La realidad nacional - Actividad Cultural del Banco de la República

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VICTOR ANDRES-BELAUNDE
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-----LA
REALID·AD~
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NACION'AL,j
EDItORIAL .LE LIVRE LIBRE~ (41.· ·Boulévard--Péreire.l41:
PAR
18-
MCMxXXl
1
LA 'REALIDAD NACIONAL
A MI PADRE MUERTO Y A MI MADRE AUSENTE
(Aquella ejemplar memoria y este heroico
cariño fueron mi apoyo y aliento en el destierro,
donde fueron concebidas estas páginas en dolor
N esperanza.)
-}.•
VíCTOR ANDRES BELAUNDE
--,LA
REALIDAD
NACIC)NAL
EDITORIAL oLE LIVRE LIBRE»
141, Boulevard
Pér e r e , 141
PARIS
í
MCMXXXI
BANCO DE LA R:::PlJGUCA
IlBLIOTECA. LUIS-ANGéL ARANGO
.
.CAT.t\J.QG,fLCION
Debo .. manifestar aquí mi gratitud
a 'Teresa
Moreyra de Belaunde, por su aliento earíñoso y
constante y su ioopreoiable coleboraoíón al tomar al
dictado la primera parte de este libro; a mis amigos
Emilio Althaus y Francíeco García Calderón, que
revíaaron trozos del original y me níeíeron ímportsntes sugestiones; al señor Juan de Almunia, que
me na ayudado a preparar el manucrísto de la se.
gunda parle, y que corrigió, vigilante y afectuoso,
las pruebas; y a la Casa editorial, que ha facilitado
la pronta aparición del libro.
Es propiedad del autor.
Queda hecho el depósito que 01"
dena la ley.
Copyright by Víctor Andrés Belaunde, 1931.
PREFACIO
En la carrera administrativa de mi ya di!Jtante
juventud, mi atenci6n fué absorbida por los
estudios hist6ricos de aplicaci6n a nuestras enesiiones internacionales. Al dejar el Archivo de
lfmites, tuve que cultivar la filosofía para mi
cátedra de la universidad. Ni las tendencias a la
investigación histórica de mi antiguo empleo, ni
la seducción de mis nuevas tareas lograron desviarme de mis estudios preferidos de sociología
y política peruana. El 1912, aprovechando la
oportunidad que me daba ser director de La
Ilustración Peruana, publiqué una serie de ensayos sobre la psicología nacional, llamando la
atención sobre nuestra incoherencia,
nuestras
tendencias al inútil deeoratismo y nuestra pobreza
sentimental. Creía que era indispensable basar
las reformas polftieas y sociales en el ahondamiento de nuestra psicología.
Cuando la unioersidad me honró, en 1914, con
el encargo del discurso anual de apertura, dejé
de lado un ensayo relativo al tema de mi cátedra sobre la reacción idealista contemporánea
para ocuparme, con entera sinceridad, de la crisis
profunda que atravesaba el Perú. Mi deseo era
10
PREFACIO
completar aquel estudio con el examen de la',
dil)er,as corrientes espirituales que haMan agitado el país y que nos habúzn desoiado de la
contemplación directa de nuestra realidad. S610
tres años más tarde, en 1917. y, mediando requerimiento amistoso del director de El Perú. don
Víctor M. Maúrtua, pude lleoar a cabo mi propósito en dil)ersos ensayos críticos que aparecieron como capítulos de un libro cuyo título era
La Realidad Nacional. Preparaba la parte constructiva de mi libro, cuando atenciones de una
nueva cátedra y mayor trabajo profesional me
impidieron dar forma a los ensayos largamente
meditados sobre la leyenda de la riqueza de
nuestro territorio, la quiebra de la clase media,
nuestro vasallaje económico, las [uerzas efectioa.
en nuestra política y la ilusión internacional. Tan
,ólo pot la urgencia del tema publiqué en-EI
Comercio el ensayo relaiioo al .«/mpuesio
alcohol como sucedáneo del tributon.Misiones
en el Uruguay y en los Estados Unielos, me obligaron a abandonar los temas de sociología nacional para oolver a mis viejos estudios en la.
cuestiones internacionales
en defemsa de los
derechos del Perú.
De regreso al país, mi prisión interrumpió la
redacción para Mercurio Peruano del ensayo
que llamaba «la ¡[usión internacional», en que
me proponía reiterar, con mis nueces experiencias, la antigua convicción de que en nuestro
gran problema habíamos cometido un grave error
al basar nuestra política en sucesivas espertJnzas
fracasapas: el apoyo argentino, los' CongrUM
d;,
PREFACIO
1I
panamericanos y la amistad de los Estados Unidos.
En el destierro, no tuve tiempo para completar
mi soñado libro. El tema de mis conferencias en
las jiras por los Estados Unidos y de las cátedras
que desempeñé en diversas universidades, tenía
que Versar, no sobre un país determinado, sino
sobre toda la América hispánica. Mis nueuos
estudios ampliaron mi criterio sobre nuestros problemas con la visión de los otros países de A mérica. Absorbido estaba por esta materia, cuando
llegó a mis manos el libro de Mariátegui con
el requerimiento
de mis amigos de Mercurio
Peruano de que le dedicase un detenido examen
crítico. La obra de Mariátegui venía a abordar,
con nueVa información, el criterio novedoso
del materialismo hist6rico, y en forma clara y
brillante, los mismos temas de los ensayos de mi
libro inconcluso. El deseo de contribuir al debate
que renovaba, con autoridad y con interés, el
escritor socialista y de volver al tema preferido y
tristemente abandonado, me hizo escribir la crítica que se me pedía y que apareció en cuatro
entregas en Mercurio. Al hacerlo, tuve que
vencer la dificultad del escaso tiempo que me
dejaban el dictado y la preparación de dos hora~
diarias de clase en un idioma que no era el mío
y la falta casi absoluta de material y documentación peruanos. A lgunos amigos me insinuaron
la reunión de estos ensayos en forma de libro.
Me preparaba a concluir el último y a agregarle
algunas consideraciones sobre el régimen de
Leguía, en consonancia con mis protestas y erí-
12
PREFACIO
ticos de los principales aspectos de su polftica
nacional e internacional, cuando se recibió la
noticia de su caEda. Esta circunstancia me estimuió' a apresurar la realización del proyecto.
Mi libro podía tener la utilidad de presentar un
púnto de vista más y el resultado de algunu
experiencias y lecturas en Estados Unidos y en
Francia, en el momento de la nueva organizacién
del Perú. He redactado, con la precipitaci6n
consiguiente el final qe mi crítica a Mariátegui JI
la segunda parte en que hago el proceso de la
tiranía, necesario para explicar los B'Ta()esproblemas que nos deja y para formular las posibles
soluciones.
Con emoción intelectual, pongo a mi nuevo
libro el mismo título de mi obra juvenil truncada.
Creo cumplir un deber al presentar mi mode.ta
contribución a la labor constructiva de esto. Instantes. lAe doy perfecta cuenta de las dejiciencia.
de mi trabajo, agravadas por la premura con que
ha sido escrito y contemplaré con espíritu abierto
JI agrad~cido el señalamiento de las omisiones en
que haya podido incurrir o la rectificaci6n de
ine()itables errores. A esta obra de verdadera
cooperaci6n intelectual invito a mis lectores. No
. pret~ndo presentar dogmáticamente
un programa. Adoptando francamente el punto de rii.ta
de mis convicciones, mi prop6sito es contribuir
al planteamiento de nuestros problemas.
VfCTOR ANDRts
París, noviembre
de 1930.
BELAUNDE.
ÍNDICE
PARinas
9
Prefacio
PARTE PRIMERA
En torno al último libro de Mariátegui.
Las bases económicas
La Instrucción pública
Regionalismo y centralismo
El problema religioso
La evolución de nuestra cultura
PARTE
17
58
80
,,,
136
SECUNDA
Páginas de historia reciente.
El origen de la tiranía .. ,................
203
La política internacional, subordinada al
empréstito .. :........................
221
La gestión económica de la tiranía
24)
La tiranía de Leguía en la historia de.
América
'..........
248
14
fNDlCE
Páginas
La duración de la tiranía y el esfuerzo
revolucionario
La gran necesidad del momento
El problema internacional ... "..........
El problema político
El problema social y el económico
El problema universitario
La necesidad de una filosofía constructiva
n
••••••
H
•
••
••
••
••
254
267
272
280
:H 1
333
342
PARTE
PRIMERA
EN TORNO AL ÚLTIMO LIBRO DE MARIÁTEGUI.
Las bases eccQ~n1tcas
La distancia ideológica que me separa del
autor-toda la que media entre el cristianismo
integral y el -socialismo integral-y la evidente
injusticia con que trata a la generación a la que
pertenezco, imponen de mi parte, al estudiar sus
En.ayos de interpretación de la realidad peruano,
un deber de mayor imparcialidad. Deber fácil
en este caso. Tengo el espíritu abierto a la admiración, y la despiertan sinceramente el talento y
la obra de Mariátegui.
En curva ascendente ha pasado de la crónica
política a la crítica literaria y al ensayo sobre
política internacional. Después de pasear su vista
por la escena contemporánea. concentra su atención. afinada y enriquecida, en la realidad
peruana. Autodidacta en la plenitud de la vida,
Mariátegui sigue la orientación intelectual patriótica de la juventud genial de Francisco Careía
Calderón. Después de De Liieri« y Hombres e
iJeas de nuestro tiempo, la primera figura de la
~aci6n
novecentiata nos di6 El Perú Contemporáneo, obra básica de la sociología nacional.
2
18
vfCTOR
ANDRÉS 8ELAUNDE
Entre el libro de mocedad de Carcía Calderón
y la obra de madurez de Mariátegui. hay. además de la diferencia impuesta por esta circunstancia. el contraste entre el ambiente intelectual
finisecular y novecentista y el de Ja post-guerra.
Al despuntar el siglo, no obstante la central influencia de Comte y de T aine, el sociologismo
histórico atravesaba una crisis de dispersión
teorética de multiplicación de hipótesis y de
puntos de vista. En la post-guerra los espíritus
sienten la necesidad de afirmar; se ha realizado
el il faut choisir, de Maurras. Entramos en un
período dogmático. Si a veces la realidad peruana
en El Perú Contemporáneo se esfumaba o perdía
en la tupida malla de teorías y doctrinas, esta
misma realidad sufre. en los ensayos de Mariátegui, las inevitables deformaciones impuestas
por el crqdo rígido del socialismo peeudocientífico. Pero seamos justos; dentro de ese molde
estrecho, j cuánto contenido de realidad, y vista
directamente, encontramos! Diré algo más: era
útil aplicar a la realidad peruana el criterio del
materialismo histórico. e intentar la interpretación económica de nuestra vida.
En el materialismo histórico, más que en ningÚn otro sistema. se da la aplicación de la verdad
de Leibnitz. Es verdadero por lo que afirma y
falso por lo que niega. La realidad económica
no es la realidad total que envuelve además factores vitales y espirituales. pero es la pai-re· más
considerable y conocible. 'En ciertos países, en
que las fuerzas vitales han llevado un ritmo lento
o han decaído las fuerzas espirituales, la aplica-
LA REALIDAD
NACIONAL
19
ción del materialismo
histórico. nos aproxima
a la más exacta visión de las cosas.
En la evolución humana los hechos cumbres
son obra del élan vital y del Espíritu. pero los
hechos normales.
la terrible gravitación
cotidiana. son obra de los factores económicos.
El materialismo
histórico no puede explicar
ni la conquista ni la independencia de América.
Mariátegui esquiva inteligentemente
las dificultades de la aplicación de ese criterio a los dos
hechos fundamentales
de nuestra historia. Respecto de la conquista, que es una embriaguez de
aventura. un ejemplo típico del élan vital. parece
inclinarse a aceptar la explicación estética de
Vasconcelos. Respecto de la independencia. afirma que no se habría realizado sin una generación
heroica, tratando de conciliar «el hecho intelectual y sentimental ,con el hecho económico».
j Hermosa inconsecuencia!
La aplicación estricta
del materialismo histórico reduciría los primeros
al segundo. considerándolos apenas como epiíenómenos. Esta inconsecuencia y la diferencia
que pretende' establecer alguna vez entre materialis-mo filosófico y materialismo histórico revelan en Mariátegui un fino sentido para apreciar
nuestra psicología radicalmente
opuesta a toda
concepción
burdamente
materialista.
Prefiero.
sin embargo. la rudeza de los socialistas ortodoxos que no separan el programa alucinador
de su tosca base metafísica. Marx creó el materialismo histórico por ser adherente entusiasta
del materialismo filosófico. Era. como se sabe.
discípulo de F uerbach, jefe de la izquierda hege-
20
vfcrOR ANDW HUUNDE
liana, renovadora del materialismo en Alemania.
Se piensa siempre a través de una metaHaica.
Ea mejor tenerla dara y audaz que subyacente o
vergonzante, como sucedía con la mayor parte
de los positivistas.
Exageraciones en la aplicación de la telÍa
materialista y lamentable antihiapanismo llevan
a Mariátegui a afirmar, sin reservas y mstices,
que España no fué un país colonizador y que los
españoles se preocuparon casi únicamente de la
explotación del oro y de la plata, reviviendo el
criterio unilateral de la leyenda negra.
En la colonia hay necesidad de hacer diferenciaciones horizontales por lo que se refiere al
tiempo y verticales por lo que se refiere a las
instituciones. El autor parece no negar 8U admiración.~ la conquista. Después de ella, hay qn
período de creación econ6mica más admirable
aún. La aprehensión del continente fué obra de
la audacia individual de 108 conquistadores; la
formación de organismos nuevos, la creación de
la vida municipal y política y de una nueva vida
económica. fué obra de los nuevos pobladores y
del Eetado. Y si la conquista duró apenas cincuenta años, no fué mayor el tiempo que demandó aquel milagro de construcción y de orga·
nizaGión. A principios del siglo XV" Espafia
había trasplantado a América todas 8U8 instituciones socialee y sus fuerzas económica •. Se
estableció la ganadería. nula en m\lcbos paíeea
o limitada en otros a loa ejemplarell de la RUDa
autóctona. Se desarrolló la minería, que no contrarió sino que fomentó la agricultura, como lo
LA REALIDAD NACIONAL
21
ha probado Humboldt; se introdujeron nuevos
cultivos y se implantaron nuevas industrias que
en un momento podían competir con las peninsulares. La de tejidos, antes de la desgraciada
.cédula de J 711, lleg6 a tal desarrollo. que no
solamente bastaba para el consumo de la población americana, sino que buscaba salida para sus
productos. Se erigieron por último magníficos
edificios para la Iglesia o para los servicios del
Estado. que no han sido superados desde el
punto de vista artístico. Es necesario poner de
lado todo el movimiento moderno de rectificación
histórica que culmina en la obra de Carlos Pereyra para negar a la España del siglo XVI sus
títulos, no superados por otro pueblo. de país
colonizador y creador. Este período brillante
dura, como hemos dicho. poco tiempo. Las energías vitales de España, desparramadas simultáneamente de California al cabo de Hornos, se
agotan. Inútil recurrir a otra explicación. Como
afirma muy bien Oliveira Martina, España tenía
que decaer inevitablemente; su decadencia se
refleja en América. Los organismos se hacen
rígidos. la burocracia aumenta, la explotación se
acentúa. se detiene el impulso creador; sólo mantienen su vigor las fuerzas espirituales alejadas
de los núcleos ya poblados y establecidos en los
países de fronteras, porque ellas actúan con cierta
independencia del Estado enfermo. (Este hecho
ha sido visto claramente por Mariátegui, cuando
hace el elogio de la aptitud de .creación económica de los jesuítas.] La decadencia marca 8U
nivel más bajo en la época en que Juan y Ulloa
22
VíCTOR ANDRtS BELAUNDE
visitaron la América. Estamos acostumbrados a
juzgar la colonia por esa época de máxima decadencia estereotipada en la clásica relación. Un
criterio científico impone distinguir en la colonia.
desde el punto de vista económico. los períodos
siguientes: construcción, paralización; decadencia. A loS' cuales habría que agregar el de las
tentativas de reforma de la época borbónica.
principalmente de Carlos III. La relativa libertad
de comercio, la creación de nuevas unidades
políticas, la orientación científica y moderna de
los colegios y el fomento de las sociedade« económicas precipitaron la formación de nuevos
núcleos nacionales. Habría ganado la obra de
Mariátegui en claridad y en justicia si no diera
únicamente la visión fragmentaria de la colcnia
decadente de fines del siglo xvu y de principios
del siglo XVIII.
Respecto de las bases económicas de la república da el primer lugar al comercio británico y
está en lo cierto cuando afirma que tuvo más
influencia en la independencia que la filosofía
de los enciclopedistas. Agregaremos nosotros:
muchísimo menos que la voluntad heroica y la
energía creadora de nuestra propia raza en ese
momento histórico. El papel de Inglaterra es
mayor después de la independencia que en la
independencia. La política inglesa buscó una
conciliación entre España y América y sólo se
rindió, como la de los Estados Unidos, ante el
hecho consumado. La independencia se realizó,
como dijo Bolívar, contra la voluntad del universo. Después de la independencia los países
LA REALIDAD NACIONAL
23
americanos desde el punto de vista económico
giran alrededor del comercio y del capital inglés.
La evolución económica de la república es dividida en sólo dos períodos: el del guano y el
salitre y el de la economía actual. Hace de ellos
una interesante y jugosa descripción. Empero.
es artificial e incompleto considerar sólo dos
períodos prescindiendo de la época que precedió
al guano y al salitre y no destacando como período aparte el que comprende, después de la
guerra con Chile. el esfuerzo constructor nacionalista. La época actual sólo comienza en la postguerra europea. Sería inexacto prolongar el
período del guano y del salitre liquidado por la
guerra del Pacífico, hasta incluir la administración Piérola y las inmediatamente posteriores, o
confundir la época reciente, caracterizada por la
súbita duplicación de la riqueza y las rentas nacionales, los empréstitos y hegemonía extranjera,
con el esfuerzo constructor nacionalista que se
inicia el año 1895.El autor incurre en esta última
equivocación.
La guerra de la independencia produjo un
enorme desgaste económico. Las acciones militares devastaron el territorio y destruyeron la
riqueza. Se calcula que el Perú mantuvo un ejército, contando las cifras de ambos lados. de más
de 50.000 hombres. A la independencia sucedió
el caos político y la absoluta desorganización.
La obra de Castilla fué la de crear las bases de
una reconstrucción política y económica. No
pueden separarse estabilidad institucional, presupuesto, seguridad, prestigio exterior, bases del
24
vfcTOR A~
BELAUNDE
deearrolJo del oriente. Todo eso debe el Perú a
la obra de Castilla 'ytodo eso tuvo reflejos ecoDÓm.ieoa. De mane~ que no es cierto que el
gobierno de Caatüla fuera el espoaente o el reaullado de la formaci6n .de una ciNe apitali,ta,
sino a la inveraa; el orden u.ído por Caetilla hizo
posible la formación o la reconstituci6n del espi.tal nacional. Este proceso se aceleró y orient6
infaUstamente por el deacubrimiento del guano
el sietema de las concesiones fiscales. A la
pequeña y empobrecida oligarquía colonial se
agrega,' mezclándose con ella, una burguesía
nueva que adquirió decisiva influencia política.
La plutocracia del guano, que se aprovechó de la
obra de consolidación política de Castilla, no
aupo guardar su menaaje internacional sobre l.
superioridad marítima
Pero. La guena. del
PacHico liquidó' el período del guano y del salitre, y esta liquidación está bien observacla: depresi6n general de la producción y del comercio,
desaparición de la moneda, ruina del crédito.
Habría qne agregar: deatrocci6n de loa fundos
costeños, base de la economía peruana. La iaconvertibilidad del billete y el contrato Crace
marcan las tristes etapas de la liquidacién de la
guerra. El autor concluye que «la -nación .ufria
una terrible anemia»; mas no nos dice por obra
de quién aquel organismo agónico pudo reconstituirse. En su afán de buscar sólo las causas objetivas habla de la aparici6n de l. industria
,moderna. de la función del capital extranjero y
del recientísimo acortamiento de distancias con
Estados Unidos y Europa, prescindiendo de los
y
.1
LA REAUDAD
NACIONAL
25
factores principales: el esfuerzo individual y la
obra del Estado. Las fortunas del guano y del
salitre habían desaparecido en el absentismo
europeo, en la crisis financiera y en la destrucci6n por los chilenos de las maquinarias agrfcolas. Los propietarios peruanos tenían sólo los
cascos de sus fundos. Poco a poco, por obra del
esfuerzo paciente, la agricultura volvió a su pie
normal. Hay que reconocer esto en crédito de
los propietarios nacionales. Tal esfuerzo habría
sido ineficaz sin la obra de estabilidad política
y de acierto administrativo que signiEic6 el gobiemo de Piérola, Clamorosa es la injusticia con
que le trata Mariátegui. La política económica
de Piérola no pudo ser otra que la de fomentar
el capital renaciente; pero ella no se puso al
servicio indebido de la plutocracia. como se
insinúa. Piérola gobernó con la oligarquía inevitable en ese momento; pero no para la oligarquía.
Abolió la contribución personal que ésta había
establecido en administración anterior; y su política. definida en el gobierno y fuera de él, fué
la de oposición al aumento tributario, sobre todo
al de los consumos. Su sistema fiscal de estricta
economía y de absoluta honradez hizo posible
la iniciación de un programa de obras públicas
sin recurrir al empréstito. La estabilidad monetaria fué un beneficio general, sobre todo para
la clase obrera. Antes el exportador vendía en
oro y pagaba en plata depreciada; por obra de
Piérola el salario y el sueldo se pagaron en oro.
Censurar a Piérola, en un momento de recreación
del capital, porque no siguiera la política ele
26
vfCTOR ANDRts BELAUNDE
dilettantismo socialista de hoy, me parece contrario a todo recto criterio histórico. Piérola en
la oposición se mantuvo fiel a su programa. Sí
hubiera vuelto al poder, a las bases de su política creadora del 95, habría" seguramente, agregado reformas de orden agrario e industrial. La
iniciación de algunas industrias apareció como
un resultado de la obra de Piérola , los bancos
se desarrollaron a consecuencia de la estabilidad
política y de la estabilidad monetaria. De manera que las que se consideran como causas primordiales, son en realidad efectos que después
naturalmente adquieren el carácter de causas. La
obra de Piérola fué tan importante que duró, aun
separado del gobierno, seguida fragmentariamente por dos o tres de las administraciones que
le sucedieron. El período que señala en el Perú _
debería llamarse el de la reconstrucción nacionalista,
La guerra europea marca el cuarto período en
la economía nacional con sus características sobre
utilidades y empréstitos. El autor, que. se extiende, y con acierto, al tratar del período del
guano y del salitre, omite un .estudio semejante
de la etapa actual que resultaría jugoso, hecho
por un observador tan fino. Habría descubierto
curiosas semejanzas entre el período del guano
y el del empréstito. La duplicación violenta del
capital nacional, por obra. de la guerra europea,
corresponde al don gratuito de la riqueza guanera. En ambos casos, no bastando al Estado las
mayores rentas, se contratan e¡npréstitos. Omite,
también, Mariátegui, señalar en esta oportuni-
27
LA REAlJOAD NACK>NAL
dad (1) datos muy interesantes sobre la realidad
económica actual y el predominio del capital
extranjero. lo que podríamos llamar la esclavitud
económica del Perú. El partido comunista da una
importancia muy grande a los rasgos de esta
etapa que caracterizan a los países que llama
semicoloniaies,
porque en ellos la revolución
social es al mismo tiempo anticapitalista y antiimperialista. A la fuerza del socialismo. se suma
así el nacionalismo. ¿ Por qué Mariátegui, entusiasta adherente al programa de la Internacional
Comunista, omite señalar esos rasgos? Nos dice
en su prólogo que no es su crítico imparcial.
objetivo. y que sus juicios se nutren de sus sentimientos y de sus pasiones. Habría que agregar
que éstas explican sus silencios. No puede negarse que palpita entre líneas más que una benévola neutralidad para este último período de la
evolución económica del Perú. No podemos
hacerle la ofensa de atribuirlo a otra cosa que no
sea a lo que los franceses llaman la politique du
pire. La extremación del capitalismo y del irnperialismo conducen a la revolución social, que es
ideal del autor.
EL PROBLEMA DEL INDIO
El mérito principal de los Ensayos de Ínierpretación de la realidad peruana es haber dado
el primer lugar a la sociología nacional. al pro(1) Lo hace después
de la costu.
y sólo al referirse
u la agricultura
26
blema del indio. y el haber afirmado que su
nuevo . planteamiento supone el problema de la
tierra. Sorprenderá seguramente mi aserto a 108
que ignorando mia opiniones. vertidas desde bace
veinte ~os en artículos', dieeureos y conferencias,
tomen a lo serio la gratuita afimíaci6n de Mari'tegui, de estar yo vinculado por educaci6n y
temperamento a la casta feudal' del Perú.
Permita el lector esta digresión de orden peraonal, en gracia al derecho de legítima defensa.
El autor, que ignora el medio y centros de mi
primera formación y que no me ha tratado íntimamente, no tenía derecho a dogmatizar sobre
mi educación y temperamento. Tenía •. sí, para
conocer mis tendencias, el documento vivo de
mis declaraciones. Voy a referirme a ellas rápidamente .
. Cuando el Centro Universitario inició la discusión, en 1906, del problema indígena, frente
al criterio biologista y antiindigenista, sostuve
con todo calor la siguiente tesis: «La cuesti6n
'.social del Perú es la cuestión indígena; ningÚn
pueblo puede renunciar a su destino y el del Perú
es resolverla, cualesquiera que sean lo. aba:.
táculos y los sacrificios que haya que hacer para
vencerlos. ))
Mi discurso en la apertura universitaria dél
año J 4 fué un ataque a fondo a las posiciones
del feudaliamo y del gamonalismo en el Perú, al
proponer la supresión de la bueprovincial
del
eufragio, que nos había dado feudos electorale.
como lo. burgos de bolsillo de la Inglaterra anten- a 1832. La idea central de ese discurso era
LA REALIDAD NACIONAL
29
sustituir. mediante la implantación del escrutinio
departamental, la influencia de 106 gamonales,
por la democracia de la burgueaía y de loa obreros de los centros poblados.
En 1915, en mi conferencia dada en el teatro
Municipal de Arequipa, reiteré la idea de que el
aspecto típico del problema social del Perú es
el indígena, «que entrañaba la existencia misma
de la nacionalidad». Probé, en forma parecida
a la que ha empleado Mariátegui, que ·la república había agravado el problema por la absorción de las comunidades y el mantenimiento del
enganche, agregando un aspecto que él apenas
ha tratado en una nota: el del impuesto del alcohol que yo llamé desde entonces el sustitutivo
del tributo. «Vive entre nosotros--clijeen esa
época-el régimen feudal; un feudalismo sin religión, sin poesía y sin gloria.» Proponía la medida
inmediata de la limitación de la producción del
alcohol y la creación de una legislación tutelar.
Mia ensayos sobre «La realidad nacional», publicados en el diario El Perú, en 1917, respiran
una honda preocupación indigenista. Entresaquemos algunas citas: ((Es inaceptable y simplista
la conclusión de los etnólogos que han dogmatizado tanto sobre inferioridad radical de la raza
aborigen... El criterio para apreciar el valor de
una raza ea el de su aptitud para dominar su
medio. No puede imaginarse una raza más adecuada a laa bases económicas del ambiente en
que vive... Su psicología, tan refractaria al régi- .
men individual y tan propicia y fecunda en los
trabajos colectivos... La república, viviendo a
espaldas de la población indígena, la ha convertido en fauna humana.»
Para juzgar nuestra ideología política' tenía
una piedra de toque: la cuestión indígena. Así
critiqué la obra civilista del 66 por la constitución
«de los congresos con los elementos extraíd08 del
caciquismo o feudalismo provincialista; por la
contribución personal que no era sino la degradante resurrección del tributo y por el impuesto
al alcohol en lugar del monopolio que limitara
su consumo». Al analizar el ideario del radicalismo, lamenté que se limitara a la recuperación
de los terrenos de las comunidades sin exigir
además su reforma y una legislación especial.
Idéntica crítica hice de la declaración del partido
demócrata, a pesar de mi simpatía por ella.
En época en que la plutocracia costeña, productora del alcohol, era omnipotente en el Perú
y no se la podía atacar impunemente como hoy,
no vacilé, en ensayo especial publicado en El
Comercio, en 1917, en probar con acopio de·
datos estadísticos mi tesis del año 15 sobre que
el impuesto al alcohol era el sucedáneo del tributo, proponiendo la prohibición de la internación de alcohol en la sierra y su industrialización,
en unos casos, o el cambio de cultivo en otros.
Por último, en el trabajo a que se refiere Mariátegui, el cargo más grave que hice a la Universidad fué el de no haber estudiado la comunidad, cuestión central en el problema indígena,
que «simbolizaba la personalidad histórica y la
personalidad ética del Perú».
Como ve el lector, mi posición ideológica ha
LA REALIDAD NACIONAL
31
sido perfectamente definida. Sin llegar al planteamiento radical e integral de la cuestión agraria, para la cual nos faltaban entonces y aun nos
faltan hoy serias investigaciones, ocupé dentro
de la ideología demoliberal, común en esa época,
un puesto de avanzado reformismo o intervencionismo, es decir, lo contrario a toda oligarquía
y feudalismo.
En la formación y expresión de mi pensamiento no puedo atribuirme el mérito de haber
tenido que contrarrestar mi medio hereditario,
mi educación u otras influencias posteriores. Al
contrario, todos estos factores contribuyeron a él.
Arequipa, ciudad en que nací y recibí mi primera educación. no es, como Trujillo o Lima,
una ciudad señorial, sino tierra de medianos hidalgos, cristianos viejos de exiguo solar y escasa
hacienda, pequeños propietarios en la campiña
o en los valles, obligados a trabajar sus propios
fundos o dedicados al comercio o al trasporte:
industrias de clase media. Hice mi instrucción
primaria y media en el seminario que fundó el
celo apostólico del padre Duhamel. En sus clases
reinaba un ambiente de cristiana democracia. En
los clautros universitarios los maestros que más
influyeron en mí fueron: VilIarán, un realista, y
Maúrtua, además mi jefe en las cuestiones dé
límites, a quien Mariátegui con justicia reconoce
un criterio reformista. Me liberté bien pronto del
positivismo y del biologismo imperantes.
Mi
profunda herencia cristiana me hizo ver en
Nietzsche el teórico del aristocratismo vital, tan
leído en ese tiempo, un formidable poeta y un
creador de paradojas. pero DO un director espiritual. La reacci6n idealista de BoutroWl:y de
Bergson, por mi encuentro con Paacal. me orient6
hacia el espiritualismo ético y no al vitaliamo
estético. en que se quedaron otres. En mi átedta _
ge filosofía expliqué •• obre loe textos, a Pucal.
Spinoza y a Kant. tratando de .conciliar el primero y el último en 'un cristianismo independiente. que es la base metañeica del reformismo
liberal. Para los problemas nacionales. ansioso
de un criterio realista y no encontrándolo en el
radicalismo ret6rico y jacobino. ni en el positivismo universitario. ci~ntificista y libresco. busqué la inspiración de los grandes maestros: Bolívar. Sarmiento. Alberdi. Los Discurso« y las Cartas, el Facundo y úu Bases fueron mis libros
preferidos. Convencido de que los pueblos europeos de complicada eltructura capitalista e industrial no guardaban analogía con el nuestro. y
que sí la tenía España, me sustenté -largamente
con el olvidado Macías Picavea y el formidable
Costa. El problema nacional, Oligarquía y caciquismo, Polltic~ hidrátrlica, Europeización
de
ElIpaña fueron leídos ávidamente por mí. Respecto de política europea, me seducía el audaz
reformiemo de Lloyd George. IBuenos maestros
de feudalismo Costa y Lloyd George I Me separaron siempre del socialismo ortodoxo, no obstante el bello ideal de la supresi6n del salariado.
su metafísica materialista y anticristiana, tU 80ciología antirrealieta, fundada en el milagro de
lu trasformaciones súbitas, y su psicología hecha
LA REALIDAD NACIONAL
33
de complejos de envidia y de odio, forjadora de
rebeldes candidatos a dominadores.
Todos hemos evolucionado en la época presente, decisiva y dramática. Los jacobinos, por
lógica en la utopía, se han hecho socialistas.
Larga residencia en países protestantes me llevó
del cristianismo independiente al catolicismo y,
de un modo paralelo y lógico, de la democracia
liberal a la democracia gremial, funcional o corporativa. Creo tener hoy una visión más humana
y más simpática del problema social que la de
mi antiguo reformismo. Se dirá que es. es
medioevalismo y colonialismo. Es fácil jugar con
los vocablos; pero hacerlo sería faltar a todo
principio de honradez mental. El medioevo es el
feudo; pero lo 80n también la corporación y el
gremio; la colonia es el encomendero; pero es
también la obra misionaria. La corporación, la
unión de los hombres de una misma actividad
económica es, después de la familia, la más na.
tural de las asociaciones humanas; indestructible
como ella. No hay que basar la sociedad política
ni en el individuo ni en la masa, extremos que
se tocan (Rousseau y Marx se entienden), sino
en la familia y en el gremio. Sin los gremios no
habría habido control para el feudalismo. La
utopía de Rousseau nos dió, bajo el estado libe.
ral, el dominio de una casta industrial. Las corporaciones reviven en las irade-unions y en muchos sindicatos del siglo XIX que han sido la gran
juerza controladora. La ilusión de Marx nos dará,
en realidad, el dominio de una casta de demagogos. Para prevenirla o para libertarse de esta
3
vfcrOR
ANDRb
BELAUNDE
dominaci6n no hay otro remedio que el corporatierno. Lo que quedará de la revoluci6n rusa
no será la dictadura del proletariado con - su
fachada de soviets, como la plutocracia tuvo la
fachada del parlamentarismo, sino la pequeña
propiedad y las cooperativas que nunca estuvieron en el programa del marxismo ortodoxo, así
como lo que quedará del fascismo no será el
ideal nacionalista y la estatolatría, sino la organizaci6n sindical que se hará más flexible y más
libre.
Necesaria era esta apología que ha resultado
tamItén una con/essio lidei. Es tiempo de cerrarla
y de volver con serenidad filos6fica a la lnierpretaci6n de la realidad peruana.
El capítulo sobre el «Nuevo planteamiento del
problema del indio» contiene 'une euetanciosa
revista de los distintos criterios anteriores al econ6mico _respecto del problema indígena. Son
fundadas sus conclusiones sobre la ineficacia de
una política simplemente gubernativa, la inferioridad de la república respecto de la colonia en
este respecto, lo arbitrario de los cargos de los
biólogos y lo ingenuo de las esperanzas de un
cruce migratorio. No da valor a la prédica humanitaria y se lo niega, absolutamente, en el momento actual, al criterio religioso reconociendo
que él se situó hace siglos, con mayor energía,
o por lo menos con mayor autoridad. Es evidente
que el humanitarismo sin una base religiosa crea
una ética sentimental y verbalista; generosa pero
deficiente. Por desgracia la ética moderna, fuera'
del catolicismo, es s610 eso. No comprendemos
LA REALIDAD NACIONAL
35
cómo el autor, reconociendo más posibilidades
de éxito en la prédica religiosa, descarta dogmáticamente su actualidad considerando la «solución eclesiástica como la más rezagada y antihistórica de todas». Sus dos argumentos: la
menor capacidad espiritual e intelectual de la
Iglesia hoy, y el papel atribuído a los misioneros
por un distinguido escritor cat6lico de mediadores entre el indio y el gamonal, no son convincernes. El primero está desmentido por el vigor
del renacimiento católico moderno, institucional
e intelectual, y por la política nacionalista respecto de las razas inferiores que sigue, hoy más
que nunca, la Iglesia romana. El segundo no es
tampoco pertinente. En el momento actual de
incoherencia y de falta de una legislación indígena tal vez los misioneros no podrán hacer otro
papel que el de mediadores; pero la verdadera
solución religiosa supondría una legislación inspirada en ella, nuevas estructuras eclesiásticas,
reemplazo de los curatos por los conventos, convertidos en parroquias y escuelas misionarias; en
síntesis, la constitución de una autoridad en las
misiones, no de simple mediación. sino de franca
defensa y protección de los intereses indígenas.
Exagera su desdén el autor por la solución
pedagógica del problema. En la pedagogía hay
incuestionablemente una cuestión de ambiente,
pero hay también una cuestión técnica. Ambas
van indisolublemente unidas. El error de los
pedagogistas ha sido confiar en la técnica sin
crear un ambiente de justicia social para el indio.
Sin desconocer en el problema indígena el
vfCTOR ANDRts IEL.wNDE
aspecto técnico o pedag6gico creo que las fases
principales de él son la religiosa y la econ6mica.
Ambas eran contempladas en el programa de
una legislacién tutelar indígena que pedía yo en
1915. Había que adaptar a las necesidades y téc~
nica modetna lo que había de mejor en la legis.Iación española «que contemplé con mayor
realismo la situación indígena».
Mariátegui está en lo cierto al afirmar que el
fraccionamiento de los latifundios para crear la
pequeña propiedad no es una soluci6n bolchevique o revolucionaria. La solucién de la pequeña
propiedad no puede aplicarse exclusivamente.
En esto el realismo es esencialmente relativista.
Para el mestizo o el indio trasformado en el
ambiente de los grandes centros mineros o ágñéOIas y que ha adquiric\o así la psicología individualista. la solución será la pequeña propiedad;
para la masa indígena. adherida a las comunidades, la solución será la defensa. vitalizaci6n· y
modernización de éstas, No creo en una soluci6n
única reformista como existe una soluci6n única
socialista: la nacionalización total de la tierra.
EL PROBLEMA DE LA TIERRA.
En el largo ensayo que Mariátegui dedica al
problema de la tierra, hay que distinguir el proceso histórico. la descripeién de la situaci6n presente y la solución.
S6lo el presente nos es dado pintar. y aun esto
de un modo particular. con visi6n directa e inme-
LA REALIDAD ~ACIONAL
37
diata. Para lo pasado necesitamos el apoyo de
teorías e hipótesis y para 10 futuro, la proyección
de la luz de una doctrina. Mariátegui se muestra
un excelente realista cuando nos describe la comunidad bajo la república, la comunidad y el
latifundio y el colonialismo en la costa; pero
cuando se remonta al pasado surgen los prejuicios y los daros de su andamiaje intelectual.
La historia de la propiedad territorial en el
Perú no está escrita y, por lo mismo, todo ensayo
de reconstrucción debe comenzar por la confesión
de inevitables deficiencias e ignorancias. La primera forma de propiedad en el Perú es la comunal: el ayllo o la marca: sistema generalizado en
todos los valles de la sierra y la costa. El ayllo
precedió al imperio; el mérito de los incas consistió en respetar las comunidades, tomando
solamente parte de las tierras que Fdicaron al
estado y al culto (1). La constitución del imperio
supuso una cercenación de la propiedad comunal. é Cuál fué la proporción de los territorios
cercenados? No lo sabemos; pero sí tenemos
testimonios históricos que hablan específicamente
de tierras de comunidades tomadas por los incas.
Que a pesar de esta expoliación, los incas, por'
su política de eficiencia en el trabajo y de irrigaciones, crearon una situación de prosperidad y
de mayor rendimiento, no hay la menor duda.
Exagerada, sin embargo, para la población, es
la cifra de diez millones. El cálculo más optimista
(1) Véase mi tesis El Perú antiguo
loqos.
11los modcmos
sccío-
ViCFOR ANDRtS BELAUNDE
que conozco es el de ocho. incluyendo Quito,
Charcas, el norte de Argentina y de Chile.
Cuando los españoles llegaron al Perú no encontraron solamente la propiedad de la8 co~unidades indígenas, sino también la numerosa propiedad estatal o nacional que los incas dedicaban
al sostenimiento de su burocracia civil y eclesiástica. Al apoderarse de un modo súbito de toda
la extensi6n del imperio y destruir la jerarquía
indígena, dispusieron desde el principio de su
inmensa cantidad de tierras. El sistema de la
gran propiedad. el latifundio. fué inevitable.
Atribuir la gran propiedad a la psicología o la
incapacidad del español, haciendo un paralelo
con el proceso de la colonización americana, me
parece un gran error. Vesconcelos. al incurrir en
él, revive el criterio romántico y falso sobre los
orígencJ1la velucién de 101 Estados Unidos. El
divergente proceso de las dos colonizaciones no
se debe sólo a diferencia de psicología' en las
razas, sino a diferencia de situaciones y de
tiempo. Mientras que los ingleses fueron apoderándose parsimoniosa y lentamente de la limi.
tada región entre el Atlántico y los Alleghanys,
destruyendo o empujando a la población aborigen. España se adueñó en cincuenta años de
toda la tierra laborable ele Méjico hasta Chile. La
expansión de los Estados Unidos más allá de los
Alleghanys. the winning 01 the West es cosa de
fines del siglo XVIII y principalmente de fines del
siglo XIX (1). España, en lugar de destruir o de
(1) Véase mi trabajo TIte FrontieT
HÚiloTlJ·
in South
American
LA REALIDAD NACIONAL
39
repeler hacia la hoya amazónica a la raza aborigen, trató de asimilarla y conservarla. Censurar a España por la apropiación de las tierras del
estado valdría tanto como reprocharle la amplitud de su esfuerzo descubridor. Tan es cierto que
el régimen de la gran propiedad en América,
con su triste aditamento, la servidumbre. fué el
resultado de condiciones objetivas (territorrios
ocupados y razas existentes) que los colonos ingleses en la región del sur, de tierras más extensas y de climas más favorables, establecieron el
latifundio y el trabajo de una raza inferior importada: la negra. Lo interesante en el caso de
España es que una vez destruido el imperio incaico, bajo la influencia de las ideas religiosas,
que encarnaba la escuela dominica. Las Casas,
Victoria, de Soto y otros, tratara de limitar la
distribución a las tierras del estado incaico,
respetando las comunidades existentes.
La política de la época constructiva (154O) era
adaptar el régimen español al régimen incaico,
en lo que se refiere a la propiedad y al trabajo.
Respecto de la primera la masa indígena conservaría toda la que tenía, en tanto que la propiedad estatal se daba a los individuos e instituciones civiles y principalmente religiosas. Respecto del trabajo, éste debería representar prestaciones en especies o en servicios, de ningún
modo mayores que las impuestas por el régimen
incaico. Tal es. en esencia, la Iarrlosa cédula
expedida por Carlos V a los licenciados Santillán, Ondegardo y Matienzo, que deberían responder al más interesante y completo cuestiona-
vfCTOR ANDR(s BELAUNDE
no que existe sobre la cuestión indígena (1).
e Hasta qué punto en la historia efectiva la.conatitución de las grandes propiedades partiadarea
y eclesiásticas respetó la política de esa cédula
y el latifundio señorial o ecl~siástico salió de loe
límite~ de la antigua propi~ad estatal ~ ¿ Cuál.
fué el efecto que en las propiedades produjo la
política de reducciones del Virrey Toledo y el
mantenimiento de las encomiendas? La falta de
estudios sobre datos histéricos, estadísticos. impide científicamente llegar a conclusiones terminantes; pero es de presumir. como lo sostiene
Ugarte, que gran parte de la propiedad indígena
pasara legal o ilegalmente a manos de los españoles y criollos. por obra principal de las encomiendas.
La gran tragedia para la raza aborigen fué la
siguiente: la política de protección inspirada por
la Iglesia. debida al regalismo español, no quedó
encomendada a ella en su aplicación. Es un error
muy corriente. y del que no está libre el propio
Mariétegui, considerar al estado español. en esa
época. como el tipo del estado medioeval. Nada
es menos cierto. El estado español ante. de la
conquista realiza la modero. evolución hacia el
absolutismo. El estado español, Unsiglo antes q~
Francia y dos antes que Prusia. es el tipo del
estado que lo absorbe y lo domina todo: el estado
que podríamos llamar monista en oposición al
estado plural de la Edad Media. Este estado DO
se halla sometido a la Iglesia. aína al contrario.
o
(1) Véase la Relación
de Santillán.
LA REALIDAD NA'CIONAL
41
A pesar de su fe católica, España, en esto, como
la Francia galicana, no se diferencia de los estados protestantes o de Iglesia nacional. Por el
patronato la Iglesia perdió en parte el carácter
corporativo de la Edad Media y quedó convertida en un rodaje de la máquina política. Por
eso hay que distinguir, en la colonia, la jerarquía
eclesiástica sometida al rey, de la Iglesia relativamente libre de las órdenes religiosas. La tendencia regalista, que es una tendencia imperialista, fué eliminar las órdenes religiosas. de 108
territorios habitados por quechuas y aimarás, indios de paz, que habían evangelizado, relegándolas a las regiones de frontera, indios de guerra,
de las hoyas del Orinoco, del Amazonas y del
Paraguay. Los reyes de España daban apenas
diez. años para convertir una misión en doctrina
en la región del antiguo Perú. Al terminar ese
plazo, el grupo indígena escapaba al misionero y
quedaba bajo la jurisdicción del cura, sometido
al obispo. el cual lo estaba más al Rey que al
Papa. El indio peruano necesitaba de la permanencia indefinida del misionero como maestro. y
defensor. En lugar de organismos misionarios
para defender a las comunidades, creó Lope de
Castro la nueva institución de los corregidores de
indios, destinada a controlar a los encomenderos; pero que, careciendo del celo religioso y de
sentido corporativo, resultó a la postre una especie de encomienda temporal. A pesar de todo
esto, la propiedad eclesiástica (conventos e iglesias) y la legislación sobre las comunidades atenuaron evidentemente los resultados desastrosos
42 .
VícTOR ANDRts BELAUNDE
del latifundio. La propiedad eclesiástica de rentas moderadas o de censos o de cánones reducidísimos favoreció la constitución de una clase
agrícola media. Además, esa propiedad respondió a fines de orden esencialmente colectivo: el
culto, necesidad espiritual y estética; la beneficencia, hospitales y hospicios, y sobre todo a la
educación. A todo lo cual habría que agregar
que la renta eclesiástica, como lo ha probado
Pereyra, se invirtió siempre en las colonias, en
tanto que de la renta elel estado buena parte iba
a la península. Desde el punto de vista econémico, puede llegarse a esta conclusión: la propiedad eclesiástica realizó una función nacionalista y democrática.
Por eso fueron tan desastrosos los efectos de
la supresión de los jesuitas, a quienes con tanta
justicia elogia MariáteguÍ, desde el punto de vista
económico. Las, propiedades de éstos pasaron a
incrementar el latifundio laico. El caso fué notable en Arequipa, en donde la propiedad jesuítica
pasó a manos de la familia Goyeneche. y una
renta que ha llegado a la suma de 300.000 soles
til año, en lugar de emplearse en el debilitado
organismo de esa ciudad,' salía todos los años
al extranjero.
La acción misionaria, la misma obra de la
Iglesia secular, a pesar de 8U sumisión al estado,
la preservación de las comunidades, el monumento no superado de legislación tutelar y SUB
tentativas de aplicarlo constituyen la parte luminosa de la época colonial.
Mariátegui ha reconocido parcialmente este
LA REAUDAD NA~IONAL
43
cuadro, al reivindicar, con legítimo orgullo, la
constatación relativa a las órdenes religiosas que
le ha correspondido hacer, «a pesar de ser marxista convicto y confeso». La parte sombría del
cuadro la constituyen la encomienda, la mita
para las minas y la introducción de la esclavitud
en la costa. Aquí no caben ni excusas ni paliativos; pero no hay que suponer que el régimen
colonial español tuvo el monopolio de estos sistemas de explotación. Bastaría la compeeacién
con otros países y la historia reciente del contacto de las razas superiores con los pueblos de
color, para probar nuestro aserto.
La revolución americana, desde el punto de
vista de los factores económicos internos, es
fruto de los intereses, no sólo de una aristocracia
territorial criolla, que buscaba salida para sus
productos y al mismo tiempo influencia política,
sino también de la clase media de los mestizos
dedicados a la pequeña propiedad, o a ciertas
profesiones liberales o, anhelosos de posiciones
burocráticas. En el Pero, me parece exagerado
atribuir la independencia, corno lo hace Mariátegui, a factores puramente externos. Aunque
nos faltó el factor decisivo de una personalidad
genial, no puede dudarse que después de la
decepción que trajo la restauración absolutista de
1814, la aristocracia territorial y el mestizaje o
sea la clase media se orientaron definitivamente
hacia la independencia. En la revolución no hubo
evidentemente un programa de carácter agrario;
no aparece tampoco exigido por las condiciones
económicas en ese momento, ni por ninguna rei-
44
vícroa
ANDRts BELAUNDE
vindicación de clase. Con un criterio de relativismo histórico. no cabría censurar a los leaders
de la' revolución por la falta de división de propiedades. La aristocracia territorial se sumó a la
revolución y estaba empobrecida después de la
guerra; el latifundio eclesiástico desempeñaba
una función social. Las nuevas ideas y necesidades de la circulación de la riqueza exigían la
abolición de las vinculaciones y de los mayorazgoe ; se siguió esa política. que fué coronada
por el c~igo civil. Con el mismo criterio de relativismo histórico no podía exigirse más de ella.
El Perú estuvo libre felizmente de la orientación
jacobina que dominó en otros países de América.
orientación que respetó el latifundio privado y se
adueñó del latifundio eclesiástico. como en Mé.jico: la llamada política de las leyes de reforma.
Hoy sabemos cuál fuéel resultado. La confiscación de la propiedad eclesiástica no favoreci6 ni
al arrendatario ni al peón y sirvió únicamente
para acentuar el latifundismo laico (1). Si en el
Perú hubiera gobernado el radicalismo. se habría
producido idéntico fracaso.
Pero si no seguimos una orientación jacobina.
acentuamos el regalismo de la época colonial. La
Iglesia continuó esclavizada y burocratizada; las
misiones fueron abandonadas aun en la región
de frontera. La república no necesitó, respecto
oe la raza aborigen. importar la ideología humanitaria de la Revolución francesa; le hubiera
(1) Véase la opinión de Priestley en su Ilistoria
¡ieo.
de Mé~
LA REALIDAD NACIONAL
45
bastado revivir la tradici6n vernácula de la
escuela dominicana. De esto tuvo una clara visi6n Bolívar y de ahí 8U culto por Las Casas.
Para defender al indio psicológica y económicamente bastaba proteger las comunidades y revivir
las misiones. A ello se opusieron la ilusión igualitaria y revolucionaria y la atenuación de los
sentimientos religiosos en la clase dirigente y en
la clase media. Las nuevas generaciones fueron
escépticas y materialistas o indiferentes y la religién era relegada a las mujeres o al pueblo ignorante. Era imposible. dentro de este ambiente
depresivo. que la Iglesia conservara autoridad y
eficiencia.
Por el abandono de aquella hermosa tradición,
la parte censurable. en la política republicana.
es lo relativo a las comunidades indígenas. Puede
decirse que la revolución fué un avance desde el
punto de vista nacional, pero no desde el punto
de vista de la justicia social. No olvidemos que el
tributo y la esclavitud se conservan hasta el año
54. Al mismo tiempo el latifundio se extiende a
las tierras de comunidad al amparo de las leyes
y decretos que hacían ficticiamente al indio propietario. Sería un estudio interesante el de fijar
el número de comunidades y su extensi6n territorial a principios del siglo XIX y a principios del
siglo xx. Todo induce a pensar que la diferencia
sería muy grande en contra de la época actual.
El autor, que señala bien las fases de este proceso, no deduce sin embargo la tremenda lección
que de él se desprende. No basta tener un ideal
generoso. y lo era el de hacer al indio propie-
46
vfCTOR ANORts BELAUNDE
tario individual; es necesario un criterio realista.
La utopía del individualismo no se aparta de la
utopía socialista con su ígualitarismo económico.
El indio no fué ni ciudadano. ni propieta~iocon
el sufragio universal; mañana. en que sin criterio realista se nacionalice toda la tierra y se le
lleve a los soviets, como antes se le llevaba a
las ánforas, no será tampoco propietario, ni
ciudadano.
Si la revolución se basó en los intereses de la
gran propiedad y respondió a las finalidades bu.
rocráticas del mestizaje medio. rué hecha por el
ejército y de aquí que el poder político no tenga
una sola base, como cree Mariátegui: la gran
propiedad; sino dos bases: la aristocracia territorial y la burocracia militar. En el Perú se
agregaron pronto dos lactores: uno, por la formaci6n de una nueva oligarquía, a consecuencia
del guano, y otro, por el funcionamiento político
que tenía que crear a la larga el tipo del pequeño
gamonal político o cacique provincialista. Un
partido de clase media y de profesionales no
pudo formarse; así fracuaron el partido liberal
y su continuaci6n: el primer partido civil de
Ureta y de Arenas. Sólo la nueva plutocracia.
más bursátil que territorial, logró criatalizaree en
un partido político para luchar contra la clase
militar, al principio, entendiéndose con ella, después. La democracia desarrolla el tipo del político. de caciques, propietarios o no. que llegan a
formar artificial y momentáneamento fuerzas de
consideración. Clientela en unos casos de la burocracia militar, en otros de la plutocracia, ha
LA REALIDAD NACIONAL
47
revelado a veces tentativas de emancipación,
como en el año 90. en que Rosas representaba
la oligarquía ; Morales Bermúdez, la burocracia
militar, y Valcárcel, el caciquismo parlamentario. En regímenes de corrupción. el caciquismo
parlamentario está destinado a enriquecerse y a
agregarse a la plutocracia territorial absorbiéndola. De esoa.ritmos de lucha entre esos tres elementos o más peligrosos contubernios, que nos
explican perfectamente los factores económicos,
sólo se sale en la historia del Perú por la influencia de las grandes personalidades: Castilla y Piérola. Su obra no puede ser, por eso, explicada
por el materialismo histórico. La abolición del
tributo y de la esclavitud representaba
para el
fisco una seria disminución en la renta y un
serio golpe para la agricultura. Si Castilla hubiera sido el simple agente de una burocracia
que necesitaba ser bien pagada o de los propietarios costeños, no habría ni reducido sus entradas, ni quitado a estos últimos el brazo seguro
y barato. Puede decirse lo mismo respecto de la
obra esencial de Piérola: la abolición de la contribución personal y la estabilidad monetaria.
Tales son las reservas y rectificaciones que
cabe hacer desde el punto de vista de la evolución histórica. Ellas. se refieren principalmente
a matizar la visión colonial destacando en ella
la tendencia ético-realista en el problema indígena y a atenuar algunas exageraciones del materialismo histórico en la interpretación
de la
historia republicana. Pero es justo reconocer que
son inatacables las afirmaciones de Mariátegui
48
vfCTOR ANDIlt.s BELAUNDE
respecto del papel de las comunidades indígenas
en la economía incaica, de la legislaci6J1tutelar.
de la obra misionaria en la colonia y los cargos
que formula sobre la política republicana destructora de la comunidad. El interés, la eaactítud.
la profundidad de visión del autor. se acentúan
cuando describe la época contemporánea. Los
capítulos sobre el latifundio y la comunidad, el
régimen del trabajo. servidumbre y salario y
-sobre todo el dedicado al colonialismo de la agricultura costeña contienen páginas de antología
política. Establece la dara diferencia entre el
latifundismo de la costa industrializado y modernizado y el primitivo e infecundo latifundismo
serrano. Habría que hacer sólo la excepción de
las nuevas ganaderas que son la iniciación de ese
proceso ~mizaci~
en la sierra. Con losdatos del iIireresantísirnd estudió de CaStró Pozo.
sostiene la vitalidad y ·plaeticidad de ·las comu. nidades y la estagnación del latifundio serrano.
El latifundio costeño. aunque industrializado,
conserva un régimen feudal de .trabajo por el
enganche y el yaneconadó.
Sagaces son las
observaciones del autor respecto al latifundio y
la despoblación y la nueva tendencia de los
grandes propietarios de crear núcleos de pequeña
propiedad a su alrededor. Pavorosa y exacta la
pintura que nos hace de una producción agricola
orientada hacia el mercado extranjero y controlada por éste. Alarmante la cifra de cuatro millones de libras que el Perú importa en víveres
y que revela hasta qué punto ha llegado nuestra
dependencia económica. Sus proposiciones fina-
/
LA REALIDAD NACIONAL
49
les son en general inobjetables, cuando condena
el absentismo por injusto y por Jos obstáculos
que presenta al progreso agrícola (falta de estímulo en el arrendatario); cuando afirma que una
nueva política inmigratoria es incompatible con
la intangibilidad del latifundio; cuando sostiene
la necesidad de una política intervencionista en
la costa frente a la imposición extranjera; cuando
señala la inaplicación de las leyes higiénicas y
de protección obrera (inaplicación que revela en
el Perú lo que podríamos llamar la abdicación
del estado) y cuando asevera que si el gamonal
o feudal no resulta productivo, ha perdido su
título aun dentro del criterio capitalista.
Todas estas conclusiones conducen lógicamente
aun programa realista sin utopías y sin dogmatismos que suscribirían muchos que no son comunistas; protección y vitalización de las comunidades. expropiación del latifundio improductivo
o retardado. conversión del yanacón o aparcero
en propietario. defensa y extensión de la pequeña
propiedad. constitución de un banco agrícola
para los fines anteriores y para sustituir la habilitación extranjera. gravar el absentismo. aplicar
rigurosamente las leyes de protección obrera. fi. jar una proporción al capital nacional en toda
empresa, establecimiento de parroquias conventuales y escuelas misionarias, y culminando todo
este sistema y como clave de él, sustitución del
parlamento, pseudo-demo-liberal, por la representatión de todos Jos organismos vivos en 10l!1
que el trabajo tendría una gran mayoría.
No es esta por desgracia la solución del autor,
4
50
víCTOR ANDRfs 8ELAUNDE
entusiasta adherente al programa marxista. En
éste hay que distinguir la finalidad ortodoxa, la
nacionalizaci6n de la tierra, que es la soluci6n
definitiva, y los medios o métodos que constituyen la solución de estrategia. Es evidente que no
s610la pequeña propiedad sino la comunidad son
opuestas al dogma de la nacionalízacién abso-luta de la tierra. El programa comunista adoptado el l. o de septiembre de 1928 en Moscú, en
lo referente a los países semicoloniales de América latina, no precisa soluciones estratégicas,
pues habla s610de «lucha contra el feudalismo y
las formas precapitalistas de explotación... de
una serie de etapas preparatorias, como resultado
de un período de trasformación de la revolución
democrática burguesa en revolución socialista».
En síntesia; nada definitivo.
No son más precisos los comunistas-peruanos.
Inferimos que no se trate de defender las presentes comunidades sino de extenderlas y de reconstruir las extinguidas ... Respecto de la tierra no
comunal y no fácilmente atribuible a antiguas o
nuevas comunidades, é será la soluci6n entregar
al peonaje el latifundio serrano y al obrero los
fundos industrializados de la costa para que por
falta de técnicos y capital se paralice la producción y reine el hambre? En uno u otro caso,
queda el problema de la organización del estado
y del contenido y espíritu de la nación. Aquí la
solución comunista trasciende del punto de vista
económico y obrero y ahorda un problema más
hondo: el poblema de la nacionalidad, problema
relativamente fácil en los países de unidad racial,
51
LA REALIDAD NACIONAL
problema cornplicadísimo en los países de mestizaje. Por gravitación natural, por surenchére
demagógica, el programa socialista se ha hecho
en el Perú programa del indigenismo radical. El
indio no es una parte esencial de la nacionalidad.
sino la nacionalidad misma. Lejos de todo programa de «occidentalización».
se trata de revivir
la civilización incaica. haciendo de ella una pintura idealizada. La tesis indigenista en su origen
fué una simple manifestación romántica: primitivisrno, amor del color local, y tuvo, hasta ahora,
expresiones estéticas más que políticas. Nadie
soñaba reconstituir la nacionalidad sobre bases
y direcciones exclusivamente indigenistas; pero
he aquí que las necesidades de la estrategia de
la revolución mundial ponen js la orden del día
el problema de la liberación de las razas de color.
El indigenismo radical adquiere así un nuevo
aspecto que podríamos llamar pragmático. En la
lucha contra el capitalismo asume una importancia de primer plano la rebelión de las razas sometidas. El socialismo abandona su criterio humanitario y adopta, con inconsecuencia palmaria,
lo que podríamos llamar el nacionalismo racial.
La aplicación de este nacionalismo racial no
presenta obstáculos en los países en que se puede
establecer una ecuación entre raza y nación,
como en la India o mejor todavía en la China,
en que el elemento de las razas extrañas se ha
mantenido en la periferia ejerciendo apenas la
hegemonía política o económica. En esos países
racismo es nacionalismo .
.En la América andina, en que la raza espaBAi'./_O DE L-\ ¡·-t.:riJLl!Cft.
8l11LIOTECA lU':j.Af'r:.
_ A",ANGO
CA1'Al0QAC!ON
52
vícros
ANDRts_ IELAUNDE
ñola ha convivido y se ha mezclado con la raza
aborigen durante tres sí¡{lós, creandO el tipo dd
mestizo, que constituye la niaYodade J. :pobla-cién, y del criollo, -que por influencia del- ~
biente es mestizo por ósmosis, la aplicaciÓD del
racismo no es la afirmación de la nacionalidad,
sino su desintegración o ruptura. La conquista no
fuéun hecho político, como 'cree Mariátegui; la
conquista fué sobre todo un hecho biolÓgico. No
_ cabe ya moralizar sobre él, sino partir de él. El
Pero de hoy, el Perú real, no puede ser Comparado ni con la China.ni con la India. De lacivilización primitiva sé pueden respetar el Esthetos y cierto T eJenos, pero sería mostruoso e im~
posible intentar revivir el Logos y el Eth08 y'
sacrificara ese sueño parte de la poblaci6n que.
por herencia biol6gica y' espiritual, pertenece el
la ejvilizecién cristiana: El "naCionalismo racial
ne~ a la barbarie. Sus -gestos simbólica. -611.
América serían sacar la piedra sacrificial del
museo de Méjico y ponerla de nuevo. anhelosa
de -víctirnas, en lo alto del T eocali: o tomar los
·huacos de los museos peruanos y. repartiéndcdolt
en el territorio. revivir los adoratorios fetichistas: renegar de la liturgia, que es ascensión -pM].
materia al espíritu, para volver a la mag¡., qae
es inmersión del espíritu en la materia.
No insistamos en el pavoroso cuadro: el comunismo peruano no tiene en esto la aprobación de
la Internacional. Parec-e. que en Moscú nóba:m
perdido del todo el sentidO de la realidad. -Lee.•
mos en el n. o 16 de La. Correspondencia ¡"ternacfonal (15 de abril de 1929, número dedic*lo
LA REALIDAD
NACIONAL
53
especialmente a la América Latina}: «La consigna propagada por la organización nacionalista
pequeña burguesa A. P. R. A.: América latina
para los indios es una utopía irrealizable. El
desenvolvimiento histórico, económico y social
de América latina ha creado una situación de
hecho: millones de negros, de blancos, de emigrados, de mestizos y de mulatos viven y trabajan en América Latina. Pensar expulsarlos para
reservar la América Latina únicamente para los
indios, guardando la pureza de su raza y resta.
bleciendo sus costumbres, su lenguaje y sus organizaciones sociales en tribus, etc., es querer
remontar el curso' de la historia y puramente
utópico.»
Contemplando el problema indígena en su
doble aspecto económico y nacional, cabe decir,
sintetizando, que pueden reducirse a tres los puntos de vista y las soluciones: la tesis imperialista,
la antítesis indigenista y lo que podríamos llamar
la síntesis verdaderamente nacional de la tradición histórica. Para la teoría imperialista, el indígena constituye la infraestructura del organismo
nacional.
Las teorías biológicas modernas, imbuídas en
el concepto de la superioridad de ciertas razas,
vinieron a acentuar la concepción imperialista.
Para ella la nación es sólo el elemento blanco y
el elemento mestizo. El elemento indígena está
destinado a ser absorbido o a desaparecer. La
tesi. imperialista ha tenido más adherentes de
lo que se supone. Pocos tenían la franqueza de
enunciarla; pero ella gravitaba en la subscon-
54
víCTOR
ANDRÉS· BELAUNDE
ciencia de una inmensa mayoría. ins~irando diversos hechos legislativos. políticos o sociales.
Frente a la tesis imperialieta, que excluye del
alma de la nacionalidad al indígena. aparece la
tesis indigenista radical. o sea la antítesis: el
indio es el país.
Apartada igualmente de la concepción imperialista. del feudalismo colonial y del biologismo moderno, y de la tesis indigenista, inspirada por la estrategia revolucionaria, surge la
vieja concepción que encarnó la vida de Las
Casas y el pensamiento de Victoria. Esta concepción es ética por la: inspiración y realista por
las aplicaciones. La tesis imperialista tiene una
inspiración económica; la tesis indigenista, una
. finalidad demagógica y política. La síntesis cris. .liana surgió sin representar intereses o pasiones.
Fué la generosa aplicación al descubrimiento de
América de los principios del Derecho Eterno,
de la Philosophia Perennis. Esta doctrina proclamó con Victoria el derecho de las razas aborígenes no sólo a la propiedad y a la libertad, sino
a la soberanía política. Y luego de establecido el
dominio español, con Montesinos y Las Casas
mantuvo para los indios el carácter de libres
vasallos de la monarquía y se opuso al establecimiento de las encomiendas y del trabajo forzado y defendió a las comunidades. Esta concepción puso en la colonización española la nota
ética que la diferencia de las otras colonizaciones. En tanto que Inglaterra en el siglo XVII y
. otros países en el siglo XIX siguieron sin vacilaciones una línea económica que los llevó a la
LA REALIDAD
NACIONAL
55
extinción del elemento aborigen. España sintió
el deber y la misión de protegerlo legislando
sobre él. El primer intento de esa legislación
produjo la formidable crisis que casi destruye
el imperio colonial: las guerras civiles, conflicto
entre los intereses de los conquistadores y el ideal
de justicia inspirado a la corona por la escuela
dominicana. El materialismo histórico podrá
explicar el primer elemento. pero jamás el
segundo. La concepción cristiano-nacional se
mantiene viva en los continuadores deLas Casas.
de Victoria y Soto: en el padre Agia, tan citado
por Solórzano Pereyra, en el padre Avendaño,
. autor de Thesaurus lndicus, condenador de la
esclavitud. y llega hasta ViIlalva, el precursor.
el gran enemigo de la mita. Filosofía de lucha
en la conquista, filosofía vencedora en la legislación tutelar, filosofía aplicada en la obra misionaria, llega hasta nosotros como la única fuerza
viva y de perenne juventud de la tradición colonial. A esos títulos de vitalidad histórica habría
que agregar las cualidades que le señalaría, en
comparación con las soluciones contrarias, un
análisis imparcial. Es lógica en su inspiración
ética porque sólo sobre la igualdad moral y espiritual se pueden basar los derechos políticos y
las reformas económicas. El socialismo. al relegar como un mito la unidad espiritual de la humanidad, no tiene base para establecer la igualdad política y la igualdad económica. Como el
humanitarismo de la escuela utilitaria inglesa, el
humanitarismo marxista es una flagrante contradicción'. De la concepción materialista de la vida,
"
"i"
~
"
vfC'rOR ANDRQ:'BELA1JNDE
#
el único que ha sacado las. consecuencias 16gicas
ha sido Nietzsche. el niño tenible de la filosofía.
Individualismo y socialismo se han decorado de
, un. ideal cristiano despojándolo de su fuente
mismá.
_
La concepción catélica es más completa
porque contempla en él problema no sólo el
aspecto económico, sino también el pe~agógico
y el técnico. No es dogmática y unilateral. sino
realista y flexible. Por último, no desintegra la
nacionalidad. sino que las~lva. Lo que necesita
hoy es ser aplicada con un criterio moderno y
frente a los datos concretos, y actuales, sin la
perturbadora visión de privilegios que mantener.
o de posiciones que alcanzar.
Bien sé que aunque ella representa la razón y
el sentido de lo posible. no es -la que está más
cerca de nuestra realidad .. Es la historia universal y principalmente nuestra historia: el trágico
diálogo del interés y de la pasión. La razón,"
desoída antes del conflicto. sólo es llamadatardíamente para salvar pobres despojos de entre
la destrucción y las ruinas.
No desconocemos que la historia contemporánea. está dominada por las formas del materialisnlO~capitalismo y socialismo. Si desaparecier~
la civilización occidental en este duelo terrible.
al cristianismo lé correspondería. como dice Berdiayeff. una misión parecida a la que le cupo
después de la invasión de los bárbaros, Por eso
en ddlnitiva y a la Iarp el porvenir ea del
cristianismo. De esto tuvo una visión profética
Cheteaubriand, cuando decía, en Memorias de
LA REALIDAD NACIONAL
57
Ultratumba, que estando para escribir El Genio
del Cristianismo lo había compuesto de diferente
modo; (En lugar de recordar los beneficios de
las instituciones de nuestra religión en el pasado.
yo haría ver que el cristianismo es el pensamiento
del porvenir y de la libertad humana. Y que este
pensamiento redentor es el solo fundamento de
la igualdad sociaL.. El cristianismo actúa con
lentitud porque actúa por doquiera. No se
adhiere a la reforma de una sociedad particular.
sino que trabaja por la sociedad general. Esto
es lo que él expresa con una maravillosa simplicidad en sus oraciones más comunes, en sus votos
cotidianos, CU8nPO dice 8 la multitud: roguemos
por todo el- que sufre sobre la tierra. El l\f erbo
no se encarnó en el hombre del placer, sino en
el hombre del dolor. con el fin de la liberación
de todos, de una fraternidad universal y de una
salvación inmensa.»
La Instruccíén pública
En el largo capítulo que el- autor consagra al
proceso de la Instrucción pública. se señalan sus
tres elementos: la herencia colonial y las iníluencias francesa y norteamericana.
Naturalmente. en el balance de la herencia
colonial sólo se indica el debe y no el haber.
Sabemos los aspectos desfavorables o defectuosos
de la educación colonial que constituyen ya un
clisé en la sociología americana. Lo interesante
habría sido señalar los puntos luminosos en ese
cuadro de sombras. Estos son cuatro. Es el primero la educación misionaria. En los capítulos
relativos al problema de la tierra y al religioso,
Matiátegui se refiere con simpatía a la obra misionaria. Lógicamente debió considerarla también
en el capítulo de la Instrucción pública. Vaeconcelos no ha vacilado en declarar en Indología
que toda obra de educación popular, principal.
mente de educación indígena. tiene que seguir
las trazas de los misioneros y que su esíuerzo
no ha sido superado ni siquiera igualado. La educación misionaría revistió un aspecto económico.
LA REALIDAD
NACIONAL
un aspecto práctico. No se trató simplemente de
enseñar a los indios la religión cristiana. sino
las artes y los oficios. dentro de la técnica de
esa época. Es el segundo el contrapeso que tuvo
la educación aristocrática oficial en el sentido
democrático que a la alta enseñanza dieron los
colegios religiosos. Mientras que el rey excluía
de la enseñanza superior a las razas de color.
éstas eran escogidas en los colegios de las érdenes religiosas. Vale la pena insistir en este punto.
presentando un testimonio incontrastable: el ~le
los interesados. Dice una nota del folleto publicado en Lima en 1812con los discursos pronunciados en las Cortes de Cádiz en defensa del
voto de los mestizos: «No hay una sola aula de
latinidad y retórica en que no se enseñe ind stintamente a los niños y plebeyos sin exceptuar
a los indios, castas y morenos. Hay también
varios colegios y universidades pontificias pertenecientes a las órdenes religiosas en los que se
enseñan la filosofía y la teología a los jóvenes
de toda clase y color y nacimiento " Los cuerpos
religiosos de esta ciudad nos han preservado de
la ignorancia a que estábamos condenados por
la falsa política del siglo.»
El tercer punto señala algo común a la educación aristocrática del Estado y a la democracia de la Iglesia. Es verdad que a ambas les
faltó atender a las ciencias experimentales y de
observación y que en el período de decadencia
la sutileza y el verbalismo fueron manifiestos. A
pesar de estas degeneraciones, la educación
escolástica sobresalió en dos disciplinas funda-
·60
mentales: la Lógica deductiva y la Etiea: Ha
recordado Laeserre, en sus recientes conferencias
en la Sotbona sobre el neotomismo, que la Esco..
lástica era un fuerte entrenamiento para el racio,
cinio, para el análisis y la lJreeisión verbal. Por
10 que se refiere a la Etica.
impone el con.
traste entre sus claros y s6lidos principios y la
desorientaci6n de los tiempos modernos. que
. Faguet califica como la dimisión de la Moral.
Nosotros. por las ciencias ex~rimentales. tepe.
mos mejores instrumentos objetivos, muo en
- muchos,c8S08. los dos valores subjetivos tan
esenciales: un claro. raciocinio. un recto criterio
ético, son, en los hombres modernos. inferiores
a los de anteriores generaciones. La época colonial. como la Edad Media. no tuvo ciencia experimental. pero tuvo _una filosofía. La época
actual tiene ciencia, perócarece de Filosofía.
No puede llamarse tal. sobre tOdo desde el punto
de vista ético. la infinita variedad de creaciones
subjetivas, verdaderos poemas metafísicos que
nos han conducido a la más completa anarquía
espiritual desde Descartes hasta hoy. .La 8'J'8Il
obra del futuro será la conciliaci6nentre la cien.
cia moderna y la Filosofía Perenni s. Po11pJIlos,
pues, en el haber de la herencia colcmal la concepción ética de la vida y el fuerte sentido de los
valores absolutos. Era natural que a mediados
del siglo XIX, utilitario. materialista o agn6stico.
se desdeñaran como un mito aquellos valores. La
situati6n ha cambiado totalmente en-el siglo xx.
La Filosofía se orienta otra vez en Alemania y en
Francia hacia lo absoluto. hacia los valoree eter-
se
61
LA REALIDAD NACIONAL
nos. No podemos repetir en el siglo xx la apreciación sumaria. unilateral y dogmática de la
Filosofía medieval del agnosticismo y del materialismo del siglo pasado. La tragedia del materialismo histérico y del socialismo integral es la
de haberse plasmado dentro de una concepción,
hoy anticuada, de las relaciones entre la ciencia
y la religión. de la experiencia y lo absoluto. En
la época de Marx y de Renán (1)•.se creyó que
la ciencia reemplazaría a la Filosofía y a la religi6n. El estupendo progreso científico de los últimos ochenta años ha revelado que el misterio no
ha muerto. como creía Berthelot. Los más altos
representantes de la ciencia. señalando sus limitaciones, no la creen incompatible con la religión. No debe ignorar el autor de la Interpretación de la realidad peruana, tan bien informado
sobre el movimiento de las ideas europeas, la
respuesta de los cuarenta sabios de la Academia
de Ciencias a la célebre enquéie de Le Fígaro,
sobre las relaciones entre la religión y las
ciencias; y las recientes y famosas declaraciones
del profesor Eddington, uno deles más grandes
astrónomos y físicos ingleses. acerca de los mundos visible e invisible. No todo es, pues, ciencia
experimental y técnica. como lo quiere el socialismo; sobre la ciencia está la filosofía; sobre la
técnica, el espíritu.
Aun respecto de la orientación experimental
cabe hacer una reserva; y aquí interviene el
(1) El
Manifiesto
son de 1848.
Comuni.~ta
.\' l'Aren!/'
de la
Science
62
víCTOR
ANDRt.S
BELAUNDE
cuarto punto. Al finalizar el siglo XVIII se intenta
una reforma en la enseñanza universitaria. Ello
se origina en los injustamente olvidados proyectos de la Junta de Aplicaciones de los bienes de
jesuitas, de 1772.que sugerían un programa innovador-experimental y nacionalista. Este programa
se realiza. años más tarde. en los colegios'carolinos. La orientación intelectual de fines del
~iglo XVIII es inductiva, experimental, económica,
nacionalista, y de nuevas disciplinas sociales. Es
una especie de renacimiento' al finalizar nuestra
Edad Media; y como renacimiento un movimiento complejo en que se juntan. a la rica savia
de la tradición ética. nuevas disciplinas y nuevas
orientaciones. Juzgando con un criterio de relativismo histórico. no podríamos decir que en el
siglo XIX se presenta entre nosotros un movimiento de realismo científico económico y nacionalista comparable al del antiguo Mercurio
Peruano, tan admirado por Humboldt. Nuestra
obra. en la República. exigía proscribir la sutileza y el verbalismo. la exageración deductiva,
y destruir los marcos aristocráticos de la enseñanza del Estado. Sin necesidad de hacer importaciones violentas e integrales. y conservando las
disciplinas lógicas y éticas. cabía revivir para la
instrucción popular el sentido tópico. la orientación al dominio de la tierra de las primitivas
escuelas misionarias, y acentuar en la instrucción
superior la orientación realista de los últimos
tiempos. Al lado de esta obra de continuidad
histórica. pudo agregarse la adaptación- de los
mejores modelos extranjeros.
LA. REALIDAD
NA.CIONAL
63
No fué el sistema francés el primeramente imitado, a raíz de la independencia.
La fiebre imitativa en América se orientó hacia el método de
Lancaster;
se le atribuían virtudes prodigiosas.
Se vivió, además, dentro del mito del alíabetismo, cuando la enseñanza simplemente literaria
no salvaba el problema. Llama la atención el
contraste entre la ineficacia de las medidas adoptadas y la absoluta fe en que pronto no habría
analfabetos. Es conocido que las primitivas constituciones exigían para la ciudadanía el saber leer
y escribir; pero con la reserva de que tal exigencia no sería efectiva sino desde el año 40. Se
creía que en esa fecha los indios habrían aleanzado ese grado de instrucción.
El primer gran esfuerzo hacia la organización
general de la Instrucción pública se debe a Castilla y es el de la ley del 61. El autor omite referirse a él. obedeciendo insconscientemente
a su
tendencia a aminorar la influencia de las personalidades dominadoras de nuestra historia: Castilla y Piérola. Aquella ley tuvo dos méritos: uno,
elocuentemente
señalado por el Dr. Villarán, la
centralización, base de la eficacia del sistema; y
otro (a pesar de inspirarse en el modelo francés),
el respeto a la autonomía universitaria. que salvó
a esta institución del anquilosamiento
burocrático. No bastaba una buena ley. La instrucción
popular en el Perú demandaba un esfuerzo apostólico. Apagada la mística misionaria, necesitábamos místicos laicos del tipo de Sarmiento.
Además, en ese momento nos habría convenido
para la instrucción primaria. no el modelo [ran-
64
vfCTOR
ANDRfs
8ELAUNDE
cés, sino el modelo americano, de mayor sentido.
realista. orientado hacia la. pr~óR-'de
la_.~
- ciencia. Fervor apostólico en el impulSo y eentidorealista en la técnica, es lo que llevó Sat'miento
a su genial obra. Este recuerdo, en triste contraste, nos conduce a apreciar las deficiencias de
lo nuestro. La ley del 76 agravó los males de la
orientación académica, con la ineficiencia directiva. al descentralizar la Instrucción pública y
entregarla a las municipalidades. El autor no
encuentra, al estudiar loe .defectos de nuestro
sistema. sino una explicación: el carácter feudal
de nuestra sociedad. que repite como - un leit
motio, Y el hecho es que nuestra Instrucci6n
pública no tuvo carácter aristocrático. Para explicarnos el fracaso, basta observar su falta de sentido realista. Ultrademocrática era la ley del 76.
--~ ponía a las escuelas en manoa de los municipios, fruto del sufragio-popular. Ultrademoerético era el movimiento empeñado en generalizar.
la instrucción media. en lugar de las escuelas
práctieas o las primarias superiores: Fué sincero
el deseo de nuestros padres de difundir las luces,
y de hacer accesibles a todos la enseñanza tnedia
y la enseñanza superior. Es. precisamente, l.
exageiación de tal tendencia la que ha producido
la crisl8 profesional.
No es inconveniente el modelo secundario
francés. hasta hoy el mejor del mundo, para los
colegios preparatorios de la -universidad. Lo
absurdo fll.é mantener un tipo único de colegio,
con sacrificio de las escuelas especiales con
orientación directa hacia
vida.
la
LA REALIDAD NACIONAL
65
Al fracaso de una imitación integral del sistema francés, sucedió, por obra de nuestro espíritu simplista, el de la imitación integral (instrucción media y primaria) del modelo americano, a
principios de este siglo. Mariátegui no puede
ocultar sus simpatías por esta tentativa. No nos
sorprende. Los socialistas condenan al capitalismo, pero viven en una constante admiración
de sus métodos y orientaciones. El sistema popular-la Grammar School-de los Estados Unidos.
es excelente. Su seducción debió ser grande en
la época de Sarmiento y de Horace Man, en que
palpitaba-todavía la vida simple y pintoresca de
los ploneers, Aunque tardía, la imitación de ese
modelo para nuestra instrucción primaria era
buena y posible. ¿ Puede decirse lo propio respecto a la instrucción media? La comparación
reciente hecha por Fisher, entre la High-School
americana y la High-School inglesa, resulta
desfavorable para la primera. En la escuela
americana hay un sentido igualitario, toscamente
-nivelador, que sacrifica las capacidades excepcionales al término medio de los alumnos. El
criterio de selección no es un criterio aristocrático: el progreso de la sociedad consiste en el
máximo rendimiento de las mejores inteligencias.
Al error de esta imitación unilateral americana,
se agregó otro de procedimiento; se creyó que
sólo podrían introducirse métodos americanos por
medio de funcionarios americanos, que no siempre resultaron adaptables al medio. Atribuir el
fracaso de la orientación americana a nuestra.
-estructura social, es se~ciIlamente arbitrario. So5
66
víCTOR ANDRÉS BELÁUNDE
lamente puede haber dos causas de este fracaso:
la falta de una colaboraci6n del gobierno. y, en
algunos casos, la inadaptabilidad del personal
traído. Idéntico o peor fracaso se realizaría, establecido el socialismo, en condiciones semejantes.
El prejuicio socialista explica las equivocadas
afirmaciones del autor, respecto del. proceso general de la Instrucción pública. Un nuevo factor
de orden sentimental agrava esta desviación
.cuando trata de la reforma universitaria. Ese
factor es su inocultable antipatía a la generación
novecentistá. Afanosamente se empeña en atribuir el movimiento de renovación en América a
la agitación universitaria argentina. Insiste enconsiderar que el nuevo programa de reformas
en el Perú data sólo de 1919, omitiendo inexcusablemente los movimientos universitarios de
1905a 1908. Dando más franca expansi6n& sus
sentimientos, acusa a la generación futurista de
haber marcado una orientación conservadora y
de hegemonía cioilista en la universidad. La generación novecentista apareció en la universidad
-cuando ésta, por obra de maestros a quienes
trata con simpatía justificada: Prado y Villarán,
había orientado a la universidad hacia el .positivismo. Esa generación, bajo la influencia de
aquellos maestros, representó evidentemente una
rectificación de la simplista y primaria ideología
radical. Dos elementos de valor positivo había
de adoptar esa generación: la acentuación del
nacionalismo en los estudios y la rectificación
del positivismo en consonancia con el renacimiento idealista de las corrientes modernas en
LA REAUDAD
NACIONAL
67
Francia, Alemania e Italia. En este sentido, dicha generación fué esencialmente reformista.
Llevó al claustro un sentido de seriedad, de vooacién científica, de aplicación estudiosa. Había
en la juventud de ese tiempo un sincero deseo
de aprender. Bajo la presión de esa exigencia se
abrió la biblioteca universitaria y se encargaron
revistas extranjeras. El ideal de los alumnos era
no sólo dar buenos exámenes, sino coronar su
carrera con una buena tesis. Este trabajo absorbía tanto tiempo o más aún que la asistencia a
las clases. Las tesis fueron originales <lcontribuciones de carácter esencialmente nacionalista;
más que monografías, verdaderos libros, en muchos casos representaban un gran esfuerzo de
inteligencia y de voluntad. Esta fué una reforma
silenciosa como todas las grandes reformas, sin
bullas callejeras y sin agitación demagógica. La
generación que pasó por la universidad de 1900
a 1910 fué un gran estímulo para los maestros
mismos, renovó completamente nuestro ambiente
espiritual y no se limitó únicamente a esta función de orden intelectual. En su debido momento
inició una política de protesta contra los catedráticos rutinarios e incapaces. Tal fué el movimiento de 1905. de mucho mayor mérito que el
de 1919, porque la rebelión universitaria en
aquella época no tuvo el apoyo de la situación
política; al contrario, el gobierno tenía especiales
vínculos con algunos de los catedráticos tachados.
El Congreso de Montevideo dió a la generación
novecentista una oportunidad para formular sus
68
vfCTOR ANDRt.s· BELAUNDE
ideales en lo que se refiere a la reforma universitaria. Apenas, de pasada y en forma equívoca,
refiérese Mariátegui al Congreso de Montevideo,
olvidando que el verdadero programa de refQ~
universitaria continental comienza en él. En
efecto, aquel Congreso proclamó: l. o , la condena
de la disertación, y el establecimiento del convenatorio universitario: 2. o, la abolición del examen: 3. o, la participación de los estudiantes en
el gobierno de la universidad: 4. o, la preparación
especial j',ara la carrera del profesorado r y 5. o ,
la dóeencia libre. Los dos primeros principios,
los que atacaban a fondo la reforma, fueron iniciativa de la delegación peruana, la cual tuvo,
además, participación decisiva en el apoyo de la
propuesta uruguaya sobre docencia libre y participaci6n. de lós estudiantetl en el gobierno, y la
propuesta chilena, relativa a la formaci6n del
instituto pedagógico. Atribuir, pues, a la agita- .
ci6n posterior argentina y al movimiento del Je¡
en el Perú la iniciación de aquel programa reformador es injusto. El Centro universitario' en el
Perú se fund6 a raíz del Congreso y en él se
iniciaron los debates y la propaganda el} favor
de aquellos principios. Poco tiempo después, los
leaders de esa generación universitaria llegaron
a ser maestros y todos ellos trataron en sus
cátedras, que desempeñaban muchas veces
sólo con un carácter interino, de introducir nuevos métodos y nuevas orientaciones. Los decanos
que se eligieron para las facultades de Letras y
Jurisprudencia, los citados doctores Prado y Villarán:, tuvieron como principal sostén en lSUS· ini-
LA REALIDAD NACIONAL
69
ciativas aquellos elementos nuevos. Hubo en las
mencionadas facultades criterio amplio en el reclutamiento del profesorado. Ni prejuicios de
clase, casta o partido, presidieron la selecci6n
del personal. Los nuevos nombramientos, en su
mayoría, casi en su totalidad, recayeron en jóvenes de indiscutible competencia. Que algunos
de ellos tuvieran apellidos históricos. no fué su
culpa; ni ello era un desdoro para el país y para
la universidad. A pesar de la renovación que
suponía la política seguida por los nuevos decanos y los nuevos catedráticos. faltaba mucho por
hacer. Quedaban todavía algunos catedráticos
rutinarios o anticuados. Contra ellos se dirigió el
movimiento universitario de 1919, que, además,
abogó por la implantación inmediata del justo
principio de la participación de los estudiantes
en la enseñanza. No es cierto que los catedráticos jóvenes no participaran en ese movimiento.
Podían ellos no haber simpatizado con la agitación política (1) que le precedió, pero es evidente
que tenían que aprobar un programa que en
sustancia era el suyo. Algo más; los candidatos
de la revolución universitaria para reemplazar a
los tachados. pertenecían a la generación novecentista. Había, sin embargo, un punto, en el
programa de 1919,el único en que éste avanzaba
sobre el de 1908. que era a todas luces inconveniente: la abolición de las listas. Era una prima
a la pereza e importaba una acentuación del
(1) Agítacíón inconcebible a fa.vor de Leguía,
se proclamó maestro de la juventud.
a quien
,70
víCTOR ANDRtS BELAUNDE
/
estéril ajetreo alrededor de las elecciones universitarias. En la universidad había dos males que
combatir: el catedrático rutinario y el alumno
perezoso, inerte en fa clase o en la biblioteca o
ausente 'de ellas; pero activísimo y presente en
los círculos eleccionarios, verdadero tipo de poli~
fleien qpe, no pudiendo basar su influencia en
el estudio y en su labor intelectual, la buscaba
en el éxito de menudas intrigas. No obstante esta
reserva. es evidente que el movimiento universitario de 1919 estuvo bien inspirado. El Congreso
del Cuzco, realizado en el año siguiente. dió
carácter nacional al programa invocado. reiterando la actitud de los Congresos que sucedieron
al de Montevideo. respecto a la vinculación de
la universidad con las, masas populares y respecto' a la defensa de las libertades públicas. En
estricto e imprescindible cumplimiento -de ese
acuerdo, la juventud universitaria de Lima y de
provincias acogió el movimiento. extraño a toda
~inculaeión de política personalista, que iniciaron
algunos catedráticos en 1921.' Para juzgar tal
movimiento nos falta perspectiva histórica. Poco
a poco van acumulándose los hechos y resaltando
la intención rectísima de los que actuaron en esa
fecha. El haber condenado el movimiento de
1921 no impide al autor hacer el elogio del
suscitado dos años después con motivo de la política religiosa del gobierno y que tuvo. por cierto.
un programa menos importante desde el punto
de vista nacional. A pesar de haber calificado
de reaccionario al grupo encabezado por VilIa~
rán. no puede negar que ese grupo siguió una
LA REALIDAD
NACIONAL
71
política reformista y de simpatía hacia el
alumnado, después de arreglado el conflicto con
el gobierno. En realidad, la renovación universitaria estuvo encarnada desde entonces en la
unión que se estableció en 1921 entre el grupo
de catedráticos reformistas que dirigía Villarán
y el alumnado. Su programa significaba nuevos
métodos en la enseñanza, autonomía de la universidad frente al gobierno, y condena, por parte
de ésta, de todo régimen personal. El escritor
socialista se empeña inútilmente en dislocar este
programa único y en separar la obra de los catedráticos jóvenes y la de los alumnos. No puede
dejar de aludir a la expulsión de alumnos de
Trujillo, a las medidas represivas contra los de
San Marcos, al retiro del propio doctor Villarán:
pero no señala la estrecha conexión de estos
acontecimientos. Concluye su capítulo referente
a la universidad, haciendo una confrontación del
programa de reforma en sus puntos esenciales y
el estado actual de la universidad. Alejado cel
país hace ocho años, carezco de los datos suficientes para pronunciarme sobre esa confrontación: pero sí estoy profundamente convencido de
que, aun siendo cierta la pintura que traza, no
era su remedio la burocratización de la universidad por su absoluto sometimiento al gobierno.
La universidad sólo podrá reformarse por obra
del profesorado joven, en cooperación con los
alumnos, manteniendo su dignidad, su autonomía y la conciencia de su misión nacional. Hemos tenido oportunidad de analizar en otro estudio. publicado en La Reforma Social, el nuevo
estatuto y de probar que la universidad no aueda
72
VÍCTOR ANDW
BEl,AUNDE
fJaneamente, como en el sistema francés, sorne~·
tida a.la dirección responsable del ministro de
Inetruecién pública, Bino al manejo anónimo. y
pl'oEan~de. UIhConsejo de ~gos
del Presidente
de la República. El autor elude dar una opinión
a fondo80bre el Estatuto, pero lo vence, alfin.
su simpatía por la atentatoria medida, y nos dice
que el Estatuto tiende a la docencia especializada
y es un instrumento legal de la transformación
técnica de la enseñanza. iCuestión de gustos o
de simpatías I
.
Me é8 forzoso referirme en este ensayo a la
interpretación que ha hecho el autor, de algunoe
conceptos míos sobre la universidad. Las frasea
de que la universidad representa el lazo ele unión
entre la República y la colonia y encarna nuestra
continuidad histórica, le sirven de asidero para
gratuita afirmación de .~ la univeraidad ha
.ido dominada por el espíritu y la aristocracia
colonial; Al emplear aquellas expresiones. no he
podido insinuar la estagnaci6n de la universidad.
Las palabras deben interpretarse de acuerdo con
las ideas reinantes. No digo un lector de Bergaon,
habituado al sentido dinámico de la palabra con~
tinuidaJ. pero los mismos ya rezagados disclpu'los de. Spencer tienen que interpretar esa palabra
y la expresión lazo de unión en un sentido evolutivo. El escritor socialista poseía, pues. el cri- .
teriodellenguaje ambiente, para dar a mis palebras un sentido recto; si no había tenido la oportunidad de leer mi trabajo .«La Historia y El
Eapíritu Necional» (1908). en que definí claraDiente lo que entiendo por tradicionalismo evo-
m
LA REALIDAD NACIONAL
73
lutivo. Que la universidad es el lazo de unión
de la República y la Colonia, se debe a un hecho
que quiere ignorar el autor: la reforma de la
universidad a fines del siglo XVIU. En la historia de la universidad en el siglo XVlll hay dos
períodos: el de la decadencia escolástica y el de
la enciclopedia. Ninguna reforma se crea de la.
nada, ni es fecunda si se debe a una absoluta
imposición exterior. La continuidad histórica que
yo asigno a la universidad, se debe a la tendencia reformista de fines del siglo XVIII, cuyo impulso debimos conservar.
'Decir que la universidad no ha evolucionado,
aunque imperfectamente, y ha seguido fiel a su
tradición escolástica, conservadora y española,
es hacer una afirmación absolutamente infundada. Después de la universidad enciclopédica,
tuvimos la doctrinaria con Herrera, luego la liberal con Gálvez y Lorente y después la positi- .
vista. La generación novecentista inició un período de idealismo y de neohumanismo. Más
arbitrario aún resulta afirmar que la universidad
fué el dominio de la aristocracia colonial. Decía
González Prada que, al entrar en un salón en
Lima, podía exclamarse:
Saludo a todas las
razas y a todas las castas !» Semejante saludo
estaría más justificado frente al cuerpo docente
de nuestra universidad en el siglo XIX. Lo digo
sin la. despectiva intención de González Prada
y más bien como un homenaje al espíritu igualitario y de unidad nacional que representé, a
peear de sus defectos, nuestro más alto instituto.
El autor socialista no puede negar que en mi
((1
74
víCTOR ANDRtsBELAUNDE
t~abajo señalé el defecto principal 'de nuestra
universidad: su falta de vinculación con la realidad nacional; pero agrega: «La investigacién de
Belaunde no podrá ir más allá.» Tal afirmación
apenas se concibe en persona que ha tenido en
sus manos y ha citado mi referido trabajo. No
me limité yo a hacer la constatación referida,
sino que la probé en un análisis detallado de los
períodos de la universidad y de los planes de
estudios, haciendo resaltar lo artificioso del filosofismo en la FacuItad de Letras y del internacionalistno en la de Ciencias políticas; critiqué
la desviación positivista, consistente en la inútil
importación de hipótesis, en lugar de la justa
aplicación del método; hice notar que las principales cuestiones nacionales: la cuestión indígena, la independencia de la clase media, la
8\1tonomía económicanaclonal y los problemas
d-eados por la guerra del 79, no estaban plan- :
teados y discutidos en la universidad. llegando
a afirmar que mientras no lo estuvieran «era la
universidad una institución moralmente emigrada». Destaqué el contraste de aquellas deficiencias con la alta misión nacional y educativa,
no solamente profesional. de la universidad.
Señalé la causa del mal al afirmar que «la universidad vivía de prestado, de actividades accesorias, de tneros diletantismoa» y que el principio de la división del trabajo había sido mal
aplicado en la universidad. Sostuve que, en vez
de la multiplicación de cátedras, deberíemoe
volver al principio de la consagración excluaiOtl
de actividades. Estudiando el problema de esta
LA REALIDAD NACIONAL
75
mala división del trabajo, critiqué sus dos causas: una, económica: la escasa retribución de las
cátedras, y otra, psicológica: el decoratismo nacional. Concluí afirmando que la universidad
sólo se reformaría por la intensa vocación en los
maestros, la entusiasta colaboración de los
alumnos, y la formación de un ambiente espiritual por obra de la revista, de los conversatorios
o seminarios (mi iniciativa en el Congreso de
Montevideo) y las sociedades de debate.
La crisis de nuestra universidad se ha debido
a esta causa de sentido común: a la falta de
vocaciones pedagógicas (la vocación es un misterio psicológico); no se ha debido, como artificialmente cree Mariátegui, al carácter feudal,
aristocrático, de la universidad. De todas las instituciones nacionales, la menos feudal, la menos
aristocrática, ha sido el viejo claustro de San
Marcos.
Cierra el capítulo sobre Instrucción pública un
sutil ensayo que, con el título de «ldeologías en
contraste», versa sobre el diálogo Deustua-Villarán, acerca de la orientación de nuestra Instrucción pública. Mariátegui no trata, como Garda
Calderón, de buscar entre el ideal de alta cultura, preconizado por Deustua, y el de aptitud
económica, preconizado por Villarán, la necesaria conciliación. Presenta, extremándolas, las
ideas del Dr. Deustua, a las que da un carácter
latifundista, y se decide por la orientación económica, unilateralizada, que atribuye a Villarán,
olvidando que éste, en su discurso de recepción
a los estudiantes del Tercer Congreso Continen-
76
vferoR
ANDRUBELAUNDE
tal, abogó también por la cultura desinteresada
en la universidad. En la tesis del Dr. Deustua le
reflejaba, evidentemente. cierto aristocratiamo
intelectual. que no corresponde. como cree el
autor, a un concepto feudal, sino burgués. (El
aristocratiemo intelectual se ha desarrollado
Francia. en pleno dominio de la burguesía.) Ha.
bía en la tesis del Dr.' Deustua un fondo de
verdad; pero, al mismo tiempo, una tabla de
valorea falsa. La verdad es ésta-y en ella con.
venía el Dr. VilIarán-: que la instrucción.superior y aun la media. relacionada con ella, no
podían tener un carácter meramente utilitario,
sino de cultura integral, científica. estética y
ética. La exageración consistió en afirmar que
esa reforma era más urgente que la de la inetrucción primaria. Contra eal.falsa tabla de valorea.
se levantaba el Sentido colnÚD: Primum .qioue •
. deinde philosophari. La educación popular era,
evidentemente, la primera necesidad nacional.
Esa educación debería orientarse al dominio del
medio; sin descuidar las disciplinas éticas, como
lo pensaron los primitivos misioneros, y lo realizó
Sarmiento en la Argentina. En síntesis, por lo
que se refiere a la tabla de valores, tenía· raz6n
el Dr.' Villarán. El peligro, en la tesis realista
o economista, consistía en 8Q extremacién: riesgo
que parecía inevitable dada la boga del positivismo, del utilitarismo y del americanismo, antee
de' la reacción idealista que Rodó y SU8 disc;ípu.
los iniciaron en América. La orientaci6nde
Mariátegui lo lleva a aceptar. no sólo la posiei6n
moderada y ecléctica del Dr. ViIlarán, precisada
en
LA REALIDAD
NACIONAL
77
en sus últimos trabajos, sino las consecuencias
extremas a que conducen ~ata~mente,el economismo y el materialismo. Una vez más queda
confirmada la tesis de que el socialismo es el
esclavo intelectual del capitalismo. No es cierto
que la civilización occidental. capitalista, haya
exaltado el trabajo por el trabajo mismo, sino
porque el trabajo es la fuente de riqueza. La
dignidad del trabajo, aun en los oficios más
humildes, no es un valor moderno, sino un valor
cristiano. Es calumniar a la Edad Media sostener
que ella tuvo en menos el trabajo', Recuérdese'
el sentido religioso de las corporaciones y cte los
oficios. El mundo moderno ha visto en el trabajo no su sentido moral, sino su sentido utilitario. No ha visto en el trabajo un fin, sino un
medio, y el desdén por el trabajo manual, en ia
psicología española, no le viene por su concepción cristiana de la vida, sino por la fatal orientación militarista y autocrática durante los ocho
siglos de guerrear con los moros. Hoy podemos
contemplar desde un punto de vista más alto
este diálogo entre culturalistas y economistas.
Ambas direcciones son imperfectas, porque no
están animadas por una profunda inspiración
espiritual. No tenemos necesidad de elegir entre
el primado de la cultura y el primado de la eficiencia. Los discípulos de Rodó, cuyo vocero fué
el Dr. Deustua en el Perú, se decidieron por el
primero; los viejos y nuevos capitalistas, se decidieron por el segundo. En virtud de esa conformidad profunda, de raigambre, entre socialismo
y capitalismo, los socialistas se deciden también
78
víCTOR ANDRts BELAUNDE
por la eficiencia. Nuestra tabla de valorea es
distinta. Apreciando la cultura y la eficiencia,
elegimos el primado del Espíritu. El mundo
moderno abandonando los valores absolutos, primero en la vida (hedonismo de los siglos XVII y
XVIII) Y después en el pensamiento (agnosticismo
del siglo XIX), s610 ha creado dos tipos o modelos: el anglosajón, que se extrema en el utilitarismo y pragmatismo americano, y el neopaganismo del aristocratismo intelectual francés, que,
nacido en el despotismo ilustrado, florece en el
siglo XIX. En resumen: neopaganismo y americanismo. El socialismo no intenta salir en este
dilema por un salto metafísico. y mientras se
mantenga sometido al concepto material y cuantitativo odiará las jerarquías intelectuales y ensalzará, como pasa hoy en Rusia, los métodos y los
ideales americanos. Hay que dar, pues, ese salto
metafísico para restaurar el sentido espiritual de
la vida. Entonces cambia el panorama de la
sociedad, las élites son necesarias y sus derechos
no tienen otra cohonestacién que el fin moral o
social que deben servir El trabajo no debe ser
regulado únicamente por el criterio de la eficiencia. sino por el de la justicia. Oficios y profesiones representan vínculos de solidaridad, funciones morales, tanto como funciones económicas. Esa situación de equilibrio y de armonía
sólo se realizó fugazmente bajo la inspiración
cristiana, en el admirable siglo XIII: el siglo
de las universidades democráticas e internacionales, el siglo de las corporaciones. de los cabildos. el siglo del arte esencialmente popular, por
LA REALIDAD NACIONAL
79
la inspiración, por el trabajo y por el goce multánime; el siglo, en fin. de la catedral gótica. viviente símbolo de aquel ideal de armonía al
sumar el esfuerzo de los humildes y la genial
creación de los artistas en la misma comunión
de lo infinito.
Re~enalismc y ce.,tralisme
-Si fuera necesario escoger entre los Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana,
no vacilaría en pronuncianne por el que lleva
el título anterior. Como en la cuestión indígena,
revela el autor sus mejores cualidades de observador y de realista. El estilo preciso, ágil, nos
trae a veces el recuerdo de algunas páginas de
Alberdi. No sé si ea coincidencia espiritual en la
. infuición realista o influencia positiva del gran
pensador argentino.
En lo sustancial no creo que nadie pueda discrepar de sus «ponencias hásicas»: el anacronismo del debate centro-federal, la unión del centralismo con el caciquismo o provincialismo y la
dificultad de establecer una justa diferenciación
geográfica en regiones en el Perú.
El federalismo-entiendo por tal la artificial
división de la unidad nacional en pequeños estados autónomos que luego se unen con un vínculo
más o menos fuerte-c-es, no s610 anacrónico sino
violentamente anatópico. En América, los términos gobierno federal y gobierno representativo
se aplicaron del modo más absurdo. En Chile
no entendían por régimen representativo el
LA REALIDAD NACIONAL
8J
régimen de un parlamento nacional con un poder
ejecutivo unitario. Para 105 chilenos de la Patria
V ieja, el gobierno representativo consistía en la
representación de las provincias en el Poder Ejecutivo. En Nueva Granada y en Venezuela, la
fórmula federal que sirvió en los Estados Unidos
para formar primero una confederación o alianza
y después en" 1787 una verdadera nación, se
aplicó a cada ciudad, a cada cabildo. que se
constituían así en estados eemiindependientes.
Esta aberración federativa fué la bandera de las
oligarquías locales. Parecido fenómeno se realiza
en el Plata. Naturalmente. los realistas de esa
época, en el Norte y en el Sur. Bolívar y
Monteagudo, repudiaron esa clase de federa"lismo; este último, con argumentos mejores que
el de nuestra falta de preparación para esa clase
de gobierno, cuando afirmaba la tesis a que dió
su fórmula el padre Mier, al decir que el federalismo se imaginó para unir 10 que estaba dividido y no para dividir lo que estaba unido. Una
tendencia verdaderamente federal no existió en
el Perú, y el hecho se debió a dos causas: a la
tradición de unidad nacional, que venía del Imperio incaico y que mantuvieron el Virreinato y
la Audiencia de Lima. y a la falta en el Perú
de los movimientos insurreccionales de los cabildos, que dió a éstos el carácter de núcleos políticos. No existió entre nosotros. en la época de
la emancipación. aquella rivalidad entre Caracas
y Valencia. Cartagena y Cundinamarca, Buenos
Aires y las provincias interiores.
El Cuzco tenía, es verdad. el heráldico
6
82
víCTOR ANDRÉS BELAUNDE
prestigio de haber sido la capital del Imperio, el
título de sede de la audiencia creada a raíz de
la sublevación de T úpac Amaru y el más importante de haber sido el centro del gran movimiento
de Pumacagtia; pero fracasado éste y" pronunciada la costa por la Independencia, la ciudad
imperial quedó convertida en centro de la resistencia española. Al consolidarse la:independencia
por la fusión de las dos corrientes libertadoras,
la del' Norte y la del Sur, no surgió el debate
federalista de los años JO al 12. Los grandes
caudillos San Martín y Bolívar Be inclinaban no
solamente a mantener las unidades nacionales de
tradición colonial, sino a formar integraciones
nacionales más vastas: San Martín, por medio
de la forma monárquica (Perú, Chile y Río de la
Plata); Bolívar, por la f~eración de los Andes.
El problema que surgió a' raíz de la independencia peruana fué el de las nacionalidades dentro
de los criterios opuestos: las grandes unidades
virreínales, que parecía ser el de Bolívar, y el
principio de la propia' determinación, que se
aplicó al Alto Perú. La formación de Bolivia
resolvió las pretensiones opuestas del Perú y
Buenos- Aires, y consagró el criterio audiencial
sobre el virrenaticio en la constitución de las nacionalidades. Puede decirse que la separación del
Alto Perú reiteró en el Bajo su sentido unitario.
La idea que surge en esa época no es de federación de provincias,' sino federación de estados,
empleando las claras palabras de Bolívar para
unir. ya al Perú con Bolivia, ya estos dos países
con la Gran Colombia. La idea de dividir el Bajo
LA REALIDAD NACIONAL
83
Perú en dos entidades nacionales aparece en ese
momento, obedeciendo a ciertas tendencias eeparatistas, que tenían su centro en Arequipa.
La reacción contra el imperialismo bolivariano
se manifestó en la forma de descentralización.
pero no de federalismo. debido a la sagacidad
de Luna Pizarra. Se trató de dar mayores atribuciones a las Juntas departamentales y se restablecieron las municipalidades que suprimió Bolívar. La constitución del 34 conservó esa tendencia
descentralizadora. Cuando Santa Cruz revivió el
proyecto de Bolívar, resucitó. naturalmente, el
de dividir el Perú y se crearon los estados Nor y
Sud Peruanos. He dicho alguna vez, y no he
encontrado hasta ahora nada que modifique mi
opinión, que la confederación santacrucina fué
popular en el Sur, no por el principio de integración. sino por el principio de división. El
ideal máximo de Santa Cruz era la reconstitución
del antiguo imperio y del antiguo Virreinato, y
el ideal mínimo. la incorporación del Sur del
Perú.
Hoy creemos muchos que fué gran desgracia
que el proyecto máximo de Santa Cruz no se
consolidara. El Norte del Perú. que es la costa,
defendió realmente su hegemonía con la bandera
de la unidad nacional. La reacción nacionalista
se tradujo en la centralista constitución de Huancayo. Puede decirse que desde esa época el nacionalismo peruano fué centralista. Mariátegui
traza rápidamente el cuadro de la discusión desde
esa época. constatando que la oligarquía formada
a mediados del siglo XIX tuvo tendencias liberales
vfCTOR ANDRts &4AUNDE
y descentralizadoras. Recuerda que en Piérola
aparece la palabra federa<;,Íón.El ideal de Piérola fué la reconstitución de la federación
peruano-boliviana en la época de la Dictadura (1).
La cita que trae Mariátegui de la declaración de
principios del· Partido Demécrata revela que
Piérela, convencido de la necesidad de una políti~a regionalista y de su popularidad. la acogió
empleando la palabra ya consagrada. aunque
inccrrectemente, pero cuidó de precisarla en la
forma que salvara la Unidad nacional. La forma
federativa. según él, debería realiiarse «en condiciones aconsejadas por la experiencia de este
régimen en pueblos semejantes al nuestro y las
peculiares al Perú». Esas experiencias eran dos:
la de la Constitución centro-federal argentina
del 53. y la muy reciente. eneea época. de Co- lombia, cuya carta del 86 moclificóo restringió
el exagerado federalismo de las constituciones
anteriores. consolidando la unidad nacional. Hay
que suscribir sin mayores reservas los asertos del
autor sobre la inocuidad de las ideas federales
en el partido liberal, en el llamado federal y -en
la plataforma billinghurista. Felizmente para el
Perú, han prevalecido, contra las veleidades
fec:leralistas, el sentimiento y el instinto nacional
de la unidad, que ha sido, digamos así. una
(1) En la nueva edición de la Declaraci6n de Principios
Par/ido Dem6crata,
publicada en 1912, hay una nota
en que Piérola dice que nunca fué la mente del partido
la Iederacíón del Perú. sino cuando éste constituyera con
Chile y Bolivia la Confederación de los Estados. Unidos
del Sur del Pacíüco, cuya formación, retardada por la
malhadada guerra del 79, vendrá inevitablemente.
¡iel
LA RF.Ai.JDAD NACIONAL
65
reiterada creación histórica. La unidad nacional
del Perú, a pesar de los obstáculos geográficos
y de la complejidad de nuestra estructura, es una
realidad: nuestro primer deber, posponiendo
diferencias ideológicas o partidistas, es mantenerla. Para los románticos y los idealistas, la
nación es una persona, un arquetipo, una categoría, una forma superior de solidaridad humana;
para los positivistas es, por lo menos, un hecho,
y nada habla con más elocuencia que los hechos.
El único problema por resolver es el de encontrar la fórmula por la cual esa unidad sea más
justa, sea más rica, sea más fuerte. Y evidentemente que esa fórmula, dados nuestro territorio
y nuestra diversidad de razas, no consistía en
un centralismo uniformador, estrecho y absorbente, en el centralismo jacobino o napoleónico,
que, por desventura, ha prevalecido, sino en un
regionalismo armónico que extendiera la vitalidad económica y cultural por todo el territorio.
Leyendo con detenimiento el capítulo que
Mariátegui dedica a la región en el Pero, observamos con verdadero pesar que en él no palpita
el sentimiento de la unidad nacional. Un tendencioso empeño en acentuar los contrastes geográficos y raciales, en destacar una irreductible
dualidad de elementos, inspira al autor. Sobre la
gravitación histórica de cuatro siglos de convivencia y de fusión entre las razas española e
indígena, coloca la diferencia geográfica entre la
86
VíCTOR ANDRtS· BELAUNDE
costa, la sierra y la montaña. Separa la montaña, especie de imperio colonial, como si existiera entre ella y el resto del territorio una verdadera solución de continuidad, y destaca, exagerándolo, el contraste de naturaleza entre la
costa y la sierra. La costa es, para él, mestiza
y española; la sierra, indígena. El regionalismo
«no denuncia un conflicto entre la capital y las
provincias, y anuncia el conflicto entre el Perú
costeño y español y el Perú serrano e indfgena».
Habla francamente de dualidad de raza, de lengua y de sentimiento entre el Perú autóctono y
una raza extranjera que no ha logrado ni eliminarlo ni absorberlo.
El apriorismo comunista sobre las razas de
color ha llevado al autor a exagerar el cuadro
de la realidad nacional desde los puntos de vista
geográfico y étnico.
Comencemos por rectificar el error en que
incurre respecto de la montaña. La región de.
Mainas fué una creación de los pioneers españoles, conquistadores o religiosos de la región
andina, y, por lo mismo, tiene continuidad y
semejanza espiritual con los núcleos blancos y
mestizos del resto del territorio peruano. Los
caucheros del siglo XIX son los sucesores de los
conquistadores. Ambos han buscado El Dorado:
los primeros, estérilmente, entre lagunas y ríos
fantásticos; los segundos lo hallaron en la savia
de los árboles. La misma audacja, la misma sed
de aventura, la misma mezcla de ambici6n y de
sentido heroico de la vida. Por la obra genial de
Requena, a la unidad geográfica que a través del
LA REALIDAD NACIONAL
87
Marañ6n tenían las misiones de los ríos boreales
y las de los ríos meridionales (como el Ucayali
y el Huallaga), se juntó la unidad política, por la
creación de un inmenso gobierno de frontera que
fué agregado al Virreinato peruano. Aquélla no
fué una anexión artificial: basta leer los razonadísimos informes de Requena. Mainas era parte
del Perú. En la época de la independencia,
el
voto espontáneo de los habitantes de esa región
vino a reiterar lo que sobre bases geográficas
hizo el monarca español, al fin de la colonia.
Mainas juró la independencia del Perú el año
21. En medio de las incoherencias de nuestra
política se destaca un programa de verdadera
continuidad en lo que se refiere a la vinculación
de ese territorio con el del resto de la República.
Castilla, Pardo y Piérola tuvieron la misma política oriental. Prescindiendo
de la importancia
económica que tuvo Loreto para el Perú en cierta
época, el factor psicológico, que es tan real como
cualquier otro factor, fué enteramente favorable
a la unidad nacional. Loreto dió siempre muestras de un patriotismo intenso, acentuado por su
carácter de país fronterizo.
La oposición entre la costa y la sierra no es
tan radical como Mariátegui la pinta. No hay
un salto brusco o un abismo entre ellas. La
región intermedia, la llamada sierra Cisandina,
viene a constituir como un lazo de unión entre
las clásicas zonas. Esta faja intermedia, al ancharse, sobre todo en el Sur, contiene núcleos
de población importante, en que se matizan o se
armonizan los rasgos de las zonas extremas.
88
Ejemplo típico el el de Arequipa, eiud.d, ~:¡f,'~
sintetiZa, por decirlo uí~ la UDidad' nacioDaf.Racialmente española, ea g'eOgrMicamenteandina
" y aerrana. Mariátegui ha visto el fen6meno, a
pesar de contradecir su tesis central, "al decirnos
que el Sur es fundamentalmente serrano, que 108
,~des
avanzan hacia el mar convirtiendo a la
- costa en una estrecha comiea. y aunque esto
úhimo pueda afirmarse también de toda la costa,
la tesis de Mariátegui es cierta por la circunstan~ cía de ser los valles de la costa del Sur, escasos,
profundos y estrechísimos-en ciertos sitios, verdaderas cañadas-y de muchísima menor importancia que en la costa del Norte. En el Sur las
-cordilleras se multiplican, siendo tres, en lugar
de dos, las principales; y en el nudo de Vilcanota, se abren formando la inmenaa altiplamcie
del Callao. El Sur es, i~ioaablemente,mú
'
, --~ano: que el Norte; pero la influencia de un
-núcleo de la importancia de Arequipa, a fines
del siglo XVIU, el núcleo de poblaci6n blanca
más grande, no 8610 en el Perú sino en Sud
-América (en Arequipa había 23.000 españoles,
contra 17.000 en Lima), hace que no sea ekdusivameme indígena, sino blanco y mestizo. 'El
'~
representa, así, más típicamente, la unidad
nacional sobre el contraste de las razas. Pero aun
prescindiendo de esta zona intermedia-chaupíyunga, diríamos en términos incaicos-,
a la
aposici6n geog..áfica entre la costa típica y
extrema, la línea del litoral y la sierra ínterandina, no corresponde idéntica oposici6n desde
el punto de vista étnico. Mariátegui prescinde. en
LA REALIDAD NACIONAL
89
la costa, de los yungas, olvida que al elemento
indígena hay que verlo, no sólo en los aborígenes
puros, sino en el alto porcentaje de sangre inGlígena de la costa, y elimina. al mismo tiempo, al
factor español y al mestizo de la sierra. Para
comprender que éste era de primera importancia.
basta leer el censo de Gil de Taboada y Lemus ..
de fines del siglo XVII!.
Mariátegui nos repite, en esta oportunidad.
su antiguo error. estampando generalizaciones
absolutamente injustificadas como ésta: «Ni el
español ni el criollo supieron ni pudieron conquistar los Andes: en los Andes. el español no
fué nunca sino un pioneer o un misionero.»
Frente a la repetición de ese error. es forzoso
que nosotros repitamos la verdad. La política
hispana, a diferencia de la anglosajona y aun de
la portuguesa en la primera época, no fué jamás
una política costeña o litoral, sino una política
de penetración. y de penetración no sólo explorativa, sino de colonización y asiento. Cortés
fija su capital en Méjico, y es el Anáhuac el
núcleo de la Nueva España. La vieja Guatemala
es fundada en la planicie centroamericana. San
José es erigida en la meseta central de Costa
Rica, como Santa Fe de Bogotá en la de Cundínamarca. El español siembra de ciudades la
avenida de los volcanes en el reino de Quito. En
el Perú, Cajamarca, León de los Caballeros de
Huánuco, Huamanga y el Cuzco fueron más
importantes que las ciudades o villas de la Costa.
Un pueblo de indios como Chuquiapu queda
convertido en la ciudad de La Paz. Potosí llegó
90
VíCTOR ANDRÉS BELAUNDE
a tener hasta 150.000 habitantes. Chuquiaacay
Cochabamba eran ciudades españolas andinas.
LU8 pioneers se hicieron vecinos. y se fundaron
los cabildos; el misionero fué reemplazado por
la alta jerarquía eclesiástica. Pudieron ser al
principio esas ciudades reducidas aristocracias de
encomenderos; pero la población creció, en progresión que nos revelan las citas del mencionado
censo de Gil de T aboada y Lemus. La creciente
burocracia estaba representada por el elemento
blanco. así como el comercio y parte de las
pequeñas industrias. Aquellos miles de blancos
(en el Cuzco llegaban a 16.000)no podían estar
todos compuestos de señores feudales: había una
clase media blanca. Por último. aquellas ciudades fueron centro de fusión. centros de mestizaje.
El mestizo y el blanco, a pesar de las leyes que
lo prohibían. salieron de esa ciudad e irradiaron
a los corregimientos vecinos, en cuyas cabezas
o capitales se fueron formando, a su vez, núcleos
de blancos y mestizos. El indígena sólo se conservó puro en las haciendas. Las villas y los
pueblos, en gran parte. tienen en la sierra un
porcentaje mestizo y aun blanco. No todo en la
sierra son comunidades indígenas o cabañas aisladas. Cuando el caserío aumenta y se convierte
en pueblo o en aldea. y la aldea en villa. este
proceso se realiza con la paralela aparición de
elemento blanco o mestizo. Así. los postulados
de Mariátegui necesitan ser modificados. La
costa Norte y la costa Centro del Perú sonpredorninantemente mestizas y españolas. La sierra
interandina es predominantemente indÍgena. El
LA REALIDAD
NACIONAL
91
mestizo es un vínculo de unión entre ambas.
Además del factor racial, que se combina.
aunque con diferencias de porcentaje, en las diversas zonas del Perú, hay otros factores de
unidad y de cohesión, que no pueden ser desdeñados por el materialismo histórico. Es el factor
de la interdependencia
económica. No siempre
las naciones se han establecido sobre absolutas
unidades geográficas o raciales; pero sí han buscado la base más sólida de la unidad económica.
Mariátegui, que tiene sentido realista cuando no
l~ perturban los dictados de la demagogia racial,
ha visto con claridad esa unidad económica entre
la sierra y la costa. Dice, con razón. que el
Perú no puede dividirse longitudinalmente,
sino
latitudinalmente,
y que el desarrollo de los centros productores de la sierra depende de la salida
al mar. Rectificando y atenuando su tesis, agrega
que regionalismo no quiere decir separatismo.
Necesidades económicas han impuesto una determinada política de trasportes y el carácter de
penetración de nuestros ferrocarriles, que han
seguido en esto el sentido de la colonización
española y creado unidades o regiones económicaso El Sur debe ese carácter a la línea entre
Moliendo y el Cuzco. Puede decirse, del mismo
modo. que Junín y Lima constituyen otra unidad
económica; y que, a medida que avancen los
ferrocarriles del Norte, se consolidará la vinculación de la costa y de la sierra en esa parte del
Perú.
Sin tener un optimismo panglosaiano respecto
de la unidad nacional y apreciando todas las di-
92
ficultades y contrastes, el ~dio
imparcial nos
lleva a la conclusión de que sólo desviaciones
.de orden espiritual y grandes errores de orden
político o internacional p~ed~ comprometer la
unidad nacional creada por nuestra historia.
Nadie ha penetrado má_ sutilmente en el complejo y esquivo concepto de nación que Renán
en su famoso ensayo. Después de descartar como
factor predominante el factor geográfico-racial,
se inclina a lo que podríamos llamar los factores
históricos y los factores espirituales. Comunid~
de recuerdos y de esperanzas a través de una
larga convivencia política, parece que fuera el
elemento constitutivo de toda nacionalidad. Esa
comunidad espiritual ha existido, a pesar de
nuestra incultura y analfabetismo, de nuestras
incoherencias y divisiones. y se ha despertado a
veces en forma clara Y eficiente. Que esa comunidad une, a pesar- de complejos psíquicos, a
blancos y mestizos, a serranos y costeños, no hay
la menor duda, y se puede afirmar también que
ella ha ido permeando las capas indígenas. Yo
no puedo creer que toda la masa indígena carezca
del concepto de nacionalidad y que más fácilmente pueda adquirir una conciencia racial retrospectiva que una conciencia nacional. El indio
puro, el indio que se ha mantenido absolutamente
impermeable, no llevará su sentido colectivo más
allá de la comunidad o de su cofradía. La raza,
para él, en una remota perspectiva histórica,
tiene que ser menos asimilable que el concepto
presente de nación.
Por diferentes medios el elemento indígena
LA REALIDAD NACIONAL
93
recibe la atracción tentacular del sentmuento
nacional: el cuartel, la misión o la parroquia, la
fábrica, la explotación minera, y, si se hubiera
seguido una política sabia. la escuela. Agudos
observadores han visto que el indio, frente a esos
órganos de la vida occidental, se transforma y se
individualiza, diferenciándose del siervo de la
hacienda feudal en que la vida de relación y la
psiquis nacional existen atenuadas o larvadas.
é Debemos empeñarnos, en nombre del socialismo o de un regionalismo trascendental, en impedir esas trasmutaciones y hacer gravitar al
indígena solamente alrededor de su comunidad
y de una remota y ya desvanecida tradición autóctona?
Mariátegui proclama esa tendencia con un
nuevo regionalismo que quiere que «el Perú
'repose sobre sus naturales cimientos biológicos».
y que desea crear un Perú más autóctono.
Dejando de lado su justa afirmación, en capítulos
anteriores. de la imposibilidad de establecer una
demarcación entre sierra y costa. vuelve a decirnos que el regionalismo es la expresión de una
conciencia serrana. de un sentimiento andino. y
que su obra es cuzqueña y es quechua. Las declaraciones enfáticas del programa de demagogia
racial destruyen las observaciones del escritor
realista. El propagandista y el político pagan en
Mariátegui tributo al énfasis y a la exageración
y contradicen al sociólogo.
La educación del indio y la solución del problema de la tierra no exigen una demarcación
racial. El gamonal ha medrado al apoyo de loa
94
VfcTOR ANDRts BELAUNDE
gobiernos centrales porque nuestra estructura
política sometió a una especie de capitis· deminutia máxima a los elementos profesionales, industriales y obreros de ciudades de la costa y de la
sierra. Si esos elementos, en que predomina el
mestizo, hubieran tenido influencia. en 108 destinos del Perú, la cuestión indígena habría sido
abordada hace mucho tiempo. Un regionalismo
puramente indígena, rural, anticiudadano, antimestizo, quitaría al movimiento de redención del
nidio su mejor apoyo, si no su mejor aliado. El
indio no se salvará por el debilitamiento, por la
división nacional. Hay una estrecha solidaridad,
aunque no aparezca a nuestros. ojos, entre el
desarrollo de una clase media y la formación de
núcleos obreros, y el problema indígena. El Perú
no está compuesto únicamente de gamonales o
servidores de gamonales e indígenas. Si así
fuera. nuestro problema no tendría solución.
Partiendo de la base de que la unidad nacional
supone un doble proceso de diferenciacién y de
integración, para el primero no podemos aceptar
el simple y exclusivo proceso racial. La diferenciación tiene que atender, más que a elementos
biológicos, a elementos económicos y a tradiciones históricas.
El autor sigue el mismo criterio dualista al
atender al factor geográfico. Cree que el Sur del
Perú, Arequipa, Puno, Cuzco y Apurímac tienen
los caracteres de una verdadera región; dando
a entender que el resto del Perú-costa y sierradebería formar otra. El regionalismo no puede
consistir en una dualidad.
LA REALIDAD
NACIONAL
95
El destacar al Sur para oponerlo al Norte.
siguiendo la idea de la Federación de los
Andes o de la Federación Perú-boliviana. sin
las ventajas de la constitución de esas unidades, sería simplemente sentar la base del más
desgraciado separatismo. Y si bien es cierto que
el Sur constituye una unidad económica. existiría. para la formación de esa región. el grave
problema de la capital. El Cuzco invocaría sus
títulos históricos; Arequipa, su mayor importancia y su mejor posición geográfica. Ese regionalismo en mayor escala. sería, naturalmente,
visto con simpatía por Chile y por Bolivia. pues
reduciría al Perú a su máxima debilidad. transformándolo. no siquiera en un estado federal en
que todos los diversos elementos por su número
y pequeñez se compensan, sino en una especie
de república dual, de equilibrio imposible y de
existencia precaria.
El verdadero regionalismo exige. pues, superar las dualidades de sierra y costa. de Sur y
Norte. Su base geográfica, trascendiendo de
nuestra provincia y de nuestro departamento. no
debe aproximarse a la extensión de un estado.
La solución del problema supone. como hemos
dicho. un doble criterio realista: histórico y eco-
, .
normco.
e Cómo se formó la sociedad peruana después
de la conquista? El proceso ha sido ya indicado.
El español no se limitó a ocupar la costa y a
expedicionar o tener simplemente puestos avanzados en la sierra. Ocupó, pobló y aprehendió
todo el territorio del imperio incaico. Y sobre
vfcrOR
ANDRÚBEUUNDE.
la totalidad de los estratos indígenas erigió SUS
núcleos de población. con la vida integral. cttltu~
ral y económica de las ciudades hispanas. De
ese modo, la ciudad española fué la verdadera
-eélula viva del organismo colonial. La~udad
comprendía los llamados términos, o sean los
territorios de los indios encomendados a: 8US
vecinos. Se podría decir que la ciudad y sus
términos constituyeron la primera región. Claro
está, y hay que decirlo: aquel núcleo fué feudal
- (la economía feudal es la economía de ese tiempo). Sería un error suponer que las ciudade. se
inmovilizaron y que el Perú continuó tal como
aparece en la prolija e interesante Relaci6n del
Virrey Enríquez (J). La ciudad creció. la ciudad
produjo el mestizaje. como hemos manifestado;
la ciudad era un centro religioso: tenía el obisPado; la ciudad era un centro cultural: tenía
las escuelas conventuales, y, algunas de ellas,
como el Cuzco y Huamanga, poseían universidades; la ciudad era el principal mercado de su
región: era la sede de corrientes comerciales; en
la ciudad aparecieron el industrial. el artesano y
el obrero. Alrededor de la ciudad se diYidieron
los fundos y se estableció la pequeña propiedad;
en tanto que la grande. la feudal, quédó- relegada a lo más lejano de los términos. El rey no
quiso. sin embargo. que el corregidor de la ciudad extendiera su jurisdicción a los llamados términos, y éstos se fragmentaron en corregimientos,
\1 Véase la Prucüa
t. I.
con Bolivia,
Peruana en la Cuestión de Limites
LA REALIDAD NACIONAL
97
con la idea, al principio, de controlar al encomendero por medio de los corregidores. Cuando
los abusos de los últimos superaron los de los
primeros, se establecieron las intendencias, que
no fueron tan artificiales como cree Mariátegui.
Cada intendencia fué creada sobre el núcleo de
la vieja ciudad y del bien definido territorio de
un obispado. La costa del Perú se dividió en tres
intendencias: Trujillo, Lima y Arequipa. La
sierra comprendió otras tres: T arma, Huamanga
y Cuzco. Mainas formó un gobierno militar con
atribuciones excepcionales, y luego las provincias del Altiplano, que pertenecían a la intendencia de La Paz, constituyeron otra intendencia:
la de Puno, que se agregó al Perú. La importancia del Sur se revela en la existencia de varias
intendencias. No se unió Huamanga al Cuzco o
Huamanga a T arma; no podía hacerse una sola
unidad política de Arequipa y el Cuzco. Puede
decirse que la primitiva demarcación intendencial
dibujaba una base de demarcación regional.
La Constitución de Cádiz, aplicada en el Perú
del 12 al 14, extendió los cabildos o municipalidades a los partidos, y creó para las provincias grandes o intendencias, las llamadas dipu-taciones provinciales, que eran nombradas por
los mismos electores de las Cortes.
Desgraciadamente, la República no atendió a
esa estructura que cristalizaron las intenden- cias y las diputaciones provinciales; y, aunque
plasmó sobre ellas el departamento, en el punto
esencial, la representación parlamentaria atendió
principalmente a los corregimientos o partidos,
7
98
víCTOR ANDRtS BELAUNDE
llamados ahora provincias, de escasa población
urbana, en lugar de poner su atención en los
principales centros de población y de cultura.
Bolívar, que se mostré tan realista en otras
épocas, principalmente en 1819, suprimió las
municipalidades, y, siguiendo el ejemplo napoleónico, dié a los colegios electorales de las
pequeñas provincias grandes atribuciones, prescindiendo de los hist6ricos núcleos regionales.
Esta idea de localismo pequeño se compaginaba
con la idea cesarista y centralista, El feudalismo
colonial, que tuvo su sede en la ciudad española,
se desplazó al corregimiento. En la pequeña provincia no había sino dos influencias efectivas: la
del gran propietario o gamonal o la del pequeño
profesional, aliado del poder central, propietario
en formación y destinado a suplantar al viejo
feudal; en tanto que en las ciudades la arÍ8tocracía local podía ser controlada por los grupos profesionales y por el verdadero demos que se había
formado. El centralismo comprendió instintivamente que debía aliarse con las dispersas influencias locales en las pequeñas provincias y
'que no podía disponer de las viejas ciudades.
Esto explica el fenómeno por el cual se buscó
la base del antiguo corregimiento para las elecciones legislativas. Nuestro Congreso no ha sido,
como creen algunos, representativo de la plutocracia costeña, sino del caciquismo provincialista
serrano, aliado siempre deJ,.régimen personal.
Mariátegui, descuidando sus causas, describe, sin
embargo, en el capítulo que llama Descentralizaci6n centralista, la equivocada política que se
LA REALIDAD NACIONAL
99
siguió al constituir los concejos departamentales
en la época de Pardo, en la misma forma en que
se constituía el Congreso, es decir, sobre la base
provincial. El error se agravó en la ley del 86,
en la cual se prescindió aun del sufragio directo
y se constituyeron las juntas departamentales con
delegados de los concejos de las provincias. La
capital
del departamento,
que representaba
mayor población,
mayor fuerza económica,
mayor cultura y posibilidad de opinión pública
por la prensa, resultaba tener un solo voto frente
a la mayoría de los delegados provinciales, representativos de intereses feudales o caciquistas.
Consecuente con mi discurso universitario sobre
la crisis presente, pronunciado en 1914 y cuya
tesis era: Provincialismo es Centralismo, decía
yo en contestación ala enquéte del Heraldo, de
Arequipa, sobre el regionalismo: «El caciquismo
provincialista es el aliado natural del régimen
personal, su colaborador entusiasta, su servidor
incondicional;
el centralismo logra las líneas
generales de su política con el apoyo de lbs
caciques provinciales en el Congreso, y los caciques provinciales, a trueque de ese apoyo, consiguen el subprefecto que les permita arrebatar
a los indígenas sus tierras, comprar a precio vil
las lanas, contrabandear alcohol y atender a sus
intereses personales. Aquel maridaje de centralismo y de localismo culmina en esa aberración
que se llaman las juntas departamentales,
que
vienen a ser corporaciones de caciques, de feudales o de gamonales, en que tiene muy escasa
participación la ciudad cabeza de departamento
100
vfCTOR ANDRts BELAUNDE
y, por consiguiente, ninguna influencia la democracia regional.»
Descartado el regionalismo basado en las .pequeñas provincias, y descartada también la artiricial división tripartita del territorio, hay que
buscar otra base de demarcación geográfica para
la región. El autor considera artificial la base
departamental, calificando de igual modo la intendencia] sobre la que se plasmó. Si bien ea
cierto que muchos de nuestros departamentos son
108 herederos de las intendencias, no Se puede
decir que ellos coincidan en extensión territorial.
La República subdividió las intendencias en
forma tal que los departamentos han triplicado
el número de aquéllas. De un modo general, la
demarcación intendencia! fué para esa época,
una buena base de dematcaci6n regional. Ninguna distribución territorial es perfecta. Hay que
ver cuál es la menos mala y elegir ésa.
El proceso histórico de los organismos vivos
del país-antiguas
ciudades e intendenciaa->
debe ser completado o modificado por los factores económicos de la época presente. El gran
desarrollo de la costa norte del Perú no permite
incluirla con la sierra y formar una 801a región
coma la antigua intendencia de T rujillo. Puede
decirse que la demarcación judicial presente C$
la base de una demarcación regional. Cajamarca
y Amazonas pueden formar una región. En la
costa Norte, desde el punto de vista económico.
hay dos regiones: la del petróleo (Piura y Tumbes) y la del azúcar (Libertad y Lambayeque).
El punto de vista económico coincide con la
101
LA REALIDAD NA(.IONAL
antigua demarcación intendencial en el resto
de la costa. La región de Lima (antigua intendencia) es la del algodón y la vid. La región de
Arequipa (con Moquegua :v T acna) está caracterizada por el tráfico internacional.
Por lo que se refiere a la sierra centro, la demarcaci6n colonial tuvo _presentes dos factores
que han desaparecido: la importancia de la
explotación del mercurio en Huancavélica y el
desarrollo de la ciudad de Huamanga, punto
intermedio del tráfico entre el Cuzco y Lima. Por
eso hubo dos intendencias: la de Tarma y la
de Huamanga. Por ahora, y dada la unidad que
adquiere esa región por el ferrocarril. bastaría
una, que sería la región del cobre. En la sierra
del Sur hubo también dos intendencias: para
anexar al Perú las provincias -del Collao, ribereñas del Titicaca, se creó la de Puno (1). La
región del Sur. esencialmente ganadera y agrícola. podría coincidir con el distrito de la audiencia del Cuzco. incluyendo los departamentos
del Cuzco Apurímac y Puno. Esta diferenciación
es natural y. en general, exacta.
En el regionalismo hay, además de la cues. ti6n de la base o criterio demarcativo, dos cuestiones que son de igual o mayor importancia:
).", forma en que debe constituirse el organismo
superior que debe regir cada región; 2.·. deslinde
de las atribuciones de éstos y del gobierno central. Mariátegui no se pronuncia sobre esos dos
(1) Si esta zona se desarrollara, podría constituir una
región. Puno es esencialmente altiplanltico y pastoral.
BA¡\V~O DE Jt\ r::rUBlICA
J/W.IOTE~A ttJ.iS-ANG::L
AR.'\NGO
¡;Rlrt~AL9GJ:!?lo1l:;
102
víCTOR ANDRfs BELAlJNDE
problemas, que él considera de mera forma. POI'
desgracia, las cuestiones de forma y de estructura
son esenciales en la política (la revoluci6n rusa
es en realidad una cuestión formal). La transformación económica de la sociedad sólo puede
mantenerse cuando encuentra su forma política.
Convengo en que el segundo problema del regionalismo, la manera de constituir los organismos
que lo presidan. no encuentra una solución adecuada en el sufragio individualista. universal o
limitado. que ha sido el dogma de la democracia
liberal. Aun dando a ese sufragio la forma más
adecuada. que es la representación proporcional.
él supone verdaderamente un criterio adjetivo.
diré mejor. artificial. Claro está que las juntas
regionales establecidas por representación proporcional estarían mucho más alejadas del gamo-nalismo que las viejas jUntas departamentales
formadas por los representantes del caciquismo
provincialista. Sin embargo, esta innovación sería
ineficiente y aparenciaI. como lo sería. también.
y más que ella. la constitución de la pirámide de soviets. ciegos instrun;entos de una dictadura revolucionaria. Un criterio realista tiene
que apartarse de la abstracción del ciudadano
.individuo y de la masa informe. Si las regiones
se diferencian. será por sus actividades económicas e industriales. Así. el salvador principio de
la representación ocupacional (1) (profesiones.
oficios. actividades en general) basa la política.
(1) Prefiero el anglicismo ocupacional al galícísmo proporque incluye los oficios y toda clase de acti-
fesional,
vidad.
LA REAUDAD
NACIONAL
103
no sobre ideas y apariencias, sino sobre realidades. Si la representación es difícil de obtener
en la política general, puede aplicarse con mejor
éxito en la organización regional. Por algo los
regionalistas en Francia son entusiastas partidanos de la representación profesional u ocupacional, que, en buena cuenta, no es sino el corporatismo medieval aplicado a la vida moderna del
estado. Este nuevo regionalismo no será uniforme
ni artificialmente simétrico. En el Sur. por ejernplo, la región del Cuzco--que incluiría Apurímac
y Puno-estaría
caracterizada por la representación predominante en su organismo director de
las comunidades
de aldea. En Arequipa,
el
regionalismo estaría caracterizado por la importancia de la representación
de los elementos
obreros y comerciales. Un contraste parecido
existiría entre la región Norte y la región Centro
de la sierra. En Lima. el elemento profesional y
burocrático alcanzaría gran importancia.' En la
costa Norte del Perú se dividirían la mayor influencia los obreros y directores de la industria
agrícola y de la petrolera.
Se me dirá que existe una dificultad muy
grande para convertir en fuerzas de solidaridad
y acción política meras instituciones económicas.
Aceptando la dificultad, cabe afirmar, sin embargo, que dolorosas experiencias han demostrado a las fuerzas económicas los pésimos resultados de su prescindencia
política. Un movimiento iniciado en este sentido responde hoy a
una necesidad
sentida. Los que representan
elementos de creación y producción en el Perú
104
vícroa
ANDRts ,BELAUNDE
van adquiriendo plena conciencia de queeu falta
de influencia política. como grupos o comoeatidades, los ha llevado a sufrir las consecuencias
de gestiones absurdas o tirániG8s. Para mí. la
más seria dificultad de la reforma consiste en lo
que podríamos llamar 8U cristalización técnica;
la constitución de los divereos gremios o corporaciones y la proporción de su representación. Es
un trabajo de expertos que no podría hacerse
dentro de las tendencias simplistas y apasionadas
de una revolución.
El tercer problema en el regionalismo. y sobre
el cual Mariátegui guarda absoluto silencio. ea
,el de las atribuciones de los organismos regionales. ¿ Qué ramos estarían a su cargo. de qué
rentas dispondrían? En esta materia hay una
vieja y una nueva política. La vieja política establecía a priori todas las funCiones.del poder central y de los organismos locales· o federales. El
espíritu jacobino es una mezcla de pasión rouIseauniana y de geometrismo cartesiano. La vieja
escuela liberal no s610 tuvo principios o dogmas
en la política por lo que se refiere a sus fundamentos morales (en lo cual estuvo en lo cierto).
sino que tuvo dogmas puramente pollticos. CiertQ8 principios o, diré mejor. casi todos ellos, eran
infalibles e inatacables. Los eocialistes han
heredado este criterio de ló absoluto en la política. Para ellos. casi todas sus orientaciones o
principios 80n intangibles. Una nueva política
tiene que superar esa oposieiéa de tundament4zlismo« y aceptar en el terreno de las medic:lae·
prácticas un criterio relativista y esencialmente
LA REALIDAD NACIONAL
t05
experimental. Este criterio es el que habría. que
invocar en el deslinde de las atribuciones del
poder central y de 108 organismos regionales. Un
ejemplo: es evidente que el producto de la contribución predial debe emplearse en las regiones.
al menos en gran parte. Pero la recaudación.
é será regional o central ~ El regionalista funda~
menialista dirá que la recaudación debe ser regional; pero un político realista observará lo
imperfecta que ha sido esa recaudación regional
en el Perú y la ·gran economía de gastos que
supondría la recaudación nacional. Ahora, la
recaudación no es por cierto la inversión. No
tengo a la vista las cifras recientes. pero recuerdo
que el rendimiento de la contribución predial a
cargo de las juntas era ridículo y en clamorosa
desproporción con la propiedad y la renta en el
Perú. En materia de instrucción pública, el
ensayo descentralizador fué catastrófico. La experiencia fué la misma en todos los países. La gran
reforma de Vasconcelos en Méjico consistió en
federalizar. es decir, centralizar la instrucción
pública, sobre todo la primaria. La instrucción
práctica. la media de preparación directa para
la vida. con sus diferenciaciones industrial. comercial o agrícola. puede quedar en manos de
los organismos regionales, que así podrían organizarla dentro de la fisonomía económica de cada
región.
Las máe importantes atribuciones de los orgamamos regionales serían, no las relativas al
régimen interno de la región misma. sino las
relativas al régimen nacional. Pongamos otro
106
víCTOR
ANDRÉS' BELAUNDE
ejemplo: la independencia del poder judicial en
el Perú exige su absoluta separación del ejecutivo. Para lograrla. habría que transferir las
atribuciones que correspondían al poder ejecutivo
a los organismos regionales, interesados en tener
jueces honrados y competentes. Aun en el mismo
orden de las autoridades políticas habría que dar
a esos organismos. si no el derecho de presentación, por lo menos el derecho de veto (1). Una
medida nueva queda cohonestada, a falta de
experiencia directa, por la experiencia contraria
de la medida .anterior. Cien años de vida independiente nos han mostrado las fatales consecuencias de un poder judicial. hechura del
régimen personal centralista.
El autor cierra este ensayo sobre regionalismo
con el planteamiento de un problema que hasta
ahora había revestido únicamente interés histórico: el de la capital nacional. Ese problema
surgió en Nueva Granada, por la rivalidad entre
Cartagena y Bogotá. Fué la cuestión máxima en
la República Argentina durante setenta años,
hasta que se resolvió por la nacionalización'"o
federalización del puerto y ciudad de Buenos
Aires el año 80. Ese problema existe aún en
Bolivia, que no es ya la Charcas de Potosí. sino
un país cuyo centro comercial y económico se
ha desplazado hacia el Norte. En síntesis. el
problema de la capital ha sido un problema real
en muchos países de América; es decir, se ha
debido a conflictos creados por hondas razones
11) Tomo estas ideas de proyectos
hermano, Dr. Rafael Belaunde.
formulados
por mi
LA REAUDAD
NACIONAL
107
de orden político o de orden económico. En el
Perú no ha existido ese problema. Viendo las
cosas retrospectivamente,
con placentero vagar
de diletante o erudito. cabe discurrir acerca del
error que supuso fundar una capital en la costa.
sometida a los ataques de los piratas, en una
solución de aparente equidistancia geográfica;
pero alejada, por el obstáculo terrible de la cordillera, no sólo de la gran masa de población
indígena. sino de los núcleos de población española del resto del territorio. Cortés y Jiménez de
Quesada establecieron su capital en la de los
reinos que dominaban. Pizarro creó una capital.
Es sabido que su pensamiento fué fundarla en
Jauja, en plena sierra. ¿ Por qué renunció al
Cuzco? Había que tener en cuenta la necesidad
de mantener una relación constante con Panamá
y la circunstancia de que el gobierno de Pizarra
apenas abarcaba el Cuzco, que fué objeto de la
disputa entre él y Almagro. Cuando la capital
fué trasladada a Lima, cuyo valle tenía una
numerosa población indígena y cuya situación
se hallabá próxima a un santuario o centro religioso, la fundación se consolidó definitivamente
por la opinión de los viejos oidores, enamorados
de su clima dulce «en que no llueve. ni nieva
ni graniza». Y Lima fué capital por ser centro
burocrático, y, dada la política del monopolio,
centro comercial. El gran centro económico de
los siglos XVI y XVII, Potosí, determinó la creación de una audiencia en el valle próximo de
Chuquisaca. El Cuzco no fué siquiera sede audiencial, y se debatió largamente sobre si debería
108
o
vfCTOR ANDRÉS BELAUNDE.
gravitar alrededor de Charcas o aIrededordc
Lima. La audiencia sólo se estableci6 en 1787.
Los polos de la ..economía peruana. el comercio
entre Panamá y Lima y la explbtaci6n minera
-plata en Potosí y Paseo" y mercurio en Huancavélica-pusieron de lado a la ciudad incaica.
Pero hubo algo mM. En el mismo Sur del Perú
se formaron otros núcleos que rivalizaron con
ella: Huamanga y Arequipa. Esta. a fines de la
Colonia. llegó a superarla en población y en importancia. A pesar de todos los inconvenientes
geográficos y climatológicos. el Pero no tuvo
problema respecto de la capital. Cuando se estableció la Confederación perú-boliviana. surgió
la cuestión. T acna estaba destinada a ser la
capital; pero Lima debería tener una seducci6n
singular. cuando lo fué de hecho con Santa Cruz.
No sé qué especie de sortilegio debe haber tenido
la capital peruana, para infundir sueñoS de grandeza a caudillos y a conductores. San Martín es
en Chile simplemente el militar; en Lima es el
protector y se rodea de una pompa monárquica.
Bolívar conserva cierta austeridad republicana:
en Lima concibe el proyecto de la Confederación
de los Andes. Algo de eso pasa con Santa Cruz.
con Castilla. con Pardo y aun con Piérola, .obre
todo con el Piérola de la Dictadura. No lo digo
en 80n de homenaje. sino de crítica.
Lo cierto es que la primacía o la capitalidad
de Lima estaba basada en factores de carácter comercial y económico en la Colonia. y se
consolidó en la República por los mismos factores.reiterados por la riqueza guanera. primero.
LA REALIDAD
NACIONAL
109
azucarera. después. que eran costeñas. y de la
mineral serrana, que tiene por Lima su salida.
Sutiles e ingeniosas y, a veces, ciertas, son las
observaciones de Mariátegui acerca de los defectos de esta capital, que no puede constituir ni un
gran centro ferrocarrilero, ni un gran centro
industrial, ni un gran mercado. Pero, <: las otras
ciudades del Perú están en mejores condiciones.
prescindiendo de la realidad actual y de la- tradición histórica? ¿ En qué población del Pero,
dentro del criterio realista invocado por Mariátegui, vemos mayores posibilidades de ser un
centro de comunicaciones? Lima es el centro
del tráfico marítimo, y lo será, mejorando las
condiciones del Callao. Lima empieza a reunirse,
por ferrocarriles longitudinales. con la costa, y,
si se construyera una línea de penetración de
Huacho al Centro, como prevé Msriátegui, el
hecho perjudicaría más al Callao que a Lima. Es
evidente, y en esto tiene razón Mariátegui, que
nunca será Lima una capital congestionada como
Buenos Aires. Y quizá sea mejor para el Perú
tener repartidos sus centros industriales en todo
el territorio y no sufrir la encefalitis de países
como la Argentina y aun Francia. De modo que
aquello que Mariátegui considera como un defecto. es, quizás, una ventaja.
Al plantear artificialmente el problema de la
capital, Mariátegui ha descubierto, a pesar de
sus protestas en contrario, el verdadero carácter
de su regionalismo, esencialmente apriorista e
inspirado en el desviador ejemplo de la revolución rusa. Así como ésta se encarna en el gesto
110
VícTOR ANDRÉS BELAUNDE
simbólico de la traslación de la capital de Leningrado a Moscú, la revolución peruana se encarnará en otro gesto eimbélico.Ia traslación de la
capital al Cuzco. Vese, pues, todo lo que hay de
convencional y artificial en el llamado nuevo
regionalismo. Desgraciadamente, estas orientaciones, por artificiales que sean, crean factores
psicológicos y corrientes espirituales, que, aun.
que fracasen luego ante las exigencias imperiosas
de la realidad, vienen a complicar la solución de
nuestros ya gravísimos problemas. En lugar de
oponer la sierra a la costa, el Norte al Sur, el
elemento mestizo o español al elemento indígena
y personificar estas oposiciones, nuestro empeño
debe ser completar la obra de síntesis que se
realizó lentamente en la Colonia y que debió
culminar en la Independencia. Aquel anhelo de
una más intensa integración está simbolizado en
la aparición del Inca Huaina-Cápac, en el inmortal poema de Olmedo. Poco nos importa que la
crítica haya encontrado incoherentes e ilógicas
las palabras del gran rey, al considerar como
hijos suyos a los descendientes de los que destruyeron su imperio. No puede remontarse el
curso del río de la Historia. Incas y conquistadores se funden en la continuidad de nuestra
vida. La época actual no puede reproducir o
continuar exclusivamente, ni el Imperio, ni la
Colonia, ni siquiera la Independencia: la vida es
un proceso de perpetua síntesis y de perpetua superación. Empobrecer nuestra perspectiva histórica, limitar nuestro presente con artificiales exclusivismos, sería empobrecer y limitar el porvenir.
El preblerna r~1i~ic>sc>
El escritor socialista comienza su capítulo
sobre el problema religioso con estas significativas palabras: «Han tramontado definitivamente
los tiempos de apriorismo anticlerical, en que la
crítica librepensadora
se contentaba con una
estéril y sumaria ejecución de todos los dogmas
e Iglesias, a favor' del dogma y de la Iglesia de
un librepensamiento
ortodoxamente ateo, laico
y racionalista.»
i Qué diferencia hay entre estas
frases y las de González Prada que citamos
en 1917!: «Los antropoides.
al acercarse al
hombre, se despojan de la cola. Las inteligencias, al perfeccionarse,
se despojan de la
religiosidad. Las religiones figuran como una
especie de roca cristalizada alrededor de la humanidad; no se avanza sin romper la cristalización.» Mariátegui reniega de su maestro en el
problema esencial; pero no nos dirá que son los
estudios y trabajos de la generación novecentista
los que en el Perú nos libertaron de lo que yo
he llamado la desviación radical.
Moderno y generoso es el criterio del autor
112
VÍCTOR A~DRÉSBELA~
para tratar del sentimiento religioéb, Acentúa,
sin embargo, su latitudinarismo, colocando a
todas las religiones en el mismo nivel, sin adoptar una justa tabla de valores. A pesar de este
criterioequidistanté, se ve claro que sus preferencias van tras el protestantismo, como era, por
otra parte, légico, dadas las conexiones del protestantismo y del capitalismo, hermano siamés
del socialismo. Eso explica su aceptación sin
reservas del elogio del puritano, hecho por
Frank, quien, por otra parte, está en lo cierto
cuando afirma que el puritano encarnó la voluntad de potencia. Vieja convicción mía es que la
Reforma fué vitalismo pUTO. Esa misma simpatía
hacia el protestantismo lo lleva a dar una explicación equivocada de la falta de espíritu proselitista o· misionario en Norte América y del
esfuerzo evangelizador en el Impeno español.
Atribuye este último a la circunstancia de existir
una población avanzada, digna de catequizac1ón
en nuestra América. Muy otro, y mucho más
justo, es el criterio de Preecott, autoridad insospechable en este caso, cuando señala francamente el contraste entre el espíritu misionario
español y francés, que buseé, no sólo las tribus
avanzadas, sino también, y con el mismo fervor,'
las tribus más salvajes, y la falta de ese espíritu
entre los anglosajones; El colonizador anglosajón
no se ocupó en evangelizar en las tierras vírgenes
de la América del Norte, y dejó el campo al misionero español yal misionero francés. El protestantismo no tiene espíritu misionario. Sus misiones datan del siglo XIX y bajo la forzada imitación
<
LA REALIDAD
NACIONAL
113
del catolicismo; la voluntad de potencia es egocéntrica y nacionalista; sólo la voluntad de cario
dad es irradiante y ecuménica. El contraste entre
la tendencia de las dos razas no es. pues. ocasional o geográfico. sino profundamente espiritual.
Es curioso el trastrueque que hace Mariátegui de
los factores subjetivo y objetivo. al explicar las
diferencias de la civilización sajona y de la civilización hispana en América. En la cuestión de
la gran propiedad. acude al factor psicológico.
cuando el decisivo fué el geográfico: tierras y
razas. En la expansión misionaria, en vez de
referirse al factor espiritual. al sentido universal
del catolicismo. acude al factor objetivo de la
geografía humana. iInexcusable contradicción!
Lo más admirable de la acción misionaria en
Hispanoamérica no se realizó.· corno sostiene
Mariátegui. en los territorios propicios a la catequizacién, sino en las tierras vírgenes. casi indomables: desiertos o selvas: California y Nuevo
Méjico. la hoya amazónica. el Orinoco y el Plata;
y entre tribus salvajes. Una vez me dijo el profesor Shepherd: «El capítulo más grandioso de la
Historia de América es el de las misiones en el
Amazonas. Si yo fuera joven. no vacilaría en
escoger ese tema para mi libro principal.»
El desconocimiento del sentido heroico insuperable de la acción misionaria, que los autores
protestantes son los primeros en admirar. lleva
a Mariátegui a su exaltación del pioneer «como
ejemplo de vida de alta tensión». No seré yo
quien niegue admiración a los pioneers, estética
y vitalmente inferiores a nuestros conquistadores.
8
J J4
víCTOR
ANDRÉS
BELAUNDE
pero superiores a ellos desde el punto de vista
de la moralidad media, de la común sensatez'
humana; mas todo mi instinto de justicia y de
belleza se subleva, si se pretende parangonarlos
con los misioneros. Prescindiendo de la inspiración ética, colocándonos simplemente en el
punto de vista humano, de la afirmación vital,
la obra de los pioneers en el fácilmente asimilable territorio entre el mar y los Alleghanys es un
juego de niños al lado de la titánica empresa
que. en las zonas próximas al Mississipí y los
lagos y en los desiertos de California. realizaron
por la misma época los misioneros españoles y
franceses. Y nada decimos de las gestas aún más
grandes que tuvieron por teatro el corazón de la
América austral. Esa sí fué vida de alta tensión
y no destinada al fin plausible; pero. con todo.
egoísta; de la creación de riqueza y de la conservación de la propia libertad. sino al ideal altruísta
de la transformación de otros hombres. Cuando
los grandes historiadores norteamericanos. como
Parkman, han querido escribir obras de sentido
pintoresco y heroico. han preferido. a los trabajos de los colonos sajones, las andanzas y los
viajes de los jesuítas. Estaba reservado al materialismo históri<t>colocar sobre aquel despliegue
maravilloso de energías humanas el cauto y lento
avance de los puritanos.
Juzgando la religión incaica. nuestro autor
adopta exacto punto de vista al ponerla. siguiendo
a Frazer, en el cuadro general de las religiones
primitivas. Bien señalados están sus rasgos esenciales: l. o, el predominio del carácter social
LA REALIDAD
NACIONAL
115
sobre el de la creencia individual que nos asemeja
a la China y no a la India; 2. o, la unión del
Estado y de la Iglesia, o sea el sistema teocrático, y 3. o, el sentido panteónico o sincré.ico,
como el del Imperio Romano, que asimila y respeta las deidades locales. Creo, igualmente, acertada la aceptación de la hipótesis de Frazer sobre
el carácter divino de los reyes, y suscribo también los juicios sobre la influencia teocrática o
religiosa en la consolidación del orden social. He
afirmado en otros trabajos que el buen éxito del
comunismo incaico tuvo, como uno de sus factores esenciales, el prestigio religioso de su monarquía. La confusión de la Iglesia y del Estado es,
por otra parte. con diversidad de grados o
matices, el fenómeno general de todos los pueblos, hasta el advenimiento del Cristianismo. Al
través del justo criterio de relativismo histórico,
resulta favorable el balance de la religión incaica.
Socialmente, bastaría, para apreciarla, su conformidad con la estructura política y económica
del Imperio; y estéticamente,
el culto del Sol,
tan natural y explicable en la desolación de la
Puna, y su liturgia grave, colorista y rítmica. De
este juicio de relativismo histórico, no podemos
pasar a una estimación de valor permanente. Esa
confederación de fetichismos, si cabe llamarla
así, bajo la presidencia del culto solar, había
recorrido su curva máxima. El ciclo estaba concluído. A pesar de lo que cree Spengler, la
conquista vino a su hora.
Al tratar de ésta, el escritor socialista reitera
sus prejuicios respecto al catolicismo. Para expli-
, 16
VfCTOR ANDRts BELAUNDE
. car la facilidad con que el catolicismo asimileSa
las razas aborígenes, señala enfáticamente dot
caUllaS: L·, que la religión incaica estaba destinada a desaparecer totalmente, al sucumbir el
Imperio; y 2.·, el esplendor litúrgico del culto
-eatélico. La primera de estas causas no puede
aceptaese sino con reservas. Aunque unida la religión al Imperio, la destrucción de éste podía
significar la abolición del culto solar; pero quedaban con su vida multisecular las infinitas supersticiones localistas -y provincialistas, de muy
difícil desarraigo. Respecto a la segunda, de
acuerdo con la interesante opinión de Emilio
Romero, creemos, efectivamente, que la pompa
exterior del culto católico contribuyó a su difusión; mas ello no puede colocarse al lado del elemento principal: el espíritu heroico, la inspiraci6n
misionaría, el magnetismo-apost6líco de hombres
de tan alta espiritualidad, como Francisco Solano
o T oribio de Mogrovejo. En el catolicismo, la
gran fuerza de atracción no es sólo la liturgia,
sino el espíritu. El escritor socialista paga tributo
al error que ve en el catolicismo más el aspecto
político y litúrgico que el aspecto espiritual. En
el catolicismo, el culto exterior, la organización
social y la vida espiritual forman una unidad
indisoluble, como, en el hombre, su cuerpo, su
actividad social y su vida interior. Por eso el
catolicismo ea la religión profundamente humana. Atiende a esos tres elementos y, sobre
todo, a su conexión íntima, Liturgia, organización y mística se desarrollan conjuntamente. No
pueden separarse ni oponerse. El Cristianismo
LA REALIDAD
NACIONAL
117
pnmitrvo tenía ya su liturgia y su organización;
y cuando el Cristianismo triunfó con Constantino,
el inmenso desarrollo de la liturgia y de la organización social no impidió la vida interior. Esa
es la época de los Padres de la Iglesia, a la que
seguirá la vida monástica. San Agustín. San
jerónimo. San Ambrosio. San Gregorio, no fueron inferiores en vida interior a los cristianos
primitivos. Y la Edad Media, que es la época
del florecimiento litúrgico. es también la época
más intensa de vida espiritual. Al mismo tiempo
que el culto alcanzaba su grado de más grande
esplendor en las catedrales románicas y góticas.
predicaban Francisco y Domingo. y vivían sus
máximas Kernpis. Gerson, Ruisbroeck y Raimundo Lulio. El protestantismo quiso renegar de
la liturgia. de la organización y de la jerarquía.
y pretendió. sin el auxilio de ellas. dar un salto
hacia una religiosidad interiorista o angélica.
Hoy presenciamos su fracaso. El salto es imposible: la escala para acercarnos a lo absoluto.
impuesto por nuestra naturaleza. exige hechos
materiales de significado espiritual. Los mismos
protestantes son hoy conscientes de esta verdad,
y ello explica la reacción litúrgica. aun en las
sectas más intransigentes en esta materia. como
la connrezacional o unitaria.
La Biblia es letra y no espíritu. sin el tesoro
de la tradición que la ilumina y la comunidad
social que la mantiene. Tradición es jerarquía. y
comunidad, liturgia. ..El aislamiento del hombre
en el tiempo, al romperse con la tradición; y.
en el espacio. al destruirse la comunidad orga-
118
víCTOR
ANDRÉS B~LAUNDE
nizada, hizo imposible la vida interior. El protestantismo ha vivido de los restos del capital
espiritual medieval y de la inercia de las viejas
instituciones. A medida en que aquellos elementos se iban gastando. el anhelo de vida interior
y de superación puramente espiritual fué desapareciendo. Raros son los ejemplos de vida
mística como Swedemborg y Kierkegaard, y
cuando surgen almas de esa índole, como Newman y Novalis, van hacia el catolicismo o
simpatizan con él. El deán Inge hacía, en 8U
libro sobre Inglaterra, esta ingenua confesión:
«En nuestro pueblo existe poca inclinación hacia
la santidad.» El protestantismo cayó bajo la
acción predominante de las causas que lo originaron: en el orden personal, rebelión vitalista,
individualismo germánico; en el orden social,
intereses políticos y económicos de los príncipes,
deseosos de reemplazar a la Iglesia con su
influencia en ambas esferas. El sentido económico-políticoaparece en el protestantismo monárquico de Lutero y. más aún. en el democrático y
radical de Calvino. La gran fuerza de éste. en
los países industriales. había de ser la abrogación
de las condenaciones del catolicismo. contra el
interés y contra la usura. «De acuerdo con Max
Weber y Troesch, el suelo nativo del capitalismo
es el calvinismo, y nació en la Inglaterra puritana
y Escocia.» (Karl Adam: El Espíritu del Catolicismo.) Sin el apoyo político del rey de Inglaterra y de los príncipes alemanes.' el protestantismo no habría sido sino una de las tantas
LA REALIDAD
NACIONAL
119
herejías, como aquellas de que triunfó la Iglesia
en la Edad Media.
Al catolicismo medieval no le faltó sentido
práctico, pero no fué esclavo de él porque encontró un justo medio: el humano equilibrio
entre el espíritu y la materia, entre la ética y la
economía. El catolicismo ha representado siempre, no la vulgar conciliación de extremos, sino
una genial superación de antinomias. Entre el
espiritualismo puro y el materialismo puro, levanta su realismo o, diré mejor, su ético-realismo,
que deslinda las dos esferas, estableciendo
la
interdependencia
y la justa valuación. La misma
superación de antinomias observamos entre el
principio de libertad y el principio de disciplina,
entre la mística y la jerarquía; idéntica síntesis
entre el individuo y el Estado, por medio de la
corporación : entre el orden político y el orden
espiritual, por el nexo y deslinde entre el Estado
y la Iglesia. Esa obra de equilibrio fué rota por
la Reforma protestante,
que, en lo político,
acentuó
el absolutismo
nacionalista
de los
Estuardos y de los príncipes alemanes, o el individualismo
puritano;
y, en lo económico,
La
acumulación
de la riqueza en manos de los
grandes señores. Hilario Belloc ha probado que
en Inglaterra medieval la propiedad feudal estaba
compensada
por la propiedad monástica destinada a fines populares. La Reforma se cristalizó
en la adjudicación
de la propiedad monástica
a los lores amigos de Enrique VllI. En Inglaterra quedó agravado el abismo entre el pobre
y el rico. Inglaterra fué capitalista
antes de la
120
vícroe
ANDRts BELAUNDE
revolución industrial; y la gran desgracia para
la Humanidad ha sido"que la introduci6n de la
maquinaria y el desarrollo industrial se plasmaron. no dentro de una estructura econ6mica de
equilibrio y de esfuerzo corporativo. sino en la
estructura individualista o capitalista de Inglaterra.
La Reforma protestante en Alemania produjo
paralelo efecto respecto del Gobierno. Creó el
estatismo prusiano. El absolutismo. que aparece
ya en todos los pueblos de Europa durante el
Renacimiento, se agrav6 en los mismos países
latinos en que el Estado quiso absorber el poder
espiritual como en los países protestantes. No
representan otra cosa el galicanismo en Francia
y el regalismo en España.
Es posible que el capitalismo inglés y el estatismo germánico hayan acelerado el proceso económico y "el proceso político en Europa. Pero.
Ia costa de qué valores y con el sacrificio de
qué principios hemos logrado esta aceleraci6n!
En el conjunto de la evolución humana. algunas
décadas no cuentan efectivamente; y. en cambio.
hemos reemplazado el primado de lo espiritual
por el primado del interés y de la fuerza. El
reino de Cristo ha sido reemplazado por el de
Mamm6n y el de Wotan. los verdaderos dioses
modernos. Y aunque pretendamos hoy romper
las jerarquías creadas para ellos. como lo intenta
el Socialismo. mientras no establezcamos la antigua valuaci6n espiritual revivirán esas jerarquías.
si bien en otra forma. En la sociedad capitalista.
la Fuerza se pone al servicio de la Riqueza.
LA REALIDAD
NACIONAL
121
Wotan sirve a Mammón; en la sociedad socialista, Marnmón servirá a Wotan, la riqueza no
servirá a la Justicia, sino a la minoría que tiene
la Fuerza.
Es posible que, dentro de la orientación éticorealista y de la estructura corporativa que imprimió a la sociedad el catolicismo, el avance hacia
la edad mecánica hubiese sido más lento; pero
se habría realizado con menos injusticia y más
sólidamente.
El mundo moderno lleva en sus
flancos, por la acentuación de las desigualdades
sociales, el germen de la revolución; y, por la
rivalidad de nacionalismos,
el germen de las
guerras. La misma hipótesis de ralentír en el
proceso económico no aparece fundada si se tiene
en cuenta la audacia creadora del espíritu católico en el orden de los descubrimientos geográficos y comerciales, uno de los factores de la
sociedad moderna.
No podemos juzgar de la
forma que habría tomado la economía europea,
mantenida la unidad religiosa, la unidad internacional y el justo equilibrio económico y moral
entre la Iglesia y el Estado.
El catolicismo ha trabajado
en la Europa
latina con tremendas desventajas. Su obra tiene
de milagro. En el papel de sostener el catolicismo
amenazado,
agotó sus energías España.
La
Contra-Reforma es la gran empresa espiritual del
pueblo español. No existe, como dice Mariátegui,
diferencia u oposición entre el misticismo español del Siglo de Oro y la obra militante, la
cruzada contra el protestantismo.
El misticismo
español es la continuación del misticismo medieval, con una nota de mayor actividad y beli-
122
VíCTOR
ANDRÉS
BELAUNDE
gerancia. Las grandes almas. en el orden puramente espiritual. son las mismas que organizan
y reforman la sociedad. San Ignacio. el maestro
de la oración; Santa Teresa. la exploradora del
mundo místico. son los creadores o reformadores
de institutos religiosos y son tan grandes en la
vida interior como en la actividad y la lucha.
Jacques Ghevalier ha probado recientemente.
en un brillante ensayo. el sentido profundamente
realista de la mística española.
El materialismo histórico puede explicar el
protestantismo. Lo que no podrá explicar jamás
es el milagro espiritual de la Contra-Reforma.
Son hoy autores protestantes los primeros en
admirar la obra de Loyola, que ganó otra vez
para la Iglesia la mitad de Europa y compensó,
con la rápida catequizaci6n del Nuevo Mundo.
la pérdida de los países nórdicos. El catolicismo
que vino a -América no fué el catolicismo de
triunfo o de equilibrio medieval. sino el de exaltado fervor y fiebre beligerante de la ContraReforma. Los misioneros unían el sentido místico
a la audacia militar; y. en -este sentido, eran
almas modernas. Eran unos conquistadores a su
manera. Mayor audacia y mayor sentimiento de
sacrificio compensaban la ausencia del sentido
vital: poder. riqueza o gloria.
Nuestro autor reconoce que «la evangelización
tuvo una etapa heroica». Ya es algo. Pero la verdad es que esa etapa heroica dura tres siglos.
Su error consiste. como 10 hemos insinuado en
nuestro primer ensayo, en no hacer diferenciaciones horizontales en la época colonial. La etapa
LA REALIDAD NACIONAL
123
heroica de la evangelización en las regiones definitivamente asimiladas es reemplazada, un siglo
después del descubrimiento, por una época de
quietud y decadencia
eclesiásticas.
Pero esa
etapa continúa en la hoya amazónica, en el Orinoca, en el Plata y en los desiertos de California,
Arizona y Nuevo Méjico. Y así se da este curioso
contraste en la vida colonial: de 1650 a 1750 se
acentúa la decadencia institucional en el Imperio
Español; y, sin embargo, ésta es la edad de oro
de las misiones; lo cual quiere decir que el espíritu religioso no puede ser considerado,
ni
siquiera como una de las concausas, de aquella
decadencia. Los únicos organismos que conservaron su prístina vit~lidad fueron los organismos
típicamente religiosos. El espíritu puro es una
fuerza perenne.
Viendo en el catolicismo sólo la liturgia y no
el espíritu, es explicable que Mariátegui sostenga
que la obra misionaria no trasformó el alma religiosa del indio y que el culto católico simplemente se yuxtapuso al fetichismo primitivo.
Difícil es hoy juzgar de los resultados de la
acción misionaria conservados en desfavorables
condiciones por la Iglesia secular en la Colonia
y en la República. Por otra parte, es casi imposible la conservación en las masas, en toda su
pureza, de una" religión de tan profunda, compleja y misteriosa espiritualidad, como el catolicismo. Aun en países avanzados y en sociedades cultas conviven restos atávicos de superstición con el idealismo
católico.
Semejante
maridaje no debe sorprendernos, pues si aparece
J 24
víCTOR
ANORts BEÍ.A.UNDE
en las masas indígenas él Sólo acusa una fatal
deficiencia humana.
En cambio, en lo fundamental hay hechos
innegables de la penetración del espíritucat6lico en las masas indígenas. Debo señalar los
dos principales: la reacción ante el dolor, que no
es en el indígena, hoy al menos, colectivamente,
de fría resignación fatalista. sino de plegaria y
de esperanza; y la generalidad e intensidad del
culto marial. Ambos hechos aparecen indieolublemente unidos. Una de las páginas más representativas de la psicología indígena es la que
dedicó Juan Manuel Polar. con admirable intuición y hermoso estilo. a las romerías de Chapi en
el Sur del Perú. Millares de indígenas se reunen
en una de las más desiertas e inclementes estribaciones de la cordillera, en un Paisaje de desnudez mayestática. Dentro del pequeño santuario
y cerca de él pasan las noches orando y llorando.
Aquel inmenso ulular humano, plegarias, lamentos. quejas. imprecaciones y súplicas. recuerda
la genial definición de templo hecha por Unamuno: c<EIsitio donde vamos a llorar juntos.»
Palpita en él una nota de abandono. de intimidad, de .fraternidad y de esperanza, esencialmente cristiana. Nada semejante puede darse en
la arreglada. solemne y contenida pompa de los
cultos primitivos.
No cabe hablar de las psicología religiosa del
indio, sin el profundo esludio de la historia y
vida actual de los santuarios. principalmente los
de Copacabana y Guadalupe. El culto marial,
llevado por los españoles. surge luego en sus
LA REAUDAD
NACIONAL
125
nuevas encarnaciones o modalidades, como una
floración natural del suelo de América. La leyenda, hecho o ficción-poco
nos importa
ahora-aparecen en el indio puro; son indios sus
iniciadores y sus reveladores. El culto marial,
como en la Edad Media, es el culto del alma
popular. El indio de la Colonia y de la época
presente. que dice ante la madre común su pena
individual y quizá su pena colectiva, se ha alejado definitivamente de la antigua magia. Hay
un nuevo vínculo entre la raza dominadora y la
raza dominada; indios, mestizos y blancos reclaman esta común maternidad. El nuevo culto de
la vieja raza es cristocéntrico;su fiesta principal.
como la de todos los pueblos católicos, la del
Cuerpo de Cristo, y la devoción dominante. la
de María. Subsiste el ayllo y continúan las
coreeas en el peonaje y el enganche; sólo los
dioses se han ido definitivamente. De un modo
obscuro. imperfecto. impreciso, si se quiere. ha
triunfado el cristianismo (1). Esta unidad de
religión es la base de la unidad nacional, que,
(1) ltespccto de la inüueneia de hl moral y de la oiscíplina cristiana. en la raza aborigen, tenemos tlll testimonio representativo
en el recogido por Vírlaurre cuando
ora oidor del Cuzco: «Un cura respetable de. la provincia del
Cuzco me dijo con asombro ~' lágrimas: en los «u aresmas me avergüenzo de ías confesiones de los indios; en
miles, no hnlio un pecado mortal.» iP!a.n del PcrtU
Yidaurr». "iguiendo a su maestro Rousseau, exaltador
del horntrc
prtrnüívo, atribuirá
el hecho a la perrecta
moral iru-nica. Mejor tnrorrnudos, por los datos de los
conquistadores y los misioneros, sobre las costumbres generalizadas en el imperio, aquella moralidad s610 podía explicarse por In acción evangélica sobre el indiscutible fondo de
dulzura y docilidad quechuas,
126
VíCTOR
ANDRÉS
BELAUNDE
sin ella. acaso no existiría. El cruce de las razas
dió a esa unidad un nexo biológico. pero el verdadero nexo espiritual lo ha dado la religión.
Está aún por estudiar la obra de la Iglesia en
la formación de las nacionalidades hispanoamericanas. Carlyle y Tsine comienzan sus obras
. maestras: La Revoluci6n Francesa y Los Orígenes de la Francia Contemporánea,
mostrando
cómo este país fué en cierto modo una creación
de los obispos. Papel semejante CURO a la Iglesia
en el Nuevo Mundo. sobre todo en el Perú. Remontémonos a la época de la Conquista. La
raza indígena acaba de ser sometida y necesita
ser instruída y defendida: dejada a sí misma,
derribado el Imperio, habría tornado al salvajismo más completo.
Los conquistadores no podían representar ningÚn principio de moralidad organizadora; encarnaban la dominación sin control. Pronto estalló
la lucha entre ellos; luego. la rebelión contra el
rey. De 1535 a 1553, el Perú vive en estado de
anarquía. Sólo una institución representa el sentido de la justicia. la autoridad moral. la cultura.
la disciplina y el orden: el Episcopado. El poder
real que se afirmó sólo después. fué un gran factor coadyuvante: pero no principal; contra él se
enfrentaron muchas veces. y con celo admirable
obispos y misioneros, defendiendo a la raza oprimida.
'
Las interesantes observaciones de un sociólogo
positivista y, por tanto, imparcial, respecto del
catolicismo, Pedro Arcaya, sobre el Episcopado
en la formación dé la Sociedad Venezolana,
LA REALIDAD
NACIONAL
127
podrían extenderse al Perú. Dice aquel escritor:
«Fué, pues, entonces, casi exclusivamente por
el influjo de la Iglesia, como pudieron arraigar
en el país los hábitos de la vida civilizada, que
a no ser por ella habrían perdido los conquistadores, como en efecto, en muchos los abandonaron, al ponerse en contacto con el salvajismo
indígena.»
(1)
Mucho se ha generalizado acerca de la decadencia eclesiástica y de la degeneración religiosa
del Perú en la Coloni~. Nada más difícil de
escribir que la historia religiosa de un pueblo.
Los hechos sociales, militares o políticos, dejan
una huella firme en la tradición o en el documento, algunos hechos religiosos- sobre todo los
desfavorables--la
dejan también, pero, en su
parte más importante, la historia religiosa es una
historia de almas, es una reconstrucción dificilísima de la vida interior. Conocemos algunos
aspectos pintorescos o escandalosos de la vida
eclesiástica o conventual; pero, (quién nos ha
pintado la vida de tantos y tantos seres humildes
que alcanzaron silenciosamente
las más altas
cumbres del espíritu ~ No toda la Colonia debió
de ser perricholismo, gracia o chilindrina; instantes debieron de haber de recogimiento y de
sincera exaltación. En el inexplorado diario de
Mugaburo hay signos de ella. Me parece, pues,
un tanto sumario el juicio de la holganza y el
pantagruelismo
conventuales
que acentuaron
escritores jocosos y que han repetido con aire
(1)
Estudios
de Soci%gla
Venezolana.
J 26
víCTOR ANDRts BELAUNDE
de seriedad científica algunos de nuestros sociólogos. La decadencia ecleeiáatica, si la hubo en
el extremo en que nos la pintan, tuvo una causa
bien definida: la sujeción de la Iglesia al Estado,
la burocratización religiosa¡ en .íntesis: el rearalisrno, Sobre este hecho no discurre Mariáteguí.
Ya es algo sin embargo que reconozca, por ej._~
plo, que el Santo Oficio se comportó mú cómo
una institución pplítica que como una institución
religiosa.
..
En cuanto a la decadencia intelectual del clero,
Mariátegui la acepta a fardo cenado bajo la
autoridad de una cita de Javier Prado. inspirada
en el criterio siglo dieciochesco y positivista. para
juzgar la filosofía eclesiástica. A pesar de esa
decadencia. aun en I~s siglos XVII y XVIII las más
altas manifestaciones del pensamiento las encontramos en los hombres de Iglesia. Han de ser
éstos los que. sin renegar de la ortodoxia y la
tradición ética de la filoaofía medieval. tratarán
de implantar las nuevas ciencias experimentales
y sociales. preparando así el ambiente espiritual
de la independencia. Caballero y Góngora, en
Nueva Granada; Rodríguez de Mendoza y Chávez de la Rosa. en el Perú; el padre Yarda. en
Cuba; Goicochea. en Guatemala; Antonio de
San Miguel. en Méjico; Maciel, en el Plata: se
hacen los corifeos de la nueva reforma. La época
prenacional o prerrevolucionaria en Hispanoamerica, es obra eclesiástica.
Al estallar la Independencia. el clero se dividió; algunos miembros del alto clero. nombrados
por el rey. fueron leales a la causa eepañcla,
LA REALIDAD
129
NACIONAL
pero el bajo clero, como lo observa en Méjico
Justo Sierra, fué partidario de la independencia
y factor decisivo en ella (1). Además de estos
curas criollos, debemos considerar la clase intermedia de los eclesiásticos letrados que fueron en
muchos países los leaders intelectuales del movimiento insurrecciona]. En el Perú bastaría citar
los nombres de Luna Pizarro y de Mariano José
de Arce, tan hermosamente reivindicado este
último, en el fuerte ensayo de Raúl Porras
Barrenechea, publicado en Mercurio Peruano.
Nuestro autor conviene en que en nuestra revolución no hubo un problema religioso: el jacobinismo en este aspecto no podía progresar en
-América. La revolución fué un movimiento nacionalista y democrático, pero no anticlerical.
De eso se dió perfecta cuenta Bolívar con su intuición genial. Se explica así su sagaz política,
respecto de la Iglesia, principalmente en los últimos años, en que se convenció de que no había
estabilidad política sin una justa influencia religiosa en las costumbres y en educación. También
estaba convencido Bolívar de que la Iglesia no
era una amenaza política en Hispanoamérica;
sabía que el ambiente del mundo, dominado, en
(1) Lo propio poüría decir Belaunde
respecto
del Perú
:\tll'slr'ü querido
maestro
Dr. Manuel Vicente Villaran
posee
111\il ('olecl"j(',n de lus pror-larnas dírigtnns por nuestros
p(\ITOt'OS n su" frl igrcses,
incitando
n éstos a plngnrs«
a
la
,'I\U:;[\
revolucionaria.
Liberludor
Sun
insigne
patriota
encarnada
en el
Martin.
Esa colección
Iué Iorrnada
Dr. Fruneisro
Javier
Mnríategui.
por esos días
por el
Pen
sarnos reprodurirla.
con la venia del Dr. Vülurán , en el
uoieu« del Museo BoUvariano.-('\oTA
UF. JORGE
(;UIU.EI\MO
LF.I;¡;ÍA.)
9
130
víCTOR ANDRts BELAUNnE
10 económico, por los países protestantes, y, en
loídeol6gico, por la filosofía de las luces, no era
fa~orable a la acentuación del poder de la Iglesia,
lacuaI, según sus propias palabras, «se limitaría
a conservar las posiciones que tenía». A pesar
de la falta de sentido antirreligioso en la revolúcién, el jacobinismo en Hispanoamérica dió
algunas manifestaciones de vida; la república
continuó y acentuó la tradición regalista de la
monarquía española. eegún la cual la Iglesia
debería estar sometida al Estado. El movimiento
anticlerical aparece en Méjico bajo la influencia
norteamericana. y, en el Plata. en los proyectos
de reforma eclesiástica de Rivadavia. que 8UPOroan una especie de Constitución civil del clero.
Estos proyectos tuvieron su resonancia en el Perú,
en.Ia época de la discusión constitucional. Durante la dictadura de· Bolívar quedaron descartadas aquellas iniciativas.
El regalismo y el galicanismo tuvieron su más
acentuado representante en esta época en la pintoresca figura de Vidaurre, el cual presentó al
Congreso de Panamá todo un proyecto :de reforma eclesiástica, base de la especie de código,
que, por encargo del gobierno, formuló en 18310
j y dedicado al Papa! No nos deben asombrar
las inconsecuencias de Vidaurre. Ese proyecto
revela que la tradición regalista era muy fuerte
en el Perú. cosa explicable por la circunstancia
de ser el Perú heredero característico de la tradición española. De ac~erdo con las ideas de
Vidaurre, el episcopado nacional debería ser
independiente del Papa, el cual conservaba
It
LA REAUDAD
NACIONAL
I3tI
apenas una supremacía de honor sobre la Iglesia
.
americana.
Vidaurre fué, pues, el verdadero precursor de
Vigil. ICon qué distinto criterio tienen que contemplar hoy, católicos y no católicos, la tesis
regalista! El gran cáncer de la Iglesia colonial
fué su sometimiento al rey; la gran desgracia de
la Iglesia durante la República han sido su de.
pendencia del Presidente y 108 nombramientos
episcopales por el congreso. El resultado ha
sido las infelices designaciones eclesiásticas; la
unión de la política y de la religión, la tendencia
de nuestro clero a ver al presidente como la del
clero colonial de ver al rey, y de rendirle repug.
nante pleitesía. El criterio moderno se aparta del
criterio regalista y del criterioultraliberal. Combatir o- desconocer a la Iglesia es tan malo como
pretender dominarla y convertirla en un instrumento. Ni sumisión, ni neutralidad o indiferencia
imposibles: cooperación, armonía e independencia. Esta es la nueva fórmula en que se cristalizan
los nuevos concordatos celebrados con los países
bálticos, con los de la Europa central, con Prusia
y con Italia. La Iglesia recupera su libertad en
la designación de los obispos, quedando sólo un
derecho de veto a los gobiernos; o sea la inversa
del régimen que ha existido en Hispanoamérica:
designación por los gobiernos y veto del
Papa.
La polémica religioso.política se prolonga en
el Perú. Creo que en ningún país de América se
ha discutido con más acopio de erudición el pro.
blema de las relaciones de la Iglesia y del
,
132
VfcTOR ANDRÉS BELAUNDE
Estado. A las obras de Vidaurre, de Mariátegui
y de Vigil hay que agregar las del canónigo
Moreno y la condena de Aguilar contre Vidaurre. Los canonistas peruanos, no contentos
con discutir el tema en el Perú, lo estudiaron en
otros puntos de América. Una de las obras del
Dr. Chacaltana, la única publicada que conocemos, versó sobre el Patronato argentino. El
país no se interesó en estas disquisiciones doctorales. El partido liberal consiguió la abolición
de los fueros eclesiásticos, pero se mantuvo la
religión de Estado y no se tocó a la jerarquía y
propiedad eclesiásticas.
Nuestro primer liberalismo Iué tímido; y
cuando intentó algunas reformas de verdadera
hostilidad contra la Iglesia, como la constitución
del 67, fué derribado por una de las más populares revoluciones del Perú: la del 68. Artificialmente, el escritor socialista trata de vincular la
corriente de defensa religiosa con los intereses de
la casta feudal en el Perú. ¡Vano empeño de
someter a la realidad a las deformaciones impuestas por el apriorismo socialista I A raíz de
la Independencia. como lo hemos recordado, la
nobleza criolla estaba arruinada, el poder qued6
en manos de la burocracia militar reclutada en su
mayor parte en la clase media. Cuando en el
Perú se formó una oligarquía econ6mica, ésta
se insinuó, como lo reconoce el mismo Mariátegui, con matices liberales y anticlericales. No
pretendió destruir' la Iglesia; pero adoptó respecto de ella una actitud indiferente o despectiva.
Esa oligarquía se consideró heredera de la ideo-
U
REALIDAD NACIONAL
133
logía liberal;
de modo que la oligarquía
y
corrientes religiosas, contrariando
las leyes socialistas, aparecen divorciadas en la historia del
Perú. Como en la Independencia,
nacionalismo,
democracia y catolicismo permanecieron unidos.
Los caudillos que encarnaban el mandato nacional, el certero sentido popular, siguieron una
, política de armonía con la Iglesia. La constitución hecha bajo la inspiración de Castilla rectificó las tendencias liberales del 56, y Piérola
impuso una política de moderación al civilismo.
La discusión del aspecto canónico o regalista
del problema religioso fué reemplazada
en el
Perú, a mérito de la obra de González Prada,
por la forma aguda del jacobinismo ateo. No
necesito repetir aquí las conclusiones a que llegué
en mi estudio sobre la desviación radical y el
problema religioso (1). Mariátegui conviene en el
fondo en las críticas de ese trabajo que parece
ignorar. F ué realmente una gran desgracia que
esa fuerza literaria tan considerable
se dejase
absorber totalmente por el sectarismo más estrecho y primario.
El radicalismo
en el Perú
dejó énfasis retóricos, gestos de rebeldía y estéril
pugnacidad.
No estudió con criterio típico ninguno de los problemas nacionales.
, El escritor socialista quiere libertar a su partido de la herencia sin inventario del movimiento
radical; pero su empeño es vano. El socialismo,
como el capitalismo, es esencialmente antirreli-
(Ji
\'éllse
El Perú,
Lima, de 13 de mayo 1917.
134
VíCTOR
ANDRÉS' BELAUNDE
gioso (1). Simple oportunismo político lleva a
algunos escritores socialistas a hacer declaraciones de respeto o simpatía respecto de las inatituciones religiosas. El conflicto es radical, porque
es metafísico. Los conflictos políticos tienen,
soluci6n; 108 metafísicos. no. En el fondo, el
socialismo aspira a crear una nueva religión que
es, no con sentido conservador o jerárquico. sino
con sentido revolucionario o igualitario, la religión de la Humanidad. la adoración del hómbre
como hombre: la A ntropolatría. El catolicismo
es teocéntrico : el socialismo es esencialmente
antropocéntrico. Al ser teocéntrico el catolicismo,
deriva el instinto de adoración, el sentido de
lo perfecto y de lo absoluto. tan esencial e
irreductible como la perseveración o el amor,
(1) Torios conocemos que uno de los puntos príncí
pales de la polítíca soviética es la extirpación del sen ti·
miento religioso: del opio del pueblo, según la frase de
Marx. Aquella pottttca pareció atenuarse en la época en
que se creyó que era necesario transigir
con el campesino ruso en el terreno económico y religioso. El texto
constitucional
de 1925 (art. 4) reconocía a los ciudadanos
••la libertad de propaganda
religiosa y antirreligiosa u , Ese
texto acaba de ser modificado en 1929 en esta forma: «Se
reconoce la Iiberla(j de religiones y propaganda antírrelígíosa.» En sin tesis, la religión puede ser atacada; pero no
defendida y propagada.
La unión de ateos militantes es en cierto modo una
institución
oficial; y aunque reconoce, según Boukarín,
que por carla ateo había cíen personas en el bando opuesto,
se cree con derecho a imponer su credo negativo a la
inmensa mayoría de la nación. \.
Kalinin, presidente del Comité Central Ejecutivo, terminaba con estas palabras su discurso en el Congreso de
Ateos de la Unión Soviética: "Si sabéis defender el ateísmo,
el bolchevismo y la concepción comunista por argumen-
LA REAUDAD
NACIONAL
136
hacia el mundo espiritual, libertando así nuestra
visión de la realidad ambiente de toda influencia.
Nuestra adoración de lo invisible nos hace
contemplar con un criterio de realidad y de
experiencia lo visible. El socialismo, no pudiendo
destruir el sentimiento de adoración, el sentido
de lo perfecto y de lo ideal. artificialmente
lo lleva al mundo material y humano, que
adquiere. así, una falsa e idolátrica iluminación.
Se forma una nueva mística, agresiva, imperiosa, urgente, batalladora y cruel. Se camina.
en lo social y material, sin la guía de la
experiencia o entre fantasmas, entre ilusiones.
La utopía es la enfermedad del socialismo.
por su falta del sentido de lo invisible. La
Humanidad sólo recobrará su equilibrio y su
salud espiritual, cuando nuestro fervor místico
vuelva a su centro natural: el mundo invisible.
y conservemos para la realidad y la vida el criterio de la experiencia y el sentido de lo relativo.
los ideológtcos, entonces no rindo de que uceleraréis
la
victoria del ateísmo proletario
y avanzaréis
el triunfo
final del socialísmo.»
La evelucíén de nuestra cultura
Me llega la noticia de la muerte de Mariátegui
en momentos en que meditaba mi ensayo final
sobre su libro. La triste desaparación del gran
escritor socialista me estimula a concluir mi
estudio. i Qué mejor homenaje para una obra
que analizarla con simpatía, pero al mismo
tiempo con absoluta sinceridad y libertad f Recuerdo con satisfacción que el propio Mariátegui
apreció el espíritu que animaba mi crítica. al
agradecerme en la dedicatoria de su libro la
deferencia personal que revelan mis ensayos.
Admiraba, como todos. en / Mariátegui el
heroísmo intelectual, el milagro de espíritu que
'le permitió erguir su inteligencia, penetrante y
fecunda. sobre el débil apoyo de un organismo
mutilado y enfermo. Admiraba también de un
modo particular su realismo, 'su rara aptitud para
ver y describir las cosas tales como son. Me
separaba de él la ideología dogmática materialista y cerrada, a la que se adhirió en los últimoe
años. por una de esas evoluciones cuyo misterio
encierran recónditos pliegues de personalidad en
LA REALIDAD
NACIONAL
137
coincidencia con vientos reinantes de doctrina.
El materialismo histórico que sirvió relativamente al autor de La Realidad Peruana para
penetrar en algunos aspectos de la vida económica y de la vida política, en conjunto y. sobre
todo, aplicado al fenómeno religioso y cultural,
debería producir una verdadera
deformación.
Ello explica por qué los capítulos más débiles de
su Íibro son los que dedica al problema religioso
y a Id que él llama el proceso de nuestra literatura. Al precisar este último. francamente confiesa que este proceso no describe. sino que
enjuicia y que. en ese juicio. no es juez. sino
acusador o parte. Cree que todo estudio imparcial es imposible y, en curiosa contradicción con
el pretendido objetivismo materialista,
trata de
enfrentar la antítesis izquierdista a la defensa o
tesis colonialista.
hecha,
segun él, por Rivagüero en su Carácter de la literatura del Perú
independiente.
Al error esencial en el marxismo de reducir el
fenómeno
literario
al fenomeno
económico,
agrega Mariátegui el de contemplar y apreciar la
producción literaria con un criterio político. Confirma el caso de Mariátegui 10 que podríamos
llamar la doble esclavitud a que la literatura y el
arte están sometidos, dentro de la mentalidad
comunista: una esclavitud objetiva. la de reflejar
siempre el fenómeno económico y una esclavitud
subjetiva; la valoración, de acuerdo siempre con
una fórmula política. Nosotros, que creemos en
la irreductibilidad jerarquizada de lo económico,
lo político. lo estético, lo meramente lógico y lo
138
víCTOR ANDRtS BELAUNDE
ético-religioso. sentimos como una reconfortante
sensación de libertad y de ascensión. frente al
criterio. rígido y descendente •.de la filosofía materialista. Comprendemos que' en nuestra jerarquía de subordinación hacia arriba. lo político.
lo estético. lo intelectual y lo ético adquieren en
cierto modo autonomía y libertad. (Un realista
integral. restaurando la tríada de materia, vida
y espíritu, libera la vida de la materia. y el
espíritu, de la vida.) El primado de lo "espiritual no es absorción por lo espiritual. y cabe
dentro de la concepción religiosa tradicional un
arte vario, rico y múltiple y una política flexible
y de realismo independiente. Dentro de la mentalidad católica. que es la única en que se estructura la independencia y jerarquía de los diversos
aspectos de la realidad, han vivido los artistas
más libres: Dante, Cervantes, Claudel. y podíamos agregar Shakespeare, pues. aunque no
fuese católico--muchos piensan que lo fué-.
su formación era católica (el protestantismo
inglés estaba apenas en el período vacilante
de formación). Miramos con verdadero pavor
el período humano. en que toda manifestación
de pensamiento y de arte girarán al rededor del
maquinismo o de una sociocracia esclava de éste.
Mariátegui disculpa el punto de vista de partido que francamente adopta al estudiar nuestra
literatura con la teoría de Gobeti, según la cual
la razón no puede buscar términos medios y el
verdadero realismo consiste en un juego dialéctico
de extremos. Según Gobeti. el compromiso y la
transacci6n son fruto de la historia y de la vida;
LA REAUDAD
NACIONAL
B9
pero no deben ser obra del espíritu humano. Tal
doctrina envuelve un concepto falso de la razón
práctica. Es cierto, históricamente, que la humanidad esta sometida a reacciones pendulares; al
salto brusco para el retroceso, en lugar del
avance continuo; pero esta triste condicion histórica no supone en el espíritu humano la ineptitud para conocer la vía media y mucho menos
la libertad de los intelectuales para prescindir de
ella y entregarse, con embriaguez vital, a soluciones extremas. La razón no solamente busca
lo eterno, sino que da normas para lo condicionado y relativo. La razón realiza este papel,
principalmente,
en el orden político-social. Las
soluciones extremas son, precisamente, irracionales, aunque aparezcan como las de más perfecta estructura lógica. La tesis y la antítesis no
son razón pura, como cree Mariátegui,
sino
racionalizaciones del interés y de la pasión, del
privilegio o del instinto de rebeldía. La inteligencia es capaz de la síntesis. La síntesis es
verdaderamente
lo racional. Es verdad que la
razón ha sido desoída; ello no importa. Nadie
puede dudar que, frente al problema de la reForma eclesiástica, Erasmo representaba la inteligencia, y no Lutero; que, frente a la decadencia monárquica,
Turgot, Necker y el mismo
Mirabeau encarnaban la razón, y no Robespierre
y Marat; y que frente al problema social contemporáneo,
el cristianismo
social representa
la
razón, en tanto que la ortodoxia soviética dialectiza intereses ciegos e instintos de dominación.
Hay una tragedia de la inteligencia humana: luz
.
140
víCTOR ANDRfs BELAUNDE
que no es vista. voz que no es oída. En esta tragedia estriba precisamente su grandeza. La inteIigencia tiene que aceptar su destino. superando la violenta oposición de dialectismos simbólicos. El intelectual tiene que ser libre, y hoy
es más difícil serlo del vértigo izquierdista que
de la interesada gravitación de derecha.
Esa visión realista y ese sentido de lo posible
que deben tener los intelectuales libres, lo
adquieren los mismos pueblos a través de la
experiencia histórica. La revolución puritana.
con sus excesos. preparó al pueblo inglés para la
reforma evolutiva. cuando la Europa era conmovida por la mística jacobina. La Revolución
francesa. experiencia formidable no sólo para
Francia, sino para el mundo occidental, ha habilitado a éste para reformas y ajustes de orden
social que lo liberten de la mística s~viética. El
espíritu realista europeo rechaza el comunismo,
como el pragmatismo anglo-sajón. la fiebre jacof;>ina.El comunismo integral sólo tiene porvenir
en Asia. La lucha del porvenir se dibuja claramente entre Occidente y Oriente. entre el
realismo ético-cristiano y el materialismo místico.
La Europa Central--Ios pueblos, germano&--tienen la decisión. Germania tiene que escoger
entre el orden de una democracia cristiana.
social y orgánica o un nacionalismo panteísta
que sería el aliado y el instrumento de la invasión soviética.
La explicación del fenómeno literario hecha
por Taine, como producto de la herencia. del
medio y del momento, está hoy desprestigiada.
LA REALIDAD
NACIONAL
141
a pesar de su relativa amplitud, si se la compara
con la teoría materialista. La herencia es un concepto vago, conciliable con la concepción vitalista pura que supera al materialismo. En el
ambiente podrían incluirse factores religiosos y
políticos y no sólo telúricos o económicos. Por
último, el momento conciliaba la importancia de
ciertos accidentes misteriosos y fatales. A pesar
de todo esto, la tesis resulta falsa porque prescindía del factor esencial e imponderable de la
individualidad humana. Todo era causa para
T aine: tierra, plantas, astros; sólo negaba ese
carácter al alma humana. Si hoy resulta estrecha
la concepción de T aine, e qué ha de parecernos
la concepción marxista, en la cual todo se reduce
a meros reflejos del fenómeno de la producción?
Esta ha pasado, según Marx, por un período
feudal, burgués o capitalista y se aproxima a un
período proletario. Habrá tres etapas en la evolución literaria: feudal, burguesa y proletaria.
e En qué sitio quedan los cantos medievales,
revelación y síntesis del alma popular? Mariátegui era demasiado inteligente para no comprender
lo absurdo
del esquema
marxista;
aparenta descartarlo para sustituirlo por otro
esquema, segÚn el cual el proceso literario
atraviesa
por tres períodos:
colonial,
cosmopolita y nacional. Lo cierto es que este
esquema, históricamente falso, puesto que siempre en una literatura se mezclan influencias
cosmopolitas a reflejos de la vida nacional, no
es sino la fórmula disimulada y novedosa de
encubrir el viejo e insostenible cuadro marxista.
142
vfCTOR ANORts BELAUNDE
Mariátegui identifica la literatura colonial con la
literatura feudal, literatura cosmopolitacon literatura burguesa y literatura nacional con litera. tura proletaria.
Para él, la literatura es colonial, feudal y de
carácter puramente hispánico en el Perú, hasta
la aparición de González Prada, que encarna la
literatura cosmopolita e inicia, a su vez, la literatura proletaria. A este esquema a la 'vez lÓgico
e histórico. hace solamente algunas excepciones,
abrumado por realidades evidentes: el nacionalismo de Garcilaso, en la iniciación de la literatura colonial,
la nota indígena de. Melgar en
la aurora de la República. El siglo XIX es para
Mariátegui la continuación política y literaria de
la Colonia.
Nada más arbitrario que poner sobre nuestra
literatura. desde el descubrimiento hasta Eines
del· siglo XIX, una sola etiqueta: colonial, y
calificarla como cerradamente aristocrática y
exclusivamente hispánica. Mariátegui repite su
concepto simplista de la Colonia. Hay en ésta
la época heroica. la época jurídica, la de consolidación, la de decadencia y la de reforma. De
modo que hay una literatura épica, una literatura jurídico-política, una literatura cortesana y
devota y una literatura social. La verdad es que
colonialismo en el sentido de falta de élan
propio, sometimiento mental y político, imitación
servil de las escuelas hispánicas, ausencia de
color local, sólo existe en los perfodos de consolidación y decadencia y sólo puede aplicarse a
la literatura burocrática. cortesana, devota,
y
LA REAUDAD
degeneradamente
NACIONAL
143
gongorista desde fines del siglo
del XVIII.
El descubrimiento
de América enriquece la
literatura española e inicia la literatura americana. Así como el movimiento de expansión
político-militar fué original y creador, lo fué
también. y en igual grado, el reflejo de ese movimiento en la literatura. Tres efectos produjo
el descubrimiento de América en las letras españolas: un más intenso sentimiento de la naturaleza, el desarrollo de la epopeya y el cultivo de
un nuevo género histórico. Claro está que la
literatura se conserva hispana por el lenguaje;
pero adquiere un nuevo colorido al reflejar la
naturaleza y el teatro americanos. La literatura
heroica (epopeya e historia; cantos, que, en muchos casos, son crónica rimada o relatos en que
palpita un sentimiento épico) refleja la síntesis
del alma española y la naturaleza americana.
Las descripciones más realistas de nuestro territorio. aquellas que traducen la visión más directa e inmediata, se encuentran en las primitivas crónicas y en los primitivos trabajos de
cosmografía. El americanismo objetivo, el peruanismo, se halla, con intensidad mayor que en
otros períodos posteriores, en el primer período
de la literatura colonial y se conserva en el
período jurídico-político.
Entonces
se agrega,
a las descripciones de la naturaleza y a la visión
de conjunto del antiguo imperio, el estudio
detallado de sus instituciones y del carácter y
costumbre de las razas.
Nuestra cultura, en su iniciación, es esencial.
XVI al principio
144
VíCTOR
ANDRfs BELAUNDE
mente' americana;
nacionalista,
no 8610 porque
el objeto absorbe y colora definitivamente
las
obras, sino por la simpatía que se establece entre
el conquistador y el indio: unión que produce
una especie de mestizaje espiritual.
Natural.
mente, aquella actitud, al reflejar dentro del alma
y del lenguaje español otra naturaleza y otra
alma, se destaca mejor cuando a la unión por
simpatía se agrega la unión bjológica, cuando
al mestizaje espiritual se une el verdadero cruce
de sangres. Tal es el caso de Garcilaso, que no
es así una excepción, sino una culminación. Con
menos ingenuidad, con menos gracia en el estilo,
cronistas y geógrafos de esa época nos dan la
sensación directa de la tierra. Su realismo contrasta con la falsa y legendaria visión de muchos
geógrafos
y sociólogos contemporáneos.
«La
nunca jamás pisada de hombres, animales ni
av~sj inaccesible cordillera de nieves de GarciIaso», se halla en los otros cronistas. Un modesto
geógrafo, Baltasar Ramírez, es el que nos da la
más jugosa síntesis de nuestra geografía cuando
nos dice que los «l1ano8* son áridos, la sierra
impracticable
y la montaña intratable».
Es de
lamentar que las enormes lecturas de Mariátegui
en política internacional,
sociología y literatura
contemporánea,
no le dieran tiempo para recorrer las crónicas y epopeyas de la época heroica.
y es más sensible aún que no hayamos publicado un nutrido volumen de antología con las
páginas selectas de cronistas e historiadorea,
geógrafos y jurisconsultos.
Esas 'páginas
serían
la comprobación más elc;>cuente de que nuestra
LA REALIDAD
NACIONAL
145
cultura, en su iniciación, es esencialmente nacional. Diré aún más, popular y, si se quiere,
proletaria. Sus autores no pensaron escribir para
una casta ni reflejaron los intereses de ella; escribieron para su religión y para el estado tal como
ellos lo concebían. Y los intereses de la religión
y de la monarquía,
en esos momentos. coincidían con los de las razas sometidas: las masas
populares. El nacionalismo y su expresion más
acentuada, el indigenismo, burlando el sistema
dialéctico e histórico de Mariátegui, no debe
encontrarse al final de nuestra evolución cultural.
sino al comienzo de ella.
La literatura del período de consolidación
(siglo XVII y principios del XVIII) fué burocrática,
cortesana y devota. La literatura es el reflejo de
la vida. El élan creador, el sentido heroico de
la existencia, sólo se conserva por las misiones
y se traduce en las crónicas conventuales,
por
desgracia, con menos intensidad que en las crónicas primitivas. Este sí es el período impersonal
y pobre de nuestra cultura,
Al final de la colonia. nuestra cultura toma
una orientación social y política que tiene un
doble carácter: por el objeto es nacionalista y, por
el criterio, universal o cosmopolita. El nacionalismo de la época heroica, que desaparece en la
literatura cortesana,
revive en el siglo XVIII.
Surgen entonces los verdaderos fundadores de la
sociología peruana: el gran Unanue y Baquíjano;
pero la ideología, la inspiración, son esencialmente francesas. En mis estudios sobre la ideología de' los reformadores, he tenido oportunidad
10
146
vícroa
ANDRts BELAUNDE
de comprobar la inmensa influencia del enciclopedismo en nuestros escritores del siglo XVUI. No
sólo Rousseau, Raynal y Heinecio fueron leídos
y asimilados; citas de Fontenelle, de Bayly,
Buffon. Montesquieu, Mably, Bernardin de
. Saint-Pierre, Marmontel son corrientes en
nuestros hombres representativos.
Naturalmente. ese sentido cosmopolita se
acentúa en la independencia. En su afán inverosímil de presentarnos «un colonialismo superstite» hasta la generación radical, Mariátegui
prescinde en lo absoluto del espíritu de nuestra
cultura en la época independiente.
La revolución, desde el punto de vista cultural
y literario, supone, como la época heroica de la
colonia, un profundo sentido racionalista y
popular. y, como su ideología es de inspiración
europea, realiza la síntesis de las corrientes cosmopolita y nacionalista.
La conquista desarrolló la epopeya y la crónica. En la independencia, en paralelismo sugerente, predominan la odary el ensayo político.
Ambos reflejan la realidad ambiente.
No puede negarse carácter nacionalista y
americanista a la oda heroica por el hecho de
estar influenciada, en la forma, por el neoclasicismo español. Olmedo. al ser discípulo de
Quintana, no deja de ser americano y peruano.
Hay que atender, principalmente, al fondo de la
obra, a su inspiración. El nacionalismo de
Olmedo es efectivo, y ello explica que la figura
central de su poema fuese Huayna-Capac y no
.LA
REALIDAD
NACIONAL
147
Bolívar, como ya lo hacía notar la misma penetrante y genial crítica del libertador.
En el ensayo político, el carácter nacionalista
o popular se destaca con mayor relieve. La
poesía, al fin, tiende a reflejar o formas eternas
o la individualidad del artista, en tanto que la
literatura política. destinada a actuar sobre la
muchedumbre,
traduce siempre factores nacionales o sociales.
No es pequeño el aporte del Perú en el género
de la literatura política. La propaganda revolucionaria y la discusión constitucional, que aparecen entre nosotros más tarde que en otras
secciones de América, en el momento oportuno
revistió tanta o mayor importancia.
Bastaría
recordar folletos como el de Veintiocho Causas y principalmente las obras de Vidaurre: el
Plan del Perú y los discursos publicados en Trujillo; y las campañas de Sánchez Carri6n y los
discursos de Luis Pizarro.
Respecto del Plan del Perú, el texto primitivo
responde a la ideología reformista; mas la edición con notas que publicó, más tarde, Vidaurre,
convertido al republicanismo más avanzado, refleja una ideología francamente revolucionaria.
Vidaurre plantea con criterio casi radical muchos
de nuestros problemas, principalmente el de la
propiedad, atacando al latifundio. En la misma
discusión constitucional entre monarquistas y
republicanos, no puede decirse que los monarquistas tuvieran una mentalidad
reaccionaria.
Su ideal era, bajo la influencia doceañista, una
monarquía liberal y democrática.
Por otra parte, la corriente liberal y aun jaco-
·
148
vfCTOR ANDRtS BELAUNDE
bina predomina; no son sólo profesionales o individuos de la clase media los que la adoptan,
sino muchos elementos del clero y de la antigua
aristocracia.
La tendencia conservadora del pensamiento
peruano, en consonancia con las del pensamiento'
general americano, no refleja una supervivencia
de hábitos o mentalidad coloniales, sino la sincera reacción nacionalista y de criterio experimental frente a la anarquía y desintegración
jacobinas. El Perú puede reivindicar los trabajos
de Monteagudo,sobre todo la defensa de su
ministerio que, aunque publicada en Quito, traduce las experiencias de 'su carrera política, cuya
parte principal se refiere a nosotros. El sentido
orgánico de Monteagudo, como el de su maestro
Bolívar, no es el efecto de la gravitación de un
pasado colonial definitivamente muerto, sino
fruto de un espíritu creador y original frente a
los problemas gravísimos que dejó la guerra de
la independencia. La lucha no es entre colonialistas y modernos, sino entre nacionalistas orgánicos y cosmopolitas anárquicos: Consumada la
independencia subsiste el debate entre conservadores y progresistas, entre liberales y autoritarios. La intelectualidad de esa época, como lo
ha probado muy bien Basadre, en su bello y
jugoso ensayo Los hombres de tra;e negro, está
dividida' en validos y censores. Los validos
cohonestarán, con su tesis autoritaria, los gobiernos fuertes; los censores erguirán su credo
avanzado ya veces demagógico. No es necesario
decir que la ideología de éstos es más represen-
LA REALIDAD
NACIONAL
149
tativa, no sólo por su mayor número. sino porque reflejaban mejor las tendencias reinantes. La
impresión que he sacado de la lectura de los
periódicos y folletos de la época inmediatamente
posterior a la independencia
confirma lo que
dijimos respecto del carácter esencialmente moderado y constitucional
de nuestros conservadores. Pando, imperialista y casi reaccionario.
con Bolívar. a la caída de éste. se convierte a un
institucionalismo
más en consonancia
con el
credo liberal del año 12. Sus Pensamientos sobre
moral y política, publicados en España en 1637,
quieren conciliar la libertad y el orden. El defecto
de ese grupo fué su aristocratismo intelectual y,
tal vez. su hispanismo nostálgico. como lo hice
notar en los estudios que publiqué en el Perú
el año 17. Pero. a pesar de todo. sería absurdo
calificar de feudal o reaccionaria una mentalidad
que podía llamarse reformista o evolucionista, o
apenas moderadamente
conservadora.
De otro
lado. hay que observar que los partidarios de la
autoridad fuerte no eran tampoco colonialistas
aristocráticos. El cesarismo se decoraba con pretensiones democráticas.
Años más tarde. el partido conservador encontrará un jefe muy distinto del doceañista y
desarraigado Panda. Ese jefe fué don Bartolomé
Herrera, quien sostuvo la teoría de la soberanía
de la inteligencia. Sería absurdo atribuir tal doc.
trina a colonialismo. a hispanismo o catolicismo.
El aristocratismo intelectual de Herrera es de
influencia
europea.
Era la reaccion
contra
Rousseau de notables pensadores franceses que
150
vfCTOR .'NDRtS BELAUNDE
culmina en el doctrinarismo de Guizot y Donoso
Cortés, en su primer período. No cabe tampoco
considerar a Herrera como colonialista o como
hispanizante. Uno de los méritos indiscutibles de
esta extraordinaria figura es el de su peruanidad.
Jorge Guillermo Leguía nos ha hablado con elocuencia de la grandeza patriótica de Herrera.
Su nacionalismo es sincero, profundo, diríase
integral. Mejor que nadie. él definió el sentido
de la conquista y de la fusión de las razas. Menos
cabría atribuir su aristocratisrno intelectual al
catolicismo. La Iglesia nunca aceptó la teoría
de la soberanía de la inteligencia. La tradicional
teoría católica insinuada en Santo Tomás, insuperablemente expuesta en Victoria y Suárez, es
la de la soberanía del pueblo. La exageración
de Herrera sólo puede explicarse como reacción
pendular contra la mística jacobina.
La segunda generación liberal triunfó en
nuestro pensamiento y en cierto modo en nuestra
política. Su ideología vinculada a la revolución
del 48, tiene pues un carácter universal o cosmopolita. El nacionalismo instintivo está representado por los caudillos que moderaron, en parte
por exigencia -del sentimiento público, en parte
por necesidades prácticas del gobierno. la ilusión
de liberal.
La primera generación liberal fué neoclásica.
La segunda generación fué romántica. En el
Perú, el clasicismo o humanismo. que fué de
indiscutible robustez en la época colonial y que
se conserva en la primera generación. educada
en España. tiende a atenuarse y aun a desapare-
1,1
LA REALIDAD NACIONAL
cer , en contraste con lo que sucedió en los países
herederos de la gran Colombia. que han mantenido esas tradiciones hasta hoy. siendo ellas la
nota propia de su cultura y el elemento principal
que han aportado a la de América. Nuestro
romanticismo no fué como se ha dicho con razón.
profundo y original: fué un reflejo del romanticismo español. Literatura de clase media. cultivada por buenos burócratas. como lo ha observado muy bien Sánchez en original estudio
reciente.
En el Plata. la corriente romántica se arraiga
y se transforma. creando un movimiento cultural
típico. el más fuerte de América por su originalidad y sobre todo por su sentido popular. Se
imita
directamente
el romantismo
francés.
Echevarría lo trae de Europa. junto con su
credo liberal y social; luego. aquel romanticismo
que se deriva hacia un nacionalismo realista. se
acendra en la lucha contra Rozas. La literatura
es no sólo entretenimiento espiritual; es fuerza
en acción. La literatura argentina tiene un sello
de realidad. de fuerza. que no se encuentra en
la nuestra. Mientras que en el Plata caía bajo
la tiranía de Rozas. el Perú entra en un período
de consolidación y de cultura con Castilla. y
faltan por eso. a nuestro romanticismo. los factores heroicos y pragmáticos del platense.
Lo típico de la cultura peruana no será precisamente la imitación romántica. ni tampoco el
sello clásico de la literatura colombiana. Nuestra
literatura mesocrática tiene. como nota característica. la ironía y la gracia. El criollismo es
3ANCO DE L;~ RE¡CU[)UCA
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J 52
vfCTOR ANDRts BELAUNDE
nuestro más valioso aporte a la literatura de
América. Y el criollísme es costumbrismo mestizo y burocrático. El viene de lejos. Tiene su
origen en los versos de Caviedes. Se acentúa en
la sátira y en las comedias de Pardo, en las
de Segura. y culmina en la «tradición» de
Palma. Esta literatura criolla, por ser esencialmente limeña, no deja de ser nacionalista.
Estamos seguros de que los estudios de Porras
Barrenechea sobre Pardo y Aliaga destruirán el
prejuicio de extranjerismo o hispanismo resentido que atribuye Mariátegui al gran satírico
peruano. La literatura criolla no es feudal ni
civilista ni cosa que se le parezca. Es, sobre todo
en Segura. en Palma. Juan de Arona y en
Manuel. A. Fuentes, literatura mesocrática. lgualmente injustificado sería tratar con ese criterio a los poetas románticos, a Salaverry y a
Luis Benjamín Cieneros. Su hispanismo-no es
un hispanismo político. sino un culto de lejanía
romántica y de amor al idioma.
Consumada la revolución, la clase media
ocupa el primer plano. Como la literatura refleja
en gran parte el fenómeno político. podría decirse sin exageraciones que nuestra cultura tiende
a hacer una cultura de clase media por los que
la cultivan y poe,el tema que explota.
Lima era el principal centro de nuestra clase
media. y nuestro principal centro burocrático; la
literatura peruana fué principalmente literatura
limeña.
y Lima. por el obstáculo de la cordillera y
por la gravitación de un pintoresco pasado colo-
LA REALIDAD
NACIONAL
nial, no vió el inmenso tesoro artístico y las·
intocadas fuentes de inspiración que encerraba
la vida indígena. Nuestro espíritu irónico. escéptico. no descubrió.
por falta de sentimiento
profundo. ni la tierra ni la raza que vivían pasada
la cordillera. No hay que atribuir a supervivencia
de formas o de ideologías lo que ha sido fruto
de circunstancias geográficas o de defectos psicológicos. Si la capital del Perú hubiera estado.
como Méjico. en el centro de la población indígena, nuestra
literatura
habría
tomado
otro
rumbo. Si después de la independencia.
y aun
antes de ella. no se hubiera ido produciendo la
decadencia
provinciana,
y Cuzco, Huamanga
y Cajarnarca hubiéranse conservado como centros
importantes
de economía y cultura, es seguro
que. al lado del criollismo limeño. habría surgido una vigorosa literatura indigenista.
Siempre lamenté que el pasado y la realidad
incaica no hubieran encontrado un cantor digno
de ellos. Y encuentro fundadísima la refutación
que hace Mariátegui de la teoría de Menéndez
y Pelayo sobre que el pasado incaico es algo
extraño a nosotros. En mis conferencias en la
universidad de Columbia. en 1920;- tuve oportunidad de refutar también
semejante
criterio.
Sostuve entonces que el pasado prehispánico ha
sido factor esencial en la inspiración literaria, y
citaba. para comprobar
mi tesis. el caso de
Méjico. en que la visión del Teocali de Cholula
de Heredia y la profecía de Cuautémoc, de Rodríguez de jalbán, revelan hasta qué punto el
sentido de las civilizaciones extinguidas,
reíle-
154
VÍCTOR
ANDRÉS
BELAUNDE
jando parte esencial de nuestro espíritu, podía
producir obras de gran belleza.
Después de la independencia, la umca
población que conservó cierto desarrollo fué
Arequipa.
En ella surgió una cultura con
rasgos característicos y bastante diferenciados de
los de Lima. Población blanca, pero serrana por
la' situación geográfica, y próxima a los centros
indígenas, Arequipa presentó la primera manifestación de reflejar el medio de los Andes y la
tristeza quechua. Razón tiene Mariátegui de restaurar, contra las exageraciones en que incurrió
Rivagüero, la hermosa figura de Melgar. Aunque de educación estrictamente clásica, Melgar
es un romántico espontáneo. Es el primero, el
más sincero y el más hondo de nuestros románticos. e Encarnan sus yaravíes de un modo exclusivo el alma indígena? é Hay que considerar los
cantos de Melgar como un producto hispano e
indígena al mismo tiempo, como la vidalita y
los tristes de otros países de América?
En nuestro concepto, Melgar encarna la síntesis de elemento hispánico y de elemento
indígena en que debería basarse el alma de
la nacionalidad. Melgar no dejó una escuela;
apenas un discípulo, el delicado Castillo, en
el que predomina la nota hispánica. Arequipa
no estaba destinada en el siglo XIX a ser
tierra de poetas. Dominando políticamente al
Perú, su cultura, por razones pragmáticas, toma
una orientación jurídico-política o científica. Los
discípulos de Chávezde la Rosa y de Luna Pizarra cultivan las matemáticas, las ciencias natu-
LA REALIDAD NACIONAL
155
rales, la historia o la jurisprudencia. El derecho
patrio será la obra de Arequipa. Martínez inspira
el Código civil y Pacheco lo comenta. La Rosa.
el Codigo penal. La jurisprudencia aplicada se
halla en las vistas de paz Soldán y Ureta.
Nuestra enciclopedia jurídica, en el Diccionario
de García Calderón. Luna Pizarro. después de
la independencia; y Piérola. después de la
guerra con Chile. encarnan los verdaderos programas políticos. Mateo Paz Soldán escribe
nuestra geografía, y Mariano Felipe, nuestra historia independiente. Piérola y Rivera observan
nuestras riquezas naturales y Mateo Paz Soldán
y Garaycochea son nuestros primeros matemáticos. La tradición jurídica es mantenida por
Valcárcel, Carlos Polar. Gómez de la Torre y
Gustavo Cornejo; y la histórica. por Cateriano.
Al lado de este movimiento de cultura seria. la
poesía resulta mediocre. Pero la situación cambia al finalizar el siglo XIX y en el siglo XX,
cuando Arequipa pierde su influencia política.
Los jurisconsultos y sociólogos son reemplazados por poetas. El pensamiento cede a la imaginación y al sentimiento.
Surge la brillante generación lírica de Percy
Gibson, César A. Rodríguez, Morales de Ribera.
More, Guillén e Hidalgo. (Los últimos son estudiados por Mariátegui en sutiles y penetrantes
ensayos.)
Entre la generación científica y la poética. la
cultura arequipeña nos ha dado interesantes figuras. Jorge Polar, maestro típico, escribe hermosas páginas de filosofía y estética; y su her-
156
víCTOR ANDRÉS BELAUNDE
mano Juan Manuel, magníficos trozos de literatura castiza e indigenista; Samuel Velarde imita
a Campoamor; Edilberto Legarra BaIlón conságrase al diarismo ; Francisco Mostajo ha cultivado brillantemente la literatura política ." el
ensayo histórico; Carlos 'Gibson, el ensayo filosófico. Juan Manuel Osorio, desaparecido prematuramente, nos dejó en sus cuentos la pintura
del ambiente, y Aguirre Morales reconstruye la
vida incaica en su fuerte novela La Ciudad del
S~.
'
Mariátegui ha prescindido de obras que, aunque no sean precisamente literarias, no pueden
dejar de ser consideradas en la evolución de la
literatura. En este punto, el verdadero criterio es
el de los autores franceses que consideran la literatura como la expresión total de la vida de un
pueblo y estudian en la historia de ella todas las
manifestaciones del pensamiento que se traducen en obras de forma más o menos perfecta.
Consciente o inconscientemente, Mariátegui tenía
que dejar de lado esas obras, porque ellas, aun
más que las literarias, echan por tierra su tesis
del colonialismo superstite. Ya lo hemos visto al
tratarse del pensamiento político. Igual cosa
tenía que suceder con las obras relativas a cuestiones económicas, internacionales o históricas.
Todas ellas revistieron un sello esencialmente
nacional. En las obras de historia colonial, como
el monumental Diccionario de Mendiburu. la
finalidad es encontrar la explicación o las raíces
de lo presente.
El pensamiento de las distintas generaciones
LA REALIDAD NACIONAL
157
:¡ue se sucedieron después de la independencia
se tradujo en revistas. y ellas revelan que se
conservó la preocupación nacionalista y cosmopolita al mismo tiempo que se anuncia en las
páginas del Mercurio Peruano. El que recorra
las páginas de la revista de Lima fundada
por LavalIe y Ulloa o la Revista Peruana, de Paz
Soldán, se convencerá de lo infundado que sería
atribuir a esas generaciones la nostalgia del
virreinato y la ausencia absoluta de espíritu nacional o popular.
Nuestra orientación nacionalista se acentúa
cuando. a raíz de la guerra con Chile. un
grupo de intelectuales peruanos, bajo la dirección de Carranza y estimulados y alentados por
el gran Raimondi, fundaron la Sociedad Geográfica peruana, que ha vivido en algunas épocas
vida intensa y brillante y cuyo boletín contiene
contribuciones del más alto interés científico.
siendo por ellas altamente apreciado por las Sociedades extranjeras. En realidad. la Sociedad
Geográfica renovó 'la tradición nacionalista que
inicia la Sociedad de Amantes del País. Su
labor. alejada de toda finalidad política, ha
echado las bases de la verdadera peruanidad.
La gran figura de la literatura criolla es don
Ricardo Palma. Mariátegui subraya en ella el
volterianismo. Su visión de la colonia es irónica.
Su simpatía hacia lo pasado no es de respeto o
de compenetración. según Mariátegui. Es evidente que Palma admiraba a Voltaire, Recuerdo
que en su residencia de Miraflores tenía en un
estante especial las obras completas del filósofo
J 58
vfCTOR ANDRfs BELAUNDE
francés coronadas de una reproducción del
famoso busto de Houdon. Señalándola, nos
decía una vez: «Yo le doy un beso todos los
días.»
Pero si de Voltaire imitó la gracia ;; la irreverencia, no tuvo ni la frialdad ni la dureza El
sentimentalismo romántico endulzó su volterianismo. No en vano había pasado por Europa
y por América la onda sentimental det romanticismo. Ello explica las semejanzas de don Ricardo y de Anatole France. Fué don Ricardo
un volteriano que pasó a través de la reacción
romántica. Cabalga en dos siglos, como dijo
o'Ors.
Está en Jo cierto Sánchez cuando descubre,
en la ironía de don Ricardo, puntos de picardía
española. En don Ricardo hay, no sólo una
nota irónica y picaresca. Cabría hablar de
su humorismo. En efecto, el humorismo es
un complejo de ironía y de lirismo; por la ironía,
se eefialan los contrastes; por el lirismo, penetramos en la esencia de las cosas. Las Tradiciones no son simple sátira o recreadas anécdotas;
son, sobre todo, poesía. Y así, se aproximan más
a la justa interpretación los que señalaron en
Palma al poeta.
Es absolutamente injustificada la explicación
que Mariátegui da de la simpatía de los elementos nacionalistas y conservadores para don Ricardo. No hubo en ello jamás un propósito político. Desde luego, como lo han probado Ventura
Carcía Calderón y Rivagüero, las Tradiciones,
sin transcendentalismo consciente, despiertan y
LA REALIDAD
NACIONAL
159
avivan nuestro espíritu histórico, nuestra psiquis
nacional. En los relatos de Palma, más que en
las crónicas eruditas y en las historias concienzudas, se siente el pasado del Perú y se acendra
nuestra continuidad histórica. Los que creen que
esa continuidad es un factor en el espíritu patrio,
tenían que simpatizar con Palma. Además, hay
que decir que Palma fué el caso de un literato
puro. Hizo arte por el arte, sin ninguna mezcla
de propósito ideológico, sin ninguna postura de
maestro o conductor. De ese modo, admirar a
Palma no significaba la aceptación de su credo
volteriano, ni hipotecarse a un partido ni a un
programa. A lo cual había que agregar, como el
mismo Mariátegui observa, que las Tradiciones
tienen, política y socialmente, un sentido demo:rático; y, por lo mismo, agregaremos nosotros,
nacionalista. En punto a opiniones políticas, las
claras simpatías de Palma fueron siempre por
don Nicolás de Piérola, el caudillo popular, la
encarnación del sentimiento nacional y a la vez,
en congruencia perfecta, demócrata en lo polí.ico y conservador en los problemas ético-religiosos. No era, pues, de extrañar que la misma
iuventud que seguía a Piérola admirase a Palma.
sin necesidad de recurrir a un repugnante timo
) maniobra de mediocres destinada a decorar su
zlan con el prestigio de un nombre que en reali.Iad no les pertenecía. Palma, como Prada. son
íiguras nacionales que ningún grupo o partido
I iene el derecho de monopolizar.
La grandeza de
ambos estriba, desde el punto de vista estético, en
'a perfección de su obra y, desde el punto de vista
160
víCTOR ANDRts BELAUNDE
humano, en que supieron expresar. Palma respecto de ]0 pasado. y Preda, en algunos de los
problemas de lo presente y de lo futuro. lossentimientas e inquietudes más profundos del espíritu
nacional.
La crítica de Palma no ha salido aún del período ditirámbico. El entusiasmo despertado por
su obra ha señalado muchas cosas interesentes
en ella. Su figura requiere el homenaje -más
-grande y más digno de lo que podríamos
llamar la crítica integral. Las T radiciones
no perderán por esa revisión necesaria. Alguna
vez dije lo siguiente y es oportuno repetirlo
ahora: «Hay en -la colonia aspectos serios, vida
profunda y trágica. que no se revela en las páginas de Palma.» A ese estudio hay que invitar
a los críticos de la nueva generación. Luis
Alberto Sánchez parece estar dentro de esta tendencia. cuando sitúa principalmente. a don Ricardo en el marco limeño. Desde el punto de
vista espiritual y geográfico, no político, cabría
rectificar la frase de que Lima es el Perú. Es
apenas una isla de gracia. cortesanía y espíritu
irónico en la gran tragedia de contrastes geográficos y de tristezas históricas que es el país. En
este sentido. Palma no encama el peruanismo
integral. Representa la nota sonriente. un aspecto
esencial. pero no total de la nacionalidad. Eso
sí. ':puede decirse que aquella nota la encarnó
tan plenamente, que quedó por él agotada. Las
Tradiciones no formaron una escuela ni tuvieron
precedentes. ni dieron lugar a imitaciones de
verdadera importancia; y no se ve la posibilidad
LA REALIDAD
NACIONAL
161
de la continuación del género. Ventura Garda
Calderón, abordando el mismo tema folkló"ico,
IlOS ha presentado
ya, con otra técnica y otro
espíritu, en sus cuentos magistrales,
aquellos
aspectoa de peruanidad que no se encuentran en
la obra de Palma.
El contraste entre Lima y el Perú serrano
fué descubierto con innegable
intuición por
rederico More. Mariátegui utiliza en lo esencial
esa diferencia que More establece. Creemos que
el contraste entre el carácter colonial, costero y
( osmopolita de Lima y el ruralismo disperso de
1i sierra no significa una oposición irreductible.
Aquella dualidad puede superarse enriqueciendo
el espíritu nacional.
No es necesario. mezclando lo político y lo
1terario, buscar la conciliación, como lo hace
Mariátegui, en la diferencia, un tanto simplista.
entre la Lima mala, colonial,
aristocrática.
voluptuosa, y la Lima buena, industrializada y
ce inquietudes socialistas. La conciliación hay
e ue encontrarla en las raíces de la propia nacionalidad. No cabe afirmar que la nueva peruanidad tiene que ser indígena. Más en lo cierto
estuvo Bolívar cuando sostuvo que la fusión de
las razas traería la homogeneidad del pueblo. La
~ase nacional, por otra parte, no puede ser
etnológica, sino psíquica. La conciliación tiene
cue realizarse mediante corrientes espirituales
cue unan a la Lima costeña con las provincias y a las provincias con la Lima abierta a
las influencias exteriores. Esta mutua comprensión es posible. Lima ha vivido, en algunas épo11
J62
VíCTOR
ANDRÉS
BELAUNDE
caso a espaldas de la vida provincial. Las provincias no deben de mantenerse en una actitud de
resentimiento respecto de Lima. Sobre el cosmopolitismo y provincianismo está el nacionalismo.
La literatura debe dejar de ser limeña. para
hacerse amplia y francamente peruana. De la
divergencia -de colorido puede resultar un conjunto SInfónico de verdadera riqueza. Lo típicamente limeño. por ser típicamente peruano. debe
.ser comprendido y lo es en todas las provincias.
En una forma u otra. la vida urbana en la región
andina reproduce en muchos aspectos la de la
capital. Y el alma de las punas y de los Andes
debe ser intensamente sentida en Lima, si quiere
conservar no sólo la capitalidad política. sino la
capitalidad espiritual del Perú.
Si no es cierto que los elementos moderados
y reformistas hayan querido monopolizar a
Palma. es fundado decir que los radicales han
pretendido monopolizar a Prada imponiendo a
todos. no solamente la justificadísima admiración
al literato insigne. sino la adhesión a su dogmático y cambiante credo religioso-político. Si
Palm~ es el tipo del literato exclusivo, en la
figura de Prada hay que separar necesariamente al artista del ideólogo político. Y la admiración por el primero no podía entrañar la
adh~ión al segundo.
Creo contarme entre los más entusiastas admiradores de Prada poeta. de Prada ensayista. de
Prada formidable escritor de combate: pero con
todo respeto he expuesto mi pensamiento sobre
LA REALIDAD
NACIONAL
163
la debilidad y contradicciones
de su ideología
en lo político y lo religioso.
El hecho de encontrarme hoy más lejos de la
ideología de Prada que en la época en que escribí
La desviación radical y El problema religioso
no ha acentuado mi antiguo criterio. Con mayor
serenidad, comprensión y justicia, puedo destacar mejor en la obra de Prada, desde t¡l punto
de vista de su influencia nacional, los aspectos
de valor y de grandeza indiscutibles. Prada representa la expresión más profunda y bella del
sentimiento nacional, desgarrado y sangrante.
después de la derrota y de la mutilación territorial. Podremos encontrar hoy, con un criterio
humanitario y cristiano, exageradas o violentas
algunas de sus expresiones. Nadie podrá negar
su hondura y sinceridad. La función de Prada,
fué dar tonicidad y nuevo vigor al espíritu
nacional decaído y humillado. Aquella función
la desempeñó soberbiamente.
El Perú. después
del 80, debía ser nacionalista.
Encontró en
Prada su verbo y su jefe.
Prada describe luego los males nacionales;
entonces aparece otro aspecto: el de disecador
implacable
de nuestras taras hereditarias,
de
nuestras defectuosas instituciones,
de nuestros
partidos y de nuestros hombres. Con la misma
exaltación patriótica, fustiga el organismo nacional. Quizá fuí injusto cuando dije que había
una mezcla de serenidad parnasiana y de aristocrático desdén en las críticas de Prada; más
próxima a la verdad estaría la explicación que
atribuyera. como en Costa, aquella nota a la re-
164
vfCTOR ANDRtS BELAUNDE
acci6n de un temperamento en el fondo apasionado, frente a males que nos abruman o noe
sublevan. La crítica de Prada realizó una función
social utilísima. Fué la necesaria sacudida del
espíritu público: penoso examen de conciencia
colectivo.
Habría que agregar, por último. en este balance
imparcial de la influencia de Prada, conductor
y maestro. la hermosa ecuación entre el pensamiento y su vida; su actitud. erguida. de indeclinable dignidad; en umt palabra. el hombre.
como lo recuerda Mariátegui aplicando a Prada
las mismas palabras de éste sobre Vigil.
El debe de este balance lo constituye lo que
podríamos llamar hoy. en lenguaje freudiano, el
complejo anticlerical de Prada: su equivocada
actitud frente al problema religioso, tan opuesta
a la mentalidad europea de su tiempo, tan estrecha, tan primaria (materialismo de Holbach y
ateísmo de Bakunín). No pueden explicar simpies razones intelectuales lamentables extremo.
como el de Presbiterianas; tienen una raíz más
profunda y deben ser necesariamente subliminares o subconscientes. He aquí un campo de
estudio interesante para los que no quieran repetir, respecto de Prada, los ditirambos gastados
de sus discípulos o la crítica también manida de
Sus adversarios. El complejo anticlerical de
Prada no sólo pone una nota disonante en su
fisonomía espiritual, sino que ha tenido desastrosas consecuencias desde el punto de vista de
la orientación de la juventud en el Perú. Ha
creado artificialmente el problema religioso ; ha
LA REALIDAD
NACIONAL
165
desviado a una generación en Lima y tal vez
a dos en provincias del estudio de las cuestiones
efectivas, de las necesidades urgentes, en síntesis, de la realidad nacional.
La tesis central de Mariátegui: hacer de Prada
el representante de la influencia cosmopolita y
del sentido europeo de nuestra literatura, debe
sufrir reservas de importancia. Es evidente que
Prada. a diferencia de los literatos de la generación anterior y de su propia generación que sufrieron principalmente la influencia española,
tuvo una rica cultura general, clásica y moderna
y conoció y cultivó las literaturas inglesa y ale-.
mana. Cuando todavía nuestros literatos seguían
a los románticos españoles o franceses, Prada,
en consonancia de temperamento y de cultura,
Be dedicó a los más altos representantes del
Parnaso.
Lo más hermoso de Prada como ensayo filoséfico-literario: La Vida y la Muerte, es como el
eco o desarrollo en prosa del famoso soneto Les
Morts, de Leconte de l'Isle. Y la frase célebre,
«la tristeza de pensar y el horror de vivir», está
literalmente tomada del maestro francés. Esa
actitud de desafío frente al misterio, tan distinta
del abandono, sumisión y esperanza del panteísmo lamartiniano, es típicamente lecontiana.
El amigo Íntimo de Leconte, Louis Ménard, fué
otra de las admiraciones de Prada, y es a éste a
quien debe Prada el paganismo de Páginas Libres y de Exóticas. Espíritu esencialmente joven,
sigue la evolución literaria, cultiva y admira a
Baudelaire y a Verlaine; mas es evidente que el
166
vfCTOR ANDRÉS BELAUNDE
sentido profundamente cristiano y católico de los
dos máximos poetas franceses no llegó a penetrarle. Prada continuó siendo discípulo de Huge
por el énfasis retórico, y discípulo de Leconte
y Ménard por la serenidad parnasiana y el culto
del paganismo.
En el orden puramente ideológico, el espíritu
de Prada se estrecha más todavía. Admirando
a Renán,' de cuyo recuerdo en la cátedra del
College de F rance nos ha dejado un ensayo bellísimo, no tuvo la agilidad 'espiritual, la fina coquetería del maestro para comprender y reflejar
diversas y aun contradictorias corrientes intelectuales. Los unía el complejo anticatólico, pero
en Renán era vencido o disimulado por su niletantismo y una insaciable curiosidad, Mariátegui
reconoce que González Prada rechazaba la duda
y no concibió la ironía: era un espíritu de afirmaciones absolutas. Su sentimiento literario es
mucho más amplio que su visión filosófica; por
eso Prada artista es infinitamente superior a
Prada filósofo. En el orden ideológico no cabe
hablar del europeísmo ni del cosrnopciitismo de
Prada. Viviendo en la época de la más asombrosa fecundidad de teorías, de doctrinas y de
puntos de vista, Prada discurre completamente
indiferente a las inquietudes y polémicas de su
tiempo, a esos infinitos matices de ideación y de
crítica, seguro del credo muerto del materialismo
del siglo XVIII que revive con ciega impetuosidad
el anarquismo ruso.
Es igualmente infundado afirmar que Prada.
encarna la liberación de la influencia hispánica.
LA REALIDAD
NACIONAL
167
Si razones de tiempo y de espacio me lo permitieran, yo desarrollaría la tesis del españolismo
de Prada: un españolismo más esencial que el
de Palma porque no consistía en el culto de la
forma, en el casticismo del estilo, en el purismo
académico, que al fin son cosas de segunda importancia, sino en rasgos esenciales de la estructura espiritual. El Prada radical, el Prada francómano, hasta en la ortografía, era en el fondo
un tipo espafiol. Lo fué por el énfasis, por el
individualismo y por el dogmatismo.
Mariátegui conviene en el retoricismo de
Prada. Hay una retórica de la frase. como hay
una retórica del período. Montalvo y Castelar
son los retóricos del período; pero Hugo y Prada
son los retóricos de la frase. j Cuántas veces se
realiza en Prada el terrible fenómeno de gravitación verbal en que vemos cómo, en lugar de
que el pensamiento guíe la frase, es la frase la
que determina el pensamiento! Tan mala es la
retórica lapidaria como la retórica difusa.
El carácter más esencialmente
español de
Prada es, sin disputa, su individualis~o.
Su
fuerte personalidad rompe el medio familiar y
desdeña los convencionalismos del medio social.
La vida presenta la ironía corriente de jefes prisioneros de su círculo, caudillos esclavos de su
tropa. La estupenda individualidad de Prada lo
conservó inmune de estas esclavitudes. No puedo
yo negar, desde el punto de vista estético. mi
admiración por su aislamiento tan en conformidad con su espíritu. Quizá habría sido más útil
para el país un Prada político. transigente, diplo-
168-
víCTOR
ANORts
BELAUNDE
mático, -imponiendo a ratos por eu magnetismo,
a ratos por inevitahles concesiones, sua f6nnulas y sus rumbos' a la masa cambiante de partidarios. Dados los rasgos esenciales de su espíritu•
. - 8U soledad, su inadaptabilidad aparecen como un
complemento de su efectiva grandeza.
Huyó de la acción porque era principalmente
un esteta o porque pensaba, como Wilde, «que
la acción es siempre impura».
y a otros escritores han señalado el hidalgo en
Prada, en conformidad con su prestancia física.
El castellano es altivo, irreductible y desdeñoso.
A cada paso podría indicarse en Prada, en sus
críticas institucionales y. -sobre todo, personales,
la altivez y su compañero inevitable, el desdén.
Por último. é cómo explicar el trágico dogmatiMno de Prada, sus' afirmaciones sin matices.
8US postulados sin reservas. su ideaci6n de cristalizaciones netas sin recurrir al dogmatismo
.militante, que es la esencia del carácter español?
Con probidad intelectual, Mariátegui afirma
que la ideología de Páginas Libres y de Horas
de lucha es una ideologla caduca. Así es, en
efecto. en el diálogo futuro entre el idealismo
cristiano y el materialismo soviético: entre el
reformismo cat6lico y la sociocracia comunista
no cabe ya el credo irreductiblemente individualista de Prada (1).
Después de la orientaci6n radical. hay que
considerar en nuestra cultura el positivismo uní{1} Sobre la influencia de Prada en la juventud de su
tiempo, léase el delicioso ensayo de Enrique Carrillo. publicado en Mercurio Peruano.
LA REALIDAD
NACIONAL
169
versitario, al que apenas alude Mariátegui. Si
en el balance de la desviación radical puse a su
favor la obra literaria de Prada y ciertos aspectos
de su función nacional, al tratar de la universidad, quizá con pugnacidad excesiva, la llamé
institución espiritualmente emigrada, diciendo
que nuestra tierra y nuestros muertos estaban
ausentes de ella. Si la universidad, institucionalmente, no estudió la realidad nacional y no nos
dió las orientaciones positivas que deberían reemplazar al jacobinismo radical, es justo decir
que algunas individualidades hicieron plausibles
tentativas para dar a nuestra cultura sólidas bases
realistas. Del mismo estudio de Mariátegui puede
desprenderse la misma conclusión. Dispersas
aquí y allí, hay continuas referencias, y algunas
de homenaje cariñoso, á los trabajos de Prado y
Villarán y a algunas ideas de Maúrtua.
La obra de una generación debe ser estudiada
'dentro del marco de su tiempo. Triste. muy
triste, fué, en realidad, aquel en que despertó a la
vida intelectual la generación que nos precedió.
la de nuestros maestros inmediatos en la universidad. Imaginemos el Perú empobrecido, humillado. del8! al 95, cuando a la catástrofe de la
guerra nacional, sucedió el militarismo y amenazó la anarquía, y no podía adivinarse el milagro de la restauración nacional de Piérola el 95.
En ese ambiente de depresión y pesimismo y
lejos de las ventajas de un frecuente y rico intercambio intelectual con otros países. se educó la
generación que nos precedió. Nuestra claudicante estructura social y económica no permitía
170vfcTOR
ANDRfS BELAUNDE
una intensa división del trabajo. Los hombres de
pensamiento tenían que ser hombres de acción.
El diletantismo
era inevitable. La intelectualidad, un simple adorno en las profesiones prácticaso Y, a pesar de eso, aquella generación tuvo
individualidades
que trataron de abordar los
estudios nacionales y renovar nuestra cultura.
Deustua cultivó la filosofía y, sobre todo, la estética. Prado quiso aplicar el positivismo tainiano
a nuestro pasado, dejando un estudio que, como
dice muy bien Mariátegui, conserva aún sustancia y frescura. ViUarán planteó-las crisis de las
profesiones liberales. Manzanilla explicó el reformismo social; Cornejo difundió las teorías sociológicas de Spencer;
Maúrtua estudió nuestras
cuestiones internacionales.
La dirección incuestionable de este movimiento
intelectual
la tuvo la noble figura de Javier
Prado. El Ateneo, bajo su presidencia, entró en
una nueva
vida.
Conferencias,
certámenes,
actos de homenaje y justa consagración y publicación de su revista. anunciaban
una intensa
actividad intelectual. No se mantuvo, desgraciadamente,
aquel entusiasmo y, al comenzar el
presente siglo, el Ateneo principió a decaer. La
actividad política, más intensa en los períodos
constitucionales,
y orientaciones
económicas y
profesionales que se abría'n en la época del renacimiento peruano que inicia Piérola, desviaron
a muchos elementos de la consagración
puramente intelectual. El mismo Prado no pudo continuar sus estudios de sociología peruana, absorbido por su activísima vida profesional y polí-
LA REALIDAD
NACIONAL
171
tica. Haciendo
un esfuerzo.
verdaderamente
admirable. dictó su clase de historia de la filosofía moderna con creciente interés y maestría.
Prado filósofo, tuvo una gran influencia en la
juventud de su tiempo; generalizando las teorías
que venian a atenuar las conclusiones positivistas. en boga en esa época, anunció la reacción
idealista que había de representar con más intensidad la generación novecentista.
ViIlarán representó las tendencias hacia la
creación de una sociología jurídica: empeño que
no podía tener éxito. a pesar del talento que él
dió a sus exposiciones. El derecho no puede ser
desligado de la moral y de la metafísica. Un
derecho puramente social es una quimera. Oe
jando el derecho natural. Villarán pasó a exponer. con competencia y brillo admirables.
los
nuevos aspectos de la ciencia constitucional.
Discípulo de Alberdi, Villarán llevó a nuestros
estudios políticos una nota de fecundo realismo.
La misma palpita en sus magistrales ensayos
sobre historia y reforma de la Instrucción pública
en el Perú. Villarán, como decano v como rector,
ha representado un espíritu nuevo en la universidad. Seriedad. método. disciplina. consagración entusiasta, expresión clara y ajena a todo
inútil retorisrno, son las características de su personalidad intelectual.
Víctor M. Maúrtua ha dejado dos libros esenciales en la cuestión con Chile. El primero
planteó nuestro derecho en la época de la discusión del arbitraje panamericano;
en el segundo,
veinte años más tarde. después de la crisis ideoJ
J 72
VÍCTOR ANDRÉs BELAUNDE
16gíca que trajo la gran guerra. Maúrtua vuelve
al tema. y. aprovechando nuevos estudios e
investigaciones. produce una obra maestra cuya.
rumbos por desgracia no se siguieron en el proceso arbitral de W áshington .que concluyo uf
en la triste derrota del laudo Coolidge. Maúrtua
dedicó su actividad al arbitraje Boliviano.
Además de escribir un alegato de fuerte erudición histórica y una réplica de avasalladora
dialéctica. consagrada por el triunfo en el laudo
argentino. aprovechó de aquella defensa para
publicar la más rica y valiosa colección de docu- .
mentos históricos sobre la formación de la nacionalidad y la conquista de la hoya amazónica.
En Maúrtua. aliado del abogado internacional.
habría que poner al editorialista. no superado ni
igualado siquiera en claridad. corte moderno.
ironía y elegancia.
En la universidad. el maestro que. con Prado.
compartía la mayor influencia fué De'lstua.
Venido del periodismo, donde hab(a hecho campañas brillantes, Deustua llegaba un poco tarde
a la universidad. A su cultura-enciclópédica
y festinada-quizá le faltó aquella serena sedimentación que sólo se consigue en la. vocacionee
iniciadas a tiempo. Oeustua tenía del maestro el
entusiasmo intelectual. el amor a la cátedra y el
sincero cariño a sus buenos discípulos. Despert6
en muchos la vocación intelectual. Fué más un
inquietador que un orientador. Su .pensamiento
eufría los defectos de una erudición demaeiado
amplia, pero sin una justa tabla de valores. (Este
di'1ogo que tuve con él revela su equivocada
LA REAUDAD
NACIONAL
173
orientación. Me había cabido el honor de reemplazar a Javier Prado en su cátedra de filosofía
moderna. Deustua desempeñaba
el decanato y
yo explicaba a Spinoza. Al saberlo él, me dice:
« ¿ Ha leído usted el libro de Brunshwig sobre .
Spinoza ?I). «No, le repuse; pero leo a Spinoza.»]
A diferencia de Justo Sierra, que daba a sus
discípulos el consejo de leer, releer, y meditar
a los grandes autores para encontrar lo que
Goethe llamaría las ideas madres. el afán de
Deustua era conocer todas las teorías y las nuevas ideas. De ahí resultaba que sus cursos fueran
de difícil asimilación. Sí a ello se agrega que.
a pesar de su espíritu novedoso. Deustua tenía
cierta rigidez dogmática, y al aplicar el método
socrático no aceptaba ni alentaba el oscuro y
penoso proceso de descubrimiento.
y requería
respuestas
cristalizadas
y perfectas,
su enseñanza.
no obstante
su enorme
saber y su
entusiasmo
sincero,
no alcanzó un carácter
verdaderamente
moderno ni toda la influencia
que habría podido tener. Sólo estaba verdaderamente en caja en la disertación o en la lección
magistral y en la clase de reducidos y selectos
alumnos. como el seminario de estética. Mas
por desgracia nuestras clases eran numerosas y
exigían algo más que el tipo antiguo de conferencias. de pasos obligados o de diálogos con
respuestas predefinidas.
Fuera de esto, el defecto principal de Deustua consistió en su falta
de adhesión profunda a una filosofía constructiva. Su credo era lineal y rígido, pero cambiante, como de calidoscopio. Hay que poner,
174
VíCTOR ANDRÉS BELAUNDE
sin embargo. en su haber la inquietud ideológica
y el aliento efectivo. generoso. a sus mejores
discípulos.
En la facultad de Jurisprudencia hubo también
cierto espíritu reformador. Chacaltana trató de
dar. además del comentario del Código civil, las
nuevas ideas sobre esta ciencia. Chacaltana tenía
del maestro la dignidad. la escrupulosidad, la
expresión fácil, clara e insistente y. además. uná
sincera simpatía por la juventud. Mariano Prado
desarrolló un completo y concienzudo programa
de Derecho penal. Con Pedro Carlos Olaechea,
muerto prematuramente, la facultad se, enriqueció con el verdadero tipo del jurisconsulto.
Olaechea conocía y amaba la ciencia jurídica.
En medio de nuestro qiletantismo. de nuestra
coquetería intelectual. destacaron una vocación
incuestionable Pablo Patrón y Luis Ulloa. Patrón. desigual y desordenado. cultivó con brillo
e intuiciones. a veces geniales. dos ciencias dificilísimas en un medio incipiente: la filología y la
historia. Pocos hombres conocieron mejor nuestro
pasado incaico y colonial, y es lástima grande
que Patrón, que tenía además condiciones excepcionales de expositor. no dejara obras, en materia de historia general. que reflejaran su saber
y su constante labor.
Luis Ulloa ha sido entre nosotros el caso más
feliz de dedicación a las investigaciones histéricaso
Enviado muy joven a España. revuelve los
archivos de Simancas, Madrid y Sevilla y reune
y comenta la estupenda colección de documentos
LA REALIDAD
NACIONAL
175
que fué la base de nuestra defensa en las cuestiones de frontera con Chile. Bolivia. Colombia.
Ecuador y Brasil. Cada vez que ha habido necesidad de agotar la investigación sobre un punto
concreto de interés nacional. Ulloa asumió esa
tarea con éxito completo: ejemplos. su Mono-
grafía sobre el tratado Pedemonte-Mosquera
y
sus Estudios sobre la elección presidencial. Los
trabajos históricos en Ulloa han alternado con
panfletos políticos destinados a servir siempre
una causa desinteresada.
UlIoa ha consagrado
su actividad. en los últimos tiempos. al descubrimiento de América y a los problemas colombinos. siendo reconocida su autoridad en la matena.
La obra de Cornejo f ué de escasa influencia
en la cátedra. Su curso estaba inspirado en el
organicismo spenceriano, en el cual involucró. a
veces Iorzadamente, concepciones como la conciencia de la especie de Giddings y la imitación
de Tarde. Sólo después de su viaje a Europa.
Cornejo rectifica su spencerianismo antiguo con
la lectura de Wundt y de Simmel. Su Tratado
de Sociología es un esfuerzo de síntesis sin llegar
a la unidad efectiva de concepción. En el fondo.
Cornejo siguió siendo un evolucionista de orientación materialista.
Más grande fué la influencia de Cornejo como
orador político. En justicia, cabría decir que con
él se inicia el discurso sociológico y de pretensiones científicas. Para un criterio moderno. el
discurso parlamentario debe rehuir todo exhibicionismo científico y todo afán literario. La
176
vfCTOR ANDRÉ! BELAUNDE
oratoria parlamentaria tendía hacia un retorismo
vacuo, Cornejo, sin dejar de pagar tributo
a éste, agregó lo que ya era algo para ese
tiempo, referencias históricas e hipÓtesis sociológicas. Lo que necesitábamos era visión directa de la realidad y ciencia profunda y verdadera, que es -la que se oculta. Vario es
encontrar ésta en la oratoria cornejiana.
El periodismo nacional, después de la guerra,
continuó por lo general como la oratoria política, empírico, personalista. Valioso esfuerzo
para unir al periodismo con las corrientes de
cultura universales y el estudio de los problemas
-del país se debe a Alberto UIloa cuando creó
El Tiempo. UIloa heredó de su padre, don José
Caeimiro, el sentido de los problemas peruanos.
La fundación de La Prensa, debida a la audacia
y constancia de Pedro Osma, acentuó la orientad6n de El Tiempo, agregando mejoras decisivas
en el orden de la informm::iónnoticiera y gráfica.
Al fundirse El Tiempo y L4 Prensa, Ulloa encontró, en esta última, el instrumento apropiado. Los
editoriales de Ulloa, sin el valor literario ele los
de Castro o La Jara, representaban información,
conocimiento de los asuntes, vigor y valentía incuestionables. La función crítica, indispensable
en toda democracia, lleváIa a cabo La Prensa
con eficacia y elocuencia.
El Comercio, nuestro diario casi secular, cuya
autoridad supieron conservar la acertada visión
de José Antonio Miró-Quesada y el nacionalismo
de Carranza, no se sustrajo al movimiento de
renovación. Sostuvo con brillo la competencia
LA REALIDAD
NACIONAL
177
con los nuevos colegas, mejorando todos sus
servicios. El talento sólido, ecuánime y claro de
Antonio Miró-Quesada reafirmó el carácter independiente del periódico y su sentido para reflejar la opinión pública, sobre todo, en los problemas internacionales.
De la generación de Prado, Mariátegui, siguiendo
su criterio
exclusivamente
literario.
estudia sólo la figura de Chocano, sobre la cual
emite juicios semejantes a los que yo expresé en
mis ensayos de El Perú en 1917. Señalaba entonces el carácter objetivo, geográfico y continental
de la inspiración de este poeta, más apto para
cantar escenas de epopeya y para describir la
naturaleza tropical que la vida monótona y triste
de la raza oprimida y la majestad simple y desolada de las punas andinas. Aquel juicio mío
necesita rectificarse por lo que se refiere a algunas poesías de Chocano, como la dedicada A la
Vicuña y Las tres notas, acertada interpretación
del alma indígena.
Merecían ser estudiados en ese grupo Clemente Palma, sutil cultivador de ensayos y de
cuentos en que palpita una filosofía individualista en exceso; Castro Oyanguren, editorialista
castizo y elocuente; Enrique Carrillo, delicioso
cronista y novelador de penetración psicológica,
de gracia, de colorido y de expresión elegantísima; Adán Espinoza y Sal daña , poeta en el que
bajo lo aristocrático y refinado de la forma se
adivina gran hondura de sentimientos,
y Luis
Varela, brillante periodista, ameno narrador y
gran genealogista.
12
J 78
víCTOR ANDRÉS BELAUNDE
En la misma generación había que considerar
la obra de dos escritoras, una de ensayos y otra
de cuentos o novelas, que representan valores
efectivos de nuestra cultura: Dora Mayer, que
planteó. con criterio realista y con devoción y
.amor admirables, interesantes aspectos del problema indígena. y Angélica Palma, que ha heredado de su padre la maestría de la forma y el
culto de los temas históricos.
Mariátegui dedica un breve capítulo a la generaciés que él llama futurista. tratando, infencionadamente, de confundirla con el partido que
llevó ese nombre.
Esa confusión es injustificada y revela uno de
esos excesos de pasión que constituyen la nota
triste del libro de Mariátegui. El Partido Nacional Democrático o futurista, como 10 apodó Cisneros, ha sido apenas un episodio fugaz en la
vida de esa generación. No tengo inconveniente
en aceptar que la formación de este partido fué
un error político, aunque bien intencionado. Un
partido sólo puede fundarse obedeciendo a la
urgencia de una solución en agudos problemas
nacionales o bien como la cristalización de una
obra de renovación del ambiente espiritual. Ninguna de estas circunstancias medió en la formación del nuevo partido. resultando ésta artificial
y prematura. El gran problema del Perú los
años 14y 15 era la vuelta a la constitucionalidad;
ésta pudo conseguirse, y se consiguió, mediante
la asamblea de los viejos partidos.
A la generación nueva. que tenía innegables
prestigios intelectuales. se abrían dos caminos:
LA 'REALIDAD NACIONAL
179
o remozar los partidos históricos, vitalizándolos,
o seguir con más intensidad, y sin las trabas de
ambiciones y compromisos políticos, una obra
de renovación de ideología política. El primer
camino presentaba serios obstáculos. Aunque
muchos de los elementos nuevos tenían tradiciones y vinculaciones civilistas, se resistían a
aceptar las responsabilidades históricas de ese
partido. Otros venían del campo demócrata, y
comprendían 'que después de la muerte de Piérola el partido quedó condenado a absoluta desintegración. Así surgió el ideal de un partido
nuevo. Pudo venir éste en mejor oportunidad.
realizando primero esa labor desinteresada e
independiente de que hemos hablado. La
creación de un nuevo organismo político impidió
la renovación del civilismo, sin dar, por otra
parte, verdadera influencia política al nuevo elemento. La propia honradez y sinceridad de éste.
le impedían tenerla. Hay que decir en honor del
grupo futurista que entre el dilema de una adhesión incondicional al régimen inaugurado el año
15 y su función de crítica independiente, no
vaciló en optar por este extremo, a riesgo de
perder toda posibilidad de entrar al parlamento.
El partido puede recordar con honor su negativa
a formar parte de comités electorales; su crítica
a la tentativa de empréstito y, por último, su
valiente protesta contra la prórroga del presupuesto, en víspera de la elección del tercio parlamentario, lo que hizo fracasar casi todas sus
candidaturas. Desde ese momento, el partido
estaba muerto. Cumplió con su deber, sin ern-
180
. víCTOR
ANDRtS BELAUNDE
bargo, al calificar de traición a la patria el vergonzoso golpe del 4 de julio, cayendo despúés
en absoluta inactividad y silencio.
Pero si el partido liquidó no puede decirse que
ello significó la muerte espiritual de la generación novecentista, que ha cumplido sus deberes
intelectuales y nacionales .por muchos de sus
elementos más representativos.
Su figura más destacada es, sin duda, Francisco García Calderón, cuya obra, enorme ya,
marca una etapa principal en nuestra cultura.
A ella apenas encontramos incidentales referencias en Mariátegui.
Para apreciar la obra de Francisco Carcía
Calderón es necesario colocarse en el ambiente
espiritual del Perú al iniciarse el presente siglo.
La generación del 80, abaorbida por la lucha
por la vida, no había podido cambiar nuestro
ambiente espiritual, europeizándolo. Nuestro
conservadurismo era rutinario y cerrado a las
nuevas orientaciones compatibles con la necesaria perennidad del credo religioso, y frente
a él se levantaba el dogmatismo no menos estrecho, rígido y violento, de la desviación radical.
Francisco Carcía Calderón nos libertó de estas
dos esclavitudes enriqueciendo con su maravillosa
- curiosidad, su espíritu avizor y su simpatía intelectual nuestro ambiente inerte y nuestra ideología anquilosada. Reflejan sus crónicas y ensayos
toda la inquietud intelectual contemporánea. No
sólo el pensamiento de Taine, como cree Mariá~
tegui, sino el de Renán
de sus discípulos
France, Bnrnetiere, Faguet y Lemaitre, loa estu-
y
LA REALIDAD NACIONAL
\8\
dios filosóficos de F ouillé, Cuyau Tarde y.
luego. los de Boutroux y de Bergson fueron
expuestos en páginas de admirable comprensión
y elegancia. Puede decirse que García Calderón
encarna el período cosmopolita o europeo de
nuestra cultura.
Al trasladarse Francisco a su patria espiritual,
al medio en que desde antes había vivido por la
inteligencia, torna nostálgico a la nacionalidad
y le ofrece un libro robusto y optimista en El
Perú contemporáneo. Las tentativas y estudios
. monográficos de sociología nacional culminan
en esta obra. cantera enorme de hechos. informaciones y puntos de vista que no ha perdido.
a pesar del transcurso del tiempo, su utilidad
esencial. No limita el. ensayista
peruano su
atención
a los problemas
nacionales.
Desde
París contempló el panorama de toda la América. Fruto de esta orientación, fué el libro Las
democracias latinas de la A mérica del Sur y
aquel otro magnífico credo de la solidaridad hispanoamericana:
La creación de un Continente.
Careía Calderón continuaba la tradición hispanoamericanista o continental del Perú. A pesar de
que ésta se había mantenido en nuestra actividad
diplomática, no se había manifestado en estudios
sociológicos. De la gran patria americana habían
tratado en páginas admirables
los argentinos
Alberdi y Sarmiento. el colombiano Samper, el
chileno Lastarria ; el cubano Martí, el portorriqueño Hostos y el uruguayo Rodó. Faltaba la
contribución
del Perú. A su hora, Francisco
182
víCTOR ANDRÉS BELAUNDE
García Calderón había de ofrecerla, colocándose
a la altura de aquellas próceras figuras.
Igualmente censurable es la falta de un estudio especial de la obra de Ventura GarcÍa Calderón. Aun en el caso de que Ventura hubiese
continuado siendo solamente el elegantísimo cronista de Frívolamente, el literato cosmopolita o
parisien, su obra, de tanta influencia en el Perú
y en toda la América. debería ser considerada.
Pero Ventura no perdió su peruanismo y dedicó
bellas páginas críticas a nuestra literatura. En
la madurez de su talento empleó toda su maestría
de cuentista en temas peruanos. Parece que estas
omisiones de Mariátegui se debieran a su deseo
de presentar como infecunda y mediocre la generación que ha dado al Perú y a América 8U
primer ensayista y su primer novelador,
Esta generación encontró además el renovador
de los estudios históricos en José de la Rivagüero. quien no fué un simple colonialista. como
se insinúa. El mérito principal de los trabajos de
Rivagüero no se halla precisamente en la historia colonial, sino en la historia incaica o republicana. Sus páginas mejores y más fuertes son
las que dedicó a Garcilaso, las referentes a la
tierra andina en su Viaje por la sierra y a la
civilización incaica en El Perú artístico
.
Respecto de la interpretaci6n de la colonia.
Rivagüero acentuó la visión comprensiva de
Prado representando en el Perú la justa reacción
contra la leyenda negra. Esta tendencia no
puede atribuirse exclusivamente a un subconsciente espíritu aristocrático. Ella se debe a las
LA REALIDAD NACIONAL
183
corrientes de relativismo en la crítica histórica,
y respondían, por lo mismo, al pensamiento moderno. Claro está que en tal reacción pendular
hay el peligro de la exageración. (Mi punto de
vista ha sido siempre huir de la leyenda negra
y no crear tampoco la leyenda rosa.]
Las divergencias ideológicas no justifican en
modo alguno el desconocimiento de méritos intelectuales efectivos. Rivagüero podrá tener una
mentalidad
conservadora
e hispanizante,
pero
nadie podrá negar su sólido talento, su formidable
cultura y su profundo sentido histórico. A lo
cual habría que agregar su intenso peruanismo
intelectual. Este fué el vínculo efectivo que lo
unió a los otros representantes de su generación
)' no la especie de dictadura o monopolio de
pensamiento que nunca pretendió ejercer y que
le atribuye Mariátegui.
En el grupo universitario de la generación
novecentista había una rica variedad ideológica.
En tanto que Rivagüero se había formado en el
estudio de T aine y del admirable Menéndez y
Pelayo y reafirmaba su positivismo conservador
con su sincera devoción por la cultura antigua,
sin descuidar la más rica información moderna.
llegando a tener, en curiosa coincidencia, una
mentalidad semejante a la de Maurras, de conservadurismo incrédulo y fervor clásico, Osear
Miró Quesada, insaciable lector de libros filoséficos y sociológicos, alternaba cierto anarquismo
intelectual con estudios sociales de espíritu reformista y humanitario;
José Gálvez. heredero de
una tradición liberal, como Mariátegui recuerda,
184
víCTOR ANDRÉS BELAUNDE
se apartó a veces del credo de Rivagüero, sea en
punto de lo que debería ser la literatura nacional
o en otros debates; Raimundo Morales de la
T otte cultiva el d' annunzianismo; y por lo que a
mí toca, constatábamos alguna vez- con Rivagüero que nuestra vinculación amistosa estaba
hecha de contrastes. En la época en que yo
.sentía la seducción definitiva de Pascal, él admiraba y releía a Nietszche, el verdadero antiPascal. Cuando yo sentía, por temperamento y
por lecturas inclinación romántica, él predicaba
el más austero clasicismo. En discusiones interminables. se oponían su criterio-coactivo del derecho y mi criterio institucional y libre. su amor
a la época crepuscular del paganismo y mi culto
franciscano y medieval; su nacionalismo radical
y exclusivo y mi fervor hispanoamericano y bolivarista.
En la misma materia :de historia colonial no
puede decirse que la orientación de Rivagiiero
fué la general en el grupo. Todavía gravitaron
sobre él la concepción jacobina sobre la colonia.
Ella asoma a veces en el valioso estudio de Felipe
Barreda sobre La Vida intelectual de la colonill
e informa absolutamente la tesis de Oliveira: La
Política económica de la metrópoli. Mariátegui
no innova. pues, al seguir el viejo criterio moralizante y unilateral de la filosofía de las luces
sobre una época que sólo puede ser justamente
apreciada desde el punto de vista interior y
positivo.
Igual independencia y variedad de criterios en
el novecentismo sobre la civilización incaica,
LA REALIDAD NACIONAL
185
como lo revelan los estudios de Urteaga y, sobre
todo, los originales trabajos arqueológicos y
etnográficos de Julio C. T ello, la notable tesis
del malogrado Juan M. Ozores y el libro de
Valdez de la Torre.
Dentro de la misma generación, pero extraña
a toda clasificación de partido o de círculo, surge
la vigorosa personalidad de Hermilio Valdizán,
el caso más intenso de vocación intelectual del
Perú en los últimos años. Como periodista, Valdizán pertenece al elemento renovador que une
esta profesión con los estudios nacionales; como
médico, introduce en el Perú los estudios de psiquiatría; como sociólogo e historiador, estudió
mitos, costumbres y degeneraciones de las razas
primitivas, siendo en este sentido indigenista y
peruanista insigne.
A pesar de morir en la juventud, apenas
próximo a la madurez. Valdizán deja una obra
científica que es un monumento.
Mariátegui no dedica ni una referencia a
la Jara y a Luis Fernán Cisneros. La Jara
se. adhirió al partido Iuturista, pero Cisneros
le combatió rudamente. Ni esta circunstancia lo ha salvado del olvido absoluto a que lo
condena el autor de La rcalidad peruana. La
Jara y Cisneros, encarnando la ideología dernócrata y nacional de Piérola, fueron en el periodismo elementos de renovación dentro de la tradición peruana. Admirador de Clarín, el primero,
y de Azorín, el segundo. introdujeron en nuestro
periodismo. a veces inculto y aliterario, una nota
de corrección y de suprema elegancia. La sección
186
VícTOR ANDRtS BELAUNDE
«Ecos» que la Jara inició y que Cisneros continuó en La Prensa, creó un género en la literatura periodística nacional; la gracia criolla encontró en él su última manifestación. Mariátegui
cultivó el género en El Tiempo, siguiendo de
cerca aquel modelo,
Si la Jara y Cisneros coincidían en la crítica
política, divergían en otras orientaciones. La
Jara, orador nato, Cisneros, poeta de alma;
nuestra generación ha vibrado con la elocuencia
del uno y el sentimiento del otro. Extender hacia
ellos, tan alejados, en su vida. del feudalismo y
del privilegio y tan sinceramente democráticos,
por tradición política y familiar. la tendencia
destinada «a reanimar una leyenda indispensable
al dominio de los herederos de la colonia», me
parece una irritante injusticia.
Los nombres de La Jara y de Cisneros traen el
recuerdo de otros dos, también olvidados por
Mariátegui: Yerovi y Sassone. La muerte del
primero y la larga ausencia de la patria, del segundo, no les quitan el derecho a puesto honrosísimo en el proceso de nuestra literatura. Yerovi
fué la más alta encarnación del criollismo,
después de Palma y de Segura. Y al lado del
poeta festivo, existía en él un lírico de un hondo y
"sincero romanticismo. Saseone, en el fondo otro
romántico también, ha escogido para sus novelas
y dramas temas generales humanos; pero nadie
podrá negar que en su exaltación, su movilidad
y su gracia, manifestada principalmente en conferencias y crónicas, lleva indeleble el sello de
la peruanidad. Manuel Bedoya, con firme volun-
LA REALIDAD
NACIONAL
187
tad y talento, cultivó la novela. En sus visitas
al Perú comentó nuestra realidad, por desgracia
con un criterio truculento y pragmático.
Para juzgar de la fisonomía intelectual de la
generación novecentista,
Mariátegui no debió
atenerse al episodio circunstancial de la agrupación política que formó. Esta generación tenía
una obra y había mantenido
una revista:
Mercurio Peruano. En la orientación de ésta,
cabía destacar los rasgos del novecentismo. Ellos
fueron tres: devoción a la tierra y a la historia
del Perú, de acuerdo con el programa del primer
Mercurio; hospitalidad para todas las inquietudes del pensamiento contemporáneo;
y especial
simpatía a la reacción idealista.
Mercurio trató de ser, dentro de las deficiencias de nuestro medio, una revista moderna
y nacional. Sin espíritu iconoclasta respecto de
los viejos, sin incomprensión y exclusivismo respecto de los nuevos, trató de reflejar todos los
matices del pensamiento
nacional,
desde el
realismo conservador
de Vi lIarán hasta los
impulsos reformistas del propio Mariátegui, a
quien acógirnos en nuestras columnas; desde el
romanticismo de Cisneros y el nacionalismo de
Gálvez hasta la poesía pura de Ureta y el simbolismo de Eguren; desde la gravedad informada
de Deustua hasta la inquietud generosa de Edwin
Elmore.
Mariano Ibérico, en ensayos de gran finura.
de penetración y de elegancia de forma, nos
expuso su filosofía ultra-bergsoniana.
César Antonio Ugarte ofreció sus serias observaciones de
188
vícroa
ANDRtS
BELAU.NDE
sociología y sus investigaciones de historia econ6mica; Guillermo Salinas, sus profundas críticas
de arte; Arturo García, sus nutridas lecciones
de historia diplomática; Carlos .Wiease, novedosas cr6nicas internacionales: L~dgar y Ricardo
Madueño. sus estudios econ6micos; Alberto Ulloa
disertó sobre derecho internacional. Honorio Delgado nos mantuvo al corriente de las nuevas
orientaciones de la psicología; Lazada. de las re-dentes teorías matemáticas; Zulen, .Jt,sé Francisco Elguera y Leónidas Madueño cultivaban la
filosofía y la crítica; Romero y Urteaga nos
dieron sus trabajos de historiografía. Buscamos
. ansiosamente la colaboraci6n de las provincias,
revelando el Don Quijote, de Juan Manuel Polar,
y los ensayos histéricos de Francisco' Mostajo.
BeJtroy, G6ngora. Rodrí¡uez, Guillén, publicaron poesías. La literatura feminista estuvo representada .por las Cartas, de Angélica Palma; los
Ensayos, de María Wies8e, y las críticas de
Mercedes Park. Deseosos de contar siempre con
el concurso de los nuevos equipos, acogimos
cuando s610 eran una, promesa, hoy brillantemente realizada, a escritores como Luis Alberto
Sánchez, Raúl Porras, Jorge Basadre, Jorge Guillermo Leguía, Ricardo Vegas Carcía y Manuel
G. Abastos. Ni diferencias de credo filos6fico o
de opiniones políticas o sociales perturbaron la
selecci6n de nuestras colaboraciones. Nueatro
empeño fué mantener siempre un ideal de cultura. superior a todo proselitismo o todo interés
político. garantizando a cada redactor la más
absoluta libertad. é C6mo puede decirse entonces
LA REALIDAD NACIONAL
189
que tal generación suponía la restauración de la
hegemonía civilista en el Perú? Por lo que hace,
particularmente.
a política, semejante aserto tendría su incontestable réplica en la revista mensual
por mí firmada y de mi exclusiva responsabilidad, en que critiqué, con severidad y absoluta
independencia,
la política del partido civil, a la .
sazón en el gobierno.
Nacida algunos años antes, nuestra generación
habría encontrado su jefe natural en Piérola, y.
bajo la dirección de un caudillo como éste. su
actuación habría sido benéfica para el país. Pero
esta generación surge en el momento en que el
partido civil realiza su triste destino de evitar a
Piérola y traer a Leguía. Puede decirse que el
nuevo civilismo, contradiciendo las afirmaciones
de Mariátegui. fué el verdadero enemigo de la
generación novecentista. Ni la supo atraer ni se
resignó a concederle una personería independiente. El civilismo continuó utilizando para las
cámaras a oscuros caciques provincialistas, mientras a las puertas llegaba Leguía como exponente
de un movimiento burocrático y de los apetitos
de los aventureros políticos. ansiosos de formar,
en la orgía financiera de empréstitos y nuevoa
impuestos, una nueva oligarquía.
A diferencia de la generación del 80 al 95, que
sufri6 la influencia
de Prada,
la generación
novecentista experimentó la influencia de Rodó.
El gran maestro uruguayo fué su verdadero director espiritual. De él imitamos la tolerancia y
la amplitud, el primado de las perspectivas intelectuales en perpetua renovación y el culto de la
J 90
vfCTOR ANDRfs BELAUNDE
forma, su fervor clásico. Los defectos de la
orientación de Rodó fueron también los nuestros: separación de la cultura y la vida, exagerado esteticismo. El Perú necesitaba todavía una
literatura más pragmática, como la de Sarmiento
y Alberdi, y hombres que unieran el pensamiento
y la acción, que «montaran a caballo», según la
pintoresca frase popular.
.
Rodó, en reciprocidad explicable, admiraba
al novecentismo peruano. En una recepción de la
municipalidad de Montevideo, me dijo estas
palabras: «La nueva generación del Perú es de
pensadores; en el Uruguay es de decadentes.»
Las revistas Contemporáneos y Cultura. que
antecedieron al Mercurio. reflejaron dentro del
novecentismo una nota principalmente literaria,
al paso que el grupo más numeroso de formación
universitaria cultivaba la historia. la sociología,
el ensayo político y las cuestiones internacionales. Fueron los principales colaboradores de
aquellas revistas Eguren, todavía ignorado e
incomprendido; Bustamante y BaJlivián, exquisito y correcto, Hernández y Zulen.
Esta tendencia independiente y, si se quiere,
izquierdista se acentuó en la revista Co1ónlJa.
fundada por Valdelomar y un periodista de garra,
Federico More, discípulo de Prada en la literatura
combativa. El carácter principalmente esteticista
del grupo independiente o de izquierda del novecentismo protegió mejor 8U individualidad. Los
estudios objetivos determinaban necesariamente
algunas semejanzas de pensamiento y de actitud
en el grupo universitario que fundó Mercurio.
LA REALIDAD
NACIONAL
191
Mariátegui trata con justificada simpatía al
grupo colonida, dedicando ensayos especiales a
Eguren y a V aldelornar.
Los elementos señalados por Mariátegui en
Eguren: sentido de la infancia. medievalismo,
espíritu de lo maravilloso. nuevos en la literatura
peruana y en la misma literatura de América.
contenían un fondo de poesía tan grande que
sólo el academismo más estrecho y ciego podía
desconocer.
Valdelomar no era un literato puro. Tenía actividades sociales y aun políticas. Esto lo acero
caba al demos. Su mismo dandismo y cl'annuzianismo estaban dirigidos a éste. Había en Valdelomar una doble personalidad: el artista verdadero. enamorado de la tierra y del ambiente
costeño. cultor de las tradiciones incaicas,
buceador en nuestra historia de tipos de originalidad y relieve. Ese Valdelomar del Caballero
Carmelo, de La Mariscala. de las Leyendas incaicas, es el que quedará en nuestra literatura.
En cambio. el de la pose egolátrica o humorista
vivirá sólo para la anécdota o el recuerdo pintoresco.
Más que al rededor de las revistas, hay que
estudiar a los intelectuales de ese grupo al rededor de La Prensa, que continúa siendo el órgano
de la izquierda política e intelectual. Castón
Roger da un giro personal a la crónica. Ladislao
Meza. un bohemio de verdad. publica sus cuentos
intensos y líricos. Ascanio, talentoso heredero
de un gran nombre. inicia su vocación literaria.
que interrumpe la diplomacia. Abril de Vivero
· 192
vícros
ANDRÉS
BELAUNDE
revela su inspiración de poeta. (Léanse, sobre el
ambiente de este' momento literario, las jugásas
páginas del ensayo de Gastón Roger sobre Mariátegui, publicadas en Mercurio Peruano.)
Justo es recordar la obra de Zulen, de tan
sincera y tenaz vocación intelectual. Cultiv6 el
ensayo filosófico y la revista bibliográfica. Nombrado secretario de la asociación indígena fundada por el grupo universitario novecentista,
dedicóse, en compañía de Dora Mayer, a la labor
oscura de defender a nuestros indios con un
celo verdaderamente apostólico. Fué el valeroso portaestandarte del indigenismo por muchos
años.
El movimiento colónida deja de ser puramente
literario y adquiere una orientación políticosocial con el propio Mariátegui, cuya obra puede
ser hoy imparcialmente situada en el proceso de
nuestra cultura. En ella se acentúa la inquietud
ideológica y estética que apareció en nuestro
medio con Carcía Calder6n. Lejos de adoptar la
serenidad distanciada, pero comprensiva, de
éste, su espíritu se adhiere con fervor juvenil, sin
perder perspecuidad y contratar, a las más audaces corrientes renovadoras: Su viaje a Europa le
había puesto en contacto' directo con aquéllas.
En Mariátegui se realiza una evolución inesperada.' Artículos recientes han revelado las primitivas tendencias místicas y aun ortodoxas de
su espíritu. Al llegar a Europa, en época en que
ya era muy intenso el renacimiento católico en
Francia, Italia y Alemania, aquel fondo místico
espiritualista no se robustece ni acendra, sino
LA REALIDAD
NACIONAL
193
que se desvía. Mariátegui lee a Marx y a Sorel,
sigue de cerca la revolución rusa y el fascismo
italiano. Su misticismo deja de ser interiorista y
se hace social, adhiriéndose al credo soviético.
Su ideal es encontrar en él, no sólo una nueva
forma política, sino una nueva religión. Y regresa al Perú con una cultura enriquecida y
fuerte, con una nueva mística. Dedícase entonces
a una ferviente labor de proselitismo. En este
género tenía Mariátegui sus viejos recursos de
periodista: claridad y agilidad en el estilo, finura
e intención; pero hay que decir que le faltaba
vibración, calor, unción profunda.
Su fe no era comunicativa; y por eso sus
mejores páginas son las de crítica o las de análisis realista. Desde el punto de vista del pensamiento, la ilusión de Mariátegui ha sido la de
marcar nuevos rumbos. Creía representar la
ideología del porvenir. Si hubiera vivido, grande
habría sido su desengaño. Al adherirse a las
formas más estrechas del marxismo ortodoxo,
Mariátegui se colocó en la mentalidad de la
preguerra. El siglo xx rectificará a Marx a cada
paso, así como en el siglo XIX no hizo otra cosa
que rectificar a Rousseau. El dogma marxista
dará las fórmulas para los agitadores y demagogos socialistas, como Rousseau las dió para la
demagogia jacobina y radical; pero los hombres
de pensamiento, sin desdeñar el fondo de verdad
que pueda haber en El Capital, como lo hubo
en El Contrato Social, se apartarán cada día más
de la mística socialista, como sus predecesores
se apartaron de la mística jacobina.
13
194
VíCTOR ANDRts B~UNDE
Felizmente, ni la defensa del marxismo ni la
propaganda de la revolución rusa constituyen la
parte ,esencial de la obra de Mariátegui. Su función de periodista le obligó a olvidar su dogmatismo tratando de comprender y reflejar otras.
corrientes contemporáneas. Su gran acierto fué
el de realizar en momento oportuno la síntesis
de los diversos trabajos fragmentarios acerca de
la realidad peruana, dándoles unidad, a través
de la interpretación económica.
En el sentido del estudio de la realidad nacional, la obra de Mariátegui se diferencia de la
de Prada. La tendencia literaria de éste y su
afán de combate le hicieron desdeñar los problemas concretos, las necesidades urgentes. Prada
creía que la obra de demolición era más importante que la obra constructora. Propaganda y
ataque eran su lema. --Estudio, análisis. descripción realista, fueron la orientación de Mariátegui.
Inferior a su maestro desde el punto de vista
literario. Mariátegui, sin embargo, ha dejado un
mayor número de observaciones útiles.
Con Mariátegui y la fundación de su revista
A maula se destaca lo que podríamos llamar el
vanguardismo peruano, ya anunciado en la
izquierda de la generación novecentista. El vanguardismo se acentúa por la imitación de las
corrientes europeas y las de otros países americanos. Hay una diferencia notable entre la agitación vanguardista de Europa y la de Hispanoamérica. Aquélla responde a multiplicidad de
tendencias y de criterios; en Hispanoamérica
tenemos un afán de simplificación, y el vanguar-
LA REALIDAD
NACIONAL
195
dismo se mueve en líneas más estrechas y se
adhiere a la cerrada ideología comunista.
En los últimos quince años, en compensación
a nuestras tristezas políticas (exclusivismo conservador, desorientación y, por último, franca
tiranía), hemos tenido una época de gran actividad intelectual, quizá la más intensa de nuestra
vida republicana. Un distinguido escritor uruguayo me hacía notar que la dictadura de Santos
en la república hermana, al apartar las mejores
inteligencias de la vida política, las había obligado a orientarse hacia el trabajo intelectual, y
que fué el período de aquella dictadura uno de
los más brillantes del Uruguay desde el punto
de vista literario. Algo de eso ha sucedido en el
Perú durante la tiranía que ha desaparecido.
Muchas inteligencias han permanecido al margen
de la política haciendo labor puramente intelectual.
Hace quince años, en el Perú no existían sino
diarios o semanarios gráficos. El Ateneo, después
de una vida anémica, desapareció. Efímera existencia tuvieron las revistas Contemporáneos y
Cultura. Sueño parecía sostener un órgano que
reflejara el pensamiento serio y desinteresado.
En esta situación se fundó Mercurio Peruano.
Recuerdo que algunos amigos apenas le auguraban seis meses de existencia. Mercurio ha
entrado en su duodécimo año y conserva hoy
mayor vitalidad que nunca. El ejemplo de Mercurio ha sido alentador. Mariátegui fundó su
A maula y luego apareció La Sierra. La universidad ha tratado de sostener sus revistas y de
196
. víCTOR
ANDRfs BELAUNDE
darles un espíritu nuevo. Más importante que el
movimiento de revistas ha sido la publicación de
. libros. La aparición de un libro era rara en
el Perú y se debía o a alguna publicación de
carácter oficial o a la forzada de tesis universitarias. En los últimos años han aparecido estudios de largo aliento y de carácter puramente
cultural. Los jóvenes historiadores. cuyos primeros ensayos fueron acogidos en Mercurio, han
producido ya obras de valor sustantivo en la
evolución intelectual. como la Iniciación de la
República y La multitud y el campo, de Basadre;
La literatura peruana, de Sánchez. La historia
de América, de Leguía, y La asamblea de Panamá, de Porras.
El síntoma más alentador en la evolución de
la cultura peruana se encuentra en la agitación
intelectual de provincias. sobre todo. en la sierra
del Perú. Ya hicimos notar el surgimiento de
un movimiento poético de importancia en Arequipa. En el Cuzco aparece también una gran
actividad espiritual orientada principalmente a
los estudios indigenistas. Se destacan los fuertes
y hermosos libros de Valcárcel, los ensayos de
Cosío, de Uriel CarcÍa y Romero. que ha dedicado una notable monografía al departamento de
Puno, y Abelardo Solís, Pertenecen también a
la literatura provinciana Vallejo y Magda Portal,
poetas que armonizan en forma original la poesía
indigenista y la propaganda proletaria, y los
ensayos de Antenor Orrego.
Los temas simplemente costeños y criollos van
a ser completados por los temas andinos.
LA REALIDAD
NACIONAL
197
Cuzco, Cajamarca, Arequipa, T rujillo perfilan su
personalidad intelectual. Por la variedad y riqueza de matices, por incremento del número de
trabajadores con gente moza de todas las regiones, hay la esperanza de que lleguemos a la fórmula de la peruanidad. Es evidente que en esta
orientación la nota predominante
será indigenista. La generación novecentista inició y encauzó
los nuevos estudios históricos referentes a la raza
nativa y mantuvo, con Ventura CarcÍa Calderón.
la inspiración indígena que aparece ya en la
hermosa obra de López Albújar. El indio no
debe ser solamente tema de historia y de literatura, sino de sociología. Necesitamos realizar
serios estudios monográficos para conocer la presente situación indígena. Anuncian esta tendencia los trabajos citados de Castro Pozo, de Valcárcel, de Romero, de Uriel CarcÍa, de Abe.
lardo Solís.
Cuando hace más de veinte años se fundó la
Asociación Pro-Indígena. presentamos, en compañía del doctor Pedro Írigoyen, un detallado
proyecto de encuesta sobre todos los aspectos de
la vida de nuestros indios, que debería llevarse
a cabo sobre el terreno, siguiendo el método Le
Play. A esta obra oscura y anónima y por lo
mismo meritísima, conviene invitar a los jóvenes
estudiantes de las universidades y de los años
avanzados de los colegios de provincias. La verdadera orientación indigenista debe salir del
terreno puramente literario o político para entrar
en el de los estudios serios, positivos, llevados
a cabo con esfuerzo paciente y con escrupulosi-
198
V(CTOR ANDRts BELAUNDE
dad profesional. A la ignorancia y olvido punibles de las generaciones anteriores no debe seguir
la declamación huera e interesada de los agita. dores. sino el trabajo de los hombres de ciencia.
Cabe a Mariátegui el mérito de haber alentado
estos nuevos rumbos y de haber recogido sus primeras manifestaciones. Nuestro desacuerdo viene
en el momento de su valoraci6n. Mientras que
•.nosotros consideramos el indigenismo como un
paso a algo superior. la peruanidad integral.
Mariátegui considera el indigenismo como un
valor último y supremo. Aunque Mariátegui
establece la diferencia entre indígena e indigenista y comprende. apartándose del criterio establecido en sus primeros ensayos. que una literatura indígena es imposible. porque ella s610
podría cultivarse por los indígenas mismos en el
idioma quechua, aquella reserva no atenúa la
orientación general de su racismo demagógico.
No cree encontrar armonía posible entre el
criollismo y el indigenismo; y repite exagerando.
«que el Perú es andino y nuestra población es de
cuatro millones de indígenas sobre el total de
cinco». Hemos combatido en estas páginas al
indigenismo integral al tratar de la cuestión económica y de la cuestión política; debemos combatirlo también al tratar de la evolución literaria.
Es evidente que los temas indigenistas no deben
ser tratados con ese criterio de distanciada contemplación estética del exotismo. Tales indigenistas no serían indigenistas auténticos.
Pero, hay también otro peligro. y es el de
tratar la cuestión de los temas indígenas. no con
LA REALIDAD
NACIONAL
199
un sentido de compenetración y desinterés, sino
con una finalidad política o de proselitismo revolucionario. Ni esteticismo puro. compatible con
la tesis imperialista, ni politicismo puro de la
antítesis radical o revolucionaria.
Hay entre
estos extremos el punto de vista humano, moral,
social y verdaderamente estético, que es el que
debe predominar. La peruanidad existe. Debe
enriquecerse y debe ampliarse, pero no cabe.
modificarla radicalmente. Su espíritu es occidental, moderno, cristiano y, si se quiere. latino e
hispanoamericano.
Por consiguiente. al tratarse
de la literatura indígena, tenemos que conservar.
enriquecidas, aquellas características
Por otra
parte, la literatura indigenista revela hasta hoy
sensibilidad moderna, espíritu de simpatía esencialmente cristiano y está escrita en español. La
literatura indigenista. que quisiera renunciar a
estos tres valores en el intento imposible de la
reproducción no estética, sino esencial de la sensibilidad primitiva. del sentido pagano o de
la expresión nativa, sería extraña a la nación
tal cual existe. y no sólo desde el punto de
vista del blanco y del mestizo, sino aun desde
el mismo punto de vista indígena. pues ~"te se
ha transformado
y tiende a transformarse
perennemente.
Cuando es célula .,iva de la
nación, aunque conserve su lenguaje. ha sufrido
por lo menos la transformación de su psiquis
religiosa. Existe un nuevo indio, como dice Uriel
Garda.
Siempre hemos sentido una gran nostalgia del
libro que, completando a Garcilaso, nos rene.
200
VÍCTOR
ANDRÉS
BELAUNDE
jara el alma indígena actual. Anhelábamos la
aparición de un Sarmiento que nos describiera
las punas y los valles andinos y la vida pintoresca de sus habitantes y que fuera para el Perú
lo que es el Facundo para la Argentina. La raza,
tal como es hoy, influenciada por el blanco, hermana del mestizo, necesita un cantor, un poeta
en prosa o en verso. Poema, relato, descripción,
. panfleto, poco importa la forma. El alma, por
-la profundidad y la inspiración, tiene que ser
poética. Y este gran poeta no será, seguramente,
ni el exotista, ni el demagogo. Si surge, será
como una especie de Mistral peruano, mestizo
como fué Garcilaso, alma serena, profunda y
dulce. sin las exigencias del arrivismo, ajeno a
los vientos de doctrina de su tiempo, arraigado
en la tierra como un árbol, cristiano y cw.:ólico,
compartiendo ~con el indio sus penas y su fe
mgenua.
PARTE
PÁGI~AS
DE
SEGUNDA
HISTORIA
RECIENTE
El ori~en de la tiranía
El año 14, a raíz de la revolución contra el
presidente
Billinghurst,
tuve oportunidad
de
estudiar la crisis profunda que atravesaba el
Perú. El régimen institucional creado el 95 amenazaba ruina. Triplicación de gastos públicos y
endeudamiento progresivo; acentuación del régimen personal por la destrucción del presupuesto
y la desaparición efectiva del gabinete; parlamento sin verdadera oposición al principio, anarquizado y dividido después, dominado por los
elementos localistas; desconcierto en la polínca
internacional y una general atmósfera de indiferencia y pesimismo. Tales eran los tristes rasgos
de la situación creada para el Perú al abandonarse el espíritu y los rumbos certeros Ce la
administración de Piérola.
Debíase, principalmente, esta obra destructora
a la aparición de un nuevo personaje en la política del Perú: don Augusto B. Leguía, a quien.
por uno de esos errores colectivos inexplicables.
se señalaba como un hombre nuevo, excepcionalmente preparado en materias económicas y
204
VfCTOR ANDRÉS BEUUNDE
de orientaci6n práctica._El partido civil, al asumir con la elección del señor Candamo la direcci6n del país, buscó para las funciones importantísimas del ministerio de Hacienda la colaboraci6n de este flamante personaje. Con él surgía
un tipo nuevo de político. Nuestros caudillos
habían sido jefes entrenados en la disciplina
y en el honor militar o personalidades civiles de educaci6n humanista y legal, formadas
-en el respeto de las instituciones y en el
culto del' orden y la ley. Mas lleg6 al Perú
la moda pragmática que quería en el _gobierno el tipo de hombre práctico, de educaci6n puramente utilitaria, como si la administraci6n de los negocios públicos fuese comparable
a un negocio particular, y la política pudiera
confundirse con la economía. Leguía surgi6
.correspondiendo a esa ansia absurda de practicismo puro. Habíase educado lejos de toda culo
tura humanista y del ambiente patrio, en un
colegio comercial de Val paraíso. Por una de esas
extrañas correspondencias entre la funci6n y la
psicologÍa, dedic6 su actividad al negocio de seguros, que le di6 el sentido y los hábitos del
comerciante extranjero. Después de su matrimonio, organiza, con la cooperación de capitalistas
ingleses, una compañía agrícola que salva la
fortuna de su familia y le crea una posici6n importante en los negocios. En toda esa gesti6n,
desplegó cierta inteligencia y energía. Aproximándose a la madurez, no se destacaban en él
mayores rasgos. Su vida no se diferenciaba de la
de muchos otros hombres de negocios que habían
LA REALIDAD
NACIONAL
205
tenido éxito. Su entusiasta biógrafo. don Pedro
Dávalos y Lisson, a pesar de su deseo de magnificar al personaje, no encuentra hasta esa fecha
en su vida otro hecho saltante que el de su éxito
mercantil y social. Leguía tenía evidentemente
el sustitutivo del talento. que es la viveza, y el
del carácter, que es la audacia. (Los hechos
han probado
abrumadoramente
que le faltaron talento
positivo
y verdadero
carácter.)
Pero la viveza y la audacia adquieren. cuando
son acompañadas
de un absoluto amoralismo.
una eficiencia incontrastable.
sobre todo en las
épocas de decadencia moral y en el reinado de
la mediocridad.
Leguía logró así desde el
principio una posesión política de primer orden.
En su gestión como ministro de Hacienda mostró
sus tendencias a la arbitrariedad. a la afirmación
aventurada, al atropello de toda norma. Al oírlo
en el Senado. un estadista de tan honda formación patriótica y cultural como don Francisco
García Calderón no pudo menos que exclamar:
«Este hombre es peligroso.»
No lo vió así el nuevo civilismo, a quien
Leguía deslumbraba
y engañó. Y fué su candidato a la presidencia en J 908. El país. que
conservaba
todavía la estructura
nacional. el
diapasón de moralidad
administrativa
creados
por Piérola. ofreció resistencia a la gestión del
nuevo presidente. La oposición en las Cámaras.
inspirada no sólo en intereses políticos. sino en
una visión sincera de los intereses nacionales.
detuvo un fantástico proyecto del empréstito e
hizo imposible el plan de Leguía de permanecer
vfCTOR ANDRts BELAUNDE
en el poder con el pretexto de la nulidad de las
elecciones presidenciales.
Al abandonar el gobierno, Leguía deiaba
una pavorosa herencia: la deuda de ochenta
millones de pesos, la liquidación atropellada
de los problemas con Bolivia y' COI1 el Brasil,
la tentativa de burocratización del ejército por
el aumento del sueldo a mérito de un mero de-creto del poder ejecutivo, la transformación del
hondísimo problema de T acna y Arica en plataforma política, y la profunda crisis política creada
por una agitación plebiscitaria en contra del aparente candidato gubernamental en las elecciones
presidenciales, Billinghurst, que le sucedió en el
poder, hombre inteligente e indiscutiblemente
patriota, no podía, por defectos de carácter,
realizar la obra penosa y paciente de restauración que el país necesitaba. Prefirió la dieolución del mismo Congreso que lo hahía elegido.
El ejército cumplió su deber de defensa de la
constitución al derrocarlo. Los gobiernos de
Benavides y de Pardo encarnaron la reacción
hacia el orden. Benavides, siguiendo el austero
ejemplo del general Pedro Díez Canseco en
1868,dió a su gestión un carácter provisorio, preparando las futuras elecciones. Resolvió los dos
gravísimoe problemas del país, de acuerdo con
el interés y el sentir nacional; el de la moneda,
en que. siguió la opinión de los técnicos, salvando su valor y estabilidad, y el de la vuelta
a la vida constitucional, por la asamblea de iodos
los partidos para la proclamación de una candidatura única. El gobierno de Pardo estuvo,
LA REALIDAD NACIONAL
207
incuestionablemente, inspirado en el propósito
de mantener la regularidad administrativa y de
reducir la deuda pública; mas su política no
correspondió al carácter nacional que le dió origen. En lugar de un gabinete de unión sagrada.
se inició con un gabinete ambiguo y sin fuerza.
En la renovación del tercio, en lugar de seguir
una política de neutralidad o de concordia. sirvió
sólo a las agrupaciones que creía adictas. Prorrogó el presupuesto y. frente al problema de la
sucesión presidencial, aunque acogió el proyecto
de una nueva asamblea de todos los partidos. no
supo llevarlo a cabo. Habrá que decir, en justicia. que en este fracaso la responsabilidad no
solamente fué suya. Había una verdadera desorientación nacional producida por las numerosas ambiciones personales. Contábanse hasta
doce candidatos a la presidencia. El partido civil
estaba profundamente dividido y el grupo de
politiciens que esperaba la vuelta de Leguía se
<negaba, bajo diversos pretextos, a ir a una convención. El partido civil, al parecer de acuerdo
con el gobierno. cometió el error de resucitar la
candidatura de Aspillaga, lo cual hacía inminente la candidatura de Leguía, que por su inescrupulosa gestión había dejado amigos y favorecidos. El público, con su intuición certera,
comprendió' que la candidatura de Aspillaga no
podía ser candidatura de triunfo. sino simplemente de desgaste y que no podía significar sino
lo que había significado ya en 1912 cuando se
le enfrentó Billinghurst: el fracaso de la decisión
popular y la transferencia de la solución del pro-
208
~CTOR ANDRts BELAUNDE
blema al Congreso. En ~lla cifraban sus esperanzas los múltiples candidatos, iniciándose así,
en momentos decisivos y graves, por inconsciencia de unos y malicia de otros, el más peligroso
juego político. Leguía, cuya fuerza efectiva no
era propia, sino la de la legión de descontentos
y pretendientes, elemento burocrático y no de
trabajo, adquirió por la desorientación gubernativa, por la anarquía política, por la falta de
un candidato de orden, los caracteres de un
candidato de oposición, y, por ende, popular.
Naturalmente, su candidatura trató de decorarse, profanando de nuevo el problema nacional
con promesas insinceras y acudiendo a todos los
recursos de la más impúdica demagogia. Para
colmo de ironías, un grupo universitario sorprendió la buena fe de los alumnos, logrando- se le
proclamara maestro de la juventud.
Raro será que la opinión pública no responda
al llamamiento que se le haga por el elemento
director que ha cumplido honradamente su deber
de presentar en un momento dado al mejor candidato posible; pero si ese grupo falta a su deber,
la masa popular, desorientada, elige al acaso o
al más listo y más audaz. Nunca son espontáneos
los grandes errores populares. Las desviaciones
de la conciencia colectiva tienen su origen en los
núcleos dirigentes."Sería una injusticia enrostrar
al Perú la relativa popularidad de Leguía en
1918 con una plataforma de doble demagogia,
nacional y social, cuando la clase dirigente,
inerte o egoísta, no había cumplido su deber de
LA REALIDAD
NACI~NAL
209
buscar, entre los estadistas peruanos, el más apto
para afrontar los problemas de la hora.
No hacemos esta historia con el propósito
inútil. de establecer responsabilidades,
sino para
derivar una lección para lo futuro.
Difícil sería pronunciar un juicio sobre las
elecciones de 1919; parece, sin embargo, que,
dentro del convencionalismo legal, Leguía obtuvo
la mayoría.
Los momentos eran excepcionalmente
graves.
El Perú. después del triunfo de los aliados, había
conquistado una posición favorable en su gran
problema. Nuestra política tenía que orientarse
hacia la solución jurídica ante el tribunal que se
constituyera después de firmado d tratado de
paz. Tal arbitraje, dado el ambienté ideológico
del mundo, no podía ser declinado por Chile,
sino colocándose en la más difícil posición inter- ,
nacional. Para obtener ese proceso arbitral, y
plantear con éxito nuestra demanda, necesitábamos dos condiciones: continuidad en la personería internacional y prestigio y autoridad respecto de nuestra situación 1nterna. El mal supremo para el Perú en esos instantes era la revolución, porque ella significaba la desaparición
de los factores aludidos. Evitarla, era el deber
esencial del gobierno, de los partidos y de los
candidatos.
El país no pareció, por desgracia. sentir la
gravedad del momento. El ideal internacional no
absorbía todos los espíritus ni atemperó la intensidad de la lucha política. La desunión y la
anarquía de los elementos dirigentes, que pro14
210
vfCTOR
ANDRÉS
BELAUNDE
dujo la candidatura Aspillaga, continuó manteniendo el, caos. Nos ha dicho el presidente,
Pardo que estaba resuelto a no poner ni~
obstáculo a la transmisión legal del mando a.
favor de Leguía. Pardo es un hombre honorable:
debemos creerlo. Es innegable, al mismo tiempo,
que había en el público una sensación de vacilación, de falta de un rumbo cierto. Mas ni esta
situación insegura ni aun la certidumbre de que
el Congreso iba a descartar el resultado del sufragio popular, podían cohonestar la revuelta ..
Un gran crimen no puede cometerse para evitar
una ilegalidad. Si el Congreso falseaba el sufragio, la revolución ulterior habría tenido cohonestación.
El amoralismo de Leguía le impedía contemplar la situación col). ese criterio. Su urgencia de
poder tenía que precipitarlo. Además, para sus
planes políticos. no le convenía la transmisión
legal del mando. Eso significaba actuar con un
Congreso extraño a los grupos eleccionarios que
le habían apoyado y, dentro de los marcos de la
constitución y deia legalidad. La revolución,
que, para otra conciencia ética, hubiera sido un
crimen o, en último extremo, un mal inevitable.
tenía para su espíritu la 'seducción del poder
inmediato y sin control. La revolución estalló.
destruyendo en instantes -el prestigio político del
Perú, el concepto que se habían formado los otros
, pueblos de la hondura de nuestro problema y
paralizando primero y obstaculizando después
nuestra acción diplomática.
El régimen Leguía se inauguró así bajo el
LA REALIDAD NACIONAL
211
signo de un crimen de verdadera traición a la
patria. Se imponía distraer la conciencia colectiva de la ponderación de ese crimen por medio
de las más audaces promesas y de la más repugnante comedia de reforma. Ello explica las declaraciones insinceras del Congreso sobre la nulidad del tratado de Ancón y las enmiendas a
la constitución creando tres Congresos regionales
en momentos en que se iba a acentuar el centralismo,' haciendo total la renovación de las
Cámaras para someterlas absolutamente a la
influencia del gobierno, y declarando intangibles
las garantías constitucionales que se comenzó a
violar cínicamente.
El régimen institucional creado por Piérola,
iba a desaparecer del todo. El absolutismo presidencial que pintábamos ya en nuestro estudio
del año 14, tenía que llegar a su apogeo.
Frente a este inesperado y violento resurgir del
régimen personal sólo se erguían los órganos de
la prensa libre y las instituciones que la revolución no había podido tocar: el poder judicial y
la universidad. A pesar de la actitud mesurada
y serena de los periódicos, el gobierno alentó.
con el pretexto del descubrimiento de una conspiración, la bochornosa jornada de setiembre de
1919, en la que fueron casi destruidos los dos
grandes diarios del Perú: El Comercio y La
Prensa. El escándalo cundió por toda América,
reiterando el desprestigio que nos causó la revolución del 4 de julio. Toda obra de propaganda
en nuestro gran problema se hacía imposible teniendo el Perú un régimen que suscitaba. por
212
víCTOR
solidaridad
periodística,
ANDRtS
BELAUNDE
las antipatías
continen-
tales (1).
Los periódicos. amenazados
de destrucción.
cumplieron su deber de criticar los actos del
régimen. En el mismo parlamento.
al cual
habían entrado algunas personas honorables en
la esperanza de que la política llevara otro
rumbo, se suscitó la crítica a muchos actos del
gobierno, principalmente
a los relativos a los
contratos con la «Foundation», que revelaban el
propÓsito de defraudar los dineros públicos con
el pretexto de obras que debería llevar a cabo
esa compañía extranjera.
Justo es mencionar aquí las campañas de Jorge
y Manuel Prado, en la Cámara de diputados, y
del doctor José S. Osorio y don Miguel Grau en
la Cámara de senadores.
Leguía pudo enmendar. en el poder. el crimen
de la revolución, hasta por propia conveniencia.
Todo le aconsejaba llamar a los mejores elementos. utilizándolos
en las funciones delicadas.
principalmente de orden internacional.
Mas, lejos de seguir esa política, Leguía se fué
desprendiendo poco a poco de los escasos elementos de capacidad y de honradez que le habían rodeado. Fué eliminando toda oposición
en las Cámaras por la persecución y la prisión
de los diputados o senadores que manifestaron
cierta independencia.
.
El país contemplaba,
sorprendido
y des(1) Sobre la repercusión internacional de la mala política
gubernativa,
dirigió valientes y previsoras notas nuestro
representante
en la Liga, Francisco GurcíaCalderón.
LA REALIDAD NACIONAL
213
orientado, tales acontecimientos.
La canciencia
nacional parecía desviada. La opinión pública,
evidentemente,
condenaba
las prisiones,
los
atentados contra la prensa, la rebeldía contra el
poder judicial; pero aquel estado de espíritu no
se cristalizaba
eficazmente.
Había como una
especie de decepción política, de absoluto indiferentismo. Dos causas acentuaron esa desviación, una de orden internacional y otra de orden
económico. Nos referiremos,
primero, a esta
última. El país, del año 19 al 20, disfrutó de
la duplicación de la riqueza pública. Los altos
precios de post-guerra favorecían a los productores nacionales. Paralelamente,
el fisco dobló
sus entradas. El bienestar general llevaba a los
espíritus al optimismo más grande y les ocultaba
los peligros de la situación política. El gobierno
disponía de la base esencial de solidez y permanencia: el oro. Una vez más, el inesperado y
súbito enriquecimiento,
en lugar de orientar al
país hacia la capitalización y al más intenso trabajo, iba a reflejarse en una fiebre pasajera de
lujo y de derroche individual y nacional. j Con.
firmación elocuente de que el juego exclusivo de
los factores económicos no puede labrar el progreso y la felicidad de un pueblo cuando no son
controlados constantemente
por las fuerzas éticas!
El otro factor era de psicología colectiva; la
ilusión wilsoniana de justicia internacional dominaba el mundo. Se creía que al amparo de
este ambiente, en, una forma u otra, el Perú iba
a realizar su ideal irredentista. El gobierno alentó
214
~CTOR ANDRtSBELAUNDE
esa ilusión y simuló recursos y planes para asegurarla cuando en realidad carecía de ellos y
cuando su política de atropello y de escándalo
creaba los- más serios obstáculos a nuestra propaganda internacional.
Alejado del país durante el proceso de la .'
iniciación de la dictadura. en el Plata al principio y después en los Estados Unidos, donde la
universidad me confió la misión de contrarrestar
la propaganda chilena y de hacer conocer la
cultura y la historia peruanas, pude contemplar.
extraño a toda pasión y a todo interés político,
la situación por que atravesaba el Pero.
A la distancia. vi con mayor claridad que en
nuestro problema del Sur, al lado de la justicia
de nuestra causa, necesitábamos para alcanzarla
el prestigio de un pueblo serio. libre, trabajador.
organizado. y veía además que el régimen de
Leguía, si no era detenido en ese instante por
una reacción de la conciencia colectiva, iba a
destruir poco a poco todas las instituciones nacionales y a producir entre nosotros un caso de
verdadera y larga tiranía. sin precedente en
nuestra historia. en que 108 gobiernos podían
haber sido imperfectos, pero nunca definitiva-'
mente arbitrarios. y cuando intentaron serlo,
cayeron inmediatamente.
Estudiando la historia de América. me espantaban los casos de Venezuela. Centro América
y México. en que al amparo de cierto bienestar
económico y de la anarquía o decadencia en la
clase dirigente se habían creado regímenes personales' de duración indefinida.
LA REALIDAD NACIONAL
215
Esos regímenes, sobre todo en Centro América
y Venezuela, llegaron a ser no sólo absolutos,
sino francamente despóticos (de un tipo de despotismo asiático por la corrupción y africano por
la crueldad). De regreso de Los Angeles, donde
había concluído mi jira de conferencias, rumiaba
dolorosamente estos pensamientos.
Al llegar a Lima, encontré que la realidad
superaba mis negras expectativas: la isla de San
Lorenzo, convertida en una Bastilla; diputados,
periodistas,
ciudadanos
honorables,
presos allí
sin ser entregados al poder judicial y contra las
decisiones de éste. que amparaba el recurso de
Habeas
Corpus;
los periódicos,
sometidos
a
la amenaza de la prisión de sus redactores o de
la asonada que podía empastelar sus imprentas
y quemar sus edificios; la universidad, sufriendo
los restos de la antigua agitación eleccionaria.
(La reforma que todos anhelaban no podía encontrar el ambiente de serenidad, de garantías y
de respeto que supone un régimen constituciOnal.)
El mismo día de- mi llegada, Cianeros, el director de La Prensa, fué tomado preso. Mi deber
de solidaridad intelectual, mi vehemente deseo
de suscitar una reacción en la conciencia colectiva, me llevaron a invitar a la juventud a que
demandara la libertad del periodista que era a
la vez un poeta y un maestro, en el alto sentido
de la palabra. La juventud respondió e impuso
la libertad del periodista apresado. Este triunfo
parecía ser el augurio de la reacción salvadora.
Cisneros, con su admirable visión de di arista y
216
víCTOR
ANDRfs BELAUNDE
,
, de político, publicó, sin yo saberlo, su carta
invitándome a ocupar la tribuna desierta endefensa de los otros presos de San Lorenzo y del '
respeto al poder judicial. Sólo fali:aRdo a un
deber clarísimo, por egoísmo y timidez. indigtwe
de un hombre de honor, podía declinar aquella
noble y, en ese momento, necesaria invitación.
Acepté, extendiéndola a su vez a todos los que
representaban pensamiento, palabra y trabajo,
a fin de crear la verdadera corriente de opinión
nacional, no para destruir el gobierno, sino para
obligarlo a volver a la legalidad. Ni por
temperamento ni por formación espiritual, era
yo revolucionario y me encontraba por entero
extraño a todo interés político. El partido a que
me afilié, prácticamente había muerto. El partido
civil. en el régimen anterior a Leguía, había
sido francamente criticado por mí desde las columnas del Mercuri,o Peruano. En Lima había
vivido sólo para la universidad, mi profesión y
la revista. En los dos años de ausencia, mi consagración fué absoluta a la propaganda internacional y a conferencias de orden universitario.
No conocía los factores personales en lucha. Mi
criterio era, a la vez, distanciado y objetivo. La
experiencia directa de los países en que la opinión dirige y controla al gobierno, me llevaba la
esperanza de que tal fenómeno pudiera realizarse
en el Perú y de que el gobierno. frente a un
poderoso despertar del sentimiento público,
enmendara rumbos. Mi propósito era salvar el
prestigio institucional y evitar al mismo tiempo
la caída en la pavorosa situación de Guatemala
l.,A REALIDAD
NACIONAL
217
o Venezuela. Creía en que las instituciones amenazadas, el poder judicial, la universidad, el
periodismo podían unirse y crear una fuerza
incontrastable. La oportunidad era única. Entré
en el movimiento con absoluta fe, con abnegación total. Cuando el gobierno, consciente de la
importancia de aquél, decidió apoderarse del
local de la Federación de Estudiantes, la víspera
de mi conferencia, no vacilé, dada la premura
de los instantes, en darla, como maestro, en el
mismo local de la universidad. El hecho podía
calificarse de imprudente o de abusivo en otros
momentos. Dada la situación que se iba a crear,
y que han confirmado los acontecimientos
con
pavorosas agravantes, mi actitud queda justificada plenamente. Peligros extraordinarios exigen
medidas extraordinarias.
La universidad, como
institución, debe hablar en raras ocasiones y
mantenerse extraña a las luchas políticas; pero
su silencio, en momentos de vida o muerte para
el país, habría sido una cobardía o una claudicación. La universidad habló por mis labios.
Queríamos el respeto a las libertades ciudadanas,
la ejecución' de los mandatos judiciales, en síntesis, un régimen de pueblo libre.
Atacados por la policía, maestros y alumnos
rechazaron la cobarde agresión. El claustro, en
solidaridad absoluta, protestó contra el atentado
y pidió el castigo de los culpables. El gobierno
comprendió que tenía que ceder o suprimir todo
resto de libertad de discusión. Optó por este
camino y se realizó entonces la expropiación y
falsificación de La Prensa. La dictadura peruana
2' 8
víCTOR ANDRts BELAUNDE
hacía una contribución original en la historia del
crimen político. Loe gobiernos arbitrarios habían
encarcelado periodistas, clausurado imprentas y,
en Cuba. bajo la sugestión de cierto embajador
americano, falsificado la edición de un diario
popular que aparecía horas antes de la edición
verdadera. Pero. no se había dado el caso- éle la
incautación de. un periódico y de la falsificación
del mismo en 8U8 propios talleres (1). Deho declarar. sinceramente. que grandé fué mi decepción cuando. después de este crimen, no vi que
el público quemaba el periódico falsificado. El
satánico golpe había producido su efecto. El
gobierno, disponiendo del inmenso poder de
atracción burocrática, descartó impunemente al
gran vocero de la opinión pública. La ausencia
de éste no produjo la rebeldía que esperábamos.
sino una sensación de desconcierto, primero, de
depresión y de sometimiento, después. El organismo nacional padecía de atonía incurable. Des- pués de reacciones momentáneas. caía en el
. sopor o en la indiferencia.
Nuevas prisiones y los destierros a Australia
de distinguidas personalidades del ejército. de
las Cámaras y de las profesiones liberales pasaron ante la protesta muda e impotente de las
masas. El centenario se aproximaba: en triste
ironía íbamos a celebrar el aniversario de la
libertad con la supresión de todas las libertades.
La expropiación de La Prensa marca la trans(1) Se ha publicado que el mismo embajador americano
inspiró la medida, según declaración del doctor Osores al
doctor Durand.
LA REALIDAD NACIONAL
219
formación del régimen en plena tiranía. Hasta
ella había sido posible criticar al régimen personal. Desde entonces, quedó quebrada toda resistencia. El poder judicial podía ser desdeñado
sin protesta. Sobre El Comercio, el otro diario
independiente,
pesaba ya, no sólo la amenaza
de la prisión y del empastelamiento,
sino la más
grave de la expropiación.
Apenas era posible
publicar los recursos de Habeas Corpus de las
nuevas víctimas o indirectas informaciones sobre
la situación.
A pesar de todo, el gobierno no se sentía
seguro. Tenía conciencia de que sus arbitrariedades habían abierto el camino de la revolución
y vivía asustado de su propia sombra. Para
cohonestar nuevas arbitrariedades,
forjaba conspiraciones y ridículas tentativas de atentados
personales. Los métodos de corrupción y temor
que desde el principio caracterizaron
al nuevo
gobierno llegaron a su mayor intensidad. Todo
podía alcanzarse, si se rendía adhesión al régimeno Todo podía temerse, no sólo por la hostilidad, sino por la simple indiferencia. El Perú
comenzó a vivir en un ambiente irrespirable de
esclavitud política y moral. Aquello no podía
durar,
sino creando
una expectativa
nacional alrededor de nuestro gran problema y dando
la sensación de un bienestar ma:terial y de un
progreso económico deslumbrantes.
A esa doble
simulación se redujo la estrategia del gobierno.
La primera sólo era posible iniciando un proceso
arbitral, cualquiera que él fuese; la segunda,
aplicando en forma desordenada y de derroche
220
vfCTOR ANDRts BELAUNDE
las acrecentadas rentas' públicas, aumentando
los impuestos y agotando el crédito. La primera
pOlítica tenía que conducimos al bald6n del
laudo americano. La segunda, a la quiebra y 'a
la esclavitud ante el capital extranjero.
La pelttíca Internacíenal,
subordinada
EL TRATADO
al emprcsríte
CON CHILE
La única política conveniente en la cuestión
del Pacífico era la de un arbitraje jurídico y
amplio ante un tribunal mundial. Reflejando el
sentimiento público, en una carta a El Comercio
y reproducida
en: Mercurio Peruano, habíamos
sostenido ese programa. Preveíamos que Chile,
que había rechazado siempre la mediación y el
arbitraje en la cuestión del Sur, y tratado de imponernos un arreglo directo sobre el plebiscito o
una transacción en forma de división de las
provincias, se iba a mostrar ahora dispuesto no
sólo a la mediación, sino aun al arbitraje político.
Sosteníamos entonces que la política del Perú
debería ser: arbitraje jurídico o nada. Para seguirla faltaban al régimen de Leguía todas las
condiciones; conocimiento del problema y de la
política general del mundo, prestigio positivo y.
sobre todo, independencia
en relación con los
Estados Unidos.
El régimen se orientó, desde el principio, en
222
vfCTOR
AfIUIÚS· BELAUNDE
el sentido del absoluto sometimiento a la política norteamericana. Es evidente que noeotro8
débfamos cultivar la amistad de .loe EatadQá
Unidos, pero precisamente para que esa amistad fuera eficiente, había que mantenerla en un
pie de absoluta dignidad.
Mientras el Perú carecía de una orientación
propia, Chile desarrollé hábilmente la política
prevista. Fracasadas las primeras tentativas de
mediaci6n que se hicieron. bajo la sugestión chilena, por los gobiernos argentino y uruguayo.
ante la fundada negativa de la administraci6n
Pardo, el gobierno de la Moneda comprendió
que su único camino favorable era el del arbi.traje político de los Estados Unidos. Todo arbitraje político envuelve una transacción. Un jefe
de Estado rehuye las soluciones de estricta justicia. La transacción que podía derivarse, dentro
del proceso arbitral o fuera de él, hacia la división de las provincias, había sido siempre el
recurso chileno en toda situación internacional
difícil. La propuso cuando el protocolo Billinghurst-La Torre y sabemos que estaba resuelto
a ella en 1910. Lo prueban no sólo los documentos que obran en la cancillería peruana, sino
la correspondencia del embajador americano en
Chile. Mr. Fletcher. El interés esencial de Chile
P.ra s610 conservar Arica.
La orientaciQp de este país hacia un arbitraje
limitado y político coin~dfa con 108 rumbos diplomáticos de los norteamericanos. En efecto, después del triunfo republicano y del definitivo apartamiento de los Estados Unidos de los asuntos
LA REALIDAD NACIONAL
223
europeos, había una corriente en este país que
no deseaba la solución de los problemas americanos por los organismos creados por Wilson.
Al mismo tiempo, la administración
republicana
temía
que la antigua
política
de
abstención
o prescindencia
en los problemas
de fronteras de los países hispanoamericanos
facilitara la intervención
europea o redundara
en la merma
del prestigio
de los Estados
Unidos.
Acogieron,
entonces,
con simpatía
el plan chileno.
Sabían,
además,
que para
ello contarían con la ciega adhesión del Perú.
De este modo resultó que el Perú fué llevado a
W áshington, debido a una maniobra chilena,
mientras que la prensa leguiísta decía al país que
habíamos obligado a Chile a ir allí, confundiendo lamentablemente
las épocas y las circunstancias. El arbitraje de Wás4ington,
antes de la
gran guerra, habría sido un recurso para el Perú;
después de la posición que habíamos alcanzado,
era la derrota o la transacción. Tenemos derecho
de repetir hoy estas cosas, los que en su oportunidad las dijimos. Remito al lector a los artículos del Mercurio Peruano del año 22.
Aun dentro de las negociaciones de W áshington. el Perú pudo volver a su verdadera orientación: el arbitraje jurídico. La discusión de
los términos
del compromiso
no envolvía
necesariamente
que el árbitro fuese el presidente de los Estados Unidos. Pudo constituirse un tribunal arbitral de jurisconsultos,
o
designarse a la Corte suprema de los Estados
Unidos o, por último, a la misma Corte de La
224
VíCTOR ANDRÉS BELAUNDE
Haya, que en esos momentos aparecía propiciada
por el partido republicano- como una compensación a su apartamiento de la Liga. Un órgano
de' la importancia del New York Times dijo francamente que la tarea arbitral no era deseable.
Tal sentimiento existía en mucha gente. No - es
de creer que hubiera habido oposición o resentimiento de parte de los Estados Unidos por la
insinuación de otro árbitro. Pero Chile sabía que,
ante un tribunal de jueces, su causa estaba perdida. Y Chile insistió en el arbitraje del presidente de los Estados Unidos.
No necesito repetir detalladamente
aquí la
historia que he hecho en otro lugar de ~
negociaciones
de W áshington
(1) RecordÁt'é
únicamente que el Perú fué conducido de derrota
en derrota hasta la suscripción del protocolo de
1922. Con la promesa de un arbitraje amplio
sobre Tacna y Arica. se o~uvo de nuestros negociadores la suscripción de un acta revalidando
el tratado de Ancón. La misma tarde del día
en que esa acta era firmada, los negociadores
chilenos retiraban su propuesta con el pretexto
de la oposición del Congreso de su país. Entonces, en lugar de abandonar la conferencia, seguimos, desarmados,
la discusión estéril de propuestas y contrapropuestas.d-lughes
zanjó el conflicto ofreciendo un arbitraje verdaderamente
cojo, en el que, en un extremo el árbitro decidía
sobre las condiciones del plebiscito, y en otro
o
o
(1) Mercurio
Peruano:
cía de Wáshington.»
"Los tarapaqueños
en la conleren-
LA REALIDAD
NACIONAL
225
extremo dejaba el problema sin solución, legalizándose la posición indefinida de Chile. A
pesar de los argumentos sin réplica del Memorial de los iarapaqueños contra el protocolo,
el Congreso de devotos y serviles lo rectificó.
Aquella rectificación no fué un acto de mera
inconsciencia. Los más influyentes consejeros
del régimen y sus sostenedores en la prensa
no podían ignorar lo que significaba el arbitraje. No se deseaba contrariar en lo menor
la política americana; porque se basaba todo un
plan financiero de futuros empréstitos en los
Estados Unidos. Bien sabían la tiranía peruana
y aus sostenedores que ningún empréstito podía
fl9I,arsesin el vistobueno del gobierno americano.
Desde el comienzo, las negociaciones con Chile
revisten este oprobioso carácter. Se sacrificó la
dignidad y el interés nacional ante la expectativa
de operaciones financieras.
Hubo, además, una razón política: el fracaso
del arbitraje significaba la desviación de la atención pública hacia otros problemas. La dictadura,
sin el proceso arbitral, perdía su escudo y su
defensa. El orden público no podía ser alterado
durante este proceso. Toda revolución tenía este
handicap.
Al error en las negociaciones del compromiso,
siguió el error en la designación de los abogados
peruanos y en la orientación de la defensa. Se
excluyó a los hombres que estaban señalados
por la opinión pública para aquella tarea que
acabó por confiarse a abogados yanquis indicados por una dama de extraña y decisiva in15
226
vferoR ANDRÉS BELAUNDE
f1uencia en el dictador. La defensa se orienté,
como si en el arbitraje, el extremo más probable •.
cati seguro, no hubiera sido el plebiscito; y -se
incurrió en el error incalificable de omitir el clá·
sico otrosí referente a las condiciones del Perú
en caso de resolverse la consulta plebiscitaria.
Nunca dudamos respecto del resultado del
la.udo. Temíamos que éste ordenase el plebiscito
dentro de las condiciones que Chile había propuesto en 1910 o en 1912; pero jamás supusimos
que diera a este país condiciones más favorables
que las que había pedido y, mucho menos, que
en los fundamentos innecesarios de la inicua -sentencia se hiciera la refutación de todos los cargos
que la defensa del Perú había formulado, y'~~ae
absolviera a Chile de la acusación cuya justicia
estaba en la conciencia de todos los países de
América.
El gobierno, en consonancia con su actitud
de traición y de crimen, no se rebeló contra el
laudo y pretendió desnaturalizar su carácter ante
la opinión pública. Inútil empeño. En contraste
con la sumisión gubernativa, la opinión nacional, dirigida esta vez por las mujeres, salvó el
honor del Perú. Las emocionantes maniíeetaciones de protesta produjeron; intenso efecto en los
Estados Unidos. El gobierno americano dióse
cuenta de la importancia del problema para el
Perú y de la enorme injusticia que envolvía el
laudo. El resultado fué el nombramiento del general Pershing para presidir el plebiscito. Ese
nombramiento no lo consiguió ni lo imaginó el
gobierno Leguía. Lo produjo la intensidad y el
...
LA REALIDAD
NACIONAL
227
carácter de la protesta peruana. Y se micra el
proceso plebiscitario.
Pershing iba a contemplar las cosas sobre el
terreno, lejos de las sutilezas y argucias abogadiles y con el criterio sencillo del honor militar. El
proceso plebiscitario fué la mejor refutación del
inicuo laudo. Ante la expectativa de América y
por el imparcial testimonio de la Comisión plebiscitaria. los hechos en que el Perú había fundado su demanda quedaban constatados. El
plebiscito era irrealizable. Ni la presencia de los
comisionados extranjeros pudo contener a Chile
en su inveterada política de coacción y abuso.
Los informes de Pershing y de Lassiter recuperaron pilla el Perú la posición que tenía antes
del laudo. En efecto, la rebeldía de Chile contra
las bases de un justo plebiscito, no solamente
destruía el laudo y las obligaciones del protocolo de Wáshington. sino el tratado de Ancón.
Su violación. alegada por el Perú y probada
por los hechos anteriores. venía a recibir, con la
rebeldía de Chile. una constatación autorizada
y solemne.
Lo comprendieron así los políticos chilenos.
El único que no parecía darse cuenta de las
inapreciables ventajas de nuestra situación era
el gobierno peruano. Se dejó perder la brillante
oportunidad, a raíz de los informes de los comisionados y de los primeros requerimientos del
árbitro a Chile. para declarar que el Perú estaba
desligado de todas las obligaciones impuestas
por el protocolo y aun por el tratado de Ancón.
Cualquier gobernante digno habría seguido esa
228
VÍCTOR ANDRfs 8i1.AUNDE
polftiea. si no en forma definitiva y radical. al
menos como un medio de obtener 1•• mayo•••
ventajas peeiblee, siquiera 1•• ciudade.de TacDa
y Arica.
El Perú tenía derecho para fijar sua condi•.
cienes, \ establecer su mínimum y negaree a .oh .
cualquiera otra propuesta de arreglo. Pero no
seguimos esa política. En. cambio. el país. aeusado en 108 informes de Pershing y Laseiter,
arrogantemente exigía. no sólo la provincia, sino
la ciudad yel morro de- Arica.
El gobierno del Perú continuaba, política y
financieramente, enfeudado al de 108 Estadoe
Unidos. Ante las propuestas transaccionales de
Kellogg, las negativas del Perú no eran, como'"
de Chile, perentorias, sino, simplemente, dilatorias. La estrategia del gobierno, por razone8
de orden político y por m6viles financieroe, era
la de arrastrar indefinidamente el problema haeta
lograr el cansancio y la anestesia en la concieaeia
nacional y llegar al instante en que el inter~
americano de un arreglo facilitara para el Perú
operaciones de orden financiero.
Nadie podía engañarse respecto de la 8Oluci6n
del problema, continuando Leguía al frente del
gobierno del Perú. El gobierno que había claudicado en las negociaciones del arbitraje y de la
defensa, estaba destinado a claudicar en 108
arreglos directos. La cuestién era 8610 de oportunidad y de precio. Y ésta lleg6, con la nueva
administración americana.
Había dos países profundamente interesados
en la liquidación del problema: Chile, que sentía
LA REALIDAD
NACIONAL
229
la aeueacron del continente y las consecuencias
de su rebeldía, respecto de la validez del tratado
de Ancón, y los Estados Unidos, cuyo prestigio
en el mundo estaba comprometido por el fracaso
del asunto. (Todos observaban que mientras la
Liga de las Naciones había resuelto gravísimo.
problemas en Europa, el gobierno norteamericano había manejado, en forma injusta y desastrosa, la más seria cuestión del continente. El
laudo de la más grande potencia del mundo era
desconocido y burlado por un pequeño país de
América.)
Coincidiendo los intereses de los Estados Unidos y de Chile en una pronta solución del problema, era de esperar que tratasen de imponérsela al Perú. Esta circunstancia, empero, habría
sido aprovechada por un gobierno inteligente
para obtener las mejores condiciones. El Perú
tenía, además, otra arma en sus manos: los intereses de Bolivia. Se sentía la necesidad de no
dejar ninguna cuestión pendiente y crear una
sólida inteligencia y armonía entre los países del
Sur-Pacífico. El Perú pudo insistir enérgicamente
en que, salvadas para él las poblaciones de
Tacna y Arica, se repartiese el territorio al sur
de ésta en forma de dar salida al mar a Bolivia
e interponer el territorio boliviano entre el peruano y el chileno. En último extremo. antes de
ceder Arica a Chile, habría cabido aceptar la
idea de Kellogg: la constitución de un corredor
a lo largo del ferrocarril de Arica a La Paz y la
internacionalización de Arica o BU atribución a
Bolivia con la reserva de un puerto para el
230
vferOR ANDRfs BELAUNDE
Perú. Todo era preferible desde el punto de vista
del honor, que entregar la, ciudad y el morro de
Arica a Chile y. desde el punto de vista de la
tranquilidad futura del Perú, que dejar sin salida
al mar a Bolivia. Mas tales razones de dignidad
y de alta previsión no podían tener ningún efecto
en la triste mentalidad del régimen. Para él, lo
único de valor efectivo era el apoyo político de
los Estados Unidos y el vistobueno de la secretaría de Estado en los futuros empréstitos.
En la política internacional y, de un modo
general, en toda la gestión del r~gimen, las previsiones de Íos que lo hemos combatido han
resultado siempre cortas. La obra de daño y de
deshonor a que conducía la tiranía era realmente
imprevisible. Cuando se anunció la transacción
en la cuestión del Pacífico creíamos que se iría
a la división de las provincias y la internacionalización de Arica. Pero jamás pudimos prever
que Arica fuera cedida totalmente y, .mucho
menos, que por la pérdida de ese puerto para
T acna, se incluyera en el tratado la oprobiosa
cláusula de los seis millones.
Hay en las cosas una lógica terrible. Aquella
cláusula era un símbolo: ella encarnaba toda la
orientación, todo el signi6cadodel régimen Leguía. La realidad nos reservaba aún mayores
sorpresas. Chile salía. por este tratado, de la
situación más grave de su historia, devolviendo
Tacna, que siempre estuvo dispuesta a entregar.
y dándose la enorme satisfacción de sellar el
pacto con una suma de dinero, en mucho inferior
a la que había ofrecido en otras ocasiones. suma
LA REALIDAD NACIONAL
2311
que. al mismo tiempo que nos humillaba. contradecía el carácter sentimental y de honor de
nuestra demanda. No le bastó eso. Como había
la posibilidad de que el Perú. dadas las promesas
que Leguía hizo a Bolivia, accediese a dar a este
país una pequeña faja a 10 largo del ferrocarril
de Arica a La Paz, colocando a Chile en la
necesidad de conceder un embarcadero o salida
a esa faja, el gobierno de la Moneda pensó,
entonces, en imponer al Perú la obligación inconcebible de no hacer unilateralmente ningún
arreglo con Bolivia y de consultar antes la voluntad y la aquiescencia chilenas. El Perú no
sólo resultaba vendiendo al agresor, a vil precio.
un territorio sagrado, sino hipotecando su libertad y aceptando una política inconveniente y
ofensiva para nuestro antiguo aliado.
Tengo esta información de la más autorizada
fuente. La cláusula relativa a esta materia se encontraba en las primitivas bases presentadas por
Hoover; lo cual revela que esas bases fueron
dictadas por Chile, porque los Estados Unidos
no tenían ningún interés en cerrar, por un
acuerdo entre el Perú y Chile, el paso a las
aspiraciones de Bolivia. Supo el ministro de este
país la existencia de esa cláusula en el memorándum Hoover, y entonces hizo, con toda vehemencia, la justificada gestión para obtener su
retiro, y el secretario de Estado la retiró. Poco
tiempo duró la satisfacción del ministro boliviano. Sus medios de información le permitieron
conocer que. además de las cláusulas públicas
del tratado. había una adicional en texto secreto
232
vfcroR ANDNfs BEUUNDE
que contenía la dj.~ión
referente a Bolivia.
Volvió otra vez a la secretaría de Estado y
obtuvo esta respuesta: «El 'gobierno americano,
en efecto. no ha propueeto la cláusula, pero no
puede impedir que dos países soberanos conti'aigan, sin su intervención, otros compromisos que
les parezcan convenientes.» Retirada por el.
árbitro aquella cláusula, fué aceptada por el Perú,
en virtud de la inmediata y directa imposición
de Chile. Si la cesión de Arica por sí misma creaba un
problema, éste resultaba reagravado por la complicidad que se exigía al Perú en la política chilena frente a Bolivia. No es para describirse el
inmenso dolor que la liquidación final de la
cuesti6n con Chile produjo en los hombres en
quienes el patriotismo no había sido amenguado,
sino avivado. por el destierro. Las grandes tragedias nacionales, cuando
comparten en el
territorio patrio, se -atenúan por la comunidad
en el dolor. En tierra extraña. lo que hiere al
país, sobre todo en su honor, produce una amargura y una decepción indefinibles. El espíritu se
aferra siempre a una esperanza. El tratado no
'. debía ser aprobado. e No fueron las mujeres y
los niños de las escuelas los que se sublevaron
contra el laudo? ¿ El ejército del Perú, desquiciado por diez años de. dictadura, no volvería
por su misión? La revolución, en estos momentos, además de su significado moral. tenía una
finalidad práctica: la de impedir la ratificación
del tratado. Por desgracia, la revolución no vino.
La juventud universitaria correspondió a nue-tras
se
LA REALIDAD NACIONAL
23.3
etperanus. Reviviendo SUB constantes gestos de
rebeldía, protest6 contra el arreglo, destruyendo
lu estatuas y los retratos del dictador. La universidad tuvo que clausurarse. Aquella protesta
salvé el honor del Perú.
EL
o
TRATADO DE ÚMITES
CON COLOMBIA.
No sólo en la cuestión con Chile sufrimos 188
tristes consecuencias del. enfeudamiento de
nuestro gobierno a los intereses de Wa11 Street
y de los planes de la Casa Blanca; las sufrimos
también, en forma igualmente bochornosa, en el
arreglo de fronteras con Colombia.
El origen de este tratado está envuelto en un
misterio que sólo una seria investigación en los
archivos de la secretaría presidencial, en los papeles tomados al tirano y en las legaciones de
Wáshington y Bogotá, pueden esclarecer. Esperamos que la haga el presente gobierno, no sólo
por espíritu de sanción, sino por los intereses de
nuestra nueva política. Sabemos que el tratado
se celebró directamente entre el presidente y el
ministro de Colombia. Se atribuye al canciller la
afirmación de que él se limité a poner su firma.
y corre la versión de que cuando el presidente
del consejo de ministros pidió al dictador el texto
del tratado y le hizo ver los sacrificios que representaba para el Perú, éste le contesto: «En
todo caso, la línea es mejor que la del protocolo
Pedemonte-Mosquera.» i El jefe del Estado ignoraba que aquel protocolo nunca existio I Preaidénte del consejo de ministros durante la admi-
234
víCTOR
ANDRÉS
BELAUNDE
nistración Pardo y dos veces presidente de la
república, Leguía no se había enterado. en su
ignorancia supina, de una de las bases de nuestra
defensa en la cuestión amazónica.'
Antiguo partidario de un arreglo con Colombia y convencido de que era posible hallar una
fórmula que conciliara los intereses esenciales
del Perú en el Putumayo, creí que la iniciación
de las gestiones peruano-colombianas se debía a
la posibilidad del fracaso de la conferencia de
W áshington y a la necesidad de paralizar" las
intrigas chilenas en esa emergencia. Grande fué
mi sorpresa al saber que el tratado estaba concluído y que se fijaba como línea el Putumayo.
sacrificándose los intereses peruanos en los ríos
Cara-Paran á e Igara-Paraná. La información
resultaba incompleta. Ignoraban mis informantes
o me lo ocultaban. la más grande cesión, inverosímil verdaderamente. de la orilla derecha del
Amazonas que nos privaba del dominio de la
entrada del gran río. Una vez más. la realidad
superaba a las más tristes conjeturas.
Concluído el arreglo. el gobierno no lo sornetía a las Cámaras. iCuál no sería la monstruosidad del tratado. que aun se temía su examen'
por Cámaras de validos y de siervos I No sólo
este temor detuvo la aprobación del pacto. Las
protestas del Brasil. justamente ofendido por una
reserva colombiana sobre los territorios reconocidos al imperio por el tratado del 51. paralizaron
su discusión y ratificación. Durante los años que
duró el arbitraje sobre Tacna y Arica. el pacto
colombiano-peruano parecía dormir. Por una
LA REALIDAD NACIONAL
23.5
coincidencia
reveladora
de -esas vinculaciones
profundas y oscuras de las cosas, el pacto con
Colombia revivió al mismo tiempo que resolvía
nuestro
problema
del sur el inicuo laudo
CooIídge. Nuestro presidente había manifestado
tan ciega adhesión al gobierno americano que
éste creyó que podía disponer incondicionalmente del Perú. Bastaba apoyar a su dictador y
deslumbrarlo con las expectativas de la aquiescencia a futuros empréstitos.
En cambio. era
necesario borrar antiguos desacuerdos con Chile
(lo de Baltimore no había sido olvidado); y había
que restañar la herida de Panamá, sirviendo a
Colombia. Desde el punto de vista político, la
primera consideración
explica el laudo en la
cuestión chilena; y la segunda explica la mediación americana para obtener la solución de las
dificultades entre Colombia y el Brasil, suscitadas por las reservas de aquel país, incorporadas
al tratado por la abdicación inconcebible
del
Perú. En protocolo firmado en Wáshington, con
la intervención del secretario de Estado, el Brasil
obtuvo el retiro de la reserva colombiana.
y
Colombia, el retiro de las objeciones brasileras.
El Perú, nuevamente
sacrificado,
sancionaba
esta reconciliación. Los Estados Unidos podían
ofrecerle a Colombia el servicio de haber removido el único obstáculo para obtener el Amazonas.
El protocolo de mediación vino a revelar toda
la enormidad del nuevo tratado de límites; fatalmente, tuvo que hacer referencia a que el Perú.
no sólo cedía la orilla superior del Putumayo,
236
yfcrOR
ANDRÉS 8ELAUNDE
aino un corredor que daba a Colombia acceeo al
Amazonas, que no necesitaba. pueato ~ lo teaía
ya por el mismo Putumayo, y que je.máa había
seriamente pretendido.
Ningún hombre público de Colombia podrá
desmentir este' hecho: que au país eOetuvo
sólo con una pretensi6n te6rica o máxima, de
estrategia de defensa, la línea el Napo y el
Amazonas; pero que nunca pensaron obtener
&iDO el curso del Putumayo, como lo revela el
protocolo de modus VilJendi celebrado en 1905,
que fijaba provisoriamente ese límite, recibido
con júbilo en Colombia y desaprobado por el
gobierno del Perú. El ideal de Colombia era el
arbitraje del Papa, convencida de que éste consagraría, en el mejor de los casos, el límite del
modus lJiI)en&i,pues un .arbitraje de esa naturaleza supone una tl'anMCcl6n basada en los
antecedentee.
Apenas tuve conocimiento del tratado, escribí
un estudio combatiéndolo, que envié a Lima
para su publicaci6n en Mercurio Peruano y a
La Reforma Social, de Nueva York.
Probaba allí que «=1nuevo arreglo deetruía la
obra consolidada por tres cuartos de siglo en le>
que se refiere a la demarcaci6n intemacionti y
de siglo y. cuarto por lo que se refiere a la poeetJi6n. Hacía ver, además, que siendo T abatinga
puerto brasilero, cedido, al frente, el puesto de
Leticia, el Perú perdía 8U entrada al Amazonas,
quedando a merced de Colombia. El pensamiento de Requena, completado por el de
Herrera, con la navee~i6n del gran río, obte.•
LA REALIDAD NACIONAL.
23í/
nida poi" el aacrificio del triángulo ApaporisAmazonae-Yavarí, conservado celosamente por
todos los gobiernos del Perú, salvado de las crisis nacionales, y aun de la catástrofe de la guerra
del Pacífico. quedaba anulado por el inconcebible capricho de un tiranuelo ignorante y venal.
Mercurio no pudo publicar el artículo y, cuando
lo insertó La Reforma Social, la Legación de
Colombia en Wáshington.irritada
y violenta,
envió una protesta sin argumentos ni razones en
que atribuía a mi condición de desterrado mi
grito de alarma. Contestóle como merecía la
noble pluma de Jacinto López.
El tratado era peor de lo que yo describía.
Nuestras previsiones iban apenas en progresión
aritmética.•.La obra de daño de Leguía iba en
progresión geométrica, No sólo Leticia había
sido cedida. A Colombia. no sólo se le daba el
puerto que nunca necesitó ni pidió, sobre el
Amazonas. sino una inmensa faja que comprendía quince puestos y la mitad de la extensión
entre Leticia y la boca del Napo, como si Colombia considerase inseguros sus puestos avanzados y desease extenderse hacia Iquitos para
crear cerca de la capital del Oriente peruano
una posición absolutamente sólida. Por último.
el tratado contenía sospechosas cláusulas sobre
indemnizaciones a los propietarios damnificados.
Una vez más el elemento dinero venía a reiterar
la ignominia del arreglo. En el colmo de la
demencia no se exigió siquiera la neutralidad
perpetua o desmilitarización del territorio cedido.
Nuestra esperanza de que el pacto no se per-
238
yferoR ANDRÉS BElAUNDE
Ieccionara se cifró en el departamento de Loreto.
Creíamos que éste se sublevaría o amenazaría,
al menos, con la sublevación.
Cuando el pacto fué enviado al Congreso, éste
no opuso otra resistencia que la de la inercia.
Consciente del horroroso crimen que significaba,
vaciló entre cometerlo y deSagradar al tirano.
Bajo la presión del sentimiento en Loreto, sus
representantes tuvieron, al fin, que pronunciarse
en contra del arreglo. La postergación era el
único recurso. El negocio parecía dormir indefinidamente. El mismo gobierno de Colombia,
consciente de que había obtenido del Perú concesiones que sólo podrían explicarse después del
triunfo en una guerra, no se atrevía a apurar
sus gestiones en el sentido de la ratificación.
Mas he aquí que, a Hiles de 1927, decide el
dictador tomar una súbita resolución. Llama al
presidente del Congreso y le notifica que necesita la aprobación del tratado en un término
breve y perentorio. En contradicción con los
considerandos de sus informes que no podíart
negar los hechos, las comisiones parlamentarias
pidieron la aprobación del tratado; y ésta se
obtuvo en una atmósfera de complicidad y de
silencio. El pacto continuaba envuelto en el misterio. e Qué influencias determinaron la festinada
aprobación del Congreso? Un delito no puede
perpetrarse sin causa. Esta investigación se
impone en la hora presente.
Alguna luz pueden arrojar los factores que
determinaron la intervención de los Estados Uuidos para remover el obstáculo de la oposición
LA REALIDAD
NAClONAL
23.9
braeilera. El concepto moral puede formarse en
vista de ciertos hechos reveladores.
l. o El interés del gobierno
Coolidge de
reasegurar la benevolencia del gobierno de Colombia, completando el servicio que se le hizo
en el protocolo de mediación brasilero-peruanocolombiano de 1925.
2. o El vivísimo interés del gobierno del Perú
en obtener el soñado empréstito de cien millones
de dólares, empréstito para el cual, como es
sabido, no sólo era necesario el apoyo de los
bancos, sino el vistobueno de la secretaría de
Estado. (A mérito de la circular de Hughes del
año 1921, los bancos fueron invitados a poner
en conocimiento de la secretaría de Estado los
empréstitos extranjeros. Todos saben que semejante notificación no es puramente informativa
y que no hay banco que se atreva a lanzar un
empréstito mediando la menor indicación, reserva u objeción de la secretaria de Estado.)
A la consideración de estos hechos se agrega
una sugestiva simultaneidad.
La aprobación del
tratado coincidió con el lanzamiento del empréstito. En ello pensaba cuando se recibió en los
círculos financieros franceses la noticia de que
el Perú iba a pagar el empréstito llamado de la
sal, de doce millones de soles, con el producto
de un empréstito americano. De acuerdo con esa "
información, el empréstito estaba vinculado a la
concesión del Amazonas a Colombia. Los financistas tienen el privilegio de descubrir los más
Íntimos secretos.
Después de obtener esta información,
que
240
vfcroa
ANDRts BELAUNDE
confirmaba mis .sospechas,· me. dirigía ,a MWni,.
vía Habana. Convereando con UI1 eminenteee-;
lombiano que se encontraba allí, recibí esta. dé.','
claraci6n: «Gran cosa es que se haya arreglAdo
nuestra cuestión de fronteras; ¡pero es lástima
que ello no haya sido obra exclusiva de la ini·
dativa de los dos pueblos y que haya tenido que
mediar la influencia de 108 Estados Unidos In
Estamos hoy en el deber de averiguar toda la
verdad sobre estas materias. para confirmar o
desechar las vehementes presunciones que hemas expuesto.
El punto entraña un supremo interés para 108
Estados Unidos y los pueblos hispanoamericanos
de un modo general.
Al tratarse de los empréstitos en el lnstitute of
Public A/tairs de la universidad de Virginia.
Nce notar que. por lo que R refiere a Hispana.
américa, ellos no eran simples operaciones financieras de juego normal del crédito. que envolvían
a veces carácter político por 108 objetivos y, sobre
todo, por las garantías; que Hispanoamérica
necesitaba el crédito normal. el que se basa en
las simples seguridades de la estructura econémica del país; y que ofrecían un serio peligro
para nuestra soberanía, y para las buenas relaciones de los Estados Unidos. los empréstitos
concedidos artificialmente por causas políticas y
garantizados con medidas' extraordinarias. Me
referí a las coincidencias delatoras a que he
aludido entre el gran empréstito peruano y el
tratado con Colombia. Jacinto López recogió
con su valentía reconocida el mismo tema en un
_
LA REALIDAD NACIONAL
241
artículo publicado en el Gráfico, de Nueva York,
que nadie había podido contestar. Hasta ahora
nada ha rectificado nuestra opinión de que la
dictadura, en el tratado con Colombia, tuvo en
mira servir una vez más los planes de W áshington y siguió sus indicaciones.
Hemos destacado estos detalles en la gestión
internacional de Leguía porque lo colocan en
una situación única en la historia diplomática. de
las tiranías. El caso que más se le acerca sería
el de Melgarejo, por las cesiones hechas a Chile
en el tratado del 66 y al Brasil en el tratado del
67. Pero hay que decir que si este último violaba
los derechos que a España le confirió el tratado
de San Ildefonso y era oneroso para el Perú,
en cierto modo favorecía a Bolivia, a quien implícitamente el Brasil reconocía el derecho a los
territorios entre el Beni y las nacientes del Yavarí.
El mismo tratado del 66 no aparece vinculado
a móviles de carácter económico. Chile halagó
la inmensa vanidad del monstruo y obtuvo de -su
inconsciencia e ignorancia la famosa coparticipación en los productos de la zona entre los grados 24 y 23 de latitud. Los agentes de Colombia
procedieron del mismo modo con Leguía. Pero
en el perfeccionamiento del pacto peruano-colombiano parece no haber mediado solamente criminal condescendencia o necia vanidad agradecida.
Hemos indicado ya los turbios intereses y protervos planes que se agitaban en el alma del
tirano.
Observaba un espíritu profundo en materias
internacionales que los arreglos o tratados hechos
16
242
vfCTOR ANDRfs BELAUNDE
por las dictaduras. por más generOS08qué fueran.
y precisamente por serlo en demasfa, no
crean.
como los pactos libremente consentidoey !abOriosamente gestionados. una verdaderaatmósfeta
de fraternidad entre los pueblos. Las concesiones
de Melgarejo no crearon la fraternidad bolivianochilena, Al contrario. precipitaron la tragedia
del 79. La inconcebible generosidad de Leguía
con Colombia no nos ha, traído ni el afecto ni la
amistad de ese país. La entrega del Amazonas
ha llevado un sello de crimen. Colombia lo ha
recibido sin intenso júbilo y sin gratitud. Yes que
el gobierno que arranca una concesión de un dictador tiene la conciencia de que está cometiendo
un delito y «no perdona el que ofende». Y. el
pueblo que es víctima de la mutilación que le
ha impuesto la dictadura no puede olvidaÑa.
LA
CUESTIÓN DE NICARAGUA.
La tercera manifestacién del enfeudamiento de
la política de Leguía a loe Estados Unidos ha
sido la actitud asumida por el Perú en el asunto
con Nicaragua. Recordemos con inmensa tristeza este negro capítulo de la historia reciente.
En la vida del Perú no se destaca la gloria obtenida por Colombia o por el Plata al crear las
dos corrientes libertadoras. En conflictos con
Colombia. con Chile y aun con Bolivia sufrimos
derrotas; pero, en compensación al éxito militar.
teníamos una historia digna. El Perú había manifestado desde la independencia que correspon-
LA REALIDAD NACIONAL
243
díamos a los antecedentes de nuestra posicion
directiva en el continente, por la clara conciencia;
de los derechos y de la solidaridad hispanoamericanos. Este sentimiento continental nos hizo
los herederos y los continuadores del ideal bolivariano. Tres Congresos reunidos en Lima
trataron de revivir, en una u otra forma, la solidaridad soñada por el Libertador. Y en perfecta
conformidad con esa orientación, no hubo atentado
peligro para la independencia de uno de
los países hermanos que no encontrara en nosotros un eco inmediato o una respuesta generosa.
La invasión filibustera de Walker en Centro
América y la tentativa de anexión de Santo
Domingo a España motivaron nuestra protesta.
México, invadido por Napoleón, recibió nuestros
homenajes y nuestros alientos. El primer país
que declaró la beligerancia de Cuba, en la guerra
de los diez años, fué el Perú. Y cuando el Brasil,
la Argentina y el Uruguay continuaban la guerra
contra el Paraguay, el Perú, sin tener en consideración las consecuencias del resentimiento brasilero en el Amazonas y la vieja y tradicional
vinculación con la Argentina, no vaciló en formular en su propuesta los principios que salvaban la existencia y la integridad territorial del
Paraguay. En nuestras disputas territoriales,
teniendo derecho indiscutible' y en algunos casos,
además, la posesión, nunca pretendimos imponer
o exigir su respeto, sino mediante el recurso
humano del arbitraje. Puede decirse que aquella
tradición encamaba nuestra fisonomía moral.
Ella ha sido destruída ignominiosamente por
°
244
víCTOR ANDRts BELAUNDE
Leguía. Cuando los marinos americenoe volvie: ron a ocupar Nicaragua, la política de Legula
no fué siquiera la del silencio o la del apoyo
detrás de bastidores. Con cinismo incomparable,
el dictador impartió sus instrucciones a sus delegad6s en la Conferencia de la Habana, que se
tradujeron al fin en el discurso que pronunció
Denegri, secretario privado del tirano, inj,Jriando
a los pueblos centroamericanos, ante el asombro
y vergüenza de la Asamblea. No se limitó a
esto el dictador: en el colmo del servilismo y
de la mengua. hizo personalmente las declaraciones que cohonestaban el imperialismo yanqui,
al que calificó de paternal y necesario, y ordenó
a su embajador en W áshington que hiciera una
visita especial para manifestar la simpatía del
Perú en su política centroamericana.
Había otros gobiernos dictatoriales en Amé.
rica. cuya subsistencia podía depender det
apoyo político o económico de Wáshington.
Pero esos dictadores tenían lo que podía llamarse
dignidad animal. Sintieron la solidaridad biol6gica, si no espiritual, con 108 otros países de
América y su actitud fué de silencio. El úniro
que lo rompió, para oprobio' del continente. fué
el tirano del Perú.
La gesti6n ecenemíca de la tirania
La gesti6n económica de la dictadura fué criticada por muchos de mis compañeros de destierro. principalmente en las patrióticas campañas del periódico La República, dirigida por
Felipe Barreda y Laos. Hoy, la libertad de imprenta ha puesto al descubierto los peculados,
derroches y robos del régimen. Las denuncias
hechas por la constante crítica de los desterrados
resulta pálida ante los hechos. Está formada ya la .
conciencia pública acerca de lo que llamábamos.
desde 1921, la saturnal financiera. El Perú, con
la duplicación de sus rentas, pudo haber cruzado su territorio de carreteras y ferrocarriles,
saneado sus principales poblaciones y erigido
escuelas. El valor de las pocas obras llevadas a
cabo no representa ni el diez por ciento de lo
que se ha invertido en ellas. Los centenarios se
celebraron con un fausto bizantino y en triste
contraste con la miseria de nuestro pueblo. En
generosidad inverosímil, se obsequiaban palacios
para las Legaciones extranjeras con el objeto
de dar a los antiguos propietarios precios altísi-
246
vieron
·
ANDRÉS' BELAUNDI::
mas. No bastó la duplicación 'de la renta; se
incrementó la deuda interna, agotando el .crédito nacional.
Para hacer frente a los gastos que se acrecentaban en progresión acelerada, se elevaren los
impuestos, en forma tal, que se llegó al límite
de la capacidad tributaria del Perú, cerrándose,
para cualquiera emergencia nacional, el recurso _
de un aumento en los impuestos. Un estudio de
la gestión financiera de la dictadura en estos últimos diez años, semejante al que del primer período de Leguía hizo el mensaje de 8illinghurst,
de 1913, revelaría que los gastos nacionales se
triplicaron sin provecho alguno para el país, en
aumentos de sueldo y en un inútil desarrollo de
la burocracia. Las críticas de aquel mensaje,
enormemente agravadas, podrían repetirse ahora.
Leguía, en su segundo período, continuó su obra
de desquiciamiento de la Hacienda pública.
Por último, se tocó a las puertas del crédito
extranjero con los planes y el espíritu que hemos
descrito. En el transcurso de dos años y medio,
recibió el Perú cien millones de dólares. Al término de este plazo, el Estado estaba en quiebra.
Se incorporó a los gastos nacionales el oprobioeo
dinero que se recibió de Chile. Nada podía
satisfacer la voracidad de la c1eptocracia gubernativa. Quedaba, por. fin, la moneda y,
contra ella, se dió el último zarpazo: se comenzó la exportación de oro; nuestro encaje
quedó reducido a la mitad del que existía al
comenzar el régimen de Leguía. Si la revolución
se hubiera demorado algunos meses, el papel
LA REALIDAD
NACIONAL
247
moneda habría sido inevitable. En su ansia de
dinero que necesitaba. no sólo para los servicios
del Estado. cuyos pagos estaban atrasados. sino
para satisfacer 105 apetitos de familiares y
a láteres, que parecía exacerbarse con la fatalagonía del régimen; el gobierno. en el colmo de
la demencia y del crimen. pensó entregar definitivamente las reservas petroleras del Perú a
una Compañía extranjera. Con el objeto de
obtener el más alto precio en esta venta en el
mercado de Nueva York. o para el caso que allí
fracasara. acogió el proyecto de dos aventureros
de la finanza internacional. que le proponían la
constitución de una Compañía monopolizadora
del refinamiento del petróleo y otra de la explotación. ofreciéndole en compensación un nueva
empréstito que le salvara de la bancarrota. La
dictadura había mancillado el honor nacional.
violado la integridad de su territorio. destruído
sus instituciones e hipotecado sus rentas y quería
ahora vender a vil precio sus recursos económicos. El régimen estaba liquidando la nacionalidad.
Días antes de la revolución. tuvimos en
nuestras manos el documento de este negociado
junto con el de las participaciones que se daban
a los parientes y criados del régimen. Aquel incalificable proyecto motivó la vibrante carta dirigida por nuestro compañero de destierro don
José Carlos Bernales a los periódicos de París
y que debió publicarse precisamente en los días
en que estallaba la revolución.
La tiranfa de Le~uía
en la historia de América
Ha llegado el momento de situar el caso de
Leguía en la historia y. evolución política de
América. Ese perfilamiento se impone porque
nada sería más contrario a la justicia que agregar,
simplemente, el nombre de Leguía a la triste
lista de los tiranos de América. Carlos Arturo
Torres, con 8U admirable talento sintético,ensayó
esta clasificación de las tiranías de nuestra Amé~
rica:
«al Dictaduras conservadoras y tradicioflfllistas del tipo de Portales y García Moreno.
»b) Regímenes de draconianismo militar y
de violencia; o sea despotismo puro, como el de
Santana, Carrera, Melgarejo, Rozas y Franda.
»c] Ré5Pmende despotismo econémico, como
el de Porfirio Díaz. II
A pesar de su carácter autoritario, salen de
estos marcos, formando clases distintas el doctrinarismo radical de Juárez y de Morillo o los
regímenes conservadores, constructivos, como
los de Castilla y Páez. El primero representa la
LA REAUDAD
NACIONAL
249
autoridad 'puesta al servicio de la reforma; los
segundos, la misma autoridad puesta al servicio
de la cohesión nacional y del orden.
Hay que aplicar una tabla de valores distinta
al autoritarismo teocrático o tradicionalista, al
nacionalista o conservador y al doctrinario o
radical. Estos tres regímenes, a pesar de sus
excesos, servían sinceramente la idea religiosa,
la idea nacional y la libertad. Tienen de común
una norma ideológica: sinceridad y honradez.
El dictador identifica su persona con su ideal y
con su patria y defiende celosamente la dignidad,
el territorio y el patrimonio de ésta. En una
forma o en otra, su obra deja huella favorable en
la formación nacional. Claro está que es más
simpático y más humano el régimen simplemente nacionalista y conservador de Castilla y
de Páez por ser extraño al sectarismo religioso
del primer tipo y al sectarismo radical del
segundo.
Lo que caracteriza a los gobiernos de draconianisrno militar es la ausencia de un ideal. El
despotismo no es un medio para una finalidad
superior, sino es un fin en sí mismo. La persona
del déspota lo es todo. Este régimen político es
a manera de vuelta a la humanidad prirnitiva i se
diría que está cerca de la animalidad. El es' el
resabio del individualismo tribial de los iberos.
A pesar de su falta de toda norma e ideal, los
regímenes de esta clase. de un modo general.
mantuvieron la dignidad y la integridad territorial; y a veces, como en el caso de Rozas, consolidaron) inconscientemente la unidad nacional.
250
víCTOR ANDBts
BELAUNDE
El déspota militar. co~ el dictador doctrinario.
confundía la patria con 8U persona. Así ae--expJica
el nacionalismo de Francia. la arrogancia de Ro.zas. frente a Ía intervención europea. la misma
actitud de Castro ante el bloqueo de las- costas
venezolanas por la escuadra alemana. Inescrupulosos en el manejo de la ,Hacienda pública,
supieron defenderla. sin embargo. ante los zarpazos del capital extranjero.
A mediados del siglo XIX Y dentro de la corriente de desarrollo económico e industrial del
mundo, el despotismo en América se colora con
ideales' de orden práctico. Sincero o insincero, el
ideal de prosperidad material caracteriza aquellos
regímenes. Tan crueles y arbitrarios a veces.
como los representantes del simple despotismo
militar, los dictadores económicos confunden.
como los militares. la nacionalidad con su persona. Tratan de rodearse de las más altas capacidades y de seguir, en un momento dado, una
política francamente nacionalista. Porfirio' Díaz,
que es la mejor encamación de ese tipo, fuf consecuente con su ideal de progreso material y con
su programa nacionalista. Precipitó su caída su
proyecto de nacionalizar 108 ferrocarriles y el
petróleo mejicanos.
El cuadro que acabamos de presentar prueba
que. a pesar de la comunidad del nombre con
que se les designa y del factor arbitrariedad que
les es común, hay diferencias muy apreciables
entre las diversas clases de. absolutismo que
hemos estudiado. Por encima de esas diferencias. destácase un rasgo común. Lo que llamaría
LA REALIDAD
251
NACIONAL
Bolívar, en su lenguaje pintoresco. la tiranía
activa y dominante y podríamos llamar nosotros
la tiranía autónoma. El tirano. el Supremo,
como se le llamaba a Francia, se confunde con
la nacionalidad
y encarna su soberanía y. en
cierto modo.
ho~or. Este rasgo se destaca aún
en aquellos tiranos que aparecen en la época
profundamente desquiciadora de bienestar o progreso económico.
Hay otro rasgo común entre todos los tiranos:
su instinto para apreciar y utilizar a las capacidades. Rehuyen los tipos de integridad moral,
pero buscan al menos la inteligencia. Díaz se
rodeó de los científicos; los hombres más inteligentes han servido con Castro o con Gómez (esto
puede recordarse en honor de Gómez y de
Castro, pero en desdoro de los intelectuales que
los rodearon).
Leguía presenta un tipo nuevo en la tiranía de
América. Aunque ha simulado espíritu tradicionalista y ha hecho la caricatura de Carcía Moreno. su adhesión a la Iglesia era una repugnante
comedia. No puede ponérsele tampoco al lado
de los déspotas de draconianismo militar. Tuvo
de éstos la crueldad y el rigor. que no llegó a
todos los extremos a que pudo llegar por el
sometimiento del país, debido al bienestar económico y a la ilusión internacional; mas careció
en lo absoluto de aquella recia hombría. de
aquella desagradable.
pero vigorosa, masculinidad del déspota de las pampas o de los Andes.
Y, sobre todo. no tuvo ni por asomos su patriotismo instintivo o biológico.
Tampoco puede
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252
VíCTOR ANDRts
BELAUNDE
ponérsele ál lado de 108 déspotas económicos que
sintieron y trabajaron por el ideal de prosperidad
nacional. En Leguía, el espíritu de empresa no
estaba destinado a fines constructivos; era la
mera fachada de inverosímiles combinaciones de
lucro personal. Además, el déspota económico
busca al experto y al hombre inteligente para
SlU obra de progreso material y Leguía vivió
rodeado de mediocres, de ineptos y cretinos.
Lo que caracteriza el tipo nuevo es la ausencia de vinculación biológica o sentimental entre
la naci6n y el tirano. Yeso determina que la
naci6n quede subordinada a un medio, ni siquiera para finalidades de afirmación personal,
sino para finalidades utilitarias. El poder es un
fin en sí mismo para los otros déspotas; es para
el nuevo tipo un simple medio de enriquecimiento: un negocio. Todas las tiranías han sido
autónomas, dominantes, según la frase citada de
Bolívar. Esta tiranía buscaba necesariamente la
dependencia extranjera, la esclavitud exterior; es
heteromana.
La esclavitud de la pasi6n del poder es muy
distinta de la triste esclavitud de la pasión por
la riqueza. Este nuevo tipo de tirano surge en
momentos de imperialismo económico y gira, no
alrededor de la acción romántica, para crear y
consolidar la nacionalidad. sino se entrega como
instrumento al imperialismo extranjero. Es un
fenómeno profundamente grave; un síntoma
pavoroso de decadencia. Los países americanos no revelaron capacidad para un régimen
de libertad o un régimen de orden; pero al
LA
REALIDAD
NACIONAl.
253
crear 9010s su independencia y soberanía, las
energÍas nacionales se concentran en mantenerla.
Todo era posible en América, infinitos matices
de despotismo, contradictorias formas de anarquía, menos un régimen de abdicación de la
nacionalidad. Pero en los últimos tiempos aparece, como una enfermedad del Caribe, y como
una especie de degeneración del mismo despotismo, el tipo del régimen instrumento del imperialismo extranjero. Ese tipo, por circunstancias
fatales que hemos tratado de explicar, se extiende
en el Perú. No sólo la restauración nacion~1
peruana, sino la salud del continente, exigía la
extirpación del fenómeno, y 8U sanción definitiva para que no vuelva a aparecer. En realidad,
la obra, el espíritu de. Leguía era la destrucción
de la independencia. Él ha encarnado el antiBolívar.
Se ha realizado la profecía de Piérola: (Si este
hombre continúa en el poder, el Perú no celebrará su independencia». Y así ha sido, en
efecto. No la celebramos con las macabras fiestas del 21 y del 24, coronadas por la mutilación
territorial, la venta de Arica y la esclavitud ante
el imperialismo yanqui.
La duracién de la tirania
y .el esfuerse revelucíenaríe
Para muchos peruanos y. sobre todo para el
observador extranjero. la duración de un régiJll,en
monstruoso como el de Leguía era un misterio.
Este se aclara si se recuerdan los antecedentes
y los factores que han pbrado para mantenerlo.
La crisis moral de la clase dirigente. su falta de
cohesión y espíritu de sacrificio, explican el nacimiento del régimen. La continuación de esa crisis, acentuado el desconcierto por el egoísmo
individual. ha determinado su mantenimiento.
Las clases poseedoras ofrecieron al régimen
una resistencia pasiva que fué desapareciendo
por sectores. siendo su actitud al final, triste es
decirlo. casi de tácita aceptación. Fracasaron
inexplicablemente las tentativas para formar una
alianza de todos los elementos de orden o aun
para obtener. en la obra restauradora, el .apoyo
económico de los que podían prestarlo; El régimen de Leguía no tuvo al frente en realidad
sino a un grupo de políticos románticos. Sus
LA REALIDAD NACIONAL
255
nombres no necesitan ser escritos aquí: deben
hallarse grabados en el Perú. Inclinémonos
emocionados, en estos instantes de patriótico
júbilo, ante la memoria de los compañeros desaparecidos: Durand, Alcázar, Caballero, lrujo,
Carlos Villarán, Seguín, Benel y los montoneros de Jaén y Chota, cobardemente fusilados.
Vuestra sangre no ha sido estéril. iLa revolución
del 23 de agosto ha recogido vuestro mensaje I
Saludemos con exaltación fraternal a los presos
de San Lorenzo y T aquila, a los grupos de
desterrados de Guayaquil, La Paz, Buenos Aires,
Panamá, Nueva York y París. A la tristeza
del exilio, se sumó la de vuestra dispersión
a la que os obligó la lucha por la vida. j El
Perú tiene que recordar en estos instantes que,
restando tiempo a vuestra ímproba tarea para
ganaros el pan, denunciasteis los crímenes de la
tiranía, defendisteis al Perú en sus cuestiones de
frontera y enaltecisteis por vuestro trabajo y
vuestra cultura el nombre de la patria en tierras
lejanas l
La campaña principista encabezada por la
universidad tuvo eco en la revolución de Loreto,
cuyo éxito le habría ahorrado al Perú la vergüenza de un centenario en pleno régimen dictatorial. A pesar del valor desplegado por los militares que la encabezaron y por civiles del temple
de [rujo, Reátegui y Láinez Lazada. la revolución fracasó. Las fiestas del primer centenario,
hábilmente explotado por el gobierno, absorbieron la atención nacional. Un año después surge
de nuevo el espíritu de resistencia y de rebeldía.
256
vfCTOR
ANDRÉ.S BELAUNDE
Esta vez es la capital de la sierra peruana: el
Cuzco. En este movimiento, de trac&ión demócrata por la figuración de la valiente y pura
personalidad de Samanez Ocampo, destácaae ya
Sánchez Cerro. el hombre que había de derrocar la tiranía. Tampoco tuvo éxito el movimiento
del Cuzco. En esta vez el factor que 10 desvío
fué el proceso arbitral, sobre el que la prensa
gubernativa hizo concebir las más infundadas
ilusiones.
Un año después, el espíritu de resistencia revé·
lase nuevamente en Lima y su centro vuelve a
ser la universidad. con motivo de la política religiosa del gobierno. En el transcurso de su primer período, Leguía encontró, a pesar de la
duplicación de la riqueza pública y de los
problemas internacionales, protesta y resistencia:
dos movimientos de opinión pública y dos revoluciones. El fracaso de éstas no se debe solamente a los factores económicos e internacionales
a que hemos aludido, sino a la falta de unidad y
concierto en la oposición.
El régimen parecía consoliderse. Apareció
entonces lo que todos esperaban: la enmienda
constitucional para hacer posible la reeleccién.
Lástima grande fué que cuando se presentó
por vez primera no suscitara en la conciencia del
país una protesta inmediata. En el proceso de la
ratificación se levantó la palabra autorizada de
ViIlarán. Profunda repercusión tuvieron en la
opinión pública 8US notables manifiestos. La
actitud del rector de la universidad no recibió
apoyo efectivo de los elementos económicos. No
U
REALIDAD NACIONAL
257
podía tener mayor éxito tampoco la tentativa de
resistencia deí señor Larco Herrera al enfrentar
su candidatura a la del presidente en ejercicio. El
gobierno triunfó fácilmente de estos ataques intermitentes y esporádicos. Y Leguía aprovechó las
fiestas del centenario de Ayacucho para inaugurar el segundo período con fausto y derroche.
Favoreci61etambién la demora en la solución del
problema del Pacífico. La oposición, esta vez,
encarnada en las enérgicas personalidades del
coronel Alcázar y del doctor Osores, hizo un
esfuerzo supremo para impedir la continuaci6n
de la dictadura y la consolidaci6n de la nefasta
enmienda constitucional. Aquella tentativa concluy6 con el asesinato del coronel Alcázar y con
la prisión indefinida del doctor Osores. La
conciencia nacional parecía adormecida. Las
fiestas del centenario de J 924 envolvían al país
en una ola de ilusión y de embriaguez.
No tardó el desenlace de este banquete de
Baltasar. En marzo del año 25 se dió el laudo
americano. Monstruoso e injusto, era, sin embargo, la consecuencia lógica de la carrera de
estupidez y crimen que seguía la dictadura.
Leguía debió caer. Su castigo, descubiertas las
consecuencias de su crimen, habría redimido al
Perú de la vergüenza de haberlo soportado cinco
años. Todas las informaciones coinciden en que
el formidable movimiento popular que desató el
laudo pudo concluir, mediando un poco más de
decisión en la clase dirigente. con el fin instantáneo de la tiranía, coronada por un acto de
justicia popular.
17
258
VfCTOR ANDRÉS BELAUNDE
Si la torpe gestión de Leguía había producido
el laudo, todo hacía prever, como lo han confirmado los hechos, que la continuación de la tiranía tenía que concluir en su desastrosa aplicación.
Hay un .curioso paralelismo entre los dos períodos de Leguía: el primero se afirma por las
fiestas del centenario del 21 y luego se protege
por el proceso arbitral, y el segundo se consolida
por el centenario de Ayacucho y se escuda con
la movilización patriótica del proceso plebiscitario.
Hemos recordado las sucesivas fases de éste
al referirnos especialmente al problema internacional. A pesar del rumbo inesperado que tomaron los acontecimientos, del cambio radical producido por la misión Pershing y por el informe
Lassister. la dictadura nos llevó a un desastre
peor que el del laudo, En efecto, la voluntaria
cesión de Arica por el precio de seis millones de
dólares era un hecho más doloroso e ignominioso
para el Perú que el propio laudo.
El tratado, por desgracia, no produjo la tempestad de protesta y la fulminación del régimen.
como era de esperarse. No en vano habían
transcurrido cinco años y el país se había ido
habituando a la tiranía. Extinguida la ilusión que
"había mantenido al régimen por el engaño de
largos sectores de opinión pública, se aproximaba
Leguía al fin de su segundo período. Los periodistas serviles que sostuvieron la reelección por
una sola vez, como medida transitoria e indispensable para la continuidad de un mentido
programa económico y de la política internacio-
LA REALIDAD NACIONAL
259
nal, se encargaron de elaborar, en cínica contradicción, una nueva doctrina para cohonestar la
reelección indefinida. Ésta aparecía como el premio macabro a los desastres internacionales del
Perú.· El país parecía definitivamente perdido,
definitivamente esclavizado.
La primera reelección de Leguía podía atribuirse a la desviación colectiva producida por
las expectativas que se cifraban en el arbitraje
americano; la segunda, tenía lugar después de
la ominosa liquidación de nuestras fronteras en
el Sur y en el Norte. Algunos elementos de las
clases poseedoras. de la banca y de la industria
significaron,
en banquete
monstruo,
por su
número y más por la finalidad. su bochornosa
aceptación previa de las negociaciones con Chile,
haciendo posibles no sólo el arreglo definitivo,
sino la continuación de la dictadura,
A pesar' de esto, el re gimen no se habría
mantenido,
porque la opinión
desinteresada
se había ya formado. si en el preciso momento
Leguía no hubiera obtenido, en compensación
a los inicuos arreglos de fronteras, el objetivo
que venía persiguiendo desde la inauguración de
su gobierno: el gran empréstito de cien millones.
La gran desilusión del país era compensada por
una inyección de oro. Creyeron probablemente,
los prestamistas y aun el gobierno que le puso el
vistobueno
al empréstito,
que aquel caudal,
prudentemente
administrado. podría conservar
indefinidamente un régimen que les era adicto.
Pero la dictadura derrochó en menos de dos
años y medio el ingente empréstito. El régimen,
260
vícroa
ANDRfs BELAUNDE
QUehacía ya dos años venía desafiando la opinión pública. tema que' hacer frente hoya la
más pavorósa crisis financiera. Se puede gobernar con opinión. sin dinero; o eón dinero, sin
opinión, pero no se puede desafiar la opinión
pública y la pobreza al mismo tiempo. El régimen estaba destinado a caer. No lo pensaban
así, sin embargo, los que por debilidad. o por
interés. se habían ido adaptando a la dictadura.
Creían que Leguía tenía recursos inagotables;
se imaginaban que. después de 108 arbitrajes y
de consumido el empréstito", quedaba la enajenación del petróleo Y. por último, el papel moneda como lo había aconsejado Cornejo. Esta
vez se equivocó el sentido egoísta. La justicia
se venga en la visión de las cosas, Los que.
arriesgándolo todo. desafiando la pobreza y el
ostracismo. conscientes de la laras duración de'
un régimen de fuerza apoyado por el oro extranjero. cumplieron su deber de enfrentarse a la
tiranía. recibieron como justo premio la fe en
el triunfo final de la causa' que defendían. Tras
de larga espera. la realidad correspondi6 a 8U
fe. Y era diErcil mantenerla cuando el país
parecía resignarse a todo. El número de 108 que
ee resistían a la dictadura. de los que mantenían
su viril' condena. í.base reduciendo cada día.
A la soledad del destierro se iba sumando
aquella soledad más dolorosa. al ver que se
hacían más raras las filas y más eecasas las
voces de protesta. Leguía parecía dominar
sobre todo: instituciones. prestigios, partidos.
individualidadee. La iglesia se convirtió en su
LA REALIDAD
NACIONAL
261
instrumento; la fortuna se le adaptó o se le
sometió; la universidad. excepción de dos o tres
personalidades. aceptó el estatuto. Sólo se erguía.
gallarda y tenaz. la protesta de la juventud universitaria. Cada cierto tiempo llegaba la noticia
de alguna nueva debilidad o de alguna nueva
claudicación. Sin embargo. no perdimos la esperanza. Repetíamos y escribíamos: El único derecho imprescriptible es el derecho a la esperanza.
Recordábamos. para alentarnos. las palabras de
Mármol: «Somos pocos, decía el poeta de Amalía; pero en nosotros encarna el alma nacional»
y en los momentos de mayor pesimismo, encontrábamos providencialmente en nuestros estudios
de historia de América alguna cita reconfortante.
Describe Groussac. en su ensayo sobre Alberdi,
el período final de la dictadura de Rozas. El
gaucho terrible también había dominado sobre
todo y sobre todos. Y aunque bien sabíamos la
diferencia entre Rozas y Leguía. la situación
argentina nos explicaba la situación peruana.
e Había muerto el espíritu revolucionario en el
Perú? e El país nunca podría recuperar la conciencia de sí mismo? Cuando la dictadura llegara
a su término fatal. por la enfermedad o la
muerte del dictador, ¿ vendría la descomposición
del país en forma de separatismo o de lucha de
clases?
La historia. sobre todo la de América, nos
demuestra los terribles efectos del régimen personal. Cae la dictadura y a la tragedia de la
esclavitud, suceden los horrores de la anarquía
y del caos. Benjamín Constant decía con gran
~
262
"
."
víCTOR ANDRtS BELAUNDE
justicia que los dictadores son responsables. no
sólo de los males que causan directamente, sino
de los que vienen después que ellos han desaparecido. Si realmente el alma del Perú había
muerto. ¿ cuál sería la situación del país al desaparecer la tiranía? De todas las penas del
destierro, la más punzante, la más amarga era
~ésta. porque todo sufrimiento puede soportarse
cuando luce al final. aunque remota. una esperanza. iAh, si después del ostracismo, amargado
con las humillaciones nacionales, el final era la
desintegración o la muerte definitiva· del Perú I
Todos los cálculos positivos parecían conducir
a esta pavorosa conclusión. Decían unos: «Leguía
se quedará hasta que muera, como Francia, o
hasta que quiera irse, como Guzmán Blanco.»
Otros agregaban: «Si Leguía cae, tendremos el
caos.» Leguía ha destruído, no solamente los
marcos nacionales, sino ha desmoralizado profundamente al país. Todos repetían la vieja
frase: «El Perú no tiene remedio.» Sin embargo,
pensábamos que el país no era el grupo de
egoístas atentos a sus intereses, ni la turba de
validos y de pretendientes; que a veces hay
como caídas o eclipses en el alma colectiva, sufridos por todos los pueblos; y que la inmensa
mayoría, gente modesta y trabajadora, era
extraña por completo a la orgía financiera.
Engañada por el sincero y hondo deseo de recuperar las provincias peruanas. anhelosa de orden
para trabajar en paz, repitiendo por instinto la
célebre frase de Grethe: «Prefiero una injusticia
al desorden), desconfiaba tal vez de la propa-
LA REALIDAD
NACIONAL
263
ganda de los antiguos políticos, sin autoridad,
sin cohesión. sin programa efectivo y sin decisiones heroicas. Esa enorme masa, inerte si se
quiere. pero honrada. incontaminada, <' no podía
reaccionar? (La liquidación del régimen vendría
como una muerte, por putrefacción y no por la
reacción de un organismo que opone sus reservas de salud a la infección que lo invade?
<' Caería el régimen de Leguía únicamente por
tener las arcas vacías y por el descontento de la
insolvencia y de la miseria? Una reacción de
orden espiritual, con un programa, con una idea,
con un sentido optimista y afirmativo. parecía
un milagro; y el milagro se realizó. El proceso
de la revolución que ha derrocado al régimen ha
destruído con sus brillantes caracteres aquellas
negras predicciones. El régimen no ha caído,
como se preveía. dejando consolidada una dictadura de amigos que lo continuara. El país no
ha sucumbido frente a una revolución separatista
o frente a la comuna ciega y loca. La revolución
estalla por destino providencial en el pueblo a
que ha llamado con justicia Basadre «el caudillo
colectivo del Perú)). La encarna el ejército. que
Leguía desarmó y desquició. como para restaurar
en un instante sus perdidos prestigios. La dirige
un hombre joven que no tiene -ese pensamiento
por el interesado soplo de la oportunidad o de
la ocasión. sino que lo llevaba en sí mismo hacía
diez años. que había luchado. derramado su sangre por él y. por último, que supo conservarlo
como una orientación fija, como un mandato del
destino en medio de todas las circunstancias. Su
264
vferoR
ANDRts BELAUNDE
programa breve y fuerte expres6 loe ~108
nacionales. La revolución se desarrolla con ,la
rapidez de un relá~o,
sin vacilacione. ni
transacciones. Moderna en sus ideas, es moderna
en sus procedimientos. No espera los medios
lentos de transporte ni confía en la fuerza numérica. Le bastan la decisión y el prestigio de su
jefe. El Sur, donde la opinión y el espíritu público estaban formados hacía tiempo, se levanta
como un solo hombre. Ante la realidad de la
revolución. el tirano se conduce como se había
previsto y anunciado: toma la fuga dejando el
poder en manos que él creía podían defender"
sus intereses y los del régimen. La lucha civil
parecía inevitable. Lo hubiera sido. si en el
Centro y en el Norte del Perú hubiera muerto
el espíritu revolucionario y hubieran quedado
s610 cuadros burocráticos o interesés económicos
que defender. La lucha se evitó porque el espíritu público se desperté en la capital en armonía
con el impulso revolucionario del Sur. El gobierno dejado por Leguía habría sido el gobierno
definitivo del Perú en caso de una revolución
sin espíritu. Frente a éste no representé sino tma
sombra que pasa por la escena. La coincidencia
del sentimiento popular dirigido por la juventud
en la capital y el espíritu de rebelión en el Sur
da su verdadera fisonomía al movimiento revolucionario. El país' todo recuperó la conciencia
de sí mismo. Los estados de alma colectivos
necesitan la, chispa que incendie y el gesto que
dirija. Si al jefe del movimiento revolucionario
en el Sur le hubiese faltado calor y rumbo, el
LA REALIDAD
NACIONAL
265
estado de protesta popular de Lima habría fracasado ante los que tenían la fuerza; pero Sánchez Cerro no vaciló, rri.transigió. Su ultimátum
a la Junta de Lima, su orden de regreso del
Grau, su viaje en aeroplano, son los gestos simbólicos de la revolución. La unidad nacional
estaba salvada, descartado todo peligro de separatismo, el orden afirmado también, alejado todo
principio de anarquía, el sentimiento popular
orientado hacia la restauración de las libertades
públicas, no podía ser desviado hacia el crimen
y el caos de la comuna.
No han sido las simples causas económicas las
que han echado abajo al régimen. No podrá
negarse que en la evolución política son ellas
factores de primera importancia, no sólo en la
preparación' de la caída de los gobiernos, sino
en la ocasión de ella. Pero nunca la miseria o
el caos económico se traducen en movimientos
orgánicos y orientados. Rumbo, constancia, organización son siempre obra del espíritu. Cualquier
observador imparcial de la primera fase de la
revolución peruana, tendrá que convenir que
ésta ha tenido una visión clara respecto de la
unidad nacional y de la necesidad de liquidar,
en forma implacable y justa, los crímenes de la
tiranía.
Si el Perú se ha salvado por el vigoroso despertar de la conciencia pública, encamada en
el caudillo de la revolución, de las tres pavorosas
posibilidades: separatismo, anarquía militar y
comunismo que se cernían a la caída de Leguía,
gravitan sobre el país humillado y exangüe gra-
266
víCTOR ANDRts BELAUNDE
vísimos problemas de orden internacional, político, social, financiero y pedagógico que es
necesario resolver. Tocios los hombres de pensamiento tienen hoy el deber de discutir esos
problemas y ofrecer, con absoluta independencia y libertad, el fruto de sus meditaciones.
Concluyamos pues este libro. en que hemos
presentado frente al pensamiento del marxismo
las soluciones del realismo reformista con el
planteamiento descarnado y sincero de las cuestiones que deja abierta la liquidaci6n de la dictadura.
La ~ran necesidad
del mernente
Necio sería ocultar al país la gravedad de la
crisis que nos deja la tiranía. Es la más seria
de las que ha tenido el Perú. Después de la
independencia. confrontábamos el grave problema de la creación de nuevas instituciones. el
paso violento de un régimen a otro; pero teníamos el impulso idealista, la noble fiebre revolucionaria y, a pesar de lo que se ha dicho injustamente respecto de los políticos del Perú, había
en sus filas hombres de fe. de austeridad republicana y de absoluta honradez. En esa atmósfera
se nutrió el soldado genial que, tras los desastres
de Portete y de Ingavi y la anarquía militar consecuente, debía echar las bases de la organización nacional. Después de la guerra con Chile,
el Perú. mutilado, empobrecido, exhausto por
cuatro años de resistencia. perdida su fuente
principal de riqueza, desaparecido su prestigio
exterior. obligado a entregar sus ferrocarriles a
sus acreedores extranjeros. parecía incapaz de
restablecimiento.
Pero teníamos.
como en la
época de la independencia,
el capital moral
268
vferORANDRts
BELAUNDE
creado' por el heroísmo y el sacrificio; y las
fuerzas éticas tienen raíces más hondas cuando
están acendradas por el infortunio que cuando
son nimbadas por la gloria. Del dolor de la
derrota podía surgir nuevo ideal. El espíritu 'del
Perú no había muerto; a su hora el hombre de
la resistencia de Lima sentaría 106 fundamentos
del renacimiento peruano.
COn la dictadura de Leguía, el Perú atraviesa
la tercera crisis de su historia. En trágico contraste con la artificiosa y efímera prosperidad
material. el país marchaba al abismo. El Perú
del año 79 al 83 agonizaba en un mar de sangre.
El Perú del 19 al 30. se debatía en un mar de
fango. Al dolor. gran maestro para hombres y
para pueblos, reemplazó la ilusión de la pAleperidad, la voluptuosidad sibarita. El país ha presenciado, año tras año, la quiebra de 8US institu- ciones y la insignificancia de SU8 hombres. La
guerra del Pacífico liquidó nuestra riqueza material, La tiranía de Leguía parecía haber agotadc
nuestro capital moral. Para la recreación de
la riqueza material, basta el trabajo. el libre
juego de los intereses individuales y un mínimum
de orden político. La restauración del capital
espiritual supone un milagro de entusiasmo, de
esfuerzo y de cohesión colectivos. Hemos señalado en la revolución ese espíritu que podríamOll
Jlamar su fisonomía ética. Hay que conservarlo
a todo trance .. La lucha va a 'el dificilísima.'
porque la inmoralidad tiene raíces profundas;
porque hay como una especie de confabulaci6n
de intereses creados que gravitarán para ahogar
LA REAlJDAD NACK>NAL
269
todo espíritu de restauración moral. El privilegio
a un lado, las pasiones demagógicas al otro, a
pesar de su oposición aparente, conspirarán al
mismo fin. El tono de moralidad y de disciplina
exige, no sólo una incansable energía respecto
de los directores, sino una respuesta generosa y
ferviente de parte de la masa de la población.
Hay en nuestra psicología una triste tendencia
al olvido y a la inercia. Hoy necesitamos el milagro de un dinamismo perpetuo. Viejo vicio nacional ha sido el de la incoherencia por incomprensión, por exagerado individualismo. Hay
que atacar de lleno aquella incoherencia, enfocando la atención nacional hacia las llagas
abiertas que nos deja la tiranía. deponiendo
el falso despliegue de ideologías extremas, presentando un programa realista y concreto sobre
el cual pueda producirse el acuerdo de la inmensa
mayoría, si no de la unanimidad, de los espíritus
honrados. Una vez más coinciden, en síntesis
admirable, el sentido ético y desinteresado y la
visión realista de las cosas, en tanto que l~
afirmación personal, la ambición del poder se
encubren con ideologías extremas o abstractas.
Es forzoso realizar en esos instantes decisivos,
como frente al enemigo exterior, la unión sagrada. Por brillantes que sean las cualidades de
los que iniciaron la revolución, por énergica que
sea su voluntad puesta al servicio de los intereses
públicos, si el país, en sus elementos sanos, no
responde con aquella cohesión y entusiasmo de
que hablamos, la revolución habría fracasado y
270
VÍCTOR ANDRtS BELAUNDE
tarde o temprano reaparecerían
los males que
dejó Leguía.
El escritor boliviano Alberto Gutiérrez nos ha
hablado en páginas sugerentes del melgarejismo
antes y después de Melgarejo. Nosotros podíamos
hablar del leguiísmo antes y después de Leguía.
Dejemos el estudio del leguiísmo retrospectivo a
nuestros historiadores. De lo que se trata hoyes
de impedir la del leguiísrno que pretenderá perdurar corno cáncer social y como método de
gobierno. El leguiísmo supone. en el orden internacional. abdicación absoluta de todo principio de personalidad y de dignidad; en el orden
de la política interna. acentuación del régimen
personal y agravación del centralismo;
en el
orden de la política financiera.
imprevisión.
peculado y derroche; en el orden de la política
social, abandono de las leyes protectoras del
trabajo y aliento, al mismo tiempo. de la propaganda demagógica;
por último. en las relaciones del público con el gobierno. adulación en
el uno y favor y gracia en el otro. Once años
de régimen semejante han formado hábitos difíciles de desarraigar.
Los espíritus han tenido
que sufrir aquella triste contaminación o contagio. Hay que recordar todas estas circunstancias
para que sea más intenso el celo. para vivir como
forzadamente, y cambiar. al fin. en heroica disciplina. el rumbo que, por inercia, parecía tomar
definitivamente
la nación.
Insistamos,
sobre
todo, en la necesidad de la inteligencia y cooperación de todos los espíritus.
Para ello, no basta una generosa disposición.
LA REALIDAD
NACIONAL
271
Es indispensable el factor objetivo de un pensamiento y de un programa común. Y éste sólo
puede conseguirse por el planteamiento sincero.
valiente. de los males efectivos y de los síntomas
reales de la crisis actual. Desviar la atención
pública hacia cuestiones teóricas o simples anhelos de perfeccionamiento cuando amenazan
desaparecer las bases de nuestra vida civilizada.
sería un juego de criminal infantilismo o la
revelación de turbios propósitos. Las necesidades
del país. la falta de trabajo para el elemento
popular. la perpetua quiebra de la clase media.
la desorganización de los servicios públicos, la
reducción de rentas, reclaman orden, paz, armonía, disciplina. concordia.
El preblema Internacíenaí
Hemos dicho que la diplomacia de Leguía
subordinó todas nuestras cuestiones a un solo
objetivo: el empréstito americano. Nuestra can.
cillería dejó de existir como entidad autónoma.
Vivió para cumplir las órdenes y para adivinar
los deseos de la Casa Blanca. En gesto de repugnante adulación, nos retiramos de la Liga de las
naciones cuando nuestra presencia allí era exigida
por la necesidad de mantener nuestra propaganda
en el gran centro de opinión universal que es
Ginc¡bra. Siguiendo la misma tendencia, fuimos
a las Conferencias panamericanas. no a servir
la causa de la solidaridad hispanoamericana,
sino a hacer el juego de la política imperialista
de Coolidge. Continuamos esclavizados a la
mediación de este país cuando el 1audo y el tra.tado de Ancón estaban rotos por Chile, y al
Perú se abría un camino de libertad absoluta.
Por último, bajo la indicación de Wáshington,
entregamos el Amazonas a Colombia.
Es necesario rectificar de un modo radical esta
política. En la Liga, a la que hemos vuelto,
aunque tardíamente, nuestra actuación debe
273
LA REAlJI)AD NACIONAL
inspirarse en la preservación de nuestra personalidad, sirviendo a los ideales de paz y de
justicia internacional, dentro de la vinculación
que nos une al grupo cultural que representan 108 pueblos hispánicos. Continuando la
vieja tradición peruana y el ideal de Bolívar,
que hicimos nuestro, debemos recuperar para el
Perú el antiguo puesto y el antiguo prestigio del
cual nos privó la dictadura. Todo ello, naturalmente, dentro de la circunspección y medida que
corresponde a un país consciente de la modesta
posición que ocupa en el mundo, sin las megalomanías y las audacias de proyectos que, sin trabajar por el ideal de justicia, creen obstáculos e
inconvenientes para los países a quienes nos
ligaron los acontecimientos de la gran guerra.
Un cambio, aun más radical, se impone en
nuestra política panamericana.
Hemos dicho varias veces que no hay incompatibilidad entre la participación activa
la
Liga y la cooperación:en la Union Panamericana.
La Liga responde al viejo ideal bolivariano
que es el ideal de Hispanoamérica. La Unión
Panamericana responde, a su vez, a innegables vinculaciones de orden económico y político. Lo único por discutir es el mantenimiento de esa unión tal como existe hoy día: sin
eficiencia y sin organizaciones políticas permanentes, con sólo asambleas espaciadas en largos
períodos y cuyas recomendaciones, dentro de un
programa limitado, tienen sólo fuerza moral, o
la trasformación de aquella unión en un vínculo
de solidaridad más efectivo y en un organismo
en
18
274
víCTOR ANDRts
BELAUNDE
de mayor eficiencia para preservar la paz y la
justicia internacional.
Naturalmente, en el caso de decidirnos por
esta última política, ella 8610podría concretarse
'aentro de la contemplación de los verdaderos intereses de Hispanoamérica y en completa armonía con los pueblos hermanos. Manténgase el
staiu quo en la Uni6n y los Congresos panarnericanos o ref6rmese ésta en el sentido indicado;
el Perú, conservando las más cordiales relaciones
c¿n los Estados Unidos, debe recuperar respecto
de ellos su personalidad de pueblo libre, su
tradici6n de hidalga altivez. La experiencia de
mi larga residencia en los Estados Unidos, confirmada en las discusiones de las Rounds Tables
y por la actitud del público en las conferencias
en que, de un modo franco, he criticado la política del Caribe, me lleva a la conclusión que no
5610 la dignidad, sino la propia conveniencia,
aconsejan una política de sinceridad y de entereza. La exagerada sumisión del Perú, su devoeién repugnante, lejos de ganarnos simpatías y
favores, nos colocó en una situación de inferioridad como amigos incondicionales, como pueblo
del cual podía disponerse sin reserva. ~y que
tener presente que no todos los sectores de la
opinión americana apoyaron la nefanda política
de Coolidge : que el mismo Hoover se di6 cuenta
de que había que rectificar rumbos y que todo
hace prever que el triunfo republicano con Dwitht
Morrow, o la más probable vuelta del partido
demócrata, traerán si no un cambio total, en
la política imperialista, al menos serias modi-
LA REALIDAD
NACIONAL
275
ficaciones en ella. Hasta esa circunstancia facilitaría para el Perú la cancelación definitiva de
nuestros rumbos diplomáticos en los últimos diez
años.
Los defensores de la dictadura ponían en su
haber la conclusión del problema del Sur por el
arreglo con Chile, el problema del Norte, por el
tratado con Colombia; pero la verdad es que
esos tratados lo único que han hecho es agregar,
a la deshonra y a la pérdida territorial, la complicación de ambos problemas.
Ha sido la desgracia del Perú el tener las
más serias cuestiones internacionales, que eran
no solamente cuestiones de fronteras, sino de
personalidad o integridad nacional. Los dos problemas del Norte y del Sur no eran, como aparentaron creerlo los sicofantes de la dictadura,
cuestiones bilaterales, sino cuestiones tripartitas.
En el problema del Sur era forzoso atender a los
intereses de Bolivia, por infundadas que se creyeran sus pretensiones. Esta era una cuestión de
hecho, dada la unificación del sentimiento boliviano al respecto. En el problema del Norte,
cualquier transacción o tratado que se hiciera
con Colombia, no podía dejar de tener en mira
los intereses del Ecuador. La razón era obvia:
satisfacer las exigencias de Chile, cerrando el
paso a las pretensiones bolivianas; exagerar la
generosidad con Colombia, para hacer imposible
o difícil una futura concesión al Ecuador, colocaban al Perú, simultáneamente, contra esos dos
países unidos a nosotros por una larga tradición
histórica y por la continuidad geográfica que
216
vk:rOR
ANDRts: DELAUNDE
da 8U acción sobre nuestras fronteras una eficacia que compensa su debilidad relativa. El ef«to
ele los inconsultos tratados de Chile y Colombia le
dej6 sentir inmediatamente: se habló de una
alianza entre Bolivia y Ecuador. Parece que el
Perú, ante esa contingencia. no contaría con la'
alianza de Chile y de Colombia. Estos paÍ8ea no
la han ofrecido. ni siquiera insinuado. Yvieado
las C088Scon el descamado realismo que Be
impone, sobre todo en materias diplomáticu.
hay que decir esta necesaria verdad: que Chile
prefería que Bolivia desvíe su resentimiento hacia el Perú y siga la línea de menor resistencia
para obtener su anhelo nacional; y Colombia,
por vinculaciones tradicionales con el Ecuador
y por las compensaciones que podía obtener en
la frontera andina, en un conflicto entre el Perú
y el Ecuador, a pesar del b'atado reciente. acompañaría con 8U8 simpatías. si no con su apoyo.
las pretensiones ecuatoriana•.
Estas palabras no envuelven ningún concepto
ofensivo para los pueblos de Chile y Colombia.
con los que deseamos tener las más cordiales
/ relaciones. Ellas expresan simplemente la
visión realista del juego diplomático tal cciIDo.
desgraciadamente, lo ha dejado planteado la
tiranía. Es evidente que al Perú le convenía
resolver ambos Problemas. el del Norte y el del
Sur; pero entre el aplazamiento y la aparente
solución a que se ha llegado. no cabe comparac:ión posible. El aplazamiento no envolvía loa
peligros que dichos arreglos han hecho agUclOll.
La dictadura perdió la gran oportunidad para
LA REALIDAD NACIONAL
277
resolver ambos problemas por medio de sendos
acuerdos tripartitos que crearan una nueva situación en el Pacífico y en el Amazonas. El
Perú. más fuerte que nunca en sus derechos y
en su posesión, pudo. en obsequio a la paz de
América. seguir una política de generosidad
para los cuatro países hermanos por medio de
aquellos acuerdos que, junto con la paz definitiva. trajeran la afirmación de su prestigio internacional. Hoy confrontamos una doble crisis en
pésimas condiciones.
Bien sabemos que, a pesar del carácter anticonstitucional de los recientes pactos y de su profunda inmoralidad, no se puede. conforme al
derecho internacional, repudiarlos. Bien sabemos. además. que la prudencia aconseja, ante
los hechos consumados. obtener de ellos la mayor
utilidad posible.
Por lo mismo. es nuestro deber trabajar.
denodadamente para que se inicie entre el Perú
y Chile y el Perú y Colombia una época de positiva inteligencia. fraternidad y cooperación. Mas
esta política no exige echar un velo a las dificultades que los tratados han creado. Muestra de
inconsciencia sería, por no perturbar con estas
discusiones una quietud aparente. mantener un
silencio debajo del cual se agitaran, para estallar
más tarde. sordos resentimientos o incompatibilidades de intereses. Inaugurado en el Perú un
libre Gobierno que ha tenido que seguir la
inevitable política de reconocer los pactos referidos, pueden los publicistas de los cincos
países discutir francamente los problemas de
278
víCTOR ANDRtS BELAUNDE
que tratamos, precisamente para consolidar la
vinculación del Perú con Colombia y Chile y
preparar la solución de las cuestiones ecuatoriana
y boliviana. Con este espíritu tratamos la materia. Este esclarecimiento-y la apreciación consiguiente de los tratados no va a servir de base
a una política de aventura, de odio retrospectivo
o de anhelos utópicos. El Perú no debe pedir la
revisión de los tratados para obtener en su favor
alguna modificación o ventaja, pero tampoco
debe dejar pendiente el concepto, ilusión o
esperanza de que las aspiraciones de Bolivia en
el Pacífico y del Ecuador en el Amazonas pueden realizarse con un nuevo sacrificio de nuestra
parte.
La revisión de esos tratados se impondrá algún
día por obra de la opinión continental, para
atender a las necesidades o anhelos de aquellos
países.
-••
Tal rumbo puede parecer utópico en estos
momentos; pero los tratados no son eternos; el
derecho internacional y la opinión del mundo
se orientan ahora a hacer posibles las revisiones
que podríamos llamar preventivas con el objeto
de asegurar la paz, evitando la agudizaci6n de
futuros conflictos. La participación de todos los
países interesados en asambleas como la Liga
de las Naciones y la Unión Panamericana asegura la lenta preparación de los espíritus hacia
esas soluciones. El día en que se resolviera definitivamente la cuestión del Sur por un pacto
que sellara la armonía entre Chile, Perú y Bolivia
y en que se estableciera para el régimen amazé-
LA REALIDAD
NACIONAL
279
nico un acuerdo tripartito entre Colombia, Ecuador y Perú, se habría dado el paso más importante hacia la solidaridad hispanoamericana. Las
concesiones que Chile y Colombia hicieran, quedarían ampliamente compensadas por ventajas de
orden moral y tal vez de orden económico. Un
régimen internacional para Arica y para el Amazonas (naturalmente sólo de los países interesados)
sería el paso definitivo hacia futuras interpretaciones supranacionales. Tal vez podría pensarse
entonces, como lo insinuaba Piérola en las declaraciones del Partido demócrata y lo deja
entrever la visión generosa de Carcía Calderón
.en Las democracias latinas, en una federación
del Pacífico del Sur, ligando permanentemente
Perú, Chile y Bolivia; y en una entente amazónica perpetua con el Ecuador y Colombia. y
así, en forma federativa, podía constituirse la
gran unidad andina. más grande y más fuerte
que la Federación soñada por Bolívar.
El problema politico
EL
CESARISMO -BUROCRÁTICO.
Aun antes de la tiranía, entre nosotros el país
legal -no correspondía al país real, empleando
la famosa frase de Costa. Por debajo de las
etiquetas y denominaciones de los partidos, en
el Perú sólo ha habido tres fuerzas políticas: la
plutocracia costeña, la burocracia militar y el
caciquismo serrano que podíamoa llamar también cacíquismo parlamentario. La clase media
y la clase popular han carecido de efectiva
representación política, si no era la de los
grandes movimientos que se cristalizaban en
el mandato de un hombre superior como Pib
rola. La gran obra de éste consistió en libertarnos de la burocracia militar, haciendo del
ejército una institución nacional, en haber utilizado como simple colaboradora a la plutocracia
costeña, y en disminuir en lo posible la influencia del caciquismo serrano. El corto período
presidencial de Piérola no le permitió llevar a
cabo una reforma constitucional y electoral que
LA REAUDAD NACIONAL
281
8u8tituyera definitivamente el caciquismo serrano
por la genuina representación de la clase media
y de los elementos populares.
Rota la inteligencia demócrata-civilista en
1902, el partido civil alentó la reconstitución del
partido constitucional, lo cual era revivir las tendencias hacia la burocracia militar . Ya en el
poder, la plutocracia costeña, al excluir la oposición demócrata, acentuó el caciquismo serrano,
que vino a ser así su aliado e instrumento;
En síntesis, nuestra evolución política en la
primera década de este siglo está caracterizada
por la dirección de la oligarquía con el apoyo
de la burocracia militar y del caciquismo provincialista. La gran agitación plebiscitaria de
Billinghurst, en 1912,representó la protesta de los
elementos medios y populares excluídos de la
política.
Los gobiernos posteriores a Billinghurst, como
hemos recordado, restauraron el orden y la regularidad administrativas, seriamente comprometidos por la primera administración de Leguía.
Pero políticamente, no rompieron con los marcos
antiguos, con esa especie de entente tripartita de
que hemos hablado.
Si Leguía, al ir al poder en 1919, hubiera
tenido conciencia de la misión histórica de ese
momento, habría tratado de reanudar la orientación de Piérola limitando la plutocracia y descartando el caciquismo. En su deseo de crear un
régimen personal, se limitó a desplazar a la plutocracia costeña para crear una nueva e inmoral
oligarquía, utilizando el caciquismo parlamenta-
282
vfCTOR ANDRfs
BELAUNDE·
rio en pleno auge desde 1903y tratando de convertir al ejército definitivamente en una simple
burocracia. Más que nunca, el país real, el país
que produce, que trabaja y que piensa estuvo
alejado de toda influencia. en la vida política.
Técnicamente, el régimen de Leguía podría llamarse de cesarismo burocrático. porque ejército
y Congreso quedaban convertidos en meras burocracias.
La gran necesidad de hoyes basar el Gobierno
en los elementos efectivos de la nacionalidad,
que son los que representan producción y cultura. Mover. en síntesis. el centro de gravedad
política hacia el centro de gravedad económica
y cultural. Para ello, podemos aprovechar el
movimiento popular que ha suscitado la dictadura y que por su espíritu y su trascendencia
recuerda el de 1895. Mediante el saneamiento
del ejército, podemos volver a dar a esta institución su carácter nacional.
La disolución del Congreso y la reforma de
la constitución nos dan la oportunidad para descartar definitivamente el caciquismo parlamentario y para reemplazar la influencia exclusiva
de la plutocracia costeña con un régimen de
equilibrio. de justa ponderación del capital y el
trabajo. bajo la dirección de los elementos de
cultura.
EL ABSOLUTISMO PRESIDENCIAL Y SUS REMEDIOS.
El síntoma típico de nuestra crisis ha sido el
absolutismo presidencial, que ha venido acen-
LA REALIDAD NACIONAL
283
tuándose lentamente hasta culminar en el despotismo de Leguía.
Todos los hombres de pensamiento en América
están de acuerdo que necesitamos un poder
ejecutivo enérgico y eficiente, pero respetuoso
de la legalidad. Las teorías de Bolívar, el gran
maestro de política en Hispanoamérica, sobre
la unidad y eficiencia del poder ejecutivo, son
y serán de actualidad. Un poder ejecutivo eficaz
no quiere decir un poder arbitrario. El término
medio del ideal bolivariano se aparta de los dos
extremos que, en trágico ritmo, han sido la ley
de la evolución política en América: ejecutivos
débiles o ejecutivos tiránicos. No basta confiar
en las cualidades del presidente, ni en el grado
de cultura y desarrollo económico del país, para
que la función ejecutiva realice ese equilibrio de
eficiencia y legalidad. Es necesario que el control, la resistencia al poder ejecutivo se encame
en instituciones que, al mismo tiempo que lo
limitan, lo sostienen. Tiene el valor de una
verdad eterna la idea de Stendhal: ((Sólo puede
apoyarse en lo que resiste.»
Desde luego, está fuera de discusión el descartar toda reelección.
No creemos que la tendencia al absolutismo se
deba al carácter popular de la elección del presidente. Hemos presentado contra esta explicación la refutación definitiva de nuestra historia.
Los presidentes más populares, los que recibieron en efecto la consagración del voto nacional, han sido los más respetuosos de nuestras
instituciones.
La solución que atrae a loa e8píritus timpMtae
es la de someter al ejecutivo a la infIueDcia
decisiva del Parlamento. siguiendo l. imitaci6n
francesa. El presidente es un simple símbolo.
un personaje decorativo; el gobierno efectivo lo
ejerce el Gabinete. especie de Comiaián del Parlamento. y mientras cuenta con la mayoría de
éste, Tal solución tiene en contra la experiencia
de muchos países y. en cierto sentido. la nuestra.
El parlamentarismo es
producto eaencialmente
i~glés y, por lo mismo. no puede importarse. Su
eficiencia está unida a dos cosas típicamente británicas: la tradición m~nárquiea, con el poder
moderador que se encarna en la facultad de la
disolución del Parlamento y el régimen efectivo
de dos partidos. (Aunque en Inglaterra haya
tres, el partido liberal está destinado a desaparecer o a fundirse en una inteligencia permanente
con el Labour Party.) ~a
eeas condiciones.
el perlamentarismo inglés significa unidad. eficacia y fuerza en el ejecutivo, que es el elemento'
director del propio Parlamento. Esto lo vió Bolívar hace cien años con su claridad genial; pero
lo han ignorado muchos de nuestros pseudoconstítucionalístas.
..
. .
En los países en que no existe la fnena moderadora del monarca y el ritmo regular de dos
partidos. el parlamentarismo ha sido un desastre.
Hoy todos están de acuerdo en señalar radK:alea
diferencias entre el parlamentarismo francés y
el parlamentarismo inglés. Puede decirse que
Francia vive y prospera por su vitalidad económica y su tradición cultural, a pesar de los
un
LA REALIDAD NACIONAL
2M
defectos de su máquina política: el ejecutivo
inestable (la duración media de los gabinetes
desde el 71 ha sido de siete meses), los partidos
pulverizados (se llegan a contar hasta quince
grupos), desorden y caos legislativo. y el síntoma
más grave. la tendencia a aumentar los gastos.
El Parlamento. que se imaginó para controlar y
sanear las finanzas del Gobierno. ha resultado
por una evolución curiosa. fuente de inflación y
de derroche. Vibran todavía las palabras de
T ardieu al respecto. La experiencia de Chile.
más cerca de nosotros, habla con idéntica elocuencia. Gabinetes relámpagos, desorden e inflación de presupuesto, exceso y empirismo en la
legislación, perpetua instabilidad. La revolución
y dictadura chilena han sido el epílogo de esos
males.
Entre nosotros. las dos tentativas de parlamentarismo no han sido felices: la de ValcárceI.
contribuyó a agravar la crisis del 94 y la del
régimen civilista, a partir de 1904, nos condujo
a un inmoral trastrueque de funciones entre
el gobierno y el parlamento. Nuestro caciquismo
parlamentario supo cotizar bien alto su poder de
crítica y de censura; aceptó a fardo cerrado las
direcciones del Gobierno, obteniendo en compensación influencia en los nombramientos e
intervención directa en la administración. Cuando
no ha sido así, hemos sufrido el otro daño de la
oposición sistemática.
Si nosotros no aceptamos la hegemonía parla. mentaria, preconizamos un efectivo y moderado
control parlamentario. No creemos en la sepa-
286
vícroa
ANDRts. BELAUNDE
ración de los poderes, como la llevada a cabo,
con tanta rigidez e inconveniencia, en la constitución norteamericana. Aceptamos la cooperación y el contacto entre ellos, no sólo por los
informes, sino por la misma interpelación. Descartamos el voto de desconfianza y las zancadillas políticas, pero admitimos el voto de ceno
sura, motivado, y aprobado por las dos cámaras.
Más que en la falta 'de un control parlamentario, el régimen persdnal se ha revelado en otras
manifestaciones cuya diagnosis se impone si se
quiere indicar el remedio acertado. Ellas son:
1.", influencia absoluta electoral del gobierno
por la imperfección de los organismos o por su
sometimiento a aquél; 2.", libertad en los gastos
por la prórroga del presupuesto, habilitación de
partidas, amplitud en los gastos extraordinarios
y, sobre todo, falta de la institución del contralor; 3.", poder discrecional en los nombramientos por la falta de una buena ley de 'servicio
civil; 4." centralismo o sea control absoluto de
la vida municipal y departamental; 5." medios
de influenciar la opinión pública; 6." subordinación del poder judicial; 7." influencia en los
nombramientos y en el presupuesto eclesiástico.
Del régimen electoral nos ocuparemos al tratar
de las Cámaras.
EL
RÉGIMEN DEL PRESUPUESTO.
El gran recurso del despotismo es el dinero.
Podemos poner en nuestra constitución las declaraciones más liberales y dar a nuestras Cá-
LA REALIDAD NACIONAL
287
maras la facultad de designar a los ministros; si
no existe un régimen de presupuesto,
todo
aquello no será sino teoría o motivo de turbias
transacciones.
Un presupuesto supone fijeza, precrsion y
detalle para los gastos conocidos;
supresion
de las partidas globales; prudente flexibilidad
en las partidas de emergencia; examen efectivo
de la cuenta general de la república como acto
esencial del parlamento; y, sobre todo. establecimiento del contralor permanente.
funcionario que tendría que ser nombrado por el parlamento, por vida. como un fiscal de la nación
y con el rango de éste y el mismo plazo de
jubilación. Sin el vistobueno de este funcionario.
los tesoreros fiscales podían negarse al pago de
cualquier libramiento. El Parlamento tendría la
facultad de destituir al contralor por negligencia o complicidad en los abusos del ejecutivo (1).
LEY DE SERVICIO CIVIL.
La acentuación del poder por la arbitrariedad
en los nombramientos,
sólo puede atacarse
mediante una ley estricta de servicio civil. La
carrera administrativa exige: examen de ingreso,
ascenso riguroso, requisitos especiales para las
funciones de carácter exclusivamente técnico, un
(1) Si se cree que es peligroso conceder este poder
veto a un solo hombre, cabria formarse una comisión
tripartita compuesta por un representante
de cada Cámara
y otro designado
por la corte suprema. Los nombrados
deberían tener los requisitos de los vocales de esta.
oc
tribunal ,disciplinario para la multa. suapeneicSra
y destituci6n, término de las cesantías o jubila-
cienee prematuras. (A pesar de los treinta afioe
de servicios, el funcionario debe continuar huta
la edad de los sesenta y cineo.] A estas condiciones. podría añadirse la in8inuada por Harold
LasJci: d año sabático, o sea la licencia con
sueldo, cada siete años, para el estudio y perfeicionamiento en países extranjeros.
La ley de servicio civil reviste etpecial importancia por lo que se refiere a la carrera policial.
Los subprefectos deben ser nombrados dentro
de esta carrera a fin de evitar que las designaciones los conviertan en simples preparadores de
elecciones o instrumentos del gamonalismo (1).
Los
CONSEJOS
~s.
El régimen personal tuvo su expresi6n en
la centralizaci6n absoluta; proceso-que se inicia
ya con las juntas departamentales caciquescas y
que lIeg6 a su colmo en los parlamentos regionales, 6rganos de la más inútiJ burocracia. En.el
capítulo titulado «Regionaliemo y centiali.mo»
de la primera parte de este libro, hemos expresado las ideas directrices de esa reforma. Urge
avivar la vida regional y la vida municipal, Respecto de esta última, restablezcamos la autonomía, transfiriendo las facultades revisoras que
(1) El punto es acertadamente
considerado, en el referido proyecto, sobre las carreras judicial y politica de don
Rafael Belaunde.
.
LA REALIDAD
NACIONAL
289
tenía el ejecutivo a loa organismos regionales.
Para la elección de municipalidades,
creemos
que debe mantenerse el sufragio general (10 llam~
así porque, excluídos los analfabetos,
no se
puede hablar de sufragiojuniversal].
Éste puede
funcionar con relativo éxito en las provincias, y
distritos, que son circunscripciones
limitadas.
Además, el sufragio corporativo es un ensayo
que debe aplicarse- por ahora a las regiones.
Mantendríamos
así un régimen mixto, en justo
equilibrio, de sufragio individual y corporativo,
La innovación lundamental
es la de los consejos regionales, siguiendo las líneas de las actividades económicas. Al lado del registro municipal, se formará un registro de actividades económicas, bajo estos cinco rubros: minería e industrias extractivas, agricultura, industria manufacturera, comercio y transportes y profesiones
liberales. Los cuatro primeros grupos - estarían
representados en el organismo regional en proporción al número de personas que comprende
cada actividad, reflejando así la fisonomía económica de cada región. El grupo menor dará" el
número mínimo de representantes,
que sería el
coeficiente
para
calcular
los de los otros
grupos (1).
La representación
de cada grupo puede ser
doble o triple; doble, si se quiere diferenciar
(1) Por ejemplo. si en una región hay mil personas entregadas II la minería, dos mil a la agricultura, cuatro
mil a la índustría y mil doscientas a los transportes,
corresponderían' a 111 minería tres representantes,
seis a
la agricultura, doce a la industria y tres al transporte.
1~
290
víCTOR
ANDRÉS
BELAUNDE
únicamente el capital y el trabajo, y triple, si se
~tablece la más ajustada división entre capital
y alta dirección. empleados y obreros. En el
primer caso. los propietarios y altos directores
de las fuerzas económicas tendrían la misma representación que el trabajo; en el segundo caso.
el trabajo representaría las dos terceras partes.
Respecto del quinto grupo o las profesiones liberales, daría cinco representantes. uno elegido
por los abogados. otro por los médicos y farmacé~ticos, otro por los ingenieros de todos 108
ramos, otro por los periodistas"y maestros y un
quinto por los funcionarios. Si se tiene en cuenta
que las profesiones liberales representan trabajo
y preparación cultural. cabe decir que en estos
organismos tendría siempre mayoría el trabajo.
El término del mandato sería de dos años con
reelección indefinida. Sus funciones se extenderían a estas materias: presupuesto regional.
cuyas entradas estarían constituídas por la contribución predial e industrial; caminos regionales; instrucción especializada según las necesida~es de la región; derecho de veto respecto del
nombramiento de autoridades políticas (prefectos, subprefectos, etc.}: designación de jueces y
vocales dentro de las ternas preparadas por las
cortes superiores y los colegios de abogados;
elección de los tres senadores de la región (uno
cada dos años). Los miembros del consejo regional recibirían remuneración de una o dos
libras por cada sesión a que asistieran. no pudiendo éstas ser más de seis al mes; en el caso
de' ser elegidos empleados u obreros que no resi-
LA REALIDAD
NACIONAL
291
dan en la capital, se les abonará además su
salario o su sueldo por el presupuesto region al
mientras dure su mandato.
Los organismos regionales limitan las facultades del poder ejecutivo por lo que se refiere
a los funcionarios políticos con el derecho de
veto, y lo sustituyen enteramente en los nombramientos judiciales, en la revisión de los arbitrios municipales y el control de la instrucción
especializada.
Respecto de su presupuesto,
son también
absolutamente autónomos, sin otro contralor que
el del tribunal mayor de cuentas y en ciertos
casos del Parlamento.
INDEPENDENCIA
DEL
PODER
JUDICIAL.
Está perfectamente formada la opinión pública
en el Perú acerca de la necesidad de independizar absolutamente el poder judicial del poder
ejecutivo. Hoy, como hace ciento cuatro años,
tienen la misma aplicación las hermosas palabras de Bolívar: «El poder judicial contiene la
medida del bien y del mal de los ciudadanos y
si hay libertad y si hay justicia en la república,
son distribuídas por este poder. Poco importa a
veces la organización política, con tal que la
civil sea perfecta; que las leyes se cumplan religiosamente y se tengan por inexorables como el
destino.» Parecidos conceptos repiten hoy mismo
los tratadistas ingleses sobre la materia y 108
constitucionalistae americanos cuando critican el
292
vfCTOR ANDRfsBELAUNDE
sistema de designación por sufragio de loa jueces
y tribunales de los Estados de la Uni6n. La
permanencia es, según experiencia universal, la
garantía de probidad y de honradez. La carrera
exige. al menos, la proporción de dos a uno en
las designaciones para los puestos vacantes entre
los jueces y vocales antiguos y los abogados de
experiencia. Debe conservarse a las cortes superiores el nombramiento de los jueces de paz y
la presentación de una de las ternas para jueces
de primera instancia. dando la otra 'al colegio
de abogados. La corte suprema debe formar una
terna para los vocales de la corte superior en
cada región y la otra el propio- colegio de abogados. El nombramiento corresponderá al consejo regional. Hay que mantener las facultades
disciplinarias, hasta la remoción, que se ha
conferido a la corte suprema. Para .las vacantes
de ésta, cada consejo regional presenta dos candidatos, que deben ser necesariamente un vocal
o un abogado antiguo de la región. El Senado
hace el nombramiento siguiendo la proporción
de dos a uno entre vocales y letrados. Dos [iecales de la corte suprema serán puramente judiciales, siendo el tercero para los asuntos administrativos.
LA PRENSA Y LA OPINIÓN PÚSUCA.
Nuestro Gobierno ha tendido a controlar la
opinión pública, ya por la directa adquisicián o
mantenimiento de órganos de su política. medi-
LA REALIDAD NACIONAL
da que representa sumas ingentes del presupuesto, ya por los favores o concesiones hechos
a determinados periódicos. No es necesario en
una democracia bien organizada que el Gobierno,
como tal, tenga un periódico con todas las
exigencias de un gran diario moderno, puesto
que todo Gobierno responde a un partido y no
hay partido con influencia efectiva que no posea
un órgano. No se ve. pues, la necesidad de un
órgano permanentemente
gubernamental.
Pero.
en cambio, sí es absolutamente
necesario que
haya un gran diario oficial en el que se centralicen todas las publicaciones
de este género,
debates de las Cámaras. registro de leyes y
decretos, avisos administrativos.
etc.. no sólo
para facilitar su conocimiento y consulta. cuidar
de su exactitud y autenticidad; sino para evitar
mayores gastos y excusar el régimen de favor y
de influencia respecto de los otros periódicos
existentes.
La gran fuerza de resistencia a los abusos del
Gobierno es la opinión pública. La formación,
encauzamiento y cristalización de ésta suponen
un régimen de libertad y responsabilidad.
Subrayemos la unión indisoluble de estos dos elementas. La opinión pública puede ser desviada
o por la falta de prensa libre o por las exageraciones de la prensa irresponsable. Así como en
América, desde el punto de vista político, hemos
sufrido el ritmo trágico de despotismo y anarquía. desde el punto de vista de la opinión
pública, hemos pasado del extremo del silencio
y de la opresión, al libertinaje y la incoherencia
294
víCTOR
ANDRÉS
BELALJNDE
mental. La irresponsabilidad de la prensa ha
producido los mismos efectos que su absoluto
sometimiento y ha preparado éste. El Gobierno,
desarmado ante las campañas de difamaci6n y
de sedición, o ha caído o ha tenido que defenderse por medios arbitrarios. Necesitamos salir
de este dilema.
Hoy, como hace cien años, el problema parece
insoluble. José María Pando decía: «En materia
de prensa, realmente no hay término medio
entre Ía servidumbre y la licencia. Para recoger
los bienes inestimables que la libertad de prensa
asegura, es preciso saber someterse a Jos males
inevitables que ella produce.» Tal parece en
efecto la situación, sobre todo en las épocas revolucionarias. Sin embargo, no cabe renunciar
al justo medio, eterno ideal de la sabiduría política; siquiera por lo que se refiere a evitar en )a
prensa los ataques a la vida privada. Carlos
Arturo Torres escribíé estas palabras, que tienen
siempre actualidad: «La prensa no puede concebirse sin libertad ... El sentido íntimo de la libertad es la responsabilidad... Esa institución
(la
prensa) vive muchas veces en entredicho y se
alimenta sólo de las violacione•.: de lo que debería ser inviolable, la dignidad de las personas.
La prensa, como instituci6n fundamental, no supo
tomar arraigo entre nosotros y no ha sido en
muchos casos mas que un ídolo del Ioro.»
Rafael Núñez, con espíritu realista, hizo esta
observación: «La intemperancia de la prensa
puede producir y ha producido con frecuencia la
guerra civil.»
LA REALIDAD
NACIONAL
295
Más elocuentemente que estas citas, habla la
historia del Perú. En nuestro país, en que hemos
cambiado ocho veces la constitución y otras tantas las leyes fundamentales, sólo hemos sabido
conservar la ley de imprenta del año 23, imitación del imperfecto estatuto argentino del año 11,
reflejo a su vez de la mentalidad francesa en la
fiebre jacobina. Después de abolidos los fueros
personales, hemos mantenido, en realidad, un
fuero tan odioso como los otros: el fuero de
prensa, que no ha sido siquiera jurisdicción de
privilegio efectiva; sino patente de impunidad.
Toda tentativa de tener un régimen legal moderno
sobre la prensa ha escollado. La solución de
entregar por entero la prensa al fuero camón
ofrece peligros. Los jueces no están en aptitud
de apreciar el delito político, en el cual cabe
tanta variedad de matices. Hay la tendencia a
considerar como tales las críticas de cierta intensidad o eficiencia en el público. Más acertada
parece la diferente jurisdicción para las injurias
y calumnias y lo que podríamos llamar delitos
de opinión. El jurado, en forma más eficiente,
debería mantenerse para estos últimos y entregar
sólo a la jusrisdicción ordinaria los delitos contra
el honor. Los argumentos del senador por Arequipa en 1896,doctor Carlos Rubén Polar, acerca
de la injusticia que representa imponer hasta
tres años de reclusión por una injuria o calumnia
vertida delante de dos testigos y la absoluta
impunidad de las que se vierten ante millares
de personas, no tuvieron réplica en esa época y
296
vfCTOR
ANDRÉS
BELAUNDE
no la tendrían ahora (1 ).Oa1tro del procédi.
oriento, queda siempre la dificultad de difereaciar el delito contra el honor del delito de opini6n, o sea el conflicto de jurisdicciones. Podía
darse a la corte superior la sumaria decisi6n de
esta materia. La intervenci6n judicial ofrece
menos peligros. asegurada la absoluta independencia de este poder.
Una vez más conviene insistir en la necesidad
de abandonar en esta materia la tradición y los
hábitos de los pueblos latinos y de atenernos al
modelo británico. No debe olvidarse la lección
reciente qde nos dió. el Parlamento inglés al
echar abajo el primer Gabinete Mac Donald, no
porque atentó contra la libertad de la prensa,
sino porque no supo exigir la responsabilidad r!e
ésta.
EL
SISTEMA
ELECTORAL.
Un buen sistema electoral limita la tendencia
al absolutismo gubernamental. al encarnar el
triunfo de la voluntad nacional en lo que se
refiere a la elección del presidente. del poder
legislativo y de los organismos regionales y inu.
. nicipales. La institución primordial es el registro.
En esta materia, hay que simplificar. Puesto que
todo ciudadano debe inscribirse en el registro
militar y votar en las elecciones municipales v
nacionales, no se ve la necesidad de mantener
(1) non Luis Carranza se limitó a decirle al senador
Polar que le había parecido Pedro el Ermilafio predicando
las cruzadas.
LA REALIDAD NACIONAL
297
tres registros con inútiles gastos y complicaciones. La base de todo registro puede ser el registro militar, como en la Argentina.
Hay la
razón de que ef ciudadano que no está inscrito
para la defensa de su país. moralmente está
descalificado para votar. Además. los organismos
militares son más escrupulosos y más imparciales
que las comisiones u organismos políticos. Cualquier abuso o descuido de parte del registro militar, puede ser corregido mediante las reclamaciones de los partidos o de los ciudadanos. que
se tramitarían ante los tribunales. Sostenemos el
control judicial.
'
El registro provincial serviría para las elecciones de presidente de la república, municipalidades y miernbros de la Cámara de diputados.
Para las segundas, habría que agregar el apéndice correspondiente a los extranjeros con voto.
Sobre la base de este registro provincial se
llevaría a cabo. por las municipalidades,
el de
las actividades económicas y culturales, o profesional, en los cinco grupos o categorías que
hemos considerad~. En cada rubro habría que
diferenciar: propietario.
director, empleado
y
obrero. con la indicación de la actividad particular dentro de la clasificación más detallada.
El voto público es menos susceptible de falsificación, pero consulta menos la independencia;
tal vez sería preferible adaptar los últimos procedimientos modernos de voto secreto. Para las
juntas de sufragio. si no hay medio mejor que
su designación por los contribuyentes,
habría
necesidad. a fin de impedir dualidades y abusos,
298
VíCTOR ANDRtS BELAUNDE
de dar la presidencia de esos organismos preparatorios al demento judicial. Respecto de la nulidad de las elecciones. dentro del sistema muy
poco frecuente. cabría. para la de diputados. la
intervención de la corte superior y para la de la
municipalidad. la del consejo regional. El cómputo y calificación de las elecciones presidenciales correspondería siempre al Parlamento y
la de los senadores al mismo Senado.
EL PODER LEGISLATIVO.
Es todavía. a pesar de siglo y medio de discusiones. tema vivo el de la dualidad de las
Cámaras. Harold Laski, en su magnífica obra
reciente (Grammar of Politics, 1930).'ha resucitado los argumentos en contra de la dualidad parlamentaria. refutando el esquema de Lees Smith,
en virtud del cual la Cámara alta se formaría por selección de los miembros de la Cámara baja; el interesante proyecto de Sidney
Beatrice Webb sobre la diferenciación e independencia de funciones del Parlamento político
y del Parlamento técnico; y por último. la idea
del Parlamento corporativo, que, insinuado ya
por Sieyés y Benjamín Constant, reviven la reciente autoridad de un tratadista de la talla de
Graham Wallas y las opiniones de Duguit y
Charles Benoist, en Francia. Contra esta última,
hace la objeción de la imposibilidad de encontrar una justa distribución de las representaciones
por grupos. El punto de vista de Laski a favor
LA REALIDAD NACIONAL
299
de la Cámara única parece tener su confirmación
en la tendencia actual de las instituciones británicas: la Cámara de los lores va siendo cada día
más una institución decorativa. Semejante tendencia no puede extenderse a otros países. Cabe
repetir respecto de ella lo que dijimos respecto
del parlamentarismo
inglés: La Cámara única,
donde hay monarca, facultad de disolución, régimen de dos partidos. tradicional educación
política. intensa gravitación de hábitos y costumbres. puede ser una institución conveniente.
La Cámara única, magnipotente
en países sin
esos elementos, sería un desastre; la vuelta a
los períodos más tristes de nuestra historia. los
de agitación e incoherencia jacobinas.
Se dirá que tales inconvenientes desaparecerían
si la Cámara única, en lugar de elegirse por el
sufragio universal, se designase por el sufragio
corporativo. Una Cámara corporativa es independiente de la demagogia y de la surenchere
electoral y. al mismo tiempo, ofrece garantías de
capacidad técnica.
A pesar de mis simpatías profundas por el
corporatismo,
no me atrevería a insinuar su
ensayo para la constitución integral del Parlamento: l. o, porque aun el Parlamento corporativo no ha tenido la prueba de la experiencia; y
2. o, porque no puede prescindirse de los factores creados por la tradición del sufragio individual, factores que son de orden psicológico (la
fe de que refleja la opinión pública) y de orden
sociológico (el hábito y entrenamiento,
aunque
imperfecto, que se ha producido en sus cien
300
vícroa
ANOds
BELAUNDE
años de existencia}. Además. el principio de
continuidad institucional. tan necesario en Ju
repúblicas para reemplazar la continuidad de 1.
herencia monárquica. es más fácil de censeguirse en el juego de dos Cámaras que en el de
una sola. que forzosamente tendría que renovarsa de un modo total para reflejar la opinión
pública. Una vez más. las ideas de Bolívar tienen
aplicación. Equivocándose en el medio de la.
herencia para obtener la continuidad. la inc:Je.;
pendencia y el carácter técnico de la Cámara
alta. Bolívar formuló, sin embargo. con elocuen.cia insuperable, aquellas tres condiciones. Un Senado corporativo es el único que puede poseerlas
hoy. La renovaci6n parcial y la elecci6n por
instituciones que representan elementos de permanencia como las actividades económicas,
concilia la continuidad. Ese mismo origen electoral da capacidad técnica y libra de la influencia del poder en el sistema de las designaciones que dentro de la monarquía hace el
poder ejecutivo. y de la cambiante. opinión
popular. en el sufragio universal.
Como al lado del principio de permanencia es
necesario que haya siempre un elemento dedíb· .
bio y un órgano que refleje la opinién pÚblica.
el sistema más adaptable a nuestras repúblicas
es el de la dualidad del Parlamento: Cámara
baja elegida sobre la base de la población; a.
mara alta designada por las instituciones o corporaciones.
La dualidad de las Cámaras puede llevar a la
diferenciación de funciones sin el extremo de la
LA REAuDAD NACIONAL
3'11
división absoluta de labores. proclamada por el
sistema de 1m3 Webb. Es evidente que el presupuesto y las materias políticas absorberán la
actividad de la Cámara de diputados; y que la
legislación profesional y las cuestiones técnicas
serán la materia principal del Senado. Mas éste
ejercerá siempre una función de moderación
respecto de la Cámara de diputados. la cual
pondrá a su vez el sello de la opinión popular a
los proyectos del Senado.
Además de la diferencia de origen. y en cierto
modo. de enfocación primordial de actividad. las
Cámaras se diferenciarían por la duración. La
de diputados se renovaría totalmente cada cuatro años. y la de senadores. por tercios. cada,
dos. siendo así la duración del mandato senatorial de seis años.
La forma más perfecta del sufragio individual
es. como se sabe. la de la representación proporcional. consecuencia última y légica de lo'
que podíamos llamar la concepción atómica de
la soberanía. Además de las enormes dificultades técnicas para obtener la representación proporcional. que la convierten en un oscuro problema de matemáticas, hoy sabemos, por experiencia. sus defectos. La representación proporcional agrava "en forma alarmante el defecto de
los Parlamentos modernos, la multiplicación de
los partidos. Cuando no se pensaba en el sufraRío corporativo. era natural que se tratara de
encontrar la perfección absoluta en el sufragio
individual. Utilizado aquél para la Cámara alta.
no seduce ya la teórica perfección de éste para la
BANCú !Ji:; L!..\ PErU~UCA
~Jr.UOTf.U
tUIS..ÁNC::L A~ANGO
.c:ATA!.OGACIOn
302
víCTOR ANDRfs BEuUNDE
Cámara baja. Pensamos además que dentro del
escrutinio departamental, y aun desde el mismo
escrutinio provincial con ciertas modificaciones, .
cabe obtener. sin la complejidad de la proporcional, un Parlamento que refleje la opinión de
la mayoría del país. Dejemos de lado el afán de
lo perfecto y atengámonos con criterio realista
a la situación del Perú y a la necesidad de no
complicar nuestras instituciones políticas.
No podemos mantener hoy para la Cámara
de diputados el sistema de escrutinio provincial
con la simple modificación relativa a la cifra
de la población. Mis críticas a ese sistema. hechas el año 14. son hoy. como fueron en esa
época, incontestables. No necesito repetir que la
hase provincial, aun dentro del sufragio universal, nos dió Parlamentos sometidos al Gobierno
o al gamonalismo. Cuando se real:ringió el sufragio por la reforma del año 95, como ésta fué
ilógica e incompleta. el mal se agravó. Subsistieron las dos fuerzas que han viciado nuestras
elecciones: la del Gobierno y la de 106 caciques.
y se agravó la desproporción entre las grandes
ciudades. centros de producción y de agricultura. y las pequeñas provincias. Probé entonces
que en nuestro sistema se daba la paradoja de
que a menos electores, había miS representantes; que en la Cámara había una mayoría provincialista de dos tercios que correspondía apenas
a la mitad del registro electoral. y que. en buena
cuenta, existían, entre nosotros, los burgos podridos o los burgos de bolsillo abolidos en Inglaterra desde 1832. Sugerí si no era posible ir al
LA REALIDAD NACIONAL
303
escrutinio de lista o departamental dando representación a las minorías, hacer una especie de
revisión del mapa parlamentario del Perú, agrupando las provincias de pocos electores en unidades parlamentarias para consultar la igualdad
entre ellas. Insinué también que podrían formarse
listas limitadas. separando una para la elección
de la capital del departamento
y la provincia
más poblada y adjudicando otra lista para el
resto de las provincias. A estas medidas podría
agregarse la de fijar un mínimum de electores
para cada representación.
De acuerdo con el
registro electoral de 1908. el más completo que
hemos tenido, ~l término medio era de mil a
mil quinientos; .:~n. el aumento de la población
y de la cultura, ese término medio puede fijarse
en dos o tres mil. Las provincias que no lleguen
a ese término medio de electores, deben agruparse; y, en las provincias más importantes, el
número de representación no debe corresponder
a la cifra bruta de la población, sino a la cifra
neta de electorado y en proporción al mínimum
que hemos insinuado. Este sistema conciliaría
la justa relación entre electores y representantes,
manteniéndose las ventajas de la base provincial
y sin las complicaciones de las listas y de la
proporcional.
El Senado debe representar las corporaciones
o las actividades económicas. No cabe resucitar
la vieja objeción de que el sufragio corporativo
es antidemocrático y sería una prima a favor de
las clases dirigentes. Semejante objeción se justificaría en los antiguos proyectos que sólo consi-
304
~cnoR ANDRfs.BELAUNDE
deran las corporaciones existentes y colocan 108
sindicatos obreros como un solo grupo al lado de
seis o siete; pero, en nuestro proyecto, el elemento obrero y los empleados están representados en cada grupo, llegando a tener la mitad o
las dos terceras partes de representantes enrelación con el capital ep los consejos regionales.
Si no se quiere duplicar la elección y se desea
obtener las ventajas de la mejor selección en el
voto del' segundo grado, podría confiarse ,'la
elección de senadores a los consejos regio~
a raíz de su designación. Como éstos se renuevim.
totalmente cada dos afias, la renovación por
tercios del Senado se haría por la elección
de un solo senador en caso de ser tres los que
se asignase a cada región.
A estos senadores regionales y de origen corporativo. podrían agregarse cinco representantes
de las universidades, dos por la universidad de
Lima y tres por las universidades menores. Hay
interés económico en que el número de senadores sea restringido.
El problema más serio en la dualidad de las
Cámaras es el relativo a las disidencias en la
aprobación de las leyes. La solución de la
reunión en Congreso supone el sacrificio de la
opinión del Senado en la mayor parte de los
casos. Me parece más justo el sistema de tratar
de resolver los conflictos por medio de una comisión mixta. Fracasad. la gestión de ésta. la sanción definitiva de la ley exigiría la insistencia de
la Cámara de origen por mayoría de dos tercios.
LA REALIDAD NÁCIONAL
305
siempre que hayá, por lo menos, un tercio a su
favor en la Cámara revisora.
Respecto de las funciones controladoras de la
Cámara, hemos dicho que ellas deben mantenerse incluyendo hl interpelación. Y por lo que
hace al voto de censura, mantenemos la necesidad de su motivación y de la mayoría en las
dos Cámaras.
En cuanto a la iniciativa financiera de las
Cámaras, creemos que la opinión está perfectamente formada en el sentido de suprimirla de
un modo absoluto, ateniéndonos al principio inglés de los moneu-bills que son de exclusiva
presentación del Gobierno. Ésta sería la única
manera de obtener la limitación de los gastos
públicos y el balance del presupuesto. Como los
presidentes de la Cámara de diputados no tienen
las condiciones de neutralidad del speaker
inglés, la decisión, en caso de duda sobre el
carácter financiero de un proyecto de ley, no
debe encomendarse exclusivamente a este funcionario, sino a un comité compuesto por lOs
presidentes de las dos Cámaras y el contralor
general del presupuesto.
La función primordial y urgente de las dos
Cámaras es la dación del presupuesto y el examen de la cuenta general de la república. Mientras la Cámara baja examina el presupuesto, el
Senado haría el escrupuloso examen de las
cuentas del año anterior. Al menos, cuatro horas
diarias en los noventa primeros días de la legislatura. deben dedicar las Cámaras al presupuesto, habilitándose sesiones matinales o ves20
306
víCTOR ANDRÉS BELAUNÓE
pertinas para otros proyectos del ejecutivo o de
miembros del Parlamento que reviste un
carácter de urgencia. Si las Cámaras no aprobaran el proyecto de presupuesto el 1.o de diciembre, habría que dar al Gobierno la facultad o de
prorrogar el presupuesto anterior. con las modificaciones de las partes aprobadas en las Cámaras, o de poner en vigencia el nuevo proyecto
con idénticos cambios. Este sistema parece preferible a la autorización de la pereza parlamentaria mediante las prórrogas mensuales o de por
duodécimos.
E] parlamento controla el ejecutivo; mas.
e quién controla a] Parlamento ~ En las monarquías, el problema ha sido resuelto por el derecho de disolución. En un conflicto entre el Parlamento y el Gobierno. la solucién la da la
consulta electoral. Entre nosotros, no cabe pensar en la disolución, que se convertiría pronto
en un instrumento del absolutismo presidencial,
aun con la reserva de tener el voto del Senado.
En Francia misma. país parlamentario. la disolución jamás se ha ejercitado.
Sería aventurado ensayar en un país nuevo la
iniciativa. el referéndum y el retiro de los representantes. Estas instituciones, de eficacia innegable en pueblos de altísima cultura política,
serían, entre nosotros, snobismo entorpecedor.
La omnipotencia parlamentaria queda limitada
por la dualidad de las Cámaras, el voto de censura fundado y la renovación total de la Cámara
de diputados.
En los Estados Unidos, la influencia genial del
108
LA REALIDAD NACIONAL
307
juez Marshal incorporó el control judicial del
Parlamento por la inaplicación de las leyes anticonstitucionales. No tenemos aquí ni espacio ni
tiempo para discutir este importantísimo lema.
Sólo diremos que los partidos avanzados de les
Estados Unidos combaten la prerrogativa de la
corte suprema, que se ha convertido en los últimos años en la fortaleza del conservadurismo
más estrecho, declarando inconstitucionales
leyes de reforma social de evidente justicia y utilidad. De otro lado, no conviene dejar que el
Parlamento viole la constitución. Cabrían soluciones medias, como el informe de la corte
suprema al Parlamento sobre las leyes que estime
anticonstitucionales, informe que, sin suspender
la. ley, podría dar lugar a su revisión por las
Cámaras, necesitándose en tal caso las dos terceras partes de los votos en ambas. Cabría, a
su vez, el esquema ingeniado, si mal no recuerdo,
por el senador Borah, según el cual la decisión
de' la corte suprema descartando una ley constitucional, exigiría, no sólo la mayoría, sino las
dos terceras partes de los votos del Tribunal.
Si el Parlamento puede violar la constitución,
los consejos regionales pueden violarla a su vez
y faltar a las leyes existentes. En tal caso, el
Gobierno y los fiscales de la nación podrían
pedir la revisión de semejantes resoluciones ante
la corte suprema. En los conflictos entre los
diversos consejos regionales, la solución debe
darla el Gobierno oyendo al Consejo de Estado.
308
vtcroa
ANDRts BELAUNDE
CoNSEJO DE ESTADO y EcONóMIco.
Debemos cerrar este rápido esquema de reforma refiriéndonos a las instituciones de consulta técnica que son, al mismo tiempo; fuentes
de información para el Gobierno y para las
Cámaras y, también. indirectamente. instituciones de control.
El Consejo de Estado. creado por la conetitución de 19J 9 y que descartó el despotismo de
Leguía, debe ser restablecido. Podría constituirse
un gran cuerpo técnico formado por la reunión de
las comisiones consultivas compuestas de cuatro
miembros para cada ministerio. Los miembros
del Consejo podían ser designados la mitad por
el Gobierno 'y la mitad por el Congreso. En las
materias graves. que la -conatitueión fijaría. el
Gobierno debería oír al COnaejode Estado. Esta
institución. como en Francia. resolvería las materias contencioso-administrativas. dejando las
claras violaciones de los derechos civiles por
parte del Gobierno a la jurisdicción de los
tribunales.
._
El carácter técnico de la legisl~ci6n h.~_eada
día más necesaria la cooperación de las entidádea
que representan fuerzas económicas y culturales.
y aunque éstas han recibido ya sus representaciones en los organismos regionales y en el
Senado, no parece haber inconveniente para darles. en forma más concentrada y con carácter
más técnico. el informe de proyectos de transcendencia económica y cultural. Podrían imitarse
LA REALIDAD
NACIONAL
309
en el Pero, en forma más simple, naturalmente,
los consejos económicos alemán y el establecido
recientemente en Francia estatuyendo que la
decisi6n del Parlamento no puede producirse en
tales materias sin oír su informe.
Sería infundado oponer a esta reforma la
objeción de que envolvería retardos en la obra
legislativa y disminución en las leyes por votarse. La objeción se convierte fácilmente en un
argumento a favor. El vicio de la época presente
es el exceso de legislación y la festinación en la
dación de las leyes. Puede decirse que es salu•.
dable toda medida que tienda a limitar o a atenuar la manía legisladora.
En síntesis, el Perú debe aprovechar su reforma
constitucional para adaptar las instituciones,
exigidas por su idiosincrasia política y afirmadas
por su historia, a las necesidades y a los métodos modernos. Por eso preconizamos un.F'arlamento mixto de sufragio individual o general y
de sufragio corporativo; un ejecutivo fuerte, eficiente, moderadamente centralizado; un poder
judicial absolutamente libre, independiente y
técnico y la cooperación de instituciones como
el Consejo de Estado y el Consejo Económico.
Nuestro sistema debe huir de la simple imitación
ideológica y tener como guía la realidad nuestra,
los problemas tales como los ha planteado la
experiencia, los conflictos en la forma que
existen. Una constitución demasiado complicada
o demasiado perfecta, conviviría con la trágica
supervivencia de los hábitos perniciosos que han
venido arraigándose en el Perú hace treinte años
310
vfCTOR ANDRÉs BELAUNDE
y que culminaron en el desgobierno y la amoralidad del régimen caído.
El ensayo de nuevas instituciones 8610 puede
cohonestarse por el caso del fracaso definitivo y
de la desintegración absoluta de las antiguas.
En los otros casos, la prudencia elemental aconseja una simple obra de retoque, de restauraci6n,
o de vitalizaci6n.
El preblcma secíal y el ecenémíce
POLÍTICA REFORMISTA.
El problema social es la gran cuestión de la
época contemporánea. Alrededor de una nueva
organización política de la sociedad giró el
siglo XIX; alrededor de nlfvas fórmulas de justicia social girará el siglo xx. De esta g~neral
orientación no puede sustraerse ningún pueblo
de la tierra. En los países de la América andina,
el problema social se agrava con rasgos característicos por las diferencias raciales. Tratándose
del Perú. cabe hablar de dos problemas sociales: el típicamente nuestro, viejo como la conquista (el problema indígena) y el común a todos
los países contemporáneos. creado por el desarrollo industrial. El error de los reformistas
peruanos de principios de este siglo fué contemplar solamente el segundo problema, descuidando el primero, que era más esencial. Esa
orientación debe rectificarse, no en el sentido
de abandonar el movimiento iniciado, sino
de completarlo con el planteamiento indispensable de la cuestión indígena, al margen de la
312
vfcTOR ANDRfs BELAUNDE
cual hemos vivido con inconcebible egoísmo e
inconsciencia durante todo el siglo XIX.
- La cuestión indígena. por ser típicamente
nuestra, requiere soluciones de acuerdo con
nuestro ambiente y nuestra psicología. El otro
aspecto de la cuestión social exige la progresiva
adaptación a nuestro medio de las soluciones
halladas en los países más avanzados.
Frente al problema social universal, haytrea
posturas: la individualista o conservadora, la
reformista y la revolucionaria. La primera,
desacreditada con justicia, es la de la mayoría
del partido republicano en los Estados Unidos,
expresión suprema del capitalismo moderno.
La solución revolucionaria o marxista toma
dos formas: la lógica y radical del comuniama ruso y la atenuada del socialismo francés.
Llamamos la atención eobre este puntó porque
en Hispanoamérica pareeea ignorar las diferen~
cías notables entre el laborismo inglés, y - el
mismo socialismo alemán, y el socialismo fran~
CM. Éste, según Blum. no espera llegar al poder
por una evolución natural, sino mediante la
vacancia de la legalidad. Compere-Morel ha
agregado, completando este peneamiento, que-,el
socialismo no ha perdido 8U virginidad revolu-cionaria. Sinceramente, o por e.trategia, el socialismo-francés conserva el mito de la revolución
y la rigidez del dogma marzista. El hecho tiene
una gran importancia para nosotros. Si la juventud (dada la vieja influencia de Francia)
sigue el espíritu y formas del eocialismo francés,
-debe saber que no le separareino una diferencia
LA REAUDAD NACIONAL
313
de matices o de oportunidad del comunismo ruso.
La postura intermedia
reformista comprende
infinidad
de gradaciones
que van hasta las
fronteras del viejo conservadurismo
o del socialismo
revolucionario.
El reformismo
podría
resultar así equívoco. Conviene precisar para evitar confusiones. Debemos descartar a la derecha
el reformismo tímido e incongruente
que sirve
apenas para encubrir un conservadurismo
más
egoísta que el que francamente se proclama; y,
a la izquierda. el reformismo. que con la misma
insinceridad
trata de encubrir. con la palabra
evolución. medidas que tienden a preparar inevitablemente
el estallido
revolucionario.
El
reformismo sincero supone la convicción sobre
la injusticia de la organización social presente y
el propósito de llevar a cabo las reformas. en
el máximum posible: un ideal. al que no corresponderá espontáneamente
la sociedad actual y
un criterio de experiencia para graduar y seriar
las nuevas instituciones
en su incorporación
a
la vida. A esta clase de reformismo.
parecen
corresponder la democracia cristiana o el cristianismo social en Bélgica. Alemania y Austria y
el laborismo inglés.
Estamos,
por desgracia.
acostumbrados
en
Hispanoamérica
a considerar el catolicismo como
la encarnación
y el baluarte del más estrecho
conservadurismo.
No se piensa que el punto
de vista católico. respecto de la organización económica social contemporánea.
tiene que ser. en
10 esencial, no conforrnista. Esta organización se
ha plasmado rompiendo los marcos corporativos
314
VíCTOR ANDRts BELAUNDE
del cristianismo medieval. bajo la influencia
protestante, que agravó. la diferencia entre el
pobre y el rico y la omnipotencia del Estado a
favor del segundo. y después por el individualismo jacobino, que, a pesar de su ideal de
igualdad. acentuó en la sociedad el injusto
juego de las fuerzas económicas. El no conformismo, en la mentalidad católica. tiene una
base filosófica e histórica r es injusto atribuirlo
a móviles de oportunismo político. La sociedad
capitalista e individualista es hija de la reforma
y de la revolución; el programa católico habría
sido el desarrollo del corporatismo medieval
dentro de una mayor flexibilidad. Al lado de
esta concepción hay en el punto de vista católico, por experiencia multisecular," un criterio
posibilista que demanda, no cambios bruscos.
sino adaptaciones y reajustes. No se pueden
destruir tres siglos de historia. La sociedad debe
ser tratada tal cual es, y no cabe revivir violentamente. por idolatría ideológica. una estructura
muerta. (Sólo hay dos grandes instituciones humanas con profundo sentido evolutivo: la Iglesia
católica y el Imperio británico.)
A pesar de ser bastante rica la literatura
social-católica. hay respecto' de ella una lamentable ignorancia. Tratemos de presentar en brevísima síntesis sus líneas esenciales siguiendo el
magnífico Código Social de la Unión internacional de estudios establecida por el cardenal MerClero
El principio fundamental es que el trabajo
no es una fuerza instrumental o una mercadería,
LA REALIDAD
NACiONAL
315
sino un elemento humano y que por lo mismo
no está sometido a las leyes económicas, sino
a principios superiores de moralidad y de justicia. La propiedad es conforme a la naturaleza
y su régimen asegura mejor la utilización de los
bienes materiales; pero su uso es a manera de
una gestión que está subordinada a un fin social.
Los abusos de la propiedad de la tierra crean en
determinados países el problema agrario, y estos
abusos, para ser cortados, pueden exigir la
expropiación, como en el caso de tierras incultas
o sometidas a un método de cultura inferior; y
en el mismo caso de un buen aprovechamiento,
cuando su excesiva concentración
origina el
desarrollo de un proletariado rural obligado a
desertar las campiñas o a emigrar. (Art. 78.)
Respecto de las empresas de interés general,
a diferencia del socialismo, que presenta una
solución rígida, el criterio católico acepta el
punto de vista del relativismo experimental.
«Consideraciones de interés general pueden imponer o aconsejar la gestión pública, nacional,
provincial o municipal o la dirección de cuerpos
autónomos bajo el control de los poderes públicos y en provecho de la colectividad.» (Art. 92.)
(El punto de vista católico se aproxima al de
los cooperatistas. La gestión directa del Estado
o la nacionalización depende de dos factores: la
naturaleza de la empresa en muchos casos y la
capacidad administrativa del Gobierno. La aplicación de estos dos principios tiene una importancia decisiva en Hispanoamérica,
donde sería
un absurdo entregar la gestión de negocios coro-
316
vfCTOR
ANDRÉS
BELAUNDE
plieados a una burocracia incompetente o rapaz.)
Tratándose de las ernpreeaeque no se refieren
directamente a intereses generales. el punto de
vista católico acepta que la dirección corresponda
a los poseedores; pero aconseja el principio de
la copropiedad y de la cogestión. El primero.
llamado más comúnmente accionarado obrero.
y el segundo, que se encama en coneejos de fá~!
brica o comités de taller, responden al viejo ideal
cristiano de la corporación.
. La filosofía católica. al recomendarlos. atiende.
no sólo a un principio de justicia. sino a la ventaja positiva del estímulo en el esfuerzo para el
máximum de rendimiento.
La inmortal encíclica De Rerum nooorum
enunció el principio del salario mínimo. que hoy
se llama con más propiedad salario vital. t.•
te
debe comprender, no sólo la 8ubsistenci.ael trabajador y su familia. sino los aegurOs(oJ'ltra loe
riesgos de accidente. de enfermedad. ele vejex
y de desocupación. (Art. 114). .
. Este salario no agota las exigencias de la justicia. Por encima de él, diversas causas entrañan
una mayoración: a). una producción más abundante. más económica y más perfecta qüe.la·
normal; b). y una proaperidadmaa
o menos
grande en la empresa en la cual el obrero trabaja. Esa mayoracién, en lugar de traducirse en
dinero. 'puede tran8Íormarseen forma de acciones de trabajo o en acciones de capital. (Art. I J5
y 117.)
El código social recomienda de un modo especial el sistema de las habitaciones baratas y de
LA REALIDAD NACIONAL
317
alocaciones familiares. que deben ser incorpora.
das en todos los contratos colectivos e individuales entre patronos y obreros; y el régimen de
seguros. a cargo de cajas profesionales, alimentadas y dirigidas conjuntamente por patronos y
obreros en cada profesión.
Este criterio cooperatista, en sustitución del
inadecuado y egoísta régimen individual, ha sido
claramente expuesto por el doctor Ryan, notable
moralista y sociólogo americano, en estas palabras: «La sociedad no puede permitirse la continuación indefinida de las presentes condiciones
de fricción industrial, de incertidumbre, producción inadecuada y dilapidación social. Cooperación y participación entre los dos grandes grupos industriales, deben reemplazar al conflicto
y a la dependencia. El medio más efectivo hacia
estos fines parece la participación del trabajo en
la gestión y en los provechos.» Refiriéndose al
salario. afirma categóricamente: «La justicia
requiere que el dueño del capital no reciba interés hasta que los obreros no hayan obtenido
una remuneración compatible con una vida
decente.» Y más adelante. tratándose de los provechos suplementarios, se inclina a que los trabajadores sean preferidos, «porque es imposible
probar que el capitalista, como mero capitalista.
tenga un derecho estricto a un interés que exceda
de la tasa corriente» (1).
No es necesario recordar la posición tra(1) Capital
Ierence.»
and
LaIJor.-«NatioIlfil Catholic \Velfare Con-
3) 8
víCTOR ANDR4S BELAUNDE
dicional de la filosofía social católica respecto
del derecho de huelga. el trabajo de los niños y
de las mujeres. los accidentes del trabajo y el
llamado entrenamiento vocacional o profesional.
En cuanto a los conflictos sociales, ha preconizado siempre la conciliación y e1 arbitraje, evitando dar en éste influencia decisiva al capital.
Respecto del impuesto, ha aconsejado los suntuarios que atacan el lujo y la prodigalidad y
prefiere, al establecerse nuevos, los que gravan
sobre la renta y los que no son susceptibles de
simulación o fraude. No ha aceptado simplemente la fórmula proporcional. y ateniéndose a
los inconvenientes del impuesto progresivo absoluto, de razón constante, acepta la disminución
de esa progresión en una forma de impuesto que
se llama progresíonal. (Art. 123.)
Tratándose de la organización sindical, la gran
fuerza de resistencia y de mejoramiento obrero.
en consonancia con una tradición semisecular, la
Iglesia ha proclamado su legitimidad. En documento reciente. que ha tenido una gran resonancia. la Sagrada congregación del concilio ha afirmado (1): a), que la Iglesia reconoce y afirma
el derecho de los patronos y obreros de constituir
asociaciones sindicales, sea separadas o sea
mixtas. y ve en ello un medio eficaz para la solución de la cuestión social; b), que la Iglesia. en
el estado actual de cosas, estima moralmente
necesaria la constitución de tales asociaciones
(1) Respuesta al cardenal Llenar, 5 de junio de 192\1.
LA REAUDAD
NACIONAL
319
sindicales. exhortando a su formación, y aunque
prefiere que se constituyan entre católicos, no
desconoce que necesidades particulares pueden
determinar el proceder de otra manera.
La filosofía social católica no ha mantenido,
como la filosofía individualista, al Estado fuera
de la vida económica del país. Al contrario. ha
afirmado su intervención para la protección y
guardia de los principios anteriormente expuestos. Preconiza, por último. la constitución de un
consejo económico nacional que permita a los
poderes públicos actuar en relación estrecha con
los representantes de todas las ramas de la producción.
El reformismo peruano tiene. pues. en la
adaptación del programa católico, una serie de
orientaciones prácticas, razonables y justas que,
además de la importancia que les da su universalidad al ser sostenidas en los principales países
de Europa y América, por grupos de consideración, tiene la muy especial de corresponder al
Iondo religioso y a la psicología tradicional que
la Iglesia ha dado a nuestro pueblo.
Insincero sería de nuestra parte suponer que
este mismo programa reformista puede aplicarse
de golpe. Dejemos el enunciado de promesas y
la triste surenchere demagógica a los que puedan
representar simples intereses políticos. La franqueza y la lealtad imponen decir que la aplicación de ese programa tiene que ser gradual y
adaptarse a las circunstancias; pero debe marcar
una orientación constante, un propósito definido
al cual debemos acercarnos imperiosamente.
320
vícroa
ANDRb
BELAUNDE
El Perú se ha adelantado a muchos. países de
América en materia
las leyes protectoras del
trabajo. A las reglas ya establecida. eohre
la huelga, jornada de ocho horas y accidentes
del trabajo, hay que agregar, aprovechando el
establecimiento de empresas extranjeras en la
agricultura y en la minería, la aplicación de principios a que, en una u otra forma, están sometidas en los países de origen. No se ve la raz6n
por la que una empresa americana, ingleea o
alemana atienda a los seguros obreros en su paCe
){ deba hallarse exenta de esta obligación por
el hecho de encontrarse en el Perú. Y al argumento de que en su país el capital no está
sometido a los riesgos del que se invierte en el
extranjero, cabe contestar que este exceso está
compensado por los mayores dividendos.
Estamos de acuerdo todos en que es necesario
impedir la hegemonía del capital extranjero,
imponiendo a toda empresa un mínimum decapital nacional. Ese mínimum no podría tener
mejor aplicación que la del establecimiento de
acciones para obreros. A la medida establecida
en decreto reciente de entregar al Estado el diez
por ciento del provecho de las empresas cxtraJ¡-.
jeras, preferimos nosotros la atribución de este
porcentaje al accionarado dlrero. No hay garantía de que podamos curarnos repentinamente
y para siempre de la burocracia o del derroc~e.
oé
LA
CUESTIÓN INDiCENA.
En la primera parte de este libro hemos tra-
LA REALJIIAD
NACIONAL
321
tado de la cuestión indígena y esbozado el programa que parecía desprenderse
del mismo
estudio de Mariátegui, sin tener en cuenta las
exageraciones de su posición ideológica.
El problema indígena, por lo que se refiere al
trabajo de los indios en la minería, en la agricultura industrializada de la costa y en la que
comienza a industrializarse en la sierra, supone
la aplicación de los principios de justicia social
universales a que hemos aludido. La cuestión
indígena típica aparece cuando se trata de la
comunidad y de la hacienda serrana. Comenzaremos por decir que, a pesar de los estudios
recientes, carecemos de la información científica indispensable sobre el problema aborigen,
Se impone un libro respecto del Perú como el
que ha escrito sobre Méjico nuestro amigo
T anenbaun por encargo del «Brooklin Ínstitut».
A falta de un programa que se plasme en informaciones recientes y absolutamente seguras, cabe
sólo insinuar directrices basadas en conocidas
experiencias anteriores. La violenta transformación del régimen de propiedad comunal en
propiedad individual, hecha por los decretos de
Bolívar, quien se inspiró a su vez en los de las
Cortes de Cádiz, ha determinado el despojo de
los indígenas y la acentuación del latifundio. De
aquí la necesidad de mantener la solución del
doctor VilJarán de reconocer personería jurídica
a las comunidades existentes que las defienda y
proteja. No bastaría esa medida; se impone vitalizar aquellas comunidades, dándoles mayor eficiencia productiva. Aquí podría manifestarse la
21
322
vferoR ANDRÉS, BELAUNDE
intervención del Estado i de los consejos regionales para llevar a cabo una especie de educación económica del indígena adulto por una
activa propaganda y para poner a su alcance. al
mismo tiempo. semilla. abonos e instrumentos.
y aun maquinaria. Llegará un momento en que
la comunidad vitalizada pueda ,transformarse en
grupos de propiedades individuales. Esta transformación no puede ser ni impuesta ni acelerada
por el medio artificial de la ley. sino el resultado de una evolución natural.
El problema de las haciendas o latifundios
serranos parece aún más complicado. Todo da
a entender que las tierras de comunidad. a pesar
de los inconvenientes de este régimen y de lo
primitivo de los medios de cultivo. están mejor
explotadas que el latifundio. Mariátegui observa
con justicia que el régimen de propiedad individual, cuya cohonestación es la mayor productividad. no puede ni siquiera invocarse en tales
casos para defender el latifundio. La expropiación del latifundio improductivo o retardado se
impone. de acuerdo con el principio del código
social-católico que hemos citado. Mas esta expropiación no puede llevarse a cabo sin indemnización equitativa y sin antes dar un plazo a los
propietarios para introducir las mejoras correspondientes. Este tiempo de espera serviría.
además. para diferenciar la parte de la hacienda
a que puede atender su propietario con eficiencia
y el resto sobre el cual la .expropiación tendría'
que producirse. Problema aún más grave es el
de la atribución de las tierras expropiadas. Ha-
LA REALIDAD NACIONAL
~323
bría que hacer ésta. según las circunstancias. en
parcelas de propiedad individual o en áreas por
asignarse a comunidades si el peonaje prefiriese
esta forma de explotación.
.
En muchas de las haciendas del Perú existe
el régimen de yanaconazgo o aparcería. El ideal.
naturalmente. es hacer de esos yanacones o aparceros propietarios individuales. con la ayuda del
Estado y aumentando la parte de cosecha que
deban entregar como parte de la amortización de
la propiedad que adquieren. .
La atribución de la propiedad a los indígenas.
al expropiarse los latifundios y al convertirse al
yanacón en propietario individual. envuelve el
peligro de que el indígena no conserve ni explote
su propiedad y la enajene a vil precio. volviendo
a la condición de siervo o proletario. El único
medio de evitar este inconveniente sería la inalienabilidad
de toda propiedad establecida a
favor de indígenas por un tiempo determinado.
Para el pago de las indemnizaciones. el crédito
hipotecario o un banco nacional agrícola facilitarían los fondos con la garantía del Estado y la
de las tierras repartidas, en proporción a fijarse
en vista de las circunstancias de cada región. Una
hipoteca pesaría sobre las propiedades repartidas
que se iría amortizando en largos plazos. Esta
medida, además de hacer posible la contribución
del indígena al pago de la justa indemnización.
lo une a la tierra, que sólo adquiriría definitivamente por su trabajo. Cabría también ensayar.
respecto de los latifundios expropiados, un sistema de cooperación agrfcola. Todo ello supone.
32•••
VfcrOR
ANDRts BELAUNDE
no solamente un programa económico. sino un
vasto programa educativo de la raza indígena.
No basta defender o restaurar la comunidad. repartir el latifundio improductivo o retardado; es
indispensable. previamente o paralelamente. entrenar al indio en las formas de producción más
eficientes. El problema no es económico. sino
educacional o. mejor dicho. es indisolublemente
las dos cosae; .a despecho de las afirmaciones
marxistas.
Produce una sensación de angustia la contemplación de los graves aspectos de la educación
indígena. Me parece una ilusión peligrosa suponer que una burocracia laica. formada en el
ambiente egoísta de la época presente y pobremente pagada. realice el milagro. apostólico y
técnico. de transformar a nuestros indios. Sin
desaprovechar los elementos que podría formar
el Estado. alentados por la más intensa propaganda. creemos que esa obra educacional podría
en buena parte confiarse a institutos religiosos.
.Necesitamos revivir el fervor de los primeros
misioneros y orientar la actividad de las órdenes
religiosas existentes hacia la educación indígena.
Lo lógico sería que se formara una nueva orden.
dedicada exclusivamente a ella. El catolicismo.
en sus épocas de vitalidad. ha producido. en
variedad infinita. institutos qúe respondían a las
efectivas necesidades sociales. Si el sentimiento
religioso en nosotros se conserva vivo. nuestros
conventos sacudirán la rutina y la estagnación.
Ninguna obra más propia para su celo que la
regeneración de la raza aborigen.
LA REALWAD NACIONAL
325
La formación de núcleos religiosos, especialmente dedicados a la instrucción y defensa de
los indígenas, ofrecería, además, la ventaja de
hacer posible la supresión de algunos curatos
que, por lo remoto de los lugares o por otras circunstancias, se escapan al control de los obispos. Para esas zonas, cabría establecer, siguiendo
la idea de Piérola, parroquias conventuales y
escuelas rnisionarias sometidas naturalmente al
ordinario y amparadas y protegidas por el Gobierno. Rectificaríamos así la política del regalismo español, interesada en secularizar e individualizar las doctrinas y que hizo de los curatos
una rama de la burocracia, a veces tan inconveniente y abusiva como la de los corregidores y
subdelegados. Tal reforma, que reviste una trascendencia enorme, sólo puede' realizarse dentro
de un régimen de franca armonía y de cooperación entre la Iglesia y el Estado; '0 sea, dentro
del concordato o de separación amistosa de los
dos poderes.
No obstante los difíciles aspectos de' la
cuestión indígena, no pertenecemos al número
de }(,)spesimistas. Creemos que, a pesar de una
política de inercia y de indiferencia de parte del
Estado, la extensión de las industrias a la sierra
va transformando al elemento aborigen. Frecuente tema de nuestras meditaciones y conversaciones en el destierro era el problema indígena.
Tratando de él con el doctor Villarán, recogimos
complacidos de sus labios las impresiones y
datos favorables que él había obtenido en su
viaje por junín y su contacto con jefes de em-
326
víCTOR ANDRtS BELAUNDE
presas mineras, sobre la capacidad, no sólo para
los trabajos mecánicos, sino de administración,
que revela el indio. Idéntica conclusión optimista
se saca de nuestros cuarteles.
Basemos, pues, en esta afirmación de la fe
en la raza aborigen una nueva política.
El programa de hacer al indio propietario tiene
un precedente glorioso en el reformismo del
siglo XVIII, que preparó la independencia.': El
famoso informe presentado por fray Antonio de
San Miguel, arzobispo de Michaocán y que transcribe Humboldt con elogios entusiastas en su
Ensayo sobre la Nueva España, y que, según el
erudito mejicano CarcÍa lzcasbalceta, fué obra
del vicario de dicha di6cesis, el famoso don
Ma~uel Abad y Queipo: pedía la abolición del
tributo, la declaración de capacidad para todos
los empleos a favor de las castas, la. división de
los bienes de comunidad, la distribución de 108
bienes de la corona a los indios y a las castas y
la promulgación de una ley agraria semejante a
la de Ásturias, para que los labradores trabajen
las tierras que los grandes propietarios han
dejado incultas.
El informe tuvo una influencia decisiva en .]OS
leaders del movimiento del año lOen las Cortes
de Cádiz. El tributo de indios y de castas fué
abolido; pero en un punto esencial la revolución
se quedó corta respecto de las ideas de fray
Antonio de San Miguel y de su vicario Abad y
Queipo: la distribución a los indios de las tierras
incultas del latifundio. Necesitamos hoy realizar
ese programa.
LA REALIDAD
327
NACIONAL
Punto esencial en el problema indígena es el
del alcoholismo. al cual dedicamos el año 17
un largo ensayo, cuyas conclusiones eran éstas:
, .•. el Estado obtiene. por el impuesto del alcohol, que pesa principalmente sobre los indígenas,
una suma equivalente al tributo colonial y está,
por lo mismo. interesado en el mayor consumo
de alcohol para obtener el incremento de esa
renta; 2:, la elevación de la tasa en el impuesto
no ha producido la reducción del alcoholismo;
3.a• el Estado debe establecer el estanco del
alcohol para reducir la producción e impedir su
internación en la sierra; y 4.", a fin de evitar
daños a los cultivadores de caña. el Estado alentará la industrialización del alcohol, de producción inevitable en la costa. y el reemplazo de los
cultivos en la sierra.
Las medidas que insinuábamos exigen un sacrificio parecido al que se llevó a cabo cuando
se abolió el tributo. El está impuesto por la
salud y la vida de la raza aborigen. base de
su mejoramiento económico y de su educación.
LA
QUIEBRA
DE LA CLASE
MEDIA.
Respecto de la clase media como respecto de
los elementos populares. el problema social se
ha reflejado en una desproporción entre el salario
o sueldo y el costo de la vida. Careciendo de los
datos, documentos y estadísticas recientes, no
puedo emitir juicios sobre la situación actual;
pero conservo el resultado de mis investigaciones,
328
vícroa
ANDW
BELAUNDE
hechas. sobre todo, en la región de Arequipa
hace quince años. A Falta de estadística general,
tomando como índice las de las sociedades de
beneficencia. sobre alquileres de fincas rústicas
y urbanas y sobre el precio de las subsistencias
por los presupuestos de los hospitales y de los
hospicios. llegué a la conclusión de que en el
transcurso de veinte años. desde el año 95 al
1915. la propiedad había duplicado de valor (la
proporción exacta era de ciento diez por ciento)
y el costo de la vida había seguido aproximadamente la misma proporción; En cuanto a los
sueldos, tomé como punto de referencia los del
presupuesto. Estos aparecían aumentados solamente en un cincuenta por ciento. Según mis
averiguaciones, las empresas de transporte y 188
casas comerciales no registraban sino un aumento
en los salarios y en los sueldos que variaba del
treinta al sesenta por ciento. En esa fecha. esto
ea. antes de las transforrnacioeies que en el
mundo económico ha producido la gran guerra.
podía hablarse de la quiebra de nuestra clase
media por la desproporción entre el aumento del
costo de la vida y el incremento de los salarios.
(Se ha mantenido o se ha corregido aquella desproporción? En el transcurso de estos quince
.6os ha continuado aumentando enormente el
costo de la vida. El presupuesto ha registrado
aumentos considerables y éstos se hallan también en los sueldos de empresas particulares. No
creemos. sin embargo, que el desnivel haya sido
llenado: No cabe pensar para remediar esta falta
de proporción en el aumento de los sueldos. dada
LA REALIDAD
NACIONAL
329
nuestra crisis financiera; y. por lo mismo. no
queda otra cosa que abaratar la vida, modificando
el régimen tributario, suprimiendo 108 intermediarios, rebajando los transportes e intensificando
la producción.
Después del problema indígena, o tanto como
él. la gran necesidad del Perú es resolver lo que
podríamos llamar la liberación económica de la
clase media. hasta hoy sometida en gran parte.
por exigencias burocráticas. al Gobierno o instrumento en todo juego y aventura política. El
Estado puede contribuir indirectamente a la liberación de la clase media desde los puntos de
vista pedagógico y económico. Desde el punto
de vista pedagógico, rectificando la equivocada
orientación de la instrucción pública. sobre todo,
de la llamada instrucción media. Como hemos
dicho varias veces, y es necesario repetirlo en
cada oportunidad, la instrucción media no debe
ser la antesala de la universidad, o diremos
mejor, el canal que lleve inevitablenrente a ella.
Necesitamos desarrollar la instrucción primaria
superior y un tipo de instrucción media con
orientaciones directas a la vida. Además, la instrucci6n especializada industrial o comercial.
que no debe estar centralizada en Lima, sino
difundida en las siete regiones y de acuerdo con
su fisonomía económica.
El Perú debe preferir tener mayor número de
escuelas primarias en edificios sencillos y modernamente' equipados. a la extensión y desarrollo de colegios de instrucción media de tipo clásico; y el mayor número de escuelas prácticas.
330
víCTOR ANDRts
BELAUNDE
industriales y comerciales, al-perfeccionamiento
o desarrollo del tipo superior de escuela técnica
profesional. Nos parece absurdo que no hayan
existido en la región del cobre escuelas prácticas
de minerías y en las regiones agrícolas y ganaderas, como el Cuzco, escuelas prácticas de agricultura. y que centros de población inteligente,
de fuerza hidráulica y de proximidad de materias
primas como Arequipa, no hayan tenido una
escuela industrial ni una buena escuela de artes
y oficios.
El Gobierno puede también influir en la orientación de la clase media por el aliento de las
empresas industriales. Esta política de fomento
de la actividad económica supone, y hay que
decirlo con franqueza. protección y garantía del
capital, y por lo mismo exige descartar todo programa radical y toda exageración demagógica.
NUESTRO
VASALLAJE ECONÓMICO.
El síntoma más alarmante de la economía
peruaha ha sido nuestra dependencia del capital
extranjero. lo que el economista chileno Erici.
nas ha llamado (muestra inferioridad económica».
Hace algunos años. el capital extranjero estaba
representado en el Perú únicamente en la minería. en los transportes y, sólo en pequeña parte,
en la agricultura. La evolución de los últimos
años ha dado al capital extranjero una proporción tal que amenaza nuestra independencia política. Poco a poco, la agricultura ha venido a
LA REALIDAD NACIONAL
331
ser controiada por dos firmas extranjeras: una
alemana y otra americana. Ese control se ha
acentuado en la minería y es hoy definitivo y
perpetuo por la criminal concesión de los ferrocarriles a la Peruvian Corporation. El país pobre
y aun miserable de hace treinta años, era autónomo económicamente.
El Perú. de las fiestas
centenarias estaba convertido en un país semicolonial, empleando la terminología soviética. Y
si la independencia política puede conseguirse
por un golpe de heroísmo, la independencia económica supone un largo y penoso esfuerzo a través de varias generaciones.
Desde luego, hay que descartar toda política
revolucionaria o radical, que lo único que haría
sería complicar nuestra crisis económica con
agitaciones políticas o conflictos internacionales.
Necesitamos no solamente aprovechar del capital
extranjero ya invertido, sino alentar las futuras
inversiones en empresas que por su trascendencia no puedan hacerse con capitales nacionales.
No debe darse al capital extranjero una situación
de privilegio y hay que reservar las empresas de
servicios públicos, y, sobre todo, las concesiones
de nuestros recursos naturales, al capital nacional. Cabe, por último, en forma prudente, exigir
en toda empresa una proporción más o menos
grande según las circunstancias, de capital nacional. El fenómeno que caracterizó la tiranía
que ha caído fué el de la emigración del capital
nacional y el del fomento incondicional del capital extranjero. La política futura tiene que ser
inversa. Se impone el alentar la reintegración del
332
vfCTOR ANDW
BELAUNDE
capital que había huído y no proteger con franquicias indebidas al capital extranjero. Como
para el desarrollo industrial. hay que seguir una
política de ~reformismoprudente y de seguridades
al capital. que es en el Perú. como en todas
partes. extremadamente sensible.
.
Los altos precios de los productos de exportación llevaron a muchos productores peruanos a
abandonar los artículos de subeiatencia, determinando la importación en ese ramo. que llegÓ
a la gigantesca cifra de cuarenta millones. Una
de las compensaciones de la crisis actual será la
de devolvernos nuestra independencia del mercado extranjero en materia de subsistencias. Todo
Gobierno tiene que alentar la política hacia la
mayor producción de esas materias, no sólo para
mantener una situación de necesario equilibrio.
sino para evitar los peligros que tal fenómeno
entraña desde el punto de vista del cambio. Hay
que combatir así lo que llamábamos hace trece
-años nuestro vasallaje económico.
El problema uníversttarte
La abolición del estatuto universitario y la
restauración de la autonomía se imponían como
una consecuencia lógica de la revolución. Mas
la vuelta a la autonomía no podía suponer la
inmutabilidad o estagnación de la universidad
dentro de los moldes en que la dejó la imperfecta
transacción de los últimos tiempos. La universidad necesitaba una reforma trascendental. La
pedí con toda franqueza y vehemencia en mis
estudios del año 17. a los que he hecho refe
rencia en la primera parte de este libro.
Los principales aspectos del problema universitario se reducen a los siguientes: J. o. vinculación de la universidad a la vida nacional;
2. o. separación de la universidad de toda actividad política personalista : 3. o. formación de un
profesorado universitario de verdadera preparación científica y de intensa vocación profesional;
4. o. introducción de nuevos métodos y del moderno equipo o material; 5. o, intervención de los
334
o
o
víCTOR ANDRtS BELAUNDE
ex alumnos y de los estudiantes en el gobierno
y en la vida corporativa de la instituci6n;
6. o, adaptaci6n a nuestro claustro de las llamadas
ldividades estudiantiles que tanto realzan las
universidades extranjeras, principalmente americanas, en el orden intelectual, artístico, social y
deportivo; 7. o, ~ecimiento
de los dormitorios, restaurante y club UDiversitarios;y 8. o, irradiaci6n de la cultura univeraitaria a las masas
populares.
La vinculación de la universidad a la vida
nacional supone el estudio por nuestra instin.ci6n de las cuestiones esenciales del país; problema indígena, quiebra de la clase media, dependencia económica,
organización política,
problemas internacionales. Y para este estudio
no bastan las clases corrientes o disciplinas ordinarias, como historia económica, derecho constitucional, economía política o social y derecho
internacional. Es indispensable establecer seminarios o conversatorios dirigidos por profesores,
en que, en vista de las fuentes y documentos
más completos, se discutan los diversos aspectos
de aquellos problemas. Además de la orientación nacionalista en las cátedras respectivas. debe
organizarse la escuela superior o facultad de altos -estudios con los seminarios en que se trate de
estas materias, abiertos a los graduados que
quieran aspirar al profesorado, a la carrera política y a los ex alumnos de la universidad que
quieran completar su cultura.
La separación de la universidad de toda actividad política personalista no significa la abdi-
LA REALIDAD
NACIONAL
caci6n de su derecho, como institución, o del
derecho de los profesores, individualmente,
para
estudiar o criticar las directivas de nuestra política y de protestar cuando se amenace a las instituciones básicas de nuestra nacionalidad;
pero
exige en las autoridades universitarias. como el
rector y los decanos. el abandono de toda actividad política y la consagración exclusiva a la
vida del instituto. Los puestos directivos de la
universidad no pueden ser ni pedestal para otras
posiciones, ni retiros honorables.
Para ser profesor, hay que exigir no solamente
el grado. sino una preparación especial suplementaria. teórica y práctica; teórica, por nuevas
investigaciones y estudios. y práctica. por uno o
dos años de ejercicio del cargo de conferencista
libre en la universidad (conferencias semanales.
de acuerdo con un programa aprobado por la
universidad.
que servirían de prueba, no sólo
de la vocación del profesor. sino de la aceptación
o interés del alumnado en la obra de los candidatos).
Estos podrían recibir también becas de viaje
que les permitieran el perfeccionamiento
en la
materia a que se han dedicado. En la vacante
de una cátedra, salvo casos excepcionales de
competencia notoriamente probada, la designación tendría que caer sobre los candidatos que
hubieran seguido el curso de preparación teóricopráctica indicado.
No cesaremos de repetir que el principio básico
de la universidad es la vocación pedagógica, o
sea la consagración especial, si no exclusiva, de
336
VíCTOR ANDRts
BELAUNDE
los profesores a sus cátedras. Hem~ probado
repetidas veces que el sistema que se ha seguido
de multiplicar las disciplinas y al mismo tiempo
el personal es absurdo: nos da una ciencia de
fachada y es una prima al diletantismo. Necesitarnos un grupo de hombres entregados enteramente a la universidad. Hemos impuesto esta
condición para el rector y los decanos. Poco a
poco, hay que extenderla. si no a todas las cátedrás. a las que podríamos llamar disciplinas normativas. En una universidad pobre. como la
nbestra. no podemos exigir a los profesores de
medicina y jurisprudencia o ingeniería que dejen
la práctica de la profesión.. Esto. además, sería
inconveniente. Aquella práctica los habilita. si
no es absorbente en grado extremo, para enseñar
mejor. Pero en los estudios formativos de las
facultades de ciencias y de letras, cabe la consagración exclusiva. En lugar de seis profesores
de filosofía o de historia que 80n el uno periodista, el otro abogado, el otro político, el otro
industrial, etc., y sólo en la c1ase filósofos o
historiadores, nos conviene tener dos filósofos o
dos historiadores que, con el sueldo de los seis.
dictarían las mismas o más. asignaturas. 'Hay
que permitir la acumulaci6n de cátedras en esas
facultades y las de ciencias políticas en cabeza
de los jóvenes prestigiosos que hayan dado
muestras de positivo saber y amor a la enseñanza. Ciertas actividades fuera de la universidad
se conforman con este principio ,de división del
trabajo. Es evidente. por ejemplo. que los jefes
y empleados del archivo nacional y de la biblia-
LA REALIDAD
NACIONAL
337
teca están en aptitud de desempeñar clases de
historia o de bibliografía. Es el mismo caso, para
algunos empleados de la administracÍón. De un
modo general, la idea es que la enseñanza no sea
una actividad accesoria. sino primordial.
Una universidad realmente moderna, requiere
la aplicación de nuevos métodos. Nosotros no
hemos tenido hasta ahora sino el de la llamada
lección magistral o la disertación. Tal método
necesita ser reemplazado
por la más activa
cooperación entre maestros y discípulos, por la
asignación de trabajos a éstos y por el establecimiento del seminario para los estudios especia.
lizados.
La universidad requiere equipo y material modernos. No se concibe clase de psicología sin un
laboratorio, ni clase de geografía humana e histórica, sin una colección completa de mapas, grabados y documentos históricos, ni clases de estética sin una buena cole~ción de reproducciones,
ni clases de economía social sin esquemas gráfi.
cos y cuadros de lo que se ha llamado Museo
social. La universidad no puede diferir la adquisición de ese equipo. Nuestras facultades de
ciencias y medicina han mantenido al día sus
instrumentos de experimentación. No hay razón
para que las facultades de ciencias sociales y
letras carezcan en absoluto del material que es
para ellas lo que para las otras sus laboratorios.
La intervención de los estudiantes en el gobierno de la universidad. proclamada en el Congreso de Montevideo de 1908, ha tenido realización y hay que mantenerla, no sólo en el consejo
22
338
vfCTOR ANDRts BELAUNDE
universitario, sino en el consejo de las facultades.
A esta reforma. conviene agregar la vinculaci6n
de los ex alumnos con el alma mater, atrayendo
a éstos a la vida de la corporaci6n, por su admisi6n en los seminarios, sociedades de debate y
otras actividades de la universidad, y dándoles
una representación en el consejo, por lo menos
igual a la de los estudiantes.
Uno de los contrastes más saltantes entre la
vida universitaria hispanoamericana y la anglo8!ljonaes la ausencia en la nuestra de las actividades típicas de la universidad. Recordemos con
tristeza el ambiente del claustro ~niversitario en
el Perú. Profesores que llegaban de prisa y a
veces tarde a monologar una disertación imperfecta; alumnos que, distraídos o impacientes.
escuchan a sus catedráticos en la expectativa del
campanazo libertador a cuyo son se precipitan
a la calle, a la oficina o al club; el claustro, solitario, sin el carácter de un centro de atracción,
de un verdadero hogar intelectual, moral y social. Después de haber vivido desde hace diez
años la vida tan distinta de las universidades
norteamericanas y de haber gozado del Campus
siempre poblado de profesores y alumnos ,que,lo
atraviesan yendo de las clases al seminario y del
seminario a la biblioteca y de la biblioteca al
, gimnasio, nuestro claustro nos parece una instituci6n sin alma, una instituci6n muerta. 5610 se
anima para elegir personeros a una Federación
de estudiantes que, entre tumultos de anarquía.
apenas logra designar una junta' directiva. 1 No I
Esto debe concluir. Al mismo tiempo que se
LA REALIDAD NACIONAL
339
elimina a los profesores rutinarios e incompetentes, transformemos al alumnado para que no
se aburra en las clases o deserte de ellas y permanezca en el claustro con la preocupación de
los problemas de la enseñanza y no sólo cuando
su presencia es necesaria en los comicios eleccionarios. Si en el Perú no se llega a establecer la
vida estudiantil como actividad intelectual y BOcial, la reforma de la universidad será imposible,
aunque demos las leyes más perfectas y aunque
la tesorería de la universidad enriquezca nuestra
biblioteca y ponga a nuestra disposición todo
el material moderno. El porvenir de la universidad se halla en la orientación espiritual del
alumnado; esta orientación ya no depende exclusivamente de los maestros; depende, principalmente, de ellos mismos. Hay que amar la universidad por la universidad. Imitemos el ejemplo
de los americanos y los ingleses, que consideran
la época más feliz la de los años de estudio, y
sienten con pena la aproximación de su fin y
conservan toda la vida el recuerdo romántico de
ambiente colegial, de los viejos maestros, de las
amistades formadas en ella, las más sinceras y
las más desinteresadas.
Mucho puede hacer la .iniciativa de los alumnos para establecer lo que en los colegios americanos se llama students activities. A falta de
ella, o como su complemento, se impone un programa de parte de las autoridades universitarias
para fomentar los concursos, los campeonatos
deportivos, las sociedades de debate, los duelos
oratorios, los clubs dramáticos
y musicales,
340
vícroa
AND&S BELAUNDE
,*
la publicación del peri6dico, 6rgano de loe
alumnos. las excursiones universitarias a lugares
de interés histórico, las sociedades para la díscu.iónde problemas de interés general. como 108
clubs de relaciones exteriores destinados a 'seguir
de cerca la política mundial.
,
Hay que orientar las aficiones, el espíritu de
emulación. la afirmación de la personalidad hacia
esos campos de actividad solidaria y útil. evitando que la juventud' se desvíe hacia el proselitismo político, el espíritu de dominación y de
intriga y las prematuras ambiciones personales.
Que la juventud sea jOlJen, esto es, desintere,ada,
alegre, llena de vida. extraña a los ajetreos y a
las impurezas de la realidad. Que la juventud
viva para sí misma y para el claustro; al vivir
así. servirá mejor al país, cuyo progreso estriba
en la labor silenciosa y útil de loe laboratorios y
de las clases, y no en la agitación pseudoidealista de las calles y las plazas.
El medio más eficaz en manos de las autoridades universitarias para provocar la verdadera
Solidaridad estudiantil-y dar al claustro su aspecto
necesario de hogar social e intelectual, es el ~ •. _
blecimiento de los dormitorios para losalt1mDÓ8
de provincias, junto con el comedor respectivo y
108 clubs anexos. Por este medio. podemos restaurar en forma moderna el ambiente de loe
antiguos colegios, además de atender al- ineludible deber de facilitar a los estudiantes pónrea
una vida decente y barata e higiénica. En todos
los países latinos que, por desgracia, abandonaron el concepto corporativo _y hogareño de la
LA REALIDAD
NACIONAL
341
universidad, se inicia hoy un gran movimiento
para restaurar el rasgo más interesante de los
colegios medievales: la vida colectiva. la vinculación permanente de maestros y alumnos. Él
se revela en los proyectos de ciudades universitarias o residencias de estudiantes,
en plena
construcción en París, Madrid y Barcelona. Deritro de nuestros modestos recursos económicos,
imitemos este hermoso ejemplo.
El último rasgo de la universidad es el de la
vinculación con las masas populares, o sea la
irradiación de su cultura por medio de conferencias de divulgación. no sólo en materia científica. sino también en materia de política, de
economía y relaciones internacionales. En síntesis. las llamadas universidades populares.
Este ensayo se ha hecho entre nosotros; y debe
mantenerse con la mira absolutamente desinteresada de difundir la instrucción. sin el propósito
de alcanzar influencia o prestigio político entre
los obreros. La agitación política. que es incompatible con el estudio tranquilo y sereno del
claustro. es igualmente nociva cuando se extiende. con el prestigio de la universidad y de la
ciencia •. a las masas populares. El profesor o
conferenciante de extensión universitaria necesita, tanto como el catedrático de la universidad,
la conciencia de su altísimo deber profesional,
y la ausencia de toda ambición política. La universidad debe encargar a los alumnos de años
avanzados y a los candidatos al profesorado los
cursos de extensión universitaria, de acuerdo con
un programa orgánico.
La necesidad de una fi1ClsClfía
censtructíva
Vasconcelos, en una conferencia pronunciada
en la escuela preparatoria de Méjico, esbozó lo
que él llamaba la nueva ley de los tres estados.
La civilización pasa por tres períodos: el materialista, el intelectualista y el estético. En el primero, predomina el instinto y la necesidad; en
el segundo, la conveniencia y el cálculo; en el
tercero, el gusto es la ley suprema que se manifiesta hacia afuera en simpatía y belleza. Vasconcelos, vitalista y romántico, corona la evolución humana por el período estético.
Observando la evolución del pensamiento en
Hispanoamérica, destácase otra ley más ajustada
a la realidad. Al iniciarse nuestra independencia,
nuestra preocupación es esencialmente política.
Los nuevos Estados requerían una nueva estructura gubernamental. En el pensamiento predomina la nota política. Alcanzada, aunque rudimentariamente, la organización constitucional.
comprendemos que la política es sólo una forma
que exige un contenido económico: el dominio
LA REALIDAD
NACIONAL
343
de la tierra, el desarrollo de la riqueza. La
segunda etapa de nuestro pensamiento es económica. Cuando la prosperidad material alcanzó
cierto grado de desarrollo en determinados países de América, surge en ellos una reacción hacia
los fines culturales desinteresados; y estética es
la tercera etapa de nuestra evolución . .El defecto
del movimiento esteticista iniciado por el modernismo, culminante
en Rodó y en el propio
Vasconcelos, ha sido la acentuación de nuestro
individualismo, el apartamiento de la vida integral que es acción y esfuerzo en el orden político,
social y económico; y, por último, la prescindenci~ de un criterio que supera el de la simple
contemplación
de perspectivas intelectuales
o
artísticas. El momento actual es de más hondas
inquietudes. No nos bastan finalidades estéticas.
Sentimos la necesidad de salir del yo, cuyo cultivo
era la cumbre del esteticisrno, en busca de un
mundo superior. Palpita en nosotros el ansia de
misterio, el ideal de la propia superación; al
mismo tiempo, agudos y urgentes problemas
sociales requieren nuestro esfuerzo. Se dibuja una
intensa preocupación ético-social y religiosa, que
el mismo Vasconcelos ha anunciado y que pide
una nueva filosofía constructiva.
En la etapa política y económica de nuestro
pensamiento, esa fórmula la dió el credo liberal,
al principio compatible con un teísmo vago y
después unido a un inconsistente y débil agnosticismo. En el período estético ese liberalismo se
humaniza con matices socialistas en el problema
social y se decora con cierto panteísmo evolucio-
344
víCTOR ANDÚS· BELAUNDE
Dista en el problema filosófico. El liberalismo
económico produjo cierta eficiencia y desarrollo
.de riqueza; el esteticismo, la acentuación de una
cultura, .para una élite, Hoy sentimos la exigencia de respuestas más afirmativas a nuestra ansia
de ideal y a nuestros impulsos de acción y de
lucha. Nuestros padres vivieron bajo el siglo de
Rousseau con atenuaciones y cambios. La ideoJogía demoliberal está muerta, no porque la
democracia no sea un valor eterno. sino porque
el individualismo y economismo, inseparables
del liberalismo. carecen del sentido de comunidad y de solidaridad profunda y son incompatibles con la justicia social. El credo individualista
de Rousseau ha sido reemplazado por el dogma
socialista de Marx. El socialismo, filosofía
extrema y dogmática. ha traído como consecuencia' benéfica la desviaci6n de la atención del
problema puramente político a' los problemas
sociales y económicos; pero. al dejarse absorber'
totalmente por éstos. encarna una vuelta a un
economismo o materialismo más estrecho que el
del credo demoliberal. Sus fórmulas aparentan
responder a nuestra ansia de justicia en las relaciones humanas; pero prescinden de la indívi:.
dualidad en lo que tiene de irreductible y de
respetable; y no dan respuesta a su expresión
profunda. la vida interior. el hambre de invisible.
Al tramontar la tercera etapa. dejando en el
campo abandonadas viejas fórmulas políticas.
postulados económicos individualistas y esteti,cisma aristocrático. la nueva generación se pregunta ansiosa por el rumbo a seguir. En el hori-
LA REALIDAD NACIONAL
345
zonte surge la roja alucinación de un nuevo
credo, de una nueva mística.
Inútil sería negar poder de atracción, falso
brillo de idealidad a los nuevos mitos humanos.
Llevamos, sin embargo, sabiéndolo o ignorándolo, la gravitación de la experiencia histórica.
Hace más de un siglo un mito análogo. una alucinación semejante, apareció en el horizonte de
la humanidad.
Ese mito ha tenido que ser rectificado,
esencialmente modificado, en ciertos casos definitivamente abandonado, para hacer posible, no
solamente el progreso, sino la vida misma. <: Será
el dilema de la humanidad la ilusión o la absoluta desesperanza, la fiebre o la rutina, la loca
actividad o la inercia pura? Más que nunca
necesitamos una filosofía constructiva, una filosofía integral, el sistema que abarque lo subjetivo y lo objetivo, la vida interior y la vida social,
que concilie necesidad de algo permanente y
eterno y los cambios y mejoras inevitables; filosofía que nos dé, junto con la metafísica más
alta. la estética más libre, la política más realista,
la economía más humana.
Espíritu de novedad,
inconsciencia
de lo
bueno, más que cercano, íntimo; este mal humano de ignorar, por costumbre, las fuentes de
bien y de vida que nos vienen de lejos, el afán
de ligar corrientes profundas a sus expresiones
perecederas o a sus manifestaciones incompletas,
nos han llevado a desdeñar la filosofía católica
como una ruina definitiva. A través del viaje
que nos pinta Chestertton en Ortodoxia en busca
346
vfCTOR ANDRÉs BELAUNDE
de] nuevo ideal. encontraríamos. sin embargo.
que é] se hallaba cerca de nosotros, en la religión
que ha creado y mantenido la civilización occidental. Para descubrir en e] catolicismo su sentido profundo. su valor eterno. hay necesidad de
prescindir de las cristalizaciones determinadas
por e] transcurso del "tiempo y que no reflejan
su esencia, sino nuestros propios defectos o limitaciones.
E] fondo de la psicología de un pueblo no
puede ser modificado totalmente y la religión no
significa perfección cumplida, sino principio de
lucha. Algunos aspectos francamente desfavorables de] catolicismo en los países hispánicos
han impedido que la inteligencia. a diferencia
de lo que pasa en otros países. volviese a él.
No querernos darnos cuenta de que nuestra admirable vida de familia, la fuerza de ciertas disciplinas o nexos sociales necesarios. la preservación de lo que podríamos llamar nuestra superconciencia, se deben a la obra silenciosa de los
principios religiosos. Y. de otro lado. no deseamos contemplar el espectáculo que presenta el
catolicismo en países que no han experimentado
el agotamiento y las terribles tragedias históricas
de los pueblos hispánicos. Y aquella mirada a
países como Bélgica, Francia. la misma Italia.
Alemania, Estados Unidos. Holanda y aun los
países escandinavos. nos convencería que sobre
un fondo de perennidad. de dogma, moral y rito,
el catolicismo refleja la psicología y la situaci6n
de aquellos pueblos.
Conviniendo con la laboriosidad flamenca. e]
LA REALIDAD NACIONAL
347
sentido práctico francés, la organización teutónica
y el espíritu de empresa yanqui, al mismo
tiempo que estimula en cada pueblo la misión
que debe realizar, corrigen sus tendencias.
El catolicismo alienta las reformas sociales en
Bélgica, cuenta con la adhesión, cada vez más
intensa, de las éliies intelectuales en Francia y en
Italia, encama la superación del estrecho nacio-nalismo en Alemania y la condena de todo imperialismo político o económico en los Estados
Unidos.
.
Descartemos pues la tendencia que identifica
el catolicismo eterno a la triste leyenda de la
religiosidad cruel, decadente o rutinaria forjada
por historiadores protestantes y repetida inconscientemente por nuestros escritores sectarios.
Abandonemos también la idea de que su credo
religioso. por representar en el caso más alto de
perennidad y universalidad, no permite, en compensación, buscar el cambio en las formas políticas. sociales o estéticas. Precisamente los que
no tienen este centro de gravedad espiritual, lo
cifran falazmente en la rigidez de un sistema
filosófico. de una fórmula política. o de una
escuela literaria. El católico transcendental sabe
que, fuera del dogma y la moral. todo cambia y
todo desaparece. El catolicismo ha convivido con
el imperio romano, con la anarquía bárbara, con
el feudalismo, con la monarquía absoluta. con las
democracias monárquicas o republicanas y convivirá mañana con la sociedad sindical y corporativa. Cosa parecida se observa en la literatura.
Plasmado
al principio en la cultura greco-
348
víCTOR
ANDRts BELAUNDE
romana, el catolicismo crea en la Edad Media,
la cultura gótica, convive con el clasicismo renacentista; y cuando éste se desgasta en tres siglos,
a nombre' del catolicismo, se inicia la reacción
romántica. Y si hay católicos neoclásicos, el gran
movimiento simbolista es la creación de espíritus
cristianos corno Baudelaire y Verlaine. La posibilidad de unir perennidad y rebeldía, constancia
y fuerzas innovadoras, está probada en la época
presente por el magnífico caso de Claudel y el
no menos sugerente de Cocteau. Maritain ha
probado en su libro A rté y Escolástica cómo 80n
compatibles la vieja filosofía con las audacias
estéticas. Sin incurrir en paradoja, creo poder
afirmar que el catolicismo ayuda a tener una
.visión más imparcial y simpática de la obra de
las nuevas generaciones.
Los positivistas, al desdeñar el catolicismo
como filosofía para los espíritU8 cultivados, reconocían, sin embargo, BUS ventajas desde el punto
de vista nacional. Imbuídos de la íalsa diferencia
entre la moralidad de la éliie y la moralidad popular, creían que para la primera bastaban las
efímeras y cambiantes construcciones del subje·
tivismo moderno, y para la segunda, los mitos
antiguos objetivados en tradiciones y en instituciones. Deseaban mantener y aun apoyar el catolicismo como fuerza de cohesión: apoyo limi·
tado por cierto que quitaba al catolicismo prestigio, autoridad y eficiencia. El presuntuoso positivismo cientificista soñaba realizar una especie
de matrimonio morganático con la religión popular, profundamente ofensiva para el catoli-
LA REALIDAD NACIONAL
cierno y que delataba al mismo tiempo la timidez
y la miseria ideológica de aquél.
En el catolicismo no se puede separar BU eficiencia social de la verdad profunda de su filosofía. Si ésta escapaba a las exigencias de un
racionalismo estrecho, no cabe sino la actitud de
total acatamiento o respeto.
El catolicismo, que es y ha sido la gran fuerza
educadora. la base de nuestra cohesión nacional.
la fuente de nuestra moralidad colectiva. el fundamento de nuestra vida familiar, debe ser también la filosofía y la ética de la élite intelectual.
La época actual requiere, no sólo el mantenimiento del cristianismo en las masas, sino una
decidida vuelta al ideal y a la disciplina cristiana
en las clases superiores.
Después de tres siglos de protestantismo, casi
dos siglos de filosofía de las luces y medio siglo
de positivismo. hemos llegado a este descubrimiento: que sólo el catolicismo posee la fuerza
que labra al hombre interior, que crea en nosotros el ansia de la propia superación. que trasciende del instinto, o del élan y nos lleva al reinado del Espíritu. Necesitamos hoy fuerzas morales. No creemos en la virtualidad misteriosa
de un esquema político o de una fórmula social,
ni en el mito de un progreso mecánico indefinido.
Fórmulas nuevas, instituciones, procedimientos,
necesitan ser aplicados por hombres y el sentido
de su utilización depende exclusivamente de la
orientación ética del individuo. El problema se
reduce, en síntesis, a modelar almas, a crear
espíritus. Éstos deben tener una ética cada vez
350
vfcroRANDRÉS
BELAUNDE
más exigente. una idealidad más pura. un sentímiento del deber más hondo y aquello que no
puede explicar ninguna filosofía materialista y
positivista: espíritu de sacrificio.
Inútil pensar que semejantes valores pueda
darlos la llamada moral laica, que se debate
estérilmente en el problema insoluble de la formulación de sus bases y de su concreción
definitiva. La triste experiencia de Francia nos
revela. junto con la imposibilidad de ese ensayo,
la profunda desorientación moral que reina en
su sistema pedagógico. En realidad, la educación
moral, ante la imposibilidad de la formulación
por el Estado de un nuevo catecismo que
reemplace al tradicional. queda librada al criterio
individual de los preceptores; y éstos se inclinan
hoy a la mística socialista. La república que
soñaba, .con una moral natural teñida ~e un vago
teísmo, bajo las apariencias de una neutralidad
imposible, ha resultado predicando la ética mal.
terialista y atea del socialismo contemporáneo.
- Sólo la disciplina católica por la introspección constante, por el control incansable de sí
mismo. puede depurar la afirmación personalista,
los impulsos vitales, el mero placer creador. la
ambición del renombre. en fin, todo aquello que
simula el ideal verdadero y sobre que hemos
puesto, injustificadamente. la etiqueta de espiritualismo. Ser sincero y profundamente católico
es ser artista de su propia alma.
Las enseñanzas de nuestra historia confirman
lo que acabamos de decir. La fuerte disciplina
LA REALIDAD
NACIONAL
351
cristiana ha forjado nuestros más bellos caracteres.
En la primera crisis de la independencia, el
espíritu civil necesita enfrentarse al predominio
militar, quizás necesario en esos momentos. Luna
Pizarro no vacila en adoptar esa actitud, afrontando el destierro. El espíritu de peruanidad requería afirmarse frente a la hegemonía de Colombia, desafiando el poder y el prestigio avasallador de Bolívar. Luna Pizarra encarna esta vez,
con la misma energía civil, el nacionalismo
peruano y sufre por ello su segundo destierro.
Después de la guerra con Colombia, el militarismo surge de nuevo con Gamarra. Por tercera
vez, Luna Pizarra sostiene el duelo con el cesarismo militar. Un tercer destierro consagra su
magnífico gesto.
Retirado de la política, la misma energía acendrada que había puesto en ella la dedica a su
misión religiosa, a la· depuración penosa de la
vida interior. Tres destierros marcaron su paso
por la política, austeridad, abnegación, caridad
evangélica, su carrera religiosa.
Años más tarde, Castilla, vencedor y omnipotente, necesita la colaboración de la inteligencia de Herrera. El ilustre rector de San Carlos
no va a ser un amigo incondicional ni un consejero complaciente del caudillo militar. Le trata
con aquella austeridad e indeclinable dignidad
que no da el orgullo, sino el sentimiento religioso del deber. La misma noble intransigencia,
al separarse de una vida política que, con un
poco de flexibilidad egoísta, podía representar
352
vícroa
ANDRtS BELAUNDE
para él halagadora influencia y altaa -poticionea.
Ni su decepción, ni su enfermedad le impiden
volver a sus "tareas episcopales y dictar. como en
San Carlos, las clases de filosofía en el seminario
de Arequipa, Ha llegado hasta nosotros por tril~
dici6n familiar el recuerdo de su enseñanza
austera, luminosa y ferviente. ~l ejército revolucionario del 66 recibe, en Ayacucho, la
firme dirección de un militar de vieja eeeuela,
el general Díez Canseco, que le conduce vietorioso a las puertas de Lima. Le ofrecen la dictadura que se creía necesaria, y la declina por
creerla incompatible con su carácter de vvicepresidente dentro del régimen constitucional. Y
años más tarde, cuando el mismo pueblo de
Arequipa - se subleva contra la constitución
radical del 67, busca a su antiguo caudillo.
La revoluci6n triunfa y el jefe vencedor, desoyendo la voz de amigos y la invitaci6n de actaS
plebiscitarias, limita austeramente 8U función a
la vuelta de la constitucionalidad, presidiendo
elecciones absolutamente libres. Sale del vértigo
que a otros envolvía, para buscar con su ministro.. el doctor Polar, el retiro modesto y 'laborioso
de su vid~ provinciana.
En el año de 1680, perdido el ejército del
sur; destruída nuestra - escuadra, fracasada
la resistencia de Lima que improvisó genialmente la dictadura, -Chile creyó' seguro el momento de imponer al vencido, agotado, la cesión
territorial. García C1í1der6n,presidente provisorio, se resiste con espartana entereza, prefiriendo
la prisión chilena. Allí, cuando la situación pare-
LA REAUDAD
NACIONAL
353
cía aun más desesperada, cuando el umco apoyo
con 'que creía contar el Perú, los Estados Unidos,
cambian de rumbo, Carcía Calderón desafía con
la misma energía las imposiciones, en esta vez
más graves, no sólo del vencedor, sino del mediador americano Logan, que le proponía el restablecimiento de su Gobierno con el apoyo
exterior y la aceptación de la venta de T acna y
Arica. GarcÍa Calderón desprecia solicitaciones
y amenazas, personificando nuestra intransigencia en el problema del sur, que supieron conservar todos nuestros gobiernos hasta la infame
transacción de Leguía.
Ningún caudillo subió al Gobierno por una
ola de popularidad más grande que Piérola el
95. A quererlo él, habría sido el amo del Perú
obteniendo fácilmente las reformas constitucionales para reelecciones indefinidas, o por lo
menos un largo mandato como en la Argentina.
(No estaban cerca los afortunados ejemplos de
Porfirio Díaz y Guzmán Blanco? Pero gravitaba
sobre Piérola la austera concepción del deber de
su educación religiosa. Creía que la restauración
del país, no sólo exigía eficiencia en la dirección,
sino, sobre todo, altos ejemplos de desinterés y
de moralidad cívica. Todo su esfuerzo se concentró en afirmar nuestras instituciones. Frente
a un voto discutible de censura, cambia su Gabinete inaugural: restablece el partido que había
sido su enemigo histórico, porque creía que su
existencia era necesaria para el equilibrio nacional. Al dejar el poder, no asume la tarea de
consejero irresponsable. En la intuición de lo
!3
354
vícroa
ANDRts BEl.AUNDE
que representaba Leguía, afronta •. ya viejo .y
solo, todos los peligros de una oposici6n revolucionaria .. Fracasada ésta, sufre sin una queja
una reclusión mil veces peor que la prisión o
que el destierro y de la cual lanza al país «dolido.
pero inmoto». sus tremendas admonicionee. Incomprendido, abandonado. viejo león, . recibe
estoico el lanzazo de antiguos odios y de tristes
envidias, y muere en la más gloriosa miseria.
Todos estos hombres tuvieron aquella alta
moralidad, no sólo por la tradición, sino.~ educación profundamente religiosa, .mantenida en
ellos por la adhesión firme y total de la fe de
sus padres. No desmiente esta conclusión el
hecho, tan hondamente satisfactorio para el espíritu nacional, de que en el bando del liberalismo
peruano se destaquen personalidades de la alteza
moral de Vigilo Gálvez y Prada.
Inclinémonos también ante estas nobles figuras. Evoquemos su recuerdo, precisamente en
estos instantes en que nos entristecen y nos abruman los crímenes de la infanda tiranía. Proclamemos que éste es un triste paréntesis en la
vida nacional, que la mayoría de los hombres
públicos en el Perú fueron intachables, y que
las grandes figuras, conservadoras o liberales.
fueron tipos de inmaculada honradez.
En la formación del carácter, más que la
ideología política o religiosa en la época media
de la vida, influye la herencia espiritual, la formación de los primeros años y el ambiente familiar.
Desde luego. tratándose de Gálvez, su ideolo-
LA REALIDAD
NACIONAL
·355
afa de liberalismo
político no amengu6 su firme
ortodoxia, como lo ha probado Jorge Guillermo
Leguía,
Respecto de Vigilo (no cabría aplicar lo que
Renán nos dice en el más bello de sus libros
Souvenirs d'Enfance el de [eunesse, cuando
evoca la moralidad ejemplar. la alteza espiritual
de sus maestros de Saint-Sulpice, a quienes dice
deber todo lo que había en su espíritu de' amor
al ideal y de moralidad superior?
¿ No podía
Vigil haber repetido las mismas frases, respecto
del seminario de San Jerónimo. bajo la austera y
progresista direcci6n del obispo Chávez de la
R~a?
.
En Prada, tampoco podemos prescindir del
nobilísimo hogar de recia contextura castellana
y católica en que apareci6.
La línea limpia y pura de Luna Pizarro,
Herrera o Piérola tiene el mérito mayor de destacarse en medio de la acción política. Vi gil y
Prada vivieron en su austero retiro. alejados
de las impurezas de la lucha.
La evolución política de Hispanoamérica
reitera la confesión insospechable de T aine de que
al fin y al cabo es el viejo evangelio el único
forjador de la moralidad y el orden sociales.
En el continente parecía inevitable. después
de la anarquía de la -independencia, la vuelta al
caos primitivo de que nos habla Bolívar en sus
trenos proféticos. Mas poco a poco, imperfectamente. el sentido del orden se va imponiendo
a la anarquía militar. en lucha titánica contra el
individualismo de la raza, acentuado en la semi-
356
vfcroR
ANDRÉSIlf.l.A,UNDE
bárbara naturaleza de América. C.hile, desde ..el
gobierno de Portales; la ArgeAtina, a la caída
de Rozas; Colombia. después de la larga lucha
principista, bajo la inspiración de Núñez, logran
establecer la normalidad constitucional. Al mismo
tiempo. son éstos los países que han conservado
más el sentimiento religioso bajo la influencia
de un clero inteligente y puro. Miremos, en
cambio, el espectáculo de Méjico y de Venezuela, en que la Iglesia fué perseguida por las
leyes de reforma o por la tiranía de Guzmán
Blanco. Méjico pasa de una larga tiranía a la
anarquía revolucionaria. En Venezuela se perpetúa la tiranía, degenerando.
Si se destruyen las fuerzas morales, en el
orden interno, después de la fiebre del falso
idealismo, el único equilibrio posible será el
de la fuerza bruta, y vendrá el gendarme
necesario de que hablan 108 sicofantes de la
tiranía en Venezuela. Y en el otro extremo, si
la anarquía continúa, se extenderá a nosotros, no
sólo la influencia del imperialismo extranjero,
sino la de su espíritu y sus credos religiosos. Lo
vemos en la revolución mejicana, orientada a
desplazar el catolicismo en beneficio del metodismo americano. Al imperialismo económico,
seguiría así una especie de imperialismo religioso. En cambio, la afirmación y acentuación
del cristianismo católico, al mismo tiempo que
presenta la base moral de la constitucionalidad,
es el lazo de la solidaridad racial. El sentimiento
religioso representa así, para. Hispanoaméricavla
preservación de su fisonomía espiritual. R~cSn
-357
tenía Vasconcelos para entonar himnos a las iglesias de Puerto Rico, únicos centros que conservan
el idioma, el sentimiento y el espíritu de nuestra
propia sangre en aquella parte del mundo hispano.
El catolicismo está en las raíces y en la cumbre de nuestra nacionalidad. Ella envuelve y
mantiene nuestra alma colectiva.
Concibiendo así el catolicismo, sería absurdo
basar en él un partido político. Talcosa sería
empequeñecerlo y desnaturalizarlo. Un partido
confesional convertiría una gran fuerza nacional, de profundidad y de elevación, en un mero
instrumento de gobierno. Sin servir a la política,
perturbaría los fines de la religión.
La acción del catolicismo, y más todavía en
nuestros países, tiene que ser de vida interior y
de influencia individual, de acción puramente
social, extraña a los móviles impuros de interés
o de dominación que. se filtran siempre en la
acción política.
El catolicismo no tiene la urgencia de los partidos y de las sectas. «Es paciente, porque es
eterno.» No necesita de las fórmulas inmediatas
o de la actividad premiosa. Su labor es oscura y
esperanzada, como la del sembrador. Su influencia benéfica no dependerá del celo combativo
de sus adherentes, no compenetrados de SU espíritu, sino de su renovación interna. Necesita un
amplio movimiento de sinceridad, de difusión
tolerante, tranquila, que cifre su éxito en el valor
objetivo de la fe que mantiene y no en el mérito
y en el impulso de las personalidades efímeras
358
vfcrOR
ANDRts 8ELAUNDE
o de los grupos que ~san. La creaci6n de UIl
grupo confesional, pa~ enfrentarlo a las manifestaciones esporádicas del sectarismo inevitable,
acentuaría en el Perú el problema religioso que
éstos quieren crear. i Que a las dificultades presentes, no se sumen banderas que nos anarquicen
o dividan I Para la lucha inmediata contra los
males que nos deja la dictadura, hay que formar
un gran partido nacional, sin exclusivismos
ideológicos, que sume todas las voluntades rectas, que atraiga a todos los espíritus bien intencionados. 5610una condici6n: absoluta honradez.
5610 un ideal: salvar al Perú.
IMPRENTA
DE aLE
LIVRE
LIBRE",
al, Boulevard Péreire, PARla
t5/\NCO
OC!.-,
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BI[l:'I':)TE~A L:_':S-A~G:~ /\~Ai'¡GO
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