Estructura y forma del pasaje

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LA MUJER SAMARITANA
Reflexiones bíblico-teológicas
Por: Ezra Viveros Soto
Estructura y forma del pasaje
Cuando, pues, el Señor supo que los fariseos
habían oído decir: “Jesús hace y bautiza más
discípulos que Juan” (aunque Jesús no bautizaba
sino sus discípulos), salió de Judea y se fue
otra vez a Galilea. Y le era necesario pasar
por Samaria. Fue, pues, a una ciudad de Samaria
llamada Sicar, junto a la heredad que Jacob dio a
su hijo José. Y estaba allí el pozo de Jacob.
Entonces Jesús, cansado del viaje, se sentó junto
al pozo.Era como la hora sexta.
Llegó una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús
le dijo:
-Dame de beber- pues sus discípulos habían
ido a la ciudad a comprar alimentos-.
La mujer Samaritana le dijo:
-¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber,
que soy mujer Samaritana?- porque judíos y
samaritanos no se tratan entre sí-.
Respondió Jesús y le dijo:
Si conocierais el don de Dios, y quién es el que
te dice: “Dame de beber”, tú le pedirías, y el te
daría agua viva.
La mujer le dijo:
-Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es
hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva?
¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob,
que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos
y sus ganados?
Jesús le contestó:
Cualquiera que beba de esta agua volverá a tener
sed; pero el que beba del agua que yo le daré no tendrá
sed jamás, sino que el agua que yo le daré será en él una
fuente de agua que salte para la vida eterna.
La mujer le dijo:
Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed ni venga
aquí a sacarla.
1
Jesús le dijo:
-Ve, llama a tu marido, y ven acá.
Respondió la mujer y dijo:
-No tengo marido.
Jesús le dijo:
-Bien has dicho: “No tengo marido”, porque cinco maridos
has tenido y el que ahora tienes no es tu marido. Esto has
dicho con verdad.
Le dijo la mujer:
-Señor, me parece que tú eres profeta.
Nuestros padres adoraron en este monte, pero vosotros
Decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar.
Jesús le dijo:
-Mujer, créeme que la hora viene cuando ni en este monte
ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo
que no sabéis; nosotros adoramos lo que no sabemos,
porque la salvación viene de los judíos. Pero la hora
viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores
adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque
también el Padre tales adoradores busca que le adoren
Dios es Espíritu, y los que lo adoran, en espíritu y
en verdad es necesario que lo adoren.
Le dijo la mujer:
-Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo;
cuando él venga nos declarará todas las cosas.
Jesús le dijo:
-Yo soy, el que habla contigo.
En esto llegaron sus discípulos y se asombraron
de que hablara con una mujer; sin embargo,
ninguno dijo: “¿Qué preguntas” o ¿Qué hablas con ella?
Entonces la mujer dejó su cántaro, fue a la ciudad
y dijo a los hombres:
-Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo
cuanto he hecho.¿No será este el Cristo?
Entonces salieron de la ciudad y vinieron a él.
Entretanto los discípulos le rogaban, diciendo:
-Rabí, come.
El les dijo:
-Yo tengo una comida que comer, que vosotros
no sabéis.
Entonces los discípulos se decían entre sí:
-¿Le habrá traído alguien de comer?
2
Jesús les dijo:
-Mi comida es que haga la voluntad del que me
envió y que acabe su obra. ¿No decís vosotros:
“Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega?
Yo os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos,
Porque ya están blancos para la siega. Y el que
ciega recibe salario y recoge fruto para vida
eterna, para que el que siembra se goce juntamente
con el que siega. Yo os he enviado a segar lo que
vosotros no labrasteis; otros labraron y vosotros
habéis entrado en sus labores.
Muchos de los samaritanos de aquella ciudad
Creyeron en él por la palabra de la mujer, que
Daba testimonio diciendo: “Me dijo todo lo que
he hecho”. Entonces vinieron los samaritanos
a él y le rogaron que se quedara con ellos, y se
quedó allí dos días. Muchos más creyeron por
la palabra de él, y decían a la mujer:
-Ya no creemos solamente por lo que has dicho,
pues nosotros mismos hemos oído y sabemos
que verdaderamente este es el Salvador del mundo, el Cristo.
Análisis del Contexto (macro y microcontexto):
Esta perícopa se encuentra inserta en la primera serie discursiva de los capítulos 3 al 11 cuyo
énfasis tiene que ver con la encarnación del verbo presentada en el primer capítulo y actuando
ahora en la esfera de lo humano, son indispensables para entender esto las frases concluyentes
de los discursos que anteceden y continúan nuestra perícopa:
1. Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos
creyeron en él (2:11)
2. Nadie subió al cielo sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre, que está en el cielo
(3:13)
3. El que cree en el hijo tiene vida eterna; pero el que se niega a creer en el hijo no verá la vida,
sino que la ira de Dios está sobre él. (3:36)
4. Ya no creemos solamente por lo que has dicho, pues nosotros mismos hemos oído y sabemos
que verdaderamente este es el Salvador del mundo, el Cristo (4:42)
5. …porque no sólo quebrantaba el Sábado sino que también decía que Dios era su propio
Padre, haciéndose igual a Dios (5:18)
Estos ejemplos nos muestran de una forma clara que nuestro texto está inmerso de antemano en
una serie discursiva cuyo propósito fundamental estriba en argumentar a través de narraciones
cortas la presencia del Cristo, el Salvador, el hijo de Dios, el Hijo del Hombre, encarnado y
presentándose a los seres humanos como la luz en su sentido revelatorio. Este es el sentido final
del autor del libro que certifica estas tesis en el capítulo 20 versículo 30 a propósito de las señales:
“… pero estas (las señales) se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y
para que, creyendo, tengáis vida en su nombre”. Es interesante hacer notar cómo es que el autor
nos indica de antemano que el fin último de estas narraciones es señalar la dimensión salvífica de
Jesús, no son simples relatos, narraciones biográficas o algo que se le asemeje, son señales que
nos presentan la completud de la revelación de Dios (él mismo encarnado) en la historia humana,
“..y vimos su gloria, gloria como la del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad”
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Análisis del microcontexto:
El texto comienza con una enunciación (vers. 1-5) que tiene una relación directa con 3:22 en tanto
que esta porción textual se refiere a la labor bautismal de Jesús estando en Judea. Después de la
controversia que se inserta a partir de 3:25 y que concluye en 3:36 con una audaz afirmación
cristológica, en 4:1 se retoma el hilo narrativo que se pierde en 3:22 y se aprovecha este artificio de
transición para presentar el relato de la Samaritana. El versículo 4 del capítulo 4 “ Y le era
necesario pasar por Samaria” (esta conjunción logra el efecto deseado), permite aprovechar el
traslado de Jesús hacia Galilea para presentar un discurso teológico más. El versículo 43 nos
permite ver una discordancia entre la presencia de Jesús en Samaria y la afirmación de que salió
hacia Galilea después de estar allí dos días, en una lectura superficial se sobreentendería que
estuvo dos días en Samaria, pero por la frase que continúa “…al profeta no se le honra en su
propia tierra” confirma la hipótesis de que el relato de la samaritana se trata de una inserción entre
el relato de la acción bautismal (3:22) y la señal de la sanación del hijo de un noble (4:43,49).
El relato de 4:1 a 4:42 presenta la siguiente estructura:
Vers. 1 al 5: como decíamos en el párrafo anterior es el elemento de transición para insertar este
relato a partir de la narración anterior.
Vers. 6: frase introductoria, “…Y allí estaba el pozo de Jacob”, esta frase nos sitúa en una doble
dimensión, tiempo-espacio, en ocasiones poco importante en las perícopas sinópticas, pero útil en
gran medida en este caso porque da la pauta para la elaboración posterior con relación al pozo de
Jacob.
Vers. 7y 8: a partir de estos versículos se comienza con la estructura dialógica del texto, que en lo
sucesivo será el hilo rector del relato con excepción de algunos paréntesis que sirven de elementos
retardadores de la conclusión del relato, Jesús se allega a la mujer con una frase corta y directa:
“Dame de Beber”, sin rodeos, al ver que la mujer se dirigía por agua, una frase anterior nos
muestra que esta conversación nace a raíz de una circunstancia personal de Jesús ( ...Entonces
Jesús cansado del viaje, se sentó junto al pozo). Se menciona también una nota aclaratoria en el
versículo 8 “… pues sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar alimentos” . Jesús se
encuentra sólo ante la mujer y la mujer en igualdad de circunstancias ante Jesús, coincidiendo en
el pozo.
Vers. 9 : ante la pregunta de Jesús responde la mujer con una pregunta alusiva al lastre cultural
que separaba a judíos y samaritanos en esta época, (ver Contexto Histórico:samaritanos), además
hay una alusión de género en la respuesta de la samaritana: “… que soy mujer samaritana.”, es
interesante notar lo anterior, la respuesta pudo haber hecho alusión sólo a su condición étnica, sin
embargo ella hace alusión de la misma manera a su condición sexual: mujer. Este versículo
contiene, asimismo, una nota aclaratoria que explicita la situación entre judíos y samaritanos. Con
probabilidad debido a las características del tercer grupo que integró la comunidad juánica (los
gentiles) como hemos podido ver en el desarrollo de la comunidad juánica (contexto histórico).
Vers. 10: Jesús responde como es habitual en los diálogos de algunos de los Evangelios y muy
específicamente en Juan, con una respuesta que al parecer directamente no tiene que ver con la
pregunta de la mujer (ver 3:3), en este sentido la frase de Jesús es revelatoria, prepara la situación
para develar una verdad notablemente profunda, “… tú le pedirías y el te daría agua viva”, Jesús
aprovecha la situación para revelar una verdad existencial, no sólo teóricamente como algunos
Rabinos de la época, sino confrontando al ser humano con la dádiva de Dios en él, verbo
encarnado.
Vers. 11: La respuesta de la mujer es superficial, no entiende aún el significado de las palabras de
Jesús, su lógica es la lógica humana, no la divina, en este sentido se sitúa su respuesta, en el
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campo de lo humanamente posible, por ello cuestiona a Jesús “..Señor no tienes con qué sacarla y
el pozo es hondo”,
Vers. 12: y siguiendo en esta línea el argumento de la mujer sitúa a Jesús en la línea del linaje de
Abraham, si Jacob nos dio este pozo e indirectamente nos da de beber, ¿acaso Jesús será más
grande que el gran Patriarca con la fuerza de sus palabras?. Para un samaritano esto era difícil de
comprender, de ahí parte el cuestionamiento.
Vers. 13 y 14: Jesús responde nuevamente en un sentido espiritual a la pregunta de la mujer, la
fuerza reveladora de sus palabras vuelven a confrontarla, y ponen en evidencia su necesidad de
reposo y saciedad de la sed que tiene todo hombre y mujer cuando no ha experimentado la
plenitud de la divinidad “…pero el que beba del agua que yo le daré no tendrá sed jamás..”.
Vers. 15: la mujer realiza una petición a Jesús, al parecer la fuerza conmovedora de las palabras
del maestro la convencen, sin embargo, parece que el excedente de significado de la sentencia de
Jesús aún no es comprendido plenamente por la mujer, así parecen dárnoslo a conocer sus
palabras: “…para que no tenga yo sed ni venga aquí a sacarla”,
Vers. 16 y 17: la respuesta de Jesús es como siempre desconcertante, y se sintetiza en un
mandato a la mujer para que vaya por su marido y regrese con él, parece que Jesús prepara una
nueva “señal” para la fe de la mujer. La mujer responde francamente, “…no tengo marido”.
Vers. 18: la respuesta de Jesús no sólo confirma la de la mujer, sino que proporciona detalles de
su intimidad y su reputación marital, al parecer la mujer no había tenido mucha suerte en su vida
marital, pues cinco maridos había tenido y al tiempo presente estaba viviendo en Adulterio con
alguien más. Esta serie de argumentos hemos de situarlos, como en todo el Evangelio son
presentadas las acciones y dichos de Jesús: como señales. Luego entonces, la frase de Jesús se
convierte en señal para la mujer.
Vers. 19 y 20: La mujer responde con una afirmación: “… me parece que tú eres profeta”, reconoce
en Jesús una característica especial, pero aún no en su papel Mesiánico, la mujer hace un
interesante cuestionamiento que era común punto de discordia entre judíos y samaritanos, ya que
eres profeta, dime por favor donde se debe adorar verdaderamente a Dios. ¿En Gerizim o en
Jerusalén?
Vers. 21 al 24: la respuesta de Jesús abre un panorama totalmente nuevo a la mujer, la verdadera
adoración a Dios no está condicionada por un lugar determinado, sino por la relación de los
adoradores para con su Dios “..Los verdaderos adoradores, adorarán al Padre en espíritu y en
verdad” . Este es el clímax de la revelación de Jesús, y el punto central para que la mujer entienda
quien es el que le dice “Dame de beber”.
Vers. 25 y 26: la mujer, una vez que dimensiona la actividad revelatoria de Jesús, hace alusión a la
tradición, sabía que el Mesías declararía todas las cosas, daría su verdadero sentido y propósito a
la vida, la mujer realiza una afirmación que es al mismo tiempo pregunta, ¿acaso serás tú que me
has revelado todas estas verdades, el Mesías?, la respuesta de Jesús es breve y directa: “Yo soy,
el que habla contigo..”, su identidad ha sido dada a conocer el relato está en su punto álgido.
Vers. 27 y 28: estos narran el regreso de los discípulos, después de haber ido a buscar algo de
comida aparecen en escena, son sólo personajes secundarios, sólo nos dice el texto que se
sorprenden porque hablaba con una mujer, pero quizás por tratarse del maestro, ninguno emitió
algún juicio de valor al respecto. La mujer aprovecha la situación para ir a la ciudad y hacer
partícipes a sus coetáneos (hombres, la mujer se convierte en transmisora del mensaje a los
hombres) de lo acaecido en el pozo, vers. 29, a lo que los hombres responden positivamente
dirigiéndose al pozo.
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Del versículo 30 al 38: Estos versículos constituyen un paréntesis entre el argumento central del
relato (el encuentro con la mujer), los discípulos realizan una proposición común a Jesús, “Rabí
come…” ,el reino de la inmediatez los hace sus súbditos, no alcanzan a percibir los ecos de la
pasada situación y de aquí parte que no comprendan la respuesta del maestro, como siempre
desconcertante, “Yo tengo una comida que comer que vosotros no sabéis”. Para los discípulos
también existen rasgos revelatorios en las palabras de Jesús: “…Mi comida es que haga la
voluntad del que me envió y que acabe su obra”. El punto central de las palabras de Jesús hacia
los discípulos es: “…Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis; otros labraron y
vosotros habéis entrado en sus labores”. Parece ser como si el maestro les dijese, si entendieran lo
que implica estar conmigo, ni siquiera hablaríais de comida, sino de hacer la voluntad de Dios y
esto es segar lo que otros labraron (refiriéndose a compartir las buenas nuevas), por ello la
importancia que tiene para el texto el siguiente versículo, que pone en contraste la actitud de los
discípulos con la actitud de la samaritana.
Vers. 39 al 42: “Muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la
mujer, que daba testimonio…”. La mujer, de ser solamente receptora del mensaje, se convierte en
una activa transmisora del mensaje de salvación en la persona de Jesús, al grado tal que los
samaritanos piden a Jesús que quede entre ellos algunos días. Y así la obra redentora queda
acabada, por lo menos en esta pequeña región de Samaria, por la palabra de ella pues los mismos
samaritanos confiesan “…pues nosotros mismos hemos oído y sabemos que verdaderamente este
es el Salvador del mundo, el Cristo.”
Es interesante notar algunos paralelos entre el relato de la samaritana y el de Nicodemo en el
capítulo que antecede al nuestro:
Nicodemo era fariseo, dignatario de los judíos, con esto podemos inferir que se trataba de una
personalidad respetada en el ambiente judío de la época. El personaje del capítulo que nos
interesa, era como lo hemos citado, mujer, samaritana, y de dudosa reputación marital.
Nicodemo se acerca a Jesús de noche y comienza un diálogo con él. Jesús se acerca al pozo y
comienza él mismo a dialogar con la samaritana.
El centro del discurso con Nicodemo revela una verdad notable, “El que no nazca de agua y de
espíritu no puede entrar en el Reino de Dios…”. El caso de la mujer es no menos importante
“…Pero la hora viene y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu
y en verdad…” .
La actitud de Nicodemo es de incomprensión y el texto no nos dice más sobre su actitud práctica
con relación a esta verdad. La actitud de la mujer paulatinamente va modelándose hasta llegar a la
comprensión del mensaje de Jesús y ser no sólo partícipe sino anunciadora de este mensaje.
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Contexto del pasaje.
Contexto Histórico.
El texto fue escrito con toda probabilidad en Asia Menor, (en Efeso, según la tradición) en el último
cuarto del siglo I. Los adversarios de Jesús son simplemente designados por el nombre de judíos
(Jn. 1:19;2:18;5:10;7:15); se dan explicaciones acerca de las fiestas judías (6:4;7:2;11:55;19:31); el
nombre del mar de Galilea va acompañado de la expresión pagana “el de Tiberias” (6:1). En el
prólogo, Cristo recibe el nombre de “el Verbo de Dios”, lo que demuestra que, en la época de ser
escrito, el cristianismo se hallaba en un medio de movimientos filosóficos que se sabe que existían
entonces en Asia Menor. Todo esto explica el propósito, además manifiesto, de este escrito:
exponer el testimonio que Cristo dio de sí mismo como Hijo de Dios venido en la carne y como
salvador del mundo. El autor da por supuesto el conocimiento de los Evangelios Sinópticos por
parte de sus lectores.
La comunidad Juánica:
En el periodo primitivo, la comunidad juánica se componía de judíos cuya fe en Jesús asimilaba
una cristología relativamente baja. Posteriormente surgió una cristología más alta que agudizó el
conflicto con los judíos que la consideraban como una blasfemia, y esta fricción impulsó al grupo
juánico a afirmaciones todavía más audaces. Algunos de los primeros cristianos juánicos
procedieron del movimiento de Juan Bautista, como sucedió también con algunos que dieron su
origen a la tradición representada en los evangelios sinópticos. Un sentido de continuidad con sus
orígenes impulsaría a la comunidad juánica, en la época en que el evangelio era escrito y, a pesar
del conflicto con otros seguidores de Juan Bautista, a pretender que su peculiar y sublime forma de
entender a Jesús se hallaba en completa armonía con el testimonio dado por Juan Bautista, hasta
el punto de que hace hablar al bautista como si fuera un cristiano juánico. El segundo grupo de la
historia juánica constaba de judíos de concepciones peculiares anti-templo que convirtieron a
algunos samaritanos y aceptaron algunos elementos del pensamiento samaritano, incluyendo una
cristología que no se hallaba centrada en un Mesías davídico. La combinación de una diferente
cristología, la oposición al culto, del templo y los elementos samaritanos, característicos del
segundo grupo que formaba parte de la corriente principal del grupo cristiano juánico, habrían
hecho a los creyentes juánicos particularmente odiosos a los judíos más tradicionales. Se comenta
que un tercer grupo en la comunidad juánica pudo haber dotado la concepción universalista e
incluyente del Evangelio, los argumentos a favor de este enfoque es el número reiterado de
ocasiones en que se explican términos judíos y arameos en el texto, y su posición con respecto a
la comunidad judía en porciones tardías del Evangelio. Podemos decir que fue particularmente
cuando los cristianos juánicos de ascendencia judía fueron rechazados por el judaísmo y no se
consideraban ya a sí mismos como “judíos”, cuando recibieron a buen número de gentiles en la
comunidad.
Samaritanos.
El Nuevo Testamento designa Samaritanos a los habitantes del distrito de Samaria, en el centro de
Palestina (Lc. 17:11-19). Sargón afirma haber deportado a 27,280 israelitas cuando se apoderó de
esta región. Sin embargo, el conquistador dejó allí a judíos, que se sublevaron. Sargón decidió
actuar para que perdieran su propia identidad introduciendo en el país a colonos provenientes de
Hamat, Babilonia y Arabia (2 Rey. 17:24). Estos pueblos introdujeron sus propios cultos idolátricos
en Samaria. Cuando Zorobabel encabezó una expedición de israelitas de vuelta de Babilonia a
Jerusalén, los samaritanos pidieron permiso para participar en la restauración del Templo (Jer.
41:5) ; afirmaban haber adorado al Dios de Israel desde la época de Esar-hadón. Zorobabel y los
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jefes rechazaron la colaboración de ellos. La mayor parte de los judíos rehusaron desde el principio
participar con los samaritanos tanto a nivel social como religioso.
Esta separación degeneró en una intensa antipatía (Esd. 4:3; Eclo. 50:25; Lc. 9 52,53) Los
samaritanos no eran de pura raza judía y practicaban una religión mixta. Josefo (Ant. 9:14,3) dice
que afirmaban su parentesco con los judíos cuando la condición de estos últimos era próspera,
pero que afirmaban ser de origen asirio si los judíos eran presa de la adversidad. Durante las
persecuciones de Antioco Epífanes, los samaritanos renegaron de su parentesco con la raza judía
y, para adular al tirano, declararon que querían consagrar su templo de Gerizim a Júpiter, defensor
de los extranjeros. Hacia 128 a.C. Juan Hircano se apoderó de Siquem y del monte Gerizim,
destruyendo el templo de los samaritanos, que posteriormente siguieron celebrando su culto sobre
su antiguo emplazamiento. Así lo seguían haciendo en la época del Señor Jesucristo.
La mujer en Palestina en tiempos de Jesús.
En tiempos de Jesús, la situación de la mujer era muy diferente de aquella otra de los siglos
pasados en los que fueron redactados los libros del Antiguo Testamento.
En el primer siglo de nuestra era la mujer judía no participaba en la vida pública. En las ciudades,
para salir de la casa se debía cubrir con dos velos, si no lo hacía así, su marido tenía el deber de
repudiarla. En la calle, no se le saludaba ni se le hablaba. Las jóvenes correctas no pasaban del
umbral de la casa paterna y las mujeres casadas apenas si tenían un poco más de libertad. Una
mujer honesta no iba nunca al mercado, ya que podía encontrarse con hombres. Incluso en el
interior de la casa, las mujeres y las jóvenes debían evitar cualquier contacto con los hombres de
su propia familia (Filón: In Flaccum, 2.89; citado por Alfred Küen, La mujer en la iglesia).
Es necesario hacer una precisión: estas reglas se respetaban sobre todo en la alta sociedad de las
ciudades. En los ambientes rurales, donde tienen lugar la mayoría de los relatos de los Evangelios,
se tenían mucho menos en cuenta. Los deberes y los derechos de la mujer eran muy limitados: no
aprendían la Ley. “Que se queme la Torah, antes que comunicar sus enseñanzas a una mujer”, era
un dicho rabínico común.
Además las mujeres no estaban obligadas a guardar los 613 mandamientos que los rabinos habían
identificado en la Ley, ni a recitar la confesión de Fe israelita (el Chemah Israel); no podían ni
siquiera pronunciar la oración de bendición antes de las comidas.
Las mujeres entraban en las sinagogas por una puerta separada y permanecían confinadas en un
emplazamiento separado de la parte accesible a los hombres por una barrera y un enrejado. Les
estaba prohibido el acceso al lugar donde enseñaban los intérpretes de la Ley.
En el templo sólo podían entrar al atrio de los paganos y de las mujeres- y esto sólo en días que se
les consideraba ritualmente puras-. Notemos que estos atrios no estaban prescritos ni en el
tabernáculo ni en el Templo de Salomón: fue sólo en el transcurso de los tres últimos siglos antes
de Jesucristo cuando se introdujeron muchos de los reglamentos que restringían la libertad de las
mujeres.
Significativa es también la conocida oración que recitaban cada mañana los judíos varones:
“Bendito seas, Eterno Dios, por no haberme hecho nacer, ni pagano, ni esclavo, ni mujer”. Se
encuentra tres veces en los escritos rabínicos de entonces. Flavio Josefo resume bien el
pensamiento de sus correligionarios postulando: “La mujer es inferior al hombre en todas las
cosas” (Contra Appion II, p. 201)
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Contexto Literario:
Se ha intentado muchas veces clasificar y definir las descripciones joánicas en ordenadas
divisiones, y se han propuesto diversos planes. Pero se ha comprobado que tales intentos resultan
vanos. Juan no ofreció cada cosa “cortada a la medida”; no confundió la profundidad con la
complicación. El profesor Dodd dice: “Juan introduce un tema y lo desarrolla hasta un punto
determinado; luego un segundo tema entra en escena y se entrelaza con el primero; después un
tercero y así sucesivamente. Puede ocurrir que deje un tema y más tarde lo continúe combinándolo
de distinta manera, con toda clase de armoniosas variaciones”.
Un esbozo de estructura:
El verbo encarnado capítulo 3 al 11. En los capítulos 2 al 4 encontramos siete grupos de sucesos
que tratan de la obra del Verbo encarnado entre los hombres, el primer grupo: las bodas de Caná,
la purificación del templo, los diálogos con Nicodemo, la mujer samaritana (entre los que se
intercala un segundo testimonio del Bautista), tiene como tema dominante el nuevo comienzo que
la venida de Cristo introduce en el mundo.
La segunda serie de sucesos (capítulos 4 y 5), la iniciación de los hombres a lo que es la
verdadera vida. Estas dos narraciones contienen un simbolismo que muestra la función vivificante
del Verbo, eco de la perpetua actividad del Padre.
El capítulo 6 contiene el tercer grupo de sucesos, un “signo” complejo: la alimentación de cinco mil
hombres, el paso de Cristo sobre las aguas durante la tempestad, el discurso del “pan de vida”.
Aquí existe un nuevo y más poderoso Moisés que da algo más que maná; Cristo da, o mejor, es, el
pan de vida.
La divisoria del cuarto Evangelio está en los capítulos 7 y 8 que tratan de la subida de Cristo a
Jerusalén para la fiesta de los Tabernáculos y sus controversias con los judíos. Cristo,
manifestándose como Mesías en Jerusalén, demuestra claramente que su demanda trasciende la
grosera materialidad de la expectación judía.
El juicio por la luz está más ampliamente desarrollado en el siguiente grupo de sucesos (capítulo 9
y capítulo 10), en torno a la curación del ciego de nacimiento. El discurso que sigue al relato de la
curación del ciego de nacimiento, opone la luz a las tinieblas, señalando el triunfo de la luz.
En la vuelta de Lázaro a la vida (capítulo 11) el tema de la resurrección ocupa el primer plano, y
este tema está desarrollado por medio de lo que a primera vista parece una simple conversación
entre Marta, Maria y Cristo. El último grupo de sucesos en la historia del ofrecimiento de la vida
eterna al alma está descrito en los versículos finales del capítulo 11 y en el 12: La unción de Jesús
en Betania, su entrada triunfal en Jerusalén y el discurso que sigue a las instancias de los griegos.
Es la última pascua de la vida de Cristo. Un Epílogo concluye el capítulo 12 y, y así finaliza la
exposición juánica del ministerio público.
La última parte del Evangelio, la historia de la pasión, se divide en dos partes principales: los
discursos de despedida y el relato de la pasión. Tres ciclos de discursos contienen materia que en
los Sinópticos aparece como habiendo sido expuesta privadamente a los discípulos. Además,
vuelven a tratarse muchos temas procedentes de partes anteriores del Evangelio, pero que aquí
son investidos de una significación más alta: las relaciones entre Padre e Hijo, su mutua
inhabitación, conocimiento y visión son vistos ahora en la perspectiva de Cristo y sus discípulos.
Mientras anteriormente la vida y la luz ocupaban un lugar preeminente, ahora la palabra clave es
“amor”. El relato de la última cena se abre con un episodio impresionante: Jesús mismo lava los
pies de sus discípulos. Este nuevo signo llama la atención no sólo hacia la profunda humildad de la
encarnación, sino también hacia un nuevo cribado entre Cristo y el hombre. Los judíos, el mundo,
han rechazado la luz y se han separado de los apóstoles; ahora Judas dará a conocer su rechazo
y también él será cribado.
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Luego sigue el primer grupo de discursos, el diálogo sobre la partida y retorno de Cristo (13:3114:31), “Voy y Vuelvo”, tienen el valor de fórmulas expresivas de la muerte y resurrección de Cristo,
su transitus, su viaje al Padre a través de su muerte. La expresión “Levantaos y vámonos de aquí”
marca el fin del primer ciclo.
El segundo ciclo, o sea, en el sermón sobre Cristo y su iglesia (capítulos 15 al 16) desarrolla,
mediante la alegoría de la vid verdadera, el tema del amor de Dios al hombre, y como fruto de este
amor, la mutua inhabitación de los hombres con Dios. A esto sigue, por contraste, el tema del odio
a la Iglesia por parte del mundo; la persecución será la buena señal de que los discípulos ya no
pertenecen al mundo sino que están unidos a Cristo, el cual fue también perseguido.
La oración sacerdotal de Cristo (capítulo 17) constituye el último ciclo de sermones y resume
admirablemente el contenido de la primera parte del Evangelio y de los discursos precedentes. La
misión de Cristo se ha cumplido: ha revelado la obra y la palabra de Dios, y los discípulos han
alcanzado la fe y el conocimiento. También han de continuar la misión del Maestro, a pesar (e
incluso a través) del sufrimiento que el odio del mundo les acarreará. Ruega que sus discípulos
sean preservados en la posesión de Dios, guardados del mal, santificados por la verdad, y
poseídos de gozo inefable; que ellos (y los que vengan después) puedan compartir la misma
unidad de vida divina de que gozan el Padre y el Hijo. Como resultado, Cristo se manifestará
continuamente a los hombres; su recompensa será la visión misma de la gloria de Dios y la
experiencia de su amor.
En la última parte del relato de la pasión (capítulos 18 a 20) tenemos la narración de la pasión
misma y de algunas de las apariciones de Cristo resucitado. Pero en contraste con la primera parte
del Evangelio, que procede por medio de relatos seguidos de discursos explicativos, aquí la forma
narrativa cobra preeminencia (prendimiento de Cristo, su proceso, crucifixión, muerte, sepultura,
descubrimiento de la tumba vacía y apariciones a los apóstoles). En adelante la historia no será la
misma. Hasta los demás signos son símbolos de este acontecimiento. En el nivel espiritual sólo
serán verdaderos en la medida en que la cruz es verdadera; verdaderos, no sólo espiritual y
eternamente, sino también en el tiempo y en la historia.
En Juan, Cristo alcanza su más alta exaltación y su más brillante gloria en su propia oblación,
puesto que ella fue la suprema expresión del amor divino.
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La Teología del texto.
Partiré del análisis textual que se realizó anteriormente para esbozar una Teología del texto que
nos atañe, infiriendo el tema central y los secundarios a partir de su estructura y en el marco más
amplio del propósito y la teología misma del Evangelio de Juan.
El centro de la dinámica del texto nos sitúa en la revelación que Jesús hace a la mujer en dos
secciones principales: La fuente del agua de vida eterna y La adoración en espíritu y en verdad.
Estos son los temas centrales a los que se añaden varios otros temas entrelazados como se indica
en palabras del profesor Dodd en el contexto literario.
Jesús tiene una sólo propósito para con la samaritana: dar a conocer el don de Dios, quién es el
que habla con ella, esta sola mención de Jesús da la pauta para entender este texto como una
confrontación mesiánica a partir de una sólida reflexión cristológica que se va preparando para la
afirmación final del resto de los samaritanos: “este es el Salvador del mundo, el Cristo”, El agua
que Jesús puede ofrecer es un elemento que sacia de bien al ser humano, una vez que alguien la
toma no tendrá sed jamás, sino que será fuente de agua para vida eterna. Hay que detenernos en
estos dos términos: agua y vida eterna, ¿qué es el agua que Jesús ofrece para saciar la sed?,
creo, por la sección en que se encuentra el relato y por las afirmaciones y conclusiones de esta
serie de discursos que el agua es la vida misma de Jesús, por ello Juan 3:16 antecede a esta
narración, el logos encarnado y que Dios ofrece al mundo como salvación para vida eterna es el
agua que produce saciedad en el ser humano y proporciona vida eterna cuando a través de la fe
se le acepta y se reconoce (conocer en el sentido Juanino de intimidad e inhabitación). Vida Eterna
es un término que implica plenitud fuera de la dimensión de lo humano, entendiéndose esto no
como algo supraterrenal e inalcanzable, sino como algo que es posible cuando Jesús, el Cristo,
nos sacia con su agua refrescante dándonos vida, una vida que se aleja de la experiencia de lo
puramente humano para entrar a la esfera de lo divino y ser partícipes de esta realidad, por ello es
eterna, porque viene del logos preexistente, luego, una vez que el ser humano es reconciliado con
Dios, nunca más se tiene sed, en el sentido de búsqueda insaciable para restaurar la escisión
Dios-humanidad.
La siguiente gran revelación de Jesús tiene que ver con la pluralidad étnica de la comunidad
juanina y en específico con la comunidad samaritana que la integra, es una revelación inclusiva,
como todas las señales presentadas en Juan, “..los verdaderos adoradores adorarán al padre en
espíritu y en verdad”, ya no es necesario un recinto sagrado para adorar a Dios (Gerizim,
Jerusalén, o cualquiera que sea), la verdadera adoración tiene que ver con la condición de los
adoradores, en espíritu y en verdad, en la línea de lo divino, pues Dios es espíritu, y en verdad, (la
palabra, el logos), Juan presenta la verdad como la palabra misma ( 17:17; “santifícalos en tu
verdad, tu palabra es la verdad.”), la palabra que se encarna (1:1-5), que es dabar y logos, es
decir, el mismo Jesús, los verdaderos adoradores son los que lo hacen en Jesús, en el
conocimiento del Mesías, y llegamos nuevamente al centro de la reflexión del texto y del Evangelio
mismo, confrontar al lector, oidor o personaje, con Jesús, por ello estos discursos son señales
(semeion), para que creáis que Jesús es el Cristo y para que creyendo tengáis vida en su nombre.
El tema central del pasaje, entonces, es la presentación de Jesús como Mesías a partir de
atributos Cristológicos que tienen que ver con la acción de Dios en la vida de los creyentes, en la
persona y obra de Jesús. Una vez identificado el motivo central podemos pasar a los motivos
secundarios que son, no menos importantes si son vistos a la luz de estas primeras reflexiones.
Me quiero detener en particular sobre el personaje principal de este texto a partir del cual se
desarrolla el relato y quien da lugar a que las revelaciones de Jesús cobren vida.
Cuando Jesús habla con la mujer samaritana, rompe muchas barreras tradicionales: habla a una
mujer (lo cual sorprende incluso a sus discípulos; 4:27).Según las costumbres de la época, un
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hombre no tenía derecho de hablar a una mujer en la calle, ni siquiera a su esposa, ni a su hija, ni
a su hermana (ver contexto histórico: La mujer en Palestina en los tiempos de Jesús).
Este detalle no debe ser pasado por alto, debemos tener en cuenta que nada en las narraciones
juaninas es arbitrario, cada relato es una señal, luego entonces cada elemento de los relatos
pretende tener significado amplio por sí mismos y como un todo. Si esto es tomado en cuenta,
entenderemos que el caso de que el autor del libro coloque una mujer en una situación de
marginación notable como protagonista de una de las señales revelatorias más importantes del
Evangelio conlleva una carga de significado que debemos rescatar para obtener la plenitud del
pasaje.
Jesús actúa en este pasaje como un ser contracultural, rompe muchos de los paradigmas
culturales de la época, no le interesa el decir de los demás en un sentido preventorio, sino al
contrario actúa para generar un decir, pero un decir diferente (la actitud de los discípulos se ve
confundida, culturalmente son interpelados a actuar de una forma negativa hacia la circunstancia,
pero la actitud de Jesús los deja sin habla, con un decir distinto), a la luz del Evangelio. No me
detendré a explorar exhaustivamente los detalles de la situación de la mujer que son evidentes en
el texto: una situación de marginación, indiscriminación, opresión y degradación de su dignidad
como ser humano por ser mujer en el inflexible sistema patriarcal de la época; racismo y violencia
psicológica por el hecho de ser ignorada por todo un pueblo que los devalúa por ser simplemente
diferentes a sus patrones culturales y religiosos (samaritana); despotismo y abuso social, por ser
considerada una mujer impura, un mero objeto por sus antecedentes maritales y su situación
actual en unión libre. En este contexto la acción de Jesús, no solamente es revelatoria por el
contenido de los diálogos, sino en la actitud misma hacia la mujer: inclusiva, al acercarse no
solamente como hombre judío, sino como Rabí, esta conducta se mueve en el plano de la
valoración y restauración sexual y jerárquica, al mismo tiempo existe una revaloración racial y
religiosa, se acerca a una persona de un pueblo diferente, es probable como se dijo anteriormente
que esto se deba a la situación universalista y multirracial de la comunidad juanina pero
precisamente por ello es digna de resaltar esta afirmación; en el aspecto religioso estimula una
gran verdad: puede existir revelación en un horizonte religioso diferente a la ortodoxia (entiéndase
como se entienda el término, incluso en un plano eclesiástico) oficial, en este caso particular la
judía, Jesús revela verdades teológicas de considerable profundidad, lo mismo a esta heterodoxa
samaritana que al insigne Nicodemo (judío versado en cuestiones religiosas) para Jesús no hay
distinción al presentar la identidad mesiánica y conducir a la fe, su conducta así lo confirma; en el
plano social, el pasaje nos muestra un Jesús consciente de la necesidad del ser humano y a favor
de los necesitados (entiéndase el sentido amplio, en la integralidad del ser humano), él sabe en
qué consiste la sed de la mujer, y su deseo de ayudarla es grande, por ello, lo extenso del diálogo,
hasta que la mujer no comprende y es liberada Jesús no ceja en su empeño por seguir
encausando el diálogo.
Es interesante notar que la experiencia de la mujer se convierte en puerta de entrada para otros
tantos que creen en Jesús por el testimonio de ella, actitud contrastable con la que tienen los
discípulos, que en lugar de ir al pueblo a anunciar las bondades del maestro, van a conseguir
alimento. La mujer va a ser luz y guía para algunos hacia Jesús, en el aspecto Kerygmático el valor
testimonial de la mujer es considerablemente más apreciable que la actitud de los discípulos
mismos, su obra lleva a la redención, obra fe en los otros, por cierto hombres, y los confronta con
el Mesías. Es también notable como los discípulos no entienden el sentido del discurso revelatorio
que les presenta Jesús cuando la mujer se retira, al contrario de la protagonista del texto.
La experiencia con Jesús necesariamente conduce al ser humano a testimoniar la experiencia
personal en comunidad, pero ello implica ser agente del mismo Jesús, ser instrumento de
redención, ser hijo de Dios como lo indica el mismo autor en el primer capítulo, en Jesús entonces
las consideraciones culturales, religiosas, sexuales y morales son secundarias cuando se trata de
generar en el ser humano un experiencia de vida y de redención. El mismo acto de compartir de la
mujer implica una gran señal, una mujer conduciendo a los hombres, siendo guía de fe por la
palabra, esto implica autoridad por lo menos para haber sido escuchada y posteriormente para que
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hayan creído en ella, es algo que sólo Jesús puede proporcionar, sin que alguna consideración
humana pueda restringir o limitar.
Si tomamos en cuenta lo dicho hasta aquí, podemos decir que el texto presenta al Mesías, al
redentor, al hijo de Dios, pero desde una perspectiva liberadora y restauradora de las categorías
divinas elementales: igualdad en la diversidad y posibilidad universal de reconciliación. Esto no
sólo es un discurso elocuente, sino señal, el texto nos enseña el cómo debiera ser más que el
cómo debe ser, y eso no como receta de cocina sino entendiendo lo que de esencial tiene la
narración:
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El Evangelio por sobre los condicionamientos culturales.
La actitud de Jesús restauradora y revaloradora de la condición de los grupos marginados.
La revelación como posibilidad en experiencias de fe diferentes a las de la mayoría.
El valor Kerygmático de un individuo (mujer samaritana) alcanzado por la redención ante la
comunidad superando los límites culturales (a hombres) y trascendiendo el aspecto salvador
de la acción.
Es necesario hacer algunas reflexiones sobre estas evidencias en el contexto de nuestras iglesias
y en la práctica de nuestra fe, este es mi propósito en el siguiente apartado.
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Aplicaciones concretas en el marco de la comunidad de fe
El Evangelio por sobre los condicionamientos culturales:
Es necesario entender que la labor redentora de la iglesia debe tomar en cuenta ciertamente los
aspectos y condicionamientos culturales que implica la expresión kerygmática, pero sin
absolutizarlos, debemos entender que la revelación de Dios se expresa en y a partir de lo humano.
Nuestra labor evangelística como Iglesia muchas veces termina imponiendo nuestros esquemas y
patrones culturales pretendiendo que son los más adecuados para tener una experiencia de fe
redentora. La actitud de Jesús nos muestra una aproximación más equilibrada, el mensaje de vida
está por encima de toda cultura, pero se debe manifestar en el contexto particular de cada ser
humano, la mujer fue confrontada en Samaria, en el pozo y en sus términos, no se impuso liturgia
determinada, ni esquemas culturales algunos, además, la necesidad del ser humano se impone a
cualquier esquema o estructura que pretenda impedir una aproximación de Dios al ser humano por
justificada y extendida que se encuentre determinada idea, la actitud de Jesús es contracultural, la
de la Iglesia no debe ser menos, el hombre (masculino y femenino, es decir, en sentido genérico( y
sus necesidades de reconciliación están por encima de cualquier sistema operante.
La actitud de Jesús restauradora y revaloradora de la condición de los grupos marginados:
Considero este como un punto muy importante para nuestras Iglesias, la marginación es un vicio
vitalicio de la humanidad, el devaluar la condición humana a beneficio de unos cuantos es una
realidad del ser humano, Jesús nos muestra que debemos ser contrarios a este parecer y abogar
siempre a favor de aquellos que son desprotegidos y desprovistos de todo derecho por el simple
hecho de ser diferentes o distintos a la mayoría o al grupo que detente el poder. Nuestra labor
como iglesias debe tomar en cuenta lo anterior en cuanto a nuestra postura social y en nuestros
modelos mismos de Iglesia, nosotros como cristianos no estamos exentos de este vicio, es común
la marginación en nuestras congregaciones a algunos miembros por ser distintos a la mayoría, el
papel exclusivo que hacemos de la mujer, las distinciones eclesiásticas y nuestra adaptación a los
modelos comunes en la sociedad nos llevan a realizar actos que atentan contra el espíritu del
Evangelio, es pues necesario generar una conciencia de diversidad, fraternidad y respeto a
nuestros hermanos y hermanas a partir del ejemplo de Jesús.
La revelación como posibilidad en experiencias de fe diferentes a las de la mayoría:
En ningún momento podemos ni debemos reducir la experiencia de Dios a la luz de nuestra propia
experiencia, personal o comunitaria, la revelación se da en un amplio bastante amplio, debemos
evitar los pensamientos reduccionistas y sectarios que nos llevan a pensar que sólo una
determinada tradición puede recibir don de Dios, el ejemplo de Jesús es claro. La actitud de
nuestras iglesias debe ser de apertura y respeto a diferentes experiencias de fe, no es Evangélico
satanizar determinada postura por ser diferente o estar fuera del alcance de nuestra comprensión
(siempre y cuando no pongan en riesgo la dignidad y valor humanos), esto nos mueve en el plano
Ecuménico no sólo en el ámbito cristiano sino en un horizonte más extenso, esto nos puede
motivar a un análisis profundo de nuestra concepción de evangelización desde este punto de vista
más universalista, si en la misma comunidad juanina se logró una síntesis cristológica más rica,
esto se debió a la diversidad cultural, racial y de trasfondo religioso, aprovechemos pues nuestras
diferencias y pidamos al Señor que nos ayude a sacar el mejor provecho de ellas sin perder
nuestra identidad y nuestra vitalidad.
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El valor Kerygmático de un individuo (mujer samaritana) alcanzado por la redención ante la
comunidad superando los límites culturales (a hombres) y trascendiendo el aspecto
salvador de la acción:
Este es el asunto central de mi reflexión, en el marco de nuestras iglesias este es un punto
generalmente de controversia, considero que el ejemplo de Jesús es claro al respecto. El valor de
expresión de una mujer es igual o más valioso inclusive, que el de un hombre, la autoridad de la
palabra de la samaritana en nada se vio demeritada por ninguno de los condicionamientos
circunstanciales en que se veía envuelta, de hecho su acción llevó, guió, condujo, despertó en
otros (hombres, debemos ser claros y enfáticos en este punto) la conciencia de la fe y de la
necesidad del Mesías, la acción evangelística y pastoral de la mujer es evidente en este relato, la
esencia de toda labor pastoral es llevar a un encuentro al ser humano en sus diversas
contingencias con Jesús. Esto lo hace claramente la samaritana, además el aspecto recurrente y
básico en la teología de este libro (Ev. De Juan) es el de señal, es como si el autor nos estuviera
mostrando (señalando) cómo deben ser las cosas en el nuevo Eón. Sin restricciones y diferencias
tontas, restando al ámbito de la fe la riqueza de lo femenino. La salvación se ve demeritada al
volverse súbdita de algunos cuantos hombres que se empeñan en encontrar evidencias sacras
para confirmar sus restricciones y errores basados en prácticas pasadas, la redención es más
amplia de lo que podemos entender y afirmar, debemos asumir una postura abierta en amor, fe y
esperanza esperando que el señor nos revele lo mejor en todo momento para mejorar nuestra
experiencia de fe en cada comunidad.
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