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FUNDACIÓN
TOMÁS
MORO
CARTAS SOBRE “HUMANISMO SOCIAL Y POLÍTICA”
Carta 70ª: Humanismo social y dimensión moral del trabajo (2).
Querido amigo1:
Quiero completar mi carta anterior con esta en la que te expongo la dimensión
moral del trabajo, apenas esbozada en aquella. Para ello, el humanismo cristiano acude
a la doctrina social de la Iglesia como la fuente más segura. El punto de partida es que
el trabajo no tiene el sentido negativo de una maldición bíblica (“ganarás el pan con el
sudor de tu frente”), sino un significado positivo de participación en la obra de la
Creación (“dominad la tierra”) y en la obra de la Redención.
El documento básico del humanismo cristiano, la Constitución “Gaudium et Spes”
declara que “una cosa hay cierta para los creyentes: la actividad humana individual y
colectiva o el conjunto ingente de esfuerzos realizados por el hombre a lo largo de los
siglos para lograr mejores condiciones de vida, considerado en sí mismo, responde a
la voluntad de Dios. Creado el hombre a imagen de Dios, recibió el mandato de
gobernar el mundo en justicia y santidad, sometiendo así la Tierra y cuanto en ella se
contiene y de orientar a Dios la propia persona y el universo entero, reconociendo a
Dios como Creador de todo, de modo que con el sometimiento de todas las cosas al
hombre sea admirable el nombre de Dios en el mundo”.
Pues bien, en la Encíclica social por excelencia, que ya te he citado otras veces, la
“Laborem Excersens” se recoge este pasaje y se profundiza sobre la dimensión moral
del trabajo, al considerar que la obra de la creación, según se revela en las Sagradas
Escrituras “es un trabajo realizado por Dios durante los seis días, para descansar el
séptimo”; y al reiterar que “en la palabra de la divina Revelación está inscrita muy
profundamente esta verdad fundamental, que el hombre, creado a imagen de Dios,
mediante su trabajo participa en la obra del Creador, y según la medida de sus
propias posibilidades, en cierto sentido, continúa desarrollándola y la completa,
avanzando cada vez más en el descubrimiento de los recursos y de los valores
encerrados en todo lo creado”.
La descripción de la Creación que contiene el libro del Génesis es calificada por el
Papa S. Juan Pablo II, autor de la Encíclica, como “el primer evangelio del trabajo”, y
de ahí su dimensión moral, porque “demuestra, en efecto, en qué consiste su dignidad:
enseña que el hombre, trabajando, debe imitar a Dios, su Creador, porque lleva
consigo -él sólo- el elemento singular de la semejanza con Él. El hombre tiene que
imitar a Dios tanto trabajando como descansando, dado que Dios mismo ha querido
presentarle la propia obra creadora bajo la forma del trabajo y del reposo”.
Pero no sólo alcanza la dimensión moral del trabajo a la obra de la Creación, sino
que lo más sorprendentemente deslumbrador, es que se aplica también a la
participación en la Redención. Uno de los pasajes más escalofriantes de la Encíclica
“Laborem Excersens” es el que declara que “el sudor y la fatiga, que el trabajo
necesariamente lleva en la condición actual de la humanidad, ofrecen al cristiano y a
cada hombre, que ha sido llamado a seguir a Cristo, la posibilidad de participar en el
amor y en la obra que Cristo ha venido a realizar. Esta obra de salvación se ha
realizado a través del sufrimiento y de la muerte de cruz. Soportando la fatiga del
trabajo en unión con Cristo crucificado por nosotros, el hombre colabora en cierto
modo con el Hijo de Dios en la redención de la humanidad. Se muestra verdadero
discípulo de Jesús, llevando, a su vez, la cruz de cada día en la actividad que ha sido
llamado a realizar.
Recoge el Papa una vez más las enseñanzas de la Constitución “Gaudium et Spes”,
que había declarado que Cristo “sufriendo la muerte por todos nosotros, pecadores,
nos enseña con su ejemplo a llevar la cruz que la carne y el mundo echan sobre los
hombros de los que buscan la paz y la justicia; pero, al mismo tiempo, constituido
Señor por su Resurrección, Cristo, al que le ha sido dada toda potestad en el cielo y
en la Tierra, obra ya por la virtud de su Espíritu en el corazón del hombre ...
purificando y robusteciendo también, con ese deseo, aquellos generosos propósitos
con los que la familia humana intenta hacer más llevadera su propia vida y someter la
Tierra a este fin»”.
En resumen, la dimensión moral del trabajo consiste en que el cristiano descubre en
él, una pequeña parte de la cruz de Cristo y la acepta con el mismo espíritu de
Redención, con el que Cristo ha aceptado su cruz por nosotros. Y estos dos aspectos de
la dimensión moral del trabajo, el de participación en la Creación y el de participación
en la Redención, tal vez te sorprendan, querido amigo, o tal vez los consideres alejados
de la dura realidad cotidiana, pero tal dimensión existe, aunque sea desconocida,
porque la perspectiva moral de las cosas es tan real como las cosas mismas.
En la próxima carta te hablaré de la dimensión moral del desarrollo.
Recibe un cordial abrazo de
Fernando Díez Moreno
Vicepresidente
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En el Manual de la “Nueva gramática de la lengua española” publicado por la Real Academia Española,
(pag. 25, Madrid, 2010), se dice que en el lenguaje político, administrativo y periodístico se percibe una
tendencia a construir series coordinadas constituidas por sustantivos de personas que manifiestan los dos
géneros (amigos/amigas, diputados/diputadas, alumnos/alumnas), el circunloquio es innecesario puesto
que el empleo del género no marcado (masculino) es suficientemente explícito para abarcar a los
individuos de uno y otro sexo.
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