ser algo más que eso. Boston tuvo muchos problemas para defender la zona restringida el pasado curso. Por falta de tamaño y poder físico, los rivales buscaban generar desde el área que mejores porcentajes provoca y a menudo lo conseguían. Sólo cinco equipos permitieron más tiros en las inmediaciones del aro que los Celtics, un dato crítico y a sumar a sus problemas endémicos en el rebote defensivo (sólo diez equipos cedieron mayor volumen de capturas ofensivas por posesión). La necesidad hizo plantear quintetos con ‘pequeños’ jugando de ‘cinco’, hechos que exponían los problemas de Kelly Olynyk, Jared Sullinger o Brandon Bass en esas situaciones. Posiblemente la llegada de Tyler Zeller tampoco sea suficiente para blindar algo las entrañas de su defensa, así que es de esperar que el libreto de Stevens se vuelva más especulativo, cerrando su zona, para evitar repetir problemas pasados. Entre tanto cuatro de cinco y ejercicios experimentales, el curso pasado dejó vía libre para que Jared Sullinger demostrase cualidades. Estando apto para jugar (disputó 74 partidos), Jared demostró instinto animal para el rebote ofensivo (3.3 por partido en apenas 27 minutos) y una gran capacidad para producir. Si vuelve a estar físicamente bien, sería poco de extrañar que acabe absorbiendo focos este curso en unos Celtics que, de todas formas, lo que más añoran ofensivamente por dentro es una figura que sepa generar de espaldas – y no sólo de cara- al aro. Al menos para aliviar el proceso creativo que tantas dificultades encuentra por fuera. Mientras tanto, el desarrollo de Olynyk como ‘cuatro abierto’ y el impacto de Sullinger van a seguir centrando miradas en la rotación interior. Hablando de dólares: Boston tiene una carga salarial muy considerable aunque la realidad es que guarda un considerado margen para el optimismo con su situación. De sus cuatro contratos más voluminosos sólo dos superan los diez millones, siendo uno el de Rondo (‘expiring’). El otro (Gerald Wallace) expira en 2016, pudiéndose convertir en un activo de valor a la hora de moverse en el mercado. Para un equipo sin urgencias y que actualmente piensa en refuerzos vía Draft y Agencia Libre, Ainge tiene rondas y maniobrabilidad decente. Por experiencia, tampoco necesita más. A seguir: Renovado este verano, con la tranquilidad de que en el proyecto se confía en sus posibilidades, Avery Bradley afronta un año importante. Su despliegue defensivo le hace ya uno de los mejores ‘stoppers’ de perímetro de la Liga, tanto sobre balón como en ayudas. Pero su ética de trabajo en el tiro y capacidad de encontrar situaciones para sumar puntos descubre un potencial real para alcanzar otro escalón. Con Boston huérfano de un perfil que ofrezca un paso adelante, a la espera de ver qué sucede con Rondo, la oportunidad para Bradley es más que sugerente. BROOKLYN NETS Memoria 2013-2014 Balance: 44-38 (6º Este). Eliminados en Segunda Ronda. Eficiencia Ofensiva Ritmo Eficiencia Defensiva 104.4 (14º) 93.6 (25º) 104.9 (19º) Ataque 4 Factores Defensa 51.4% (10º) % efectivo en tiros 50.9% (18º) 31.3% (5º) Tiros libres 31.1% (25º) 15.4% (17º) Pérdidas 16.7% (2º) 21.7% (27º) Rebote ofensivo 27.7% (28º) Glosario de la Memoria 2013/14: * Ritmo: posesiones cada 48 minutos / Ef. Ofensiva: puntos producidos cada 100 posesiones / Ef. Defensiva: puntos recibidos cada 100 posesiones. * Porcentaje efectivo: une valores en tiros de dos y triples / Tiros libres: porcentaje de tiros libres (lanzado o recibido) sobre el total de lanzamientos / Pérdidas: pérdidas de balón (propias o provocadas) cada 100 posesiones / Rebote ofensivo: Capturas (conseguidas o permitidas) sobre el total. Brooklyn ganó el curso pasado, y sobre la bocina del séptimo partido, la primera eliminatoria de Playoffs de la era Prokhorov. Para un equipo que aspiraba a ganar el título en cinco años (el ruso se convirtió en propietario en 2010) ciertamente sabe a poco. El apoteósico desfile salarial encuentra este curso acomodo sobre la figura de Lionel Hollins, que regresa a un banquillo para asumir uno de los retos más fascinantes que existen en la Liga: dar vida al Frankenstein del baloncesto NBA. Los Nets vuelven a presentar un cóctel muy particular: muchísimo talento en una plantilla profunda y muy veterana, con tendencia a los problemas físicos y aún con una identidad por formar. Sin haber hallado aún camino estable, Brooklyn es, por talento bruto, un equipo de Playoffs en el Este y, en caso de alcanzar finalmente equilibrio colectivo, una jaqueca para cualquiera. Su escenario repite, con sus mismos pros y contras: tienen un techo muy elevado pero parten de un punto inicial por debajo de sus competidores. Qué bueno que volviste, Lionel Su salida de Memphis no se produjo por motivos deportivos. Y aquella circunstancia –junto a su elevado caché- pareció alimentar cierto recelo hacia la figura de un técnico que, aun habiendo llevado a la élite a los Grizzlies (finalistas de Conferencia en 2013), no encontró banquillo en todo el pasado curso. En algunos casos (Detroit, el más llamativo) incluso inexplicablemente. Hollins es un entrenador de la vieja escuela, que prefiere guardar distancia con la vorágine de la estadística avanzada y mantiene conceptos clásicos de la química colectiva y el trabajo con interiores, algo que encuentra receptividad en el núcleo duro del roster de los Nets. Sin embargo en su desafío, dotar de una identidad colectiva real a lo que lleva tiempo siendo una mera acumulación de recursos, importa tanto el qué –lograrlo- como el cuándo –pronto-. Porque los Nets de Mikhail Prokhorov viven atados a su propia urgencia temporal. No es de esperar que Hollins varíe la estructura básica de un equipo que ya el año pasado jugó a ritmos muy lentos. Por necesidad le conviene que así sea, hay tamaño pero no despliegue atlético. Pero sí es conveniente que ejecute algunos matices necesarios para un bloque que, aún prescindiendo de la transición, tenía algunos rasgos mal enfocados. Vías de agua con solución, en todo caso. Brooklyn prescindía, por convicción, de atacar el rebote ofensivo (al igual que Miami, por ejemplo) con el fin de cuidar su transición defensiva y no sobrecargar físicamente a un equipo ya veterano. Algo con sentido. Sin embargo, a la hora de ver carencias llamaba la atención la cantidad de puntos que los Nets recibían en contextos de contraataque o segunda jugada, teniendo en cuenta su grado de prevención. Igualmente, sorprendía lo cuidado del espacio ofensivo con el tiro de tres y especialmente en las esquinas -espacio en el que Brooklyn tuvo un tramo como equipo puntero de la Liga por amenaza y ejecución-, con la renuncia a atacar la zona y finalizar cerca del aro, zona más efectiva para atacar. El curso pasado sólo Toronto lanzó menos desde el área restringida que los Nets. En cierto modo, Brooklyn aglutinaba rasgos muy positivos del entendimiento de qué hacer y cómo lograrlo en el baloncesto moderno, con otros ejemplos contrarios a su propia idea. La sensación que dejan hechos así invita a pensar que los Nets fueron constantemente un equipo a medio hacer, un producto incompleto, algo que sobre todo les penalizó defensivamente. Aunque por otro lado ese rasgo (estar en permanente formación) resulta casi inevitable para un conjunto que ha vivido cuatro entrenadores diferentes en menos de dos años. La paciencia en Brooklyn no existe. Y tiene sus consecuencias. Deron y Brook al rescate Uno de los hechos que puede marcar la temporada en Brooklyn es, obviamente, que dos de sus dos jugadores más influyentes estén de vuelta. El peso de Deron Williams y Brook Lopez es crucial incluso en una de la rotaciones más profundas de la Liga. Entre ambos se perdieron el año pasado 83 partidos y, hablando de dos elementos clave a la hora de crear un sistema estable, sin duda son demasiados. Deron Williams parece esclavo de su propio culmen, víctima de unos problemas físicos primero y de confianza después que han impedido que se vuelva a ver a aquel jugador pletórico que rivalizaba con Chris Paul por el trono de mejor base del planeta. A sus 30 años, Williams es menos de lo que sugería entonces… pero aun así más de lo que parece. Sin llegar a encontrar química real con los inquilinos del banquillo ni un peso desmedido en el juego, D-Will fue el año pasado el jugador más diferencial de los Nets. Con él en cancha, el balance neto entre rendimiento ofensivo y defensivo ascendió a +5 puntos por 100 posesiones, más del doble que los siguientes en la lista (Livingston y Pierce). El esperado protagonismo de Williams contrasta, por otro lado, con el problema aún sin solución que presenta Brooklyn a la hora de plantar a su lado a Joe Johnson. Básicamente porque Johnson, acostumbrado toda su carrera a desarrollar un rol de generador primario, también necesita el balón y demanda espacios de acción muy similares a Williams. A pesar de su contrato (le quedan 48 millones por los próximos dos años), Johnson deportivamente es un jugador de impacto y lo volvió a demostrar el año pasado, teniendo períodos soberbios. El asunto es ver qué tipo de respuesta da Hollins a la coexistencia de los dos focos de perímetro del equipo, siendo ambos consagrados motores ofensivos. La presencia de Brook Lopez es aún más necesaria que la de Williams para los Nets. La pintura de Brooklyn sobrevivió la temporada pasada gracias la agradable sorpresa de Mason Plumlee, siempre vitamínico y servicial en cancha, y la efervescencia competitiva de Kevin Garnett, que a sus 37 años dejó registros de élite de la Liga tanto en el impacto defensivo (sólo 100 puntos encajados por 100 posesiones con él en cancha) como en el rebote defensivo (31% de capturas), dos aspectos vitales para los Nets. Pero algo así no es asumible para un equipo con ciertas aspiraciones. El regreso de Lopez devolverá, por tanto, la normalidad a un juego interior raquítico sin él y que, a pesar del indomable Garnett, fue permanentemente sometido bajo los aros el curso pasado (segundo peor diferencial en rebote de toda la Liga, sólo por detrás del extraterrestre dato de los Lakers), y de forma especialmente sangrante en el propio. Sin ser Lopez un excelente reboteador ni intimidador, su presencia debe regular –en ambos lados de la pista- una rotación interior a la que Andrei Kirilenko debería acabar sumándose para dotar de mayor versatilidad al esquema. El puzzle de las mil piezas Es precisamente el manejo de la rotación uno de los elementos clave con los Nets. Brooklyn tiene profundidad en todas las posiciones, sobre todo de perímetro, pero nunca ha llegado a darle un factor diferencial real. La principal complejidad de contar con mucho talento es a menudo ser capaz de encontrar el modo de aprovechar todo ese potencial. No es sencillo. La segunda unidad de los Nets podría encontrar impulso ofensivo a discreción, gran espaciado ofensivo y posibilidades de plantear quintetos de mayor o menor tamaño, cualidad muy importante en los Nets, un equipo con bastante poder físico en su perímetro (D-Will y Johnson son jugadores corpulentos para su radio de acción). A falta de ver el grado de confianza que pueda depositar Hollins en el croata Bojan Bogdanovic y su posible –y peligroso- encasillamiento como ‘hombre de esquina’, la presencia de Alan Anderson, Jarrett Jack o Mirza Teletovic debe ser, en todos los casos, muy útil. Sobre todo a la hora de dotar al equipo de mayor empaque en el juego en estático, su razón de ser. Menor es la capacidad de ofrecer dinamismo defensivo, sobre todo por fuera. Lo que sugiere, dada la preferencia de Hollins por el compromiso defensivo, que podría llegar a haber situaciones de alarma en caso de problemas físicos de los hombres clave. Algo con lo que por otro lado, y dado el historial reciente, hay que contar. Hablando de dólares: Pese a haber reducido en más de ocho millones su payroll, Brooklyn sigue siendo el equipo más costoso de la Liga. 94 millones en salarios –sin contar impuesto de lujo- tendrán los Nets este curso, con cuatro hombres por encima de los doce y 88 comprometidos en los próximos dos años entre Deron Williams y Joe Johnson. Además, no será hasta el verano de 2016 cuando la franquicia podrá disfrutar de un término desconocido actualmente para ella: flexibilidad. De momento sólo 37 millones comprometidos para dentro de dos cursos. Hasta entonces, atados de pies y manos. A seguir: Deron Williams como eje, como motor y se espera que como factor diferencial. Siendo Brook Lopez un pilar necesario en Brooklyn, sugerir la recuperación de Williams para el más alto nivel es el rasgo que más acentúa el optimismo en los Nets. Posiblemente en el apartado físico sea difícil que recupere su plenitud pero, con sus recursos, es más que capaz de volver a ser en un base de impacto, sobre todo en el Este. ¿Puede realmente Deron regresar a la élite en la posición más competitiva y con mayor talento de la Liga? NEW YORK KNICKS Memoria 2013-2014 Balance: 37-45. Fuera de Playoffs. Eficiencia Ofensiva Ritmo Eficiencia Defensiva 105.4 (11º) 92.5 (29º) 106.5 (24º) Ataque 4 Factores Defensa 50.5% (13º) % efectivo en tiros 51.4% (23º) 24.8% (27º) Tiros libres 32% (28º) 13.9% (3º) Pérdidas 15.6% (7º) 25.1% (18º) Rebote ofensivo 25.7% (18º) Glosario de la Memoria 2013/14: * Ritmo: posesiones cada 48 minutos / Ef. Ofensiva: puntos producidos cada 100 posesiones / Ef. Defensiva: puntos recibidos cada 100 posesiones. * Porcentaje efectivo: une valores en tiros de dos y triples / Tiros libres: porcentaje de tiros libres (lanzado o recibido) sobre el total de lanzamientos / Pérdidas: pérdidas de balón (propias o provocadas) cada 100 posesiones / Rebote ofensivo: Capturas (conseguidas o permitidas) sobre el total. Lograron su objetivo para este verano, retener a Carmelo Anthony; y ahora buscan recobrar el rumbo partido hace año y medio, cuando se atrevieron a soñar por derecho propio y un bofetón de realidad les devolvió a la penumbra competitiva. Los nuevos Knicks, con el novato Derek Fisher al mando, parecen los de siempre pero sólo en apariencia. La marcha de Tyson Chandler obliga a recomponer un sistema del que él era ancla, pieza capital. Un equipo talentoso en el perímetro, con enorme capacidad de lanzamiento, pero enigmático en la pintura, a la espera de que el verano de 2015 acuda al rescate, flexibilidad salarial mediante, de un proyecto que tiene a Phil Jackson en las alturas. No suena mal. El equipo de Melo Por 124 millones en 5 años, como para no serlo. Ya vivían juntos, pero los Knicks y Carmelo Anthony son, ya oficialmente, un matrimonio. Y eso es una fantástica noticia para la franquicia, que retiene a uno de los jugadores terrestres (James y Durant siguen en otra esfera) más determinantes del baloncesto mundial. Carmelo, que el pasado curso no jugó Playoffs por primera vez en su carrera, se ha asentado en la super élite de la Liga gracias a su regularidad a la hora de exhibir una combinación superlativa de capacidades ofensivas y resolución en contextos apretados, el llamado ‘clutch time’. Su influencia como ‘stretch four’, una posición especialmente valiosa hoy día, es mayúscula y es capaz de generar ventajas colectivas casi por inercia. Para un jugador que absorbe un tercio del juego ofensivo de un equipo (32.4% el curso pasado, tercera marca NBA), sus 1.28 puntos generados por tiro lanzado es una cifra espectacular y perfectamente comparable a la del jugador que más peso asume en ataque en toda la NBA (Kevin Durant produce 1.33 puntos por lanzamiento con un 33% de uso). Aunque ambos lejos, eso sí, del increíble registro de LeBron James, que suma 1.61 puntos por tiro con un 31% de uso ofensivo. De dibujos animados. Anthony ha llegado al ‘training camp’ visiblemente más delgado, circunstancia que invita a pensar en, o bien seguir motivaciones propias o bien el consejo de Derek Fisher pensando en una nueva dimensión de su juego. Lo cual es interesante porque donde ‘Melo’ más produce, y realmente como los Knicks se hicieron adultos, fue partiendo de sus desajustes en el puesto de ‘cuatro’. Es decir, jugando con cuatro ‘pequeños’. El desafío esta próxima campaña para Carmelo no será tanto seguir produciendo individualmente como lo que es, una gran estrella, sino encontrar el equilibrio para reconducir, de la forma que sea necesaria, el rumbo de una franquicia que pareció alcanzarlo hace dos años, justo antes de ver cómo ese estado ideal se perdía entre las sombras de un ecosistema con tendencia natural a la esquizofrenia. Placer y dolor en un mismo rectángulo Siempre con la amenazante presencia de fondo de James Dolan (irónicamente para los intereses de los propios Knicks), la franquicia tiene una nueva pareja de poder en el binomio Phil Jackson (despachos) –Derek Fisher (banquillo). Éste último será novato al mando de un equipo –y qué banquillo, ojo- pero la influencia de Jackson estará más que presente en un equipo que huele tanto a triángulo ofensivo como al enigma de generar un poder en dos direcciones. Porque en una de ellas la fortaleza es obvia. Pero en la otra suscita dudas gigantescas. Comencemos por lo bueno. Los Knicks tienen potencial para volver a edificar un ataque destructor, aunque para ello deben recuperar tres valores innegociables, relativamente perdidos: frecuencia y velocidad en la circulación de balón, uno; actitud y aptitud a la hora de moverse sin balón, dos; y ajustarse a un sistema de ‘pequeños’, tres. El carácter extremo del tiro de tres vendría provocado por esos factores y serviría para alimentar el éxito de ‘spacing’ que anticipa un ataque devastador. Y los Knicks tienen recursos para ello. Hace dos cursos, Nueva York logró la cifra récord de triples intentados (2371) en toda la historia de la Liga. Pero el dato hizo siempre referencia a una fantástica ocupación espacial ofensiva que hacía la cancha enorme, con cuatro (y hasta cinco) jugadores capaces de amenazar por fuera y generar situaciones de ventaja. Es ahí donde los Knicks eran dinamita. Y donde pueden volver a serlo. El desastre neoyorquino del pasado año vino originado, en parte, por perder dos señales de identidad claves para el modelo. La primera encomendarse demasiado a menudo al ‘isolation game’ (juego de aclarados) de Carmelo, que asfixiaba a medio plazo el éxito colectivo; y la segunda, perder todo compromiso defensivo. Pero todo, todo. Porque si en ataque Nueva York tendrá argumentos de perímetro como para plantear un sistema de plena amenaza, en defensa (y ahora viene lo malo) tiene todos los mimbres para sentirse un bloque plenamente amenazado. El cambio Calderón-Felton, con todo lo que a priori mejora la rotación exterior y el espíritu colectivo, tenía un punto negativo. Igual incluso demasiado. Y es que Tyson Chandler puso rumbo a Dallas y con él se fue el único sostén del sistema defensivo de los Knicks. El roster actual del equipo difícilmente encuentra material para construir una defensa media NBA y eso es un problema masivo a la hora de competir. El curso pasado a los Knicks les metieron 1.27 puntos por lanzamiento, tercer peor registro de la Liga. Siendo especialmente dolorosa su defensa de perímetro, quizás el factor que más peso aumenta año a año en la NBA, cuarta peor de toda la competición (37% permitido a los rivales desde el triple, recibiendo además 9 por encuentro, tercer peor dato de la Liga). La ausencia de Chandler desnuda por completo la defensa interior, ya cogida con pinzas, perdiendo además un factor de ajuste en cada pick&roll (Chandler es fantástico en esas acciones) y un valor fiable en el rebote, aspecto en el que los Knicks fueron Top 10 (por abajo) de la Liga. Si el año pasado la lesión del pívot en noviembre provocó una racha de nueve derrotas seguidas y el inicio del estrépito, para éste Fisher debe buscar una forma de sostener el colectivo. Y no va a ser nada fácil. Descubriendo la rotación En ese cometido, la labor del cuerpo técnico será construir un sistema capaz de camuflar debilidades defensivas, por muchas que sean, para potenciar sus virtudes en ataque. Quizás Nueva York se plantee, a medio plazo, aumentar el ritmo (segundo más bajo de toda la NBA el pasado curso) para generar escenarios de intercambio de golpes en los partidos. Sobre todo cuando haya una rotación estable. Partiendo de la diferencia entre jugar con una referencia interior o con dos, los Knicks tienen perfiles muy interesantes para el ‘small-ball’, lo que hace intuir que Fisher se amoldará a lo que tiene. Iman Shumpert (el mejor diferencial neto ofensivo-defensivo de todo el equipo el pasado año) debe ser muy importante en ese tipo de quintetos y la labor de los ‘spacing guys’ (Larkin, Hardaway, Smith, Bargnani) crucial para marcar diferencias en el lado ‘bueno’ de la cancha. La llegada de Calderón no tiene por qué significar su regreso al papel de base director, salvo puntualmente (por ejemplo coincidiendo con descansos del generador primario, Anthony). Pero los Knicks vienen siendo un equipo que cuida bien el balón y el extremeño cada vez más un especialista en jugar sin él gracias a su fiabilidad en el tiro, así que no debería tener problemas en asumir el rol que se le pueda pedir. No obstante, su participación supone a la vez una oportunidad para quitarle algo el balón de las manos a Smith y dirigirle hacia un rol de puro ejecutor, de ‘game changer’, sin excederse en el manejo. Que él y Hardaway, dos buenos tiradores con –por decirlo amablemente- poca tendencia a pasar el balón, se controlen sería un éxito para la estabilidad colectiva. Por dentro, el panorama sin Chandler es precisamente lo contrario a estable. Stoudemire es un jugador útil pero con claras limitaciones de minutos por su estado físico, Bargnani (como Jason Smith) es tan útil abierto como necesitado de protección de aro a su lado y que Dalembert (único factor de tamaño fiable en defensa interior y rebote) tenga que ser tan importante, sabiendo su innata irregularidad, sugiere problemas. Kenyon Martin siempre logró transmitir excelentes sensaciones defensivas (por debajo de 100 puntos por 100 posesiones con él en cancha el curso pasado, más de seis por debajo de la media del equipo) pero cumple 37 años en diciembre, lo que deja a la explosión de Cole Aldrich como gran esperanza para encontrar protección en la zona. Fisher tiene bastante trabajo pero el desafío es indudablemente apasionante. Hablando de dólares: Con 90 millones de dólares en salarios, sólo sus vecinos Nets superan en gasto a los Knicks. Sin embargo, a pesar de la renovación por todo lo alto de Carmelo Anthony (en su último curso del contrato, con 35 años, cobrará 27 millones), el período de desintoxicación salarial en Nueva York está casi finalizado, salvo recaídas. El próximo verano sólo tienen comprometidos 41 millones (casi 23 de ‘Melo’), ya que Stoudemire y Bargnani son ‘expirings’ (liberan 35 millones entre ambos), así que la búsqueda de (al menos) un agente libre de renombre será uno de los grandes deberes de Phil Jackson para el próximo verano. Los Knicks ven la flexibilidad en el horizonte. De qué uso hagan de ella dependerá su crecimiento real a medio plazo. A seguir: Alejado ya de los cantos de sirena de otros proyectos, tras aceptar seguir como bandera de los Knicks, Carmelo Anthony está ante un año de muestra de su plenitud, de demostración de su influencia global como líder de la franquicia e iniciar lo que espera finalizar a medio plazo con un anillo en su poder. Ni como mega anotador ni como referente sino como algo más que eso. Y es capaz. Buena parte de su impacto dependerá de a qué grado pueda competir el colectivo, lo que marcará también el posible desarrollo el próximo verano, pero desde luego la mentalización de su líder parece feroz para cumplir objetivos. PHILADELPHIA 76ers Memoria 2013-2014 Balance: 19-63. Fuera de Playoffs. Eficiencia Ofensiva Ritmo Eficiencia Defensiva 96.8 (30º) 101.6 (1º) 107.5 (27º) Ataque 4 Factores Defensa 47.5% (29º) % efectivo en tiros 53.4% (30º) 26.8% (20º) Tiros libres 32.4% (29º) 16.4% (30º) Pérdidas 16.6% (3º) 24.8% (22º) Rebote ofensivo 27.6% (27º) Glosario de la Memoria 2013/14: * Ritmo: posesiones cada 48 minutos / Ef. Ofensiva: puntos producidos cada 100 posesiones / Ef. Defensiva: puntos recibidos cada 100 posesiones. * Porcentaje efectivo: une valores en tiros de dos y triples / Tiros libres: porcentaje de tiros libres (lanzado o recibido) sobre el total de lanzamientos / Pérdidas: pérdidas de balón (propias o provocadas) cada 100 posesiones / Rebote ofensivo: Capturas (conseguidas o permitidas) sobre el total. Un curso de ‘tanking’ salvaje no viene solo. Así que los Sixers han decidido perfeccionar el modelo y exponer un roster aún más frágil que el del pasado año. Inmersa en una reconstrucción radical, la franquicia sigue un guión totalmente opuesto al teóricamente normal: se plantea toda la fase regular como la previa de lo realmente importante, el Draft y el verano. Perder partidos nunca importó tan poco. De hecho, posiblemente tampoco se buscó jamás con tanto ahínco. Un par de jóvenes interesantes, una plantilla plagada de retales baratos y sin contratos nocivos, y Brett Brown buscando una máquina del tiempo para avanzar un par de temporadas en el tiempo. Los Sixers se toman la NBA a su forma. Vacío competitivo A los Sixers ahora mismo no les interesa competir. Es mejor afrontarlo, aceptarlo y tratar de contextualizar lo que hacen y por qué lo hacen, cuál es su plan. Porque indudablemente tiene un sentido. Potenciar la parcela deportiva, encaminada a conseguir victorias, vale poco para una franquicia cuyo gran objetivo a corto plazo es acumular (todos los posibles) activos jóvenes de valor y lograr una flexibilidad salarial plena. Y para alcanzar tales propósitos qué duda cabe que, aunque resulte paradójico, perder significa ganar. Philadelphia empezó el pasado curso con un balance de 3-0, ganando a Chicago y Miami. Sin embargo después protagonizó una de las muestras más flagrantes de ‘tanking’ (no hacer todo lo posible por ganar) que se recuerdan en la historia de la Liga. Entre finales de enero y marzo los Sixers perdieron 26 partidos seguidos (igualando la peor racha de siempre), dentro de un período de 29 derrotas en 30 encuentros. Y lo peor ni siquiera fue el dato, sino la forma de llegar hasta él. Con diferencias sonrojantes. El papel del ‘debutante’ Brett Brown en la comedia fue, como era de esperar, realmente difícil. Sam Hinkie, General Manager, se encargó de destruir progresivamente cualquier atisbo de competitividad hasta acabar el curso con una plantilla auténticamente de D-League. Hasta 23 jugadores tuvieron minutos con los Sixers la pasada fase regular. Y por supuesto dos de los tres que más destacaron (Evan Turner y Spencer Hawes) fueron traspasados en febrero. No fuera a ser que ayudasen a ganar partidos. Philadelphia se encargó de reunir todas las elecciones posibles en un Draft marcado en rojo en el calendario. Los Sixers tuvieron siete presencias en el sorteo, cinco de ellas en segunda ronda. El azar les apartó del objetivo (número uno del Draft) pero con tal cantidad de oportunidades resultó difícil que los Sixers no tuvieran una buena noche, sobre todo sabiendo que en realidad ése fue el evento del año para la franquicia. Este curso el panorama es aún más extremo. Thaddeus Young, el otro jugador que destacó y no fue traspasado en febrero (obviando a Carter-Williams, que como rookie no entraba en la ecuación), ha salido este verano. Así que las referencias competitivas del equipo son, a día de hoy, un rookie que llega de estar todo un año parado (Nerlens Noel) y el último novato del año (el propio Carter-Williams). Suerte con ello, Brown. El anti ejemplo En un acto heroico de deseo analítico, incluso lo realizado por los Sixers merece cierta atención. Aunque por supuesto para ser resaltado como lo que no se debe hacer si uno quiere ganar partidos. Los Sixers hicieron muchísimas cosas mal sobre la cancha, aunque es justo decir que en buena parte fueron alimentadas por un conjunto extremadamente débil, muy por debajo del nivel medio de la Liga. Lo que sí hicieron bien –y también tiene su porqué- los Sixers fue llevar el ritmo al infinito. Philadelphia fue el equipo que más rápido jugó de toda la Liga el pasado curso (101.6 posesiones por 48 minutos), decisión inteligente para facilitar las posibilidades de que sus jugadores ganasen confianza y valor de mercado. Hubo vía libre para todo aquel que desease lograr buenas estadísticas individuales (que siempre lucen a la hora de buscar un movimiento), ya que las colectivas estaban condenadas de antemano. Correr tenía un sentido. Y además, ya que iban a perder encuentros al menos había un motivo para lograr algún rédito por otro lado. Podría decirse que el ritmo, junto a la interesante renuncia a la media distancia (segundo equipo que menos lanzó desde ahí, sólo por detrás de los vanguardistas Rockets), fue lo único positivo (a nivel colectivo) de Philadelphia el pasado curso. El resto fue un horror. Los próximos párrafos que los lean los valientes. Por un lado, los Sixers fueron una máquina de encajar canastas. Tuvieron el dato más alto de la Liga en puntos recibidos por tiro (1.29) y no tenían soluciones ni en la zona (terceros que más lanzamientos concedían en el área restringida) ni en el perímetro (sextos peores defendiendo el tiro de tres). Ni por supuesto tampoco en el rebote, donde fueron el tercer equipo más sometido de la NBA, sólo por delante de Nets y Lakers. Y por el otro, también fueron un desastre a la hora de anotar. La peor eficiencia ofensiva de la Liga fue suya (un increíble 96.8 puntos por 100 posesiones, segundo peor dato de la última década) gracias a un balance muy pobre en asistencias/pérdida (1.29, tercero peor NBA), un mínimo uso de las esquinas y, sobre todo, la ausencia de fiabilidad a la hora de tirar desde cualquier sitio, especialmente por fuera (peor porcentaje de tres). El único modo que tenían los Sixers de sumar con cierta facilidad era la transición, anotaban bien tras pérdida rival (terceros de la Liga) y al contraataque (segundos), aunque esos datos vienen muy influenciados por una defensa que arriesgaba en exceso en líneas de pase, permitiendo gran cantidad de tiros fáciles al adversario. Resumiendo, si vídeos de los Spurs deberían ser puestos en las escuelas de formación, vídeos de estos Sixers también deberían tener su espacio. Cada uno por lo suyo. Michael Carter-Williams, baby Aunque el contexto competitivo de Philadelphia tiene un asterisco importante, el rendimiento de Michael Carter-Williams fue, con mucha diferencia, lo mejor del año deportivo de los Sixers. El base de Syracuse llegó a la Liga con ciertas dudas pero nada más empezar, en su estreno, protagonizó una de las mejores actuaciones vistas jamás por un debutante: 22 puntos, 12 asistencias, 7 rebotes y 9 robos… para ganar a los dos veces campeones, Miami Heat. De cuento de hadas. Por supuesto el rookie no mantuvo ese nivel de excelencia pero acabó el curso promediando 16-6-6, algo que sólo otros dos novatos han logrado en toda la historia de la Liga: Oscar Robertson y Magic Johnson. A pesar de sus problemas en el lanzamiento exterior y su a menudo inexistente defensa, el potencial del jugador es infinito, más teniendo en cuenta su tamaño (cerca de los dos metros) para ser un base. El segundo año de Carter-Williams en la Liga será importante para comprobar si lo visto el pasado curso fue algo puntual o hay de verdad madera de gran estrella para los próximos años. No obstante el escenario, nuevamente manipulado por el estado de los Sixers, volverá a poner trabas para evaluar con toda la fidelidad posible. Junto al base, y mientras se espera al lesionado Joel Embiid (condiciones aparentes para ser el nuevo Olajuwon y temores por su físico para hacer pensar en el nuevo Oden) y Dario Saric (aún por Europa), el otro –y casi único, no nos vamos a engañar- aliciente de Philadelphia es ver el estreno de Nerlens Noel. Noel será novato este curso, tendrá todos los minutos del mundo para lucir y podrá empezar a comprobar de qué forma su particular físico (muy poco peso pero tremenda explosividad física) impacta en la Liga. La verdadera prueba puede ser ver su grado de compatibilidad con Embiid, pero hasta que eso llegue Noel va a disponer del protagonismo que desee para demostrar por qué renunciar al presente en Philadelphia merece la pena. Todo sea por el futuro, Sixers. Hablando de dólares: La NBA establece un mínimo salarial de 56.7 millones para las franquicias. Y a menos de un mes para que comience la competición, los Sixers están más de veinte millones por debajo de ese registro (en caso de no alcanzar la cifra, la cantidad se redistribuiría entre los jugadores bajo contrato). La flexibilidad por supuesto es absoluta, no hay ni un solo contrato tóxico, básicamente porque apenas hay incluso contratos garantizados. Hinkie tiene jóvenes de potencial, rondas de Draft y todo el espacio salarial del mundo. De momento no desea nada más. A seguir: Puesto que Michael Carter-Williams ya dejó detalles el pasado curso de lo que puede llegar a ser, este curso la esperanza es ver si Nerlens Noel puede lograr exactamente eso. Los Sixers apuestan por una reconstrucción radical, esperando juntar en pocos años cuatro o cinco grandes talentos que puedan derivar en un escenario similar al vivido en los Thunder en el pasado reciente (Westbrook, Harden, Durant e Ibaka). Noel (20 años), que no debutó en todo el curso pasado por lesión, tiene grandes condiciones y dispondrá de todas las oportunidades imaginables para demostrarlas y seguir evolucionando. TORONTO RAPTORS Memoria 2013-2014 Balance: 48-34 (3º Este). Eliminados en Primera Ronda. Eficiencia Ofensiva Ritmo Eficiencia Defensiva 105.8 (9º) 94.4 (23º) 102.4 (10º) Ataque 4 Factores Defensa 49.8% (15º) % efectivo en tiros 49.3% (10º) 30.6% (7º) Tiros libres 31.5% (26º) 14.8% (12º) Pérdidas 15.6% (8º) 27.2% (10º) Rebote ofensivo 25.1% (12º) Glosario de la Memoria 2013/14: * Ritmo: posesiones cada 48 minutos / Ef. Ofensiva: puntos producidos cada 100 posesiones / Ef. Defensiva: puntos recibidos cada 100 posesiones. * Porcentaje efectivo: une valores en tiros de dos y triples / Tiros libres: porcentaje de tiros libres (lanzado o recibido) sobre el total de lanzamientos / Pérdidas: pérdidas de balón (propias o provocadas) cada 100 posesiones / Rebote ofensivo: Capturas (conseguidas o permitidas) sobre el total. Pese a la reciente desilusión en los Playoffs, en los que aún se recuerda el decisivo tapón de Paul Pierce en la última acción del séptimo partido que les impidió pasar una eliminatoria, los Raptors sentaron el pasado curso las bases para ser muy peligrosos este año. El traspaso de Rudy Gay generó un escenario nuevo en el que todo el perímetro encontró su óptimo rol y el equipo dio un salto cualitativo. Para un equipo que podría superar la barrera de las 50 victorias esta temporada, el desafío es cómo llevar más allá un rendimiento bueno pero que no cuenta con ningún factor diferencial masivo. Los Raptors son serios y eficientes, que no es poco, aunque está por ver si pueden llegar a ser brillantes. Armonía colectiva Por segunda vez en su carrera, se cumplió aquello de ‘equipo que traspasa a Rudy Gay, equipo que alcanza su mejor versión’. No es que Gay sea tóxico (su contrato sí, la verdad) ni un mal jugador, pero empieza a ser un hecho que su perfil dificulta la integración de otros y eso afecta al bloque. Gay sigue siendo un jugador relevante en diferentes contextos pero el caso es que no llega al siguiente nivel: no consigue hacer relevantes a sus equipos. Un fenómeno curioso pero compatible. Toronto tuvo un inicio de curso complicado pero muy pronto (en diciembre) emergió la figura de Masai Ujiri para exponer una de sus especialidades: cambiar el escenario y mejorar a su franquicia. Desde luego, en vista a su comportamiento los últimos años, Ujiri parece un mago en los despachos. Va por delante del resto. No es ya que lograse en apenas unos meses (llegó al cargo de ‘General Manager’ en verano) desprenderse de los 30 millones en salarios del binomio Andrea Bargnani-Rudy Gay y flexibilizar enormemente la economía de los Raptors, es que además lo hizo mejorando deportivamente a su franquicia en justo uno de los aspectos que más anhelaba: la rotación. Dwane Casey encontró perfiles de apoyo en el banquillo y pudo desarrollar más su idea de baloncesto, centrada sobre todo en dos pilares: compromiso defensivo y conceptos muy definidos para evitar desmadrar su ataque. Y Toronto encontró casi instantáneamente el éxito, pasó a ser un conjunto ganador permitiendo evolucionar prácticamente todos los puntos que eran necesarios para ello. La realidad es que Toronto es un equipo que hace muchas cosas bien. De hecho, es difícil encontrar situaciones del juego en ataque, defensa o rebote en las que su idea esté descuidada. Podrá desarrollarla con mayor o menor éxito, pero sabe cómo producir. Lo que diferencia a los Raptors de la auténtica élite es el margen a la hora de dar el siguiente paso. El potencial para pasar de lo bueno a lo excelente. En su caso, limitado al no poseer ninguna estrella de gran influencia. Es decir, Casey ha generado un ecosistema defensivo de implicación enfocado en la protección de su aro (top 10 en cuanto a menor cantidad de lanzamientos recibidos en la zona restringida el pasado curso y séptimos en efectividad una vez consiguen lanzarles desde ahí) y a la vez ha sido capaz de desarrollar un ataque de éxito sostenido (siempre bajo ritmos lentos) con dos lanzadores de volumen como Kyle Lowry y DeMar DeRozan como principales focos. Mucho mérito. Siempre un general en pista Una de las claves del buen funcionamiento global de los Raptors es, por supuesto, el apogeo de Kyle Lowry. La marcha de Gay aumentó su peso en el juego a todos los niveles, aunque quizás el más importante fue cómo encontró química con el técnico. Lowry recibió plenos galones y respondió de forma inmejorable. Aumentó su uso (posesiones ‘gastadas’ por un jugador sobre el total del equipo) dos puntos porcentuales (hasta el 24%) y lo hizo reduciendo su ratio de pérdidas y aumentando su aportación en forma de puntos (de 17 a 19). Toronto pasó a jugar muchas situaciones de bloqueo directo con él y el ataque lo notó. Para bien. A la vez, no sólo la influencia de Lowry hizo progresar el ataque de los Raptors. La presencia de Greivis Vazquez también resulta crucial. El venezolano se adaptó como un guante al estilo de Casey, teniendo un peso básico con la segunda unidad, necesitada de una figura de referencia. Él adopta ese papel. De hecho la temporada pasada Vazquez se convirtió, tras DeRozan y Lowry, en el jugador de mayor peso ofensivo de todo el equipo (22%). Y pese a no disputar una gran cantidad de minutos (21 por partido), su rol fue determinante en el éxito colectivo: la segunda unidad de los Raptors despegó y pasó a tener un +8 de balance neto (ocho puntos mejores que el rival) con él en cancha, incluyendo el mejor registro defensivo de todo el equipo (apenas 98 puntos recibidos por cada 100 posesiones). Encontrar un director eficiente durante 48 minutos permite a Casey acentuar la forma de producir casi permanentemente tiros abiertos en base a dos jugadores desequilibrantes a partir del pick&roll frontal, circunstancia que acabó el pasado año con los Raptors anotando un 37% de sus triples, marca top 10 en la Liga, y de paso revitalizando la figura de Terrence Ross. La mejora del espacio ofensivo acabó beneficiando a todo el equipo y el principal exponente de ello fue DeMar DeRozan, que pasó a sentirse básico en su radio de acción (antes compartido con Gay), teniendo aún más peso al ejecutar (29% sin Gay, cifra de élite NBA) y tomando mejores decisiones con balón. La ola generada le acabó haciendo All-Star. Entre los tres, más la progresión de Ross y la llegada de Louis Williams (muy útil para mejorar aún más el espaciado ofensivo) y James Johnson (impacto defensivo en roles limitados), el juego exterior de los Raptors se antoja este curso, con un año más de rodaje, como uno de los más sugerentes de toda la Liga. De nuevo, bien por Casey. El efecto Valanciunas Pese a que los que más puedan brillar en Toronto sean los jugadores de perímetro, el sostén se encuentra a menudo dentro. El papel de Amir Johnson es simplemente impagable para Casey, como bastión defensivo y corrector en las ayudas, sumando además su capacidad de producir ofensivamente en los pick&rolls con los exteriores. Ysobre todo como medicina al efecto Jonas Valanciunas, fenómeno poco menos que paranormal exhibido a través de dos vertientes. La primera su participación en los partidos. Valanciunas es a menudo buscado en los primeros cuartos pero después, obtenga o no éxito, se disuelve en los sucesivos. Siendo el lituano un jugador emocional, en el sentido de que necesita sentirse útil en ataque para aumentar su producción en defensa (como Dwight Howard, por ejemplo), volvió a dejar la sensación de ser explotado menos de lo conveniente. La segunda vertiente de su caso fue su rendimiento según su equipo jugase en Toronto o no. Y es que teniendo prácticamente los mismos valores en minutos y uso, Valanciunas jugando en casa fue un jugador totalmente diferente al que actuaba lejos de Canadá. Anotó menos, reboteó menos y, lo peor, el balance neto con él en cancha pasó de +6.5 a -2 según dónde jugase. Hogar, dulce hogar. En cualquier caso, y a nivel global, Valanciunas es un activo importante a nivel defensivo para los Raptors. Fue el séptimo mejor interior de la NBA defendiendo el área restringida el año pasado y, pese a sus aún por solucionar problemas de faltas, dio la impresión de dar un paso adelante en su influencia. Quizás no tan importante como se podría esperar, pero aún así existió. Es de esperar que Casey aproveche más su movilidad y buena finalización en los pick&roll esta temporada, sobre todo teniendo en cuenta el beneficio que produce Toronto de esa acción y la amenaza que pueden generar a su alrededor no sólo el perímetro o Amir Johnson, sino también Patrick Patterson, un ‘spacing guy’ de manual que genera bastante al colectivo en el lado ofensivo. Hablando de dólares: Tras la enésima sesión de trucos de magia de su General Manager –experto en saber con quién y cuándo negociar-, los Raptors están aproximadamente unos tres millones por debajo del impuesto de lujo, teniendo sólo como contratos de volumen a Kyle Lowry (firmó 48 millones por 4 años este verano) y DeMar DeRozan (le restan 30 millones por 3 años). En ambos casos, además, bastante asumibles. Para contar con un equipo con abundante clase media y los peligros que ello supone, Toronto se encuentra en una muy buena situación de flexibilidad, teniendo sólo comprometidos 47 millones de cara al próximo verano. Y, por si hubiese algún contratiempo, siguen teniendo a Ujiri. A seguir: Con 24 años explotó, llegó a ser All-Star y apunta a tener una campaña aún mejor este curso, con el equipo un año más hecho y plena convicción en su potencial. Con el asunto pendiente de aumentar su rango de tiro y amenazar realmente desde la línea de tres puntos, DeMar DeRozan (campeón del mundo este verano) empieza el año como jugador clave de uno de los equipos de élite de su Conferencia. Se intuye un uso disparado en su ataque (quizás supere por tramos el 30%), así que será muy interesante ver cómo enfoca su acción a la generación de ventajas para sus compañeros, algo en lo que demostró ser potencialmente viable el curso pasado. CHICAGO BULLS Memoria 2013-2014 Balance: 48-34 (4º Este). Eliminados en Primera Ronda. Eficiencia Ofensiva Ritmo Eficiencia Defensiva 99.7 (28º) 92.7 (28º) 97.8 (2º) Ataque 4 Factores Defensa 47.1% (30º) % efectivo en tiros 47.1% (2º) 29% (13º) Tiros libres 25% (4º) 15.9% (27º) Pérdidas 15.3% (14º) 27.2% (8º) Rebote ofensivo 24.6% (11º) Glosario de la Memoria 2013/14: * Ritmo: posesiones cada 48 minutos / Ef. Ofensiva: puntos producidos cada 100 posesiones / Ef. Defensiva: puntos recibidos cada 100 posesiones. * Porcentaje efectivo: une valores en tiros de dos y triples / Tiros libres: porcentaje de tiros libres (lanzado o recibido) sobre el total de lanzamientos / Pérdidas: pérdidas de balón (propias o provocadas) cada 100 posesiones / Rebote ofensivo: Capturas (conseguidas o permitidas) sobre el total. Los Bulls han vuelto, parece, más fuertes que nunca. En toda la era Thibodeau, la plantilla nunca fue tan profunda y estuvo dotada de tal cantidad de recursos ofensivos, lo que presupone un nivel de candidatura plena para un equipo caracterizado por sembrar perennemente el terror defensivo en los rivales. A qué nivel pueda llegar a jugar Derrick Rose, una de las grandes atracciones de la NBA este curso, marcará la diferencia para un equipo que contará con uno de los juegos interiores más dominantes y sugerentes del planeta, con Pau Gasol regresando a un candidato al título y compartiendo pintura con el último Defensor del Año, Joakim Noah. El arte de la destrucción Tom Thibodeau es un genio defensivo. Porque la capacidad de creación tiene dos vías, no afecta únicamente a un lado de la pista, por mucho que uno (el ofensivo) sea bastante más visual que el otro (el defensivo). En el área de destrucción, la menos amable, el técnico de los Bulls es quizás la autoridad más influyente de la NBA reciente y el comportamiento defensivo de sus equipos genera una base muy sólida para competir. Y es que cuente con más o menos recursos, si algo caracteriza a los equipos de Thibodeau es precisamente eso: siempre compiten. La sobrecarga defensiva del lado fuerte (aquel en el que se encuentra el balón) en Chicago es simplemente majestuosa. Y su propuesta especulativa, que antepone la asfixia rival a la búsqueda de la aceleración del ritmo, es posiblemente la más perfeccionada de toda la Liga. Chicago volvió a exhibir el pasado curso una defensa de super élite, a pesar del agujero en el puesto de uno, la marcha de Luol Deng (capital en el sistema) o cualquier imprevisto en forma de lesión que apareciese. Los Bulls manejan perfectamente las zonas desde donde prefieren que el rival intente anotar. En la NBA más perimetral de la historia fueron el cuarto equipo que menos volumen de triples permitió (23%), siendo además sólo uno de cada de cada cinco de ellos desde las esquinas, lo que reducía a la mínima expresión la sensación de amplitud. Además, fueron –tras Indiana- el segundo equipo que más obligó al rival a lanzar desde la media distancia, la zona menos productiva ofensivamente hablando. E incluso desde ahí provocaron porcentajes muy bajos (Top 5 NBA). Y para colmo regalan muy pocos tiros libres y en la pintura contaban con la, posiblemente, pareja defensivamente más influyente de la Liga: Taj GibsonJoakim Noah. El equipo es una trituradora en su zona. La influencia de Noah y Gibson cerca del aro es tremenda (ambos entre los ocho mejores defendiendo el área restringida), pero es lejos de él donde generan más ventajas, ya que son dos interiores capaces de aguantar prácticamente cualquier cambio de asignación en pick&roll, lo que convierte al colectivo en una tela de araña de ayudas y una estructura a la que agobia enfrentarse. Además, físicamente Chicago es un equipo de mucho tamaño en todas las posiciones, lo cual es perfecto para su estrategia defensiva, que pretende siempre colapsar la zona y amenazar mediante ayudas. El regreso deDerrick Rose ofrece un salto cualitativo en ese apartado en el puesto de uno y la presencia de otro ‘stopper’ de élite en las alas (Jimmy Butler) completa la baraja. Importante será ver cómo ajusta Thibs la integración de su medicina ofensiva al hormigón defensivo. Y es que está por comprobar cuánto puede sufrir Doug McDermott a nivel de desplazamiento en la NBA; y por otro lado Pau Gasol y Nikola Mirotic son notablemente menos efectivos (que Gibson y Noah) a la hora de quedarse emparejados con ‘pequeños’, y si bien Gasol es buen intimidador cerca del aro, Chicago cuida especialmente no sugerir ventajas al equipo que ataca. Circunstancia que tradicionalmente ha llevado a Thibodeau a explotar en demasía a sus jugadores de confianza: Deng y Butler han sido dos ejemplos demasiado castigados, mientras que Gibson y Noah fueron el pasado curso los dos jugadores que más minutos disputaron (847 y 790, respectivamente) en últimos cuartos en toda la Liga. En cualquier caso, atacar a los Bulls es una permanente pesadilla. Y bajo ese punto se construye la candidatura a todo de Chicago. Vitamina ofensiva Sabiendo su dominio defensivo, los Bulls han encontrado este verano el complemento perfecto a su estilo, reforzando carencias evidentes que tenían en el otro lado de la cancha. La principal, por supuesto, es el regreso de Derrick Rose. Y es que aun siendo todavía enigmático el nivel que llegará a alcanzar, el que fuera en 2011 MVP más joven de la historia tiene una cualidad diferencial en ese roster: genera desequilibrio individual y produce sus propios tiros. De ahí que su presencia sea simplemente necesaria. Junto al oxígeno que pueda (y deba) dar Rose en el perímetro, los Bulls han cubierto otras dos debilidades estructurales de importancia (espacio ofensivo y conseguir otro generador de élite), lo que invita a pensar que su comportamiento ofensivo (hundido sin Rose) puede por fin registrar niveles óptimos para un candidato. Doug McDermott, como rotación en las alas, y Nikola Mirotic, como ‘stretch four’, son dos refuerzos encaminados a solucionar el endémico problema de Chicago con el espacio ofensivo y ofrecer más recursos en esa parcela. Los Bulls fueron el pasado curso el quinto equipo con menor volumen de intentos en tiros de tres (sólo un 22%), siendo además uno de los siete peores en acierto, pero ambos son dos recursos fantásticos para abrir el campo y dar empaque el juego en estático. Y Pau Gasol, uno de los ‘caramelos’ del verano, dota a Chicago de otro generador interior de primer nivel, capaz de jugar de cara en poste alto pero también de producir beneficios (individuales y colectivos) de espaldas, cerca del aro. El poco egoísmo del español a la hora de jugar encuentra perfecto acomodo en un sistema tradicionalmente muy colectivo, con ataques largos y trabajados, en los que su excelente IQ debe resultar decisiva, no sólo a la hora de cuidar mejor el balón (Chicago tuvo el cuarto mayor volumen de pérdidas el año pasado) sino para generar buenos tiros y, como consecuencia, elevar los porcentaje de perímetro. Los Bulls cuentan con el mayor arsenal ofensivo de toda la era Thibodeau y aunque necesitarán tiempo para acomodar ese potencial a su seña de identidad defensiva, la profundidad de rotación (Hinrich, Brooks, Snell o Dunleavy son bazas fiables a la hora de cumplir en roles limitados) y aumento de recursos invitan a pensar que Thibodeau podrá, por fin, gestionar una plantilla sin exceso de carga a sus piezas clave con el fin de llegar en plenitud física a los Playoffs. La vanguardia: Generar desde dentro Una de las circunstancias que hará especiales a los Bulls esta temporada será la capacidad de juntar en pista a dos de los mejores generadores interiores del planeta, lo que provocará en cierto modo que Chicago sea una rara-avis en cuanto a comportamiento ofensivo. Y es que en una NBA perimetral, cada vez más orientada a exponer quintetos con cuatro hombres jugando abiertos, de cara al aro, para generar espacios y producir desde el perímetro hacia la zona, los Bulls plantean justamente lo contrario. Un sistema de mucho tamaño en el que se pretende crear desde dentro hacia fuera, a través de la capacidad de interpretar los espacios de dos hombres altos. En cierto modo es desafiar a la propia evolución del resto de equipos. La necesidad obligó la temporada pasada a ver al Joakim Noah más creativo de su carrera. Convirtiéndose en generador primario del ataque de los Bulls y mostrando su capacidad para no sólo cumplir sino brillar sin límite en ese papel. Noah acabó el curso con más de cinco asistencias de promedio por encuentro y superando el 25% de pases de canasta sobre el total en su equipo, convirtiéndose en el tercer pívot de la historia (tras Tom Woerwinkle y Vlade Divac) en lograr algo así. En la práctica, el experimento Gasol-Noah, ese doble ‘Point-Center’, servirá no sólo para dotar de recursos y potenciar una rotación interior salvaje (Gibson es una pieza de lujo para un colectivo), capaz de alternar poste bajo y poste alto con naturalidad, sino también para, indirectamente, descargar a Derrick Rose de presión a la hora de generar ventajas. Y es que la presencia de dos focos primarios a la hora de construir opciones ofensivas permitirá a Rose dirigirse más hacia un rol de ejecutor nato, lo cual debe ayudar a que encuentre sensaciones ofensivas en un año crucial para él, tras prácticamente dos temporadas en blanco. Chicago asumirá este curso el papel de representar un fenómeno fascinante. Combinar el perfecto paradigma de ser una máquina de destrucción a nivel defensivo con una plenamente sugerente prueba de creación, movida por lo artístico e innovador, que en cierto modo circula contra natura, en su apartado ofensivo. Hablando de dólares: Los Bulls se encuentran en una cómoda situación salarial para ser un candidato al título. Apenas por encima del límite salarial, lejos del impuesto de lujo y con un único contrato de gran volumen (Derrick Rose, al que le restan 60 millones por 3 años). La flexibilidad es muy limitada (sólo Mike Dunleavy es expiring) pero para un equipo ya formado para máximas cotas, la capacidad de tenerla no tiene demasiado valor. Los refuerzos de Pau Gasol (22 millones por 3 años) y Nikola Mirotic (16 por 3) han sido, además, perfectamente asumibles para la salud salarial de la franquicia. A seguir: Por supuesto, Derrick Rose. Un infierno de problemas físico privó a los aficionados de uno de los mayores prodigios que pudo descubrir el baloncesto mundial en este siglo. Aparentemente se encuentra en un fantástico estado físico aunque se espera que vaya adquiriendo niveles óptimos de confianza según vaya recuperando sensaciones de competición. Se necesitará paciencia con él pero si vuelve a parecerse mínimamente al que sugería poder llegar a ser el deporte de la canasta estará de enhorabuena. CLEVELAND CAVALIERS Memoria 2013-2014 Balance: 33-49. Fuera de Playoffs. Eficiencia Ofensiva Ritmo Eficiencia Defensiva 101.3 (23º) 95.6 (18º) 104.8 (17º) Ataque 4 Factores Defensa 47.9% (26º) % efectivo en tiros 50.8% (17º) 26.8% (19º) Tiros libres 26.3% (10º) 14.6% (23º) Pérdidas 14.4% (21º) 27.2% (9º) Rebote ofensivo 24.2% (6º) Glosario de la Memoria 2013/14: * Ritmo: posesiones cada 48 minutos / Ef. Ofensiva: puntos producidos cada 100 posesiones / Ef. Defensiva: puntos recibidos cada 100 posesiones. * Porcentaje efectivo: une valores en tiros de dos y triples / Tiros libres: porcentaje de tiros libres (lanzado o recibido) sobre el total de lanzamientos / Pérdidas: pérdidas de balón (propias o provocadas) cada 100 posesiones / Rebote ofensivo: Capturas (conseguidas o permitidas) sobre el total. Cleveland ha pasado en unos meses de querer olvidar un curso a no dejar de recordar un verano. LeBron James decidió volver a casa y con él el universo NBA se reordenó de nuevo. Los Cavaliers necesitarán un proceso de trabajo y formación de identidad pero serán un aspirante a lo que deseen, cimentados sobre un nuevo e impactante trío de élite, con Kyrie Irving y Kevin Love junto al propio James. El apasionante reto de David Blatt en el banquillo completa uno de los capítulos imprescindibles del baloncesto mundial el próximo curso. El proyecto más sugerente imaginable se encuentra en Cleveland, con un equipo cuyas posibilidades sobrepasan los límites de la imaginación. Y eso, al final, es lo mejor de todo. He’s coming home Parecía que ningún sitio mejor que Miami. Realmente lo parecía. Incluso a pesar de perder las Finales y la forma en la que se perdieron. Básicamente todo el negocio sabía que algún día LeBron James volvería a Cleveland, su hogar. La historia estaba escrita. Pero prácticamente nadie esperaba que fuese tan pronto. Y sin embargo sucedió, la magia del deporte. Cleveland encontró el boleto ganador de la lotería (tercero en cuatro años) y, de la noche a la mañana, se convirtió en candidato a todo. Porque Andrew Wiggins pasaría a llamarse Kevin Love y el nuevo ‘Big-Three’ estaba ya en marcha. La mera presencia de James hacía de Cleveland un equipo a seguir con lupa. Pero el seísmo originado a raíz del movimiento –todas las cartas pendientes de esa decisión para tomar la suya- no hizo más que confirmarlo. James viene de firmar una nueva campaña extraterrestre. Quizás menos que la anterior, hasta la fecha su obra cumbre en lo individual, pero igualmente superlativa. Durante sus once años de carrera, sólo en una ocasión (2007) LeBron no mejoró sus porcentajes en tiros de campo de la campaña anterior. Siempre ha ido a más. La racha abierta asciende a siete temporadas y el registro está marcado ya en un 56.7% para un jugador que el año pasado produjo 1.61 puntos por cada tiro lanzado. El mejor dato de su vida y algo sencillamente sobrenatural en pleno siglo XXI para un jugador de acción exterior y su volumen ofensivo. Defensivamente James bajó un peldaño su intensidad el curso pasado, aumentando notablemente su regulación, pero en los momentos clave volvió a confirmar que es un perfil de máxima influencia, capaz de acometer retos de cualquier tipo, defender las cinco posiciones y minimizar a todo rival imaginable. LeBron ha aglutinado demasiado peso en Miami (de sus cuatro años en los Heat, en todos ha sido máximo anotador y asistente del equipo, y en tres de ellos además máximo reboteador), llevando su juego hacia una nueva dimensión que ha marcado la Liga en los últimos años. Su acción como ‘cuatro’, siempre como ‘Point-Forward’, no encontró respuesta rival pero le obligó a permanentes esfuerzos supremos en defensa y rebote, impidiéndole incluso períodos de descanso para que Miami no derrumbase su rendimiento. Y en Cleveland ha de ser diferente. James contará a su lado con dos escuderos de primer nivel, en línea ascendente, aún lejos de su plenitud y que guardan un deseo feroz de éxito. Siendo dos perfiles de élite que, además, representan algo totalmente nuevo (y necesario) en su carrera. Un base y un interior. Irving-James-Love. Buena suerte, NBA. Porque más allá del impacto que supone juntar tres perfiles de primera línea, lo fascinante Para es James, ver la cómo llave pueden maestra del complementarse sistema, la entre presencia ellos. de Kyrie Irving posibilita un desahogo –si quisiera a tiempo casi completo- en las labores de creación. Irving viene de un mal año en un contexto colectivo insoportable, histérico bajo la batuta de un Mike Brown que perdió las riendas del bloque el curso pasado. Pero sigue siendo uno de los mayores talentos exteriores del planeta, capaz de crear y ejecutar al más alto nivel. Y tener a Kevin Love al lado, siendo éste uno de los mayores depredadores de rebote de los últimos veinte años, permite una acción similar en la lucha por las capturas a la de Irving en la creación. Love, una máquina de producir, representa el nexo imposible del cuatro abierto moderno, especialista en todo arte del tiro, con el interior clásico dominante en el rebote. Por supuesto –como Irving- presenta carencias defensivas. Pero de lo contrario posiblemente ambos (22 y 26 años, ojo) no serían jugadores reales sino personajes de Space Jam. El apoyo real en dos elementos vertebrales del juego (creación y rebote) en los que James no pudo reposar descanso alguno en los últimos años, sugiere dos preocupaciones cruciales menos para un LeBron que entra en una etapa profesional en la que los esfuerzos deben ir siendo medidos. Por supuesto el rendimiento del nuevo ‘Big Three’ necesitará tiempo, pero sugiere un escenario incluso de mayor impacto al vivido en Miami en el sentido de que los perfiles encontrados en Cleveland cubren más necesidades del hombre clave. Y las posibilidades de combinación son prácticamente infinitas. Más allá de la luz que irradia el trío, Cleveland es un equipo básicamente nuevo. Las referencias con el curso pasado, que acabó en esquizofrenia, resultan en general bastante prescindibles. Habrá nuevo entrenador, nuevo sistema y dos de los tres jugadores clave serán nuevos. El primer punto (el técnico) es verdaderamente clave, puesto que David Blatt ha pasado en apenas unos meses de soñar con dirigir en la NBA a hacerlo en el proyecto más apasionante del planeta. El lugar y el momento adecuado. Blatt es de sobra conocido en Europa, tanto como estratega como en su papel de motivador y generador de química colectiva. Su estreno en la NBA, en un escenario de máxima exigencia, es algo no vivido, pero sus cualidades están fuera de toda duda. Y que tratará de dejar su huella en la obra, también. Hay que ser optimistas con la gente hiper preparada cuando les llega una oportunidad que a menudo merecen. Porque a menudo la aprovechan. Como en todo equipo que cuenta con LeBron James, el mayor generador de espacio ofensivo del mundo, Cleveland va a ser un equipo de excelente uso de las esquinas (Miami ha sido, junto a San Antonio, el mejor en ese apartado los últimos años) y milimétrica ocupación en ataque, con roles muy bien marcados y posibilidad de alternar motores ofensivos (entre Irving, James y Love, todos capaces de crear para sí mismos y para el resto), lo que hará aún más difícil reducir su potencial. La rotación viene marcada por especialistas de espacio (Mike Miller y James Jones) y el comodín táctico de Shawn Marion, que cumple años sin perder utilidad. Y junto a ellos los dos secundarios que más pueden condicionar hacia dónde puede comportarse el sistema: Dion Waiters y Tristan Thompson. Alejado del balón, Waiters puede vivir el próximo curso el año de su vida. Plagado de compañeros que generan ventajas y absorben atención rival. El paraíso para un perfil de su nivel. Ahora bien, si no acepta ese papel y prefiere jugar con el balón puede conducir a problemas colectivos. En cuanto a Thompson, es básicamente el elemento de conexión que tiene el juego interior de Cleveland con la salud. Tristan lleva dos años sin perderse un solo partido (sólo ha dejado de jugar en seis durante su carrera), es una opción fiable en ataque y un demonio en el rebote de ataque. Aunque, claro, no posee la influencia de Varejao. Construir la defensa, El Dorado Porque, más allá del fascinante ‘Big-Three’, Anderson Varejao es el jugador clave de los Cleveland Cavaliers esta temporada. El brasileño es el mejor jugador defensivo del equipo (James aparte) y, además, posee un papel especialmente vital en el equipo: proteger la pintura y la fragilidad de Kevin Love. Si bien es cierto que la defensa de Love (uno de los cinco jugadores que mejores porcentajes permitió al rival cerca del aro el pasado año) se ha caricaturizado a medida que dejó de interesarle/prescindió de hacerlo, sí es cierto que el californiano debería contar con un guardaespaldas al lado para evitar problemas en la ‘pintura’. La prevención es salud. Varejao es un excelente defensor, capaz de contener a interiores de tamaño y al mismo tiempo cambiar de asignación con exteriores. Rebotea como un animal (28% de capturas defensivas sobre el total disponible el curso pasado, quinto mejor registro NBA) y aporta adrenalina y espíritu colectivo al resto. Es de esos jugadores que no es que simplemente sean buenos, es que además transmiten energía. Su problema es que se ha perdido 156 partidos de fase regular en los últimos cuatro años (de media, casi la mitad de la temporada). Y Cleveland directamente no puede permitirse no contar con él en la rotación, básicamente porque no tiene recambio alguno (a día de hoy, completa la rotación el veterano Brendan Haywood). Y es que al igual que el potencial ofensivo de los Cavs es verdaderamente salvaje, su escalón competitivo real vendrá marcado por cómo puedan evolucionar defensivamente. No hay mimbres reales para esa labor (James y Varejao aparte), así que la estructura que idee Blatt deberá necesitar un proceso de formación y consolidación. En otras palabras, y como ya sucedió con Miami en su día, no se puede (o no se debe) esperar a unos Cavs dominantes desde el día uno. Cleveland fue el curso pasado el equipo que más cantidad de triples intentados concedió al rival de toda la Liga, de ahí vino en parte su éxito defendiendo cerca del aro (sistema muy cerrado). Y dada la inexistente capacidad de intimidación de la rotación interior con la que cuenta Blatt, seguir un modelo de especulación –aunque más moderado- podría ser una opción para empezar. Hablando de dólares: Los Cavs se encuentran por debajo de la barrera del impuesto de lujo (estipulado en 76.8 millones), aunque no será hasta el próximo curso (con Irving pasando a percibir su extensión y la pendiente de Love en verano) cuando se podrá ver realmente qué tipo de compromiso salarial tienen. El contexto de tres grandes contratos acabó ahogando las posibilidades de Miami a la hora de fortalecer la rotación y a buen seguro es algo que Cleveland querrá evitar. De momento no hay problemas, Varejao (9.7 millones) acaba contrato el próximo verano y podría renegociar, aunque también sería momento de afrontar la hipotética continuidad de Tristan Thompson. A seguir: En año de su vuelta a casa, LeBron James es un objetivo obvio. Pero sabiendo que se trata del (junto a Durant) rendimiento más fiable de la Liga, el apartado será compartido para Kyrie Irving y Kevin Love. Ambos ante una prueba de madurez competitiva a la hora de pasar a ser parte capital en un proyecto de máximas aspiraciones. Ninguno de los dos sabe lo que es jugar un solo partido de Playoffs pero no precisamente por falta de nivel para lograrlo. El inicio de una nueva vida para ambos. DETROIT PISTONS Memoria 2013-2014 Balance: 29-53. Fuera de Playoffs. Eficiencia Ofensiva Ritmo Eficiencia Defensiva 102.9 (20º) 97.3 (11º) 107.3 (26º) Ataque 4 Factores Defensa 48.2% (24º) % efectivo en tiros 52% (29º) 29.6% (11º) Tiros libres 28.8% (16º) 14.8% (20º) Pérdidas 15.4% (12º) 31.4% (1º) Rebote ofensivo 26.6% (23º) Glosario de la Memoria 2013/14: * Ritmo: posesiones cada 48 minutos / Ef. Ofensiva: puntos producidos cada 100 posesiones / Ef. Defensiva: puntos recibidos cada 100 posesiones. * Porcentaje efectivo: une valores en tiros de dos y triples / Tiros libres: porcentaje de tiros libres (lanzado o recibido) sobre el total de lanzamientos / Pérdidas: pérdidas de balón (propias o provocadas) cada 100 posesiones / Rebote ofensivo: Capturas (conseguidas o permitidas) sobre el total. Detroit fue una de las grandes decepciones de la NBA el pasado curso. Y si bien es cierto que en cierto modo se podía intuir, no evitó que doliera lo mismo. La plantilla tiene talento, este año algo mejor distribuido (tampoco parecía difícil), y Stan Van Gundy ha llegado para poner un poco de orden, en banquillo y despachos, en un ecosistema con tendencia al caos. Los últimos puestos de Playoffs en el Este siguen siendo accesibles (desde luego nada que ver con el Oeste), así que un comienzo positivo que generase buenas sensaciones podría desembocar en un viaje a la fase final. No obstante, todo indica que Van Gundy va a necesitar tiempo y acierto para organizar el reto que se le presenta. De Joe Dumars a Stan Van Gundy Cuando una encuesta tras otra suele apuntar a tu figura como la menos valorada en tu sector es que algo falla. O al menos da que pensar. La estimación de Joe Dumars como Presidente de Operaciones de los Pistons tocó mínimos el pasado curso, como punto culminante de una etapa decadente iniciada en 2009 con lo tóxico de los contratos de Charlie Villanueva y Ben Gordon, que comprometían 80 millones de dólares en 5 años. El gran problema de Dumars fue perder el sentido temporal de la reconstrucción en Detroit, no sabiendo aceptar los tiempos necesarios para volver a edificar un proyecto ganador. De alguna forma, olvidó lo conveniente de la paciencia en una situación que exigía tenerla. Y esa permanente urgencia acabó llevando el proyecto a un punto muerto, en la sombra, de difícil solución. La esperanza en la franquicia ha adoptado este verano el nombre de Stan Van Gundy. Y es que no sólo llega como técnico, sino al mismo tiempo para sustituir a Dumars en su rol y tomar decisiones al más alto nivel deportivo. En otras palabras, para reconducir por completo el barco. Sin embargo construir algo sano, tanto en los despachos como en la cancha, va a requerir algo de tiempo. En lo primero hay decisiones que tomar para establecer realmente hacia dónde quiere ir el proyecto, quiénes son sus jugadores capitales y cómo generar un entorno viable en torno a ellos. En lo segundo, Detroit simplemente necesita comportarse como un equipo con identidad propia y olvidar el esperpento vivido la pasada campaña. Con la posible salida de Greg Monroe en el horizonte (acogido a la ‘Qualifying Offer’, será agente libre sin restricciones el próximo verano), el escenario interior se aclara. Pero igualmente habrá que contentar a Andre Drummond más pronto que tarde y generar un perímetro acorde a lo que requiere la NBA actual. Olvidar el triple poste Ese perímetro imaginario y sano desde luego no tiene a Josh Smith como ‘tres’. Los Pistons le firmaron 54 millones por 4 años el pasado verano, teniendo ya en nómina a Greg Monroe y Andre Drummond (23 y 20 años en el momento de la llegada de Smith), una pareja interior de grandes expectativas de futuro. Dicho de otro modo, Detroit tenía dinero fresco y no supo guardarlo, decidió apostarlo en un jugador que, aunque relevante, sencillamente no parecía necesitar. Sobre todo teniendo en cuenta las evidentes carencias de la rotación exterior. Con Smith como pieza vertebral del proyecto y dos jóvenes de proyección a los que igualmente había que dar minutos, Maurice Cheeks pensó que se podía dar cabida a los tres a la vez en pista. Y la idea, que ya apuntaba a salir mal por cuestiones espaciales, no es que saliese mal. Salió peor. Defensivamente, teórico apartado de mayor impacto, el experimento no funcionó. Detroit –segundo peor equipo en porcentajes permitidos al rival- no fue capaz de sellar la zona (sólo cuatro equipos permitieron más tiros cerca del aro) y si bien concedió una limitada cantidad de tiros de media distancia (sexto mejor registro NBA), lo contrarrestó provocando desde ahí los porcentajes más altos en toda la Liga, un 42%. Para colmo, el rebote en zona propia fue un drama considerando que los Pistons tenían tres opciones evidentes en ese arte. Ofensivamente la prueba tenía, ya de inicio, peores sensaciones. Y no hubo forma de negarlas. Detroit ahogó por completo su espacio de ataque, permitiendo a Josh Smith prodigarse libremente desde la zona de tres (3.4 intentos con un 26% de acierto) y alimentando el desastre. Sólo cuatro equipos tiraron menos triples que los de Michigan y únicamente Philadelphia con peor efectividad. Detroit sí fue salvaje cargando el rebote ofensivo, con la mejor marca sobre el total de la Liga (31%), y atacó muchísimo la zona, aunque con resultados discretos para su volumen y sabiendo que ir a la línea de tiros libres era una tortura (porcentaje más bajo NBA). Lo peor, sin embargo, no fue la probatura sino extenderla demasiado en el tiempo, lo que precipitó que los Pistons perdiesen de forma frenética su química colectiva. Algo después irrecuperable. Pero al menos Van Gundy sabe qué no tiene que hacer este curso. Hacer el perímetro útil El regreso a un sistema con menor ocupación interior es uno de los grandes objetivos del nuevo técnico para este curso. Lograr ampliar la cancha, generar amenaza y permitir un correcto aprovechamiento de perfiles como Smith o el propio Drummond por dentro. Es posible. Detroit ha firmado a DJ Augustin, Jodie Meeks y Caron Butler precisamente para reconducir el sistema hacia fuera y permitir, a la vez, que el banquillo pase a tener cierto peso. Precisamente ese aspecto, el de la rotación, fue un punto negativo del bloque sobre el que Van Gundy pretende focalizar y corregir. Los Pistons permitieron a las rotaciones rivales los mejores porcentajes de toda la Liga el pasado curso, generando desequilibrios permanentes. Volviendo al asunto espacial, entre los tres citados, todos capaz de amenazar por fuera (crucial para el crecimiento colectivo), y la recomposición del orden exterior, en el que Caldwell-Pope podría pasar a ser algo más importante y Brandon Jennings sentirse mucho cómodo con más espacios y posibilidades a su lado, Detroit debe hallar equilibrio para imponer un esquema con mayor potencial de cara al espacio ofensivo y la productividad. No obstante, aparte de establecer un control en un colectivo que lo perdió por completo el pasado año, una de las grandes esperanzas de la llegada de Van Gundy es ver cómo puede trabajar junto a Andre Drummond. La experiencia con Dwight Howard siempre es interesante a la hora de ver cómo se puede potenciar un icono interior y Drummond, que sigue siendo un fascinante potencial andante, va a tener la oportunidad de madurar en unos meses más que en sus dos años anteriores en la Liga. A partir de su crecimiento real en defensa, todavía por explorar, debería poder cimentarse la nueva estructura de los Pistons. En realidad, si Van Gundy ubica los roles de forma medianamente coherente en ambos lados de la pista, Detroit debería ser un equipo bastante más consistente que el año pasado. El trabajo en todas las áreas es notable y, -de nuevo- requerirá tiempo, pero el técnico ya ha demostrado anteriormente ser capaz de llevar un proyecto de esa entidad. Hablando de dólares: Detroit tiene uno de los payrolls más baratos de la Liga. Actualmente por debajo incluso del límite mínimo estipulado por la NBA (56.7 millones). Su único contrato de volumen es el de Josh Smith (le restan 40 millones en 3 años), por lo que maneja una flexibilidad casi absoluta, circunstancia que permitió este verano incluso ofrecerle 18 millones (por 3 años) a Jodie Meeks. Greg Monroe se acogió a su ‘Qualifying’ (5.4 millones) por lo que muy probablemente abandone la franquicia en verano. Sin embargo habrá margen para cubrir huecos. A seguir: Andre Drummond sigue acaparando miradas en la franquicia. Y con él prácticamente sólo se evitan cuando visita la línea de personal (41% el año pasado). El jugador se encuentra este curso ante una oportunidad de comenzar a ser realmente lo que parece que puede llegar a ser. Físicamente (tamaño, movilidad y fuerza) lo tiene todo, y ahora además tendrá en Stan Van Gundy a un buen tutor de cómo cubrir pasos del proceso. Por ver si el esquema le permite operar en solitario dentro de la zona en ataque y si, defensivamente, comienza a dejar detalles constantes que sugieran en él un corrector de primer nivel. INDIANA PACERS Memoria 2013-2014 Balance: 56-26 (1º Este). Finalistas de Conferencia. Eficiencia Ofensiva Ritmo Eficiencia Defensiva 101.5 (22º) 94.9 (20º) 96.7 (1º) Ataque 4 Factores Defensa 49% (19º) % efectivo en tiros 46% (1º) 29% (13º) Tiros libres 26.1% (8º) 15.8% (25º) Pérdidas 14.2% (22º) 24.9% (21º) Rebote ofensivo 23.2% (2º) Glosario de la Memoria 2013/14: * Ritmo: posesiones cada 48 minutos / Ef. Ofensiva: puntos producidos cada 100 posesiones / Ef. Defensiva: puntos recibidos cada 100 posesiones. * Porcentaje efectivo: une valores en tiros de dos y triples / Tiros libres: porcentaje de tiros libres (lanzado o recibido) sobre el total de lanzamientos / Pérdidas: pérdidas de balón (propias o provocadas) cada 100 posesiones / Rebote ofensivo: Capturas (conseguidas o permitidas) sobre el total. De jugar la Final de Conferencia un año a no ver clara su presencia en los Playoffs del siguiente. Para Indiana el curso se presenta dramáticamente más estresante de lo esperado. La marcha de Lance Stephenson y la gravísima lesión de Paul George descubren un escenario muy complejo a la hora de saber qué se puede esperar de un equipo que, hasta el pasado febrero, parecía indestructible. Los meses posteriores desvelaron que nada lo es para que después el mercado, con Stephenson, y una broma de mal gusto del destino, con George, hagan de los Pacers un equipo no sólo terrenal. Sino uno con más interrogantes que aspectos claros. Dos polos opuestos Todavía resulta difícil de entender lo ocurrido con Indiana el curso pasado. Tras un comienzo asombroso, el equipo pareció perder de repente su propia identidad. Los Pacers tuvieron balance negativo considerando los dos últimos meses de fase regular, en los que perdieron tantos partidos (13) como en los cuatro anteriores juntos. Roy Hibbert pareció olvidarse de jugar al baloncesto y el colectivo vio desaparecer, de un plumazo, toda la química que le hacía una fuerza de super élite hacia el anillo. Dentro de algunos años se sabrá la verdad de lo que realmente pasó ahí dentro. Aun así, alcanzaron el mejor registro del Este (su objetivo a principios de campaña) y llegaron –con un enorme sufrimiento- a Final de Conferencia. Pero lo que allí llegó realmente no fueron los Pacers sino lo poco que quedaba de ellos después de su propio proceso de autodestrucción. Está por ver, por tanto, qué grado de solución tiene un fenómeno tan complejo como el vivido, incluso a pesar de la salida de Lance Stephenson, una permanente bomba en un vestuario. Las heridas sanan pero las cicatrices permanecen. Indiana en plenitud ya era un equipo fuertemente polarizado, caracterizado por exhibir un sistema defensivo muy dominante, a la vista casi perfecto, pero al mismo tiempo agarrado en exceso en ataque al vertiginoso (y fascinante) ascenso a la élite de Paul George y la explosión de Lance Stephenson. Sólo que en su caso generaba tanto en su parcela defensiva que le daba para sobrevivir cómodamente en la ofensiva. El problema es que Lance Stephenson ha dejado la franquicia y Paul George, lesionado de gravedad en el ‘training camp’ previo al Mundial (terrible lo suyo), no tiene fecha de regreso. Es decir, los Pacers no van a poder disponer no sólo de uno, sino de los dos jugadores que más minutos disputaron con el equipo el pasado año, que a la vez eran los (únicos) dos motores ofensivos y dos de los tres máximos anotadores. Esto es, efectivamente, un contratiempo de extrema gravedad. Indiana, un equipo al que le costaba enormemente no ya anotar sino generar situaciones de ventaja en ataque, con un pobre espacio ofensivo (octavo conjunto que menos lanzó de tres) y tendencia natural a no cuidar el balón (sexto mayor volumen de pérdidas en la Liga), va a tener serias dificultades para ser eficiente en su lado ofensivo. Si ya con George y Stephenson a gran nivel su ataque no logró salir del tercio trasero NBA, sin ellos el asunto huele a dramático. La solución está, por tanto, en el otro lado. Reencontrarse con Hibbert Lo que ocurre es que, a decir verdad, mejorar el producto defensivo que mostraron los Pacers el pasado curso es algo realmente difícil. Indiana recibió apenas 96.7 puntos por 100 posesiones, mejor registro de la Liga, desarrollando además un poder casi telepático con los rivales. Me explico. Indiana es, junto a Chicago, el único equipo del que se puede decir que consigue que su rival acabe la mayoría de sus ataques donde ellos quieren que los acaben. Luego éstos podrán anotar, el talento para ello es algo más que común en la NBA, pero desde luego lo harán muy por debajo de la media. Traducido a lo que consiguen realmente: fueron el equipo que más tiros concedió desde la media distancia, la menos prolífica para producir, y Top 5 a la hora de permitir tirar muy poco desde la zona restringida o la línea de tres, las que más interesa cubrir. Lo ideal, vamos. Pero es que, por si fuera poco elegir dónde se quiere que el rival lance, luego aparte eran élite defendiendo esos tiros. Los Pacers fueron, y con mucha diferencia, el mejor equipo en la defensa cerca del aro, estuvieron entre los cinco mejores defendiendo los tiros de tres e incluso fueron top 10 bajando porcentajes en la media distancia y a la hora de conceder pocos tiros libres. En otras palabras, su sistema era una auténtica obra de arte, no había escapatoria ni forma humana de someter esa defensa. Todo era elegir cómo morir. Este curso plantea la necesidad de recuperar esa misma versión, considerando dos condicionantes de relevancia. El primero, Paul George y Lance Stephenson eran dos defensores extraordinarios de perímetro, tremendamente polivalentes, de mucho tamaño, velocidad y agresividad, perfectos para un sistema anclado de dentro a fuera. Pero, de nuevo, uno ya no está y el otro no se sabe cuándo podrá regresar. Y el segundo, no sabemos qué Roy Hibbert veremos. Si el de la primera parte del curso pasado, gran favorito a Jugador Defensivo del Año; o el del tramo final de temporada, posiblemente el peor jugador de todos los Playoffs. Para que los Pacers puedan imponer un sistema defensivo de élite, a esos niveles, van a necesitar la primera versión. Sí o sí. El comportamiento colectivo de los Pacers es magnífico, Frank Vogel ha creado una telaraña de primer nivel que conduce siempre hacia el encuentro cara a cara con Hibbert, el mayor corrector interior del planeta, pero si Hibbert no es justamente eso, y no se cuenta con el plus exterior de antaño, la perfección puede hacerse imperfecta. Y sabiendo el panorama ofensivo, es un riesgo que Indiana no se puede permitir. El banquillo ahora es necesidad La rotación ha sido un concepto casi peyorativo para los Pacers recientes, basados en masivos despliegues de minutos para sus titulares y la construcción de hábitos ya mecánicos, una identidad colectiva que hacía que cinco de sus hombres jugasen tan bien juntos, tan de memoria, que apenas necesitasen más apoyo de otros para ganar. Pero esto ha cambiado. El contexto ahora es de urgencia y Vogel tendrá que bucear por obligación donde antes no tenía por qué hacerlo. No sólo a la hora de usar más a sus hombres de rotación, sino a la hora de implementar roles más notorios a los que ya tenían el suyo bien aprendido. El ejemplo más claro de ello es George Hill. Hill había llegado a un punto de no evolución, tan absorbido por la bestia colectiva en la que estaba inmerso. Pero sin Stephenson ni George va a tener que asumir peso ofensivo tanto al generar como al ejecutar. Similar escenario tendrá David West, que aunque mucho más veterano (y castigado físicamente) es el clavo al que se agarra Vogel casi en cada entrevista. Su espíritu competitivo, siempre hambriento, debe marcar el camino. Rodney Stuckey y CJ Miles –refuerzos en verano- serán dos jugadores que verán su teórico papel drásticamente incrementado por la situación, por lo que está por ver cómo responden. Y si bien Miles ofrece menos dudas, por ser un jugador que genera espacio y ejecuta, la apuesta por Stuckey –que tendrá mucho más el balón en las manos- puede salir muy bien o muy mal. Sin término medio, como viene siendo el propio jugador. Asimismo, jugadores anteriormente infrautilizados como Watson, Copeland o Scola podrían llegar a ser soluciones para el nuevo escenario de la franquicia. Incluso el sophomore Solomon Hill podría tener alguna opción. El sistema, antaño muy cerrado, tendrá que explorar nuevos caminos para sobrevivir. Y es que la presencia de George –plenamente sano, claro- posiblemente vuelva a encauzar en cierto modo el esquema habitual ofensivo de los Pacers, incluso sabiendo que el papel de Stephenson era crucial como apoyo en la generación de ventajas y como ‘game changer’. Pero hasta entonces Vogel va a tener que enfrentarse a un reto mayúsculo por necesidad. Porque una vez demostrada su capacidad para crear una máquina de destrucción defensiva, el contexto exige ahora de Indiana nuevos matices para el propio ogro en ese mismo área y, lo más crucial, una innovación drástica en el otro lado de la cancha. Precisamente ese detalle, la capacidad de innovar, hará ver hasta dónde puede llevar Vogel a unos Pacers huérfanos de su jugador más hipnótico. Hablando de dólares: Los Pacers poseen una de las plantillas más costosas de toda la Liga, por encima incluso del impuesto de lujo. Tal gasto se sostiene sobre todo a partir de tres contratos de gran volumen (George, Hibbert y West) que sin embargo pesan menos de lo que parece. Hibbert y West tienen una ‘Player Option’ el próximo verano que, aunque seguramente ejecuten, invita a pensar en cierta maniobrabilidad con ellos más pronto que tarde. Más allá del trío, lo más llamativo de su estado es el nuevo contrato de Miles (18 millones por 4 años) y la situación de Scola, que acaba su acuerdo este curso y sólo tiene garantizados 900.000 dólares de los casi 5 millones del montante total. A seguir: Tan potencialmente dominante como intrascendente. El Dr.Jekyll y Mr.Hyde del curso pasado en la NBA no tiene escapatoria de cara al actual. La ausencia de Paul George provoca que todos los focos apunten directamente al rendimiento de Roy Hibbert. En un óptimo estado de confianza, un aspecto especialmente volátil en él, uno de los interiores más influyentes de la Liga (mejor corrector interior en el área restringida el año pasado y clave del sistema defensivo más potente) y desde luego decisivo en la versión que pueda ofrecer su equipo este año. MILWAUKEE BUCKS Memoria 2013-2014 Balance: 15-67 (peor récord de la NBA). Fuera de Playoffs. Eficiencia Ofensiva Ritmo Eficiencia Defensiva 100.2 (26º) 94.2 (24º) 108.9 (29º) Ataque 4 Factores Defensa 47.9% (27º) % efectivo en tiros 52% (28º) 27.4% (16º) Tiros libres 29.9% (20º) 15.8% (26º) Pérdidas 14.8% (19º) 27.1% (12º) Rebote ofensivo 28.6% (29º) Glosario de la Memoria 2013/14: * Ritmo: posesiones cada 48 minutos / Ef. Ofensiva: puntos producidos cada 100 posesiones / Ef. Defensiva: puntos recibidos cada 100 posesiones. * Porcentaje efectivo: une valores en tiros de dos y triples / Tiros libres: porcentaje de tiros libres (lanzado o recibido) sobre el total de lanzamientos / Pérdidas: pérdidas de balón (propias o provocadas) cada 100 posesiones / Rebote ofensivo: Capturas (conseguidas o permitidas) sobre el total. Especialmente en el curso pasado NBA, había dos grandes vencedores de antemano. El que lograse el anillo, por razones obvias; y el que lograse el peor récord de la Liga, y por tanto mayores posibilidades de ser premiado con el número uno del Draft. Puede decirse por tanto que Milwaukee acabó la fase regular siendo uno de los dos grandes triunfadores del año. Finalmente la suerte deparó una segunda elección, pero fue algo suficiente como para hacerse con Jabari Parker y comenzar a sentir un cosquilleo. Jason Kidd llega a un equipo extremadamente joven y con mucho con aprender. Pero hay una base de jugadores interesante con la que poder formar un proyecto atractivo. El presente sigue siendo difícil pero de momento, con Parker en el zurrón, se puede comenzar a ver el futuro de otra forma. Aglutinar talento Para un mercado como el de Milwaukee, con una limitadísima atracción a todos los niveles, la mejor forma de comenzar a desarrollar un proyecto de entidad es acumular talento vía Draft, con el fin de poder después hacerlo evolucionar y mantenerlo en la franquicia. Y ciertamente en ese proceso, concretamente en la primera fase, se encuentra la franquicia. Los Bucks cuentan con Brandon Knight (22 años), Giannis Antetokoumpo (19), Jabari Parker (19) y Larry Sanders (25) como póker de futuro. E incluso piezas de complemento como OJ Mayo (26) y Ersan Ilyasova (28) son relativamente jóvenes en una plantilla en la que, por otro lado, únicamente Zaza Pachulia alcanza la treintena. Precisamente ese despliegue masivo de juventud y piezas en progresión permite ver, por otro lado, la falta de experiencia del roster, más que predispuesto a aprender… posiblemente mientras pierde partidos y sigue acumulando talento en el Draft. No obstante, Milwaukee sufrió varios contratiempos de entidad el pasado curso que le hicieron olvidar por completo cualquier intención competitiva que pudiera haber tenido de cara al curso (que suponemos existía) y centrarse, ya por completo, en un desafío grotesco pero en su caso eficiente: perder aún más partidos que Philadelphia. Y lo consiguieron. Su jugador de mayor impacto real en el juego, Larry Sanders, que había dejado una impresión espectacular la campaña anterior, no paró de tener problemas de todo tipo. Se perdió 59 partidos y dejó huérfana la capacidad defensiva del equipo. Mientras que los dos jugadores que teóricamente debían dar un paso adelante, OJ Mayo y Ersan Ilyasova, no lo hicieron. Mayo lo dio a lo ancho, perdiendo toda forma física y dejándose llevar hasta límites obscenos. Y el turco, que se perdió 27 encuentros, no encontró nunca plena salud física y química con el sistema del equipo, así que sus porcentajes cayeron al vacío y con ellos toda esperanza de ser importante. El talento está ahí, el equipo es muy joven pero las posibilidades a la hora de desarrollar son muy elevadas. Porque aparte de los cuatro jugadores de mayor peso futuro, los Bucks tienen elementos como Jerry Bayless, Kendall Marshall o John Henson que también tienen un margen de progresión más que interesante. Enamorarse de Jabari Parker Sin haber jugado un solo partido, la franquicia ya siente adoración por Jabari Parker, su elección (número dos) en el Draft marcado en rojo de los últimos años. Aquellos que hayan podido disfrutar al jugador durante su año en Duke también habrán quedado hipnotizados. Y para el resto es una simple cuestión de tiempo. Parker es una delicia visual. Tiene una enorme facilidad para jugar, hace muchísimas cosas y prácticamente todas muy bien. Ofensivamente es asombrosamente inteligente para su edad y controla una gama de recursos que le hacen un jugador realmente especial. Para colmo, tiene una ética de trabajo excepcional y un carácter parece que bastante maduro para su edad. El jugador se convirtió en el primer novato en la historia de Duke en liderar al equipo en puntos y rebotes, además de establecer la mejor marca de siempre en el primer apartado (19.1) para jugadores de primer año. Parece el perfil más formado de una promoción plagada de talentos, así que parte como favorito en la carrera de Rookie del Año. Y, desde luego, como gran esperanza a hacer de Milwaukee un equipo competitivo a medio plazo. Está por resolver cuánto podrá jugar como ‘tres’ y cuánto como ‘cuatro’, ya que posiblemente la única duda con él es cómo se adaptará al ritmo físico NBA. Tiene mucho tamaño y capacidad de creación de fuera a dentro para ser un alero pero no es especialmente explosivo. Eso sí, maneja tantos fundamentos que no debería tener problema en hallar forma de producir en cualquier sitio. La comparación con Paul Pierce, al que se asemeja físicamente, plantea el escenario de hacia dónde puede ir su evolución. Parker encontrará en los Bucks un equipo en el que puede ser importante desde el inicio, sin ningún tipo de filtro. Y además tendrá al lado la fascinante figura de Antetokounmpo, como perfil potencialmente liberador no sólo de peso defensivo sino también a la hora de generar opciones colectivas. Si encuentran química entre ambos, la conexión promete ser espectacular. Jason Kidd al mando Milwaukee apostó este verano por cambiar la figura del entrenador y pensó en Jason Kidd para ejercer como referencia a la hora de guiar tal cantidad de recursos jóvenes, por formar. Kidd conoció la exigencia de un banquillo NBA durante sus primeros meses en Brooklyn, llegando a estar incluso sobre el alambre del despido, pero en la segunda parte de la temporada logró que el equipo adquiriese unión, llevándolo hasta Semifinales de Conferencia y en realidad su punto máximo real: una eliminatoria ante Miami. Sin embargo el desafío de Kidd es prácticamente antagónico en Milwaukee. Pasará en unos meses de tener un equipo con abundante talento formado y muchísimo oficio competitivo a otro con gran cantidad de talento por formar y sin ninguna clase de experiencia a la hora de competir. El nuevo técnico tiene delante un margen de maniobrabilidad máximo, ya que su equipo carece de una identidad real. Pero junto a ese dulce tiene el amargo regusto de saber que tiene muchas, muchísimas, cosas por depurar en prácticamente todos los apartados del juego. Marcado por la ausencia de Sanders, auténtico eje defensivo que influía no sólo en la zona sino en el comportamiento colectivo del perímetro, Milwaukee fue el año pasado el segundo equipo al que más sencillo era producirle puntos en toda la Liga (casi 109 por 100 posesiones) y el cuarto que más concedía por tiro (1.26). Sobre todo en parte por sus problemas para defender la línea de tres (porcentaje más alto permitido al rival en esos lanzamientos, un 38%) y la imposibilidad de cerrar el rebote (segundo peor dato de la NBA), lo que generaba un constante desfile de segundas oportunidades. La defensa de perímetro va a volver a sufrir este curso, básicamente porque salvo Jared Dudley no parece haber ningún perfil con capacidad de llegar a un nivel óptimo en ese área, aunque la presencia de Sanders debería ayudar a corregir el problema en la pintura, tanto a la hora de reducir porcentajes rivales como de asegurar algo mejor el rebote. En ataque Milwaukee sigue teniendo un Ilyasova un comodín necesario, como único perfil interior de cierto impacto capaz de abrir el campo. Aunque está por ver cuánto uso se le da a Parker como ‘cuatro’, lo que podría aumentar las opciones ahí. Los Bucks tiraron pocos triples y con poco acierto el año pasado así que es de esperar que Kidd busque una forma real de mejorar la distribución espacial y, como consecuencia, hacer más útiles sus perfiles de anotación para dejar de ser uno de los equipos a los que más les cuesta generar tiros librados de toda la Liga. Por su parte, Brandon Knight dejó muy buenas sensaciones a final de temporada. Sus problemas en el tiro siguen vigentes y mantiene cierta tendencia a perder demasiado el balón, pero la llegada de Parker, Bayless y Dudley (todos abren el campo) debería permitirle llevar su juego a sus zonas de mayor influencia. Sin saber aún realmente qué tipo de permisividad dará Kidd al juego en transición (el curso pasado Milwaukee jugó realmente lento), los Bucks son un bonito desafío a medio plazo. Pero es difícil esperar que un equipo tan sumamente joven y falto de identidad comience a ganar partidos pronto. La clave, como en casi todo proyecto de ese perfil, puede estar en cuánta paciencia tienen los nuevos dueños de la franquicia. Hablando de dólares: Al ser un equipo formado básicamente por jugadores que mantienen su contrato de llegada a la Liga, la situación salarial es realmente muy cómoda. El único contrato de volumen es el de Larry Sanders (44 millones por 4 años), siendo uno además que parece bueno o malo según el día. Es positivo saber que si a Mayo no le da por recuperar el buen camino el curso que viene será ‘expiring’, algo similar a lo que ocurre con Ilyasova, que tiene un año más de contrato pero prácticamente sin garantizar (menos de medio millón, únicamente). Así que la situación, a la espera de ver cómo evoluciona todo su talento joven, es muy plácida. A seguir: Ser uno de los mayores diamantes del considerado mejor Draft de la última década presupone algo muy positivo. Jabari Parker lo tiene todo para triunfar. Tamaño, madurez, carácter competitivo y un talento especial para la práctica del baloncesto. El salto al profesionalismo NBA es complejo, pero es casi imposible no ilusionarse con él. Conviene no perder de vista todo lo que ocurra en el año de estreno de lo que promete ser una fantástica carrera en la mejor Liga del planeta. ATLANTA HAWKS Memoria 2013-2014 Balance: 38-44 (8º Este). Eliminados en Primera Ronda. Eficiencia Ofensiva Ritmo Eficiencia Defensiva 103.4 (15º) 96.8 (13º) 104.1 (15º) Ataque 4 Factores Defensa 51.5% (9º) % efectivo en tiros 51% (19º) 26.6% (21º) Tiros libres 26.2% (9º) 15.6% (19º) Pérdidas 15.6% (7º) 21% (28º) Rebote ofensivo 25.6% (17º) Glosario de la Memoria 2013/14: * Ritmo: posesiones cada 48 minutos / Ef. Ofensiva: puntos producidos cada 100 posesiones / Ef. Defensiva: puntos recibidos cada 100 posesiones. * Porcentaje efectivo: une valores en tiros de dos y triples / Tiros libres: porcentaje de tiros libres (lanzado o recibido) sobre el total de lanzamientos / Pérdidas: pérdidas de balón (propias o provocadas) cada 100 posesiones / Rebote ofensivo: Capturas (conseguidas o permitidas) sobre el total. El escándalo veraniego relacionado con los comentarios racistas de Danny Ferry, General Manager de la franquicia, cubrió demasiado el contexto deportivo para un conjunto que realizó una notable campaña y apunta a ser capaz de llevar su rendimiento aún más allá en el curso que se avecina. Atlanta repite bloque, con dos refuerzos muy puntuales y la certeza de que su idea de baloncesto, impuesta por Mike Budenholzer, circula por el camino correcto. La salud de Al Horford resultará decisiva para un equipo claro aspirante a jugar la fase final en el Este y que se convirtió el pasado año en uno de los modelos de juego más atractivos de toda la Liga. El comodín Budenholzer El curso pasado fue especialmente bueno a la hora de ver magníficas temporadas por parte de entrenadores. Hubo una gran cantidad de actuaciones realmente soberbias desde los banquillos aunque eso no justifica que una de ellas, la protagonizada por Mike Budenholzer en Atlanta, se quedase sin obtener ni un solo punto en las votaciones oficiales de ‘Técnico del Año’. Ni uno. Es tarde y probablemente a pocos le importe, pero desde aquí mi humilde rechazo a ello. Y es que Budenholzer hizo básicamente todo lo que podía hacer para que los Hawks funcionasen. De hecho incluso más. En una temporada en la que Al Horford se perdió 53 partidos y con una rotación titular en las alas (de la suplente mejor no hablamos) formada por DeMarre Carroll y Kyle Korver, Atlanta no sólo jugó los Playoffs sino que llevó a siete partidos al mejor récord del Este. Más allá de lo que hizo, no obstante, se encuentra además cómo lo logró. El enésimo discípulo de Gregg Popovich que pisa un banquillo dejó desde muy pronto bien clara su idea de baloncesto. Y es fantástica, enlazando conceptos clásicos con una natural adaptación a las necesidades modernas. Ofensivamente, es difícilmente mejorable. Atlanta fue el segundo equipo que más abrió el campo desde el triple (y por tanto generando espacio dentro), siendo especialmente bueno su uso desde las esquinas (octavo en volumen en la Liga) y vital su renuncia a la media distancia (de los cinco equipos que menos lanzaron desde ahí). Todo ello bajo un esquema de mucho pase, movimiento sin balón y poco bote. Y sin grandes referencias anotadoras. Maximizó al límite todos sus recursos en una de las grandes sorpresas agradables del año. Defensivamente, Atlanta decidió cuidar al máximo su transición (prescindiendo casi por completo de atacar el rebote ofensivo) y encontró el modo de hacer que los rivales lanzasen bastante desde la media distancia a pesar de no tener ni un solo corrector interior, jugando en la zona a menudo con dos ‘cuatros undersized’. Ocultó la falta de lateralidad de Korver, concedió pocos tiros libres y fue top 10 provocando pérdidas al rival. De verdad, muy difícil imaginar una idea tan impoluta y bien ejecutada con tan pocos mimbres. El primer año del técnico de Atlanta generó una identidad clara y química colectiva en un equipo que durante muchos momentos del curso estuvo muy por encima de su nivel real. Este curso el bloque se mantiene y han llegado un par de refuerzos muy del gusto del propio Budenholzer, sobre todo Thabo Sefolosha. Así que la expectación por su segundo curso completo es elevada y se encuentra, además, perfectamente motivada. Paul Millsap vale por dos Una cuota importante del excelente rendimiento de Atlanta se sostuvo en la labor de Paul Millsap. A sus 29 años, Millsap es un jugador de élite a la hora de producir. Posiblemente tenga menos prestigio global que otros (aunque la última campaña disputó el primer ‘All-Star’ de su carrera) pero su capacidad de aportar es realmente vertiginosa. Su conexión con Al Horford fue, además, casi instantánea. Como si hubiesen jugado toda la vida juntos. Los problemas físicos del dominicano impidieron prolongarla en el tiempo pero la capacidad de ambos de pasar el balón, elegir la mejor opción e intercambiar poste alto y poste bajo resulta muy difícil de frenar. Y sin Horford, con la rotación interior en un estado delicado, asumió aún más peso en el juego para protagonizar la mejor campaña de su carrera. Millsap anotó, reboteó, generó, fue efectivo en las líneas de pase y conectó (con un 36% de acierto) casi tres veces más triples que en todos sus años anteriores en la Liga. Y siempre enfocando su juego a un orden colectivo. Siendo ‘expiring’ este curso (con lo que ello supone a nivel de motivación por obtener el mejor contrato de su carrera), si Horford puede mantenerse sano su pareja con Millsap posiblemente resulte devastadora. El curso pasado la presencia de Horford mejoró más de cuatro puntos porcentuales el rendimiento defensivo de su equipo, así que el optimismo –en ambos lados de la canchatiene fundamento. La pareja se encuentra, además, complementada por una rotación que, a pesar de seguir sin una figura de intimidación (y la problemática que ello puede generar), es especialmente útil a la hora de sumar. Brand, aunque muy veterano, es muy útil en poste bajo. Y tanto Antic como Scott ejercen un rol de ‘spacing’ básico para el sistema de Atlanta. Cuerda al perímetro Estando el sostén del juego de Atlanta dentro, sobre todo a través de la influencia de su pareja titular y todo lo que consigue generar, el perímetro es lo que separa a Atlanta de poder tener un margen de progresión mayor o menor este curso. Jeff Teague notó el curso pasado la ausencia de Horford, uno de sus mejores socios en pista, pero al verle deja la permanente sensación de poder estar a punto de pasar al siguiente nivel en su juego. En una posición tan competitiva en la NBA como la de base, el jugador formado en Wake Forest aporta un gran rendimiento defensivo y una baza secundaria a la hora de anotar, pero parece capaz de llevar su influencia más allá incluso en un sistema tan solidario como el de Budenholzer, donde casi está incluso mal visto amasar balón. El verano ha servido para reforzar una de las grandes carencias del equipo, la rotación en las alas. Al menos esta temporada Budenholzer tendrá algo más que poder emplear con seguridad de que puede adaptarse a lo que necesita. La marcha de Louis Williams deja vacante el papel de ‘game changer’ desde el banquillo, papel que espera poder adoptar Kent Bazemore. Y Thabo Sefolosha seguramente sea, pese a cuajar un mal año en los Thunder, realmente importante a la hora de plantear un perímetro muy fuerte en la defensa sobre balón y líneas de pase. Y a la vez no hacer de DeMarre Carroll un activo tan necesario. La ‘pegada’ ofensiva de los Hawks en el perímetro es realmente limitada, de ahí que se espere algo más de Teague. Si bien el año pasado Atlanta tuvo en Kyle Korver un perfil absolutamente vital, más aún en una idea en la que lanzar de tres es casi un acto reflejo. Korver hizo simplemente el año de su vida. Logró la mejor marca de su carrera en porcentaje de tiros de tres (considerando más de 110 intentos totales), un increíble 47% para un jugador que anotó 2.6 triples por noche, superando además el 50% de acierto desde ambas esquinas, con todo lo que ello condiciona las defensas rivales a la hora de hacer ancha la pista. Y fruto de su acierto acabó liderando toda la NBA en porcentaje de tiro verdadero (el que valora tiros de dos, de tres y libres) con un salvaje 65%, por delante de LeBron James y Kevin Durant. Casi nada. Posiblemente Atlanta vuelva a necesitar una versión magistral de su especialista en el tiro para aspirar a subir algún peldaño más, pero considerando cómo está enfocado el colectivo para generar ventajas en su labor y el propio nivel de Korver, no hay motivos para pensar que no pueda repetirlo. Hablando de dólares: Sólo cuatro jugadores de Atlanta ganan más de 4.2 millones de dólares. La situación es muy cómoda porque los contratos de volumen, además, no son largos. Millsap (9.5 millones) acaba su acuerdo este año saliendo libre al mercado, lo que significa que su continuidad, en caso de producirse, exigirá un considerable esfuerzo salarial. Y a Horford le restan sólo dos años de contrato (12 millones en cada uno). Más allá de ahí, plenas posibilidades a la hora de moverse aunque sabiendo que Georgia no es precisamente el lugar soñado por los jugadores para ir a jugar. A seguir: A sus 26 años, Jeff Teague se encuentra ante una situación más que óptima para subir su reputación en la Liga. Consagrado como un base fiable y de orientación colectiva, como también pudiera ser Mike Conley, la necesidad de Atlanta de un jugador de perímetro que asuma papeles de importancia a la hora de generar y ejecutar expone una posibilidad de que Teague explote. Es cierto que el sistema, plenamente solidario, impide en cierto modo un papel de uso masivo pero a buen seguro que un crecimiento en su rol sería muy agradecido por su técnico. CHARLOTTE HORNETS Memoria 2013-2014 Balance: 43-39 (7º Este). Eliminados en Primera Ronda. Eficiencia Ofensiva Ritmo Eficiencia Defensiva 101.2 (24º) 94.7 (21º) 101.2 (6º) Ataque 4 Factores Defensa 48.1% (25º) % efectivo en tiros 49.1% (9º) 29.7% (10º) Tiros libres 24.1% (2º) 12.9% (1º) Pérdidas 13.9% (28º) 21.9% (26º) Rebote ofensivo 22.4% (1º) Glosario de la Memoria 2013/14: * Ritmo: posesiones cada 48 minutos / Ef. Ofensiva: puntos producidos cada 100 posesiones / Ef. Defensiva: puntos recibidos cada 100 posesiones. * Porcentaje efectivo: une valores en tiros de dos y triples / Tiros libres: porcentaje de tiros libres (lanzado o recibido) sobre el total de lanzamientos / Pérdidas: pérdidas de balón (propias o provocadas) cada 100 posesiones / Rebote ofensivo: Capturas (conseguidas o permitidas) sobre el total. Los Bobcats ya son los Hornets. Y honestamente suena mucho mejor. Lo iniciado la temporada pasada por Steve Clifford, capaz de dotar de una identidad defensiva de élite a un equipo por formar, debe ser continuado el presente curso con el equipo dispuesto a un paso más. Lance Stephenson se suma al proyecto y la situación despierta bastante expectación. Si Charlotte haya el modo de construir un ataque decente y lograr que su banquillo no reste, hay motivos para salivar con unos Hornets en los que Al Jefferson buscará reeditar su excelencia del año pasado. Defenderás sobre todas las cosas Charlotte fue una máquina a la hora de defender su canasta el pasado curso. Y sin duda ése es el gran argumento sobre el que cimentar sus aún mejores expectativas de cara al presente curso. Los Bobcats (ya Hornets) tuvieron en Steve Clifford –uno de los mejores técnicos del año- al hombre clave de un esquema que llevó al límite la especulación con una efectividad espectacular. Clifford tiene varias ideas innegociables a la hora de competir, una serie de rasgos dominantes para un conjunto orientado claramente hacia la protección de su aro. Todo empieza por prescindir por deseo de atacar el rebote ofensivo, lo que interesa realmente es evitar que el rival juegue en transición. Charlotte emplea, efectivamente, ritmos muy contenidos para acentuar su gran poder. Una vez en estático, aspiración básica de Clifford, Charlotte no duda en conceder tiros exteriores para proteger la zona. Lo que trata de evitar siempre son situaciones de ventaja cerca de su canasta. Los Bobcats fueron uno de los cinco mejores equipos a la hora de limitar tiros del rival desde la zona restringida el año pasado y a su vez estuvieron dentro del top 10 a la hora de obligar al adversario a lanzar desde la media distancia. En toda la NBA, sólo Pacers, Bulls y Spurs permitieron un valor inferior de puntos por tiro de lo que hizo Charlotte (1.16). Incluso Al Jefferson, que arrastró toda su carrera una fama de pésimo defensor interior, parecía ser efectivo en determinadas situaciones. El secreto es, sobre todo, que es el sistema el que le hace parecerlo. Charlotte protege incluso en exceso su pintura, confiando en la acción de perímetro del ‘pulpo’ Michael Kidd-Gilchrist, un defensor espectacular pese a su juventud. En realidad, permitir lanzamientos lejanos en contextos relativamente cómodos es un aspecto que Clifford asume –ojo, no renuncia a mejorarlo- con el fin de reducir porcentajes dentro. Y de, por supuesto, asegurar el rebote y conceder los mínimos tiros libres posibles. En ambas facetas no hubo ningún equipo en la NBA mejor que Charlotte el curso pasado. Es decir, Clifford sabe lo que quiere. Y su equipo lo hace a la perfección. El gran poder de los Hornets residirá este curso en juntar su especulación absoluta con ya dos, y no sólo uno, elementos defensivos de perímetro de gran impacto. Porque a Kidd-Gilchrist se le junta esta campaña Lance Stephenson, que además entrará a formar parte de un sistema con nexos comunes al que vivió en Indiana. Ambos pueden resultar más que efectivos a la hora de limitar también la aportación de perímetro rival. Y la defensa colectiva puede aspirar a ser, por tanto, aún mejor de lo que fue. Y eso es mucho. El lado bueno de Stephenson Lance Stephenson era uno de los jugadores a los que con más atención había que seguir este verano. Y cuesta negar que la opción elegida es positiva tanto para él como para su destino. Desde un enfoque personal, Stephenson sólo firma tres años, llega a un equipo en crecimiento y puede tener un rol muy importante. Escenario ideal para explotar en plenitud y aspirar ya de verdad a un contrato de mucho volumen cuando finalice el actual, ya que por entonces aún tendrá 26 o 27 años. Para la franquicia, las cifras por Stephenson (27 millones por tres años) son muy asumibles teniendo en cuenta el tremendo potencial del jugador. Y además el tercer año del acuerdo es ‘team option’, detalle interesante por si el asunto saliese rematadamente mal. Es barato y no compromete durante excesivo tiempo. Parece un ‘win&win’ en toda regla. La llegada de Stephenson es realmente muy necesaria para un equipo que soñaba un jugador de perímetro de relevancia en la Liga (perdieron la cabeza ofreciendo el máximo a Gordon Hayward, por ejemplo, aunque después Utah igualó la oferta). Sobre todo a través de dos vías, ambas vitales. Por un lado, Stephenson es un gran generador de juego, una opción primaria de contrastada efectividad. A la vez puede anotar y lanzar desde fuera – irregularmente, eso sí-, circunstancias de gran valor para unos Hornets con tendencia a venirse abajo cuando Walker o Jefferson no están en pista. Y por el otro, la opción de juntar a Stephenson con la rotación es fantástica. Básicamente porque el quinteto de más peso de Charlotte superó a sus rivales por unos tremendos 11 puntos por cada 100 posesiones el año pasado. Pero el banquillo destruyó después todos esos réditos. Y ahí entra él para, como ‘game changer’, ejercer de líder de la segunda unidad. Su rol es especialmente importante ya que, además, Charlotte ha perdido en verano a Josh McRoberts, el tercer gran foco de creación que tenían los Bobcats el pasado año. ‘McBob’ hizo una campaña espectacular situándose en poste alto e interpretando toda necesidad de circulación ofensiva de su equipo. Sin él, Stephenson ocupará ese rol creativo. De otro modo, por supuesto, pero al final viene a cubrir esa misma necesidad del equipo. Todos conocemos la tendencia natural de Lance Stephenson al caos. Pero en realidad es justamente su capacidad de controlar esas situaciones lo que le hace verdaderamente especial. En Charlotte podrá ser el ‘Agent of Chaos’ – haciendo alusión al Joker de Batman- que tanto le gusta ser. Y, qué diablos, que tanto nos gusta a nosotros también. La progresión de los complementos Uno de los grandes beneficiados de la llegada de Stephenson será, por supuesto, Kemba Walker. No es que Walker sea un secundario o un complemento, de hecho su papel es justo el contrario, pero su mayor libertad sí que explica cómo puede mejorar el resto. Kemba tuvo serios problemas el pasado curso para ser referente anotador de perímetro de un equipo que jugaba tan lento. Pero la coctelera de ‘Born Ready’ va a agitar el escenario, le permitirá descansar más en defensa y a la vez darle espacio en ataque. Es decir, hay que esperar a un Kemba Walker más cómodo que pueda subir sus (bajísimos) porcentajes de 2014 y ayudar a solucionar el drama ofensivo. Que existe. Charlotte tiene la suerte de contar con Al Jefferson (impresionante campaña la suya), uno de los pocos interiores que pueden producir solventemente puntos por sí mismos en poste bajo, pero su soledad a la hora de ser referencia –no hubo nadie que pudiese dar un paso adelante eficiente a la hora de anotargeneró un fuerte problema con el diseño del ataque. Sólo tres equipos tuvieron menor volumen de tiros de tres intentados que el conjunto de Clifford el pasado año, siendo uno de los peores desde las esquinas y el segundo que más lanzó desde la media distancia. Los rivales sabían sobre quién cerrarse y a Charlotte le hacía de noche a la hora de anotar. La libertad de Walker y la presencia de Stephenson, otro gran manejador de balón, exponen un escenario nuevo para la rotación de perímetro. Desde Charlotte no dejan de insistir en que Kidd Gilchrist ha mejorado de verdad su suspensión, pero habrá que verlo para creerlo. Los que sí deben ser mejores con más espacios son Gary Neal y Gerald Henderson, oxígeno espacial. Incluso un Marvin Williams que puede resultar más que interesante como ‘cuatro’ abierto en el esquema de Clifford. También será muy interesante seguir la evolución del novato Noah Vonleh, como factor físico, y de Cody Zeller, candidato real a más minutos este año en el puesto de ‘Power Forward’, sobre todo si el perímetro comienza a generar amenaza para darle espacios a la hora de producir en la pintura. De cómo progrese el banquillo dependerán en cierta medida las opciones de estos Hornets. Si no hay mejora en la rotación, la fortaleza defensiva y el poder de los focos principales deben hacer de Charlotte un equipo cómodamente de Playoffs. Pero si el crecimiento del banco existe, habrá licencia para soñar con plantar batalla en ellos. Hablando de dólares: En Charlotte, únicamente Al Jefferson tiene un salario superior a los diez millones. Concretamente 13.5 y con sólo este curso asegurado, ya que el siguiente es ‘player option’, clausula que ahora mismo los Hornets suspiran porque ejecute. Este verano la franquicia comprometió 41 millones de dólares, 27 de Stephenson para reforzar su gran objetivo (las alas) y 14 (en dos años) para cubrir con Marvin Williams la marcha de Josh McRoberts. A la espera de ver qué sucede con Gerald Henderson (‘Player Option’ de 6 millones el próximo curso) y qué depara el próximo año con respecto a la extensión de Kemba Walker, la situación parece controlada en ‘Casa Jordan’. Eso sí, una renuncia de Jefferson a continuar en el barco podría cambiar rápidamente ese escenario de sosiego. A seguir: Al Jefferson pisó el ‘Tercer Mejor Quinteto NBA’ la temporada pasada, jugando a un nivel altísimo como clave del equipo de Clifford. Sin embargo esta campaña será especialmente sugerente para Lance Stephenson, que tiene ante sus ojos la oportunidad de demostrar a qué tipo de nivel puede llegar como jugador. Todo el talento imaginable pero una volatilidad que le convierte en un ‘Factor X’ casi permanente, para bien y para mal. Este curso, envuelto en un contexto donde se le necesita especialmente y con una oportunidad que le expone mucho por demostrar, Stephenson será uno de los grandes focos a seguir en la Liga. MIAMI HEAT Memoria 2013-2014 Balance: 54-28 (2º Este). Finalistas de la NBA. Eficiencia Ofensiva Ritmo Eficiencia Defensiva 109 (3º) 93.6 (27º) 102.9 (11º) Ataque 4 Factores Defensa 55.4% (1º) % efectivo en tiros 51.1% (20º) 30% (9º) Tiros libres 28.3% (13º) 15.8% (26º) Pérdidas 15.6% (7º) 20.6% (29º) Rebote ofensivo 27% (24º) Glosario de la Memoria 2013/14: * Ritmo: posesiones cada 48 minutos / Ef. Ofensiva: puntos producidos cada 100 posesiones / Ef. Defensiva: puntos recibidos cada 100 posesiones. * Porcentaje efectivo: une valores en tiros de dos y triples / Tiros libres: porcentaje de tiros libres (lanzado o recibido) sobre el total de lanzamientos / Pérdidas: pérdidas de balón (propias o provocadas) cada 100 posesiones / Rebote ofensivo: Capturas (conseguidas o permitidas) sobre el total. El fin de una era. Y de una muy exitosa. La marcha de LeBron James acaba de un plumazo con el grado de favoritismo de un proyecto que ha llegado a cuatro Finales durante sus cuatro años de existencia, ganando dos títulos. Pero el golpe de perder al jugador más dominante de esta era va a ser difícil de asimilar. Miami mantiene a Dwyane Wade y Chris Bosh, sumando a Luol Deng para tratar de evitar una caída excesivamente pronunciada en su rendimiento. El reto de Spoelstra es reinventar una obra en la que James era factor crucial, prácticamente en cada situación. Sin él todo cambia y se presenta un escenario de oportunidades para el resto. O de supervivencia. Cómo no ser el equipo de LeBron James Es una pregunta retórica. Para un conjunto que ha estado cuatro años abrazado a la influencia de un jugador de calibre histórico, omnipresente no sólo en ambos lados de la cancha sino igualmente a la hora de determinar hacia dónde circulaba la identidad de la franquicia, la marcha de éste es algo sin solución. No se puede aprender a algo así. Sólo queda tratar de descubrir el modo de conseguir vivir de forma diferente. LeBron James significó, desde el inicio, el todo para Miami. El cambio hacia un escenario sin techo. De forma progresiva y eficiente el equipo pasó a depender, de forma natural, del perfil más dominante de esta era. Como así debía ser. Y no contar con él ahora supone tener que olvidar, en buena parte, todo lo que se ha sido durante cuatro años. Que ha sido mucho y muy bueno. Indudablemente, es algo muy complejo. Los Heat tienen el desafío de emplear precisamente esas cuatro temporadas como vitamina para salvar los factores que les sea posible, de entre todos los que les convirtieron en un equipo de super élite (dos títulos y dos Finales en ese período). A pesar de no contar con el ‘Kasparov’ que movía las piezas en el tablero, Miami debe ser consciente de que algunas ideas pueden seguir. Ofensivamente Miami adquirió una cultura de diseño ejemplar. Reduciendo al mínimo su impacto en la zona muerta (la media distancia) a costa de aumentar sobre todo el ancho de la pista y obligar a las defensas a estar pendientes de más espacio. Miami fue el año pasado, como en realidad durante buena parte de este período con James, el mejor equipo de la Liga generando amenaza desde las esquinas. Dos de cada cinco tiros de tres del equipo llegaban desde allí, donde su grado de acierto ascendió al 43%. En ambos casos, datos sin igual en la NBA. En el otro lado de la cancha la posibilidad de emplear a James en la defensa interior o exterior, prácticamente al gusto, desvelaba un comodín crucial para una propuesta de agresión que soportaba, con solvencia, cualquier tipo de ataque rival. Salvando las distancias, posiblemente Erik Spoelstra busque emplear a Luol Deng de inicio en ese papel, siendo el ex de Chicago un jugador brillantemente colectivo, inteligente y sacrificado, capaz de asumir un rol importante. Hay ciertos aspectos del juego que pueden permanecer para unos Heat sin LeBron James, pero quizás sea contraproducente tratar de aplicar algunos otros sabiendo que precisamente el factor que los hacía posibles ya no está. Miami ha sufrido un golpe mortal a sus aspiraciones de anillo, pero va a seguir siendo un muy buen equipo de baloncesto. Cuatro años de éxitos no se olvidan en un verano. Wade y Bosh, al atril Dos de las partes del llamado ‘Big-Three’ permanecen en Miami. Aunque, a decir verdad, las últimas Finales pusieron en evidencia que ese apelativo había dejado de serlo porque precisamente esas dos partes habían dejado de tener influencia para ello. Aun así, Dwyane Wade y Chris Bosh son dos grandes jugadores. La marcha de James genera un desafío mayor, en este caso, para Wade, porque todo el peso ofensivo que cargaba el de Akron desde la creación irá a parar en buena medida ahora sobre sus ya castigados hombros. Wade ha vivido relativamente cómodo en su rol secundario, liberado de toda carga primaria al anotar o crear, pero ahora no tendrá toldo y el sol apuntará directamente a sus ojos. De su estado físico dependerá prácticamente todo con él ya que sus cualidades y liderazgo están, a estas alturas, fuera de toda duda. Pero de su físico desgraciadamente no se puede decir lo mismo. La ausencia de un base director en la plantilla aumenta la necesidad que el equipo va a tener de Wade en ese papel, incluso a pesar de la llegada de un óptimo creador desde el poste alto como Josh McRoberts (segundo jugador en toda la NBA el año pasado en el índice asistencias/pérdida, sólo por detrás de Chris Paul), que ha de ser más importante de lo que él mismo pensaría en su llegada. Donde sí puede encontrar algo más de desahogo Wade es en la ejecución. Miami va a pasar a ser un equipo que genere diferentes situaciones, muchas pensando en cómo aprovechar a su principal valor ofensivo: Chris Bosh. Recuperar el juego de poste bajo es una necesidad para él, a la hora de asumir más protagonismo e imprevisibilidad para volver a producir de forma masiva. Bosh lo demostró en Toronto y ahora es, básicamente, bastante mejor jugador que entonces. La bicefalia de Miami debe encontrar un nuevo ecosistema, sólo que ahora su peso ha de ser más limitado y enfocado al colectivo. Ahí será crucial la forma en la que pueda readaptar el esquema Erik Spoelstra, cuyo reto es muy diferente al de toda la época anterior, donde su misión cada año consistía en tratar de dar matices a una obra colosal. Ahora tiene que reinventarla. Llamamiento a los soldados Spoelstra ha sido un técnico habitualmente infravalorado. Y si bien contaba con recursos muy considerables en su trabajo, empezando por la bendición de contar con el mejor jugador del planeta en su equipo, no es fácil gestionar un desafío de máxima exigencia. Ni a nivel táctico ni por supuesto a nivel interno, de egos y roles. Y él lo consiguió. Su labor estos cuatro años debe estar fuera de toda duda porque ha sabido depurar, año a año, un producto brillante llevándolo a cotas de mucha influencia (Miami fue el tercer equipo de la historia que disputó cuatro Finales seguidas). Y sólo la mejor versión vista de un equipo de baloncesto durante este siglo –y quizás también de buena parte del anterior- le alejó del ‘threepeat’. El técnico de Miami necesita ahora otra función de los jugadores que estaban abonados a un rol concreto. Un paso más. Por ello, el papel de perfiles como Chalmers, Cole o el recién llegado Granger debe ser otro. Así como el enfoque de Andersen o Deng, más vital aún. Los Heat tendrán capacidad para seguir siendo una fuerza a la hora de crear espacios. Sin embargo tendrán obligación de proteger mejor el balón (mayor volumen de pérdidas en toda la Liga el año pasado, pese a un ritmo bajo de juego) y asumir que la capacidad de resultar venenosos en el juego a campo abierto se verá drásticamente reducida sin James. Deng es un jugador capaz de hacer muchísimas cosas, dar al equipo lo que pueda necesitar en diferentes facetas, pero quizás tenga que asumir un papel demasiado importante a nivel ofensivo si Wade se pierde demasiados partidos. Y no es su mejor virtud. La rotación exterior (Chalmers, Cole o Napier) tendrá que aceptar más funciones de dirección y forma de alimentar el pick&pop que hace a Bosh tan letal. Y ello significa para los ‘pequeños’ un progreso a la hora de generar amenaza cerca del aro. Algo que está por ver. También será importante ver qué tipo de rol ofrece Spoelstra a Chris Andersen, con diferencia el mejor interior del equipo a la hora de defender y rebotear. Siendo precisamente ambos factores problemas endémicos de los Heat, el ‘Pájaro’ será, a sus casi 37 años, un jugador muy importante en Miami. Con lo bueno y malo que eso significa. Muchas cuestiones para Spoelstra a la hora de reconducir el rumbo. O al menos no alterarlo demasiado a la hora de competir. Los secundarios deberán, en resumen, ser algo más que secundarios para que Miami encuentre forma de reducir la melancolía de la era post-James. Aunque en cierto modo ésa sea una sensación prácticamente imposible de borrar. Hablando de dólares: James, Wade y Bosh ejecutaron la clausula de salida de sus contratos. Y parecía que para readaptar sus salarios de forma que se permitiera reforzar la rotación, a la vista una necesidad. Sin embargo la marcha de James dejó el objetivo a medias. Wade renovó por 30 millones en 2 años y el gran beneficiado (salarialmente) fue Bosh, que firmó 118 por 5. Pese al ‘shock’ que supuso el cambio de contexto con LeBron, Riley ha tratado de salvar la situación con Luol Deng (20 millones por dos años), aparte de darle la ‘midlevel’ a McRoberts (22 millones por 4 temporadas) y la ‘bi-annual’ a Granger (4 por dos cursos). Un verano muy movido pero al final decentemente resuelto por la Gerencia. Todo lo que se puede salvar un verano en el que se pierde a LeBron James, claro. A seguir: No sólo por firmar un mega-contrato de 118 millones por 5 años, sino por ser el jugador que debe dar un mayor paso adelante. Chris Bosh pasa a ser el hombre clave en Miami, sobre todo teniendo en consideración el desgaste físico de Wade, así que los Heat esperan que se vuelva a ver su versión de máxima producción en ataque y el rebote, a menudo olvidada los últimos años en los que vivió demasiado a la sombra de James. Bosh es un excelente alapívot y ahora tiene la oportunidad para exhibirlo en plenitud. Su equipo necesita que así sea. ORLANDO MAGIC Memoria 2013-2014 Balance: 23-59. Fuera de Playoffs. Eficiencia Ofensiva Ritmo Eficiencia Defensiva 99.3 (29º) 95.8 (16º) 104.8 (18º) Ataque 4 Factores Defensa 48.7% (20º) % efectivo en tiros 50.4% (15º) 25.3% (24º) Tiros libres 27.4% (12º) 15.3% (15º) Pérdidas 14.4% (20º) 22.4% (25º) Rebote ofensivo 24.5% (10º) Glosario de la Memoria 2013/14: * Ritmo: posesiones cada 48 minutos / Ef. Ofensiva: puntos producidos cada 100 posesiones / Ef. Defensiva: puntos recibidos cada 100 posesiones. * Porcentaje efectivo: une valores en tiros de dos y triples / Tiros libres: porcentaje de tiros libres (lanzado o recibido) sobre el total de lanzamientos / Pérdidas: pérdidas de balón (propias o provocadas) cada 100 posesiones / Rebote ofensivo: Capturas (conseguidas o permitidas) sobre el total. Orlando sigue acumulando talento joven a la espera de poder desarrollarlo y crear un proyecto competitivo en el futuro. Aaron Gordon y Elfrid Payton fueron seleccionados en el Draft este verano por una franquicia que se ha reforzado con jugadores de rol muy necesarios para su sistema pero que aún está lejos de plantar batalla en el Este. No obstante, la evolución de jugadores como Oladipo, Harris o Vucevic hace conveniente no perder de vista lo que pase en la que sigue siendo la franquicia pobre de Florida. Jacque Vaughn, su técnico, tiene mucho trabajo por delante pero, si tienen paciencia con él, se trata de un reto interesante. Todo por evolucionar Orlando es una de las franquicias que mejor refleja la dualidad de un roster joven, cargado de proyectos de potencial pero por formar. Por un lado, existe un elevado grado de esperanza con respecto a una plantilla que muestra siete perfiles sugerentes de, como máximo, 23 años. Elfrid Payton, Victor Oladipo, Aaron Gordon, Tobias Harris, Nikola Vucevic, Maurice Harkless y Evan Fournier son perfiles indudablemente ilusionantes y por desarrollar. Por el otro, todo ese nivel potencial no sólo es que no genere réditos actualmente sino que ni siquiera parece cerca de lograrlo a corto o medio plazo. Esto provoca que para los Magic sea realmente difícil plantear un escenario competitivo, lo que repercute a la hora de la propia formación de esos jugadores. Primero porque al haber demasiados candidatos todos ellos no pueden encontrar su espacio ideal, y segundo porque la masiva carga de derrotas y problemas agota indirectamente la capacidad de aprendizaje. Desarrollarse está bien, pero ver que obtienes resultados de vez en cuando es vital para hacerlo. Orlando requiere paciencia y un plan realmente cuidado con el que ir seleccionando determinados jugadores por los que apostar en plenitud. Acumular tanto joven es algo teóricamente muy positivo, pero siempre necesita matices. Y es que no por hacerlo sin límites los resultados serán mejores en proporción directa. Lo conveniente es encontrar un equilibrio entre formación y competición. Jacque Vaughn tiene, deportivamente hablando, un desafío gigantesco para hacer mejorar a los Magic colectivamente. Y los mimbres existentes de cara a este curso quizás sean –a pesar de tener dos novatos de calibre más- incluso de menor impacto que los del curso pasado, teniendo en cuenta que el, con diferencia, mejor jugador del equipo (Arron Afflalo) ya dejó de permanecer a la franquicia. Los refuerzos de Ridnour, Gordon y Frye van directamente enfocados a solucionar el gran problema de este equipo el pasado curso (anotar), pero posiblemente no sean suficiente para lograrlo. Y a pesar de que la exigencia de jugar la fase final está aún lejana, conviene ir encontrando un rumbo sobre el cual edificar un equipo competitivamente fiable. El (enorme) problema de anotar La principal característica de los Magic es, aparte de su considerable número de talentos en formación, la gigantesca dificultad que tiene el equipo para producir puntos. El curso pasado sólo Philadelphia (que a menudo competía en otra esfera) fue capaz de producir menos puntos por cada 100 posesiones que los Magic, algo a lo que hay que añadir que la principal vía de producción directa (Arron Afflalo) no estará este año y una de las secundarias más importantes (Jameer Nelson, a través de su propio desequilibrio y generando en el pick&roll), tampoco. Orlando empleó asiduamente a Victor Oladipo como ‘uno’, tratando de probar su posible adaptación a ese puesto NBA. Pero el experimento no funcionó, su volumen de pérdidas (16%) fue muy elevado y el equipo se obstruyó aún más a la hora de generar ventajas, teniendo como resultado un comportamiento colectivo aún inferior (2 puntos peores por cada 100 posesiones), muy próximo ya al dantesco registro de los Sixers. La llegada de Elfrid Payton debe hacer pasar a Oladipo a su puesto natural (escolta) y, a la vez, servir para organizar un poco el caudal ofensivo. Pero parece difícil que un base novato –aunque tiene fantástica pinta- pueda llevar con pleno éxito esa misión durante su primer año, sabiendo que de su papel dependerá todo el engranaje dada la ausencia de jugadores que se generen sus propios tiros. Un problema casi sin solución con ese roster. Dos de los jugadores que más deben incrementar su peso a la hora de mejorar el sistema ofensivo son Maurice Harkless y Tobias Harris. El primero es capaz de sumar en volúmenes mayores y la cuestión con el segundo es que pase a utilizar su gran arsenal de forma más inteligente. Harris es posiblemente el jugador de más condiciones para anotar con el que va a contar Vaughn, por eso no será permisible que vuelva a tener en la media distancia su recurso favorito (un tercio de sus tiros desde ahí, demasiados). En cierto modo, la falta de espacio viene provocada por un excesivo uso de esa media distancia, algo que condicionó mucho a Orlando el pasado año. Sólo dos equipos tiraron más desde ahí que los de Florida, que a la vez atacaron el aro mucho menos de lo que podrían y con muy malos resultados. La mayor amenaza exterior que habrá este año en el tiro de tres (de nuevo, todos los refuerzos son muy peligrosos en ese radio de acción) debe ayudar a rehacer un diseño ofensivo con margen de progresión. Más fiabilidad ofrece Orlando con la evolución en el otro de la cancha. Aunque las carencias interiores son notorias (les tiraron poco en la zona restringida por su diseño defensivo, muy cerrado dentro, pero cuando lo hicieron concedieron registros muy altos de acierto), juntar a Oladipo con Aaron Gordon hace presuponer un despliegue atlético salvaje tanto las alas como a la hora de defender ‘guards’ (Oladipo es un proyecto defensivo de élite). Los Magic dejaron el pasado curso más que interesantes sensaciones defensivas para ser un equipo sin excesivos recursos ni experiencia en esa faceta. La propuesta debe ir a más este año, con un perímetro más atlético capaz de mejorar uno de los grandes puntos débiles del sistema: la defensa del tiro de tres, quinta peor de toda la Liga la última campaña. El caso Vucevic A día de hoy es seguramente el jugador más necesario pero a la vez enigmático para su equipo. Necesario por ser el único interior de entre toda la baraja de opciones de futuro que maneja el proyecto. Y enigmático porque detrás de su tremendo despliegue numérico Orlando aún espera que haya una sustancia real en la que confiar. Números sí, pero números agarrados a ideas. Me explico. Nikola Vucevic en Orlando es simplemente capital. No es un buen defensor pero con diferencia es el mejor jugador a la hora de asegurar el rebote defensivo (28% en ese arte el año pasado, una gran marca), básico para una propuesta defensiva que no apueste por la agresión en líneas de pase. Y en ataque es capaz de sumar sin necesitar ser alimentado de balones constantemente. Es decir, a la hora de producir es un valor muy fiable. Siendo un 7 pies, fuerte, móvil y con capacidad para abrir el campo y lanzar desde la media distancia (45% de acierto desde ese área), es obviamente un jugador interesante. Sin embargo ofrece muchas más dudas a la hora de ejercer influencia real en los partidos. Más allá de ser una máquina de hacer dobles dígitos en puntos y rebotes, es excesivamente gélido a la hora de impactar en los encuentros. Vucevic no va a tener problemas para conseguir un gran contrato NBA viendo sus niveles de producción. Tras el All-Star pasó a producir 16 puntos y 11 rebotes por noche superando el 50% de acierto en los tiros, cifras no muy comunes para interiores en la Liga. Pero no es ésa la preocupación con él. El asunto real es ver si es capaz de dar un paso adelante a la hora de atacar frontalmente los partidos y no comportarse meramente como un funcionario NBA que sale, hace sus números y se va a casa sin lograr –o al menos procurarlo al máximo- que su equipo sea mucho mejor cada día. Para Orlando, al menos, sería vital saberlo a la hora de apostar por ofrecerle un contrato que, a buen seguro, será espectacular. Hacer buenos números sin trascendencia en un equipo ultra perdedor cuando te encuentras solo a la hora de producir en la pintura tiene un valor reducido. Vucevic parece englobar potencial para ser algo más que eso pero debe comenzar a demostrarlo. Hablando de dólares: Los Magic tienen una situación tan cómoda y flexible con su límite salarial que se permitieron el lujo de ofrecerle 9 millones a Ben Gordon por dos años (el segundo totalmente sin garantizar, eso sí). Bromas aparte, no hay ningún tipo de preocupación en una franquicia que le ofreció 32 millones por 4 años a Channing Frye este verano y cuyos principales asuntos pendientes serán afrontar próximamente las extensiones de contrato de Nikola Vucevic y Tobias Harris, dos piezas de futuro a priori imprescindibles. A seguir: Tras un año de estreno en el que se pasó buena parte jugando en una posición incómoda para él, Victor Oladipo podrá –teóricamente- este curso pasar a su puesto de escolta y, con ello, dar una versión más real de lo que puede llegar a ser. Defensivamente soberbio para su edad, inteligente, sacrificado y con una ética de trabajo descomunal, sus carencias a la hora de conseguir un rango de tiro efectivo suponen el principal obstáculo en el desarrollo de un jugador que, como poco, hará carrera en la Liga como ‘stopper’ defensivo de primer nivel. Como poco. WASHINGTON WIZARDS Memoria 2013-2014 Balance: 44-38 (5º Este). Eliminados en Segunda Ronda. Eficiencia Ofensiva Ritmo Eficiencia Defensiva 103.3 (18º) 95.4 (19º) 102.4 (9º) Ataque 4 Factores Defensa 50.6% (11º) % efectivo en tiros 50.4% (14º) 24.8% (25º) Tiros libres 28.8% (14º) 15.1% (14º) Pérdidas 16.5% (5º) 25.2% (17º) Rebote ofensivo 24.3% (7º) Glosario de la Memoria 2013/14: * Ritmo: posesiones cada 48 minutos / Ef. Ofensiva: puntos producidos cada 100 posesiones / Ef. Defensiva: puntos recibidos cada 100 posesiones. * Porcentaje efectivo: une valores en tiros de dos y triples / Tiros libres: porcentaje de tiros libres (lanzado o recibido) sobre el total de lanzamientos / Pérdidas: pérdidas de balón (propias o provocadas) cada 100 posesiones / Rebote ofensivo: Capturas (conseguidas o permitidas) sobre el total. Los Wizards ganaron el curso pasado su segunda eliminatoria de Playoffs en los últimos 32 años. Para un equipo en progresión, con un perímetro de los más espectaculares de la Liga (John Wall-Bradley Beal) y una pintura de las más consistentes (Nene Hilario-Marcin Gortat), una fantástica señal. Para esta temporada el objetivo es, como mínimo, repetir. Paul Pierce llega a la capital para aportar su experiencia a un equipo que tendrá que desarrollar uno de los retos más complicados a la hora de competir. Porque llegar a un cierto nivel es difícil, pero dar el salto cualitativo necesario para llegar al siguiente lo es aún más. Wall y Beal, algo serio Apenas nos encontramos en las primeras fases de su progresión, pero ya estamos ante una de las parejas de perímetro más determinantes de la Liga. John Wall demostró el curso pasado que su contrato máximo tenía justificación. Y Bradley Beal sugirió en la fase final que está preparado para llegar a ese mismo nivel. El optimismo en Washington, por las nubes. Wall dedicó el verano de 2013 a trabajar como un animal para mejorar el impacto de su tiro, en definitiva aumentar su amenaza exterior para poder explotar más su capacidad de resultar un arma ofensiva de primer nivel. Y lo logró. Durante la fase regular, anotó más del doble de los triples que había conectado durante sus tres años anteriores juntos. Y si bien sus porcentajes no fueron excepcionales, el 35% que acreditó desde la línea de tres hizo que ‘flotarle’ dejase de ser una opción habitual. A pesar de que Washington sigue sin ser un ecosistema óptimo para él, ya que explota mucho menos de lo que debería el juego en transición (donde es sin duda uno super élite de la Liga), Wall firmó los mejores datos de su vida en puntos, asistencias (dando el mejor registro de toda la Liga en asistencias que acabaron en triple, con 247) y robos, consagrándose como pieza clave del esquema y dejando ver un horizonte pleno de luz para un jugador que este año debe ir aún a más. Su compañero de perímetro, de 21 años, cuajó unos Playoffs soberbios. Teniendo un rango de tiro muy superior y siendo letal entendiendo los espacios sin balón, Bradley Beal complementa ofensivamente a la perfección a Wall en una relación de la que ambos sacan beneficio. Para este año, el escolta de los Wizards (que no debutará posiblemente hasta principios de diciembre por lesión) tiene como necesidad dejar de enamorarse de su tiro de cinco-seis metros (casi la mitad de sus lanzamientos llegaron desde la media distancia) y pasar a ser más eficaz con las zonas de su tiro. Básicamente por tres motivos: tiene más acierto desde más lejos, esos tiros valen un punto más y así ayuda notablemente al espaciado ofensivo de su equipo. A pesar de ser el equipo que más usó la media distancia de toda la Liga, aspecto claramente a mejorar, Washington mostró un uso excelente de las esquinas (tras el de Miami, el mejor de la Liga en volumen), en buena parte gracias a la fantástica labor de Trevor Ariza y Martell Webster. Pero el primero ya no está y sería conveniente que, si de verdad quiere pasar a la siguiente dimensión, Beal comenzase a exponer escenarios mejores para exponer su talento. Tiene muchísimo, sí, pero puede (y debe) mostrarlo de forma bastante más letal. ‘The Professor’ & ‘The Truth’ Sumando sus edades y echando la vista atrás, nos encontraríamos con una época en la que ni siquiera existía la NBA (terrible época sería, claro). Uno acabará la temporada con 39 años y el otro con 37, pero ambos van a ser cruciales para los Wizards. Andre Miller y Paul Pierce representan básicamente lo contrario al vértigo evolutivo de John Wall y Bradley Beal, son ya dos jugadores muy expertos, en la fase final de sus carreras y con prácticamente todo demostrado. Aunque les queda algún que otro discurso por pronunciar. Miller supone un desahogo muy importante para Wall, la solvencia de que existe un recambio de contrastada fiabilidad en un puesto clave desde el que, además, es capaz de generar beneficios para la segunda unidad. El curso pasado, de hecho, los Wizards vivieron sus mejores minutos ofensivos con Miller en cancha, con el que producían unos brutales 110 puntos por 100 posesiones, que superaría la mejor marca de toda la Liga. No es especialmente rápido ni tira especialmente bien, pero entiende el juego como pocos y genera desequilibrios fácilmente. ‘The Professor’, como le apoda el periodista Zach Lowe (Grantland), volverá a ser decisivo este curso a pesar de llevar ya tres décadas distintas jugando en la NBA. La llegada de Pierce ha despertado mucha expectación en la capital. Y tiene sentido, sobre todo enfocando su impacto a la fase final, donde su experiencia podría servir como perfecta instrucción para un equipo ávido de ese tipo de conocimientos. Sin embargo contar con Pierce va a obligar a cambiar el sistema de Washington. Y es que la sombra de Trevor Ariza es más alargada de lo que parece. Ariza desempeñaba, a la vez, dos roles vitales. Por un lado ejercía de ‘stopper’ defensivo para aleros rivales (función que queda huérfana), y por el otro sabía cómo aportar ofensivamente sin necesitar el balón, ya que abría muchísimo el campo y fue un maestro ocupando las esquinas. Ninguno de esos papeles podrá ser ocupado por Pierce, claro. Ariza fue un jugador muy importante para el éxito de Washington pero ‘The Truth’ sigue dando valor a su apelativo. Lo que pasa es que bastantes cosas van a cambiar. Pierce va a necesitar su dosis de balón, la cual habrá que reducirla de la cuota de Wall y Beal. Es un jugador capaz de generar muchísimo ofensivamente y ofrece otra opción de generador para situaciones delicadas, pero hace más complejo el ataque de Washington, no siendo precisamente éste un abuso de virtudes. Y defensivamente, por supuesto, no hay color con Ariza. Es decir, el fichaje de Pierce supone un recurso muy interesante para los Wizards, y que si consigue adaptarse en plenitud dará un plus en Playoffs, pero va a requerir de un trabajo importante por parte de Randy Wittman y su cuerpo técnico. Buscando el siguiente nivel Wittman ha sido bastante criticado a lo largo de su carrera. De hecho, el periodista Dan Feldman (ProBasketballTalk) desveló el dato de que Wittman era el técnico que más partidos había dirigido en la historia de la NBA teniendo un récord de victorias tan pobre (191-329). Pero no todo es oscuro con él. El entrenador de los Wizards ha contruido un sistema defensivo fiable, con rasgos difusos de agresión (atacan bastante líneas de pase) y especulación (pero después no aprovechan la transición) que configuran una mezcla un tanto extraña. Pero al final da sus resultados. Aunque tiene letra pequeña. Washington depende bastante más de lo que parece de sus interiores. Y si bien con Marcin Gortat no suele haber problemas, con Nene Hilario el asunto es diferente. El brasileño es un habitual de la enfermería, sólo una vez en su carrera ha disputado todos los partidos de la temporada y en los últimos años su historial sugiere que se va a perder, como poco, una cuarta parte de las citas del año. El problema es que sin él los Wizards ganan un 32% de sus partidos. La rotación encuentra a Kris Humphries, DeJuan Blair, Drew Gooden y Kevin Seraphin en caso de ausencia. Los dos primeros llegados este verano y el último renovado (‘Qualifying Offer’), con la esperanza de poder cubrir el agujero. Pero la química del Nene-Gortat es simplemente básica a la hora de defender la pintura para Washington (uno de los equipos que menos tiros concedieron cerca del aro), que encuentra además una gran diferencia entre cómo interpretan ambos ofensivamente las necesidades (leen bien pick&roll y pueden tirar) y cómo las puede interpretar un recambio. En cualquier caso, defensivamente Wittman ha sabido formar, a su estilo, un esquema aceptable. Ahora el reto es lograr algo similar en el otro lado de la pista, donde empieza a ser una necesidad si el equipo quiere, de verdad, aspirar a cotas importantes en el Este. Si Washington renuncia a aumentar el ritmo de su juego, por ejemplo para querer mantener el control de toda situación, será imprescindible que se elabore un diseño ofensivo más eficiente que genere mayor cantidad de buenos tiros y permita sacar lo mejor de su pareja de perímetro. El cambio de Ariza por Pierce ofrece nuevas soluciones (creatividad y otro generador) pero también nuevos problemas (pérdida de defensa individual y de espacio ofensivo). Wittman consiguió que su equipo llegase a un punto óptimo de rendimiento el año pasado, pero para el actual las expectativas van a ser notablemente mayores y el proyecto requiere, sobre todo, de capacidad para generar un clima ofensivo más saludable que posibilite ese ansiado salto de nivel. La oportunidad de desquitarse de su fama se encuentra a la vuelta de la esquina. Veremos si es capaz de aprovecharla. Hablando de salarios: Los contratos de John Wall (85 millones por 5 años) y Nene Hilario (le restan 26 por 2) han encontrado este verano otro compañero de volumen. La renovación de Gortat (60 millones por 5 años) hace que Washington tenga una flexibilidad más que limitada (por encima del límite salarial) al menos durante los próximos dos años, momento en el que por otra parte habrá que dar solución al asunto Bradley Beal. Para un equipo hecho y cuyo margen de acción es ir variando piezas de complemento hasta encontrar lo ideal, no es una situación especialmente dramática. Pero las cartas sobre las que confiar ya están encima de la mesa. A seguir: Sin duda John Wall es el jugador franquicia en Washington. Y su temporada pasada despejó posibles dudas sobre su capacidad de progresar para asentarse, más pronto que tarde, entre la élite de su posición (y por tanto de la Liga). Sin embargo lo visto en los Playoffs por parte de Bradley Beal obliga a un seguimiento especial para su figura este curso. Beal -que se perderá por lesión el primer mes de curso- dejó detalles de muy alto nivel para tener 21 años y disputar su primera fase final, así que si este año confirma lo visto entonces… podríamos estar ante el nacimiento de una nueva estrella. DENVER NUGGETS Memoria 2013-2014 Balance: 36-46. Fuera de Playoffs. Eficiencia Ofensiva Ritmo Eficiencia Defensiva 103.3 (17º) 100.6 (3º) 105.4 (21º) Ataque 4 Factores Defensa 49.7% (16º) % efectivo en tiros 50% (13º) 30.6% (6º) Tiros libres 30.6% (23º) 15.7% (23º) Pérdidas 14.2% (23º) 27.5% (5º) Rebote ofensivo 25.5% (14º) Glosario de la Memoria 2013/14: * Ritmo: posesiones cada 48 minutos / Ef. Ofensiva: puntos producidos cada 100 posesiones / Ef. Defensiva: puntos recibidos cada 100 posesiones. * Porcentaje efectivo: une valores en tiros de dos y triples / Tiros libres: porcentaje de tiros libres (lanzado o recibido) sobre el total de lanzamientos / Pérdidas: pérdidas de balón (propias o provocadas) cada 100 posesiones / Rebote ofensivo: Capturas (conseguidas o permitidas) sobre el total. Hasta el año pasado, los Nuggets llevaban diez presencias consecutivas en Playoffs. No fue un curso normal para un equipo con cambios importantes (llegada de un nuevo entrenador, Brian Shaw; y marcha de su jugador de mayor influencia, Andre Iguodala) y además muy castigado por las lesiones, pero Denver tiene potencial para poder volver a luchar por jugar en el mes de mayo. Ofensivamente es un equipo de gran impacto, con una rotación muy profunda, aunque está por ver cómo resuelve Shaw el considerable problema defensivo. Un equipo de ritmos agitados y tradicionalmente hiper competitivo en casa, más madera para un Oeste salvaje. Recursos para volver Denver fue una de las grandes decepciones del curso pasado. Aunque, honestamente, el contexto no fue el más apropiado para estar al nivel de las expectativas generadas. Muy altas teniendo en cuenta la situación, que se explica a través de varios puntos. Primeramente, se venía de una campaña de 57 victorias (mejor marca de la historia de la franquicia), con un rendimiento por encima del nivel real. Segundo, el técnico (Brian Shaw) era nuevo y decidió apostar por una modulación moderada de la idea de baloncesto del equipo. Tercero, el equipo perdió en verano a su jugador de mayor peso en un área crucial, la defensa (Andre Iguodala). Y cuarto, dos de los jugadores más importantes de la rotación (Danilo Gallinari y JaVale McGee) se perdieron toda la temporada por lesión; y otra pieza clave (Ty Lawson), 20 partidos. Es decir, no se puede hablar exactamente de un año con asterisco… pero se le parece bastante. Más aún en una Conferencia Oeste terroríficamente competitiva, en la que un equipo que ganó 48 partidos se quedó fuera de los Playoffs. Es decir, donde no hay margen alguno para el error. Una vez hecho el guiño al contexto, es buen momento para presentar algo de optimismo con los Nuggets. Porque ni tanto era entonces como tan poco ahora. Con todos sus efectivos de vuelta y uno de los ‘robos’ del verano (el traspaso de Arron Afflalo), Denver tiene material suficiente como para poder volver a jugar la fase final. No va a ser nada fácil, pero las opciones existen. Brian Shaw tiene un año más de experiencia –y de una desagradable, de la que se aprende más-. Y si bien sus objetivos de llevar al equipo hacia una mayor especulación defensiva permanecen, los mimbres de la rotación parecen sugerir la imposibilidad de lograrlo e invitar, sin duda, a regresar al formato excéntrico que antes funcionaba. Ese formato es un tanto suicida de cara a Playoffs, de ahí que Shaw quisiera modularlo, pero sin perfiles para llevarlo a cabo lo inteligente es adaptarse a lo posible. Denver acabó el curso con ritmos muy altos y su particular vértigo defensivo, y es algo que seguramente se vuelva a ver este año. No obstante lo que de verdad hace pensar que Denver va a volver a optar a disputar los Playoffs es su rotación. Huérfana de una gran estrella, sí, pero muy profunda y con un potencial muy elevado a nivel de talento. Rock&roll ofensivo… Danilo Gallinari es un jugador muy importante para los Nuggets. Tiene tamaño, polivalencia en un puesto que genera muchos desajustes y abre muchísimo la cancha. El regreso del italiano y su compatibilidad con todo tipo de compañeros en las alas es una noticia de primer nivel para Shaw. Denver es un equipo con cierta tendencia a los problemas en la creación (1.41 asistencias por pérdida el año pasado, entre los diez peores registros NBA), ya que Ty Lawson, pese a ser fantástico produciendo asistencias, está alejado de la figura del generador clásico. Hay que matizar que dar muchas asistencias no siempre significa ser un gran director, como tampoco dar muy pocas necesariamente leer mal el juego. Al no haber tampoco ninguna opción interior que pueda ajustarse mínimamente a esas labores de creación, el peso ofensivo de los aleros en Denver es superior al normal. Más aún desde la marcha de Andre Miller. Pese a que sus cifras en asistencias son limitadas, Gallinari es capaz de poner el balón en el suelo, desequilibrar y encontrar el pase que comience a desajustar la defensa. Siendo el jugador con mayor potencial para hacerlo en los Nuggets, su regreso es vitamínico no sólo en lo más esperado –la anotación-, que podría estar más cubierto. Y es que las alas guardan en Denver una enorme capacidad para sumar puntos. Arron Afflalo viene del año de su vida en Orlando, consagrándose como un jugador capaz de abrir la cancha y ofrecer fiabilidad. Y tantoRandy Foye como Wilson Chandler son dos jugadores que producen puntos con mucha facilidad. Si a ello le sumamos que Ty Lawson y Nate Robinson tienen más bien pocos problemas para anotar, el perímetro es una fuente masiva de ritmo y posibilidades en ese aspecto. El ritmo es, precisamente, vital para ese despliegue ofensivo de los Nuggets. Denver puede mantenerlo 48 minutos gracias a su profundidad de rotación, factor que debe ser vital para desequilibrar con la segunda unidad. Además, ese ritmo físico se encuentra alimentado por unos interiores perfectos para ello. Kenneth Faried se ha reivindicado en el Mundial y es una permanente fuente de energía en cancha. Y, sano, McGee sigue siendo un despiste andante pero si algo hace bien es correr la cancha y finalizar cerca del aro. Incluso Hickson es fantástico anotando, para sumar más madera a un potencial elevadísimo. Como conclusión de lo anterior, Denver puede volver a ser una máquina de sumar puntos esta temporada. Tiene argumentos de sobra para demostrarlo. … y música fúnebre defensiva Otro tema es la defensa, claro. Todo el arsenal que guarda Shaw para crear en un lado de la pista se convierte en escasez de recursos para sobrevivir en el otro. Denver estuvo el curso pasado entre los diez equipos que más puntos recibieron por posesión en toda la NBA, teniendo dos aspectos especialmente preocupantes. Por un lado, a los Nuggets les lanzaron mucho (y con mucho acierto) desde cerca del aro. Y por el otro, la defensa del tiro de tres fue un problema, tanto a la hora de porcentajes (35%, séptimo peor de la Liga) como a la hora permitir demasiados tiros desde las esquinas (sexto que más lo hizo). Y si bien la vuelta de McGee –discreto defensor pero gran corrector de tiros- puede colaborar en lo primero, lo segundo apunta a algo estructural y de más compleja solución. Con pocos mimbres para sostener un sistema defensivo eficiente y destructivo en el juego en estático, a Denver le queda apostar por la agresión en líneas de pase y hacer que el juego se convierta en un desfile de posesiones muy cortas y decisiones rápidas, escenario en el que los Nuggets sí pueden sacar réditos: alimentando su transición. Posiblemente así generen muchos tiros cómodos al rival pero es un riesgo asumible puesto que, realmente, esos lanzamientos posiblemente tengan tendencia a llegar en situaciones normales. Será interesante ver qué tipo de influencia tiene el único defensor de impacto real que tiene el roster, Timofey Mozgov. El año pasado el ruso firmó las mejores cifras de su carrera en minutos, puntos, rebotes y tapones. Pero lo más interesante en su caso fue su acción defensiva en la pintura, sobre todo la primera parte del curso. Durante ese tramo, Mozgov limitó a porcentajes del 45% en la zona restringida, marca top 10 en la Liga, generando un impacto defensivo de más de cinco puntos por cada 100 posesiones según estuviese o no en cancha. Son cifras muy considerables para un jugador que, llegado el caso, podría pasar a un rol importante. Sobre todo si McGee sigue siendo el McGee que conocemos y no el que algunos piensan que puede llegar a ser. Encontrar un corrector interior de gran nivel podría ayudar a Shaw a plantear una defensa realmente útil en el perímetro –aún por descubrir el impacto en cuanto minutos que pueda tener el rookie Gary Harris ahí- que le permitiese encontrar el término medio entre su poder ofensivo y los apuros en su zona. Para Denver, no obstante, la mejor noticia de todas es contar con su profundidad de rotación de vuelta. A partir de ahí, será interesante ver cómo enfoca Brian Shaw su segunda campaña al mando de un proyecto que parece particularmente difícil de dirigir. Y es que indudablemente la sombra de George Karl es bastante alargada. Hablando de dólares: Los Nuggets protagonizaron uno de los movimientos del verano al traspasar a Evan Fournier y una Segunda Ronda a cambio de Arron Afflalo, que estuvo cerca de ser ‘All-Star’ la campaña pasada. Más allá de eso, Denver tiene las dos próximas temporadas prácticamente comprometidas por encima del límite salarial y cercanas al impuesto de lujo, con tres contratos de volumen en Lawson (le restan 37 millones en 3 años), McGee (23 en 2) y Gallinari (22 en 2). Muy poco margen hasta entonces (luego prácticamente total), pero una plantilla profunda ya formada, con la opción de agitarse vía traspasos. A seguir: Ty Lawson es el jugador que mejor representa el estilo de los Nuggets, a la hora de plantear un ritmo muy elevado, agresión defensiva y capacidad para producir mucho ofensivamente. Muy efectivo desde el triple frontal y letal a campo abierto, si logra añadir más consistencia a su tiro tras bloqueo podría vivir el año de su vida, con todo el talento ofensivo de Denver ya de vuelta. Será interesante ver cómo pueda enfocar Shaw su progreso en estático, donde tiene un margen de mejora más que notable a la hora de producir para el resto. MINNESOTA TIMBERWOLVES Memoria 2013-2014 Balance: 40-42. Fuera de Playoffs. Eficiencia Ofensiva Ritmo Eficiencia Defensiva 105.6 (10º) 99.8 (4º) 104.1 (14º) Ataque 4 Factores Defensa 48.6% (21º) % efectivo en tiros 51.8% (26º) 32.1% (4º) Tiros libres 23.3% (1º) 13.8% (2º) Pérdidas 16.4% (6º) 27.4% (6º) Rebote ofensivo 25.6% (16º) Glosario de la Memoria 2013/14: * Ritmo: posesiones cada 48 minutos / Ef. Ofensiva: puntos producidos cada 100 posesiones / Ef. Defensiva: puntos recibidos cada 100 posesiones. * Porcentaje efectivo: une valores en tiros de dos y triples / Tiros libres: porcentaje de tiros libres (lanzado o recibido) sobre el total de lanzamientos / Pérdidas: pérdidas de balón (propias o provocadas) cada 100 posesiones / Rebote ofensivo: Capturas (conseguidas o permitidas) sobre el total. Minnesota perdió en verano un jugador de primer nivel ganando otro que tiene toda la apariencia de poder llegar a serlo. La salida de Kevin Love es dolorosa para una franquicia obligada de nuevo a un paso atrás competitivo, prolongando su permanente estado de reconstrucción. Pero Andrew Wiggins despierta una enorme expectación. El joven canadiense llega junto a Anthony Bennett y Thaddeus Young para dar una nueva cara a un equipo que este curso dirigirá Flip Saunders y en el que Ricky Rubio tendrá que dar un paso adelante. Una propuesta de las más vistosas de toda la Liga pero con su capacidad para competir bastante más en duda. Al menos a corto plazo. La vida con Andrew Wiggins El mayor objeto de deseo del Draft más esperado de los últimos diez años jugará en Minnesota. Aunque la fantástica noticia tiene un lado negativo -que se valorará con mayor detalle más adelante-, y es que la llegada de Andrew Wiggins, número uno del último Draft, vino provocada por la salida de Kevin Love con rumbo a Cleveland. Wiggins parece, básicamente, un jugador sobre el que construir un equipo ganador. Y desde luego eso son palabras mayores. Lo mejor de su perfil es tratar de dar forma a su ilimitada proyección, fascinante en ambos lados de la cancha, alimentada por unas capacidades físicas y técnicas de élite y con la guinda de una ética de trabajo igualmente excepcional. El chico lo tiene todo para llegar a ser una super estrella aunque, de momento, no es más que un novato. Y por tanto como tal hay que considerarle. El joven talento podrá disfrutar en Minnesota de todos los focos que no hubiese tenido en Cleveland y un papel relevante sobre el que equivocarse, aprender y mejorar las máximas veces y en todos los aspectos posibles. Que al final, para un jugador en formación, de eso se trata. En realidad el canadiense llega a la NBA bajo un escenario inusual para un perfil de tan asombrosas posibilidades. Y es que Wiggins es, sobre todo, un jugador de un impacto defensivo muy elevado, tanto que ya incluso como novato podría tener rendimiento real en ese apartado del juego. Es decir, el alero de los Wolves no es el típico proyecto de jugador que domina en ataque y sobrevive en defensa. Él llega a la Liga como un jugador preparado para rendir incluso más en el lado defensivo que en el ofensivo, lo que sucede es que su potencial es tan gigantesco que se tiende a imaginar su plenitud sobre todo enfocada al lado más visual del juego, el ataque. En cualquier caso, Wiggins será vitamínico para un sistema defensivo que necesita referencias y contará, además, con la fortuna de compartir equipo con un base ideal para explotar su perfil desde muy pronto, algo que le beneficiará de forma considerable mientras pule todas las aristas de su juego. Ricky Rubio es uno de los generadores más constantes y creativos de la Liga, produce muchas ventajas en estático y más aún en transición. El curso pasado, con él en cancha Minnesota aumentó aún más su ya frenético ritmo y produjo 109 puntos por 100 posesiones, dato que equivaldría al segundo mejor registro colectivo de toda la Liga. Siendo además el tercer jugador que más asistencias para triple (182) repartió en toda la temporada. Ese escenario parece una bendición para que Wiggins comience a sentirse valioso lo antes posible, algo recíproco porque para el base español la presencia de un alero terminal de semejante exuberancia atlética permite potenciar enormemente sus capacidades. La vida sin Kevin Love El drama para los Wolves es que la llegada de Andrew Wiggins supone la salida de Kevin Love. Pese a que la situación había pasado a ser difícilmente sostenible para un jugador que no quería pasar más tiempo sin competir y podía quedar libre el próximo verano, para Minnesota no deja de ser un golpe durísimo perder un perfil de tal dimensión. Love ha sido el jugador más importante para los Wolves desde la salida de Kevin Garnett. Y además deja el equipo por el mismo motivo, tratar de ganar partidos en otro sitio, circunstancia que al final expone un mensaje muy duro para una franquicia permanentemente en reconstrucción, que acumula ya diez años sin jugar la fase final. Y con un panorama que invita a pensar que a la racha le quedan aún algunos años más. A pesar de su cada vez más notoria dejadez defensiva (el curso pasado entre los cinco interiores que mejores porcentajes permitieron al rival cerca del aro), el californiano ha sido una máquina de producir a niveles de super élite. En toda faceta imaginable, ya una vez añadido el recurso creativo (generador primario), lo que elevaba considerablemente el nivel de un equipo siempre insuficiente, frágil mentalmente y falto de oficio como para llegar a cumplir objetivos en un Oeste muy exigente. El año pasado el ‘win share’ (estimación de victorias aportadas al equipo) de Kevin Love fue de 14, sólo superado en toda la Liga por Kevin Durant y LeBron James. Con su marcha, Love no deja en Minnesota sólo un significativo vacío de puntos, rebotes, asistencias o triples, sino sobre todo un papel de líder nada fácil de cubrir en una franquicia envuelta en un entorno complejo para mejorar: la ansiedad por ver cómo el proyecto cambia de rumbo demasiadas veces en poco tiempo. Jugar sin Kevin Love, que el año pasado firmó números que no se habían visto en la Liga en los últimos 38 años (más de 26 puntos, 12 rebotes y 4 asistencias por partido, con un PER de 27), será muy complicado para Minnesota e invita a pensar que otra etapa oscura espera al presente. Una fase en la que la luz y el brillo vuelven a ser considerados como objetivos a medio-largo plazo, algo difícil de asumir cuando la situación se repite cíclicamente. Muchas cuestiones por resolver Minnesota fue el curso pasado uno de los equipos más agradables de ver de toda la Liga. Empleó un ritmo vibrante (99.8 posesiones por 48 minutos, cuarta mejor marca NBA), tenía dos jugadores increíblemente hipnóticos (Rubio y Love) y un estilo muy sugerente. Sin embargo no supo competir. Y por ahí se derrumbaron todas sus aspiraciones. Los Wolves tuvieron un sistema ofensivo eficiente pese a sus problemas con el espacio ofensivo (quinto peor acierto en tiro de tres) pero una defensa que contó con un agujero tóxico (la pintura, segunda más permisiva de toda la Liga) y marcó el rendimiento global. No obstante el aspecto diferencial para los Wolves fue su comportamiento en los finales de partido. Minnesota se convirtió en un equipo capaz de competir con cualquier rival pero a la vez que parecía incapaz de resolver favorablemente un final apretado, generando una ola de negatividad (perdieron sus once primeros partidos resueltos por cuatro o menos puntos y recibieron 124 puntos por 100 posesiones durante los últimos cinco minutos de los partidos) insalvable a la hora de luchar por un billete para la fase final. La franquicia logró su mejor registro de victorias (40) desde 2005, pero en el Oeste algo así no es suficiente. Este curso, con Flip Saunders sustituyendo a Rick Adelman al frente del equipo, Minnesota tiene varios asuntos por resolver. El primero de ellos cómo resuelve la rotación interior sin Love, sobre todo después de que Gorgui Dieng emergiese a final de curso como un corrector interior muy útil y a la vista necesario en ese esquema. La llegada de Thaddeus Young (también involucrado en el traspaso de Love) ofrece un perfil de ‘cuatro’ abierto clásico y la ‘recuperación’ para el baloncesto de Anthony Bennett, tras un año de novato para olvidar en Cleveland, permite ver a su vez otra opción con la que dotar de recursos esa zona de acción. Pero el puzzle, aun con Nikola Pekovic inamovible como foco de anotación interior, parece muy abierto. Por otro lado, la rotación en las alas exigirá un mejor diseño espacial ofensivo una vez se ha perdido la amenaza exterior de Love, por lo que Kevin Martin seguirá siendo necesario a la espera de ver el estado deChase Budinger y la forma en la que pueda irrumpir en la Liga el novato Zach LaVine, un ‘highlight’ andante. La llegada de Maurice Williams como ‘guard’ de rotación es la única nota de experiencia para un equipo considerablemente más bisoño que el curso pasado, en el que ya acusó precisamente su falta de resolución en el ‘clutch’. Su presencia posiblemente refuerce el banquillo pero Minnesota tuvo uno de los tres peores rendimientos de rotación de toda la NBA el último curso y Saunders debe hallar una opción viable para no repetir problemas de antaño, con sus titulares generando ventajas y la rotación reduciéndolas a cero minutos después. A todo ese contexto, con más preguntas que certezas a la hora de resolverlas, se le une el año clave que afrontará Rubio, a la vista jugador primario del proyecto hasta el despegue de Wiggins. El de El Masnou, colectivamente un lujo, mantiene en sus dos lunares (la confianza en el tiro de larga distancia y la finalización cerca del aro) las únicas dudas de cara a su paso al siguiente nivel de bases en la Liga. Y sin duda tendrá en este curso una gran oportunidad para comenzar a demostrar que está preparado para llegar hasta él. Hablando de dólares: A la espera de la extensión de Ricky Rubio, un momento especialmente importante para la franquicia (y que indirectamente puede afectar a Wiggins), Minnesota tiene su flexibilidad comprometida hasta 2016. Los contratos de Pekovic (le restan 48 millones por 4 años) y Martin (21 por 3) son los únicos de un volumen realmente importante, pero los Wolves también tienen por resolver el futuro de Young (9 millones pero podría ser agente libre al término de esta temporada) y una serie de contratos medios que les limitan su maniobrabilidad. A seguir: Por supuesto todos los focos apuntarán a cómo se desenvuelve Andrew Wiggins durante su primera experiencia en la NBA. Pero el curso supondrá un desafío bastante más importante a corto plazo para Ricky Rubio. Y no sólo por la extensión pendiente de su contrato, su primer gran acuerdo en la Liga tras su acuerdo de novato. Sin el cobijo de Love, el español debe dar un paso adelante a la hora de producir y será muy interesante comprobar hasta qué punto puede asumir más responsabilidades en el renovado proyecto de Minnesota. OKLAHOMA CITY THUNDER Memoria 2013-2014 Balance: 59-23 (2º Oeste). Finalistas de Conferencia. Eficiencia Ofensiva Ritmo Eficiencia Defensiva 108.1 (7º) 97.9 (9º) 101 (5º) Ataque 4 Factores Defensa 52% (6º) % efectivo en tiros 48.8% (6º) 30.3% (8º) Tiros libres 30.4% (22º) 15.6% (20º) Pérdidas 15.4% (13º) 26.5% (14º) Rebote ofensivo 25.4% (9º) Glosario de la Memoria 2013/14: * Ritmo: posesiones cada 48 minutos / Ef. Ofensiva: puntos producidos cada 100 posesiones / Ef. Defensiva: puntos recibidos cada 100 posesiones. * Porcentaje efectivo: une valores en tiros de dos y triples / Tiros libres: porcentaje de tiros libres (lanzado o recibido) sobre el total de lanzamientos / Pérdidas: pérdidas de balón (propias o provocadas) cada 100 posesiones / Rebote ofensivo: Capturas (conseguidas o permitidas) sobre el total. El tiempo corre y el título no llega. Para los Thunder comienza a ser importante volver a pisar campo santo, las Finales, para convencer a sus dos fieras (Kevin Durant y Russell Westbrook) de algo básico: su felicidad está en Oklahoma City y no hay necesidad de buscarla fuera. El bloque de siempre, con Serge Ibaka desatado en su impacto defensivo, sugiere un candidato total al anillo, pero serán como siempre los matices (en su caso el uso de la rotación y la creación de un ecosistema ofensivo más complejo) los que marquen la diferencia. Pero, de entrada, desde luego uno de los equipos más vistosos y competitivos de la Liga. El pánico a Durant y Westbrook Los Thunder construyen su amenaza, su candidatura a todo, a partir de dos focos de desequilibrio masivo. Dos perfiles que resuelven dos de cada tres jugadas ofensivas de su equipo (su uso combinado no encuentra igual en la Liga) y producen desajustes de forma innata. Dos jugadores, en definitiva, asentados en la super élite. La conexión entre Kevin Durant y Russell Westbrook es, además, brillante y de hecho su pick&roll frontal puede que sea la jugada más indefendible de toda la Liga. Dinamita ofensiva para cualquier motor ofensivo en fase de ahogo. Kevin Durant despegó definitivamente el curso pasado hacia la búsqueda de un sitio en la memoria colectiva. Protagonizó una temporada extraterrestre, no sólo en cuanto a cifras (segundo jugador en la historia, tras Michael Jordan, en promediar al menos 32 puntos, 7.4 rebotes y 5.5 asistencias en una campaña), sino también a la hora de asumir un peso absoluto en ausencia de Westbrook y demostrar que su perfil no tiene límite alguno. O cómo mejorar lo aparentemente inmejorable. Durant estuvo cerca de registrar esos promedios logrando un 50-40-90 en porcentajes en los tiros, dio un salto cuantitativo y cualitativo en la creación colectiva y mostró significativos progresos defensivos. Su año fue premiado con el MVP y, para colmo, realizó un conmovedor discurso a la hora de recogerlo que reveló a plena luz que el chico, al final, es de verdad humano. El alero de los Thunder se perderá el inicio de curso por una lesión en su pie derecho, que le apartará de las canchas posiblemente hasta el mes de diciembre. Su masiva carga de minutos a lo largo de su carrera (señalaba el periodista Tom Haberstroh que nadie ha jugado más en la fase regular desde su llegada a la Liga en 2007) se verá interrumpida por obligación. Y su ausencia, aunque no urgentemente preocupante por tratarse a inicio de temporada, descubrirá la sensación de pleno poder para el otro superhéroe del sistema. El que, además, paradójicamente más al margen de él suele vivir. Russell Westbrook se perdió un tercio de la última temporada por lesión pero su actitud fue, básicamente, la misma de siempre. Y eso es muy positivo para su equipo. No teme asumir el mismo peso ofensivo que Durant (ambos en torno a un 33%) y si bien no fue tan efectivo como podría resolviendo cerca del aro (52%, lejos por ejemplo de su 55% en 2012), una de sus jugadas fetiche, su nexo de poder físico y obsesión por mejorar hacen de él un jugador no sólo visualmente irresistible –de los más espectaculares del planeta- sino uno realmente influyente, pese a su tendencia al estrés colectivo. Y es que siendo genial muchas veces otras es, efectivamente, muy desesperante. Va con él. La ausencia de Durant, siempre principal caudal ofensivo del sistema desde la ejecución y la generación colectiva, expone un escenario nuevo para los Thunder, que sí habían conocido la supervivencia contraria (sin Westbrook pero con su MVP). Será una interesante prueba para él y, sobre todo, para descubrir cómo afronta Scott Brooks la reorganización de roles. Viendo el lado positivo del problema, la situación podría acelerar la construcción de una rotación con mayor presencia. Algo necesario de cara a mayo. No obstante, una vez Durant esté de vuelta, la presencia de la pareja supone, ya por sí misma, un motivo real para sentir máximo respeto por los Thunder. A cualquier nivel. Construyendo el espacio y el hábito El mayor margen de progresión para Oklahoma City sigue estando, no obstante, en su lado ofensivo. Paradójicamente, pese a contar con dos jugadores capaces de producir alrededor de 55 puntos y 12 asistencias por partido, los Thunder aún buscan la receta ideal que les permita exhibir su plenitud. El elevado ritmo ofensivo y la presencia defensiva de Ibaka –después se hablará de él con más atención-, que permite atacar con libertad líneas de pase en el perímetro, hacen que los Thunder sean temibles a campo abierto. En el tercio de élite NBA tanto a la hora de sumar puntos en contraataque como tras pérdida rival. Pero en estático el escenario sigue menos fluido de lo ideal. El uso de las esquinas sigue siendo pobre por idea y aún peor por ejecución (sólo Wolves y Sixers lanzaron peor desde ahí), lo cual es un problema en un juego en el que ese aspecto cada vez tiene mayor relevancia. Además, vinculado a lo anterior, los Thunder siguen sin tener un espacio ofensivo realmente eficiente, acusan su falta de especialistas exteriores y el poco hábito de movimiento sin balón de los secundarios, también marcado por la cantidad de balón que amasan Durant y Westbrook, lo que les hace no prescindir lo suficiente de la media distancia. En cierto modo, tener dos superhéroes hace muy efectivo el conjunto por inercia (generan gran cantidad de buenos tiros a partir de ellos dos), pero ante sistemas defensivos muy complejos la capacidad de hacer circular el balón sin perderlo (los Thunder estuvieron entre los diez peores de la Liga en ese área el año pasado) puede ser diferencial. De ahí que apostasen con fuerza por Pau Gasol meses atrás, por ejemplo. En ese sentido, la Gerencia ha apostado este verano por un jugador capaz de cubrir precisamente esas dos carencias, moverse sin balón y amenazar desde fuera. Anthony Morrow (tercer mejor porcentaje en triples el curso pasado) es aparentemente perfecto para un sistema de esas características. No necesita nada de balón e interpreta bien los espacios. Puede ayudar a hacer muy útiles las esquinas y eso retroalimentaría el sistema. A la vez, teniendo en cuenta que todo el espacio interior es simplemente desocupado (Ibaka, el más claro ejemplo) para hacer hueco a las estampidas de su perímetro, Oklahoma City sigue necesitando un paso adelante más de Reggie Jackson como generador, más aún desde que Jeremy Lamb demostró que puede asumir un rol de anotador de rotación, con Perry Jones (más que interesante jugando de cara al aro) quizás esperando esa misma oportunidad. El papel de Jackson es muy importante a la hora de complementar a Westbrook, porque los Thunder no necesitan otro jugador como él sino uno que sepa cubrir lo que él tiende a descuidar: la dirección colectiva, la capacidad de amenazar inculcando circulación ofensiva. Ahí está su desafío en lograr, en cierto modo, ‘Hardenizarse’ en el sistema. Los Thunder anotarán muchísimos puntos la próxima temporada. Pero la clave para ellos será saber depurar su diseño ofensivo para lograr que, en la fase final, el comportamiento colectivo sea capaz de arropar, como hábito, a sus dos super estrellas. No en vano el equipo se juega todo el curso en dos meses y para mostrar plenitud en ellos debería utilizar la fase regular. Ser tan predecibles no debe volver a ser una opción. Un coloso llamado Serge Ibaka Scott Brooks es uno de los técnicos más criticados de la Liga. Prácticamente por inercia se le culpa de todos los males reales o imaginables del equipo. Y aunque en algunos casos las quejas guardan motivo (con el diseño ofensivo, sobre todo), en otras han pasado a ser realmente caricaturescas. Sin embargo Brooks ha construido en los Thunder un sistema defensivo de élite. Sigue siendo reacio a dar paso a los jugadores sin experiencia y su confianza con respecto a Kendrick Perkins es incluso enternecedora, pero también ha hecho una fantástica labor convirtiendo a su equipo en una máquina a la hora de defender. Gran parte de ese progreso viene marcado por la vertiginosa evolución de Serge Ibaka. De ser un soberbio taponador ha pasado a ser un gran defensor primero (no, no es lo mismo) y un corrector diferencial después. Ibaka es un factor desequilibrante como pocos en la Liga a la hora de sellar una ‘pintura’. Y eso, indudablemente, facilita las cosas. Los Thunder fueron uno de los diez equipos a los que más les lanzaron desde el área restringida pero el segundo que peores porcentajes provocó (un 56%, sólo tras Indiana), con Ibaka siendo el quinto jugador de mayor impacto en esa zona, limitando a los rivales a un 45% de acierto. La capacidad de alterar tiros y cambiar penetraciones del internacional español libera enormemente a su perímetro, capaz de arriesgar mucho más sabiendo que detrás el escudo genera pavor rival. Incluso podría decirse que los Thunder no aprovechan lo suficiente ese factor, sabiendo su carácter letal en transición. Aunque quizás este curso haya otro factor que potencie hacerlo. Y es que Steven Adams debería tener bastantes más minutos que Perkins. Adams es un ‘enforcer’ de manual, molesto como pocos para el adversario, siempre sacrificado y además capaz de meter para abajo todo lo que se encuentre cerca del aro en el lado ofensivo. Defensivamente está lejos de Ibaka pero ya no tanto de Perkins, que pese a ser muy útil en el uno contra uno ante determinados pívots de tamaño en la Liga, ha pasado a penalizar más de lo que aporta como costumbre. Y eso, teniendo a Adams comiéndose el mundo, debería significar jugar bastante menos este año aunque, eso sí, seguir siendo un recurso interesante para algunas situaciones defensivas. La pérdida de Thabo Sefolosha deja vacante un hueco necesario a la hora de poseer una candidatura al título: el rol de ‘stopper’ para el perímetro, circunstancia que obliga a pensar una solución durante la fase regular. Pero el rendimiento defensivo potencial, anclado sobre uno de los favoritos a Defensor del Año, vuelve a ser muy elevado para los Thunder. Hablando de salarios: Con tres contratos de gran volumen en curso (Westbrook, Ibaka y Durant, aunque al último sólo le restan dos años), la situación es obviamente compleja. Sumando a Perkins (9.4 millones de ‘expiring’), directamente irrespirable para una franquicia que siempre ha querido evitar pisar el impuesto de lujo. El refuerzo de Morrow (10 millones por 3 años, estando el último plenamente sin garantizar) parece fantástico pero Sam Presti tiene a la vuelta de la esquina un nuevo ‘momentum’ para el proyecto: la extensión de Reggie Jackson. El contexto es diferente pero la última vez que hubo que renovar a una parte focal del sistema las cosas no acabaron nada bien. A seguir: Tras hacer el año de su vida, con alguien como él se espera que pase a mejorarlo. Con Kevin Durant las expectativas funcionan así, nunca hay suficiente. Teniendo en cuenta que se perderá el inicio de temporada por lesión, la vuelta a tiempo completo de Westbrook y la teórica recomposición de la rotación invitan a pensar en una fase regular algo más descargada de minutos para un hombre que ya podría estar considerado como el mejor perfil de anotador que haya jugado jamás al baloncesto. Lo que pasa es que, en su caso, es además mucho más que eso. Un regalo vivir su época. PORTLAND TRAIL BLAZERS Memoria 2013-2014 Balance: 54-28 (5º Oeste). Eliminados en Segunda Ronda. Eficiencia Ofensiva Ritmo Eficiencia Defensiva 108.3 (5º) 97.4 (10º) 104.7 (16º) Ataque 4 Factores Defensa 50.4% (14º) % efectivo en tiros 48.8% (7º) 27% (18º) Tiros libres 25.3% (5º) 13.9% (4º) Pérdidas 12.2% (30º) 28% (3º) Rebote ofensivo 25.3% (13º) Glosario de la Memoria 2013/14: * Ritmo: posesiones cada 48 minutos / Ef. Ofensiva: puntos producidos cada 100 posesiones / Ef. Defensiva: puntos recibidos cada 100 posesiones. * Porcentaje efectivo: une valores en tiros de dos y triples / Tiros libres: porcentaje de tiros libres (lanzado o recibido) sobre el total de lanzamientos / Pérdidas: pérdidas de balón (propias o provocadas) cada 100 posesiones / Rebote ofensivo: Capturas (conseguidas o permitidas) sobre el total. Los Blazers están preparados para un segundo año consecutivo de éxito. A sus dos ‘All-Star’, LaMarcus Aldridge y Damian Lillard, y un bloque titular realmente muy eficiente, se les unen este año dos refuerzos para tratar de hacer reaccionar el rendimiento de la rotación. Terry Stotts, uno de los mejores técnicos de la Liga la temporada pasada, volverá a ser clave dando forma a un equipo muy particular pero con una gran capacidad de progresión pese a su excelente rendimiento reciente. Aprovechar la explosión Portland fue una de las grandes sorpresas agradables del curso pasado. Con respecto al año anterior, pasó a producir casi 6 puntos más por 100 posesiones en su ataque y eso le precipitó hacia una situación burguesa en un Oeste ultra competitivo. Además lo logró de una forma muy peculiar, ya que si bien es cierto que anotó muchísimo su diseño espacial se encontró lejos de lo ideal. Es decir, guarda un margen de mejora interesante. Lo que sí hace muy bien Portland es generar amenaza exterior. Damian Lillard y Wesley Matthews estuvieron el año pasado entre los cuatro jugadores que más triples lanzaron de toda la Liga y, sumando a Nicolas Batum, intentaron una media de 18 triples por noche con un acierto del 38%, un dato verdaderamente espectacular. Y desde luego nada hace pensar que la receta vaya a cambiar este año. Sin embargo esa salvaje productividad de perímetro contrastó con su abuso de la ‘zona prohibida’, la media distancia. Los Blazers fueron el cuarto equipo que más lanzamientos intentó desde ese rango, el menos efectivo, aunque su dato clave fue que lograron tener un acierto por encima de la media (41%) desde ahí. En cierto modo eso salva un sistema en principio poco sostenible, a pesar de estar minuciosamente controlado en la creación (la diversidad de motores hace de Portland un equipo que pierde muy pocos balones) y generar muchos réditos en el rebote ofensivo. Al final lanzar muy poco (y con poco acierto) desde cerca del aro obliga a meter una gran cantidad de los tiros a priori más difíciles (los más lejanos). Y si bien Portland tiene capacidad para volver a hacerlo, una selección algo mejor, utilizando más la pintura, podría tener consecuencias mucho mejores. Hacer aún más peligroso su sistema ofensivo. Realmente, la amenaza generada por su trío de perímetro y el buen uso de las esquinas del sistema de Terry Stotts permite bastante espacio dentro. Una zona en la que LaMarcus Aldridge (espectacular el pasado año) podría prodigarse más y en la que Chris Kaman (uno de los refuerzos este verano) también podría resultar muy útil. Portland puede utilizar la experiencia del año pasado para depurar el sistema y convertir su ya de por si frenético ritmo anotador en algo de otro nivel. Y es que el talento posibilita pensar en algo así. Damian Lillard y LaMarcus Aldridge forman una de las parejas exterior-interior más productivas de la Liga y sobre ellos (ambos ‘All-Star’ el pasado año) se cimientan las esperanzas de seguir haciendo crecer el proyecto. Los Blazers ganaron, ante Houston, su primera ronda de Playoffs en los últimos catorce años, y lo hicieron con una canasta sobre la bocina de Lillard, un depredador resolviendo finales de partido, que pese a disputar su primera fase final ya demostró que ha nacido para competir en ese tipo de escenarios. Aldridge se enfrenta a un año clave, ya que siendo agente libre el próximo verano y tras protagonizar (individual y colectivamente) el año de su vida, las expectativas han de confirmarse, tanto a nivel personal como a la hora de ver el recorrido de los Blazers a medio plazo. El ala-pívot sigue siendo el mayor paradigma de uso masivo de la media distancia de toda la Liga, de hecho el año pasado llevó el asunto al extremo lanzando el 63% (¡!) de sus tiros desde ahí. Su nivel global fue fantástico pero sigue siendo un jugador con un potencial todavía mucho mayor, solo que comúnmente demasiado enamorado de ese recurso. Especula y vencerás Para Terry Stotts, otro de los muchos entrenadores que hizo una campaña excepcional el año pasado, la idea defensiva está muy clara. Es muy conservadora pero permite hacer decente en ese arte a un conjunto con menos mimbres de lo que parece para serlo. Portland fue uno de los casos más flagrantes de toda la Liga a la hora de conceder ventaja al tirador en los bloqueos. Su misión prioritaria es evitar buenas situaciones (no tanto cantidad como calidad) cerca del aro, colapsar la pintura, permitir pocos tiros libres y reducir en lo posible las segundas oportunidades. Y el curso pasado básicamente hizo pleno. Los Blazers fueron el segundo equipo que más tiros permitió cerca del aro, pero el tercero mejor a la hora defenderlo, por delante de Bulls y sólo por detrás de Pacers y Thunder. El sistema convirtió a Robin Lopez(difícil pensar que fuese al revés) en el segundo corrector interior de mayor influencia en toda la Liga, únicamente por detrás de Roy Hibbert. Y esa ventaja permitió, a su vez, que los dos jugadores con mayor impacto defensivo potencial del roster, Matthews y Batum, pudiesen aprovechar su nivel para limitar el tiro de tres rival. La receta de Portland es magnífica dados sus recursos y, si bien Portland estuvo lejos de ser uno de los equipos punteros en defensa, sí aprovechó al máximo su potencial en ese apartado. Es precisamente eso lo que se le puede exigir a un técnico, no que haga de su equipo el mejor sino el mejor que puede llegar a ser con lo disponible. Y al final esa idea marcó la diferencia con respecto a la forma en la que Portland compitió. Pero no sólo eso, sino el modo en el que puede seguir compitiendo. Uno de los grandes objetivos de Stotts para este curso, y así lo ha dejado claro durante los ‘training camps’, es mejorar la defensa colectiva en lado débil, lo que permitiría a Portland dar un salto cualitativo a la hora de blindar su sistema. Si es capaz de lograrlo, no sería descartable que Portland tuviese durante el curso una defensa dentro de las diez o doce mejores de la Liga, lo que sería un rotundo éxito. Desde luego saben qué hacer y cómo hacerlo, y eso ya es un paso importante. Buscando vida en el banquillo Los dos refuerzos de verano de Portland van encaminados a mejorar un punto débil clave en el sistema: el rendimiento de la rotación. La ausencia de recambios fiables acabó alimentando la formación de una identidad muy fuerte en su cinco inicial, pero tener a 4 jugadores por encima de 34 minutos de promedio (y a otro en 32) es algo difícilmente asumible para un equipo que quiere llegar relativamente bien al mes de mayo. El quinteto inicial de los Blazers fue básicamente una máquina de jugar al baloncesto el pasado curso. Superó en prácticamente nueve puntos (por 100 posesiones) a sus rivales, produciendo unos salvajes 111 puntos en ese tramo, lo que supondría el mejor registro ofensivo de toda la NBA. Pero el banquillo fue otra cosa. Y, de nuevo, para ser capaz de competir de forma prolongada contar con un gran quinteto no suele ser suficiente. Se necesita cierta consistencia desde el banquillo, jugadores con papeles reducidos pero efectivos. Por eso Steve Blake y Chris Kaman deben ser dos perfiles muy valiosos este curso. Ambos encajan perfectamente en la idea de baloncesto de Stotts (Blake supone más dinamita para abrir el campo y Kaman debe acentuar el aprovechamiento del poste bajo) y su experiencia es un factor importante para encajar en roles limitados. A la vez, la marcha de Maurice Williams, que ejercía el papel de ‘sexto hombre’, descubre a CJ McCollum una excelente oportunidad para ganar minutos en un perímetro que premia toda capacidad de amenaza exterior, de ahí que Dorell Wright llegase a contar con cierto peso el año pasado. En la pintura la situación cambia con la llegada de Kaman, que debe dar un descanso de responsabilidades a la pareja titular. Más allá de ellos tres, cualquier impacto es inesperado pero bienvenido. Y tanto Freeland, como Robinson o incluso Claver podrían tener su oportunidad en una rotación que necesita un paso adelante de sus secundarios. Hablando de salarios: Han hecho un correcto trabajo en verano, firmando a Chris Kaman (9 millones por dos años, pero el segundo sólo tiene garantizado un millón) y Steve Blake (4 millones por 2 años), pero a los Blazers se les presenta un año importante. Aldridge (16 millones), Matthews (7) y Lopez (6) acaban contrato y de su continuidad (o no) dependerá el rumbo que pueda tomar el proyecto, sobre todo en el caso de Aldridge, claro está. Así que es difícil no considerar a Neil Olshey, General Manager, como uno de los hombres más importantes de la franquicia durante el próximo año. A seguir: LaMarcus Aldridge sigue siendo un jugador de unas posibilidades fascinantes. A pesar de negarse a moderar su uso de la media distancia, en el que tampoco tiene un acierto salvaje (lo que afecta a su porcentaje global en los tiros), su nivel fue muy bueno. No obstante, ser considerado un jugador ofensivo de volumen es una etiqueta de la que, en algún punto de su carrera, debería huir. Este año es clave para él, pero no tanto por acabar contrato (obtendrá uno muy elevado sí o sí) como por ver si existe forma de que pueda aprovechar al máximo todos sus recursos, que son casi infinitos. UTAH JAZZ Memoria 2013-2014 Balance: 25-57. Fuera de Playoffs. Eficiencia Ofensiva Ritmo Eficiencia Defensiva 100.6 (25º) 93.5 (26º) 109.1 (30º) Ataque 4 Factores Defensa 48.4% (23º) % efectivo en tiros 51.8% (27º) 27.1% (17º) Tiros libres 29.3% (17º) 15.5% (18º) Pérdidas 13.5% (29º) 25.5% (16º) Rebote ofensivo 25.5% (15º) Glosario de la Memoria 2013/14: * Ritmo: posesiones cada 48 minutos / Ef. Ofensiva: puntos producidos cada 100 posesiones / Ef. Defensiva: puntos recibidos cada 100 posesiones. * Porcentaje efectivo: une valores en tiros de dos y triples / Tiros libres: porcentaje de tiros libres (lanzado o recibido) sobre el total de lanzamientos / Pérdidas: pérdidas de balón (propias o provocadas) cada 100 posesiones / Rebote ofensivo: Capturas (conseguidas o permitidas) sobre el total. Utah no será uno de los mercados más atractivos de la Liga, pero guarda un proyecto con abundante talento joven y posibilidades de desarrollarlo. La llegada de Quin Snyder al banquillo parece devolver la ilusión en un equipo con posiblemente muchas derrotas en el horizonte cercano pero interés por aprender de ellas. Gordon Hayward fue retenido por la franquicia este verano (a precio de oro) y el Draft dejó a Dante Exum y Rodney Hood en la franquicia. Lo que unido a lo ya existente (Burke, Favors o Kanter) permite invitar al optimismo. En el mismo grado que al trabajo, eso sí. Confianza en Quin Snyder Quin Snyder afronta su primera aventura como técnico jefe y lo hace con un aura alrededor bastante sugerente. Parece especialmente capaz de desarrollar talentos, es un gran motivador y se comporta como un líder de vestuario. Pero además tiene un agudo carácter ganador. Snyder posiblemente sepa que formar es crucial en Utah, pero parece imposible que se resigne a hacerlo permaneciendo impasible ante un saco de derrotas. Y eso, que jamás se acostumbre a perder, es bueno. Por formación, Snyder ha sido discípulo directo de Mike Krzyzewski en Duke. Durante su etapa universitaria como jugador alcanzó tres veces la ‘Final Four’ siendo base de los ‘Blue Devils’ y más tarde fue parte del cuerpo de asistentes de Coach K, donde desarrolló principalmente su identidad como técnico. Tras una larga travesía como asistente, el año pasado fue parte del equipo de Mike Budenholzer en Atlanta. Y si leéis pieza previa de los Hawks descubriréis por qué eso es otra gran noticia para Utah. Efectivamente Snyder parece muy preparado para un reto que, por otro lado, es complejo. Utah se encuentra en una situación similar a la de Orlando, en el sentido de la acumulación de talentos jóvenes todavía por formar. Ninguno de los ocho jugadores sobre los que mayores expectativas de desarrollo existen (Trey Burke, Dante Exum, Gordon Hayward, Derrick Favors, Enes Kanter, Alec Burks, Rodney Hood y Rudy Gobert) supera los 24 años. Eso, como en el caso de los Magic, desvela tanto las posibilidades de llegar a alcanzar un núcleo interesante, como la dificultad de llegar hasta ese escenario. No todos los talentos alcanzan su plenitud y el hecho de que existan demasiados jugando al mismo tiempo puede llegar a entorpecer ese crecimiento potencial. En cualquier caso, Snyder supone un necesario soplo de aire fresco para una franquicia especial –su mercado es quizás el menos atractivo de toda la Ligaque tiene talento en sus manos. Y honestamente hay mucha curiosidad por ver al nuevo técnico, que parece muy capaz, asumiendo ese desafío de hacerlo evolucionar. Pagando a Gordon Hayward Gordon Hayward fue, con mucha diferencia, el jugador más importante de Utah el año pasado. Y aunque el halago pueda resultar poco relevante a la hora de hablar de uno de los cuatro peores récords de la Liga, en su caso no lo es. Y no lo es básicamente por dos motivos. El primero, bajo un contexto competitivo hundido, Hayward fue el jugador que más desarrolló su potencial el último curso. No tanto por nivel, difícilmente valorable precisamente por el escenario, sino por su capacidad de asumir un rol de ‘Point-Forward’ que permite descubrir una nueva dimensión a un jugador que es bastante más que un excelente tirador. Y el segundo, la forma en la que lo hizo. Hayward elevó su porcentaje de uso (del 22 al 24%) y lo enfocó sobre todo a la generación de juego (del 16 al 25% de asistencias sobre el total), desarrollando su potencial con el pase y el bote y relegando a un segundo plano el arte que más domina: el tiro. Hayward firmó los peores porcentajes de su carrera en un equipo en el que anotar resultaba un caos, pero supo aprovechar el año para probarse en un rol diferente y que sugiere un nivel de influencia futuro muy superior. Es decir, fue el jugador que más aprovechó para crecer un año teóricamente para olvidar. Y eso dice mucho de él. Ese crecimiento acabó derivando en verano en que Charlotte, desesperado por un alero de nivel y proyección, pensase más bien poco ofrecerle un contrato máximo (60 millones por 4 años). Pero Utah igualó la oferta. Así que Hayward no cambiará de aires pero sí ha ganado un contrato verdaderamente salvaje. La joven estrella formada en Butler debe seguir desarrollando sus cualidades pero su tamaño y capacidad para botar, pasar, tirar, al mismo tiempo que se adapta a necesidades colectivas, hacen de él uno de los aleros de mayores posibilidades de evolución de la Liga. Y, envuelto en un contexto algo más sólido, un jugador de mucho mayor impacto del que parece. Formar un equipo Utah viene a ser para Snyder un reto en su máxima expresión. Pero a la vez permite toda licencia creativa posible. Los Jazz tienen carencias salvajes en prácticamente todos los apartados del juego salvo el rebote. Pero al mismo tiempo guardan fórmulas más que interesantes para construir una identidad colectiva. Utah fue básicamente un desastre defensivo el año pasado, tanto que acabó siendo el equipo al que más puntos le producían por posesión. Concedió muchos tiros librados, muchos en la pintura y con gran porcentaje, defendió mal la transición y fue de los peores equipos a la hora de evitar tiros de tres. Básicamente, hizo mal casi todo lo que se podía hacer mal. Para echarse a llorar. Es ahí donde más trabajo tiene Snyder y donde más quiere insistir, además, a pesar de que el reto más bello está en el otro lado de la cancha. Para Snyder es crucial adquirir una identidad defensiva, comportarse como un equipo ahí. Posiblemente aumente la especulación de su equipo ya que Utah puede presentar quintetos de bastante tamaño, así que es de esperar que los Jazz, aun sin tener mimbres para ello, traten de exponer una idea defensiva real. Algo que no se pudo ver en todo el año pasado. Durante la fase regular Snyder podrá ir probando qué tipo de combinaciones funcionan para un equipo con ocho jóvenes por desarrollar y al que llegaron este verano Steve Novak (medicina contra el drama del espacio ofensivo) y Trevor Booker. Pero sin duda lo que más expectación despierta es el enfoque creativo. Utah va a tener tres jugadores (Burke, Exum y Hayward) con grandes capacidades para tener balón y producir colectivamente. Esta ventaja potencial descubre, al mismo tiempo, nuevas sendas. Y es que no todos podrán hacer uso de ese rol y tendrán que aprender a evolucionar en otros papeles. Y si bien los Jazz –y especialmente Hayward- agradecerán un mejor cuidado del balón (séptimo peor dato de la Liga en asistencias por pérdida el año pasado), la forma de compatibilizar a esos tres perfiles no parece sencilla, sobre todo el binomio Exum-Burke. Aunque, por otro lado, la experiencia de Snyder en ese sentido a lo largo de su carrera (de hecho, él mismo jugó como base) seguro que ayudará a tutelar mejor las necesidades tanto individuales como colectivas de su perímetro, en el que Rodney Hood podría demostrar ser uno de los ‘robos’ del último Draft. Tiene al menos un contexto más que propicio para ello. Otro de los grandes puntos con los Jazz será su rotación interior. En el año uno sin Jefferson ni Millsap, contexto notablemente diferente para Utah, Derrick Favors supo dar un paso adelante. Parece más formado y duro que Enes Kanter, que aún mantiene buena parte de los problemas con los que llegó a la Liga. Y viendo que Rudy Gobert está aún más verde –aunque durante algunas fases del último Mundial no lo pareciera-, compatibilizar ese juego interior (de grandes posibilidades) requerirá de otro minucioso trabajo para el cuerpo técnico. Y seguramente mientras se pierdan partidos y confianza de la mano, lo que hará más ardua esa labor. Hablando de dólares: Con un equipo tan joven, la flexibilidad es muy amplia. Aunque, eso sí, Utah ya ha tenido que apostar por un par de contratos de volumen. La extensión de Favors (48 millones por 4 años) el pasado curso y retener a Hayward tras la oferta máxima de Charlotte este verano (60 millones por 4 años). Fuera de ellos, total control para un equipo que ahora mismo se plantea la necesidad de mejorar como equipo. Una vez se logre ese objetivo ya será tiempo de ver cómo se satisfacen las peticiones económicas de sus jugadores. O, sobre todo, de quiénes. A seguir: Utah es un equipo plagado de jugadores a seguir, mucho talento joven y presumiblemente con minutos para demostrar cualidades. Sin embargo pocos casos tan enigmáticos como el de Dante Exum, que llega a la Liga tras ser una elección muy alta (número cinco) en uno de los Drafts más esperados de este siglo. Exum parece tener tanto potencial como potencial por formar. Es decir, su proyecto parece fascinante, como perfil de perímetro capaz de hacer prácticamente todo sobre la pista y tener muchísimo tamaño para poder jugar de uno. Pero el hecho de que no haya competido en escenario FIBA o NCAA provoca que todo ese valor esté por probar. GOLDEN STATE WARRIORS Memoria 2013-2014 Balance: 51-31 (6º Oeste). Eliminados en Primera Ronda. Eficiencia Ofensiva Ritmo Eficiencia Defensiva 105.3 (12º) 98.5 (6º) 99.9 (3º) Ataque 4 Factores Defensa 51.7% (8º) % efectivo en tiros 47.7% (3º) 24.7% (29º) Tiros libres 29.2% (16º) 15.4% (16º) Pérdidas 15.1% (17º) 25.1% (19º) Rebote ofensivo 23.7% (5º) Glosario de la Memoria 2013/14: * Ritmo: posesiones cada 48 minutos / Ef. Ofensiva: puntos producidos cada 100 posesiones / Ef. Defensiva: puntos recibidos cada 100 posesiones. * Porcentaje efectivo: une valores en tiros de dos y triples / Tiros libres: porcentaje de tiros libres (lanzado o recibido) sobre el total de lanzamientos / Pérdidas: pérdidas de balón (propias o provocadas) cada 100 posesiones / Rebote ofensivo: Capturas (conseguidas o permitidas) sobre el total. Los Warriors fueron uno de los grandes animadores de la, posiblemente, mejor Primera Ronda de la historia de los Playoffs. Pero la dolorosa etiqueta no es agradable para un equipo con el suficiente talento como para detonar en cualquier momento y aspirar a máximas cotas. Con Steve Kerr debutando al frente del banquillo y la misma columna vertebral del año pasado, a la que se suma el magnífico Shaun Livingston, Golden State es uno de los equipos más sugerentes de la Liga a la hora de seguir su progresión, sobre todo en el lado ofensivo donde parecen tener aún un notable margen de mejora. Hacer eficiente el ataque Aunque parezca increíble, el perímetro ofensivamente más determinante de la Liga -y posiblemente el mejor (por rango y ejecución) de toda la historia en el arte del tiro- jamás ha conseguido tener a su equipo entre los diez ataques más productivos de la temporada. Stephen Curry y Klay Thompson fueron el curso pasado los dos jugadores que más triples metieron en la NBA. Ambos con porcentajes por encima al 40%. Y el año anterior fueron primero y tercero en esa misma lista, también rebasando la barrera del 40% de acierto. Pero, con semejante dinamita, ¿entonces qué falla? Sobre todo dos cosas. La primera, la forma de interpretar el ataque. Podría decirse que, pese a contar con un arma potencialmente imparable en su ‘backcourt’, Golden State no ha sabido encontrar la forma de maximizar su productividad. Los Warriors han tenido tendencia a abusar del ‘isolation game’ (juego de aclarados) con Curry, llegando al extremo de ser el pasado año el segundo equipo que menos pases daba por posesión, ahogando su propia circulación ofensiva. Como siempre, tener grandes tiradores es algo muy útil, pero lo es más aún generar buenas situaciones de tiro. El segundo aspecto es la fuerte influencia de la rotación en esa productividad. En realidad, con Curry y Thompson en pista los Warriors promediaban 109 puntos por cada 100 posesiones, en la élite de la Liga. Pero sin ellos el descenso era dramático, llegando en ambos casos a situarse por debajo del peor ataque de la NBA (Philadelphia). En el caso de Curry, Golden State pasaba a producir unos salvajes 16 puntos menos (por cada 100 posesiones) sin él en cancha. En otras palabras, el sistema se hundía por completo cada vez que pisaba el banquillo. Los Warriors tienen este año la obligación de mejorar ambos aspectos para crear un sistema ofensivo top 10, ya que cuentan con recursos de sobra para lograrlo. Por un lado, este curso la rotación exterior ha ganado aShaun Livingston y Leandro Barbosa, a los que hay que sumar a Brandon Rush (que regresa a la Bahía) yHarrison Barnes. Un póker más que notable para evitar el colapso cada vez que los ‘Splash Brothers’ pisen el banquillo. Y por el otro, la presencia de Andre Iguodala, David Lee y Andrew Bogut (más la rotación de Draymond Green) plantea un ‘frontcourt’ con enormes posibilidades en la circulación ofensiva. Un potencial muy sugerente para crear un sistema de ataque mucho más eficiente. El nuevo técnico de los Warriors, Steve Kerr, ya ha reseñado que su intención es hacer más solidario el ataque, sobre todo por tener diferentes jugadores capaces de botar y pasar a alto nivel. Esa circunstancia debería ayudar a generar un escenario más productivo, y con la capacidad que tienen el roster para ejecutar opciones (mucho IQ) acertar será entonces, mucho más sencillo. Más poder defensivo del que parece Donde los Warriors son ya uno de los mejores equipos de la Liga es defensivamente hablando. Y es que a pesar de llegar más al gran público por su vertiginoso ritmo de juego y la capacidad de su perímetro para anotar, especialmente la de Steph Curry -seguramente el jugador más visual de toda la Liga-, paradójicamente es el rendimiento ofensivo el que separa a los californianos del siguiente escalón de élite. Su excelente rendimiento defensivo se construye no tanto por un sistema muy eficiente como por la presencia de grandes especialistas en la materia. Golden State presenta tres extraordinarios defensores de entre sus cinco jugadores más relevantes, lo que marca diferencias. Klay Thompson y (especialmente) Andre Iguodala se encuentran entre la élite a la hora de defender el perímetro. Ambos pueden afrontar marcas de prácticamente tres posiciones (de base a alero), ya que tienen mucho tamaño, buen desplazamiento lateral y son realmente inteligentes. Y además su influencia permite a Curry una considerable reducción de responsabilidad en ese área, dificultando al rival a la hora de atacar su fragilidad. Iguodala fue, en su primer año en la Bahía, el jugador con mejor diferencial neto de todo el equipo. Su presencia en pista hizo 13 puntos (por 100 posesiones) mejores a los Warriors, que alcanzaron los registros defensivos de Indiana mientras tenían a su alero en cancha. Su influencia ya no sólo a la hora de liderar el sistema defensivo, sino también de ejercer como generador (básico para aumentar efectividad en la circulación ofensiva), fue crucial todo el año y permite tener un enorme comodín en el equipo. Golden State apenas logró un 10-9 en los partidos que se perdió por lesión, pero el balance ascendió a un 41-22 con él activo. Al mismo tiempo, además de contar con dos fantásticos recursos para obstruir el perímetro rival, los Warriors tienen en Andrew Bogut a un interior soberbio en la defensa de la zona. El australiano sufre cuando sale de las inmediaciones del aro, pero cuando encuentra resguardo es muy efectivo tanto a la hora de reducir porcentajes rivales (sexto de toda la Liga el año pasado en el área restringida) como en el rebote defensivo. Su presencia es básica para las aspiraciones competitivas de la franquicia. El tremendo despliegue defensivo lo completa la acción de Draymond Green, que pese a no gozar del impacto de los anteriores, sí que exhibe una progresión muy importante en ese aspecto. El jugador formado en Michigan State es tremendamente móvil, intenso e inteligente. Y ofrece una baza más a un sistema con un tremendo talento a la hora de cerrar el aro propio al rival. Steve Kerr y la rotación Una de las grandes asignaturas pendientes de los Warriors procede del rendimiento de su banquillo. Con la inclusión de Iguodala, el cinco inicial de Golden State pasó a tener un funcionamiento dominante (en 18 minutos que coincidía en cancha por partido superaba a sus rivales por un promedio de 6 puntos), pero la rotación no llegó a encontrar equilibrio a la hora de dar consistencia. Es ahí donde puede entrar la labor de Steve Kerr esta temporada. El nuevo técnico no tiene experiencia alguna en un banquillo pero llega al puesto bajo un papel reconocido a la hora de entender el juego. Nula experiencia pero muy buena fama. Y después de rechazar la propuesta de Phil Jackson en los Knicks desde luego las expectativas con Kerr serán muy altas. La salida de Mark Jackson no fue precisamente tranquila. Los jugadores estaban del lado del técnico pero diferencias de éste con los altos mandos de la franquicia precipitaron su salida. Así que es de esperar que Kerr tenga como primera misión ser capaz de ganarse al vestuario. Más allá de su adaptación (a la franquicia y al cargo), las ideas de Kerr suenan bien. Ofensivamente ya se citó su plan a la hora de diversificar el sistema, y puesto que en el apartado defensivo la labor será en principio más sencilla (ya existe un rendimiento notorio establecido) el desafío de mayor entidad parece que puede ser dar identidad a la rotación. Si bien la presencia de Livingston resulta crucial a la hora de cubrir diferentes posiciones (y necesidades) en el perímetro, Kerr tiene la misión no sólo de encontrarle un hueco real a Harrison Barnes (perdió mucho peso en el equipo a raíz de la llegada de Iguodala) sino de solucionar el problema interior. Draymond Green es capaz de aportar minutos de solidez pero se antoja pequeño para jugar de ‘cinco’, mientras que Marreese Speights es, aun teniendo más tamaño, bastante menos capaz de defender el aro. Así, la marcha de Jermaine O’Neal descubre la necesidad de apostar por probar a Festus Ezeli en ese tipo de rol… o bien encaminarse a quintetos pequeños para evitarlo. Kerr parece bastante predispuesto a esto último, así que podría tratar de ‘resucitar’ a Harrison Barnes pasando a jugar muchos minutos con ‘cuatro pequeños’, aprovechando el comodín que permiten Iguodala y Green como alapívots. Aunque en ese caso los minutos sin Bogut en pista pueden ser desalentadores para los Warriors ya que Lee es simplemente incapaz de proteger el aro. Hablando de salarios: Golden State presenta cuatro contratos por encima de los 10 millones de dólares (Lee, Bogut, Iguodala y Curry), no acabando ninguno de ellos el próximo verano. Su flexibilidad es, por tanto, bastante reducida. Al escenario hay que sumarle la previsiblemente cuantiosa extensión de Thompson que habrá que afrontar el próximo curso (más de la Barnes al siguiente). Así que de qué forma se actúe con el contrato de Lee (el que antes expira, en 2016, de los cuatro de volumen) puede pasar a marcar el futuro a medio plazo de la franquicia. Este verano los Warriors incorporaron a Livingston a razón de 16 millones por 3 años (aunque el último de ellos sólo parcialmente garantizado). A seguir: Pasando a ser ya oficialmente un miembro de la aristocracia de la Liga (jugó el ‘All-Star Game’ y fue elegido para el ‘Segundo Mejor Quinteto’ de la temporada) y con el único lunar claro de los balones perdidos, el mejor tirador del planeta (y uno de los mejores que hayan jugado en la NBA) es simplemente uno de esos jugadores que elevan este deporte a otra categoría. Un artista que enciende los sentidos. Sigue en progresión así que hay que esperar cualquier cosa de uno de los perfiles más hipnóticos del mundo. Steph Curry es un talento fuera de serie. LOS ANGELES CLIPPERS Memoria 2013-2014 Balance: 57-25 (3º Oeste). Eliminados en Segunda Ronda. Eficiencia Ofensiva Ritmo Eficiencia Defensiva 109.4 (1º) 98.3 (7º) 102.1 (8º) Ataque 4 Factores Defensa 52.6% (4º) % efectivo en tiros 48.4% (5º) 35.3% (2º) Tiros libres 29.4% (18º) 14% (5º) Pérdidas 15.5% (10º) 25% (20º) Rebote ofensivo 27.5% (26º) Glosario de la Memoria 2013/14: * Ritmo: posesiones cada 48 minutos / Ef. Ofensiva: puntos producidos cada 100 posesiones / Ef. Defensiva: puntos recibidos cada 100 posesiones. * Porcentaje efectivo: une valores en tiros de dos y triples / Tiros libres: porcentaje de tiros libres (lanzado o recibido) sobre el total de lanzamientos / Pérdidas: pérdidas de balón (propias o provocadas) cada 100 posesiones / Rebote ofensivo: Capturas (conseguidas o permitidas) sobre el total. Como franquicia, los Clippers sólo han ganado cuatro eliminatorias de Playoffs en toda su historia. Y nunca más de una en el mismo año. Sin embargo, son uno de los equipos con mayor potencial de cara a este curso e indiscutiblemente situados entre los cinco grandes favoritos al título. Con Doc Rivers en su banquillo, más Chris Paul y Blake Griffin sobre la cancha, como líderes de una rotación enormemente profunda y talentosa, los Clippers aspiran a resolver sus problemas defensivos para lograr proyectar su fascinante rendimiento en ataque y acabar la temporada con, al menos, la mejor marca de la historia de la franquicia. Terroríficamente productivos Los Clippers son, básicamente, un equipo que mete puntos como si no hubiera mañana. Presentan una rotación muy profunda, plagada de recursos a la hora de anotar, liderada por un martillo en la ejecución (Blake Griffin) y el mejor ‘general de pista’ del planeta (Chris Paul). Y, por si fuera poco, en su banquillo se sienta Doc Rivers, excepcional gestor de química colectiva. Pero ahora, después de enunciar lo que son, conviene explicar lo más interesante de todo. Por qué lo son. Los Clippers lideraron la Liga en productividad el año pasado (109.4 puntos por 100 posesiones) y volverán a ser candidatos a ese trono este año, en el que parecen aún más potentes en ese apartado tras las llegadas deJordan Farmar –como recambio de Paul- y Spencer Hawes –vitamina para la frágil rotación interior-. La fuente innata de todas las ventajas es, por supuesto, Chris Paul. Un maestro a la hora de jugar el pick&roll, especialmente resolutivo en situaciones límite y con un instinto especial para generar ventajas reduciendo riesgo. Paul lideró la Liga en asistencias el año pasado pero lo más impresionante es que lo hizo teniendo, además, el mejor registro de asistencias/pérdida (4.57), algo que ha logrado en cuatro de los últimos cinco años. Es decir, no sólo es que sea una mina en la creación de oportunidades colectivas, es que además lo hace perdiendo poquísimo el balón y siendo igualmente amenaza en la anotación. Lo de ‘Point God’ a veces se le queda incluso corto. Su menú favorito es cocinar para los interiores, ya que en el bloqueo directo es prácticamente imposible evitar que genere algo positivo para su equipo. DeAndre Jordan posiblemente le deba una parte de su contrato a los ‘alley-oops’ de Paul aunque su mejor complemento es, claramente, Blake Griffin. Desde que llegó a la Liga, Griffin no ha parado de evolucionar. Lo ha hecho bastante a la hora de leer el juego, donde ya es más que fiable, y mantiene el desafío de trabajar su tiro de media distancia, clave para darle un mayor empaque en estático. Todos los cursos aumenta su volumen (el año pasado llegó al 34% de tiros sobre el total desde ahí). Y pese a que también eleva su acierto esto lo hace muy lentamente, su 37% aún no genera preocupación rival, siendo especialmente poco productivo desde zonas frontales del ataque. Aunque este verano ha vuelto a trabajar en ese recurso (descomunal ética de trabajo), cambiando ligeramente su secuencia de tiro, si no muestra un gran desarrollo los adversarios seguirán concediéndole espacio. Básicamente porque no tiende a ser efectivo y a la vez logran evitar ver, en la medida de lo posible, un ser humano predispuesto a volar para reventar su aro una y otra vez. Y es lo más normal. Tener una pareja interior-exterior como Paul-Griffin es muy importante a la hora de generar un ataque eficiente, ya que muchos desequilibrios parten de ahí. Pero los Clippers tienen muchas más armas para potenciarlo. La acción de Jamal Crawford es una de las más notables, como perfil capaz de producir por sí mismo con gran volumen ejerciendo como ‘game changer’ natural. Crawford es en realidad un titular más, sólo que sale desde el banquillo para optar al siempre polémico galardón de ‘Sexto Hombre’. Los angelinos cuentan, además, con elementos fiables a la hora de dar espacio (Farmar o Redick en el perímetro, o Davis y Hawes como hombres altos) y son dinamita a campo abierto. Ningún equipo de la Liga penaliza tanto las pérdidas (19.5 puntos por partido producidos el año pasado en esas situaciones). Como único aspecto a mejorar para un sistema ya realmente impresionante, destacar que tener tanta dinamita a la hora de lanzar desde casi cualquier posición tiende a reducir demasiado la forma en la que produce en la pintura. Y si bien van muchísimo a la línea de personal, son de los diez equipos que menos lanzan desde dentro, circunstancia que teniendo a Paul en el equipo debería ser un pecado capital. Claro que Rivers posiblemente ya esté tratando de solucionarlo. Luces y sombras en la defensa Mucho más terrenal es la situación en el otro de la pista. Es ése el punto que separa a los Clippers aspirantes de los Clippers favoritos. Y es precisamente ése en el que Doc Rivers focaliza más parte de esfuerzos (y talento, por otro lado). En su primer año en Los Angeles ya pudieron verse detalles, pero todavía no suficientes en un Oeste mega competitivo. Los Clippers siguen teniendo en el ritmo uno de los principales aliados a la hora defender. Siempre que pueden evitan el juego en estático, ya que en transición seguramente sean el equipo con mayores posibilidades de castigar errores del adversario. Pero esto, que es una ventaja, tiene también una parte menos amable. La presencia de Chris Paul es imprescindible en el perímetro a la hora de plantear una propuesta que busque el error rival. E incluso enormemente influyente a la hora de reducir el impacto del tiro de tres (los Clippers son fantásticos con Rivers en ese arte), pero descubrir en exceso la pintura es un problema a medio plazo. Sabiendo el perfil de su plantilla, Rivers asumió personalmente el reto de que Griffin y Jordan mejorasen drásticamente su impacto defensivo. Y si bien a día de hoy ambos son bastante mejores que el año pasado, todavía no lo son lo suficiente como para sostener toda la idea. Puesto que en toda la rotación la única ayuda real defensiva para Paul es la de un Matt Barnes de 34 años y el recién firmado Ekpe Udoh, los Clippers dependen demasiado del rendimiento de sus interiores titulares. Y es un contratiempo. Jordan es un buen intimidador y Griffin decente en poste bajo, pero ambos son muy permisivos cerca del aro. Los Clippers concedieron muchos tiros debajo del aro (y con grandes porcentajes), siendo además uno de los peores equipos de la Liga cerrando el rebote defensivo. Y eso, en el Oeste, es un hándicap considerable. Buscando un Jordan en DeAndre Por eso Rivers trató de conectar desde el inicio con DeAndre Jordan. Sus palabras de motivación nada más llegar, sugiriendo que podía convertirse en el mejor defensor de la Liga, tenían un doble sentido. El primero evitar que el jugador detuviese su progresión y se acomodase, y el segundo revelar indirectamente que sin su plenitud el equipo difícilmente podrá llegar al máximo escalón. Jordan es muy grande y atlético, se mueve bien y aguanta decentemente casi cualquier emparejamiento. Pero necesita muchas horas de juego (con carga didáctica posterior) para aprender realmente a defender. Su presencia altera tiros por inercia (cuarto mejor de la Liga en tapones por posesión), pero todavía no domina el arte de la colocación o las ayudas. Y es eso justamente lo que trata de hacer Rivers. Porque de poco sirve ser el jugador que más rebotes captura en toda la Liga si después su equipo tiene un serio problema en el rebote. Y de poco vale taponar tres tiros por noche si después se conceden el doble de canastas fáciles debajo del aro. En el equilibrio se encuentra la virtud. Rivers quiere un DeAndre corrector, capaz hacer pocas cosas pero a un gran nivel. Desde reducir el impacto rival cerca del aro, a evitar segundas oportunidades en el rebote y ser efectivo en las ayudas. Indudablemente es un objetivo complicado, pero necesario. El curso pasado los Clippers fueron defensivamente mejores (un punto en balance de productividad) sin Jordan que con él. Rivers necesita justo lo contrario, que su equipo acuse mucho su ausencia… por lo determinante de su presencia. Tiene todo un año, tras otro previo de base, para conseguirlo. Hablando de salarios: Una vez resuelto el mega escándalo que acabó con Donald Sterling fuera de la franquicia y la compra de la misma por parte de Steve Ballmer y la obscena cantidad de 2.000 millones de dólares, los Clippers han recuperado la estabilidad en los altos rangos. Salarialmente hablando, es la franquicia no- neoyorquina que más paga en salarios, así que la flexibilidad es prácticamente nula. Tres contratos de gran volumen (Paul, Griffin y Jordan) aunque el último de ellos es ‘expiring’, circunstancia interesante de cara al próximo verano. Pese al reducido margen de acción, los Clippers cuentan ya con una de las rotaciones más poderosas de toda la Liga (este año llegaron Hawes, 22 millones por 4 años; y Farmar, 2 millones por 2 años) y, a su vez, uno de los mejores entrenadores sentado en su banquillo. Visto que el dinero y el lujo no son problema, el anhelo es competir. A seguir: Chris Paul es el mejor jugador de los Clippers y posiblemente DeAndre Jordan el que más condicione el salto al siguiente nivel competitivo, pero el progreso de Blake Griffin y su innegable atractivo a la hora de dar espectáculo le ubican como uno de los perfiles a seguir este año en la Liga. Metido de lleno en la pelea por convertirse en el mejor cuatro del planeta, finalizó tercero (primero de los mortales) el año pasado en la votación para ‘MVP’ y mantiene como desafíos mejorar su impacto defensivo y su amenaza en el lanzamiento exterior. Si lo logra, su límite es el cielo. LOS ANGELES LAKERS Memoria 2013-2014 Balance: 27-55. Fuera de Playoffs. Eficiencia Ofensiva Ritmo Eficiencia Defensiva 101.9 (21º) 100.9 (2º) 107.9 (28º) Ataque 4 Factores Defensa 50.5% (13º) % efectivo en tiros 51.3% (22º) 26.3% (22º) Tiros libres 26.4% (11º) 15% (13º) Pérdidas 14% (27º) 20.2% (30º) Rebote ofensivo 29% (30º) Glosario de la Memoria 2013/14: * Ritmo: posesiones cada 48 minutos / Ef. Ofensiva: puntos producidos cada 100 posesiones / Ef. Defensiva: puntos recibidos cada 100 posesiones. * Porcentaje efectivo: une valores en tiros de dos y triples / Tiros libres: porcentaje de tiros libres (lanzado o recibido) sobre el total de lanzamientos / Pérdidas: pérdidas de balón (propias o provocadas) cada 100 posesiones / Rebote ofensivo: Capturas (conseguidas o permitidas) sobre el total. La franquicia menos competitiva y que menos paga en salarios de Los Angeles no son los Clippers. Y sigue resultando difícil de asumir. Byron Scott ha llegado al banquillo de unos Lakers que tendrán de vuelta a Kobe Bryant pero con un bloque mucho menos potente de lo que les gustaría. Por segundo año consecutivo, la franquicia dispondrá de un roster plagado de retales, jugadores que no buscan tanto competir como hacer un gran año en lo individual, algo novedoso en una franquicia de tradición hiper competitiva. Cómo y cuánto pueda jugar Steve Nash, más las ganas de ver el impacto del novato Julius Randle, mejores alicientes –junto a la vuelta de Bryant, claropara un equipo a priori un escalón competitivo por debajo de los candidatos a Playoffs en el Oeste. El equipo de Kobe Es uno de los imprescindibles a la hora de aproximarse al seguimiento de una de las dos franquicias más fascinantes de la historia de la NBA. Y como tal, Kobe Bryant es historia viva. Palabras mayores. No sólo del baloncesto sino del deporte. Por identidad, instinto y voracidad competitiva a la hora de trabajarlo. Una leyenda. Su carrera es simplemente asombrosa, tanto a nivel individual como colectivo y su prestigio mundial omnipresente. Sin embargo los problemas físicos acudieron a recordar que la edad, y los excesos competitivos, pasan factura para todos. Bryant se alejó de la pista y el juego se tiñó de negro. No obstante, hay un rasgo que ha recordado incesantemente qué significa Bryant para los Lakers. La franquicia y el jugador llegaron a un acuerdo el pasado mes de noviembre para extender el contrato otros dos años, como muestra de respeto y consideración hacia algo más que un miembro más del organigrama. Pero las cifras (48 millones de dólares por ese período) tomaron forma de condena. No es cuestión de interpretar quién convenció a quién, si los Lakers ofrecieron ese montante o Bryant lo sugirió. El caso es que el acuerdo se rubricó y el escenario competitivo de los Lakers pasó a ser mucho más complejo. Si tanto los Lakers como Bryant querían ganar desde luego tomaron justo la peor decisión para conseguirlo. No se dudará (jamás) del compromiso de Bryant a la hora de recuperarse y volver (camino de los 37 años) a mostrar un buen nivel. De hecho incluso se espera que así sea, conociendo lo indómito del perfil. Pero resulta casi obvio pensar que el mensaje a toda la Liga que trasladó el acuerdo (multimillonario para un jugador de 36 años y que se iba a pasar un año parado) cerró el acceso a Los Angeles para cualquier jugador de élite: los Lakers han sido, son y serán el equipo de Bryant (y sólo de Bryant) hasta que éste se retire. Y todo lo demás, va por detrás. Parece desde luego una condición radical si se quiere ser un equipo ganador. Competir pasó a un plano secundario para la franquicia que siempre hizo apología de ese aspecto. Y será triste, incluso despiadado, ver cómo el mayor competidor de este siglo pasa buena parte de los que podrían ser últimos meses de su carrera alejado precisamente de ese contexto: la fiebre competitiva. Los Lakers podían haber seguido siendo el equipo de Kobe. Y Kobe, asimismo, el emblema de los Lakers. Pero también podían, y quizás debían, haber aspirado a ser algo más. Y al final ambas partes tienen su cuota de culpabilidad en no haberlo logrado. Byron Scott al mando La buena noticia para el nuevo técnico es que por fin ha llegado a ocupar el cargo que siempre anheló, entrenar a sus Lakers. La mala es que quizás eso ha sucedido en el peor momento posible. Caprichos del destino. Byron Scott tiene un complejo desafío con una plantilla de marcadas carencias defensivas, justo su principal campo de acción. Posiblemente construir un sistema de contención eficiente sea un objetivo quimérico, pero el entrenador de los Lakers no ha dejado de reseñar desde su llegada que van a tratar de lograrlo. Y su carácter invita a pensar que no es un mensaje vacío. Los Lakers hicieron muchas cosas mal el año pasado en ese apartado. Fueron el equipo que mayor cantidad de tiros concedió en la zona restringida y el quinto peor limitando el acierto desde ahí, lo que acabó derivando en que ningún otro equipo recibiese tantos puntos en la pintura por partido (49) como ellos. Pero además permitieron un sinfín de segundas oportunidades (peor dato de rebote defensivo en toda la Liga) y su rendimiento en transición defensiva fue simplemente dantesco. Y es que, aun considerando que los Lakers fueron el equipo menos efectivo a la hora de atacar el rebote de ataque (peor incluso que los Heat, que directamente renunciaban a ello), la vuelta a defender vio cómo los rivales producían datos de élite tanto en contraataque como tras pérdida. Un agujero terrible. En el roster actual sigue sin haber un protector de aro, así que será realmente difícil paliar el déficit interior incluso convirtiendo la propuesta en mega especulativa y reduciendo drásticamente el ritmo. Pero además, en todo el perímetro sólo Wesley Johnson asegura fiabilidad a la hora de defender. Sin duda levantar a esa defensa es uno de los mayores retos en toda la carrera de Scott. Y de paso posiblemente el más desagradecido. Fuente de oportunidades No obstante, no todo será negativo en ‘Lakerland’. Ofensivamente Scott maneja un grupo más que interesante. Y si bien reducir el ritmo (frenético con D’Antoni) hará perder potencial al equipo, lo que el técnico quiere es que aprenda a sobrevivir en contextos de ataque estático. Que adquiera consistencia. El técnico ha llegado a decir que desea que su equipo intente menos de 15 triples por partido, cifra que se convertiría en la más baja de toda la Liga. Pero a buen seguro sea una hipérbole para reflejar lo que quiere de verdad, mayor variedad y circulación ofensiva, no tanta recurrencia innata al tiro de tres. Scott va a tener a su disposición una gran cantidad de jugadores con ganas de de reivindicarse. Jodie Meeks y Nick Young fueron dos de los grandes triunfadores del pasado año, ambos ganándose contratos más que atractivos (Meeks en Detroit y Young en los propios Lakers). Algo que también hizo Jordan Hill, aprovechando las circunstancias de la franquicia angelina en la pintura. Incluso Kendall Marshall o Xavier Henry tuvieron su espacio para brillar. Y ese mismo escenario van a tener este año Jeremy Lin, Carlos Boozer o Ed Davis. Los dos primeros acaban contrato y Davis, que ha firmado (de forma sorprendente) por el mínimo, también podría quedar libre a final de año. Los tres gozarán de un buen puñado de minutos y eso les puede hacer ganar valor de mercado, especialmente a Lin y Davis, aún en la parte creciente de sus carreras. Porque, considerando que Steve Nash ha pasado (dolorosamente) a ser ya sobre todo el valor de su contrato (‘expiring’ de 9.7 millones), el único nexo real de futuro que existe en la franquicia es el novato Julius Randle. Aunque siendo el único su perfil, que será especialmente tutelado, tiene una pinta extraordinaria como ala-pívot productivo. Pese a no saber aún la capacidad de los secundarios de dar un paso adelante real, teniendo en cuenta que la presencia de Bryant y el nuevo sistema de Scott reducirán el ‘libertinaje’ del último curso, los Lakers pueden ser ofensivamente un equipo decente, con muchos jugadores con afán de brillar y el perenne talento creativo de Nash y Bryant. Que jueguen mucho o poco (esperemos que lo primero), se notará. Hablando de salarios: Irónicamente, pese a que firmasen a Bryant por 48 millones en dos años, para los Lakers resulta clave la flexibilidad. Y de cara al próximo verano será más que buena. Nash y Lin son dos ‘expiring’ por valor de 18 millones de dólares y el segundo año del contrato de Jordan Hill es ‘team option’, por lo que en caso de necesidad la franquicia podría prescindir de ejecutarlo. Todo buscando atraer una gran estrella y ser capaz de construir un proyecto competitivo. Cuesta ver a los Lakers en una situación salarial tan cómoda, pero a decir verdad también con una plantilla tan limitada para competir en el Oeste. A seguir: Otro jugador posiblemente se hubiese retirado tras su gravísima lesión en el Aquiles. Con mayor motivo tras haberlo logrado ya prácticamente todo durante su carrera. Pero Kobe Bryant volvió y, pese a que volvió a caer lesionado de larga duración (sólo jugó seis partidos el curso pasado), tampoco entonces decidió poner fin a su trayectoria. El regreso de Bryant es una de las mejores noticias del año, pocos como él transmiten ese amor tan incondicional por el baloncesto y esa pasión tan animal a la hora de competir. Acabará la temporada cerca de los 37 años pero la misma necesidad de jugar, una lección magnífica para los que empiezan. PHOENIX SUNS Memoria 2013-2014 Balance: 48-34. Fuera de Playoffs. Eficiencia Ofensiva Ritmo Eficiencia Defensiva 107.1 (8º) 98.1 (8º) 103.8 (13º) Ataque 4 Factores Defensa 51.9% (7º) % efectivo en tiros 49.6% (11º) 29.3% (12º) Tiros libres 30.9% (24º) 15.6% (21º) Pérdidas 15.5% (11º) 26.4% (15º) Rebote ofensivo 26.3% (22º) Glosario de la Memoria 2013/14: * Ritmo: posesiones cada 48 minutos / Ef. Ofensiva: puntos producidos cada 100 posesiones / Ef. Defensiva: puntos recibidos cada 100 posesiones. * Porcentaje efectivo: une valores en tiros de dos y triples / Tiros libres: porcentaje de tiros libres (lanzado o recibido) sobre el total de lanzamientos / Pérdidas: pérdidas de balón (propias o provocadas) cada 100 posesiones / Rebote ofensivo: Capturas (conseguidas o permitidas) sobre el total. Una de las mejores sorpresas del año pasado fue ver cómo los Suns rompían con todas las expectativas. Pese a no jugar la fase final, Phoenix pasó a ser modelo opuesto a la corriente de ‘tanking’ que marcó el curso. Tenían pocos recursos pero los maximizaron al límite. Y esa forma de mejorar ha hecho cobrar vuelo al proyecto. Jeff Hornacek cuajó un año colosal al frente del equipo, un estreno casi perfecto, provocando que prácticamente todos sus jugadores vivieran el año de su vida. Con Goran Dragic como líder y un perímetro difícilmente mejorable para el sistema del técnico, los Suns van a ser uno de los equipos más sugerentes del Oeste. Y no es poco decir. La fórmula Hornacek A lo largo de esta Guía se ha ensalzado la labor de muchos entrenadores, insistiendo que el curso pasado fue especialmente brillante en ese apartado, con muchos técnicos desarrollando excelentes labores en sus equipos. Y así fue. Pero los Phoenix Suns tuvieron al, quizás, mejor de entre todos ellos. Sí, Gregg Popovich ganó el galardón a ‘Técnico del Año’. Y de nuevo sí, se puede considerar merecido. Pero lo que hizo Jeff Hornacek (segundo en las votaciones) en Phoenix fue algo sencillamente increíble, llevando a un equipo que parecía predestinado a cerrar el Oeste a ganar 48 partidos en la Conferencia más dura de la Liga. Y todo ello con un baloncesto verdaderamente divertido de ver. La gran clave del soberbio año de Phoenix, amargamente cerrado sin clasificarse para la fase final, estuvo en su banquillo. Por supuesto hubo varias más, pero la mayoría nacieron de su acción. Y es que en su primera aventura como técnico NBA, Hornacek diseñó un plan extraordinario y, además, fue capaz de sostener después su ruta pese a la baja prolongada de uno de sus elementos cruciales (Eric Bledsoe). Todo ello, insisto, en uno de los equipos a priori más débiles de toda la NBA. Hornacek hizo de los Suns uno de los diez ataques más productivos de la Liga. Y su receta fue aparentemente sencilla. Impecable ocupación espacial (los Suns tiraron muchísimo de tres y tuvieron una de las mejores proporciones de la Liga desde las esquinas), despejar por completo la pintura con cuatro e incluso cinco hombres abiertos para ampliar aún más la cancha y abuso del desequilibrio individual, sobre todo vía pick&roll, de sus dos ‘cohetes’ de perímetro, Eric Bledsoe y Goran Dragic, para generar las ventajas. Los Suns fueron el único equipo de toda la Liga que no llegó al 50% de asistencias sobre el total de canastas. Circulaban el balón muy poco pero muy bien, dentro de un sistema extremadamente dinámico, vertical y efectivo. Baloncesto sencillo. Todos los roles de la idea jugaron muy por encima de lo esperado, hasta el punto de que la baja de uno de los motores de desequilibrio (Bledsoe se perdió medio curso por lesión) ni siquiera hundió el sistema. Si ofensivamente la idea tenía limitados mimbres, defensivamente había aún menos. Pese a los problemas en la defensa interior, donde únicamente Miles Plumlee ejercía –y con sus limitaciones- como ancla (a los Suns les acabaron mucho y con bastante acierto desde la zona restringida), y a la hora de asegurar el rebote, Hornacek diseñó un sistema muy agresivo, con mucho cambio en asignaciones, para evitar en lo posible la influencia del juego en estático. Mantener el ritmo era vital. Su equipo fue el que más puntos generó al contraataque (18.7 por partido) en toda la Liga y la corriente energética de la rotación (poco tamaño pero mucha actividad de pies y manos) generó una defensa de perímetro de élite (sólo los Clippers provocaron peores porcentajes en tiros de tres). Este curso la propuesta deberá sufrir alguna variación, ya que Channing Frye (clave a la hora de espaciar la cancha) se ha marchado. Pero a su vez la llegada de Isaiah Thomas, otro motor para la idea exterior, hace presagiar que el sistema volverá a ser muy competitivo. Una versión 2.0 de uno de los despliegues tácticos más brillantes del último curso. Un dragón suelto Si el sistema fue tremendamente productivo y visual, el elemento diferencial que llevó la propuesta a otra dimensión fue Goran Dragic. El esloveno hizo el año de su vida al mando de una idea que, si bien parecía diseñada para su brillo, quizás ni siquiera imaginaba que podía llevarlo hasta ese grado. Ya desde muy pronto Hornacek se encargó de trabajar la química personal con el jugador. Tendría mucho peso en el sistema y su acción era clave. Pero cualquier expectativa previa se vería después superada por un Dragic que firmó el año de su vida. El esloveno registró la mejor temporada de un jugador europeo de perímetro (de raza blanca) desde lo logrado por Drazen Petrovic en 1993. Al igual que el de Sibenik no fue ‘All-Star’ pero sí incluido en el ‘Tercer Mejor Quinteto’ de la temporada. Y pasó a unirse a la selecta lista de jugadores capaces de promediar durante una campaña más de 20 puntos y más de 5.5 asistencias con al menos un 50% en tiros de campo y un 40% en triples: Larry Bird y LeBron James. Siendo, además, el primer ‘guard’ en lograrlo. Subido a la ola de la confianza Dragic se sobrepuso incluso a la ausencia de Bledsoe, que a priori debía compartir el peso a la hora de generar desequilibrios pero se perdió 39 partidos por lesión. Los Suns ganaron 28 de sus 43 encuentros con Bledsoe (18 puntos, 5 asistencias y 5 rebotes de promedio) en pista el año pasado, así que su baja no fue precisamente fácil de cubrir. Pero no hubo forma de detener el impacto de Dragic en el pick&roll, amenazando tanto en el tiro tras bote como a la hora de finalizar cerca del aro, donde se mostró imparable (cuarto mejor porcentaje en penetraciones para un jugador top 15 a la hora de sumar en esa faceta). Dragic ascendió, de forma oficial y vertiginosa, a la élite de la Liga. Fue motor y líder de una de las revelaciones de la Liga. Y este curso, apenas unos meses después de su llegada a la primera plana, afronta un año vital para su carrera, ya que debe confirmar no sólo ese nivel sino proyectarlo lo máximo posible pensando en lo que pueda suceder el próximo verano, en el que será agente libre. Ofensivamente es uno de los bases más resolutivos de la Liga. No siendo un generador por instinto es inteligente leyendo espacios, y maneja todos los recursos imaginables a la hora de atacar. Es eficiente interpretando el pick&roll, tirando tras bote y a la hora de finalizar cerca del aro. Y si bien defensivamente sigue siendo un jugador bastante frágil, su presencia hizo de Phoenix un ataque dominante (110 puntos por 100 posesiones con él pista) el año pasado. Larga vida al Dragón. Más madera, Jeff El desafío de los Suns es repetir el rendimiento mostrado el pasado año y la forma de lograrlo será llevar el brillante sistema de Hornacek a un escenario que potencie las formas de alcanzar ese nivel. Parece difícil que los Suns, con los mimbres actuales, puedan aspirar a ganar 50 partidos en el Oeste haciendo otra cosa. Pero no tanto si se imagina la idea del curso anterior aún más perfeccionada. El perímetro parece bastante más poderoso este curso. Y si bien los novatos Tyler Ennis (brillante director) y TJ Warren (gran talento anotador) tendrán, a priori, un impacto limitado de inicio, la figura de Isaiah Thomas sugiere justo lo contrario. Thomas fue el año pasado top 15 de la Liga a la hora de sumar puntos en penetraciones y, al mismo tiempo, top 4 en porcentajes haciéndolo. Una lista en la que no sólo se encuentra también Goran Dragic –como se citó anteriormente… sino también Eric Bledsoe. Es decir, Phoenix tendrá este curso a tres de los cuatro jugadores de perímetro (el otro es Tony Parker) más demoledores en una situación de juego que es justo la que más explotan los Suns. Thomas es aparentemente perfecto para el sistema ya establecido y su llegada permitirá a Hornacek desarrollar su idea a tiempo completo. Ya que Bledsoe, Dragic y Thomas podrían asumir buena parte de los 96 minutos de rotación del ‘backcourt’, dificultando la opción del debutante Zoran Dragic de ganarse un hueco ahí. Con la rotación de aleros intacta (Tucker es básico a nivel defensivo y la capacidad de Green de lanzar y finalizar en transición igualmente valiosa), el otro gran condicionante que tendrá el roster este año será la ausencia de Frye, un jugador clave a la hora de acentuar la amplitud espacial en ataque. A pesar del fichaje de Anthony Tolliver, su hueco apunta a ser cubierto por los gemelos Morris. Ninguno de ellos tiene el rango de Frye pero la capacidad de progresión especialmente de Markieff imagina una solución satisfactoria para un juego interior en el que Miles Plumlee seguirá siendo capital, a la espera de que Alex Len sea capaz de comenzar a aportar. Hablando de salarios: Phoenix se encuentra en una etapa de crecimiento como proyecto, situación que le está obligando a tomar decisiones que marcarán el futuro. La principal este verano ha sido la renovación de Eric Bledsoe, que si bien se retrasó muchísimo (hasta finales de septiembre no se llegó a un acuerdo), acabó con un acuerdo por 70 millones y 5 años. Además, se firmó a Thomas (27 millones por 4 años) y los gemelos Morris también extendieron su contrato (32 millones para Markieff y 20 para Marcus, ambos por cuatro años), así que ha sido un verano de actividad. La próxima decisión de valor es ver qué sucede con el futuro de Goran Dragic, agente libre el próximo verano. Los Suns están pasando de ser un equipo con flexibilidad a elegir de qué forma se desprenden de ella, al final un paso clave para determinar el rumbo de un proyecto. A seguir: Eric Bledsoe ha vivido un último año realmente importante y a la vez descontrolado. No pudo jugar más que media temporada pero vio cómo su equipo adquiría en sólo un año una identidad competitiva seguramente mucho más elevada de la que esperaba al llegar a él. Y tardó muchísimo en renovar, con posturas muy lejanas con la Gerencia, pero lo ha acabado haciendo por 70 millones en 5 años. Un gran, gran contrato. Este curso, sano, y con la tranquilidad que da tener ese contrato detrás, Bledsoe tiene vía libre para hacer algo parecido a lo que logró Dragic el año pasado. Siendo, como es, una máquina de producir en prácticamente cada apartado del juego, se puede esperar mucho (y muy bueno) de su temporada. SACRAMENTO KINGS Memoria 2013-2014 Balance: 28-54. Fuera de Playoffs. Eficiencia Ofensiva Ritmo Eficiencia Defensiva 102.9 (19º) 96.7 (14º) 106.3 (23º) Ataque 4 Factores Defensa 48.4% (23º) % efectivo en tiros 51.2% (21º) 33.1% (3º) Tiros libres 31.8% (2º) 15.6% (22º) Pérdidas 14% (26º) 27.8% (4º) Rebote ofensivo 23.4% (3º) Glosario de la Memoria 2013/14: * Ritmo: posesiones cada 48 minutos / Ef. Ofensiva: puntos producidos cada 100 posesiones / Ef. Defensiva: puntos recibidos cada 100 posesiones. * Porcentaje efectivo: une valores en tiros de dos y triples / Tiros libres: porcentaje de tiros libres (lanzado o recibido) sobre el total de lanzamientos / Pérdidas: pérdidas de balón (propias o provocadas) cada 100 posesiones / Rebote ofensivo: Capturas (conseguidas o permitidas) sobre el total. Los Kings parecen encontrarse en un punto muerto de su proyecto mientras ven cómo uno de los mayores talentos de la Liga, DeMarcus Cousins, comienza a cumplir años sin conocer un récord positivo en la franquicia. Mike Malone tiene un complejo desafío en su segundo año al mando de Sacramento, un equipo con talento pero muy poca identidad grupal. El ‘expiring’ de Rudy Gay, al que el tiempo parece definir ya sin miramientos como anotador de volumen sin otro aporte, centra atención en una franquicia que podría moverse en febrero buscando una regeneración si el cuerpo técnico no consigue sugerir antes un horizonte con cierta esperanza. El equilibrio en Cousins DeMarcus Cousins es un jugador especial. Y, aunque probablemente el término especial tiende a usarse demasiado, perdiendo por tanto algo de su impacto, éste es uno de los casos que da pleno valor a su significado. Su perfil sugiere unas capacidades simplemente diferentes. Muy por encima de la media. Y sin embargo ese talento innato en él no es lo realmente capital. Nunca lo fue y posiblemente nunca lo será. No al menos a la hora de alcanzar su máxima dimensión. En Sacramento contaban el pasado curso que Mike Malone siempre daba la palabra a sus jugadores tras realizar charlas. Jonathan Abrams confirmó esa misma idea en un texto en ‘Grantland’, reseñando que el técnico enfatizaba especialmente en saber siempre la opinión de Cousins. El papel a desarrollar de líder era (es) misión capital en una franquicia joven y que ha pasado demasiado tiempo sin brújula por la Liga. Cousins y Malone son dos personas de carácter, chocan en apariencia pero conectan en el fondo. Y el entrenador, en su primera aventura como primero, supo sacar el mejor lado de Cousins hasta la fecha. Aunque siga estando muy lejos de lo que puede llegar a ser. La evolución del jugador no es tanto técnica como mental, a la hora de desarrollar un papel primario de forma responsable. Malone decía de Cousins que su pasión no se podía enseñar, pero sí podía tratar de lograr que la adversidad no fuese entendida como un factor de lucha, sino como uno con el que aprender a convivir para superarlo. El pívot vivió el pasado curso su mejor experiencia defensiva. Y confirmó que, en apenas dos años, ha pasado de generador puntual (9%) a habitual (18% de asistencias sobre el total el año pasado). Centrado es más efectivo. Y más efectivo es potencialmente un líder real. La capacidad de Cousins para jugar dentro o fuera y entender el juego guarda en su propia autosuficiencia el mayor peligro. Mentalmente, la dificultad para asimilar las derrotas (una constante durante sus cuatro años en la Liga) suponen la más notoria prueba para encontrar su equilibrio. Como jugador, Cousins será lo que quiera. Pero tendrá que aprender a entenderlo. Quizás adquirir continuidad durante este segundo año con Mike Malone pueda comenzar a construir esa identidad. Los Kings distan de ser un escenario positivo para el crecimiento de un líder, pero Cousins es ese tipo de jugador que podría revertir esa dinámica. Porque si él encontrase plenitud, podría ser justo su acción la que hiciese cambiar el escenario de la franquicia. La defensa, obsesión de Malone Las dos grandes preocupaciones de Mike Malone al llegar al cargo el curso pasado eran hacer evolucionar la capacidad de liderazgo de Cousins y comenzar a construir un sistema defensivo eficiente. Y si bien los síntomas con Cousins fueron ilusionantes, con el segundo propósito no llegaron a serlo tanto. Sacramento no tenía (y sigue sin tener) mimbres para defender a alto nivel. La experiencia del técnico como asistente defensivo en proyectos que habían crecido en ese ámbito (el último, los Warriors), sugería una propuesta especulativa para asentar la zona en torno a Cousins. Pero el rendimiento simplemente no encuentra columnas sobre las que sostenerse. Porque si bien Sacramento cerró por norma vías de ejecución cerca de su aro (fue el equipo que menos tiro concedió en la zona restringida), cuando llegaron no tuvo ninguna solución (permitió el mayor porcentaje rival en esos lanzamientos). Y el deseo de colapso interior repercutió a su vez en desproteger el perímetro, donde tampoco habiendo especialistas se alimentó un problema con los Kings siendo el segundo equipo que mejores porcentajes en triples provocaba en toda la Liga. Es decir, la manta cubría, en este caso, demasiado poco. La aplicación de Malone de un sistema defensivo fiable es realmente complicada. Este curso su perímetro podría partir de Darren Collison y Ben McLemore, y ninguno de los posibles acompañantes de Cousins en la ‘pintura’ ofrecen garantías a la hora de cerrar el aro. Y es justamente la ausencia de inteligencia y oficio defensivo, por cualidades físicas que haya, las que convierten el reto en algo de muy compleja resolución. La poca presencia que genera en ese sentido el ‘backcourt’ invita a hacer aún más especulativa una propuesta que sobrevive del rebote pero no es capaz de sellar vías de producción de perímetro. Con ese escenario, posiblemente Malone pruebe este curso a Cousins como corrector interior, con el fin de hacer algo más agresiva su defensa y ver, a la vez, de qué forma se puede sostener la ‘pintura’. No es lo ideal y posiblemente eso pueda desembocar en aumentar el agujero dentro. Pero probar es una posible solución, mientras que insistir en lo que salió mal sea, seguramente, tener justamente esa misma respuesta. La esperanza del paso adelante Los Kings vieron el curso pasado cómo DeMarcus Cousins resolvía (lanzando, asistiendo o perdiendo el balón) una de cada tres jugadas ofensivas. Su uso, segundo mayor de toda la Liga (sólo tras Kevin Durant) descubría una dependencia masiva de un jugador ya encaminado también al rol de generador. Rudy Gay es un anotador de volumen que, si bien ejerció su rol, no supo aportar en ninguno más. Algo que ha sucedido demasiadas veces en su carrera. Y Isaiah Thomas, aunque muy productivo anotando, estuvo lejos de ser un director que implicase al resto. Es decir, Sacramento tuvo tres jugadores por encima de los 20 puntos por partido pero no sostuvo, ni mucho menos, un buen ataque. Los Kings fueron el equipo con peor ratio asistencias/pérdida de toda la Liga (el peor en el ‘clutch time’) y el problema del espacio fue un agravante para ello. Sólo dos franquicias lanzaron menos de tres y sólo tres con menor acierto. Así, sin amenaza exterior y con el guión permanentemente asociado a Cousins, el ataque fue muy poco eficiente prácticamente por obligación. El rol de escolta va a ser especialmente importante este curso, ya que Ben McLemore y Nik Stauskas son dos perfiles preparados para lanzar de tres con solvencia y, por extensión, ayudar a hacer amplia la pista.. Y aunque el primero no vivió un buen año de estreno, recibiendo con ventaja es un jugador que debe producir. Como un Stauskas más que preparado para aportar en esas situaciones. Aunque no es lo ideal, quizás Ramon Sessions (productivo jugando el pick&roll y dividiendo la zona) pueda comenzar a generar desequilibrios con fin de doblar el balón. En esas situaciones, prácticamente toda la batería de aleros es capaz de anotar. El asunto es que se encuentre esa figura que genere ventajas enfocadas al bloque y no a su propia resolución. Que es el escenario preferido de Gay y, por ejemplo, un Derrick Williams que sigue sin adquirir consistencia. Puesto que pasar el balón, en cuanto a cantidad y calidad, es un problema estructural, seguramente Cousins vaya a asumir de nuevo un uso masivo en el ataque ejerciendo como director. A la espera de que Malone recupere al mejor Darren Collison (tradicionalmente mejor como suplente que con muchos minutos) o cualquier jugador de su perímetro asuma ese paso. El problema en Sacramento no es tanto talento de ejecución como de creación. Hay capacidad para anotar tiros, el asunto es generar buenos lanzamientos. Hablando de dólares: Con DeMarcus Cousins bajo un suculento contrato (hasta 2018), la gran inquietud de Sacramento es la resolución del caso Rudy Gay. El alero acaba contrato este curso y su volumen (19 millones) plantea diferentes escenarios. Podría tratar de moverlo en el mercado de febrero, buscando reforzar la rotación, o tratar de renovar el mismo a final de curso, por cantidades obviamente menores. La decisión, en cualquier caso, puede marcar el proyecto. Fuera de la pareja, la situación es más cómoda de lo aparente para unos Kings que firmaron este verano a Darren Collison (15 millones por 3 años) y Ramon Sessions (4 por 2) para tratar de cambiar el rumbo de su ‘backcourt’. A seguir: Como uno de los interiores más talentosos del planeta, DeMarcus Cousins es claramente el jugador a seguir en Sacramento. El curso pasado mejoró su rendimiento en áreas defensivas y llevó al límite su uso ofensivo. En un momento importante de su progresión, sobre todo a la hora de resolver qué tipo de potencial puede llegar a alcanzar, a Cousins le espera un año duro en lo colectivo pero que le debe servir para desarrollar su perspectiva y capacidad de liderazgo. Porque talento, y posibilidades, tiene todo el imaginable. DALLAS MAVERICKS Memoria 2013-2014 Balance: 49-33 (8º Oeste). Eliminados en Primera Ronda. Eficiencia Ofensiva Ritmo Eficiencia Defensiva 109 (2º) 95.7 (17º) 105.9 (22º) Ataque 4 Factores Defensa 52.6% (5º) % efectivo en tiros 51.5% (25º) 25.3% (23º) Tiros libres 30.3% (21º) 14.1% (6º) Pérdidas 16.5% (4º) 24.6% (23º) Rebote ofensivo 27.3% (25º) Glosario de la Memoria 2013/14: * Ritmo: posesiones cada 48 minutos / Ef. Ofensiva: puntos producidos cada 100 posesiones / Ef. Defensiva: puntos recibidos cada 100 posesiones. * Porcentaje efectivo: une valores en tiros de dos y triples / Tiros libres: porcentaje de tiros libres (lanzado o recibido) sobre el total de lanzamientos / Pérdidas: pérdidas de balón (propias o provocadas) cada 100 posesiones / Rebote ofensivo: Capturas (conseguidas o permitidas) sobre el total. El baloncesto de vértigo de los Mavs regaló muchos momentos de interés la pasada temporada, hasta el punto de que estuvieron más cerca de lo que parece de eliminar a los San Antonio Spurs en Primera Ronda. Sí, esos mismos Spurs que luego acabaron ganando el anillo de forma brillantísima. Mark Cuban ha ofrecido dos vitaminas importantes a su proyecto este verano, ya que la llegada de Chandler Parsons y Tyson Chandler debe ayudar a Rick Carlisle a formar un bloque aún más competitivo que el del año pasado, caracterizado sobre todo por ser una máquina de meter puntos. Este año Dallas quiere aspirar a algo más que eso. El verano de Cuban Posiblemente Mark Cuban haya pasado una parte considerable del verano tomando el sol en un yate, cenando en restaurantes caros o de copas en algún sitio de élite social. Pero acaban estos meses de offseason y todos pueden ver que dos de los cuatro jugadores de mayor impacto en la plantilla de los Mavs han sido refuerzos del período estival. Esto es, el propietario ha vuelto (una vez más) a hacer su trabajo. Dirk Nowitzki y Monta Ellis hicieron un último año fantástico, pero este curso Dallas contará, además, con otros dos jugadores bien capaces de permitir un salto diferencial. Porque no únicamente es considerable su nivel sino sobre todo su impacto en la idea de baloncesto de los Mavs. Tyson Chandler es un refuerzo capital para Dallas, un equipo con un agujero mayúsculo a la hora de defender cerca del aro y rebotear en defensa. Los Mavs fueron el tercer peor equipo concediendo en el área restringida (64%), peor aún que Sixers o Lakers y sólo superados por Wolves y Kings. Y el sexto peor a la hora de asegurar el rebote en su zona. Chandler es simplemente uno de los mejores interiores de la Liga en esos dos apartados y, además, brillante defendiendo el pick&roll, otra acción en la que Dallas sufrió enormemente el año pasado. Incluso asumiendo que se pueda perder entre quince y veinte partidos por lesiones (veterano y muy castigado), el despegue cualitativo que supone su presencia es notorio. Y si bien quizás sea excesivo esperar que esté a un nivel de sostener por si solo todo el sistema, algo que sí podía hacer en plenitud, estando sano su impacto es prácticamente una certeza. Más aún con un técnico que ya conoce. Mucho más caro ha salido Chandler Parsons (46 millones por 3 años). Pero sus posibilidades de sumar son igualmente muy valiosas. Parsons es capaz de dar diferentes servicios de élite a esos Mavs. Por un lado, es muy inteligente leyendo situaciones y un excelente pasador, circunstancia que ayudará a preservar un enfoque básico para Rick Carlisle (Dallas fue el sexto equipo con menos volumen de pérdidas el año pasado), teniendo en cuenta que dos jugadores muy útiles en ese ámbito (José Calderón y Vince Carter) no siguen. Por otro, genera una amenaza evidente en el tiro de tres y tiene un sentido espacial muy pronunciado, perfecto para un diseño que pretende ser de élite como Dallas. Un tercio de sus lanzamientos son desde el perímetro y es un jugador tradicionalmente muy efectivo desde las esquinas. Teniendo en cuenta que precisamente eso, las esquinas, puede ser un aspecto clave en los Mavs, su impacto parece crucial. Dallas fue el tercer equipo que menos empleó las esquinas el año pasado (sólo uno de cada cinco triples desde ellas), pero cuando lo hizo obtuvo un gran acierto (41%, cuarto mejor dato de la Liga). La llegada de Parsons invita a pensar que Carlisle va a poder potenciar uno de los pocos aspectos posibles en un sistema ofensivo ya hiper productivo. Y por último, Parsons es muy polivalente. Puede adaptarse a quintetos grandes o pequeños, jugando de tres o de cuatro, y diferentes compañeros. Como comodín y jugador de equipo, es uno de los jugadores más valiosos de la Liga. Y este año el comodín estará al servicio de Rick Carlisle. Dinamita ofensiva Carlisle es un técnico que concede especial importancia a la defensa en los momentos críticos. Los Mavs fueron un equipo de despliegue eminentemente ofensivo el pasado curso pero a la hora de la verdad, en los Playoffs, fueron capaces de dejar a los Spurs en 93 puntos o menos durante tres de los cuatro primeros partidos de su (impresionante) serie. Este año la llegada de Parsons y Chandler ayudará bastante en esa labor defensiva, sobre todo a la hora de cubrir más y mejor a Dirk Nowitzki en el ‘frontcourt’, pero el gran poder colectivo va a seguir estando en el otro lado de la cancha. Donde los Mavs se mostraron como una auténtica máquina de meter puntos de forma eficiente. Tras el All-Star, Dallas produjo 111 puntos por 100 posesiones jugando a uno de los ritmos más bajos de la Liga (haciendo poco uso de la transición). Un auténtico disparate de efectividad para un ataque donde los puntos tienen múltiples vías. Y todas ellas acaban normalmente con éxito. Carlisle le dio un enorme peso ofensivo a Monta Ellis, dejando a Calderón en un rol sin balón. Y la apuesta, que tenía su riesgo, funcionó a la perfección así que es de esperar que se repita este año. Ellis, un diablo en penetración, fue el jugador de la Liga que más anotó encarando el aro (7.2 puntos por partido así) y sus porcentajes en ese arte no estuvieron lejos de los de, por ejemplo, Tony Parker (49 y 52%), habitual ejemplo a seguir en esas situaciones. Cualquier pick&roll con Nowitzki de por medio genera un desequilibrio masivo y la capacidad de circular el balón (60% de asistencias sobre el total de canastas) es magnífica, lo que acaba con Dallas encontrando numerosos tiros abiertos. Sólo los Spurs tuvo el año pasado mejor porcentaje de tres que los Mavs. Pero en ninguno de los dos casos fue casualidad, sino producto de una sensacional cultura de extra-pass. Este curso habrá nuevos argumentos para el perímetro (Jameer Nelson y Raymond Felton como bases), pero ambos se adaptan a la idea espacial del sistema. Potenciado además a la hora de ejecutar cerca del aro, ya que a Brandan Wright (hiper efectivo en esas situaciones) se le suma este año el propio Chandler, más que solvente finalizando. Dar impacto a la rotación Fuera de enumerar las virtudes ofensivas del bloque, Dallas va a tener que hacer algo más que anotar mucho (y muy bien) si quiere dar un paso más en un Oeste exageradamente competitivo, donde prácticamente cualquier equipo es un dolor a siete partidos (y bien está recordar la salvaje Primera Ronda de los últimos Playoffs para demostrarlo). Y ese algo pasa principalmente por dos vías: defensa y rotación. En cierto modo esos dos caminos van unidos porque posiblemente la apuesta inicial de los Mavs sea salir con un quinteto donde sólo Chandler (más la ayuda de Parsons) pueda ofrecer ciertas garantías defensivas. El caso será, por tanto, cómo equilibrar ese aspecto al ir introduciendo los recambios. Es ahí donde Devin Harris, Al-Farouq Aminu o Jae Crowder deben irrumpir. Y por supuesto donde Rick Carlisle debe sacar todo su talento táctico (que es mucho) para generar un ecosistema que pase a estar, al menos, entre los quince mejores de la Liga, algo habitualmente necesario para equipos de grandes aspiraciones. Harris y Aminu deben ser bastante importantes en los nuevos Mavs, siendo dos perfiles acostumbrados ya a roles limitados pero que manejan muy bien. Ambos son jugadores físicos, muy colectivos, de manos rápidas y buenos en contextos de transición. Y su nivel defensivo está bastante por encima de la media del equipo así que es de esperar que Carlisle les tenga preparada una buena dosis de minutos, sobre todo a un Aminu al que particularmente hay ganas de ver en un aspirante, más aún estando éste huérfano del siempre valioso trabajo de Shawn Marion. El escenario interior es realmente preocupante si Chandler pasa de ‘perderse unos cuantos partidos’ a ‘perderse la mitad de los partidos’, porque –ya sin Dalembert- Dallas simplemente no tiene un jugador capaz de asumir minutos en ese rol. Si los Mavs pierden a Chandler su defensa tendrá vía libre para desmoronarse, algo que ya conocen bien los Knicks. Pero si consigue mantenerse sano, Carlisle va a tener más recursos para poner en marcha algo decente atrás. Y con semejante ataque, puede que eso resulte suficiente. Hablando de salarios: Chandler Parsons llegó a los Mavs este verano después de que los Rockets (eterno pique con Dallas) no igualasen los 45 millones por 3 años que le ofreció Cuban. Eso sí, la salvaje apuesta tiene letra pequeña (positiva) para la franquicia. Y es que Dirk Nowitzki se redujo el salario a una tercera parte (¡!) firmando 25 millones por 3 años, lo cual facilita mucho las cuentas. Chandler (14.8 millones) será agente libre el próximo verano, lo que unido a que Wright (5) también es ‘expiring’ volverá a generar una oportunidad de que los Mavs se muestren activos en el teóricamente muy apetecible verano de 2015. Cuban, efectivamente, siempre parece tener un plan. A seguir: Es muy difícil prescindir en este apartado del europeo de mayor impacto en la historia de la Liga. Pero, manteniendo el respeto eterno hacia Dirk Nowitzki, que está sabiendo cómo envejecer tanto deportiva como salarialmente, el jugador a seguir en Dallas es Tyson Chandler. Sobre todo porque de su presencia y el nivel al que la ofrezca partirán buena parte de las opciones colectivas de dar un salto adelante en el presente curso. El (casi único) foco defensivo de los Mavs es simplemente imprescindible. Insustituible. Vital. HOUSTON ROCKETS Memoria 2013-2014 Balance: 54-28 (4º Oeste). Eliminados en Primera Ronda. Eficiencia Ofensiva Ritmo Eficiencia Defensiva 108.6 (4º) 98.8 (5º) 103.1 (12º) Ataque 4 Factores Defensa 53.1% (3º) % efectivo en tiros 48.9% (8º) 38.6% (1º) Tiros libres 25.5% (6º) 16.3% (29º) Pérdidas 14% (25º) 27.4% (7º) Rebote ofensivo 25.9% (20º) Glosario de la Memoria 2013/14: * Ritmo: posesiones cada 48 minutos / Ef. Ofensiva: puntos producidos cada 100 posesiones / Ef. Defensiva: puntos recibidos cada 100 posesiones. * Porcentaje efectivo: une valores en tiros de dos y triples / Tiros libres: porcentaje de tiros libres (lanzado o recibido) sobre el total de lanzamientos / Pérdidas: pérdidas de balón (propias o provocadas) cada 100 posesiones / Rebote ofensivo: Capturas (conseguidas o permitidas) sobre el total. Houston parece llegar a la nueva temporada como uno de los grandes perdedores del período sin competición. No sólo no pudo firmar a Chris Bosh o Carmelo Anthony, grandes objetos de deseo para completar su ‘Big Three’, sino que además ha visto cómo su rotación perdía, por el camino, efectivos de valor. Plenamente agarrados al rendimiento de James Harden y Dwight Howard, y especialmente a la química que se establezca entre ellos, para los Rockets será una temporada diferente. Puede que de transición competitiva (a niveles de plena aspiración) a la espera de que su Gerencia vuelva a apostar por dar un golpe de efecto a su forma (a todo o nada) el próximo verano. Particularidades de un modelo diferente Hay dos factores que caracterizan claramente a los Houston Rockets como franquicia. Al menos a los que tienen a Daryl Morey como cabeza pensante. La primera es su agresividad en los despachos y la segunda su vanguardia interpretando la evolución del juego. Ambos son cruciales, pero vayamos por partes. En primer lugar, Morey entiende el mercado como un espacio de oportunidades sobre las que apostar siempre al máximo. Es decir, tiene una idea de proyecto ganador muy clara, que consiste en acumular al menos tres grandes jugadores, de super élite, para después rodearlos con complementos de acuerdo a las necesidades colectivas. Una idea muy similar a la que llevó al éxito a Miami a partir de su formación en 2010. Su forma de apostar le permitió, en menos de un año, juntar a James Harden y Dwight Howard en Houston, a la espera de poder asaltar a la tercera anhelada pieza en 2014. El contrato de Chandler Parsons, uno de los mejores de la Liga en base a rendimiento (semi All-Star) – precio (menos de un millón de dólares) guardaba además la posibilidad de hacer que a las tres piezas capitales se les sumase el propio Parsons, sobre el que Houston tenía la potestad de igualar ofertas este verano. Sin embargo apostar muy fuerte siempre puede llevarte al éxito tan rápido como puede alejarte de él. Y tras un ascenso vertiginoso a la élite (Houston ganó 54 partidos en el Oeste el curso pasado), los Rockets han perdido este verano. Y, al igual que cuando aciertan lo hacen a lo grande, el fallo también asume dimensiones muy considerables. Houston trató de reclutar este verano a Chris Bosh o Carmelo Anthony para rubricar su ‘Big Three’ y pasar, formalmente, a ser un candidato a todo. Y para ello se deshizo de todos los activos necesarios para hacer hueco salarial para uno de ellos. Sin embargo ambos objetivos fallaron y cuando Dallas pujó por Parsons a precio de super estrella, Houston decidió no igualar, al no considerar que su jugador podía ser esa tercera pieza vertebral del proyecto. Como resultado, los Rockets se han quedado este verano no sólo sin esa hipotética tercera gran estrella (Bosh o Anthony), sino también sin Parsons, Asik o Lin. Consecuencias de apostar siempre al máximo. En segundo lugar, ya sobre la pista, Houston hace gala de un diseño ofensivo plenamente vanguardista. Es decir, concibe el juego como algo que se puede y se debe estudiar al detalle para maximizar su productividad. Los Rockets consideran que la media distancia es una zona inservible para un ataque, porque sus porcentajes son muy inferiores a los que se alcanzan cerca del aro y al final su anotación premia un punto menos que apenas unos pasos más atrás, en la línea de tres. Y como la consideran inútil diseñan un boceto ofensivo que renuncia por completo a ella. Porque lo que interesa es producir. Es decir, imponen un estilo en el que todos los tiros (o la mayoría, obviamente) deben ser o bien de tres puntos o bien desde debajo del aro, con fines exclusivamente de eficiencia a la hora de atacar. Y para facilitar conseguir esos objetivos aumentan el ritmo de juego lo máximo posible, tratando de evitar los obstáculos de las defensas en estático. Así, Houston es el equipo que menos lanza de esa ‘zona muerta’ de toda la Liga (el año pasado sólo un 11% de sus tiros llegó desde ese área, con mucha diferencia el registro más bajo de la NBA), y a la vez el que más volumen de tiros de tres posee (un tercio de sus lanzamientos fueron triples). Es decir, su concepción del baloncesto, entendida siempre a partir del estudio de la productividad y la posibilidad espacial del juego, es muy clara. Y en cierto modo marca tendencia para el resto de franquicias, que comienzan a entender ya la viabilidad del modelo. Los Rockets son vanguardia ofensiva. Harden y Howard, plena exposición El difícil verano de los Rockets, salvado mínimamente con la necesaria adquisición de Trevor Ariza, descubre un escenario sin prácticamente profundidad de rotación, lo que hace que sus dos jugadores de referencia, James Harden y Dwight Howard, deban no sólo dar un paso adelante este curso sino, básicamente, evitar perderse partidos. Caigan mejor o peor, Harden y Howard son dos máquinas de producir. Y su presencia, ya con un año de experiencia jugando juntos, es clave para los texanos. A pesar de su sonrojante pasividad defensiva del pasado curso, ofensivamente Harden rindió a gran nivel, especialmente la segunda mitad de la temporada. Con máximas obligaciones al generar y ejecutar, y siendo capaz de asumir ambas plenamente, su capacidad de sumar está fuera de toda duda. Harden lideró todo el año el cuarto sistema ofensivo más eficiente de la NBA (108 puntos por 100 posesiones) y tras el All-Star registró medias de 28 puntos, 7 asistencias y 5 rebotes, con un 47% en tiros y un 42% en triples. Su nivel defensivo siguió siendo muy pobre (aunque menos que al inicio), pero brilló en un papel de omnipresencia en un ataque devastador. Igualmente, Dwight Howard va a tener que mostrar, a tiempo completo, su mejor versión este año. El pívot no ha llegado a sentirse cómodo en los Rockets, demandando siempre más balones directos a su figura en el poste bajo. Y al ser un jugador realmente emocional, su influencia depende bastante de si disfruta o no sobre la pista. Cuanto más involucrado se siente en el juego ofensivo, más se activa y marca diferencias en ambos lados de la pista. Howard es un factor defensivo de primer nivel cerca del aro. Y si bien desde su lesión no ha recuperado su capacidad de resultar igualmente determinante en los cambios de asignaciones (aunque sigue siendo más que bueno en esas situaciones) también es capaz de aguantar casi por si solo el rebote, obligando a su vez a permanentes ayudas una vez recibe cerca del aro. Harden y Howard son, pese a sus lunares, una pareja realmente determinante. Que puede llegar a ser dominante este curso si ambos ponen de su parte para, por ejemplo, sacar más partido de jugar el uno con el otro, sobre todo en acciones de pick&roll frontal que podrían convertirse en una mina de producción para los Rockets. Ambos tienen personalidades que demandan mucha atención, pero si aceptan convivir en pista deben hacer de los Rockets un equipo competitivo pese a las bajas. Oportunidades en la rotación El banquillo va a ser un problema para los Rockets esta temporada. Los papeles de Harden (como foco generador) y Howard (como ancla defensiva) no tienen recambio real y su presencia, por tanto, se hace imprescindible en cancha. Se esperan por tanto muchos minutos para ambos. Houston va a ser un buen caldo de cultivo para oportunidades o jugadores que busquen ganarse un rol aceptable en el equipo de Kevin McHale, sobre todo en la medida en la que sean capaces de adaptarse a su particular idea ofensiva o generar impacto defensivo. Pero dada la fragilidad del banquillo, cualquier perfil que destaque mínimamente debería tener minutos. Con Trevor Ariza consolidado como un jugador vital en ambas facetas (abre mucho la cancha con su tiro, es atlético y gran defensor, simplemente un complemento ideal) y Patrick Beverley sin competencia alguna en el puesto de uno (por ver si aprovecha su espacio para hacer un gran año, ya que podría pasar a ganarse un contrato muy superior), las dudas vienen más en sus recambios. El puesto de base es simplemente un enigma, ya que más allá de Beverley – tremendo defensor- no existe certeza alguna sobre quién jugará y a qué nivel. Isaiah Canaan tuvo un rol testimonial durante su año rookie en Houston mientras que Ish Smith (siete equipos diferentes en cuatro años) vivió el año pasado la mejor de sus cuatro temporadas en la Liga. Y eso significó promediar 14 minutos por partido. Para colmo, Houston fue el año pasado el segundo equipo con mayor volumen de pérdidas de toda la Liga (sólo por detrás de los Sixers), así que el cuidado del balón debe ser especialmente importante. Jason Terry llega a los Rockets tras un curso muy pobre en Brooklyn y con 37 años en su carné de identidad, así que su rendimiento es una pregunta sin respuesta, lo que deja las alas para la acción de Francisco García y el novato Kostas Papanikolaou. Y la rotación interior, con el papel seguro para Terrence Jones generando espacios para Howard, queda en manos de Donatas Motiejunas y Joey Dorsey. Es decir, las garantías de rendimiento son realmente muy escasas. Lo que presupone que McHale abuse de su cinco inicial para garantizar un rendimiento que permita optar a los Playoffs en el Oeste. Los Rockets podrían ser ‘los nuevos Blazers’ en ese sentido. Y si bien tienen talento para alcanzar objetivos básicos y jugar en mayo (ya competir en la fase final requiere algo más), la aparición de problemas físicos en cualquiera de sus dos estrellas podrían poner en serio riesgo la disputa de los Playoffs. Que el Oeste es un escenario caníbal. Hablando de dólares: Paradójicamente, la situación salarial se encuentra mucho menos comprometida de lo que a Daryl Morey le gustaría. Con Howard (le restan 67 millones por 3 años) y Harden (65 en 4) como únicos contratos de volumen más el acuerdo de Trevor Ariza, más que interesante como complemento (32 millones por 4 años, yendo el salario anual en orden decreciente). Fuera de ellos, prácticamente ningún compromiso. Circunstancia que permite pensar que Morey volverá a apostar muy fuerte por algún jugador de gran calibre el próximo verano (o cuando tenga oportunidad, realmente). Y entonces será más bien por necesidad. Pero otra estrella en Houston podría volver a cambiar drásticamente el escenario (para bien). A seguir: James Harden se enfrenta a un año en el que tendrá que jugar a nivel de MVP prácticamente durante toda la fase regular para que su equipo sea decentemente competitivo. El escenario es diferente a dar su mejor versión para dar un salto de calidad (lo más común), aquí se le exigirá precisamente esa plenitud para cumplir objetivos básicos, así que está por ver cómo puede responder al desafío uno de los jugadores de perímetro más determinantes del planeta. Ha reconocido que quiere dejar atrás su vergüenza defensiva del pasado curso, si lo cumple razonablemente posiblemente veamos a un Harden a nivel de super élite. MEMPHIS GRIZZLIES Memoria 2013-2014 Balance: 50-32 (7º Oeste). Eliminados en Primera Ronda. Eficiencia Ofensiva Ritmo Eficiencia Defensiva 103.3 (16º) 92.2 (30º) 102.1 (7º) Ataque 4 Factores Defensa 49.4% (18º) % efectivo en tiros 49.7% (12º) 24.8% (26º) Tiros libres 25.9% (7º) 14.7% (9º) Pérdidas 15.3% (15º) 28.3% (2º) Rebote ofensivo 24.3% (8º) Glosario de la Memoria 2013/14: * Ritmo: posesiones cada 48 minutos / Ef. Ofensiva: puntos producidos cada 100 posesiones / Ef. Defensiva: puntos recibidos cada 100 posesiones. * Porcentaje efectivo: une valores en tiros de dos y triples / Tiros libres: porcentaje de tiros libres (lanzado o recibido) sobre el total de lanzamientos / Pérdidas: pérdidas de balón (propias o provocadas) cada 100 posesiones / Rebote ofensivo: Capturas (conseguidas o permitidas) sobre el total. Uno de los mayores paradigmas competitivos del Oeste busca este año volver a aquellas cotas de 2013, cuando tuvieron las Finales a tiro de una ronda. Con básicamente la misma base y argumentos de siempre, más la inclusión de Vince Carter para reforzar el espacio ofensivo y la anotación de banquillo, Memphis debe ser un equipo muy peligroso en la División más potente de la Liga. El segundo año de Dave Joerger al mando, con conceptos más claros de la idea colectiva, tiene como fin plantar batalla en una fase final para la que la acción de Marc Gasol, como eje de uno de los mejores sistemas defensivos del mundo, volverá a ser crucial. Sin lesiones de por medio, sólidos como pocos. El tanque está de vuelta Los Grizzlies tuvieron un curso pasado muy poco tranquilo, que alteró demasiado la dinámica de un equipo que venía de jugar la Final de Conferencia el año anterior y, además, cambió el entrenador en verano (Dave Joerger sustituyó a Lionel Hollins). Sin embargo, volvieron a ser realmente competitivos y en Playoffs les forzaron siete partidos a los Thunder, en una serie en la que llegaron a estar 3-2 arriba. Y es que juntando que la transición de Joerger al puesto fue lenta, puesto que sus innovaciones (acelerar el ritmo buscando aumentar la cifra de canastas fáciles y mejorar las situaciones de tiro en estático) no acabaron de funcionar, y que Marc Gasol se lesionó en noviembre perdiéndose consecutivos, Memphis torció el gesto desde el inicio. 23 partidos Los Grizzlies sufrieron muchísimo sin Marc (10-13 de registro sin él), básicamente como cualquier equipo no llamado San Antonio Spurs padece sin su jugador franquicia. Pero una vez volvió, la franquicia cerró el curso con un 33-13 de balance que, puesto en perspectiva, daría para llegar a unas 58 victorias en el Oeste. Cosa seria. Es decir, el reordenamiento del universo local, expuesto a través del ‘back to basics’ desde el banquillo y el regreso del ancla defensiva, devolvió exactamente las mismas sensaciones que hicieron de los Grizzlies un equipo que nadie quiere ver a siete partidos. Básicamente una especie de Chicago Bulls en el Oeste, defensivamente muy agobiantes e hiper competitivos. Amparado en la fiabilidad de ser el equipo más eminentemente destructor de todo el Oeste, diferente por concepción a todos sus rivales (de mucho tamaño, poder en el rebote y capaz de encontrarse muy cómodo en ritmos lentos), Memphis vuelve a ser no sólo una baza fiable para disputar los Playoffs sino una de las más peligrosas después en dicho escenario. La rotación es prácticamente la misma, exceptuando la salida de Mike Miller (con claro rol de dar espacio ofensivo) a cambio del ‘regreso’ de Quincy Pondexter (de baja prácticamente todo el año pasado) y el fichaje de Vince Carter, vitamina para la anotación de banquillo. Así que con un año más de cohesión y Joerger más consciente de lo que realmente tiene a su mando, los Grizzlies a buen seguro van a estar de vuelta. Resolviendo la ecuación del espacio Sin duda el mayor factor potencial con Memphis es hasta qué punto es capaz de solucionar los problemas espaciales de su sistema ofensivo. Ya en 2013 pareció increíble que un equipo con tal grado de dificultades en ese escenario, vital para el juego moderno, pudiese llegar a disputar la Final en el Oeste, circunstancia que da a entender qué podrían llegar a lograr los Grizzlies si encuentran respuesta al drama. A pesar de la acción de Marc Gasol en poste alto, donde quizás es el pívot más brillante interpretando la circulación ofensiva, los rivales saben exactamente de dónde proviene el daño en los Grizzlies: el poste bajo. Ya sea por la influencia directa de Zach Randolph, del propio Gasol o de Mike Conley al jugar pick&roll con alguno de ellos. Existe una buena cultura de pase en el equipo, y desde luego una muy por encima de la media con sus interiores –que se entienden a la perfección- pero casi toda acción tiene como fin ejecutar cerca del aro. Y al final eso hace previsible el sistema. Los rivales conocen esa tendencia y, lógicamente, actúan en consecuencia cerrando su zona ante un equipo que produce muchísimo debajo del aro y, además, genera una amenaza salvaje en el rebote ofensivo (el año pasado sólo los Pistons tuvieron mejor volumen en capturas de ataque). La medida es lógica pero el problema es que Memphis no aprovecha después la enorme cantidad de espacios que genera su poder interior. Ni un solo equipo lanzó tan pocos tiros de tres como Memphis el último curso (sólo un 17% del total de sus lanzamientos, y con un acierto medio), un problema recurrente los últimos años. Y sin amenaza exterior el espacio dentro se va reduciendo drásticamente hasta generar un clima irrespirable en la pintura. La falta de confianza en el tiro de tres acentuó, además, el uso de la media distancia, una zona de la que Memphis abusó sin buenos resultados. Y un área desde el que, en realidad, a los rivales también les interesa que se ejecute. Este curso Memphis cuenta, pese a la pérdida de Mike Miller, con una batería óptima de exteriores capaces de lanzar de tres y, sobre todo, ocupar las esquinas, lo que debería mejorar el espacio dentro. Courtney Lee, Vince Carter y Quincy Pondexter son tres jugadores que se mueven bien sin balón y pueden anotar triples sin problemas, recibiendo con ventaja. Y junto a ellos Mike Conley también es una opción fiable. Es más que posible que la nómina de perímetro de Memphis disponga de gran cantidad de tiros librados, sobre todo si Randolph sigue produciendo (aunque sea por volumen) en el poste bajo. Si conectan esos lanzamientos y ganan confianza, Memphis puede coquetear con convertirse en uno de los diez o doce mejores ataques de la Liga. Y si eso pasa, los Grizzlies van a ganar muchísimos partidos en la fase regular. Especialistas en el colapso rival Porque si desde luego algo hace bien Memphis es defender. Es un valor seguro. La propuesta de especulación de los Grizzlies es sencillamente magistral. Y es que aparte de disponer de tamaño dentro (a la pareja titular se suma Kosta Koufos, excelente pívot suplente) y un corrector interior muy móvil capaz de intimidar dentro y cambiar asignaciones fuera (Marc Gasol), Joerger maneja un perímetro con dos auténticos depredadores a la hora de frenar al rival. Mike Conley y Tony Allen forman la, posiblemente, mejor pareja de perímetro de toda la Liga a la hora de defender sobre balón. Y jugadores como Courtney Lee o Quincy Pondexter son más que buenos sin balón. Incluso Tayshaun Prince, a pesar de su regresión a todos los niveles, es un jugador más que capaz de aportar buenos niveles defensivos en roles limitados. Allen, junto a Gasol el factor diferencial defensivo de los Grizzlies, se perdió 27 partidos el curso pasado y no se acercó a lo mostrado el año anterior, en el que registró niveles defensivos con él en pista de apenas 94 puntos por 100 posesiones, dato que mejoraría con solvencia el registro más poderoso de la Liga el año pasado. Pero desde luego, en óptimas condiciones físicas, debe volver a ser capital para adquirir ese despliegue. Si bien sigue siendo un equipo que puede sufrir ante desajustes con ala-pívots abiertos, la cultura de la ayuda defensiva (impecable) reduce bastante el daño en esas situaciones, castigadas después en el otro lado de la cancha. Joerger maneja un equipo básicamente de lujo en cuanto a nivel defensivo, con el único pero de no saber proyectar cierto sector de ese dominio a la productividad ofensiva (aprovechando más el contraataque, sobre todo). Los Grizzlies atacan muy poco las líneas de pase a pesar de tener a Marc Gasol en la zona, circunstancia que ya invitó a Joerger a probar modular en cierto modo el esquema buscando aprovechar a Conley y Allen para generar más puntos en transición. La idea no tuvo éxito pero posiblemente vuelva a ser experimentada este curso porque, de obtener un rendimiento decente, haría a Memphis un equipo con mayor posibilidad de ocultar sus problemas en ataque estático. Hablando de dólares: Su principal movimiento este verano ha sido la firma de Vince Carter (12 millones por 3 años), pero los Grizzlies presentan ya una situación salarial bastante congestionada, marcada además por un peligroso asunto por resolver el próximo verano: el futuro de su jugador franquicia. Marc Gasol (15.8 millones) acaba contrato este curso y de su futuro va a depender en buena medida el rumbo que adopte la franquicia. Resuelta la renovación de Randolph (16.6 millones este año y extendido a razón de 20 por los dos siguientes), Memphis tendrá en cómo solucionar el futuro del español y gestionar el ‘expiring’ de Prince (7.7 millones) sus principales retos. A seguir: El que fuese ‘Defensor del Año’ en 2013 se encuentra ante un año decisivo. En plenitud e inmerso en el último año de su contrato, Marc Gasol tiene por delante un curso para confirmar lo que, en realidad, toda la Liga ya sabe. Que es uno de los mejores interiores del planeta. No le faltarán propuestas adineradas y deportivamente atractivas en 2015, pero antes tiene una misión en su equipo. Que, en caso de ser cumplida al máximo nivel, bien podría derivar en su continuidad en la franquicia. Defensivamente de élite y ofensivamente brillante, aunque a menudo pecando de falta de egoísmo, Gasol sano es sinónimo de éxito para Memphis. NEW ORLEANS PELICANS Memoria 2013-2014 Balance: 34-48. Fuera de Playoffs. Eficiencia Ofensiva Ritmo Eficiencia Defensiva 104.7 (13º) 94.5 (22º) 107.3 (25º) Ataque 4 Factores Defensa 49.5% (17º) % efectivo en tiros 51.5% (24º) 28.6% (15º) Tiros libres 33.1% (30º) 14.5% (7º) Pérdidas 15.1% (16º) 26.9% (13º) Rebote ofensivo 26.2% (21º) Glosario de la Memoria 2013/14: * Ritmo: posesiones cada 48 minutos / Ef. Ofensiva: puntos producidos cada 100 posesiones / Ef. Defensiva: puntos recibidos cada 100 posesiones. * Porcentaje efectivo: une valores en tiros de dos y triples / Tiros libres: porcentaje de tiros libres (lanzado o recibido) sobre el total de lanzamientos / Pérdidas: pérdidas de balón (propias o provocadas) cada 100 posesiones / Rebote ofensivo: Capturas (conseguidas o permitidas) sobre el total. La pasada campaña una plaga de problemas físicos impidió ver qué tipo de equipo podrían ser los New Orleans Pelicans, dejando la imponente evolución de Anthony Davis como único factor real de seguimiento en una franquicia con muchas carencias a la hora de competir. Este curso, no obstante, la salud de los principales focos de la plantilla sí ha de permitir comprobar hacía dónde circulará el proyecto que dirige Monty Williams. Estando en la División más potente de toda la Liga es difícil esperar que New Orleans pueda resultar muy competitivo en el presente, pero nada descabellado que comience a dejar detalles de que puede llegar a serlo en un futuro próximo. Los ojos abiertos con Anthony Davis El proceso de creación de un perfil de super élite es fascinante, sobre todo cuando se asume, y así se expone al mundo, que uno en particular está cubriendo paso a paso ese preciso camino. Permite paladear las fases, del instinto al detalle, de ese detalle al dominio y de ese dominio a la brutalización del mismo. Contemplar esa evolución es uno de los pequeños placeres para cualquier amante del deporte. Y justamente eso está sucediendo con Anthony Davis. No habrá que esperar mucho para que el jugador de los Pelicans sea amo y señor de las pinturas de la Liga. Sin embargo, resultando ese aspecto el más obvio en su caso, lo mejor con él es contemplar cómo es capaz de enfocar su perfil a una influencia mucho mayor. Porque Davis no es un proyecto común de verdugo interior. Su físico, extremadamente largo y coordinado, con dificultades para ganar peso por pura concepción, es sólo un factor a la hora de mostrar un dominio en el arte del pase, el bote y el tiro (el ‘ABC’ del baloncesto) simplemente asombroso para un jugador de acción interior. Es como si estuviésemos asistiendo a la concepción del alero 3.0 que dominará la Liga. De dentro a fuera. Y por eso no conviene perder ni un instante con él. Cualquier pestañeo puede ser fatal. Más allá de las sensaciones de acongojo rival que mostrase con apenas 21 años y en su segunda temporada en la Liga, Davis está lejos de su punto culminante. A pesar de ser un martillo en la ejecución cerca del aro (67% en la zona restringida), adquiere hábitos de desarrollo para su amenaza exterior (uno de cada tres tiros, desde fuera) y apenas da sus primeros pasos en cuanto a influencia defensiva (mayor índice de tapones por jugada en toda la Liga). Él es, no obstante, uno de esos extraños casos a los que el número estará siempre lejísimos de explicar. Siempre resultará obsceno tratar de desvelar de forma empírica aquello que al final pertenece profundamente, y así ha de ser, al campo de la sensación. Por eso los datos con él son música de fondo. Porque lo realmente hipnótico es verle. Más aún sabiendo que ese mismo que hoy aprende, mañana será del que haya que aprender. Rogando salud New Orleans ya era un proyecto atractivo el pasado curso. Con un entrenador siempre interesante como Monty Williams, bastante didáctico y preocupado de la identidad colectiva, y un núcleo de jugadores jóvenes pero al mismo tiempo lo suficientemente fiables como para construir un buen año. Su problema fue, básicamente, que no tuvo forma de demostrarlo. Anthony Davis se perdió 15 partidos, a sumar a los 10 de Tyreke Evans, los 18 de Eric Gordon y, lo más grave, a los 48 de Jrue Holiday y 60 de Ryan Anderson. En total 151 partidos, lo que equivale a no poder contar cada uno de los partidos con dos de los cinco jugadores clave. Así obviamente fue muy difícil construir nada estable. Esta temporada, con los cinco elementos en buen estado, podrá empezarse a ver hacia dónde circula el equipo, aunque desde luego ya se intuyen algunas claves. Una de ellas será la forma de distribuir el manejo de balón entre Jrue Holiday y Tyreke Evans, con el segundo posiblemente encaminado a liderar la segunda unidad, otro de los mayores focos de atención colectiva. Evans, que necesita sentirse importante a la hora de resolver situaciones ofensivas, ya demostró estar cómodo el curso pasado en ese rol, así que si acepta repetir podría resolver dos problemas en uno para su equipo. Holiday pierde potencial en contextos lentos, como será previsiblemente el de Monty Williams, pero es un jugador capaz de desequilibrar en el uno contra uno y producir bastantes puntos y asistencias. Otro tema con él es el cuidado del balón y la capacidad real de generar ventajas al resto, algo en lo que el técnico insistirá este año. Holiday es un buen base, de gran proyección, pero no un buen creador. Y teniendo las posibilidades ofensivas que tendrá al lado, conviene que aprenda a serlo. Porque Eric Gordon y Ryan Anderson necesitarán ser alimentados para, a su vez, mejorar el espacio ofensivo, un problema gigantesco el curso pasado. Sólo los Grizzlies lanzaron menos volumen de tres que los Pelicans (19%). Claro que Gordon y Anderson sanos podrían solucionar ese escenario casi por sí mismos, de ahí la importancia de hacerles llegar el balón con ventajas. Gordon, mejor anotador de perímetro de los Pelicans, firmó un más que bueno 39% de acierto en tiros de tres el año pasado (con cuatro intentos por noche), mientras que Ryan Anderson es posiblemente el cuatro más determinante de la Liga en esos papeles. Y su vuelta dotará al equipo de mucho mayor espacio y tiempo para operar en la pintura. No obstante, ofensivamente Williams deberá no sólo maximizar la forma en la que se complementen sus jugadores de mayor talento, sino buscar que el rendimiento de la rotación no destruya todos los posibles beneficios. Y este reto será realmente difícil. Los Pelicans han perdido a Anthony Morrow y Al-Farouq Aminu, dos fantásticos jugadores de rol secundario que se han ido a proyectos más potentes (Thunder y Mavs), adquiriendo a John Salmons y Jimmer Fredette, que junto al alero Darius Miller y la esperanza de que Austin Rivers y Alexis Ajinça consigan asentarse en la Liga, son lo mejor que tiene New Orleans en el banco. Y, efectivamente, no parece mucho en ningún ámbito del juego. Construir una defensa Monty Williams es un técnico que hace especial hincapié en que sus equipos defiendan bien. Por eso lo ocurrido la pasada campaña sería susceptible de crearle pesadillas. Los Pelicans demostraron el año pasado no ser capaces de formar un sistema destructor no ya eficiente sino simplemente decente. New Orleans tuvo enormes problemas para defender las inmediaciones de su aro. Y es que, pese a su capacidad intimidatoria, Davis todavía no es el factor que puede llegar en ese ámbito. Y más allá de su figura no había, ni individual ni colectivamente, recursos para defender o cerrar el rebote. Sólo cinco equipos en toda la NBA permitieron mejores porcentajes que los Pelicans (63%) en la zona restringida, y sólo ocho permitieron más volumen de rebote ofensivo (26.2%). Para colmo, ninguna franquicia permitió tantos tiros libres al rival como unos Pelicans que, simplemente, no podían defender con solvencia. La solución a todos esos problemas parece tener nombre y apellido. Omer Asik es el pívot corrector que tanto Davis como, por extensión, los Pelicans estaban esperando. Y su presencia resultará crucial para un equipo que permitió el año pasado el segundo índice más alto al rival en puntos generados por cada lanzamiento (1.28), sólo superado por los Sixers. Asik es perfecto para ocupar ese tipo de papel. Durante su carrera ha demostrado ser un reboteador de élite, un gran defensor tanto a nivel individual como en ayudas, es realmente móvil para cambiar asignaciones con exteriores (algo en lo que Davis también es magnífico) y su mayor lunar, las capacidades ofensivas, no tendrá impacto en un equipo que no necesitará puntos por su parte. Prácticamente podría decirse que su único pero es que acaba contrato y recibirá nuevos cantos de sirena en verano. Juntar a Davis con Asik puede dotar a los Pelicans de un mayor sostén interior, justo lo que necesita Williams para generar un sistema más eficiente. Reducir las facilidades del rival dentro de la zona y crear una cultura fiable de rebote defensivo puede ser diferencial para New Orleans a la hora de subir unos peldaños defensivos. Y eso, a su vez, les puede convertir en un equipo mucho más competitivo en un Oeste en el que prácticamente cualquier rival es capaz de destrozar carencias defensivas. Hablando de dólares: Los Pelicans acumulan hasta cinco contratos superiores a los 8 millones de dólares por temporada, tres de ellos por encima de los 10. Y eso sabiendo que Anthony Davis, jugador franquicia, no es uno de ellos. Con el único ‘expiring’ de Omer Asik (8.3 millones), al que a buen seguro intentarán retener en verano, la franquicia económicamente ya ha sido nutrida de sustanciosos contratos. A pesar de la existencia de compromisos de volumen, su duración es muy asumible, por lo que en 2016 los Pelicans podrían tener una flexibilidad más que decente. A seguir: No sólo en los Pelicans, Anthony Davis será uno de los jugadores más a seguir en toda la Liga. El curso pasado ya protagonizó rachas de dominio y, con su evolución aún dando sus primeros pasos, el que se avecina puede llevar su influencia aún más allá. La presencia de Asik debe liberarle defensivamente y la de Anderson proyectarle en el otro lado de la pista, así que el tercer año de Anthony Davis como profesional es, con diferencia, uno de los grandes detalles a seguir del año. SAN ANTONIO SPURS Memoria 2013-2014 Balance: 62-20 (mejor récord fase regular). Campeones de la NBA. Eficiencia Ofensiva Ritmo Eficiencia Defensiva 108.2 (6º) 97 (12º) 100.1 (4º) Ataque 4 Factores Defensa 53.7 (2º) % efectivo en tiros 48.2% (4º) 24% (30º) Tiros libres 24.2% (3º) 14.8% (10º) Pérdidas 14.2% (24º) 22.7% (24º) Rebote ofensivo 23.6% (4º) Glosario de la Memoria 2013/14: * Ritmo: posesiones cada 48 minutos / Ef. Ofensiva: puntos producidos cada 100 posesiones / Ef. Defensiva: puntos recibidos cada 100 posesiones. * Porcentaje efectivo: une valores en tiros de dos y triples / Tiros libres: porcentaje de tiros libres (lanzado o recibido) sobre el total de lanzamientos / Pérdidas: pérdidas de balón (propias o provocadas) cada 100 posesiones / Rebote ofensivo: Capturas (conseguidas o permitidas) sobre el total. Tras tocar la cumbre del deporte de la canasta el pasado mes de junio, y no tanto por la victoria final como por la forma de llegar hasta ella, San Antonio regresa este curso con la intención de lograr uno de los pocos anhelos que le queda a su dinastía: ganar dos títulos consecutivos. Para ello, Gregg Popovich, consagrado como entrenador más eficiente de la Liga, tiene de vuelta a todo su (profundísimo y brillante) equipo, con Duncan, Parker, Ginóbili y Leonard a la cabeza. Todo preparado para un año más de deleite con uno de los juegos más simétricos, a la vista perfectos, que se hayan visto en la Liga, el de un equipo que parte como gran favorito al título. La belleza del juego Quince años después del primer título, la dinastía más longeva de la historia de la Liga logró el quinto. El dato impresiona pero fue la forma de lograrlo la que resultó diferencial. Porque ganar han ganado muchos a lo largo de la historia, y muchos otros que lo harán. Pero los San Antonio Spurs tocaron el cielo el pasado mes de junio en una de las mejores actuaciones jamás vistas en la historia de las Finales. Un baloncesto pleno, culmen en forma y contenido. Los Spurs llevaron al límite el concepto de equipo para vivir un estado de trance colectivo en los partidos más importantes del curso. Alcanzaron plenitud defensiva, transformando a una máquina de jugar al baloncesto en una sombra sin alma, impotente y a merced. Y en el otro lado convirtieron el balón en una centella que circulaba, a velocidades inhumanas, por todo el espacio de ataque hasta acabar fustigando la red en proyecciones anotadoras surrealistas. Los Spurs fueron durante unos días todo lo que el baloncesto debe llegar a representar, convirtiendo su obra en un ‘instant classic’ de la historia del deporte. Ha llegado un punto en el que su idea de baloncesto supera ampliamente todo lo puramente conceptual. De poco sirve explicarlo sin lo emocionante de verlo. Porque ofensivamente hace útil todo el ancho, genera ventajas del pick&roll, del poste bajo, del poste alto, a través del tiro de tres o finalizando dentro, todo ello con enorme armonía. Y en su zona es capaz de colapsar la pintura, proteger el lado fuerte y cubrir a la vez el débil, evitar tiros librados o reducir la cantidad de puntos fáciles. Pero más allá de todo eso, lo asombroso es la forma natural en la que se desarrolla toda ese complejo aparato de perfección. San Antonio lo hace básicamente todo bien a la hora de jugar, es un permanente despliegue de recursos técnicos adaptados a una idea colectiva. Pero lo logra de forma aparentemente instintiva. Todo fluye de una forma que sugiere que el juego es sencillo y divertido. Que no hay trabajo sino disfrute. Es ahí donde su baloncesto traspasa límites. Los Spurs han sabido, a partir del núcleo Gregg Popovich-Tim Duncan, hacer evolucionar su estilo hasta depurar cualquier mínimo matiz. Hasta lograr crear una obra que no es ya que gane, sino que hace incluso secundario el hecho de ganar. Ha logrado, en definitiva, desviar –aunque sea por un escaso período- la atención de la época de competitividad extrema por antonomasia hacia el valor de la belleza a la hora de demostrarla. Hambre intacta El sexto partido de las Finales de 2013 generó en el núcleo duro de los Spurs una cicatriz de por vida. Germen para volver el año siguiente y exhibir el mejor nivel nunca visto del proyecto. Pero ha sido precisamente ese otro momento, la cúspide de una era, la que ha vuelto a generar otra sensación nueva de ambición en un grupo que ya lo ha ganado todo. Gregg Popovich y Tim Duncan aman el juego. Y lo aman tanto que pudiendo haber puesto fin a su leyenda en un contexto inmejorable, deciden seguir dedicando su vida a cultivar su pasión. Con ellos Tony Parker yManu Ginóbili. Y tras los estandartes de la franquicia, el gigantesco reparto de élite, liderado por Kawhi Leonard, que convierte a San Antonio en el mejor equipo del mundo. Los texanos mantienen este curso el bloque con el que conoció la gloria el pasado. Con la única novedad del novato Kyle Anderson, fascinante proyecto de ‘Point-Forward’ al que en la franquicia cocinarán sabiamente a fuego lento. Tampoco hay necesidad de lo contrario, claro. El deseo de alcanzar dos títulos consecutivos, algo no logrado en toda la dinastía, aglutina a toda la rotación alrededor de su gurú, que ya ha demostrado de sobra cómo dar uso a los recursos en cualquier contexto. Popovich volverá a hacer de la fase regular un desfile de evolución de secundarios, incluso a la hora de invisibilizar la presencia de sus estrellas, en un ejercicio constante de que la idea se encuentra tan perfeccionada que son los roles, y no los galones, los que la hacen triunfar. Todo con el objetivo de llevar a Tim Duncan (38 años), Manu Ginóbili (37) y Tony Parker (32) en plenitud al mes de mayo. El mayor foco de interés de la fase regular de los Spurs será ver el progreso de la rotación, algo tradicionalmente espectacular, a la hora de perfeccionar sus roles y asumir otros nuevos. Comprobar cómo los perfiles de Cory Joseph, Marco Belinelli o Tiago Splitter pasan al siguiente nivel. Indudablemente la atención a tiempo completo también estará puesta sobre Kawhi Leonard. Su MVP de las Finales desveló el éxito no sólo de su progresión sino del propio modelo de San Antonio, un jugador alejado de ser el principal foco interior (Duncan) o de perímetro (Parker) que demuestra ser el más valioso. Pero al mismo tiempo supuso un paso más para un perfil que desconoce límites en buena medida por su increíble ética de aprendizaje y trabajo, vinculadas ambas a un extremo grado de concentración y profesionalismo. Cátedras en ambas zonas La seguridad de la rotación es un elemento básico para los Spurs, sobre todo a la hora de que su técnico pueda controlar todos los factores que rodean al juego. No sólo en pista, donde quizás es el más determinante a la hora de alterar dinámicas de partido, sino también fuera de ella, a la hora de regular descansos, roles y motivaciones. San Antonio tiene un banquillo enormemente profundo, con una variedad de recursos prácticamente infinita tanto a niveles de creación y ejecución ofensiva, como de intendencia defensiva o especialistas. El mérito de la franquicia (comenzando por los despachos) es juntar ese talento para después, a la hora de la gestión deportiva, hacer que acepten roles y se comporten colectivamente buscando un bien común. El hábito de los Spurs de lograr ese escenario un año tras otro resulta clave en su éxito. San Antonio se comporta, casi indistintamente de los jugadores que tenga en pista, como un equipo con unas bases muy identificables en su juego. Esos ‘mandamientos’ a la hora de actuar en pista permiten un reducido grado de personalización. Es decir, la idea está por encima del individuo. Y entenderla colectivamente lleva al éxito. Ofensivamente existen varios puntos innegociables, como la ocupación y ejecución espacial (tercer mayor volumen de lanzamiento desde la esquina, con cuarto grado de acierto), el elevado peso específico al tiro de tres, la priorización del pase al bote (mayor ratio de asistencias de la Liga) o el peso del movimiento sin balón de los jugadores. San Antonio posee, pese a su poca presencia en el rebote ofensivo (por cuidar la transición defensiva) y el mínimo impacto yendo a la línea de personal (dato más bajo de la Liga), una productividad muy elevada en ataque. Ocupa magistralmente los espacios y circula muy rápido el balón, lo que le hace generar que uno de cada dos lanzamientos intentados sean librados (mejor índice NBA) y, como consecuencia, se eleven sus porcentajes. Todo fluye, en su caso, con mucha naturalidad. Y siempre permitiendo espacios de innovación creativa ante situaciones especiales. Por ejemplo, con Boris Diaw en pista o, sobre todo, con Ginóbili. El argentino tuvo el último curso el promedio más bajo de minutos desde su año de novato, pero ese tiempo de acción venía marcado claramente por su influencia. Con él en pista, adoptando rol de generador (27% de asistencias sobre el total), San Antonio pasó a producir 112 puntos por 100 posesiones, mejor dato de la Liga. Defensivamente, los Spurs han encontrado en Tiago Splitter un soporte perfecto para reposar a Duncan. El brasileño ha evolucionado hasta convertirse en uno de los mejores correctores interiores de la Liga. El curso pasado sólo Roy Hibbert y Robin Lopez (ambos anclas de sistemas de especulación masiva) limitaron más a los rivales cerca del aro que Splitter, y con él en cancha los Spurs recibieron sólo 94 puntos por 100 posesiones, equivalente al mejor registro defensivo de toda la NBA. El sistema de ayudas es fabuloso, con conceptos de sobrecarga del lado fuerte (rasgo básico de, por ejemplo, los Bulls de Thibodeau) y una permanente actividad a la hora de puntear tiros. Y es que si en el otro lado de la pista los Spurs fueron el equipo que más tiros librados consiguió, en el defensivo San Antonio registró el mejor dato de ‘lanzamientos contestados’ sobre suspensiones rivales (38%). Una permanente sesión de clínic a la hora de atacar y otra a la hora de defender, para un equipo muy trabajado y con todos los recursos posibles para aspirar de nuevo esta temporada a todo lo que la salud les permita. Si llegan bien a mayo, volverán a ser los favoritos al título. Hablando de dólares: Para tener una rotación de tanto nivel y profundidad, la situación salarial de San Antonio es realmente buena. Por encima del límite salarial pero sin llegar a límites de tasa de lujo. Ello se sostiene gracias a los reducidos montantes de sus jugadores focales. Sólo Parker (12.5) y Duncan (10.3) superan los diez millones y ambos, desde luego, podrían tener acceso a cifras muy superiores. En cualquier caso, el próximo verano será bastante importante para la franquicia. Habrá que afrontar la extensión de Leonard; y además Parker, Duncan y Ginobili acaban contrato (junto a Green y Belinelli), circunstancia que podría significar, en el caso de los dos últimos, lo que nadie quiere que signifique: que ambos pongan fin a su carrera. Hasta ver qué sucede entonces y si desean continuar o no, los Spurs manejarán la plantilla más talentosa y profunda de toda la Liga sin tocar el impuesto de lujo. A seguir: Rubricó el curso con el anillo y el ‘MVP’ de las Finales, siendo el segundo jugador más joven de la historia (tras ‘Magic’ Johnson) en lograrlo. Pero su techo aún se desconoce. Tanto que él mismo ni siquiera piensa en paladear su éxito sino en dar el siguiente paso para mejorarlo. En el fondo eso es lo mejor de Kawhi Leonard, que pese a su crecimiento en todas las facetas del juego sigue siendo, primero, un jugador de una ética de trabajo insaciable; y segundo, uno siempre enfocado a la labor colectiva. El ojo derecho de Popovich lo es por algo.